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El sinsabor que deja el caso Dhruv

LaJusticia decidió que no existió delito alguno en la compra de los siete helicópteros Dhruv que se llevó a cabo en 2008; así, los 18 procesados fueron sobreseídos. La decisión del juez fue inmediatamente apelada, pero la contundencia que esta exhibe torna muy improbable un desenlace diferente. Esta resolución llega en un momento político delicado. Para bien o para mal, tendrá un considerable impacto en la imagen y en el discurso de varios de los actores que se encuentran envueltos en la actual campaña electoral. La Fiscalía, que para justificar su prudencia insistía siempre en que solo presenta casos sólidos, esta vez se quedó corta. Al llevar el tema de los Dhruv al campo técnico y financiero, se la puso fácil a los procesados, todos ellos buenos conocedores de esa maraña burocrática cuidadosamente construida durante una década para garantizar impunidad y consentir el desparpajo en la gestión pública.

Efectivamente, no se ha podido demostrar que hubo dolo de parte de los que tomaron la decisión de adquirir los helicópteros y el país no perdió dinero en la compra — al contrario, ganó ocho millones de dólares tras el pago del seguro, que llegó cuando el valor de dichas naves en el mercado ya había aumentado—. Sin embargo, en la práctica, lo que Ecuador hizo fue equivalente a emplear a sus soldados como pilotos de prueba. Debido a ello, tres murieron, uno quedó en silla de ruedas y una decena más resultaron heridos; los intermediarios de ventas de armas y seguros sí que lucraron. Cuesta aceptar que comprar máquinas de dudosa reputación —pese a las advertencias— y poner a compatriotas a volarlas, a un alto costo en salud y vidas, sea justo, por más que en ello el Estado haya ganado unos dólares.

Orgullo Tsáchila

Hace unos días, en un encuentro nacional tuve la oportunidad de conocer a varios profesionales, a quienes con mucho orgullo les comentaba que mi actual domicilio se encuentra en la provincia de Santo Domingo de los Tsáchilas, todos de manera unánime coincidían en lo afortunada que soy al haber elegido a esta tierra como mi casa, y resaltaban los múltiples beneficios de mi ciudad.

Aquellos diálogos crearon en mí una ventana de reflexión, estamos invadidos de noticias sangrientas y violentas , redes sociales y medios de comunicación informan a diario la inseguridad que se ha tomado la urbe, vivimos quejándonos de la delincuencia, la desorganización, la corrupción, los gobernantes, entre otros temas que son preocupantes y reales, sin embargo, quienes están mirándonos desde afuera resaltan el gran potencial de nuestra tierra que se ha visto opacado por aquellos factores negativos que nos gobiernan.

El comercio, la agricultura, la ganadería, la estratégica ubicación geográfica, el clima acogedor, la diversidad cultural, la gastronomía, sin duda alguna, Santo Domingo es una plaza en donde encontramos mixturas de la Costa y la Sierra a los mejores precios del país.

Con colosales atributos nuestra tierra sobresale a nivel nacional, como habitantes de la misma estamos llamados a vencer estos factores que están ensombreciendo el potencial que ostentamos, porque la ciudad que anhelamos para el presente y futuro la instituimos todos los días, con compromiso y educación, con amor y respeto, con fervor y orgullo, con trabajo y entrega. Ser parte de la transformación que deseamos ver es una obligación inequívoca, porque vivir en una tierra privilegiada tiene que generar un ferviente compromiso de mejora continua, resonemos que la bonanza de un pueblo está en manos del coraje de su gente, de la educación de sus niños y del trabajo conjunto de la ciudadanía.

violencia que es cada vez más recurrente contra las víctimas.

En cuanto al diagnóstico del origen delincuencial, no pocos y versados comunicadores sociales tratan de opinar en torno a los motivos que generan la delincuencia, así como también la

Observaba un programa de televisión, de al menos cuatro comunicadores tratando más entretener que de orientar en cuanto al crecimiento virulento de la delincuencia, y una de ellas comentó de forma errónea, que los jóvenes ingresan a la delincuencia “por un alto nivel de frustración al no tener oportunidades”.

Pienso que se debería tener más cuidado al emitir juicio de valor, sin tener criterio cientí- fico y experimental adecuado, pues estarían causando mucho daño psicológico y social, alentando este tipo de conducta, justificando el acto reprochable, cuando las verdaderas causas son otras.

Que existen pocas oportunidades de trabajo digno, cierto, y que faltan más centros académicos, pero ello jamás justificaría la barbarie que estamos viviendo . Asesinar de forma atroz, sacando el corazón de la víctima, desmembrando el cuerpo, colgando a la víctima y, en otros casos, violando antes de asesinar; aquello no es por hambre ni por necesidad, esto ya es bajo influencia diabólica. Los desafueros no hay que justificarlos sino sancionarlos con la rigurosidad que la ley permite.

La verdadera razón por la que muchos jóvenes pierden el camino radica en la falta de una buena guía desde el hogar. La Biblia jamás se equivoca “Instruye al niño en su camino y aún de viejo no se apartará de él”. Los padres de- ben educar a los hijos con dos valores fundamentales, amor y justicia; estos dos componentes son muy poderosos, aunque aparentemente antagónicos. Es en esta bifurcación del camino donde los padres se equivocan al no saber hasta dónde significa amar y cuándo se empieza a solapar . Es necesario encontrar el límite para actuar con amor y justicia, con cero tolerancia sobre todo en la infancia. Hasta que eduquemos en responsabilidad con amor y justicia, que Dios nos ampare.

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