Suplemento Cultural 22-01-2021

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suplemento semanal de la hora, idea original de Rosauro Carmín Q.

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Individualistas. La situación espiritual de nuestro tiempo


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presentación

na crítica a la sociedad contemporánea es la que nos ofrece en la edición de hoy el filósofo Raúl FornetBetancourt, análisis también puntual que sintetiza la cultura contradictoria que obstaculiza el desarrollo humano en todas sus dimensiones. Su examen al individualismo, que asume el horizonte planteado ya desde Nietzsche, ofrece consideraciones valiosas al proyecto de ser mejores si se superan las trampas de su radicalización. Es una reflexión que no tiene desperdicio. Por su parte, José Manuel Fajardo, también profesor de filosofía, se refiere a las “puertas e imaginarios” sociales. Su texto nos recuerda el valor de lo simbólico y la fuerza que tienen las representaciones en la conducta humana. Desde esa convicción, de la mano también de Gilbert Durand, alude a la emergencia de los tiempos nuevos (a propósito del estreno del año) y la apertura de acontecimientos (en este caso la memoria del bicentenario de la independencia de Centro América), realizadoras de “una forma nueva de existencia”. Los aportes anteriores se complementan con la colaboración de Hugo Gordillo. El escritor continúa con la tarea de hacer la radiografía de los movimientos estéticos que caracteriza arrojando luz en el interés de sus protagonistas. Su lectura ayuda a comprender, en este caso explicando el Art Nouveau, el universo conceptual y el tránsito evolutivo de las artes según una cronología. Deseamos que nuestra edición sea de su gusto y, como es habitual, comparta su recepción a través de comentarios en la página digital de La Hora. Su opinión es importante para nosotros, retroalimenta a los autores, los motiva, y nos permite aproximarnos a su paladar estético y crítico. Saber que está vivo, si nos lo cuenta, nos congratula. Desde aquí le enviamos muchas bendiciones. Hasta la próxima.

es una publicación de:

¿Individualistas de serie? Invitación a pensar una contradicción en la situación espiritual de nuestra época

E

Raúl Fornet-Betancourt Escuela Internacional de Filosofía Intercultural. Aachen/Barcelona.

videntemente nada hay que objetar frente a esta manera de proceder. Al contrario, pues el recurso a estas con­ tra­ dicciones que he llamado estruc­turales y que saltan a la vista con descarada “natu­ra­lidad” ante una mi­­rada honesta sobre la situación actual del mundo, es un instrumento necesario e in­dis­pen­sable no sólo para una cabal comprensión de la si­­tuación de nues­ tras socie­dades, si­no también para proponer caminos al­ ternativos. Sin em­ bar­ go pien­ so que es necesario considerar también lo siguiente: Junto con esas contradicciones, digamos “visibles”, que, como la men­ cio­­ nada contradicción “riqueza – pobreza”, se ven con solo salir y mi­­rar las calles de nuestras ciudades, van otras que son más di­fí­ciles de per­ cibir, so­ bre todo cuan­­ do vivimos “distraídos” (que es qui­zás la for­ma más corriente en la que vivimos). Porque, aunque son tam­bién parte de lo que Hegel lla­ma­ ría el “espíritu del tiempo”, tienen su me­ diación en no­so­tros mismos co­mo sujetos vivientes. De modo que, para ser realmente

notadas, se re­quie­­re poner especial atención y reflexionar so­bre lo que ha pasado y está pa­­san­do, por ejemplo, en nuestra manera de com­­­pren­­dernos o de actuar. Y llamo la aten­ción sobre este punto porque, a mi juicio, la toma de con­ ciencia de es­ te otro ti­ po de contradicciones d e b e r í a importarnos tanto como el co­ no­ ci­mien­to de las con­t ra­d icciones estructuralmente manifiestas, supuesto, claro está, que de­seemos cono­ cer en profun­didad y con integra­li­dad nuestro estado actual como época y lo que en él nos sucede. Por esto quiero en este artí­ culo invitar a reflexionar sobre una de esas contradicciones que, por vivir “dis­ traídos” o porque son justo ya parte de lo que nos ha sucedido, nor­ mal­ men­ te no vemos ni sentimos como una situa­ ción adversa al sentido último de nuestra vida y convivencia. En base a ella in­ tentaré, pues, ilu­mi­nar al me­nos puntualmente la afirmación sobre la im­por­tancia de ha­­cer­ nos cargo también de estas otras contra­ dic­ciones de cara a una más completa ca­ rac­teri­zación de la situación espiritual de nuestro tiem­po. Pero ¿a qué contra­dic­ción me refiero en concreto? Hablo de la contradicción que se oculta en los procesos y las estrategias con que se fomenta la agudización y la redefinición del individualismo en la llamada “cul­tura global” que difunde hoy el capitalismo como menta­li­dad y forma de vida. Pues se trata de procesos y estrategias que, por una par­­te, nos in­citan a que, como hom­bres de este tiempo –pero como quería ya Friedrich Nietzsche, por cierto–, con­ si­ deremos la independencia de nues­­tra particular vida individual como el “bien supremo” por el que de­be­mos luchar; y a que actuemos en

Cuando desde la perspectiva de un pensamiento liberador se bus­ca­n in­di­cadores que ayuden a comprender, el es­ tado en que se encuentra el hom­bre y lo que con su alma sucede en una deter­mi­nada situación histórica, es decir, comprender lo que Karl Jaspers llamó la situación espiritual de una época, se sue­le recurrir a lo que revelan las contra­dic­ciones estruc­ tu­rales manifiestas de ese tiempo. Así, en nuestro ca­ so, se recurre por lo ge­ne­ral a las notorias contra­dicciones propias del sis­tema de la civiliza­ción que nos gobierna, pau­tando tanto los estilos pensamiento y vida como las for­mas de convi­vencia social. Un ejem­plo para­dig­mático de estas con­tra­dic­ciones y su considerable potencial orientador es la fragmentación de la humanidad en ricos y po­bres, que es justamente instructiva en alto grado para saber quié­nes somos y cómo tratamos lo humano en nosotros mismos y nuestros semejantes.

consecuencia con ello. Lo cual se traduce de hecho en la norma de que mi­me­mos nuestras diferencias y preferencias in­di­vi­ duales, haciendo valer en todo momento nuestro derecho a la autode­ ter­ minación. Pero son al mis­ mo tiempo procesos y estrategias en los que, por otra parte, se trasmite la su­gestión de que el camino para lograr esa rea­lización como individualidad independiente no pasa por el examen interior que aconsejaba el antiguo “conócete a ti mismo”, sino que prescri­be más bien un derrotero inverso, en cuanto que lleva al espacio público y, especial­ mente, al mercado como lu­gar donde ya están los objetos que, por de­ cir­ lo así, dibujan la anticipación de los perfiles individuales deseados, ade­más de ser el lugar que brinda el “escenario” para la ostentación de las im­ á­ge­nes perfiladas. Pues, tal es la astucia de la su­gestiva publicidad, dichos objetos no son cualquier producto, sino que res­ponden a


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los deseos parti­cu­lares de lo que cada uno desea para ser co­mo pretende. La contradicción que se oculta en tales procesos y estrategias radica, dicho más brevemente, en que en cierta forma se apela a la inte­rio­ri­dad del individuo humano en tanto que ser consciente de su unicidad, al tiempo en que se le sugestiona para que asuma como “libre” realización de su peculia­ri­dad la dispersión en la exterioridad de un mundo de objetos. Pero decía que esta contradicción “se oculta”. Y ahora es indicado vol­ver sobre esta afirmación pues da pie para ampliar lo que se ha apuntado an­tes acerca

de las razones que se pueden aducir para explicar por­ qué tan­tas veces nos resulta difícil ver y sentir este tipo de contradic­ciones o, dicho en lenguaje coloquial, porqué nos “deja fríos” y seguimos la vida co­mo si no nos estuviese sucediendo nada digno de tener en cuenta. En sentido com­­­­plementario, pues, añado a lo anotado arriba lo siguiente: Hay que con­si­derar tam­bién que otro momento que dificulta la percep­ción de esta contra­dicción en el cotidiano está en que para la “nor­ma­­lidad” en la que –¡a pesar de la actual pandemia de la Covid 19– se de­sarro­lla la vida en general esa contradicción se disipa como tal, de­bido a que las re­des del ca­pi­talismo cultural global que pre­figuran con sor­pren­dente efi­ cien­cia las con­diciones de ge­neración de sen­ti­do en nues­tros esti­los ac­tua­les de vida, la presentan co­ mo un movimiento de inno­ va­ ción que compren­ de dos mo­mentos que pueden causar la im­pre­sión de que apuntan en direc­cio­nes inversas (individuo, sociedad), pero que se res­paldan mutua­mente y que representan, por tanto, secuen­cias inseparables de un úni­co pro­­ceso. Y como agravante de la dificultad de este otro mo­ mento hay que añadir todavía que la pre­sentación que ofrece del proceso en cuestión no se puede des­ca­lificar sin más, alegando por ejemplo que es una simple invención ar­bi­traria. Pues, a mi modo de ver, se debe reconocer que su ar­gumentación recoge, como acabo de insinuar, un fenómeno que es también parte de nues­tro mundo real, a saber, los nuevos estilos de vida que con sus prác­ti­cas dan cuenta de que asistimos al acontecimiento de un cam­­bio en las con­di­ciones de expe­riencia de la dimensión indi­vidual en el hombre actual, en la medida en que son formas individuales de vida que muestran que el tra­ dicionalmente venerable momento de la comu­ni­­ca­ción con el otro indi­vi­duo, sea en diálogo o en confrontación, que se en­ten­día pre­cisamente como condición para la constitución y el desarrollo de la in­dividualidad co­ mo dimensión humana, queda ahora sustituido por el tra­to unilateral y mu­do con la diversificada oferta de medios que prome­ten sa­tis­facer los deseos de

realización individual. ¿Y cómo se podría resumir la consecuencia de esta transformación en la calidad de la experiencia de lo individual en el ser humano? A mi juicio se podría responder a esta pregunta diciendo que se resume en la aparición de una nueva forma de individualismo. La llamaría el individualismo de indi­ vi­­dualidades sin respaldo vivencial de la singularidad de lo humano porque entiende lo individual como un punto y no como un camino, y de este mo­do en sus proyectos de reali­za­ción no cuentan con nada más que con una par­ti­cu­laridad centrada y concentrada en la elección de los objetos per­tinen­tes. Esto, dicho sea de pa­so, podría ser la explicación de lo que, a mi modo de ver, representa uno de los rasgos ca­rac­terísticos más no­torios de este nuevo ti­po de individua­lis­­mo, a saber, la ten­den­cia a la suplantación de la comuni­ca­ción por la exhi­bición, o sea, por el deseo de cada uno de os­tentar po­der y éxito en la cons­­truc­ción de la es­ce­ni­ficación de su imagen. Y me permito notar tam­bién de paso que ante tal exhibicionismo cabría la pregunta de si no estamos ante un meca­nismo pa­ra disfrazar la falta de un verdadero asiento individual de lo singular en sus protago­nis­tas. Pero vuelvo al punto. En el contexto de este nuevo tipo de individualismo tendríamos que te­ ner en cuenta igualmente el impacto de los movimientos transhumanistas y/o posthumanistas. Pues son co­rrien­tes culturales que difunden en nuestros días ideo­­logías y visiones que alientan la ra­di­ca­lización de este cambio de cali­dad en la experiencia de la individualidad humana del que aquí ha­blo, al dibujar un futuro con individuos que, “mejorados” mediante pro­cesos tec­­­nológicos de hibridación, ya no co­nocerían esas experiencias que hasta ahora hemos considerado tan básicas para la constitución de la indi­vi­dua­li­dad humana como son, por ejem­plo, las experiencias de vulne­rabilidad bio­­lógica o psíquica, de la muerte o in­cluso la de la identificación con un cuer­po y género. Pero la pregunta que se plantea ahora, después de todo lo que he resal­ta­do sobre algunos de los momentos que obstaculizan el notar la contradic­ ción en las dinámicas de agudización y redefinición del individualismo en la cultura global actual, es, evidentemente, la pregunta de cómo hacer para despertar nuestra sensibilidad humana –escribo “sensibilidad humana” por­que doy por supuesto que no basta para ello con un solo despertar cognitivo, al menos en el sentido reducido en que frecuentemente se entiende el pro­ ce­ so cognoscitivo–, de manera que hagamos posible en propia carne la ex­periencia de que la si­tuación espiritual de la época conlleva una con­tra­dic­ción que irrita nuestro sentimiento de humanidad y que reclama, por tan­to, una reacción. Dicho con otras palabras: Se trata de la cuestión de cómo re­ca­pacitar y responder an­te un horizonte cultural turbio en el que el hom­bre está en peligro de con­ ver­tirse en el gestor principal del oscurecimiento de su propia individualidad. Ante esta pregunta, que implica en realidad una doble tarea de trabajo per­­sonal y de crítica sociocultural, comparto a continuación una breve con­si­de­ra­­ción. La propongo sin pretensión alguna de ofrecer recetas para res­ pues­ ­ tas posibles. Su intención es más modesta: invitar a sentir la responsa­bi­lidad que implica ser contemporáneos en un tiempo adverso a la hu­ ma­ ni­dad de todos y motivarnos a la búsqueda com­ partida

de posibili­dades de reacción en cada uno de no­ so­ tros y en nuestros respectivos medios sociales y entornos culturales. Entendiendo que, en lo decisivo, se trata de sentir, discernir y reac­ cio­ nar ante lo que nos sucede como personas y humanidad en un tiempo con po­tentes recursos para disimular su hostilidad a la vida y distraernos, invi­ taría a probar con el prestar atención; atender a qué atendemos, a lo que nos llama la atención o a aquello para lo que es requerida nuestra atención. Esto, es verdad, nada tiene de espectacular, pero me parece que es un buen punto de partida para intentar salir del atur­dimiento y capacitarnos para ver ese otro tipo de contradicciones del que he afirmado que no “salta a la vista” en los engranajes de nuestro mundo. Lo explico brevemente en base al caso de la contradicción que he tomado aquí como ejemplo representativo. Si nos fijamos, pues, debería llamarnos la atención el hecho de que por múltiples medios y estrategias el “espíritu” de la cultura global requiera constantemente la atención del hombre actual con el mensaje de que el cui­da­do de la individualidad debe ser el eje de la articu­lación de su vivir y con­­vivir. Y digo que este hecho nos debería llamar la atención porque el men­ saje que trasmite –seguramente sin quererlo– paga tributo a la memoria de va­lores centrales del mejor individualismo liberal clá­sico (Kant, por ejem­­plo), como son los valores de la dignidad y la liber­tad personal del in­ di­­ vi­ duo humano. De manera que, poniendo atención, po­dríamos escuchar en el mismo llamado a la autodeterminación y a la realización sin­ gu­lar que lanza el nuevo individualismo, resonancias de valores que pon­drían en evi­dencia el falaz carácter de su construcción, y ello incluso desde la me­mo­ ria de tra­di­ciones libres de toda sospecha de ser subversivas, pero que dejan claro que, si es verdad que no hay autorealización sin libertad individual, igual­de verdadero es que no hay libertad sin razón; y que acompañan por ello el imperativo de la autodeterminación con el imperativo del uso racio­nal y responsable de la libertad individual. Aunque, por otra parte, reconozco que me queda la duda de si la recu­pe­ración de la aten­ción a la que invito aquí como punto de partida para salir del ofuscamiento, no supondrá todavía en no­sotros esa penosa experiencia de “vaciar” la individualidad que sólo el silencio y la soledad proporcionan. Una duda que va en la dirección de un tema que mencioné ya en mi último ar­tículo en este Suplemento Cultural y que, contando con la generosidad de su director, me gustaría poder abordar en una pró­­xi­ma contribución para este mismo órgano.


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Puertas e imaginarios José Manuel Fajardo Salinas Académico e investigador UNAH

La dificultad próxima para escribir acerca de algunos temas teóricos es encontrar una mediación que, a manera de símbolo, ayude a entender de modo más bien intuitivo lo que una serie de razonamientos, tanto deductivos como inductivos, pretenden esclarecer. Precisamente es lo que ocurre al tratar de hablar de los imaginarios, ya que aluden a una forma de operar del espíritu humano, que no siempre es coherente con los parámetros de la modernidad, marcados por un orden sistemático que busca manejar el mundo a la medida de sus connotaciones, regidas usualmente por principios como el de identidad, el de no contradicción o el tercero excluido. Verdaderamente, la realidad escapa a estar sujeciones lógicas y cuando el ser humano quiere entonar con la dinámica de lo real, necesita recurrir a la clave imaginal para salir adelante en los retos que los cambios inesperados le plantean.

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ntonces, pretendiendo ilustrar la noción de imaginario, tocando puntualmente dos ejemplos específicos que son pertinentes en la clausura de un año y la apertura de otro, quiero ambientar su tratamiento, aludiendo a un objeto de tipo concreto que nos resulta cotidiano, y que, por su carga simbólica, ayuda a comprender lo que es un imaginario en general. Me refiero a la puerta, elemento

que se encuentra usualmente en nuestros espacios de habitación y que en su capacidad de ocluir o dar paso, pone de manifiesto un umbral que restringe o abre espacios distintos de realidad. ¿Por qué la puerta puede considerarse un sím-bolo? La etimología del término símbolo puede ayudar a comprenderlo: su raíz griega es συμ (sim), que significa “unir o juntar”, y βάλλειν (ballein), que es equivalente a “lanzar o tirar”, entonces el símbolo deriva del verbo que significa “lanzar o tirar conjuntamente” o “arrojar para reunir o volver a unir”. De este modo, la puerta, así como otros objetos culturales, es símbolo, ya que es lugar de encuentro de múltiples significados que se reúnen en una sola palabra, figura o nombre (por contraste, lo diabólico— de διάβολος—es cuando se lanza algo a través o entre otros, y por tanto divide, o sea, que opera de modo contrario al símbolo). Explorando significados del objeto puerta, hay una interesante relación con la filosofía en cuanto ética, que en una de sus acepciones griegas es equivalente a morada (con eta o e larga, η), o sea, el lugar que los seres humanos construyen para habitar humanamente, es decir, con dignidad. Este lugar acogedor es una forma de refugio que ayuda a sentirse en casa, y al que definitivamente hay que entrar por una puerta o umbral. O sea, para vivir éticamente se requiere cambiar de un ambiente a otro, salir de la intemperie y franquear la frontera simbólica que nos coloca en otro plano de la existencia. Tomando notas de diseño arquitectónico es usual escuchar frases como: “esta edificación tiene un estilo familiar” o “provoca una sensación de calidez”, “hace sentir como en casa”, etc. En todo caso, el modo de construcción, donde la puerta es clave para lograr el efecto buscado, trata de estimular una reacción de cercanía o

guardado por Diké, personificación de la justicia en el mundo humano; las Helíades la persuaden de dejar pasar al visitante, que es recibido por una diosa misteriosa, cuyo discurso conforma el resto del poema y está dedicado a darle a entender el misterio de lo real, dividido en las posibilidades del ser y del no ser… Es decir, la revelación filosófica de Parménides, que es dicotómica, al partir la realidad en dos regiones absolutas, no pudo serle entregada sin experimentar una transformación donde traspasar el umbral o la puerta, expresan este cambio de consciencia de lo real. En la cosmovisión mesoamericana existe la noción de puertas o pasos a proximidad humana. Recordando al pensador francés Gilbert Durand, él nos dice que la puerta o el dintel de la choza no es solamente madera colocada para sostener la entrada de la edificación, es a la vez, y sin contradicción alguna, la presencia del dios que protege la habitación compartida, el hogar: “Para el primitivo, la viga central de la habitación es al mismo tiempo madero de construcción y santuario de los espíritus ancestrales, y cada viga es el santuario” (Durand, 1981)1 . Lo dicho, la puerta es la introducción a presencias que, de categoría humana o divina, se alternan para configurar una serie de provocaciones sensibles y/o mentales. Recalcando la noción de símbolo, la puerta carga variedad de significados: novedad, inclusión o exclusión (dependiendo de que se muestre abierta o cerrada), bienvenida, misterio o región incógnita, reserva, etc. Otro pensador que nos recuerda el rico significado transformador de la puerta es Parménides, que en su poema Sobre la naturaleza, narra un viaje mítico por un camino alejado de la usual vida mortal, en un carro tirado por un par de yeguas conducidas por las Helíades (hijas de Helios, dios del sol), que le llevan hasta un inmenso portal de piedra

otras dimensiones o presencias de la realidad, y la marca que las señala es de tipo natural: árboles, grutas, piedras… Como lo expresa el antropólogo mexicano Alfredo López Austin en su Seminario anual La construcción de una visión del mundo: “Los umbrales o portales son los puntos intermedios entre el ecúmeno y el anecúmeno, sitios por donde penetran los dioses y las fuerzas sobrenaturales al mundo y por los que los hombres envían sus oraciones y ofrendas”2. Se entiende por ecúmeno el espacio-tiempo que ordinariamente


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vivimos los seres humanos, y el anecúmeno es el ámbito reservado para los seres sobrenaturales, al cual hay acceso por zonas de sacralidad. La representación arquitectónica de esta doble dimensión de lo real es visible en las edificaciones de culto, por ejemplo, la pirámide de la Serpiente Emplumada de Teotihuacan, México, donde las cabezas de Quetzalcóatl y Tlaloc fueron talladas en disposición alternada, como emergiendo desde el mundo divino al mundo humano. El cine nos hace llegar la magia de entradas misteriosas, como en Las crónicas de Narnia, donde a través de la doble puerta de un armario, los héroes de esta narración saltan de su vida de niños y jóvenes a los escenarios de la Bruja Blanca o transitan entre la Era del invierno y la Edad dorada; también en las aventuras del joven mago Harry Potter, usando el andén 9 ¾, él y sus camaradas atraviesan una mágica pared de ladrillos para tomar el tren que los lleva al Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería; en la saga Outlander, la puerta toma la forma de círculo de piedras, donde acompañados de un sonido característico en el momento del salto espacio-temporal, el conjunto de viajeros anglosajones, migra alternativamente entre el siglo XX y XVIII. Cierro esta serie de referencias a portales con una que nos viene del mundo romano (sin parangón en la mitología griega), donde se consagraban los días de fin e inicio de año al dios Jano, que con su imagen bifronte representaba el pasado y el futuro, y de quien nos viene el nombre del primer

mes de año (del latín Ianuarius a Janeiro y Janero y de ahí tenemos enero); lo que en América Latina nos recuerda a Brasil y a Río de Janeiro, nombre que recibió la bahía de Guanabara al haber sido explorada por los portugueses iniciando el año 1502. ¿Qué hay detrás de la figura de la “puerta”? Hay algo más que un dintel de piedra, un madero o un metal rectangular, tallado y elaborado para

abrir o cerrar la casa. La puerta es en el imaginario humano la vía para nuevas realidades, el modo de conectar con las profundidades de lo humano y de lo real por conductos que tienen sus propias condiciones para dar o denegar el paso a quienes se aproximen a su posibilidad. Así, ayudados por el símbolo de la puerta, ahora es seguramente más favorable considerar lo que es el concepto de imaginario a través de dos modelos que nos tocan en la transición del 2020 y el 2021. Uno ocurre en el mes de diciembre de cada año, es decir, las celebraciones navideñas; y el otro, que acaece precisamente en este 2021, y es de tipo civil, el Bicentenario de la independencia política centroamericana. Trato brevemente cada uno y luego establezco cómo comprenderlos en su clave imaginal. La Navidad, que trae a la mente las imágenes de regalos, muñecos de nieve, nacimientos, posadas, Santa Claus, etc. es un evento típicamente cristiano, que celebra lo humanamente imposible: una chica núbil, queda embarazada sin intervención de varón. Si bien tenemos en la naturaleza eventos biológicos como la partenogénesis (reproducción sin fecundación), no es el caso. Aquí la afirmación del dogma es que un ente de carácter sobrenatural, el Espíritu Santo, llena con su presencia a la que no conoce varón y de ahí nacerá algo que no viene de la carne ni de la sangre, o sea, ella es como se le nombra en las letanías lauretanas “Puerta del Cielo”. Todo lo anterior no es concebible sin tener en cuenta el ángulo desde donde se proclama: la fe. Ahora bien, la fe no es absurda o ilógica simplemente, ya que se remite a un misterio que tiene su propio modo de operar y que, por su nivel divino, no es absolutamente comprensible al ser humano. De ahí que la teología, como ciencia que usa la razón para indagar la revelación divina, profundice con su auxilio, los alcances del misterio divino sabiendo que nunca logrará abarcarlo plenamente.

El bicentenario de la independencia centroamericana, que se suma al conjunto de conmemoraciones civiles que hemos tenido en América Latina desde hace algunos años, en los que cada país de la región ha recordado la gesta tanto más o tanto menos sangrienta que vivió para lograr su soberanía política de la metrópoli europea que le regía; iniciando con Haití, donde llegaron primero las noticias de la revolución francesa y que, con su liberación, marcó el arranque de un proceso que poco a poco se hizo realidad en toda la zona colonial española y portuguesa. En este evento destacan los nombres de los llamados próceres, que en su mayoría criollos (ni indígenas ni europeos de modo absoluto), lograron animar y concretar el ideal de unas repúblicas liberadas del predominio metropolitano europeo. Tanto en un caso, de tipo humano divino, como en el otro, de carácter netamente humano y civil, la idea es que un orden de cosas establecido es roto radicalmente, y una forma nueva de existencia emerge. Siguiendo con la idea de la puerta, y pensando en clave científica y ficcional a la vez, esto recuerda a los “agujeros de gusano” (semejantes a los famosos “agujeros negros” del espacio sideral) de la película Interestelar, que forman un embudo de espacio tiempo, a través del cual es posible, a modo de atajo, trasladarse de una a otra región del universo donde todo es radicalmente diferente. Más allá de la creencia o no en la dimensión divina del evento que la Navidad conmemora, lo cierto es que, así como en la celebración independentista, ambos hechos tienen una afectación evidente en nuestras sociedades ¿Por qué? Pues porque ambos son imaginarios, en la forma de constelaciones de símbolos que dan una orientación al diario vivir, dotándolo de sentido y finalidad. ¿Constelaciones de símbolos? En efecto, pues cada uno de estos imaginarios ordena o configura de una forma peculiar una serie de símbolos que, si bien tienen significado por sí mismos, al conjuntarse en una figura particular (imaginario), se refuerzan mutuamente estableciendo una sinergia que motiva e impulsa socialmente en una dirección determinada. De ahí que, la imagen del Niño Dios, repetida anualmente en los nacimientos, los villancicos y las posadas, junto al resto de símbolos ya mencionados, hablan de una buena voluntad divina hacia la humanidad; el Bicentenario, que destacará con discursos, ofrendas florales a los héroes que nos dieron patria y libertad, días festivos (aún en las condiciones límite de la pandemia), conmemorará en esta conjunción simbólica, la idea de que una nación puede ser soberana, es decir, puede decidir autónomamente su

destino histórico. Valioso es concluir, por tanto, con reafirmar la importancia de educar y cuidar los imaginarios, ya que edifican conciencia humana en orden a ideales y utopías que pueden animar la marcha humanizante hacia la convivencia de modos de civilización alternativos y respetuosos de las diferencias. Véase la Navidad entonces como la convicción de ser amados por un Dios que se encarna, mostrando con ello, nuestro propio valor humano y el deber de cuidarnos solidariamente; y el Bicentenario, probablemente pueda concebirse como una gran deuda, en cuanto que la independencia política no ha logrado consolidar un auténtico salto de calidad en el desarrollo humano compartido de la región, viéndose por el contrario, inmensos contrastes – tanto a lo interno de cada país como comparando entre sí los distintos Estados centroamericanos—que se alejan de lo que Bolívar soñó en la Carta de Jamaica como “el emporio del universo” en el centro de los dos grandes mares, y con factibilidad de ser algún día la “capital de la tierra”, al estrechar en su seno los lazos comerciales entre Europa, América y Asia.

(1) Durand, Gilbert. 1981. Las estructuras antropológicas del imaginario. Introducción a la arquetipología general. Traducido por Mauro Armiño. Madrid: Taurus. (2) López, Alfredo. “COSMOVISIÓN-5-LOS PRINCIPIOS DEL FUNCIONAMIENTO CÓSMICO”, La construcción de una visión del mundo.IIA-UNAM. https://130c4d79-6894-4859-990e6b6f1a1d4d74.filesusr.com/ugd/4ff73e_ee97a1d423af405db9b580846e81278c.pdf (consultada el 30 de diciembre de 2020).


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CUENTO

Papaíto hospitalario

Hace un par de meses vino a vivir al vecindario una señora muy elegante. Alquiló el departamento que está a la vecindad de nuestra casa. Fue de mucha maravilla ver todas las cosas que trajo. Una marquesa enorme, un piano, una jaula grandísima en donde mantenía un canario que cantaba muy bonito; y en fin, muchas cosas más, todo de muy buen gusto y de gran finura.

Víctor Muñoz Premio Nacional de Literatura

D

esde el mero principio nos dio gran curiosidad saber de ella. La creímos una mujer engreída, pero estábamos equivocados. Se trataba de una persona más bien dulce, risueña y amable. Como Papaíto siempre hace cosas que uno piensa que son vergonzosas, un día se fue a visitarla y hasta la invitó a que viniera a cenar cualquier noche con nosotros. La señora le agradeció el gesto y le respondió que si no existía ningún inconveniente, aceptaría la invitación para el viernes, y que llegaría a las siete de la noche. Papaíto nos llegó con la noticia y yo lo noté asustado. -¿Y ahora qué hacemos? -nos preguntó. La nena iba a comenzar a regañarlo por andar invitando a desconocidos a nuestra casa, pero el tío Adolfo le pidió que se callara y le dijo a Papaíto que lo que teníamos que hacer era arreglar el desorden de revistas y periódicos que siempre había en la sala, limpiar un poco el baño porque apestaba a tigre, sacar la vajilla bonita y arreglarnos convenientemente para que la señora viera que no éramos ningunos salvajes ni malvivientes. -Sí -dijo la nena-, se ponen a invitar gente que a saber de dónde salió y después una es la fregada que tiene que arreglar el desorden, lavar el baño y preparar la vajilla. Ya que son tan buenos para meterse en esos pleitos, ¿por qué no colaboran un poco? -Si querés te ayudo a trapear –le dijo Papaíto. -Mirá nena –le dijo tío Adolfo-, no se trata de que nos pongamos a pelear ni a averiguar si está bien o está mal que una vecina nueva venga a visitarnos; la cosa es que tenemos que tomar en cuenta que ella es un ser humano que ha aceptado una invitación para venir a nuestra casa. No podemos juzgar a nadie sin antes haber tenido la oportunidad de saber qué piensa o qué clase de conducta tiene. Y así, entre pláticas, carreras y discusiones, se llegó el viernes, pero para nuestra mala suerte, también llegó Gedeón a visitarnos. Le explicamos la situación,

-Mirá Gedeón –le dijo tío Adolfo a gritos-, ¿querés hacer el favor de dejar de decir estupideces? -Pues yo sólo decía las cosas por aquello de que...

pero a la nena se le ocurrió decirle, en son de broma, que Papaíto había invitado a una señora porque se había enamorado de ella. El sólo se quedó pensando y nos dijo que si no teníamos algún inconveniente le gustaría quedarse a cenar con nosotros. No muy de su gusto, pero tío Adolfo le dijo que estaba bien. La señora llegó puntual. Llevó un pastel muy sabroso que, según nos dijo, lo había hecho ella misma. Cuando la plática se puso agradable nos contó que había enviudado hacía ya cinco años y que su esposo la había dejado en una situación económica que le permitía vivir sin lujos, pero con algunas comodidades. Y todo estaba muy bien, hasta que Gedeón tuvo la ocurrencia de abrir la boca. -Pues verá señora –le dijo-, nosotros en nuestra familia siempre hemos sido muy delicados para escoger a nuestras amistades; y hablo de nuestra familia porque Papaíto es mi padrino. Ahora bien, desde el mero principio nos gustaría que quedara claro que jamás estaríamos de acuerdo con que una perfecta desconocida vaya a estar viniendo a ver qué es lo que hacemos, de qué forma vivimos y menos aún, que quiera venir a querer obtener alguna ventaja. Es cierto que Papaíto es viudo y cuenta con una pensión que le permite vivir holgadamente, pero también es cierto que es un dinero fruto de su trabajo de toda la vida. Nosotros jamás vamos a permitir que una arpía venga a querer aprovecharse de la nobleza de él, por lo que le agradeceré se sirva tomar muy en cuenta...

Papaíto, que de ordinario es pacífico y amable, se levantó de su silla, agarró a Gedeón del saco y comenzó a insultarlo con palabras soeces y a exigirle que se retirara inmediatamente. La nena, temerosa de que a Papaíto le fuera a dar algo, se levantó de su silla y se fue a tratar de calmarlo, entonces Gedeón dijo que si de eso se trataba se iría inmediatamente, pero que quedara claro que él sólo trataba de proteger a la familia. Y entre gritos, empujones y maltratadas, se fue. A pesar de nuestras disculpas, la señora se sintió apenada y dijo que muchas gracias, que todo había estado muy sabroso y que apreciaba nuestra hospitalidad, pero que tenía que retirarse porque de pronto se había sentido mal. Por más que le pedimos que no se fuera sin antes tomarse su café, dijo que muchas gracias, pero ya habría otra oportunidad. A los pocos días llegó un camión de mudanzas y se la llevó con todo y su piano y sus cosas. -Miren –dijo Papaíto-, muy mi ahijado puede ser, pero no quiero que vuelva a venir jamás ese tarado del Gedeón a mi casa, ¿oyeron?


Guatemala, 22 de enero de 2021 / Página 7

POESÍA

J

Joan Margarit

oan Margarit (Sanahuja, Lérida, 11 de mayo de 1938), arquitecto y poeta español, ganó el Premio Cervantes 2019; en una entrevista de Matías Déspolo publicada en El Cultural el 8 de enero de 2021, Margarit nos dijo: Si alguna cosa funciona en la poesía es la verdad. Si la poesía es comedia, mejor no sigas. Y la verdad es de muy difícil acceso, te ha de coger leído. Con las dificultades que tienes a los setenta u ochenta años no puedes empezar de cero con la poesía. El lector de poemas necesita una preparación, no es un pasatiempo para cuando te jubilas. (...) La verdad no siempre es bella, verdad y belleza no siempre van de la mano, éste es el gran equívoco romántico. La nuestra es una especie muy dudosa, por eso cubre tanto, se peina y se falsifica tanto.

No tires las cartas de amor No tires las cartas de amor ellas no te abandonarán. El tiempo pasará, se borrará el deseo -esta flecha de sombray los sensuales rostros, bellos e inteligentes, se ocultarán en ti, al fondo de un espejo.

nadie sabe esperar como una calle. Y a mí me colma esta voluntad de que me toques y de que me mires, de que me digas qué hago con mi vida, mientras los días van, con lluvia o cielo azul, organizando ya la soledad.

y lloro al recordar algún verso de Keats. Una mujer ignora, cuando es joven, que no hay lugar alguno donde poder quedarse para siempre. Y no comprende porque nunca llega aquel o aquella donde hallar descanso. Las muchachas lo ignoran: los principios no se parecen nunca a los finales.

Caerán los años. Te cansarán los libros. Descenderás aún más e, incluso, perderás la poesía. El ruido de ciudad en los cristales acabará por ser tu única música, y las cartas de amor que habrás guardado serán tu última literatura.

Fábula Pequeña y faldera, la moral era una perra de esas que ladran sin cesar, fea como una rata. Todo el día incordiando, husmeando al perro lobo de la vida que, indiferente y fuerte, apenas la miraba.

La espera

Hoy lo he visto pasar hacia el jardín, llevaba la moral entre los dientes, cogida por el cuello, asustada, encogida. Ya no ladraba, daba unos chillidos desafinados y espeluznantes, pero la vida, con su firme paso de lobo, la ha llevado entre los árboles llenos de pájaros, y allí le ha roto el espinazo y después se ha tumbado a su sombra.

Te están echando en falta tantas cosas. Así llenan los días instantes hechos de esperar tus manos, de echar de menos tus pequeñas manos, que cogieron las mías tantas veces.

Hoy he hecho limpieza de mis libros, o sea, de mi tiempo. De Simone de Beauvoir los tiro todos.

Hemos de acostumbramos a tu ausencia. Ya ha pasado un verano sin tus ojos y el mar también habrá de acostumbrarse. Tu calle, aún durante mucho tiempo, esperará, delante de tu puerta, con paciencia, tus pasos.

Una vez fui una chica con futuro. Leía en latín a Horacio y a Virgilio y recitaba a Keats completo de memoria.

No se cansará nunca de esperar:

Principios y finales

Al entrar en sus cuevas, los adultos me capturaron: comencé a parir hijos de un hombre necio y vanidoso. Ahora cuando puedo lleno el vaso

Saturno Destrozaste mis libros de poemas. Los lanzaste después por la ventana. Las páginas, extrañas mariposas, planeaban encima de la gente. No sé si ahora nos entenderíamos, viejos, exhaustos y decepcionados. Seguramente no. Mejor dejarlo así. Querías devorarme. Yo, matarte. Yo, el hijo que tuviste en plena guerra.

Selección de textos por Gustavo Sánchez Zepeda.


Página 8 / Guatemala, 22 de enero de 2021

Novedad Hugo Gordillo Escritor

B

Los partidos socialistas y laboristas crean la Segunda Internacional, por cuya lucha se establecen el Día Mundial de los Trabajadores a finales del Siglo XIX y el de la Mujer Trabajadora a principios del XX. La coalición denuncia la política imperialista, mientras Lenin apoya la alianza entre los movimientos de independencia de las colonias y la clase trabajadora de los países invasores. Los artistas y escritores, ni vistos ni oídos contra el genocidio, la dominación y el saqueo; se entretienen en crear un arte nuevo que responda a las necesidades de las metrópolis.

ajo la idea de Henry van de Velde, de que todas las artes deben supeditarse a las decorativas, es posible crear belleza para muchos, mediante la desaparición de la jerarquía de las artes mayores sobre las menores. Lo artesanal pasa a la categoría de arte. Además de la edificación, la escultura y la pintura; son bellos el kiosco, el poste de alumbrado de la plaza y el cenicero de alcoba. El arquitecto no solo diseña una vivienda, sino también los muebles y, el pintor la hace de carpintero, creando los marcos para sus cuadros. El Art Nouveau, que toma diversos nombres según países o regiones, se manifiesta en el diseño gráfico, la joyería, la platería, la orfebrería, la forja, el vidrio y la cerámica. Todo es nuevo, como el nuevo arte del cine, a cuyas primeras funciones acude el público en 1895 entre el temor y la curiosidad. El elemento ornamental de este arte es la línea ondulada, asimétrica, en movimiento y enérgica, extraída de la naturaleza (hojas, flores, insectos… y su mejor creación, la mujer). Todo principia en Inglaterra con el movimiento Arts and Crafts de William Morris, que aboga por preservar las artes y los oficios medievales en contra de la producción masiva. En la industria, el trabajador es una herramienta que pierde su creatividad y su humanidad. Las artes gráficas se desarrollan gracias al diseño de la litografía. El inglés Arthur Mackmurdo

hace el primer diseño nouveau: la cubierta de un libro sobre iglesias. El diseño se encamina a la publicidad para enganchar a la incipiente sociedad de consumo. El maestro del cartelismo Jules Chéret monta una empresa al servicio de teatros y cabarets en Francia, incluido el recién estrenado Moulin Rouge. Se expande a la promoción de licores, artículos de belleza y farmacéuticos. Toulouse Lautrec, de impresionista que pinta bailarinas y público del Moulin, pasa a ser cartelista y bebedor exclusivo del bebedero con mujeres danzantes que saltan del alegre Can-can

al erótico estriptís. En medio del boom, el decorador teatral y palaciego checo, Alfons Mucha, alcanza la fama con su cartel litográfico sobre la Ópera Gismonda, para la actriz y empresaria del espectáculo Sarah Bernhardt. El artista termina en el teatro haciendo escenografías y vestuario. Encantan demasiado los adornos de las pinturas de Mucha, que uno de los mejores joyeros de París hace alhajas con sus diseños. Enérgico y arrebatado, el austriaco Gustav Klimt, líder del movimiento artístico de la Secesión Vienesa, se enciende entre las llamas de su genialidad frente a los lienzos sobre los que aplica pan de oro, una lámina de oro batido en la pintura. Coincidentemente, es su época más dorada, donde no falta la ornamentación ni las mujeres pintadas desnudas, semi vestidas y bien vestidas con exageración y colores alegres. Con parte de su obra se gana el mote de pornográfico y, con su vida íntima, se gana el de libertino por los burgueses. El arquitecto se encarga de encontrar la armonía equilibrada entre la ornamentación y la estructura constructiva con el uso de vidrio, hierro y madera. El belga Víctor Horta construye la Casa Tassel en Bruselas, considerada la primera obra moderna libre de derivaciones historicistas, es decir, libre de estilos anteriores. Además de esta casa habitable, construye la Mansión del Pueblo, que alberga las oficinas del Sindicato de Trabajadores Socialistas, considerada una

obra maestra en la que logra la unidad perfecta entre estructura y decoración. Otro monumentalista de la vivienda privada es el barcelonés Gaudí, quien, al remodelarla, convierte la Casa Batlló en una obra de arte modernista. Es un edificio en el cual todo está supeditado a la funcionalidad. En su etapa más naturalista, Gaudí también construye el Parque Güell, un conjunto de viviendas de gran comodidad con acabados artísticos donde se sintetizan ideales del catalanismo político. Construye la Casa Milá, que es motivo de burla en revistas satíricas, empezando por su nombre original, La Pedrera, pero se convierte en patrimonio de la humanidad. El escultor que no depende del arquitecto logra hacer algo fuera de las edificaciones. Usa mármol, marfil, bronce, metales preciosos, cerámica y vidrio. El tema central de la escultura nouveau es la figura femenina. Las musas, aunque sensuales y sofisticadas, padecen del mal del siglo: la melancolía. Se les esculpe sofisticadas, pero con la fragilidad de hombros estrechos. Esa debilidad es interpretada como morbosa y demoníaca. Es en Barcelona donde Lambert Escaler realiza el sueño de Morris al producir terracotas con calidad artística a bajo costo. Obras producidas en serie que reciben un tratamiento especializado, donde se sintetizan modernidad, tradición, arte y manualidad, que llevan el artefacto casero a la categoría de pieza artística.


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