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Los secretos del psiquiátrico, por Ana María Ramos Dumitrascu
1.º Bachillerato
¿Qué daño puede hacer echar una ojeada? ―Firma aquí. Aquí ―pasa varias hojas señalándome los lugares y repitiendo―. Aquí. Y, finalmente, aquí.
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Termino de realizar todas las firmas y el jefe y yo nos damos la mano sentenciando el contrato con una sonrisa fingida en la cara, inquieta por el lugar, solo a mí se me ocurriría ir a trabajar al psiquiátrico de Chicago, es un lugar más, pero a mí solo me trae recuerdos realmente horripilantes, pero paraalgo estoy aquí, para luchar contra mis miedos. ―Enhorabuena, Maxwell Moore, mañana es su primer día, será guiada por uno de sus compañeros, esté tranquila.
Y así, conseguí mi primer puesto de trabajo en donde por tiempo limitado me encargaría de la zona juvenil para acostumbrarme. Con los nervios a flor de piel, asistí a mi primer día, mi compañero, Byron, me guio y ayudó en diversas partes a lo largo del día.
Me dirigí a la última habitación y quedé petrificada en la puerta cuando leí el diagnóstico, se trataba de un niño de unos doce años con trastorno del ritmo circadiano, un trastorno del sueño lo suficientemente grave como para requerir atención clínica, como el insomnio, la apnea del sueño y el síndrome de las piernas inquietas; tenía todas las características, y no solo eso, la situación le había provocado trastorno de estrés agudo. Puede que no fuera el peor caso que tuve en el día, pero para mí lo era,
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detrás de esa puerta se encontraba un niño con mi mismo diagnóstico de niña, quería intentar hacer lo posible por ayudarla e intentar que no obtuviera el mismo miedo que llegué a tener.
Abrí la habitación y allí estaba, mi reflejo, un muchacho de pelo rizado corto castaño, ojos grisáceos con la tez un poco morena. Se le veía sereno mirándome sentado sobre su cama como si hubiera estado esperándome. Cerré la puerta y me senté en una silla de al lado para guardar distancia por si le incomodaba mi presencia. ―Hola, te llamas Lynn, ¿cierto? ―se limitó a solo asentir mostrando los primeros indicios del temor que me tenía―. Bien, yo me llamo Maxwell, me encargaré de ti, me gustaría saber qué es lo que te gusta, colores, juguetes, dulces, aficiones ―al oírme pareció sorprendido, pero rápidamente sonrió levantándose de la cama para mostrar dibujos y algún juguete que tenía.
Tras una jornada después de dos semanas desde que inicié el trabajo, me quedé hablando con Byron. ―¿Mañana podrás tú sola? ―Claro, creo que sé manejarme, si necesito algo te preguntare ―le dediqué una sonrisa, había sido especialmente amable conmigo, no quería ser una molestia. ―Bien ―me sonríe de vuelta―. Nos vemos mañana, si quieres podemos salir a comer juntos. ―Es buena idea, nos vemos entonces ―nos despedimos y cada uno se fue respectivamente a su hogar.
Lynn estaba dibujando tranquilamente, esa noche pudo dormir un poco, me estuvo dando dibujos desde que estaba con él. Cogí el que dejó a mi lado para volver a seguir haciendo más y me espanté de tan solo verlo. Era un dibujo de su habitación de noche en donde me tenía a mí abrazándolo, como si fuera un
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ángel, su ángel protector, pero hacia el otro lado del folio había un ser asqueroso en la puerta, era todo negro, como si la oscuridad no lo dejara mostrarse. Miré a Lynn algo preocupada, quizá solo era un simple dibujo… Me levanté para dejarlo sobre la mesa hasta que vi más: otros pacientes junto a él en donde estaban horrorizados, el psiquiátrico siendo incendiado, un hombre ahorcado, y el ser oscuro con una sonrisa, otro en donde había una niña llorando… Había varios dibujos del mismo estilo, los dejé todos, ¿cómo se le ocurre dibujar eso a un niño?
Tras el trabajo fui a comer con Byron como acordamos. Pasamos un buen rato charlando de nuestras cosas y comentando nuestro día. ―Oye, Lynn, el niño del insomnio. ―Si, lo recuerdo, he oído que pudo dormir un poco de forma tranquila ―me sonríe. ―Así es, le gusta mucho dibujar, me ha regalado alguno, pero hoy… Ha dibujado cosas muy raras y horribles. ―Quizá era de alguna pesadilla. No le prestes mucha importancia, a muchos les pasan y los representan así. ―Puede que tengas razón…
El tiempo pasó y seguía habiendo algún que otro dibujo, pero meses después me llamaron de oficina, cambiaran mi turno y la planta en la que trabajo, estaría en las tardes y si era necesario en las noches, en el sótano, me pareció un poco extraño, pero no rechisté, tampoco debía ser para tanto, al contrario que despedirme de mis pacientes y de Lynn. ―¿¡Cómo qué te vas!?
Asiento. ―Lo siento, me cambiaron de planta, pero tranquilo, Byron me dijo que se encargaría de ti, no tienes que preocuparte ―le
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comenté mientras sonreía. Nos dimos un cálido abrazo en donde él se aferraba y yo protegía con mis brazos, es entonces cuando noté una presencia y al girarme no encontré más que la nada.
Terminé de despedirme y salí, encontrándome a Dosel, un hombre algo más mayor que Byron y que yo, había sido mi compañero de planta, era peculiarmente amable conmigo, y a Lynn le provoca intranquilidad el oír incluso su nombre. ―Oí que te cambian de planta ―comentó caminando a la par que yo. ―Así es, y de turno, por lo que tristemente no nos veremos mucho. ―Vaya, bueno, ya coincidiremos algún día libre, por cierto, ¿a qué planta vas? ―Al sótano. ―¿Cómo? ―su semblante serio repentino me alarmó. ―Sí, me comunicaron que es allí mi nue… ―Nuevo turno de tarde e incluso noche, probablemente llegues a estar solas en algunas ocasiones o zonas, ¿me equivoco? ―No… ―su certeza me inquieta bastante.
Y llevo varias semanas con mis nuevos pacientes y mi nueva planta, hasta el momento no ha habido ningún problema, todo va bien, no sé por qué me preocupaba tanto.
Me encuentro en la habitación de una mujer algo más joven que yo llamada Elisa, desde que me encuentro en esta zona del edificio la oigo todas las noches rezar, es alguien bastante creyente que busca esperanza, y juraría que su diagnóstico es bastante poco certero.
―Bien, estás avanzando mucho ―le dedico mi sonrisa al hablar―. ¿Quieres contarme algo más?
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―Llevo bastante contigo y… no eres como el resto… ¿Puedo confiar en ti? ―Claro, cuéntame. ―Me dejaron en el psiquiátrico como una persona bipolar pero la verdad es que mi madrastra quería quedarse con la herencia y me mandó aquí ―queda un momento en silencio para seguir hablando―. Ella es parte de una red de trata de blancas y sometió a mi hermana, la violaron y torturaron, hasta que ella quedó embarazada y dio a luz, pero le dijeron que su bebé amaneció muerta; ella, por instinto maternal, dijo que escuchó su llanto al parir, temo que esté con nuestra madrastra siendo violada como le hicieron a ella…
Trago saliva ante la agria historia que estoy asimilando ―¿Y tu hermana? ―Mi hermana murió en una de las tantas violaciones… ―Yo… Lo… Lo siento…
Niega ―No tienes culpa de nada, agradezco de corazón que me escuches, eso ya es un regalo para mí.
Me despedí de ella y salí, tan pronto como lo hice la oí sollozar, le dolió recordar, es alguien muy fuerte y que espero que pueda salir pronto de toda esta situación.
Nada más salir vi a Byron, fui rápidamente a hablar con él para explicarle la situación antes de salir de turno, pero él me trataba como loca, así que solo me quedaba llevarlo hasta ella, pero al llegar me encontré con la sorpresa de que no había nada, no estaba ella, sus sabanas, sus cosas de costura, que tanto le gustaba, se habían esfumado, como si nunca hubiera existido. ―Deberías tomarte un descanso, Max ―me acaricia la cabeza para retirarse.
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No, me negaba a creerme esto, ¡ella estaba ahí hace nada! Corrí lo más rápido posible hasta llegar donde dejé mis papeles y expediente y me puse a buscar. Nada. Ni un solo rastro de Elisa Hayson. Volví a dejar todo en su sitio, y me fui de la zona.
Pensé en ir a visitar a Lynn antes de irme, así que fui a su habitación, pero no estaba, así que volví a buscar a Byron, quien esperaba que no pensase que era una pesada, pero él siempre me trataba con amabilidad, por más irritable que pudiera ser. ―Byron, ¿dónde está Lynn? ―Lo han hospitalizado, está bastante grave, no creemos que vaya a sobrevivir por mucho tiempo. ―¿Puedo visitarlo? ¿Me enseñarías donde se encuentra? Siento pedirte esto. ―Tranquila, te enseño dónde está.
Nos dirigimos a la habitación y Byron me abrió la puerta para cerrar tras entrar. Me senté en una silla cercana a la camilla en la que se encontraba tumbado con varias vías. ―Moore… ―me miró abriendo los ojos. ―Sabes que puedes decirme por mi nombre, peque ―tomé su mano con delicadeza intentando sonreírle para animarlo y endulzar la situación. ―Tienes que llevar cuidado… ―¿A qué te refieres? ―El ser oscuro viene por ti. ―Espera, ¿el de tus dibujos? ¿Ese ser oscuro? ―Sí… Es malo, y viene por ti, ten cuidado, Moore. ―Lo tendré, descansa, Lynn.
Pasé semanas tras el fallecimiento tan temprano de Lynn analizando los dibujos, los niños asustados era el día a día, la niña
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que lloraba era Jocelyn, no estaba loca, aún quedaban tres: el incendio, un hombre ahogado y el ser oscuro sonriendo.
El tiempo pasaba y un día en la cocina empezaron a sonar las alarmas, algo se quemaba, asistí junto a Dosel que estaba justo conmigo al oírlo y rápidamente pudimos detener los fogones. Tiempo después un paciente se ahogaba mientras comía, pero nos percatamos de forma veloz y pudimos ayudarle. Pude detener ambos casos sin problemas, ya no había problemas.
Felipe, apodado Philip, uno de mis pacientes más mayores, de unos 52 años, es un agradable señor con el que puedes tener un tema del que hablar fácilmente. ―Disculpa,Philip, hay algo que quiero preguntar si no te molesta. ―Claro, mujer, pregunta, no te cortes. ―Tú tienes familia según las anécdotas que me cuentas, ¿por qué no te visita? Además, en tu expediente figura que no tienes parientes. ―Bueno… verás… Hace unos años, antes de ser ingresado, vi cómo unas personas se comían los restos de mi familia en un hotel abandonado. Los policías a los que les reporté esto dijeron que todo estaba en mi cabeza, pero, sin embargo, nunca me olvidaré de que mi hija tiene una cicatriz en el tronco debido a que fue operada de corazón ―me comentaba mientras me enseñaba una foto enmarcada donde se veía asomar la cicatriz de su hija en la ropa que llevaba―. Fui parte de la CIA y no puedo decir nada más porque entonces me matarían a mí también, pero, bueno, creo que puedes entender por qué me mudé.
Asentí, atónita, ante lo que acababa de oír mientras colocaba la foto en su lugar.
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―Una cosa, Max, ¿puedes ir aquí si llega a pasar? ―me comenta mientras me extiende un papelito con una dirección―. Quisiera que los cuadros que pintó mi hija los conserve alguien. ―¡Dios santo, no puedo aceptar eso!
Tras varias insistencias acabé aceptando y el día finalizó. Al día siguiente Dolcer me comunicó que Felipe se había colgado con las sábanas de su cama, ninguno podíamos creer esto, hablé con él para que me hiciera el turno y poder ir a la dirección que me había dado. ¿Qué daño podía hacer echar una ojeada? Después de todo me lo pidió.
Había muchos cuadros, eran hermosos, de paisajes en su mayoría, los observé y recogí los que pude, pero, de repente, se me nubló la vista.
Mis párpados pesan. Intento acostumbrarme a la oscuridad de la habitación y empiezo a sentir todo, estoy atada y amordazada en una silla en el cuarto de limpieza del psiquiátrico, intento gritar y soltarme y de repente se abre la puerta, y ahí está, el ser oscuro. Cierra la puerta tras de sí y cuando se acerca y mi vista vuelve a acostumbrarse, me doy cuenta de todo: Byron… Por eso estaba loca, primero Elisa, Lynn, Felipe… ¿Por qué hacía todo esto? ―Vaya, vaya, vaya… Maxwell, Maxwell, Maxwell... ¿Acaso no te enseñaron a no meter las narices donde no te llaman? Supongo que te percataste de que este psiquiátrico es bastante peculiar, y en vez de ser buena chica y estarte quietecita tenías que meter la pata... ―cada vez se acerca más y mi pulso coge una velocidad sobrenatural, sus pasos retumban en el pequeño cuarto mientras se escuchan mis sollozos―. En fin, supongo que este es el fin ―quiero gritar, y no puedo, no quiero acabar así, ¿qué pasará con mis padres? ¡No puedo acabar así!―. Salúdame al crío.
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―No, no, no, basta, escucho voces, sí, ellos me salvarán, Dorcel me salvará, él lo hará…
De pronto veo cómo levanta una sierra mecánica encendida con una sonrisa en su blanco rostro y solo puedo limitarme a negar rápidamente con la cabeza, ahogando mis gritos, esperando mi maldito fin inalcanzable sin ninguna escapatoria… ―Últimas noticias, el psiquiátrico ha sido incendiado hace menos de una hora y el fuego solo se propaga afectando a otras zonas de Chicago, los bomberos intentan hacer todo lo posible por dispersar el fuego, hasta ahora hay 43 fallecidos, todos del psiquiátrico y dos ciudadanos más exteriores…
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