Imaginaria14

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No necesitaba salir de su morada de cristal para saber que una nave descendía sobre su mundo, sus sensores psíquicos, similares a tentáculos, percibieron el artefacto, una bola dorada de fino acero que se desplazaba sobre el amanecer, se aproximó a los seres que la piloteaban sin que la percibieran, exploró sus recuerdos, palpó sus pensamientos más íntimos, y descubrió, electrizada, que traían con ellos algo inusual. No era su fantástica tecnología —aunque su nave denotaba un sofisticado y elegante ingenio, lo cual les había permitido surcar el frío espacio de casi cien años luz desde un planeta clase M en el confín del brazo galáctico—, tampoco le llamó la atención los miles de especímenes que habían recolectado en su viaje de exploración y conservaban en cámaras criogénicas; lo que la llenó de una sensación similar a la euforia fue saber que la nave poseía una casi infinita colección de eso que sólo algunas especies lograban crear y estos mamíferos bípedos denominaban literatura. Sin poder contenerse entró en el sistema de la nave, algunos títulos de la bilbioteca comenzaron a materializarse en su mente: La Odisea, Hamlet, Fausto, El Quijote, La divina comedia, Los hermanos Karamazov… Toda la imaginación de esa especie estaba allí, al alcance de sus sentidos. Eva Strandevnnsëen (La guardiana de Heliconia, 1975)


número catorce abril - junio 2013 Ec. Gustavo Baroja Narváez Prefecto de Pichincha Dra. Marcela Costales P. Viceprefecta de Pichincha

Consejeros Provinciales Sr.Virgilio Andrango

Sr. Edelberto Gualotuña

Alcalde de Pedro Moncayo Consejero Provincial de Pichincha

Presidente Junta Parroquial de Cotogchoa

Dr. Augusto Barrera Alcalde del Distrito Metropolitano de Quito Consejero Provincial de Pichincha

Sr. William Perugachi Alcalde de Cayambe Consejero Provincial de Pichincha

Sr. Marco Calle Alcalde de Los Bancos Consejero Provincial de Pichincha

Ab. Pacífico Égüez Alcalde de Pedro Vicente Maldonado Consejero Provincial de Pichincha

Ing. Héctor Jácome Alcalde de Rumiñahui Consejero Provincial de Pichincha

Lic. Hugo Navarrete Presidente Junta Parroquial de Malchinguí

Ab. Juan Lascano Miño Presidente Junta Parroquial de Nanegalito

Sra. Ruth Córdova Presidenta Junta Parroquial de Tambillo

Sr. Pablo Pérez Presidente Junta Parroquial de Cusubamba

Sra. Isabel Bejarano Presidente Junta Parroquial de Calderón

Ing. Alonso Moreno Delegado Permanente del Alcalde del DMQ Consejero Provincial de Pichincha

Sra. Narcisa Párraga Alcaldesa de Puerto Quito Consejera Provincial de Pichincha

Sr. Miguel Patiño Presidente de la Junta Parroquial de Mindo Consejero Provincial de Pichincha

Sr. Edwin Yánez Alcalde de Mejía Consejero Provincial de Pichincha


Portada: Isadora Romero, de la serie Retrato con fotógrafa, cámara y amigo

Ec. Gustavo Baroja Narváez Prefecto de Pichincha

Consejo Editorial María Pilar Vela Dirección de Gestión de Cultura

Edwin Miño Secretario de Desarrollo Económico

René Espín Dirección de Gestión de Comunicación Social Manuel Chávez Secretario Privado de la Prefectura Asesor-Editor General Antonio Correa Losada Secretaría de Imaginaria Rocío Jiménez Revisión de Textos Revista Imaginaria (AC/EP)

Colaboradores Patricio Ramón Alfonso Castillo Ramiro Caiza

Stéphen Rostain Adolfo Macías Jorge Miño

Francisco Proaño Abdón Ubidia Ney Yépez

Carlos Béjar Santiago Páez Omar Ospina

Tomás Ochoa Centro de Investigaciones Fantásticas USFQ

Fotografía Patricio Ramón Pedro Herrera

Isadora Romero Omar Ospina

Miguel Flores Stéphen Rostain

Diseño Gráfico Ernesto Proaño Vinueza La Revista de Cultura Imaginaria es una publicación del Gobierno de la Provincia de Pichincha Página WEB: www.pichincha.gob.ec Correo-e: acorrea@pichincha.gob.ec Imaginaria es una publicación sin fines de lucro y de distribución gratuita.


CONTENIDO PRESENTACIÓN página 7 • La naturaleza y el esplendor de la imaginación Gustavo Baroja Narváez ENTRE VOLCANES página 8 • Quito, rodeada de volcanes Patricio Ramón página 18 • Bramidos y estruendos Juan de Velasco PICHINCHA DIALOGA página 20 • El devenir minero y la renta de la tierra Alfonso Castillo página 32 • Encuentro Internacional de Arqueología Amazónica Stéphen Rostain LA PROVINCIA TRAS LA CULTURA página 36 • El sueño: el plano de la realidad Entrevista a Pedro Herrera página 42 • El compositor Carlos Enrique Brito Benavidez Ramiro Caiza

DOSSIER página 46 • Isadora Romero


DOSSIER Literatura de ciencia ficción ecuatoriana página 59 • Introducción página 62 • El viajero subterráneo, Adolfo Macías Huerta página 66 • Crecimiento urbano, Centro de Investigaciones Fantásticas página 69 • Komttzu, Jorge Miño página 71 • Seres de rostro cruel, Francisco Proaño Arandi página 72 • Política y eventos históricos, Centro de Investigaciones Fantásticas página 77 • De la nueva Liliput, Abdón Ubidia página 78 • Economía, Centro de Investigaciones Fantásticas página 81 • Segundo tiempo, Ney Yépez página 84 • Religiones y cultos, Centro de Investigaciones Fantásticas página 87 • A. C. Dobleu, Carlos Béjar Portilla página 89 • Profundo en la galaxia, Santiago Páez página 90 • Tradiciones y costumbres de las étnias del Ecuador I, Centro de Investigaciones Fantásticas página 96 • Tradiciones y costumbres de las étnias del Ecuador II, Centro de Investigaciones Fantásticas

CRÓNICA página 100 • El más pequeño y sabroso Omar Ospina García



La naturaleza y el esplendor de la imaginación

L

a Revista Imaginaria continúa mostrándonos el paisaje físico y humano que nos rodea, las rutas diversas e inesperadas que toma el arte, desde las letras, la pintura y la fotografía.

Ecuador es un país de volcanes y, Pichincha, el corazón de esa fuerza de esplendor y presagio. Para reconocer la geografía que nos acompaña, hemos invitado al ingeniero Patricio Ramón del Instituto Geofísico de la Politécnica Nacional, quien nos cuenta de los eventos geológicos que han vivido y sufrido sus habitantes a lo largo de la historia hasta nuestros días. De procesos geológicos como origen, técnicas ancestrales y movimientos políticos como explotación, surge la riqueza minera del país. Desde la época de la Conquista ha sido perseguida con avaricia por los imperios, en un proceso indetenible de saqueo y muerte. En esta reseña cronológica se registra la presencia de Simón Bolívar, estadista y gran conservacionista de nuestra América, quien estableció con visión de futuro, leyes de estímulo y protección a la minería en la Gran Colombia. También se indica la legislación reciente desde la Asamblea Constituyente hasta hoy. El artículo de Alfonso Castillo, se ilustra con imágenes de la obra «Cineraria» del artista Tomás Ochoa.

Finalmente, una selección de literatura de ciencia ficción que se escribe en Ecuador, preparada por Ernesto Proaño. Siete autores precursores y novedosos, que van de Carlos Béjar Portilla, Santiago Páez, Francisco Proaño, Abdón Ubidia, Adolfo Macías, Jorge Valentín Miño, Ney Yépez y la obra gráfica Pretéritos Futuros v2.0, creada en el Centro de Investigaciones Fantásticas USFQ, que hace girar la cabeza de nuestra historia. Temas y autores donde la imaginación sale como de un surtidor.

GUSTAVO BAROJA NARVÁEZ Prefecto Gobierno Autónomo de Pichincha

Fotografía de Miguel Flores, Gestión de Comunicación Social.

Nuestro dossier de arte se ilumina con el trabajo de la joven fotógrafa ecuatoriana Isadora Romero, estudiante en Buenos Aires, con su serie «Retrato con fotógrafa, cámara y amigo», de la que se ha seleccionado una de sus obras como portada de este número. Pedro Herrera, artista plástico, nos da a conocer la visión de su trabajo con una muestra luminosa y lúdica.


Quito, rodeada de volcanes

Por Patricio Ramón Ingeniero del Instituto Geofísico de la Politécnica Nacional

Volcán Pichincha. Foto Patricio Ramón.


E

l Ecuador, al estar ubicado dentro del denominado Cinturón de Fuego del Pacífico, está expuesto a grandes terremotos y erupciones volcánicas. Tan solo en los últimos quince años se han producido trece erupciones en nuestro país, incluyendo Galápagos; así, por ejemplo, en el año 2005 entraron en actividad el Tungurahua, Reventador, Sangay, Sierra Negra y Fernandina —estos dos últimos en Galápagos, uno de los centros volcánicos más activos del mundo—.

abandonados luego de que una gran erupción del volcán Pululahua, hace aproximadamente 2300 años, sepultó a la cultura Cotocollao y cubrió de ceniza una amplia zona de la cuenca de Quito con unos diez centímetros de espesor. Estos mismos camellones fueron abandonados, así mismo, luego de las erupciones del Guagua Pichincha primero, y posteriormente del volcán Quilotoa, hace 980 y 800 años respectivamente.

Las crónicas de 1533 relatan que, cuando los conquistadores españoles se apresuraban a Los estudios del Instituto Geofísico (IG) de fundar la ciudad de Quito, en las inmediaciones la Politécnica Nacional han de la provincia de Chimborazo identificado 84 diferentes fueron sorprendidos por edificios volcánicos una intensa caída de cenizas cuaternarios dentro del y cascajo —originada muy territorio continental, la posiblemente en el volcán mayoría de ellos, sin embargo, Tungurahua—, los ya son extintos. En los últimos atemorizados indígenas, La ciudad de Quito diez mil años 17 volcanes que intentaban oponerse está rodeada por atravesaron varios períodos a los invasores, huyeron más de una veintena eruptivos, y desde el siglo despavoridos frente a este de volcanes en XVI cinco o seis volcanes han designio de la naturaleza que diversos estados entrado en actividad, esto vieron contrario a su lucha. de actividad significa que ha ocurrido La ciudad de Quito, enclavada por lo menos una erupción 1 en un valle internandino al pie importante cada 50 años. (Ver de la Cordillera Occidental, figura 1). está rodeada por más de La constante actividad de una veintena de volcanes en nuestros volcanes ha marcado diversos estados de actividad de manera determinante la presencia del (ver figura 2), algunos lejanos, como el volcán hombre a través de los tiempos. Hay evidencias Reventador, que se encuentra a 90 kilómetros de que, durante el período precolombino, la hacia el este y sin embargo ha cubierto la urbe actividad volcánica incidió negativamente sobre con una capa de ceniza de tres milímetros3, o los asentamientos e intentos de colonización el volcán Quilotoa, ubicado a 89 kilómetros al de nuevos territorios por parte de nuestros suroeste, y que erupcionó hace ochocientos años ancestros. cubriendo de ceniza gran parte del país, dejando un depósito de cerca de veinte centímetros Se ha podido constatar que los camellones2, de espesor en el área de nuestra actual capital, los cuales constituían una técnica ancestral lo cual debe haber sido catastrófico para los usada hace miles de años para aprovechamiento habitantes de la época. agrícola y optimización del terreno, y que han sido encontrados en algunas excavaciones Todas las elevaciones que circundan a Quito, arqueológicas al norte de Quito, fueron excepto el Sarahurco, al sur del volcán 9


Cayambe, están constituidas por volcanes y los productos de su actividad pasada (ver figura 2), siendo el más cercano el Pichincha, ubicado a unos 11 kilómetros de la ciudad, que en realidad es un complejo volcánico constituido por Rucu Pichincha, de 4696 metros sobre el nivel del mar y el más antiguo y cercano a la urbe; el Guagua Pichincha, de 4776 metros, y el más joven y elevado, en cuyo interior se aloja una caldera formada por el colapso del volcán original4. La disposición de esta caldera, abierta hacia el occidente, ha impedido que flujos directos lleguen hasta la ciudad, localizada al este. Además lo constituyen elevaciones llamadas Cruz Loma, Cóndor Huachana, Padre Encantado, Loma de las Antenas y Ungüí.

Otro volcán cercano a Quito es el Pululahua (foto 1), el cual se lo creía extinto, pero en la década de los setenta se encontraron evidencias de que se encontraba en actividad. Está ubicado a escasos 26 kilómetros al norte del centro de la ciudad y, en la actualidad, constituye prácticamente el extremo septentrional hasta donde se extiende la zona urbana. Como hemos mencionado su última gran erupción ocurrió hace unos 2300 años, originando flujos piroclásticos que se extendieron desde San Antonio hasta Pomasqui, dejando potentes depósitos de bloques y ceniza, sobre los que se encuentra el actual monumento a la Mitad del Mundo.

Figura 1. Erupciones en el Ecuador durante los últimos 6000 años

Quito Riobamba

Latacunga

Ambato

Puyo

Nota: En este cuadro solamente se presentan las erupciones más importantes de cada volcán.

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Figura 2.Volcanes que rodean Quito


Hacia el sur encontramos el AtacazoNinahuilca, a 27 kilómetros al suroeste de la ciudad, con una altura máxima de 4455 metros sobre el nivel del mar. Igualmente, como en el caso del Pululahua, hasta hace poco se pensaba que este era un volcán apagado, los trabajos de IG/IRD han determinado que la última erupción de este volcán ocurrió hace unos 2270 años, sin embargo su más grande erupción ocurrió hace unos 4400 años, en este evento la caída de piroclastos y ceniza alcanzó los 25 centímetros de espesor a unos cuatro kilómetros hacia el noroeste, pero a unos 12 kilómetros hacia el occidente-suroccidente se acumularon 103 centímetros que llegaron por los vientos predominantes. Otros volcanes cercanos son el Ilaló, ubicado en el valle de Los Chillos, muy conocido por sus fuentes termales; el Casitagua (foto 3) ubicado entre los volcanes Pululahua y Pichincha hacia el norte de la ciudad, y el Corazón, hacia el sur del Atacazo-Ninahuilca. Todos ellos son considerados extintos y se estima que no han tenido actividad eruptiva en los últimos diez mil años.

Notas: Denominamos erupciones importantes a aquellas que han sido lo suficientemente grandes como para dejar un registro o depósito geológico reconocible posteriormente; las erupciones del Tungurahua de 2006 y del Reventador de 2002 son consideradas de «intensidad baja a moderada», sin embargo la erupción del Guagua Pichincha, en octubre de 1999, a pesar de la grave afectación que causó a la capital, es considerada de «baja magnitud» y prácticamente no dejó un registro geológico reconocible.

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Los camellones, técnica agrícola precolombina usada en lo que hoy es Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia, consistía en montículos rodeados de dos canales excavados, el agua de los canales se distribuía por capilaridad, provocando las raíces de las plantas se orientaran hacia abajo lo cual permitía colocarlas muy próximas unas a otras, el sistema optimizaba la producción al requerir menos espacio para la misma.

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La erupción del volcán Reventador en el año 2002 originó una nube de ceniza de más de 16 kilómetros de altura que, arrastrada por los vientos, llegó hasta el sureste de Colombia y el noroccidente de Brasil.

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La caldera del Guagua Pichincha contiene un domo activo que erupcionó de 1999 a 2000. De los estudios efectuados por el IG/IRD se conoce que los más importantes episodios de actividad ocurrieron hace 8150, 1400 y 980 años. La erupción de hace 980 años ha sido una de las mayores ocurridas, pues dejó un depósito de diez centímetros de espesor en la cuenca de Quito. Están documentadas erupciones en 1566, 1582 y 1660, en esta última, fechada el 27 de octubre de 1660, la caída de ceniza y cascajo fue de tal intensidad que las crónicas de la época indican que «el día se hizo noche y la noche duró 40 horas».

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Foto 1. Volc谩n Pululahua. Foto Patricio Ram贸n.



Foto 2. Volc谩n Pichincha. Foto Patricio Ram贸n.



Foto 3. Volc谩n Casitagua. Foto Patricio Ram贸n.


Bramidos y estruendos Juan de Velasco Fragmento de Historia del Reino de Quito (1789).

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a padecido la ciudad de Quito notables quebrantos por tres caminos. Uno, el de las erupciones del volcán de Pichincha y de terremotos; otro, el de las pestes y epidemias; y otro, el de los tumultos. […] La primera erupción que hizo aquel monte fue en el 1539,1 arrojando muchos peñascos hacia el ejido de Iña-quito, por un lado de la ciudad, y con poco daño de ella; mas causando efectos espantosos a la distancia de muchas leguas, según referí en la Historia Antigua. La segunda erupción que hizo, en el 1577, fue más sensible en la ciudad, por el terremoto que causó en ella, con algún quebranto de las casas, volviendo a arrojar mayor copia de peñascos, por la misma parte del ejido. La tercera, mucho más formidable, la hizo el 3 de septiembre de 1587, a las dos horas de la tarde. Fue tan violento el movimiento de la tierra, que parecían oleajes encontrados del mar, sin que ninguno pudiese mantenerse en pie, hasta pasando largo tiempo. De las fábricas de la ciudad cayeron muchas a plomo, y entre ellas varias iglesias y torres, y las que no cayeron quedaron inhábiles, a excepción de muy rara. El trabajo general ruina de que, con manifiesto prodigio, eximió Dios a los Jesuitas, se conmutó en el que tomaron de socorrer y auxiliar a tantos infelices, de los que murieron oprimidos no pocos centenares. Con el denso humo y el diluvio de cenizas, se obscureció del todo la atmósfera, de suerte que anduvieron con faroles por las calles, plazas y ruinas, confesando a unos, auxiliando a morir a otros, curando aquéllos y ayudando en cuanto podían a todos en tan gran conflicto. Duró éste en la mayor consternación, el espacio de tres días, que allí fueron tres continuadas y lóbregas noches, sin verse más luz, que la de los encendidos peñascos que arrojaba el volcán. Los lamentables efectos duraron largo tiempo, hasta parte del año siguiente, en que dieron principio a la refacción de la ciudad.

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La cuarta y última erupción, mucho más terrible que todas las precedentes, la hizo en el 1660. Dio principio el 24 de octubre, con bramidos y estruendos, como avisando a que se preparasen todos. Siguiéronse los globos de fuego o de encendidos peñascos, que se veían subir hasta las nubes; mas con la facilidad, de que abriendo una nueva y muy baja boca, por la parte contraria de la ciudad, hiciese toda su inundación por ella. Participo no obstante de los continuos movimientos de la tierra, desde el día 27 en que fue su mayor erupción, con la cual parecía acabarse el mundo, con tinieblas tan densas que igualaron las noches con los días. Espavoridas aun las fieras de las selvas y montes, se vieron esta ocasión obligadas a buscar refugio entre los hombres, metiéndose como mansos corderos en las casas de los poblados. Cayeron sobre la ciudad tantas piedras, arena y ceniza, que cayeron muchas casas hundidas con el peso; y esperaban todos por momentos el que la ciudad fuese enteramente sepultada. Fue grandísima la consternación, y no se oían, sino lamentos y últimas disposiciones para la muerte, metidas todas las gentes dentro de las iglesias. Trabajaron también gloriosamente los Jesuitas, distribuidos por todas partes, y cogieron un grandísimo fruto con sus exhortaciones y confesiones. Al ir serenando algún poco, se hicieron de todas las iglesias y Comunidades procesiones de penitencia, a que se siguió una gran reforma de costumbres. Oyóse el estruendo de esta erupción espantosa hasta las selvas y reducciones del Marañón; y ocuparon sus cenizas más de 200 leguas de diámetro y más de 800 de circunferencia. Las ocultas venas de los montes y correspondencia que por ellas tienen los volcanes hicieron que el vecino monte nevado de Sincholahua tuviera al mismo tiempo un derrumbe hasta la mitad de su elevación. Despidió por eso tanta piedra, barro y nieve, que deteniendo un río, por largo tiempo, causó horrenda inundación, con grande

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estrago de las campañas, ganados y heredades de aquel distrito. Prosiguieron hasta el año siguiente 1661, los interiores derrumbes del volcán, causando por cada uno de ellos más ligeras ya las convulsiones de la tierra. No obstante, la última de ellas fue tan violenta, que llegó a consternar a todos los habitadores, como ninguna de todas las pasadas. Temiendo por momentos el que la ciudad fuese el común sepulcro de todos, al ver repetido con tanta fuerza aquel terrible azote de la divina Justicia, resolvieron desampararla enteramente y buscar refugio en las distantes campañas. Lo hubieran ejecutado sin duda, si la piedad divina no los hubiera contenido con un claro aviso de su misericordia, por boca de su siervo el Venerable P. Fray Domingo de Brieda. Este Varón ilustre, que florecía a la sazón en santidad, en su Convento de San Francisco de Quito, consoló a todos, con decir solamente que no tendría la ciudad más ruinas, porque la defendía su singular Protector el Vble. P. Juan Pedro Severino, años ha muerto en el Colegio Máximo de los Jesuitas. Obligado por su confesor a que declarase éste su dicho, lo hizo, diciendo que el 24 de octubre del año antecedente, en que hizo su mayor erupción el volcán, había visto y conocido sobre la boca al P. Severino, quien con su manteo divertía otras partes los encendidos peñascos, para que no cayeran sobre la ciudad. Divulgada esta visión, se aquietaron los ánimos extremadamente conturbados, porque les constaba a todos la santidad del que los consolaba, no menos, que la del nuevo Protector que tenían. Fueron efectivamente muy cortos y lentos los posteriores movimientos de la tierra, y quedó con ellos enteramente extinguido el volcán desde entonces.

Nota: Juan de Velasco menciona algunas fechas de erupciones que no han sido verificadas (1539 por ejemplo).

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el devenir minero Y la renta de la tierra

anteCedentes

Por Alfonso Castillo

Tomás Ochoa, de la serie Cineraria, pólvora sobre lienzo, 150 x 230 cm. (2010)

Este artículo contiene obras de Tomás Ochoa de su serie Cineraria, expuesta en ArteActual FLACSO y en el Centro de Arte Contemporáneo de Quito en 2012 y 2013. […] Los textos que acompañan a estas imágenes corresponden a los testimonios de cuatro mineros centenarios que un día trabajaron para la S.A.D.C.O. y son un intento por restituir una memoria colectiva contrastándola con una iconografía que forma parte del relato colonial. […] A lo largo de la historia de la fotografía lo determinante siempre ha sido la mirada. En esta serie las imágenes confiscadas proceden de una mirada colonial que al ser incineradas no desaparecen, por el contrario se recrudecen, de modo que se acentúa la violencia que está implícita en esa mirada, aquello que me hiere. Una paradoja que no se resuelve, tal como ocurre con la contradicción inherente que existe entre los signos e imágenes grabados en una urna cineraria y las cenizas que contiene. Tomás Ochoa, Zurich, 2010 (de Tomás Ochoa Relatos Transversales)


R

ecordemos que la monárquica España de Isabel y Fernando, consolida su reino mediante la heredad a su joven nieto Carlos I, quien unifica las coronas de Castilla, Aragón y Navarra y, posteriormente, los destinos de Europa como Carlos V en calidad de Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, determinando también el destino y futuro de la descubierta América con su espíritu mercantil flamenco y la espada ibérica.

financiera, comercial, productiva, se difunden e inyectan a los circuitos de acumulación flamencos, holandeses, genoveses, etc. haciendo que cantores y poetas españoles lamenten: «Estos Reinos vienen a ser Indias de extranjeros». Gabriela Airaldi describe la metamorfosis y despliegue en esta época: «…del hombre frío, el que sabe separar la economía de la ética, relegando los problemas de su conciencia a la cuenta del señor Dios al final de su testamento…», mutación que cambia la historia para el nuevo y viejo mundo, con la combinación de hombres, naves y capitales, que impone un dinamismo imprevisible al intercambio, finanzas, inversión, productividad y hasta la misma interpretación de estos hechos.

El proceso de la acumulación originaria capitalista emerge y se fundamenta en buena medida con el dominio territorial y explotación de minerales como el oro, plata, cobre, hierro, mercurio. Las crónicas de la conquista americana, iniciada en el siglo XV, destacan la búsqueda-traslado y posterior extracción y explotación de metales preciosos conocido Los Andes como «mitas» (Potosí, Guanajuato, se consideran Zaruma). Para 1450 la industria minera del Imperio emerge con gran intensidad y prosperidad, gracias al invento y aplicación del método que permitía separar y extraer la plata contenida en el mineral de cobre, que incrementó los beneficios y revolucionó la explotación minera. Los pequeños explotadores mineros no pudieron financiar los nuevos equipos para trabajar más profundo y construir fundiciones con el nuevo método de extracción de plata.

como depósitos privilegiados de diversos procesos de mineralización, especialmente de oro, plata y cobre

La inestabilidad económica, política, militar del «Imperio donde no cae el sol» y sus empresas de exploración, conquista y dominación transoceánicas son financiadas por la banca Fugger, a cambio de la concesión de ventajas y beneficios extraordinarios, relacionados con la plata y oro procedente de América y su acuñación monetaria. Toneladas de metales preciosos extraídas desde lejanas colonias del Imperio Español, por mediación 21

Al otro lado del Atlántico y frente a la costa del Pacífico, la metalurgia prehispánica identificada por los vestigios de piezas de oro, plata y hasta platino, son expresión minimizada de las técnicas extractivas y metalúrgicas desaparecidas e ignoradas por la voracidad hispana tras el perseguido «Dorado».

En nuestro país algunas investigaciones reportan metalurgia desde el 400 a.C. en el periodo denominado Desarrollo Regional (culturas Tolita, Jama-Coaque y Bahía), consolidándose en el periodo de Integración con las culturas Manteño, Milagro en la costa y Carchi, Cañar en la sierra. Los Andes, producto de gigantescas colisiones entre placas terrestres y marinas, se consideran como depósitos privilegiados de diversos procesos de mineralización, especialmente de oro, plata y cobre. Las culturas precolombinas desarrollaron procedimientos de extracción por bateaje y explotación superficial. Las técnicas de aprovechamiento y fabricación de piezas, muestran el manejo de temperaturas mayores a los mil grados centígrados para el oro y cobre, sorprendiendo


la fundición del platino sobre los 1700 (cultura Tolita), las aleaciones de cobre y plata, oro y cobre y hasta de bronce (cobre y estaño), también la elaboración de piezas desde finos laminados, el templado del metal mediante hornos llamados wayras y su afinación mediante varias fundiciones para separar y purificar el metal, fusión a la cera perdida, enchapado y soldado, aplicando diversas técnicas de decoración: martillado, repujado, cincelado, filigrana, calado, incrustación, y también sofisticados acabados. Se reconoce, desde lo simbólico y sagrado, la creación de mitos, ritos y creencias en la América precolombina relacionados a los procesos de extracción metalúrgica y su elaboración. La vida, la muerte, la inmortalidad, el poder, el prestigio, el cosmos, las mutaciones tuvieron relación con los procesos de transformación de la piedra bruta hasta la condición sagrada.

objetos de oro, mientras al sur proliferan las piezas de cobre y plata, reforzando la existencia de intercambios estilísticos y metalúrgicos, especialmente con el norte del Perú.

Cumplida la conquista del continente americano, las naciones europeas extrajeron el oro y plata disponible. Agotada esta riqueza en pocos años, los españoles inician la explotación minera siguiendo los indicios y datos indígenas de lavaderos auríferos y minas, concentrando su actividad en dos ejes plateros: Potosí (1545) y Zacatecas (1548), que logran volúmenes entre el 70-80% de la producción mundial de plata de la época, mediante la aplicación estratégica de la recuperada mita incaica, que Mitos, ritos movilizó y canalizó abundante y creencias trabajo indígena obligado, en la América hacia estos ejes de potente precolombina, acumulación que, además, están relacionados determinaron la conformación a los procesos de y articulación del resto de los extracción, territorios coloniales. metalúrgica

y elaboración de los metales

Para Olaf Holm (1978) el cobre convertido en hachasmonedas, que representa precisamente riqueza y poder, sin relación monetaria por su fragilidad, tendría funciones simbólicas y tributarias, además llama la atención que en estos territorios no existan vestigios de explotación y no se conozcan minas de cobre, señalando la importancia del intercambio con territorios mineros con sus implicaciones y complejidades. Caterine Lara (2006) ratifica que los registros metalúrgicos revelan que en las provincias del norte del Ecuador (Esmeraldas, Carchi e Imbabura), cuentan con mayor cantidad de

El abastecimiento de alimentos, vestidos, artículos manufacturados, etc. corresponde a territorios y ciudades alejadas como Quito y Cuenca en Ecuador, convertidos en proveedores de los centros mineros, cuyos procesos de fundición y purificación del metal exigen grandes cantidades de leña de zonas aledañas, provocando desertificación y penuria de alimentos y animales. La producción minera se mantiene baja hasta la amalgamación con mercurio, desarrollada en Sevilla en 1555. Este procedimiento se aplicó en Perú y México a partir de 1570, con ventaja para el primero por el descubrimiento y producción de mercurio en Huancavelica,

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Tom谩s Ochoa, de la serie Cineraria, p贸lvora sobre lienzo, 150 x 230 cm. (2010)


mientras el segundo cubría costos elevados de importación desde Almadén, mina explotada por los Fugger. El azogue se combina con el incentivo de pago a los indios para disparar la producción platera hasta inverosímiles volúmenes, de Potosí un fraile expresa: «vive […] para cumplir tan peregrinos deseos como tiene España, vive para rebenque del turco, para envidia del moro, para temblor de Flandes y terror de Inglaterra» pero como contraparte incrementa el costo en vidas indígenas. Entre 1540 y 1700 las minas del nuevo mundo producen alrededor de cincuenta toneladas de plata, duplicando la existencia y circulación de este metal en Europa.

disponibilidad de los preciados indios mitayos entre mineros y encomenderos, explica el destino de Zaruma, sus apogeos y deterioros productivos. Sin embargo entre el siglo XVI-XVII se extrajo grandes cantidades de oro de éstas minas. Los limitados recursos navales y militares hicieron imposible la viabilidad y sostenimiento del vasto imperio español, basado en la explotación y rapiña.

Después de poco más de dos siglos el poder y sistema colonial se debilita. Desde Europa llegan voces de libertad, fraternidad e igualdad hasta receptivos oídos mestizos americanos, que inician el Los limitados proceso de independencia de recursos navales América y la creación de los y militares hicieron estados nacionales a lo largo imposible del siglo XIX. La producción la viabilidad agrícola y minera se estanca por y sostenimiento las acciones bélicas contrayendo del vasto imperio mercados y circuitos nacionales español, basado e internacionales.

El Virrey Toledo informa a su majestad el 27 noviembre de 1579 que en la provincia de Quito, en las minas de en la explotación Zaruma, ubicadas en el y rapiña distrito de la ciudad de Loxa, Bolívar conservacionista existen 22 ingenios para el beneficio de los metales Simón Bolívar merece un de oro y recomienda que capítulo especial por los sean favorecidos con indios principios conservacionistas y mitayos para incrementar jurídicos establecidos para el los quintos para la Corona aprovechamiento de la riqueza mineral, al sentar (indios que fueron retirados por los malos tratos las base para el derecho minero de la Gran infringidos). La mita no era exclusivamente Colombia (proclamada en 1819 en Angostura explotación y laboreo de minas, sino todos los y conformada por las futuras repúblicas de trabajos complementarios, pero imprescindibles Colombia, Venezuela, Ecuador y Panamá). de su entorno.1 La legislación imperial aplicada en las minas más ricas como Guamanga, difiere con la ambigüedad que se provee para Zaruma, en especial sobre las tareas, tiempo de trabajo y descanso, pagos, provisión y precios de alimentos, entre otras. La disputa y

Crea las direcciones mineras en febrero de 1825 en la capital de cada departamento que dependen de la Dirección General de Minería. Establece que las minas derrumbadas, aguadas o abandonadas por sus antiguos poseedores y las despobladas o abandonadas al proclamarse

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la Independencia, son de propiedad del Estado. Los denunciantes de minas abandonadas según las Ordenanzas de Minería y requisitos de Ley serán amparados en su posesión, aunque se hubieran tomado dichas minas después de la Independencia. Además los prefectos debían cumplir con inventariar las minas en sus departamentos e informar sobre su estado al gobierno supremo. Como medida de fomento minero, mediante el Decreto de Bogotá del 24 de diciembre 1828, exceptúa del servicio militar por seis meses renovables al siguiente personal: directores, sobrestantes, mineros, peones y otros que se encarguen de casas, molinos e ingenios para minería de metales y piedras preciosas. En Quito, el 24 octubre 1829, regula de manera integral la minería de todo tipo, las concesiones en propiedad y posesión a las personas que cumplan con las ordenanzas específicas. Se fija aranceles por el título de propiedad minera de metales y piedras preciosas que fomentarán la enseñanza de minería y mecánica, que en lo posible se fundará en cada provincia minera. Las nuevas denuncias se realizarán a través del gobernador, presentando muestras del metal o piedras preciosas y precisando la ubicación, seno o veta. Establece el procedimiento legal para los gobernadores que actuarán en los casos de menor cuantía, para causas de mayor cuantía serán los jueces los que dicten sentencia, por último se encomienda a prefectos y gobernadores impulsar y promover las empresas de descubrimiento y explotación minera. M. B. Bolinaga, señala el criterio predominante de Bolívar de dominar la naturaleza pero no destruirla, como hombre de guerra y estadista conoció territorios, realidades y problemáticas productivas de la República y procuró la conservación de los recursos mediante fomento de la forestación, obras sanitarias y de riego. 25

Constituida la República de Ecuador en 1830, la minería no tiene mayor despliegue ni tratamiento, hasta finales del siglo XIX, en que reinician actividades alrededor de Portovelo y Zaruma.

Rodrigo Murillo Carrión (2000) retrata de manera precisa este final de siglo: «…a los Estados Unidos, convertidos en el poder hegemónico del hemisferio, cuyos capitales habían iniciado la explotación minera en Bolivia, Chile, Perú y en nuestro país de las minas de Macuche y Portovelo, con la South American Development Company (SADCO), que tuvo “enorme influencia en la vida interna del país” (Ayala, 1882:112), y un peso determinante en la configuración del pueblo emergido. La empresa norteamericana impuso un modelo de trabajo que dio como resultado un conjunto articulado de valores y comportamientos; una subcultura, capitalizada en términos de identidad; de sello distintivo, operativo en circunstanciales tiempos de crisis […] una explotación indiscriminada y sin control centralizado —estatal o empresarial— fomenta la codicia, el desorden social y cultural.» La SADCO, entre 1897 a 1951, produjo aproximadamente 3,5 millones de onzas de oro y 17 millones de onzas de plata, además de concentrados de cobre, plomo y zinc. En estos 54 años tuvieron lugar, entre otros acontecimientos históricos, la Revolución Liberal de Alfaro, el crimen de El Ejido, la conformación del Banco Central del Ecuador (1927) con el apoyo de la Comisión Kemmerer. En 1938 el General Alberto Enríquez establece mecanismos de fomento de la producción aurífera en los lavaderos ecuatorianos y la reglamentación de la Dirección General de Protección, Control, Explotación y Adquisición de Oro, Galo Plaza se encargaría de finiquitar las actividades de la SADCO en Ecuador en el año 1951.


Tom谩s Ochoa, de la serie Cineraria, p贸lvora sobre lienzo, 200 x 300 cm. (2010)


Entre los 60 y 70 el estancamiento y reflujo minero es evidente en el país, la crisis petrolera internacional desatada por los países árabes, el cambio del oro como patrón monetario por el dólar norteamericano en 1973, coincide en Ecuador con el inicio de la explotación petrolera, en consecuencia la renta recibida por este recurso natural no renovable, se convierte en la fuente básica y de mayor recurso fiscal hasta hoy (40 años), que impulsa desde la esfera especialmente pública el desarrollo del país. Respecto a este anhelado «desarrollo» es interesante recordar las palabras de E. Morín (1971): «…la política tiende hoy a ordenarse según la línea vectorial que es la del desarrollo. Sin duda, una política del desarrollo del hombre no ha sido dibujada todavía… Así, pues, hay en gestación en el mundo una política del desarrollo del hombre a partir de la noción (que habrá de ser negada, rebasada, fosilizada) de subdesarrollo.»

Para los 90 se presentan algunos proyectos mineros sin provocar cambios en la tendencia anotada, sin embargo se emite la primera Ley de Minería (1991), la empresa Billinton descubre cobre porfídico en la Cordillera del Condor, Provincia de Zaruma. La información de yacimientos metálicos y no metálicos con reservas estimadas, probables y hasta probadas de cobre, oro, plata, molibdeno, caliza, etc. ya resulta de interés para inversionistas nacionales e internacionales. La exportación oficial en 1998 de oro y plata alcanza 65 millones de dólares, sin considerar el comercio ilegal.

El criterio predominante de Bolívar era dominar la naturaleza pero no destruirla

Los años ochenta En los 80 la actividad minera desordenada, caótica y afiebrada retorna con el redescubrimiento de las minas auríferas de Nambija, con presencia de artesanos y pequeños mineros, es una década perdida para América Latina y Ecuador, producto del auge de las tesis neoliberales y del Consenso de Washington. Entre los 70 y 80 el Estado ecuatoriano generó y acumuló valiosa información geológica minera. Es la obtenida con el apoyo de misiones geológicas exploratorias y prospectivas internacionales de Naciones Unidad (1970), 27

española (1980), alemana (1982), belga (1989), japonesa (1992) y británica (1995).

La tradición minera

Un rápido recorrido incompleto y superficial de la actividad minera en Ecuador, evidencia el conocimiento, la técnica y arte de los metales desde tiempos prehispánicos, los procesos de conquista y colonización, independencia y república, estuvieron relacionados con la explotación y acumulación de metales preciosos en el marco del sistema capitalista que, en la actualidad, enfrenta la más grave y compleja crisis sistémica y civilizatoria la cual E. Morín (1971) advirtió con clarividencia como: «…una crisis más individualizada, más íntima (de donde nace la dificultad de encontrar su antídoto político)».

Minería en el siglo XXI El gobierno actual impulsa la minería a gran escala desde la Asamblea Constituyente con la


expedición del Mandato No. 6, que permite reordenar y actualizar los procesos de concesión. La Constitución 2008 ratifica la competencia exclusiva del Estado sobre los minerales y su dominio absoluto, inalienable e imprescriptible, cuya explotación se define como estratégica, y en particular anota que los beneficios del Estado no serán inferiores a los de la empresa que los explote. La nueva Ley de Minería (2009) establece que la política minera es atribución del Presidente(a) de la República, señala las modalidades de explotación que puede desarrollarse mediante empresas públicas (ENAMI EP), mixtas o privadas, comunitarias, asociativas y familiares,

Proyecto Río Santiago Isimanchi Conguime La Bonita Telimbela El Torneado Llurimagua Nanguipa Unacota Huambuno Pacto Tola Norte

así como los cambios en la institucionalidad sectorial, entre otros importantes temas el respeto y remediación ambiental y participación de los gobiernos locales y comunidades en la renta minera. El 5 de marzo 2012 se firma el primer contrato minero a gran escala entre el Estado ecuatoriano y la compañía Ecuacorriente S.A. de capital estatal chino, para la explotación y exportación de concentrados de cobre desde la mina «Mirador» de Zamora Chinchipe. La Empresa Nacional Minera ENAMI EP identifica doce proyectos estratégicos en mayo de 2013 a nivel nacional:

Mineral oro caliza oro aluvial cobre cobre, molibdeno cobre, molibdeno cobre, molibdeno cobre, molibdeno, oro caliza oro aluvial oro hierro, titanio

Provincia Esmeraldas Zamora Zamora Sucumbíos Bolívar Bolívar Imbabura Zamora Cotopaxi Napo Pichincha Esmeraldas

HA

Total

38.79 4.60 4.10 17.49 4.03 17.88 4.84 4.97 2.75 2.60 4.65 6.82 109.81

Fuente: ENAMI EP, Elaboración AC

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Tom谩s Ochoa, de la serie Cineraria, p贸lvora sobre lienzo, 150 x 240 cm. (2010)


Paralizadas desde febrero las negociaciones entre el Estado y la Compañía Kinross (sexta productora mundial de oro), para la explotación del proyecto Fruta del Norte, al momento se consideran reformas legales, especialmente al tratamiento de regalías e impuesto a las ganancias extraordinarias, que favorezcan las inversiones mineras de los próximos proyectos de explotación metálica y no metálica.

prospección) y el horizonte de largo plazo que requiere su maduración. Es de señalar que la actividad minera es muy lucrativa. Las utilidades obtenidas por las grandes corporaciones mineras son extraordinarias y duraderas, primero a pesar de aplicar tecnología de punta no son generadoras de la misma, sus operaciones minero-metalúrgico abarcan desde la exploración hasta la fundición, refinación y comercialización del mineral, siendo en estos ámbitos que desarrollan cierto «cómo hacer», e innovaciones relacionadas con las modalidades de explotación de los yacimientos y beneficio de los minerales.

En esta controvertida coyuntura nacional e internacional, matizada por las diferentes perspectivas respecto a la explotación minera, sus beneficios y consecuencias, resulta importante contribuir en la En este sentido hay que comprensión de la relación considerar un factor en de esta actividad con el el análisis de las grandes Las compañías Estado y el gran capital tanto corporaciones mineras: el mineras suelen en Latinoamérica como en monopolio —en cuanto a la tener un efecto Ecuador. En este sentido es propiedad en usufructo— multiplicador sobre posible registrar y considerar que detentan sobre depósitos las economías algunos elementos puntuales minerales de grandes regionales bastante desde el análisis de la gran proporciones, con cualidades restringido minería mexicana por geológicas y económicas de Delgado y del Pozo (2001), excepción, Sobre esta base se que presentan algunas generan condiciones favorables características propias, que para la obtención de cuantiosas sin duda deben validarse ganancias bajo la forma de renta y profundizarse desde las del suelo, donde la posesión o especificidades de cada país de nuestra América. usufructo de un recurso natural se convierte en una barrera infranqueable y una fuente Las corporaciones mineras operan con una insuperable para la apropiación de plusvalor. elevada intensidad de capital, en contraste el nivel de ocupación tiende a ser relativamente La actividad minera y en particular los reducido. renglones de la misma relacionados con las grandes corporaciones que hegemonizan el Los salarios mineros tienden a situarse sobre sector, se distingue por exhibir una vocación los promedios nacionales, sin embargo las fundamentalmente exportadora. El hecho de empresas mineras logran elevar sistemática que el grueso de la producción minera se dirija y permanentemente su productividad. A al exterior, implica —por el carácter rentista diferencia de otras ramas productivas, las de la gran minería, su elevada intensidad inversiones en el sector minero tienen una doble de capital y la composición nacional de la (condición) particularidad: su (indudable) propiedad o usufructo de los yacimientos— sustancial componente de capital de riesgo una transferencia de plusvalor de la economía (especialmente en la fase exploratoria o de internacional a la nuestra. 30


Las grandes corporaciones mineras disponen de notable solvencia y capacidad financiera, en función de sus elevados márgenes de utilidad y ganancias extraordinarias, sin embargo, por el ámbito de la división del trabajo en el que se circunscriben, las compañías mineras suelen tener un efecto multiplicador sobre las economías regionales bastante restringido. La Asamblea Nacional, entre junio y julio de 2013, aprobó la Ley Orgánica Reformatoria a la Ley de Minería y se allanó respecto a las observaciones del Ejecutivo sobre la misma; entre los principales cambios para la actividad anotamos los siguientes: Establece normas para sancionar la minería ilegal, prohíbe la participación de las empresas mineras en paraísos fiscales, el uso de mercurio en sus operaciones, incorpora el régimen de mediana minería sujeta al Código de la Producción, cambia el concepto y aplicación de los ingresos extraordinarios, incluye a la SENPLADES en la Agencia de Regulación y Control Minero (ARCOM). Exceptúa de remate o subasta pública a las concesiones mineras desde el Estado, a cambio de delegar a empresas estatales extranjeras o sus subsidiarias, compañías de economía mixta o a consorcios con participación mayoritaria estatal. Reduce los trámites para obtener la licencia ambiental. Norma trámites e informes de la actividad artesanal y pequeña minería, determina que el oro extraído por los artesanos legalmente autorizados, será comercializado por el Banco Central o por las instituciones financieras públicas.

Notas González, Laura, Minería y trabajo indígena en los Andes, Guamanga y Zaruma, 1992.

1

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Mineros de Zaruma, foto archivo familia Erazo Espejo.


Encuentro Internacional de Arqueología Amazónica Por Stéphen Rostain

Río en la Amazonía ecuatoriana, foto Stéphen Rostain.

Representante del Instituto Francés de Estudios Andinos en el Ecuador. Presidente del Tercer Encuentro Internacional de Arqueología Amazónica


Q

uito y Amazonía, dos nombres que a primera vista no se conjugan fácilmente. Sin embargo, desde esta ciudad partió la expedición europea que encontraría el mayor río del mundo. El Amazonas —que mide alrededor de 6400 kilómetros de largo— es el único río que fue descubierto desde su fuente hasta su desembocadura.

política y la estratificación social. Se sostenía que las sociedades complejas bajaron de los Andes a la Amazonía explicando su declive por la pobreza del medio natural, al cual no lograron adaptarse. Se deducía que las tierras bajas estériles provocaron el estancamiento cultural de sus habitantes.

Sabemos hoy en día que la realidad es mucho más matizada y que la Amazonía, lejos de ser una tierra de degeneración cultural fue, al contrario, un centro múltiple de invenciones tecnológicas y socio culturales, proviniendo de ella, en gran parte, innovaciones tan esenciales como la domesticación de plantas y la agricultura, la arquitectura en tierra o piedra y la cerámica e iconografía mitológica. En esta región, por ejemplo, La Amazonía fue la agricultura aparece hace un centro múltiple aproximadamente 2000 de invenciones o 4000 años. Antes, por tecnológicas y supuesto, se debieron socio culturales tan domesticar las plantas, esenciales como la proceso que se realizó con domesticación de frecuencia en el bosque plantas y la tropical. Así, un maíz agricultura recogido en el lago Ayauchi en la provincia de MoronaSantiago en Ecuador dio una fecha 4000 a.C.

En 1541, una expedición dirigida por Gonzalo Pizarro, partió de Quito hacia la Amazonía en busca de oro y del «País de la Canela». La expedición descendió hasta el Napo. Desde allí un grupo de unos cincuenta hombres, entre los cuales se encontraba Carvajal, quién contó esta epopeya en su libro, continuaría por el Amazonas hasta el Atlántico.

Desde este descubrimiento geográfico esencial, la Amazonía ha revelado numerosos secretos insospechados. Algunos de estos hallazgos son resultado de recientes investigaciones arqueológicas que han cambiado radicalmente la visión que teníamos del pasado precolombino del bosque tropical más grande del mundo. Muchas innovaciones técnicas primordiales, de fenómenos sociales esenciales y de creaciones artísticas únicas no provinieron, como se piensa aún con demasiada frecuencia, de los Andes ni tampoco de la Costa, sino de las tierras tropicales bajas de la Amazonía. Durante largo tiempo se creyó que los Andes y la costa del Pacífico fueron los centros de invenciones culturales para toda América del sur. Se les atribuyó la domesticación de las plantas y de animales, el descubrimiento de la cerámica y la metalurgia, la creación de un sistema religioso complejo, la centralización 33

Se encuentran también sitios muy antiguos con monumentalidad de piedra, como es el caso del impresionante asentamiento de Santa Ana-La Florida, ubicado en la provincia de ZamoraChinchipe en el extremo sur de la Amazonía ecuatoriana, con fechas de 3000 a 2000 a.C. y compuesto por estructuras de piedra redondas u ovaladas. Su construcción principal forma una espiral que termina en un gran fogón central, lo que nos permite pensar en la realización de actividades ceremoniales en el lugar. Se hallaron igualmente artefactos excepcionales y muy elaborados como amuletos de piedra, perlas de


turquesa, botellas con asa y cuencos de piedra pulida y esculpida. El uso del cacao ha sido comprobado, demostrándose que esta planta era cultivada desde la antigüedad, al igual que en México o Guatemala.

siendo poco difundidos o desconocidos, por ello el Encuentro Internacional de Arqueología Amazónica fue creado hace cinco años para revelar estos descubrimientos a la comunidad académica y al público en general. Es el evento más importante y de mayor impacto que agrupa a los científicos que trabajan en el pasado de la región y constituye un esfuerzo para organizar la investigación amazónica.1

A más de la arquitectura en piedra, ciertas comunidades precolombinas edificaron notables estructuras monumentales de tierra. Las obras más antiguas conocidas son aquellas ubicadas en la alta Amazonía La ciudad capital acogerá el ecuatoriana, al pie de los Tercer Encuentro puesto que, Andes. Hace más de dos en cierta medida, Quito puede milenios, algunos grupos ser considerada como una ciudad En noviembre humanos comenzaron a amazónica ya que de allí partió de 2011 un construir montículos de la expedición que descubriría el voto público tierra a lo largo del barranco famoso río.2 internacional que domina el río Upano, nominó a la En noviembre de 2011 un voto en la actual provincia de Amazonía como público internacional nominó Morona-Santiago. Se trata de una de las siete a la Amazonía como una de las docenas de complejos cuya maravillas de la siete maravillas de la naturaleza. característica excepcional es naturaleza Este bosque cumple hoy un su organización siguiendo un papel central en la investigación modelo espacial recurrente. científica, en la búsqueda de Esta extensión y cantidad de recursos vitales y en el estudio montículos corresponde sin del futuro de la humanidad. duda a una gran demografía Además, la arqueología ha y a un desarrollo sociocomprobado recientemente el rol esencial que político relevante. esta región cumplió en el pasado en el desarrollo Otro descubrimiento es la cerámica, la misma humano de América del Sur. que no fue difundida como se creía, desde la Sierra, sino inventada localmente hace más de 7000 años, es decir 1500 años antes de la cultura Valdivia. Notas: Gracias a la cerámica, se desarrollaron en el bosque tropical muchos motivos y símbolos que se exportaron a los Andes. Tal es el caso de la iconografía del jaguar que se encuentra en el arte de la cultura andina de Chavín en Perú (1000-200 a.C.). Elementos fundadores de esta cultura se observan en el sitio de Santa Ana-La Florida (3000-2000 a.C.). Los descubrimientos arqueológicos se han revelado extraordinarios aunque continúan

Los arqueólogos que trabajan en esta región vienen organizando encuentros regionales con carácter internacional a fin de reunir a los profesionales de las ciencias humanas y naturales que trabajan en la zona. Los primeros resultados de este esfuerzo desembocaron en la realización de los Encuentros Internacionales de Arqueología Amazónica en las ciudades de Belém-do-Pará en 2008 y Manaus en 2010 en Brasil, eventos que tuvieron un éxito sin precedentes con la asistencia de casi quinientos participantes de América y Europa.

1

En septiembre de 2013 tendrá lugar la única reunión mundial de arqueólogos amazonistas, concentrando cerca de 400 participantes.

2

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Urna funeraria, cultura Napo, Museo del Alabado; foto StĂŠphen Rostain.


El sueño: el plano de la realidad Entrevista a Pedro Herrera

Geometría sagrada 2, gicleé sobre lienzo, 155 X 102 cm.


¿Cómo te iniciaste en el arte?

E

n verdad, no recuerdo haberme iniciado, nací con esta predisposición de explorar los mundos sorprendentes y fantásticos del arte; siempre me apasionaron las líneas curvas que encontraba en la naturaleza, las formas geométricas y su distribución de una forma libre en el espacio, el universo de los sueños como otra forma de vida, el poder que tiene la palabra para crear imágenes visuales; estas experiencias siempre me acompañan. ¿Cuéntanos de tu evolución como artista?

imágenes que definitivamente se estructuran de adentro hacia fuera, lo que nos lleva a comprender que el poder del arte radica en su capacidad de evocar una identidad registrada genéticamente; con frecuencia utilizo la cámara para realizar mi obra, mas no para hacer fotografías; utilizo la tecnología digital ya que los efectos y realidades virtuales que se logran, con frecuencia, son más sorprendentes que los mundos reales; las herramientas que uso son elementos que están al servicio de mis ideas. A pesar de pertenecer a la era digital, percibo que ningún desarrollo tecnocientífico puede garantizar la creatividad, sensibilidad y belleza que sólo residen en el interior del ser humano; todo trabajo artístico primero es mental.

Nuestra generación es parte del desarrollo científico, conocemos la Teoría de la relatividad y el Fenómeno fotoeléctrico de Einstein, la ¿Qué proyectos estás Teoría cuántica de Max Plank, trabajando ahora? Ningún desarrollo la Teoría de las cuerdas de tecnocientífico Joel Scherk y John Schwarz, He sentido la urgencia puede garantizar el Psicoanálisis de Freud, el de desatar el poder del la creatividad, Genoma humano, el hombre inconsciente y explorar el sensibilidad y belleza reverso del pensamiento en la luna y la carrera espacial, que sólo residen en el Mundo virtual y el terror a lógico y racional, quiero el interior del ser una tercera guerra mundial; representar y estructurar humano estas experiencias que me ha relatos visuales, concebidos tocado vivir son el fundamento en mis sueños e ideas que de todo mi trabajo artístico, afloran de mi subconsciente, estoy seguro que el arte vive estoy planteando una y se manifiesta de acuerdo al reflexión sobre el poder espacio-tiempo que le corresponde. comunicacional y expresivo de la combinación ¿Cuál es tu búsqueda como artista? Quiero explorar los latidos del siglo XXI entrando a su espíritu, romper métodos, consejos o reglas para realizar una obra que tenga su propia proyección y personalidad. Muchas veces acudo a los sueños, incluso a los más descabellados, para crear un universo de delirio y formas extrañas a los planos reales. Tengo independencia total en mi acto creativo, parto de la experiencia mental para representar 37

de lenguajes artísticos como la fotografía, la pintura y la escultura, a lo que he denominado infimedios; en este momento estoy trabajando paralelamente una instalación que consta de 83 obras animadas digitalmente y se las retroproyectará en una cortina de agua de nueve por seis metros en San Pedro, California; también estoy trabajando una escultura titulada «Placeres visuales del inconsciente colectivo», que consta de 21 piezas móviles las cuales pueden cambiarse a gusto y criterio de cada observador.


GeometrĂ­a sagrada 4, gicleĂŠ sobre lienzo, 155 X 102 cm.


GeometrĂ­a sagrada 1, gicleĂŠ sobre lienzo, 155 X 102 cm.


¿Cuáles son tus referencias artísticas?

¿Cómo ves el arte contemporáneo en el Ecuador?

La Cultura Valdivia y sus »figuras cerámicas monstruosas» del 4.000 a.C.; la Cultura Tolita y su representación de los hombres jaguar del 500 a.C., el Movimiento Surrealista, Andy Warhol, entre otros.

Interesante, las nuevas propuestas están rompiendo con referentes caducos, el arte es el indicador de la vitalidad de la estructura de una sociedad y, al momento, se puede sentir esa vitalidad, estamos entrando en la contemporaneidad con propuestas acordes al tiempo que nos ha tocado vivir.

¿Cómo ha sido tu experiencia con tus exposiciones en Estados Unidos?

Estoy seguro

¿Y en el resto del mundo? He realizado exposiciones en que el arte vive varios lugares simbólicos de y se manifiesta La Globalización ha creado California como el Florentine de acuerdo al una sociedad-mundo en Gardens de Hollywood, espacio-tiempo donde la tierra, en sí, es Beverly Hills, Centro Cultural que le nuestra patria, hoy las de Croacia; mi obra «Enigmas» corresponde generaciones son sumergidas fue parte del Festival en el desconcierto de las crisis Internacional de Cine de San que vivimos sean económicas, Pedro en California, con la políticas, medioambientalistas, cual tuve el reconocimiento sociales, culturales, entre otras; el arte debe de los representantes del Estado de California al Senado y la Asamblea norteamericanos; también estar en contra de esta crisis para defenderse, tiene que despertar y magnificar actos creativos fui declarado Huésped Ilustre de la Ciudad de utilizando todas las herramientas tecnológicas Los Ángeles por tercera ocasión, varias de mis del siglo para poder ser parte de las redes obras se encuentran en colecciones privadas de sociales, en mi caso ya he creado mi galería Estados Unidos. virtual a la cual puedes ingresar con tan solo poner: herreraordonez.com; el artista de la sociedad-mundo tiene que mutar para poder entender esta nueva visión.

Pedro Herrera Ordoñez (Artista Visual). Licenciado en Comunicación Social, especialización en Audiovisuales, Cine y Televisión. Miembro fundador de la Red Cultural Imaginar. Fundador de la revista Artesanía Apuntes Periodísticos. Investigador del Museo de Artesanías del Ministerio de Trabajo y Recursos Humanos. Miembro del Taller Literario del Banco Central del Ecuador. Coautor del libro Deseabulos. Conferencista y facilitador de talleres de Teoría de la imagen. Su obra ha sido expuesta tanto en su país como en Europa, Norteamérica, América Latina y Oceanía, lo cual le ha merecido reconocimientos como ser declarado Huésped Ilustre de la ciudad de Los Ángeles en 2003 y 2004; Mención de Honor otorgada por la UNP por la originalidad de su material artístico en 2007. Su obra «El eterno retorno» fue ganadora en la pre-bienal de Artes Visuales Latinoamérica-Canadá 2007. En 2008 ganó el Primer Premio de Fotografía Eugenio Espejo de la UNP. Mención de Honor 2010 de la UNP. Representó al Ecuador en la Primera Bienal Internacional de Fotografía Artística Contemporánea. Varias de sus obras se encuentran en colecciones privadas de diferentes países. 40


GeometrĂ­a sagrada 3, gicleĂŠ sobre lienzo, 155 X 102 cm.

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el ComPositor

Carlos enriQUe brito benavidez

Por Ramiro Caiza

El compositor junto a su familia, Guayaquil, 1929, cortesĂ­a de Ramiro Caiza.


C

ompositor y pianista, nacido en Uyumbicho, provincia de Pichincha, el 12 noviembre de 1891, es uno de los grandes referentes de la música ecuatoriana. Su padre, el músico Manuel Brito Cruz, le brindó los primeros conocimientos musicales. Posteriormente recibiría clases particulares con el pianista y compositor Sixto María Durán Cárdenas, que le sirvieron para que fuese admitido como director de banda en el Regimiento No. 3 Calderón y, luego, en el Batallón No. 1 Vencedores. Con estas bandas recorrió buena parte del país y en Guayaquil, en 1929, obtuvo un premio en el Concurso Nacional de Bandas.

Al realizar el análisis literario de una de sus composiciones, Oswaldo Rivera Villavicencio, apunta: «Carlos Brito, en la letra y música del pasillo “Ojos tentadores”, se refiere a la mirada de la amante que produce dolor, amor y sufrimiento en el destino existencial. El poeta pide que no le miren porque al mirarle lo hacen sufrir, lo hacen llorar. Parece que un divino tormento y la sed delirante se esparcen en la mirada y en el anhelo del poeta.

“Ojos tentadores” conmueven al poeta que reclama las auroras del misterioso reflejo. Cada mirada es traducción de amor y rumor que traslada horizontes, apoyada por ritmos palpitantes filtrándose entre los pliegos del corazón Carlos Brito, que reclama las auroras del compositor misterioso reflejo. La mirada y pianista nacido aletea, subyuga, pulsa y bebe en Uyumbicho, una sensibilidad que ilumina es uno de los el paso elástico de los propios grandes referentes impulsos.

Descolló como compositor de aires populares y pasillos, entre los cuales le dio fama «Sombras», creado en la ciudad de Riobamba, con texto de la poetisa mexicana Rosario Sansores y se convirtió en el pasillo más conocido de la música y difundido en el país y en El poeta quiere que esos ojos ecuatoriana el extranjero. En sus años no le miren porque hieren, postreros compuso el pasillo matan, pero le dan vida: Pide «Teresita», dedicado a su clemencia y piedad en un última hija. También los impresionante canto, donde danzantes «Cuasmal» y «Los la idea y la función de los ojos Huachis», además de varios son imagen, fuego, símbolo de pasodobles, bambucos, belleza, fuerza transfigurada del lenguaje poético yaravíes, valses, tangos, el Himno del Cantón que gira entre el sueño y la vida». Mejía y algunas composiciones religiosas. Entre sus composiciones más conocidas tenemos los pasillos: «A tus ojos», «Ella» letra de Alfredo Gómez Jaime, «Fatalismo» letra de Ernesto Noboa Caamaño, «Imploración de amor» letra de Rosario Sansores, «Melancolía» letra de Arturo Borja, «Ojos tentadores» letra de Carlos Brito Benavides, «Rosas» letra de Manuel Terán Monge, «Sin esperanza», «Sólo penas» letra de Carlos Brito Benavides, «Tus ojeras» letra de Augusto Arias.

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Se diría cuánto puede una mirada en los secretos del amor, cuánto en el sentimiento y en el espíritu. Tal vez una mirada es armonía, sorprende al dar placer, dolor, conciliación. Una mirada posee varios significados según los estados de ánimo. Carlos Brito en su poema «Ojos tentadores» traduce varios sentimientos y conceptos estéticos. El poema invita a pensar en nuevas síntesis poéticas, asimilando las tentaciones de


Machachi, en donde se había casado en 1920 con doña Quintina Cevallos. Su temperamento era lo contrario de la vida militar, pero el destino lo llevó a servir al Ejército. Nunca lo vi con uniforme, pero supongo que verlo así debía resultar tan extraño como puede parecer un sargento de húsares vestido El compositor de monja trapense».

una mirada para descifrar su belleza oculta en unos ojos tentadores: Diles a tus ojos que no me miren porque al mirar me hacen sufrir, me hacen llorar, que no me miren porque me hieren, diles que tengan piedad de mí, ojos que me hacen sufrir. Ojos tentadores que me imanan, ojos que hieren mirando así, ojos que matan y que dan vida, tened clemencia, piedad de mí, ojos que me hacen sufrir.

Carlos Enrique Brito Benavidez fue envenenado para evitar que informara sobre un desfalco en el cabildo

En «Florilegio del pasillo ecuatoriano» encontramos el siguiente dato: «En 1936, Carlos Brito se retiró del Ejército, fue a vivir en

Por su parte, el diario Últimas Noticias de Quito, señala: «En la ciudad de Machachi, en el Municipio de Mejía, ocupó un puesto en el área de contabilidad. No duró mucho, pues murió el 2 de febrero de 1943, a la edad de 52 años. En versión de uno de sus hijos, el compositor fue envenenado para evitar la posibilidad de que informara sobre un desfalco en el cabildo. De nada valió el tinglado de corrupciones, pues el desfalcó se destapó meses después de la muerte del emblemático compositor».

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Teresita

Sólo penas

Pasillo Letra y Música: Carlos Enrique Brito Benavides

Pasillo Letra y Música: Carlos Enrique Brito Benavides

Teresita, amor de mi alma, te entrego el corazón En este Pasillo triste Que te dedico yo.

Porqué, corazón, me atormentas sin piedad, porqué sólo a mí me torturas con crueldad, ya ves, Señor, que son mis noches lúgubres, tan frías y tan recias como si fueran suplicios que me oprimen la vida llenándome de pena.

Teresita de mi vida, mis notas tuyas son; tuyos mis dulces ensueños, todo mi anhelo eres tú. Ilusión de infinita nostalgia, me conquistó a sufrir la angustia para en tus ojos mirar mi dicha, mi ser, para la ilusión de así vivir.

Las ternuras de un amor que acaricié tornáronse en olvido, Dejan do roto y sangrante el corazón con un dolor eterno. Tristes recuerdos, nostalgia de un pasado, muerte, gemidos, desengaños, así es mi vida, vivir sin ilusión, llevando siempre en mi alma ocultas sólo penas.

Fragmento de la partitura de «Cuasmal», cortesía de Ramiro Caiza.

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DOSSIER

Retrato con fotógrafa, cámara y amigo

ISADORA ROMERO Isadora Romero es la joven fotógrafa ecuatoriana invitada a este Dossier que recoge obras de cuatro de sus series más recientes. Retrato con fotógrafa, cámara y amigo es el retrato del autorretrato. Una primera mirada permite apreciar la composición artística, el conjunto; la posterior indagación del detalle, conduce a entender cómo la fotografía combina lo evidente construido y lo oculto de la autora/constructora. Es el relato del proceso creativo y su resultado. Imaginaria ha escogida una de sus obras para ser portada de este número. Para Isadora, la fotografía es luz, expresión y tiempo, y va más allá de la captura de la realidad; es la expresión creativa de sentimientos. Por ello, en Absurda melancolía, altera el tiempo y remite al observador a estadios oníricos para contar historias fantásticas, describir lugares que no existen, graficar exageraciones e idealizaciones. Recrea, representa y reinterpreta su visión sensorial del mundo. En Vuelo sin orilla, la autora rompe espacios y momentos con la distorsión de la imagen. La cámara es como un pincel que genera diferentes tipos de líneas y formas para «pintar» y crear imágenes. Su obra se caracteriza por la experimentación y la búsqueda de modos para contar historias en una sola imagen, o en una serie, y decodificar creativamente la época en que vivimos, tal como vemos en la serie Un lugar en el tiempo. La cámara, dice la autora, es el instrumento que le permite abrir el agujero negro del que emerge, con luz, todo cuanto hay dentro. Isadora ha participado en exposiciones en Quito y en Buenos Aires y obtenido distinciones. Su más reciente muestra la realizó con el colectivo Arte en el Trole en la Estación Sur del Trolebús, el pasado marzo. www.isadoraromero.com www.fotografosecuatorianos.com/portfolio/isadora-romero/gallery/portafolios/ www.flickr.com/photos/tags/isadora%20romero www.topphotographyfilms.com/2012/11/12/isadora-romero-2/ de la serie Retrato con fotógrafa, cámara y amigo



de la serie Retrato con fot贸grafa, c谩mara y amigo


de la serie Retrato con fot贸grafa, c谩mara y amigo


de la serie Absurda melancolĂ­a


de la serie Absurda melancolĂ­a


de la serie Vuelo sin orilla


de la serie Vuelo sin orilla


de la serie Vuelo sin orilla


de la serie Vuelo sin orilla


de la serie Un lugar en el tiempo


de la serie Un lugar en el tiempo


DOSSIER


Literatura

de ciencia ficción ecuatoriana Introducción

I

Más la vida de Rodríguez Labandera parece parte de una novela de anticipación científica, sus extraños e innovadores inventos, en un país que ni siquiera entraba en la era industrial, nos recuerdan las visionarias invenciones de Leonardo, una salamandra de movimiento perpetuo, un piano de cigüeñales, un barco de marcha automática que prefigura los sofisticados juguetes de finales del siglo XX, una máquina tejedora de sombreros de paja toquilla, la pierna mecánica que creó para el coronel José María Vallejo —quien con la misma enfrentó el pelotón de fusilamiento años más tarde—, y probablemente todo aquello que proyectó y quedó en planos, y de lo que nada sabemos. Esa efervescencia creativa en medio del trópico, donde sus ingenios despertaban la admiración y asombro de sus contemporáneos, pero con muy pocas aplicaciones prácticas, nos da una idea clara del carácter de ese casi desconocido inventor, quien quizá nació en la época y el lugar equivocados. La literatura de ciencia ficción1, que desde los años veinte ha tenido tanto éxito en Estados Unidos y Europa, no ha sido muy cultivada en nuestro país, y tampoco en el resto de Latinoamérica, tal vez por la misma razón por la cual los inventos de José Rodríguez no eran tomados muy en serio en los albores del siglo XIX, los grandes temas de la historia y la literatura hispanoamericanas han sido su compleja realidad donde los problemas sociales y políticos parecen eclipsar cualquier preocupación científica. Incluso, el campo mismo de la ciencia se supone patrimonio exclusivo del hemisferio norte, desde donde nos inundan con sus subproductos al resto del planeta. Nos vemos como usuarios de celulares, computadores, satélites, televisiones, plantas atómicas, mas no inventores de su tecnología. La elucubración basada en la ciencia para crear obras literarias evidentemente responde a una forma especial de pensar y ver el mundo. En el pensamiento científico todo es racional2, suceptible de ser medido, pesado, catalogado, demostrado, la ficción3 en cambio es la capacidad del ser humano para inventar, jugar con lo imposible, en esta dicotomía reside la «ciencia ficción», y lo extraño es que de la imaginación humana nace la inventiva de la que se nutre la ciencia, muchos artefactos y fenómenos vaticinados por escritores se han vuelto 59

Página anterior: Terminal Intercontinental de La Marín, ilustración de Santiago Valdiviezo con la colaboración de Alfonso Camacho, Pablo Moncayo y Francisco Galárraga.

magino al Hipopótamo, el submarino de madera —sellado con cuero y betún—, creado por José Rodríguez Labandera, sumergiéndose en las aguas tumultuosas del río Guayas en ese caluroso septiembre de 1838; imagino al artefacto luchando contra la corriente ante la mirada curiosa de miles de personas. Su creador, atrapado en las entrañas del invento, activando la hélice, soñando con un futuro en que su máquina surcaría los mares, sin saber que tendrían que pasar muchos años hasta que su febril deseo se hiciera realidad, y en ese lapso otros construirían historias fantásticas en torno a los sumergibles, como la famosa novela Veinte mil leguas de viaje submarino (1869) de Julio Verne.


realidades tangibles, e incluso términos inventados han llegado a ser universales, como el caso de la palabra «robot», de Karel Căpek. Desde mi punto de vista, y sin desmerecer los estudios y categorías que notables investigadores han dedicado al tema, distingo tres tipos de vertientes dentro de la literatura de ciencia ficción: • Aquella donde la ciencia es sólo un pretexto, un decorado, para tratar otros temas —muchas de estas obras no son sino lecciones morales—, como la célebre La máquina del tiempo (1895) de H. G. Wells, Un mundo feliz (1932) de Aldous Huxley, La guerra de las salamandras (1936) de Karel Căpek o La naranja mecánica (1962) de Anthony Burgess. • Los textos donde la ciencia y sus posibilidades son la esencia de la obra —poblados de inventos, robots, viajes espaciales, situaciones teóricas posibles pero irrealizables en la actualidad, y donde está la mayor parte de la producción anglosajona con libros como Fundación (1951), Las bóvedas de acero (1954), Los propios dioses (1972) de Isaac Asimov, Ubik (1969) de Philip K. Dick, Los mercaderes del espacio (1952) de Frederik Pohl, Más que humano (1953) de Theodore Sturgeon, Sadrac en el horno (1976) de Robert Silverberg, Mundo anillo (1970) de Larry Niven, Solaris (1961) de Stanislaw Lem, Los saltamundos (1976) de R. A. Lafferty, entre muchos otros. • Las obras donde la poesía y la ciencia configuran un extraño amasijo que se acerca más al realismo mágico pero que parecen ser las metáforas de las contradicciones de nuestro tiempo como el Frankenstein de Mary Shelley (1818), las Crónicas marcianas (1950) de Ray Bradbury, Rascacielos (1975) de J.G. Ballard, o Picnic extraterrestre (1977) de Andrei y Borís Strugatsky. Para el caso ecuatoriano posiblemente las primeras obras que abordan el tema son La receta o Guayaquil en el año 2000 (1893) y Narraciones fantásticas (1894) de Francisco Campos, Zarkistán (1979) de Juan Viteri Durand, algunos cuentos de Carlos Béjar Portilla como «Dulce lactancia» y «A.C. Dobleú».4 En el año 1994 se publican tres obras que marcarán un nueva era para la ciencia ficción en nuestro país. Se trata de La era del asombro de Fernando Naranjo, La memoria del midril de Adolfo Macías y Profundo en la galaxia de Santiago Páez, estos libros abrirán las puertas para que otros autores se dediquen plenamente al género, destacándose el propio Fernando Naranjo, Leonardo Wild, Ney Yépez, Jorge Daniel Santibáñez, Jorge Miño, por mencionar algunos, y aparezcan una constelación de publicaciones que en los últimos años han configurado una producción sólida que se ramifica, inevitablemente, al cómic y a la cinematografía, como la novela gráfica Angelus Hostis de Santiago Páez en colaboración con el artista visual Rafael Carrasco o la película de pronta aparición de Sebastián Cordero Europa Report. Este dossier reune siete cuentos, apenas una muestra breve de lo que sucede en la ciencia ficción ecuatoriana. El primero de ellos, «El viajero subterráneo» de Adolfo Macías Huerta, nos recuerda en su inicio la novela Crash, de J.C. Ballard, el autor explora un mundo habitado por conductores que se matan unos a otros y donde subsiste la esperanza de la mítica «ciudad de los peatones». En el cuento «Komttzu» de Jorge Miño un misterioso, arbitrario y sin embargo magnánimo extraterrestre ha conquistado el planeta, el breve relato nos deslumbra con un final abierto donde el horror del universo se cierne sobre la tierra. «Seres de rostro cruel», de Francisco Proaño Arandi, indaga la esencia humana, el mal que nos habita, y nuestro lugar en el universo. Abdón Ubidia, con «La nueva Liliput», nos sumerge en un mundo donde la creación de vida artificial nos enfrenta a innumerables conflictos morales y, eventualmente, políticos.

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«Segundo tiempo», de Ney Yépez, explora la reencarnación, recordándonos por su visualidad un cómic perfectamente ensamblado. Lo sigue el poético cuento «A. C. Dobleu» de Carlos Béjar Portilla, publicado originalmente en Simon, el mago (1970), donde sus extraños personajes se difuminan entre la tecnología y una incierta humanidad. Finalmente «Profundo en la galaxia», de Santiago Páez — ­ cuento que dió título a su libro publicado en 1994 y fue acreedor al premio Premio Joaquín Gallegos Lara—, narración que nos lleva a un lejano mundo, casi cerrado a la fantástica tecnología que rige el resto del universo, y donde el misticismo y los restos de un arte antiguo deciden la suerte de sus habitantes. A esta dossier le da notable fuerza fragmentos de la obra Pretéritos Futuros v2.0 5, creada en el Centro de Investigaciones Fantásticas de la Universidad San Francisco de Quito6, «anticipación científica» de indudable ironía donde presenciamos el porvenir que le espera a nuestro país. Espero disfruten de esta seleción tanto en su dimensión estética como en la reflexión a la que nos inducen los textos e imágenes. Ernesto Proaño Vinueza

Notas: El término «ciencia ficción» fue acuñado en 1926 por el norteamericano Hugo Gernsback cuando apareció en la portada de su revista Amazing Stories. 2 Según la Wikipedia la racionalidad es la capacidad que permite pensar, evaluar y actuar de acuerdo a ciertos principios de optimidad y consistencia, para satisfacer algún objetivo o finalidad. Cualquier construcción mental llevada a cabo mediante procedimientos racionales tiene, por tanto, una estructura lógico-mecánica distinguible (razonamiento). 3 Se denomina ficción a la simulación de la realidad que realizan las obras literarias, cinematográficas, historietísticas o de otro tipo, cuando presentan un mundo imaginario al receptor. El término procede del latín fictus («fingido», «inventado»), participio del verbo fingere. 4 El investigador Erwin Buendía (1966-2006), ha hecho un extenso análisis y recopilación de la literatura fantástica y de ciencia ficción del Ecuador en su libro Si alguna vez llegamos a las estrellas, La caracola Editores, Quito, Ecuador, 2012. 5 En el blog cdynm.blogspot.com se dice de esta obra: En Pretéritos Futuros v2.0 se presenta un futuro extrapolando hasta el absurdo muchas de las situaciones que pasan hoy en el Ecuador como la migración, el daño ambiental, la globalización, las nuevas formas de mestizaje, la corrupción […] etc. En la obra, Ecuador supuestamente coloniza el mundo mediante «estrategias pélvicas». Dado que en muchos países desarrollados […] hay tasas de reproducción bajísimas, los creadores de esta obra imaginan que nuestros emigrantes se reproducirían mucho más rápido que los locales y eventualmente serían mayoría en la tierra a la que lleguen y tendrían fuerza electoral para anexar esas tierras al «Imperio Ecuatoriano». 6 Las ilustraciones y textos que constan en este dossier han sido creados en el Centro de Investigaciones Fantásticas USFQ por Eduardo Villacís, Juan Carlos Zabala, Mauricio Jácome Perigüeza, Vicente Albornoz, Belén Jaramillo, Jorge Proaño, Iván Villafuerte, Francisco Barahona, Miguel Ángel Baquerizo, Carlos Villareal Kwasek, Pablo Lara, Santiago Valdiviezo, Alfonso Camacho, Pablo Moncayo, Francisco Galárraga, Andrés «Oso» Aulestia, Fernando Rodríguez, Eduardo Donoso, Verónica Vargas, Juan Carlos Dahik, Fernando Barahona, Wilo Ayllón, Daniel Rubio, Andrés Willson, Erika Izurieta, Karla Chiriboga. Se reproducen en esta revista con el permiso del Centro de Investigaciones Fantásticas USFQ. 1

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El viajero subterráneo

Adolfo Macías Huerta

E

l invierno había desatado una mezcla de estupidez y rabia en los conductores. Se podían ver autos abollados y humeantes en las veredas, en las piletas, sobre los puentes; fragmentos de parabrisas sobre el asfalto, guardachoques abandonados y puertas retorcidas. Eran las cinco de la tarde. Al parecer ya había pasado lo peor. Yo descendía por la calle Río de Janeiro, cuando un sordo rumor en la lejanía me advirtió que otra estampida estaba a punto de producirse. Era un rumor rabioso, un bramar de motores que disputaban vengativamente. De pronto, por la esquina de la calle San Gregorio viraron tres buses a gran velocidad, sin pasajeros. Esta ligereza de carga les permitía acelerar endiabladamente y subirse sobre las veredas en su intento de pasarse los unos a los otros. No quedaban casi peatones que pudieran sufrir sus agresiones (yo era uno de ellos: había perdido mi auto en un último impacto). Me pegué a la pared con el corazón desbocado. A punto de volcarse, un bus subió dos llantas a la acera en que me encontraba, pero al instante corrigió su movimiento con un giro de timón y empujó aparatosamente al bus que iba a su derecha. El otro chofer aceleró y le cerró el paso. Con esta maniobra desvió fatalmente a su contendiente hacia un hidrante, mientras se lanzaba hacia la Diez de Agosto. Al ingresar en esta avenida golpeó brutalmente a un Citroen que avanzaba a gran velocidad. He visto choques impresionantes. Este fue uno de ellos… El bus saltó sobre una jardinera y dio de lleno contra un poste mientras el Citroen se volcaba y entraba por la vitrina de un restaurante que, hasta ese momento, se había salvado milagrosamente de la destrucción. Siempre me ha estimulado el silencio posterior a un accidente. Un silencio insondable que se adueña de la atmósfera, apenas perturbado por el sonido del vapor que escapa del radiador sobrecalentado y algún chirrido mínimo de la carrocería. Tras la violencia previa, aquel silencio nos llena con el sentimiento de lo impredecible: ¿Han muerto los conductores? ¿Cuántos son? ¿Uno… o varios? De pronto algún gemido brota desde una garganta oculta y nos agachamos para observar en el interior… ese es el momento crítico. Aquella vez sin embargo, no hubo gemido alguno. No. Tampoco tuve que patear lo que restaba del parabrisas con mi bota (una puntera de acero me ayuda usualmente en esta labor) sino que el mismo chofer lo hizo con su cabeza y salió desde debajo del vehículo sin ayuda de nadie. Una cabeza férrea, maciza. Se levantó aturdido entre las mesas del restaurante y me dio de lleno con su mirada. Desde su rostro bañado en sangre me pidió un pañuelo, autoritariamente, con una mueca de desprecio que acentuaba el vigor de su cuerpo musculoso. Con temor, le pasé el pañuelo y él se limpió la cara. Se había afeitado las cejas y tenía gran estatura. Se me acercó y me abrazó con fuerza, riendo sobre mi hombro convulsivamente. 62


—¿Te gustó, pendejo? ¿Disfrutaste de mi accidente? Te presentía, olfateaba tu paso tímido, tu sigiloso deslizar de rata al acecho, ese tembloroso deseo de acercarte y empujar con tu pie mi rostro muerto, para ver mis ojos… ¿Te hubiera gustado eso, eh? Se hizo para atrás y pude observar, con pavor, aquellos ojos intensos. —Pero no podrás ver mi cadáver —dijo mientras sacaba una navaja y la ponía debajo de mi quijada—. Tengo demasiada vida para gastarla en un solo golpe de suerte. —Sólo quería ayudarlo… —mentí con toda mi alma. —Ven conmigo, ya nos entenderemos… El tipo se lanzó a caminar delante mío. A pesar de que no me miraba, el miedo me obligaba a seguirlo. Marchaba con una extraña determinación, ligeramente inclinado hacia delante, como si estuviese vigilando cada átomo del aire que lo rodeaba. Su fuerza en reposo era la de un animal sombrío a punto de saltar sobre una presa. Cada músculo se movía independientemente del otro, en un suave juego de armonías… «Este tipo hace peligrar mi vida», pensé, «debo aprovechar la primera oportunidad para deshacerme de él, aunque sea asesinándolo». Un carro viró a toda velocidad y estuvo a punto de atropellarlo, pero él esquivó el impacto al último momento. Con un movimiento de cintura se hizo a un lado y alcanzó a golpear al conductor en el oído, con un movimiento virtuoso e instantáneo de su mano, cosa que hizo zigzagear al auto y chocar contra los restos de un motor abandonado. Por un instante pensé en huir, pero mi cazador se volvió y me miró fijamente. —No te irás, no aún —fue todo lo que dijo. Del auto averiado salió un hombre. Al vernos echó a correr en dirección contraria. —Debe tener alguna pandilla por aquí cerca, será mejor que evadamos la zona —dijo mi acompañante, sin perseguirlo. Durante varias cuadras nos encontramos libres de riesgo. Sólo se alcanzaba a escuchar el sonido de las llantas al curvar o un choque a la distancia. Luego el silencio… Hacía varios meses que el silencio comenzaba a envolverlo todo corrosivamente. Un silencio asfixiante, que enrarecía el ambiente. Mi compañero parecía sentirlo en su piel y convertir ese silencio en una fuerza oculta, en instinto y lucidez al mismo tiempo. «Si alguien tuviese que sobrevivir hasta el final, sería este tipo» pensé sin detenerme. El había acelerado el paso, con el deseo de llegar a alguna parte. Un cielo aletargado y gris oprimía la ciudad desde el volcán. Nos acercábamos al barrio del mercado, lo sabía, pero no recordaba aquella edificación celeste, de aspecto vulgar, que ostentaba un gran letrero de neón en la fachada: Cine Variedades. Curiosamente, el hombre se detuvo ante una puerta de escape y la empujó. Me hizo señas para que ingresara y la cerró detrás de mí. Puse toda mi atención en sus pasos y mantuve la distancia, listo para el enfrentamiento. —Acércate, sólo quiero que veas esto —dijo olfateando mi recelo—. Necesito que alguien me diga, me confirme que no estoy extraviado. Ven. Tienes que ver esto. Encendió una vela y el cuarto se iluminó. Era una habitación estrecha y sucia cuya ventana daba sobre el letrero del cine. El polvo se acumulaba sobre los estantes, las sillas y los carretes de películas… 63


—El mundo antiguo —dije con emoción indisimulada. —Espera a que veas esto… El hombre levantó una cortina negra y aparecieron ante nosotros una docena de baterías. —Todavía hay electricidad en este cine, aunque no lo creas —dijo, mientras ajustaba los bornes de los cables al proyector. Sin dar crédito a mis ojos, vi como aquel sujeto colocaba una cinta en la máquina y una ráfaga de luz salía por el agujero rectangular de la pared. Bajamos a la sala y nos sentamos en las butacas centrales, mientras se sucedían una serie de imágenes absurdas ante nuestros ojos: amas de casa sonrientes con refrigeradores relucientes, inmaculados platos de tallarines, niños que se lavaban los dientes, mascotas que comían un concentrado apetitoso. Las lágrimas llenaron mis ojos con la nostalgia por aquel mundo perdido, donde la sonrisa parecía tan habitual. —Espera. No es eso lo que deseo que mires, sino esto —dijo él, con un gesto retentivo de su mano. Un brusco corte de luz y varios números aparecieron en un instante. Luego se escuchó una música curiosa, como un gemido espectral de columpios y aparecieron cientos de autos con carteles o grafitis pintados en la carrocería; muchachas y muchachos sonrientes, subidos sobre el techo de los buses en el mediodía de una ciudad gigantesca. —Es la primera manifestación en México: se exige libertad de velocidad e inmunidad para el conductor — explicó mi compañero desde su asiento. En otra parte de la cinta se podían ver algunos encuentros al descampado, en enormes plazas circulares donde los autos avanzaban en todas direcciones, para golpearse con los otros. Algunos usaban reversa para asegurar el impacto. Otros se aliaban para acelerar desde lados opuestos y golpear en ambas puertas a su víctima. Hasta ese momento la lentitud promedio (no más de sesenta kilómetros por hora) producía un espectáculo ingenuo. Luego vimos algunos autos que saltaban desde el balde de un camión para caer encima de otros. Se producían muertes accidentales pero los espectadores ya no se preocupaban por ello. Al contrario: recogían a los cadáveres entre sonrisas y se tomaban fotos con ellos. Luego aparecían fosas múltiples junto a las carreteras, donde se congregaban los deportistas ilegales, para practicar su arte. Redadas de la policía, enfrentamientos con el orden. En otra toma se veía una gran concentración de tráfico donde un grupo de conductores despeñaba un auto desde lo alto de un paso a desnivel, hasta que el auto caía aparatosamente sobre otro que circulaba por la parte inferior. Eran los albores del Gran Desorden. —Si te fijas, las veredas están todavía llenas. Pero a medida que pasa el tiempo hay menos peatones, tal vez muchos todavía para nuestros ojos, pero en realidad están desapareciendo. Prefieren quedarse en sus casas y confabular en el subterráneo, que ha sido clausurado. —¿Cree usted que los peatones eran millones? —le pregunté. —Y en menos de una década desaparecieron casi todos… Hay una cinta donde se ven las obras de construcción del subterráneo, que quedaron interrumpidas… allí se congregaban supuestamente; pero ¿dónde están sus cadáveres? deberían haber millones de osamentas por allí y solo por casualidad encontramos alguna. 64


Observamos otra toma donde una multitud quemaba una enorme pira de llantas. —Son los peatones. Un filósofo surgió por aquella época. Se hacía llamar Jaime El Salvador. Decía que el círculo era una figura perfecta y que no debía ser utilizado en el mundo material, pues esto ofendía a Dios… ¿entiendes? Aborrecían el principio fundamental: la rueda. Donde sea que ellos habiten, rechazan la rueda como algo abominable. Otras tomas pasaron ante mis ojos, hasta que lo dicho por mi acompañante se tornó obvio: los peatones se habían ido en un momento, habían desaparecido de la ciudad, literalmente, habían sido tragados por ella. —Nunca pensé que la propia ciudad podía ser un mecanismo de magia, en el cual podía la gente esconderse, volverse invisible —exclamó. Asentí con intriga y esperé que hablara de una vez por todas. —Necesito alguien que me acompañe en esto. Quiero buscar la ciudad de los peatones —me dijo. Sus ojos llevaban el imperativo de las personas que llegan a una meta. Lo admiré. Por aquellos días no existía el futuro y cualquier destino parecía aceptable. De igual manera me convenció el de viajero subterráneo. A pocas cuadras del cine se abría uno de los accesos al subsuelo donde se reparaban y contrabandeaban repuestos de vehículos de gran valor para los automovilistas. Había mercados ocultos, tiendas de alimentos concentrados y expendedores de cadáveres. Un mundo al que nunca había ingresado sin el deseo de salir inmediatamente; pero ahora sólo se trataba de la antesala, de una etapa transitoria a un viaje más prolongado al interior de la Tierra. Decidimos apartarnos de los caminos conocidos y descubrimos una nueva fauna de insectos fosforescentes y criaturas escamadas; frutos negros y viscosos, arracimados en viejas tuberías; cuerpos delicados y quebradizos, de sabor áspero o a veces dulce, que nos alimentaban cuando se terminaron las raciones de tableta. Durante meses recorrimos todos los canales, cloacas y ductos conocidos, nos aventuramos por las grietas, interrogamos mendigos y mecánicos, contrabandistas y prostitutas de aquel mundo oculto, pero todos negaban saber algo de la ciudad de los peatones. Un día (¿porqué insisto en medir el tiempo en esas unidades que ya entonces habían dejado de existir?) vino hacia nosotros un mendigo, que blasfemaba contra la rueda y se alimentaba de ratas. Sus indicaciones eran oscuras y conducían hacia un viejo cementerio de autos, sepultado bajo el subsuelo de un relleno sanitario, en la zona céntrica de la ciudad. El cementerio estaba a más de doscientos metros de profundidad y esta distancia desde la superficie terrestre nos pareció un buen indicio. Jamás habíamos llegado tan abajo. A través de las chatarras iniciamos nuestro viaje, atravesamos hierros retorcidos y ejes, carrocerías oxidadas y fuselajes de avionetas. La presión de la tierra y la violencia de los choques, sufridos medio siglo atrás, había reducido el tamaño de las máquinas. Era necesaria una paciencia divina y una gran habilidad para pasar a través de ellas. Con mayor destreza que yo, mi compañero lograba deslizarse entre las latas abolladas y regresar con nuevas recomendaciones, nuevos caminos. Llegamos a creer en la esperanza. Las semanas pasaron de esta manera y fue necesario retroceder muchas veces, emprender nuevos caminos, con la ilusión de llegar al fondo. Finalmente, luego de intensas jornadas de trabajo, sólo encontramos tierra, basura y humedad bajo aquel cementerio de vehículos arqueológicos. Era el final del viaje.

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Tras aquella derrota, cuando desperté de un largo sueño reparador, encendí el foco de mi casco y descubrí el cadáver de mi amigo dentro de un Buick del 60: se había suicidado con el cable del distribuidor y sus brazos tenían varias incisiones por las que manaba la sangre hacia la tierra que le había cerrado el paso. Desde entonces viajo por el mundo subterráneo sin un rumbo fijo. El tiempo ha sido irrespetuoso conmigo, como pude comprobar alguna vez, al encontrar por casualidad un fragmento de espejo lo suficientemente grande para ocupar toda mi mano. Mi rostro estaba cubierto totalmente por escoria. Una sensación de alivio ante la inminencia del final me hizo derramar algunas lágrimas. En aquella noche eterna conocí, finalmente, a un testigo. Agonizaba en el fango. Su piel espectral y magullada parecía la de un muerto, su boca era una fosa oscura. —¿Para qué deseas descender al mundo inferior? —preguntó—. Desde que tengo memoria trato de abandonarlo, pero nunca pude acariciar el sol… tú, que lo has visto, ¿cómo puedes avanzar contra natura? —Busco la ciudad de los peatones —le dije. —Yo la habité hace mucho tiempo… los hombres atónitos, sin lenguaje, cohabitando como los animales… debes volver a la luz… ¡ayúdame a llegar! — exclamó, con sus ojos llenos de un iris negro como el ala de una mariposa. —Es imposible —le dije—. Tras tanto deambular, no he podido encontrar el camino de vuelta. Además, tú pronto vas a morir. Debes descansar. —¿Y dónde estamos? —preguntó. —En ninguna parte: este es el punto de partida y el final del laberinto. Se habrán ya derrumbado las grietas que unían los estratos. No lo sé. Durante un momento infinito como el Universo nos abrazamos. Al otro día murió. En sus bolsillos encontré una moneda extraña, cuadrada, con una sentencia: «María Custodio de los Peatones».

Adolfo Macías Huerta (Guayaquil, Ecuador, 1960). Ganador del Premio Nacional Joaquín Gallegos Lara por su libro de cuentos El Examinador (1995). Ingresa al género de la novela con Laberinto junto al mar (2001). Su segunda novela, El dios que ríe (2007), muestra un ensamble de géneros diversos, hábilmente entrelazados en una trama que oscila entre la fantasía y la realidad, mostrando algunas de sus obsesiones: la presencia de personajes femeninos arrebatadores, el absurdo existencial, el desborde del erotismo y la ironía social. Posteriormente publica La vida oculta (2009), novela con la cual prosigue una fusión formal entre la narrativa, la fotografía y el diseño gráfico. Con su cuarta novela, El grito del hada (2010), retrato de un grupo de artistas en los años ochenta, se hizo nuevamente acreedor al premio Joaquín Gallegos Lara. Su segundo libro de cuentos, Cabeza de turco, fue publicado en el año 2011 por Editorial El Antropófago. 68


Komttzu

Jorge Valentín Miño

K

omttzu esclavizó al planeta. Su nombre es onomatopéyico, deriva del sonido ¡kom! que lo hace al levantar el pie y ¡ttzu! cuando lo asienta. Ha aceptado que los del pueblo le llamemos así, pero añadiendo el prefijo «Do», que significa magno, aristocrático, excelso: «Do Komttzu». Los ungidos, los sacerdotes de mi estirpe, sí estamos obligados a pronunciar —leyendo si dubita la memoria, sin decaer la inflexión de la voz— los veinte dígitos que conforman su verdadero nombre. Ha resultado un buen regente, ahora que ha devastado a toda la clase guerrera del planeta y a todos quienes osaron levantar su voz para protestar por sus arbitrariedades. Impulsó acertadamente la construcción de robots a un nivel inalcanzable para las mentes humanas: ahora tenemos máquinas excelsas para explorar los cielos, que sin necesidad de astrónomos auscultan el espacio e imprimen boletines diarios con sus descubrimientos. Los hospitales funcionan impecablemente, como lavadoras de autos si se quiere: uno acelera alicaído por el corredor y sale del otro lado, en cuestión de minutos, retocado como un brillante Cadillac, regenerado hasta la dentina. Así que la expectativa de vida ha aumentado, los pocos decesos que ocurren son producto, en su integridad, por el descuido de acercarse demasiado a esas cajas metálicas, de color naranja, que Komttzu ha diseminado por todo el planeta —sus neuroretentores dice— que despiden la mortal carga de voltios. Por lo demás es inofensivo. Nunca la civilización estuvo más organizada. En una de sus primeras purgas lo que hizo fue matar a todos los sacerdotes de cualquier religión, incluidas monjas y feligreses; solo estamos los ateos conversos y el remanente de las otras religiones, que a la luz de la ciencia, Komttzu les ha inculcado el paradigma de la razón pura. Do Komttzu es un ser, en todo lo cerebral y metódico, bastante extraño por cierto, nuestros psiquiatras diagnostican paranoia, detesta hacerse atender por las máquinas, dice apreciar la suavidad con que le tomamos los signos vitales y eso, por sí solo, es un halago para todos los de nuestra especie. El informe explica su tendencia de interrumpir su marcha y voltear hacia atrás, atacado por la idea de que lo están persiguiendo; cambia la voz para despistar a alguien, sorpresivamente fija nueva residencia y mantiene costosos dobles de aluminio prensado para exponerlos en los desfiles públicos, temiendo ser agredido. Ha llegado al exceso de hacerse instalar cabellos humanos, de pelirrojas donantes; sabemos que los folículos han sido admitidos por su enmarañada red de cables y circuitos y hasta gozan de la diaria alimentación para mantenerse saludables y brillosos. Confiesa que de todas las costumbres humanas, esa de alisarse los cabellos, cada mañana, es la que más le entusiasma y es así como inicia el día para dar paso a sus largas audiencias en que resuelve con sabiduría todo lo que le traigan para el análisis. ¿Envenenar el shampoo de sus cabellos para matarle? No es mala idea, pero nadie ha intentado deshacerse de él. Solo son ideas. Ya no hará falta maquinar tales cosas, los que deseaban se fuera deben sentirse a placer; en mi calidad de ungido, por casualidad, al llevarle en la mañana la peinilla de cuarzo lila que corresponde a los días martes,

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para acicalar su cabeza, atendía a un extraño y por casualidad escuché este diálogo, que me ha erizado y se daba en el siguiente tono: —Así que ¡Komttzu Do! —Do, por delante que significa… —¡Sí!, ¡sí! ya lo oí… rey, emperador, regente y esas cosas. Has hecho de este planeta un alcázar de la ciencia. Y has mandado a bordar ese ridículo emblema por todos lados: «Solo existe lo que la ciencia puede explicarlo» y si es como dices ¿qué sería lo demás? —Ilusión. —Papá se reirá de esto. No tenemos mucho tiempo para regresar a la nave. Estábamos a un año luz de distancia cuando le expliqué que mi juguete favorito se me había quedado olvidado en la Tierra. ¿Tienes aún instalado el circuito con las instrucciones del último juego en el que estábamos inmersos? —Sí —cabizbajo— como usted lo dejó. Yo era un detective en su último juego, me cuidaba de ser perseguido y dudaba de todo el aceite que me ponían en la mesa porque fui notificado de que se planeaba algo en mi contra. —Bien, entonces podemos seguir jugando cuando nos marchemos. Los seguí de cerca. Ya en el bosque, con mucha precaución, me descalcé para que mis pasos no alboroten las hojas secas. Los vi subirse a una ruinosa nave con forma de botija púrpura. Regresé con premura a casa para encender el receptor. En un golpe de audacia, hace poco, le había instalado un micrófono interestelar en un folículo piloso de una terminal de su cabello y temiendo que se distancien más allá del rango de recepción, lo encendí, con temblorosa curiosidad, escuchemos: —Gracias por dar media vuelta para recuperar a Dohyo, mi juguete preferido, allá se hacía llamar Komttzu. —Con «Do» o sin «Do» —Con… pero… disculpa que te moleste con estas cosas, es que… ¡la mascota!, el Troonte… no está, ahora él se nos ha quedado. —Lo siento marsupial olvidadizo, ¡no regresamos!… aprende a cuidar tus cosas. ¡Lo que nos faltaba! Un juguete: pasable, pero… olvidarse el perro en un planeta extraño, eso puede resultar peligroso.

Jorge Miño (Quito, Ecuador, 1966). Publicista y catedrático. Entre sus obras están El crayón púrpura (novela, 2002); Begonias en el campo de Marte (cuentos de ciencia ficción, 2005); Identidad (cuentos de ciencia ficción, 2012). Consta en la antología de ciencia ficción, fantasía y terror Cryptonomikon (España, 2008, 2009, 2011, 2012), así como en QUBIT. Antología de la Ciencia ficción latinoamericana (Cuba, 2012) y TIEMPOCERO. Antología de cuentos de ciencia ficción (Cuba, 2012). Ha recibido el premio Fundación Nueva Generación (1996), el primer premio Cuento de Ciencia Ficción, Revista Juventud Técnica (Cuba, 2003), finalista por tres años consecutivos del Premio Cryptshow de España y ganador de este certamen en 2012. (Correo-e: jminop@gmail.com)

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Seres de rostro cruel Francisco Proaño Arandi

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o puedo dejar de pensar en ellos, doctor —dije, presa de extraña crispación, revolviéndome en el diván ingrávido, sintiendo el ser de mi interlocutor, de mi oyente, dentro de mí, como una luminosidad o un haz que sondeaba casi dolorosamente, amable, pero también inquisitivo, tenaz. —¿Puede reconocerlos? —La voz del doctor llegaba clara e indistinta: cordial, fraguando la posibilidad de un remedio, de una esperanza. —No —contesté—. Tan pronto despierto, los pierdo. Me es imposible describirlos. Pero permanece indeleble la sensación que transmiten: crueldad, doctor, una crueldad primordial, irracional, irredenta. —¿Irredenta? —la voz del doctor denotaba sorpresa. —Sí —insistí—. Se renueva sin cesar, sin interrupción. Como si una fuente atroz emanara desde siempre su veneno, ese veneno. Sentí sobre mí la mirada incrédula del doctor. —Son sólo… sus sensaciones —comentó, indiferente. —Puede ser —contesté—. Pero también pueden ser hechos. Usted lo sabe. —Tiene razón, nada es descartable —convino el doctor—. Descanse. Por hoy no indagaremos más. No protesté. Después de todo, él era el técnico y yo… su paciente. Era evidente que la indagación se situaba ahora en una suerte de transición entre estadios contradictorios de la conciencia. Uno de esos estadios era precisamente el del sueño: únicamente allí —al menos según la experiencia acumulada hasta la última sesión— recobraba yo, parecía recobrar, aquéllo causante de mi sufrimiento, de esta alucinación, sólo allí lograba reconocerlo y el resultado era, una y otra vez, este oscuro terror, este miedo cerval y, al mismo tiempo, la indignación, esta contenida cólera. —He sentido indignación —recuerdo haber dicho claramente durante mi primera visita. El doctor anotó con alarma la observación: indignarse no es común en una sociedad en la que el equilibrio entre el respeto a los otros y la libertad se fragua y reconstituye incesantemente en el interior de cada individuo. La sociedad no tiene nada que regular al respecto. Es en su seno, en la libre interacción de los individuos, donde ese equilibrio cobra plena vigencia.

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El otro estadio, era el de la vigilia: en éste, lo que experimentaba eran vagas impresiones, sensaciones, corolarios. Una creciente impresión de dispersión, de dislocamiento de la personalidad. —Quizás es mejor así —dijo el doctor, antes de despedirme—. En la fase de transición, reunificar ambos estadios con un reconocimiento similar o equivalente de aquéllo que sólo se ve con claridad en uno de ellos, podría ser fatal: significaría transponer al terreno de la plena lucidez el horror sólo reconocible en el sueño, y eso simplemente puede volver a la enfermedad irreversible. Parecía lógico. La insoportable lógica de los médicos, ajena al paciente, al dolor, a la desesperación. En el programa del doctor —frío, racional, aséptico, neutro, todo lo que uno quiera, pero inapelable—, el proceso debía seguir su propio, intrínseco rumbo: había que dejar a las sensaciones —mis sensaciones— atenuarse, en cuanto a la magnitud de su horror, y sólo al final, cuando se juzgara que yo podía tolerar la verdad, se procedería a autorizar la reunificación de todas las percepciones en un único nivel: el de la conciencia. Un mecanismo de salvaguarda se había activado, y, reiterando una cierta duplicidad en el ente, en el ser, precautelaba por el momento su lucidez, preservaba la posibilidad de una curación. Pero en mi interior la desesperación era como una lepra, una carcoma que me devoraba. Tomé un taxi-antigravitatorio y crucé transversalmente la ciudad. Emergieron ante mí, en el decurso de un vuelo rasante y vertiginoso, las doradas cúpulas, los jardines colgantes, la lisa superficie de las pirámides de cristal, hechas no para excluirnos del medio ambiente natural, sino para conjugarnos con él, en un juego incesante, en una interacción dialéctica, eternamente dialéctica entre nuestras formas estéticas no figurativas —creadas en el interior de la psiquis humana— y las que nos oponen o pueden oponernos la vegetación, el paisaje, el clima, el tiempo, todo ello que, por otra parte, en mi ciudad, suele adquirir asombroso esplendor. Mas, yo no estaba en capacidad de aprehender la magnificencia, el asombro. Todo me parecía opaco. De algún modo —intuí—, el mundo es opaco. Tan pronto alguien, aún siendo muy querido, queda fuera de nuestra vista, se hunde, igual, en esa opacidad radical inherente a toda la existencia y se nos torna difícil de reconocer, de reconstruir con la claridad, la evidencia, la carnalidad de cuando se encontraba ante nosotros. Con angustia pensé que esto es algo que nuestra civilización no ha emprendido: la investigación de la naturaleza de esa opacidad y el modo de superarla, o de dominarla. Y, sin embargo —pensé, nuevamente con desesperación—, aquello que me atormentaba y no lograba discernir en la vigilia, estaba allí vívido, trascendiendo lo opaco, suplantando la difuminación propia de los recuerdos, de un modo, yo diría, casi antinatural, ominoso. Conecté mi unidad de comunicación a la biblioteca central. Enrumbé el cursor hacia un subcapítulo preciso: la III expedición, de la que yo había formado parte. Poco a poco, fue invadiéndome un cierto sobrecogimiento, sin que llegara a establecer claramente las causas. Lo que encontré fue un inquietante paralelismo: los datos que, gracias a la magia del cursor, podía aislar de la totalidad del informe, parecían seguir una pauta similar a la de mis secretas aprensiones. Sentí que, de una manera más bien peregrina, inopinada, me había acercado a la verdad. O, mejor dicho, a la sospecha. Me propuse transmitir mis presunciones al doctor. En el fondo, mi desdoblamiento se había acentuado. El terror que hasta entonces sólo se había hecho patente en el sueño, en niveles intransferibles del sueño, amenazaba con tocar la realidad, la vigilia. Y yo, tal vez, no era capaz todavía de enfrentarlo. No quise esa noche, con mi clan —mi cónyuge, mi segundo cónyuge sustituto, los hijos, los huéspedes—, jugar al preciado placer de la cena: ese develar desde la nada las sustancias más gratas, e irlas tornando 74


reconocibles y placenteras, en su forma, en la textura, en su coloración, en el sabor, en sus efectos psíquicos y gustativos. No tenía hambre ni ánimo. Tenía miedo. Era como si una imperceptible mutación hubiese comenzado dentro de mí, alejándome de los seres más queridos. Al día siguiente, precipité una cita con el doctor. Este se excusó por no poder recibirme en el consultorio, por lo que la entrevista se cumplió holográficamente. La percepción de una ausencia y la certidumbre de un enmascaramiento, de una presencia no válida, o intangible, propias de lo holográfico, incentivó mi alarma o, al menos, mi incomodidad. Pero yo tenía urgencia y el doctor no podía sustraerse a mi requerimiento. Para mi asombro, el doctor parecía haber incursionado también en el mismo subcapítulo de la biblioteca central. El cristal que extrajo de la unidad de comunicación del consultorio guardaba íntegro el informe acerca de la III expedición. —Es evidente —dijo—. Hay algo allí de lo que emana ese tormento, ese desequilibrio. Guardó silencio por largos minutos. Luego, introdujo de nuevo el cristal en la ranura de la unidad, extendió la mano por la pantalla líquida y finalmente dijo: —Está bien. Usted gana. A partir de la próxima sesión nos concentraremos en esto: la III expedición, sí, puede ser, pero tengo todavía mis dudas… La conexión holográfica cesó, mas en mi retina perduró la imagen dubitativa, escéptica del doctor. La durabilidad de la imagen ahondó la sospecha, reprodujo en mí la sensación de que adentro, muy adentro, otra visión pugnaba por volverse inteligible, reconocible, y yo, con terror, la rechazaba, la anulaba. Era allí precisamente donde el médico tenía que practicar su incisión, psicológica naturalmente o, quizá, física. Las días siguientes transcurrieron marcados por la sucesión sistemática de las sesiones de trabajo en el consultorio del doctor. No bien introducía la fina placa de cristal en la unidad reproductiva, aparecían en la pantalla los magnificentes paisajes grabados por los técnicos de la III expedición. Ya casi al final, emergió lo temido, lo que mi mente aplazaba y encubría, aterrada y cohibida. Y del fondo del sueño advino al territorio inviolado de la vigilia aquello que debía infamarla, estigmatizarla. Era la evidencia incontrastable de la existencia de aquella raza, y eran sus rostros, sus visajes que me habían perseguido en las honduras del sueño, los que se me aparecían vívidos, inexcusables, amenazantes. El propio doctor fue alcanzado por el impacto. Pero era necesaria la catarsis, el enfrentamiento con la verdad, por vil o perversa que ésta fuese. Primero fueron los análisis espectroscópicos de la especie. Un alto nivel de norepinefrina —verificó, odiosamente aséptico, el doctor—, una sustancia que en las unidades de carbono aumenta desmesuradamente el miedo, sobre todo si, a la par, desciende a índices inaceptables la serotonina, factor antidepresivo y contraagresión. —Veo que todo ello se combina con incrementos acelerados de cortisol, una de las hormonas del estrés —señaló—. El resultado es potencialmente explosivo, más que peligroso. Vimos luego las imágenes. Su historia: una secuencia ininterrumpida de violencia, de vesania sin límites. Cuando digo sin límites, aludo a lo irrazonable. Es difícil concebir seres racionales y, al mismo tiempo, capaces de llegar a un nivel tan atroz de crueldad, de impiedad diría yo. Y algo que llamó mucho la atención del doctor, una pauta que parecía repetirse matemáticamente: conforme avanza su nivel de civilización, se 75


incrementa, se sistematiza, se refina su sentido de crueldad y de muerte. Inexplicablemente, las formas de organización social parecieran integrarse y perfeccionarse, no para la felicidad, sino para su exacto revés: el dolor, la indiferencia, la represión, el terror, el crimen. Desde un punto de vista clínico, su evolución social, las instituciones familiares, religiosas, civiles, militares, todas, inciden en un punto crítico: justamente el aumento en la secreción de la norepinefrina, del cortisol y de otras sustancias de muerte. Doctor y paciente pudimos ver la tenebrosa sucesión de imágenes que jalonan esa historia siniestra. Hasta que, tangibles, reconocibles, ví, con horror, lo que sólo me había sido dado contemplar en mis pesadillas: sus rostros, rostros crueles, atravesados por la impiedad, por una pasión que sólo puedo calificar de muerte, de ferocidad, de inclemencia, rostros que incluso cuando ríen se distienden en una mueca sobrecogedora, amenazante, convulsa. —En medio de tanta belleza… esa raza —dijo el doctor, casi indignado. Era cierto: veíamos los océanos de ópalo, los enceguecedores desiertos, la urdimbre exultante de las vegetaciones. Y en medio, usurpándolos, depredándolos, violándolos… ellos, sus ciudades, sus máquinas. Me sobrecogí, pero la catarsis, la irrupción de la verdad en mi desolada vigilia, su reconocimiento, obraron decisivamente hacia una posible curación. Aún ahora los sigo viendo, cada vez más tenues, mientras en oscura obsesión sigo repitiendo, dentro de mí, lo que simula definirlos con exactitud: «seres de rostro cruel», «veo seres de rostro cruel», continúo diciéndome, cual una oración perversa, impiadosa. Entonces, cuando su impronta se agudiza y me amenaza, vuelvo los ojos hacia la magnificente ciudad: su belleza, su serenidad, su equilibrio obran en mí como un sedante. Y me alegro de estar aquí, de haber vuelto. En la pantalla, seguían desfilando, atroces, los rostros de los habitantes de aquel extraño planeta, un astro que sólo recientemente ha sido reclasificado con certeza en nuestros mapas interestelares. Creo que todo se debe a una casualidad o, quizás, a un extravío: nadie se explica el porqué de nuestra presencia allí, meses atrás, en el curso de la III expedición a la galaxia. Pero todos los que descendimos a su azul superficie padecimos por un tiempo de similares síntomas de desequilibrio o de angustia. Y, de alguna manera, los seguiremos padeciendo por el resto de nuestras vidas. Sobre todo cuando, como un síndrome ineludible, tornemos una y otra vez la vista al punto preciso del mapa en que se ubica: allí, sí, donde no quisiera que estuvieran, en el borde de la galaxia, a una distancia de 45 años-luz del plano galáctico: el tercer planeta, lo que ellos llaman el sistema solar.

Francisco Proaño Arandi (Cuenca, Ecuador, 1944) Escritor y ensayista. En los años sesenta, militó activamente en los

movimientos de vanguardia de entonces, entre ellos, el Grupo Tzántzicos y la revista La bufanda del sol. Ha publicado Historias de disecadores (cuento, 1972); Antiguas caras en el espejo (novela, 1984, Premio José Mejía Lequerica); Oposición a la magia (cuento, 1986); La doblez (cuento, 1986); Del otro lado de las cosas (novela, 1993); Cuentos (1994); La razón y el presagio (novela, 2003); Historias del país fingido (cuento, 2003, Premio Joaquín Gallegos Lara); Perfil inacabado (antología de cuento, 2004); El sabor de la condena (novela, 2009) Premio Joaquín Gallegos Lara; Tratado del amor clandestino (novela, 2009, Premio José María Arguedas 2010 y finalista del Premio Internacional de Novela «Rómulo Gallegos» 2009); y Entretextos (ensayo, 2009). Mención en el Concurso Internacional de Cuento Revista «Plural» 1982 de México. Su relato «Vértigos últimos en la antesala» fue publicado por la prestigiosa revista Bomb de Nueva York en 2002.

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De la nueva Liliput

Abdón Ubidia

T

enían que ser los japoneses quienes, manipulación genética de por medio, encontraran la manera de crear una especie humana tan diminuta: la estatura normal está por los cinco centímetros. Jonathan Swift se hubiese maravillado al verlos caminando por los jardines de la ciudad provisional que ha sido diseñada para ellos. Protegida por una cúpula de cristal, esa suerte de maqueta viviente alberga una población de mil individuos. Otras colonias están repartidas en varios laboratorios japoneses. La que tengo ante mis ojos es la única que se exhibe al público. Mediante altavoces uno puede, incluso, comunicarse con los habitantes menos huraños de la Nueva Liliput, como la han bautizado; escuchar sus vocecillas chillonas, oír sus quejas y reclamos. Hablan nuestros idiomas, visten como nosotros e imitan nuestros gestos. Les han enseñado bien nuestra cultura. Pronto la ciudad les resultará pequeña y a pesar de la voluntad de los científicos para preservar el desarrollo natural de cada colonia, tendrán que trasladar una parte de la población a otro sitio. La verdad es que nuestros pequeños semejantes se reproducen de prisa, a despecho de las campañas de control natal y todo eso.

Un diario de gran circulación ya se ha ocupado del asunto. El reportaje, publicado hace unos días, refería algunos hechos que no tardaron en ser des­mentidos por el gobierno, lo cual sería una prueba irrefutable de su veracidad. El reportero sostenía que ya se han producido fugas masivas de algunos labora­torios y anticipaba que los prófugos no tardarían en ocasionar estragos incalculables si lograran sobrevivir a los ataques de perros y gatos domésticos, amén de los de las ratas, cosa nada difícil puesto que su nivel de inteligencia es, por cierto, similar al nuestro. Sugería el reportero algunos modos de poner orden, a tiempo, en el mundo de estos nuevos seres. La primera solución podría ser la de encontrar alguna fórmula también genética que los eliminase por completo, un virus, por ejemplo, para ahorrarles y ahorrarnos sufrimientos inútiles; para que volvieran a la nada de donde nunca debieron salir. Citaba el reportero una larga lista de agresiones que cometemos con ellos casi inadvertidamente. Como ejemplo, tendencioso claro está, contaba el destino que sufrieron los minihumanos que fueron regalados a los niños de la familia imperial: terminaron descabezados y mutilados como si no hubiesen sido nada más que muñecos baratos. La segunda solución consistía en crear para ellos un aparato policial fuerte, conforme a los modelos existentes en nuestras sociedades, para que cada colonia se autocontrole e imponga sus pro­pios límites. Dicha policía dependería, desde luego, directamente de hombres de probada experiencia en tales trabajos. La tercera solución, que pudiese complementar la anterior, tendría que ver con una política educativa que sirviera para integrarlos a nues­tra sociedad: ellos bien pudieran trabajar para nosotros limpiando desperdicios o ejecutando tareas en el área microelectrónica, por ejemplo, que su tamaño les ayudaría a realizar con eficacia. 77




Por causa de ese reportaje he dejado la ciudad de Xanten y he venido hasta acá, a través del océano y de un continente entero. He venido a observarlos vivir, caminar, entrar y salir de sus minúsculas casas, fingiendo una cotidianidad eterna y trivial, como si no supiesen que su destino no depende de su voluntad. He venido hasta acá y me he puesto a pensar en que sin tan solo no tuviesen un cerebro como el nuestro, una conciencia como la nuestra, todo les sería más fácil, infinitamente más fácil.

Abdón Ubidia (Quito, Ecuador, 1944). Escritor y ensayista. Perteneció al movimiento Tzántzico en los años sesenta, donde colaboró con la revista La bufanda del sol. En los años ochenta dirigió la revista cultural Palabra Suelta y posteriormente fue director de la editorial El Conejo. Entre sus obras más importantes están El cuento popular (ensayo, 1977); Bajo el mismo extraño cielo (cuentos, 1979, Premio Nacional de Literatura José Mejía); La poesía popular ecuatoriana (ensayo, 1982); Ciudad de invierno (novela, 1984); Sueño de lobos (novela, 1986, Premio Nacional de Literatura José Mejía); Divertinventos (cuentos, 1989); Adiós siglo XX (teatro, 1992); El palacio de los espejos (cuentos, 1996); Referentes (ensayos, 2002); La madriguera (novela, 2004, Premio Joaquín Gallegos Lara y finalista del Premio Rómulo Gallegos); Lectores, credo y confesiones (ensayo, 2006); Celebración de los libros (ensayo, 2007). En el año 2012 recibió el Premio Eugenio Espejo por su trayectoria. 80


Segundo tiempo

Ney Yépez

La vida se parece a una escuela. Cuando estamos en el Más Allá, en el mundo astral, antes de encarnarnos en el seno de una mujer, discutimos con otros espíritus acerca de lo que aprenderemos (De las enseñanzas del lama Mingyar Domdup a Lobsang Rampa)

E

l cuerpo rígido, boca arriba, dio un leve respingo cuando lo inundó la conciencia. Cuando sus ojos se abrieron divisaron una alta no­che poblada con hogueras titilantes. Nunca antes había sentido con tanta claridad las cosas. Era co­mo si su cuerpo tradujera las sensaciones físicas en sentimientos. Sabía que algo no estaba bien, que no encajaba. El silencio era demasiado pesa­do, continuo, antinatural. Ladeó la cabeza hacia su izquierda alcanzando a distinguir muchos metros arriba las luces difusas de la carretera, veladas por una neblina pesada que lentamente cubría el fondo del profundo barranco en donde yacía su cuerpo maltrecho. Se esforzó por mirar a su derecha, pero el do­lor lo atenazó por el cuello, haciéndolo desistir en el intento. «Estoy fregado —pensó—, voy a tomarlo con calma». Tenía ganas de vomitar, pero se contu­vo. Sintió como el sudor mojaba sus ropas y des­pués toda la noche se apagó y con ella todo el do­lor y la soledad. Se encontraba rodeado de humedad y calor. Era sumamente confortable estar flotando en esa oscuridad alejada del mundo. Sus oídos percibían un continuo flujo de líquidos, palpitaciones y murmullos. Solo tuvo percepción de ese cúmulo de sensaciones por unos breves instantes, después la nada. El patio tenía un olor a hierba recién cortada y el sol arrancaba brillos de un pequeño estanque de piedra. Él no comprendía por qué tenía que pasar todo el día en casa, pudiendo ir al parque a volar cometas con los otros niños, jugar a las escondidas o simplemente corretear detrás de una pelota. Sabía que sus padres tenían que trabajar hasta muy tarde y él tenía que esperarlos en casa. Su hermano mayor lo cuidaba mientras hacía sus tareas escolares. El soñaba con entrar a la escuela y aprender cosas, lo que sería el primer paso para dejar atrás las viejas paredes de su casa y el idílico jardín de su niñez, que era tan bello como solitario y le apretaba el corazón cada vez más. Todo el tiempo y el espacio fueron una sus­pensión en rojo y negro. Ese calor espeso le daba una paz inverosímil, inalterable. Solo una pequeña aceleración en los latidos que percibía en su entor­no alteró sus sensaciones. Fue solo un instante, en donde una pequeña angustia bailó en su corazón, para irse danzando en silencio cuando los latidos regresaron a su ritmo normal. Los recuerdos fugaces de su infancia, de los días en que soñaba entrar a clases para escapar de su prisión familiar, de sus juegos solitarios en el pa­tio, de la vigilancia de su hermano, todo eso era ya parte de un lejano ayer. En ese momento lo que más deseaba era acabar aquel tedioso último año de colegio. 81


Era mediados de enero y faltaban meses para graduarse. La espera hubiera sido desesperante de no ser por el enamoramiento arrebatado que sentía por una menuda y hermosa jovencita con la que compartía el aula. A la tercera hora se toparon en los baños, atrás de la cancha de básquet, y sigilosamente se deslizaron en el gimnasio vacío por una ventana que algún conserje siempre olvidaba de cerrar. So­bre unas colchonetas empolvadas sus cuerpos fue­ron dándose el encuentro, tímidamente en un prin­cipio, para después dar rienda suelta a la pasión contenida en cada fibra de su adolescencia. Con un último temblor, los jóvenes amantes descansaron. Ella arrobada en su regazo, él apoyado en un caba­llete. Durante unos segundos se quedaron inmóvi­les, embriagados con el sudor entremezclado, has­ta que su paz fue rota por un golpazo en la puerta del gimnasio. Después todo fue terror y la mirada inflexible del inspector del colegio que les pescó realizando «un hecho vergonzoso que atenta contra las buenas costumbres y la moral de la institución» según deliraba furibundo el represor. Él trató de re­plicar algo, pero la boca se le secó. Esa imposibili­dad para articular palabra lo puso en manos de una angustia escalofriante y le hizo gritar con todas sus fuerzas. En medio de la noche, sobre las descuidadas briznas de hierba y paja que le servían de lecho, elevó su grito que rompió el silencio que reinaba en el fondo del barranco, sintiendo de inmediato frío y la desesperación que ya no pertenecía al pasado, sino a su trágico presente. Venciendo el dolor giró la cabeza a la derecha y observó las latas de su auto que lo tenían aplastado contra el suelo. «Un Fiat del año hecho mierda contra el planeta y yo junto con él», pensó para sí, lleno de resignación. En ese momento solo quería aclarar su mente, atravesada por oleadas de dolor, en un intento por mantener el sentido. Después de momentos de extenuante lucha, se dejó hundir en un profundo pozo que se tragó el pajonal y el pára­mo entero. En lo más profundo del pozo encontró ese fa­miliar estado donde todo era calor y latidos. Sin embargo, algo había cambiado en su húmedo entorno. Los latidos que sentía aumentaban su fuerza y una apremiante asfixia se apoderó de él. Su mente vagamente recordó aquel estímulo, des­pués saltó nuevamente al pasado, a un pasado más reciente. El ruido de música, vasos chocando, pies gol­peando el piso y risas desatadas se escuchaban co­mo espejismo lejano desde el baño. Junto con su novia y a su mejor amigo se alistaba para la clan­destina operación. Su amigo se apoyaba de espaldas a la pared con la cabeza echada para atrás, «pa­ra que baje un poco…», dijo con voz ahogada. Su novia se incorporaba de la mesa del lavamanos, aspirando ruidosamente por la nariz y con los ojos llorosos y la boca amortiguada. La chica le alcanzó un pequeño sorbete y él se enfrentó con la brillante superficie de un pequeño espejo, en donde se podía ver dos delgadas líneas de polvo blanco. «Ojalá se nos pase la plutera con esto», pensó mientras aspiraba el polvo amargo. Al salir del baño, los tres sentían que las piernas brincaban más allá de su dominio. La mezcla del alcohol y el alcaloide hizo que su cansancio se disipe y sin temores y con los ánimos caldeados se entregaron de lleno a la frenética farra. En pocas semanas tendría un título universitario bajo el bra­zo y una brillante carrera por delante, así que no restaba más que disfrutar de la fiesta. A la madrugada, durante un set de temas de los Doors, los tres se dispersaron en el amplio salón donde se realizaba el baile. El joven buscó a su amigo y a su novia entre el mar de cuerpos que saltaban al ritmo 82


desenfrenado del rock. Ante el fracaso de la búsqueda, salió al enorme jardín de la casa para tomar un poco de aire y entonces vio como dos siluetas se deslizaban detrás de unos matorrales amparados en la oscuridad y la confusión. Intrigado, esperó unos instantes y siguió a las furtivas figuras. Al asomarse detrás de un arbusto vio a su novia y a su mejor amigo fusionados en un apasionado beso. Se quedó pasmado, de una sola pieza, lentamente asimiló el cuadro, revolviéndosele las entrañas por el dolor del engaño. Un ejército agujas se anidó en su corazón y ciego de cólera abandonó el lugar sin dirigirles ni media palabra. La fiesta era en un sitio en las afueras de la ciudad y él quería llegar cuanto antes al refugio seguro de su casa, por lo que avanzó veloz sobre kilómetros de asfalto. Mientras conducía su auto con mano temblorosa por el camino a Tumbaco en vano trataba de engañarse a sí mismo, negándose a aceptar la verdad: «de pronto vi mal después de todo ellos no me pueden hacer esto, quizás fue el trago y la coca lo que me hace imaginar cosas». Sin embargo, a pesar de su patético intento por ne­gar la verdad, la cruel imagen de la traición se re­ petía en su cerebro una y otra vez, de forma tortu­rante, implacable. Su mente era un remolino de amargura y la única forma de tranquilizar su corazón era pisar el acelerador a fondo y dejar que el viento en su cara se llevara los recuerdos. No vio el final de la curva, únicamente sintió un jalón hacia adelante y vio los faros de su auto ilu­minando el espacio vacío donde un segundo antes estaba la carretera. Voló hacia el fondo del abismo y su entorno estalló con ruido de metal roto y un do­lor agudo que le traspasaba el cuerpo. Después se hizo el silencio total y el aire se inundó de un fuerte olor a caucho quemado, gasolina y sangre. Prisionero entre la chatarra, recobró el sentido por última vez y pudo enfocar en el suelo un riachuelo de aceite que lentamente se iba agrandando, mezclado con su sangre, mientras su vida se apagaba. Supo que el final había llegado. Silencioso se despidió del cielo sobre su cabeza, que ya empezaba a clarear. Se despidió también de sus viejas culpas y pensó que tal vez su vida pudo ser distinta. Nunca amó con la fuerza suficiente, nunca pudo ser feliz del todo, nunca pudo ser dueño de sus actos y ahora sentía que su vida se escapaba como por un gotero. Un último pensamiento se instaló en su mente: «si tan solo la existencia humana tuviera un segundo tiempo, como los partidos de fútbol, trataría de ser más libre, trataría, con todo el cora­zón, de no sentir este desamor…» Con un sutil suspiro se quedó dormido en paz y sintió un jalón hacia arriba. Era como si un em­budo de luz lo absorbiera hacia el espacio. Pudo ver su cuerpo inerte bajo el auto y la desolación del ba­rranco. No había dolor ni tristeza mientras flotaba como una nube de vapor, rumbo al infinito. Por un lapso indefinido vagó por extraños pla­nos astrales. Una rara fascinación maravilló su es­píritu y olvidó los hechos de su vida. No existía la percepción del tiempo. Se desdoblaba sutilmente y el pasado, presente y futuro eran secuencias simul­táneas… Inesperadamente estaba nuevamente en medio de una oscuridad cálida y húmeda, acompaña­da de latidos que ahora eran muy fuertes. Repenti­namente una terrible presión en todo su cuerpo lo comprimió. Durante unos segundos sintió una agonía irrepetible y entonces la presión cedió. La asfixia acabó y se hizo la luz. Fue un solo momento, larguísimo e intenso momento, grande como abarcar un manojo de sensaciones nuevas, pero de alguna manera familiares.

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Pero la luz no se parecía a la del sol de ningún universo que hubiese visitado durante su viaje alucinante. Era la luz de una lámpara de hospital. Su cabeza era sostenida por un hombre de blanco que sonreía detrás de su mascarilla quirúrgica. Cuando intentó respirar, después de una dolorosa primera bocanada de aire, que pugnaba con el líquido aloja­do en sus pulmones, sólo pudo lanzar un llanto de niño. El hombre de blanco lo acercó a una piel cá­lida, con olor a leche. Pudo ver el rostro de su ma­dre sonreír mientras era acariciado. Había comen­zado su segundo tiempo.

Ney Yépez Cortés (Quito, 1968). Escritor, periodista, cantautor, terapeuta holístico y naturópata, consultor de Feng Shui,

monitor de Yug Do y maestro de artes orientales (Tai Chi, Reiki y Chi Kung). En 1989 publicó Cuadernos olvidados, su primer libro de poesía. Otros poemas suyos vieron la luz en la revista literaria Ixo Facto, así como en la revista La coz cultural y en el libro colectivo Teoría del absurdo (1990). En 1991 obtuvo el primer lugar en el concurso nacional de poesía organizado por la Federación de Estudiantes Universitarios y en 1993 ganó el primer lugar en el concurso universitario de vídeo-ficción como realizador y guionista del cortometraje Azulinaciones. En 2000 es tercer finalista en el Concurso Internacional de Ciencia Ficción Nébula y en 2003 es editor del libro La conciencia índigo, futuro presente. En 2006 publicó el libro Reiki Do, el sendero de la energía universal. Ese mismo año produjo, locutó y musicalizó un disco compacto de meditaciones guíadas. En 2010 realizó la producción discográfica Biografía, una antología de sus canciones compuestas entre 1987 y 2010. Bajo el sello editorial Eskeletra ha publicado Mundos abiertos (relatos, 2001); Historias ocultas (relatos, 2003); Las sombras de la Casa Mitre (novela, 2006); El árbol de las brujas (novela, 2009); y Crónicas intraterrestres (novela, 2011). A principios del próximo año se prevé la publicación de una nueva novela de corte fantástico, en la continuación de la saga de su personaje, el investigador de lo paranormal Félix Dalton.

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A. C. Dobleu

Carlos Béjar Portilla

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implemente pienso y el impulso ómnico contacta con la central. La planilla a pagar después. En la cámara de reintegración las invisibles extremidades nuevamente me arman y arribo a A. C. Dobleu. Un minuto antes me hallaba a diez mil micromegas de distancia teniendo que soportar las veleidades de Eliso.

De la fábrica nos prometieron tres X 21 modelo modifi­cado y me pregunto a veces si tales pedidos tienen algún sen­tido. Eliso me dice que es mejor encargarlos pequeños. Cuando los centros de memoria han adquirido el material suficiente se solicita los más grandes y se hace el trasplante. De todos modos los caparazones o cubiertas, que es como se denominan estas costras de planidio, no son tan buenos. Du­ran poco y en verdad uno se acostumbra demasiado a la forma de los viejos modelos. Los centros de memoria, por el contrario, son duraderos aunque demasiado sensibles. Pero uno tiene que acabar alguna vez. Conocí en este asteroide algunos amigos quienes agobia­dos por los problemas diarios encargaron impresores nuevos. Eran, después, evidentemente otros. A empezar de nuevo. Y si por ello en los deslizadores me topo con alguno la vieja fa­miliaridad con las cubiertas antiguas hace que experimente el natural impulso por abordarlos, pero me contengo al pensar que no sabrían reconocerme. Eliso, mi compañero, debo indicar que es demasiado fa­tigante. Hemos estado a punto de destruirnos en la mina. No bien los niños acumulan la información indispensable solicita las cubiertas de adulto para hacer la transposición de los centros impresores. Acto seguido les ordena ir a las gale­rías a manejar las máquinas de extracción. Dicho de otro modo, se toma demasiado en serio esto de la fiebre de mi­neral. Las ventas van en aumento a ritmo increíblemente vertiginoso. Nuestra riqueza así también crece. Me pregun­to para qué nos va a servir tanta, si la prosperidad ha de te­ner un límite. Por ello, apenas puedo vengo a descansar en este asteroi­de. Eliso se indigna y me acusa de recargar sobre él todo el peso del trabajo. Amenaza con abandonarme rompiendo así nuestro pasado. Y no es que sea sentimental pero reconozco que una separación nos sería perjudicial y además costosa. Tenemos tantos puntos de suelda, tanta información y dis­positivos comunes que puede decirse que fuimos hechos en pareja para complementarnos en uno solo. Aquí, en este centro de descanso realmente se disfruta. Grandes instalaciones hoteleras con las debidas comodida­des. Se puede gozar de carga infusa. Energía C patentada que asciende deliciosamente sobre el cuerpo. Revitaliza. El baño sónico de pulimento y lubricación para las articulaciones cansadas. El desgaste en cero. Por otra parte, el paisaje que miro desde la ventana de la cúpula es grandemente sugerente, puede decirse que hermoso. Varios mendigos de Pyron viniendo a recabar la generosidad de los pasajeros. Con sus 87


in­mensos cuerpos verdes, los ojos de babosa vegetal y las colas luminiscentes, empiezan a danzar cerca de los cristales, con­torsionándose en lluvia de luz, color y movimiento. Son tan graciosos, tan rítmicos que nuestra caridad no se hace espe­rar. Les lanzo los musguillos con que han adornado la habitación y los devoran de inmediato con extremada avidez. Más lejos, un gigantesco horizonte poblado de bandas de masa lumínica corporeizada que se desplaza a velocidades in­creíbles. Asidos sobre el lomo, estas curiosas criaturas yendo y viniendo en su inmemorial peregrinar, sin interrupción al­guna. Los reflejos de las ondas de las cámaras de desintegra­ción que anuncian la llegada de nuevos viajeros. Huéspedes procedentes de todos los universos posibles. Diviso también una media docena de anticuadas naves escorando las proas sobre el planchón de los dromos en desuso. Empero, en tal aislamiento, las noticias no dejan de alcan­zarnos. En el salón, conversando con varios amigos, me ente­ro que en Epsilón tienen problemas. Una masa incandescente, de cuya existencia nadie tenía conocimiento hasta entonces, ha hecho su aparición sobre la órbita del planetoide y de no tomarse medidas inmediatas, en muy poco tiempo terminará por destruirlo todo. Pude observar en el rostro de varios Sa­turninos un gesto de satisfacción. Por el contrario, dos o tres potentados de Alfa I se sobresaltaron. Aunque los Centros de Conciliación afirmen lo contrario creo firmemente que las posibilidades de comunión espiritual son utópicas. Los natu­rales jamás podrán aceptar otro tipo de existencia que no sea el de ellos. Lo que es peor, la noción de superioridad y de do­minio no les llega. Aprovecharán la menor oportunidad para crear problemas. La última vez, recuerdo, protestaron por la exterminación de los habitantes de Cronos. No entendían que era el único medio de asegurar la provisión de cronita que consumen las máquinas integradoras. En definitiva, no se puede confiar en la obediencia com­pleta de los naturales y, hasta los mismos Saturninos que re­presentan en el grupo G la forma más evolucionada de con­ciencia espontánea, no admiten que lo que se necesita tenga que tomarse sin consultarles. Esa vieja aberración por la materia estelar en la cual han nacido es completamente des­conocida por nosotros. En fin, todo esto sucede a despecho de los técnicos del Cen­tro de Conciliación. No se cercioran que es incompatible la premisa de tomar lo que se necesita con la existencia de estos rezagos de vida natural y, si no se asume posturas más radicales y definitivas, viviremos esta paz ficticia por mucho más tiem­po que el necesario. A riesgo de que nuestros mejores ingenie­ros sean atacados en las fuentes de provisión, nuestros sabios se vean en apuros y continuemos soportando provocaciones. Con todo, permaneceré en este asteroide unos instantes más. Pienso que al regreso no voy a utilizar las máquinas inte­gradoras. Más bien, tomaré una de las naves. Aunque la trave­sía es lenta tendré la oportunidad de pasar por la tierra y reco­ger unos cuantos hombres. Los niños sienten verdadero deleite cuando juegan con ellos. A Eliso no le gustan. Le parecen de­masiado agresivos y escandalosos. Carlos Béjar Portilla (Ambato, Ecuador, 1938). Novelista y poeta. Aunque abogado no ejerció la profesión por mucho tiempo dedicándose a negocios diferentes, desde la administración de un colegio, boutiques de ropa, un taller artesanal, hasta productos industriales. Ha tenido una vida llena de viajes —India, China, Nepal, Tibet, vivió en Kabul y Samarcanda, el norte de África, España, en los países musulmanes profundizó sus conocimientos del Islam, e incluso fue recibido por el Imán de la Mezquita de Melilla—, con una embarcación construida por él mismo navegó por casi un año entero en compañía de su familia por las costas del Pacífico entre Perú y Panamá, y luego por el Caribe. Ha escrito Simón el mago (cuento, 1969, Premio «José de la Cuadra» y Patronato Municipal de Bellas Artes); Osa mayor (cuento, 1970); Samballah (cuento, 1971); Tribu sí (novela, 1973, finalista del Concurso Internacional «Seix-Barral»); Puerto de luna (cuento, 1986); La rosa de Singapur (novela, 1990); Mar abierto (novela, 1996, Premio Nacional «Ismael Pérez Pazmiño» 1997); Plumas (poesía, 1996, Segundo Premio Concurso Nacional «Ismael Pérez Pazmiño»).

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Profundo en la galaxia Santiago Páez

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os páramos de Kerth eran fríos, desolados y extensos pajonales barridos por un viento hiriente. Los cubrían mantos de lluvia que, más que caer, parecían apoderarse, pastosos e ingrávidos, de la atmósfera.

La caravana se había detenido horas atrás. Los viajeros, al acampar, habían observado el horizonte plano, deshabitado, agreste. Nadie, a más de ellos, se arrastraba por ese desierto en varios kilómetros a la redonda. Nadie que quisiera dejarse ver, al menos; era bien sabido que grupos de asaltantes se camuflaban con la paja y las dunas, para caer como otra niebla, inesperada y mortal, sobre las caravanas. Xemayetl, apoyado contra uno de los fardos de su carga, miró a las mulas que descansaban agrupadas al extremo norte del campamento. En el centro del refugio, una fogata iluminaba los rostros de los otros tres comerciantes que, junto a él, se aventuraban por los páramos. Los cuatro iban en dirección a la ciudad de Moowbir La Esplendorosa, ciudad Imperial y frontera de Kerth a la que la riqueza llegaba a través de selvas, desiertos y mares. Los cuatro comerciantes se hacían acompañar por una docena de guardias armados con rayos térmicos. Ninguna precaución era exagerada; desconfiaban hasta de su escolta. Por eso permanecían juntos, Yoxnan, Pinox y el delgado y nervioso Antra, todos, con las manos cerca de sus propias armas, se cuidaban mutuamente las espaldas. El oro y el miedo siempre viajan juntos. La noche larga del planeta Kourión transcurría lenta, fría y sin estrellas. Los viajeros dormitaban cuando, como un jirón de niebla, se presentó el peregrino. Gris, enjuto y cubierto por el raído hábito de los suplicantes, se irguió ante ellos, encarándolos con una extraña mirada de tormento y fiebre. —Comerciantes —saludó ¿Tienen un plato caliente y albergue para un romeriante? Utilizaba las antiguas palabras que le daban derecho a recibir protección y alimento en los desiertos de ese mundo. Todos allí respetaban a los peregrinos, hombres y mujeres que recorrían los descampados y las populosas calles, las playas o los riscos, arrastrados por un gris e intemperante viento que sólo soplaba dentro de sus mentes: La FE.

—Acércate peregrino. Te serviremos —le respondió Yoxnan, el más viejo de los comerciantes, conocedor de la respuesta ritual. Acércate y dinos a qué santuario te diriges. El viejo se acurrucó frente al fuego. Iluminado por las llamas se veía más anciano y más torturado. —Vengo del santuario Kiché, voy donde La FE me lleve. 89




Todas las palabras del recién llegado parecían o eran fórmulas sagradas. Xemayetl no lo sabía, eran pocos los meses que había permanecido en ese mundo. En su planeta no había peregrinos, ni bandoleros, ni desiertos. Era un mundo de cristales, metal y exactitud, situado en la sección interior de la galaxia. El peregrino aceptó un plato de sopa caliente de uno de los guardias. Todos lo miraban con respeto y miedo. Comió despacio. Cuando hubo terminado, mirando al fuego, empezó a hablar en una lengua desconocida, de una manera muy extraña, en un ritmo y con un volumen que Xemayetl nunca había escuchado. —¿Qué hace? —preguntó a Pinox, el comerciante gordo y serio sentado a su izquierda. —Canta —le respondió. —¡Silencio! —exigió en un susurro Antra mientras se acercaba más al fuego. Armoniosa, bella, la voz del peregrino se levantó sobre el fuego. Grato es llorar, cuando afligida el alma, no encuentra alivio a su dolor profundo; son las lágrimas jugo misterioso para calmar las penas de este mundo. Un galopar de sombras conmovió el alma, hasta ese momento asombrada, de Xemayetl. Presentía el ritmo, el tono, las pausas y los cambios de volumen del Peregrino. Era como si ese canto volviera a ocupar una antigua madriguera entre sus costillas, como si siempre hubiera conocido ese extraño hablar que escuchaba del viejo caminante. Con el profuso aceite de mis lágrimas, yo ablandaré el rigor del cruel destino; La canción siguió y, entre las armonías presentidas, Xemayetl encontró tejidos sus recuerdos. En Sac-745, su mundo de origen, la vida era exacta y cómoda; había venido a conocer el dolor, el frío y el hambre en Kourión, ese olvidado planeta en los límites de la galaxia. Allí gobernaba un autócrata milenario que se mantenía vivo gracias a los poderes mágicos de sus hechiceros, y que prohibía el ingreso de tecnología a su planeta. Comerciaba, aceptaba cuando mucho rifles térmicos y otras armas poco desarrolladas y vendía los productos de su tierra, nada más. Un edicto de muerte se encargaba de los transgresores. Por lo demás, la situación de Kourión era similar a la de otros miles de mundos bárbaros de la frontera galáctica. lamparilla ardiente de mis ojos, 92


En Sac-745, como en toda la sección civilizada de la galaxia, una Gran Computadora Central (GCC) pautaba vida humana. Dotaba a los habitantes del planeta de alimento y abrigo. Seleccionaba las parejas por afinidades, para garantizar matrimonios estables y descendencias sanas. Educaba a los niños con precisión axiomática. Todo estaba a cargo de la Gran Computadora: la gran madre en la que todos se perdían, morían, se enajenaban. no desmayes jamás en mi camino. El dolor se empozó en en el pecho de Xemayetl y una llama le afiebró los ojos cuando recordó que era un exiliado. Se había ido. La GCC no era un tirano, era una madre. Cuando uno de sus hijos era demasiado violento, demasiado inquisitivo, demasiado nostálgico, lo desterraba. Expulsaba al individuo como escupiendo una piedrecita que no se puede masticar. Le cerraba todas las posibilidades de estudio, de trabajo, de relación. Pocos valientes se quedaban a luchar; los demás se iban a un mundo afín con su desviación: los violentos a planetas en continua guerra, los aventureros a satélites de inmensa y peligrosa selva… Xemayetl, el solitario, a ese planeta de páramos y mares, con menos densidad poblacional que una subsección de su planeta metálico. no desmayes jamás en mi camino. El peregrino terminó su canción. Se levantó, apoyándose en su cayado, sin mirar a ninguno de los hombres reunidos alrededor de la fogata. Rengueando, se escurrió entre los bultos de mercadería; allí buscó acomodo para dormir. Xemayetl jamás había sentido tan dolorosos sus recuerdos, tan vividos, tan absolutos. ¿Qué le había afectado tanto? ¿Esas palabras entrecortadas y melodiosas del peregrino? ¿Qué era ese hablar que nunca antes había escuchado? El más viejo de los comerciantes lo miraba comprensivo. A él se dirigió Xemayetl. —¿Qué es ésto, Yoxnan, de dónde viene? Yoxnan, encorvado hacia el fuego, con sus anchos hombros iluminados por las llamas y el rostro casi oculto por la capucha de su abrigo, empezó a hablar: —Cuentan que existió o existe un planeta terrible; profundo, muy profundo en la galaxia. Nadie lo ha visitado, nadie sabe donde está. Es un mundo que tal vez se perdió hace siglos, antes de que pudiéramos viajar por las estrellas. Hace años, un viejo profesor que acompañé en una expedición, creo que venía de un mundo como el tuyo, Xemayetl, me dijo que esta leyenda la había oído en varios planetas muy lejanos de aquí. No sé, tal vez me mintió. En todo caso, dicen que en ese planeta, como en cualquiera creo, hubo guerras y masacres y también alegría y paz, todo lo que tenemos todos. Pero eran muy extraños los humanos que lo habitaban; una raza maldita que, tal vez por eso, se extinguió. 93


Ellos podían sentir más que cualquiera de nosotros. Tal vez era una enfermedad, el viejo doctor me dijo que era algo en sus cerebros, una deformación que heredaban, algo así. Nosotros, todos nosotros en la galaxia, sufrimos y reímos y nos enfurecemos, pero podemos medir nuestras emociones, impedir que nos aplasten, que nos enloquezcan. Los habitantes de ese planeta no podían, sus sufrimientos o alegrías los controlaban por completo, los dominaban; eran esclavos locos que mataban y morían de odio o de amor, que podían morir de alegría. Yo no entiendo cómo pudo vivir una raza así, creo que es una leyenda. Ningún mundo puede existir tan enloquecido. Imagínate si a la muerte de tu hijo tú también pudieras morir de dolor… absurdo. Sufres lo debido y luego sigues viviendo. Parece que en ese mundo los dolores eran como fieras descontroladas que te atacaban el resto de la vida. Una leyenda. Pero a lo que te interesa. Tal vez por esa incapacidad para vivir sanamente, tal vez porque sus cerebros eran anormales, como decía el viejo profesor, tenían un don especial, maravilloso: cantaban, es decir, hablaban como el peregrino hace un momento; y sus canciones, de alguna manera, se han conservado y extendido por la galaxia. No las entendemos, están en un idioma desconocido, que debe ser muy viejo y está olvidado. Solo sabemos que suenan de una manera mágica y agradable. Por eso las escuchamos. Xemayetl, que había escuchado atento y fascinado, preguntó: —En mi mundo jamás escuché ninguna canción. ¿Tú sabes cantar? —No. Solo se saben las canciones en los mundos de la frontera de la galaxia. Solo las saben cantar los peregrinos. —¿Solo ellos? —Sí, por eso son peregrinos. De vez en cuando, en nuestras aldeas o ciudades, nace un niño especial. Tal vez enfermo del mismo mal que tuvo esa raza maldita y triste de la leyenda. Al crecer, una fuerza incontrolable le lleva a apartarse de los suyos, le llamamos La FE. Viajará de Santuario en Santuario, recorriendo esas ruinas de antiguas religiones. En ellos se encontrará con otros peregrinos más viejos que le enseñarán más y más canciones. Viajará toda su vida y será un Hombre Santo. —Pero ¿para qué sirven? —preguntó Xemayetl. —No te importa —intervino Antra que se había acercado a ellos mientras Yoxnan hablaba. —Eres un extranjero y no te importa. —Tranquilo, viejo agrio —susurró Pinox, casi oculto por la sombra de un fardo. —El muchacho sólo quiere saber, no lo molestes. Antra se calló disgustado; envolviéndose en su abrigo paramero, se dispuso a dormir. —Creemos que todo nuestro mundo moriría sin los peregrinos, muchacho —la voz grave de Pinox llegaba desde lo oscuro. —De alguna manera que no comprendemos, la vida en nuestro mundo depende de que los romeriantes sigan caminando, sufriendo y cantando. 94


Xemayetl interrogó con la mirada al viejo y endurecido Yoxnan quien, afirmando con la cabeza, dio la razón al comerciante gordo. —Por eso son sagrados —dijo. La conversación parecía haber terminado. El fuego consumía la paja y, lentamente, el campamento se sumió en el sueño.

* Cayeron inesperados y violentos, como un latigazo que golpea desde la obscuridad. Venían del oriente, donde se estaba levantando el sol. «Vieja táctica de bandoleros» pensó Xemayetl mientras desenfundaba su pistola térmica. Viniendo con el sol a sus espaldas, no podían ser vistos en ese páramo desolado. Los comerciantes y su escolta disparaban contra sombras intuidas y destellos mortales. El sisear de las armas pronto se mezcló con los gritos de los heridos y el horroroso olor de la carne quemada. Yoxnan rodaba a la derecha de Xemayetl tratando de alcanzar una posición que le permitiera cruzar su fuego con el de sus compañeros y defender uno de los flancos. Los miembros de la escolta intentaban desplegarse para no quedar encerrados por un posible movimiento envolvente de los bandoleros. Junto a Xemayetl, que disparaba sin exactitud alguna, Pinox empezó a reír. —Quieto —gritó. —Vas a matar a uno de los nuestros. La escolta hará lo suyo, nosotros debemos quedarnos juntos y defendernos solo si llegan hasta aquí. —Pero Yoxnan está luchando —contestó el joven. Efectivamente, el jefe de los comerciantes se escurría entre las dunas disparando, siempre en busca de una mejor posición para defenderse. —Yoxnan fue militar, sabe lo que hace, nosotros no. Quieto —insistió el gordo. Fue lo último que dijo, un destello térmico le convirtió el rostro en una chamuscada masa roja. Xemayetl, girando sobre su costado, evitó que el cadáver le cayera encima; luego rodó, buscando un sitio seguro, hasta quedar semioculto entre dos grandes rocas. Desde allí pudo observar a la escolta desplegándose con seguridad, a Antra escondido entre fardos de mercancías, a las mulas temblorosas y muy juntas. El brillo de las armas térmicas coloreaba de rojo las sombras del amanecer. De pronto se escuchó un grito; uno particular, desgarrado, armónico, similar al sonido que hace un ánfora de cristal al romperse. Xemayetl, buscando el origen del alarido, miró hacia atrás. Sobre una duna más alta que las demás, iluminada entera por la luz del sol, se quebraba el cuerpo flaco y gris del peregrino. El viejo, apoyado en su bordón, trataba de conservar el equilibrio. Una negra mancha marcaba el lugar de su espalda en el que un arma térmica había hecho blanco. Un atónito silencio se apoderó del campamento. Atacantes y defensores, inmóviles, aterrorizados, miraban cómo, lentamente, una rama reseca se desgajaba muerta. El peregrino cayó sobre la arena. 95




Por un larguísimo segundo los hombres permanecieron inmóviles. Luego, con los brazos yertos y los rostros demudados, empezaron a regresar hacia el centro del campamento. Xemayetl, asombrado, miró cómo sus compañeros se sentaban sin preocuparse ya de los bandoleros. Estos, por lo demás, habían desaparecido. Se acercó también a la fogata mientras el sol, cada vez más alto, iluminaba por completo el campamento y los rostros embrutecidos de guardias y comerciantes. —¿Qué pasa? —Xemayetl no entendía nada. —Los bandoleros volverán, que… —No volverán. —Yoxnan, como de costumbre, era el único que conservaba la calma, aunque se veía igual de desolado que sus compañeros. —No importa —explicó —ahora ellos también van a morir. —¿Por qué? Para Xemayetl todo se movía con inmensa lentitud. Las palabras demoraban siglos en atravesar el aire. Los gestos de sus compañeros se congelaban en sus rostros; sus manos, que aún empuñaban las armas, parecían de piedra. Yoxnan se volvió hacia la duna coronada tristemente por el bulto gris. —Hemos matado al Hombre Santo, muchacho. Moriremos. —Fueron los bandidos, estaba en nuestra retaguardia, ninguno de los nuestros pudo dispararle. —Ellos también morirán. Xemayetl, reponiéndose por momentos, pensó en lo conveniente de la superstición que les había salvado. Casi se puso alegre hasta que, mirando las espaldas encorvadas de sus compañeros, comprendió. Lo que en Sac-745 era una superstición, en Kourión era real. De alguna manera todos morirían.

* Xemayetl sintió su muerte y la de sus compañeros. Era una pastosa y helada evidencia en sus intestinos. Fue demasiado, las piernas le empezaron a temblar como si sus nervios, en un frío cortocircuito, se negaran a dirigir sus movimientos. Tuvo que sentarse. Buscó sitio entre sus compañeros que, ya serenos, se acomodaban para esperar la muerte. «¿Por qué tengo que morir?» se preguntaba Xemayetl, furioso y frustrado. «En un planeta lejano, entre salvajes ignorantes. ¿Por qué no pude quedarme en mi mundo, por qué…?» Era tal la frustración, el dolor, la ira, que empezó a cantar: Con el profuso aceite de mis lágrimas, No entendía las palabras, no sabía por qué le era tan fácil recordar el ritmo de esa extraña habla que salía de su boca. 98


yo ablandaré el rigor del cruel destino; Con los ojos desorbitados, Antra y los guardias lo miraban, sin entender nada. lamparilla ardiente de mis ojos, Se callaron hasta las mulas que, desde la muerte del peregrino, no habían dejado de bramar. no desmayes jamás en mi camino. Yoxnan lo miraba con los ojos entrecerrados. Comprendía todo.

* Yoxnan y Xemayetl, de pie sobre una duna algo alejada del campamento, miraban cómo los demás miembros de la caravana se preparaban para la marcha. Era medio día. —Sigue hacia el norte —recomendó Yoxnan —llegarás al santuario Kiché. Allí otros peregrinos te enseñarán más canciones y te dirán a dónde ir. Xemayetl se apoyaba en el cayado del viejo peregrino; iba envuelto en su abrigo paramero y cargado con una cantimplora y un morral. —Eso haré, gracias. —Gracias a ti. Le robamos un peregrino al mundo y le damos otro; todo queda igual y nos salvamos. —¿Por qué lo hice, Yoxnan? —Es tu destino. Y Xemayetl se alejó, alto, enjuto y gris.

Santiago Páez (Quito, Ecuador, 1958). Escritor, ensayista, novelista, catedrático universitario, crítico y antropólogo. Ha cultivado el género de ciencia ficción y la novela policial. Entre sus obras están Profundo en la galaxia (cuentos de ciencia ficción, 1994, «Premio Joaquín Gallegos Lara»); La reina mora (novela, 1997), Los archivos de Hilarión (novela, 1998), Shamanes y reyes (novela de ciencia ficción, 1999); Condena madre (novela, 2000); Pirata viejo (novela, 2007); El secreto de la ocarina (novela, 2008) «Premio Darío Guevara» 2009; Itinerarios (ensayos, 2008); Aneurisma (cuentos, 2009); Olvido (novela, 2010); Puñal (novela policial, 2012).

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el más

PeQUeño Y sabroso

Por Omar Ospina García Periodista

Monumento al maíz de Gonzalo Endara Crow. Foto Omar Ospina.


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a estupenda vía Panamericana me arrima a la Y que se dirige a El Quinche por la izquierda y a Guayllabamba y Quito por la derecha. Elijo la ruta izquierda para pasar de largo por las parroquias orientales del Distrito Metropolitano de Quito, y aterrizar en el Cantón Rumiñahui, «el más pequeño y el más sabroso de la Provincia», como pregonan con orgullo sus vecinos. Y tienen razón. Su capital, Sangolquí, es conocida como «La Capital Mundial del Hornado».

se asentaron allí por lo benigno del clima y la feracidad de las tierras. La conquista de Quito por los incas primero, y por los españoles después, derivó en el cacicazgo del indígena Juan Sangolquí, uno de los más reconocidos líderes comunitarios de la región. Varias comunidades religiosas se avecindaron en la zona y construyeron haciendas y obrajes, muchos de los cuales aún permanecen. Entonces surgió el antiguo poblado de Urín Chillo, como simiente de la actual San Juan de Sangolquí, nombre en honor de San Juan Bautista y del dirigente Juan Sangolquí, ya mencionado letras arriba.

Pero no solamente gastronomía lugareña encontramos en este Cantón, situado al sur de Quito y ya en el Valle de los Chillos. Recibe su nombre del capitán de las huestes de Atahualpa, el cacique Rumiñahui, que también le El Cantón da su topónimo a la montaña Rumiñahui, tutelar del Cantón.

«el más pequeño y el más sabroso de la Provincia», su capital, Sangolquí, es conocida como «La Capital Mundial del Hornado»

Pero la historia arranca más atrás, los primitivos habitantes del cantón provenían de las faldas del Ilaló, hacia el norte, y formaban parte de la cultura Inga, que tuvo asiento en el cerro que divide los valles internandinos de Tumbaco, al norte, y Los Chillos, donde se asienta el Cantón por el que vamos de transhumancia a fin de tratar de descubrir sus secretos culinarios, sus más acogedores rincones, y algunos de sus lugares geográficos de indudable belleza, enorme riqueza natural y variedad biológica de alcances insospechados.

Aquellos primeros pobladores fueron nómadas cazadores y recolectores, se remontan posiblemente a 10 000 años antes de nuestra Era. Luego arribaron migraciones que desarrollaron la agricultura y la cerámica como actividades principales. Hacia le siglo XV los habitantes primigenios de Quito, los quitu-cara, 101

En sus terrenos se encuentra la hacienda Chillo Compañía, propiedad del Marqués de Selva Alegre, don Pío Montúfar, en cuya casa se reunían los conspiradores que pugnaban la independencia de Quito de la Corona española.

La región se distinguió también por la producción de una importante variedad de maíz, llamado maíz chillo, de grano grande y amarillo. En una época esta se convirtió en el granero de Quito, en la despensa de los primeros habitantes de la villa recién fundada por don Sebastián de Benalcázar sobre las ruinas de los primigeniso asentamientos. Es, sin duda, un cantón verde. Pastizales y eucaliptos son su paisaje natural como parte de las montañas que lo circundan y que conforman el Nudo de Tiopullo: el Rumiñahui, de la que recibe su nombre, pero también el Cotopaxi, en la vecina Provincia homónima, los Ilinizas, el Pasochoa y el Sincholagua, cumbres aptas para el montañismo, la fotografía o, simplemente, para caminarlas en busca de paisajes y lugares


recónditos y hermosos. Son múltiples las casacadas y saltos de agua, pues son numerosas las vertientes de agua que se desprenden de las montañas mencionadas y de los páramos que las circundan, reservorios naturales del agua que sustentan la vida de gentes, plantas y animales.

atractivos, como los diversos monumentos que exhibe la ciudad en homenaje a personas y temas que la caracterizan. En la Plaza Cívica, por ejemplo, se levanta el Monumento al colibrí y, en otro de los cruces de vías, el Monumento al maíz, obras, ambas, del artista Gonzalo Endara Crow. En San Rafael se levantan sendas Desde allí se encamina el Cronista por la plazas remodeladas, los monumentos erigidos ruta de los volcanes para apreciar de cerca por Luis Napoleón Valencia en recuerdo de el paisaje espléndido, los saltos líquidos que la obra pictórica El rondador, de Eduardo forma el río Pita desde su nacimiento en el Kingman, y la escultura La sed, también Cotopaxi, tales como la homenaje al artista mencionado, conocida Cascada del Pita, realizada por Flavio Eddie con historia no exenta de Crespo. Eduardo Kingman tragedias, y otras semejantes vivió en Sangolquí muchos en lo hermosas y, claro, años y allí edificó su residencia Caminar por las fotografiables, como Cóndor con el nombre de Posada de calles de Sangolquí Machay y las del sector de la Soledad, que hoy contiene tiene el interés de Vitaluña, que se pueden gran parte de su obra así como contactar con una conocer en un recorrido de sus pertenencias y recuerdos comunidad activa y aproximadamente dos o tres personales. dinámica, que ha horas. hecho famoso su Varias haciendas de la época Tiene Rumiñahui una rica mercado popular colonial y otras más recientes, variedad de especies de flora semanal son atractivos para el visitante. y fauna, propias del callejón interandino: se cultiva, El Cronista ha visitado en varias preferencialmente maíz, ocasiones, algunas de ellas pero también frutas diversas, inolvidables, el Refugio de Vida arveja, hortalizas, trigo, Silvestre y Reserva Ecológica cebada, habas, melloco, del Pasochoa. Sus varias rutas papas, entre otros productos del agro. Y es de ecoturismo son una verdadera cátedra de también un cantón rico en ganadería de varias botánica y biología. especies: vacas, cerdos, caballos, cabras, asnos, Para los aficionados al montañismo, la ruta en fin. Existe una amplia variedad de aves y larga del Refugio permite llegar hasta la cornisa pequeños mamíferos de páramo. rocosa de la cumbre, coronada esta el paisaje Inicialmente el Cantón se llamó Sangolquí, pero circundante hace que haya valido la pena el cuando la población homónima fue elevada esfuerzo. de categoría, dejando de ser Parroquia el 31 de Y entre las haciendas del sector, algunas mayo de 1938, la ciudad conservó el nombre de ellas tan antiguas como la historia post pero el Cantón pasó a llamarse Rumiñahui. colonial del país, destacan San Agustín de Y como no solamente el hornado nos convoca, Cotogchoa, La Bolivia, la hacienda Margarita caminamos por Sangolquí en busca de otros y otras interesantes por sus construcciones de

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arquitectura colonial y la feraz belleza de sus terrenos. Caminar por las calles de Sangolquí tiene el interés de contactar con una comunidad activa y dinámica, que ha hecho famoso su mercado popular semanal y acoge visitantes de las poblaciones cercanas y, desde luego, de la capital de la Provincia. El parque principal y su iglesia, de construcción impresionante por su tamaño y estilo, son parte de un conjunto arquitectónico variado,

multicolor y elegante, con casas de tres pisos y terrazas en varias de ellas, de manera que, vecinos y visitantes, pueden admirar el entorno. En la primera planta de una de las casas del sector sur occidental, unos deliciosos helados de paila logran apagar la sed que la caminata nos ha producido, y calmar el antojo. Cuando se trata de golosinas, el nieto no perdona una. Y el abuelo tampoco.

Hornado de Sangolquí. Foto Omar Ospina.

Cacao. Foto Omar Ospina.


nuevas formas para frenar la explotaci贸n sexual


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e estima que más de setecientas mil personas son víctimas de tráfico para la explotación sexual, una de las formas de violencia de género más extrema. La trata y el tráfico de mujeres, adolescentes, niñas y niños con fines de explotación sexual, representa un negocio lucrativo para el crimen organizado, generando alrededor de treinta mil millones de dólares cada año. Según cifras otorgadas por la Red Anti-Trata de Quito, se estima que existen cinco mil víctimas de trata con fines de explotación sexual en Ecuador, la mayoría de ellas son mujeres, adolescentes, niñas y niños. Tu Plata Maltrata es una iniciativa que busca frenar el problema atacando el consumo de prostitución.

sensibilización, una auto-reflexión sobre la masculinidad y la sexualidad, con el fin de contribuir a la construcción de verdaderos cambios culturales en las relaciones entre hombres y mujeres en la sociedad ecuatoriana. La capacitación en colegios permite construir nuevas masculinidades y feminidades desde y hacia los jóvenes mediante conceptos, reflexiones, cifras y testimonios que permiten un cambio de actitud frente a la explotación sexual comercial. La página WEB de Cascos Rosa y su difusión mediante Facebook, Twitter y Youtube son herramientas exitosas de la campaña. Así mismo Quito fue sede en mayo de dos acciones importantes para reflexionar sobre el tema, el «Primer Concurso de fotografía: nuevas formas de ser hombre: dígalo en imágenes» ­—donde se recopilaron más de 80 fotografías, con las cuales se montó una exposición—, y el «Primer Festival de Cine Tu Plata Maltrata», donde se proyectaron un selecto grupo de películas para reflexionar sobre los problemas de la violencia de género.

Más de setecientas mil personas son víctimas de tráfico para la explotación sexual

ACDemocracia, Coalición Regional contra la trata de mujeres en América Latina y el Caribe, y Red de Jóvenes Cascos Rosa, con el apoyo del Gobierno de la Provincia de Pichincha, han planificado y llevan a cabo varias actividades que convocan a la comunidad a participar activamente y tomar conciencia sobre esta problemática durante todo el 2013.

El rol del Gobierno de la Provincia de Pichincha, como institución del Estado, ha sido sustancial para llevar este mensaje a diferentes localidades, principalmente aquellas donde la trata, tráfico, explotación sexual y laboral de mujeres y niñas es una realidad palpable que necesita ser atendida, facilitando aplicar un modelo de prevención de la violencia a nivel territorial. Cascos Rosa, Red de Jóvenes Unidos contra el Machismo, principales gestores de esta iniciativa, promueven a través de la

A través de todas estas acciones y productos comunicacionales como spots, cuñas y la intervención de actores en medios de comunicación locales y nacionales, se pretente generar un cambio cultural en la ciudadanía hacia la explotación sexual comercial y, sobre todo, evidenciar lo que oculta el consumo de prostitución, ya que frenar la trata y el tráfico de mujeres y niñas con fines de explotación sexual y laboral es responsabilidad de todos. www.cascosrosa.com • Twitter: @CascosRosaec Facebook: cascos.rosa Correo-e: comunicacion@cascosrosa.com




Gobierno de la Provincia de Pichincha PĂĄgina WEB: www.pichincha.gob.ec Correo-e: acorrea@pichincha.gob.ec Manuel Larrea N13-45 y Ante Quito, Ecuador Para este nĂşmero se han usado caracteres Garamond creados por Claude Garamond (1490-1561) y Gill Sans de Eric Gill (1882-1940)

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