La cuesta de enero Por Jorge Sagastume
No conozco cuesta más grande que la de enero Veo desde mi casa escarpada colina las láminas acidas del viento perforan el vientre del horizonte todo se vuelve inalcanzable hasta el mismo sueño los precios se vuelven pájaros que el viento se los lleva como almas de papel y la comida no deja de ser una utopía que muerde el bolsillo de los más pobres todo sube como la levadura mientras el hombre se devalúa en este carnaval de precios los políticos que armaron este festín celebran con botellas de champagne los domingos concurren a la iglesia y elevan sus plegarias a sus santos privados mientras los más fatalistas los de siempre, los mismos fundados por la religión siguen abrazando ese dogma que no los deja ver más allá de su espíritu mientras en los amplios salones de la avaricia y en esas catedrales de la hipocresía se sigue conspirando contra el pueblo todo se vuelve dúctil y desde el climaterio de la iglesia
los cardenales siguen ungiendo las negras manos del estatus quo campanadas tras campanas dosifican el cadáver del aire y lo vuelve comestible gracias al poder del espíritu santo pero la cuesta de enero sigue sembrada en la espalda del pobre cada día cree menos en su amanecer parados en la misma fila los maestros poseídos por el delirio que emana de las cosas sagradas mueren degollados de tristeza en las aguas turbulentas de la democracia ya no hay pasado ni presente para ellos y el futuro solo es una roncha pegada en el ombligo de la noche dentro de poco, recordados serán en los museos y quizás en algunos catálogos de historia mientras la cultura del aniquilamiento y sus grandes patas aplasta los únicos caminos de la verdad y los campesinos y los obreros y los más necesitados de la tercera edad no pueden con la cuesta de enero caen abatidos y mueren del terror que nace del olvido. Mexicanos, 06.01.14