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El sueño encantado por Rocío Peñalver
1.º Bachillerato
Todo comienza un martes trece del año 1984, una familia, como otra cualquiera, ponía rumbo a Dublín, una ciudad situada al oeste de Europa, por encima de España. Al montarse en el avión tuvieron un pequeño percance: el café que llevaba Celia, la madre, fue derramado por todo el asiento. Desde ese mismo instante, Celia presintió que aquel viaje no iba a acabar muy bien.
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Pasaron las dos horas y cincuenta minutos de vuelo y ya estaban aterrizando, la familia muy feliz miraba por la ventana las bonitas vistas que se podían apreciar desde aquel avión.
A la salida de la terminal les esperaba un coche contratado para llevarlos al hotel donde se iban a hospedar. El señor que conducía el coche no tenía muy buen aspecto; la cara la tenía pálida, con unas grandes ojeras y, debajo del traje negro que vestía, se podía apreciar lo delgado que estaba. Los niños Juan y Sara, muy asustados del señor, se agarraban a papá y a mamá.
Al llegar al hotel la madre se sorprendió, pues este no se parecía en nada al que había visto en las fotos de Internet. Al entrar, las luces eran muy tenues y parpadeaban, la madera del suelo rechinaba y no tenía muy buen olor aquel recibidor. Aun así, Fernando, el padre, se dirigió a la mesa de la recepción para comunicar su llegada y recoger las llaves de la habitación. En esta, le atendió una señora con un mal carácter y, muy tajante, les dio las llaves.
La habitación era la número seis, en la planta seis. Mientras subían en el ascensor mugriento, los adultos conversaron de lo
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estafados que se sentían con aquel hotel y con el mal servicio que había. Al abrirse el ascensor, de frente se encontraron a una mujer con túnica blanca y el cabello hacia abajo. El susto que se llevaron fue angustioso, aunque la mujer, muy educada, les dijo que quería ir hacia abajo, estos salieron del ascensor y se dirigieron a la habitación.
Llegaron a esta, se asearon y decidieron descansar, ya que estaban muy cansados del viaje. A las tres de la mañana, escucharon unos gritos y golpes en el pasillo. Fernando abrió la puerta, se asomó, pero no vio nada y volvió a la cama. Se volvieron a escuchar ruidos, esos golpes y gritos de nuevo, y esta vez se levantó Celia, abrió la puerta y se encontró a la mujer que vio en el ascensor llena de sangre y sin media pierna. Celia empezó a chillar muy asustada, cogió a los niños junto a su marido y salieron de la habitación, intentando huir de aquel hotel terrorífico, mientras la mujer los perseguía. Cuando terminaron de recorrer todo el hotel consiguieron salir.
Comienza a hablar la señora azafata, que da las gracias por volar con la aerolínea y desea unas buenas vacaciones, y en ese preciso instante se despierta Celia, muy sofocada por aquel terrorífico sueño.
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