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Soprano mixe visibiliza y preserva las lenguas de México
by La Jornada
de las palabras indígenas, ha sido extraordinario”.
ALONDRA FLORES SOTO
“Yo siempre voy a cantar en mi lengua materna porque ahí es donde vibra María Reyna”, afirma la soprano mixe en entrevista. “Lo que más me ha pasado en los últimos años es que no reconocen el trabajo que estamos haciendo. Las instituciones, sobre todo, de repente no te valoran lo mismo que otros artistas que están en el lado comercial. Y ha sido un proceso muy largo, lo único que te puedo decir es que nunca me he rajado”.
Desde niña, en la sierra norte de Oaxaca, María Reyna descubrió el poder de su voz. Nacida en Santa María Tlahuitoltepec, en 1990, creció entre montañas rodeadas de nubes, donde el viento suena entre los instrumentos de las bandas tradicionales. Fue ahí donde comprendió que ese sería su destino. En la adolescencia migró a Guadalajara para continuar sus estudios de bel canto y las óperas italianas con el profesor Joaquín Garzón.
“Descubrí que cantar en mi lengua materna es donde vibro más”, manifiesta, aunque podría dedicarse a cantar ópera o música clásica. “Hay que hacer lo que te apasiona. Hoy, después de muchos años, comprendo que fue una elección maravillosa cantar en mi lengua materna. Cuando lo hice fue realmente descubrir quién es María Reyna. Después de 14 años de actuar como única embajadora
Sin embargo, “es muy difícil trabajar en la cultura porque pasan muchos años antes de que reconozcan lo que estás haciendo, como mujer e indígena todavía más”. Por eso, en los últimos se ha dedicado a buscar espacios en los teatros, aunque reconoce que no ha sido nada fácil. “Todos los días luchamos, nos preparamos…, pero algunos preguntan: ‘¿Cuánto es lo menos?’. Ha sido un proceso muy lento. También hay gente que dice que el costo es muy alto”.
El canto en lengua indígena –no sólo de su lengua materna– es uno de los retos que comenzó durante la pandemia, en 2021. “Fue una locura que se nos ocurrió, pero una locura muy bonita”, dice sobre el proyecto Canto a la Raíz, con el que se propone incluir las 68 lenguas que se reconocen en México. Hasta ahora lleva 14, la meta es abarcar 10 cada año. El proyecto es independiente y avanza con sus propios recursos.
“Quiero retornar a mis raíces, visibilizar y preservar las lenguas de mi país, y hacerlo con todo el amor del mundo.”
Su primera grabación discográfica fue Orgullosa soy raíz, en la cual demuestra su técnica operística que fusiona con otros géneros, como el jazz, el bolero y la música tradicional, en la que incluyó temas en mixe, mixteco, zapoteco, náhuatl, maya y español.
Cuando baja del escenario, aprecia que le digan que “fue muy bonito”, “gracias por hacerme vibrar” o “me hiciste valorar la lengua”, aunque no hayan entendido lo que cantó.
“Sé que a muchas personas sus padres les dijeron que no hablaran en su idioma porque no les iban a dar espacios, que tenían que aprender español. Cuando tenía 15 años y ya estaba en la ciudad siempre hablé mi lengua materna, siempre lo hice y nunca me sentí avergonzada de usar mis trajes; al contrario, hoy ofrezco mis conciertos con mis trajes tradicionales, que también mezclo con elementos artesanales de mi comunidad o de alguna región de la República.”
Para la gira de conciertos Welcome to Little México, que está a punto de hacer en Nueva York, Stamford y Washington, María Reyna posa con un rebozo en el cartel promocional, que acompaña con la frase “La música me escogió a mí”.
Tääk’unk (madrecita, en mixe) es la canción que la dio a conocer hace más de 10 años, sobre todo en las redes sociales. “Mis paisanos me preguntaban cuál era el estilo
▲ Portada del disco Orgullosa soy raíz, primera producción musical de María Reyna, quien realizará una gira de conciertos por Nueva York, Stamford y Washington. Foto cortesía de la artista en qué estaba cantando”, debido a que les extrañaba el tono tan agudo que escuchaban.
“Hoy agradezco a mi comunidad porque hablamos la lengua natural de mi pueblo. En otras comunidades reconocen el trabajo que estoy haciendo. Cuando canto en otra lengua que no es la mía, hago el 99 por ciento del esfuerzo para que los hablantes de esa lengua me entiendan. Lo interpreto como si fuera mi idioma, pero trato de ser responsable y pronunciarla como me la enseñaron.”
De niña en “Tlahui” –como le dice de cariño– creció oyendo la banda filarmónica. “Los niños, desde que están en el rebozo de su mamá, ya sienten la música. Está la calenda y los nenes bailan. Yo siento que lo llevo en la sangre. A mí me dieron la voz. De chiquita, desde que tengo memoria, sabía que quería ser cantante. No hay para dónde irse si ya lo tienes.
“No cambiaría nada de lo que he vivido, de lo que soy, de donde vengo, de mis padres que se dedican al campo, a quienes a veces les cuesta entender esta carrera. Pero soy feliz de poder hacerlo, de visibilizar las lenguas originarias y de decirle a las mujeres de las comunidades que también lo pueden lograr. Es algo que me sigue emocionando.”
Florescano y González Casanova contribuyeron con ese libro a impulsar una política progresista
Reyes Mart Nez Torrijos
Los reconocidos intelectuales Enrique Florescano y Pablo González Casanova coordinaron en 1979 el monumental libro México, hoy, en torno a las luchas por la justicia y las diversas crisis que aquejaban al país.
El volumen, resultado del trabajo de más de dos años de pensadores destacados, tuvo la finalidad de “contribuir a las luchas del pueblo”, impulsando una “política nacional, progresista, democrática y revolucionaria”.
Entrevistado por Luciano Concheiro y Ana Sofía Rodríguez en 2016, Florescano relató que ese “grupo era fundamentalmente la generación del 68; tenía una proyección social, un interés social, quería pasar los límites, las barreras de la academia y mezclarse como lo hizo con ese libro, México, hoy.
“En las pláticas de los sábados nos dimos cuenta de que no estábamos enfocando los temas políticos y sociales, sino una variedad de campos que constituían la coyuntura nacional, así que pensamos hacer un retrato de cómo era México en ese momento.”
Reseñó que el texto incluía a “los filósofos, los literatos, los historiadores, los antropólogos; parte del éxito fue su carácter interdisciplinario. Era gente que provenía de distintas escuelas y formaciones, pero todos estaban interesados en comunicarse, en tener una proyección hacia el exterior y no en el cenáculo interno de los profesionistas de su especialidad”. El libro contó con textos de pensadores como José Blanco, Guillermo Bonfil Batalla, Alejandra Moreno Toscano, Olac Fuentes Molinar, Carlos Monsiváis, Fátima Fernández Christlieb, Luis Villoro, Pablo González Casanova, Arnaldo Córdova y Olga Pellicer de Brody.
Esa y otras publicaciones similares, abundó en la charla, fueron producto del desafío a la historia “de que en todo el mundo, pero principalmente en Europa y en el mundo occidental, se empezó a marginar a la historia, las humanidades y las ciencias sociales, y se le dio un peso extraordinario a la ciencia, la tecnología y la administración (…) “La historia es la mejor manera de entender al otro; lo diferente, lo distinto, lo extraño sigue siendo la historia, que además, como ahora está contaminada de disciplinas como la antropología y la sicología, es una síntesis de técnicas y métodos para aprender del otro y para darnos cuenta de que no podemos desarrollar una democracia o una vida civilizada si no respetamos al otro”.
México, hoy, publicado por Siglo XXI Editores, explicaba en un texto preliminar que sus estudios contenidos “buscan ahondar en los problemas de México y en sus soluciones actuales y posibles mediante una política nacional, progresista, democrática y revolucionaria que piensan como conjunto y movimiento, como sistema y contradicción, como nación y clase”.
A los autores no les cabía duda, continuaba el texto, de que “el momento actual es el de una lucha por la independencia, la democracia y la justicia social, que siente las bases de un nuevo sistema político y sindical menos autoritario y paternalista, más efectivamente plural y democrático”.
Depositarán sus cenizas en Zirahuén
Merry Macmasters
Las cenizas de los restos del historiador Enrique Florescano Mayet (1937-2023), fallecido el pasado lunes, serán depositadas en su casa de Michoacán, junto al lago Zirahuén, en la porción centro-norte del estado, informó a La Jornada su hija Claudia Florescano Moreno.
Como publicó este diario en su edición de ayer, las exequias se realizaron en privado en su domicilio en Cuajimalpa. Sus restos fueron cremados la tarde de ayer, antes de ser trasladados a su destino final. Sobre la casa de campo en Zihuarén, “el lugar lo enamoró desde que conoció el terreno. Construyó allí unas cabañas al estilo michoacano.
Era su refugio. En el pueblo lo conocían como ‘la casa del escritor’”, expresó su hija. La zona está rodeada por bosques de pinos, encinos y madroños.
En cuanto al legado de su padre, Florescano Moreno dijo que en 2018 don Enrique donó su fondo personal a la Biblioteca Pública del Estado de Jalisco Juan José Arreola, que pertenece a la Universidad de
Guadalajara. La donación consistió en 18 mil 390 ejemplares, un tesoro consolidado durante décadas. Se le dio el nombre de Biblioteca Enrique Florescano.
El fondo está compuesto por libros, atlas, códices prehispánicos, archivos, actas y fotografías que se refieren a la historia, ecología, arte popular, cine, geografía y ciencias sociales de México y América Latina. Respecto a si se realizaría algún acto conmemorativo en el futuro, Florescano Mayet pidió que no hubiera ningún homenaje póstumo, indicó su hija.
Impulsó formas novedosas de ver la historia
Reyes Mart Nez Torrijos
El historiador Enrique Florescano aportó e impulsó “formas distintas y novedosas de ver la historia”, sostuvo el economista y escritor Francisco Pérez Arce.
En entrevista con La Jornada, el novelista destacó el libro Precios del maíz y crisis agrícolas en México, 1708-1810 (1969), en el que Florescano incorporó una forma económica, cuantitativa de encarar la historia y con el que despuntó como historiador.
El también gerente editorial del Fondo de Cultura Económica hizo hincapié en que Florescano tiene muchas obras en ese sello, “que han sido materia fundamental para todas las carreras de historia del país, de muchas generaciones”.
Promotor académico
Pérez Arce recordó que colaboró con Florescano en la Dirección de Estudios Históricos (DEH) del Instituto Nacional de Antropología e Historia, donde el intelectual fallecido el lunes pasado “creó se- minarios tan importantes como los de historia económica, historia de la agricultura, historia urbana e historia de la cultura nacional, que abrían muchas formas nuevas de entender la historia en nuestro país”.
Refirió que colaboró con el pensador nacido en San Juan de Coscomatepec, Veracruz, en un seminario de investigación de la DEH, que se llamaba Historia de la Agricultura: “Era básicamente historia colonial, pero incluyó el estudio de la economía y métodos cuantitativos para comprender la historia”.
Daniel L Pez Aguilar

El lingüista, músico e historiador Antonio García de León lamentó la pérdida de Enrique Florescano, quien fue su “maestro y amigo entrañable, además de uno de los grandes historiadores que ha tenido México a lo largo de varias décadas”.
En charla telefónica con La Jornada, el investigador emérito del Instituto Nacional de Antropología e Historia añadió que su mentor fue un protagonista que transitó entre las áreas de la investigación a la difusión del conocimiento.
“Falleció un historiador, editor, maestro de varias generaciones y un innovador, cuya vida coincide con los cambios que se vivieron desde los años 60 hasta lo más reciente del presente mexicano; siempre estuvo ligado a los grandes problemas nacionales”, explicó García de León.
“Se ha ido también un riguroso actor privilegiado de muchos procesos históricos. Hablar de Florescano no sólo se puede hacer desde un punto de vista académico, pues esto resultaría una tarea que no tiene sentido, ya que hablamos de un estudioso de las reflexiones interdisciplinarias, las cuales propició por todas partes, además de sumergirse en las corrientes de la historiografía.
“Enrique nunca se aisló, nunca se sectarizó y su gran labor al final (como editor) rompió barre- ras conceptuales y temáticas; sus estudios no sólo aludían a la historia, sino a múltiples aspectos del conocimiento y de la educación.”
Catedrático de la Universidad Nacional Autónoma de México, Antonio García de León puntualizó que Florescano siempre mostró interés por las bibliotecas, así como por difundir el saber.
“Uno de sus objetivos fue velar porque los ejemplares se distribuyeran por todas partes y no quedaran abandonados en las bodegas de las editoriales.
“En su tesis, convocaba a reflexionar acerca de cómo reinterpretar la historia basándose en la comprobación de los datos económicos y construyendo un análisis que permita llevar a resultados de larga duración.
“Florescano pertenece a la última generación de quienes conocimos de cerca una realidad rural que era heredera directa del virreinato y que fue paulatinamente diluyéndose en la modernidad, la migración, el desarraigo y la violencia.
“Sus grandes méritos están por todas partes; sus aportaciones son una veintena de libros acerca de varias crisis, entre éstas la del maíz, agraria, historia económica, social y política, la memoria mexicana, así como de las identidades cambiantes de la sociedad mexicana, desde tiempos del preclásicoprehispánico (dos milenios antes de Cristo) hasta la actualidad”, concluyó el investigador.