Suplemento Cultural 21-05-2021

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elías valdés sandoval

Guatemala, 22 de mayo de 2021


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presentación

scribir sobre Elías Valdés, dedicarle un número de nuestra edición, constituye un acto de justicia. Su vida ejemplar, su trabajo apasionado por las letras, su calidez humana y su sabiduría son algunos de los rasgos recordados por sus amigos, especialmente por los que llenan las páginas del Suplemento Cultural en fechas de su reciente desaparición física. El escritor chiquimulteco asumió la literatura como compromiso e hizo de ella su vida. Por ello publicó abundantemente y testimonió su importancia a través de los conceptos vertidos (ahora expuestos) en este número. Sus colegas, los colaboradores de este semanario, valoran al ser humano, pero sobre todo estiman el significado de la obra de un escritor juzgado fundamental para las letras nacionales. La monografía que presentamos sobre don Elías no habría sido posible sin el esfuerzo fundamental de Juan Antonio Canel Cabrera. El escritor hizo fecunda la idea de otro gran colaborador de nuestras páginas, Guillermo Paz Cárcamo, quienes no dudaron en agradecer la amistad del homenajeado en un acto considerado de justicia. Desde estas líneas damos gracias a su empeño, cercanía y ejemplaridad en materia de calidad humana y moral. Para cerrar la presentación, dejo a usted las estimulantes palabras del Padre Milton Jordán Chigua, apropiadas para introducirnos en la lectura de nuestro material. “Hay temáticas que vale la pena estudiar y profundizar en la obra de don Elías: Las fuentes de su inspiración. La flora y la fauna. La dimensión religiosa. El machismo. La dimensión sexual y erótica. La denuncia. El papel de la mujer. La familia. Los valores morales. Los antivalores. Su obra permite un análisis variopinto sobre diversos temas. Escribe en diversos géneros literarios, siendo los más frecuentes: la novela de tipo testimonial e histórica. En la dimensión existencial, autobiográfica, don Elías ejercita, el Cuento, las estampas urbanas y rurales, las vivencias, anécdotas, etc”.

es una publicación de:

Director General: Oscar Clemente Marroquín Director: Pedro Pablo Marroquín P. editor de suplemento: Eduardo blandón ejblandon@lahora.com.gt diagramación: OSVALDO CARDONA ERIK JUAREZ FREDY PADILLA

Escribir ¿para quién? Juan Antonio Canel Cabrera Escritor

H

ace algunos años, mientras comía chicharrón con yuca en la casa de Elías Valdés, se me ocurrió cucarlo con la siguiente

pregunta: —Elías: pasado tanto tiempo de publicada su novela Tizubín ¿está satisfecho con su oficio de escritor? Se quedó pensativo un momento; luego respondió. —Pues sí, estoy satisfecho con mi oficio de escritor. Aunque, «Ser escritor en un pueblo en el cual la gente casi no lee es, me parece, la primera gran desventaja de nuestro oficio. No es como el panadero, cuyo producto tiene demanda diaria y cobra por lo que vende, sea en el pueblo, en la ciudad o en la aldea. Aquí, no solo pocos son los que leen y, encima, uno tiene que regalar los libros. ¿Qué ventaja va a ser esa para un escritor? El trabajo del escritor se admira, pero no se remunera. Además, el oficio de escritor es uno de los que más constancia requiere. El panadero hace su pan, y ya; queda satisfecho y remunerado con la venta. En cambio, el escritor, para poder hacerlo, a la par que debe prepararse, leer bastante, ejercitarse y ser disciplinado, tiene necesidades básicas que satisfacer.

Peor si uno es casado y tiene hijos; no se puede dedicar de lleno solo a la literatura; ¿de dónde saldría para que comieran los ischocos? »Escribir es un oficio que se debe compartir con actividades y tiempo que le provean medios para poder subsistir. En mi caso, ya casado pasé unas pobrezas de la gran diabla. Yo me matrimonié con Zoila el 4 de julio de 1955; tenía 24 años de edad. Y ya viviendo con ella, hubo veces en que me las vi a palitos. Hubo una vez que no teníamos ni para el desayuno, no tenía para comprar un pan, estábamos muy pobres; ese día, Zoilita me dijo: »—Elías, ¿qué vamos a desayunar? »—¿Por qué? —le respondí. »—No tengo ni un centavo, ni para comprar un huevo. »Antes un huevo costaba un centavo; la docena de huevos valía diez; cinco el litro de leche. Por suerte, una vecina me prestó dos quetzales para salir del apuro. No fue la única vez que me prestaron dinero para aliviar la pobreza, pero esa vez era tanta la angustia que sentí, que se me volvió inolvidable. »Por esos días, para colmo, me cortaron la energía eléctrica por falta de pago. Claro que, después, todos esos momentos, emociones, penurias y demás situaciones de la vida son insumos para el escritor pero, mientras tanto, ¿de qué jodidos vive?


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»Por esos días, para colmo, me cortaron la energía eléctrica por falta de pago. Claro que, después, todos esos momentos, emociones, penurias y demás situaciones de la vida son insumos para el escritor pero, mientras tanto, ¿de qué jodidos vive? »Un escritor, no solo se nutre de las vivencias propias y ajenas; es un oficio en el cual, primero, se debe aprender la técnica. No es así nomás. Y, sobre todo, leer mucho. Como usted refiere que dijo Faulkner: el novelista debe tener «99% de talento, 99% de disciplina, 99% de trabajo». Es decir, tener el tiempo completo para pensar y escribir. Eso desalienta a muchos escritores. A esos tres elementos que menciona Faulkner, yo le añadiría pasión. Ese es un factor muy importante cuando un escritor no se puede dedicar a tiempo completo a escribir, crear y pensar. Es como la palanca que lo ayuda a uno a buscar todos los resquicios de la vida para sacarles tiempo para escribir. La consigna debe ser: escribir a como dé lugar. Por eso, el escritor que no tiene pasión por la literatura se desalienta ante las dificultades y pocos estímulos que la sociedad le muestra».1 —Elías, ¿usted podría vivir sin escribir? —Mire, Juan Antonio, en lo personal, no podría vivir sin escribir. Lo jodido es que, después de terminar cada libro, uno se hace la pregunta: ¿para qué se escribe en un país donde la gente no lee? Fíjese usté, una vez en el parque me encontré a un maestro que, luego de su saludo, me preguntó que dónde podría conseguir mis libros. Emocionado, le dije que llegara a mi casa, que allí se los obsequiaría. Al presentarse en mi hogar, le obsequié un libro y le dije que, cuando lo leyera, regresara y le obsequiaría otro. —Con tal de conseguir el otro, me imagino que lo leyó pronto.

—Qué esperanzas. Todavía lo estoy esperando. Antes, a los dos gobiernos revolucionarios sí les interesó la educación y la cultura de nuestro pueblo y propiciaron las mejores condiciones para que esos dos factores se potenciaran. Pero ahora, sin lectores y sin una política gubernamental para apoyar a los escritores y estimular a los lectores, la tarea para nosotros la debemos librar, prácticamente, solos. Uno tiene que escribir los libros, conseguir el pisto para pagar la impresión; luego, como la gente no compra libros, uno termina regalándolos. Lo peor es que ni regalado lee la gente. Y viene otra pregunta: Si la gente no lee ni compra libros, ¿de qué fregados vive el escritor? —Entonces, ¿usted cómo le ha hecho? —Pues cuando dejé el periodismo, me puse a trabajar duro. Fue así como hice unos centavos. Cuando ya tuve

asegurados mis ingresos, entonces sí, me dediqué a escribir y a leer casi a tiempo completo. Cuando trabajaba, fíjese usté, tenía que robarle tiempo al sueño y escribir de madrugada. —En un país de «neo analfabetos», ¿para qué o para quién escribe Elías Valdés? —En primer lugar, no podría vivir sin escribir. Es mi pasión. En segundo, yo escribo para todos; por eso lo hago con un lenguaje sencillo. Más de alguno me leerá. Es mi pequeño aporte a la cultura. Lo de escribir en un país donde no se lee, me quedó muy ejemplificado, en diciembre de 2015 cuando, Carlos René García Escobar, Dennis Escobar Galicia, Guillermo Paz Cárcamo y yo, asistimos al convivio anual que celebraba Elías. Se suponía que allí llegaba buena parte de los escritores y periodistas chiquimultecos; con Elías dispusimos que ese día presentaría

mi libro Realidad y fantasía de Elías Valdés. Se reunieron más de cien personas. Dijimos que se vendería a Q. 35.oo cada libro. Y supusimos que los cincuenta libros que llevé se agotarían en un suspiro. Craso error. Solo tres personas lo compraron. Yo estaba encamchimbado. Al día siguiente, domingo, a eso de las 10:30, en el desayuno-quitagoma, le comenté a Elías lo de los libros. Él me dijo, con su paternal sonrisa y toda tranquilidad del mundo: —Ay, Juan Antonio, ya le hablé de eso; acá la gente todo lo quiere regalado. No se preocupe; ahorita disfrute la comida y el traguito. Después tendrá tiempo para preocuparse de lo demás. ¡Salud!

Juan Antonio Canel, Realidad y fantasía de Elías Valdés, 2016, Guatemala, Págs. 89-90.


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El patriarca de las letras chiquimultecas Brenda Solís-Fong Escritora

No sé precisar si conocí a don Elías por boca de mi papá, o por Tizubín. Tizubín fue el primer libro que mi papá llevó a la casa porque fue el primer libro que don Elías escribió (1974). No lo leí en ese momento porque estaba pequeña y sólo sabía manchar libros con garabatos. A los cinco, ingresé de oyente a primero pero sólo iba a fregar (hoy le dicen estimulación temprana) y fue hasta los seis que aprendí, pero tampoco lo leí a los seis, ni a los siete, ni a los doce, sino hasta en la juventud. Ya para entonces mi papá tendría otras novelas de él. Mi padre iba a su casa a comprar cada libro que iba publicando, le gustaba leerlos recién salidos del horno y llegaba ansioso por comenzarlos.

D

on Elías es conocido por sus novelas, pero también fue un constructor de vivencias, cuentos, crónicas, estampas, anécdotas, cuentos en formato de poesía, poesía, comedia, relatos, ah, y fábulas, las mejores fábulas que he leído de un chiquimulteco. Sin dejar de mencionar todos los trabajos periodísticos que realizó. Pasaron los años, desde que mi padre llevó Tizubín a casa; nunca imaginé que en 2009 le llevaría el borrador de mi libro de narrativa La Plaza, para pedirle me escribiera el prólogo. Aceptó gustoso. Me devolvió el manuscrito con correcciones (su vocación de corrector periodístico y generosidad no se limitaron a escribir un prólogo). Debo confesar que mi talón de Aquiles son las comas; me ha tocado ir escuchando mi voz interna y agregarle esas pausas y respiros que nuestra mente no maneja al hablar o pensar. Don Elías era un hombre festivo, respetuoso, gentil que nunca echó a nadie de su casa; al contrario, siempre sus puertas estaban abiertas. Nos hará falta su llamadita en el mes de diciembre para convidarnos a su banquete de periodistas, locutores, poetas, escritores y escritoras que era ya una tradición. Tuve la dicha de estar presente en el último convivio 2019, en su mensaje dijo muy optimista, que, en el próximo del 2020, estaríamos de nuevo en su hermosa casa, celebrando la vida. Hubo un desborde de obsequios literarios, nadie se fue con las manos vacías, todos llevaban libros de autores chiquimultecos que fueron distribuidos junto con el tamalito, las canciones y declamaciones de la noche. Recuerdo que, en uno de sus convivios llegó a la mesa y me dijo: “Brendita,

puede acompañarme por favor”, me tomó de la cintura y caminamos a una habitación que resultó ser su estudio. Un escritorio, un busto, una máquina de escribir y anaqueles alrededor de las paredes con libros bien ordenaditos habitaban ese sagrado espacio del Patriarca, como le llamábamos con mucha devoción. Me dijo, “Quiero que tome los libros que le hacen faltan”, sentí mucha pena porque realmente no tenía ni uno, casi todos los libros que yo había leído pertenecían a mi papá; él me los prestaba después de terminarlos, pero no podía decirle eso, así que, le dije: “Sólo me falta Tizubín”. Me señaló un volcancito de libros. La verdad me sentí dichosa con mi primer libro propio y cuyo personaje principal está inspirado en un mi paisano originario de la aldea Tizubín del municipio de San Jacinto, de donde soy originaria. El patriarca de las letras recibió todos los honores de su propia tierra en vida, aunque no haya llegado el Premio Nacional. Sobre él se hablará mucho, durante generaciones hasta que la memoria alcance; se leerán sus libros (ojalá más que antes), se contarán anécdotas porque se volverá uno de esos personajes que trascienden y no mueren, como musgo nacerán mitos sobre su vida. Y como en oriente se habla con anécdotas, chistes y cuentos, me gusta contar la siguiente: Una vez otro mi paisano chinteño, un buen albañil recomendado que no era de Tizubín, precisamente, le llegó a hacer un trabajo de construcción. Terminada la obra, volvió y un día llegó a nuestra farmacia a platicar, mucha gente de las comunidades llegaba solo a eso, a platicar con mi papá; crecí escuchando esas voces rurales. El albañil contaba que le había ido mal trabajando con

don Elías, pues resulta que le tocó quedarse a dormir para madrugar a trabajar; durante esas noches, el pobre albañil no pegó un solo ojo. “Ese señor, solo espera que todos se duerman y comienza a echar punta con la máquina. Taca, taca, taca taca… toda la noche pasa haciendo ruido y no deja dormir, usté.” Siempre me ha gustado decir que soy del bando de don Elías, en alusión a ese interesante capítulo de su vida titulado Yo fui un rehén del M-19 y que lo marcó como a los grandes, por la hazaña del conflicto de autoría, resuelta con honor y que diera origen al libro Así escribí el libro “Yo fui un rehén del

M-19”, capítulo que vino a enriquecer su biografía, una biografía que dejó de escribir el sábado 24 de abril de 2021. Ese mismo día, viajé a Chiquimula con la esperanza de despedirlo, aunque sea de lejitos, en la calle del Cementerio General, pero debido a los protocolos actuales y a que, ya la vida y la muerte cambió, fue enterrado temprano y sin la compañía de los periodistas, locutores, escritoras y escritores que acudíamos a sus tradicionales convivios. Eso entristeció este corazón de jocota colorada. Descanse en la paz de las letras don Elías Valdez y sea honrada su memoria, leyendo sus obras.


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Elías Valdés (In memoriam): de Tizubín a Toño y Tunda Milton Jordán Chigua

En enero de 2021, me llamó telefónicamente don Elías Valdés. Me pidió si podía prologarle una novela. Le dije que sí, que con mucho gusto. Que me la enviara y me diera dos meses. No, me respondió. Le pido de favor que sea cuanto antes… puntualmente a los pocos días recibí la novela Toño y Tunda. La leí de un tirón, en cuatro días. Inmediatamente escribí el prólogo, algunas correcciones y se la devolví. A principios de abril recibí ocho copias de la misma. Estaba por llamarle para agradecerle, cuando el 24 de abril de 2021, a las 5.45 am, recibí la noticia del fallecimiento de don Elías Valdés. Murió la persona, pero el escritor vive eternamente. Murió en silencio, como una de sus novelas: El pez murió en silencio.

C

onocí a Elías Valdés, de casualidad. Fue un encuentro después de un funeral en el santuario de la Virgen del Tránsito. Él era un connotado y conocido escritor. Yo un joven fraile capuchino, párroco de la ciudad de Chiquimula. Se acercó para saludarme. Extendió su mano y me felicitó por “el sermón”. Yo le había visto varias veces en la casa parroquial, a donde llegaba para pedir al padre Ángel García que le revisara alguna de sus obras literarias, lo cual el buen fraile andaluz hacía con gusto y responsabilidad. Desde entonces, 1997, nació una amistad no tan profunda, pero si ocasional, sincera y productiva entre los dos. Somos diferentes. Para empezar, cuando mi mamá me engendró, don Elías era un joven de 28 años con muchas experiencias en su haber. Es decir que nos separan o unen, casi tres décadas de años; somos de diferente generación y eso marca mucho. Yo soy un sacerdote, con normas morales fijas; don Elías es muy liberal en ese campo e incluso así se descubre en sus obras. Cómo escritores tenemos diferentes temáticas y estilo. Yo me muevo más en la temática teológica; él, en la novela, cuento y relato histórico. Por supuesto que son más los aspectos que nos unen. Los dos nacimos en el departamento de Chiquimula. Él en San José la Arada (ahí nació mi mamá) y yo en San Juan Ermita. Los dos somos ex alumnos del glorioso Instituto Normal para Varones de Oriente (INVO). Ambos compartimos el amor por las letras, el periodismo y por supuesto, creemos en los mismos valores humanos del esfuerzo, la lucha, la sinceridad, la honestidad, la humildad y alegría de compartir y multiplicar los talentos con que Dios nos ha adornado. Cada año, el segundo sábado de diciembre, él tenía la buena costumbre de reunir a los escritores en el amplio jardín de su casa. Se entregan simbólicamente a sus autores, las obras escritas ese año. Hay actividad artística con declamadores de la región, cantos, palabras de escritores, contadores de cuentos, anécdotas. Se pasa muy bien. Una actividad cultural muy original. Las veces que le visité, siempre lo encontré con una sonrisa a flor de labios y con sus brazos extendidos, expresándome el honor y la alegría de recibirme. Nos sentamos en el corredor de su casa desde donde podía observar todas las obras literarias y las diferentes ediciones de sus obras. Don Elías vive en una casa agradable, fresca para

el calor de Chiquimula, con flores. Cuando, en 2013, estuve investigando sobre la «Historia de la Iglesia Católica en Chiquimula de la Sierra», él tuvo la gentileza de prestarme la recopilación de La Tribuna, un semanario chiquimulteco que surgió en los años de 1960, en el cual don Elías tomó parte activa y que es fuente clave para conocer la historia de nuestro departamento. Nos sentamos e inmediatamente me ofreció algo de beber. Le conté que acaba de terminar de leer su obra Agua sucia y me surgió la inquietud de hacer un resumen de la misma. ¿Con qué propósito? Inquirió curioso. Costumbre que tengo al leer una obra, respondí. Cuando usted llegue a faltar, su obra seguramente será motivo de estudio y valdría la pena rastrear las fuentes de su inspiración, la temática que usted trata, ¿por qué escribe? ¿Qué lo motiva? Noté que se puso triste y nostálgico. ¿Por qué no escribe usted? me dijo. Usted es joven y tiene talento. Míreme, yo ya estoy viejo. Casi no escribo padre, me cuesta mucho hacerlo, tengo problemas en mis dedos, me dijo y agregó: Sería bonito que escriba sobre mis obras y más bonito sería que yo esté vivo para disfrutar de ese momento. Desde entonces me quedé con la inquietud de escribir sobre don Elías y su obra. Comencé a resumirlas y ofrecer mis impresiones. La idea es publicarla en 2024, en los 50 años de la novela Tizubín. Desafortunadamente, don Elías se nos adelantó. Por espacio, no puedo ofrecer aquí ese trabajo, mucho más amplio que este resumen. Además, me falta leer algunas obras de don Elías. Esta es apenas una pincelada que comparto a petición del amigo y escritor, Juan Antonio Canel. Entre su primera y última novela: (Tizubín (1974) – Toño y Tunda (2021), hay un largo recorrido literario. Son 27 obras que la pluma de don Elías deja como legado cultural y literario a las nuevas generaciones. Hay temáticas que vale la pena estudiar y profundizar en la obra de don Elías: Las fuentes de su inspiración. La flora y la fauna. La dimensión religiosa. El machismo. La dimensión sexual y erótica. La denuncia. El papel de la mujer. La familia. Los valores morales. Los anti valores. Su obra permite un análisis variopinto sobre diversos temas. Escribe en diversos géneros literarios, siendo los más frecuentes: la novela de tipo testimonial e histórica. En la dimensión existencial, autobiográfica, don Elías ejercita, el Cuento, las estampas urbanas y rurales, las

vivencias, anécdotas, etc. Don Elías pasó de la temporalidad a la eternidad. Vive para siempre en La Colina de las Torcazas. Vive en la lluvia que cae, empapa y fecunda nuestros campos. Vive en los rayos del sol que iluminan siempre. Vive en las violentas y cariñosas olas de nuestros mares. Vive en Chiquimula de la Sierra y en la Guatemala de la eterna primavera. Vive en cada página de sus libros; en la sangre de sus hijos, en su familia. Vive, con su cabeza alzada y sus colochos negros que coronaban su frente ancha. Vive en la sonrisa sincera, como flor de primavera. Vive con sus abrazos anchos y abiertos para compartir y ayudar. Vive en la robustez de su cuerpo y de su pluma. Don Elías, fue un académico y campesino que labró el fértil campo de la literatura, en la cual sembró las semillas de sus letras. Fue un obrero incansable que ladrillo a ladrillo y mosaico a mosaico fue construyendo un enorme edificio de veintisiete obras literarias. Muchas gracias don Elías, por su vida sencilla y trabajadora. Gracias por su enorme árbol literario que nos regala frutos deliciosos que alimentan nuestra cultura. Dios lo reciba en su reino. Descanse, que trabajó bastante en este mundo. Hasta pronto.


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Se fue Palías, dejándonos veintisiete obras literarias Dennis Orlando Escobar Galicia Periodista

Conocí a Elías Valdés Sandoval a inicios de los noventa. Recién me había asociado a la APG y reincorporado a Guatemala, después de un corto tiempo de radicar fuera del país. En compañía de los apegistas Víctor Hugo de León Mollinedo, Francisco Villatoro Argueta y Don García Luna Contreras (sic) —los tres ya fallecidos— realizamos un viaje por varios departamentos para atraer periodistas a la APG. Al llegar a casa de don Elías fuimos alegremente recibidos y dio órdenes de “echarle más agua al caldo” y enfriar un mayor número de litros de cerveza.

E

lías en su hamaca —bajo unos frondosos árboles— y nosotros en unos sillones a su alrededor tuvimos una tertulia y una “salutada” de lo más agradable. Cuando se enteró que yo había estado en México ordenó me pusieran chile agresivo. ¡Delicia! Aún recuerdo ese “calderón”. ¡Chorros de sudor! Eso nunca se le olvidó al apreciado anfitrión y cada vez que yo llegaba a su casa regresaba con frascos rellenos de picante y —por supuesto— con su más reciente producción literaria. Ese primer día —de haberlo conocido— me empaquetó su ya numerosa obra literaria; cuando arrancábamos el vehículo, salió de casa con otros lirios y nos dijo: Pal camino.

Portada del 27 libro de Elías Valdés Sandoval.

Juan Antonio Canel Cabrera, Elías Valdés Sandoval, Guillermo Paz Cárcamo, Carlos René García Escobar (+) y Dennis Orlando Escobar Galicia, en casa del fecundo escritor en mayo del 2018.

Para el pecho, le respondió Víctor Hugo con vozarrón de locutor. ¡Así eran de especiales! Al nomás retornar desempaqué los libros y empecé su lectura. Esa noche se me olvidaron los tragos por culpa de su novela Tizubín. Amanecí leyéndola, sin resaca y sentimiento de culpa. Con justa razón el connotado escritor César Brañas (+) comentó que Tizubín es un «excelente relato, limpio al máximo. Se lee con agrado por su amenidad, con interés por su trama, con sentimiento por las amargas peripecias del protagonista». Su obra me cautivó al punto que hasta la sugerí en la bibliografía de uno de los cursos que impartí en la Ciencias de la Comunicación de la Usac. Y es que, como todo gran periodista, don Elías cultivó el lenguaje sobrio, directo y ameno hasta en su obra literaria. Además, caracterizó su oficio de escritor por sus mensajes didácticos y morales. En seguida —después de convertirme en su asiduo lector—. cada vez que viajaba a la Perla de Oriente pasaba por su morada —con el pretexto de la resaca y la necesidad del aire perfumado con la bebida espirituosa— para que me diera más libros y más coscorrones por no presentarle algún libro de mi autoría. Con el paso del tiempo me asocié al PEN Guatemala e invité a escritores como Carlos René García Escobar, Juan Antonio Canel Cabrera y Guillermo Paz Cárcamo para que conocieran a don Elías. Él siempre insistió que yo le dijera simplemente Elías. Nunca pude tratar a la experiencia, a la cortesía y al talento sin el don. Mejor me sumé a como le decían sus nietos: Palías en

lugar de Papá Elías. Como asociado 216 a la APG, don Elías —a pesar de la distancia— siempre estuvo al tanto de lo que en dicha entidad ocurría y mantenía al día sus cuotas. Pero, además, enviaba varios ejemplares de su última producción para que se obsequiaran entre los apegistas. Días antes de fallecer hizo llegar una caja conteniendo su último libro (27 en total): su doceava novela Toño y Tunda. Dicha novela, que la escribió en plena pandemia, finalizada a inicios del 2021, trata de dos jóvenes nacidos en un barrio marginal de ciudad de Guatemala a principios del siglo pasado. Dos entrañables amigos, pero con diferentes principios morales. Elías Valdés, sin lugar a dudas, tuvo una longeva vida dedicada al periodismo y la literatura. El uno de diciembre del año en curso cumpliría 91 años. Yo abrigaba la esperanza de que la pandemia terminara cuanto antes para ir a visitarlo, en virtud de que en los primeros días de diciembre realizaba el convivio navideño donde tiraba la casa por la ventana para festejar con sus amigos de las letras y demás artes. Ese día era tradición que cada quien llevara libros de su autoría o de otros y se repartieran entre los invitados. De esa cuenta tengo varios libros de los mejores autores chiquimultecos, con dedicatoria. Al finalizar el festejo me iba con los amigos a pernoctar a un hotel cercano y al día siguiente era obligado desayunar en casa de don Elías, donde no faltaba la yuca con chicharrón, los frijoles cocidos en olla de barro y otras viandas de la gastronomía del lugar.

Si alguien manifestaba síntomas de resaca muy atento se portaba Palías. En esta ocasión no escribí de la abundante obra de Elías Valdés —la que ya ocupa un lugar preferencial en mis libreras— porque me hace más falta el autor, el amigo a quien escuchar con atención y solazarme con sus vivencias y anécdotas de toda una vida dedicada al periodismo y la literatura. Del personaje que a la edad de 24 años fue jefe de redacción de Nuestro Diario, no el actual si no el que fundara Federico Hernández de León, siendo directores los escritores Virgilio Rodríguez Macal y José Calderón Salazar. El prolijo escritor chiquimulteco tuvo varios reconocimientos en vida, a saber: medalla Rubén Darío de la APG, la muta de oro y el Collar Chortí, la Orden del INVO, el Emeritissimun de la Usac. Además, fueron bautizadas con su nombre bibliotecas y calles de Chiquimula. Afortunadamente su querida APG, en el 2018, en acto especial realizado en el Centro Universitario de la Usac en Chiquimula, le entregó el Quetzal de Jade Maya, galardón concedido a pocos grandes como Miguel Ángel Asturias, Luis Cardoza y Aragón, Augusto Monterroso. El Centro PEN Guatemala, cuyos directivos lo visitaban con frecuencia y lo acogieron como socio honorario, lo nominó en tres ocasiones al Premio Nacional de Literatura Miguel Ángel Asturias. Adiós a uno de los grandes de las letras guatemaltecas que nos ha dejado una didáctica, moralizante y digerible obra literaria. Una obra que puede ser leída y degustada por un público amplio.


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PALABRAS PARA UN ESCRITOR CHIQUIMULTECO Gustavo Bracamonte Escritor

Cuando me enteré de la muerte del escritor chiquimulteco Elías Valdés Sandoval se pudo entristecer más una tarde aciaga y sospechosa por el calor intenso que hacía, pero nunca decirle a la familia: resignación por la pérdida; no, porque muy bien lo dice Ernesto Sábato: «Resignarse es una cobardía, es el sentimiento que justifica el abandono de aquello por lo cual vale la pena luchar, es de alguna manera una indignidad».

E

lías Valdés es digno de que se siga conociendo; que se continúe en la incansable lucha de justipreciar en toda la dimensión su egregia figura, de que se conozca en todo el país porque los del canon de la literatura le negaron por tres veces el Premio Nacional de Literatura. Siempre el círculo vicioso y enfermo de los escritores que se adulan entre sí y se apañan sus debilidades. Lo señalaba el periodista y poeta César Brañas cuando leyó Tizubín ¿Habrá otros regalos tan brillantes a nuestras letras Elías Valdés Sandoval? Es de esperarlo, pues, además de sus dotes de escritor, contará a estas calendas un nutrido y valioso acervo de experiencias que

puede fijar en otras memorables, como ya fija con ésta su nombre tan esperanzadoramente. Así lo hizo Elías. Después de Tizubín, ocurrieron más de treinta libros que deben divulgarse y fundamentalmente leerlos. Brañas desde aquel entonces reconoció los dotes del periodista y escritor Elías Valdés; también a lo largo de su existencia reconoció la APG, la Facultad de Humanidades y la Corporación Municipal de Chiquimula. De ninguna manera puedo soslayar lo que señala Eloy Amado Herrera al comentar Tizubín la novela más conocida del escritor chiquimulteco, cuando dice: «Elías Valdés está habitado por una porosa sensibilidad y ha sabido nutrirse con nuestras erizadas realidades, para trasvasar en el pentagrama de las letras toda esa geografía de corolas amargas, y hoy surge como un señor de la novelística criolla, con una pluma que destella relámpagos verdes y hace crepitar policromías de arabesco en licores de amarga realidad. Obra muy guatemalteca la de Elías, con la cual nos hace pensar que la esperanza se forja en el yunque del dolor». Es menester reconocer el trabajo periodístico y literario de Elías Valdés, uno de los escritores más prolíficos de Chiquimula y me atrevo a pensar, de Guatemala, en las últimas décadas. Sin embargo, al perder en abril a uno de los escritores más

connotado de Chiquimula, de Guatemala, nos obliga, especialmente a las y los chiquimultecos, a reencontrarnos con él y hacerlo eterno en la lectura constante de sus textos e ideas por la proliferación de la cultura entre los niños, niñas y jóvenes del país. Conversar con Elías en las aulas, en los parques, en espacios culturales, que no son muchos, en las casas con una lectura detenida y encontrándolo siempre ameno y sonriente, pues como apuntalaba García Márquez, «la muerte no llega con la vejez, sino con el olvido». De tal manera que ni un minuto de olvido para Elías Valdés Sandoval. Cientos de sus libros siendo leídos, es el mejor homenaje y tenerlo vivo en el pueblo. Y concluyo con una idea del gran escritor mexicano, Octavio Paz, cuando afirma que nuestra muerte ilumina nuestra vida. Si nuestra muerte carece de sentido, tampoco lo tuvo nuestra vida. La muerte de Elías Valdés tuvo sentido, porque su vida la pasó escribiendo como una de las pasiones con las que se aferró; qué mejor sentido que escribir y servir a la población con sus textos literarios, enriqueciendo la cultura, dando renombre a un pueblo que se ufana de ser la cuna de la cultura. La vida de Elías Valdés Sandoval se prolonga en su muerte, como es la cosmovisión de los ancestros. Elías vive en la literatura guatemalteca y en el periodismo nacional.


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ASÍ CONOCÍ A ELÍAS VALDÉS Carlos Interiano Escritor

El 2 de diciembre de 2020, el poeta Gustavo Bracamonte entrevistó al escritor Elías Valdés. Fue quizás su última aparición en redes sociales. Tenía 90 años, pero conservaba intacta su lucidez mental y su facilidad de palabra. Tuve el enorme placer de participar en aquel coloquio virtual y conservar el buen sabor de boca de una amena charla con un gran intelectual chiquimulteco.

E

ra un adolescente cuando escuché por primera vez el nombre de Elías Valdés. Y no fue precisamente asociado a la literatura sino a un balneario del cual él era propietario. Las piscinas de Elías Valdés, se decía en aquellos tiempos, aunque su nombre era «Las Lajas». Eran finales de los sesenta. Si mal no recuerdo, dicho balneario estaba ubicado donde después fue su casa de habitación; y precisamente donde cronos decidió paralizar las agujas de su corazón. Alguna vez fui a ese balneario, y allí estaba él, sonriente y atento como siempre fue. No alcanzaba los 40 años de edad. Estuvimos en la piscina mis amigos y yo, unas tres horas. Bueno, a decir verdad, yo no me metí al agua porque no llevaba traje de baño y permanecí recostado

en una silla de playa, atento a los movimientos que hacía el inquieto intelectual chiquimulteco. Algún tiempo después llegó a mis manos su novela Tizubín, la cual leí con avidez; creo que fue en 1975. Yo había emigrado a la ciudad Capital, entusiasmado con estudiar en la Universidad de San Carlos. Cada vez que volvía a Chiquimula, la novela era motivo de conversación obligada entre mis amigos y yo. Después de Tizubín seguirían muchas obras más, alrededor de 15, entre novelas y relatos. También escribió poesía, aunque de manera menos profusa. En los años noventa se suscitó una controversia entre Elías Valdés y Aquiles Pinto Flores. Me dolió mucho ese episodio porque a ambos intelectuales les he tenido un gran aprecio. Con Aquiles conversé varias veces. Era un excelente poeta, especialmente, sonetista. La razón de la disputa fue la publicación, por parte de Aquiles Pinto Flores, fuera de Guatemala, de la obra «Yo fui rehén del M-19», allá por 1980. Juan Antonio Canel Cabrera, en su libro «Realidad y fantasía de Elías Valdés», al respecto, reproduce las palabras del autor: «El libro Yo fui un rehén del M-19, lo hice en un mes y diez días, del 17 de mayo al 27 de junio de 1980. La primera edición de ese libro, que se editó en Colombia, no apareció con mi nombre como autor; Aquiles Pinto Flores, de manera abusiva, pasando sobre mi autoría y nuestra amistad, lo publicó con el suyo». Esta obra, según sostenía Valdés, se basó en una entrevista periodística en profundidad

sobre la experiencia amarga que vivió Pinto Flores cuando, siendo embajador de Guatemala en Colombia, fue secuestrado por la guerrilla colombiana, el M-19. Ambos habían ejercido el periodismo en reconocidos medios de comunicación y, por lo tanto, no podían prestarse a engaño ni alegar ignorancia sobre el hecho de publicar información ajena sin previo consentimiento. Sin embargo, ambos se acusaban mutuamente de plagio. En honor a la verdad, los verdaderos hechos quedaron sepultados entre ambos protagonistas. Quizá nunca se sabrá la verdad; esta es calidoscópica. La Asociación de Periodistas de Guatemala intervino en el litigio, por ser los dos, miembros de esa organización de prensa. El caso fue llevado al Tribunal de Honor. Allí salió airoso Elías Valdés, y el caso quedó cerrado para la opinión pública. Esto dio origen a otra obra publicada en 1994: «Así escribí el libro Yo fui un rehén del M-19» en donde el autor narra la forma como usó la información proporcionada por Pinto Flores. Sin embargo, aquella vieja amistad entre dos grandes de las letras chiquimultecas se dio por terminada. La ironía quiso que con tan solo dos meses y medio de diferencia 9 de febrero (Pinto Flores) y 24 de abril (Valdés) del 2021, cruzaran el espacio etéreo hacia la eternidad. Ambos habían nacido en 1930. Quién sabe si allá continuarán la polémica o finalmente reanudarán la enorme amistad que tuvieron de este lado de la vida.


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