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De nuestro director espiritual

Queridos hermanos cofrades del Viso del Alcor. «El Reino de los Cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo que, al encontrarlo un hombre, vuelve a esconderlo y, por la alegría que le da, va, vende todo lo que tiene y compra aquel campo» Eso es lo que hemos sentido nosotros, tal y como nos deja escrito el evangelista San Mateo en el capítulo 13, 44, recogiendo estás palabras del Señor Jesús. Ese tesoro es sin duda nuestras imágenes sagradas, que reflejan con tanta hermosura los diferentes acontecimientos salvíficos de la vida de Cristo y su bendita Madre.

Hago bien en señalar las imágenes sagradas como tesoros, no por el gran valor artístico que posee, pues lo que dota de poder a todas ellas es su unción espiri tual, convirtiéndose en hermosas flechas de oro hacia los sacramentos, dónde está Cristo vivo y también hacia la oración y las obras de caridad.

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Cuando nos dejamos guiar por estas señales santas de oro, nos encontramos con una experiencia sorprenden te en nuestra vida, la teología la llama el encuentro con Jesucristo. Eso pasa cuando nos acercamos al bello sacramento de la penitencia, teniendo la certeza que Señor nos ha perdonado, recobrando la amistad con el Buen Dios, perdida por nuestros pecados. Y también cuando acudimos sedientos, después de la confesión, al Santísimo Sacramento, comulgándolo y adorándolo. Cuando nos dejamos guiar por estas flechas de oro, el tesoro del Reino de los Cielos pasa de estar enterrado en un campo, a estar dentro de nosotros. Así lo atestiguan las palabras de Jesús recogidas en testamento santo el evangelista San Lucas 15, “regnum Dei intra vos est”, “el reino de Dios está dentro de vosotros”. Pero esta experiencia santa solo la experimentarán aquellos que se dejen guiar por sus imágenes titulares que en el silencio de sus altares gritan a pleno pulmón “buscadme en los sacramentos, la oración, las obras de caridad”, allí entrará esperándonos Santa María del Alcor y su bendito niño, a Padre Jesús y su Madre del Mayor Dolor, al Cristo del Amor y la Virgen de los Dolores, al Cautivo con la Amargura, al Señor de la Salud y la Virgen de la Paz, a la Piedad y su bendito Hijo de la Buena Muerte, a Jesús de la Redención y la Virgen de la Esperanza. Sólo existe alegría y salvación en Jesucristo y ya sabemos en camino para orientar nuestra vida “coram Deo”, de “cara a Dios”.

Es una suerte que en la Archidiócesis de Sevilla contemos con un nutrido número de hermandades, que tienen como misión darle mucha gloria a Dios y velar por la salvación de las almas. No existe tarea y misión más importante que éstas. Para que estas nobles tareas lleguen a buen puerto sólo existe un camino, seguir con prudencia las líneas maestra que nos marca el Papa como sucesor de San Pedro, príncipe del colegio apos tólico, además del camino de piedad y formación que marca nuestro Arzobispo. Sólo desde la obediencia a nuestros hermanos mayores en la fe podemos llegar a buen puerto, el buen puerto de la vida eterna, la patria de los santos, los fieles y obedientes.

Si perdemos el rumbo de nuestra vida cristiana, tomando una senda de oscuridad, que no es la senda que nos marcan nuestro titulares y la Iglesia, aparecerán sin duda los problemas, las broncas, las rencillas etc, y nin guno de nosotros queremos eso, los primeros que no deseamos esto somos el clero, que deseamos profunda mente acercar a las pobres almas cansadas por el pesado camino de la vida, a Cristo Jesús. Sólo junto a Él, el divino Maestro, el yugo es llevadero y la carga ligera. Acudid, hermanos cofrades a los lugares donde está el Señor y que yo mismo os señalaba al comienzo de mi carta.

Como broche final os dejo una breve cita tomada de la carta a los Gálatas 5, 19-26. “las obras de la carne son conocidas: fornicación, impureza, libertinaje, idolatría, hechicería, odios, discordia, celos, iras, rencillas, divisiones, disensiones, envidias, embriagueces, orgías y cosas semejantes, sobre las cuales os prevengo, como ya os previne, que quienes hacen tales cosas no heredarán el Reino de Dios. En cambio el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí; contra tales cosas no hay ley. Pues los que son de Cristo Jesús, han crucificado la carne con sus pasiones y sus apetencias. Si vivimos según el Espíritu, obremos también según el Espíritu. No busquemos la gloria vana provocándonos los unos a los otros y envidiándonos mutuamente.”

Queridos hermanos, seguid apasionadamente las obras del Espíritu. Sólo así vuestra hermandad será un oasis privilegiado para encontrarse con el Tesoro de la fe en Cristo Jesús, donde el yugo es llevadero y la carga ligera. Así seremos dignos de heredar, tras el tránsito de la muerte, el Reino de los Cielos, que ha de durar sin dolor ni aburrimiento. Allí veremos el bello rostro de Dios, María y todos los santos.

HERMANDAD VIVA