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Momentos reales
Lorenzo Jurado Luque-Romero
Os quiero contar un hecho que me ocurrió la Semana Santa pasada, para ser más exactos el Viernes Santo, y la verdad es que lo viví tan intensamente que no puedo deciros lo que tuvo de verdad o quizás fue el anhelo a compartir con ese hermano estos momentos tan emotivos y llenos de vivencias; pero aunque sean imaginaciones mías o lo haya estado viviendo en realidad, siento la necesidad de transmitirlas a mis queridos hermanos, pues estoy seguro que pasareis unos momentos muy intensos, pero para que lo asimiléis, de la manera que yo lo he hecho, he de comenzar por el principio. Un año más nos dimos cita en la Plaza del Calvario, sentimos los sones de los romanos al llegar a ella y te predispone, con embargada emoción, a escuchar la Diana. La alegría y turbación se agolpan en tu ser cuando Jesús Nazareno sale al pórtico y se dirige hacia nosotros para cobijarnos con su mirada. Las notas se elevan al cielo al igual que mi oración. En esos momentos recuerdas a muchas personas queridas que están gozando en presencia del Patrón, gesto que igualmente han hecho mis hermanos, no me cabe la menor duda, al observar su recogimiento. Yo particularmente siempre tengo presente a mi padre, mi suegro, mis abuelos, mi tía y como no, a un hermano que sentimos su ausencia y que este su primer año le estábamos echando de menos por mil razones, por ser como era: simpático, cariñoso, entrañable y alegre, en definitiva buena persona, como son todos y cada uno de los hermanos de El Pez. La brisa del despertar de estos momentos, donde la noche abre sus negras pestañas para dar paso a los hermosos ojos azules de la mañana me trajeron unos sonidos hechos palabras, y me pareció que El Terrible me susurraba que seguíamos amparados como hijos Suyos que somos, pero que había un hermano que a todas horas le insistía en esa protección. El corazón se me encogió, un pálpito acelerado se apoderó de mi cuerpo y confirmé lo que ya sabía, Rafa estaba en la Diana. Los aplausos a la conclusión de esta oración que eleva el pueblo entero, me hizo volver a la realidad, si ya no lo estaba. Y como todos los años, nuestro hermano Rafa Jiménez me ayudó a colocarme bien el capillo y recibí el golpe en la espalda que siempre me da, es la conversación sorda entre él y yo, pues sé lo que quiere decirme. Sí Rafa; hago la estación de penitencia por todos los hermanos de la Historia de Tobías, e imploro al Nazareno para que gocemos de su presencia cada año con la felicidad y la tranquilidad justa y necesaria de tener bien a nuestras familias. Me incorporé al río de lirios morados y deambulé por nuestras calles junto al Patrón. Qué sensaciones más entrañables me estaba produciendo, evocaciones llenas de color y sonido, ésas que se clavan en el alma y te hacen sentir diferente, rebosante de felicidad y nostalgia.
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Qué maravilla el percibir el silencio del amanecer con el trino de las golondrinas de la calle San Cristóbal, al apreciar los primeros rayos de sol que festejaban este gran día en el Romeral; el eco de la campanita, el chorrear de la cera por la calle Linares, la alegría y vitalidad de Santa Catalina. A la entrada, como todos los años, una saeta, no sé que letra tenía pero a mí me impresionó porque casi sin quererlo estaba recitando la “del madero” que tanto gustaba a Rafa. Os podéis suponer lo que me entró por el cuerpo. Para mis adentros iba repitiendo esa oración tan querida por nosotros y tan especial en estos momentos, y como dice la poesía de Pérez Carrascosa, como no sé decirla con la garganta la canté con todas las fuerzas de mi corazón. Los ecos lejanos me trajeron los sones del Imperio Romano, miré en dirección a esta sacra melodía y vi los capillos amarillos, que siempre relucen como el sol; ¡qué orgulloso me pongo cada vez que desde la lejanía observo ese brillo que enciende mi corazón! La impaciencia se apoderaba de mí y esperé a que llegasen hasta el lugar donde me encontraba junto con algún que otro hermano de la Corporación. Me intereso, una vez más, por el transcurrir de nuestras Figuras y el primer Rebateo que se me acercó, le pregunté por las novedades, y me comenta que ninguna, o sea, las de siempre, la alegría de desfilar hacia el Padre y mostrarle los martirios. Me quedé sorprendido y titubeante, no podía verle la cara porque el capillo se la cubría, pero la voz me conmovió. Sí que la reconocí, el Jefe de Rebate era Rafa, qué orgulloso llevaba a sus hermanos de “La Historia de Tobías” al encuentro con Nuestro Padre Jesús Nazareno. Después del desayuno y degustar las exquisitas torrijas que Antonio nos preparó, los hermanos que acompañamos a Jesús, nos dispusimos a incorporarnos a la procesión que iba a transcurrir por el barrio bajo. Por cierto, que al lado mío se encontraba un cofrade que siempre nos vemos de año en año y nos estuvimos saludando. Llegados a los Frailes, el vocal de desfiles de la Agrupación de Cofradías iba incorporando a las Corporaciones. Justo en el preciso momento que pasábamos por la calle de los escalones nombraron a “El Pez”, y allí estaban mis Figuras, Tobías Padre, Tobías Hijo, Sara, Ana y Rafael. Esta última, su caña más reluciente que nunca. Mi acompañante, por la cara que puse, supuso que era mi Corporación la que se incorporaba y así lo quiso saber. Con satisfacción le respondí afirmativamente. Él advirtió como yo, ese destello tan particular que irradiaba la caña y comentamos ese particular y supe que era la señal de cuando a un hermano le ocurre algo grande y me estaba refiriendo al que encarnaba a San Rafael, estaba seguro que era nuestro hermano del mismo nombre quien nos acompañaba con su marchar lento y pausado, pero seguro, como fue su ida al Cielo, en donde habita, y como dice su hija, en un castillo hecho de las más preciosas nubes. Como siempre seguí el desfile de nuestras Figuras por toda la calle La Plaza. La perspectiva las hacía cada vez más pequeñas pero pude apreciar un hecho que me sorprendió y no daba crédito a lo que estaba sucediendo. Al llegar a la esquina del Ayuntamiento no subieron por el Caño Carretas, sino que continuaron en dirección al
puente, entrada del bello barrio del Miragenil. Proseguí mi transitar con Nuestro Padre Jesús Nazareno y al pasar el puente un sonido de una marcha llegó hasta mis oídos, pero no era la banda del Imperio Romano quien la interpretaba, sino que era la sonoridad del agua del Genil la que entonaba las notas de “Recuerdo”. La emoción me embargó, ya que estaba en el barrio de nuestro hermano Rafa y nos había recibido con esta emotiva marcha que hace evocar momentos llenos de sentimientos y nostalgias. Sentimientos encontrados de tristeza, alegría y nostalgias por los instantes vividos. Por las sinuosas calles de ese genuino barrio los hermanos cofrades elevamos, un año más, los cánticos dedicados a nuestro Patrón y así transcurrió el transitar pasando por la puerta de la empresa en que Rafa trabajaba; allí estaban “Los Profetas”, en cambio no vi a nuestras Figuras, pero una mirada de soslayo hacia una ventana me produjo un reflejo anómalo, era Rafa con el ropaje del Arcángel. Nos miramos y comprendí lo que me estaba diciendo. Me indicaba que estuviésemos siempre muy felices, pues él no está ausente, sino todo lo contrario, en todo momento presente al lado nuestro. Presente en los cánticos que compartimos, en las intervenciones que cada hermano hace abriendo de par en par el corazón, en esos momentos jocosos en donde nos reímos hasta de nuestra propia sombra. En definitiva siempre está en el corazón de todos los hermanos de El Pez. Las palabras que acababa de oír hicieron que mi cuerpo se exaltara de una manera jamás sentida y me invadió una felicidad tremenda, la cual quedó reflejada en mi rostro, que hizo que un hermano de otra corporación me preguntara por esa dicha estampada en mi mirada. Le respondí que había estado con Fresno, hecho que le hizo recordar que hacía algún tiempo que no lo veía y se interesó por saber si ya no vivía en el pueblo, le contesté que no, que se había marchado pero que siempre nos visitaba y que la dirección era, calle de la eternidad en el Cielo. Me he dirigido hacia el cuartel, la calle de la plaza engalanada para este día tan importante y el bullicio que había en ella me hizo despertar de esta ensoñación, término que me hace dudar, pues juraría que esto ha pasado o lo he deseado con tanto ahínco que parece cierto. Jubiloso, llegué a reunirme con todos vosotros en ese almuerzo de tan señalado día y sentí el imperioso deseo de contaros estas vivencias que me habían hecho estremecer, pero no pude porque el nudo en la garganta que tenía me imposibilitaba el poderlo transmitir, pero pasado el tiempo, estando sereno el ánimo y el pulso, quiero haceros partícipes de ellas, con la única intención de transmitiros esa alegría que desde entonces anida dentro de mi. Alegría de gozo por saber que siempre tendremos la presencia de Rafa y en cada instante estará vivo en lo más profundo de nuestro corazón. 31 marzo de 2003 Festividad de Santa Balbina