

Menos prisa, más vida
Lee Holden Menos prisa, más vida
El Método Slow: tres principios ancestrales para transformar tu energía, tu salud y tus relaciones
Título original: Ready, Set, Slow: How to Improve Your Energy, Health, and Relationships Through the Power of Slow
© Lee Holden, 2025
Publicado bajo licencia exclusiva de Sounds True Inc.
© de la traducción, Carmen Cremades, 2025
© Ediciones Kōan, s.l., 2025
c/ Mar Tirrena, 5, 08918 Badalona www.koanlibros.com • info@koanlibros.com
ISBN: 978-84-10358-33-1 • Depósito legal: B-18352-2025
Maquetación: Cuqui Puig
Impresión y encuadernación: Romanyà Valls
Impreso en España / Printed in Spain
Todos los derechos reservados.
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1ª edición, noviembre de 2025
¿Por qué nos atiborramos en el bufé libre? 135 La revolución de Barbara 139
EJERCICIO 9: La regla de los 32 segundos para masticar 147
El placer de la comida 149
EJERCICIO 10: Atención plena a la hora de comer 151
Acupresión para combatir el hábito de comer rápido 153
EJERCICIO 11: Acupresión en las orejas para calmar los antojos 155
EJERCICIO 12: Acupresión para una buena digestión 156
Nota sobre los atracones de comida 159
Consejos adicionales para las personas con tendencia a comer de más 161
Comer despacio está de moda 163
La respiración como medicina: Tu dosis diaria de vitamina O 165
¿Cómo deberías estar respirando ahora mismo? 171
EJERCICIO 13: La regla de la respiración 5,5 173
La relación entre respiración y paisaje emocional 175
EJERCICIO 14: Respiración vagal o respiración de la alegría 176
EJERCICIO 24: Respiración de la órbita
EJERCICIO 25: Fusión de Jing Qi con la pareja
¿Qué tiene que ver el amor con todo esto?
INTEGRACIÓN
Introducción
Lo blando vence a lo duro. Lo lento vence a lo rápido. Que su funcionamiento siga siendo un misterio. Muéstrale a la gente los resultados.
Lao Tse, Tao Te Ching, verso 43
Imagínate por un momento cómo sería vivir los momentos más preciados de tu vida como si se tratara de una carrera. La cena para festejar tus cuarenta años en tu restaurante favorito sería una batalla contra el reloj. Estarías allí comiendo lo más rápido posible, engullendo esa langosta recién pescada con caviar como un perro hambriento que lleva días sin comer. Visualízate tomando esa copa de vino italiano de primera calidad, cuyas uvas se cultivaron pacientemente en las montañas de Sicilia, como si llegaras con la boca seca al final de una media maratón. Y piensa en la noche romántica que vendría después, en el dormitorio con tu pareja. Abres la puerta de golpe, pero no por una pasión desenfrenada. No hay tiempo para preámbulos seductores, ni para susurros amorosos ni para suaves caricias. Nada de romanticismo. Más bien, lo que hacéis es enredaros en un torpe y rápido forcejeo íntimo, saltándoos los preliminares y cruzando la línea de meta lo más deprisa posible antes de caer rendidos de sueño.
¿Y qué hay del viaje de tus sueños a París? Llegas al aeropuerto y te subes a un taxi que recorre la ciudad en tiempo récord, lo justo para ver la Torre Eiffel, la fachada del Louvre y la base del Arco de Triunfo, antes de volverte lo antes posible al aeropuerto.
¿París? Visto.
Suena ridículo, ¿verdad? Sin embargo, basta mirarnos para ver que actuamos así, solo que quizá con menor dramatismo, con el regalo que es nuestra propia vida cotidiana.
A nadie le gusta ir de un lado para otro como pollo sin cabeza, y sin embargo así es como parece ser la vida moderna. Lo que de verdad queremos es ir más despacio, saborear los buenos momentos de la vida, multiplicarlos y prolongarlos todo lo posible. Deseamos estar más relajados, menos estresados y gozar de un estado de paz interior. Todos anhelamos vivir más momentos especiales en los que la belleza del instante se despliegue y nos haga sentir presentes, conectados y felices. Aspiramos a beber el dulce néctar de la vida y aprovecharla al máximo, con buena salud, llenos de energía, entusiasmo, amor, alegría y felicidad. Y para ello hace falta ir a un ritmo diferente, lo que significa bajar las revoluciones.
Eso no implica que después de leer este libro ya no podrás llevar una vida muy productiva o que ya no serás capaz de apresurarte cuando las circunstancias lo requieran. Bajar el ritmo no es sinónimo de pereza o dejadez; al contrario: potencia nuestros esfuerzos como el estrés no podría hacerlo. Lo he visto miles y miles de veces en los clientes con los que he trabajado a lo largo de treinta años de práctica del Método Slow.
El Método Slow
El Método Slow consta de tres aspectos únicos procedentes de diversas disciplinas orientales: la meditación, las artes marciales chinas y las filosofías taoístas. Todas estas prácticas milenarias son herramientas extraordinariamente útiles para mejorar el estilo de vida moderno. Ninguna de ellas es nueva, pero en este libro se reúnen por primera vez todas sus pautas basadas en la lentitud de una forma práctica y comprensible para todo el mundo.
¿Qué es el Método Slow? Se trata de un conjunto de prácticas revolucionarias y sencillas a un tiempo, fundamentadas en tres principios básicos:
• Principio 1: Mente Lenta
• Principio 2: Cuerpo Lento
• Principio 3: Relaciones Lentas
Estas prácticas me han cambiado la vida a mí y a mucha más gente. Nuestra comunidad cuenta ya con un millón de personas que forman parte de la Revolución Slow, y su número aumenta cada día. He dedicado treinta años
de mi vida a la enseñanza del bienestar a través de la lentitud, y he visto los resultados de primera mano. Ocurren milagros cuando levantamos el pie del acelerador.
El Método Slow nació en el parque Golden Gate de San Francisco. Estaba saliendo el sol y brillaba a través de la capa de bruma marina, y la niebla, que iba bajando poco a poco, me transmitía una sensación de asombro y sosiego. Yo tenía diecinueve años y estaba sentado en un banco observando al grupo de personas más pacíficas que jamás había visto.
Se movían y fluían al unísono, de forma pausada y elegante. Parecían parte de la naturaleza misma y se desplazaban con la misma ligereza que el viento entre los árboles.
Recuerdo que pensé: «¿Qué estarán haciendo?».
Esta pregunta me impulsó a emprender un viaje de descubrimiento que transformó mi mente, mi cuerpo y mi alma, y que sentó las bases del Método Slow que aprenderás en este libro. De las prácticas de qi gong y taichí (hoy en día puedes ver personas que las realizan en cualquier parque del mundo) aprendí innumerables lecciones muy valiosas, pero una de las principales fue que mi mente y mi cuerpo estaban interconectados. Cuando ralentizaba mi cuerpo, mi mente lo imitaba. Y si desaceleraba mi mente, mi cuerpo podía y quería hacer lo mismo. Más tarde aprendería que, desde ese lugar de equilibrio interior y autocuidado, podían florecer relaciones con los demás totalmente extraordinarias.
El qi gong se conoce como «el arte de la fuerza sin esfuerzo» y se originó hace unos cinco mil años en la antigua China. Qi significa ‘energía vital’, y se refiere a una fuerza misteriosa, una especie de electricidad que recorre cuerpo y mente generando movimiento y vitalidad. Qi es el impulso
eléctrico que hace latir el corazón. Qi es la luz de la mente que crea imágenes. Qi es la fuerza que se mueve a través de los órganos, los músculos, los ligamentos y los huesos. Los maestros de qi gong imitaban con su cuerpo los movimientos de la naturaleza: cómo flota una nube en el cielo, cómo baja el río por la montaña o cómo el viento mece los árboles. Esto permitía a los practicantes sentir la conexión entre la vida de fuera y su propia vida interior. El qi gong fue el precursor de prácticas como el taichí, que se basa en los mismos principios: relajación, lentitud, fluidez y energía. La historia y la práctica del taichí están más relacionadas con las artes marciales, mientras que el qi gong se ha orientado más a cultivar la energía con fines terapéuticos y de salud. Tanto en el qi gong como en el taichí hay que mover el cuerpo despacio, rítmicamente y con plena conciencia (integrando cuerpo, mente, emociones y energía) para crear una sensación de plenitud. Cuerpo y mente son dos instrumentos de la sinfonía del yo, y prácticas como el qi gong, la atención plena y la meditación son como directores expertos que crean la armonía entre los instrumentos individuales. Para mí eso fue lo más interesante. Me formé con muchos maestros diferentes de qi gong y filosofía taoísta (volveré a ello más adelante), incluido el maestro Mantak Chia. A los veinticuatro años fui a su centro de artes curativas en Tailandia, tras licenciarme en Psicología por la Universidad de California en Berkeley. Mantak Chia es una de las mayores autoridades mundiales en prácticas esotéricas orientales. Y fue bajo su afectuosa tutela cuando, según sus propias palabras, pasé de alumno a maestro. Ahora te toca a ti.
¡Te doy la bienvenida a la Revolución Slow!
Todos los maestros de qi gong de la Antigüedad coinciden en que cuando bajas el ritmo, empiezas a absorber una energía más positiva y revitalizante, algo de lo que estamos extremadamente necesitados. Esto se conoce como «adquirir Qi». Todos absorbemos energía constantemente sin ser conscientes de ello, y el tipo de Qi que tendemos a adquirir hoy en día no es de los más agradables: el estrés, la ansiedad, las vibraciones negativas de los demás y la energía emocional de baja frecuencia. Vivimos con prisas, nos vemos envueltos en espirales de negatividad y vamos corriendo en la dirección equivocada. Trabajamos mucho, pero rara vez conseguimos lo que queremos. Nos esforzamos por ser más productivos y ricos, pero al final carecemos de propósito. En consecuencia, nos sentimos agotados y sin las facultades necesarias para volver a empaparnos de las cosas que nos nutren.
En este libro indago en lo que yo llamo «Mitos rápidos», creencias erróneas que a menudo desembocan en este Qi agotado o negativo, en el desgaste y la desconexión. Encontrarás varias secciones donde se exponen estos mitos, cada uno contrapuesto a su «Realidad lenta» correspondiente. Estas secciones funcionan como píldoras
de conocimiento que se irán fijando como notas mentales en tu memoria a largo plazo.
A través de los tres principios que estás a punto de aprender, empezarás a adquirir más del Qi que realmente deseas: paz, amor, vitalidad, salud, sanación, tranquilidad, conexión y positividad en general (llamado «Qi genuino»). Empezarás a absorberlo de forma sistemática en todo lo que hagas, hasta el punto de que estos estados del ser se convertirán en parte de ti.
¿Lo mejor? Que ocurrirá sin esfuerzo. No se trata de hacer cambios drásticos en tu vida. Los recursos que vas a aprender son mucho más que una serie de movimientos de qi gong, como los que había en mi libro anterior, 7 Minutes of Magic. Aunque en Menos prisa, más vida se incluyen algunos ejercicios básicos, muchas de las prácticas que te propongo están más orientadas a cambiar el cómo de tus actividades diarias que el qué. El Método Slow se integra en tu vida real, mediante pequeños cambios graduales en tu forma de vivir y de relacionarte. Al terminar este libro lo percibirás en tu cuerpo. Lo sentirás en tu respiración. Lo notarás en tu mente. Y lo experimentarás en tus relaciones, incluida la que tienes contigo mismo.
Vivir pausadamente supone un desafío para el statu quo y es la clave para conseguir cualquier cosa que tu corazón desee de verdad.
MITO RÁPIDO: Para conseguir más energía positiva, tienes que esforzarte por cambiarlo todo de inmediato: deja tu trabajo, búscate otra pareja, delega el cuidado de tus hijos en otros siempre que puedas y fíjate metas completamente distintas. ¡Conviértete en una nueva persona!
REALIDAD LENTA: La verdadera transformación se produce cuando los cambios que introducimos en nuestro estilo de vida son pequeños pero intencionados. Se trata de vivir con calma, con fluidez y con atención plena, valorándote tal y como eres y dejando que se manifieste esa magia que ya está presente en tu vida.
A lo largo del libro compartiré los principios y metodologías acreditadas para alcanzar los extraordinarios beneficios de bajar el ritmo. Lo haré de una forma clara y práctica que te ayudará a establecer un cambio a largo plazo en tu mente, tu cuerpo y tus relaciones: es decir, en tu vida y en la de tus seres queridos. Abordaremos temas que van desde el recableado de la mente hasta la lucha contra el estrés y la ansiedad, pasando por la conexión profunda con tus seres queridos: amigos, familiares, compañeros de trabajo y pareja, si la tienes. El capítulo de la mente se centra en tu psicología y paisaje emocional; el del cuerpo, en tu bienestar físico y tus niveles de energía; y el de las relaciones, en el amor hacia ti mismo, la comunicación consciente y el sexo. La mayoría de los contenidos y recursos sexuales que se incluyen funcionan con o sin pareja, así que no te desanimes si no la tienes.
Espero que la lectura de este libro te proporcione todas las herramientas necesarias para rediseñar tu mente, tu cuerpo y tus relaciones, y que gracias a ellas puedas sacar lo mejor de ti.
Este libro está enfocado a cultivar y remodelar los aspectos más excepcionales de la experiencia humana. Te orientará para que puedas disfrutar más de esas experien-
cias intensas de amor y alegría, prolongar su duración y ser capaz de propiciar momentos inolvidables.
A fin de cuentas, tu vida es justo eso: tuya. Y ya es hora de que empecemos a vivir nuestras vidas con sabiduría, y no atados al reloj.
La vida moderna puede ser una locura, ¿verdad? Vivimos al límite, pisando al mismo tiempo el acelerador con un pie y el pedal de freno con el otro. Nos vamos quedando sin gasolina y no llegamos a ninguna parte. A ninguna. Pero la sociedad capitalista en que vivimos nos incita a seguir avanzando, a acelerar e ir cada vez más rápido en una cinta de correr invisible que no parece tener botón de stop. ¿Por qué?
El mito de «cuanto más rápido, mejor»
La creencia generalizada de que «cuanto más rápido, mejor» causa estragos en nuestra mente, nuestro cuerpo y nuestras relaciones más preciadas.
Hazlo más deprisa, produce más y termina el trabajo lo antes posible. En nuestra vida diaria aspiramos a la velocidad.
La tecnología nos vende la ilusión de que, si compramos un teléfono móvil «mejor», con funciones más complejas, con cuatro cámaras diferentes y que incluya un robot capaz de dar una voltereta hacia atrás y de ganar una partida a un maestro de ajedrez en un tiempo récord, nos libraremos del estrés, estaremos entretenidos y seremos felices. La vida sería coser y cantar si existiera una IA capaz de gestionar tanto nuestros asuntos cotidianos como fábricas autónomas que produjeran artículos de plástico mejor de lo que lo hacen las personas, y si tuviéramos altavoces parlantes con nombre propio que supieran lo que necesitamos comprar por Internet antes que nosotros mismos.
Y, sin embargo, a pesar de todos esos enormes avances tecnológicos, seguimos corriendo de un lado a otro a un ritmo frenético y agitado, haciendo todo lo posible por
Dicho esto, yo creo que existe una alternativa mucho mejor que la de limitarnos a sobrevivir a nuestro día a día y esperar que llegue la noche lo antes posible. Basándome en la sabiduría filosófica oriental y fusionándola con la ciencia occidental, defiendo la idea de que, en lugar de limitarse a sobrevivir, la humanidad es capaz de prosperar. No se trata de cambiar el qué hacemos, sino el cómo lo hacemos. Si pudiéramos reducir la velocidad e incorporar ritmo y armonía a nuestra experiencia diaria sin que ello afectara a nuestra productividad, nuestros niveles de bienestar se dispararían. El planteamiento despectivo de que «tenemos cosas más importantes que hacer» que ocuparnos de nuestra salud en todas sus dimensiones implica una incomprensión total de la importancia del bienestar. Tomemos un poco de perspectiva para preguntarnos cuál es el objetivo de la vida. ¿Qué es exactamente lo que todos nos esforzamos por conseguir? Aunque nuestros sueños llevan muchas máscaras, lo que la mayoría de la gente quiere para sí misma y para sus seres queridos, por encima de cualquier cosa, es salud y felicidad.
¿Y la vida moderna nos ayuda a conseguir esas cosas? Para la mayoría, la respuesta es no. Ni de lejos.
En defensa de la modernidad, hay que reconocer que nos ha ayudado a crecer y a desarrollarnos, sin duda. El sueño americano ha contentado a muchos, al menos a corto plazo, y nos ha motivado para conseguir unos in-
24 cumplir con nuestras tareas pendientes y tacharlas de nuestras interminables listas. Mira a tu alrededor. ¿Es mi impresión o parece que la sociedad está cada vez más estresada, agotada, infeliz, enferma, con sobrepeso y deprimida? Por desgracia, las estadísticas me respaldan. Las compartiré contigo más adelante.
Larga, pero no infinita. Por ejemplo, a pesar de lo rápido que avanza la medicina, hoy en día tenemos que hacer frente a más enfermedades que nunca. El cáncer va en aumento. Además, aproximadamente el 42 % de los casos de cáncer detectados recientemente en Estados Unidos, cuya cifra era de unos 805.600 en el año 2022, podrían haberse evitado por completo cambiando el estilo de vida. Esto incluye alrededor del 19 % de los casos de cáncer atribuidos al tabaquismo, y al menos el 18 % de los causados por una combinación de factores como el consumo de alcohol, una dieta poco saludable y la falta de ejercicio y actividad física.1
La tasa de depresión —hoy reconocida como una discapacidad— aumenta de forma alarmante cada año, especialmente entre la población más joven. De hecho, la depresión ya es una de las principales causas de otras
25 gresos estables, forjarnos una carrera sólida y tener una vida familiar satisfactoria. No hay nada de malo en ello. Además, la tecnología ofrece muchas posibilidades para los que trabajamos a distancia, y los mismos dispositivos que proporcionan los medios para trabajar nos permiten comunicarnos de forma instantánea por audio y por vídeo con nuestros seres queridos, desde cualquier parte del mundo. Y también está la medicina. Soy un firme defensor de la medicina china y de la acupuntura, pero en el momento en que te rompes un brazo, te lesionas en un accidente de coche o tienes una infección grave, las plantas medicinales no bastan. Hay que ir al hospital, una institución que no existiría sin los últimos avances de la investigación. Y en cuestión de horas estás curado. En la vida moderna se han logrado verdaderos milagros, y una larga lista de beneficios.
discapacidades en todo el mundo. Según la Organización
Mundial de la Salud, unos 280 millones de personas padecen actualmente esta enfermedad mental, una cifra que equivale a cerca del 83 % de la población total de Estados Unidos.2
Es innegable que, a pesar de nuestras increíbles innovaciones, la gente experimenta más estrés y enfermedades, tiene menos energía y está demasiado ocupada para pasar tiempo con sus seres queridos. Además, muchas personas están obsesionadas con sus dispositivos electrónicos y cada vez están más desconectadas de la naturaleza, de los demás y de su propósito en la vida. Volveremos a ello más adelante. En resumen, estamos saturados y estresados. Estamos interconectados, pero inexplicablemente agotados. A pesar de todas sus promesas y de toda su tecnología punta, la vida moderna no ha ayudado a crear la próspera raza humana que prometía.
MITO RÁPIDO: Solo llegarás a donde te propongas si vives la vida deprisa y te mantienes ocupado. ¡Para sacarle el máximo partido a la vida, te tienes que esforzar!
REALIDAD LENTA: Bajar las revoluciones te ayuda a disfrutar de tu vida tal y como es ahora, y a tener una visión más clara e informada de hacia dónde quieres ir en el futuro.
Del piloto automático al control consciente
Martin estaba tumbado en la cama del hospital, saltando de un canal a otro con el mando a distancia. No tenía fuerzas para nada más.
Acababa de recibir un trasplante de médula ósea después de que le diagnosticaran una forma rara de leucemia. Los médicos le habían dicho que fuese organizando sus asuntos porque le quedaban unos seis meses de vida. Martin estaba comprensiblemente deprimido y derrotado. Había sido un reconocido piloto de avión, y nunca había imaginado que moriría antes de cumplir los cincuenta.
Aunque había viajado por todo el mundo, Martin no lo había disfrutado realmente. Había contemplado todo el mundo desde el aire a través de la ventanilla curva de la cabina, pero no había pasado el tiempo suficiente con los pies en la tierra. En todos los aeropuertos se desataba el mismo frenesí por salir del avión, correr hasta la siguiente puerta de embarque y pilotar otro avión rumbo a un nuevo y exótico destino que nunca llegaría a ver. A menudo prefería trabajar horas extra que relajarse y disfrutar de los impresionantes lugares que tenía la oportunidad de visitar. Había estado innumerables veces en más de cien paraísos
distintos, pero estaba tan centrado en su trabajo que ni se daba cuenta de ello.
Durante años, el estrés, la ansiedad y la prisa habían sido su estado habitual, tanto que bien podía decirse que era un piloto que nunca salía del modo automático. Estaba inmerso en la rueda de hámster del cielo, una carrera que creía que podía ganar. La cruda realidad es que nadie lo consigue. La vida no es un juego que hay que ganar, sino un regalo y un placer que solo se puede disfrutar en el momento.
Tendido en la cama, Martin habría dado cualquier cosa por haber tomado otras decisiones. Había ganado mucho dinero y había trabajado sin descanso. Había triunfado y gozaba del respeto de muchas personas del sector de la aviación. Pero ¿a qué precio?
Su trabajo le había alejado de su familia: su mujer y sus dos preciosas hijas. Había descuidado a su pareja en muchos aspectos y se había perdido algunos de los momentos más importantes de la vida de sus hijas. Al final, el estrés de sus constantes responsabilidades profesionales le había llevado a un divorcio doloroso que además le salió muy caro. Martin había optado por no entablar la batalla judicial con la que su mujer le había amenazado si no cedía a sus exigencias económicas. «Después de todo», pensó, «siempre puedo ganar más dinero». Pero no tuvo la oportunidad. Y según los médicos, ya no la tendría. Mientras yacía en la cama del hospital, Martin detuvo su inquieto pulgar sobre el mando a distancia. En la pantalla de la televisión apareció un hombre que parecía flotar sobre el agua. Estaba de pie en medio de un arroyo sobre una tabla, con los ojos cerrados, practicando lo que parecían movimientos lentos de arte marcial.
Martin había visto una vez en el parque de su barrio a un grupo de ancianos que practicaban el mismo tipo de movimientos pausados, elegantes y rítmicos, pero nunca había entendido qué hacían exactamente ni para qué. Se quedó paralizado escuchando las poéticas descripciones de los movimientos que recitaba el instructor, como «Manos como nubes» o «Piedra en el estanque».
Mientras lo contemplaba, sus hombros se fueron relajando.
Durante unos minutos se olvidó del dolor de su cuerpo. Su diagnóstico, la cama del hospital y su soledad desaparecieron de su mente mientras se sumergía en el momento presente. Empezó a mover los brazos desde la cama imitando al maestro, despacio, relajado y con una profunda sensación de fluidez. «Gracias por acompañarme en este tutorial de qi gong», dijo el instructor al terminar la clase, inclinándose en señal de reverencia. Martin le devolvió la reverencia, en una paz absoluta, pero con la curiosidad de saber qué significaba «qi gong». Lo buscó en su teléfono. Descubrió que el qi gong era una antigua práctica china que combinaba el movimiento, el control de la respiración y la meditación para cultivar y equilibrar la energía vital del cuerpo, conocida como Qi. El término Qi se refiere a la ‘fuerza o energía vital’ que se cree que fluye a través de todos los seres vivos. Gong significa ‘maestría’, por lo que qi gong puede traducirse como ‘maestría en el cultivo de la energía vital’. Así que se podía obtener más energía bajando el ritmo, ¿quién lo hubiera dicho?
Interesante. Bueno, fuera lo que fuera y viniera de donde viniera, funcionaba. A pesar de su estado de salud, que le producía ansiedad, se sentía más relajado que nun-
ca. La lentitud de los movimientos había calmado no solo su cuerpo, sino también su mente. Pidió inmediatamente el programa a la cadena de televisión pública y poco a poco empezó a practicar qi gong en el hospital a diario. Al principio le costaba moverse. Se cansaba con rapidez y, en los peores días, se limitaba a visualizar los movimientos en su cabeza porque su cuerpo estaba demasiado abrumado y exhausto para seguir el ritmo. Pero con el tiempo le fue resultando más fácil. Y poco a poco fue capaz de mover la parte superior del cuerpo con facilidad. A Martin le encantaba cómo le hacían sentir los movimientos lentos y disfrutaba de ese tiempo de pura presencia: esos intervalos en los que no estaba divorciado, enfermo o moribundo, esos instantes en los que no llevaba ninguna etiqueta colgada del cuello. Esos momentos en los que se sentía uno con la energía y la fluidez de la vida.
Unas semanas después, Martin recibió el alta hospitalaria. Al contrario de lo que habían previsto los médicos, su salud no estaba cayendo en picado hacia un final inminente. Y no era solo que se hubiese estabilizado, sino que, contra todo pronóstico, estaba cada vez mejor. Tras unos meses de práctica, Martin se sentía mejor que nunca. Tenía más energía, una mayor fortaleza emocional, su mente estaba más despejada e incluso albergaba esperanza en el futuro. Le resultaba extraño sentirse, por primera vez, realmente optimista, justo después de que el médico le diera unos pocos meses de vida y un severo «Tiene que organizar sus asuntos». Parecía que el ritmo lento del qi gong se había fusionado con la medicina moderna para sanarlo.
Cuando conocí a Martin en uno de mis retiros de qi gong del Método Slow, su personalidad me pareció im-
pactante. Me estrechó la mano con una sonrisa radiante, diciéndome que yo había cambiado su vida. El maestro de qi gong que había visto desde la cama del hospital había sido yo, claro, aunque en ese momento desconocía su historia. Y a pesar de ello, afirmó rotundamente que ir despacio le había resucitado de algún modo y le había sacado del «abismo».
Unos días más tarde, Martin contó su historia en el escenario delante de toda la clase. Hablaba por el micrófono serio y con lágrimas en los ojos, pero sonrió al decirnos que, un año y medio después del diagnóstico original, estaba en remisión. Su historia me impresionó profundamente y le di un cálido abrazo cuando bajó del estrado.
Hace ya cinco años que Martin no tiene cáncer y enseña las tres partes del Método Slow que encontrarás en este libro. Se ha convertido en un mensajero de esperanza y en un faro de luz para cualquiera que no crea en el poder de la sanación y en la belleza de la vida. Gracias a la práctica de vivir la vida con calma, Martin disfruta cada día al máximo, ahora que ha apagado el piloto automático.
Hay un poder inmenso en desacelerar, puede cambiarte la vida gracias a una curación y transformación profunda, como le ocurrió a Martin. Pero también influye en las pequeñas cosas, como los placeres que se comparten en la mesa con la familia, los momentos de intimidad con la pareja y la forma de presentarse en la oficina o ante los clientes. Paradójicamente, reducir la velocidad te permite alcanzar la paz, la felicidad y el bienestar más rápidamente.
Sencillamente, desacelerar es el antídoto contra la presión de la vida moderna y todos los retos que conlleva.
MITO RÁPIDO: Triunfar en la vida implica hacer cosas que no te gustan, y «éxito» equivale a «prosperidad económica».
REALIDAD LENTA: Relegar tu bienestar a un segundo plano de forma sistemática llevando un estilo de vida acelerado y en piloto automático para «tener éxito» puede ser perjudicial para la salud.
Más vale una vida plena que una agenda llena
Reconozco que la historia de Martin puede desconcertar a algunas personas. Y si has perdido a un ser querido a causa de una enfermedad, anécdotas como estas pueden ser difíciles de leer. No pretendo venderte la idea de que bajar el ritmo puede curar cualquier dolencia en cualquier etapa. Pero lo que he observado con mis propios ojos, una y otra vez, es que vivir con calma —en la mente, el cuerpo y los vínculos— tiene un efecto catalizador en la sanación. Y practicar lo que vas a aprender en este libro te dará las claves del bienestar y, por tanto, de la paz, el amor y la alegría. Dicho esto, por supuesto, utilizar esas llaves para abrir las puertas depende solo de ti.
Muchas personas creen que están demasiado ocupadas como para ir más despacio. Pero la realidad es esta: por muy caótica que parezca tu vida, tienes tiempo para lo que vas a aprender. Y la razón por la que tienes tiempo es que la mayor parte del Método Slow se puede integrar en los hábitos que ya forman parte de tu día a día. No se trata tanto de lo que haces a diario sino de cómo lo haces. Y lo primero es replantearte tus responsabilidades. De hecho, mi íntimo amigo John es un magnífico ejemplo de alguien
que pasó de estar ocupado a niveles tóxicos a tener una vida completamente feliz. En 2018 quedamos para tomar un té. Después de pedir nuestras infusiones, nos sentamos a la mesa y le pregunté cómo estaba.
Su respuesta fue la misma de siempre: «Ocupado». Ya me la esperaba, no solo porque llevaba cuatro años escuchándola, sino también porque se le notaba muy tenso. Su lenguaje corporal decía a gritos: «¡Ayúdame! Estoy estresado y no sé si tengo tiempo para este té». Hacía todo lo posible por ocultarlo, por supuesto, poniendo cara de valiente, removiendo la taza con vigor y con una risa nerviosa. Pero, detrás de su sonrisa, yo podía ver la tensión en sus ojos y en la mandíbula, mientras intentaba desesperadamente desviar la conversación hacia mi vida con preguntas eufóricas: «Pero bueno, háblame de ti, Lee. ¿Cómo están los niños?». Exudaba ansiedad como un motor recalentado. Después de insistir un poco, conseguí que se abriera y me contara su situación. Su mujer le había pedido el divorcio hacía dos meses. Y para colmo, esta tragedia imprevista le había obligado a mudarse de la casa familiar y a tener dos trabajos a fin de conseguir el dinero suficiente para seguir cuidando de los niños y empezar a alquilar una nueva casa.
—Estás hasta el cuello, amigo mío —le dije—. Tienes que aflojar un poco, hermano.
—Imposible —respondió—. Estoy demasiado ocupado.
Hoy en día es muy común caer en el tópico de estar «demasiado ocupados» para cuidar de nosotros mismos. Se ha convertido en la respuesta que muchos de nosotros, los humanos modernos, damos a un sincero «¿Cómo estás?». Y lo hacemos con orgullo, como poniéndonos una meda-
lla, mientras sorbemos nuestro café expreso doble con una sonrisa nerviosa pero triunfal. Al fin y al cabo, el exceso de trabajo suele asociarse a cierto estatus y responsabilidades profesionales. Pero también conlleva estrés, prisas, ansiedad, impaciencia y una sensación constante de falta de tiempo. Si este libro te prometiera darte unas horas más al día o un día más a la semana, todo el mundo querría un ejemplar. Pero el simple hecho de ir más despacio produce los mismos resultados: una fuerte sensación de disponer de más tiempo y espacio para jugar.
Y si lo piensas, estar ocupado suele significar que haces cosas por obligación, no porque realmente las desees. Es vivir guiado por las exigencias de la cabeza, en vez de por la alegría del corazón. Cuando busco «ocupado» en el diccionario, encuentro palabras como agobiado, desbordado y ahogado. No sé tú, pero yo preferiría pasar de todo eso.
Le pregunté a John qué le gustaría hacer si no estuviera tan ocupado. Se echó a reír. Por un instante pude ver un pequeño brillo en su mirada. Dijo que le gustaría viajar, montar en bicicleta, pasar tiempo con sus hijos y relajarse en la playa con un buen libro de vez en cuando. Sorpresa, sorpresa: exactamente lo contrario de estar ocupado. Son ejemplos clásicos de formas sencillas, agradables y accesibles de pasar el tiempo de forma consciente y sentida.
«Tienes demasiado entre manos y demasiado en juego como para no aflojar un poco», le dije. El comentario despertó su curiosidad y le hizo ladear la cabeza de un modo que me recordó a mi perro Charlie cuando oye un ruido extraño. Sonreí. «Si bajas el ritmo, ganarás tiempo, energía, concentración y claridad», continué. «Sé que parece demasiado bonito para ser cierto, pero, de alguna manera, ir más despacio te lleva a ser más productivo. Los estudios
lo demuestran. Reducir el ritmo tiene ese efecto y muchos otros.»
Entonces le enseñé a John algunos de los movimientos lentos que te voy a explicar en este libro. Para él supusieron un cambio radical a lo largo de los meses siguientes. Actualmente, John sigue teniendo una vida ocupadísima, pero ahora ha incorporado las prácticas lentas de forma estratégica en su rutina. Dice que cada día vive momentos de gratitud y felicidad, y que esos momentos de dicha se han ido entretejiendo hasta configurar un hermoso tapiz de semanas, meses y años maravillosos.
Lo irónico es que mucha gente muy ocupada olvida que, si se permite disfrutar, si hace espacio para el placer y baja un poco el ritmo, no solo no pierde tiempo: a la larga, lo gana. Y encima, rinde más.
En La felicidad como ventaja, el prestigioso psicólogo Shawn Achor comparte algunos datos reveladores que muestran que cuanto más felices somos y más presentes estamos, más eficientes somos.
Las personas más felices y menos estresadas:
• Logran sus objetivos personales y profesionales con mayor probabilidad que el resto.
• Como médicos, son mucho más competentes y precisos, y sus diagnósticos son un 19 % más exactos.
• En profesiones de marketing, consiguen un 50 % más de ventas.
• Obtienen mejores resultados en sus exámenes que los demás estudiantes.1
Entiendo que la gente crea que si baja el ritmo y se centra en la felicidad puede disminuir su eficacia en el trabajo. Pero según este estudio no es así. Sentirse feliz, en calma y estar atento al momento presente no está reñido con conseguir grandes logros. Por el contrario, todo ello contribuye a alcanzar tus sueños y a mejorar tu rendimiento.
Sé perfectamente lo que es estar ocupado. Yo tengo dos negocios, cuatro hijos y una agenda plagada de compromisos, viajes internacionales e intervenciones en programas televisivos. Y ahora estoy escribiendo este libro, con una fecha de entrega que cumplir. Todo ello bien podría representar una vida de lo más estresante, pero te aseguro que no lo es. La verdad es que no me considero ocupado. Yo elijo cómo invertir mi tiempo y energía en todas estas actividades. Y para elegir cómo hacerlo es necesario estar en calma. Desacelerar aporta claridad. Tengo tiempo para mí y también para mi familia. Recojo a los niños del colegio, hago la cena, juego con ellos y les cuento cuentos antes de irse a dormir. Dedico tiempo a estar en la naturaleza, a meditar, a hacer ejercicio y a relajarme. Para mí, estas actividades tan placenteras y nutritivas son herramientas que enriquecen mi vida, y las considero una inversión en mi éxito, mi productividad y mi desarrollo profesional.
Como le pasaba a John, tú tampoco tienes tiempo para no bajar el ritmo. Ralentizar de forma estratégica es la clave para mejorar tu vida. Además de aportar una felicidad mucho más genuina a tu vida, las prácticas que te propongo en este libro fomentarán tu potencial personal, tu sentido del propósito, una manera eficaz de gestionar tu interminable lista de tareas, así como algo de lo que todos carecemos hoy en día: pasión. Es innegable que bajar el
ritmo es esencial para redescubrir ese entusiasmo por la vida que teníamos cuando éramos niños.
Este libro ofrece muchas enseñanzas. Pero si hay una que vale la pena recordar, es esta:
Más vale una vida plena que una agenda llena.
Ahora te enseñaré cómo hacerlo.