3 minute read

La realidad temible, por María del Cielo Calderón Marcatoma

La realidad temible de Adam, por María del Cielo Calderón Marcatoma

1.º Bachillerato

Advertisement

Todo comenzó una tarde, el día antes de Halloween. Todavía no era de noche, pero estaba muy frío y oscuro. Adam iba recorriendo su vecindario con su patinete, pero de repente se acordó de que no tenía disfraz para salir con sus amigos de fiesta en la noche de Halloween. Rápidamente volvió a casa, y desesperado le pidió a su madre que fuera al centro comercial a comprar, pero su madre dijo que no, estaba muy ocupada y no tenía tiempo para llevarle. Adam se enfadó, y su madre aún más. Así que el chico pensó rápido y decidió gastarse el poco dinero que tenía en el disfraz, ya que, si iba sin disfraz a la fiesta, sus amigos se burlarían de él por no traer disfraz.

Pero todavía había un problema: Adam no tenía ni carné ni coche para ir al centro comercial. Sin embargo, decidió arriesgarse y hacer autostop en la calle principal más cercana a su casa. Pocos minutos después, consiguió parar un coche, aunque el conductor era algo extraño Adam no le hizo mucho caso. De camino al centro comercial el conductor se presentó, dijo llamarse Jeffrey y le contó un poco de su vida: era un hombre divorciado, sin hijos, y acababa de salir de la cárcel hacía pocos meses. Durante toda esta conversación, Adam se dio cuenta de que se había desviado de la carretera original del principio, y empezó a asustarse, ya que al conductor no lo conocía de nada. Así que Adam le pidió que parara lo más pronto posible, no quería estar más en ese coche, pero Jeffrey no le hizo caso y continuó hacia lo que parecía ser una fábrica abandonada. Adam, por más que intentaba salir del coche, no podía, estaban bloqueadas las ventanas y

195

las puertas, intentó gritar ayuda, pero era inútil, la zona estaba prácticamente abandonada por completo.

Cuando llegaron a una fábrica, Jeffrey salió del coche y se dirigió a un hombre con gafas y traje, Adam no entendía lo que estaba pasando, todavía seguía sin poder salir del coche. Al cabo de unos minutos Jeffrey volvió a subirse al coche, y le pidió a Adam que se comiera un caramelo que él le ofrecía. Adam se negaba completamente, pero Jeffrey le abrió la boca y le obligó a que se lo comiera. De repente Adam empezó a sentirse mal, se quedó dormido por un momento, pero cuando despertó nada era igual.

Lo primero que vio al abrir los ojos era al conductor muerto ensangrentado al lado de él. Empezó a gritar, a pedir ayuda, pero no servía de nada. Seguía sin poder salir del coche. Pero logró romper la ventana de atrás con un bate de béisbol, y pudo salir. Rápidamente se dio cuenta de que no estaba en la fábrica, sino en un bosque abandonado, y perdido. No sabía hacia donde correr o pedir ayuda a alguien. Pero escuchó motosierras y sonidos de taladros, así que decidió averiguar de dónde provenía el ruido para pedir ayuda a esas personas que lo provocaban.

Llegó hasta una cueva extraña y escalofriante, pero no quiso entrar, le daba miedo, se dio media vuelta, pero un hombre con máscara morada le gritó, y le preguntó qué hacía allí. Adam no le quiso contestar, empezó a correr, pero el hombre con máscara le persiguió, hasta alcanzarlo y tirarlo al suelo. Intentó ahorcarlo, arañarlo, hasta que logró quitarle la máscara, se dio cuenta de que no tenía cara, todo el rostro del hombre estaba lleno de clavos clavados profundamente en su cara, no se podía distinguir nada de ese rostro. El hombre se empezó a reír. Le dijo que no debería haberse comido ese caramelo, ahora ya estaba atrapado en un espacio―tiempo desconocido, en donde solo existían asesinos, criminales, psicópatas…

196

Adam no se lo podía ni creer, pero el hombre enmascarado rápidamente empezó a ahorcarlo hasta dejarlo inconsciente. Al cabo de varios días Adam se despertó en una cabaña abandonada, rodeado de personas con máscaras moradas. Todos le apuntaban a Adam con un arma diferente cada uno. Decían que habían esperado mucho para ese momento, tenían hambre, y querían carne fresca y joven. Adam lloraba y lloraba asustado, pero no sirvió de nada. Al cabo de unos instantes cada psicópata cortaba partes de su cuerpo poco a poco, separándolas, partiéndolas, hasta que Adam murió. Finalmente, todos se comieron una parte de su cuerpo, algunos la asaban, otros se lo comían crudo, pero todos se lo comían.

197

This article is from: