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Francisco Álvarez de Sotomayor Morales María, un regalo de Dios Pascual Domínguez Borrego. Hno.Mayor
MARÍA, UN REGALO DE DIOS
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Pascual Domínguez Borrego Hno. Mayor Cofradía Servita Virgen de los Dolores (Herrera)
El dogma de la MATERNIDAD DIVINA consiste en que la Virgen María es verdadera Madre de Dios, por haber engendrado por obra del Espíritu Santo y dado a luz a Jesucristo, no en cuanto a su Naturaleza Divina, sino en cuanto a la Naturaleza humana que había asumido. La Iglesia afirma este Dogma desde siempre, y lo definió solemnemente en el Concilio de Éfeso (siglo V). El Concilio Vaticano II menciona esta verdad con las siguientes palabras: “Desde los tiempos más antiguos, la Bienaventurada Virgen es honrada con el título de Madre de Dios, a cuyo amparo los fieles acuden con sus súplicas en todos sus peligros y necesidades” (Const. Dogmática Lumen Gentium, Num 66).
Partiendo del análisis del dogma de la Maternidad Divina, podemos decir que María es un ser perfecto, ya que Dios fue el creador de su propia Madre, por la que quiso obtener y asumir su naturaleza humana.
Si alguno de nosotros pudiese crear a su propia madre ¿cómo sería esta? Sin lugar a dudas la dotaríamos de la mayor de las bellezas, de los mejores dones, no tendría ningún tipo de defecto, sería en una palabra perfecta.
Pues Dios, además de crear a su propia Madre –María lo recibió todo de Dios- también nos dio el mejor de los regalos con los que pudiese contar un cristiano y que día a día nos ha ido diferenciando de otras religiones.
Después de que Jesús es colocado en el sepulcro, María «es la única que mantiene viva la llama de la fe, preparándose para acoger el anuncio gozoso y sorprendente de la Resurrección» (Juan Pablo II, Catequesis, del 3-VI-96). María se convierte en centro de la Iglesia, como lo pudo demostrar siendo el centro de Pentecostés que es fruto también de la incesante oración de la Virgen, que el Paráclito acoge con favor singular, porque es expresión del amor materno de ella hacia los discípulos del Señor.
Desde ese preciso momento, María se erige como mediadora y su poderosa intercesión nos descubre el amor, la igualdad, la caridad, la justicia y un gran número de dones que llenan de sentido nuestra fe y nuestras vidas de cristianos.
María es un elemento diferenciador de nuestra religión. Tener presente la vida y el ejemplo de una mujer, nos diferencia del resto de las religiones. Para nosotros la igualdad de hombres y mujeres es un hecho, no un logro ni nada que tengamos que defender para no perderlo. Nuestra sociedad occidental también se ha servido de ello para alcanzar unos logros de igualdad y defensa de la mujer.
María con su amor y entrega nos hace a todos iguales a los ojos de Dios. Contemplando la poderosa intercesión de María que espera al Espíritu Santo, los cristianos de todos los tiempos, en largo y arduo camino hacia la salvación, recurren a menudo a su intercesión para recibir con mayor abundancia los dones del Paráclito. Que nuestros pecados puedan ser perdonados es otro hecho diferenciador de nuestra religión, al igual que la justicia que nos aleja del “ojo por ojo y diente por diente”, o la caridad que nos obliga a estar pendiente de todos los necesitados y desprotegidos, haciendo de la pobreza un camino de redención y salvación.
Pero María también nos descubre los beneficios de la oración, como lo hizo durante su oración en el cenáculo, en actitud de profunda comunión con los Apóstoles, invocando el don del Espíritu para sí misma y para la comunidad.
Desgraciadamente los cristianos estamos perdiendo el hábito de la oración, haciéndonos cada día más frágiles. Hace unos días un destacado presidente de una Junta Islámica afirmaba que
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la oración es el arma más fuerte que el hombre puede haber imaginado. También aseguraba que la crisis del Occidente cristiano es la propia de los pueblos que se han olvidado de rezar.
Las demandas de la sociedad en que vivimos, nuestra propia comodidad y sobre todo nuestra ignorancia, nos están apartando de la oración, nos están haciendo olvidar esa recomendación que María con su propio ejemplo nos ofrecía, al poder estar entregada a Dios en cuerpo y espíritu mientras oraba.
La figura de María a lo largo del tiempo ha inspirado las mayores expectaciones y dudas. Quizá este fue el motivo por lo que María fue erigida como “Madre de gracia y patrona del Concilio Vaticano II”. En la segunda sesión del Concilio celebrada el 11 de octubre de 1962, fecha que fua escogida expresamente en recuerdo del gran concilio de Éfeso, donde se proclamó a María Theotókos (Madre de Dios); se propuso la introducción del tratado sobre la bienaventurada Virgen María en la constitución de la Iglesia. Esta iniciativa suscitó diversidad de opiniones, en especial por el miedo que suscitaba que la opción de insertar la doctrina mariana en el tratado sobre la Iglesia no pusiese suficientemente de relieve los privilegios de María, reduciendo su función al nivel de los demás miembros de la Iglesia. De dicho concilio quedó bien claro que “la mujer que es modelo y ejemplo de la Iglesia en la virginidad y en la maternidad ocupa un puesto especial en la doctrina de la Iglesia, principalmente en el papel de María dentro de la obra redentora de Cristo y en la vida de la Iglesia.
Juan Pablo II, el día 15 de agosto de 1998, en la homilía en la fiesta de la Asunción, decía que María es la estrella de esperanza para la Iglesia y para la humanidad. Al inicio dijo textualmente: “En la solemnidad de hoy, la liturgia nos invita a todos a contemplar a María como la mujer vestida de sol, con la luna por pedestal y coronada con doce estrellas. En ella resplandece la victoria de Cristo sobre Satanás, representado como un enorme dragón rojo. Esta visión gloriosa y dramática recuerda a la Iglesia de todos los tiempos su destino de luz en el reino de los cielos y la consuela en las pruebas que debe afrontar durante su peregrinación terrena. Mientras dure este mundo, la historia será siempre teatro del enfrentamiento entre Dios y Satanás, entre el bien y el mal, entre la gracia y el pecado, entre la vida y la muerte. María, glorificada en su cuerpo, se presenta hoy como estrella de esperanza para la Iglesia y para la humanidad en el camino hacia el tercer milenio cristiano”.
Pero María completa ser modelo de esperanza, siendo modelo de amor, gracia y alabanza, como nos inspira en la celebración de las maravillas que Dios realizó en ella y que describe en el cántico del Magnificat. María pone de manifiesto su pequeñez y su situación de pobreza con estas palabras: “Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador, porque ha mirado la humillación de su esclava”. El Magnificat supera los textos proféticos revelando en la “llena de gracia” el inicio de una intervención divina que nos conduce al misterio santo de la Encarnación del Verbo.
Por todo lo expuesto, tenemos y debemos de afirmar, que la Santísima Virgen María, no es un elemento más que compone la Iglesia, ya que ocupa un puesto especial dentro de la doctrina misma de la Iglesia. Además de ser madre de Dios y madre nuestra, es la encargada de inspirarnos todos los dones que nos han diferenciado del resto de las religiones haciendo grande la doctrina cristiana. María es nuestro centro de inspiración que nos acerca a Cristo en su muerte, pasión y resurrección.
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IN MEMORIAN: FAMILIA
CHACÓN CÁCERES
Javier Torres Carmona
El año 2006 vino marcado por la desgracia para la familia Chacón Cáceres. Apenas cesaban los cantos navideños y los días de ilusión característicos de estas fiestas entrañables, cuando nos sobrecogía la muerte inesperada de Natalia Chacón Crespo, hija de nuestro querido hermano Miguel Chacón Cáceres, que nos golpeó profundamente, como un “mazazo” en nuestras almas.
Cuando el año iba avanzando, y el calor del verano empezaba a hacerse notar, de nuevo la tragedia se hacía sentir y Dios llamaba a su presencia a nuestro querido hermano Francisco Chacón Cáceres. Hablar de Paco Chacón, como todos lo conocíamos, es hablar de bondad, cordialidad, cariño, simpatía y generosidad. Siempre te recibía con los brazos abiertos y con su peculiar sonrisa en el rostro. Amigo de hacer favores cuando lo necesitabas en el momento y lugar adecuados. Desde muy joven se dedicó a la empresa familiar y pasó toda su vida en nuestro Puente Genil. Hombre familiar, siempre del brazo de su querida Anita. Amigo de sus amigos. ¡Cómo disfrutaba de su rato de tertulia en el “Casinillo”!. Padre ejemplar, vivía siempre por y para su hijo y nietas. Nuestro querido Paco ya duerme el sueño eterno al lado de su fiel Anita y de la Santísima Virgen de los Dolores, velando e intercediendo por todos los que desde aquí lo añoramos y recordamos.
Nos íbamos aproximando al año 2006, cuando por tercera vez la desgracia se hacía presente y en el mes de noviembre, José Chacón Cáceres, viajero incansable, hacía el último y más largo de sus múltiples viajes, en solitario y ligero de equipaje, vestido con su túnica azul, camino de la Gloria Eterna, esa que está reservaba para todo buen manantero. Como bien dijo José Manuel Reina en su poesía “Ser manantero”: …Y cuando el Terrible quiera Llevarte con Él al cielo… ¡Entra por la puerta grande Y al que esté allí de portero, Enséñale con orgullo, Tu corazón manantero! Pepe Chacón nació en nuestro querido Puente Genil un 19 de junio de 1919, estudió con D. Lorenzo Ruiz en la academia de la calle Antonio Baena, más tarde hizo la carrera de magisterio, perito mercantil y aduanas. Pronto abandonó nuestro pueblo llegando a ostentar el cargo de Delegado de la Comisaría de Abastecimientos y Transportes en Córdoba. Posteriormente hizo oposiciones al cuerpo técnico del Banco de España, obteniendo destino en Barcelona, Valencia, Córdoba, Antequera y Málaga. Finalmente fue nombrado clavero del Banco de España, obteniendo destino en Madrid, donde fijó su residencia hasta su jubilación. Tenía el orgullo de ser decano de la Corporación Bíblica “Los Judío de Azote” (Los Jetones) así como de la Cofradía de María Santísima de los Dolores.
Hombre polifacético: poeta, cantor, orador. Gozaba de una memoria privilegiada, pudiendo lo mismo enumerar las ciudades más importantes de Cuba, como los pueblos de la provincia de Córdoba en orden alfabético, sin posibilidad de error. El corazón lo tenía dividido entre el amor a su querida Isabel, compañera incansable, y el cariño a la Virgen de los Dolores.
…Y cuando las negras puertas de la Eternidad, se abran Y den paso a mi cadáver tras la losa funeraria, y no pueda ver tu Imagen tan hermosa, Virgen Santa ni escuche tu campanita Viernes Santo de mañana… Entonces, de las miserias del mundo, salva mi alma, y vuele contigo al Cielo como vuela mi plegaria… (Miguel Romero)
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