Libros, caminos y días. El viaje del ingeniero

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LECCIONES JUANELO TURRIANO DE HISTORIA DE LA INGENIERÍA

«Libros, caminos y días» El viaje del ingeniero Alicia Cámara Muñoz y Bernardo Revuelta Pol, coordinadores



LECCIONES JUANELO TURRIANO DE HISTORIA DE LA INGENIERÍA

«Libros, caminos y días» El viaje del ingeniero

Alicia Cámara Muñoz y Bernardo Revuelta Pol, coordinadores



«LIBROS, CAMINOS Y DÍAS» EL VIAJE DEL INGENIERO

Conferencias impartidas en el curso: «“Libros, caminos y días”. El viaje del ingeniero», celebrado en Segovia del 20 al 22 de noviembre de 2015 y organizado conjuntamente por la UNED y la Fundación Juanelo Turriano. Curso coordinado por Alicia Cámara Muñoz y Bernardo Revuelta Pol

Edición 2016


www.juaneloturriano.com

Cubierta: JULIÁN SÁNCHEZ BORT. Plano de la Ría de Ferrol, 1771. Detalle. España. Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. Archivo General de Simancas. MPD, 12, 133.

La Fundación Juanelo Turriano ha realizado todos los esfuerzos posibles por conocer a los propietarios de los derechos de todas las imágenes que aquí aparecen y por conocer los permisos de reproducción necesarios. Si se ha producido alguna omisión inadvertidamente, el propietario de los derechos o su representante puede dirigirse a la Fundación Juanelo Turriano.

Revisión de textos: Daniel Crespo Delgado

Diseño, maquetación: Ediciones del Umbral © De la edición, Fundación Juanelo Turriano © De los textos, sus autores © De las fotografías y dibujos, sus autores

ISBN:

978-84-942695-9-2


FUNDACIÓN JUANELO TURRIANO

PATRONATO PRESIDENTE

Victoriano Muñoz Cava VICEPRESIDENTE

Pedro Navascués Palacio SECRETARIO

José María Goicolea Ruigómez VOCALES

José Calavera Ruiz David Fernández-Ordóñez Hernández José Antonio González Carrión Fernando Sáenz Ridruejo José Manuel Sánchez Ron PRESIDENTE DE HONOR

Francisco Vigueras González



PRESENTACIÓN

Los ingenieros de la monarquía de España entre los siglos XVI y XVIII recorrieron todos sus reinos en el Mediterráneo, los Países Bajos o las Indias, en un viaje constante que asombra hoy a quienes nos acercamos a su obra. Viajaban para conocer los lugares sobre los que había que intervenir, dibujarlos y proyectar las obras necesarias. Su ciencia y la experiencia así obtenida, hicieron de estos ingenieros al servicio de España, y procedentes de todos los reinos, unos de los mejores de su tiempo, constructores de fronteras y vías de comunicación que todavía articulan en cierto sentido el espacio europeo. Los miles de dibujos y relaciones conservados en los archivos nos describen el mundo recorrido por ellos, en una época de la profesión que cierran los viajes de Betancourt y abrieron los ingenieros del emperador.

Este sexto título de Lecciones Juanelo Turriano de Historia de la Ingeniería recoge las conferencias impartidas en el curso celebrado en 2015 en el Centro Asociado de la UNED de Segovia, curso que hizo el número cuatro desde el comienzo de la colaboración entre esta Universidad y la Fundación Juanelo Turriano, en 2012.



ÍNDICE

1 El ingeniero cortesano. Tiburzio Spannocchi, de Siena a Madrid ...........................11 ALICIA CÁMARA MUÑOZ

2 Los viajes del Emperador y Luis Pizaño. Periplo y secuenciación de la profesión de ingeniero ..........43 PABLO DE LA FUENTE DE PABLO

3 Los viajes de los ingenieros Carlos y Fernando de Grunenbergh. De Westfalia a Malta...............59 DOLORES ROMERO MUÑOZ

4 Una época para el cambio. Los viajes del arquitecto e ingeniero Julián Sánchez Bort .........................................77 DANIEL CRESPO DELGADO

5 Agustín de Betancourt, en España, Francia, Inglaterra y Rusia ...............................................................95 FERNANDO SÁENZ RIDRUEJO

6 Ingenieros e ingenios en la Real Fábrica de Cristales .......125 EDUARDO JUÁREZ VALERO

PUBLICACIONES DE LA FUNDACIÓN JUANELO TURRIANO ...............................138



1 El ingeniero cortesano. Tiburzio Spannocchi, de Siena a Madrid* ALICIA CÁMARA Universidad Nacional de Educación a Distancia, UNED

Tiburcio Spanoqui dize que ha treintaydos años que sirve a Vra. Magd. continuadamente, los onze en ytalia en el Reino de Nápoles, Armadas de Levante y Reino de Sicilia como parece por sus papeles, y los veinteyun años en estos Reinos de Spaña con el Marqués de Sta. Cruz en las Jornadas de Philipe Stroçi y toma de la Tercera, y en visitar las marinas de los Reinos de Galicia Portugal Andalucía Cataluña Aragón Navarra y provincias de Guipuzqua y Vizcaia, donde se ha ofrecido poner por obra nuevas fortaleças y reparar las viejas, lo qual ha hecho con puntualidad y miramiento de la hazienda Real como Superintendente que ha sido dellas1

Tiburzio Spannocchi fue caballero por nacimiento, tuvo una gran formación científica y siempre se movió en el mundo de las cortes, a lo que debió en gran medida el poder y reconocimiento alcanzados. Viajó de corte en corte desde Italia a España, pero también en cada una de ellas llevó a cabo su trabajo viajando, porque solo la experiencia, el conocimiento directo de ciudades y territorios, permitía que los ingenieros pudieran trazar obras y describir tierras de manera científica, veraz y eficaz para el control y defensa de los reinos. Esa figura del ingeniero cortesano, que podríamos pensar para todos los ingenieros que controlaron las fortificaciones del rey vinculados al Consejo de Guerra –no así para aquellos que se vincularon tan solo a una fortificación, como Settala (Setara en castellano) en Perpiñán, o Cristóbal de Rojas en Cádiz–, no le libró de continuas peticiones de pago de salario, o, lo que nos interesa más, de ayudas de costa. Si no se hubieran retrasado casi siempre los pagos sabríamos menos de los viajes continuos que hizo Spannocchi, porque esas ayudas de costa significan un viaje realmente llevado a cabo, y las peticiones que conserva el Archivo General de Simancas son muchísimas, así como son innumerables sus pareceres y relaciones sobre lo que había que hacer en cada uno de los lugares que visitó.

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FIG. 1

Palacio Spannocchi, Siena.

FIG. 2

Iglesia de Santo Domingo, Siena.

Había nacido en Siena, miembro de la ilustre familia Spannocchi, cuyo origen se remontaba al tesorero de Pío II Piccolomini, Ambrogio di Nanni Spannocchi, quien construyó una casa, comparada por los coetáneos a un palacio real, en la Strada Romana de Siena, proyectada por Giuliano da Maiano, uno de los grandes arquitectos del Quattrocento. También los Spannocchi fueron patronos de la capilla mayor de la iglesia de Santo Domingo de Siena, la más importante de la ciudad2. Nació en 1541, así que en su adolescencia vivió la guerra de Siena, en la que su familia intervino muy activamente, llegando a participar en la República de Montalcino, donde se retiraron los enemigos del emperador Carlos V, aliado con el duque de Toscana en contra de la República de Siena, apoyada por los franceses. El final de la guerra en 1557 supuso el fin de la República de Siena, desde entonces bajo el dominio del Gran Ducado de Toscana. Fue su primer contacto con el mundo de la guerra y de la ingeniería militar. Asistiría al derribo de la ciudadela de los españoles construida por Diego Hurtado de Mendoza, y a los éxitos como ingeniero de Bartolomeo Neroni, Il Riccio, que fue su maestro en pintura, arte que debía aprender el cortesano. Según Castiglione, este debía «saber debuxar o traçar, y tener conocimiento de la propia arte del pintar», de lo cual existían ejemplos en la antigua Roma, como el que proporcionaba el linaje de los Fabios3. Todo ello mientras se formaba en matemáticas y geometría con el famoso Taddeo da Monterchi, encarcelado por cierto en el curso de la guerra por haber sido sorprendido midiendo la nueva ciudadela. La presencia en la guerra de Siena de los más famosos ingenieros militares de su tiempo, como Gio Battista Pelori, que proyectó la ciudadela luego

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destruida, o los tratadistas Pietro Cataneo4 y Giovan Battista de Zanchi5 le sumergió en un mundo militar que medía y describía para poder ejercer el poder. Esa necesidad de poseer el mundo en imágenes científicas, que a veces acabaron en las colecciones, y siempre estuvieron en manos de aquellos que debían decidir sobre fronteras y territorios, supuso una eclosión de la cartografía y de las vistas urbanas. Spannocchi, formado en el ambiente sienés en el que la ingeniería y las máquinas eran parte de su identidad, con ejemplos de fama universal como Mariano di Jacopo, llamado il Taccola, o Francesco di Giorgio Martini, cultivó el aprendizaje de la pintura, en la que también Francesco di Giorgio había sido un consumado maestro. La ciencia FIG. 3 GIOVAN BATTISTA DE ZANCHI, Del modo di fortificar le città. Venecia, Plinio Pietrasanta, 1554. Retrato del autor. y el dibujo fueron la base de su formación como ingeniero. Formarse como un caballero experto en la ciencia de la guerra –miremos el retrato de Zanchi, o los que conocemos de Francesco de Marchi para aproximarnos a la figura del ingeniero militar–, cuyos servicios fueran necesarios para grandes nobles, fue su opción, como lo fue también de su hermano Mario, ambos ingenieros militares, frente a otros de sus hermanos que eligieron las letras o las leyes. En leyes se formaron Angelo, doctor en leyes, que llegó a enseñar durante veintinueve años en la prestigiosa Universidad de Bolonia, y Silvio, que también estudió leyes, aunque es más conocido por su tratado de agricultura, además de ser el autor de los epitafios en latín de sus ilustres hermanos en el capítulo de la iglesia de Santo Domingo de Siena. El más famoso fue Orazio, doctor en letras, al servicio del duque de Toscana, y del duque de Baviera, hasta que Paulo V le nombró obispo de Chiuci. Fue a Orazio a quien Tiburzio fue enviando sus relaciones y dibujos para ser grabados al final de su vida6. Así pues, Tiburzio y Mario se formaron como caballeros para el mundo de la guerra, pero no solo como militares, sino como científicos. Mario se formó con su hermano, y le acompañó en su viaje por Sicilia para describir las costas, y luego a España, muriendo en la Armada contra Inglaterra, en la que embarcó como ingeniero. En ese sentido Tiburzio, del que sabemos mucho más, se formó tal como hemos dicho como pintor y matemático, además de en música, poesía y en el arte de la escritura. Como el cortesano de Castiglione, Spannocchi sabía que era sobre todo en la guerra donde se demostraba el provecho de la pintura, porque «suele ser necesario saber traçar regiones, asientos, ryos, puentes, riscos, fortalezas, y semejantes cosas, las quales, aunque siempre se tuviesen en la memoria, lo que quasi es imposible, no se podrían mostrar por otra via»7. También,

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Estatua de Marco Antonio Colonna, 1595. Roma. Musei Capitolini. Sala de los Capitanes. Inv. MC1192.

FIG. 4

como el cortesano, aprendió a hablar y a escribir, cultivando una bella caligrafía, música y a tañer distintos instrumentos. Además era de buen linaje, lo que para Castiglione era lo primero que debía poseer un cortesano. Su carrera empezó en Roma, donde estuvo desde 1565, primero al servicio del cardenal Zaccaria Delfino, de ilustre familia veneciana, y, después, del cardenal Ludovico Madruzzo. Ambos cardenales sin duda tuvieron muchas ocasiones de conocerse por el carácter internacional de ambos8, lo que facilitaría el paso de una Corte cardenalicia a otra para Spannocchi. En Roma se movió en el entorno de la Corte vaticana, lo que explica que en 1570 entrara al servicio de Marco Antonio Colonna, almirante de las galeras pontificias en Lepanto. En un escrito de 1587 habla de que llevaba diecisiete años de servicio al rey de España, lo que coincidiría con 1570, cuando entró al servicio de Marco Antonio Colonna, que acabaría siendo leal servidor y virrey de Felipe II9. Con él estuvo en Nápoles, Armadas de Levante y Sicilia, tal como dice en su memorial. Este orbitar en torno a Felipe II a través de su servicio en distintas cortes le acabaría llevando a la Corte española, ya directamente al servicio del rey, siendo nombrado con el tiempo gentilhombre de su casa. Sin embargo creemos que su carrera hay que entenderla de nuevo vinculada a grandes nobles cercanos a la monarquía, como fueron el marqués de Santa Cruz o el duque de Lerma, hasta lograr el gran triunfo de ser nombrado Ingeniero Mayor de los Reinos de España, lo que sin duda alcanzó por sus méritos profesionales, pero también por su noble procedencia. Participó en Lepanto y crearía una iconografía de la batalla luego repetida10, como lo hizo de la Jornada de Navarino, donde se consolidó como estratega, mucho más que un cronista de la hazaña, y más que un ingeniero, describiendo las acciones de guerra con la palabra y la imagen. También pintaría algún hecho en el que no estuvo, como el asalto turco a La Goleta en 1574. Con los años envió sus dibujos para ser grabados a Florencia, a través de su hermano Orazio, para evitar que siguiera sucediendo algo que le indignaba, como era que otros utilizaran su trabajo para apropiárselo como suyo. En este sentido podemos recordar que algunos de sus dibujos conservados en el Istituto Storico di Cultura dell’Arma del Genio de Roma, habrían servido a Matteo Neroni para hacer un bello

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ANDREA MARELLI. Alegoría del triunfo de la Santa Liga, 1572.

FIG. 5

atlante para el duque de Toscana. También de Nápoles hizo dibujos de sus fortificaciones cuando estuvo en ese reino con Marco Antonio Colonna, nombrado en 1574 capitán general de la gente de guerra del reino, ocupándose sobre todo de las fortificaciones de Brindisi y Tarento. Esos dibujos y modelos de Nápoles, enviados a Felipe II, fueron al parecer la primera llamada de atención para el rey de la existencia de un ingeniero capaz de hacer preciosos y precisos dibujos de sus territorios. El 16 de junio de 1576 fue aceptado como caballero de la orden de San Juan, en la lengua de Italia, pero no sabemos si fue personalmente, o le representó otro caballero. En 1577 Marco Antonio Colonna alcanzó por fin un cargo del nivel al que había aspirado durante años, al ser nombrado virrey de Sicilia. Con él fue Tiburzio, de cuya excelencia ya tenía sobradas pruebas. De sus años en Sicilia, hasta que en 1579 fue enviado a Madrid para atender el requerimiento de Felipe II solicitando ingenieros a sus virreyes, lo más reseñable es la Descripción de las marinas de todo el reino de Sicilia, que finalizará años más tarde en España. Es uno de los grandes atlas del Renacimiento11, que muestra a un ingeniero que hizo del dibujo un instrumento de conocimiento del territorio im-

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FIG. 6 TIBURZIO SPANNOCCHI. Descripción de las marinas de todo el reino de Sicilia. Con otras importantes declaraciones notadas por el Cavallero Tiburcio Spanoqui del Ábito de San Juan Gentilhombre de la Casa de su Magestad. Dirigido al Príncipe don Filipe Nuestro Señor en el año de MDXCVI. Messina. BNE, Mss 788, f. 23v.

prescindible para cualquier gobernante. Son imágenes bellas y precisas de las costas sicilianas con sus torres, castillos y ciudades, con palabras que detallan todo aquello que había que saber sobre tierras y poblaciones. Parece que fue su fama como dibujante lo que hizo que Felipe II le llamara a su servicio para que realizara las mismas descripciones de las marinas de España. Ya por entonces había viajado desde Siena a Roma, y al lado de Marco Antonio por todo el Mediterráneo hasta el Levante. Su trabajo se desarrollaba siempre de viaje, como en la vuelta a la isla de Sicilia que hizo para describir ese reino. En los años en la Corte madrileña, hasta su muerte, no dejó de viajar, porque solo la experiencia del terreno permitía proyectar adecuadamente las fortificaciones que exigían la defensa de una monarquía amenazada en todas sus fronteras.

DE TIBURZIO SPANNOCCHI A TIBURCIO SPANOQUI

A finales de 1579 partiría camino de la Corte madrileña y el 15 de febrero de 1580 lo examinó Francisco de Ibarra, secretario del Consejo de Guerra, encontrándole admirable en dibujo, después de haber visto todos los que traía consigo de Sicilia. Sin embargo, decía el secretario, no había estado en acciones de tomar tierras y defenderlas, que era lo fundamental en la profesión de ingeniero, y ciertamente, sus batallas habían sido ma-

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rinas, no había ejercido como ingeniero sobre el terreno. No obstante, y dada la falta de profesionales, aconsejaba que se quedara. Ibarra recordaba en su informe que Marco Antonio Colonna había hecho énfasis en su fidelidad y en su noble nacimiento, y en que si no se le podía tratar como merecía en la Corte, debía retornar a Sicilia. Un retorno al que ahora sabemos Spannocchi solo renunció después de la muerte de Marco Antonio Colonna en Medinaceli en 1584. Desde que llegó a España hasta que él mismo dio una grafía exacta a su nombre españolizado, como Tiburcio Spanoqui, que es como aparece en la portada de la Descripción de todas las Marinas del Reino de Sicilia del año 1596, le vemos aparecer como Espanochi, Espanochio, Espanochi, Hispanoqui… en los miles de páginas que escribió, tanto en sus viajes como en la Corte al servicio de Felipe II. Cuando firmaba como «Tiburtio Spannochy» recién llegado a España, y escribía todavía en italiano, fue enviado a Fuenterrabía y allí tuvo ocasión de demostrar las cualidades que había encontrado Ibarra al examinarle, dibujando el estado de la fortificación de esa plaza, además de los perfiles de los montes cercanos y la perspectiva de la plaza desde tres partes distintas12. Como le habían dicho, aunque fuera de palabra, que el rey ordenaba que hiciera dibujos de la marina de la provincia de Guipúzcoa, quería comenzar con ello, además de ver si era navegable el río Oria, pero esperaba la orden escrita para hacer el pequeño viaje13. Se estaba integrando muy rápidamente en su nuevo destino español, puesto que estas dos últimas cartas las escribió en castellano, aunque decía que le costaba. De hecho, la primera relación que mandó con los dibujos de Fuenterrabía está en italiano «porque con más facilidad digo mis pensamientos en my materna lingua que non en esta Castillana, y después considerado mejor, hame pareçido bien embiar el mismo pareçer en Castillano, el qual se que no será esprimido con la fazilidad y buenas palabras que convernía, pero a lo menos mejor entendido». Es un escrito sobre el modelo de madera de la fortificación que estaba hecho desde hacía tres meses, pero no le gustaba cómo había quedado y prefería regresar a la Corte con las medidas que él mismo había tomado, y que allí hicieran uno nuevo «entalladores y pintores más abiles». Además, con palabras podría explicar todo mucho mejor, que no solo con modelos y dibujos, para que el rey no cayera en hacer los grandes gastos que otros proponían. Sin embargo, todavía tenía a otro ingeniero por encima, porque sus informes para Fuenterrabía se enviaron al capitán Fratin, quien contestó que, cuando él mismo fuera próximamente a Fuenterrabía, daría su parecer14. Luego debió de permanecer en la Corte, porque sabemos que en 1582 estaba haciendo la planta y descripción de Aranjuez por orden del rey15, que desgraciadamente desconocemos. En 1582 y 1583 fue con el marqués de Santa Cruz a la Jornada de las Azores, participando en 1583 en la conquista de la isla Terceira. A la conquista siguió la construcción de la fortaleza de San Felipe del Monte Brasil, que generó muchos problemas con la población16. Lógicamente su conocimiento de la isla Terceira le convirtió en tracista de la fortaleza de la montaña del Brasil, venciendo su proyecto al de Fratin17. Pero no debemos verlo tan solo como ingeniero de fortificación, porque participó en la Jornada –al igual que en Navarino con Marco Antonio Colonna– como un militar de confianza, con conocimientos científicos y una capacidad narrativa excepcional. Así, fue uno de los caballeros enviados por el marqués de Santa Cruz a reconocer la isla Terceira antes de desembarcar el mes de julio de 158318. También Mosquera de Figueroa recuerda

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que Tiburzio Spannocchi, caballero del hábito de San Juan, fue uno de los hombres importantes que acompañó a don Pedro de Toledo Osorio, marqués de Villafranca, a la isla del Fayal. Además, haciendo gala de su capacidad de dibujante, demostrada ya tantas veces, describió la isla «así en lo que toca a la Cosmografía, como a la geografía, con toda particularidad de lugares, que por ser negocio que no lo piden estos comentarios, se cumplirá con poner aquí no más de una demostración, o diseño del assalto…», insertándose a continuación en el libro de Mosquera el grabado de esa acción, quizá basado en uno de los dibujos de Spannocchi19. Sus aspiraciones militares no cejaron después de la isla Terceira, y cuando en 1588 se preparaba la Armada contra Inglaterra, también al cargo del marqués de Santa Cruz, quien apreciaba especialmente a Spannocchi, quiso ir en ella para «ver cosas nuevas para poder alcançar más espiriencia de la que tiene y con ella açertar mejor a servir a V. Magd.». Lo que quería ver era «la manera de la milicia de las partes donde fuere». Al Consejo de Guerra en principio no le pareció mal, porque aunque en la Corte en ese momento no había más ingeniero que él, pronto volvería el capitán Fratin20. Esto demuestra que, tras la muerte del gran Fratin, Spannocchi fue el ingeniero en el que descansaron las decisiones técnicas sobre fortificación que se tomaban en la Corte, porque no lo consideran imprescindible en unas obras, es en la Corte donde era necesario. No logró ir en la Armada, pero sí fue su hermano Mario gracias a la recomendación del propio marqués, que informó de su valía como ingeniero para la empresa. Cuando murió en el naufragio del barco en que viajaba, Tiburzio perdió a alguien que hubiera acabado siendo para él tan necesario como lo fue Jorge Fratin a su hermano Jacome Palearo, al igual que sucedió en otras familias de ingenieros a lo largo de la época moderna. La muerte del capitán Fratin en 1586 es lo que explica que en 1588 Spannocchi viajara a Pamplona, a ver las obras que se hacían según el proyecto de citado Fratin21. Ese mismo año participaría en la aprobación del plan de fortificaciones de Bautista Antonelli para el Caribe, siendo esta la primera vez, pero no la última, que se ocupó de las fortificaciones americanas. Aunque no pudiera embarcarse, la Armada contra Inglaterra le permitió mostrarse como el experto estratega que había demostrado ser en Navarino o las Azores, porque escribió un famoso discurso y exhortación para la Armada de Inglaterra publicado en 1603 en Bolonia22, Discurso del caballero Spanoquio y exhortaçion para la empresa de Inglaterra. Al Potentisimo Rey Philipe 2º23. Se convierte aquí en un historiador, que afirma que el rey «tiene sus grandes estados muy divididos y la mayor parte de su potencia consiste en cosas movibles como son las flotas de las dos Indias, que ni presidios ni fortalezas ni buenos tratamientos las pueden defender». En la segunda parte de la cita que hemos extractado cuestiona la eficacia de unas fortificaciones a las que él dedicó su vida, y refleja el debate, a veces encendido, entre quienes querían flotas y quienes querían fortalezas. Recuerda cómo Inglaterra, con Drake a su servicio, amenazaba el comercio con las Indias. Pero cuando se refiere a los posibles aliados de Inglaterra que podrían atacar España por sus fronteras terrestres sí que considera que serían las fortificaciones las que servirían de freno. En esto es un estratega, porque si el enemigo quisiera «inquietar las tierras de V. Magd.» podrían entrar por la frontera de Navarra y Guipúzcoa, pero lo impediría «la aspereza de la tierra, las fortaleças que ay en ella y la gente tan belicosa como en qualquier parte de España». Otra posibilidad es que intenten entrar por el estado de

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Milán «tan fiel a esta Corona que no debemos dudar novedades algunas ni por imaginación», y además está el estado aliado de Saboya. El tercer frente por el que pueden intentar entrar es Flandes, y escribe que «es dificultoso creer que aquello que en tantos años y con tanta sangre se a ganado se aya de perder en un instante sin ayudarles nada aquellos sitios fortissimos que allí se mantienen por V. Magd». Al «Gran Turco» no hay que temer porque está presionado «del persiano y de los tartaros», y ya se vio que cuando fueron contra Malta «con todo su poder», esta se defendió y le obligó a retirarse «vergonçosamente», y si el turco quisiese hacer algo «de sustancia», se unirían todos los príncipes de Italia contra el enemigo común. En la apreciación de la debilidad de los turcos por su guerra contra Persia coincidía con lo que se opinaba en la Corte24. Finalmente, tampoco de Alemania cabía esperar oposición, porque «la causa de la Religión no abrá de prevalecer en este caso por la distancia que va entre luteranos a calvinistas de manera que quien tuviere más dinero envendrá a tener más ayuda de la gente tudesca». Y si con todas estas consideraciones se hacía eco de lo que sin duda se comentaba en la Corte, también se hizo eco de noticias que él no podía conocer de primera mano, como que el reino de Inglaterra era «el más deleitoso y más rico que tiene el mundo, allí no ay miliçia sino aquella poca que aprendieron en la escuela de V. Magd ni ay alfuna fortificaçion porque está prohibido el fabricarla desde el tiempo de el Rey Henrico Padre de la reyna». Su formación de historiador y experto en la antigüedad asoma cuando recuerda que César fue a conquistar ese reino con miles de hombres y caballos, sin otra causa «que el argumento del imperio»25, lo que sabe «por las historias de aquellos tiempos». Es más, «porque una empresa Real no se puede prevenir escondidamente y caso que se pudiese no se tendría por bueno el engaño, antes como acostumvravan los Romanos, tendría por mejor embiarselo a notificar por un Araldo, o Rey de Armas…». Hasta aquí el historiador, pero el estratega también asoma en las páginas de este discurso –ya lo hizo antes en la Jornada de las Azores– porque hizo propuestas muy concretas sobre cómo debía desarrollarse la empresa. Así, detallaba la cantidad de barcos –naos de gavia, galeones, galeazas, galeras, pinaças y pataches–, o de hombres –españoles, italianos y tedescos– que tenían que participar en la jornada. Se detiene también en cuestiones prácticas sobre cómo actuar, que precisamente fue uno de los reproches que se hicieron a la estrategia de la Armada. Según él, una vez desembarcados deberían buscar un buen sitio para fortificarse y hacer un «fuerte de tierra con toda presteça y dejando el presidio que baste para su defensa mi parecer será que se vaya con todo el exercito a la caveça del Reyno que es a Londres», porque en esa rapidez está la seguridad de la victoria, y se trataba de que no les diera tiempo a reaccionar. Es posible que Tiburzio esté recogiendo aquí la estrategia del marqués de Santa Cruz, a quien el rey encargó una traza de cómo llevar a cabo la conquista en 1586, y lo único que se sabe de ella es que probablemente pensó «en un desembarco directo en algún punto de Inglaterra o Irlanda». El que fuera un lugar cercano a Londres era algo que proponía también el duque de Parma26. Entre todas las consideraciones sobre los provechos de la empresa, hay una digna de reseñarse que es que «se vendrá a introducir una escuela para los grandes señores moços que ya parece que el oçio les da fastidio en la Corte y los regalos y comodidades de sus propias casas declarase V. Magd. y verá la promptitud de sus ánimos», pero el gran provecho de la conquista sería todo lo que se ahorraría en la defensa de las flotas, lo que sin

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duda era la gran preocupación en la Corte después de los ataques de Drake a Canarias y el Caribe, que tanto daño habían hecho, y que habían obligado al rey de España a grandes gastos para reforzar la defensa de la ruta de las Indias. Según Spannocchi, la prudencia del capitán general y la experiencia de los soldados viejos, de los que estaba lleno el ejército del rey, garantizaban el éxito. En dos ocasiones cita la experiencia de la conquista de la isla de San Miguel en las Azores con el marqués de Santa Cruz como ejemplo del que aprender para esta ocasión. No podemos dejar de pensar si la muerte del marqués de Santa Cruz en 1588 fue otro revés en su carrera, como lo había sido la muerte de Marco Antonio, o al menos que esa carrera hubiera sido más compleja que la que le llevó a ser Ingeniero Mayor de los Reinos de España, con ser ese cargo tan novedoso el que le dio fama universal.

«MUCHOS CAMINOS Y VISITAS»

Después de ese importante discurso, parece que la carrera de Tiburzio se centró en las fortificaciones y su vida fue un viaje casi incesante. Cuando en 1597 solicitó una de las muchas ayudas de costa que pidió a lo largo de su vida para sus viajes, decía que fue sobre todo desde 1587 cuando el rey le mandó hacer «muchos caminos y visitas de cosas de fortificación en Portugal, Galicia, Andalucía, Aragón, Cataluña y Navarra, y dos veces en Vizcaya y Guipúzcoa». Puesto que su firma cambió, pensamos que a partir de ahora le debemos llamar como él mismo se llamaba, Tiburcio Spanoqui. Vamos a ver, sin pretensiones de exhaustividad, cómo sus continuos viajes para trazar y describir fueron conformando su figura profesional. Nunca viajó solo, desde 1584 trabajó con él para formarse Jerónimo de Soto27, y el primer gran viaje de ambos fue el que hicieron en 1587 a Cádiz y Gibraltar, del que conocemos el cuaderno de trabajo con los dibujos y relaciones de Spannocchi, que luego, pasados a limpio, entregaría al Consejo de Guerra28. Ese año, cuando llevaba según él diecisiete años sirviendo al rey, los siete últimos en España, echaba de menos la capacidad de intervención autónoma que había tenido en Sicilia, y pedía que, al igual que en aquel reino, tuviese autoridad en materia de fortificación en cualquier lugar al que se le mandase para hacer las relaciones, sin que nadie se lo impidiese, para lo que pedía al rey «una compañía de infantería o título de capitán de caballos». Su sueldo no le bastaba para vivir «conforme a su calidad», lo que siempre será una constante, ya que su condición de caballero de la orden de Malta le obligaba a un nivel de vida que nada tenía que ver con el de otros ingenieros. El Consejo de Guerra propuso que se le diera el título de capitán ordinario teniendo en cuenta «la necesidad que ay de hombres suficientes en este menester, y que lo es el dicho Tiburçio». En la misma solicitud pedía para su hermano Mario, que había hecho con él la visita del reino de Sicilia, un entretenimiento para que se siguiera formando a su lado como ingeniero, adquiriendo práctica de la profesión, lo que pareció bien al Consejo de Guerra29. No sabemos que Mario fuera con él en su primer viaje a Cádiz y Gibraltar, para donde se le ordenó partir ese mismo mes de mayo30 a dar trazas para las fortificaciones, lugares a los que regresó varias veces a lo largo de su vida, a veces ampliando el viaje a Málaga y Tarifa.

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En 1588 y 1589 estuvo en Pamplona siguiendo las trazas de Fratin, en una ciudadela especialmente cuidada por el monarca y sus consejeros, sobre la que ese año opinaron Jorge Fratin, Spanoqui y Cristóbal de Rojas, ante las dudas de si Jorge Fratin estaba respetando la traza de su famoso hermano31. Regresó a la Corte y en agosto de 1589 fue enviado desde El Escorial a Viana, Oporto, Coimbra y costa de Galicia, en concreto La Coruña, ría de Vigo, Betanzos y Ferrol, en un viaje que duró cinco meses. Según informaba el marqués de Cerralbo, el ingeniero había trabajado «mucho y muy inteligentemente como puede apreciarse por los designios que lleva el alférez Pedro Rodríguez», que servía como ingeniero en La Coruña32. Orgulloso como siempre, el mismo ingeniero escribía en febrero de 1590 al rey para solicitar una ayuda de costa que le permitiera regresar a la Corte diciendo que cuando el rey viera las relaciones y trazas que había hecho, le parecerían pocos los cinco meses que había tardado. Pese a estos viajes, a veces largos, era necesario en la Corte, y esa fue la razón de que no pudiera ir a ocuparse de las fortificaciones de Cataluña por muerte de Setara (Giovan Giorgio Settala). Recapitulemos en este 1590 sobre sus triunfos en la Corte española. Había llegado ganando cuarenta escudos, que en 1583 y teniendo en cuenta su servicio en la Armada del marqués de Santa Cruz fueron aumentados a cincuenta, y en 1584 su sueldo pasó de los cincuenta a los sesenta escudos por tener en cuenta lo bien que sirvió en las dos Jornadas de las Azores, así como por la calidad de su persona y méritos33. Pese a los sesenta ducados (él habla de ducados), en 1589 se quejaba amargamente de que a otros caballeros que habían ido en la Armada del marqués de Santa Cruz se les había dado cuatrocientos ducados de renta, y a él sólo se le habían aumentado el sueldo diez ducados, siendo él «tan caballero como ellos y no merecer menos». Piensa que si él no tuviera «esta inteligencia en cosas de fortificación se me hiziera creo la merced que a ellos», e ironiza con que «este provecho saco yo de mis habilidades». A otros ingenieros el rey los había ennoblecido siendo antes canteros y carpinteros, lo que a él no puede darle, pues es noble de nacimiento, a otros se les ha dado hábito y encomienda, como a Filipo Terzi, y recuerda al rey que Fratin gana ochocientos ducados al año y tiene casa de aposento en Madrid, y que a otros se les dan cien ducados, como «al antoniely que fue a las yndias», lo mismo que a otros en Sicilia y Flandes, que tienen además compañía de caballos. Él con los sesenta ducados tenía que pagar doce por el alquiler de la casa, además de los salarios de pajes, lacayos y caballos «gastos a que el ábito me obliga». Puesto que dice que lleva ya diez años en España, este memorial sin fecha debe ser de 1590, y ya entonces pide que le den título de ingeniero mayor, capitán de caballos, gentilhombre de la casa real, o que le confirmen además los cuarenta ducados que tenía en Sicilia, como se hacía en Milán con Fratin y con Tibaldi. Pedía una «naturaleça» de ochocientos o mil ducados por él o por sus hermanos, uno de los cuales dice que llevaba sirviendo al rey catorce años, primero como catedrático en Salerno y ahora con la primera cátedra de Italia en Bolonia, refiriéndose a su hermano Angelo. Acababa su reclamación casi exigiendo que, en caso de no poder ocuparse de cosas de fortificación con la reputación que convenía a su persona, el rey le ordenara otras ocupaciones34. La decisión fue que se le aumentara el sueldo a ochocientos ducados, y se le diera una plaza de Gentilhombre de la casa real, así como una naturaleza de ochocientos o mil ducados para uno de sus hermanos, y por supuesto que continuara como ingeniero.

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Es posible que de 1591 daten las dos plantas para los fuertes del estrecho de Magallanes que se conservan en la Colección Navarrete del Museo Naval de Madrid, aunque Ceán, en las adiciones a Llaguno, interpretó que las trazas, junto con la instrucción conservada en el Archivo General de Indias, que transcribe, eran de 1580 o 1581. Spanoqui nunca fue a ese estrecho, quien fue en 1581 fue Bautista Antonelli, y ni la caligrafía, ni el dibujo, ni la firma, ya como «Tiburcio Spanoqui», que es como firma desde los años noventa, se corresponden con un Spannocchi recién llegado a España en 1580. Se corresponderían más bien con el momento en que, en 1591, se pensó en mandar una nueva expedición al estrecho, que no se llevó a cabo, con las informaciones dadas por Pedro Sarmiento sobre cómo era el estrecho y cuál su parte más angosta, que permitirán además a Spannocchi hacer un mapa de este. En su informe incorporaba ya algo que fue una constante en los años noventa, cuando proyectó alojamientos para soldados, como que debían tener sótano, aunque en todo momento insistiera en que todo dependía del sitio, y para materiales, etc. remitía a Pedro Sarmiento, por su experiencia en aquellas tierras35.

SUPERINTENDENTE DE LAS OBRAS DE LOS CASTILLOS DE ARAGÓN

En 1592 hubo en su carrera un salto cualitativo, al ser nombrado Superintendente de las obras de los castillos de Aragón. Su labor fue tan excelente en ese cargo que a mediados del siglo XVII, para hacer los «apuntamentos» que iban a ser necesarios para las obras del puerto de Finale, se tomó como modelo «los que hizo el Comendador y gran Ingeniero Tiburcio Espanoqui a la Magd. de Phelipe 2º quando se fabricó el castillo de Jaca y las otras torres que ay en la frontera de Aragón y Francia», por ser «de gran consideración al buen cobro de la Real hazienda»36. En enero se le había ordenado dejar instrucciones al maestro mayor de Cádiz, donde había estado trabajando, y regresar a la Corte. El 29 de abril de 1592 don Alonso de Vargas, miembro del Consejo de Guerra y capitán general de Aragón, nombró a «Tiburçio espanoqui de superintendente de las obras de los castillos de aragón». Para ello se le daban todos los poderes y facilidades por parte de jueces, justicias, soldados, etc., por lo que las libranzas de dinero para las obras, aparte de las órdenes, fueron competencia suya37. Nunca antes había tenido semejante poder un ingeniero, pues, como nos recuerdan sus biógrafos, hacerse cargo de las libranzas era algo que solo solían hacer los virreyes o gobernadores38. Fue un encargo delicado, que comenzó con informes cifrados, porque todo había que hacerlo «con disimulación». Las cartas cifradas eran un recurso frecuente para la información que debía permanecer secreta, una cifra que al parecer los distintos secretarios de estado cambiaban cada cuatro o cinco años, además de haber otras cifras de carácter particular, aunque según Juan Bautista Gesio, matemático al servicio de España, todo podía descifrarse39. Casi como un espía Spanoqui puso pie en Aragón, en cuyo ejército dirigiría y controlaría los gastos de todas las fortificaciones. A poco de llegar enfermó, y ya entonces empezaba a ser famoso también por su fuerte carácter, pues don Alonso de Vargas decía que aunque se le trataba de contentar por todos los medios, el ingeniero era «un poco amigo de su opinión… y enojase con facilidad»40.

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Fueron muchas las obras de Aragón que proyectó o en las que intervino, y los lugares que describió: Benasque, Canfranc, Castel León, Hecho, Ansó, Berdún, Santa Elena, Sallent…, además de las grandes obras de Zaragoza y Jaca. Con respecto a los pasos de los Pirineos, en informes que acompaña con dibujos, demuestra que era algo más que un ingeniero, porque informaba del número de vecinos, las distancias, los ríos, etc., en definitiva todo lo que un geógrafo debía transmitir a un monarca que había emprendido años antes las Relaciones topográficas para satisfacer la necesidad de conocer sus reinos. Lo más complicado de decidir fue cómo fortificar Zaragoza para poder dominarla en caso de insumisión al rey, teniendo en cuenta lo sucedido con la huida de Antonio Pérez. En junio Spanoqui informaba al rey que su opinión coincidía con la de los que pensaban que no había que hacer dos fuertes nuevos, sino uno solo. Finalmente, en lugar de destruir la Aljafería, «casa real buena y tan antigua como V. Magd. sabe» decía Spanoqui, lo que se hizo fue fortificarla. Esta decisión fue tomada por Alonso de Vargas, el maestre de campo Francisco de Bobadilla, el secretario del Consejo de Guerra Esteban de Ibarra, el teniente general de Artillería Hernando de Acosta y el ingeniero Spanoqui. Lo que hizo el ingeniero fue crear al palacio islámico una especie de camisa abaluartada en la que se funden fortaleza y palacio si nos atenemos a los preciosos dibujos que representaban el aspecto del edificio tras la transformación, con torres con chapiteles sobre los baluartes que todavía hoy se conservan. Para transformar la Aljafería41 tuvo que hacer muchos dibujos y estudios, algunos de los cuales, de gran inte-

TIBURZIO SPANNOCCHI. Paso de Canfranc y río Aragón, 1592. España. Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. Archivo General de Simancas. MPD, 06, 113.

FIG. 7

TIBURZIO SPANNOCCHI. Traza del castillo que se ha de hacer en la Aljafería de Zaragoza, 1592. España. Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. Archivo General de Simancas. MPD, 08, 067.

FIG. 8

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Aljafería de Zaragoza. Estado actual de los baluartes que la transformaron en ciudadela del rey. Fotografía de P. Ferrol.

FIG. 9

FIG. 10 NOCCHI.

TIBURZIO SPAN-

Rasguño de la Aljafería de Zaragoza, 1592. España. Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. Archivo General de Simancas. SGU, 03352, 35.

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FIG. 11 TIBURZIO SPANNOCCHI. Ciu-

dadela de Jaca, «Traça del castillo de San Pedro que se tiene empeçado en la ciudad de Xaca», 1592. España. Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. Archivo General de Simancas. MPD, 38, 092.

FIG. 12 TIBURZIO SPANNOCCHI. Pro-

yecto de ciudadela para Cremona, sobre una planta de Fratin, 1595. España. Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. Archivo General de Simancas. MPD, 09, 051.

rés por mostrar el estado de la Aljafería entonces, conservados en el ya citado cuaderno de trabajo. También en 1592 se ocupó de la nueva fortificación de Jaca, trazada ese mismo año, y modelo unos años después de un proyecto para la ciudadela de Cremona. El castillo de San Pedro en Jaca fue llamado al principio ciudadela, pero rápidamente volvió a ser castillo en la documentación, porque hasta la palabra implicaba un dominio por la fuerza del rey sobre una ciudad que podía rebelarse. De hecho, en 1593 se llegó a producir incluso una revuelta popular contra el castillo que se estaba levantando42.

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FIG. 13 TIBURZIO SPANNOCCHI. Vista de la Aljafería de Zaragoza en su parte norte, 1593. España. Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. Archivo General de Simancas. MPD, 05, 085.

No eran los de Aragón sus únicos afanes, porque había adquirido ya la responsabilidad de tracista en otras importantes fortificaciones, así que ese mismo año le requerían para que informara sobre el castillo que se iba a hacer en San Roque, en Cádiz, y los alojamientos de soldados, pero, tal como escribía, al no tener consigo sus propias trazas para cotejarlas con la que se le mandaba, se remitía para las medidas de los alojamientos a los que había proyectado en Jaca y, redundando en la necesidad del viaje, decía que, «sin allarme en el puesto no puedo asegurarlo»43. La Aljafería seguía siendo su principal preocupación, y en julio daba un largo informe al rey desde Zaragoza sobre el estado de las obras mientras acababa de hacer los modelos de Jaca. Esperaba que el rey resolviera pronto las armas reales que debían ir en la puerta, para poder entallarlas, habiendo presupuestado este gasto en doscientos escudos44. De este año de 1593 son los cuatro bellos dibujos de la Aljafería. Era la primera vez que se enfrentaba a una intervención de tal envergadura en un edificio histórico, y lo hizo con un respeto ejemplar hacia el edificio islámico pese a la transformación exigida por la nueva fortificación. Así, en el dibujo de la parte hacia la huerta, o tramontana, explicaba que se habían puesto grandes rejas para que la luz llegara a la sala de los mármoles. También ese año dio su opinión al rey sobre la inscripción que debía ir en la nueva portada de la fortaleza. Su propuesta, cargada de significados en relación con la situación de Aragón, era FILIPUS II YSPANIAR/ ET YNDIAR/ REX. AD PACE CNSERVANDAM. RESTAVRAVIT45. En noviembre de 1593 las obras de la Aljafería estaban lo suficientemente avanzadas como para que el ingeniero viajara a Jaca y a recorrer los pasos de los Pirineos, y de ese viaje son los dibujos de tales pasos. Entre otras torres proyectaría la torre de los Baños en el puerto de Benasque, que le iba a dar algunos problemas, una vez más por los informes, contrarios a su parecer, de los militares. El científico que era Spanoqui ironizaba sobre la propuesta alternativa de sus críticos diciendo que «una de las comunes sentencias de matemática es que una línea reta no puede cerrar superficie», y el buen servidor y guardián de la hacienda del rey alardeaba de su buen hacer durante el viaje por los

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Pirineos desmintiendo el coste que atribuían a la torre, cuando él en ningún lugar de esa cordillera había encontrado materiales más baratos. Se declaraba como «persona que ha visto el sitio muy despacio y con mucho cuidado»46, lo que avalaba su propuesta. En diciembre envió a la Corte los modelos de bulto de todas las fortificaciones iniciadas en el reino de Aragón con Jerónimo de Soto, en quien cada vez tenía más confianza, para explicarlas al rey y a sus consejeros47. En mayo de 1594 seguía en Aragón, y el rey le ordenaba ir a visitar el valle de Arán y el castillo de Castel León, pero en septiembre todavía no había podido ir «por la falta que se causaba en las demás fábricas ausentándose dellas», retrasándose el viaje hasta el mes de octubre48. Y seguía recibiendo órdenes de viajar FIG. 14 TIBURZIO SPANNOCCHI. Castillo de Benasque por la parte allí donde la defensa mediante forde hacia Francia. España. Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. Archivo General de Simancas. GYM, 00356-189-02. tificaciones era necesaria, así que, por estar ya controladas y avanzadas las obras de Aragón, el rey le había ordenado en 1593 reconocer los sitios de los Alfaques, ese nido de corsarios en el que hubo que hacer torres, en cuyos proyectos trabajaron algunos de los grandes ingenieros de finales del siglo XVI. Años después, Spanoqui haría unos preciosos dibujos para una torre en los Alfaques49. Mientras, se seguía ocupando de sus obras proyectadas anteriormente, como la citada de Cádiz o la de la montaña del Brasil en la isla Tercera, donde ese año fue destinado como maestro Antón Coll. De noviembre de 1593 datan los interesantes comentarios hechos por Spanoqui a las instrucciones del conde de Portalegre para dicha fortificación. En ellos rebatía algunas opiniones de don Juan de Silva por estar sacadas de los libros de fortificación, mientras que él, que también conocía los libros, sabía que era la experiencia de los soldados viejos la que mejor orientaba sobre qué era lo mejor en la guerra. Eran la experiencia y la razón frente a los tratados, y para adquirirlos sus viajes resultaban imprescindibles50. En agosto de 1594 el rey decidió que Spannocchi volviera a Fuenterrabía, esa plaza en la que había estado al poco de llegar a España y conocía tan bien, para proyectar de una vez tanto esas fortificaciones como las de San Sebastián, Guetaria y Motrico. Eso sí, debía hacerlo de acuerdo con don Juan Velázquez, capitán general de la provincia, y

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sin faltar a las tareas que tenía encomendadas en Jaca51. Aunque estuviera lejos de la Corte, seguía siendo el ingeniero que probablemente mejor se movió en los entresijos del poder cortesano, como demuestra el hecho de que Juan de Idiáquez, que desde 1579 era consejero de Guerra «en propiedad» y secretario de Estado52, le encargara durante su estancia en Guipúzcoa (tanto a él como a Jerónimo de Soto) trazas para reformar varias de sus casas53. Idiáquez era desde hacía unos años su gran valedor en la Corte, como demuestra el hecho de que en 1593, cuando ideó la inscripción que debía ir en la portada de la Aljafería, fue a don Juan de Idiáquez a quien envió también el texto para conocer su opinión, escribiéndole además que no le mandaba la relación de todo lo hecho porque no tenía tiempo, habiendo enviado ya todo al secretario Andrés de Prada, por lo que Idiáquez, siempre tan ocupado, las vería cuando se reuniera el Consejo de Guerra. Solo le mandaba el texto de la inscripción, ya que era un tema no menor, en el que Spanoqui reflejaba la difícil situación histórica en la que se había desarrollado el proceso de reforma de la Aljafería, por lo que habla en el de paz y de restauración54. Juan de Idiáquez, Cristóbal de Moura, Juan de Cardona y Pedro de Velasco fueron los que el 29 de marzo de 1595 decidieron lo que había que hacer en las fortificaciones de Guipúzcoa después de que Spanoqui y don Juan de Velázquez visitaran Fuenterrabía, San Sebastián, Pasaje y Guetaria, de las que enviaron trazas y relaciones a la Corte, otra vez con Jerónimo de Soto. En su viaje a Guipúzcoa pedía además que, para no estar en mesones, lo que «sería indecencia de su persona», se le diera posada allí donde fuera destinado para poder trabajar con tranquilidad55. Volvió a tener discrepancias con los militares, pese a lo que había reivindicado poco antes la experiencia de los soldados viejos, en este caso con don Juan Velázquez, pero el Consejo de Guerra optó por la propuesta del ingeniero sobre la torre de Higuer56. De hecho, cuando iba a ser enviado a Guipúzcoa, y puesto que iba a tener también la superintendencia de las fábricas como había tenido hasta entonces en Aragón, ya avisaba el ingeniero que exigía que «ny Don Juan Velazquez ni otras personas que no entienden semejantes negocios» tuvieran que ver en ellas, ni se ocuparan de la distribución del dinero. Y sin embargo, eran los nombres de los gobernadores y capitanes generales los que se unían al del rey en las inscripciones de las puertas de las fortificaciones, como sucede en Fuenterrabía, que recuerda que se hizo en 1598, «siendo don Juan Velázquez Capitán General de esta provincia». El Consejo de Guerra decidió que la «residencia» de Tiburcio se partiera entre las fábricas de Guipúzcoa y las de Aragón57. Fue durante esos años entre Aragón y Guipúzcoa cuando tuvo una hija, Caterina Bianca, con una dama noble de la casa Fagoaga, con quien no se llegaría a casar por las reglas de su orden58. Su fama era cada vez mayor, y en 1595 el Gran Maestro de la orden de Malta escribió a Felipe II pidiéndole, entre otras cosas, que al caballero «Tiburtio Spanochi ingegniero le de licencia para que visitar esta fuerça y ver lo que en ella es necesario remediar»59. No fue a La Valletta, el rey no le dejó marchar, y es algo de lo que años después se quejaba con amargura, por considerarlo causa de no haber obtenido una encomienda de gracia de su orden militar. En ese año de 1595 corrigió las trazas para la fortificación del Morro de La Habana de Bautista Antonelli y le consultaron sobre los modelos y trazas que habían llegado desde esa ciudad. Los que mostraban el Morro y la Punta tal como quedarían una vez acabadas las obras eran de Bautista Antonelli, y otro modelo del estado en que se encontraba el

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Morro, era de Cristóbal de Roda, miembro de la misma familia60. Del Morro modificó, ampliándolo, el espacio para plaza y calles, quitó un orejón a la muralla, y propuso hacer bajo la fortificación unos almacenes para guardar la plata, que hasta entonces se repartía «por las casillas del lugar»61. Hay que señalar que de nuevo en todo se le daba razón a Spanoqui, pese al reconocimiento que tenía como ingeniero de fortificación Bautista Antonelli, formado con su hermano Juan Bautista, pero sobre todo con Vespasiano Gonzaga. Y continuaba viajando: en 1596 siguió trabajando en las fortificaciones de Guipúzcoa, aunque en octubre tuvo que ir a Pamplona unos días, regresando luego a las obras de Fuenterrabía y San Sebastián. Hizo también ese año algo que supuso otro FIG. 15 TIBURZIO SPANNOCCHI. Descripción de las magran paso en su carrera cortesana, que fue rinas de todo el reino de Sicilia. Con otras importantes declaraciones notadas por el Cavallero Tiburcio Spanoqui del acabar la Descripción de las marinas de todo Ábito de San Juan Gentilhombre de la Casa de su Magestad. el reino de Sicilia, que había empezado en Dirigido al Príncipe don Filipe Nuestro Señor en el año de MDXCVI. Portada. BNE, Mss 788. 1578 cuando recorrió las costas de ese reino por orden de Marco Antonio Colonna. La acabó en español, añadiendo nuevos dibujos que demuestran lo que había ido aprendiendo con tanta experiencia62. Se posicionó con este bello manuscrito para alcanzar un mayor reconocimiento ante el que sería el nuevo rey, a quien le dedica el atlas, olvidando al anciano Felipe II. Cuando en la dedicatoria de la Descripción ofrece al futuro Felipe III hacer una obra similar de los reinos de España, recuerda que «la maior parte dellos tengo andado, y tomado en cada lugar observaciones con cuidado63. Escribía en su descripción manuscrita que, como el rey y sus consejeros «por sus graves cuidados y continuas ocupaciones no les dan lugar a ver por vista de ojos las anchurosas tierras que están devaxo de sus gobiernos» deben confiar para todo lo referente a la descripción de provincias en personas nombradas por ellos que, «con atención y buen zelo», como él hacía, describan todo puntualmente dando su parecer64. De ese mismo año es el tratado de Cristóbal de Rojas65, que recuerda a Spanoqui como un gran ingeniero que le honró asistiendo alguna vez a sus lecciones de fortificación. Tal era el deseo de Rojas de arrimarse al triunfador en la Corte que era Spanoqui que incluso reprodujo en su tratado el instrumento para medir que usaba este ingeniero, demostrando su admiración por un hombre capaz de medir el mundo científicamente66. Sin duda usó instrumentos de medida para su trabajo, y no queríamos dejar de hacerlo notar, aunque no sea este el lugar para extendernos, porque los llevaría consigo en sus viajes para poder hacer los rasguños que acompañaban sus palabras en su cuaderno de trabajo67.

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FIG. 16 TIBURZIO SPANNOCCHI.

Plano de la villa y puerto de Guetaria, con indicación del nuevo repartimiento de sitios y calles para su reedificación después del incendio sufrido, 1597. España. Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. Archivo General de Simancas. MPD, 05, 062.

En 1597 seguía (o volvió, porque sabemos de sus idas y venidas a la Corte) en Fuenterrabía ocupándose de cimentar el famoso baluarte de san Felipe, e informó sobre la barra del Orio y su navegación hasta Tolosa, que recordemos que ya le habían encargado en su primera estancia68. Iba a ser Jerónimo de Soto quien informaría personalmente al rey y al Consejo «como persona que se alla presente a todo», pero solo porque hasta el momento eran obras pequeñas69. De entonces tenemos un ejemplo acabado de su labor como urbanista, hasta entonces mostrada tan solo en rasguños como los de Cádiz, porque el 21 de mayo de ese año de 1597 Spannocchi avisaba del gran incendio ocurrido en Guetaria, y lo acompañaba de un plano sobre cómo debía reconstruirse70. Su proyecto obedece a los principios de geometría y regularidad que imperaban en cualquier fundación urbana emprendida por la monarquía filipina. Su fama seguía creciendo. En septiembre de 1597 don Juan de Velázquez, al enviar desde Fuenterrabía las trazas del comendador Spanoqui, decía que no había visto «ningún Ministro de Vuestra Magestad tratar la hacienda de V. M. con más cuidado ni limpieza,

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escusando todo lo que no es forzoso y asistiendo desde que se comienza la obra hasta que se acaba con su persona sin apartarse un momento della sin tener calor ni frio, trabajo y cuidado muy digno de que V. M. le recompense y haga merced…»71. En 1598 seguía por aquellas tierras y se llevaron a la Corte modelos de las torres de Pasajes, Guetaria y castillo de Higuer72. A la muerte de Felipe II pidió retirarse, escribiendo al nuevo rey desde Fuenterrabía el 12 de octubre de 1598, que por estar cansado pedía también un «honesto retiro», recomendando que se ocupara de sus obras su «discípulo» Jerónimo de Soto. Pero Felipe III no le dejó abandonar y decidió que Spanoqui debía acabar el baluarte de Fuenterrabía, y que una vez terminado, lo tendría en cuenta para «hacerle merecer»73. Lo cierto es que la plaza de Fuenterrabía fue tan importante en la defensa de la frontera francesa que años después la representó Velázquez al fondo del retrato ecuestre del conde duque de Olivares, y fue también uno de los dibujos de Spanoqui que acabaron en Roma cuando pretendía imprimirlos. Pero no se pudo jubilar, así que siguió ambicionando llegar todavía más alto, bien protegido ahora por el duque de Lerma. A finales de 1600 el Consejo de Guerra confirmaba de Tiburcio «que su qualidad como el dize es diferente a la de los demás ingenieros», por lo que recomendaba que se le diera el título de Ingeniero Mayor, subordinado tan solo al Consejo y al capitán general de Artillería, y se le subiera el sueldo hasta los 1.500 escudos. Este reconocimiento de que su «calidad» era distinta a la de los otros ingenieros, nos habla de que era caballero de nacimiento, y «siendo caballero está obligado a sustentarse diferentemente que otros»74, un estatus que le avaló de nuevo al final de su vida para alcanzar la gloria. En ese año de 1600 es cuando Cabrera de Córdoba contaba que el duque de Lerma «quiere levantar una grande casa en Valladolid, y ha llevado al ingeniero Espanoqui para que haga la planta y traza de ella»75, así que Tiburcio viajó con la Corte a Valladolid al servicio directo del poderoso valido de Felipe III, que había conseguido que la Corte se trasladara a aquella ciudad. Es una noticia que además incide en cómo los grandes señores fiaron a los ingenieros la construcción de sus casas, a veces sus reformas, un tema en el que estamos trabajando.

«OS NOMBRO, ELIJO Y DIPUTO POR MI INGENIERO MAYOR DE ESTOS MIS REYNOS DE ESPAÑA»

El 15 de abril de 1601 el rey, con la Corte ya asentada en Valladolid, nombró a «Tiburcio Espanoqui, caballero del hábito de san Juan Gentil hombre de mi casa» Ingeniero Mayor de los Reinos de España para tener la superintendencia de todas las fortificaciones de esos reinos, sus islas y fronteras, tan solo bajo la autoridad del Consejo de Guerra y del capitán general de Artillería, y lo hizo por la «calidad, mucha abilidad y suficiencia» que tenía en ello Spanoqui, lo que había demostrado durante años76. Como nos estamos centrando en sus viajes, lo cierto es que si pensó en algún momento poder controlarlo todo desde la Corte, estuvo equivocado, aunque ciertamente muchos informes están fechados en Valladolid, y los viajes continuaron. En septiembre de este mismo año fue enviado a visitar de nuevo las fortificaciones de Guipúzcoa con el

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FIG. 17 TIBURZIO SPANNOCCHI. Perspec-

tiva de Castel Leon en la val de Aran por la parte de hazia Poniente, 1594. España. Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. Archivo General de Simancas. MPD, 15, 082.

conde de Puñonrostro. Pidió una ayuda de costa suficiente para una persona como él, que por ser viejo ya siempre debería viajar con mayores comodidades, y reclamaba de nuevo la compañía de Jerónimo de Soto. Sin embargo, algo muy especial le fue encargado una vez nombrado Ingeniero Mayor. En 1602 el rey Felipe III le ordenó poner «en libros todas las trazas que hay y adelante hubiere de cosas de fortificación y sacar las copias que fuere necesario», para lo que el ingeniero compró papel imperial77, y suponemos que algunos de los dibujos más cuidados, como el de Castel León, o los de la Aljafería habrían acabado de convencer al rey de que iba a ser el más bello atlante de fortificaciones que cualquier monarca pudiera haber soñado. Viajaba, pero también informaba en la Corte de fortificaciones en las que nunca había estado, como cuando ese mismo año hizo una relación sobre la defensa de las islas de Mallorca y Menorca, dando proyectos para Mallorca en los que refleja todo lo aprendido a lo largo de su carrera sobre cómo construir las fortificaciones78. Andaba ya mal de salud, lo que retrasó un viaje a La Coruña, indicándose además de nuevo que estaba viejo para poder caminar sin comodidades. Cuando su salud mejoró, en diciembre del mismo año 1602, le ordenaron que antes fuera a Cádiz a ocuparse de sus fortificaciones y a Málaga donde debía atender las fortificaciones pero también su muelle, porque al ser invierno poco se iba a poder hacer en La Coruña, donde iría a continuación. Pedía seiscientos ducados a cuenta de lo que le debían de su sueldo, y el Consejo informó favorablemente porque «no es justo que hombre de su qualidad, y tan eminente en su profesión, y tan celoso del servicio de Vuestra Majestad, y que con tanto cuidado mira por el beneficio de su Real hacienda, muera de hambre, y se quede por esos caminos»79. Lo mismo que Cádiz fue un tema recurrente en su carrera de ingeniero desde los años ochenta, hubo otros que retornaron, y ese año seguía la polémica sobre Cabeza Seca, en Lisboa, que fray Juan Vicencio Casale había proyectado en forma circular, y llevaba doce años construyéndose. Se oponía frontalmente Spanoqui a la propuesta de Leonardo Turriano de cambiarla para hacerla en forma oval. Para acabar con todas las dudas aconsejaba «hazer modelo de bulto muy claro y puntual conforme a la intençión que llevaba el dho frai Joan Vizencio, pues a poco mas o menos se tiene noticia de sus propor-

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ciones»80. La estaba construyendo en forma circular su discípulo Gaspar Ruiz, enfrentado por consiguiente a Turriano, los cuales viajaron a la Corte para exponer sus razones, y es interesante el recurso de Spanoqui a un modelo de bulto, puesto que no había dejado de realizarlos desde el comienzo de su carrera como ingeniero, allá por los años de Nápoles. Sabemos que a lo largo de su vida ideó ingenios: ya en 1591 había dado trazas para dos molinos, pero ahora parece que inventó algo más relevante, porque pedía privilegio de invención. Era un molino que se podía utilizar en lugares de marea «para la creciente y menguante y para los ríos que tuvieren de ordinario bastante corriente», de donde desaparecerían las presas y acequias que dificultaban la navegación en esos ríos. También era un molino distinto a los normales, que «por demasseada agua, o por falta della dexan de moler», lo que a este sólo le sucedería con una avenida extraordinaria. Pedía privilegio para que nadie más pudiera hacer un molino como ese en todos los reinos, y que nadie le usurpara la invención «como de ordinario suele acontecer». El Consejo de Guerra había visto el modelo (de nuevo un modelo) y le había parecido muy buen invento, por lo que aconsejaron que el rey diera el privilegio, lo que le fue concedido81. En abril de 1603 seguían sin pagarle los seiscientos ducados y el mismo Consejo de Guerra apremiaba el pago, porque «no tiene otra hacienda de que vivir sino el sueldo»82. Por eso el duque de Medina Sidonia, después de que Spanoqui resolviera las dudas sobre la fortificación de Cádiz, intervino personalmente para pedir que se le pagaran entre seiscientos y ochocientos ducados de ayuda de costa, la mitad del dinero de las obras de Cádiz y la otra mitad de las obras de las fortificaciones de Málaga. El rey decidió que se le pagaran seiscientos ducados previo beneplácito del Consejo de Guerra, que argumentó que si Spanoqui faltara no vendría nadie que no pidiera más sueldo y mayores comodidades, no habiendo además ninguno capaz de velar igual por el servicio al rey y beneficio de su Real hacienda83. Ya se estaba preparando para su fin, aunque tardó todavía tres años en llegar y no por sus sesenta y dos años de edad dejó de viajar. De hecho, además del viaje a Cádiz, el 1 de noviembre de 1603 el Condestable iba a partir de Valladolid llevando consigo a Spanoqui y a otros ingenieros para reconocer las plazas de Fuenterrabía y San Sebastián y todas las de la costa, para ver qué obras eran necesarias84. Las fortificaciones americanas seguían siendo objeto del mayor interés para el monarca, así que hizo de nuevo un informe sobre la fortaleza del Morro en San Juan de Puerto Rico, y tanto en ese caso como cuando opinó sobre Cartagena de Indias se cuestionó que Spanoqui no conociera el lugar. Sin embargo, fue tal la confianza en este ingeniero que, incluso después de muerto, se continuaron realizando sus proyectos pese a que hubiera en Indias buenos ingenieros como Cristóbal de Roda. Así, en 1607 se insistía en que los fuertes de Cartagena de Indias se hicieran con la traza de Spanoqui. Había dado traza para el fuerte de san Matías, que ya estaba empezado, pero había que adaptarlo a la traza del Ingeniero Mayor, y había dado la traza para otro no comenzado, que era el de la Punta del Judío. De esas fábricas, además de la plataforma de San Ángel, frente a san Matías, se iba a ocupar Cristóbal de Roda, que en todo debía seguir las trazas de Spanoqui85. En 1610 estaban sacados los cimientos de ese fuerte de Cartagena de Indias, pese a que la traza cuadrada de Spannocchi no se adaptaba a un lugar puntiagudo. Hasta ese punto podía resultar un despropósito que un ingeniero proyectara una fortificación sin conocer el lugar, aunque fuera el Ingeniero Mayor de los reinos de España.

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En 1604 no sabían dónde mandarle por ser tan necesario en todas partes, así que en enero se decidió que no fuera a Fuenterrabía y San Sebastián porque las conocía a la perfección, y fuera en cambio a La Coruña y Santander; pero en abril se tomó otra decisión: que viajara a Sevilla para ocuparse de las reparaciones de las inundaciones del río86. Hizo el viaje y en esta ocasión dio de inmediato a la imprenta su parecer sobre dichas inundaciones. En ese año fue cuando empezó a buscar grabadores para sus dibujos y editores para sus escritos87, así que no nos puede extrañar que el convencimiento que tenía de que otros se estaban aprovechando de su trabajo poniendo sus nombres, hiciera que rápidamente lo quisiera ver impreso, en la misma ciudad de Sevilla88. El informe está firmado el 25 de junio de 1604, y en él se FIG. 18 TIBURZIO SPANNOCCHI. Manuscrito sobre los reparos para las inundaciones del Guadalquivir. Archivo Municipal de Sevilla, muestra cómo un consumado inVV.AA.452-2. geniero, experto en aguas y no solo en fortificación. Con el tiempo dicho informe quedó unido a la memoria de sus triunfos. Así, en 1672 se recordaba que el rey había honrado a Spanoqui «con una Encomienda de San Iuan con el Título de Ingeniero Mayor y con la merced de Gentil Hombre, sin detenerse en los que recibió por el parecer que dio a la ciudad de Sevilla, sobre los reparos que convenían para la inundación del Río Guadalquivir, su fecha en Sevilla a 25 de junio de 1604»89. Según escribe, para tratar del tema de las inundaciones había sido necesario hacer una descripción de la ciudad «y de un pedaço del dicho Rio, y tierras convecinas»90. Es posible que una copia de esa descripción de la ciudad, que desgraciadamente desconocemos, fuera la que tenía su discípulo Jerónimo de Soto, quien, entre otras vistas urbanas, tenía «dessinios» sobre bastidor de Sevilla y de Málaga, y habida cuenta los viajes que hemos ido relatando de Soto en compañía de Spanoqui, no parece descabellado pensar que pudieran ser vistas de esas ciudades realizadas por Tiburcio Spanoqui91. Una planta original de la ciudad se quedó en Sevilla, así como los «modelos de çerrar los husillos y puertas y forma de las empalizadas que se an de haçer en el Almenilla» y el informe que

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hoy conserva manuscrito el archivo municipal de la ciudad92, pero otra planta fue llevada a la Corte para que el rey la viera junto con el informe93. Como ingeniero hidráulico estudió todos los arroyos y aguas de la ciudad, y a su partida, el maestro mayor Juan de Oviedo quedó al cargo de que todo se hiciera conforme a sus órdenes, de lo que dejó traza, adquiriendo Oviedo así fama como ingeniero hidráulico94. Se acompaña el manuscrito de tres dibujos, siendo el más interesante el de una máquina para bombear agua en la que aparece el trabajador que la debía mover, lo que nos sitúa ante un ingeniero con buena formación en pintura, pero también en ingenios y máquinas, tal como sabemos desde sus años de formación en Siena95. La propuesta de Spanoqui merece un estudio más amplio. Ahora solo señalamos cuestiones que lo encuadran como profesional de la ingeniería en todas sus vertientes y como lo que hoy llamaríamos un urbanista: su defensa del puente de barcas de Triana porque los de fábrica favorecían las inundaciones; su oposición a desviar el río para que Sevilla no perdiera «totalmente su grandeça»; dejar de echar basura al río; impedir que se construyeran casas adosadas a la muralla; hacer en el Arenal una nueva muralla con plataforma para la artillería, más o menos alta según se quisiera para defensa militar o solo del río; hacer puertas nuevas que sustituyeran a las que había, pero menos anchas; dejar dos grandes arcos abiertos hacia el postigo del Carbón para que el agua pudiera pasar libremente; vender terreno dentro de la nueva muralla para casas y almacenes; dejar siempre un vacío urbano hacia el interior de la ciudad para permitir la defensa de la muralla; reparar las atarazanas primando la funcionalidad sobre la belleza, al elevar el suelo... Y algo que un ingeniero que había vivido en la Corte de Madrid tantos años sabía que era necesario: «hazer una orden, que lo que se fabricare sea con parecer del Maestro mayor de la ciudad, o de otra persona entendiente de arquitectura, como se acostumbra en todas ciudades de buena puliçia, y se ve que los antiguos la tuvieron en esto por los insignes edificios públicos que en ella ay». Aparece aquí también el anticuario que fue Spanoqui, que había visto los antiguos edificios de Sevilla y los ponía como modelo. Camino de Valladolid desde Sevilla, recordaba al rey que en la Corte hacía falta «a las cosas nesçesarias y a la obligación de mi cargo», pidiendo una recompensa por el trabajo realizado96. No hemos hablado de absolutamente todos sus viajes, pero creemos que nos podemos hacer una idea de en qué consistía el trabajo de los ingenieros del rey, y especialmente de Spanoqui, aunque no fueran menos los viajes de un Calvi o de un Fratin, cuyas vidas fueron regidas también por las urgencias defensivas de las fronteras del monarca. Tanta responsabilidad siempre fue recompensada, incluso por el hecho de que el salario de Spanoqui nunca estuvo en el arma de Artillería. Lo sabemos por documentos varios, pero de manera fehaciente porque en 1604 Jerónimo de Soto pedía cobrar su sueldo «en la parte que lo tiene Spanochi» y no en la Artillería, ya que cuando salían de viaje Tiburcio siempre le debía esperar por no haber cobrado, puesto que en la Artillería siempre faltaba dinero97. De hecho, no todos los ingenieros cobraban de la Artillería98, y en el caso de Spanoqui se utilizaron en muchas ocasiones los fondos para las obras en las que estuvo destinado, e incluso en sus últimos años a veces le pagó directamente el Consejo de Hacienda. En 1605, y como consecuencia de su control de todas las fortificaciones de España, estuvo en condiciones de redactar un informe sobre el estado de todas ellas, eso sí, con

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el visto bueno del capitán general de Artillería, pero ahora tampoco es el momento de analizarlo, por merecer una mayor atención de la que caben en estas páginas sobre sus viajes. Todavía el 18 de abril de ese año insistía el Consejo en que no era necesario que fuera a Fuenterrabía y San Sebastián, y sí a La Coruña, Santander y Ferrol, lo que nos indica las demoras que a veces se producían en estos viajes. En octubre se pensaba en cambio que debía ir a la frontera de Perpiñán y no a Cádiz, de donde había regresado trayendo consigo a la Corte las plantas para ser estudiadas por el Consejo, y en cambio era más importante la frontera de Perpiñán. En su informe decía que no había visitado nunca las fortificaciones de Cataluña, desde los Alfaques hasta la frontera con Francia, salvo de paso cuando llegó desde Sicilia por orden del rey. Sin embargo, después de media vida viajando, el viaje más anhelado no pudo hacerlo. Fue el que solicitó hacer ese año de 1605 para ir a besar los pies de Paulo V, paisano y pariente por su origen sienés, con quien mantenía una relación epistolar. No había regresado a Italia ni siquiera por la muerte de sus padres y hermanos y ahora pensaba que su persona no era tan necesaria en la Corte, por lo que pedía una licencia de seis meses. El Consejo sugirió retrasarlo, pero finalmente el rey decretó que «por ser tan necesaria la persona de Tiburcio, no le doy licencia para hacer esta jornada»99. El 23 de febrero de 1606 el anciano Spanoqui pedía que a sus mil cuatrocientos ducados de sueldo se le añadieran otros cuatrocientos, así como quinientos ducados de renta de por vida «para que sus hermanos puedan tener mil ducados de renta como el los repartiere, en pensiones y no en beneficios». Finalmente se le aumentó el sueldo doscientos ducados, y se le dieron cuatrocientos ducados de por vida, una retribución muy por encima de la de cualquier arquitecto de la época. Al mismo tiempo se comenzaron a buscar ingenieros para sustituirle en Flandes, Alemania e Italia100, mientras el mismo Spanoqui preparaba su sucesión. Para ello, a finales de 1605 informó favorablemente sobre Jerónimo de Soto, a fin de que le concedieran el título de Ingeniero del Rey, nombramiento que se hará oficial el 27 de marzo de 1606101. Pese a una vejez que parecía asumida por todos, el 11 de marzo, se dio orden de que visitara con don Agustín Mesía las fronteras de España comenzando por San Sebastián, Fuenterrabía, Navarra, Aragón y Cataluña, para lo que hacía falta dinero, ya que si no el viaje no serviría de nada102. Como siempre, todo iba muy lentamente, así que todavía en agosto Tiburzio pedía setecientos ducados que le debían para poder hacer ese viaje. Poco antes de morir, con la Corte de regreso de Valladolid a Madrid, pedía casa de aposento, porque la que tenía antes de la marcha de la Corte estaba inhabitable, y vivía en un mesón con los papeles, trazas y modelos. Como el viaje que iba a emprender era tan largo, todo se perdería si lo dejaba en el mesón. Se le concedió todo porque, como expresaba el Consejo, «Tiburcio es el más ejemplar hombre que se ha conoscido de su profesión», y porque los modelos no podían estar en un mesón puesto que, junto con los dibujos e informes, debían permanecer secretos103. Poco antes de su muerte, el secretario del Consejo de Guerra recuperó los dibujos y relaciones que afectaban a la defensa de la monarquía, y que Tiburzio había intentado dar a la imprenta para dejar memoria de su fama para los siglos futuros. El 4 de noviembre de 1606 murió en Madrid, y fue enterrado con solemnes exequias en la iglesia del convento de los Clérigos Menores.

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NOTAS

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9. 10. 11. 12. 13. 14. 15. 16. 17. 18.

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Este trabajo forma parte del proyecto de I+D+i El dibujante ingeniero al servicio de la monarquía hispánica. Siglos XVI-XVIII (DIMH), HAR2012-31117, Ministerio de Economía y Competitividad (España). Según este memorial del año 1600, la vida de Spannocchi había sido un continuo viaje. Escrito cuando aspiraba al título de Ingeniero Mayor de los reinos, lo que conseguiría al año siguiente, Spannocchi se consideraba servidor del rey de España desde 1568, cuando estaba en Roma, pero según otros documentos que comentaremos, sería en 1570, al entrar al servicio de Marco Antonio Colonna, cuando podemos considerar el inicio de sus servicios a la monarquía de España. De hecho, en la respuesta positiva del Consejo de Guerra a la solicitud de Spannocchi del título de Ingeniero Mayor, de 11 de diciembre de 1600, dicen que hace treinta años que sirve. Archivo General de Simancas (a partir de ahora AGS), Guerra y Marina, leg. 578, f. 232. 27 de julio de 1600, y leg. 570, f. 149. 11 de diciembre de 1600. Sobre la familia y primeros años de Tiburzio no nos extendemos aquí, puesto que se puede ver mi libro, de próxima aparición, Tiburzio Spannocchi en Sicilia. Un Atlante per il Re, Palermo, Torri del Vento. Cito por la edición de Boscán de 1561, El cortesano traduzido por Boscan en nuestro vulgar castellano nuevamente agora corregido. Amberes, Viuda de Martín Nutio, 1561. Capítulo XI «Que al Cortesano conviene tener noticia del pintar, y sobre este punto pasaron sutiles razones entre los Cortesanos» (f. 57v y ss.). I quattro primi libri di architettura. Ediciones de 1554 y 1567. Del modo di fortificar le città. Venecia, 1554. Este tratado circuló mucho, aunque pronto se quedó obsoleto, y formó parte por ejemplo de la biblioteca de Felipe II en el Monasterio de El Escorial. CÁMARA, 2016. El cortesano..., f. 58. Quizá se conocieran en Viena donde Delfino era nuncio, cuando Ludovico Madruzzo fue encargado por su tío Cristoforo de viajar a Viena para resolver un conflicto de jurisdicción entre el principado de Trento y el condado del Tirol. Seguro que estuvieron ambos en Roma en 1565 en el cónclave para elegir al papa Pío V. DAL PRÀ, 1993, pp. 64-65. Sobre Colonna, ver BAZZANO, 2003. Sobre estos dibujos de Spannocchi relativos a las hazañas guerreras, ver también CÁMARA, 2016. MAZAMUTO, 1986; CÁMARA, 2003; ARICÒ, 2015. AGS, Guerra y Marina, leg. 110, f. 20. Fuenterrabía, 6 de noviembre de 1580. AGS, Guerra y Marina, leg. 110. f. 21. Fuenterrabía, 20 de diciembre de 1580. AGS, Guerra y Marina, leg. 110, f. 22. Fuenterrabía, 6 de enero de 1581. AGS, Guerra y Marina, leg. 171, f. 147. SCHAUB, 2011. CÁMARA, 1998, pp. 27, 35, 112, 134, 146, 152. AGS, Estado, leg. 429, f. 3. «La Relacion que a traído Andres de Morales secretario del Marqués de Santa Cruz a quien dho Marqués ymbió a dar quenta a su magd. de lo sucedido hasta los… de julio con su carta de creencia que partio de la isla tercera a los 27 de dho mes 1583». C. MOSQUERA DE FIGUEROA, Comentario en breve compendio de disciplina militar, en que se escribe la jornada de las islas de los Açores. Madrid, Luis Sánchez, 1596, f. 71, 97vº y 98. Pese a llamarle capitán, se referían a Jorge Fratin, ya que el capitán Fratin había muerto en Pamplona en 1586. AGS, Guerra y Marina, leg. 234, f. 77. Febrero de 1588. AGS, Guerra y Marina, leg. 177, f. 131. Informe de Juan de Olaegui, veedor de las obras, en Pamplona, 23 de mayo de 1589. Informa que el comendador Tiburzio Spannocchi había ido a visitar la fábrica, y que pensaba que una de las trazas (media traza) con el perfil y la traza de la puerta principal de la ciudadela, habían acabado en su poder. En un momento en que se buscaban las desaparecidas trazas de la ciudadela esa traza había sido enviada al rey por don Luis Carrillo y Toledo, de lo que deducía el veedor que había acabado en manos del comendador. GEROLAMO DIEDO en La Battaglia di Lepanto, Milán 1843, lo publica en italiano, y en el prefacio de Carlo Téoli al libro dice que lo ha sacado de la Continuazione del Tesoro Politico compilata da Lodovico Ricci, Bolonia, herederos de Giovanni Rosi, 1603. BNE, Mss. 1750, ff. 418-423. Spannocchi lo escribió en castellano, pero el mismo discurso en italiano y con otra grafía, en una traducción que a Spannocchi no le pareció buena, se puede leer en BNE, Mss. 979. PARKER, 1998, p. 304. El rey había ordenado un estudio de los intentos de invasión de Inglaterra desde los romanos, así que Spannocchi estaba en la línea de los argumentos y conocimientos requeridos en la Corte en los años de preparación de la armada. Sobre ese interés del rey, PARKER, 1998, p. 284. PARKER, 1998, pp. 308, 311. Sobre el lugar elegido para el desembarco, ibíd., p. 357. Sobre los planes del marqués de Santa Cruz y del duque de Parma, ver RODRÍGUEZ, 1988, pp. 17-19. LASO, 1991. Entre los libros de Soto estaba el de Mosquera de Figueroa «diciplina militar y toma de la tercera en seis reales». Agradezco a Isabel Aguirre que me informara de la existencia de este legajo con los borradores de trabajo de Spanoqui a lo largo de sus viajes por España. Sobre el trabajo de este ingeniero en Cádiz a lo largo de su vida, ver CÁMARA, 2014. AGS, Guerra y Marina, leg. 208, f. 333. Madrid, 26 de mayo de 1587. AGS, Guerra y Marina, leg. 208, f. 324. Madrid, 13 de mayo de 1587. Pedía ayuda para el viaje y el Consejo proponía darle quinientos o seiscientos escudos. Instituto de Historia y Cultura Militar (a partir de ahora IHCM), Colección Aparici, t. I, p. 189.

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49. 50. 51. 52. 53.

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60. 61. 62. 63. 64.

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IHCM, Colección Aparici, t. IV, p. 77. AGS, Guerra y Marina, leg. 171, f. 148. San Lorenzo, 17 de julio de 1584. AGS, Guerra y Marina, leg. 263, f. 169. LLAGUNO y CEÁN, t. III, pp. 84, 85 y 286-288. Fue Fernández de Navarrete quien encontró la instrucción de Spanoqui para estos fuertes en el Archivo General de Indias, y quien la dató en 1581. Sobre estas cuestiones, y que la fecha pueda ser la de 1591, ver ZULETA CARRANDI, 2013. Reproduce el autor el mapa del estrecho, y las trazas de los fuertes proyectados por Spannocchi. Consideraciones que haze el secretario Dn. Bernavé de Gaynza Allafor sobre el nuevo Puerto del Final. Segunda parte. Madrid, 4 de noviembre de 1652. AGS, Estado, leg. 3640, f. 84. Agradezco la noticia de este documento a Consuelo Gómez López. AGS, CMC, 2ª época, leg. 398. Cuentas de Juan de Arredondo de la casa de la Alfajería 1593-1596. GUGLIELMO DELLA VALE, Lettere sanesi…, t. III. Roma, Giovanni Zempel, 1786, p. 397. Sobre los escritos cifrados, PARKER, 1998, pp. 355-356. IHCM, Colección Aparici, t. VI, citando «Mar y tierra», leg. 359. Para más información sobre la Aljafería, ver CÁMARA, 1997. También de esta ciudadela de Jaca me ocupé hace unos años: CÁMARA, 1994. En el mismo catálogo, las siguientes fichas: «Fortaleza de Jaca», «Canfranc y río Aragón», «Castillo de Canfranc», «Valle de Arán», «Portada de la fortaleza de Jaca» y «Fortaleza de Jaca y ciudad», pp. 224-231, 252, 253 y 272, 273. Los alojamientos eran de dieciocho pies cuadrados, y opinaba que, si se lo habían discutido por ser pequeños para una tierra fría como Jaca, mucho más pequeños resultarían para una tierra calurosa como Cádiz. En todos los casos, Cádiz, Jaca o la Aljafería, era recomendable que los alojamientos tuvieran sótano, por ser más saludables y capaces para comodidad de los soldados. Con sobrados y desvanes, tenían que tener los de Cádiz dos escaleras y un corredor para comunicarlos, como en Jaca. Los alojamientos, en cualquier lugar que se hicieran debían ser amplios, para que cupieran varios soldados, sus armas y una chimenea. AGS, Guerra y Marina, leg. 375, f. 169. AGS, Guerra y Marina, leg. 375, f. 169. Zaragoza, 26 de julio d 1593. AGS, SGU 03352, 78, Año 1593. Pese a que decía que al cabo de tres años le costaba recordar, la realidad es que dio un informe preciso sobre los valles de los ríos, que en los Pirineos permitían la comunicación entre Francia y España, y detallaba las características en concreto de Benasque y su castillo, del que dice que envió al rey un modelo. En la elección de alguno de los lugares en los que se construyeron torres habían participado nada menos que Alonso de Vargas, el secretario Esteban de Ibarra, don Francisco de Bobadilla y el mismo Juan de Velasco que ahora le cuestionaba. Como efecto de las nuevas torres, el contrabando de caballos a Francia había disminuido, y el precio en Francia de los caballos españoles se había triplicado. La torre de los Baños obligaba a «los contratantes entrar y salir por puerta como si fuera puerta de castillo». AGS, Guerra y Marina, leg. 461, f. 81, Fuenterrabía, 5 de noviembre de 1596. AGS, Guerra y Marina, leg. 380, f. 56. Zaragoza, 5 de diciembre de 1593. AGS, Guerra y Marina, leg. 405, f. 175. Fue ese año cuando solicitó que a Jerónimo de Soto le aumentaran el sueldo porque «tiene el deseo de aprender y adelantarse en cosas de fortificación que Vra. Magd. Podrá aver colegido de sus relaciones, y a pasado en mi compañía buena parte de los trabajos en estas obras». AGS, Guerra y Marina, leg. 398, f. 331. Zaragoza, 27 de febrero de 1594. No nos consta que el viaje llegara a buen término, pero en 1606 está fechado el plano de una torre fortificada que se proyecta construir en la punta del Alvet del puerto de los Alfaques. Archivo de la Corona de Aragón. Mapas y Planos, 32. CÁMARA, 1998, p. 30. IHCM, Colección Aparici, t. I, p. 55. PARKER, 2010, p. 718. SOBRADIEL, 2015, pp. 118-153. El autor se limita a reproducir los planos y transcribir los documentos, de enorme interés, pero no los data, por lo que suponemos que podrían ser de estos años. En p. 154 dice que la traza de Jerónimo de Soto para la casa de la pólvora de Fuenterrabía, de 1610, es de las mismas fechas: «en este tiempo Gerónimo de Soto…», p. 154, pero en esa fecha Spannocchi había fallecido, así que se debe referir tan solo a las de Soto. «Solamente envio de esta la copia del Rotulo que me paresce convenir sobre la portada de la alchaferia pues mejor que Vs nadie puede juzgar lo que más conviene PHELIPVS secundus. Yspaniarum et yndiarum Rex Ad Pacem Conservandan Restauravit». 18 de abril de 1593. AGS, SGU 03352, 78. AGS, Guerra y Marina, leg. 468, f. 46. AGS, Guerra y Marina, leg. 437, ff. 117, 163 y 164. AGS, Guerra y Marina, leg. 437, f. 163. ÍÑIGO HIDALGO DIEGO, «Palacio Arbelaiz». Boletín de Estudios del Bidasoa. Diciembre, 2000, nº 20, pp. 165-226. Debo esta noticia a Roger Vella Bonavita, a quien agradezco también sus sugerencias sobre la posible presencia en Malta de Tiburzio años antes, en 1576, cuando fue nombrado caballero, aunque no se haya probado esa estancia. Sobre el requerimiento del Gran Maestre de 1595, Vella Bonavita cita a B. DAL POZZO, Historia della Sacra Religione Militare di S. Giovanni Gerosolimitano detta di Malta, Verona 1703, i, 370. Ver R. VELLA BONAVITA, Girolamo Cassar as a military and civil engineer: the ‘spina report’ of 1594, nota 85. http://mhs.eu.pn/60/60_17.html#_ftn86 (consultado el 30 de marzo de 2016). Sobre los Antonelli hay abundante bibliografía. Se puede ver SARTOR, 2004. LLAGUNO y CEÁN, t. III, pp. 289-291 y 293. Nos ocupamos de ello en el libro Tiburzio Spannocchi in Sicilia. Un atlante per il Re, de próxima aparición. Descripción, s.f., dedicatoria al príncipe. Sobre esa necesidad de la experiencia en primera persona, se puede ver CÁMARA, 2015. Descripción, f. 6.

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81. 82. 83. 84. 85. 86. 87. 88.

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90. 91. 92. 93. 94. 95. 96. 97. 98. 99. 100. 101. 102. 103.

CRISTÓBAL DE ROJAS, Teorica y practica de fortificación conforme las medidas y defensas destos tiempos. Madrid, Luis Sánchez, 1598. La dedicatoria es de 1596. No sabemos si Spanoqui conoció los instrumentos de levantamiento de planos, triangulación, etc. de Baldassarre Lanci, que permitían representar las ciudades y territorios a vista de pájaro, pero sin duda conoció sus principios de funcionamiento, aunque solo fuera porque Lanci fue superintendente de las fortificaciones de Siena, como ingeniero de Cosme de Medici, encargado de hacer la nueva fortaleza, y el adolescente Tiburcio debió vivir esa guerra ávido de conocimientos. Sobre este instrumento y los sistemas de representación topográfica, en relación con el arte militar y con la perspectiva en el renacimiento, ver MONTELEONE, 2014. Como decimos, el instrumento que usaba Spanoqui lo describe Cristóbal de Rojas en su tratado, aunque en el margen de uno de los ejemplares conservados en la BNE leemos que no era invención de Spanoqui. El anónimo anotador del tratado de Rojas, que era un ingeniero experimentado a juzgar por los comentarios que hace sobre medidas, términos, elementos de la fortificación, geometría, etc., dice que para hacer plantas los ingenieros y arquitectos, además del instrumento que incluye Rojas y que dice que Spanoqui ha perfeccionado, utilizan también el «cilindro», con el que se hace lo mismo, y si no tienen este ni el «declinato» que es como llama al que usa Spanoqui, usan un reloj solar. CÁMARA, 2006. IHCM, Colección Aparici, t. I, pp. 61 y 64. AGS, Guerra y Marina, leg. 486, f. 254. Fuenterrabía 23 de junio de 1597. IHCM, Colección Aparici, t. I, pp. 129 y 130. IHCM, Colección Aparici, t. VI. Citando el legajo 502 de «Mar y tierra» (actual Guerra y Marina del AGS). IHCM, Colección Aparici, t. I, p. 67. Idem, p. 68. AGS, Guerra y Marina, leg. 570, f. 149. Madrid, 11 de diciembre de 1600. L. CABRERA DE CÓRDOBA, Relaciones de las cosas sucedidas en la corte de España desde 1599 hasta 1614. Madrid, 1857, p. 80. IHCM, Colección Aparici, t. VI, transcribe del libro 91 del Registro del Consejo, hoja 49, del AGS. Cada mano de papel imperial cuesta diez y seis reales, como lo tiene una persona y no lo quiere vender si no es todo lo que tiene, dos o tres balas, y hacen falta también otros materiales para hacer los libros y sus copias, pide el dinero necesario. El papel que sobrara se guardaría «por hallarse desta marca con mucha dificultad». Se le darán tres mil reales para papel y encuadernación. IHCM, Colección Aparici, t. VI, transcribe del leg. 597 de «Mar y Tierra» del AGS. Sobre el informe de Spannocchi, rectificando el proyecto de Fratin para Mallorca, ver VIGANÒ, 2004, pp. 298-300. IHCM, Colección Aparici, t. VI, transcribe del leg. 590 de «Mar y Tierra» del AGS. AGS, Guerra y Marina, leg. 599, f. 69. Valladolid, 18 de enero de 1602. Sobre esta polémica, A. CÁMARA, «Leonardo Turriano al servicio de la corona de Castilla», y R. MOREIRA, «Leonardo Turriano en Portugal», en CÁMARA, MOREIRA y VIGANÒ, 2010, pp. 45, 141, 149. AGS, Guerra y Marina, leg. 589, f. 195. Valladolid, 21 de noviembre de 1602. IHCM, Colección Aparici, t. VI, transcribe del leg. 605 de «Mar y Tierra» del AGS. IHCM, Colección Aparici, t. VI, transcribe de los legs. 604, 605 y 607 de «Mar y Tierra» del AGS. Sobre este viaje y los anteriores a Cádiz, CÁMARA, 2014. LUIS CABRERA DE CÓRDOBA, Don Felipe segundo rey de España. Madrid, Luis Sánchez, 1619, p. 195. LLAGUNO y CEÁN, t. III, pp. 291-293. IHCM, Colección Aparici, t. VI, transcribe de los legs. 626 y 650 de «Mar y Tierra» del AGS. CÁMARA, 2016. TIBURCIO SPANOQUI, Parecer que dio el comendador Tiburcio Spanoqui… a la muy noble… ciudad de Sevilla sobre los Reparos que convienen para la inundación del Río Guadalquivir. Sevilla, Francisco Pérez, 1604 (BNE, V.E. 31-12). El manuscrito con los dibujos se conserva en el Archivo Municipal de Sevilla, VV.AA.452-2. ANDRÉS DE ÁVILA HEREDIA, Variedad con fruto. Valencia 1672. BNE 3/19826. En la dedicatoria al rey el autor dice que se ha aplicado a la disciplina militar y la matemática por la pública estima en que las tiene el rey, de lo que es ejemplo el «Comendador Tiburcio Spanoqui». Cita también a Cristóbal de Rojas, Luis Collado, Cristóbal Lechuga y Julio César Firrufino por los libros que escribieron. SPANOQUI, Parecer..., f. 2. Citamos por la edición impresa, que en poco difiere de la manuscrita. Sobre el inventario de pinturas de Soto, LASO, 1991, p. 105. FERNÁNDEZ, 2014, p. 122. Archivo Municipal de Sevilla, VV.AA.452-2, f. 20. PALOMO, 1878, p. 127. F. 14. Los otros son un husillo de piedra y madera (f. 15v), y un muro de una presa de piedra y madera (f. 16v.) Reproducidos en GONZÁLEZ TASCÓN, 1998, p. 55. Archivo Municipal de Sevilla, VV.AA.452-2, f. 20. LASO, 1991, p. 85. JOSÉ APARICI Y GARCÍA, Continuación del informe sobre los adelantos de la comisión de historia en el archivo de Simancas. Segunda parte. Trata de la artillería e ingenieros en el siglo XVI. Madrid, Imprenta Nacional, 1849, p. 28. Ídem. IHCM, Colección Aparici, t. VI, transcribe del leg. 654 de «Mar y Tierra» del AGS. LASO, 1991, p. 85. IHCM, Colección Aparici, t. VI, transcribe del leg. 654 de «Mar y Tierra» del AGS. IHCM, Colección Aparici, t. VI, transcribe del leg. 654 de «Mar y Tierra» del AGS.

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2 Los viajes del Emperador y Luis Pizaño. Periplo y secuenciación de la profesión de ingeniero PABLO DE LA FUENTE DE PABLO1 Vistula University

La figura de Luis Pizaño es un excelente contrapunto al estereotipo del ingeniero renacentista al servicio de la monarquía española. Pizaño no era italiano; ni el mundo del diseño ni el de la arquitectura es el sustrato que lo llevó hacia el ejercicio de la ingeniería de fortificación. Ninguna de estas salvedades ha sido óbice para que actualmente se le considere como un reconocido personaje de la Historia de España2. Esta aproximación a la figura de Pizaño se beneficia de la todavía indispensable y casi ya centenaria biografía obra de Fermín de Sojo y Lomba. Hay una célebre frase que sentencia que toda la historia conceptualmente es historia contemporánea. Así, los criterios que nos llevan a transformar simples hechos en Historia con mayúsculas tienen que ver con los motivos que inducen intrínsecamente al historiador a ejercitar su oficio. Este oficial del Arma de Ingenieros llegó a la figura de Pizaño por su labor profesional en la Comandancia de Ingenieros de Cataluña, en un contexto en el cual hay una clara sintonía más allá incluso de su condición de ingeniero militar tanto del biógrafo como del biografiado. Dicho aspecto tan solo fue una condición necesaria, aunque insuficiente. Tres siglos y medio después, Sojo se enfrentó al mismo problema que Pizaño había encarado anteriormente: la defensa de la bahía de Rosas3. Coincidiendo con su comisión de servicio en Cataluña, se estudiaron y proyectaron nuevas defensas en esa zona4. Perplejo ante las características del Castillo de la Trinidad, Sojo se interrogó sobre el autor de dicha fortificación tan peculiar, lo que le llevó a un largo periplo de un cuarto de siglo, culminado con la publicación de una obra premiada que todavía sigue siendo hoy una indispensable obra de referencia5. Es posible que mi admiración por la obra de Sojo, además de los criterios sustancialmente objetivos, también se vea influida por el hecho de que mi aproximación a la figura de Pizaño tiene un elemento en común con dicho autor: el estudio de las fortificaciones

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de Rosas. Cuando Sojo alude en el proemio de su meritoria obra a que la época que vivió Pizaño fue «el período más brillante de nuestra Historia Militar», denota su desazón noventayochista6. Este veterano de la debacle sin paliativos que fue la guerra de Cuba, cuatro años después del desastre iniciará un periplo investigador que hasta cierto punto puede justificarse como la búsqueda de un pasado más brillante de lo que había sido la depresiva experiencia de tener que dejar aquella La Habana que le vio nacer7. Su ingente labor le condujo a bucear en los archivos, culminando un trabajo que llevó más de dos décadas. Sin querer caer ahora en una prolija autojustificación personal, sí creo que hubo motivos en el inicio de mi investigación hace un cuarto de siglo que guardan cierta relación con algunos elementos apuntados. Luis Pizaño es el paradigma de aquel soldado español cuyo río de la vida transcurría –tal y como reza el célebre adagio– coronando tres hitos: España, mi cuna; Italia, mi ventura; y Flandes, (casi, en este caso) mi sepultura. La Alcarria será la patria chica de nuestro personaje. La defensa de los intereses de la monarquía católica en la península itálica será la razón de ser de la parte del león de su carrera militar. Por último, aunque el suelo flamenco no cobijó su descanso eterno, poco le faltó, pues murió en Laredo en 1550 al concluir su travesía marítima desde aquellas tierras tras su postrer y exitoso servicio en la guerra contra la Liga de Esmalcalda. Sustanciando el título de este trabajo, el brillante historial militar de Pizaño jalona los apoteósicos triunfos del emperador Carlos. Aclamado como el nuevo Escipión El Africano tras la toma de Túnez en 1535, su éxito doce años más tarde en Mühlberg será inmortalizado por el pincel del gran Tiziano. En ambas empresas, Pizaño estará al frente de la Artillería imperial.

ESPAÑA, MI CUNA

Fermín de Sojo fijó el origen de Pizaño en la villa alcarreña de Pastrana y la fecha de su nacimiento entre 1480 y 15008. Su poco habitual apellido, según su principal biógrafo, sería de origen genovés, remontando la introducción en la península ibérica de dicho linaje ligur a la primera mitad del siglo XIV, cuando Manuel Pezaño –o Pessanha– es nombrado almirante de Portugal. Sin embargo, Sojo no consigue establecer una relación genealógica directa entre esta saga de almirantes portugueses de origen genovés y su biografiado, limitándose a ubicar diversos solares de dicho linaje en territorio español desde principios del siglo XV, principalmente en Extremadura y Andalucía. Lo que sí documenta Sojo más allá de cualquier duda razonable es que los Pizaño eran un linaje asentado en La Alcarria coetáneamente a la vida de su biografiado. Además de Luis, queda acreditado con suficiencia otro capitán Pizaño de nombre Bernabé –que en algunos documentos utiliza el patronímico Díaz– que, aunque sospecho que algo más joven, pues quince años después de la muerte de Luis todavía estaba vivo, sirvió bajo las mismas banderas –como por ejemplo, en Milán o en La Goleta– durante algunos períodos de su dilatado servicio militar. Aunque de forma algo dubitativa desde el punto de vista expositivo, Sojo se inclina por establecer un estrecho parentesco entre Luis y Bernabé que no llega a precisar más allá de la coincidencia en tan poco común apellido y el origen alcarreño de ambos mili-

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tares. Hay varios indicios que permiten apuntalar dicha relación familiar: a) Don Bernabé tuvo un hijo llamado Melchor que en 1614 promueve un pleito de hidalguía en que dice ser padre de un hijo llamado Luis. Ello permitiría conjeturar que sería en recuerdo de nuestro personaje –ya afamado en su tiempo– en consonancia con el parentesco de este con su abuelo. b) Abundando en la trama nepotista, Sojo documenta que Luis Pizaño FIG. 1 Escudo de armas de los Pizaño en la ejecutoria de tuvo un hermano llamado Gonzalo hidalguía del capitán Bernabé Díaz Pizaño. Archivo de la Real Chancillería de Valladolid, Pergaminos, caja 73, nº 1. que sirvió como alférez a sus órdenes en 1536. Además, dicho autor acredita un capitán Ordóñez de nombre de pila, precisamente, Luis, quien dice ser sobrino del capitán de Artillería Luis Pizaño. Ordóñez tendrá un destacado papel en la expedición de Hungría de 1548, muriendo en dicha empresa y siendo sustituido interinamente en su mando por Gaspar Pizaño, quien dice ser su hermano. Hasta el momento no se ha podido explicar oportunamente el porqué el tal Luis utiliza el patronímico Ordóñez y su hermano Gaspar no. ¿Eran hermanastros? ¿Acaso serían hijos de una hermana de Pizaño? Adornando dicha hipótesis, reconociendo que es una endeble conjetura, en el ejército es todavía frecuente denominar a un individuo por su segundo apellido, si este es más infrecuente que el que le precede por el hecho de coincidir el primero con un patronímico de uso extendido. Más allá de buenos pálpitos o corazonadas bien fundadas, lo indiscutible es que queda acreditada la presencia coetánea de cinco militares con un apellido tan poco común como Pizaño, cuyo origen se puede localizar en un área muy restringida de La Alcarria. De la ímproba labor llevada a cabo por el biógrafo de Pizaño, una de las cosas que sin duda satisfizo a don Fermín de Sojo y Lomba fue poder acreditar el origen español del personaje. Hasta que su obra vio la luz, un supuesto origen italiano del personaje era lugar común de la escasa historiografía en torno a él9. Ello es así debido a lo infrecuente del apellido; a que, como muchos soldados españoles de aquella época, la parte más venturosa de su vida se desarrolló en Italia; y al hecho de llegar a confundirlo con el ingeniero paduano Baltasar Vianelo. Esta maléfica trilogía llevó a que Pizaño, hasta la aportación de su más reputado biógrafo, fuera conocido como «El Paduano». A estos duelos y quebrantos vino a añadirse un catedrático barcelonés de cuyo nombre no quiero acordarme –pese a ser negocio de enjundia más alcarreña que manchega–, tan archiconocido en los medios académicos como nada versado en la más que meritoria obra de Sojo. Dicho

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autor posteriormente aportó su granito de arena a este hecho diferencial tan propio de algunas corrientes historiográficas catalanas como ha sido y es el arreglo de entuertos que no necesitaban de remedio alguno. En su cruzada contra el genocidio cultural que podía suponer que algunos españoles llamaran Miguel Ángel o Rafael a artistas renacentistas de la talla de Buonarroti o Sanzio, el ínclito quiso dar sopas con honda a la parroquia llamando Luigi a nuestro ilustre castellano.

Un viaje a La Alcarria: de Pastrana a Pezuela Sin embargo, Sojo, basándose en las respuestas realizadas en 1576 insertas en las Relaciones topográficas del reino de Toledo, recoge el testimonio de los ediles de Pastrana en que se afirma: «Ovo otro Capitan, Luis Pizaño, natural dezta villa, con el habito de Calatraba, baleroso en las armas; fue teniente general de la Artillería muchos años, e sin haber en su tiempo general; fue alcayde de la fortaleza de Zorita de los canes por merced de S.M. el emperador D. Carlos»10. Es a partir de esta singular aportación desde donde se puede empezar a tirar de un hilo que arroja algo más de luz sobre el origen de Pizaño. Si fue armado caballero calatravo, retomar la investigación suponía localizar el expediente que le habilitaba para ingresar en dicha orden militar. Documento de extraordinaria importancia, ya que la concesión del hábito venía acompañada de un expediente de limpieza de sangre en que los pesquisidores comisionados a la sazón elaboraban la genealogía y la heráldica inherente a los linajes del pretendiente. La totalidad de expedientes calatravos obrantes en el Consejo de Órdenes han sido descritos. Por desgracia, no se ha conservado el expediente de Luis Pizaño. Tan solo consta un asiento de registro de sus votos de fecha 16 de octubre de 1544. Sin embargo, abriga un dato que abre una nueva vía de investigación, ya que se arma caballero a «Don Luis piçaño natural de la villa de pezuela»11. Aunque Pizaño no pierde por ello su patria chica alcarreña, existe una contradicción entre ambos documentos. ¿Era hijo de Pastrana o de Pezuela? Como primer elemento de contraste, cabe significar que el registro de los votos de caballero es una fuente mucho más primaria. Y así lo es por los siguientes motivos: a) Las respuestas de la villa de Pastrana son cumplimentadas en 1576, veintiséis años después de la muerte de Pizaño, sin que el insigne soldado sea parte interesada en el asunto. b) Que se manifieste en el registro de los votos que Pizaño es de Pezuela es un dato que se extrae, sin ningún tipo de duda, del expediente calatravo perdido. c) La hidalguía acreditada en dicho expediente para su resolución positiva fue procurada o facilitada a los pesquisidores a instancias del propio Luis Pizaño. Tomar el hábito calatravo en 1544 iba mucho más allá de un reconocimiento honorífico a su dilatado y brillante servicio militar. Ser caballero era la condición sine qua non para que se le pudiera conferir al año siguiente la tenencia calatrava de Zorita de los Canes, importando dicha encomienda alcarreña una nada desdeñable renta anual12. De esta manera, Pizaño llegó a ser profeta en su tierra hasta tal punto que un cuarto de siglo

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después de su fallecimiento los pastraneros lo recuerdan como uno de sus más ilustres hijos, pese a que él acreditase su cuna pezueleña. Es evidente que si la villa de Pastrana lo reclama desde 1576 como uno de sus más destacados vástagos lo fue, tal y como reza el adagio relativo a una vaca, dado que si bien no nació, Pizaño tuvo que pacer en dicha villa durante una parte significativa de su vida. Dada la pérdida del expediente de la pesquisa, no se ha podido documentar si la hidalguía familiar de Pizaño podría estar asociada a un privilegio pilongo que le obligara a tomar el bautismo allí a fin de recibir la condición de hidalgo. El caso del capitán Bernabé Díaz Pizaño ofrece un paralelo que si bien no permite establecer conclusiones, sí que es un contrapunto orientador de futuras investigaciones sobre el tema. Yendo más allá del análisis de Fermín de Sojo, la introducción del originario patronímico no es en tal condición, sino como apellido a fin de acreditar su hidalguía como descendiente de Ruy Díaz de Vivar. Así rezan estas redondillas insertas en la ejecutoria expedida para tal fin: Este varón excelente Que su origen trae del Cid Rindió y mató aquesta gente. Y el foso ganó con gran lid. Hizo hechos de hombre extraño, Hazañas como Roldán El famoso capitán Bernabé Díaz Pizaño13.

Ligando cabos entre el segundo verso de la primera estrofa y el papel de las huestes de Ruy Díaz de Vivar en la reconquista de La Alcarria –tal y como se muestra en el célebre Cantar de Mío Cid– parecería que el Díaz sería una añadidura del rey de armas al elaborar la ejecutoria. En la documentación de la Secretaría de Guerra y Marina el capitán Bernabé Pizaño es citado sin el patronímico. Para más abundamiento, en uno de dichos documentos aparece en 1565 con licencia en su residencia de «auñon cave mondejar»14. Al igual que a Luis, el galimatías alcarreño se extiende a Bernabé, pues al año siguiente en la ya citada ejecutoria dice ser vecino de Almoguera. Si las Relaciones topográficas del reino de Toledo permitieron a Sojo demostrar el origen alcarreño de Luis Pizaño, en las respuestas de las villas de Almoguera y Auñón se puede observar un lapsus en el papelamen15. En contra de los que se afirma en la licencia de 1565, Auñón no era feudo del marquesado de Mondéjar, condición que sí cumplía Almoguera desde 1538, fecha en que fue vendida por la corona y segregada del priorato que encabezaba la tenencia que sería encomendada a Luis Pizaño siete años más tarde. Ello permitiría demostrar que los Pizaño eran, entrado el siglo XVI, un linaje profundamente enraizado en los alfoces alcarreños. Luis y Bernabé con toda posibilidad serían parientes, pero cabe descartar que el primero pudiera ser hermano mayor del segundo. Uno nacería en Pezuela desarrollando su vida en Pastrana hasta unirse a las banderas del Emperador, mientras que el otro haría lo propio en Auñón, asentándose en Almoguera tras su dilatado servicio militar activo. Como contrapunto a los poéticos ripios sobre la figura de Bernabé, en que se habla de él

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como afamado capitán, cabe decir que si hubo un afamado capitán Pizaño en La Alcarria, este fue Luis. Tal y como ya se ha dicho, los pastraneros lo recordaban en su memoria todavía un cuarto de siglo después de su muerte. Ni las respuestas de Auñón, ni las de Almoguera hacen mención alguna de Bernabé como hijo distinguido, aunque en las respuestas de la primera son destacados un buen número de soldados que fueron sus compañeros de armas. Incluso en esta legendaria genealogía que uniría a uno de los Pizaño con el mismísimo Cid, la figura de Luis vuelve a aparecer como un nexo mucho más sustancial. Él y Álvar Fáñez –mano derecha del Campeador– coinciden, aunque con casi cuatro siglo y medio de diferencia, en la tenencia del castillo de Zorita de los Canes16.

ITALIA, MI VENTURA

El principal contrapunto que se da al abordar la relación entre la actuación de Pizaño y su periplo viajero, es que buena parte de sus dilatados desplazamientos no guardan una intrínseca relación con su actuación profesional en el campo de la ingeniería. Pizaño es un soldado de Infantería cuya progresión de carrera se adentra en la Artillería. A diferencia del estereotipo del ingeniero del Quinientos, sus viajes como técnico de fortificaciones vienen de la mano de sus competencias en otras ramas de la Artillería –importante matiz que no me cansaré de subrayar a lo largo de este trabajo– e, incluso, del desempeño del mando de tropas. Pese a esta consideración, sí que cabe especificar que todo este bagaje vital sí que influyó en su aportación ingenieril.

Polidamas A lo largo de su dilatada trayectoria militar, Luis Pizaño acreditará una audacia y una temeridad a la altura de aquel Cid del cual su pariente Bernabé dirá ser descendiente. Siglos más tarde, el conde de Clonard le llegó a comparar con el troyano Polidamas17. Su arrojo y valentía en los numerosos hechos de armas que jalonan sus campañas le harán acumular un sinfín de cicatrices, auténticas condecoraciones anatómicas que atestiguarán las abundantes heridas que sufrirá a lo largo de décadas de combates. Dado su carácter épico, sobresale aquella gesta ante los muros de una Marsella asediada en 1524 por las tropas imperiales. Uno de los defensores salió a la tierra de nadie retando a singular duelo a todo aquel español que quisiera enfrentársele. Rompió las filas hispanas el entonces sargento Pizaño. Cuando nuestro Polidamas iba a darle muerte a su rival, de entre el enemigo salió un camarada para auxiliar al desventurado retador. A la vez, un arcabucero desde la muralla disparó su arma contra el español. Pizaño fue atravesado por la bala arrancándole de cuajo las muelas de su mandíbula derecha, saliendo el proyectil cerca de la oreja. Aun así, no perdió la compostura, escupió los restos de su maltrecha dentadura, dio muerte a su desafiador y marchó decidido a dar muerte a su segundo adversario, quien al verlo huyó despavorido18. Su contemporáneo Juan de Oznaya lo define en su Historia de la guerra de Lombardía con estas palabras: «es uno de los de nuestro tiempo a quien con más justo título se debe dar corona de valiente guerrero, y prudente y sabio capitán»19. Al igual que el homérico Polidamas, Pizaño no solamente es un lu-

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La península del Peloponeso en el siglo XVI. Se aprecia en la parte inferior izquierda, no lejos de Navarino, Corón y su bahía. Fue en la conquista y defensa de esta plaza cuando Luis Pizaño se distinguió por primera vez como líder artillero, habiendo constancia de pequeñas obras de fortificación para el despliegue de las baterías. España. Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. Archivo General de Simancas. MPD, 6, 36.

FIG. 2

chador de singular, sino que irá adquiriendo progresivamente una sólida formación profesional. Pese a ser paradigma del héroe, opino que la progresión de su carrera se debe mucho más a la competencia técnica en el terreno de la artillería, primero, y de la fortificación, con posterioridad.

La otra guerra del Peloponeso: Corón (1532-1534) La conquista y defensa de este puerto de Morea se inscribe en la capacidad de proyección estratégica que tenían los dominios italianos de la monarquía hispánica20. Lo es, al igual que la posterior campaña tunecina, por su base de partida, la isla de Sicilia; y también lo es por el fin estratégico que perseguía: la creación de un teatro de operaciones en la retaguardia estratégica otomana que liberara la presión turca sobre la Cristiandad. En dicha campaña, el ya capitán Pizaño, además de ser jefe de una compañía de infantería lo será también de la artillería del contingente. Su papel táctico es de tal relieve que será el único capitán no substituido durante el relevo de una parte considerable de la fuerza acaecido a mediados de agosto de 1533. Este permanecerá como jefe de artillería. Ello ya permite conjeturar que era un oficial imprescindible dado que él habría pergeñado el plan de fuegos defensivo. Dicho en otras palabras, suya sería la decisión de determinar la secuencia de fuegos fijantes y flanqueantes, el arcano que encierra el problema táctico defensivo. Cierto es que los trabajos de fortificación de campaña realizados cabe considerarlos desde un punto de visto constructivo como obras menores y circunstanciales, pero no es menos cierto que el empleo táctico de la artillería es el punto de partida del problema operacional que la fortificación pretende resolver.

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FIG. 3 Traza de Bugia obra de PEDRO DE LIBRANO que refleja el proyecto de Luis Pizaño, 1543. España. Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. Archivo General de Simancas. MPD, 19, 157.

Túnez o el furor del Nuevo Escipión Si la campaña de Corón permite bosquejar a un artillero no tan solo experto en el tiro y el mantenimiento del armamento, las posteriores campañas africanas del Emperador corroboran diáfanamente el camino que Pizaño anduvo desde la artillería a la ingeniería de fortificación. En Túnez (1535) la dirección del fuego de la artillería por parte de Pizaño fue fundamental en el triunfo que consagró al Emperador como el Nuevo Escipión21. Esta identificación de Carlos V con el ideal clásico vuelve a entrecruzarse en el vida de Pizaño cuando nueve años después reciba el hábito calatravo de un monarca «emperador de los Romanos Semper a[u]gusto»22. Las campañas africanas al lado del Emperador harán de Pizaño no solo un prestigioso artillero, sino un respetado experto en ingeniería de fortificación. Un reciente trabajo sobre los fuertes de Bugia documenta sobradamente cómo en 1541 Pizaño toma una serie de decisiones sobre el diseño de dichas fortificaciones corrigiendo sustancialmente las trazas de ingenieros que posteriormente, como es el caso de Benedito de Rávena, estarán a sus órdenes en obras de fortificación trazadas por Pizaño en España23. El ya referido estudio documenta la tipología del baluarte empleado por Pizaño a partir de un dibujo de Pedro de Librano dos años posterior a la intervención de Pizaño en la fortificación de la costa norteafricana. No queda claro si dicha traza de 1543 parte de la copia de un original dibujada por Librano o de un dibujo hológrafo de Pizaño. En un contexto más amplio, permite abrir nuevamente la discusión sobre la aptitud y querencia de Pizaño por algo tan consustancial para el ingeniero renacentista como el dibujo y la realización hológrafa del proyecto. En el caso de sus tres trazas conocidas para Rosas,

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POMPEO LEONI. Carlos V y el Furor. En este famosos grupo escultórico aparece el Emperador victorioso ataviado con una armadura clásica. Sin duda alguna, esta imagen del Escipión renacentista conquistador de Túnez caló entre los soldados que sirvieron bajo sus banderas en tan célebre Jornada. El papel de Pizaño en esa campaña fue muy destacado. Madrid, Museo Nacional del Prado (E00273).

FIG. 4

se ha demostrado la aportación del tracista Joan Francolí, quien reflejó gráficamente el designio del ingeniero alcarreño. En el caso de Bugia, el papel de Librano parecería indicar –tan solo eso– un proceder similar. Sin embargo, a falta de estudios sobre otras fortificaciones que profundicen en esta cuestión, cabe ser cauto a este respecto. Una alternativa que no se puede desechar a día de hoy sería que Pizaño rehuyera la realización de dibujos dado el importante volumen de trabajo que le deparaba su condición de jefe artillero, condición que no se da en otros técnicos de fortificación.

Desde Rosas hasta Gaeta Si en este trabajo se ha pretendido asociar la trayectoria vital de Pizaño a la del emperador Carlos, cabe sumar un nuevo episodio que une estrechamente a ambos personajes. Ese es el proceso de toma de decisión respecto a convertir al puerto español de Rosas en un conjunto fortificado en que el criterio de Pizaño influyó directamente en la decisión imperial. No es baladí incluir el debate en torno a la formación de dicha base naval en el litoral catalán en este epígrafe en que la ventura italiana quiere ser el denominador común. Tal y como han ahondado recientes estudios, el tema de Rosas es una cuestión estratégica más italiana que intrínsecamente española24. Su proyección a partir del binomio buque-

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base tiene mucha más relación con la defensa de Génova, Milán y los corredores continentales que con la articulación de una eficaz organización defensiva pirenaica. En sus decisiones en relación a su proyecto para Rosas se apilan su experiencia bélica a lo largo de dos décadas. Desde un punto de vista estratégico, los fracasos ante Marsella en 1524 y 1536 acreditan la debilidad logística de las tropas imperiales operando en la Provenza. Si factible era un ataque a Francia desde el Piamonte, sin el apoyo logístico desde un puerto español, las posibilidades operativas de la fuerza de invasión quedaban muy mermadas. Por otro lado, desde un punto de vista operacional y táctico, la experiencia de Corón ilustró a Pizaño tanto en las posibilidades ofensivas de la guerra anfibia como de los recursos defensivos contra un desembarco enemigo. Pese a este bosquejo sucinto, toda esta serie de elementos apuntados fueron una lección aprendida y asimilada en el proceso de toma de decisión relativo a la defensa de este singular puerto. Aunque no se va a reincidir en cuestiones ya estudiadas en un trabajo reciente, sí cabe subrayar el papel del duque de Alba en el proceso fortificador de Rosas. Un matiz que permite una nueva aportación sobre la vertiente ingenieril de Pizaño es el sempiterno rol del Gran Duque en la actuación del militar alcarreño en el campo de la fortificación. En el caso de Rosas, el papel del influyente consejero imperial es fundamental para que se oyese y se considerase la opinión de nuestro personaje. No fue un hecho anecdótico, ya que semejante comportamiento ya tuvo, al menos, un precedente inmediato. Así, en el caso de Bugia, la preponderante figura de Alba ya había emergido cuando aparece un proyecto de Pizaño25. En el caso africano se da además la circunstancia de la existencia de proyectos inmediatamente anteriores realizados en el contexto de la campaña argelina de 1541 y que serán dejados de lado a partir del parecer de Pizaño sostenido por el Gran Duque. No es de extrañar que Alba, al valorar sus aptitudes, sostuviera que «en cuestión de artillería y de reparos no me sabría menear sin él»26.

EL HOMBRE Y EL SISTEMA

En su imbricación con la estructura de poder, la figura de Luis Pizaño permite ciertas similitudes con la de Tiburzio Spannocchi. Este ingeniero de origen sienés se ajusta al prototipo del ingeniero renacentista mejor conocido por la historiografía. Un profesional de un perfil –italiano de origen, excelente tracista con una sólida formación como arquitecto– algo distante del de Pizaño y al cual se ajustarían otros colegas como Calvi, los Fratín o los Antonelli. Sin embargo, Spannocchi guarda ciertas concomitancias con nuestro personaje en otros aspectos. La primera de ellas es la protección clientelar de un gran aristócrata favorito del poder real. Si en el caso de Spannocchi es conocida su condición de protegido del duque de Lerma, valido de Felipe III, el paralelo con Pizaño y el duque de Alba no es un recurso casual. Hay un claro nexo jerárquico y social. A la sombra de ambos aristócratas crecerán dos técnicos cuya carrera militar les comportará un aldabonazo social que les llevará a ser comendadores de una orden militar: calatravo, el español; y sanjuanista, el italiano27. Incluso el escalón jerárquico de ambos será muy similar. Spannocchi como ingeniero mayor quedará directamente supeditado al capitán general de Artillería; mientras que Pizaño sólo disfrutará de dicha máxima graduación

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FIG. 5 TIZIANO. El Emperador Carlos V a caballo en Mühlberg. Esta será la última campaña de Pizaño, quien como capitán general de la Artillería imperial tendrá un papel destacado en la derrota de la Liga de Esmalcalda en 1547. En ese momento, además de ser un prestigioso artillero, Pizaño era un acreditado experto en fortificación, como lo demuestra la gran cantidad de proyectos elaborados a lo largo de la década de los cuarenta. Madrid, Museo Nacional del Prado (P00410).

en la Artillería de forma interina. Desde un punto de vista orgánico y social serán dos tenientes generales de la Artillería investidos con una encomienda de una orden militar como reconocimiento a su pericia profesional a la sombra de un poderoso Grande de España.

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A MODO DE COLOFÓN

No cabe duda que Pizaño fue un gran experto en ingeniería de fortificación. Sin duda, su obra es parte de la Historia con mayúsculas de la ingeniería militar. En lo que hay que ser más precavido es en decir que Pizaño era un ingeniero, afirmación repetida una y otra vez28. Al menos, en lo relativo a su empleo militar. Pizaño, en contra de lo manifestado por Llaguno y Ceán Bermúdez, no fue nombrado Ingeniero Principal, ni en 1539, pues como señala Sojo todavía no había llegado a servir en España, ni en ninguna otra fecha29. Luis Pizaño fue un oficial de Artillería al que nunca, pese a que entendió como experto en fortificación, se le expidió patente alguna de ingeniero. Aunque pueda parecer contradictorio, incluso los ingenieros patentados de ese tiempo, pese a su condición de especialistas en construcción, tenían la condición corporativa de artilleros. Pizaño no necesitó de título oficial de ingeniero alguno dado que los ingenieros patentados eran, jerárquicamente, subordinados que seguían sus órdenes en tanto que teniente general de la Artillería en funciones de capitán general. El proceso de desvinculación corporativa de los ingenieros patentados de la Artillería es una cuestión que hoy en día requiere de un extenso estudio. Además de la influencia foránea en las reformas militares dieciochescas, hasta cierto punto cabría asumir como premisa fundamental los cometidos ingenieriles dentro de las misiones operativas, tácticas y logísticas de la Artillería. Desde un punto de vista logístico, el siglo XVII hará que muchos ingenieros asuman las funciones de cuartel maestres de los ejércitos operativos. Su función como diseñadores de las etapas de marcha de las tropas en función de las capacidades de suministro a la fuerza de maniobra hará que interactúen articulados en una cadena de mando exógena a su jerarquía corporativa dentro de la Artillería. La necesidad de obras ofensivas en asedios hará que la dirección en la ejecución de las mismas signifique poner bajo su control operacional tropas ajenas a sus eslabones jerárquicos naturales. Opino que dicha interacción con elementos ajenos a su pertenencia estructural a la Artillería es un factor que hará entender al mando supremo la necesidad de que dichos técnicos dependan directamente de él, dado que sus funciones rebosarán paulatinamente su dependencia orgánica. Al igual que a principios del siglo XIX atender a las obras exclusivamente civiles llevará a institucionalizar la figura del ingeniero de caminos ya desligado del ejército, las misiones de combate y el apoyo logístico en el marco general de las operaciones arrastrarán a entender a los ingenieros no sólo como especialistas en construcción, sino como una entidad corporativa especializada. Como aportación final, volveré sobre la reflexión concerniente a que toda la Historia en el fondo es historia contemporánea. Cada generación la escribe haciéndole preguntas diferentes al pasado. Un criterio tendente a hacer objetiva dicha reflexión se deriva de la curiosa justificación que Sojo da al hecho de que Pizaño nunca llegara a ser nombrado capitán general de Artillería, ejerciendo dicho cargo interinamente durante años, pese a su valor heroico y su notable pericia técnica. Aunque no es el único motivo, el biógrafo entiende dicha decisión de manera algo forzada por razones similares por las que en ese momento, al igual que sus compañeros de Arma y los artilleros, defiende explícitamente en su obra la conveniencia de la escala cerrada de ascensos30. Una cuestión, esta de los

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junteros y los africanistas, que fue uno de los quebraderos de cabeza de la política militar de la Restauración. Lo mismo que lo observado sobre Sojo puedo decir de mí. Cuando empecé como estudioso del mundo de la fortificación de época moderna, mi formación previa de arqueólogo me llevaba a profundizar obsesivamente en la comparación de proyectos y realizaciones. Aunque la conclusión es algo más subjetiva, mi posterior servicio militar como oficial en diferentes Estados Mayores me ha llevado a plantearme otras cuestiones como historiador derivadas de esta experiencia. Lo primero ha sido la necesidad de entender con mayor profundidad la estructura organizativa y el proceso de toma de decisión. Un error que hoy en día se comete es entender corporativamente la relación entre artilleros e ingenieros durante el siglo XVI con los parámetros actuales. No asimilar que el ingeniero es un especialista en construcción dentro de la Artillería supone en un buen número de casos analizar una cuestión, como se suele decir, viendo los árboles, pero no teniendo una noción clara del bosque que está ante nuestros ojos. Incluso, a partir de 1711, cuando los ingenieros se desligan de la Artillería formando un nuevo cuerpo, las diferencias prosopográficas con la actual Arma de Ingenieros son tales, que los paralelos muchas veces son bastante arriesgados. Ser consciente de las complejidades y contradicciones de las estructuras y de las cadenas de mando creo que me ha servido para ver que la maquinaria en la toma de decisión a cualquier nivel, ya sea estratégico, operativo o táctico, es muchas veces un sindiós de difícil asimilación. Pese a las diferencias que plantea un diferente momento histórico, hay que ser consciente de que una estructura jerárquica cuanto más complicada es, más tiende a elaborar complejas soluciones.

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NOTAS

1. 2. 3.

4. 5.

6. 7. 8. 9. 10. 11. 12. 13. 14. 15.

16. 17. 18. 19. 20. 21. 22. 23. 24. 25. 26. 27.

28. 29. 30.

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p.delafuente@vistula.edu.pl A ello ha contribuido que una escueta biografía sea una de las voces del Diccionario Biográfico Español, obra ciclópea auspiciada por la Real Academia de la Historia. Vid. CÁMARA, 2013, pp. 746-747. El general de brigada de ingenieros D. Fermín de Sojo y Lomba (La Habana, 1867-Santander, 1956) sirvió en la 4ª Región Militar (Cataluña) desde febrero de 1902 hasta marzo de 1903. Archivo General Militar de Segovia (=AGMS), 1ª Sección, sig. S-2938, exp. 1. Archivo de la Corona de Aragón, Comandancia de Ingenieros, h. 485, exp. 1633. SOJO (1927, p. 9) así lo afirma en el proemio de su obra: «llamó mi atención, entre los varios planos [del archivo de la Comandancia de Ingenieros de Cataluña] que por mis ojos pasaron, uno en el cual... se representaba el Fuerte de la Trinidad [de Rosas]». Ello le llevó a dedicar «desde entonces mis horas de estudio a la averiguación del nombre del autor del fuerte». SOJO, 1927, p. 11. Tras el Tratado de París que puso fin a la guerra, el entonces capitán Sojo fue repatriado convaleciente aún de una enfermedad. Archivo General Militar de Segovia (AGMS), 1ª Sección, sig. S-2938, exp. 1. Todos los datos que se toman sobre su origen y su linaje proceden de SOJO, 1927, pp. 87-103. El origen de dicho error está en LLAGUNO y CEÁN, t. I, p. 229. Respeto la transcripción, SOJO, 1927, p. 94. Archivo Histórico Nacional (AHN), Órdenes Militares, lib. 330, f. 5. SOJO, 1927, pp. 334-335 y 475. En relación a la vinculación de dicha fortaleza a la Orden de Calatrava, DE AYALA, 1993, pp. 13-33. SOJO, 1927, p. 91. SOJO, 1927, p. 90. Se han tomado las relaciones de Auñón y Almoguera de las versiones en línea obrantes en la Biblioteca Virtual de la Universidad de Castilla-La Mancha: [https://www.uclm.es/ceclm/b_virtual/libros/Relaciones_GU/AUÑÓN.htm], consultado el 30/12/2015; y [http://www.uclm.es/ceclm/b_virtual/libros/Relaciones_GU/ALMOGUERA.htm], consultado el 30/12/2015. RUBIO, 1972, pp. 87-88. CLONARD, 1853, t. III, p. 99. CODOIN, 1861, pp. 307-308. CODOIN, 1861, p. 307. Además del relato de SOJO (1927, pp. 127-163), merece destacarse los estudios posteriores de YASIOTIS (1998) y posteriormente de VARRIALE (2011), que aunque no mencionan a Pizaño, sí que aportan una mejor contextualización a la campaña. SOJO, 1927, pp. 165-187. Sobre la imagen del emperador Carlos como Nuevo Escipión, vid. CHECA, 1987, p. 94. AHN, Órdenes Militares, lib. 330, f. 5. DE CASTRO et al., 2015, pp. 40-43. PACINI, 2013, pp, 70 y ss. DE CASTRO et al., 2015, p. 40. SOJO, 1927, p. 623. En relación a fray Tiburzio Spannocchi me remito a la aportación de mi maestra Alicia Cámara en este libro, aunque ya ha dado evidencia en obras anteriores que es durante su servicio al rey de España cuando este caballero sanjuanista sienés recibe una encomienda. Vid. CÁMARA, 1998, pp. 109 y 244. LLAGUNO y CEÁN, t. I, p. 229. Entre la cofradía de historiadores que hemos arrastrado ese error se encuentra un servidor. Vid. DE LA FUENTE, 1998, p. 67. Cfr. SOJO, 1927, p. 96. Su argumentación, analizada con detenimiento, no admite discusión. SOJO, 1927, pp. 454 y 542. Un vistazo al expediente personal de D. Fermín documenta que desde su promoción al empleo de teniente en 1888 hasta su selección para el generalato en 1927, los cuatro ascensos obtenidos lo fueron por estricta antigüedad. AGMS, 1ª Sección, 1ª Sección, sig. S-2938, exp. 1.

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BIBLIOGRAFÍA

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3 Los viajes de los ingenieros Carlos y Fernando de Grunenbergh. De Westfalia a Malta DOLORES ROMERO MUÑOZ CEDEX/CEHOPU

A lo largo de la Edad Moderna las necesidades de control y gobierno de la supranacional monarquía española precisaron de virreyes y ejércitos, cartógrafos y marinos, o técnicos y artífices. En este contexto con grandes espacios para edificar y fortificar, el viaje se convertía en razón de Estado, en especial para los ingenieros, de los mejores de Europa, que recorrieron, reconocieron y dibujaron los amplísimos territorios bajo gobierno español. Este fue el caso de los coroneles Carlos y Fernando de Grunenbergh pertenecientes a una familia de ingenieros militares que, aunque instalada en los Países Bajos españoles, provenían del norte del estado de Westfalia. Una zona limítrofe con el sur de las Provincias Unidas, concretamente con la ciudad de Colonia, capital del obispado del mismo nombre. Colonia constituía un enclave católico próximo a la frontera de los territorios flamencos bajo soberanía española, uno de los lugares tradicionales de reclutamiento de soldados, militares e ingenieros que sirvieron a la monarquía de España aunque por su nacimiento no fueran súbditos naturales del rey español1. Territorios cuya población guardó obediencia al Sacro Imperio Romano Germánico en una época en la que en Europa se formó una conciencia católica frente a los protestantes neerlandeses y los hugonotes franceses. A los tudescos procedentes de los estados septentrionales y confesión católica se les conocía como alemanes altos, denominación que también recibieron los Grunenbergh en el ejercicio de su profesión. La familia Grunenbergh al completo se trasladó en 1638 a Bruselas, huyendo quizás de la devastación causada por la Guerra de los Treinta Años en los territorios de los estados teutones. En Bruselas, los hijos del matrimonio formado por el cabeza de familia, el ingeniero Carlos de Grunenbergh, nacido en el condado de Cleves, e Isabel Clara Spazina (sic), nombre de pila con connotaciones españolas y originaria de la ciudad holan-

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España y sus posesiones Territorios españoles anexionados por Francia

inglaterra provincias unidas flandes

Límite del Sacro Imperio

Westfalia Colonia

Bruselas

austria sacro imperio

francia

océano atlántico

franco condado

hungría suiza

saboya milanesado Tolón

españa

estados italianos

portugal

Córcega Madrid

nápoles Cerdeña res Balea Islas

Ceuta

Sicilia Melilla

Orán Malta

Mapa de Europa con los viajes de los Grunenbergh: Westfalia, Colonia, Bruselas, Madrid, norte de Portugal, Galicia, Nápoles, Sicilia, Malta y Francia (Tolón).

FIG. 1

desa de «Ginghados» [sic], fueron bautizados el 16 de marzo de 1638 en la colegiata de San Miguel y Santa Gúdula, hoy catedral de Bruselas. De la ceremonia se ha encontrado el acta por duplicado. Una de ellas, la original, se encuentra depositada en el Archivo General de Bruselas2, la otra, una copia en italiano, se conserva en el Archivo Histórico Nacional3. En ambos documentos consta por este orden que los niños y hermanos Filippo Carlos, Ferdinando Francisco y Tomaso Grunenberghe [sic] recibían el sacramento del bautismo en una única ceremonia, recién llegada la familia a Bruselas, al objeto de dejar constancia de su fe pues los niños habían nacido en Colonia4. Los ingenieros Carlos y Fernando de Grunenbergh iniciaron sus viajes por los territorios españoles cuando, pasada la mitad del siglo XVII, se incorporaron al servicio de la monarquía de España para luchar en el frente portugués. Los Grunenbergh formaban una saga de ingenieros alemanes que en Flandes ya habían ejercicio su profesión a las órdenes del gobernador de los Países Bajos españoles. Y, aunque no se conocen los aspectos concernientes a su formación como ingenieros, es posible que esta se llevase a cabo en el ámbito familiar de la mano del padre.

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«LIBROS, CAMINOS Y DÍAS». EL VIAJE DEL INGENIERO


LLEGADA A ESPAÑA Y ESTANCIA EN GALICIA Y MADRID

Desde Flandes los Grunenbergh llegaron a la Corte en Madrid como expertos en fortificaciones al igual que otros muchos ingenieros al servicio de la monarquía de España5. En concreto, los alemanes sirvieron en la guerra hispano-lusa donde la carencia de ingenieros era un problema acuciante. No obstante, conviene destacar que bajo el brazo traían una ambiciosa propuesta personal, consistente en la construcción de un canal artificial paralelo al Manzanares para comunicar Madrid y Toledo, al objeto de mejorar el tráfico comercial en torno a ambas ciudades. En la presentación de su propuesta en la Corte madrileña recurrieron a algunos personajes de gran relevancia política, desde Juan José de Austria hasta el mismísimo Felipe IV, a quienes explicaron los entresijos del proyecto. Ello demuestra cómo los Grunenbergh, a pesar de su procedencia alemana y de no ser vasallos naturales de la monarquía, aspecto importante que conviene resaltar, gozaban de notable estima como ingenieros en las altas instancias del gobierno español. En lo tocante a su viaje a Castilla, atravesando media Europa, según la documentación encontrada los hermanos Grunenbergh, al menos uno de ellos, asistía en el frente portugués en octubre de 1656 junto a su padre. Podría tratarse de Carlos de Grunenbergh, padre e hijo, quienes servían por entonces en el ejército español en la provincia portu-

Ferrol Coruña

Muros Pontevedra Vigo Monterrey

Bayona Tuy La Guardia

Amorín

Mapa de Galicia con indicaciones de las plazas en las que sirvieron los Grunenbergh como ingenieros militares. Theatrum Orbis Terrarum de ABRAHAM ORTELIUS.

FIG. 2

LOS VIAJES DE LOS INGENIEROS CARLOS Y FERNANDO DE GRUNENBERGH. DE WESTFALIA A MALTA

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Salvaterra

Monzón

Tuy

Goian

Bayona La Guardia

FIG. 3 Croquis de la costa de Galicia y Portugal cercana a la desembocadura del río Miño con parte del cauce de este río hasta Salvatierra y situación de la villa de Bayona, 1574. España. Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. Archivo General de Simancas. MPD, 19, 121.

guesa de Entreduero y Miño primero y Extremadura después6, pues la llegada de Fernando fue más tardía, en 1661, según exponía el propio ingeniero en su hoja de servicios. Precisamente, en julio de 1661, el Consejo de Guerra ratificaba el ascenso a coroneles de los Grunenbergh con el cometido de servir en Galicia como ingenieros de fortificaciones7. Aquí estuvieron destinados en el ejército que combatía en la frontera del Miño el levantamiento portugués, hasta su finalización en 1668, aunque desde 1665 en el caso de Carlos, solo formalmente. En Galicia, los coroneles alemanes estuvieron presentes en un continuo ir y venir en las defensas de las rayas húmeda, entre A Guardia y la torre de Lapela, y seca, en Verín (Orense). Asimismo trabajaron en las fortificaciones de Vigo y Bayona, «de los que levantaron planta»8, y asistieron en las obras de abrigo de los puertos de Muros, A Coruña y Ferrol; en la modernización de los fuertes de Monzón, Salvaterra, castillo de Medos, San Miguel de los Reyes y Amorin, recorriendo de continuo un amplio itinerario a través de la geografía gallega, según explica la documentación encontrada en el Consejo de Guerra9. En Galicia sus obras más célebres fueron el castillo de A Guarda y el primer recinto del Castro que corona la cima del mismo nombre y desde el que se divisa la ciudad y el acceso a la bahía de Vigo10. Durante este periodo, los Grunenbergh simultanearon sus ocupaciones en el frente gallego con su presencia en la Corte a fin de defender y poner en marcha el proyecto de canalización artificial de Manzanares. Desde 1665 se tiene acreditada la presencia de Carlos en Madrid, ocupado en la tramitación de dicho proyecto de canalización, sin duda

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Verín y el castillo de Monterrey

Frontera seca

Mapa de la frontera seca del Miño con las plazas del valle de Monterrey a la altura de Verín, 1786. España. Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. Archivo General de Simancas. MPD, 21, 063.

FIG. 4

su idea más personal que muestra la vocación hidráulica de estos ingenieros. Los Grunenbergh buscaban impulsar el proyecto mediante la obtención de un privilegio de invención o patente, en línea con la mentalidad centro europea donde la iniciativa privada era el motor de la economía y el progreso. Esta presencia en la Corte era necesaria sobre todo a partir de la muerte del rey Felipe IV, en septiembre de 1665, quedando Carlos en Madrid para defender su empresa. Mientras, Fernando permaneció en el norte peninsular, recorriendo Galicia, Asturias y Cantabria, ocupándose de la mejora del estado de sus puertos, hasta que finalmente en 1667 se trasladó a Madrid con el fin de nivelar el Manzanares. Un trabajo que les llevó a reconocer las márgenes del río desde El Pardo hasta Aranjuez, pasando por Madrid, Vaciamadrid o Colmenar11. Con todo, la tortuosa tramitación, la falta de una respuesta concluyente cuando no el rechazo frontal a la navegación del Manzanares manifestada por algunos regidores de Madrid, motivaron la indignación de los coroneles, que respondieron a la censura pública a través de la edición de su proyecto con el fin de restituir su prestigio y honor, así como manifestar su única aspiración de servir a la monarquía. En la publicación se exponían sus fundamentos técnicos, económicos y políticos, a pesar del secreto que se cernía sobre este tipo de cuestiones. Precisamente en el dictamen de la Junta creada en el Ayuntamiento de Madrid para estudiar el proyecto, uno de los impedimentos que esgrimían los corregidores era la condición de extranjeros de los autores, equiparándolos con mercenarios y acusándoles de buscar solo el beneficio particular12. Por ello, en 1669, una vez presentado el Memorial en Madrid, donde el tenso ambiente político tenía paralizadas las decisiones de Estado, tras la negativa del Consejo de

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Guerra a permitirles volver a Flandes, junto a Juan José de Austria, se les daba nuevo destino en el reino de Nápoles, a la sazón el mayor proveedor de tropas para los tercios13.

OBRAS Y PROYECTOS EN ITALIA: LOS VIRREINATOS DE NÁPOLES Y SICILIA

Entre 1669 y 1670 encontramos a los Grunenbergh en el virreinato de Nápoles dedicados a las obras de fortificación y mejora de los puertos del reino. Allí permaneció Fernando de Grunenbergh como ingeniero mayor al frente de los proyectos de reforma de las fortificaciones marítimas, la mejora de las defensas del Castel del’Ovo, o la búsqueda de soluciones para solventar las deficiencias de la dársena del puerto14. También estuvo implicado en las fortificaciones de los enclaves de Porto Ercole, Orbitello y Porto Longone en el Estado de los Presidios de la Toscana, dependiente del virreinato de Nápoles. En lo concerniente a Carlos de Grunenbergh, posiblemente el hermano mayor, cuya trayectoria alcanzó un gran renombre superando en ese sentido al menor, poco se sabe de la actividad que llevó a cabo en Nápoles, salvo la supervisión de algunas obras de fortificación en los puertos del Estado de los Presidios, proponiendo soluciones para disminuir los gastos de su ejecución, quedando Fernando al frente de las mismas. Carlos de Grunenbergh viajaba a Sicilia en 1671 a petición del virrey Claude Lamoral, príncipe de Ligne, con el fin de poner en buen estado las fortificaciones de la isla ante la amenaza turca. El detonante fue la toma de la veneciana ciudad de Candía en Creta por los turcos en 1669, inaugurando una nueva fase de tensiones bélicas entre la monarquía católica y el imperio otomano. De hecho, hasta la Corte llegaban noticias inquietantes sobre el rearme de una poderosa armada turca que amenazaba con un inminente ataque dirigido hacia las costas de Nápoles, Sicilia y Malta15. A ello se unía el peligro derivado de las seculares pretensiones francesas sobre el reino de Sicilia, cuya defensa había sido abandonada desde hacía años. El virrey recababa entonces la urgente

FIG. 5 FERNANDO DE GRUNENBERGH, «Planta iconográfica de la parte de la Marina de la Ciudad de Nápoles, con la declaración de los puertos a donde se puede y se deve colocar la artillería en caso de invasión de enemigos y del Fortín que nuevamente se está fabricando...», 1691. España. Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. Archivo General de Simancas. MPD, 03, 016.

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Vista desde el mar de la bahía, puerto y ciudad de Nápoles a finales del siglo XVII. Anónimo. Óleo sobre tela. Nápoles, Museo San Martino.

FIG. 6

presencia en Sicilia de un ingeniero experimentado para inspeccionar el estado de las defensas y proyectar y dirigir las obras más urgentes16. En Sicilia, supeditada la acción constructiva a la urgencia de las necesidades defensivas, en el período que abarca desde 1671 hasta 1674, Grunenbergh estuvo presente primero en el noroeste de la Isla. Una zona cuya cercanía a Palermo fue determinante para la mejora de las fortificaciones de la cercana ciudad de Trapani, donde proyectó la célebre torre de Ligne que todavía hoy se conserva en la entrada del puerto, y la fortificación de la Isla Fariñana, ubicada frente a Palermo. A continuación, Grunenbergh viajaba hacia la costa oriental de la isla dedicado a reconocer sobre el terreno las fortificaciones de las plazas situadas al sureste, Siracusa, Augusta y, en especial, Catania, que adolecía de una situación de gran vulnerabilidad al quedar indefensa por los daños causados en sus murallas tras la erupción en 1669 del volcán Etna17. En 1673 Grunenbergh reconocía la plaza de Catania, planteando en un primer momento la posibilidad de levantar una moderna ciudadela en sustitución del viejo castillo. No obstante pronto rectificó esta solución advirtiendo sobre la inutilidad del esfuerzo constructivo en una plaza en la que la lava había malogrado el terreno hasta el punto de desaconsejar cualquier proyecto constructivo de cierta entidad. Por las razones expuestas, en contraste con otras soluciones más complejas adoptadas por Grunenbergh, en Catania el ingeniero se limitó a actuaciones puntuales, conservando los tramos de las murallas que habían resistido junto a los baluartes de nueva factura situados en torno al superviviente castillo Ursino y entre el bastión de los Infetti (infectados) y de Tindaro. En Augusta, una plaza clave y casi desguarnecida, trazó una ciudadela pentagonal entre el canal de comunicación del puerto y tierra firme, que finalmente serviría de modelo a las ejecutadas en Mesina y Siracusa durante el gobierno del conde de Santisteban. En Siracusa, según explica la Descripción de la Sicilia, «el Príncipe de Ligne había fortificado el año 1672 la venida de tierra –el istmo– con la dirección del ingeniero Don Carlos de Grunenbergh, añadiendo fortificaciones nuevas de gran primor y fortaleza a los cuatro ba-

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Mesina

Milazo

Rometta C. Groso La Escaleta

Palermo

Acireale Catania

Trápani

Augusta Isla Fariñana Siracusa

Noto

FIG. 7 VINCENTIUS LUCHINI. Mapa de Sicilia con los lugares y ciudades a donde Carlos de Grunenbergh viajó. «Sicilia seu Trinacria Insula in mari Mediterraneo sita que in circuitu habet millia passuum 700, in ea celeberrime urbes...», 1602. Estampa calcográfica. España. Ministerio de Educación, Cultura y Deprote. Archivo General de Simancas. MPD, 6, 6.

luartes de tiempo de Felipe II que estaban hechos en esta parte, y uno y otro ha compuesto una de las más fuertes y celebradas plazas de Europa, y que se tiene por inexpugnable»18. En resumen, Grunenbergh desestimó en estas ciudades lo ya construido por considerarlo falto de utilidad, pues se trataba de obras sucesivas que no habían mejorado la defensa de sus puertos y edificios, por lo que proponía erigir nuevas construcciones, adaptadas al terreno formando un sistema integral de defensa. Así, mientras el ingeniero avanzaba en el diseño de sus propuestas con el fin de enviar los informes y los planos a la Corte, el virrey ganaba tiempo con la intención de viajar él mismo a estas plazas ya que pretendía asegurarse in situ, como experto en la materia, sobre la mejor solución a adoptar, no dejando al exclusivo arbitrio del ingeniero la última decisión, si bien lo consideraba «muy habil en su ejercicio de que me a parecido dar noticia a V.M.»19.

LA PRESENCIA DE CARLOS DE GRUNENBERGH EN LA DEFENSA DE MESINA

En julio de 1674, tras la marcha del príncipe de Ligne del virreinato, se producía el célebre levantamiento de la ciudad de Mesina contra Carlos II con el apoyo de Luis XIV.

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Milazo El Faro Rometta Mesina Monforte

San Plácido La Escaleta

Lugares donde Carlos de Grunenbergh estuvo presente durante la guerra de Mesina, desde El Faro hasta La Escaleta, Lombardello, Rometta o Monforte, Melazo, Mesina, Catania, Acireale, Augusta y Siracusa. Plano de la parte oriental de la costa en la isla de Sicilia. España. Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. Archivo General de Simancas. MPD, 15, 105.

FIG. 8

La revuelta de Mesina contra la hegemonía de los Austrias constituyó un capítulo trascendental en la historia de la monarquía de España en Italia, así como en la trayectoria vital y profesional de Carlos de Grunenbergh, quien tuvo un papel como ingeniero al servicio del rey católico más relevante de lo conocido hasta ahora. Según las fuentes de la época, Grunenbergh estuvo implicado en la defensa de Mesina desde el inicio de la contienda, viajando entre la ciudad rebelde y Milazo, donde se instaló la Corte hasta la finalización del conflicto. Con continuos desplazamientos por toda la costa oriental siciliana desde la posición de El Faro, en la entrada al estrecho de Mesina, pasando por esta ciudad, Catania, Augusta y Siracusa. Lancina es explícito cuando se refiere a Grunenbergh como el ingeniero que el 21 de julio llegaba a Milazo procedente del castillo de San Salvador en Mesina, donde había comprobado el estado del castillo y la manera de aprovisionar desde allí al palacio Real, donde se encontraba sitiado el marqués de Crespano, Diego de Soria, sin víveres ni municiones. Asimismo, está documentada la activa participación de Carlos de Grunenbergh en el frente de Lombardello, zona montañosa en el camino entre Milazo y Mesina con puestos clave como los castillos de Monforte, Rometta o San Plácido, y escenario de una cruenta batalla saldada con la derrota española. También durante los primeros meses de la guerra el ingeniero se encargó de la puesta a punto de las defensas de la Escaleta, acceso desde la costa hasta Mesina, y en otros episodios de la guerra contra los mesineses20.

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FILIPPO GIANNETTI. Vista de Mesina durante la revuelta de 1674. Óleo sobre tela. Nápoles, Museo de Capodimonte. Inventario d’Avalos 221.

FIG. 9

En relación con esta visita de inspección de Grunenbergh, una fuente de la época refiere en palabras de Laloy: «Le 25 août, l’ingénieur revint de Scaletta à Milazzo et déclara qu’il fallait fortifier ce poste pour qu’il serve de point d’appui aux troupes royales quand elles s’avanceraient»21. La trayectoria de Grunenbergh en la guerra de Mesina muestra la actividad desplegada por los ingenieros militares en las zonas de conflicto durante el siglo XVII, especialmente valorados en las operaciones de asedio o defensa por su formación y experiencia en el diseño y construcción de fortificaciones, la protección de las fronteras y en la táctica de los asaltos, en franca competencia con artilleros. No obstante, aunque estos artífices fueran expertos en arquitectura militar, en un contexto de guerra abierta estos ejercían más como ingenieros zapadores. Su labor se centró sobre todo en levantar sobre el terreno defensas de campaña, ejecutadas con urgencia y con un carácter efímero, destinadas a repeler los ataques del enemigo en un momento concreto. En el caso de la guerra de Mesina, en general las obras proyectadas fueron empalizadas, construidas con pocos medios materiales, sobre todo estacas y fajina, además de fosos y trincheras. Ese fue el caso de las defensas de La Escaleta, el castillo del Salvador o Lombardello. El 17 de septiembre de 1674 el ingeniero pasaba en barca desde La Escaleta al castillo de San Salvador de los Griegos con el cometido de organizar la defensa y construir las fortificaciones que permitiesen conservar el último bastión español en Mesina, en una inmejorable situación para controlar la entrada a la bahía22. En este nuevo escenario, la falta de ayuda y la tardanza de la armada enviada para socorrer al exiguo ejército español, hizo que Grunenbergh rindiese el castillo el 8 de octubre23. Un hecho que acarreó la ignominia al ingeniero pues con la capitulación se perdía una plaza fuerte fundamental para el desembarco de la armada española24. Junto con otros mandos del Salvador el ingeniero fue llevado preso por los mesineses al castillo de Castelazo y después, ante las pésimas condiciones del cautiverio, fueron

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trasladados por los franceses a Tolón, puerto de la armada francesa, y desde allí a la Provence, donde permaneció hasta febrero de 167625. La excusa para el traslado fue el maltrato de los mesineses hacia sus prisioneros, incurriendo en actos de guerra deshonrosa por no cumplir lo acordado en las capitulaciones.

LIBERTAD Y DESTINOS EN LA GUERRA: CATANIA, SIRACUSA, AUGUSTA…

Tras su cautiverio en Francia y su regreso a Sicilia, Carlos de Grunenbergh se presentó en Milazo voluntariamente para ser procesado por la entrega de la fortaleza del Salvador, ingresando en prisión26. Sin embargo, la situación de guerra generalizada en la fachada oriental de Sicilia llevó, a instancias del general Diego Bracamonte, jefe de la caballería española, a liberarlo para regresar al servicio activo en los frentes más complejos. En opinión de Bracamonte, el ingeniero era «muy practico en aquel terreno y no haver hombre de igual calidad en su ministerio». Cualidades muy convenientes para preparar el nuevo ataque contra Augusta, pues sus trabajos en la ciudad durante el virreinato de Ligne le facultaban como un consumado conocedor de los frentes costero y terrestre de la zona. El papel otorgado a Grunenbergh fue más allá del de un mero consejero, convirtiéndose en una de las personas de confianza del virrey de Sicilia, el VII marqués de Villafranca. El ingeniero estudió la operación que proponía el virrey y consideró que era la de «mayor consecuencia y facilidad que se podía intentar, y que tenía por muy factible su consecución respecto de no llegar a 900 franceses los que havia en Augusta y sus castillos». Villafranca le instó entonces a marchar al encuentro de su aliado, el almirante holandés De Ruyter, con el propósito de exponerle en persona los planes del virrey. Asimismo, Grunenbergh debía entregar en mano las cartas remitidas por Villafranca a De Ruyter y a Francisco Pereira y explicarles «a boca (…) la forma y facilidad de practicarse esta operación». Y, aunque el plan había sido pergeñado por el propio Villafranca, se constata la alta consideración dispensada al coronel Carlos de Grunenbergh por sus conocimientos de táctica militar implícitos a su profesión de ingeniero, incólume a pesar de la pérdida del castillo de San Salvador. Condición extrapolable a otros ingenieros militares que servían en los ejércitos de otras potencias europeas, célebre el caso de Vauban, otorgándoles un papel relevante en la toma de decisiones de carácter estratégico. Poco después, Carlos de Grunenbergh, como ingeniero del reino, a pesar del proceso que seguía abierto sobre su proceder en la rendición del Salvador, fue encargado por Castel Rodrigo del diseño y la traza de nuevas defensas en Aci, villa situada en el camino real entre Catania y Mesina. Allí, las fortificaciones se erigieron en una colina situada en el cabo de los Molinos, a 300 metros de altura, que permitía una panorámica de la costa desde la cual avistar las escuadras francesas y el cercano bosque situado al norte de Aci San Antonio y San Felipe, nombre por el que se conocía entonces la villa. La elección del lugar atendía asimismo a la proximidad de Taormina y del castillo de la Mola, en manos francesas. El diseño de las fábricas incluía la defensa del cabo, donde se ubicó el fuerte y una gruesa muralla tendida a lo largo del camino real, articulada en dirección

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sureste rodeando el terreno circundante y el bosque de Aci. También entonces se levantó una puerta fortificada llamada de Mesina por encontrase en la salida que conducía a dicha ciudad. Durante el invierno de 1677, las autoridades españolas iniciaron la preparación de la campaña del año siguiente, para lo cual Grunenbergh se desplazó a Siracusa y Lentini, situadas enfrente de la ocupada Augusta, al objeto de inspeccionar el estado de las fortificaciones de las ciudades más importantes del sureste de la isla. En relación con la primera, Grunenbergh recibió el encargo de estudiar la mejor ubicación para erigir a la mayor brevedad posible una fortificación en punta de diamante, posiblemente un baluarte adelantado, que permitiera proteger el frente marítimo del castillo Maniace, situado en el extremo de la península, y la bocana del puerto grande.

FORTIFICACIÓN Y NUEVA PLANTA. LA CIUDADELA DE MESINA Y EL BLINDAJE DE AUGUSTA Y SIRACUSA

Tras el fin de la revuelta de Mesina en 1678, el gobierno enviaba un nuevo mandatario al virreinato de Sicilia, Francisco de Benavides Dávila y Corella, IX conde de Santisteban del Puerto, que arribaba a la isla procedente de Cerdeña, donde había ejercido la dignidad de virrey27. Por entonces Grunenbergh viajaba a Nápoles para formar parte del comité

FIG. 10 CARLOS DE GRUNENBERGH. Perspectiva de Mesina, con el puerto, la ciudad y en primer plano la ciudadela sobre el brazo de San Ranieri, 1686. España. Ministerio de Educación, Cultura y Deportes. Archivo General de Simancas. MPD, 11, 30.

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de ingenieros encargados de buscar la solución técnica más adecuada para mejorar la situación del puerto de la ciudad partenopea. Fue ahora cuando se planteó la construcción de una imponente ciudadela en Mesina, auspiciada por Juan José de Austria y el duque de Medinaceli, que garantizase la quietud en la ciudad. La pacificación de Mesina contemplaba la imposición de un decreto de nueva planta, que manifiesta el triunfo de los partidarios de la línea dura de la Corte de Carlos II, extensivo al resto de ciudades de la zona oriental de Sicilia, Augusta, Siracusa o Catania. Ello obligó al ingeniero a recorrer la geografía de la zona oriental de Sicilia en un ir y venir continuo. De hecho, hasta muy avanzadas las obras en todas las ciudades, Grunenbergh no tuvo residencia fija en Mesina. Los proyectos ejecutados por Carlos de Grunenbergh durante la etapa del virreinato de Santisteban (1678-1687), la ciudadela de Mesina, las obras de fortificación de los istmos de las penínsulas de Augusta, donde levantó la célebre puerta española, y de Siracusa, separándolas de la zona de tierra adentro, convertidas en auténticas machinae militaris, le valieron el mayor reconocimiento de su trayectoria.

ÚLTIMOS VIAJES DE CARLOS DE GRUNENBERGH. EL TERREMOTO DE 1693 Y SUS ESTANCIAS EN MALTA

Tras los terribles terremotos de 1693, Carlos de Grunenbergh estuvo ocupado en la reconstrucción de las ciudades costeras de la fachada oriental de Sicilia: Augusta, Siracusa, Catania y Noto, gravemente dañadas. Grunenbergh no solo organizó el desescombrado de las zonas afectadas, sino que tomó parte en las decisiones más relevantes adoptadas entonces, como el cambio de ubicación de algunas ciudades como Noto, así como el nuevo trazado de las mismas. Asimismo, simultaneando los trabajos de las fortificaciones sicilianas, Grunenbergh participó en la modernización de las defensas de la isla de Malta, donde tras la toma de Creta por los turcos se habían instalado los Caballeros de la Orden de San Juan de Jerusalén a instancias de Carlos V. Hasta allí viajó el ingeniero con licencia del virrey de Sicilia los años 1681-1682, 1686-1687 y 1689-1690. En La Valeta trabajaron algunos de los ingenieros más insignes de cada época, entre ellos Tiburzio Spannocchi, Pietro Paolo Floriani, el conde de Pagan, Sébastien le Preste de Vauban o el propio Carlos de Grunenbergh. Este estuvo presente en Malta por orden y licencia del virrey conde de Santisteban, como parte de su cometido de ingeniero mayor de Sicilia. Como servidor del rey de España tuvo que viajar a la isla durante varios periodos, simultaneando la dirección de las obras en ambas márgenes del canal de Siclia. Allí Grunenbergh propuso la ampliación de los castillos de San Telmo, San Angelo y Riscasoli. También planteó mejoras en la zona de La Floriana, línea de fortificaciones que circunvalaba la ciudad por el frente de tierra. En San Telmo proyectó la ejecución de un caballero para custodiar la entrada a la impresionante bahía, aumentando la capacidad de tiro desde el interior. En San Angelo, situado en la península de Birgu frente a La Valeta, llevó a cabo la construcción de varias líneas de baterías que elevaron el muro

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La Floriana

San Angelo

San Telmo

Riscasoli

Fortificaciones y planta urbana de La Valeta, capital de Malta. Teatro geografico antiguo y moderno del Reyno de Sicilia. [Recopilado por C. Castilla], 1686. Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación. Archivo General, sig. Mss. 3.

FIG. 11

del frente exterior del castillo asomado al canal de acceso al puerto. En la cara opuesta del fuerte, hacia la zona de tierra adentro, Grunenbergh abrió una puerta en el muro de la imponente fortaleza para permitir la entrada de efectivos a resguardo del fuego enemigo. Obras financiadas por Carlos de Grunenbergh, en la línea de lo propuesto junto con su hermano para la construcción del canal del Manzanares, lo que le valió el reconocimiento de la Orden al nombrarle caballero de San Juan28. En Malta, todavía hoy, La Valeta refleja en toda su magnificencia el esfuerzo constructivo empeñado a partir de 1565 por convertir la ciudad, tras el célebre asedio que sufrió la ciudad a manos de los turcos, en un bastión inexpugnable del cristianismo en pleno estrecho de Sicilia, angostura que divide la cuenca occidental y oriental del Mediterráneo. A poca distancia de Siracusa y a menos todavía de Túnez, a caballo entre dos continentes, su arquitectura civil y militar deja impresionado al visitante. Allí, una de las cunas del barroco más ecléctico, la historia del siglo XVII europeo se atisba en cada esquina, calle, palacio, iglesia o edificio. En la ciudad se pueden descubrir los restos del paso de nuestro protagonista por ella. En San Ángelo se encuentra la lápida que corona la puerta abierta por iniciativa de Grunenbergh, en la que se hace referencia al ingeniero y al monarca al que servía. Asimismo, en el Palacio de los Grandes Maestres se custodian las tres maquetas en piedra que realizó el propio Grunenbergh para mostrar las obras propuestas en San Telmo, San Ángelo y

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Vista actual del castillo de Sant’Angelo en la península de Birgu (Malta), con la hilera de baterías proyectadas y financiadas por Grunenbergh. Fotografía de Dolores Romero Muñoz.

FIG. 12

en La Floriana, conservadas gracias a que con ellas se instruía a los jóvenes caballeros en el diseño, construcción y asedio de fortificaciones. También en La Valeta permanece el retrato de Carlos de Grunenbergh, fechado en 1687, obra del calabrés Mattia Pretti, caballero y pintor oficial de la Orden de Malta, y en la actualidad propiedad de un coleccionista particular. La pintura nos muestra a un Grunenbergh en edad madura que sostiene un plano en la mano donde aparece dibujada una fortificación a la «moderna», con unos baluartes que conforman un espacio exterior que a su vez cobija otra fortaleza interior, resaltando su condición de ingeniero experto en fortificaciones. Los aspectos militares de nuestro personaje aparecen representados en el óleo por la vetusta armadura con la que viste, el casco dispuesto sobre la mesa y el bastón de mando con empuñadura de plata como corresponde a su grado de coronel alemán, equivalente al de maestre de campo de los tercios españoles e italianos. Al fondo de la estancia pintada en el cuadro, aparece la imagen de una fortificación marítima ci-

FIG. 13 GASPAR VAN WITTEL. Vista de Mesina, con la fortaleza de Carlos de Grunenbergh, el puerto y, al fondo, el frente costero de palacios, 1713. Óleo sobre tela. Colección Universitá degli Studi di Messina. Sicilia.

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mentada sobre la roca viva de un puerto. Alegoría de las construcciones que le hicieron célebre en su tiempo, cuya representación, como un juego barroco de espejos, podría tratarse de una ventana abierta o de otra pintura dentro del retrato29. Por último, aunque no menos importante, Grunenbergh luce la cruz de oro de ocho puntas de la Orden de Malta, concedida en 1686, privilegio otorgado a sus caballeros30. Como se ve, las trayectorias de los coroneles Grunenbergh formaron parte de la práctica profesional de los ingenieros militares del seiscientos, obligados a viajar por los territorios bajo dominio español como parte de su cometido profesional. Una práctica fraguada en el siglo XV y que tuvo continuidad hasta el siglo XIX, dada la necesidad de la monarquía de España para tener controlados amplísimos territorios31. Salvatore Boscarino considera a Carlos de Grunenbergh un paradigma de esta cultura técnica y científica internacional, a la altura de los mejores de su tiempo32. Debemos valorar el sistema ideado por Grunenbergh en virtud de las particulares circunstancias que confluyen en el ingeniero alemán: su conocimiento del territorio sobre el que se ubicaban las obras proyectadas mediante el conocimiento in situ del lugar, a través del viaje, las necesidades intrínsecas de la defensa y la pericia en la arquitectura militar de su tiempo que, por experiencia directa, era española, italiana, holandesa, flamenca y tudesca. Advirtamos que durante la Edad Moderna, los ingenieros militares fueron los auténticos autores de un modelo corográfico creado para recabar información veraz sobre el terreno en un afán por hacer más panorámica la percepción del territorio y sus necesidades. Todo ello mediante el viaje y su presencia en diferentes y diversos lugares.

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NOTAS

1. 2. 3. 4. 5. 6.

7. 8. 9. 10. 11. 12. 13. 14. 15. 16.

17. 18. 19. 20. 21. 22.

23. 24. 25. 26. 27.

28. 29.

30. 31. 32.

PARKER,

2006, p. 65; RIBOT, 2004, pp. 654 y ss. Archives Ville de Bruxelles, ROMERO, 2015. AHN, E, leg. 5.046 (2). AHN, E, leg. 5.046 (1). AHN, E, leg. 1.301, exp. 49, f. 1r. En la hoja de servicios de Fernando, el ingeniero explica que sirvió en el ejército de Galicia pero no hace referencia a su estancia en el de Portugal, lo que sí parece hizo su hermano Carlos por las mercedes recibidas de Felipe IV. AHN, E, leg. 1.301, doc. 49, f. 1r. En la hoja de servicios de Fernando de Grunenbergh se da esta fecha como la de su incorporación al ejército de Galicia, AHN, E, leg. 1.301, doc. 49, f. 1r. AHN, leg. 1.301, exp. 49. AHN, E, leg. 1.301, doc. 49, f. 1r; IHCM, 1-3-6, f. 18r. AGS, GA, leg. 1.911, f. 235; leg. 2.103, f. 325; libro 281, f. 106r; leg. 2.086; leg. 2.112; Biblioteca Nacional, Mss. 2.393, ff. 116r-117v. Sobre otros ingenieros procedentes de los Países Bajos que trabajaron en Vigo, COBOS y CASTRO, 2005, p. 91. ROMERO, 2015. ROMERO, 2015. AHN, E, leg. 1.301, doc. 49. AGS, E, leg. 3.296, doc. 25, ff. 149-154; PESSOLANO, 1993, pp. 67-123; SIMONCINI, 1993, pp. 1-38. AGS, E, leg. 3.494, ff. 93-95 sobre la presencia de un ingeniero francés espiando las fortificaciones de Siracusa. AGS, espía francés. AGS, E, leg. 3.493, docs. 83 y 84; leg. 3.493, docs. 75, 77, 82, 96. Sobre la fecha de llegada de Carlos de Grunenbergh a Sicilia, no existe una clara unanimidad al respecto. En LIGRESTI, 2006, p. 115, se aporta la fecha de 1670 como el momento de llegada de Grunenbergh acompañando al nuevo virrey; en RIBOT, 2002, p. 42, se relaciona su paso a la isla desde Nápoles con la revuelta antiespañola de Mesina. Aquí se ha utilizado como fecha de llegada la aportada en el AGS, E, leg., 3.493. AGS, E, leg. 3.494, docs. 107-133. Descripción, siglo XVII. AGS, E, leg. 3.494, doc. 107. Sobre Lombardello, LANCINA, 1692, pp. 217 y 230; LALOY, 1929 (vol. I), pp. 327-329, RIBOT, 2002, pp. 22 y 126; sobre La Escaleta AGS, E, leg. 3.513, doc. 16; LALOY, 1929 (vol. I), pp. 354 y 358. LALOY, 1929 (vol. I). Sobre la valoración positiva de las tropas españolas y alemanas, véase RIBOT, 2002, pp. 663 y 671, se refiere a la importancia del enclave del Salvador, y a cómo fue suficiente una pequeña flota para que el castillo se rindiese sin ofrecer una gran resistencia; AGS. E, leg. 3.515, doc. 6; ROMANO, parte segunda, libro I, 1676, pp. 96, 116, 139; ROMANO, parte segunda, libro II, 1676, p. 3; LANCINA, 1692, p. 245; LALOY, 1929 (vol. I), pp. 246, 358 y 360. Sobre las negociaciones para rendir el castillo, AGS, E, leg. 3.513, docs. 167 y 163; también LANCINA, 1692, pp. 245-248; LALOY, 1929 (vol. I), pp. 458-464; para las capitulaciones, AGS, E, leg. 3.513, doc. 4. RIBOT, 2004, pp. 657 y ss. Entre los que se encontraba el castellano del Salvador, el portugués Francisco de Araujo Pimentel, AGS, E, leg. 3.518, doc. 32. AGS, E, leg. 3.513, docs. 159, 161 180, 200; AGS, E, leg. 3.525, docs. 96 y 97; BNF Espagnol 159; BNF Clairambault 866872. Santisteban ocupó el puesto de virrey de Cerdeña, Sicilia y Nápoles, unos servicios que le valieron la dignidad de Grande de España, otorgada por Carlos II en agradecimiento a su contribución en la defensa y pervivencia de su monarquía en estos reinos, AGS, E, leg. 3.525, doc. 69-70; Descripción, ff. 25v-25r; CEREZO SAN GIL, 2005, p. 469; CRESPO y ROMERO, 2009. LBM, Libri Bullarum, AOM, 491, f. 343. BONELLO, 2011, pp. 31-39. Quiero agradecer desde estas líneas la gentileza de Giovanni Bonello cuando en 2011, llevado por su interés por Carlos de Grunenbergh, contactó conmigo, tras largos intentos por mi parte para localizar un retrato del que tenía referencias pero que pude conocer gracias a él. LBM, Libri Bullarum, AOM, 491, f. 343. VÉRIN, 1993. BOSCARINO, 1997; GIUFFRÈ, 1980, p. 54.

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4 Una época para el cambio. Los viajes del arquitecto e ingeniero Julián Sánchez Bort* DANIEL CRESPO DELGADO Fundación Juanelo Turriano

Nacido en Cuenca en 1725 y fallecido 60 años después en San Fernando (Cádiz), Julián Sánchez Bort es uno de esos ingenieros viajeros sobre los que el curso Libros, caminos y días. El viaje del ingeniero ha puesto el foco. Si un viaje fue determinante en su formación, veremos de igual modo cómo a lo largo de su trayectoria se desplazó a examinar y proyectar en diversos puntos de la Península. Él mismo fue consciente –y así lo expresó en alguno de sus informes1– de la necesidad que tenía el ingeniero de trasladarse a los lugares donde debía intervenir ya que no se podía informar y trabajar convenientemente desde la distancia. Encontraremos a nuestro protagonista en algunas de las infraestructuras más características de la Ilustración, puesto que no tardó en integrarse en la trama de técnicos al servicio de la Corona. Su prestigio adquirido al frente de las obras que se le encomendaron, pero no menos sus decisivas relaciones, la trama de protectores con los que contó, le dieron pie a ser requerido en proyectos de gran envergadura a lo largo y ancho de España. Si el curso, entre otros aspectos, quiere subrayar el papel de los ingenieros en la construcción del Estado moderno al ser piezas claves en la definición y realización de las infraestructuras que lo vertebran, no hay duda de que Sánchez Bort fue uno de los principales «constructores» de la España de las Luces. Resulta revelador que un ingeniero tan significado de la Ilustración, diera sus primeros pasos en unas coordenadas tradicionales. Si bien su estudio en la Universidad de Orihuela resulta poco habitual entre los arquitectos e ingenieros de la Edad Moderna, es difícil calibrar su relevancia en el caso de Sánchez Bort2. De lo que no hay duda es que el aspecto más decisivo de su formación en sus primeros años fue la estrecha vinculación con su tío, el arquitecto Jaime Bort3. De hecho, la primera actividad documentada de Jaime Bort es en Cuenca, a donde debió llegar antes de 1725. Precisamente, su sobrino Julián nació en dicha ciudad en esa fecha. Junto a Jaime ya se encontraba su hermano

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FIG. 1

Vista de la fachada de la catedral de Murcia.

Vicente, escultor que trabajó a su servicio a lo largo de prácticamente toda su trayectoria, con lo que se perfila el retrato de un maestro que sostenía y dirigía un taller del que dependían o al que se vinculaban varios miembros de su familia. De su etapa murciana, cuando estuvo al frente de un amplio equipo de maestros y escultores, ante todo al ocuparse de una obra tan compleja como la fachada de la catedral, se conservan varios contratos de aprendizaje de Jaime con jóvenes pupilos4, lo que refuerza el carácter tradicional de la trama y la estructura en la que Julián dio sus primeros pasos profesionales. Otro rasgo de Jaime Bort no menos típico y que resulta relevante para nosotros es que se ocupó de muy diversas clases de obras. Sánchez Bort, por tanto, creció en un mundo en el que todavía no estaban separadas las tareas relativas a la construcción. Ya en su etapa conquense, como revela la documentación, su tío Jaime no solo fue maestro mayor de la catedral y arquitecto del Ayuntamiento –trazó, sin ir más lejos, la monumental casa consistorial, todavía en uso– sino que también fue su «fontanero mayor» y «director de aguas». Gracias al trámite de unos capitulares de la catedral de Murcia con los de Cuenca, Bort fue llamado por el cabildo murciano en los años 30 para llevar a cabo la que sería su gran obra, la más relevante de la ciudad en un periodo de especial esplendor: el imafronte barroco de la catedral, una de las más rutilantes arquitecturas del periodo en España5 [FIG. 1]. Advirtamos que previamente a Bort, el cabildo consultó a otros maestros, entre los que cabe destacar el ingeniero militar Sebastián Feringán, destinado al puerto y arsenal de Cartagena. A pesar de la enjundia de dicha obra, Jaime Bort fue el

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FIG. 2

Puente Viejo de Murcia, sobre el río Segura.

responsable de otras actuaciones en Murcia y su región que no se redujeron a las propiamente arquitectónicas –esto es, civiles y religiosas–, siendo como fueron numerosas e influyentes. Emprendió algunas muy significativas en el ámbito hidráulico o ingenieril, en la denominada por entonces arquitectura hidráulica y que Benito Bails, el gran tratadista académico, definió como «la edificación de las obras acuáticas»6 y que comprendía puertos, puentes, canales, molinos y obras de abastecimiento de aguas. Ni que decir tiene que Murcia, como la zona de Levante de donde era originario Jaime Bort –nació en Coves de Vinroma, Castellón– gozaba de una inmemorial tradición hidráulica. En este ámbito se ocupó de la exitosa finalización del Puente Viejo sobre el río Segura [FIG. 2], una infraestructura clave para la movilidad y expansión de la ciudad de Murcia pero que se había detenido hacía varias décadas en los arranques de los arcos. A las autoridades, en concreto a su corregidor Antonio de Heredia, le parecía que no otro maestro sino Bort «lo podía dirigir»7. No erró del todo puesto que el puente se acabó con presteza y solidez. También intervino en la celebérrima presa de la Contraparada, situada aguas arriba de la ciudad y esencial para el correcto riego de la huerta murciana. Su prestigio en este tipo de obras le llevó a ser llamado para intervenir en la Fuente del Oro de Lorca8 e incluso en el abastecimiento de Albacete9. El prestigio adquirido como arquitecto hidráulico condujo a Jaime Bort a la Corte, puesto que en 1748 se le requirió para levantar el puente Verde o de San Fernando [FIG. 3] sobre el río Manzanares, y el de Trofa, sobre uno de sus afluentes, ambos en la zona de El Pardo. Estos trabajos finalizaron hacia mediados de octubre de 175010. Le acompañaron a Madrid y trabajaron en dichos puentes su hermano Vicente y su sobrino Julián11. Algo nada raro ya que sabemos que Julián Sánchez Bort intervino en el imafronte catedralicio12 y, en especial, en las principales obras hidráulicas encomendadas a su tío en Murcia. En la hoja de servicios de su expediente personal de Marina se señala que adquirió «algún crédito en el diseño [de] maquinaria y obras hidráulicas, con motivo de las que se construyeron sobre el río Segura en la ciudad de Murcia; fue llamado a la Corte…

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FIG. 3

Puente de San Fernando, Madrid.

se le encargó la ejecución de los puentes Verde y de Trofa en el Real Sitio del Pardo»13. En su conocido informe de 1760 a la Academia de San Fernando sobre las obras de Ferrol, el propio Sánchez Bort indicó que «el año 1748 asistí y vi reparar la ruina que sobrevino en la Contraparada del río Segura, que sirve de elevar sus aguas 18 pies para el riego y beneficio de la huerta de Murcia…»14. La presencia de familiares en el entorno más cercano de un maestro no es en absoluto extraña en la Edad Moderna. La falta de hijos varones de Jaime Bort así como las indudables capacidades de su sobrino hicieron que seguramente lo viese como su protegido y discípulo más estimado. Fue a él a quien legó en su testamento de 1754, dado el mismo año de su muerte, «todos los libros del arte de arquitectura, de que son ambos profesores, como todos los moldes y demás herramientas pertenecientes a dicho arte»15. Por sus informes y escritos, sabemos que Jaime Bort manejaba una notable bibliografía arquitectónica. Tan esta estrecha vinculación entre tío y sobrino condujo a Sánchez Bort a su primer gran viaje tras su paso por la Corte, uno que le llevó por el continente, en una suerte de Grand Tour ingenieril. Para entender las circunstancias del viaje por Europa de Julián Sánchez Bort resulta determinante esclarecer las circunstancias del traslado de su tío Jaime a Madrid. Parece bastante claro que el nombramiento en 1747 de Antonio de Heredia Bazán, el marqués consorte de Rafal, como corregidor de Madrid fue el desencadenante de su mudanza a la capital. Y es que Heredia había sido anteriormente corregidor de Murcia (desde 1739) y, por lo tanto, había encargado diversas obras a Jaime Bort, siendo lógico que una vez en la Corte recurriese a un maestro de su confianza. Señalemos que cuando el corregidor se decantó por el proyecto de Jaime Bort para el puente de San Fernando, arguyó «su habilidad en este género de obras, experimentada a su vista en Murcia con aplauso y aun admi-

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ración universal», así como su confianza en la implicación del arquitecto en esta construcción «por quedar airoso y adquirir crédito en la Corte, que es lo que desea»16. Parece claro que su destreza en materias hidráulicas le abrió las puertas de la capital, aunque no solo desarrolló este tipo de obras. Hacia otoño de 1749 presentó y fue aprobado por el rey un proyecto suyo para un nuevo paseo entre la Puerta de Atocha y el río Manzanares17. En los años siguientes, Jaime dirigió su construcción, cuya administración recayó en los Cinco Gremios Mayores de Madrid, en permanente comunicación con Heredia y el ministro Ensenada para solucionar los problemas que iban surgiendo. Entre 1750 y 1751 se solicitaron materiales para las fuentes que debían abrirse en su recorrido, álamos para flanquear las avenidas, así como agua para alimentar unas y otros. En abril de 1751, los reyes pasaron por el nuevo paseo y manifestaron su contento, indicando únicamente que la tierra del último tramo antes de llegar al río no estaba bien compacta y se levantaba mucho polvo. Ensenada instó a arreglarlo y a continuar las labores según el proyecto de Bort18. No debería extrañarnos, por tanto, que, tal y como descubrió la profesora Beatriz Blasco, cuando el hombre fuerte del momento, el marqués de la Ensenada, instó a Heredia a solucionar uno de los problemas más inveterados de Madrid, el de su limpieza, el corregidor propusiese que Jaime Bort «pasase a París y Bruselas con dos oficiales de habilidad y confianza» para reconocer las soluciones adoptadas en dichas ciudades19. Ensenada, que fue quien solicitó a las autoridades murcianas el traslado a Madrid de Jaime Bort, aprobó la propuesta de Heredia y en 1751 Bort emprendió un viaje hacia Europa en compañía de José de Castañeda –que llegaría a ser teniente director de arquitectura de la Academia de San Fernando20– y, cómo no, de su sobrino Julián Sánchez Bort. Retornaron a España en 1752 tras visitar diversas ciudades y puertos de Francia, Flandes y Holanda. En palabras de Sánchez Bort, el objetivo era «instruirnos en el manejo y conducta de todo género de obras, nominadamente las de agua»21. Efectivamente, si el motivo principal era aprender de los sistemas de limpieza de las capitales europeas –en especial París– que pudieran servir de modelo a Madrid, Heredia ya comunicó a Ensenada que el viaje también debía aprovecharse para estudiar «caminos, calzadas, ríos, fuentes, paseos y demás obras de esa calidad»22. Así fue. En el informe que Jaime Bort firmó en Madrid en agosto de 1752 exponiendo lo aprendido durante su estancia europea, hizo referencia a su estudio del modo de construcción de caminos, puentes o canales, citando incluso su análisis de infraestructuras concretas como el canal de Willebroeck en Bruselas o el «nunca bastante celebrado canal» del Languedoc, del que elogió, por ejemplo, las esclusas de Béziers, «que imaginadas parecía no poderse practicar fácilmente». Todo ello supuso una gran lección para el joven Julián, quien años después intervendría en alguno de los canales artificiales más relevantes de la España ilustrada. Lo cierto es que el objetivo del viaje se amplió tanto que Jaime y su sobrino llegaron a informar sobre aspectos relacionados con la distribución, decoración y ornato interior de los edificios. Lo que revela, junto a otros datos que no podemos citar aquí, que llegaron a ejercer, más allá de su encargo principal, como una suerte de agentes multitareas de Ensenada. Anotemos que en una carta remitida desde París el 24 de julio de 1752 por Pedro Franco Dávila a Jaime Bort, el naturalista le informaba de noticias que pudieran ser de interés para Ensenada, por ejemplo de la venta de unos bustos de bronce, pues Bort le había comentado que el ministro «quería hacerse una casa de

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campo». La cercanía de Bort a Ensenada se reflejaría en que Dávila le solicitó en esta misma misiva una carta de recomendación del todopedoroso gobernante23. En los años 50, los viajes de formación por Europa no solo no eran extraños sino que bajo Ensenada –ministro de Hacienda, Guerra, Marina e Indias hasta 1754– se normalizaron y se constituyeron en una pieza determinante de su política. Ante todo los promovió para hacerse con cuadros técnicos bien cualificados que aportasen los conocimientos necesarios para la modernización del país. Es conocida la misión de espionaje desarrollada por Jorge Juan en Inglaterra desde 1749 –ante todo para mejorar la construcción naval española– o la de Antonio de Ulloa en el continente24. De hecho, Ulloa fue decisivo para el viaje de Bort puesto que fue él quien informó a Ensenada de los sistemas de limpieza de París y Bruselas como posibles modelos para Madrid25. Además, se reunió en París con Jaime Bort y le recomendó las ciudades y lugares de mayor interés, incluido Flandes, destacando sus «canales, esclusas y diques»26. Cabe advertir que algunos de los principales protagonistas de la política hidráulica de las siguientes décadas en España, del tercer cuarto del siglo aproximadamente, en especial en materia de arsenales y canales, técnicos como Juan, Ulloa, Carlos Lemaur o el propio Sánchez Bort, estuvieron vinculados a estos viajes por Europa de mediados de siglo27. A su vuelta a España, si bien su tío Jaime falleció al poco tiempo, en febrero de 1754, Sánchez Bort contaba con una formación y unos contactos privilegiados. Según sus primeros biógrafos, al llegar a Madrid dio cuenta de sus comisiones al gobierno y formó diversos proyectos «de canales, hospitales, hospicios y de un archivo general»28. Algo nada extraño ya que durante su estancia europea recopiló junto a su tío estampas de «palacios, casas de campos, jardines, hospital de inválidos, plazas y otros edificios», que agruparon en un libro y entregaron a Ensenada, corroborando el amplio espectro de intereses de su viaje y su vinculación cuasi particular con el ministro29. Pero este no fue el único medio utilizado por Julián para mostrar sus capacidades y afianzar sus apoyos. En 1753 consiguió el segundo premio de primera clase de arquitectura en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando30, una institución en pleno proceso de definición pero que ya

FIG. 4 JULIÁN SÁNCHEZ BORT. Plano de la Ría de Ferrol, 1771. España. Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. Archivo General de Simancas. MPD, 12, 133.

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podía proporcionar un estimable prestigio. Lo obtendría porque los académicos oyeron «con gusto» lo que aprendió en Europa31. Parecía, por tanto, dispuesto para ser destinado a un proyecto de relevancia. Y así fue. A principios de 1754 fue enviado al arsenal de Ferrol, una de las obras más desafiantes que podían existir en ese momento para un ingeniero por su inmensidad, complejidad y enjundia [FIG. 4]. De su importancia estratégica no habría mucho que decir, puesto que Ensenada subrayó en diversos de sus escritos lo fundamental de estas infraestructuras para el futuro de la Marina española y, por extensión, del propio país. Los arsenales fueron una de las obras más espectaculares –y caras– del siglo XVIII. Sánchez Bort llegó a Galicia como «arquitecto hidráulico para las reales obras de Ferrol», poniéndose a las órdenes del director en aquellas fechas, el ingeniero militar Francisco Llobet. En 1762, el rey le confirió su «total dirección», siendo nombrado alférez de fragata. Estaría al frente de las obras hasta 1771, reconociéndose por los estudiosos actuales como uno de los máximos responsables de las obras ilustradas de Ferrol32. De la enorme importancia de este conjunto portuario en el contexto europeo de las Luces, daría fe cómo todavía en el siglo XIX el conjunto impresionaba a los viajeros extranjeros, a un inglés por ejemplo como George Borrow, que ponderó con su verbo fluido la magnificencia y las soberbias instalaciones del astillero33. Base naval del Cantábrico donde reparar y construir los barcos de la Armada, el arsenal ferrolano partió de un proyecto de mediados de siglo del marino Cosme Álvarez, aunque fue rectificado posteriormente por Jorge Juan [FIG. 5]. Tras hacerse con la dirección de las obras, Sánchez Bort presentó una simplificación del proyecto de Juan, siendo apro-

FIG. 5 JORGE JUAN y FRANCISCO LLOBET. Plano del arsenal de Ferrol en el que van expresadas algunas variaciones que se consideran convenientes sobre lo ya aprobado. España. Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. Archivo General de Simancas. MPD, 11, 080.

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FIG. 6

MARIANO SÁNCHEZ.

El dique de Ferrol, h. 1793. Patrimonio Nacional.

bado por el rey en 1765. Nuestro ingeniero no solo dio trazas sino que participó, finalizó y emprendió muchas de las edificaciones del conjunto. Ya en su necrología aparecida en el Mercurio de España, se subrayó que bajo su dirección «se construyó el 2º dique de carenar navíos en seco con una prontitud, solidez y economía inesperada; y también el gran muelle con su martillo sobre escollera, los diques para maderas, los cuarteles de batallones y presidiarios, y otros edificios»34. Es decir, Sánchez Bort fue responsable de una gran diversidad de construcciones, algo que no debiera extrañarnos puesto que un arsenal suponía la edificación tanto de instalaciones portuarias (diques secos, dársenas, escolleras…) como de obras auxiliares (almacenes, cuarteles…) [FIG. 6]. Intervino en ambos tipos de obras, levantando construcciones ingenieriles como el segundo dique seco, o arquitectónicas como la teneduría o el tinglado de maestranza, incluso dio las trazas de la iglesia de San Julián. En todas ellas parece que salió airoso. O al menos así se juzgó. Fue su predicado éxito en un proyecto tan complejo y su versatilidad los que le condujeron a emprender otras obras de envergadura y de muy diverso carácter en la región (por ejemplo el proyecto de la fachada de la catedral de Lugo, su obra arquitectónica de mayor enjundia35) y más allá. Por orden del rey, fue requerido en 1771 para informar sobre otra de las obras claves de la ingeniería de las Luces, el canal de Aragón. Son conocidas las esperanzas de regeneración y desarrollo que en el siglo XVIII se predicaron de los canales artificiales de navegación y riego. Se analizaron en el curso pasado dedicado a la Ingeniería de la Ilustración36. El de Aragón, junto al de Castilla, fue el canal artificial más ambicioso de los emprendidos en estas fechas. Iniciado en el entorno de Tudela y discurriendo en paralelo al río Ebro, debía comunicar el interior de Aragón con el Mediterráneo, revitalizando su comercio y aumentando el riego de las tierras colindantes. Sánchez Bort no solo emitió un mero informe –en concreto sobre dónde situar la presa de derivación, si aguas arriba o abajo de Tudela– sino que llegó a ser nombrado director del canal (1775). Presentó una serie de cambios en el proyecto anterior de Krayenhoff, que

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FIG. 7

Viñeta de la Descripcion de los canales Imperial de Aragon, i Real de Tauste, 1796.

acabaron constituyéndose en el guión seguido por Ramón Pignatelli y su equipo en los años posteriores a 1772, de los más prolíficos de la historia del canal en cuanto a realizaciones se refiere. De nuevo tanto las fuentes contemporáneas (por ejemplo la Descripcion de los Canales Imperial de Aragon, i Real de Tauste, 1796) como los estudiosos actuales han destacado el peso de nuestro ingeniero en dicha infraestructura. Fernando Sáenz ha escrito que «si hubiera que personificar en un único ingeniero el proyecto del Canal Imperial ese sería Sánchez Bort»37. A partir de su proyecto, se levantaron estructuras tan significadas como el acueducto del río Jalón, uno de los hitos constructivos del canal [FIG. 7]. Betancourt, quien visitó en 1784 las obras del canal, las calificó de «prodigiosas», dando «idea sublime de las fuerzas y de la superioridad del Hombre»38. Otros testimonios privilegiados del momento como los de Jovellanos o Bourgoing también expresaron una admiración similar por esta infraestructura, tanto por su resolución material como por su posible utilidad. Vale la pena transcribir el entusiasmo de Jovellanos ante la presa del Bocal: «¡Qué vista tan magnífica la de la gran presa, que nivelando el río en la parte más ancha de él y haciéndole descender en una gran curva, presenta el espectáculo más majestuoso!»39. Por desgracia, el canal nunca se finalizó tal y como se soñó. Los años 70, en especial su primera mitad, fueron especialmente movidos para Sánchez Bort. Nos parece muy acertada la expresión acuñada por Alfredo Vigo de la «etapa itinerante» para referirse a este momento40, puesto que lo hallamos no solo en el canal de Aragón, sino también informando sobre la ampliación y mejora del puerto de San Sebastián –no se llevaron a cabo sus propuestas, pero marcaron el debate posterior sobre lo que debía hacerse en este puerto en expansión–, construyendo unas máquinas de vapor junto a Jorge Juan en Madrid con destino al arsenal de Cartagena –para achicar el agua de los diques– y luego trasladarse a este arsenal mediterráneo para su instalación [FIG. 8]; volver a Ferrol para reparar el primer dique de carenar en seco –en el que había trabajado bajo las órdenes de Llobet– y luego, en 1777, embarcarse hacia La Carraca, el otro gran

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FIG. 8

MARIANO SÁNCHEZ.

Arsenal de Cartagena, h. 1785. Patrimonio Nacional.

arsenal peninsular, para emprender una obra de envergadura y característica de su trayectoria: los diques secos, que tenían un grave problema de cimentación41. Su carácter viajero resulta inapelable, así como la entidad de las obras que se le encargan. Especial mención cabría hacer a su informe sobre la mejora del puerto de San Sebastián, fechado en 1774, donde defendió el carácter decisivo que tenían las infraestructuras hidráulicas como puertos o canales para estimular el comercio y, con ello, la riqueza y la «felicidad» del país42. Es decir, Sánchez Bort participaba plenamente de la retórica progresista predicada de las obras de ingeniería durante la Ilustración43. No menor relevancia tiene su decisiva participación en la construcción e instalación de las máquinas tipo Newcomen en el arsenal de Cartagena, que como es bien sabido fueron las primeras máquinas de vapor instaladas en España, un invento llamado a revolucionar el mundo44. Sabemos que desde joven, desde sus años en Murcia junto a su tío, Sánchez Bort trabajó en ingenios hidráulicos. De hecho, tanto en París como en Bruselas, durante su viaje europeo, encargaron diversos modelos de bombas, «molinos y máquinas de agua» para remitirlos a Madrid, junto «con los planos y perfiles de ellos para su mayor inteligencia»45. Destaquemos que tal habilidad en la «machinaria» también suele ser un rasgo de los ingenieros de la Edad Moderna. Dado el inicio de la guerra contra Inglaterra, los proyectos propuestos por Sánchez Bort para la construcción de diques secos en La Carraca no pudieron iniciarse hasta 1784 [FIG. 9]. El ingeniero falleció en 1785, cuando ni siquiera se había finalizado el primero46. Sin embargo, los tres diques del arsenal se realizaron en las décadas siguientes a

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FIG. 9

PIERRE GROLLIEZ

(dibujo) y JOAQUÍN FABREGAT (grabado). Vista segunda de La Carraca, 1785.

partir de sus proyectos, conservándose alguno de ellos hasta la actualidad prácticamente en su estado original, lo que manifiesta el alto grado alcanzado por la ingeniería hidráulica española en el siglo XVIII. A estas alturas supongo que no cabe decir que durante su estancia en Andalucía, Sánchez Bort abordó diversos tipos de obras y, por supuesto, no permaneció detenido en un único destino. He escogido dos proyectos especialmente significativos de sus trabajos ingenieriles. El primero es su propuesta en 1784 para hacer navegable el Guadalquivir y para proteger mejor la ciudad de Sevilla de las periódicas avenidas del río47. Ambos eran problemas relacionados e inveterados; prueba de ello es que algún que otro de los ingenieros objeto de este curso, como Tiburzio Spannocchi, también informaron sobre sus posibles soluciones. De hecho, el desencadenante para solicitar a Sánchez Bort un proyecto fue la fuerte inundación sufrida por Sevilla entre los últimos días de 1783 y los primeros de 1784; no era la primera ni sería la última48. Nuestro ingeniero también fue requerido para examinar y proyectar las obras a emprender para solucionar otro grave y enquistado desafío en Andalucía relacionado con las obras públicas: paliar las destructivas inundaciones del río Guadalmedina y evitar el progresivo aterramiento del puerto de Málaga [FIG. 10]. Si bien su proyecto sobre el puerto no pasó a realizarse, sí se aprobaron en 1784 sus medidas para encauzar el Guadalmedina, iniciándose las obras de inmediato49. Como última idea me gustaría subrayar la paradoja de que un ingeniero tan destacado de la España de las Luces, que intervino en obras de gran envergadura y en no pocas ocasiones de manera decisiva, teniendo que viajar por toda la Península, nunca tuvo el título de ingeniero. Y eso que, como es bien sabido, fue precisamente en el siglo XVIII cuando se inició la institucionalización de la ingeniería y la arquitectura. La creación del cuerpo de ingenieros del ejército en 1711, de Marina en 1770, de caminos y canales en

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FIG. 10

MARIANO SÁNCHEZ.

Málaga desde el mediodía, h. 1785. Patrimonio Nacional.

1799 o la fundación de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en 1752 es buena prueba de ello50. Pues bien, Sánchez Bort no formó parte del cuerpo de ingenieros del ejército y ni siquiera del de Marina. Únicamente fue designado académico de mérito en 1758 por la Academia de San Fernando51. Es decir, por lo que a títulos se refiere, Sánchez Bort fue arquitecto y, no lo olvidemos, marino; ya anotamos que en 1762 fue nombrado alférez de fragata y en 1784, un año antes de morir, llegó al grado de capitán de navío. Seguramente, cuando se creó el cuerpo de ingenieros de Marina no se integró en él por desavenencias con su director, Francisco Gautier, por no reconocérsele el grado que hubiese deseado o ver más factible ascender como oficial de Marina52. En todo caso, el prestigio y los contactos de los que gozaba en 1770 eran tales que no le resultaba necesario ser ingeniero de Marina para seguir recibiendo cargos y comisiones de enjundia. Pero esta situación iba a cambiar en los siguientes años. La creación de los cuerpos de ingenieros militares, civiles y de Marina, así como el de arquitectos académicos acabaron suponiendo una profunda transformación de la edificación en España. Hasta tal punto que el mundo que vio nacer a Sánchez Bort era bastante diferente cuando falleció. Aunque siguieron existiendo espacios y encargos al margen de dichos cuerpos, en el último tercio del siglo XVIII pasaron a controlar las más relevantes y la mayor parte de las construcciones que se erigían en España; de tal modo que quien desease hacer carrera debía integrarse en alguno de ellos. Por supuesto uno de los desafíos de estos cuerpos fue la territorialidad, es decir, contar con una estructura que les permitiese copar comisiones a lo largo y ancho del país. Y no fue fácil. Las soluciones adoptadas no fueron las mismas y en casos como el de la Academia de San Fernando, se hicieron evidentes los problemas para que sus miembros estuviesen presentes en toda la Península. No olvide-

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mos que la Academia, incluso tras la creación del cuerpo de ingenieros de caminos y canales, siguió manteniendo importantes competencias en el ámbito de la ingeniería civil. Fueron intensos sus esfuerzos para que la intervención en un puente en cualquier punto del país a cargo de los presupuestos municipales, recayese en un académico. Tuvieron incluso a ciertos arquitectos «itinerantes» que sobre todo se centraron en este tipo de obras en determinadas regiones53, pero no fue suficiente. Aunque el viaje, por tanto, continuó siendo un rasgo del ingeniero o de quien elevaba una infraestructura aun después de la aparición de los cuerpos de ingenieros y arquitectos, sí cabe anotar una progresiva transformación en la concepción de territorio. Si bien estos cuerpos eran una creación del rey y dependían de él, se fueron dotando de una organización y un funcionamiento que a pesar de no ser autónomos –nunca en estos momentos hubo puestos blindados a la intervención de la autoridad real y al margen de las redes de poder configuradas alrededor del monarca y su favor– al menos tenían una dinámica propia y se articulaban sobre el mérito. Es más, se pertrecharon con una nueva identidad en la que el rey quedaba cada vez más desdibujado. Como ocurrió en otros ámbitos y por supuesto en el vocabulario político, palabras como «bien» o «felicidad pública» se hicieron más habituales54. Las obras de ingeniería o de arquitectura se legitimaron cada vez con mayor insistencia desde tales principios, encontrando incluso en ellos –en el caso de la ingeniería civil es patente– la razón para reclamar una mayor autonomía y relevancia. No puedo detenerme en estas cuestiones, pero si bien fue en el siglo XIX cuando cristalizó el paso del vasallo, del súbdito o servidor del rey, al ciudadano, durante las Luces se pusieron las bases para tan radical cambio. En nuestro ámbito podríamos decir que se preparó el paso del ingeniero del rey al ingeniero de la nación. En el artículo 2º de la Constitución de 1812 se afirmó que la nación no pertenecía a ninguna familia o particular. El ingeniero de la modernidad continuará ligado íntimamente a la definición e intervención en el territorio, pero este ya no era el de la Corona. Los ingenieros empezaron a viajar y a proyectar para y en la nación.

UNA ÉPOCA PARA EL CAMBIO. LOS VIAJES DEL ARQUITECTO E INGENIERO JULIÁN SÁNCHEZ BORT

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NOTAS

* Este trabajo se ha desarrollado en el seno del proyecto de investigación titulado: El patrimonio histórico de Agustín de Betancourt: estudio integral de las aportaciones a la ingeniería civil desde la ingeniería gráfica para su puesta en valor y difusión (HAR201563503-P), financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad (MINECO), dentro del Programa Estatal de Fomento de la Investigación Científica y Técnica de Excelencia, Subprograma Estatal de Generación del Conocimiento, en el marco del Plan Estatal de Investigación Científica y Técnica y de Innovación 2013-2016, y por el Fondo Europeo de Desarrollo Regional (FEDER). 1.

2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. 9. 10. 11. 12. 13. 14. 15. 16. 17.

18. 19. 20.

21. 22. 23. 24. 25. 26. 27. 28. 29. 30. 31. 32. 33. 34. 35. 36. 37. 38. 39. 40. 41. 42. 43. 44.

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En especial en algunos que emitió sobre el canal de Aragón en los que incidió en los errores de Krayenhoff, atribuyéndolos «al poco tiempo que empleó en recorrer el terreno [y] a la condescendencia que dio a los informes que le dieron los maestros franceses». Vid. TORRES, 1993, vol. II, p. 1104. No cabe descartar una primera formación matemática en esta Universidad: VIÑA, 1978; MARTÍNEZ GOMIS, 1987. Hasta la fecha, el trabajo más completo sobre Bort es el de HERNÁNDEZ, 1990. Vid. también MARTÍNEZ RIPOLL, 1975; BELDA y HERNÁNDEZ, 2006. HERNÁNDEZ, 1990, p. 393. Murcia barroca, 1990; BELDA y HERNÁNDEZ, 2006; Luis Belluga, 2006. B. BAILS, 1790, p. 1. Un detallado relato de la historia de este puente en PEÑA, 2001. Vid. también OSSA, 1998. PELEGRÍN, 2005. HERNÁNDEZ, 1990, p. 402. El dato de finalización del puente Verde aparece en Archivo General de Simancas, Gracia y Justicia, leg. 998. TÁRRAGA, 1986; CORELLA, 1988; SANCHO, 1995, pp. 206 y 273. HERNÁNDEZ, 1990, p. 395. Archivo General de la Marina «Álvaro de Bazán», Personal, leg. 64. Archivo de la Real Academia de San Fernando, leg. 5-126-2. Reproducido en ARROYAS, 1996. Citado en CORELLA, 1988, p. 61. «...haber elegido S.M. al arquitecto D. Jaime Bort para la disposición y delineación del proyecto sobre el terreno, bajo las órdenes del Brigadier e Ingeniero Director de los Reales Ejércitos D. Pedro Pusperviela». Referencias a este trabajo en: Archivo General de Simancas, Gracia y Justicia, leg. 998. Para la inclusión de este paseo en los realizados en el Madrid dieciochesco, vid. SAMBRICIO, 1991 y 1999. BLASCO, 1998. En este fundamental y documentado trabajo también se analiza el interesante informe que dio Jaime Bort a su vuelta a España sobre el sistema que podía aplicarse para la limpieza de su capital. En concreto en 1757. Para su carrera en la Academia vid. QUINTANA, 1983, y, sobre todo, los ineludibles trabajos de SAMBRICIO, 1986, y de RODRÍGUEZ, 2003. Apuntemos de igual modo que Castañeda también trabajó en el nuevo paseo de Atocha como «ayudante de arquitectura» –suponemos que a las órdenes de Bort– antes de emprender el viaje por Europa (Archivo General de Simancas, Gracia y Justicia, leg. 998). Archivo de la Real Academia de San Fernando, leg. 5-126-2. El viaje fue aprobado por el rey el 27 de julio de 1751 y se les concedió 15.000 reales para su realización. Archivo General de Simancas, Gracia y Justicia, leg. 998. Archivo General de Simancas, Gracia y Justicia, leg. 998. LAFUENTE y PESET, 1981; HELGUERA, 1988. BLASCO, 2002. Archivo General de Simancas, Gracia y Justicia, leg. 998. Obras hidráulicas, 2014. PAVÍA, 1873, t. III, p. 462. Archivo General de Simancas, Gracia y Justicia, leg. 998. Consistía el concurso en el diseño de «un templo magnífico en honor del Santo Rey Don Fernando». Archivo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, leg. 5-126-2. Para el arsenal de Ferrol y la participación de Sánchez Bort, destacamos: VIGO, 1984-1985 y 2012; RODRÍGUEZ-VILLASANTE, 2004. Se citan y analizan este y otros testimonios en CRESPO y LUJÁN, 2016. Mercurio de España, enero de 1786, pp. 121-124. KUBLER, 1957; VILA JATO, 1988; VIGO, 1984-1985. CÁMARA y REVUELTA, 2015. SAÉNZ, 1984, t. II, p. 41. Vid. también PÉREZ, 1984; SAMBRICIO, 1991; TORRES, 1991 y 1993. Citado en Canal Imperial…, 1984. CRESPO y LUJÁN, 2016. VIGO, 1984-1985, p. 508. Sobre La Carraca en el siglo XVIII, ver especialmente QUINTERO, 2004. Reproducido, junto a la rica documentación vinculada a este proyecto, en ASTIAZARAIN, 1998. CRESPO, 2014. HELGUERA, 2005.

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45. 46. 47. 48. 49. 50. 51. 52. 53. 54.

Archivo General de Simancas, Gracia y Justicia, leg. 998. Para los últimos años de vida de Sánchez Bort y su actividad en Andalucía, vid. TORREJÓN, 1986. DÍAZ, 2003. PALOMO, 2001. CABRERA, 2003. Un buen resumen de esta cuestión en SILVA, 2005. LLAGUNO y CEÁN, 1829, t. IV, p. 276. Sobre Gautier y los ingenieros de Marina en el siglo XVIII, vid. SÁNCHEZ, 2013. FERNÁNDEZ, 1999. CALVO, 2013.

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5 Agustín de Betancourt, en España, Francia, Inglaterra y Rusia FERNANDO SÁENZ RIDRUEJO Fundación Juanelo Turriano

INTRODUCCIÓN

Agustín de Betancourt es, de los seis técnicos de que trata este curso, el más reciente y, seguramente, el más conocido y mejor estudiado. En su figura se unen el científico, el alto funcionario y el ingeniero práctico. Se interesó e intervino en tantas y tan diversas materias que ha sido considerado como uno de los padres de la moderna ingeniería civil en Europa. En lo que sigue, pasando por alto sus aportaciones téoricas, nos centraremos en su condición de viajero a través de España, Francia, Inglaterra y Rusia. En todos esos viajes contribuyó a la transmisión de conocimientos entre los distintos países que visitó.

INFANCIA Y JUVENTUD EN LA ISLA DE TENERIFE

No podemos entender la figura de Betancourt con independencia del contexto histórico en que transcurrieron sus años de infancia y juventud y, por lo tanto, hemos de fijarnos en el desarrollo del movimiento ilustrado tinerfeño, durante el tercer cuarto del siglo XVIII. A pesar de su lejanía, unida al resto de España por un único correo mensual encargado de enlazar Tenerife con La Coruña, la isla estaba «tan al tanto del movimiento intelectual y político de Europa como se pueda estar hoy»1. Una curiosa entidad que coadyuvó al conocimiento y difusión de las ideas ilustradas fue la Tertulia de Nava, creada en 1765 por una nómina de prohombres encabezada por Tomás de Nava y Grimón, en la que cabe incluir a Lope Antonio de la Guerra, José de Viera y Clavijo y otros, como el padre de Betancourt, Agustín de Betancourt y Castro. Fue un foco de opinión y crítica, casi podríamos decir itinerante, donde se recibían y dis-

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Iglesia Parroquial de Nuestra Sra. de la Peña de Francia, donde fue bautizado Agustín de Betancourt, en la plaza principal del Puerto de la Cruz. J.J. WILLIAMS. IEC.

FIG. 1

cutían las nuevas ideas filosóficas, que llegaban en libros conseguidos, a menudo, de forma clandestina2. Otro centro que sirvió de fermento a todas las inquietudes de progreso fue la Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife, que había sido solicitada por la villa de La Orotava, pero que finalmente se estableció en San Cristóbal de la Laguna, en 1777. En ella participó Betancourt y Castro desde los tiempos fundacionales y también lo hizo su hermano político, el coronel de milicias José de Molina y Briones, marqués de Villafuerte. Entre los socios destacados, influyentes en la vida local, estaban el teniente coronel Juan Antonio de Urtusáustegui, el regidor perpetuo de Fuerteventura Francisco Bautista de Lugo, Alonso de Llerena y Bernardo de Ascanio y Llerena. A despecho de la crisis económica provocada por la caída de la cotización del vino de exportación, en La Orotova y en su Puerto de la Cruz, existía una colonia de comerciantes extranjeros, fundamentalmente ingleses e irlandeses, que contribuyeron a la difusión de las ideas técnicas de la Revolución industrial que se estaba produciendo en las islas británicas. Desde mediados de la centuria se venían ejecutando en el valle de La Orotova muchos proyectos y obras de índole arquitectónica e ingenieril, entre los que estaban los canales y acueductos para riego de los huertos y para conducción de las aguas a los FIG. 2 «Vue d’une partie de la Ville & la Vallée de L’Orotava», molinos de gofio. En el Puerto de la en SABIN BERTHELOT y PHILIP BARKER-WEBB, Histoire naturelle Cruz se trabajó en el proyecto de un des îles Canaries I, 2. Les Miscellanées Canariennes, 1839.

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ambicioso complejo portuario, a desarrollar en la playa de Martiánez. Los expertos hicieron hincapié en su privilegiada situación, como punto de recalada de los navíos procedentes de las Indias, y tras reconocer la playa y los fondos marinos, especificaron las obras a ejecutar; pero el proyecto abortó por la presiones de Santa Cruz de Tenerife, a pesar de que este puerto se encontraba alejado de las zonas de producción agrícola. Agustín de Betancourt y Molina nació en el Puerto de la Cruz el 1 de febrero de 1758, en el seno de una familia de hacendados. Su infancia transcurrió en el Puerto; aunque la familia solía pasar largas temporadas en su hacienda de La Rambla y en las de Icod el Alto y Zamora, así FIG. 3 José de Betancourt y Castro Molina. Colección particular. como en la casa de sus ascendientes de La Orotova, a la que se acabaría trasladando. En el Puerto, en un ambiente más cosmopolita que el de La Orotava, residían, y trabaron amistad con la familia Betancourt, numerosos comerciantes y miembros de la oligarquía agrícola local. Allí habían nacido personajes tan brillantes como Bernardo, Domingo y Tomás de Iriarte, que acabarían marchando a Madrid. Agustín fue el segundo, tras el primogénito José, de una familia compuesta por otros nueve hermanos: María del Carmen, Juan, Magdalena, Pablo, Luisa, Catalina, Pilar, Leonor y Marcos; tres de los cuales, Juan, Magdalena y Leonor fallecieron a edad temprana. El ambiente cultural que se vivía en aquella familia se puede juzgar a través del contenido de su bien surtida biblioteca, en la que abundan obras de arquitectura, artes textiles y agricultura, lo que les proporciona un clima propicio para el desarrollo de sus inquietudes. La publicación de la correspondencia íntima de los miembros de esta familia, entre sí y especialmente con Agustín, a partir de la salida de este de la isla, muestra la calidad humana, la finura de sentimientos y el mutuo afecto de todos ellos, además de desvelar su interés por un sinfín de cuestiones técnicas y económicas3. En noviembre de 1776, José, que era el más interesado de los hermanos por las ciencias de la naturaleza, exploró, acompañado por Agustín, por José de Monteverde y otros, la cueva de Icod, levantando su plano y redactando su descripción. Participó activamente en la Sociedad de Amigos del País a la que presentó en 1778 informes de interés sobre varias cuestiones agrícolas. También en 1778 María presentó trabajos en seda y una máquina para entorchar realizada con la ayuda de Agustín. En una carta enviada en 1821 a María, desde San Petersburgo, Agustín evocaría estos trabajos juveniles diciendo: «Yo puedo asegurarte de que cuanto he aprendido en mi vida, nada me ha sido tan útil como el ejercicio que tuve del hilado, tejido, tintura y demás que hicimos por pasatiempo: estos conocimientos que adquirí jugando, han sido el origen de mi afición a las artes mecánicas y de toda mi felicidad»4. Este párrafo da las claves del carácter de la familia y de su influencia en la formación del inventor.

AGUSTÍN DE BETANCOURT, EN ESPAÑA, FRANCIA, INGLATERRA Y RUSIA

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En julio de 1777 ingresó en el regimiento de Infantería de La Orotava, en el que, en marzo de 1778, obtuvo el grado de subteniente. Un miembro de la Sociedad Económica lagunera y del entorno de amigos de los Betancourt en aquellos años fue Matías de Gálvez, que más tarde sería virrey de México. Conocedor de las habilidades de Agustín, lo recomendó a su hermano el marqués de la Sonora, ministro de Indias, para que fuera pensionado a estudiar en Madrid. En octubre de 1778 partió hacia Madrid. Previamente, había solicitado certificación de la información de Hidalguía y Nobleza, para que constara la calidad de sus mayores «en los parajes a los que pudiera llegar». De Tenerife viajó a Gran Canaria y desde allí, el 19 de octubre, salió para la Península, llegando a Cádiz el 21 de noviembre. Baste mencionar esta travesía de 33 días de duración, para valorar el esfuerzo y el riesgo que suponían los viajes del archipiélago a la Península. Viajó en compañía de Bartolomé Hernández Zumbado.

EN LA PENÍNSULA (1778-1784)

Hernández Zumbado haría, en los primeros momentos, funciones tutelares respecto al joven estudiante, adelantándole, incluso algún dinero cuando fue necesario. Sería apoderado en Madrid de la Sociedad Económica de Amigos del País de la Laguna, cargo en

FIG. 4 Reales Estudios de San Isidro, Madrid (MMM, 2632).

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«LIBROS, CAMINOS Y DÍAS». EL VIAJE DEL INGENIERO


FIG. 5

DIEGO DE VILLANUEVA.

Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, 1773 (CN, Inv. 2376).

el que en 1782 le sucedería el propio Betancourt. Este, en enero de 1779, empezó sus clases en los Reales Estudios de San Isidro, que por entonces estaban dirigidos por un familiar de los Betancourt, Estanislao de Lugo y Molina. A partir de septiembre de ese año, y hasta 1781, cursó estudios en la Real Academia de Bellas Artes.

FIG. 6

AGUSTÍN DE BETANCOURT.

Cabeza de hombre.

FIG. 7

AGUSTÍN DE BETANCOURT.

Cabeza

de mujer.

AGUSTÍN DE BETANCOURT, EN ESPAÑA, FRANCIA, INGLATERRA Y RUSIA

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FIG. 8

ANTONIO CARNICERO MANCIO,

Ascensión de un globo Montgolfier en Aranjuez, h. 1783. Museo del Prado (P00641).

Enseguida empezó a ser conocido en la Corte, hizo gestiones para la Sociedad Económica cerca del ministro Campomanes, se entrevistó con Ventura Rodríguez y, el 29 de noviembre de 1783, lanzó un globo aerostático, en presencia de la Corte, en la casa de campo del infante don Gabriel, en El Escorial. Se adelantaba con ello unos días a su paisano José Viera y Clavijo, que haría lo propio en Madrid el 15 de diciembre. Especial importancia tuvo el encargo de Floridablanca de informar sobre el estado de las minas de Almadén. El 24 de junio de 1783 salió de Aranjuez y tras pasar por Toledo, Malagón, Fernán Caballero y Ciudad Real, llegó a Almadén, donde permaneció hasta el mes de julio5. Presentó tres memorias; la primera de ellas, del mes de julio, sobre las aguas existentes en las minas y la forma en que

FRANCISCO FOLCH DE CARDONA, Retrato alegórico del Conde de Floridablanca, 1781. Palacio Almudí (Murcia), Ayuntamiento de Murcia.

FIG. 9

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«LIBROS, CAMINOS Y DÍAS». EL VIAJE DEL INGENIERO


FIG. 10

AGUSTÍN DE BETANCOURT, Segunda

de las Reales Minas de Almadén.

Memoria...

FIG. 11 AGUSTÍN DE BETANCOURT, Sistema para achicar el agua de las minas. Primera memoria..., 1783 (BN, Ms. 10427).

se extraían. La segunda se refería a las máquinas usadas, sus ventajas, y defectos, y algunos medios de remediarlos, y la tercera, de 15 de noviembre, sobre las operaciones que se hacían en los hornos de fundición6. A finales de marzo de 1784 se trasladó para continuar sus estudios a París. Viajó con su paisano Alonso de Nava y Grimón, marqués de Villanueva del Prado, y de camino se detuvieron a examinar el estado del Canal Imperial de Aragón, en cuya presa una avenida había producido una avería que causó honda preocupación en la Corte. Ya desde París enviaron al conde de Floridablanca un enjundioso informe que no dejaba dudas sobre la buena dirección de las obras. Este informe, que representó el primer contacto de Betancourt con la ingeniería hidráulica, fue fundamental para restablecer la confianza en el protector del Canal, Ramón de Pignatelli7.

FIG. 12

GREGORIO SEVILLA, LUIS CHIMIONI

y FERNANDO MARTÍNEZ, Obras del acueducto del Río Jalón en el Canal Impe-

rial de Aragón, 1779 (AMOPTMA, OH-40).

AGUSTÍN DE BETANCOURT, EN ESPAÑA, FRANCIA, INGLATERRA Y RUSIA

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EN FRANCIA (1784-1791)

En París estudió en la École des Ponts et Chausées y trabó amistad con las personalidades técnicas más relevantes de la época, como Perronet y el barón de Prony. Entre agosto y septiembre de 1785 regresó a España, ocasión en la que recomendó a Floridablanca la creación de una escuela y un cuerpo de Ingenieros civiles semejantes a los de Francia. Durante su segunda estancia en Francia, realizó misiones y redactó informes encargados por varios ministros o entidades. Entre ellos puede citarse la Memoria sobre la purificación del carbón de piedra, y modo de aprovechar las materias que contiene, redactada por encargo del embajador conde de Aranda, FIG. 13 Jean Rodolphe Perronet © École nationale des Ponts et Chaussées. quien, a su vez, lo había recibido de la Sociedad de Amigos del País de Asturias8. Otros encargos recibidos por entonces fueron el estudio del establecimiento en España de una fábrica de cajas de concha y, posiblemente, el de los medios para descrudar la seda, al que correspondería una memoria que se da por perdida. Su formación científica se centró en lo sucesivo en el estudio de la hidráulica. En torno suyo se formó un grupo de pensionados dedicados a esta disciplina en el que se integró su hermano José y al que se incorporaron después Tomás de Verí, Juan de la Fuente y el maquetista Antonio Álvarez. En marzo de 1786 se le encomendó el ensayo de una máquina de achique de su invención para el Canal de Aragón. Más tarde, se incorporarían al grupo Joaquín Abaitúa y Juan de Mata Molero y, en 1790, Juan López de Peñalver, llegado desde Hungría. FIG. 14 Gaspard Marie Riche de Prony. Empezó a coleccionar planos y fabricar modelos de diversos ingenios, algunos de su propia invención, para formar lo que después se convertiría en el Real Gabinete de Máquinas. Asimismo, consta que envió a Madrid remesas de libros sobre hidráulica y que organizó viajes para que los pensionados visitaran, en 1788, diversos establecimientos industriales en la Normandía y la Borgoña, al tiempo

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«LIBROS, CAMINOS Y DÍAS». EL VIAJE DEL INGENIERO


que él iba a Inglaterra. En abril de ese año viajó con José a Bretaña para reconocer los puertos de la región y el de Cherburgo, estudiando los sistemas empleados en la maniobra de las embarcaciones. Gozó de la protección del nuevo embajador conde de Fernán Núñez, llegado a París en octubre de 1787, y entabló amistad duradera con Leandro Fernández de Moratín, que viajó a la capital francesa en calidad de secretario del conde de Cabarrús9. Otra amistad, trabada ese año y que habría de tener importantes consecuencias, fue la del relojero suizo Abraham Louis Breguet. Betancourt asumiría después la representación de la casa Breguet para la venta de sus relojes en Francia, Inglaterra, España y Rusia. Juntos proyectarían el nuevo sistema de telegrafía óptica que Betancourt pondría en práctica en España. A partir de 1789 la revolución se enseñoreó de Francia y la situación de los pensionados españoles, con independencia de las relaciones que a título per-

Abraham Louis Breguet. Musee de l'horlogerie et de l'émaillerie (MHE), Ginebra.

FIG. 16

FIG. 15 AGUSTÍN DE BETANCOURT, Un nuevo sistema de navegación interior. Noticias biográficas, edición de la Fundación Canaria Orotava de Historia de la Ciencia, 2003. En la imagen de portada: esclusa de émbolo buzo.

FIG. 17 FRANCISCO DE GOYA, Bartolomé Sureda y Miserol, h. 1803-1804. National Gallery of Art, Washington.

AGUSTÍN DE BETANCOURT, EN ESPAÑA, FRANCIA, INGLATERRA Y RUSIA

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Memoria sobre los medios para facilitar el comercio interior rubricada por AGUSTÍN DE BETANCOURT y JUAN LÓPEZ

FIG. 19

DE PEÑALVER.

AGUSTÍN DE BETANCOURT, Descripción del establecimiento de Yndrid donde se funden y barrenan los cañones de hierro para la Marina Real de Francia. Madrid, CEDEX, Patrimonio Nacional, 2008.

FIG. 18

sonal pudiera tener cada uno de ellos con quienes ostentaban los nuevos poderes, se hizo cada vez más incómoda, hasta que, en 1791, Betancourt recibe orden de regresar. Durante los primeros meses del año fue recogiendo los planos y modelos del Gabinete y remitiéndolos a Madrid. Se procuró, asimismo, la salida de los pensionados hacia otros países. Peñalver y Chaix regresarían en agosto de 1792; Abaitúa salió en septiembre hacia Alemania, pero fue interceptado en el camino a Viena, perdiéndose su rastro durante los años siguientes. Juan de la Mata y Tomás de Verí no volverían hasta 1793. Antes de volver a España realizó, no obstante, dos trabajos de importancia, la Descripción del establecimiento de Yndrid donde se funden y barrenan los cañones de hierro para la Marina Real de Francia, y la Memoria sobre los medios para facilitar el comercio interior, firmada junto con López de Peñalver el 20 de julio. De entonces data también, aunque su fecha es imprecisa, el proyecto de una draga de rosario, a vapor, que luego construiría en Rusia. No sabemos nada de las circunstancias en que Betancourt realizó su informe sobre el establecimiento de Yndrid, cuando recibió el encargo, si es que hubo un encargo oficial de que lo realizase, ni cuando emprendió la visita, ni menos aún cómo realizó la Memoria y los espléndidos dibujos, que constituyen la parte más interesante10. Solo la fecha, 1791, indica que es uno de los últimos trabajos realizados en Francia ante de iniciar su regreso, el día 28 de julio. Este trabajo le obligaría a viajar hasta la fábrica de Yndrid, o Indreet, situada en una isla del Loira, dos leguas aguas abajo de Nantes. El 28 de julio salió de París haciendo escalas en Lyon, para estudiar sus manufacturas, en Barcelona, para ver la posibilidad de instalar la draga, y en Valencia, para estudiar la situación de su industria y el estado de sus caminos. No sabemos la fecha exacta de su llegada a Madrid, que debió de producirse en el mes de noviembre. Quedó instalado en el palacio del Buen Retiro.

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BETANCOURT EN ESPAÑA (1791-1801)

Los siguientes años de la vida de nuestro personaje han sido resumidos con la siguiente frase por Antonio Rumeu de Armas: «A partir de 1791 Agustín de Betancourt se convierte en servidor del Estado, adscribiéndose por entero a la administración española. En su seno ejerce destacados cargos y recibe singulares honores»11. Esta afirmación debe ser matizada señalando que, a partir de 1793, procuró, cuando le fue posible, escapar del estrecho ambiente de la Corte con viajes a Inglaterra, a Francia, o a la frustrada expedición de Cuba. En 1792 se dedicó fundamentalmente a la instalación, en el palacio del Buen Retiro, del Real Gabinete de Máquinas. El Gabinete se abrió al público el 1 de abril y ese mismo día firmó el Catálogo de la Colección de Modelos, Planos y Manuscritos que de orden del Primer Secretario de Estado ha recogido en Francia don Agustín de Betancourt y Molina. Ese mismo año ocurrió un hecho que habría de trastocar completamente sus planes. En el mes de abril fue exonerado, y desterrado, el conde de Floridablanca, siendo sustituido por el de Aranda. A su vez este, que conocía y apreciaba la labor de Betancourt y hubiera seguido desarrollando sus planes, cayó en el mes de noviembre, en beneficio de Godoy. La creación de una Escuela de Caminos y Canales, que debía dar sentido y utilidad a la colección de planos y modelos, quedó postergada, con lo que, perdida su utilidad docente, el Gabinete quedó reducido a un mero museo de maquetas.

JUAN LÓPEZ DE PEÑALVER, portada de la Descripción de las máquinas de más general utilidad que hay en el Real Gabinete de ellas establecido en el Buen-Retiro, Madrid, Imprenta Real, 1798.

FIG. 20

ANTONIO RUMEU DE ARMAS, El Real Gabinete de Máquinas del Buen Retiro. Una empresa técnica de Agustín de Betancourt, Madrid, Fundación Juanelo Turriano, 1990.

FIG. 21

FIG. 22 ÁNGEL DEL CAMPO, La Escuela de Caminos y Canales en el «Real Gabinete» en 1802.

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FIG. 23 AGUSTÍN DE BETANCOURT y ABRAHAM LOUIS BREGUET, telégrafo óptico. En Mémoire

sur un nouveau télégraphe et quelques idées sur la langue télégraphique, París, 1797. Lámina I. (BENPC, París. Ms. 826).

Mientras tanto, fracasaron los intentos de instalar la draga de Betancourt en los puertos de Cádiz o Cartagena, por considerarla el Comité de Marina demasiado potente. Siguió disfrutando, no obstante, de la consideración del nuevo hombre fuerte del Reino, que le concedió un aumento del sueldo, acudió a visitar el Gabinete y le comisionó para marchar a Inglaterra, para proseguir sus estudios y adquirir nuevos materiales para dicho Gabinete. Allí estaba Ana Jourdain y ese debió de ser el principal aliciente para el viaje. Betancourt, tras desistir de su viaje a Cuba, se posesionó de su cargo de director del Gabinete y se puso a trabajar activamente en una línea telegráfica que había de unir Madrid con Cádiz. Este quehacer le ocupó durante los años 1799 y 1800. Consta que en junio de 1800 llegaba el telégrafo a Aranjuez, pero ante las dificultades económicas de esos años, el ministro de Hacienda paralizó la extensión de la línea. Durante esa época acudió asiduamente a la Real Academia de San Fernando y emitió informes sobre asuntos diversos12.

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Se hizo cargo entonces de la contrata de la Real Fábrica de Algodón de Ávila, en la que colocó a su hermano Marcos. Este negocio que habría de darle un sin fin de quebraderos de cabeza y problemas económicos, le obligaría a pasar muchas temporadas en la capital castellana, especialmente en verano. En junio de 1799 se había creado la Inspección General de Caminos y Canales y el cargo de Inspector había recaído en José Naudín y Guzmán, conde de Guzmán. Posiblemente, el elegido para el cargo hubiera sido Betancourt de no haber estado absorbido por la instalación del telégrafo. Durante los primeros meses de 1801 hay constancia de que recibió dos encargos relacionados con el ramo de caminos y canales. El primero fue informar, junto con López de Peñalver, acerca de la situación de las obras del Canal de FIG. 24 Carta de AGUSTÍN DE BETANCOURT en Castilla, que llevaban un tiempo paralizadas. Con que alude al arreglo de caminos y señalamiento de puntos destinados a la aplicación del arancel de deese motivo marcaron la pauta del diseño de las rechos de Portazgo, 6 de diciembre de 1804. esclusas, que, en lo sucesivo, serían rectangulares y más pequeñas y económicas que las esclusas ovales que se habían venido construyendo. Quizás tenga relación con esta comisión una investigación de la que se ocupó en fecha no conocida, pero que hay que situar en torno a 1801; preocupado por el problema de la falta de agua para los canales de navegación, inventó una esclusa que denominaría «de émbolo buzo», en línea con las ideas de la «pequeña navegación» que pocos años antes había difundido el americano, asentado en Inglaterra, Fulton13. La segunda comisión, que se le encomendó por Real Orden de 7 de mayo de 1801, consistió en informar sobre los proyectos alternativos para el trazado de la carretera que, para la conducción de los vinos y otras mercancías, debía unir La Rioja con el puerto de Santander. Su informe fue decisivo para la elección del trazado que, ascendiendo por el valle del río Pas, atravesaba la divisoria por el puerto del Escudo, frente a la solución que pretendía seguir el curso del río Miera, para cruzar por el Portillo de la Lunada14. El Superintendente de Correos Pedro Cevallos debió de quedar satisfecho de la forma en que Betancourt cumplió los encargos recibidos, pues este pasó a ocupar el cargo de Inspector en diciembre de aquel mismo año.

LOS VIAJES DE BETANCOURT A INGLATERRA

Volviendo atrás en el tiempo, nos referiremos a los dos viajes de Betancourt a Inglaterra. El primero duró solo un mes, entre el 11 noviembre y el 10 de diciembre de 1788, mientras que el segundo consistió en una larga estancia de tres años, entre octubre de 1793

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FIG. 26

Matthew Boulton (1728-1809). Bicentenary Celebrations. Birmingham City Council, FIG. 25

James Watts.

y octubre de 1796. Esas estancias le permitieron variar algunas de sus concepciones de la ingeniería al contrastar la inglesa, basada en la economía privada y la libre competencia, frente a la francesa, apoyada en la organización estatal. Especial importancia para la historia de la técnica y para la historia personal del inventor tuvo el primer viaje a Inglaterra. Allí, a pesar de que no pudo ver en Birmingham la nueva máquina de vapor de Watts y Boulton, tras la visita a la instalada en la fábrica de harinas del puente de Blackfriars, en Londres, dedujo la composición y el funcionamiento del ingenio. Una vez en París asesoraría para la instalación de una de este tipo en la isla de los Cisnes y redactaría una Memoria sobre la máquina de vapor de doble efecto, que presentó, a finales de 1789, a la Academia de Ciencias francesa y que fue informada favorablemente por De Borda y Monge. Es también posible –aunque los autores que se han ocupado del asunto afirman que el encuentro se produjo en París– que fuera en el curso de su viaje a Inglaterra cuando Betancourt conociese a la que habría de ser su mujer, la inglesa Ana Jourdain. No está bien desentrañada la curiosa historia de su matrimonio pues se baraja la hipótesis de que se hubieran casado en Francia, en 1790, ante un cura juramentado, pero lo cierto es que contrajeron matrimonio canónico en Madrid, en abril de 1797, y que, en noviembre del mismo año, en París, hicieron nuevas capitulaciones matrimoniales conforme a las leyes francesas. Entre tanto, entre 1791 y 1794, fueron naciendo sus hijas Carolina y Adelina; más tarde nació Matilde en 1801 y, finalmente, Alfonso en 1805. FIG. 27 Ana Jourdain de Betancourt.

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AGUSTÍN DE BETANCOURT. «Al Exmo Sor Príncipe de la Paz, protector de las Artes. Dedica esta maquina para cortar la yerva en los ríos y canales navegables. Premiada por la sociedad de Artes manufactureras y comercio de Londres su inventor Agustín de Betancourt». (Archivo Betancourt-Castro).

FIG. 28

La segunda estancia, como queda dicho, se debió a un encargo de Godoy en 1793. Durante su ausencia, Juan López de Peñalver se hizo cargo de la dirección del Gabinete. En Londres se sintió feliz, cumpliendo distintas comisiones y trabajando en diversos inventos, en un ambiente propicio para el desarrollo de sus iniciativas. En 1795 obtuvo un premio de la Society for the Encouragement of Arts, Manufactures and Commerce por una máquina de cortar hierba en ríos y canales, que fue publicada por la propia Sociedad, y en 1796 presentó dos inventos al Royal Board of Agriculture, que le admitió como socio de mérito. Fue la época más tranquila de la vida de Betancourt; pero, también, de la que menos noticias nos han quedado. La ruptura de relaciones con Inglaterra y la subsiguiente declaración de guerra, provocó la rápida salida de aquel país en octubre de 1796.

LA FALLIDA EXPEDICIÓN A CUBA

En 1796 se creó la Real Comisión de Guantánamo, mediante la cual el conde de Mopox quedó encargado de una ambiciosa labor de colonización en la isla de Cuba. Precisaba

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FIG. 29

IGNACIO MONTALVO Y AMBU-

LODI,

I conde de Casa Montalvo, ante una reproducción de la máquina de vapor de Betancourt, en un cuadro conservado en La Habana.

para ello la aportación de técnicos maquinistas, agrimensores e ingenieros civiles y como cabeza de ese equipo se contó con Agustín de Betancourt, pues una pieza clave del proyecto era la puesta en marcha de máquinas de vapor que mejoraran las explotaciones azucareras. Se contó también con José María de Lanz, Bartolomé Sureda y, después del fracaso del Canal de Guadarrama, con alguno de los hijos de Carlos Lemaur. Betancourt pasó de Iglaterra a Francia, donde se demoró para estudiar con Breguet las posibilidades de implantar allí su sistema de telégrafo óptico. Tras obtener, junto a Perier, una patente para explotar industrialmente una prensa hidráulica y después de dar poderes a Breguet para que se encargara de sus intereses en Francia, en febrero de 1797 regresó a España, dispuesto a salir para Cuba. En el mes de abril viajó con su familia hacia La Coruña, adonde se habían enviado ya sus instrumentos científicos. Permaneció allí hasta junio, a la espera de que se abriera el bloqueo del puerto por la escuadra inglesa. Al fin, el 8 de junio, el bergantín recibió la orden de partir; pero al día siguiente fue interceptado por una fragata que se incautó de su biblioteca y sus aparatos y, el día 14, le desembarcó junto a los restantes pasajeros en Lisboa. El 21 de ese mes salió de Lisboa en dirección a Madrid. De vuelta en Madrid, Betancourt pidió permiso para pasar otra vez a Francia a reponer su instrumental. Llegó a París en el mes de septiembre de 1797 y, aparte de cumplir con encargos tales como la

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«LIBROS, CAMINOS Y DÍAS». EL VIAJE DEL INGENIERO


compra de pinturas para los frescos de la Casa del Labrador de Aranjuez, de los que estaba encargado Maella, se dedicó a activar infructuosamente el asunto del telégrafo óptico. La frustrada incorporación de Betancourt al proyecto marcó un cambio radical en el destino de quien, como canario, parecía más destinado para trabajar en la América española que en las estepas rusas. El criollo Lanz, en cambio, sí pasaría, muchos años más tarde, no a Cuba sino a la América meridional, antes de volver a una Francia que ejercía sobre él una atracción irresistible, igual que sobre tantos ilustrados, que no encontraron en su propia patria el ambiente propicio para sus inquietudes15.

INSPECTOR GENERAL DE CAMINOS Y CANALES (1801-1807)

Al hacerse cargo de la Inspección tenía Betancourt el propósito de dar cumplimiento al programa que, ya en 1785, había sugerido al conde de Floridablanca y que había luego explayado en la Memoria que, junto a Peñalver, redactó en París, en julio de 1791. Tres fueron los objetivos que persiguió durante los años en que estuvo al frente de la Inspección y que, no sin dificultades, consiguió sacar adelante: creación de un cuerpo de facultativos encargados del proyecto y la construcción de las obras estatales, creación de una escuela en que esos facultativos se formaran e independencia económica y funcional del ramo de caminos y canales respecto al de correos y postas, al cual estaba hasta entonces subordinado. El primer propósito lo consiguió mediante la apertura de los Estudios de la Inspección, que quedaron instalados en el palacio del Buen Retiro, junto al Gabinete de Máquinas, que previamente había quedado integrado en la Inspección. Su creación se autorizó en octubre de 1802 y las clases empezaron el 19 de noviembre de ese año. El cuerpo de Ingenieros de Caminos y Canales, que venía a consolidar la rudimentaria plantilla de los facultativos de la Inspección, se creó mediante Real Orden de 26 de julio de 1803. «Todos estos individuos, en sus respectivas clases, –puntualizaba el texto– se denominarán ingenieros de Caminos y Canales, iniciándose con este nombre una carrera de honor y de personas facultativas que dedican sus tareas al servicio del Rey y del público». La obtención de la independencia efectiva y la disponibilidad de fondos para el ambicioso programa de obras necesarias, no llegó a verificarse. Si en un primer momento obtuvo una asignación dineraria suficiente para afrontar las reparaciones de los caminos que debían servir para el viaje regio por las provincias mediterráneas, pronto los productos de las rentas del vino o de la sal adscritos a este fin fueron desviados para afrontar las necesidades bélicas. La Escuela tuvo a José María de Lanz como profesor, si bien las ausencias de este, que provocaron fuertes roces con el Inspector, dieron lugar, en un caso, al retraso en el comienzo del curso y, en otro, fueron suplidas por los alumnos más aventajados, como Joaquín Monasterio. La carrera no constaba más que de dos cursos y los cinco alumnos de la primera promoción, que se graduaron en 1804, fueron inmediatamente empleados, igual que José de Azas, que terminó los estudios en 1805. A los restantes los retuvo Betancourt uno o dos años más, haciendo ejercicios prácticos en el Buen Retiro hasta que,

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en abril de 1807, antes de abandonar España, consiguió que fueran igualmente empleados. En total, hasta el cierre de la Escuela, al sobrevenir la invasión napoleónica y la consiguiente ocupación del Buen Retiro por las tropas francesas, fueron once los alumnos que, tras terminar los estudios, fueron admitidos en el cuerpo de Ingenieros con el empleo de ayudantes 3os de Caminos y Canales. Durante esos años, además de continuar ocupándose de la Fábrica de Algodón, realizó algún viaje para visitar el itinerario del viaje regio y comisiones como la del reconocimiento de los efectos de la rotura de la presa de Puentes, en Lorca, o el estudio de las obras del Soto de Roma en Granada, finca del valido Godoy, en la que ocupó a su discípulo predilecto Rafael Bauzá. Precisamente, la rotura de la presa de Puentes, ocurrida en abril de 1802, constituyó un poderoso argumento para la apertura de los Estudios de la Inspección. Había sido proyectada y construida por un arquitecto sin especiales conocimientos de cimentaciones ni de hidráulica y estas serían las disciplinas en las que Betancourt habría de poner más énfasis. En 1807, una serie de concausas tales como las discrepancias con Godoy, los problemas económicos de la Fábrica de Ávila y la falta de expectativas para el desarrollo de la Inspección y el progreso de las obras públicas, le empujaron a abandonar España. Muchos años después escribiría desde Rusia que, al observar las discrepancias entre el valido Godoy y el heredero de la Corona, pensó que España estaba indefectiblemente condenada a una revolución, por lo que, queriendo preservar a su familia, decidió emigrar.

INTERMEDIO PARISIÉN Y PRIMER VIAJE A RUSIA (1807-1808)

En mayo de 1807 marchó a Francia con una licencia temporal que acabaría siendo definitiva. El día 29 de ese mes consta ya su presencia en París. En los meses siguientes redactó la Memoria explicativa de la esclusa de émbolo buzo, que en agosto presentó a la Académie des Sciences con el título de Mémoire sur un nouveau système de navigation intérieure. Se publicó en 1808 después de haber sido examinada por Monge, Bossut y Prony. En octubre del mismo 1807 efectuó un primer viaje a Rusia, en el que recibió la invitación del Zar para pasar a su servicio. Durante varios meses recorrió las industrias del Imperio, no regresando a París hasta mayo de 1808, cuando acababa de producirse la invasión de España por las tropas francesas y la subsiguiente revuelta del pueblo español. Permaneció en París hasta el mes de septiembre en que, habiendo aceptado la oferta rusa, marchó con su familia hacia la capital de aquel vasto Imperio. En el camino se reunió nuevamente con el Zar en Erfurt, donde este esperaba a Napoleón, y continuó hasta San Petersburgo, adonde llegó el 30 de octubre. Durante los meses anteriores se había ocupado de terminar con José María de Lanz el Essai sur la composition des machines, que presentó al Consejo de la École Polythecnique y que se editó estando ya él en Rusia. Según escribiría después a Floridablanca, en carta que no llegó a recibir el conde, Betancourt recibió ofertas de parte de Napoleón para integrarse en la administración josefina; pero, no queriendo servir al invasor, prefirió aceptar la oferta rusa, aunque con la esperanza de reintegrarse a España cuando esta recobrase su legítimo soberano.

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«LIBROS, CAMINOS Y DÍAS». EL VIAJE DEL INGENIERO


INSTALADO EN RUSIA (1808-1824)

Al llegar a Rusia contaba Betancourt 50 años, una edad relativamente avanzada para un cambio tan radical de ambiente, vida y costumbres y que aún lo era más en una época en que la vida media, para los hombres de clase social alta y elevado nivel cultural, rondaba en torno a los sesenta y pocos. Allí se asentó, allí transcurrieron sus últimos dieciséis años y allí realizó su más fecunda labor como ingeniero16. A finales de 1808 ingresó en el ejército ruso con el grado de Mayor General y fue destinado «para misiones especiales de su Majestad Imperial» en el Departamento de Vías de Comunicación. Durante el año siguiente tuvo lugar su integración y su rápido ascenso dentro del aparato burocrático. Sobre la base de las propuestas del conde Rumiántsev, para la construcción de comunicaciones cómodas, tanto terrestres como fluviales, el Departamento se transformó en Dirección General, se creó el cuerpo de Ingenieros de Vías de Comunicación, se aprobó su plantilla y se decidió la creación de un centro de estudios en que estos ingenieros habrían de formarse. Betancourt se integró, con otros tres miembros, en un consejo asesor presidido por el ministro del Interior; pero, según el testimonio de uno de ellos, De Wolant, en la práctica nuestro ingeniero se convirtió en el verdadero presidente. En septiembre de ese año fue ascendido al empleo de teniente general y el día 27 de ese mismo mes pasó a ser Inspector del Instituto del cuerpo de Vías de Comunicación. El 2 de diciembre se aprobó el reglamento en que se especifica el número de alumnos, las asignaturas, los exámenes y los talleres del nuevo centro. Es decir, en un solo año se reprodujo en Rusia el mismo proceso que había tenido lugar en España entre 1799 y 1803, con la creación de la Inspección General, la Escuela y el cuerpo de Ingenieros. También aquí, en un principio, aparece Betancourt como inspirador de las reformas; pero en un segundo plano, para enseguida cobrar pleno protagonismo. Y también aquí quedó instalado con su familia en el edificio del Instituto, igual que en Madrid había residido en el palacio del Buen Retiro. Una misión que se le encomendó en ese mismo año 1809 y que tiene relación directa con sus estudios sobre el establecimiento de Yndrid, es la visita a la fábrica de cañones de Tula. Era esta una factoría metalúrgica creada en tiempos de Pedro el Grande, cuyas instalaciones, con energía motriz hidráulica, habían quedado anticuadas. Betancourt en-

Universidad Estatal de Vías de Comunicación, San Petersburgo.

FIG. 31

AGUSTÍN DE BETANCOURT, EN ESPAÑA, FRANCIA, INGLATERRA Y RUSIA

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FIG. 32

AGUSTÍN DE BETANCOURT.

Draga para limpiar el puerto de Kronstadt. Universidad Estatal de Vías de Comunica-

ción, San Petersburgo.

cargó una potente máquina de vapor, así como tornos para la perforación del ánima de los cañones. La construcción de los edificios y el montaje de la maquinaria se llevó a cabo bajo la dirección de su subordinado Bodet. Durante los años siguientes, procedió a la organización del Cuerpo y del Instituto, con el nombramiento de ingenieros venidos de Francia. Unos se incorporaron como profesores al Instituto y otros pasaron a ocuparse de las principales obras portuarias. En septiembre de 1810 se convocaron los exámenes de ingreso, que tuvieron lugar durante el mes de octubre, y a principios de noviembre dieron comienzo las clases, con los 29 alumnos seleccionados. La comparación entre esta cifra y los cinco que formaron la primera promoción de la Escuela madrileña da idea de la diferencia de magnitudes entre un país y otro y, también, la diferencia entre los recursos puestos a disposición de Betancourt en uno y otro caso. Un trabajo de gran trascendencia realizado en el primer periodo de su estancia en Rusia fue el proyecto de la draga gigante para el puerto de Kronstadt, con la que retomaba una idea que no había llegado a fructificar en España. La propuso en 1809 y en la primavera de 1810 se aprobó una partida de 60.000 rublos para su fabricación, que fue encargada a los talleres del Almirantazgo en Izhora. Se terminó en agosto de 1811, se ensayó y tras rectificar algunos defectos encontrados por Betancourt entró en servicio en 1812, funcionando ininterrumpidamente hasta 1820. También en 1810 y hasta 1812 desarrolló una importante actividad como proyectista de los puentes sobre el Izhora y el Slavianka, así como otro de arco en el parque de Cata-

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«LIBROS, CAMINOS Y DÍAS». EL VIAJE DEL INGENIERO


lina y los de Ijor, Petergot y Tula. El más importante fue, sin duda, el gran puente de madera de Kamennostrosvkii, sobre el Pequeño Neva, que se inauguró en septiembre de 1813. Posterior en el tiempo es el puente de barcas de San Isaac, sobre el Gran Neva, cuyos planos son de 1820. Durante aquellos años continuó desarrollando el Instituto, tanto en lo material, mediante la construcción de nuevos pabellones, como en lo docente, nombrando y reemplazando profesores y preparando un plan de estudios que presentó a finales de 1811. La vida del Instituto, como la de toda Rusia, se vio alterada por la invasión napoleónica de 1812; tuvo como consecuencia la militarización de muchos de los FIG. 33 Alejando I de Rusia. alumnos y la deportación a Siberia de los profesores de origen francés. En 1816 empezó un periodo de gran actividad para nuestro ingeniero, que gozaba cada vez más de la confianza de Alejandro I. El Zar le encomendó la dirección del Comité de Construcciones y Obras Hidráulicas, para ocuparse del urbanismo de San Petersburgo. El canal Obvodny, los edificios de la plaza del Senado o la reconstrucción de la catedral de San Isaac son algunas de las obras que se emprendieron entonces. También tuvo gran relevancia la Sala de Ejercicios Ecuestres de Moscú, inaugurada en 1817, cuya cubierta

FIGS. 34 y 35

Perspectiva de la cercha diseñada por Betancourt para la cubierta de la Sala de Ejercicios Ecuestres de Moscú y vista exterior del edificio (BETSICCP, Madrid, sign. 40-6-20).

AGUSTÍN DE BETANCOURT, EN ESPAÑA, FRANCIA, INGLATERRA Y RUSIA

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FIG. 36

El Manezh (Sala de Ejercicios Ecuestres) de Moscú.

de madera, de 45 m de luz, no tenía rival en la Europa de su tiempo. En 1818, al fallecer el Director General de Vías y Comunicaciones, Betancourt fue nombrado para ocupar el puesto. Proyectó una nueva fábrica de papel moneda que se construyó a orillas del canal del Fontanka y asumió personalmente la dirección de las obras, llegando, incluso, a diseñar el dibujo de los billetes. Entre 1818 y 1820 se procedió al cambio total del papel moneda en circulación. Especial interés tiene otra fábrica de papel moneda, la de Varsovia, en la que intervino activamente su antiguo alumno de Madrid Rafael Bauzá, incorporado al Cuerpo en 1816 con el grado de teniente coronel. Ninguno de estos proyectos sobrepasó en importancia al de la Feria de Nizhni Nóvgorod, que emprendió a raíz de la destrucción por un incendio,

FIG. 37

Plano de la Feria de Nizhni Nóvgorod. (ACEHR).

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FIG. 38

Plano de Nizhni Nóvgorod, donde se aprecia la Feria frente a la ciudad. (ACEHR).

ocurrido en el verano de 1816, de la antigua feria de Makáriev, en las orillas del Volga. Betancourt presidió el comité encargado de su reconstrucción y tras diversos dictámenes y proyectos se decidió el cambio de su emplazamiento. Durante años, hasta la exoneración de su cargo, se ocupó personalmente de la gran obra, que, a decir de su colaborador Víguel, sería «su recreo preferido, su juguete»17. Betancourt hizo acudir a las obras de la feria un numeroso plantel de ingenieros rusos a los que se unieron, además de Bauzá, los también españoles Viado y Joaquín Espejo. Víguel, que alaba la preparación de Bauzá, califica a Viado y Espejo de buenos muchachos, tranquilos, sin pretensiones; pero pone en duda que supieran algo de la profesión. Esto, igual que la recomendación para que se admitiera en el ejército ruso al coronel Van Halen, es prueba de la generosidad con que Betancourt protegió a los españoles liberales que escapaban de la férula de Fernando VII. La conducta impulsiva de Van Halen no dejó de crear problemas. En 1821 se incorporaron al cuerpo de Ingenieros de Vías de Comunicación otros dos españoles, su sobrino Agustín de Monteverde y Miguel Espejo, hermano de Joaquín.

LA EXPEDICIÓN AL CÁUCASO Y AL MAR NEGRO

A finales de mayo de 1820 viajó con toda su familia a Nizhni Nóvgorod y el 15 de agosto, desde allí, emprendió una expedición para inspeccionar el estado de las vías de comuni-

AGUSTÍN DE BETANCOURT, EN ESPAÑA, FRANCIA, INGLATERRA Y RUSIA

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FIG. 39

La antigua ciudad de Nizhni Nóvgorod a orillas del río Volga. (BN, ER-2073).

cación del Imperio, en el que fue el más largo y ambicioso de todos sus viajes. Y también el más polémico, puesto que tuvo que criticar la forma poco eficiente con que algunas autoridades locales gestionaban las obras públicas18. Navegando por el Volga llegó a Kazán, donde estudió dos alternativas para la traída de aguas: por un acueducto desde el río Mesh o mediante una elevación desde el Volga. Trató asimismo de la construcción de un muelle y se preocupó de la mejora del medio ambiente, proponiendo la limpia de los lagos Kabany y Bulak. Por el Volga llegó al Kama y remontó su corriente hasta Laíshevo, donde propuso instalar una máquina para colocar los mástiles en los barcos, iniciativa que fue emprendida por varios particulares. Estudió el puerto fluvial de Saratov y propuso un canal de unión de los ríos Volga y Don. Pasó luego a Astrajan donde, frente a los veleros, que tardaban quince o más días en hacer el trayecto hasta el mar Caspio, ponderó las ventajas de los barcos a vapor que podrían hacerlo en doce horas. Siguió su viaje hacia el Cáucaso hasta Kizliar, donde tomó la carretera militar de Georgia cuyo estado le causó una pésima impresión. En cambio, le encantó el paisaje georgiano. ¡Qué bella Andalucía –exclamó– es como nuestra patria, así de hermosa y de fértil! Se entretuvo en Tiflis, donde alabó la calidad de los talleres de tejidos y de aceros y tam-

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«LIBROS, CAMINOS Y DÍAS». EL VIAJE DEL INGENIERO


bién la belleza de sus mujeres. Trazó un plan para que los ingenieros de su Instituto se encargasen de la reparación de la carretera y del cambio del trazado en algunos tramos. Desde Georgia se dirigió hacia el norte, para recorrer los puertos del Mar Negro y explorar los ríos Dnieper y Seim y después de pasar por el río Oka, regresó a San Petersburgo en noviembre de 1820. Allí presentó un largo informe sobre el lamentable estado de las vías de comunicación.

ÚLTIMOS AÑOS

Mientras tanto, los hijos de Agustín de Betancourt fueron creciendo. En 1820 la mayor, Carolina, se casó con Joaquín Espejo, y Alfonso, en 1823, entró como alumno en el Primer Regimiento de Caballería de la Guardia Imperial. Después de la muerte del padre, en 1826 fue nombrado corneta y ascendió a teniente en 1828. Llegaría a ser general del ejército ruso. Los biógrafos de Betancourt señalan que a principios de 1822 cayó en desgracia del Zar, quien como respuesta al informe sobre las comunicaciones, mandó restringir los fondos para el Departamento. Pese a ello, el ingeniero continuó trabajando en el Instituto, el Comité y la catedral. Mientras tanto, en Nizhni Nóvgorod se ultimaban los trabajos y se inauguraba con éxito la Feria el día 27 de julio. El 14 de agosto de ese año el duque de Wurtenberg fue nombrado administrador general de Vías y Comunicaciones, quedando como superior de Betancourt, que fue postergado. Este, cansado ya de tanto esfuerzo y cada vez más interesado por el arte, consideró su marginación como un gran favor. Aun así, todavía realizó un último viaje a Nizhni Nóvgorod en el verano de 1823. Estando él allí, murió Carolina de sobreparto y Espejo fue autorizado a regresar a España. Don Agustín, al poco de cumplir los 66 años, el 16 de febrero de 1824, pidió la jubilación que le fue concedida, con una pensión de 6.000 rublos anuales. Falleció el 26 de julio de ese mismo año. Fue enterrado en una tumba cercana a la de Euler en el cementerio luterano de Lazarevski y allí se colocó en su recuerdo una gran columna metálica, con la inscripción latina: «Viator FIG. 40 Miguel de Otamendi junto a la tumba de Betancourt.

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Retrato de Agustín de Betancourt y Molina. Galería de personajes ilustres de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos.

FIG. 41

ora pro salute sua». Dos años más tarde, empezó a publicarse la Revista de Vías de Comunicación, que él había planeado y, en el primer número, su discípulo Resimont publicó un artículo necrológico, con su retrato. En 1828, ignorando su fallecimiento, Gabriel Ciscar, desde su exilio en Gibraltar, le dedicaría un poema que incluía la siguiente estrofa: «De do susurra humilde el Manzanares, / al caudaloso Neva trasladado, / disfruta los honores singulares / debidos a tu mérito acendrado. / Gózate, en paz, y en medio de tu gloria, / nuestra amistad conserva en tu memoria» (Texto facilitado por Carlos Domínguez). Se ha motejado poco menos que de denigrante el trato recibido por Betancourt en sus dos últimos años. De hecho, con independencia de los modos prepotentes de Wurtenberg, nada tiene de extraño que, por decirlo en términos actuales, se prejubilase a un funcionario de 64 años y se le jubilase a los 66, cuando esas edades eran realmente avanzadas para la época. Pocos días antes de morir, viéndose ya muy enfermo, escribió Betancourt al zar Alejandro en solicitud de protección para su familia y este le contestó manifestándole su aprecio por los eminentes servicios que había prestado y tranquilizándole sobre la suerte de su familia. En efecto, a Ana Jourdain se le concedió como pensión el mismo sueldo que Betancourt venía disfrutando en vida.

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«LIBROS, CAMINOS Y DÍAS». EL VIAJE DEL INGENIERO


Este punto de vista fue puesto de relieve por Dmitri Nicolskiy, profesor del Instituto de Vías de Comunicación, en la conferencia que impartió en Madrid el 15 de febrero de 2008, durante la jornada conmemorativa del 250 aniversario del nacimiento de Betancourt. Tras atribuir a los autores soviéticos, incapaces de encontrar nada positivo en ninguna actuación de la época zarista, la especie del mal trato recibido por el ingeniero español, afirmó con sorna: «Quienes así opinan no saben lo que es caer en desgracia en Rusia». Cuando vemos el trato recibido en España, a finales del siglo XVIII, por eminentes servidores del Estado, como Floridablanca o Jovellanos, y cómo a lo largo del XIX, no pocos de los políticos y los funcionarios más notables pasaron, sin solución de continuidad, desde el ministerio al exilio o a la cárcel, hemos de convenir que Agustín de Betancourt fue tratado honrosamente en sus últimos años y recibió el merecido homenaje tras su muerte.

ADDENDA

Queremos, como remate de este escrito, dar noticia de un hecho, nimio pero inédito, pues no fue recogido por García-Ormaechea en su casi exhaustivo examen de las actas de la Real Academia de San Fernando. El 18 de febrero de 1801 asistió Betancourt a una Junta Extraordinaria para el arreglo de la Sala de Geometría. Fue convocada por el Consiliario marqués de Espeja y asistieron también Ortiz, M. de la Diezma, Arnal, Casanova, Varas y el secretario Bosarte. Tras la exposición del marqués, «se conferenció maduramente entre otros señores sobre la necesidad de instaurar el estudio de la Aritmética y Geometría en aquella Sala del modo más conforme a las intenciones antiguas de la Academia continuadas en diferentes tiempos siempre con el loable fin del mayor aprovechamiento de los jóvenes», y se tomó, entre otros, el acuerdo de reimprimir el tomo 1º de la obra grande de D. Benito Bails19. La opinión de los asistentes a la Junta queda enmascarada en ese párrafo tan ambiguo de Bosarte; pero conociendo la opinión de Agustín de Betancourt acerca de las enseñanzas de la Academia, parece evidente que no pudo agradarle este acuerdo de volver a las «antiguas intenciones». De hecho, a partir de este momento se detecta un cierto desapego respecto a las actividades académicas. Ni asistió a las Juntas durante más de un año, ni cumplimentó el encargo de informar sobre el tratado de don Santos de Ochandategui. Al cabo de dos años, ignorando los libros de Bails, mandaría traducir para la Escuela de Caminos la Geometría de Monge.

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NOTAS

1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. 9. 10. 11. 12. 13. 14. 15. 16. 17. 18. 19.

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6 Ingenieros e ingenios en la Real Fábrica de Cristales EDUARDO JUÁREZ VALERO Universidad Nacional de Educación a Distancia, UNED

LA REAL FÁBRICA DE CRISTALES: OBJETIVO DE LA INGENIERÍA

No cabe duda de que la instalación en el Real Sitio de San Ildefonso de diversos centros fabriles desde principios del siglo XVIII provocó un efecto de atracción para diversas comunidades científicas no solo patrias, sino también europeas. La producción de vidrio, amparada por el patronazgo real y con el objetivo de monopolizar un mercado tan lucrativo como era el vidrio suntuario, dio la oportunidad a no pocos científicos, técnicos y, en resumidas cuentas, ingenieros, de aplicar las tendencias mecanicistas sustentadas por el humanismo del pensamiento ilustrado. En ese sentido ha de comprenderse la presencia constante de ingenieros en el Real Sitio desde el momento en que se constituyó el primer centro fabril en la antigua calle del Horno, actual calle del Padre Claret, allá por los años veinte del siglo XVIII. Desde el diseño y fabricación de los hornos a la adaptación de los edificios a tan peligrosa fabricación y la adecuación de los mismos al proceso fabril, o el diseño de maquinaria específica o de herramientas, la ingeniería ha permanecido asociada al centro productivo de San Ildefonso de forma indisoluble. Historiográficamente, sin embargo, el interés acerca del núcleo productor del vidrio de San Ildefonso se ha centrado tradicionalmente en cuestiones arquitectónicas y productivas, quedando, aunque parezca increíble, el aspecto ingenieril en un segundo plano. La mayoría de las publicaciones existentes han focalizado su interés, por un lado, en la producción final de vidrio, tratando de establecer un modelo o tendencia artística que definiese la producción de la Real Fábrica de Cristales1 y, por el otro, en la arquitectura inherente al proceso fabril, de indudable interés por su singularidad2.

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Dos ámbitos han quedado, en consecuencia, poco asistidos por la investigación científica en análisis comparativo. Primeramente, todo el proceso compositivo, origen de los conflictos entre centros productivos desde mediados del siglo XIII y origen de las estructuras de espionaje e inteligencia económica en Europa3. En el mismo sentido, la creación de maquinaria asociada a la producción de vidrio y mejora del proceso productivo, siempre supeditado su estudio al producto final, su calidad e implantación en el mercado. Dado que el primer objetivo citado ya ha sido tratado en profundidad por el que suscribe, las presentes páginas tratarán de hacer hincapié en el segundo, mostrando los principales ingenios creados ex profeso o adaptados para la Real Fábrica, como origen de la excelencia productiva allí desarrollada mientras aquella maquinaria fue operativa.

LAS MÁQUINAS DEL SIGLO XVIII

Si bien es conocido que el maquinismo asociado a la producción fabril no fue una novedad propia del siglo XVIII4, fue con la propagación de los conceptos filosóficos básicos de la Ilustración y con la popularización de la Enciclopedia como la ingeniería civil logró despegarse de la militar, fomentando cierta tendencia al maquinismo que eclosionaría claramente a finales del siglo con los diseños de Watt y la llegada de la era industrial. En lo que se refiere a la Real Fábrica de Cristales de La Granja, más allá de diseños de hornos, muflas, arcas de destemple y adaptación de los espacios construidos al mejor y más seguro desarrollo de la producción de vidrio, cabe señalar tres hitos en el diseño de artilugios y máquinas que permitieron a este centro productivo alcanzar una cota de calidad en la producción de singularidad máxima, hasta el punto de copar el mercado de producción de vidrios planos y formar parte de los anexos de la Enciclopedia de Diderot: el proceso de vidrio colado de Ventura Sit y Carlos Sac y las máquinas de John Dowling y Demetrio Crow. Estos tres ingenios provocaron que la Real Fábrica de Cristales produjera piezas de vidrio plano de tal tamaño que permitían producir espejos únicos y codiciados a lo largo y ancho del mercado suntuario europeo.

Sit, Sac y el artilugio del vidrio colado de Domenico Perrotto La presencia de Ventura Sit en el incipiente Real Sitio de San Ildefonso está documentada en el año 1728, según Antonio Ponz5. Habiendo fracasado el emplazamiento preindustrial de Nuevo Baztán, dirigido por Goyeneche, el vidriero catalán acabó por asentarse en el barrio bajo del Real Sitio. En un pequeño centro artesanal, ubicado en lo que más tarde sería casa de los duques de Ahumada y condes de Álbiz, Sit se dedicó durante más de un lustro a la fabricación de vidrios planos y entrefinos. A partir de 1736, ya fabricando bajo patrocinio real, con el apoyo directo de Procaccini hasta su fallecimiento, Ventura Sit y su primer maestro, Carlos Sac, pudieron ampliar y perfeccionar su producción de vidrios planos, los más demandados, con nuevas instalaciones y técnicas superiores. La pequeña fábrica de la actual calle del Padre Claret, obsoleta ante la demanda de producción, quedó relegada, aunque en funcionamiento. A cambio, se construyó una factoría de mucho mayor rango al noreste del barrio bajo, justo en la divisoria

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con el muro del jardín, hacia la puerta del acceso conocido actualmente como paseo de Alfonso XII. Resulta evidente asumir que el crecimiento de la productividad del vidrio del Real Sitio estaba directamente enlazado con el patrocinio real y la demanda subsidiaria. Sin embargo, también resulta peregrino pensar que tal crecimiento económico se hubiera logrado mediante las técnicas productivas llevadas a cabo en aquel pequeño taller de vidrio costeado por Ventura Sit. Tradicionalmente, el vidrio plano se solía trabajar mediante técnicas de soplado que empleaban grandes ojivas de vidrio hueco llamadas manchones. Con postas de vidrio de gran tamaño y amplias arcas de destemple, los vidrieros deshacían el cilindro soplado para obtener, de ese modo tan sencillo, piezas de vidrio plano de no muy buena calidad, destinadas casi siempre a planchas de no más de treinta y cuatro pulgadas de largo por unas veinticuatro de ancho. Con el fin de facilitar esa técnica de soplado, se creaban en la fábrica unas plataformas elevadas donde los sopladores podían engancharse para, una vez descolgados, soplar los enormes moldes. Ahora bien, producir grandes superficies para crear espejos resultaba ciertamente difícil, cuando no imposible, con esas técnicas ancestrales. FIGS. 1 y 2 Reproducción de la mesa de vidrio plano de VENTURA SIT y CARLOS SAC. Real Fábrica de Cristales de La Granja. Como también recordaba Antonio Ponz, Ventura Sit y Carlos Sac habían desarrollado una técnica de fabricación de grandes piezas planas de vidrio destinadas a la producción de espejos que llamaba la atención de todos los viajeros. El ingenio allí empleado constaba de varios elementos de peregrino maridaje. En primer lugar, Ventura Sit se había fabricado una gran mesa de bronce de ciento diez pulgadas de largo y cuarenta y ocho de ancho. Junto a ella se disponía de una grúa capaz de soportar el peso de un crisol y bascular sobre la mesa, donde

INGENIEROS E INGENIOS EN LA REAL FÁBRICA DE CRISTALES

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vertía su contenido en colada, esto es, de forma continua. Según iba cayendo el vidrio fundido, los operarios utilizaban grandes rodillos para estirar la masa de vidrio hasta lograr la superficie y el grosor deseado. Una vez se lograba el objetivo, se introducía, bien la mesa bien la pieza de vidrio, en un arca de destemple, esto es, un horno subsidiario de temperatura media donde la pieza de vidrio plano pudiera enfriarse sin que sus moléculas llegaran a cristalizar, quebrando su superficie. Para que tal técnica pudiera llevarse a cabo, la mesa de bronce debía estar situada en la proximidad de dos hornos: el horno de fundición del vidrio y el arca de destemple. Además, la proximidad de los hornos permitía simplificar el diseño de la grúa y mover con relativa seguridad la pieza una vez terminada. Los rodillos metálicos empleados por los operarios del ingenio debían ser finamente pulimentados pues, cuanto menos grano presentaran, más sencillo sería el proceso de pulimentado del vidrio plano producido. Este ingenio, completado con pantallas de protección térmica para el trasiego del crisol y la colada de vidrio, estuvo largo tiempo funcionando en la Real Fábrica de Cristales de La Granja. Mas, por mucho que se investigue al respecto, no se logrará encontrar el diseño original en archivos españoles asociados al núcleo de La Granja o al de Nuevo Baztán, siendo desconocido el nombre del ingeniero que desarrolló tan fructífera idea. Y no es de extrañar, puesto que se trataba de una idea tomada de otro centro productivo. Si bien algunos historiadores atribuyeron erróneamente la creación de este ingenio de la Real Fábrica de Cristales de La Granja a Ventura Sit, este capturó ese conocimiento, difícil es saber si directa o indirectamente, del núcleo productivo francés. Creado por el ministro plenipotenciario de Luis XIV, Jean-Baptiste Colbert a finales del siglo XVII, este centro productor de vidrio logró afirmarse tras dura pugna con la República de Venecia6, dominadora del monopolio del vidrio suntuario hasta esos momentos. Tras la muerte del ministro, en 1683, se consiguió consolidar una fábrica de vidrios planos en las afueras de París al fusionarse la Compagnie Thévart con la Manufacture Royal des Glaces, dando lugar a la fábrica de vidrio de Saint-Gobain. Y, como en tantas ocasiones en lo referente al negocio del vidrio, la consolidación del núcleo productivo se logró gracias a la implementación de una técnica productiva exclusiva: así había ocurrido en Venecia, a principios del XIV, con la invención por parte de Angelo Barovier del cristallo; en Bohemia, con el desarrollo de la fórmula de crystal, y como ocurriría a finales del XVII en Inglaterra con el Flint-glass de George Ravenscroft. El secreto del éxito francés en Saint-Gobain se debió a la producción de vidrio en colada para producir grandes espejos y vidrios planos. El artífice de la citada técnica había sido un vidriero italiano llamado Domenico Perrotto. Provenía su familia del centro productivo de Altare, gran competidor del núcleo veneciano, y dominador de la difusión del vidrio italiano por Europa, tradición conocida como façon de Venise. Se habían asentado los Perrotto en Orleans hacia 1662, consiguiendo un privilegio de producción que más tarde extenderían a París con la participación del francés Jean Le Marechal7. En esas instalaciones de las afueras de París diseñó Domenico Perrotto el ingenio de producción de colada de vidrio que daría preeminencia internacional al vidrio plano francés, haciéndoles dominar el mercado de los grandes espejos. Tanta repercusión tuvo el ingenio de Perrotto que rápidamente se extendió por Europa la idea, experimentándose adaptaciones de la misma en los principales centros produc-

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«LIBROS, CAMINOS Y DÍAS». EL VIAJE DEL INGENIERO


FIGS. 3 y 4

Ingenio de DOMENICO PERROTTO.

tores de vidrio. El propio Ventura Sit experimentó con una plancha metálica seguramente en la fábrica de Nuevo Baztán y mientras hubo de financiar la infraestructura en el Real Sitio de San Ildefonso de propio peculio. La ingeniosa innovación mereció aparecer reflejada en los anexos de la Enciclopedia, a cargo de Denis Diderot y del Barón D’Holbach, mucho después, eso sí, de haberse extendido por todo el continente8. La aplicación de este ingenio, como ya se ha dicho, supuso una implementación capital en la calidad y presencia en el mercado internacional de la Real Fábrica de Cristales de La Granja, una vez fue constituida como tal durante los reinados de Fernando VI y Carlos III. Especialmente la producción de espejos de gran tamaño y calidad se convirtió en producto estrella de esta fábrica, estando presentes ejemplares de los mismos en la mayoría de los palacios europeos del XVIII. Uno de ellos, de más de cuatro metros de altura, descansó en la Real Fábrica, acostumbrando Alfonso XIII a visitarlo para poder verse reflejado montado a caballo. Desgraciadamente, la citada pieza acabó destruida en un acto vandálico una vez fue cerrada la fábrica en la transición a la ubicación actual durante los años sesenta del siglo pasado9.

La máquina de John Dowling Una de las primeras consecuencias de la implementación en la creación de grandes superficies planas de vidrio empleando la colada fue la evolución de las técnicas de pulimentado. La producción de pequeñas piezas de vidrio plano asociado a una demanda moderada permitió que el pulimentado manual fuese, durante años, la solución más eficiente desde un punto de vista técnico-económico. Ahora bien, a partir de 1736, con el patrocinio real de la producción de vidrio y el empleo sistemático de la técnica del colado de vidrio al modo de Domenico Perrotto, Ventura Sit se vio en la necesidad de desarrollar técnicas de pulimentado acordes con la nueva realidad productiva. En ese sentido ha de comprenderse el primer diseño de máquina hidráulica de pulimentado ideada por Ventura Sit.

INGENIEROS E INGENIOS EN LA REAL FÁBRICA DE CRISTALES

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FIG. 5

Máquina de agua de VENTURA SIT. Real Fábrica de Cristales de La Granja.

Ubicado con total seguridad en la fábrica de la actual calle de La Calandria, el ingenio de Ventura Sit y Pedro Frontvilla, desarrollado en 1743, estaba compuesto por una rueda hidráulica que transformaba aquel movimiento circular y vertical en circular y horizontal, con el objetivo de que los ejes pulidores automatizaran el trabajo, alcanzando hasta dieciséis planchas de vidrio a la vez. Sin embargo, esta máquina presentaba varios problemas básicos que repercutían en su rendimiento. En primer lugar, la corriente motriz era la ría que años atrás había encauzado René Carlier utilizando los cauces de los arroyos Morete y Carneros. Debido a su carácter estacional –se trata de dos arroyos de montaña utilizados para todo el sistema hidráulico de los Reales Jardines–, la fuerza motriz que podía imprimir la ría al ingenio era muy variable, de escasa entidad durante el periodo veraniego sometido a sequías profundas. Por otra parte, el espacio destinado al propio ingenio resultaba escaso por la imposibilidad de dedicar más superficie al pulimentado, dadas las necesidades de almacenamiento de combustible y las edificaciones construidas por el vecindario en derredor. En 1754, Alonso Garzón trató de superar la eficacia de la máquina hidráulica de Ventura Sit sustituyendo le fuerza motriz del agua por caballerías, siendo su ingenio insuficiente y, principalmente, más costoso de mantener. Por todo ello, la necesidad de establecer una nueva sección de pulimentado planeó sobre la fábrica de cristales planos durante años. Probablemente por fallecimiento de Ventura Sit, la responsabilidad de crear un nuevo ingenio que automatizara de forma mucho más eficiente el proceso de pulimentado de los grandes vidrios planos recayó en el ingeniero irlandés John Dowling. Traído a España por Juan Francisco Gaona y Portocarrero, segundo conde de Valparaíso, en 1755, para realizar mejoras en la Real Fábrica de paños de Brihuega, su buen hacer le hizo asentarse en la tarea de renovación y creación de ingenios fabriles. Así ha de entenderse la construcción de un batán en Guadalajara, cuyo éxito, unido a las reparaciones de Brihuega, llamó la atención de Leopoldo de Gregorio, marqués de Esquilache. Fue este, sin duda, quien le requirió para que diseñase y llevase a la práctica un nuevo ingenio hidráulico para pulimentar los espejos producidos en el Real Sitio de San Ildefonso10.

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«LIBROS, CAMINOS Y DÍAS». EL VIAJE DEL INGENIERO


Ubicación de la máquina de JOHN DOWLING. Real Fábrica de Cristales de La Granja. FIG. 6

La propuesta de Dowling para el ingenio pulimentador trató de superar todas las dificultades que había planteado la primera máquina hidráulica creada por Ventura Sit. El problema de la escasa motricidad provocada por la falta de caudal de la ría fue solucionado emplazando el ingenio en las afueras del Real Sitio, en la carretera de Francia, sobre el cauce del río Cambrones. Esta corriente, aun siendo igualmente un río sometido a la estacionalidad de cauce de montaña, superaba con creces el caudal de la conjunción de los arroyos Morete y Carneros, sencillamente porque no sufría explotación previa alguna a la toma de corriente por parte del ingenio de Dowling. Además, la nueva ubicación permitía a Dowling el uso de la superficie que fuera precisa para edificar el ingenio, no entrando en conflicto con el proceso de fabricación ni con el vecindario. La construcción del nuevo ingenio ocupaba un espacio tradicionalmente inculto del Real Sitio, hasta el punto de que, aún hoy día, los restos de lo que aquella máquina fue siguen estando totalmente aislados del casco histórico a pesar de la evolución urbanística de La Granja de San Ildefonso durante los últimos doscientos cincuenta años. El nuevo ingenio, conocido incluso hoy día como «máquina» de Dowling, se disponía en varias plantas, conformando un edificio de dos plantas con cubierta a dos aguas. En la planta baja se disponía la rueda motriz hidráulica con canguilones, que tomaba el impulso de un caz de agua tomada del río Cambrones. Ocupando una superficie básica de once por doce metros, el ingenio generaba movimiento que transmitía por ruedas dentadas a pequeñas manivelas que ponían en funcionamiento la primera sección de ejes pulidores en la planta baja. Un eje vertical transmitía el movimiento a la planta superior, multiplicando la capacidad de los ingenios anteriormente desarrollados. En total, la máquina de John Dowling hacía funcionar hasta cien pulidores al mismo tiempo, lo que venía a suplir el trabajo de hasta doscientos hombres11. El éxito productivo de la máquina tuvo alcance internacional, siendo seleccionado su diseño por Diderot y D’Alambert para formar parte su descripción pormenorizada del volumen décimo de la Enciclopedia como uno de los grandes avances técnicos del momento. La eficacia y difusión del ingenio del Real Sitio de San Ildefonso reportó no pocos beneficios a John Dowling. Al poco tiempo de terminar su trabajo en la máquina de pulimentar vidrios planos, le fue encargado el diseño y construcción de la fábrica de limas

INGENIEROS E INGENIOS EN LA REAL FÁBRICA DE CRISTALES

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FIGS. 7 y 8

Imágenes de la máquina de JOHN DOWLING. Real Fábrica de Cristales de La Granja.

y acero, también en el Real Sitio de San Ildefonso, encargo que finalizó en 1767. Su capacidad e ingenio a la hora de diseñar máquinas eficientes para los diferentes procesos fabriles le llevaron a participar en el canal del río Manzanares y en las Reales Fábricas de Guadalajara y Toledo, trabajando codo con codo con el Arquitecto Real, Francesco Sabatini. Todo este trabajo le valió ser nombrado Ingeniero Hidráulico de su Majestad12.

La supermáquina de Demetrio Crow A pesar de la gran efectividad y repercusión que la máquina de John Dowling tuvo, no sería el suyo el último gran ingenio proyectado y llevado a cabo en la Real Fábrica de Cristales de La Granja. En efecto, en 1786 fue puesta en funcionamiento una nueva máquina que superaba en efectividad y aplicaciones a la construida en las cercanías del cementerio. El 1 de octubre de 1770, un devastador incendio había terminado con la fábrica de cristales planos de La Granja. Debido al interés económico de la Corona en dicha producción, el rey Carlos III puso en marcha el proyecto de construir una nueva fábrica extramuros que implementase aún más la producción de vidrio en el Real Sitio y ampliase su presencia en los mercados internacionales. Como la nueva fábrica planteaba el incremento y diversificación en la producción general, parece evidente que el ingenio creado por John Dowling quedó obsoleto, precisándose de una nueva máquina que hiciera frente a los desafíos productivos propuestos por el proyecto de Carlos III. Así, en el nuevo diseño arquitectónico se reservó una de las grandes naves, perpendicular a la nave principal de hornos, para la instalación de una gran sección de pulimento. En esta ocasión, el encargado de diseñar el nuevo ingenio fue el sobrino de John Dowling, Demetrio Crow, maquinista de la Real Fábrica de Cristales de La Granja. Con la ayuda del maquinista de la Real Fábrica de Paños de Segovia, Tomás Pérez, proyectó un nuevo ingenio que superaría la efectividad de la máquina de Dowling. Mucho más compleja en su funcionamiento que las predecesoras, la máquina de Demetrio Crow movía doce bancos de pulimento, además de cuatro molinos que pulverizaban materias primas para la producción de vidrio, como la barrilla y la arena, en la primera planta. En la segunda planta, el ingenio ponía en marcha puestos de talla de vidrio asociada a la fabricación de arañas y vasos13.

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FIGS. 9 y 10

La mรกquina de DEMETRIO CROW. Real Fรกbrica de Cristales de La Granja.

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FIGS. 11 y 12

Tahonas de la máquina de DEMETRIO CROW. Real Fábrica de Cristales de La Granja.

El proceso constructivo del ingenio se llevó a cabo entre 1786 y 1791, haciéndose las últimas reparaciones en 1802. Entre los problemas que había solventado el nuevo diseño, además de la diversificación de actividad de la máquina y la simplificación y ahorro económico inherente al proceso productivo, cabe señalar, sin duda, la racionalización en el uso del agua dentro del Real Sitio. La ubicación del nuevo emplazamiento fabril obligó a la creación de un canal que tomase agua con una finalidad motriz. Dado que el caudal de la ría del jardín se había mostrado insuficiente en el pasado, hubo de tomarse agua de otras corrientes para que, sumada al citado, generasen corriente suficiente que pudiera mover, de forma continua y eficaz, la enorme rueda de canguilones, corazón de la súpermáquina de Demetrio Crow. La captación se hizo del llamado río de Las Flores, corriente que, a su vez, recogía el agua del murallón montañoso del pico del Reventón. La fuerza de esta corriente alimentaba, previamente a su llegada a la Real Fábrica de Carlos III, el viejo molino harinero del Real Sitio, por lo que era precisa, en consecuencia, la conjunción de esta corriente con la tradicional del Jardín Real. Por otra parte, la diversificación del esfuerzo del ingenio obligó a introducir otros elementos funcionales que no formaban parte de la máquina de Dowling como eran las muelas o tahonas. Ubicadas en la planta básica de la nave, recibían directamente el esfuerzo motriz del ingenio dada su necesidad primaria de empuje para pulverizar materias primas resistentes como la greda o arena de sílice básicas para la composición del vidrio. En cualquier caso, el diseño de Crow y López superó con creces la apuesta exitosa de Dowling, aportando a la Real Fábrica de Cristales de La Granja una tecnología vanguardista inexistente en otros núcleos productivos europeos. De ahí, evidentemente su presencia en los mercados hasta el estallido de la Guerra de la Independencia.

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CONCLUSIONES

Una vez fue puesto en funcionamiento el ingenio de Crow y López, la máquina de Dowling dejó de trabajar como pulimentadora de vidrios planos y, al igual que pasó con la primigenia máquina hidráulica de Ventura Sit y Pedro Frontvilla, tras ciertas adaptaciones, pasó a desempeñar otras actividades fabriles, en este caso como máquina de hebillas, perdiendo todo su interés a finales del XIX, cuando pasó a ser un establo, situación que mantuvo hasta finales del siglo XX, cuando la ruina, consecuencia de la falta de uso, se adueñó de las antaño impactantes instalaciones. Similar destino sufrió la súper-máquina de Demetrio Crow y Tomás López. Tras el parón que sufrió por la guerra la producción durante los primeros años del siglo XIX, el gobierno de Isabel II, en la década de los cincuenta, reactivó la producción. Sin embargo, el momento ya había pasado. La guerra y el desgobierno, y la consecuente falta de inversión, hicieron que el antaño vanguardismo en diseño industrial perdiera el tren, nunca mejor dicho, de los avances en diseño y producción ingenieril: cuando la fábrica de cristales de La Granja quiso arrancar, el maquinismo y la industrialización europea llevaban treinta años de ventaja a un núcleo productivo que se había quedado anclado en el pasado. La generalización en el uso de combustibles derivados de los hidrocarburos y la aparición de motores así propulsados, desterró el amor por la hidráulica, tan asociado al Real Sitio, enterrando, literalmente, los ingenios del pasado, desterrándolos de la memoria. No es de extrañar que la súper-máquina de Demetrio Crow y Tomás López cayera en el olvido hasta el punto de convertirse en hallazgo arqueológico durante los procesos de restauración asociados a la reconstrucción de la Real Fábrica de Cristales de La Granja a finales del siglo XX. Quizás por ello y porque la investigación histórica en el mundo del vidrio ha tenido una enorme profundidad en las líneas asociadas a la estética, el diseño artístico y compositivo y a la evolución arquitectónica de la construcción fabril del XVIII, se debería profundizar mucho más en líneas y proyectos de investigación relacionados con el diseño de ingeniería. No hay que olvidar que la prestancia en los mercados internacionales del vidrio de La Granja durante el siglo XVIII se debió, por un lado, a la composición química de vidrios de altísima calidad y, por otro, a la pulcritud y perfección de sus acabados, fruto, sin ninguna duda, de la maquinaria desarrollada por los ingenieros y maquinistas del vidrio.

INGENIEROS E INGENIOS EN LA REAL FÁBRICA DE CRISTALES

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NOTAS

1. 2.

3. 4. 5. 6. 7. 8. 9. 10. 11. 12. 13.

MINISTERIO,

1988; FUNDACIÓN, 1991; PASTOR, 1994. Citar todas las publicaciones relativas directa o indirectamente a la edificación de la Real Fábrica de Cristales de San Ildefonso sería impensable. Sin embargo sí se pueden referir algunas fuentes secundarias básicas para el conocimiento de estas afamada infraestructura que han servido de marco para innumerables trabajos: MARTÍN, 1825; Descripción, 1849; BREÑOSA y CASTELLARNAU, 1884; RAVANAL, 1986; CALLEJO, 1988; APARICIO y MÁRQUEZ, 2004. GASPARETO, 1958; JUÁREZ, 2010, 2012a, b, c y d, 2013a y b; PRETO, 1994; NAVAGERO, 1951. WISLICKI, 1992; GARCÍA, 1987; SÁNCHEZ, 1987; NAVARRO, 2005; CRESPO y REVUELTA, 2014; VALVERDE, 2001. PONZ, 1787, p. 179. JUÁREZ , 2013c. JUÁREZ, 2013a, p. 117. DIDEROT y D’ALAMBERT, 1977. RUIZ, 1988, p. 23. Archivo General de Palacio, Documentos de la fábrica de acero, leg. 38. Fondo de San Ildefonso. PASTOR, 2004, p. 70. RUIZ y CALLEJO, 1988, p. 54. PASTOR, 1997.

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Juan Miguel, Jorge Próspero Verboom: ingeniero militar flamenco de la monarquía hispánica.

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La colección Lecciones Juanelo Turriano de Historia de la Ingeniería recoge principal, aunque no exclusivamente, las conferencias impartidas en los cursos que la Fundación organiza anualmente en colaboración con diversas universidades. «Libros, caminos y días». El viaje del ingeniero es el resultado del curso celebrado en 2015 en el Centro Asociado de la UNED de Segovia, fruto de la cooperación entre esta Universidad y la Fundación Juanelo Turriano y es la sexta entrega de la colección iniciada en 2012. La movilidad, el viaje, ha sido siempre una característica esencial de la profesión de ingeniero. Centrándose entre los siglos XVI y XVIII, el curso describe esta faceta viajera a través del ejemplo de varias figuras excepcionales, desde Tiburcio Spannocchi hasta Agustín de Betancourt, con quien se cierra una época abierta por los ingenieros del Emperador.


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