Tomado de: Revista Rumbos, Año IX, No. 44
La memoria viva de Brüning La paradoja de la muerte es habitar en la memoria de los vivos. Y por eso acudimos al imborrable recuerdo de Enrique Brüning, un hombre que dio nuevas luces a las investigaciones de las culturas del norte peruano, un apasionado por la ciencia, las expediciones y la fotografía. Un hombre que nació en Alemania, pero fue peruano de corazón. Escribe: Iván Reyna Ramos Fotos: Marco Antonio Fernández Manayalle Esta historia se remonta hasta el poblado de Hoffeld en Alemania, cuando el 20 de agosto de 1848, los esposos Jochim Brüning y Anna Magdalena Brookstedt, ven nacer a su primogénito, al que bautizan con el nombre de Hans Heinrich Brüning Brookstedt. Así lo hace saber su principal biógrafo Richard P. Schaedel en “La Etnografía Muchik en las Fotografías de H. Brüning 1886–1925”, donde cuenta que el joven Hans Heinrich se formó como ingeniero mecánico y, a la edad de 27 años, decide embarcarse al Perú arribando al puerto del Callao el 12 de setiembre de 1875. Cinco días después desembarca en el puerto Eten de Chiclayo y de inmediato se pone al servicio como mecánico de la hacienda azucarera Pátamo. Pero curiosamente Brüning no se presenta como ingeniero, sino como comerciante y luego como administrador. Una vez radicado en el norte peruano, empieza a visitar las haciendas aledañas, y sería recién a partir de 1894 que se le conoce con el nombre de Enrique, según el diario guardado en los archivos del Hamburgisches Museum Für Völkerkunde de Berlín. Pero estos apuntes personales revelan algo asombroso: están escritos en alemán hasta 1890, y luego lo hace en español entre 1906 y 1909, para finalmente volver a su lengua materna hasta el final de sus días. Inclinación por la Etnografía Se sabe que el romance de Brüning por la arqueología empieza en 1883 cuando conoce a Adolph Bandelier, un diestro en los estudios arquitectónicos de los edificios prehispánicos y, desde entonces, Brüning tomó su pesada cámara fotográfica y empezó a retratar las construcciones más antiguas y también a los habitantes de la época. Procesión, Pascua de la Resurección, San José, 1913