De la tarea académica

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El poeta filósofo se encara con el poeta sacerdote y le dice: ¡}'or qué revives los cánticos helénicos, por qué bebes inspiración en la serena fuente de Bandusia, por qué trascienden tus estrofas a los tomillos que cantó Virgilio? Nuestro espirito está acongojado, nuestro camino está circuido por la sombra; vamos a tientas sin saber adónde; nuestra fe tenia alas y voló, nuestra conciencia tenía hambre y sed ideal [... ]tú eres poeta y sacerdote, canta para los tuyos el canto de la esperanza, sean tus versos como la escala de Jacob, y por tus tramos bajen los ángeles a la tierra y suban las almas al cielo.

El Duque Job intenta también una posible respuesta de Pagaza y una interpretación del verdadero espíritu que anima a la epístola de don Justo: hay hambre de fe, por más que don Justo lo niegue y afirme que el enigma de la realidad es indescifrable. Sobre este supuesto el padre Pazaga diría: Para reanimar la fe desmayada en las conciencias subo al púlpito, contiendo en las polémicas y controversias filosóficas. La poesía no cumple ni puede cumplir misión tan elevada. Más aún, en el supuesto caso de un hombre seguro y satisfecho de sí mismo, positivista redomado e irreductible, Pagaza, dice Gutiérrez Nájera, podrá redargüir a fortiori: Para un incrédulo, precisamente mi poesía es la mejor. ¿No es, por ventura, la que nos reconcilia con la vida? ¿No ofrece el regazo maternal de la naturaleza para que él se descanse y se duerma? Todo esto, según el Duque Job, sería la contestación del poeta sacerdote. Pero don Joaquín Arcadio aún no había dicho su palabra. Tardará años en dar a luz una respuesta. La deferencia, invitación, llamada y reto de don Justo habían sido un estímulo formidable. Hay que pensar 246


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