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El misterio del diésel
En 2019 Ecuador importó 21,40 millones de barriles de diésel. En 2022 fueron 28,26 millones, un aumento de 30%. Con la subida de precio, eso significó 2.500 millones de dólares más para el país —una cifra mayor al déficit fiscal del año pasado o a todos los desembolsos que el FMI realizó en 2022—. La importación de gasolina, en contraste, descendió casi un 10 por ciento. El problema es que no está claro hacia dónde se está yendo ese diésel ni quién está verdaderamente beneficiándose del colosal gasto que significa. Los sospechosos de siempre no bastan para ofrecer una explicación convincente. Probablemente el contrabando se ha agudizado, pero no se observan en los mercados de los países vecinos los cambios que implicaría una irrupción tan masiva de diésel traficado. Las cifras tampo- co respaldan la hipótesis de una migración de la gasolina al diésel ni apuntan a que el origen sea la generación eléctrica. Sin duda, el posible desvío a industria de diésel destinado a energía es un problema, pero no debería influir en importaciones. Hay hipótesis más estremecedoras. Es secreto a voces el empleo masivo de diésel en la minería ilegal y el riguroso control que el crimen organizado mantiene de su suministro y distribución. Las autoridades encargadas no ofrecen cifras sobre el escandaloso robo a los poliductos. La logística terrestre y marítima del narcotráfico, como la de cualquier industria, requiere diésel. Lo único que queda claro es que la economía nacional está financiando a sectores oscuros y que, en lugar de remediar eso, se castiga a la gente imponiendo cupos
Apatía
Los procesos electorales que caracterizan a este tipo de democracias, de tanto repetirse con los mismos modos y diseños, con variadas candidaturas de todos los colores y posturas, comienzan a cansar a la ciudadanía que, si acude a consignar su voto, no es por civismo, entusiasmo o patriotismo, sino por obligación, para no recibir una multa que imponga el Consejo Nacional Electoral.
No se nota que haya algún candidato a la Presidencia o a la Asamblea Nacional que despierte entusiasmo entre los electores. Los actos de masas organizados por los planificadores y ejecutores de campañas, a pesar de intensos trabajos, logran poco proselitismo y apoyo. En ocasiones, la decepción agota a los candidatos y a los a los equipos de campañas, porque no logran aumentar simpatizantes y potenciales votantes.
Tampoco existen propuestas u ofertas creíbles por parte de los candidatos, razón por la que el entusiasmo es escaso; pero, los optimistas esperan al mes de agosto para inundar calles y plazas con la presencia de candidatos y con centenares de personas que lo sigan o apoyen. Arduo será el trabajo para que el proselitismo aumente con significaciones o connotaciones que graviten en favor de alguien con ansias de representatividad.
Ante la ausencia entusiasta de simpatizantes por alguna candidatura, el proselitismo flaquea mientras aumenta la desaprobación al Gobierno del presidente Guillermo Lasso que firma un memorándum de entendimiento con el presidente Biden de Estados Unidos por $3.100 millones que recibirá el Estado en siete años, para realizar una radical transformación en seguridad y defensa. Se incrementa la dependencia nacional en tanto que la soberanía, libertad e independencia, paulatinamente desaparecen en beneficio del inagotable poder imperial.
todos los ciudadanos.
Los ideales están presentes en la mente de una persona y representan sus intereses más nobles, por los cuales podría dedicar toda su vida con tal de lograrlos. En un político, constituyen los sueños y esa necesaria vocación de servicio que lo lleven a participar y a dedicar su tiempo para alcanzar un cargo de elección popular. Es esencial fomentar en los jóvenes políticos la importancia de adherirse a principios que vayan más allá de intere- ses individuales o partidistas, y que prioricen el bienestar colectivo y la preservación de valores fundamentales para una sociedad más democrática y justa.
Para abordar esta situación, sugiero mirar filosofías y visiones éticas que puedan enriquecer la política y los ideales en la sociedad. El pensamiento de Confucio, por ejemplo, puede ofrecer valiosas lecciones sobre el comportamiento humano en armonía y lo que constituye un buen gobierno. Su filosofía, com- pletamente vigente, gira en torno a que la naturaleza humana es susceptible de ser mejorada y perfeccionada; y, que un modelo en armonía puede beneficiar a la comunidad en su conjunto.
Sugiero evaluar cuidadosamente a los candidatos y cuestionar en ellos la existencia de ideales sólidos y un compromiso genuino con el bienestar y el mejoramiento de las necesidades que tiene nuestro país. Profundicemos en por qué y cuándo decidió ser candidato; también en sus posturas frente a temas sensibles como la pobreza, la desigualdad, la participación política, los derechos de las mujeres y el medio ambiente. Ser idealista no significa ser ingenuo o tonto, sino tener una visión inspiradora que motive la búsqueda de soluciones innovadoras y un futuro más esperanzador . Combinar el pragmatismo con el idealismo puede ser la clave para abordar los desafíos complejos que enfrenta la sociedad y transformar la política en una fuerza positiva para el cambio.