la cerámica prehispánica: formas, función y significados Emma Sánchez Montañés
Desde la perspectiva del ámbito occidental la cerámica ha sido siempre considerada como una actividad artesana, un «arte menor», entendiendo que existen otras artes con mayúscula, más importantes, a las que denominamos «mayores». Pocas veces nos detenemos a pensar que esa valoración procede de una clasificación de las artes que se inicia en el Renacimiento y se fija en el siglo XVIII, y que se debe a razones económicas y sociales características de nuestra sociedad occidental. Esa clasificación no es universal y se revela totalmente inútil cuando nos enfrentamos con el arte de culturas ajenas a la vieja Europa. En la América antigua las culturas y las artes se encaminaron por derroteros diferentes a los occidentales, y la cerámica fue una de las manifestaciones artísticas más destacadas de muchos de sus pueblos. Algunos de ellos realizaron y decoraron su cerámica de modo tal, que reflejaron en ella su modo de vida y sus costumbres. Así, a través de esas representaciones, llenas de expresividad y relativo realismo, conocemos mucho más de ellos que lo que hemos podido descubrir a través de excavaciones arqueológicas rigurosas. En el área peruana todo lo dicho adquiere verdadera carta de naturaleza, ya que el arte cerámico del antiguo Perú representa, tal vez, una de las cumbres del arte americano prehispánico. En América no se utilizó el torno de alfarero, lo que permitió a los ceramistas liberarse del sometimiento a las formas circulares y dar rienda suelta libremente a su imaginación. Los artistas peruanos utilizaron diversas técnicas: el modelado directo o formación de la vasija a partir de una masa de arcilla, convivió con la técnica del adujado, o superposición de rollos de arcilla que se unen y alisan hasta obtener la forma deseada. En ambas técnicas podía usarse la tilla, una piedra o un trozo de cerámica discoidal sobre la que se modelaba la vasija como en una especie de torno rudimentario. Elementos prominentes, como asas o golletes, se realizaban de la misma manera, añadiéndose posteriormente al cuerpo del ejemplar. Cerámicas tan sofisticadas como las de Nasca se confeccionaron siempre a mano. Una técnica muy característica es la del paleteado, o uso de paleta y yunque, que conforma las paredes de la vasija golpeando el exterior con una paleta mientras que el interior se sostiene con un pequeño «yunque», un guijarro de superficie suave o la propia mano, lo que produce un característico acabado superficial. El paleteado es distintivo de la cerámica sicán de comienzos del Intermedio Tardío en la región de Lambayeque.
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