Giovanni Francesco Sitoni

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CÓDICE DE SITONI

En la Italia septentrional, la primera tarea importante había sido la de impedir que el Po y sus tributarios se desbordasen y, con no menos primacía, que se obstruyera con sedimentos obstaculizando así la navegación. En realidad, en varias ocasiones, inundaciones desastrosas arruinaron buenas tierras y obstruyeron las canalizaciones. Algunas veces, los intentos de domeñar la indocilidad del río se frustraron y condujeron a perjuicios peores. Durante los últimos años del siglo dieciséis apareció una serie de folletos con planes para prevenir esto. En torno a los límites de la cuenca del Po, en terrenos frecuentemente anegados, los comienzos del cultivo del arroz mostraron cómo incluso tales tierras se podían volver fructíferas si se drenaban. Sin embargo en la llanura central de la Lombardia, el agua tenía que ser llevada a comarcas que recibían pocas lluvias durante la larga sequía del estío. Aunque aquí algunas técnicas eran similares, los objetivos eran diferentes. En el este había que deshacerse de un exceso de agua, mientras que aquí había escasez. Pero el agua no estaba lejos, en su bajada de los Apeninos y de las estribaciones meridionales de los Alpes. Si se pudiera traer desde las fuentes o desde las corrientes tributarias, crecerían praderas exuberantes donde antes sólo había habido campos difícilmente arables. La suave vertiente hacia el este de la cuenca y los afluentes más o menos paralelos (que también tienden a desviarse hacia oriente al aproximarse al Po), alimentados por la fusión de las nieves, hacían a esta región muy adecuada para el riego por canales. Como observa Sitoni, «En Lombardia se captan entre occidente y norte y se conducen hacia levante o hacia el sur con gran facilidad y muy naturalmente», mientras que en otras partes, el ingeniero necesita hacer un estudio más cuidadoso. En toda Europa, los campesinos y los terratenientes de la Alta Edad Media empezaron a pasarse a la ganadería, más provechosa que la producción de cereales. La producción para el mercado, más que para la propia subsistencia de la localidad, significa cultivar para obtener los rendimientos más altos y los productos animales casi siempre han dado más dinero que el grano. Así es como Sitoni nos cuenta el motivo de toda su ingeniería hidráuHca más adelante en su libro, cuando dice: «De cuanta utilidad sean los prados para la humanidad y para su alimentación, lo muestra la variedad de las carnes, mantequilla, quesos y grasas que se derivan de sus hierbas y henos» (cap. 43). De todas lás clases de productos lácteos, sólo el queso se podía conservar el tiempo suficiente para viajar o para almacenarlo durante semanas o meses, en aquellos días anteriores a la refrigeración. Por ello, los beneficios del queso establecieron los cimientos de una gran riqueza agrícola en la Europa moderna primitiva, en Holanda, en Suiza y, no menos, en la Italia septentrional. Comarcas favorecidas de la campiña adquirieron una economía casi urbana y, cosa interesante, estuvieron entre las primeras en establecer instituciones democráticas. En la región central del Po, como en los paralelos transalpinos, los quesos clásicos han conservado su puesto en la despensa. Pero, mientras tanto, era necesario regar el sur para mantener las praderías húmedas y verdes durante el verano. Se pusieron grandes espe-

FUNDACION JUANELO TURRIANO


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