Inteligencia para la vida

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Inteligencia para la vida Por Jesús Benítez Si sales de madrugada a pasear con un basurero, hasta la teoría de la relatividad te resultará simple, elemental y, a la vez, fastidiosamente irrelevante. De noche, a oscuras, esa velocidad de la luz te parecerá insignificante y comprenderás que la mayor sorpresa de la vida es el hecho curioso y consciente de saber que estás vivo. Por desgracia, damos más importancia a lo nimio, desconsiderando la grandeza de lo sencillo. La existencia, evidentemente, es compleja, pero somos los humanos los que la enrevesamos de más. Expongo estos planteamientos filosóficos, para ubicarles en la experiencia que durante más de una década he tenido y mantengo con mi gran amigo don Manuel López-Escobar. Quizás, una de las personas más influyentes en mi vida ¡Cuánto he aprendido y aprendo a su lado, estando incluso ambos en silencio! No es fácil describir al personaje y la persona. Como neurocirujano, su curriculum alcanza niveles de proeza médica, habiendo intervenido, directa o indirectamente, en más de 20.000 casos ¿Se imaginan que alguien les abre el cráneo y sella una arteria casi imperceptible que estaba sangrando? Pues a eso se dedica este segoviano nacido en 1937. Su actividad, para un profano, resulta inquietante, dado que se centra en el tratamiento de determinadas patologías del sistema nervioso central, periférico y vegetativo, en pacientes adultos y pediátricos con determinadas enfermedades del sistema nervioso, tanto del cerebro como de las meninges, la base del cráneo, y de sus vasos sanguíneos, la médula espinal; lesiones de la glándula pituitaria; de la columna vertebral, etc., etc. Da vértigo…



… La mirada de López-Escobar infunde respeto, corta el aire y elude la ignorancia, que no la duda. Su voz es academicista, científica, reposada, medida, calculada como sus movimientos en la otra pasión de su vida: el ajedrez. Manuel López-Escobar inspira confianza y seguridad desde el conocimiento profundo de las cosas, rechazando lo vulgar, lo inadecuado e inoportuno. Si buscásemos su alma gemela, sería una comparación odiosa, aunque se acercaría al Doctor Gregory House que interpreta el genial actor Hugh Laurie en la conocida serie televisiva que describe a un poco convencional e inconformista genio médico, que encabeza un equipo de diagnósticos en el ficticio Hospital Universitario Princeton-Plainsboro de Nueva Jersey. Se trata de un hombre nada común, que no deja a nadie indiferente; algo excéntrico, pero riguroso y, por qué no, milagroso. Para expresar la relevancia y trascendencia que, tanto para la medicina, como para la humanidad, ha tenido el Doctor LópezEscobar Fernández, comulgaré con lo expresado recientemente en un paradigmático artículo escrito por mi admirado Doctor Enrique Rojas Marcos (catedrático de psiquiatría), diferenciando entre el ser inteligente y el listo: “Lista es una persona rápida, sagaz, astuta, operativa, práctica. Hablamos de alguien con capacidad para resolver problemas y dificultades y poner sobre la marcha una solución que resuelve esa dificultad. También es el que sabe lo que hay que hacer en cada momento y lo hace. Sabe funcionar. Tiene habilidades para moverse con la gente y tiene una visión inmediata de la realidad. Por decirlo de una forma sencilla: es habilidoso para la vida. No analiza tanto y se dirige a la meta con prontitud. Es la inteligencia operativa, pegada al día a día. Quiere resultados a corto plazo, ¡ya! El listo es avispado, veloz, perspicaz, despierto, sutil, está muy atento a los que sucede y toma buena nota de lo que está pasando. Es el triunfo de la inmediatez, la visión más corta de la jugada, la capacidad para resolver un problema. También, saber situarse en la vida de forma realista. Saber resolver un problema que surge de forma inesperada y que pone a prueba la capacidad para ensayar una solución sobre la marcha. Lista es una persona con capacidad de síntesis, lo que le lleva a actuar y a resolver y a salir delante de una situación de conflicto. Es saber


adaptarse al medio y resolver. Tiene más información que cultura”. Y enfatiza el psiquiatra: “Si el listo está muy pagado de sí mismo puede caer en la vanidad. Mientras que si el inteligente se magnifica a sí mismo puede tender a caer en los brazos de la soberbia. Inteligente es el que tiene más conocimiento e información y sabe más. Comprender lo complejo y hacerla sencillo. Es más teórico y analítico, desmenuza los temas y los pone sobre la mesa y los segmenta. Después hace un recorrido sobre ellos, serpenteando sus características y siendo capaz de detenerse en sus pliegues y matices. Es la disquisición pormenorizada. Si se acompaña de cultura, todo se enriquece. Y puede haber brillantez. Es, por tanto, más profundo; su cabeza es más lenta por los muchos datos que se hospedan en ella y esto significa que hay más reflexión. Tiene un componente más intelectual y de estudio. Tiene una visión más larga de la jugada. El amor es la poesía de los sentidos, la inteligencia la nitidez de la razón. La afectividad y la inteligencia son los dos bastiones más importantes de la vida. Si sabemos situar ambos dentro del mapa del mundo personal, habremos dado un paso al frente para alcanzar un buen equilibrio psicológico. Uno y otro son los principales protagonistas de la sinfonía de la felicidad. El inteligente puede saber muchas cosas y recrearse en el conocimiento y en todo lo que esto le aporta; pero puede costarle manejar situaciones difíciles. Tiene más formación y cultura. Entre el listo y el inteligente hay una gama de expresiones inteligentes en donde nosotros nos situamos y, al mismo tiempo, ubicamos a los demás”. Concluyendo, Enrique Rojas Marcos pone el punto sobre las íes cuando describe los tipos de inteligencia, de los que yo he seleccionado aquellos en los que calco la figura de don Manuel López-Escobar. Tres tipos de inteligencia en una: la inteligencia analítica (facilidad para desmenuzar un tema y escudriñarlo, distinguiendo y puntualizando los matices y vertientes que en él se presentan). La inteligencia científica: es la del investigador, que en su laboratorio hace progresar la ciencia paso a paso. El rigor del método es decisivo. Y la inteligencia instrumental, decisiva porque está en la base de la persona. Tiene


cuatro vertientes: orden, constancia, voluntad y motivación. Son las joyas de la corona. El que las ha trabajado tiene mucho terreno andado y llegará a lo que se proponga. Con ella uno se asoma al brocal de la vida con resultados muy favorables. Pero también encuentra el paradigmático Rojas Marcos la “Inteligencia para la vida: consiste en saber gestionar bien la propia trayectoria. En la obra del genial ValleInclán Luces de bohemia hay un breve diálogo entre Max y Don Latino de Híspalis. El primero dice: «Yo nunca tuve talento, he vivido siempre de modo absurdo». Y le dice el segundo: «No has tenido el talento de saber vivir». Aquí se daría una buena mezcla entre el. listo y el inteligente”. La inteligencia del doctor López-Escobar Fernández estriba en su capacidad para captar la realidad en su complejidad y sus conexiones. Les invito a conocer más de su vida y obra. Tenemos genios muy cerca y no alcanzamos a descubrirlos… © Jesús Benítez marzo de 2011 www.jesusbenitez.com








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