Ketzalcalli 2006-1

Page 54

sierra del Bacatete (ver foto). Después de que Tetabiate falleció en 1901, la táctica bélica que siguieron los yaquis fue el pillaje, los asesinatos y el merodeo (Padilla 2002a). Los años de combate tuvieron en los albores del siglo XX un drástico cambio. Según el coronel Francisco P. Troncoso sólo tres medidas gubernamentales podían establecer el “orden y progreso” en el estado de Sonora, pero implicaban colateralmente la desaparición de los yaquis: La deportación a tierras lejanas, el exterminio total y la colonización de sus tierras (Troncoso 1982). De estos tres puntos, el primero será materia sucinta del presente artículo, así como los prolegómenos de la “repatriación”, que se volvió posible gracias a la participación yaqui en el batallón Cepeda Peraza de Yucatán (Padilla 2002b), llamado así por el general Manuel Cepeda Peraza, prócer de la Reforma en Yucatán y fundador de lo que es hoy la Universidad de Yucatán.

LAS PRIMERAS DEPORTADAS Producto de la guerra –en su etapa de guerrilla fue la captura y deportación de gran cantidad de indios a los estados de la península de Yucatán. Fueron más de seis mil los desterrados, tanto sublevados como pacíficos (Padilla 1995). Particularmente, la deportación a Yucatán inició en 1900, a raíz del combate del Mazocoba, cañón situado en la sierra del Bacatete, en Sonora. Este enfrentamiento, suscitado en el mes de enero, arrojó como saldo un número de aproximadamente cuatrocientos varones yaquis muertos en batalla. Por ende, las viudas y huérfanos quedaron vulnerables y conformaron las primeras “remesas”4 de expatriados (Balbás 1985 [1927]). El hecho de que se aprehendiera y cautivara a las mujeres, también es un posible indicador de que el ejército pretendía utilizarlas como carnada para obligar a los hombres sobrevivientes a regresar por ellas. Existen más explicaciones respecto a la susceptibilidad de las féminas yaquis (Ramírez 2005).

54

1|2006

Ketzalcalli

Las primeras deportadas arribaron a la hacienda Tankuché, en el estado de Campeche. La finca era propiedad de doña María Jesús Peón de Peón y la administraba su yerno, Manuel Arrigunaga y Gutiérrez (Padilla 1995): “Acaba de celebrarse en la capital de la República un contrato, en cuya facción intervinieron el Sr. Ministro de Fomento y el Sr. Ingeniero D. Manuel de Arrigunaga y Gutiérrez, radicado en esta ciudad... El contrato referido tiene por objeto, y como principal punto de mira, proporcionar trabajo en las haciendas de los dos Estados de nuestra Península, á los indios yaquis que han caído ó caigan prisioneros en la campaña de pacificación que el Gobierno se ha visto obligado á emprender á causa de la actitud hostil asumida... Han llegado ya 250 personas... que se han instalado en la Hacienda Tankuché situada en el Estado de Campeche” (LRM, 7/jun/1900: 1, 2). La suerte que corrieron estas yaquis fue descrita con las siguientes palabras por la señora Petronila Cuculai, hija de una de las mujeres deportadas a Tankuché: “esclavitud, cástigo y sufrimiento”.5 En la conversación que sostuve con esta señora, me informó que de las 300 yaquis desterradas, muchas murieron en breve. De acuerdo a La Revista de Mérida, llegaron a Tankuché 250 mujeres y el censo de octubre de ese año nos dice que quedaban en la hacienda 208 personas originarias de Sonora, de los cuales 47 eran hombres y 161 mujeres. Es pertinente suponer que, entre los varones, algunos o muchos fueran niños. En cambio, el censo de todo el estado de Campeche de 1895, esto es cinco años antes, reporta que sólo había dos hombres y una mujer sonorenses en toda la entidad. Uno de ellos vivía en Campeche de Baranda y el otro en ciudad del Carmen (AGEC: 1895.). De acuerdo al contraste de ambos censos, tenemos que de 1895 a 1900, años en que la tendencia poblacional no era pre-


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.