La personalidad...

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La personalidad… Por Jesús Benítez No es fruto de la casualidad que nos atraiga la actitud de una persona concreta. En realidad, esa coincidencia o empatía se produce por una similitud y afinidad en las ideas o en el sistema utilizado para ponerlas en práctica. De igual modo sucede con los desencuentros o las desavenencias, con la disparidad de criterios o el rechazo a los procedimientos: simplemente no hay nada en común. Cada ser humano manifiesta en sus actos las convicciones, dudas, sentimientos, desalientos, cualidades y defectos por los que da razón a su vida, tanto en lo positivo, como en lo negativo, en lo constructivo o destructivo, lo relevante o absurdo, lo trascendental o banal. No hace falta analizar el por qué obramos de una forma u otra, ni cuestionarnos acerca de las reacciones, opiniones, sensaciones y estímulos nerviosos que afloran desde lo más profundo de nuestro ser. Todas esas manifestaciones surgen desde el pilar más sólido de cada individuo, que es su propia personalidad. Esta enigmática palabra es algo así como el tuétano semántico de todo hombre o mujer, niño o niña, anciano o anciana. Sin ella, carecemos de todo sentido. Sin ella, la existencia no tiene ni penas ni glorias. Sin personalidad, la vida pasa desapercibida, gris e impotente, frígida y absurda. Personalidad es el pedestal en el que se asientan nuestras creencias más puras, es el cordón umbilical que une al alma con el cuerpo, es el cerebro que dicta nuestros actos e impulsos. La seguridad o las dudas que ofrecemos ante cualquier situación, la actitud sociable o tímida en las relaciones humanas, la comprensión o distancia con nuestros semejantes, la humildad o la soberbia, la sencillez o la prepotencia, la lealtad o la traición, la predisposición o el rechazo, la agresividad o la dulzura, el empecinamiento o el hastío, la fe o la incredulidad, la condescendencia o la maldad, el respeto o el desprecio, son símbolos o iconos inequívocos de la personalidad. La personalidad es un espejo ante el que no se puede ocultar nada, la definición de nuestro hecho genuino o nuestra mediocridad, de la sensibilidad o frialdad hacia los demás.

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El reír, llorar, besar, correr, comer o dormir, no tienen nada que ver con la personalidad, con esa pieza intocable que reside en nuestra conciencia y contra la que no debemos revelarnos ni avergonzarnos. De hacerlo, trastocaríamos lo más relevante y costoso que hemos logrado en la vida, que es la propia personalidad en sí misma. Los perdedores se distinguen por una carencia de personalidad o una identidad plagiada de aquellos a los que tanto envidian. El odio es sintomático de una personalidad enfermiza, con deudas por cobrar. La incapacidad de amar denota una personalidad no apta para fertilizar sus sentimientos. Alcanzar la felicidad no depende de una personalidad definida, aflora libre y espontáneamente en la persona y no desde sus complejos… © Jesús Benítez – Junio de 2011

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Posdata:

EXCENTRICO Me miro a mí mismo en el espejo de mis actos. Busco defectos, virtudes, rasgos, desequilibrios, momentos álgidos. Lubrico el ánimo sin pausa, profundizo en todo lo que me falta. Suspiro por lo que se quedó atrás y sueño con verme más allá. Trabajo, descanso, quiero, despotrico, lamento, me duermo, ¡Y SOY UN EXCENTRICO! ¡SI, SOY ESPECIALMENTE EXTRAÑO, YA LO SE! sí, pero lo soy para los que no sienten ni tienen pulso. © Jesús Benítez

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