La Jornada, 08/12/2018

Page 19

LA JORNADA DE ENMEDIO Domingo 12 de agosto de 2018

CULTURA

Edipo: nadie es ateo surge de imaginar escenas de alcoba de los gobernantes: David Gaitán El dramaturgo lleva al teatro Juan Ruiz de Alarcón esta reflexión sobre política y verdad inspirada en la tragedia griega; cierra temporada el 23 de septiembre La peste azota a la ciudad. Los animales caen muertos por todas partes, incluso en el palacio real. Sólo la verdad podrá salvar de la catástrofe. Edipo: nadie es ateo, obra escrita y dirigida por David Gaitán, retoma la tragedia griega en una versión propia en el teatro Juan Ruiz de Alarcón, en temporada que comenzó el 9 de agosto y concluye el 23 de septiembre. El rey ha convocado a la ciencia y a las jornadas por la verdad. El culpable merece un castigo ejemplar. “¡Edipo, necesitamos tus ojos!”, reclama su pueblo al forastero que se convirtió en rey de Tebas al vencer a la Esfinge. La pieza transcurre en un salón del palacio junto con su consorte Yocasta, su consejero Creonte, el visionario Tiresias y un mensajero que hace saber del sentir de los gobernados; cinco actores en escena. Gaitán lleva al teatro universitario este episodio de la tragedia

En entrevista, el director dice que uno de los temas de su interés es la verdad

griega del hombre marcado por el oráculo para matar a su padre y desposar a su madre. En un tiempo difuso, con un aparato de sonido en el que se emiten mensajes a sus ciudadanos, alusiones a aviones y música de guitarra eléctrica, transcurre la pieza en la que el joven rey reniega del pensamiento mágico, mientras el destino llega implacable. En entrevista, el director y dramaturgo manifiesta que uno de los temas de su interés es la verdad como valor en crisis en esta época. “El mito de Edipo lo coloca sobre la mesa desde su origen. “A medida que rescribí esta pieza de teatro pude encontrar un puente entre conversaciones contemporáneas en torno al argumento de un clásico que tratamos de honrar con la obra.”

Mensaje universal que ha trascendido el tiempo Sófocles hizo trascender esta historia hace 2 mil 400 años. En Edipo rey, la primera pieza de la trilogía dramática, conocemos al protagonista, perseguido por el secreto de su origen, condenado a un destino trágico. A pesar de los siglos, continúa como un mensaje universal llevado a escena con frecuencia. En el caso de Edipo: nadie es ateo, que transcurre en una escenografía e iluminación de Alejandro Luna, todo sucede en un salón, entre una gran mesa y una decena de sillas majestuosas. Nada más. Tensión,

y erotismo toman el escenario en esta obra de un acto, no apta para menores de 15 años, en el foro del Centro Cultural Universitario.

Obra de alcoba “Me interesa la relación de lo privado con lo público, imaginar cómo es la vida íntima de quienes toman decisiones que afectan a las masas; por ejemplo, las pulsiones sexuales, narcisistas e inconscientes de los gobernantes que inciden en la sociedad. Es casi una obra de alcoba de Edipo y Yocasta”, explica Gaitán. La reflexión sobre política y la verdad, entre momentos de sexo desbordado, forman la pieza de casi dos horas, en las que el público es transportado hasta la urbe griega para ser testigo de este momento en el que los humanos descubren que no pueden escapar de los designios del oráculo. Antes, Edipo ha renegado de la fe: “Dios es un permiso intelectual”. Las funciones de Edipo: nadie es ateo son los jueves y viernes a las 20 horas, los sábados a las 19 y los domingos a las 18 en el teatro Juan Ruiz de Alarcón, que se ubica en el Centro Cultural Universitario, en Insurgentes Sur 3000. Alondra Flores Soto

X En Edipo: nadie es ateo, todo transcurre en un salón; cuenta con la escenografía e iluminación del maestro Alejandro Luna. Fotos cortesía de la producción

Las azoteas ELENA PONIATOWSKA

L

as azoteas tienen precipicios a sus costados. Cuando uno está arriba, la ciudad no es más que un solo techo. Abajo, en la calle, hormiguea la gente. ¿Para qué se mueve tanto con sus rostros fijos en la acera, sus nucas frágiles: cabecitas de alfiler? Por la mañana, las azoteas son la cúspide de montañas de concreto de la ciudad; las calles, su río profundo. Algunas azoteas semejan jardines que han brotado entre la piedra, sembrados a ojo de pájaro por el viento. Otras ponen al Hermano Sol de Carlos Pellicer a secar miles de banderas blancas: sábanas, camisas, enaguas que para los aviadores son pañuelos de adiós…

Las azoteas viven estrictamente ligadas al alba y al crepúsculo. De día, las lavanderas se protegen bajo un toldo, tienden la ropa y no se quedan mucho tiempo porque el sol pega duro, pero temprano en la mañana, con la energía de la primera hora, sube alguna criadita a bañarse en una palangana porque hoy le toca su salida; otra a lavar su vestido dominguero –el menos percudido– para que esté seco y planchado por la tarde. Allá arriba las muchachas reciben todas las luces que trae el día; luces agua, de música, luces buenas, alegres, de puro oro, que las resarcen de todas las órdenes de la patrona: barre, sacude, lava, contesta, no contestes. Las azoteas son el patrimonio de las criadas. A la hora del crepúsculo suben a platicar: entablan amistad con otras del mismo edificio, leen la carta que co-

mo padrenuestro reciben de su pueblo: “Por la presente te mando saludar, deseando estés bien de salud, con el favor de Dios”, y hacen señas a sus donjuanes. Es el único lugar donde son libres. Por eso se peinan alisándose con el agua del lavadero para que no les caiga orzuela, para que no se troce el cabello. –Eduviges, ¿qué cosa hay en la azotea? –¡Ay, niño, ven tú a ver!... –Mi mamá no me deja… Dice que sólo los gatos… (Eduviges respinga con lo de “gatos”.) –Mira, hay pelotas, globos perdidos, papalotes, aviones atorados en la antena de televisión… ¡Nada tan bonito como asomarse a un tragaluz! Huele a sopa, a frituras; se ven las recámaras, la mesa con su mantel bordado y la intimidad de la inquilina del tres, la del siete: “¿Sabes?, la señora

del 16 tiene un jarrón rechulo. Lo vi por el tragaluz”. Cuando comienza a oscurecer, varios gritos surgen desde el abismo: “¡Eduviges! ¡Eduviges!” –Me llama mi patrona pa’ lo de la merienda. A diferencia de los tejados de los pueblos, donde se tienden a secar las calabazas y el maíz, casi todas las azoteas de la ciudad son color de lluvia y de viento. Se alzan por encima del bullicio interno del edificio, de las miles de puertas que se abren y se cierran, de la radionovelas y los timbrazos. Entonces, las azoteas son torres de silencio que coronan las casas y allá los ruidos llegan atenuados y tan sólo se escuchan los zumbidos del agua en los tubos; los tinacos despreocupados que gotean y el chapoteo del aire sobre la sábana mojada.

3a


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.