La hoja rota

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observación . Son símbolos de un código que he creado para cifrar su significado. Una vez que hube traducido a este idioma sin sentido la confidencia herética, le pedí al hermano Cyriaque que lo reprodujera en una de sus miniaturas. Hugues extrajo de uno de los bolsillos de su hábito un pequeño pergamino, de textura más delgada de la que habitualmente era utilizada por los amanuenses y doblado por dos veces sobre sí mismo. Al desplegarlo quedaron al descubierto las reglas diseñadas por el abad de Cluny que facilitaban las claves para la interpretación de lo caligrafiado en las columnas de la miniatura. Un rápido atisbo al pliego persuadió a Aimerico que el sistema ideado iba mucho más allá de una mera sustitución de letras latinas por símbolos incoherentes. Ya sólo le quedaba conocer la tercera incógnita por lo que, llegados a este punto e inmerso en una confusión que había ido en progresivo aumento, el abad aragonés prefirió no suscribir ninguna reflexión, ninguna conjetura sobre lo que aún le quedaba por oír. Conocedor de la autoridad, más que moral, que el benedictino francés podía ejercer sobre los hermanos de otros monasterios, Aimerico temía la continuación de la explicación a la que se había visto abocado. El abad soberano de todos los conventos cluniacenses puso en la página contraria a la de la miniatura el escrito que solucionaba lo que para cualquier otro hubiera sido un raudal de líneas con intención ornamental. Los símbolos, idénticos a uno y otro lado del libro, se mostraban conectados por una huella de pertenencia mutua. La tercera razón os atañe directamente. Quiero que entendáis que la conclusión a la que he llegado no es ningún capricho adoptando una actitud cercana a la 46


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