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ISSN 07180718-4867

PERSPECTIVAS DE LA COMUNICACIÓN · PUBLICACIÓ PUBLICACIÓN SEMESTRAL · VOL 2 · Nº 1 · AÑO 2009


UNIVERSIDAD DE LA FRONTERA PERSPECTIVAS DE LA COMUNICACIÓN ISSN 0718-4867

CARRERA DE PERIODISMO PROGRAMA DE MAGÍSTER EN CIENCIAS DE LA COMUNICACIÓN DEPARTAMENTO DE LENGUAS, LITERATURA Y COMUNICACIÓN FACULTAD DE EDUCACIÓN Y HUMANIDADES UNIVERSIDAD DE LA FRONTERA

TEMUCO - CHILE 2009


PERSPECTIVAS DE LA COMUNICACIÓN ·· Vol. 2, Nº 1, 2009 ·· ISSN 0718-4867

UNIVERSIDAD DE LA FRONTERA PERSPECTIVAS DE LA COMUNICACIÓN TEMUCO – IX REGIÓN Revista PERSPECTIVAS DE LA COMUNICACIÓN Vol. 2, Nº 1, 2009 ISSN 0718-4867

La revista Perspectivas de la Comunicación, revista electrónica semestral y adscrita a la Carrera de Periodismo y al Magíster en Ciencias de la Comunicación de la Universidad de La Frontera (Temuco-Chile), se crea con la finalidad de contribuir al diálogo entre los diversos investigadores en el amplio campo de la comunicación, difundiendo, principalmente, los trabajos asociados a proyectos de investigación y fomentando el desarrollo de un pensamiento crítico acerca de los diversos fenómenos sociales, culturales, comunicacionales, discursivos, interculturales, políticos y económicos que se observan en América Latina y el Mundo. A través de la presenta convocatoria, invitamos cordialmente a la comunidad nacional e internacional a enviar sus trabajos. La revista Perspectivas de la Comunicación, aceptará trabajos relacionados con las siguientes áreas temáticas: I. COMUNICACIÓN, POLÍTICA Y CAMBIO SOCIAL II. COMUNICACIÓN, CRÍTICA DE LA CULTURA E INTERCULTURALIDAD III. SEMIÓTICA, DISCURSO Y SOCIEDAD. Los trabajos deben ser remitidos al Director de la revista Dr. Carlos del Valle Rojas (delvalle@ufro.cl), con copia al Editor de la publicación Mg. Alberto Javier Mayorga Rojel (perspectivas@ufro.cl). La revista Perspectivas de la Comunicación sólo publica los trabajos que cuentan con el dictamen favorable del Comité Científico. Se invita a consultar y citar los trabajos contenidos en la revista, indicando su procedencia. Las normas de publicación deben ser consultadas en: www.perspectivasdelacomunicacion.cl www.magisterencomunicacion.cl www.comunicacionysaberescriticos.cl Plazos (fechas de cierre) para el envío de trabajos: • 3 de Agosto de 2009 (2do semestre) • 1 de Marzo de 2010 (1er semestre) Revista catalogada en las siguientes base de datos: 1. LATINDEX (Sistema Regional de Información en Línea para Revistas Científicas de América Latina, El Caribe, España y Portugal) 2. Red Iberoamericana de Revistas de Comunicación y Cultura. 3. Red Bogotá de Revistas Científicas en Comunicación. Carrera de Periodismo Programa de Magíster en Ciencias de la Comunicación. Departamento de Lenguas, Literatura y Comunicación. Facultad de Educación y Humanidades. Universidad de La Frontera Av. Salazar 1743. Temuco. Región de la Araucanía. Chile Teléfonos: (52) (45) 987380

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Director Dr. Carlos Del Valle Rojas

Editor General Mg. Alberto Javier Mayorga Rojel

Jefe de Redacción Mg. Alonso Azócar Avendaño

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Comité de Redacción Mg. Luis Nitrihual Valdebenito Mg. Claudio Salinas Lic. Hans Stange Mg. Rommy Martínez Venegas Lic. Carlos Reyes Velásquez

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Consejo Consultivo Universidad de La Frontera (Temuco – Chile) Mg. Jorge Araya Dr. Mario Bernales Dr.Hugo Carrasco Dra. Verónica Contreras Dr. Luis de la Barra Dr. Juan Manuel Fierro Mg. Mabel García Dra. Orietta Geeregat Dr. Eduardo Miranda Mg. Manuel Ortiz Mg. Teresa Poblete Mg. Jaime Otazo Mg. Héctor Painequeo Mg. Omer Silva

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UNIVERSIDAD DE LA FRONTERA PERSPECTIVAS DE LA COMUNICACIÓN I.

PRESENTACIÓN………..…………………………………………………………………………………...…….…….. 5

II.

ARTÍCULOS

LA POLITICA UN PROCESO COMUNICACIONAL. LAS ELECCIONES EN LA CIUDAD DE PEREIRA, COLOMBIA, EN EL AÑO 2007. OLGA LUCÍA BEDOYA & MARLENY RESTREPO VALENCIA……………………………………….............................…… 7 REDES DE SOCIABILIDADE E DESENVOLVIMENTO URBANO: A TECEDURA DA COMUNICAÇÃO. MARÍA CRISTINA DADALTO …………………………………………………………………………………….……………..…. 19 PODER Y COMUNICACIÓN: UNA SEGUNDA REVISIÓN CRÍTICA. LÁZARO MAGDIEL BACALLAO PINO ..……………………………………….………………………………….................…. 28 TELESPECTADOR MULTIMEDIA: UNA NUEVA MIRADA. HACIA LAS AUDIENCIAS DESDE EL PERIODISMO PARTICIPATIVO. LIDIANE RAMIREZ DE AMORIM………………………………….……………………….………..……….………………..…… 41 LA SUBJETIVIDAD Y EL RUMOR: DEL “GRAN PÁNICO” DE 1789 A LA “ERA DE LA INFORMACIÓN MARÍA PAULA GAGO……………..…………………………………………………………………………...…...…………….… 53 MIGRACIÓN Y MEDIOS DE COMUNICACIÓN: ELEMENTOS PARA SU ANÁLISIS DESDE UNA PERSPECTIVA INTERCULTURAL. JOSÉ MIGUEL LABRÍN ELGUETA ………….………………………………………………………………………...….……..... 66 LO POPULAR NO-RATING. SOBERANÍA DE LA COMUNICACIÓN POPULAR EN AMÉRICA LATINA. VÍCTOR ADRIÁN DÍAZ ESTEVES……………………...………………….…………………………………...………….…….… 75 DE LOS SALONES LITERARIOS A LAS COMUNIDADES VIRTUALES. EL ESPACIO PÚBLICO COMO ESCENARIO DE DISPUTA PARA EL CAMBIO SOCIAL. VALERIA FERNÁNDEZ HASAN……………..………………………………………………………………….…..............…….. 90 DE PRÁCTICAS Y REPRESENTACIONES. NOTAS PARA INVESTIGACIÓN(ES) DE LA CULTURA. DIEGO A. MOREIRAS.……………………………………………………………………….…………...………………….……… 99 CRISIS URBANA, CAMBIO SOCIAL Y MEDIOS PÚBLICOS DE COMUNICACIÓN. ESTEBAN TORRES CASTAÑO……………………………………………………………………………………..……………. 109

III.

DOCUMENTOS

CULTURA SOLIDARIA, MEDIOS DE INFORMACIÓN Y PARTICIPACIÓN CIUDADANA. NOTAS SOBRE LA MEDIACIÓN LOCAL Y LAS POLÍTICAS DE INTEGRACIÓN SOCIAL EN ESPAÑA. FRANCISCO SIERRA CABALLERO………..…………………………………………………..……….………….…..……..… 124 PODER Y COMUNICACIÓN. LA IRRESOLUBLE TENSIÓN ENTRE PALABRA, IMAGEN Y POLÍTICA. CLAUDIO SALINAS & HANS STANGE……...……………………………………………………………………..……………. 138 COMUNICACIÓN PARA EL EMPODERAMIENTO Y COMUNICACIÓN ECOSOCIAL. LA NECESARIA CREACIÓN DE NUEVOS IMAGINARIOS. MANUEL CHAPARRO ESCUDERO………………….……………………………………………………………..……………. 146

IV.

RECENSIONES

A ARTE DE FAZER UM JORNAL DIÁRIO CLÁUDIA MARIA ARANTES DE ASSIS….…………...…….....................................………………………...….................. 160 TELEVISIONES EN MÉXICO RODRIGO GONZÁLEZ REYES ………………...…………………………………...……………….………………….............. 162

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PRESENTACIÓN

Los medios de comunicación en Chile transitan por un proceso que en lo comercial/ cuantitativo goza de buena salud, pero que en lo cualitativo deja mucho que desear. Chile ha desarrollado, sobre todo a partir de la década de los 80, un fuerte mercado mediático funcional al modelo económico neoliberal. Esto ha sido acompañado, asimismo, de un proceso de concentración del espectro mediático, que tiende a producir preocupación por la precariedad de la competencia dentro del mismo mercado (específicamente en lo que respecta a la prensa escrita y canales de televisión). Ahora bien, esta no es sólo una situación particular de nuestro país. Ni siquiera, tal como destaca el historiador chileno Gabriel Salazar, es que la economía chilena se haya caracterizado por ser plural y diversa en la mediana y lejana historia; más bien se ha movido entre un oligopolio con cara de monopolio, que hoy se hace más patente. La situación mundial, de igual manera, bajo el imperativo libre mercadista ha agudizado el problema de la desigualdad no sólo de bienes, sino también en la producción de la información como un bien capital en la sociedad actual. Por otro lado nos enfrentamos, junto con la centralidad y desigualdad de recursos financieros, a una paradoja que Teresa Quiroz constata como la centralidad en el ámbito de la información y el conocimiento. La sociedad de la información o informacional (Castells) produjo una serie de discursos que señalaban que una sociedad nueva estaba ad portas, una sociedad-red que lograría la democratización del conocimiento, lo que a todas luces no se ha dado. Esta situación ha quedado más bien en el plano del discurso/promesa y al menos en Chile constatamos que la sociedad-red, que se ha promovido con políticas como la Agenda Digital, está lejos de lograr la ansiada participación y desarrollo. En este sentido, la participación se ha comportado como un concepto fetiche, teóricamente abusivo y conceptualmente impreciso. Si participar es realizar una cantidad de trámites virtuales, entonces esta sociedad red es un nuevo modo de centralismo de los discursos hegemónicos y la participación en Internet, un simulacro o también, en palabras Sloterdijk, una nueva cara de nuestra sociedad cínica donde asistimos, antes que a una participación, a una tecnoparticipación. Planteamos que es necesario entender a los medios de comunicación en una estrecha relación con la sociedad en la que emergen y por tanto, un programa de investigación debe centrar su interés en entender los problemas económico-políticos de la sociedad contemporánea, debe notar como los medios de comunicación de una sociedad se vinculan a una macrosituación nacional y global, donde, en el caso de la economía chilena, se ha caracterizado por mercados oligopólicos y en lo mediático por haber consolidado un mercado industrial y productor de mercancías/discursivas. Así entonces, pensamos que se debe producir una hegemonía alternativa que logre posicionar discursos alternativos en una sociedad que se resiste a dar espacios. Se trata de una invitación permanente y necesaria... para ejercer un pensamiento crítico en el marco de las dinámicas sociales, económicas y políticas de nuestros tiempos.

Equipo Perspectivas de la Comunicación

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II. ARTÍCULOS UNIVERSIDAD DE LA FRONTERA

PERSPECTIVAS DE LA COMUNICACIÓN

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LA POLITICA UN PROCESO COMUNICACIONAL. LAS ELECCIONES EN LA CIUDAD DE PEREIRA, COLOMBIA, EN EL AÑO 2007. OLGA LUCÍA BEDOYA & MARLENY RESTREPO VALENCIA (pp. 7–18 ).

LA POLITICA UN PROCESO COMUNICACIONAL. LAS ELECCIONES EN LA CIUDAD DE PEREIRA, COLOMBIA, EN EL AÑO 2007

THE COMMUNICATION PROCESS OF POLITICS. THE COLOMBIA REGIONAL ELECTIONS 2007 (CITY OF PEREIRA) Dra. Olga Lucía Bedoya Universidad Tecnológica de Pereira olbedoya@utp.edu.co Pereira, Colombia Dra. Marleny Restrepo Valencia Universidad de Córdoba mrestrepo@sinu.unicordoba.edu.co Córdoba, Montería, Colombia Resumen Los integrantes de los Grupos de Investigación en Comunicación Educativa y Sociedad -Imaginarios - Comunicación SIC de Colombia, han venido reflexionando, desde 1999, sobre la relación ciudad-ciudadano que se establece en los procesos de construcción de ciudad. En esta reflexión, la ciudad se ha abordado como un proceso dinámico, de lo que se deduce que es susceptible de transformaciones no sólo en el orden de lo físico, sino también de lo social, cultural, económico y político. La apuesta de este artículo, es poder visualizar la política como un proceso dinámico comunicacional en las Elecciones de Alcalde y Gobernador en el periodo electoral del año 2007 en la ciudad de Pereira (Risaralda, Colombia). En esta perspectiva, tomaremos la temporalidad como eje vinculante, de la siguiente manera: en el eje de las elecciones, distinguiremos las preselecciones, la elección y la pos-elección, donde se establecen enlaces comunicativos que permiten el funcionamiento del sistema político. Esto es lo que denominaremos modelo comunicacional, basado en la “operacionalización” de los conceptos de comunicación, acción y expectativas del sociólogo Niklas Luhmann. Palabras claves: sistema social, comunicación, política, proceso electoral, Pereira (Colombia)

Abstract The affirmation that was developing in this article is the following: The policy works from structures of expectations, which is the condition for the operation of the society, which reproduces from communication of communications. In turn this communication process works from the actions which fungen as links to establish relations with other communication processes. The theoretical lenses that serve to analyze the above mentioned affirmation are the expositions of the sociologist, Niklas Luhmann. The importance of looking at the policy from this position, is to be able to anticipate ourselves to the present disappointments in these political processes, and that often fungen as unexpected without to notice that already were anticipated in the system itself. Because of it, the importance of distinguishing distinctions in the electoral period to understand your communication functioning,beyond the persons of meat and bone, but with them. Though in this text one alludes to a case to illustrate how there work the theoretical categories that use us as base, its of highlighting that it can be applied to another space and different time to exposed here. Key words: social system, communication, policy, elections, Pereira (Colombia)

(Recibido el 10/10/08) (Aceptado el 27/01/09)

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LA POLITICA UN PROCESO COMUNICACIONAL. LAS ELECCIONES EN LA CIUDAD DE PEREIRA, COLOMBIA, EN EL AÑO 2007. OLGA LUCÍA BEDOYA & MARLENY RESTREPO VALENCIA (pp. 7–18 ).

Introducción

P

ereira (Risaralda), es una ciudad de Colombia con una población aproximada de 500.000 habitantes. Como todo el País, en Octubre de 2007 estuvo abocada a las Elecciones para Alcaldes y Gobernadores, y es este período, el que tomamos como referencia para construir el modelo comunicacional de lectura que proponemos. Candidatos, campañas, encuestas de opinión, propuestas, proselitismo, propaganda política en los medios de comunicación, intimidaciones, amenazas, partidos políticos, debates mediáticos, ciudadanos “de a pie”, votaciones, ganadores y perdedores, son todas palabras que envuelven el andamiaje de un proceso electoral, y, aunque que pueden sonar aisladas, puestas en un eje temporal cobran sentido en un presente-pasado, un presente-presente y un presente-futuro de la manera como se configura un proceso comunicacional político de ciudadciudadano determinado. El momento de las Elecciones, como un presente-presente que nos enlazaría con un presente-pasado, correspondería al periodo de campaña, alianzas, proselitismo, propaganda política, partidos políticos, debates, expectativas y votación; y un presente-futuro, con sus ganadores, perdedores y decepciones. Temporalidades donde podemos distinguir un antes y un después enlazadas por el voto como límite sistémico. Es en esta lectura temporal, de la dinámica electoral de la ciudad de Pereira, donde sustentamos el modelo comunicacional, para leer un proceso político como las elecciones, donde en el presente pasado se trata de controlar las decepciones posibles en el presente futuro, por la incertidumbre que le produce al sistema, su entorno, léase, el ciudadano, quien ejercerá su autonomía relativa al elegir o no elegir determinada opción. Éste -entorno-, está fuera del control de las campañas y sus candidatos -sistema político-, y es por ello que Luhmann plantea que la persona pertenece al entorno y no al sistema, y por lo tanto no se pierde en él. La manera como argumentaremos la afirmación inicial, se organiza alrededor de tres secciones: la primera, expone las categorías teóricas mencionadas en la afirmación (estructura de expectativas, comunicación y acción); la segunda, desarrolla el modelo propuesto; y la tercera, a modo de cierre, es el enlace teórico-metodológico.

Contextualización Espacio-Temporal del Estudio Al abordar el estudio de la ciudad, nuestras investigaciones se han centrado en las relaciones que se establecen entre los dirigentes políticos y los ciudadanos concretos que la habitan en el momento de pensarla, construirla y transformarla. De estas investigaciones hemos concluido lo siguiente: 1. Existen dos formas diferentes de pensar y hacer la ciudad: por un lado, la ciudad concebida desde la planeación institucional; y por el otro, la ciudad vivida, construida por el ciudadano concreto, “de a pie”. 2. La ciudad concebida se encuentra asociada a la abstracción de las leyes y decretos que rigen la planeación institucional, mientras que la ciudad vivida es aquella que es pensada y significada, de manera diversa, desde lo concreto-cotidiano del “ciudadano de a pie”. 3. A pesar de su diferencia, estas dos formas de concebir la ciudad, comparten las mismas coordenadas espacio-temporales, de lo que se deduce que ambas establecen una relación sistémica de la que emergen nuevas concepciones y nuevas prácticas de pensar, construir y transformarla. Es bajo esta última mirada, que construimos el modelo comunicacional para mostrar los enlaces comunicativos que se establecen entre los dos ejes que constituyen el sistema político: los administradores políticos y los “ciudadanos de a pie”.

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Lentes Teóricos Tradicionalmente la teoría de la comunicación entendía a ésta como una relación entre emisor-receptor-mensaje. En la teoría sociológica algunos autores como Parson, concebían la comunicación como un “entendimiento o acuerdo entre individuos”, concepciones de las que se aparta Luhmann. Este autor define la comunicación como un “procesar selecciones”: información, selección de esa información para alguien, y la diferencia entre la primera y la segunda dada por ese alguien; sólo en esa combinación se puede hablar de comunicación. El proceso de comunicación desde esta postura, se toma como un sistema cerrado mediante el cual funciona y se reproduce la sociedad, y cuyo entorno son los sistemas psíquicos (personas), quienes irritan ese sistema. Sustentando esta afirmación, se lee en Niklas Luhmann (1991), lo siguiente: “La metáfora de la transmisión es inservible porque implica demasiada ontología. Sugiere que el emisor transmite algo que es recibido por el receptor. Ese no es el caso, simplemente porque el emisor no da nada, en el sentido de que pierda él algo. La metáfora del poseer, tener, dar y recibir no sirve para comprender la comunicación…La comunicación es siempre una acción selectiva…La comunicación toma algo del actual horizonte referencial constituido por ella misma, y deja aparte lo otro. La comunicación es el procesamiento de la selección. Lo que comunica no solo es seleccionado, sino que ya es selección y, por eso mismo, es comunicado. Por ello, la comunicación no se debe entender como proceso selectivo de dos, sino de tres selecciones: información, comunicación de esa información y la diferencia entre la primera y la segunda” (142-143). Ahora bien. Desde el modelo comunicacional propuesto para leer las Elecciones 2007 de la Ciudad de Pereira, tenemos, que: la información correspondería al momento de “informar” el comienzo del período electoral; la comunicación de ese momento y el inicio de la campaña, correspondería a la segunda selección; y la distinción entre el inicio del período electoral y lo sucedido en la campaña, “la tercera selección” o acto de entender-distinguir, se verá el día de las votaciones 2007 y lo vislumbrado a partir de ellas, como enlace comunicativo que inicia otro nuevo período electoral, y por tanto, de expectativas. Esta mirada nos permite descomponer el período de elecciones en acciones, en cada una de las situaciones (antes-en- y después), y distinguir cuáles de ellas tiene valor relacional; esto es, de enlace con otros procesos comunicacionales, ordenando las propias estructuras de este sistema electoral. En este orden de ideas, el concepto de temporalidad adquiere un valor central en los planteamientos de Luhmann (1991), pues sólo considerando este eje, se puede explicar la auto-reproducción del sistema; esto es, las continuidades y rupturas, la conservación y el cambio, y por lo tanto, la consecuente reproducción del mismo. La importancia de este punto de vista para el análisis que pretendemos, es que situaciones aparentemente desconectadas en un momento determinado, vuelven a aparecer, en otro momento, conectadas. Incorporar esta visión al análisis nos permite anticiparnos a las decepciones que se puedan presentar en un futuro frente a lo esperado en un momento determinado. “Los sistemas de complejidad temporalizada prevén los elementos sólo como acontecimientos. El valor de estabilidad de la estructura sólo lo tiene por su función de hacer posible la auto-reproducción del sistema… de acontecimiento en acontecimiento” (Luhmann, 1991: 262). Como plantea el autor, al sistema se le debe integrar la anticipación de las posibilidades de decepción, lo que considera mediante el concepto de doble contingencia, que contiene no sólo lo actual, sino además lo potencial de una situación. En este sentido, y para nuestro caso electoral, la incertidumbre adquiere un valor en el análisis mismo. Ahora bien; ¿cuál es el requerimiento para la reproducción de acciones en el tiempo?

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De acuerdo a la teoría, de las EXPECTATIVAS, pues estas vislumbran el horizonte para las acciones siguientes. Las expectativas contienen no sólo lo que se espera de algo, sino también, lo que NO. En este sentido cobra importancia la decepción, y según Luhmann, ante esta, pueden ocurrir dos cosas: o se adapta la expectativa a la situación de decepción, es decir, se da un aprendizaje; o se sigue sosteniéndola, aunque los hechos muestren que deba asumirse otra posición, caso en el que se habla de normatividad. Ante cada situación decepcionante, el sistema presiona a tomar decisiones que llevan a acciones, nuevamente, al crear las alternativas: o se conforma o se desvía la expectativa. Al respecto, en Luhmann (1991), encontramos: “La teoría del acontecimiento/estructura y la teoría de la expectativa, unidas a la teoría de que las estructuras de los sistemas sociales consisten en expectativas, nos llevan a la tesis de que las estructuras son estructuras de expectativas y que para los sistemas sociales, por estar temporalizando sus elementos como acontecimientos de acción, no existen otras posibilidades para la formación de estructuras. Esto significa que las estructuras sólo existen como presente en cada momento; trascienden el tiempo sólo en el horizonte temporal del presente, integrando el futuro presente con el pasado presente. Una futura decepción de las expectativas no significa, entonces, que no hubiera habido estructura. No se trata de un concepto “subjetivo” de estructura. La expectativa se comprende como forma con sentido, no como proceso interpsíquico” (269). Desde este horizonte conceptual se mirará el período de elecciones para comprender el entramado de elementos y relaciones presentes en el sistema político democrático. Así pues, acciones, expectativas, decepciones y decisiones, son nuestro equipaje para emprender el camino por el período electoral enunciado arriba. La importancia de mirar la política a partir de esta postura, es poder anticiparnos a las decepciones presentes en sus procesos, que muchas veces, fungen como inesperadas, sin percatarnos que ya fueron anticipadas en el sistema mismo. Por eso la importancia de elaborar distinciones en el Período Electoral, para comprender su funcionamiento comunicacional, más allá de las “personas de carne y hueso” (pero con ellas). Aunque en este texto se alude a un caso para ilustrar cómo funcionan las categorías teóricas que nos sirven de base, es de resaltar que puede aplicarse a otro espacio y tiempo diferente al expuesto aquí.

La Política Como Proceso Comunicacional: Incertidumbres y Decepciones Pre-elecciones: el decir algo a alguien Entrelazando la información de los titulares de prensa local en la ciudad de Pereira (Colombia), en específico, del Diario del Otún y La Tarde (entre agosto, septiembre y octubre de 2007), tejimos relaciones de los temas que hablaban sobre los candidatos, sus propuestas, y lo que alrededor de ellos pasaba. Candidatos, elecciones, campaña y voto, fueron emergiendo como nudos alrededor de los cuales se enredaban propuestas, alianzas, zozobras, posiciones, ideologías pensamientos, seguridad, veedores, voto electrónico, voto útil, voto a conciencia, y encuestas de opinión. Cada uno de estos nudos fueron cumpliendo diferentes funciones de “comunicar algo” durante este período. Candidatos, elecciones, fungen como conexiones en la medida que, alrededor de ellos, se conectan varios elementos como propuestas, alianzas, posiciones ideológicas, pensamientos, seguridad, veedores. Campaña y voto, no son conexiones como las anteriores, sino bisagras que permiten abrir y cerrar procesos, en este caso, electorales. Al decir de Luhmann, esto nos va configurando una idea de sistema en la medida que podemos distinguir elementos y relaciones, conexiones y límites.

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Ahora bien, el voto como bisagra se ubicaría en el límite de elecciones y público de ciudadanos. Esto lo podemos afirmar, porque, candidatos, cumple la función de conexión con otros elementos, y además, el límite es el de campaña, pues fuera de ella, no hay candidatos. Por ende, quien retroalimenta esta condición de sistema es el subentorno de elecciones, y solo en ese contexto de conexiones y relaciones, cobra dinamismo cada uno de ellos (candidatos, campaña, elecciones) y sus elementos asociados. El voto ejerce como un límite de mayor jerarquía, pues vincula todo el sistema con el público de ciudadanos (ver figura 1)

Figura 1

Mientras la campaña funcionaba como bisagra para abrir o cerrar el periodo de elecciones, el voto lo hacía entre elecciones y el público de ciudadanos, es decir, haciendo que este público siga dinamizando la democracia representativa. Sin público de ciudadanos que voten, llegaría a su fin ese tipo de democracia. Por eso, la insistencia en la persuasión para votar. La forma como se refieren a él (voto vital, voto a consciencia, voto consciente, a estrenar el voto electrónico), es evocando a un alguien a quien hay que “persuadir” de algo.

Día de la votación: Alguien distingue ese algo El 27 de octubre de 2007 fue el día de las elecciones, y ocurre el momento de mayor incertidumbre con respecto al futuro de los candidatos, que, aunque movieron todos sus elementos, no pueden controlar el entorno, en este caso, léase al público de ciudadanos. Aquí, es donde el voto se convierte en esa tercera selección del proceso comunicacional, leyéndolo a la luz de la comunicación de sistemas propuesta por Luhmann (1991), en la medida que vincula un cierre y a la vez una apertura. En el primer caso, el voto cierra el proceso comunicacional de las elecciones; es mediante él, que el acto de entender, como dice nuestro autor, se comprende, pues el público de ciudadanos dará su respuesta ante las diferentes posibilidades que le mostraron; y a su vez, esta acción (votar) encadenará otras, pues el sistema empezará a hacer reflexiones sobre él mismo: ¿qué paso?; ¿por qué los resultados no nos favorecieron?; o, ¿por qué sí?; ¿qué acciones empezar a hacer para cambiar en las próximas elecciones los resultados?; ¿por qué se perdió?; ¿por qué se ganó? Mediante esta comunicación continuará operando la sociedad, en este caso, el sistema político. Veamos los resultados de las Elecciones para la Alcaldía en la Ciudad de Pereira El candidato Israel Alberto Londoño gana la Alcaldía de la Ciudad de Pereira con 88.112 votos, arrasando con ello a su contrincante más cercano, Martha Elena Bedoya, quien obtuvo 40.821 votos. El tercer lugar fue para José Fredy Arias con 8.664 votos (ver figura 2)

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LA POLITICA UN PROCESO COMUNICACIONAL. LAS ELECCIONES EN LA CIUDAD DE PEREIRA, COLOMBIA, EN EL AÑO 2007. OLGA LUCÍA BEDOYA & MARLENY RESTREPO VALENCIA (pp. 7–18 ).

Figura 2:

El día de las elecciones, sucede un acontecimiento inesperado, según la expectativa de la formación del Sistema de Elecciones en la Ciudad de Pereira, de los últimos seis años. El partido liberal llevaba todo este periodo (seis años) en la Administración Política. Lo inesperado fue que perdió en esta votación, como lo muestra la prensa: Así lo registró la página principal del Periódico La Tarde, el día lunes 29 de octubre de 2007 (ver figura 3) Figura 3:

Sin embargo, en la expectativa de lo esperado, esta decepción era posible. Entonces, ¿cómo analizar esta aparente “sorpresa”?; ¿la derrota del liberalismo en Pereira? Partiendo del planteamiento de Luhmann (1991), en esta dimensión temporal, el concepto acontecimiento debemos desplazarlo al horizonte de las identidades. Pues el primero contempla lo esperado, y el segundo incorpora la dimensión conductual que es multivariada y multidimensional. Esto

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es, pasar de hablar del triunfalismo o derrota de un partido (acontecimiento), al análisis de la persona, rol, programa y valores, que fungen como identificación material de relaciones de expectativas con respecto al público de ciudadanos, resumidos en el Alcalde Electo, Israel Londoño. “Una posibilidad de establecer expectativas relativamente resistentes al tiempo, consiste en referirse a algo que en sí no es ningún acontecimiento, es decir, en sentido estricto, no es en sí esperable. Se proyectan identidades, a las cuales se les puede fijar expectativas, mediante tales adscripciones a lo que permite idéntico, se ordenan objetivamente las expectativas”…A diferencia de varios autores ubicamos el concepto de norma en la dimensión temporal, no jerárquica, y distinguimos como puntos de vista de la identificación material de relaciones de expectativas a las personas, los roles, los programas y los valores. Las expectativas que están unidas por tales identidades, pueden normarse más o menos, según se trate de una posible decepción (Luhmann, 1991: 286-288). 1

Como persona , se dice que el nuevo Alcalde, es: esposo, padre, joven (42 años), nacido en Pereira, graduado de Universidad Pública, con especializaciones en Universidad Privada, y con amplia experiencia profesional (ver figura 4). Figura 4:

2

El principal “rol” que se le atribuye, es ser de la “clase popular”. La principal característica del “rol” es que puede ser “percibido por muchos hombres” (e intercambiable). En este caso, el rol de “clase popular” puede tenerlo un conjunto de personas. 3

El Programa presentado como Propuesta de Gobierno, que aglutina las promesas de 4 lo esperado de él por el público. Y los valores expresado cuando dice “Aquí todos cabemos” (la inclusión). 1 Implica traer y fijar con el sistema psíquico y el cuerpo expectativas hacia sí, y también expectativas propias y ajenas. No son intercambiables (Luhmann, 1991: 288). 2 Se trata sólo de un sector de la conducta del hombre que es esperada como rol por otra parte de una unidad que puede ser percibida por muchos hombres intercambiables, ejemplo: el rol de un paciente. (Luhmann, 1991: 288) 3 La posibilidad de la expectabilidad que se ofrece cuando se abandona el límite (de una persona o de un rol). (Luhmann, 1991: 288) 4 Son puntos de vista generales. Son ideas conscientes o inconscientes de lo deseado que se condensan en preferencias al escoger entre alternativas de acción. (Luhmann, 1991: 288)

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Tanto persona, roles, programa como valores, configuran lo que Luhmann denomina el horizonte de expectativas, en donde cada una de ellas es el enlace de otras, pasando de niveles menos abstractos (persona) a los más (valores). Así, entonces, lo que en el horizonte preelectoral se podría visualizar como “inseguro”, se convirtió en “seguridad”, al incluir en esa temporalidad (antes), expectativas esperables por el público de ciudadanos, quienes se moverían con unos valores condensados y que podrían ser determinantes en el momento de elegir; en este caso particular, lo que reitera la información de la prensa local: “persona hogareña, “asalariado de clase media”, “el trabajo y la preparación son la clave para el ascenso”, “Uribista” (partido del Presidente actual, Álvaro Uribe Vélez”), y el rol principal: “clase popular” (ver figura 5) Figura 5:

Más que al Programa de Gobierno, a lo que se alude para explicar el triunfo, son a las expectativas depositadas en la persona, el rol y los valores. Estos últimos, sirven de enlace comunicacional, pues tienen gran importancia en la expectabilidad de la expectativa (valores supuestos en el público de ciudadanos); y al incorporarlos a la estructura de expectativas, puede tener gran posibilidad de volver lo inseguro en seguro, o sea, controlar la decepción anticipándose a esta (por ejemplo evitar perder las Elecciones). Resultado de las votaciones: distinción entre la Información y lo Seleccionado En el límite entre el Sistema de Elecciones y el entorno candidatos -que hemos llamado campaña-, se realizaron unas acciones para controlar lo inesperado/esperado (perder las Elecciones), como bien lo presenta el titular de prensa siguiente: PAGARES: Las “deudas” del Alcalde. Un total de sesenta pagarés sociales fueron firmados en la ciudad de Pereira durante la campaña de Israel Londoño Londoño, como estrategia para recibir el apoyo de las diferentes comunidades en su aspiración” (Diario del Otún, mayo 18 de 2008, 3A) (ver figura 6)

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Figura 6:

Lo anterior, en la propuesta comunicacional de Luhmann (1991), podría considerarse como un enlace comunicativo que se conectará con los siguientes para lograr un éxito en la expectativa esperada (ganar las elecciones), y más allá de si las estrategias utilizadas dan los frutos esperados, se convertirá en parte del sistema o estructura de expectativas estables relativas. Este enlace, en el eje temporal, irá más allá del Periodo de Elecciones concretas (2008-2011). Esto lo podemos ir observando a partir del mismo discurso que aparece: “La estrategia de la campaña indica que cuando el Alcalde le dé cumplimiento a estas obligaciones, que se ejecutaron durante los cuatro años de su administración, la comunidad le expedirá el paz y salvo social” (Diario del Otún, mayo 18 de 2008, 3A). ¿Qué se puede distinguir en esta afirmación? 1.

Que el Alcalde pueda dar cumplimento a lo prometido; y,

2.

que el Alcalde no pueda dar cumplimiento a lo prometido.

Si sucede lo primero, se espera por parte del público de ciudadanos una respuesta positiva, “le expide el paz y salvo social”, y consecuentemente, la posibilidad de que su partido continúe en la administración, pues generará confianza en ese sistema por parte del entorno (público de ciudadanos). Pero si ocurre lo segundo, el público de ciudadanos no le expedirá el “paz y salvo social”, por lo tanto, el sistema (partido que representa, el elegido), decepcionará la expectativa creada en el público de ciudadanos, y podrán presentarse dos posibles diferencias, ante tal decepción: 1. O el público repetirá con el mismo partido, o sea, su conducta se hará a partir de la normatividad, y no de la conducta cognitiva; ó, 2. el público tomará el camino del aprendizaje y buscará otra alternativa, utilizando el conocimiento aprendido, y por lo tanto, aumentará la 5 inseguridad en ese sistema concreto (partido de la U).

5 El partido de la U es un partido de coalición conformado para apoyar las aspiraciones políticas del actual presidente de la República de Colombia: Álvaro Uribe Vélez. El mencionado partido político respaldó, en las elecciones, al actual alcalde de Pereira, Israel Londoño.

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¿Cómo leer desde Luhmann los “pagarés sociales” del Alcalde, antes candidato?, Estos fungirían como bisagra (límite sistémico), entre “el Partido” del Alcalde Electo y el público de ciudadanos (Pre-elecciones). En el período pos – elecciones, ¿qué pasa con los “pagarés sociales”? En el antes era un límite, por eso en él se incluía al público de ciudadanos; pero en el después, esos pagarés pasarán a la estructura de expectativas, o sea al sistema. Esto se puede observar, en las mismas discusiones del Plan de Desarrollo para Pereira, donde no se sabe en qué lugar colocar dichos pagarés. Entonces, surge una nueva diferencia: estos pagarés o son líneas macros, por lo que deberán aparecer explícitamente, o son líneas micros (y por tanto serán incluidas en las líneas macros), y no quedarán explícitas en el plan de desarrollo, decisión esta última, que toma el “mandatario local”, quien había realizado el enlace: El mandatario local aclaró que los pagarés estarían dados dentro de los anexos del plan de desarrollo y que el cumplimiento de los mismos se llevaría a cabo mediante cada una de las líneas de acción de las diferentes secretarías sociales”…”Londoño Londoño, argumentó que debido a que estos son específicos y no líneas gruesas o proyectos más generales, cada una de estas peticiones se desarrollará dentro de los programas y proyectos de cada dependencia. El presupuesto también quedará definido dentro de las líneas macro. (La tarde, mayo 8 2008, 1A). Las preguntas que surgen, son: ¿qué sucederá con la expectativa creada, y, por tanto, esperada en el público de ciudadanos durante este Período Gubernamental?; y con ello, ¿cómo afectará la continuidad, o no, “del partido” de Gobierno?; ¿qué otras estrategias se empezarán a desarrollar para continuar en caso de no cumplir con las expectativas? Ahora bien, el partido perdedor (el liberalismo) empezará de nuevo a crear otras estrategias, por tanto, otras “acciones enlaces” para el futuro. Y así continuará el sistema político, planteando acciones para llevarlas a cabo, y poder volver seguro lo inseguro, a partir de la anticipación de las expectativas del propio sistema, en el enlace con el entorno (público de ciudadanos). “Entonces, es necesario distinguir cuidadosamente, primero a nivel terminológico, entre cambio estructural y proceso. Sólo hablamos de proceso cuando los acontecimientos se encadenan, o todavía más exactamente, cuando la selección de un acontecimiento permite la de otro. El término proceso describe, así un reforzamiento de selectividad de tipo especial: un reforzamiento de selectividad que requiere tiempo” (Luhmann, 1991:321) Visualizado tenemos el modelo comunicacional para ser empleado en otras realidades (figura 7): EJE DE TEMPORALIDAD (Figura 7) Temporalidad elecciones 2007

Preelecciones

27 octubre 2007

(Inicio del periodo(Elecciones)

Pos-elecciones (nuevo enlace comunicativo)

Electoral) (Selección uno y dos)

(distinción entre La selección uno y dos)

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(decepción de las expectativas)

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A modo de cierre Después de este recorrido, volvamos a la afirmación y a la pregunta que motivó este texto: ¿se puede leer la política como proceso comunicacional? Como lo mostró la descripción relacional, la comunicación y la acción van juntas, y por lo tanto, la respuesta a la pregunta anterior considerará ambas. Tomando la idea central de Luhmann (1991), sobre el giro lingüístico en el sentido de pasar de la unidad a la diferencia para la realización de descripciones sociales, el sistema/entorno se convierte en la primera diferencia central. En nuestro caso, el sistema es el proceso comunicacional, y las acciones, los enlaces que permiten que se de esa comunicación, por tanto entornos y subentornos a la vez. Entornos porque irritan constantemente al sistema, y con ello, lo hacen transformar y auto reproducirse continuamente, a partir de sus propios elementos (acciones-acontecimientos). En nuestro caso, el proceso comunicacional ocurre de la siguiente manera: Primera Selección = se abren Las Elecciones Segunda Selección = Se invita a participar de Las Elecciones Tercera Selección = Se participa o no en las votaciones que cierran Las Elecciones. En cada uno de los procesos ocurren acciones enlaces, como lo describimos arriba: en el antes se realizan acciones vinculantes con el después, anticipándose a la incertidumbre que sucederá luego. Se actúa mediante la estructura de expectativas, pues es incierto el momento de la votación. Pero ¿qué es lo que hace tan inseguro ese momento? La respuesta es el entorno del sistema político, en este caso, el público de ciudadanos, compuestos por los sistemas psíquicos quienes hacen su propia auto/heterorreferencia, es decir, distinguen entre la información que se les presenta, el llamado a participar y su decisión final. El entorno para Luhmann (1991), tiene la función de impulsar cambios en el sistema, los cuales se dan siempre y cuando el sistema y su estructura los tenga incorporados, es decir, los sistemas mismos tienen las condiciones para los cambios. El sistema político democrático, es el que más requiere del entorno-público de ciudadanos para su autorreproducción, y es hacia ellos que se encaminan todas las acciones para tratar de controlar la inseguridad que produce el no poder entrar a las conciencias de cada uno y así saber con certeza lo que sucederá. Lo único que pueden hacer, es partir de las expectativas de lo esperable en ese público. Quien incorpore más de ese público de ciudadanos, tendrá “mayor seguridad” sobre “la inseguridad”, pues podrá anticiparse a las decepciones que puedan suceder. Es en este marco, en el que el sistema político actúa con la exploración de la persona, sus roles y valores, más que con los programas. Es decir, la estructura latente, la que permite la conservación/cambio del sistema, va de lo más abstracto (valores) a lo menos abstracto (persona). Los valores son “ideas, conscientes o inconscientes, de lo deseado que se condensan en preferencias al escoger entre alternativas de acción” (Luhmann, 1991: 282). Quienes plantean desde allí sus campañas, pueden tener un éxito comunicativo en el futuro. Esta forma de actuar, la visualizamos al describir la información en la parte de arriba: Israel el Alcalde Electo- “no es Israel”, es una persona que reúne muchos “valores”. Esto es lo que se comunica al elegirlo como candidato para la Alcaldía. No es su programa, pues lo que prometió se cambia en el momento concreto que pasa “de un estado a otro”: de “Israel” a Alcalde, y empieza a plantear, ahora sí, su plan de gobierno. En síntesis. El sistema político es un proceso comunicacional, porque logra enlazar momentos y acciones -incluyendo las personas-, en las expectativas de las expectativas, pero no en los hechos; a su vez, las personas decepcionan las expectativas esperadas, pues toman las decisiones en su “latencia de conciencia” (esperadas para unos… e inesperadas para otros); y este momento, se convierte en un enlace para el proceso electoral siguiente. Así, observando estos “acontecimientos electorales”, el sistema aprenderá y se transformará, o simplemente, seguirá repitiendo lo mismo a pesar que el proceso muestre lo contrario. Como

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diría Luhmann (1991), actuará desde la modalidad del aprendizaje o desde la modalidad normativa. Aprender o no aprender, esa es la cuestión.

Bibliografía BEDOYA, Olga Lucía, et al. 2003. Paradoja de la ciudadanía en Pereira: entre los ciudadanos jurídicos y los itinerantes (2000-2003). Santa Fé de Bogotá: Editorial Magisterio. LUHMANN, Niklas. 1991. Sistemas Sociales Lineamientos para una teoría general. Santa Fé de Bogotá: Anthorpos Editorial/Universidad Iberoamericana/ CEJA.

Periódicos Pagarés: las deudas del alcalde. (2007, Octubre 28). El diario del Otún, pp. A3 El Partido Liberal, el gran derrotado en Risaralda. TRIUNFÓ LA LLAVE URIBISTA. (2007, Octubre 29). Periódico La Tarde. pp. A1 La clase popular si puede gobernar. (2007, Octubre 29). Periódico La Tarde. pp A3. Votación Pereira. (2007, Octubre 29). Periódico La Tarde. A4.

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REDES DE SOCIABILIDADE E DESENVOLVIMENTO URBANO: A TECEDURA DA COMUNICAÇÃO. MARÍA CRISTINA DADALTO (pp. 19–27).

REDES DE SOCIABILIDADE E DESENVOLVIMENTO URBANO: A TECEDURA DA COMUNICAÇÃO

SOCIAL AND URBAN DEVELOPMENT NETWORKS: THE PLOT OF COMMUNICATION

Dr. Maria Cristina Dadalto Centro Universitário Vila Velha cristinadadalto@hotmail.com Vitória, Brasil

Resumen Desde el punto de vista teórico y metodológico de Henry Lefebvre, se examina la relación entre ciudad, comunicación y sociedad, teniendo como referencia la ciudad de Colatina, ubicada en el norte de Espírito Santo, cuyo desarrollo socioeconómico se siente alentado por la continua formación de redes productivas socio empresariales. En la construcción de los vínculos, los nudos y los principios generadores de las redes se entremezclan produciendo una dinámica, a nivel diacrónico y sincrónico, en la que los nuevos discursos ayudan a cambiar el significado de los demás. A través de una descripción e interpretación de mapas, que representan juntos los mecanismos de escala, proyección y simbologías de la red, entiende que la historia de la ciudad y sus transformaciones socioeconómicas son marcadas por huellas y marcos, que comprenden el conjunto de significados de las prácticas socioculturales que alimentan la vida cotidiana de los hombres en su realidad y para expresar a través de la comunicación, utilizando el lenguaje verbal o no verbal. Palabras claves: Ciudad, comunicación, redes socio-empresariales, prácticas culturales.

Abstract From the theoretical and methodological perspective of Henry Lefebvre, the work analyses the relation between city, communication and society using Colatina, located in the north of Espírito Santo, as a reference, whose socioeconomic development is encouraged by the continuous training of productive social and business networks. In the construction of links, the nodes and the principles of the networks are interconnected generating numerous speeches producing dynamics, in diachronic and synchronic level, in which born new speeches, which helps to change the meanings of others. Through a cartographic description and interpretation, representing the mechanisms of scale, projection and symbology of the network, the work provides an understanding that the city's history and its socioeconomic transformations are marked by traces and marks, which comprise the set of meanings of sociocultural practices that fuel the daily lives of men nowadays and that express through communication, using verbal or non verbal language. Key words: City, communication, social and business networks, cultural practices.

(Recibido el 15/09/08) (Aceptado el 05/01/09)

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Introdução ompreender o mapa cartográfico de uma cidade nos oferece inúmeras possibilidades de reflexão sobre seu processo de construção histórica, sobre o seu patrimônio cultural, sobre as escolhas, discursos identitários, aspirações, estratégias e sobre os conflitos vivenciados por seus moradores. A cidade expressa uma história coletiva anunciada nas medidas do espaço que se reflete na sua geografia urbana

C

Possibilita, ainda, considerar a articulação do espaço urbano como análogo às estruturas das redes sociais. Compostas por nós (pessoas), elos (relações) e por princípios organizadores, as redes são estruturas dinâmicas e complexas formadas por pessoas e grupos que compartilham valores ou objetivos em comum, interligadas de forma horizontal e predominantemente descentralizadas (Souza & Quandt, 2008). Inter-relacionando os conceitos de cidade e de redes sociais, compreende-se que as forças que geram o desenvolvimento urbano estão entrelaçadas na teia da diversidade social, histórica, econômica e cultural dos vários elos que a regem e da necessidade de troca de informações entre os diferentes tipos de nós. Concebe-se a cidade, portanto, como obra coletiva, como espaço de conquistas sociais e de acesso institucional à cidadania. Segundo Lefebvre (2001), a cidade depende de uma mediação entre as relações da ordem próxima e da distante para propulsionar seu crescimento. A ordem próxima compõe as relações de imediatice, as vinculações diretas entre as pessoas e os grupos mais ou menos organizados e estruturados e desses grupos entre si, enquanto a ordem distante é regida por instituições poderosas, por um código jurídico formalizado ou não, por conjuntos significantes, concebidos no interior das ideologias. Nesta direção, delimita-se este trabalho, tendo como referência de micro-análise a cidade de Colatina, localizada na região Norte do Espírito Santo, Brasil, cuja rede socioempresarial de confecções, surgida a partir dos anos de 1950, encerra as experiências 1 socioculturais vividas por seus habitantes a partir do final do século XIX. Objetiva analisar como essa rede contém, em sua dinâmica de formação e de incremento e nas suas práticas discursivas de produção e de relacionamento, as marcas das significações da história da cidade. Busca-se, nesta direção, avaliar, cartograficamente, a tessitura dos elos, dos nós e dos princípios geradores dessa rede segundo perspectiva teórico-metodológica sociocultural de Henry Lefebvre. A hipótese que o norteia é a de que essas dinâmicas e práticas socioculturais discursivas indicam como, na cidade, a história se incorpora ao uso urbano e como o espaço foi dinamizado pela estrutura produtiva em rede socioempresarial. Produzir essa análise exige, portanto, compreender a formação da cidade de Colatina,

O Contexto do Espaço Urbano A história da cidade de Colatina é marcada pela diversidade de etnias que a compõem e por um intenso fluxo imigratório e transmigratório intrarregional de colonos, o qual tem início a partir do último quartel do século XIX, com o assentamento de imigrantes europeus e migrantes nacionais em seu território. Contudo, os anos de 1920, demarcam o período de expansão do município. Nessa fase, milhares de famílias se instalaram em pequenas colônias, localizadas no interior, perseguindo o rastro do desbravamento da fronteira Norte do Espírito Santo, com vistas à produção de café. Nos anos de 1960, entrementes, o Governo Federal promove o programa de erradicação da lavoura cafeeira provocando, como consequência, a reestruturação na economia da região e determinando um novo movimento migratório, dessa vez, do campo

1 Na cidade se desenvolve também os clusters de móveis de cerâmica vermelha, mas este paper tratará especificamente do de confecções. Há inúmeras características de proximidade entre os demais clusters na cidade, diferenciando-se nos aspectos específicos da produção (Dadalto, 2004).

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para a cidade. Inverte-se, assim, a relação de residentes na área urbana e rural, com os colonos buscando na cidade uma alternativa à sobrevivência financeira. Nesse processo de mudança, a maioria carregava na bagagem a experiência de residir em pequenas colônias situadas em lugares isolados, muita vez inóspitos, sobrevivendo por meio de autossuficiência produtiva. Além disso, mantinham uma rede social de relacionamento intra e intercomunitária, fundada na família e na relação de vizinhança, na confiança, na reciprocidade e evidenciada na troca da comunicação. Esse movimento migratório deu a Colatina uma nova configuração: as histórias individuais e coletivas, o passado e o presente se entrecruzaram. Constituiu-se, entre os moradores já estabelecidos e os novos assentados, um inédito saber de convivência em bairros. Para tal, exigiu-se a construção de um cotidiano das relações afetivas e familiares atado às institucionais de vários portes: comerciais, políticos, educacionais, religiosos, de lazer, etc., envolvendo as relações socioeconômicas, culturais e institucionais. Na cidade, o plano do cotidiano se inscreve nas relações e nas práticas sociais que englobam a produção e a reprodução material e discursiva, os lugares específicos e os conjuntos espaciais próprios a cada formação social. Nesse processo, há de se observar, conforme Ledrut (1971), que uma coletividade se organiza a partir da conexão do sentido de comunidade ao criar vínculos de proximidade com a vizinhança reunida de modo permanente em determinada área. Nos bairros, agrupamentos em que se define a base da proximidade, apresentam-se os diversos padrões dos modos de estruturação da comunidade local, na qual a intensificação das existências coletivas depende da diversidade das condições relacionadas aos limites e às categorias da vida do lugar. Assim, as ordens que a cidade transmite na forma de significações, das simultaneidades e dos encontros (Lefevbre, 2001) forçariam os moradores a reinventar suas tradições e a desvelar a realidade edificada, mantendo-a como espaço de troca e de materialização da vida humana. Nesse processo de reconstrução em outras bases socioeconômicas, os moradores esquadrinharam na experiência e no tácito da economia do saber a refundação de sua trajetória. Entrementes, como os sentidos da ordem distante estão relacionados ao exercício do poder e à conformação do espaço, exercem, analogamente, uma influência específica na produção. Vislumbra-se, nessa direção, um nexo de oposição e complementaridade entre as ordens próxima e distante, que emergem, simultaneamente, na organização dos encadeamentos da cidade, bem como na reprodução das relações de trabalho e dos meios de produção mediados pelas práticas sociais discursivas. Nessa perspectiva, a cidade compreende e indica as contradições do seu processo histórico nos níveis econômico, social, cultural e político. A integração coletiva e a participação dos habitantes na vida pública são expressões do relacionamento entre população e agentes responsáveis, tendo a comunicação o papel de assegurar as trocas de informação determinadas pelos diversos nós: agrupamentos e estruturas intermediárias — tanto aquelas promovidas por meios de comunicação de massa como aquelas realizadas pelos indivíduos e pelos grupos num modelo informal. Sendo uma unidade básica de comunicação, o indivíduo se apresenta como um elo numa cadeia da teia contínua de qualquer partícula de informação. A tessitura informal é mais flexível e a informação que encerra pode se apresentar tanto em nível horizontal como em vertical. De acordo com Baccega (2002), nessa contextura se entrecruzam incomparáveis números de discursos produzindo uma dinâmica, em nível diacrônico e sincrônico, na qual novas alocuções nascem ajudando a alterar os significados dos outros. Os discursos são compreendidos tanto com base no que está estabelecido, como nas características referidas no universo dos partícipes desse processo. Neles também estão inseridas as permanências históricas sob a forma de mitos, provérbios, estereótipos e valores, que se apresentam na representação do cotidiano dos indivíduos. Nesse cotidiano, Ferrara registra que o modo da linguagem e sua lógica constitutiva determinam que, ao “lado do social, do econômico e do cultural, a estrutura informacional constitui um dos elementos básicos de apreensão do real” (Ferrara, 2007: 6).

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Há de se destacar, no entanto, que a estrutura informacional não tem de ser exclusivamente verbal, mas, por ser uma prática do ser humano, está posta numa dimensão de tal nível de complexidade que se apresenta como elemento que interfere nos sistemas social, econômico e cultural, seja para confirmá-los, seja para alterá-los. Compreende-se, assim, que a história da cidade e suas transformações socioeconômicas são pontilhadas de vestígios e de marcas, compondo o conjunto de significados das práticas discursivas socioculturais que alimentam o dia a dia dos homens na sua atualidade e que se expressam por meio da comunicação.

As Ordens Expressas Os vestígios e marcas das práticas discursivas socioculturais da cidade de Colatina são dados, mormente, por uma colonização constituída pela diversidade étnico-cultural, tendo em vista que grande parte de seus membros são imigrantes ou descendentes de imigrantes europeus, além de árabes, turcos, libaneses e negros africanos. Também inseridos nesse processo, migrantes brasileiros de Minas Gerais, do Nordeste, do Rio de Janeiro, entre outros, bem como de indígenas que habitavam o local. Esses povos compuseram, desse modo, a identidade multicultural da população e emaranharam-se no fluxo do crescimento socioeconômico da cidade. Nele, em momentos dessemelhantes, sujeitos e grupos se cruzaram em trajetórias internas no espaço e tempo dos desmembramentos geográficos e históricos próprios de seu desenvolvimento (Hall, 2003). Entrementes, de maneira vária, mas coletiva, a grande maioria assentada no território viveria o sentimento familiar da diáspora e do deslocamento. De acordo com Hall (2003), em situação de diáspora as identidades se tornam múltiplas, pois junto aos elos que as ligam a um local de origem há, ainda, a qualidade de ser “italiano”, ou “alemão”, ou “negro africano”, a exemplo desses citados. Apesar de vindos em períodos específicos e estabelecidos inicialmente por etnias em colônias, com o passar do tempo juntaram-se aos demais protagonistas dos fluxos migratórios. Unidos por laços de consanguinidade, ou não, constituíram formas de relacionamentos sociais interétnicas, que lhes possibilitaram criar alternativas para o seu próprio desenvolvimento socioeconômico e cultural, bem como o do local em que se encontravam. No interior, assentados em colônias, eram voltados à produção do café em pequenas propriedades de mão de obra familiar, num sistema de relação de trabalho baseada na meagem, de modo autossustentável e autossuficiente. A região urbana, por outro lado, havia se convertido no polo aglutinador de acesso a bens de consumo e de prestação de serviços públicos à população campesina. Com a erradicação do café, alterou-se o índice vetorial ruralurbano e teve início o processo de transformação das referências produtivas. Em consequência, alteraram-se todas as demais conexões que permeiam as trocas sociais, culturais, políticas e econômicas da sociedade. Em tal fase, as marcas da história se fizeram manifestar nos discursos das práticas produtivas, na dinâmica de formação e expansão da rede da indústria de confecções estabelecida, que, anos mais tarde, ganharia status de cluster. É nesse processo que se dá o crescimento da indústria do vestuário. Para tanto, os futuros empreendedores buscaram na experiência do cotidiano das colônias a estrutura para 2 fundar suas empresas. Deste modo, montaram micro e pequenas fábricas de base familiar, localizadas nos bairros residenciais, correlacionando comunidades empresarial e residencial numa dinâmica produtiva em formato de rede socioempresarial. Em contraponto, os poderes públicos municipal, estadual e federal moveram pouquíssimo apoio institucional, fato compensado por um comportamento institucional associativo coeso entre sociedade,

2

A abertura da primeira empresa do setor de confecção data de 1952. Em 1960 registravam-se em Colatina 04 fábricas; em 1970, 25; em 1980, 187, e em 2000, 340. (Vilaça & Dadalto, 2001).

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empreendedores e parceiros e que teve papel fundamental no incentivo de ações à 3 cooperação e à inovação. Por meio do estabelecimento dessas ações institucionais, assentadas numa prática discursiva de reciprocidade, conseguiram manter a inovação tecnológica dos empreendimentos e a construção de um ambiente industrial eficiente. Ressalva-se, todavia, que a instituição família foi o articulador central para o nascimento e o fortalecimento das indústrias. Esse processo marca, também, os sinais da incorporação do projeto de mudança social da cidade na modernidade. Por meio dele, a população rompe com o modelo agroexportador a que se submeteu historicamente, e, em consequência, com a forma urbana até então arquitetada, e voltada, exclusivamente, ao atendimento às demandas da atividade cafeeira. Entretanto, essa modernidade é demarcada por uma oposição de relações e características tradicionais, nos seguintes aspectos: em relação à concepção do espaço produtivo; pelas práticas produtivas culturais discursivas; pelo modo de produção por meio de um modelo flexível de trabalho; pela formação de empresas familiares e pela autossuficiência produtiva. Embora esses aspectos se inter-relacionem por meio do modo de viver e de agir da população alvo da pesquisa, neste trabalho se fixarão como marco regulador as práticas produtivas culturais discursivas na rede socioempresarial de confecções.

O Mapa Cartográfico da Rede De acordo com Santos (2000: 197), “o modo como imaginamos o real espacial pode vir a tornar-se a matriz das referências com que imaginamos todos os demais aspectos da realidade.” Portanto, imaginar e representar cartograficamente o espaço urbano e a formação socioempresarial do setor de confecções de Colatina exige entender as estruturas da ordem próxima e da ordem distante da cidade. Uma cartografia que privilegia a representação apresenta três mecanismos de representação/distorção da realidade: a escala, a projeção e a simbolização. A escala irá informar a relação entre a distância no mapa com a que corresponde ao terreno; a projeção apresentará a transformação da superfície descrita no mapa da superfície curva da terra; e a simbolização oferecerá as notas sobre os símbolos gráficos usados para assinalar os elementos e as características da realidade espacial selecionada (Santos, 2000). A análise cartográfica representada neste trabalho tem como base estudo de campo realizado entre os anos de 2000 a 2005 na cidade de Colatina (Dadalto, 2007). Visa mapear a rede socioempresarial de confecções fundada em 1950 e que a partir dos anos de 1980 se fortaleceu, tornando-se a mais importante do setor no Espírito Santo. Contudo, produzirá uma descrição e análise a partir de seus elos, nós e princípios geradores, analogamente à escala, projeção e simbolização, que neste trabalho serão discutidos de forma associada.

Os Elos, os Nós e os Princípios Uma das formas de significação urbana da estrutura da rede de confecções que remete ao legado histórico em Colatina encontra-se na dualidade da relação casa-fábrica. Isso porque, no ambiente rural, o cotidiano dos colonos não dissociava a organização do espaço, no que dizia respeito à estrutura profissional e à residencial. Grande parte residia e cultivava o café com a família, em suas pequenas propriedades.

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Participaram ativamente desse processo a Associação Empresarial de Desenvolvimento Industrial de Colatina e os Sindicatos das Indústrias do Vestuário de Colatina, todos criados a partir da segunda metade da década de 1980 pelos empresários. Regionalmente, também participaram, com apoio, instituições de âmbito regional e nacional, como o Serviço Nacional de Aprendizado Industrial, a Federação das Indústrias o Espírito Santo, o Serviço Brasileiro de Apoio às Micro e Pequenas Empresas (Dadalto, 2007).

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As casas eram, em geral, construídas com vistas a ajudar na coordenação dos serviços e no armazenamento dos produtos da lavoura, demarcando um local qualitativo e quantitativo, emocional e político. Era, portanto, uma edificação que atendia às necessidades de adaptação a determinado modo de vida, e que indicava as marcas do processo de resistência, inserção e identificação com o meio. O que ocorre no presente da cidade é a inversão da atividade econômica preponderante: deixa-se de produzir o café e passa-se a confeccionar produtos têxteis, sendo a constituição da fábrica um empreendimento familiar, que começa a funcionar num cômodo da casa do proprietário. Em Colatina, são abertas, em todos os bairros, micro unidades fabris, e grande parte funciona por anos nas residências. O tempo dessa permanência, por sua vez, indica a hierarquia de tamanho e de desenvolvimento da empresa: micro, pequena, média ou grande (Dadalto, 2007). Casas e fábricas se correlacionam nos bairros com empreendedores e com a vizinhança mantendo trocas e permutas configuradas de maneiras diversas, dependendo do tamanho do negócio. Ou seja, quanto menor o empreendimento, maior o contato, uma vez que é estabelecida uma ligação face a face de maior proximidade com a vizinhança, que também se torna cliente potencial da fábrica ou, em alguns casos, até comercializa produtos ou presta serviços. O indício do crescimento e o sucesso das fábricas se manifestam no porte, na arquitetura e na sofisticação das construções, nas ampliações ou nas reformas das fábricas e nos vínculos de sociabilidade com a vizinhança. Dessa maneira, a forma arquitetônica exprime a realidade instituída assim como sua estrutura, o que também se reflete nas relações com o entorno. Este, também, um legado da vida nas colônias — estudos de Muniz (1997) descrevem como os colonos, no período de formação da cidade, construíam uma primeira casa rústica, mas rapidamente a substituíam por uma outra maior ou de formas e materiais diferentes. A formação das micro e pequenas fabriquetas, por meio do núcleo familiar, também representa o legado simbólico dos colonos. Nesse ambiente, os empreendedores sustentam uma dinâmica de relacionamento com a vizinhança, gravitando em seu entorno no bairro, marcadamente direta e comportando determinados princípios e valores que, projetados na prática discursiva daquela realidade, amparam a criação de novos negócios. Isso porque é na troca de experiências entre parentes e vizinhos que se alimentam as informações básicas para formação e manutenção de uma unidade fabril. Foi buscando informações com a empresária X que a vizinha Y montou sua fábrica de roupas: “Quando ela (Y) começou, me chamou para ajudá-la; ela não tinha muita noção [...]. Outro dia, precisei dela numa máquina, e ela me ajudou” (Dadalto, 2007: 134). Segundo o que expressa X, há um código rígido de troca de informações e de reciprocidade, que demonstra os princípios geradores da ordem distante definida por Lefebvre (2001), e que se espraia na cidade permitindo a difusão de novos negócios nesses segmentos. Esse mesmo código possibilita um movimento de eficiência coletiva entre os empreendimentos, pois, se há troca de informações entre parentes e vizinhos, há uma manutenção “espontânea” do incremento de novas tecnologias. Associa-se a esse processo a inexistência de clivagens de classe social na formação dos bairros urbanos — não há na cidade bairros exclusivos de residências de classe alta, média ou baixa, assim como não há bairros étnicos, profissionais ou empresariais, nos quais se concentrem as empresas de confecções. A diferenciação, em geral, ocorre na hierarquia das empresas, uma vez que médios e grandes empreendedores, investidos de determinadas rotinas produtivas geradas por seu porte e capacidade de produção, relacionam-se, prioritariamente, com seus pares ou parceiros. Fomenta-se, dessa maneira, um modelo de eficiência coletiva tecida em rede — decorrência não somente do código de reciprocidade, mas também da mediação da troca de informação não formal e de sua ressignificação — presente entre empresários, empregados e parceiros de prestação de serviços.

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Sucessivamente, e de maneira informal, as informações sobre as mudanças tecnológicas de produção e de comercialização se disseminam entre novos atores, sendo incorporadas ou adaptadas segundo a capacidade de produção de cada empreendimento. Por exemplo, uma modelista ensina à costureira de uma indústria um novo modelo de corte, que por sua vez ensina à vizinha proprietária de uma pequena fábrica e que explica a um parente proprietário de uma outra fábrica. A mediação da informação sobre as rotinas produtivas ocorre de maneira circular e de maneira tácita, em rede de família, de parentesco, de amizade e de vizinhança, e fomenta a criação de novas unidades de negócios dentro dela própria. A difusão dos empreendimentos derivada da narrativa de conhecidos, muita vez, visa suprir uma necessidade da rede ou mesmo se apresenta deslocando-se nas várias dimensões do processo produtivo e nas atividades de comercialização e de prestação de serviço: contabilidade, estilismo, estamparia, entre outros. Consequência de um constante envolvimento de membros do segmento urbano em funções já estabelecidas em outras funções, ou na geração de negócios afins, que buscam dar suporte às demandas surgentes. Deste modo, adaptam-se e proporcionam uns aos outros, na contiguidade das trocas discursivas presentes nas convivências do ambiente de trabalho, familiares e de vizinhança, os mecanismos de manutenção da rede socioempresarial. Associa-se à rotina de circulação de informação uma prática produtiva cuja base é uma cultura associativa que fornece o seu código de reciprocidade. Nessa direção, há um modelo de ajuda mútua entre empreendedores, empregados e entre parceiros e moradores que dá sustentabilidade à estratégia de crescimento, à troca de informações e à sua conservação e que também remete à experiência do cotidiano nas colônias. Essa cultura associativa perpassa todos os níveis e dimensões do cluster e se manifesta durante o processo produtivo. Por meio dele, empreendedores apoiam a abertura de uma nova fábrica para empregado, ensinando procedimentos e encaminhando serviços; empreendedores indicam representantes de tecidos a um outro empreendedor, possível concorrente, entre outras inúmeras formas de trocas. Depoimento de Darcy de Andrade, empresário de grande porte e um dos pioneiros da rede de confecções de Colatina, revela que essa cultura tem origem desde a abertura das primeiras fábricas na década de 1950: “Nós somos acostumados a estender a mão um para o outro. Faltou tecido aqui? Você apanha com o outro” (Vilaça & Dadalto, 2001: 62). Dessa cultura associativa participam pequenas, médias e grandes empresas em escalas distintas, até pelas próprias diferenças que se estabelecem por suas demandas, articulação e capacidade financeira de resolução de dificuldades. Entrementes, as relações diretas entre os empreendedores se transformam e se adaptam às alterações de porte do empreendimento, assim como com a sociedade e com as instituições a que estão vinculados. Um outro fato a provocar a manutenção dessa cultura associativa são as atividades de lazer nos finais de semana. Como não há clivagens de bairros, é comum que um empreendedor e o vigia de sua fábrica residam na mesma rua, dividindo também os hábitos e gostos de jogo de baralho, de bocha ou de futebol. Como parceiros ou como concorrentes, na hora do lazer, repartem o mesmo espaço com outros membros da sociedade. Nessa ambiência, também se mantém uma troca de informações sobre temas variados, da política aos negócios, pela qual se disseminam boatos e referências de relevância sobre a cidade e a rede. Reforça essa cultura a criação de empresas no âmbito da família e sua gestão com a participação de todos os membros: filhos, netos, noras. Inclusive sendo gerados novos negócios, quando há possibilidades produtivas e de comercialização, a partir do núcleo principal. Os empreendimentos familiares, contudo, alimentam uma prática gerencial de manutenção e consolidação que investe na autossuficiência produtiva e financeira. Nesse sentido, não se abre uma empresa com financiamento externo. Busca-se começar a funcionar com os equipamentos adquiridos com recursos próprios, fruto de poupança ou de venda de bens, assim como se pretende fomentá-lo a partir de seu próprio resultado produtivo.

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Essa prática de gestão de produção é comum entre empreendedores, especialmente entre os micros e pequenos, que têm, nas vinculações de imediatice (tanto familiares como da vizinhança), um potencial apoio ao desenvolvimento de seu negócio no âmbito da prestação de serviços e de comercialização da produção. Conserva-se, dessa forma, uma prática cuja base de autossuficiência dá sustentação à formação e ao crescimento do empreendimento por meio de pequenas unidades, que, via de regra, mantêm-se pequenas.

À Guisa da Conclusão: os Encadeamentos e as Oposições A integração existente entre pequenos empreendedores e comunidade em Colatina, fundada numa prática sociocultural discursiva e baseada na troca de informações, nas relações face a face, na confiança e na reciprocidade, possibilitou a fomentação de um ambiente industrial propício ao desenvolvimento da rede de confecções na cidade. A inovação, que depende da troca de informações entre os empreendedores e de uma constante interação informal nos espaços de produção e de lazer, possibilita a modernização tecnológica e a disseminação de confiabilidade em determinados empresários, o que ajuda a sustentar o crescimento da rede. Esses encadeamentos, instituídos por meio de uma prática cultural e fundados numa cultura associativa e na troca de informações, possibilitaram o incremento socioeconômico de Colatina. Permitiram, também, a geração de efeitos secundários em outras atividades, tanto como resultado de decisões coletivas como de forma espontânea, com o impulso do modelo de comunicação informal em função das trocas entre firmas, família e vizinhança. Contudo, mais do que manutenção de uma cultura tradicional, esse comportamento revela uma racionalidade pragmática para a cooperação entre os indivíduos, com vistas a buscar estratégias de enfrentamento dos riscos das transformações da sociedade (Putnam, 1996). Por outro lado, o código de reciprocidade presente na prática discursiva se coloca como fator coercitivo, excluindo quem não o exercita, tanto pela negação de sua fundamentação como por uma ação voluntariosa do partícipe. No caso, a negação remete à marginalização social do empreendedor, que pode ser disseminada num conjunto amplo de outros empreendimentos daquele segmento. Uma outra faceta dessa cultura discursiva da rede é manifestada no nível da comercialização. A base da ação de reciprocidade dos empreendedores está fundamentada na fase de produção, o que permite empréstimos de produtos, apoio de treinamentos e troca de informações. Apesar disso, no campo da comercialização há uma intensa rivalidade. Essa dualidade, cooperação na fase produtiva e competição no mercado externo, coloca-se como um paradigma para a competição capitalista, que, geralmente, vê num outro empresário um concorrente, um competidor em potencial. Esses encadeamentos e oposições indicam que a trajetória da rede de confecções de Colatina é fruto de uma representação que tem na prática discursiva de seus nós a determinação de um círculo virtuoso, assentado num modelo de comunicação informal de seus elos e que, mantida por princípios geradores e simbólicos, dá suporte ao tripé inovação coletiva, ambiente industrial e eficiência coletiva. Essa prática discursiva, articulada à sociedade, envolve empresários e comunidade na sua tecedura. Incorporada no uso urbano da cidade, sinaliza, cartograficamente, os vestígios de como no espaço, territorial e temporal, um legado histórico é dinamizado pela estrutura produtiva. Representa, conforme sopesa Ferrara (1988), como o uso reflete um contexto e a própria interação do usuário nesse contexto. Explica, por vez, como diferentes tipos de usos, com diferentes funções e modos de se relacionar com o contexto, interferem num uso e caracterizam um ambiente urbano.

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PODER Y COMUNICACIÓN: UNA SEGUNDA REVISIÓN CRÍTICA

POWER AND COMMUNICATION: A SECOND CRITICAL REVIEW

Mg. Lázaro Magdiel Bacallao Pino. Universidad de La Habana bacallao@fcom.uh.cu La Habana, Cuba

Resumen Las tecnologías de la información y la comunicación (TICs) suele ser la dimensión más recurrente en los exámenes acerca del nuevo lugar y espesor de lo comunicativo en las sociedades contemporáneas. Sin embargo, una perspectiva únicamente tecnológica de la cuestión, obvia la complejidad de la inserción de la comunicación en el entramado de las relaciones sociales. Tomando como punto de partida un análisis conceptual de las interrelaciones de lo comunicativo con otras esferas de la realidad social –política, económica, cultural y militar-, se realiza una indagación teórica crítica acerca de las múltiples conexiones entre comunicación y relaciones de poder, así como la funcionalidad de una representación social del poder de lo mediático. Palabras claves: Medios, periodismo, comunicación, relaciones de poder.

Abstract The so-called technologies of information and communication (ICTs) are commonly the dimension taken into account in most of the analyses on the new place and role of communication in current societies. But a technological-centered perspective does not take into account the complexity of relationships between communication and the other social relations dimensions. Beginning from theoretical analyses on interrelations between communication and the other social fields –politics, economy, culture and army-, the article analyzes theoretically the many-sided links between communication and power relations, as well as the functions of a social representation of media power. Key words: Media, journalism, communication, power relations.

(Recibido el 21/09/08) (Aceptado el 08/01/09)

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Introducción Un análisis actual de la ubicación de los medios de comunicación en los entramados generales de las relaciones sociales de poder, requiere el examen paralelo e interrelacionado de dos cuestiones: 1) las transformaciones acontecidas en la sociedad mundial en las últimas décadas –en particular, a partir de la segunda mitad del siglo XX y, con mayor énfasis, en dos últimas décadas-; y 2) las propias transformaciones en el campo comunicativo, también durante este período. Ambos procesos –presentados en una relación de causa-efecto entre el segundo y el primero, según ciertas visiones estrechas y ya superadas de la globalización-, aparecen interconectados, pero en una interdependencia mediada por el resto de las dimensiones de la socialidad. Un examen en tal sentido, aparece inherentemente ligado a los vínculos entre comunicación y relaciones de poder. La principal postura en relación con esta cuestión, ha sido la denominada teoría del cuarto poder de la prensa, integrada a la cultura política moderna, y devenida lugar común que ha operado activamente en el horizonte conceptual y práctico de la información, aun cuando se maneje sin demasiada exactitud (Soria, 1994). En esta propuesta se presenta a la prensa en tanto que contra-poder, definido por exclusión respecto a los tres poderes que se articulan en la fórmula del Estado-nación moderno (ejecutivo, legislativo y judicial), en una solución relacional que considera únicamente sus nexos con los resortes y estructuras de la sociedad política. Ello resulta coherente con un imaginario que, de forma tradicional, ha argumentado la certeza del poder mediático en una dimensión políticoideológica, estrechamente definida desde una concepción que separa ideologías de cultura y limita la condición política a la esfera de una cierta forma de institucionalidad (partidos, grupos de presión e intereses). Esta perspectiva es coherente con una tendencia histórica a analizar los vínculos entre medios y relaciones de poder casi exclusivamente desde los nexos media-sociedad política, coherente con una concepción que iguala Estado a sociedad política, y considera a aquel como ente suprasocial cosificado, única expresión de las relaciones sociales de poder. Los fundamentos de una crítica a tal enfoque, pasan por: 1. La concepción marxiana (Marx y Engels, 1969) de que todo modo de producción es un modo de vida, que presupone a su vez un determinado trato [Verkehr] entre los individuos –concepto que, en “La Ideología alemana”, presenta un amplio contenido e incluye tanto a la comunicación material como espiritual entre individuos, grupos sociales y países, y que resulta punto de apoyo para la noción posterior de relaciones de producción; y 2. La perspectiva gramsciana (Gramsci, 1997) que extiende y complejiza la referida visión reduccionista del fenómeno estatal, precisando que el Estado resulta la suma de la sociedad política y la sociedad civil.

Desde “la prensa y el poder” hacia “la dimensión comunicativa y las relaciones de poder” En la actualidad, resulta claro que una visión compleja de las interrelaciones entre medios y dinámicas de poder, requiere de: 1º) un examen de sus enlaces multidimensionales con el resto de los diversos procesos y estructuras sociales; pero también de: 2º) un análisis que considere la funcionalidad y rentabilidad –tanto para los propios media como para los agentes sistémicos de la dominación- de una representación social que exalta el poderío de los medios. El primer aspecto se ubica en el nivel de la socialidad, mientras el segundo, se localiza en el terreno metacomunicativo, pero entre ambos existen múltiples interrelaciones. El nuevo régimen de socialidad que propone el modelo capitalista neoliberal, se articula en torno a la centralidad del individuo y la filosofía de la competencia, cuyo resultado es una tensión permanente y extendida entre dos dinámicas opuestas y a la vez complementarias: fragmentación (cualidad central según el discurso postmoderno) y globalización. Así, se proclama un neoindividualismo (véase, por ejemplo, Lipovetsky, 2008) – en un ejercicio de rescate de los preceptos iniciales del capitalismo, su discurso individualista - o “individualismo

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responsable”, ubicado en los parámetros del hedonismo, el espectáculo y el consumo; compatible con el fin de las utopías sociales, del sacrificio personal en aras del prójimo; resultante de una mutación en la militancia del deber; sustentado en unos valores que transitan de una definición a partir del “deber ser” (en positivo) a otra del “no hacer” (en negativo) y empeñado en una preservación a ultranza de la individualidad, limitándose a lo sumo al ejercicio de una caridad esencialmente espectacular. Tal régimen de socialidad, encuentra en la dimensión comunicativa un recurso de cohesión que puede resultar funcional a sus principios, cualidades y propósitos. Ello estaría ligado, en cierta medida, a la inherente condición sustitutiva de lo comunicativo, tal como han planteado los análisis epistemológicos en torno al campo, en particular la diferenciación entre actos ejecutivos y actos expresivos desarrollada por Martín Serrano et al (2004). Pero, en este caso, tal cualidad sucedánea no tendrá una intencionalidad positiva liberadora, sino negativa dominadora, en tanto que su propósito sería canalizar vinculaciones sociales “blandas” (emparentadas de alguna manera con la disfunción narcotizante definida hace varias décadas por R. Merton (en Wolf, 2005)) que –como la caridad espectacular descrita por Lipovetsky (2008)-, sustituyan el acto social por el acto comunicativo, al considerar suficiente la expresividad. Esta degeneración de la acción social en (tomando prestado el concepto habermasiano) acción comunicativa, resulta complemento de la exaltación de lo comunicacional como eje central de las sociedad y, por ende, escenario fundamental de las relaciones de poder. Esta visualización del poder comunicativo, por tanto, presenta una funcionalidad positiva cuyo análisis debe transitar por una doble indagación: 1) los fundamentos de la modernidad capitalista en tanto régimen de visibilidad (Foucault, 1980); 2) el escamoteo del núcleo duro de los procesos de cambio social a los actores contrahegemónicos y sus prácticas. Un examen crítico de la primera lo ofrece Foucault, en su valoración acerca de las limitaciones –al no considerar los componentes materiales y económicos de la opinión- que presentaba la confianza, desde los fundamentos mismos de la Revolución Francesa, en la prensa como garante de la visibilidad social, en particular de las esferas del poder: “Creyeron que la opinión sería justa por naturaleza, que se extendería por sí misma, y que sería una especie de vigilancia democrática. En el fondo, es el periodismo -innovación capital del siglo XIX- el que ha puesto de manifiesto el carácter utópico de toda esta política de la mirada” (Foucault, 1980). Pero no solo la visibilidad deviene aspecto vinculante de lo comunicativo y el poder; también la propia estructuración de las relaciones de dominación en la modernidad. La tesis central en el análisis foucaultiano (Acanda, 2000) acerca de las transformaciones esenciales en los mecanismos de ejercicio del poder en el capitalismo, resulta la denominada microfísica del poder, es decir, su reticularidad –noción que para algunos conduce a la omnipotencia del mismo, al punto que sería imposible transformarlo o escapar de su entramado. La comunicación comparte con el poder –quizás como ninguna otra dimensión social- esa reticularidad, particularmente reforzada con la llegada de las TICs y su plataforma de estructura-red. Esta convergencia en su cualidad reticular, constituye otro elemento que propicia una vinculación en el imaginario entre poder y comunicación. La conexión entre los aspectos de la doble indagación señala, transita asimismo por el por las interrelaciones entre lo público y lo privado, y sus reordenaciones a lo largo del proyecto de la modernidad capitalista. En particular, en las últimas décadas, hemos asistido a una extensión de lo privado mediante los procesos de privatización llevados a cabo como parte de la estrategia económica neoliberal. Ello supone una reducción de aquellas esferas de naturaleza pública (en el sentido de su régimen de propiedad y, por ende, de sus mecanismos de fiscalización y control social), y, de forma paralela, una extensión light de una esfera pública (entendida solamente en su dimensión expresiva, lo cual escamotea sus aspectos económicos) a través de la euforia de la comunicación. Lo público, como nunca antes, encuentra su lugar en –o se asocia a- lo comunicacional –lo político, por ejemplo, se mediatiza de manera espectacular, sobre todo a través de la televisión y del uso de las TICs. Resulta, entonces, un

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doble proceso complementario de privatización de los núcleos duros societales (producción, servicios, etc., llegando incluso hasta el propio sector comunicativo) y, a la vez, una publicidad superficial de anteriores zonas de lo privado (entendido en su sentido personal), que halla expresión en espacios como los talk shows, o reality shows. Un análisis pertinente, que confirmaría o no la calidad de esa extensión de la esfera pública desde lo comunicativo, pero su contracción desde los regímenes de propiedad, sería un análisis acerca de las contribuciones reales (o no) de tal ensanchamiento a la democratización de las relaciones y los vínculos sociales, y a la emergencia de nuevas dinámicas políticas. Se trataría de identificar –empíricamente- en qué medida una sociedad de la información o una sociedad transparente (término acuñado por Vattimo, 1996) resulta en una ampliación de los procesos sociales participativos.

Una visión multidimensional de lo comunicativo La indagación de las reubicaciones de lo comunicativo, como parte de estas transformaciones señalada, en los resortes de la dominación, requiere en primer lugar –como se ha expresado- un examen de sus conexiones con otros campos sociales, en particular: 1) el político; 2) el económico; 3) el militar y 4) el cultural. Este análisis, con sus entrecruzamientos, complementaciones y reconfiguraciones –en sintonía con demandas y contextos históricos-, resulta la perspectiva pertinente para una comprensión compleja de las especificidades y espesor propio de los media en el concierto de los mecanismos de dominación/liberación. Una definición gramsciana de la opinión pública, resulta punto de partida adecuado, al ofrecer una conceptualización que trasciende el simple hecho de la visibilidad, y establecer sus vínculos en el entramado de los procesos hegemónicos y las relaciones de poder: “Lo que se llama ‘opinión pública’ está estrechamente vinculado con la hegemonía política, o sea que es el punto de contacto entre la ‘sociedad civil’ y la ‘sociedad política’, entre el consenso y la fuerza. (…) La opinión pública es el contenido político de la voluntad política pública que podría ser discordante (…)” (Gramsci, 1997: 151). La perspectiva gramsciana resulta pertinente en tanto que propone una visión articulante de la opinión pública desde la visión compleja del Estado (= sociedad política + sociedad civil), situándola en el espacio de mayor conflictividad social, y trascendiendo una concepción únicamente “discursiva” de la cuestión. La comprensión de esta conceptualización debe tener en cuenta otros tres elementos del pensamiento gramsciano: 1. Para Gramsci, la dimensión cultural resulta eje esencial de lo político –entendido como labor de estructuración y desarrollo de la hegemonía de una clase sobre la sociedad (Acanda, 2002). Se supera de esta forma la segmentación entre “la ideología” y “la cultura” –resultante de visiones que ligan la primera a “lo político” y la segunda a “lo artístico”), predominante en las concepciones de ciertas izquierdas del siglo XX. 2. Los procesos hegemónicos implican “no solo objetivos económicos y políticos unificados sino también una unicidad intelectual y moral, no solo a corto plazo sino a largo plazo” (González Casanova, 1984: 18), pero ello no ha de significar una subvaloración de los procesos estructurales; pues si bien la hegemonía “es éticopolítica, no puede dejar de ser también económica, no puede menos que estar basada en la función decisiva que el grupo dirigente ejerce en el núcleo rector de la actividad económica” (Gramsci en Acanda, 2002: 275). 3. Los media presentan la singularidad de ser instrumentos técnicos que poseen una doble fenomenología: son, al mismo tiempo, estructura y superestructura. A la vez que objeto de propiedad, resultan elementos inherentes del hecho ideológico (Gramsci, 1997: 72). Un determinado grupo hegemónico, como parte de su propósito de lucha por el poder y su conservación, crea determinadas superestructuras que, a su vez, determinan la formación de una “estructura material especial” para su difusión. Sin embargo, el desarrollo de tales

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superestructuras, no es inmanente a esa particular estructura material, sino a la general social. “Lógicamente y también cronológicamente se tiene: estructura social-superestructura-estructura material de la superestructura” (Gramsci, 1997: 73). Tomar estos principios como fundamentos para una aproximación a la dimensión comunicativa de la realidad social, supone un enfoque que debe considerar e integrar economía, política, cultura y tecnología en el análisis. Esta perspectiva encuentra particular expresión, entre las teorizaciones en torno al campo, en la propuesta que presenta la noción de mediación como eje para la comprensión del fenómeno comunicacional en el entramado de las relaciones sociales. Desde esta postura, se trasciende la consideración de lo ideológico como único producto mediador, para referirse a “la producción de todo elemento mediador, sea objeto, relato o mito: o entidades en las que coincidan todos estos rasgos, como los productos comunicativos” (Martín Serrano, 1993: 48). La mediación comunicativa, entendida como dinámica social, cognitiva y estructural (Martín Serrano, 1993: 161-163), articula la producción de “marcas de referencia” y modelos de representación de la realidad, y la institucionalización de determinados modos estructurados (y estructurantes) de comunicabilidad social. Así como a nivel del comportamiento individual existe –de acuerdo con el análisis epistemológico desarrollado por el propio autor (Martín Serrano et al, 2004)- una interrelación entre acciones ejecutivas y expresivas, en el horizonte social se modulan un conjunto de interrelaciones entre Sistema Social, Sistema Comunicativo y Sistema de Referencia, al interior del Sistema Histórico, en los niveles superestructural, estructural e infraestructural (Martín Serrano, 1993). Es en el marco de tales interrelaciones, que se debe entender – en su alcance social – la integración de lo comunicativo en los procesos de la perpetuación de una comunidad determinada, a partir de su capacidad de promover o revitalizar las representaciones colectivas - interpretaciones y evaluaciones compartidas de las situaciones y los aconteceres -, otorgando un sentido y una evaluación a la acción social organizada (Martín Serrano, 1994). La mediación comunicativa, por tanto, debe ser comprendida en el entorno más amplio de los procesos generales de mediación social. Es decir, desde una complementariedad y convergencia entre la mediación social y la producción social de comunicación, entendiendo a los media no solo como instituciones reproductoras, sino también productoras del orden social (Pineda, 2007). Esto supone, a la vez, una comprensión no reduccionista del hecho ideológico, para entenderlo no como epifenómeno secundario sino en términos de las dinámicas mediante las cuales los significados movilizados a través de las formas simbólicas, se insertan en los procesos de dominación, participando activa y creativamente en la constitución de las relaciones sociales (Thompson, 1998). La ampliación compleja del análisis social de lo comunicativo, desde la perspectiva mediadora, implica, luego, el tránsito de una concepción de la mediación como “lugar” de “interposición” o “intervención”, a la mediación como “continuum relacional” múltiple. La aportación de Jesús Martín Barbero al paradigma mediacional se ubica en este propósito. Su propuesta de transitar de los medios a las mediaciones, se fundamenta en una comprensión de la comunicación desde la cultura, en el contexto económico-político, en la vida cotidiana y las prácticas sociales; es decir, considerando los atravesamientos mutuos y diversos entre los procesos comunicativos y la configuración social. A partir de un concepto antropológico de la cultura, que permita pensar los procesos de socialización – sistemas de conocimiento, códigos de percepción, códigos de valoración y de percepción simbólica de la realidad -, la naturaleza comunicativa de la cultura implica una comprensión de la comunicación desde los problemas y las operaciones del intercambio social, en su carácter de proceso productor de significaciones, no solo en el momento de la emisión, sino también de la recepción, a partir de las “resignificaciones” que se escenifican en los procesos de apropiación y socialización (Martín Barbero, 1987, 1991, s/f). Barbero identifica cuatro mediaciones culturales y discursivas –lugares donde se produce el sentido de los procesos comunicativos y de los cuales provienen “las constricciones que delimitan y configuran la materialidad social y la expresividad cultural de los medios”-: la ritualidad, la socialidad, la institucionalidad y la tecnicidad.

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Ello significa, desde un punto de vista global, una reinserción de lo comunicativo en lo social, desde un enfoque crítico-material que, “En contraste con la concepción positivista de la comunicación como intercambio romántico de significado o intención entre sujetos incorpóreos (...) concibe la comunicación como una dimensión dentro de un complejo orquestado diferencialmente, que regula producción, reproducción y consumo de bienes materiales y simbólicos. Al igual que otras actividades productivas sociales, la comunicación debe verse como un proceso de hacer cosas, como una forma distinta de práctica significante, que produce signos o significados y distribuye capital cultural bajo condiciones históricas y socioeconómicas determinadas” (Chang, 2000: 19). Si, tal como plantea una de las hipótesis fundamentales de los cultural studies, “la producción y reproducción social del sentido y de la significación implicadas en el proceso cultural no son solamente una cuestión de significación, sino también una cuestión de poder” (Ang, 1994), entonces ello significa que la comunicación trasciende lo “exclusivamente” superestructural para devenir “constitutivo de lo social” (Máximo Simpson, en Kaplún, 2001), una modalidad de interacción social que atraviesa y es atravesada por los sistemas cognitivos y axiológicos de los actores sociales mediante “la producción de mensajes que, en el marco de cierta comunidad cultural, aporta a la significación de la realidad” (Carlos Luna, en Fuentes Navarro, 1992: 18). Desde estos presupuestos, resulta pertinente analizar las conexiones entre la dimensión social comunicativa y relaciones de poder tomando como eje la noción de apropiación. El término se presenta como categoría epistemológica conveniente para examinar la cuestión, en tanto que apunta a una conceptualización multidimensional de los procesos de dominación/liberación, entendidos en una relación dialéctica e inherentemente conflictiva. Enrique Dussel (en Acanda, 2002b) ha establecido la distinción entre posesión (Besitz), propiedad (Eigentum) y apropiación (Aneignung). Posesión se refiere a la relación efectivomaterial, objetiva, de uso de un objeto; mientras la propiedad denomina al derecho o la capacidad subjetiva, es una relación subjetiva. La apropiación, por su parte, es la síntesis objetivo-subjetiva, y, por tanto, apunta al complejo proceso de producción de la subjetividad humana, resultante de la convergencia entre producción de la realidad por el sujeto y apropiación de aquella por parte de este (Acanda, 2002b). En el campo cultural, el concepto ha sido asociado, por oposición a la reproducción, a la dependencia y la dominación exógena (que implicaría influencias unidireccionales), a una idea de “fertilidad” o “proceso creativo” (Subercaseaux, 1989). A partir de estas conceptualizaciones acerca de la noción, en el caso de lo comunicativo, sería pertinente considerar que estamos ante actos de apropiación expresivos (siguiendo la tipología propuesta por Martín Serrano et al, 2004) que suponen dos procesos paralelos e indisolublemente interrelacionados, solo distinguibles metodológicamente: usos comunicativos y asociaciones de sentido. Esto nos ubicaría en una postura cercana a Chartier (en Möller, 2001), para quien la apropiación señala hacia “una historia social de usos e interpretaciones fundamentales e inscritos en las prácticas específicas que los producen”. Al mismo tiempo, esta perspectiva implica admitir que el sujeto de la práctica comunicativa realiza una actividad significativa, lo cual es trascendente en el análisis de las interrelaciones comunicación-poder. Sin embargo, en este análisis, es oportuno asimismo establecer una nueva distinción – esta vez no solo en un sentido metodológico-, entre “apropiaciones comunicativas” y “apropiaciones de la comunicación”. La primera, haría referencia a las dinámicas internas de la práctica comunicacional; la segunda, a una dominaciones exteriores al proceso comunicativo, y ejercidas sobre (contra) el mismo. En el primer caso, la ruptura o distorsión del paralelismo armónico entre usos y asociaciones, al interior de la comunicación, devendría en dislocación dominante (cercana a nociones como la enajenación, de la literatura marxiana); en el segundo, se estaría dando cuenta de las posibles dominaciones que, ancladas en otros campos de lo social (económica, ideológica, etc.), se pueden ejercer sobre los procesos comunicativos.

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Ambas dimensiones, se complementan en una continuidad que se revela en el análisis de lo comunicativo en el entramado social.

La comunicación en el entramado social Mostrar las conexiones entre la dimensión comunicativa y otros campos especialmente significativos de las relaciones de poder, contribuye a dilucidar con mayor certeza el espacio de la comunicación, desde sus especificidades al interior de las estructuras y procesos superestructurales, en la conformación de la dominación –y, en consecuencia, de la liberación. Se trata de, frente a una perspectiva que pretende examinar la centralidad en sí misma de la dimensión comunicativa en las relaciones de poder –hasta proponer una dictadura comunicativa-, explorar su centralidad articulante entre las distintas dimensiones de los procesos de configuración de hegemonía. Es decir, analizar lo comunicativo como recurso para, entre otros fines: 1. La dinamización de los mecanismos económicos, en una época de constantes amenazas sobre la llegada al límite de las posibilidades de producción y reproducción del sistema, y sus fuerzas productivas; 2. La relegitimación de lo político en tiempos de crisis de legitimidad de las estructuras y organizaciones políticas tradicionales (partidos) y la emergencia de nuevas formas de militancia y acción social organizada; 3. La generación de un simulacro de sentido de vinculación/pertenencia, a partir de la difusión socializante de simbologías, patrones y normas de conducta, estilos de vida y representaciones de la realidad; 4. El perfeccionamiento de unos instrumentos de violencia y represión (militares), con el propósito de garantizar una mayor seguridad de los fuerzas propias, así como de “higienizar” las acciones de destrucción y muerte, tanto a los ojos de sus ejecutantes como ante la mirada del mundo, creando tecnologías que incrementen la distancia entre el victimario y sus víctimas, a la vez que promoviendo un clima de opinión favorable a determinada agresión, a partir de supuestos argumentos justificantes. Se trataría de examinar, por tanto, las conexiones entre comunicación y: 1) economía, 2) política, 3) cultura (que incluye las ideologías), y 4) sector militar (represión). Otra vez se debe precisar que, en la dinámica social, todas estas dimensiones e interrelaciones se encuentran articuladas, pero a efectos del análisis, es necesario realizar una disgregación metodológica. En las últimas décadas, lo comunicativo ya no resulta solo un sector que coadyuva, desde lo cultural, al sometimiento a un orden dominador en la economía y, por tanto, es garante de la generación de plusvalía; sino que se ha convertido en un sector económicamente atractivo en sí mismo. Esto, no solo a partir de la comercialización del sector mediático global, sino a través del empleo creciente de las TICs en las dinámicas de la actividad económica, y, muy especialmente, sus mecanismos financieros globales. El lugar específico que ha llegado a ocupar la comunicación y la información en los engranajes del sistema productivo capitalista, ha sido descrito por Castells (1999: 95) con la afirmación de que las TICs, en la época del informacionalismo, “le dan otra vuelta de tuerca al modelo clásico de ganancia capitalista”. La espectacularización de la política, por su parte, ha transitado también por una mediatización creciente de sus haceres, en particular a partir de la incorporación de la televisión al sistema comunicativo global, y dados los recursos disponibles de la multimedialidad de las TICs. Respecto a los cambios del nuevo entorno global en las prácticas políticas, se considera –desde la denominada teoría de la sociedad mundial del riesgo- que esta “pone en tela de juicio y modifica una de las premisas de la teoría política: la opinión pública no reacciona tanto a las decisiones cuanto a aquellas de sus consecuencias que se consideran arriesgadas” (Beck, 2006: 290). En un mundo que ya no cualificaría a sus enemigos mediante la denominación de “amenaza”, sino de “riesgos” (económico, ecológico, terrorista)

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de naturaleza global, la construcción de percepciones de riesgo resulta eje central en la dinámica política, pues de ello se deriva la gestación (o no) de procesos de consenso en torno a la atención que deba requerir cada riesgo, y a las acciones que, desde la política, se emprendan para evitarlo. Es decir, que la construcción de los riesgos también tiene, entre sus consecuencias indirectas, la creación de opinión pública, y la conformación posible de espacios públicos transnacionales: “el medio político de la sociedad mundial del riesgo no es la calle, sino la tele-visión (la televisión se convierte en la calle)” (Beck, 2006: 291). Una sociedad “de la percepción” (de los riesgos) es, obviamente, una sociedad particularmente sensible a la manipulación. Si bien toda la historia de la civilización humana ha estado fundamentada en los procesos de gestación de sentidos (Cassirer (1945) llegaría a afirmar que el hombre es un animal simbólico), en la actualidad, viviríamos, de manera particular, en una sociedad de la significación, en tanto en cuanto los individuos habitan simultáneamente una pluralidad de escalas de la realidad (individual, familiar, grupal, local, regional, nacional, global), como nunca antes había sucedido. Tal circunstancia requiere de la puesta en práctica de recursos dinámicos para la configuración y articulación de sentidos que permitan la orientación de la acción. La interrelación entre todas estas dimensiones, se realiza, de manera privilegiada, a través de la comunicación. Sin embargo, ello supone la tentación de igualar comunicación y socialidad; es decir, relaciones comunicativas y relaciones sociales, como antes cierto pseudomarxismo intentó equiparar las relaciones sociales a las relaciones económicas. Esta distorsión comunicacionista encuentra expresión, por ejemplo, en ciertas tendencias a considerar la comunicación y la dimensión expresiva como la más trascendente, en algunos movimientos 1 sociales . Finalmente, la comunicación –y sus tecnologías- también presentan vínculos estrechos con la dinámica del complejo militar-industrial-cultural contemporáneo. Las tecnologías comunicacionales han presentado un rol específico tanto al interior del funcionamiento de la propia organización y estructuras militares, como en la labor informativa y propagandística en torno a los conflictos armados. Los procesos de subinformación y desinformación asociados a las guerras contemporáneas, han sido analizados ampliamente, sobre todo en los conflictos de los últimos veinte años. Incluso, a finales de la pasada década, ciertas visiones han llegado al 2 extremo de considerar al poder militar en una función garante de la agresión cultural. El ejemplo más reciente de articulación entre tecnologías de la comunicación y esfera militar, resulta Internet, cuyos orígenes se remontan, a ARPANET –proyecto desarrollado por el Departamento de Defensa de Estados Unidos (EE.UU) a través de su Agencia de Proyectos de Investigación Avanzados (ARPA, por sus siglas en inglés) en 1969. En síntesis, la comunicación presenta una doble rentabilidad –económica-cultural y, por tanto, política-, en su interrelación con el campo militar; que, a su vez, conecta con idénticas racionalidades en su inserción en el resto de las esferas sociales. Dos particularidades distinguen a las tecnologías comunicativas –y, luego, al hecho comunicacional mismo- en su vinculación con esas dos dimensiones generales esenciales de los procesos hegemónicos: 1. El espíritu de universalidad, tanto en su sentido geográfico como societal, que acompaña de manera inherente a lo comunicativo; y 2. la singularidad de tales artefactos de presentar una condición original substancialmente disciplinario-cultural, luego ampliada con su naturaleza económica.

1 Esta tendencia, que suele asumir la visibilidad como el encargo social más significativo de los movimientos sociales, soslayando otras dimensiones del cambio social, ha sido analizado por el autor en artículos anteriores acerca de la comunicación alternativa y los movimientos sociales. 2

“El papel que desempeñarán en realidad las fuerzas armadas estadounidenses será el de mantener el mundo seguro para nuestra economía y abierto a nuestro asalto cultural”, declaraba el comandante Ralph Peters (en George, 2002), de la Oficina del Jefe Adjunto del Estado Mayor para la inteligencia del Ejército de los EE.UU, en 1997.

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Esta dualidad, unido a las vinculaciones analizadas entre lo comunicativo y los distintos campos de la sociedad, junto a la cualidad de la comunicación en tanto elemento coadyuvante a la coherencia del sistema, como recurso reticular de articulación de las distintas esferas – tanto intra como intercampos societales-, a partir de ser una de las estrías a través de las cuales transita el intercambio (input/output) entre los subsistemas y de estos con el sistema social, conduce a la necesidad de un análisis acerca de la oportunidad y beneficios, así como los riesgos de una representación social del poder mediático, en la sociedad contemporánea.

Conclusiones: re-presentaciones del “poder y/de la comunicación” Diversas nociones o metáforas han pretendido definir la sociedad desde la comunicación, pero una disolución igualadora de la condición social a la cualidad comunicativa, conlleva a tendencias y consecuencias múltiples, todas vinculadas con la ubicación de esta dimensión en el entramado de las relaciones sociales de poder. Las metáforas de la sociedadcomunicación deben analizarse en el contexto de las interrelaciones descritas y, en particular, de las diversas y contrapuestas tendencias en torno al discernimiento del lugar específico de lo cultural en las dinámicas de continuidad y cambio social, colocado en los extremos opuestos de los determinismos economicistas y culturalistas, que localizan a la dimensión el “poder” de lo 3 cultural, entre las dos visiones antagónicas de la nulidad o absolutidad del mismo . Una ideología de la comunicación que obvie tales complejidades, así como las múltiples interrelaciones de lo comunicativo con el resto de las dimensiones de las relaciones sociales, y pretenda solo una visualización del poder de la visibilidad –o una visualización del poder de la ocultación y la manipulación- en su manifestación de los resortes mediáticos, no solo conduciría a una visibilidad desenfocante del resto de las dimensiones de la dominación. Al mismo tiempo, hurtaría también las posibilidades de comprensión crítica –y, por ende, transformadora- de una realidad cuyos niveles de complejidad e imprevisibilidad se han visto incrementados de manera significativa justamente a partir de la aparición de múltiples canales de flujo de comunicación e información, que han dado lugar a nuevos tipos de intercontectividad e indeterminación en el mundo, los cuales aún no conocemos en toda su multiplicidad de implicaciones (Thompson, 1998). Una postura centrada en (de)mostrar el poder de la comunicación agrega una nueva dimensión a la rentabilidad ideológica de segundo grado a la dimensión comunicativa – entendiendo la ideología como “significado al servicio del poder” (Thompson, 1998: 10)- en tanto que los media ya no solo participarían como mediación medular en los procesos públicos de configuración de configuración del consenso y articulación de hegemonía, sino que el proceso de re-presentación de la realidad social a través del discurso mediático –uno de los discursos esenciales en esta dinámica- se complementa con una determinada re-presentación social de tales resortes públicos (mediáticos) de los procesos construcción social de la realidad (tomando el concepto de Peter L. Berger y Thomas Luckmann). Estaríamos ante un doble proceso de re-presentación con singulares consecuencias. Teniendo en cuenta que las representaciones sociales: 1) resultan un conocimiento espontaneo e ingenuo, unos determinados modelos de pensamiento que tienen, entre sus matrices constitutivas precisamente a las informaciones y la comunicación social (junto a la experiencia, la tradición, la educación), y 2) en tanto que forma de conocimiento socialmente elaborado, compartido y práctico, participan en la construcción social de la realidad, (Jodelet, 1986), entonces esta representación de los procesos representativos mediáticos deviene dinámica de auto-re-configuración en relación con lo mediático, suerte de representación representada. Los media participarían como agentes productores de una representación social sobre sí mismos mediante los dos tipos de mediaciones apuntadas por Martín Serrano (1993): 3 La respuesta al economicismo chato en que derivó cierto pseudomarxismo, anulador de lo superestructrural, recuérdese la aclaración de Engels (1969: 748) de que considerar el factor económico como el único determinante en la historia de la producción y la reproducción de la vida real, resultaría una tergiversación del planteamiento del marxista, convirtiéndolo en “una frase vacua, abstracta, absurda”.

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cognitiva y estructural. La conjunción de ambas en los discursos mediáticos sobre los medios, resultará en una representación social de naturaleza singular en que se articula: 1. La producción de formas simbólicas movilizadoras de significados –estrechamente ligadas a los procesos ideológicos (Thompson, 1998). Sería, siguiendo a este autor, recurso de configuración de poder simbólico, y, pudiera agregarse, resorte constitutivo de una mitología de los media; y 2. La auto-legitimación de un tipo de saber –el informativo o periodístico-, de un “recurso de verdad”, a partir de la explicitación de su poder. Esta representación del poder de la visibilidad, tendría como posible correlato en el imaginario común - y sin que, necesariamente, acontezca lo mismo en la realidad- una “transferencia de poder” desde otras áreas de la sociedad hacia la esfera mediática, en un proceso que se ve favorecido por la propia visibilidad inherente a los media, así como por los antecedentes de la presencia, en el sentido común, de una imagen poderosa de aquellos. Un discurso de autorreferencialidad, en torno al poder y los media, no solo hace económicamente más atractivo al sector y contribuye a desenfocar otras dimensiones de las relaciones de dominación, sino que, además, coadyuva a atenuar la propia visión del poder, toda vez que resulta en un recurso de autolegitimidad de un mecanismo de dominio que, supuestamente, se fundamentaría en el principio democrático de la “visibilidad” de ese poder, cuando en realidad resulta en una visibilidad desarticulante de la totalidad social –continuación del espíritu fragmentario del proyecto de la modernidad, llevado a sus extremos en los principios postmodernos- y, por tanto, funcional a una opresión que se afinca, precisamente, en su naturaleza total y universal. Una representación social con énfasis en el poder de lo mediático, resulta rentable en términos de capital simbólico para el resto de las dimensiones de las relaciones de dominación. La complementariedad de las metáforas de la comunicación-poder y el poder-reticularidad deviene coherente con un paradigma inasible y fluido –como lo comunicativo mismo-, y por tanto imposible de ser tomado, de los resortes de la dominación. Pretender presentar las relaciones comunicativas y sus interrelaciones con el resto de los dimensiones del poder, sus estructuras y relaciones, como una “indagación general sobre el poder” y no al interior de un entorno que se contempla las cuestiones políticas, económicas, tecnológicas, culturales y militares, resultará desacertado para cualquier empeño crítico. Esta tendencia estaría asociada, asimismo, a una necesidad de visualizar los mecanismos de dominación en un entorno que has sido descrito como una “extraña dictadura” (Forrester, 1997), caracterizado por ser un esquema de dominio inexorable y global, pero a la vez intangible, el cual no remite a una estructura o una institución específica (visible) encargada de gobernar. Tal postura encuentra expresión en los espacios contrahegemónicos actuales (en particular en los movimientos sociales), en cuyas dinámicas se otorga una espacial importancia a la dimensión comunicativa, fundamentalmente a partir de un encargo de 4 visibilidad –aunque también, pero en menor medida, de articulación. Un análisis deconstructivo de este fenómeno de auto-referencialidad y sus rentabilidades para una dominación, ha de realizarse desde la complementación de dos conceptualizaciones acerca del poder, presentes en la obra de Thompson y Foucault, respectivamente. Thompson (1998) propone cuatro componentes esenciales del poder: 1) poder económico (relacionado con la actividad productiva); 2) poder político (asociado al Estado y al conjunto de instituciones reguladoras del orden social); 3) poder coercitivo (que supone el uso de la fuerza física para la conservación del sistema) y 4) poder simbólico (ligado a los procesos de producción y reproducción de visiones dominantes a través del intercambio de formas simbólicas). 4

Los riesgos de tal postura han sido analizados por el autor en distintos artículos sobre comunicación alternativa y movimientos sociales. Véase, por ejemplo: "Comunicación alternativa en Internet: resistencias, revisiones y correlaciones". Revista Anthropos. Huellas del conocimiento. Nro. 209, 2005. Barcelona, España. pp. 41-52.

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Foucault, por su parte, analiza las interrelaciones entre poder y saber, a partir de su comprensión de la “verdad” en tanto que “un sistema ordenado de procedimientos para la producción, regulación, distribución, circulación y operación de juicios. (…) vinculada en una relación circular con sistemas de poder que la producen y la mantienen, y a los efectos del poder que ella induce y que la extienden” (Foucault 1980b: 133). Cada orden social es, en tal sentido, “un ‘régimen’ de verdad”, que conduce a que el poder se acepte porque “no pesa sólo como potencia que dice no, sino que cala de hecho, produce cosas, induce placer, forma saber, produce discursos (…)” (Foucault 1981: 137). Se trata de un “régimen político, económico, institucional de producción de la verdad” que “no es meramente ideológico o superestructural; fue una condición de la formación y desarrollo del capitalismo” (Foucault 1980b: 133). Una economía política crítica de la comunicación, ha de transitar entonces por el análisis de los vínculos entre relaciones sociales de poder y dimensión comunicativa, sobre la base de la indagación en las articulaciones entre las múltiples dimensiones del poder (siguiendo la propuesta de Thompson), en diálogo constante con las vinculaciones de cada una de estas con la verdad. Si bien en esta trama el poder simbólico presenta un singular espesor, cada dimensión del poder genera sus propios recursos de producción discursiva en el entramado social constitutivo del régimen de verdad dominante. En rigor, lo simbólico –como tampoco el resto el resto de las aristas- resulta elemento colateral o adyacente (autonómo), sino dimensiones de un mismo proceso relacional integral –la dominación. Así, una comprensión de las interrelaciones comunicación-poder, ha de contemplar el examen de las múltiples conexiones poder económico–saber/ poder político-saber/ poder coercitivo-saber/ poder simbólico-saber, como parte de la delimitación del lugar específico del sistema comunicativo –los mediapaisajes (Appadurai, 2002)-, en todos sus niveles, desde lo local hasta lo global, en el proceso de producción y articulación de ese régimen de verdad instituido. Lo comunicativo, en conclusión, se ubica en un lugar ambiguo y complejo en los procesos de configuración de hegemonía, pues si bien el papel de la superestructura, no se limita a la sola reproducción de las relaciones sociales de dominación, sino que su encargo “no puede explicarse, como es el caso de cualquier reproducción, más que por su papel en la constitución misma de un modo de producción (y de sus relaciones de producción), es decir, por su papel en la producción misma de las relaciones sociales” (Poulantzas, 1974: 94), ello no debe entenderse, tampoco, como que la reproducción de las relaciones ideológicas es “solamente un asunto de los aparatos ideológicos, como si todo lo que pasara en la ‘producción’ no concerniese más que a la ‘economía’, reservándose los aparatos ideológicos el monopolio de la reproducción de las relaciones ideológicas” (Poulantzas, 1974: 99). Se trata de analizar la dimensión comunicativa al interior de esa totalidad articulada, atravesada por múltiples complementaciones, conflictos y alteridades, que son las relaciones sociales de poder.

Bibliografía ACANDA GONZÁLEZ, Jorge Luis. 2002. Sociedad civil y hegemonía. La Habana: Centro de Investigación y Desarrollo de la Cultura Cubana Juan Marinello. ACANDA GONZÁLEZ, Jorge Luis. 2000. De Marx a Foucault: poder y revolución. En: Inicios de partida. Coloquio sobre la obra de Michel Foucault. La Habana: Centro de Investigación y Desarrollo de la Cultura Cubana Juan Marinello, pp. 73-119. ANG, Ien. 1994. Cultura y comunicación: por una crítica etnográfica del consumo de medios en el sistema mediático trasnacional. Revista Causas y Azares, N°1, Primavera, 1994. Buenos Aires. pp. 52-66. APPADURAI, Arjun. 2002. Disyunción y diferencia en la economía cultural global. Revista Criterios, Casa de las Américas, La Habana, nro. 33, 13-41. BECK, Ulrich. 2006. Sobre la dialéctica de la globalización y europeización: contradicciones externas de la Europa cosmopolita. En: La Europa cosmopolita. Sociedad y política en la segunda modernidad. Barcelona: Paidós, pp. 267-308.

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TELESPECTADOR MULTIMEDIA: UNA NUEVA MIRADA. HACIA LAS AUDIENCIAS DESDE EL PERIODISMO PARTICIPATIVO. LIDIANE RAMIREZ DE AMORIM (pp. 41–52).

TELESPECTADOR MULTIMEDIA: UNA NUEVA MIRADA HACIA LAS AUDIENCIAS DESDE EL PERIODISMO PARTICIPATIVO

MULTIMEDIA VIEWER: A NEW LOOK TO THE AUDIENCE FROM THE PARTICIPATORY JOURNALISM

Mg. Lidiane Ramirez de Amorim Pontifícia Universidade Católica do RS (PUCRS) lidyamorim@gmail.com Porto Alegre, RS/Brasil

Resumen Las tecnologías de información y comunicación han sido responsables por una infinidad de transformaciones, incluso nuevas relaciones entre los sujetos y los distintos medios. Son nuevas funciones cuya aparición coincide con el paso de una comunicación centralizada, hacia un modelo de infinitas posibilidades, que resultan del fenómeno de la mediatización. El presente artículo ofrece algunas reflexiones sobre estos cambios, desde la comprensión acerca de la evolución de los conceptos de audiencia y recepción, hasta la injerencia de estos cambios en la práctica del periodismo, especialmente en la televisión. La discusión aborda algunas posibilidades alcanzadas por este nuevo receptor, que está representada en lo que se ha llamado de periodismo ciudadano o participativo. Una modalidad periodística que está creciendo en el Brasil, pero ya ha transformado este oficio en otras partes del mundo. Palabras claves: Periodismo Participativo, Recepción, Comunicación, Teleperiodismo.

Abstract Information and communication technology has been responsible for endless transformations, including new relationships among people and the different medias. There are new roles which coincide with the transition from a centralized communication for countless possibilities, which comes from the phenomenon of “midiatização”. This article offers some thoughts about these changes, starting with the developments in the understanding of audience, from the stigma of passivity to an active subject, and the interference of these changes in the journalism practice. The reflection debates about some possibilities achieved by this new audience, among them, the practice of what has been called participatory or citizen journalism. A kind of journalism that is growing in Brazil,, but is already transforming the journalism in other parts of the world. Key words: Participatory Journalism, Reception, Communication, Television Journalism.

(Recibido el 26/09/08) (Aceptado el 05/01/09)

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Contexto: jornalismo na era da midiatização

A

evolução tecnológica e informacional que emerge na sociedade contemporânea traz a tona questões que envolvem as profundas transformações já ocorridas, e as que ainda estão por vir, nas relações estabelecidas pelos sujeitos. Relações humanas, afetivas, profissionais, acadêmicas, interpessoais; a relação do indivíduo com o conhecimento, com a práxis, com o mundo, com os produtos simbólicos, culturais, com as mídias, com a informação. As novas tecnologias de informação e comunicação afetam cada uma dessas relações, dos seus processos aos seus resultados. Conforme Castells (1999), a revolução tecnológica que eclodiu nos últimos 30 anos fez o mundo evoluir do padrão industrial 1 para a Sociedade em Rede , e transformou modos de pensar, produzir, consumir, negociar, administrar, comunicar, de viver e de morrer, de fazer guerra e de fazer amor. Transformação que está no bojo das demais oriundas do contexto atual, multimidiático, caracterizada por um 2 novo bios , quem vem ditando os rumos das condutas contemporâneas. Como não poderia ser diferente, o jornalismo, enquanto um produto histórico e fruto de influências econômicas, políticas, tecnológicas e sociais, também passou, e ainda passa, por profundas transformações. É o que faz dele um “produto transversal” (Bolaño; Brittos, 2006), adequável a diversas mídias, alterando sua forma de produção, veiculação, circulação, formato e linguagem na medida em que se alteram os traços midiáticos e comunicacionais do mundo. Historicamente, ele foi sendo adaptado do papel para o rádio e para a televisão, e agora, para a internet. A contemporaneidade é vitrine de inúmeras adequações pelas quais o ofício e os produtos jornalísticos estão passando a fim de entrarem no ritmo, no gosto e nos padrões da sociedade pós-moderna. Para manter-se atualizado em consonância com esse novo tempo, o jornalismo tem investido numa relação cada vez mais próxima com sua audiência. Nesse contexto, o presente artigo pretende propor reflexões sobre a nova posição que o telespectador, que agora extrapola a noção única de “receptor”, assume frente aos meios de comunicação e, mais especificamente, seus novos papéis diante do telejornalismo através de práticas que vem sendo chamada de jornalismo cidadão ou participativo. Em suma, tais práticas dizem respeito à crescente participação dos cidadãos na produção de notícias, através do envio de imagens e/ou textos de fatos potencialmente noticiáveis. Acidentes, flagrantes, denúncias, fenômenos da natureza e outros acontecimentos registrados por cidadãos chegam aos distintos veículos jornalísticos com uma freqüência cada vez maior. A presença dos receptores nos produtos jornalísticos, seja por meio da fala, texto ou imagem, não é advento da contemporaneidade, no entanto, a expressiva facilidade para a participação propiciada pelas novas tecnologias e o espaço cada vez maior que vem sendo dado a ela, pode fazer desse momento um marco do fazer jornalismo no século XXI e do ser receptor numa época em que todos somos capazes de produzir informação.

A participação no jornalismo: esclarecimento conceitual As práticas do jornalismo participativo também recebem a denominação de jornalismo cidadão (citizen journalism) ou jornalismo open source (código aberto). Não há um consenso sobre a nomenclatura, talvez pela recente emergência desse fenômeno, no entanto, podemos

1

A dimensão sociotécnica em rede, como sugere Castells, parte da noção de empresas, instituições, organizações que formam uma rede de nós interconectados. Conforme o autor, "redes são estruturas abertas capazes de expandir de forma ilimitada, integrando novos nós desde que consigam comunicar-se dentro da rede, ou seja, desde que compartilhem os mesmos códigos de comunicação (por exemplo, valores ou objetivos de desempenho). Uma estrutura social com base em redes é um sistema aberto altamente dinâmico suscetível de inovação sem ameaças ao seu equilíbrio" (Castells, 1999: 499) 2

O bios midiático, na formulação de Sodré (2006), seria o quarto bios, que sucede os anteriores, conforme classificação de Aristóteles para as formas de vida. Na obra Ética a Nicômaco, o filósofo define três formas de existência humana (bios) na Pólis: bios theoretikos (vida contemplativa), bios politikos (vida política) e bios apolaustikos (vida prazerosa). A midiatização é, então, pensada por Sodré como sendo um novo bios, de esfera existencial, com uma qualificação cultural própria, a tecnocultura.

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fazer alguns apontamentos sobre o que está sendo difundido nas principais mídias. Gillmor 3 (2004) , autor de uma das obras de referência da área intitulada Nós, os media, prefere a expressão “jornalismo cidadão”, para designar a produção realizada por qualquer sujeito que tenha acesso à informações consideradas de interesse público e decida publicá-las, mesmo sem possuir formação em jornalismo. No entanto, ele mesmo utiliza a expressão jornalismo 4 participativo em outros textos, como sinônimo de jornalismo cidadão . Fora do Brasil, o que se percebe é que a expressão jornalismo cidadão, citizen journalism em inglês, e periodismo ciudadano, em espanhol, é o que tem prevalecido quando 5 se aborda qualquer tipo participação dos cidadãos na prática jornalística . No entanto, por vezes, essa denominação pode ser facilmente confundida com o jornalismo cívico ou público, movimento fundado pelo professor norte-americano Jay Rosen, no fim da década de 80, que compreende o jornalismo como instrumento de reforço da cidadania. Outra confusão conceitual pode ser despertada a partir do conceito de jornalismo comunitário, que também inclui a temática da cidadania nos processos de produção de notícias, considerado uma das formas de democratizar o acesso à informação (Pena, 2005). Ainda que o jornalismo participativo ou cidadão também possa ter como referência a produção feita por e para cidadãos, pela heterogeneidade de seus participantes e a possível não existência de qualquer vínculo entre eles, acreditamos não ser adequado vinculá-los à idéia de jornalismo comunitário. A noção de comunidade, com base em Weber (1987), parte da existência de relações sociais, em que as ações que se originam dela se baseiam num sentido de solidariedade, ou então, na perspectiva de Bauman (2003), implica uma obrigação fraterna de partilhar as vantagens entre seus membros, independente da sua importância, o que não ocorre na modalidade jornalística em questão. É para evitar tais confusões que preferimos a utilização da expressão jornalismo participativo, dando ênfase no diferencial desta modalidade: a prática jornalística aliada à participação de pessoas sem qualquer formação técnica ou experiência no campo jornalístico. Não se trata do cidadão fazendo jornalismo, como sugere a nomenclatura “jornalismo cidadão”, mas sim de pessoas leigas que, por meio do envio de insumos, sobretudo imagens de interesse jornalístico, participam da construção de materiais noticiosos. Ao contrário do que 6 acontece no jornalismo open-source e no próprio jornalismo cidadão difundido na web, em que o cidadão possui espaços para ele mesmo publicar seus materiais, no jornalismo participativo, o controle sobre a veiculação segue sendo da mídia, como ocorre, por exemplo, quando a prática ocorre na mídia televisiva.

Dimensões do receptor participativo A participação crescente dos receptores na produção jornalística vem sendo reforçada com o acesso, cada vez maior, às tecnologias de informação e comunicação. Elas possibilitam 3 O norte-americano Dan Gillmor é formado em Jornalismo, História, Teoria Política e Economia. Ficou mundialmente conhecido com a obra Nós, os media (título original: We the Media: Grassroots Journalism by the People, for the People) que trata basicamente do momento histórico em que as pessoas apropriam-se de ferramentas comunicacionais, em especial as do ciberespaço, e passam a produzir suas próprias notícias. Gillmor foi, durante onze anos, colunista do jornal San Jose Mercury News, em Silicon Valley (Califórnia/EUA), e atualmente é diretor do Center for Citizen Medi) da Berkeley University of California e do Knight Center for Digital Media Entrepreneurship na Arizona State University's. 4

Um exemplo é o artigo Moving Toward Participatory Journalism publicado na revista Nieman Reports da Nieman Fundation, da Universidade de Harvard, no outono de 2003.

5 No site de buscas Google, em levantamento realizado em setembro de 2008, a expressão Participatory Journalism (Jornalismo Cidadão) possuía 67.000 referências, enquanto que citizen journalism (Jornalismo Cidadão) possuia 3.260.000. A mesma diferença ocorre para a expressão em língua espanhola: periodismo ciudadano apareceu com 1.510.000, enquanto que periodismo participativo possuía 67.000. 6

O jornalismo código-aberto surgiu como forma de definir um estilo próprio para o jornalismo praticado em wiki, que permite a alteração do conteúdo de uma página por qualquer internauta. Sites wiki são aqueles que permitem alterar, apagar, reescrever ou adicionar conteúdos sem a necessidade de muitos conhecimentos técnicos. O modelo mais conhecido é a Wikipedia, a enciclopédia virtual que nasceu em 2001, e caracteriza-se por ser escrita e atualizada pelos usuários.

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novas formas de mediação dos indivíduos com a sociedade e são responsáveis pela criação de novos lugares ocupados pelo receptor na contemporaneidade. Embora pareça mais nítida atualmente, a participação dos indivíduos nas distintas mídias não é um assunto que nasce neste século. São poucos os produtos jornalísticos que se originam integralmente da observação direta do profissional. A maior parte delas é produzida a partir de informações fornecidas por instituições ou personagens que tenham testemunhado ou participado de eventos de interesse público, potencialmente noticiáveis. É o que na linguagem jornalística chamamos de fontes. No formato enxuto da notícia, centralizada no fato, ou na reportagem, em que há flexibilização no formato e mais espaço para a investigação, interpretação e contextualização, as fontes estão sempre presentes, seja para o aprofundamento de um tema ou sua legitimação, independente da natureza do veículo midiático. Com o passar do tempo, esse espaço dedicado aos cidadão comuns foi sendo ampliado, fruto de transformações nas estruturas das publicações, ou dos quadros dos telejornais, possibilitando sua participação através de outras linguagens. 7

Como exemplo temos, no jornalismo impresso, a conhecida sessão “carta do leitor” , cuja existência, desde o século XIX, denota que a participação do cidadão no produto jornalístico não é um fenômeno exclusivo do presente. O espaço se tornou um dos mais populares na estrutura do jornal, sendo, antes do advento da Internet, uma das principais maneiras que o cidadão possuía para expor suas ideias e opiniões no tocante a temas em voga, funcionando como uma arena de discussão pública, ainda que com seus devidos filtros e restrições impostas pelo veículo. Da mesma forma, o jornalismo televisivo e radiofônico foram abrindo espaços para a participação de seus receptores, porém jamais a relação entre tais mídias e suas audiências esteve tão próxima e facilitada como no contexto atual. Nas décadas de 80 e 90 Matuck (1989: 103) questionava: “como poderia o público participar direta ou indiretamente intervindo em mensagens que lhe são destinadas, reativando um circuito de retroalimentação ou produzindo emissões próprias?”. A indagação encontra na atualidade sua resposta. Em termos jornalísticos, de telespectador, ouvinte, leitor, fonte ou pauta, o cidadão comum pode agora também ser produtor e emissor de informações. A relação com a mídia, que outrora se restringia ao contato via correio e telefone convencional, passou a chegar às redações por meio de e-mails e mensagens de celular, alterando sobremaneira a freqüência e a quantidade da participação do receptor na produção de notícias. O formato das mensagens tampouco é o mesmo. Somam-se aos textos, imagens, sons, fotografias do cotidiano capturadas por celulares ou máquinas digitais, enviadas no instante seguinte para os veículos de comunicação que, por sua vez, têm aberto novos espaços para tais contribuições. A veiculação, portanto, também sofreu visíveis transformações e novas possibilidades foram criadas com a expansão de sites jornalísticos na web e de meios 8 difusores próprios como blogs, flogs e videologs , que se multiplicam em velocidade extraordinária e permitem a construção conjunta de informações, num movimento de cooperação em rede, de fácil acesso e manuseio. É notável que a popularização das novas tecnologias protagonizou as condições criadas para a emergência destas práticas. Primo e Träsel (2006) apontam como principais 9 fatores o maior acesso à Internet e interfaces simplificadas para publicação e cooperação

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A publicação da primeira “carta do leitor”, nos moldes como hoje conhecemos, ocorreu em 18 de setembro de 1851, no jornal americano New York Times, cinco dias após o lançamento do jornal (SILVA, 2006). No Brasil, os primeiros jornais a publicar cartas de leitores foram O Estado de S. Paulo e a Folha de S.Paulo, na época chamada Folha da Manhã, na década de 1950. Naquele tempo, as correspondências dos leitores apareciam cortadas, “enxertadas de discursos do jornalista, destacadas por recursos gráficos como aspas, negritos, reticências, antes de transcrever o texto do leitor” (Chaparro, 1987: 73). 8 Segundo Primo e Tärsel (2006) weblogs, ou blogs, são páginas pessoais ou coletivas em que são publicados textos curtos [posts] ou imagens, em ordem cronológica descrescente. Nos fotologs, ou flogs, o conteúdo principal é a imagem, que pode ser acompanhada por legendas. 9

O acesso à Internet, segundo os autores, é fruto de outros fatores como a “queda progressiva do custo de computadores e de conexão, a multiplicação de serviços e pontos de acesso gratuito (como em telecentros, ONGs e outras instituições comunitárias), cibercafés e pontos de conexão sem fio (Wi-Fi)” (Primo; Träsel, 2006: 4).

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online, a popularização e miniaturização de câmeras digitais e celulares e o que eles identificam como “filosofia hacker”, um espírito de época que traduz a insatisfação com os veículos jornalísticos e a herança da imprensa alternativa. Segundo os pesquisadores, no jornalismo mediado por televisão, rádio ou jornal, a inerente contradição entre produção e recepção parece de difícil ultrapassagem e dificulta essa aproximação com seus receptores. Não obstante, já há algumas incidências nacionais e internacionais que sugerem alterações nesse cenário. Embora no jornalismo praticado nos veículos tradicionais, a construção conjunta de conteúdo parece mais difícil de acontecer, a participação do cidadão não se faz ausente. A produção jornalística, cada vez mais, vale-se de informações captadas por cidadãos comuns que estão onde o repórter não está, ou não chegará a tempo de registrar um dado fato potencialmente noticioso. Prova disso é que o jornalismo participativo já foi determinante em coberturas realizadas de fatos de grande repercussão, como o ataque às torres gêmeas norte-americanas, em 11 de setembro de 2001, e o tsunami no sudeste asiático, em dezembro de 2004. As notícias veiculadas pela BBC, maior empresa pública de televisão do mundo, sobre os atentados a bomba no metrô e em um ônibus em Londres, em julho de 2005, também são um exemplo. A cobertura realizada pela emissora britânica do atentado nos sistemas de transporte público londrino valeu-se, exclusivamente, de informações de pessoas que presenciaram o 11 atentado. Em artigo escrito pelo Diretor de Jornalismo da Divisão Global de Notícias da BBC e responsável pelas estratégias internacionais de notícias em rádio, TV e nova mídias, Richard Sambrook, expõe o impacto que o jornalismo participativo, lá chamado de Citizem Jornalism (Jornalismo Cidadão), já alterou as rotinas de produção da emissora. 12

Intitulado Citizen Journalism and BBC o artigo mostra dados que revelam a relevância e a emergência da participação dos cidadãos na produção das notícias e, consequentemente, na cobertura de fatos que marcam a história do mundo contemporâneo. Sambrook conta que o dia do atentado foi marcado por momentos de grande pressão sobre a equipe jornalística para que a BBC chegasse à frente na divulgação de notícias sobre o fato, o que normalmente ocorre quando uma redação se depara com um acontecimento totalmente imprevisível e de grande relevância e impacto público. Conforme Sambrook, a participação de cidadãos foi definitiva desde o princípio. O primeiro indício de que a situação era mais grave do que as informações oficiais traduziam veio por meio do e-mail de um telespectador. Ao longo do dia, a quantidade de materiais enviados por cidadãos que estavam no local do atentado acabou subsidiando integralmente as notícias levadas ao ar e publicadas instantaneamente na web. “Before long, many more text and e-mail messages containing information arrived from the public, and these became an integral part of 13 haw the BBC reported the day’s events” , conta Sambrook. Num espaço de tempo de apenas seis horas, a BBC recebeu mais de mil fotografias, 20 vídeos amadores, 4 mil mensagens de texto e 20 mil e-mails. No dia seguinte, o jornal veiculado pela manhã iniciou com um vídeo editado somente com imagens enviadas pelo público. Para Sambrook, o evento foi um divisor de águas e denotou, como ele mesmo afirma, que em acontecimentos como estes o público pode oferecer muito mais informações que aquelas que os veículos poderão transmitir a eles, 14 “from now on, news coverage is a partnership ”, complementa.

10 Segundo dados da Agência Nacional de Telecomunicações (Anatel), o Brasil terminou o ano de 2007 com 120,98 milhões de celulares e uma densidade de 63,59 cel/100 hab, quase o dobro dos números notabilizados em 2005. Há dois anos atrás, o país possuía cerca de 67 milhões de aparelhos habilitados em funcionamento, o que conferiu ao país a sexta posição mundial em telefonia móvel. Já quanto ao acesso à Internet, o Instituto Brasileiro de Geografia e Estatística (IBGE) contabilizou 32,1 milhões de usuários da internet no país em 2005. 11

Publicado na revista Nieman Report, edição de inverno de 2005, da Nieman Foundation for Journalism at Harvard University.

12

A BBC e o Jornalismo Cidadão.

13

“Ao longo do dia, muitos textos e e-mails contendo informações foram enviadas pelo público, e isso transformou-se em parte integral de como a BBC cobriu o dia do evento”.

14

“Daqui pra frente, as coberturas jornalísticas são uma parceria”.

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No Brasil, alguns telejornais locais da Rede Globo de Televisão, maior rede de televisão do país, criaram quadros em que estimulam a participação dos cidadãos através do envio de imagens. É o caso do RJTV e SPTV, telejornais que atendem à região do Rio de Janeiro e São Paulo, respectivamente. Ambos criaram, em abril de 2008, o quadro VC no RJTV e VC no SPTV, no qual os telespectadores podem enviar seus vídeos. Os quadros foram criados com o intuito de estreitar ainda mais os laços entre o telejornal e sua audiência. O caráter de vigilância sobre as principais problemáticas dos bairros do Rio de Janeiro e São Paulo se mantém como foco principal da cobertura jornalística destes noticiários, e é reforçado com a possibilidade de os cidadãos colaborarem com o fornecimento de pautas gravadas por eles mesmos em qualquer lugar e a qualquer momento. Em entrevista realizada com a editora do RJTV, Cecilia Mendes, ela conta que as imagens que possuem espaço no quadro têm o perfil nitidamente comunitário. “Em nossas edições, solicitamos que os telespectadores enviem imagens de problemas de seus bairros, de suas cidades. As imagens são enviadas pelo site e analisadas pela equipe de jornalistas do RJTV”. Do buraco na estrada à obra inacabada ou a brincadeira perigosa de meninos de rua, os cidadãos são convidados a colaborar na produção do telejornal, enviando sugestões de pauta por meio de vídeos. Assim pode ser resumida a essência do programa: as denúncias e sugestões que outrora chegavam via telefone e e-mail, agora podem ser também enviadas em forma de vídeo, o que confere ao cidadão uma oportunidade de notoriedade, já que tem seu nome divulgado e, por vezes, participa da narração do fato. Quadros semelhantes foram inseridos em telejornais de níveis nacionais e também podemos observar a crescente veiculação de materiais noticiosos produzidos com imagens feitas por cidadãos em noticiários de TV. Em levantamento realizado de junho a outubro de 15 2008 no Globo Media Center , mais de trinta reportagens apresentaram em sua estrutura essa participação, o que já nos permite inferir que, embora o nível de interatividade nesses veículos não atinja a potencialidade da web, não se pode excluir a participação dos cidadãos da produção de meios audiovisuais tradicionais, como a televisão.

Por uma nova concepção de recepção A reflexão sobre o fenômeno do jornalismo participativo e sobre as implicações deste no telejornalismo poderia se bastar num olhar que contemplasse a sua interferência nas rotinas de produção, na emergência de novas narrativas, nas novas relações tecnomidiáticas que possibilitam a sua prática ou que decorram dela. Contudo, ao abordar o jornalismo participativo abrem-se também caminhos para repensar a comunicação, enquanto processo amplo, múltiplo e complexo, que engloba a produção, emissão e recepção de uma mensagem, porém não se esgota nessa dualidade de emitir e transmitir, e tampouco nas especificidades dos canais, linguagens e ruídos. É falar de comunicação como processo sociocultural, que é tecido através de mediações inúmeras e que não se esgota no ato receptivo. Um sistema aberto, um campo de negociações e interações, de dialogismos, relações de poder e produção de sentido. Conforme afirma Alsina (1989: 21) "ya se ha apuntado como la aparición de las nuevas 16 tecnologías obliga a una redefinición de lo que se entiende por comunicación social" . De fato, inovações tecnológicas desencadeiam novas formas de comunicar, novas apropriações e novos efeitos para as quais as teorias clássicas já não dão conta. No entanto, ainda que a concepção funcionalista da comunicação pareça ter sido superada, o critério elementar de transmissão e recepção de mensagens ainda aparecem como indicadores de eficiência do ato comunicativo. Prova disso é a compreensão do processo de interatividade como sinônimo de rapidez, imediatismo e eficiência na transmissão de sinais (Machado, 2006). Por outro lado, a própria noção de emissor e receptor como entidades distintas já não corresponde à realidade midiatizada, em que estes papéis podem coexistir no mesmo sujeito. 15

Banco virtual dos vídeos veiculados na Rede Globo, disponível em http://video.globo.com/ .

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“Já foi apontado como a aparição das novas tecnologias obrigam a uma redefinição do que se entende por comunicação social”. Tradução nossa.

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Daí a pertinência de se retomar o lugar do sujeito no processo comunicativo, neste caso, o lugar do receptor que, com a emergência de novas possibilidades de participação e interação com os meios, abandona definitivamente o estigma de passividade. Embora este não seja um estudo sobre audiências, elas são partes do primordial do jornalismo paticipativo e, portanto, são peças-chave para que tal prática se concretize, e, ao mesmo tempo, o jornalismo participativo traduz esse novo perfil de audiência. Do modelo de mão única à idéia de multiculturalidade, hibridização, mediações, hipóteses e teorias acerca dos mass media. O entendimento quanto ao papel do receptor frente aos meios de comunicação sofreu marcantes transformações. “O que os mass media fazem às pessoas?”. Foi ao se fazerem esta pergunta que teóricos começaram a pensar a comunicação midiática como fonte imediata de influências a partir de uma relação, nas 17 palavras de Mauro Wolf, de “estímulo/reação” com o receptor (Wolf, 2002: 70) . A partir da década de 30, o estudo dos efeitos, encabeçado pelo sociólogo Paul Lazarsfeld e seus colegas do Bureau of Applied Social Research, da Universidade de Columbia, predominou no campo da pesquisa em comunicação. Após a primeira reviravolta nos estudos europeus de recepção, datada dos anos 50, foi nos anos 80 que a pesquisa muda de foco na América Latina e a pergunta passa a ser “o que as pessoas fazem com os mass media?”. Em meio a um movimento teórico-crítico no campo da comunicação, a audiência, na pesquisa latina, deixa de ser encarada como passiva frente aos meios, como se absorvesse tudo que lhe é oferecido, e passa a ser considerada capaz de selecionar e estar frente aos media sem se destituir das suas capacidades. Conforme afirma 18 Orozco baseando-se no estudioso Henry Giroux , (...)la audiencia no es un mero recipiente que absorbe todo lo que se le ofrece en la pantalla. Si bien, tampoco es un ente impermeable o capaz en todo momento de tomar distancia crítica de la programación, por el hecho de ser televidente no pierde totalmente sus capacidades, por ejemplo de crítica o de resistencia (Giroux, 1981 apud Orozco, 1991). Ao se colocar a audiência como protagonista no uso que faz dos meios de comunicação, subentende-se que ela deixa de ser encarada como uma massa inerte e homogênea diante dos mesmos. Aliás, não só no uso dos media, mas também no consumo dos produtos veiculados por eles. Ora, o ato de consumo, tal como coloca Canclini “um conjunto de processos socioculturais em que se realizam a apropriação e os usos dos produtos” (Canclini, 1995: 53) faz do receptor um ente ativo, capaz de selecionar e escolher diante de uma gama de produtos aquilo que lhe agrada ou convém. Já Orozco (1991) propõe que a audiência se constrói frente aos meios. No entendimento do autor, assumi-la como sujeito e não mero objeto frente a um meio de 19 comunicação é entendê-la, em primeiro lugar, como um ente em situação e, por esse motivo, condicionado individual e coletivamente, que vai sendo construído como tal de inúmeras formas, conforme o resultado da sua interação com a TV e as diferentes mediações que entram no jogo de recepção. O receptor passa, portanto, a ser visto sob uma outra perspectiva, da mesma forma que a comunicação também passou a ser entendida de uma outra maneira. Emissor e receptor são libertos daquele modelo engessado e mecânico que os colocava em pólos eqüidistantes. Modelo que não contemplava atores nem intercâmbios, em que comunicar era “fazer chegar uma informação, um significado já pronto, já construído, de um pólo a outro. Nele, a recepção é o ponto de chegada daquilo que já está concluído” (Martin-Barbero, 2001: 41). 17

Os autores Jensen e Rosengren identificam cinco correntes de tradições, dentre que se dedicam à pesquisa de audiência, que examinam a relação entre mídia e audiência, são elas: pesquisa de efeitos, usos e gratificações, crítica literária, estudos culturais e análise de recepção (apud Ronsini, 2004).

18

O estudioso Henry Giroux, e seus estudos sobre as interfaces entre o multiculturalismo, estudos culturais e pedagogia, contribuiu, junto a outros autores, para os estudos de Orozco no âmbito das mediações escolares na recepção da TV realizada pela audiência infantil.

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Nos seus estudos, Orozco refere-se ao meio televiso.

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Ao propormo-nos a pensar o sujeito no processo de comunicação, direcionamos nosso foco rumo à compreensão dos meios que ultrapassa a teoria crítica, entendendo, como Martín-Barbeiro (2003: 63), que nos meios de comunicação não apenas se reproduz ideologia, mas também é lugar onde “se faz e refaz a cultura das maiorias, não somente se comercializam formatos, mas recriam-se as narrativas nas quais se entrelaça o imaginário com a memória coletiva”. Além dos deslocamentos de capital e das inovações tecnológicas, estão as profundas transformações culturais cotidianas, que ganham espaço nas discussões teóricas da pós-modernidade: os modos de estar junto, a tessitura dos laços sociais, as novas configurações das identidades e os discursos que as expressam e legitimam. O sujeito nesse movimento é individual e coletivo, uno e complexo, receptor e/ou produtor de mensagens e informações. É nesse emaranhado de relações e mediações, numa posição atuante e sendo capaz de se selecionar e ressignificar o que consome, é que localizamos o receptor participativo, que dá forma ao fenômeno aqui abordado. Compreendê-lo dessa maneira é imprescindível para que sua atuação nas rotinas produtivas jornalísticas tenha sentido. A idéia de passividade que, antes tomava conta dos olhares sobre a audiência, não condiz com esse cidadão, consumidor, multimídia, que ganha e ocupa de diversas formas cada vez mais espaços nas mídias tradicionais e contemporâneas. Essa outra concepção de receptor caracteriza a nova fase que a pesquisa em comunicação latino-americana atingiu na década de 80 e que, desde então, vem ressignificando a concepção clássica que se tinha sobre o processo comunicacional. Conforme Souza (1991), embora o receptor, enquanto sujeito da comunicação, ainda não esteja totalmente configurado, sabe-se que ocupa um espaço dialógico: “o da negociação, o da busca de significações e de produções incessantes de sentido na vida cotidiana” (Souza, 1991: 26). A própria prática do jornalismo participativo pode ser percebida dessa forma, como uma maneira de busca de significações por meio do reconhecimento, através da mídia, o que acaba por conferir sentido a diversos aspectos da vida cotidiana. Com isso, o receptor deixa de ser visto como consumidor apenas de supérfluos culturais ou produto massificado “apenas porque consome”, mas resgata-se também nele um espaço de produção cultural. “É um receptor em situações e condições, e por isso mesmo cada vez mais a comunicação busca na cultura as formas de compreendê-lo, empírica e teoricamente” (Souza, 1991: 26).

Olhares sobre o do jornalismo participativo Desde a prensa de Gutemberg ao que há de mais moderno entre os dispositivos atuais, cada nova tecnologia foi decisiva na definição de padrões sócio-culturais, no tempo e espaço em que emergiram, nas formas como os sujeitos se relacionam com a mídia e na forma de fazer jornalismo. Em especial as tecnologias audiovisuais, como nos mostra Canclini (1995), que proporcionaram uma mudança inclusive no exercício da cidadania. Ao irromper as massas populares na esfera pública, os meios eletrônicos deslocam o desempenho da cidadania às práticas de consumo. Dessa forma, estabeleceram-se não só novas formas de informar, mas também de conceber e exercer o direito de ser informado, além da reestruturação das articulações entre o público e o privado. Conforme Barbero (2006), além da identificação mediada pela comunicação, as cidadanias modernas constroem-se na negociação do reconhecimento pelo outro e o contato com a alteridade tem sido, cada vez mais, fruto de tecnomediações. Ao serem, os diferentes tipos de mídia, lugares de representação e legitimação, especialmente os audiovisuais, veículos como televisão e Internet passam a ser arena de exibições e práticas de visibilidade, ou seja, modos de reconhecimento. Gradualmente, o jornalismo vai descobrindo em meio a esse desejo de participação 20 outros papéis para o cidadão-comum , que agora já não é mais totalmente destituído de poder, uma vez que na contemporaneidade o poder se veste de outros disfarces. Em uma época em que tudo concorre para a visibilidade e para a composição de sentidos no plano do olhar, onde o capitalismo é um modo de produção de imagens, como relatam Bucci e Kehl 20

O cidadão comum é aqui entendido como um indivíduo destituído de cargos públicos e sem formação jornalística.

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(2004), os cidadãos-comuns deixam de estar apenas “do outro lado”, no papel de telespectadores, e passam a relacionar-se, com mais frequência, com um telejornalismo ávido por registros imagéticos da realidade, sobretudo os que mostram fatos que não estão ao alcance de sua equipe de reportagem. Segundo Gomes (2004), o cidadão comum costumava aparecer de três formas básicas nos programas jornalísticos: quando era afetado pelas notícias, quando ele próprio se transformava em notícia, seja nos fait divers, casos curiosos ou anômalos, seja nas humanizações do relato, ou então quando ele autentica a cobertura noticiosa e é tratado como “vox populi”, o tradicional fala-povo. O jornalismo participativo inaugura mais uma forma de “aparição”, que ocorre quando o cidadão presencia e registra o fato. Ao constituir uma nova “forma de aparecer”, de ser visto, o jornalismo participativo também possui impacto na audiência, ao mexer com o imaginário do receptor que encontra uma brecha para satisfazer seu desejo de fama instantânea, de notoriedade; e a mídia, por sua vez, reforça seu papel de palco para existência social. Com a ampliação da participação de cidadãos comuns na sua produção, o jornalismo reforça esse seu potencial, de atuar como um modo de reconhecimento social. Com isso, atrai um homem fascinado pela imagem, objeto de poder sinestésico e tátil. Um fascínio que supera o “ver” e atinge o “ser”. Ser “imagem”, ser personagem ainda que de aparição transitória, de uma fama efêmera, são possibilidades que mexem com o imaginário deste homo videns, que muito além de ver, quer também ser visto e a participação na produção jornalística é percebida por ele como uma oportunidade para essa visibilidade. Num tempo de grande facilidade de comunicação, manifesta-se também “uma certa capacidade de inteligência e ação. Saber fazer uso dessas técnicas é, para milhões de indivíduos, o sinal de uma emancipação e de uma maior igualdade social” (Wolton, 2005: 14). Na era da midiatização, os cidadãos não se encontram munidos apenas com o arsenal tecnológico. Além de dominar certos aparatos, grande parte da população também parece possuir certo domínio sobre a linguagem e os dispositivos jornalísticos. Traquina (2005), ao abordar os saberes dos jornalistas, localiza, ao lado das técnicas, como recolha da informação e elaboração de estruturas narrativas uma linguagem específica, o jornalês. Embora talvez desconheçam as regras que regem as narrativas jornalísticas, os cidadãos parecem apreender sua estrutura e se apropriam desse jornalês quando acham necessário. A edição do VC, no RJTV, do dia 02 de junho, em que o cidadão mostra o desperdício de energia elétrica num bairro carioca, ilustra esta questão. Além de captar as imagens, o próprio telespectador narra com detalhe as cenas enquanto as grava. O texto possui grande aproximação com a narrativa jornalística utilizada pelo RJTV: - Diariamente, 24h por dia, esta lâmpada não se apaga nunca. Essa rua fica próxima à rua Marambaia, em frente à escola municipal Rodrigo Otávio Filho. Uma hora da tarde e ela está acesa. (...) Mais uma lâmpada acesa na avenida Monsenhor Félix, quase esquina com a rua Marambaia. Uma hora da tarde, as lâmpadas acesas, e o dinheiro sai do bolso, do contribuinte. Uma e meia da tarde e como a gente pode ver, aqui na esquina da Avenida Monsenhor Félix, a lâmpada do poste permanece acesa. Além de uma noção do jornalês, o cidadão que participa com o envio de imagens potencialmente noticiáveis nos mostra que possui o que Ericson, Baranek e Chan (1987) definem como “saber de reconhecimento”. Trata-se de um saber mais “instintivo” que teórico, o qual possibilita ao jornalista possuir o tal “faro para a notícia”, quer dizer, faz com que ele perceba o que é noticiável ou não. Tal saber parece estar de certa forma diluído na sociedade, não se restringindo unicamente aos jornalistas. Os cidadãos, ao escolherem captar uma dada imagem, estão a exercer esse saber de reconhecimento, que os leva instintivamente a imaginar que aquela imagem pode ser útil para o telejornal, ou outros meios jornalísticos. Nesse contexto, surge o que Wolton (2005) chama de “autoridade negociada” que decorre desse “reinado da comunicação”, cujo resultado é a generalização do “tomar a palavra”. Talvez não só isso. Há uma generalização do domínio da palavra e também da

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imagem. E essa tendência põe em questão as hierarquias da competência e da autoridade. No que tange ao jornalismo participativo na TV, o cidadão, embora agora se mostre competente para identificar o que é de interesse jornalístico, ainda não possui a autoridade, como na web, de decidir o que vai ou não se tornar notícia. Usa de sua competência para fornecer aos telejornais um material de valor noticiável, que ele identificou através do seu “saber de reconhecimento”, porém é do jornalista a decisão de tornar aquele fato público ou não. A autoridade sobre a noticiabilidade dos acontecimentos, aparentemente diluída na web, ainda é centralizada nas mídias tradicionais de comunicação. Uma outra questão que surge diz respeito à olhar sobre a imagem. Além de possibilitar novos olhares sobre a prática jornalística, a participação dos cidadãos, através de suas imagens caseiras, captadas por celulares ou câmeras fotográficas, fazem com que o telespectador exercite novas formas de ver, acostumando seu olhar a imagens fora do padrão de qualidade dos cinegrafistas profissionais das equipes jornalísticas. Aos jornalistas exigemse novas formas de avaliar a noticiabilidade do material enviado, que agora tem sua dimensão estética submetida a seu poder simbólico. Com isso a imagem deixa de ser apenas um fator de ordem técnica, para ser valorizada mais pelo seu significante que pela sua qualidade. Seu potencial de iconicidade, sua capacidade de representar uma realidade sobrepõe-se à sua reduzida resolução. Conforme Becker (2005), as associações entre texto e imagem, gráficos e mapas, além de serem usados para garantir a precisão, também visam à objetividade e neutralidade da notícia, gerando um efeito de verossimilhança. Na prática, o jornalismo participativo possibilita aos telejornais uma maior cobertura de pautas que, por motivos internos à rotina de produção, não poderiam transformar-se em notícia. Rotina limitada pelo número de operadores de câmera, ou opções de deslocamento até o fato, recursos técnicos e humanos que, por ventura, poderiam “derrubar” a pauta podem ser remediados quando o material informativo, ao invés de ser colhido pelos profissionais, é levado até eles pelas lentes de quem vivenciou ou presenciou o acontecimento. Um triplo ganho, de qualidade para a matéria, de tempo e alcance para o telejornal. De outro modo, podemos entender essa investida do telejornal no seu potencial imagético a partir de um viés mercadológico, sobretudo no potencial do cidadão de subsidiar esse desejo mimético, com um custo praticamente zero. Num movimento recursivo, quanto mais o telejornalismo amplia a participação de sua audiência, mais ele adquire imagens que potencializam o tom de realismo para a sua narrativa jornalística e, por outro lado, a participação ainda pode se transformar numa ação de fidelização da audiência. Além disso, abrir espaços para a participação também é uma forma da televisão acompanhar as novas mídias, em especial a web, com seu espaço ilimitado para mais diversas formas de participação e expressão. Para Bacin (2006), trata-se de uma retroalimentação entre velhas e novas mídias que atuam numa luta simbólica por territórios de fala: Quem pode mais, embaralha e põe todos os suportes a funcionar sob uma mesma rubrica institucional, justificando a convergência como saída; quem perde espaço por falta desse capital, tenta fortalecer sua marca a partir de uma “confusão” político-editorial, misturando entretenimento e jornalismo, com pitadas de “circo de péssimo gosto” (Bacin, 2006: 111). Conforme Palácios e Munhoz (2007), os efeitos da participação do cidadão na produção de imagens com valor jornalístico, não só consolidam circuitos alternativos de circulação de informação, mas também exigem transformações da mídia tradicional em sua convivência com os novos circuitos. Por outro lado, as implicações desta produção colaborativa de notícias geram um amplo espaço para debate calcado em questões como: a veracidade do material enviado, que vai determinar a prática da apuração e dos produtores da pauta; a relação entre a empresa e o autor “não profissional” do material utilizado; o futuro dos profissionais contratados para estes fins (de captura de imagens, por exemplo); a ética com relação à escolha e apresentação do que chega às redações; a avaliação do que é produzido sem o conhecimento das regras e

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técnicas jornalísticas; a questão da diplomação com relação à idéia de que “qualquer um pode fazer notícia”, difundida no jornalismo cidadão praticado na web, até a questão dos limites entre o público e o privado diante de um cotidiano em que há “repórteres” por todos os lados. Se bem a inserção de imagens feitas por amadores não é recente, como já dissemos, o reconhecimento por parte da mídia desse novo telespectador, que é, por vezes, leigo no que se refere à práxis jornalística, representa uma novidade na história da mídia tradicional. Levar em conta o receptor é, aliás, a grande revolução da comunicação, afirma Wolton (2005). Uma inovação que acompanha uma significativa abertura à participação desse cidadão refletindo uma necessidade de convergência prevista como estratégia para que os meios clássicos fizessem frente às formas contemporâneas de comunicar. O que vemos é que a produção e recepção já não se encontram em pólos totalmente opostos, como os modelos clássicos do processo comunicativo. Estamos diante de um tempo da interação e interatividade, de um modelo de múltiplos caminhos, e não mais unidirecional e cartesiano. Momento propício para que (re)pensemos a prática jornalística a fim de compreendermos os contornos que o jornalismo e, por que não, a comunicação assumem na contemporaneidade.

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LA SUBJETIVIDAD Y EL RUMOR: DEL “GRAN PÁNICO” DE 1789 A LA “ERA DE LA INFORMACIÓN. MARÍA PAULA GAGO. (pp. 53–65).

LA SUBJETIVIDAD Y EL RUMOR: DEL “GRAN PÁNICO” DE 1789 A LA “ERA DE LA INFORMACIÓN”

SUBJECTIVITY AND GOSSIP: FROM “THE GREAT FEAR” OF 1789 TO “THE INFORMATION AGE”

Lic. María Paula Gago Universidad de Buenos Aires maria_paula_gago@hotmail.com Argentina

Resumen El presente trabajo propone explorar de qué modo el contenido significativo del rumor, en la medida en que genera resonancias en el universo de las significaciones interiorizadas de un colectivo social anónimo, a nivel de los procesos primarios de su subjetividad, es capaz de generar efectos en el orden de los comportamientos o prácticas sociales. Si bien en las sociedades de cultura oral el vehículo de las noticias era el rumor que corría de persona a persona, con la generalización de Internet asumen otras características y otros medios de circulación pero no presentan siderales diferencias en cuanto a los mecanismos de su funcionamiento subjetivo. Palabras claves: Rumor, Subjetividad, Revolución Francesa, Globalización

Abstract The present project proposes to explore of what way the significant content of the rumor, in the measure in which generates resonances in the universe of the meanings internalized of a collective social anonymous one, to level of the primary processes of its subjectivity, is capable of generating effects on the order of the behaviors or practical social. Though in the companies of oral culture the vehicle of the news was the gossip that ran of person to person, with the generalization of Internet they assume other characteristics and other media of circulation but they do not present sidereal differences as for the mechanisms of their subjective operation. Key words: Gossip, Subjectivity, French Revolution, Globalization

(Recibido el 25/05/08) (Aceptado el 10/11/08)

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LA SUBJETIVIDAD Y EL RUMOR: DEL “GRAN PÁNICO” DE 1789 A LA “ERA DE LA INFORMACIÓN. MARÍA PAULA GAGO. (pp. 53–65).

Introducción

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l rumor es el medio de comunicación más antiguo del mundo (Kapferer, 1989). Esta afirmación se funda en el hecho de que antes de la aparición de la prensa, la radio y la televisión, el rumor era el vehículo de las noticias, pues “el único canal de comunicación de las sociedades eran los mensajes que corrían de boca en boca” (Kapferer, 1989: 11). Sin embargo, aún hoy, en plena era de las nuevas tecnologías de la comunicación y de la información, no se han acabado. En todo caso, se vuelve más complejo su estudio puesto que los medios, lejos de acabar con el rumor “los han hecho más especializados: cada uno posee ahora su propio territorio de comunicación” (Kapferer, 1989: 12). Hasta hace algo menos de dos décadas, los rumores circulaban de persona a persona pero con la generalización de Internet se magnificó su canal de difusión. Los rumores constituyen un fenómeno complicado de estudiar, hacer un seguimiento de sus “idas” y “vueltas” es dificultoso, puesto que sus rastros se pierden: no se saben dónde empiezan pero tampoco dónde terminan. De todos modos, los vestigios de la circulación de un rumor pueden advertirse en virtud de las prácticas que se generan a partir de su aparición, pues se puede admitir que un rumor consigue precipitar o aplacar un acontecimiento, atendiendo al contexto social en el cual se origina y circula. El presente trabajo intenta explorar el surgimiento, la circulación y recepción de rumores, tomando como referentes empíricos a las jornadas del “Gran Pánico” de 1789, el levantamiento campesino ocurrido seis días después de la toma de la Bastilla durante el proceso revolucionario ocurrido en Francia, pero como el tema muestra la potencia que posee en relación con fenómenos del rumor contemporáneo, que tienen otras características y otros medios de circulación pero no marcadas diferencias en cuanto a los mecanismos de su funcionamiento subjetivo, se analizará el fenómeno que los especialistas denominan “leyendas urbanas” (Tangherlini en Santagada, 2006), relatos acerca de eventos supuestamente reales, y que en la mayoría de los casos exponen con fines instructivos las consecuencias desdichadas con que se encontró algún incauto transgresor de normas elementales de moralidad, higiene o convivencia.

El rumor: una creación del imaginario social Dentro del campo de la psicología social y la sociología americana el rumor es considerado desde una perspectiva “realista”. Es decir, se lo piensa como un objeto discursivo empaquetado como “perverso”. Si alguien dice que el enunciado B es un rumor, puede querer decir tres cosas: a) Que existe un enunciado B' (parecido o con referencias aproximadas a B) que es verdadero. O sea el rumor es falso pero impreciso; b) Que quienes sostienen B están interesados en engañar o confundir a la opinión pública. O sea el rumor es falso porque alguien persigue el objetivo de engañar o confundir; c) El rumor no es ni verdadero ni falso porque alude a circunstancias que no pueden chequearse. Estos enfoques describen al rumor como un fenómeno funcionalista, objetivista y patológico. Objetivista, pues el rumor es presentado como un fenómeno autoproducido, generado por la configuración de acontecimientos y no por la acción de los actores sociales que forman parte de ellos. Funcionalista, pues el rumor es definido como la respuesta colectiva los desórdenes anómicos de la sociedad. Y patológico, pues el rumor, al menos como síntoma, traduce un malestar como lo indican el repertorio terminológico y la tipología analítica elegidas. En este trabajo no se aborda la problemática de la verdad o falsedad de los rumores ni se proponen “paliativos” para exterminarlos. Simplemente, se explora el modo en que surgen, circulan y son recepcionados. En este artículo, se define al rumor como un producto del imaginario social, materializado en un discurso. En donde el modo de circulación y los efectos que produce están vinculados al modo en que se ha constituido la subjetividad colectiva. Aquí se entiende a la imaginación en el sentido que lo hace Castoriadis, como una vis formandi a causale (fuerza creadora de formas sin causa) que tiene la facultad de poner en presencia imágenes, fantasmas, a partir de la nada. En el caso del sujeto singular, la

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imaginación es flujo perpetuo de representaciones, afectos e intenciones. Esa imaginación radical es la que le permite a cualquier ser crear para sí un mundo propio en el que él también se incluya. La representación y la intención son principios de formación del mundo propio. Los afectos también son creaciones de esa vis formandi a causale, en este sentido no hay una representación pura sino que las vivencias generan adhesiones a determinados sistemas de significaciones. En lo que respecta al imaginario radical instituyente, cuya sede es el ente colectivo anónimo, el autor lo postula como creación incesante y esencialmente indeterminada (social, histórica y psíquica) de figuras, formas e imágenes en sentido general y sólo a partir de éstas puede tratarse de “algo”. Lo que se llama “realidad” y “racionalidad” son obras de esta creación. Este imaginario radical se diferencia del imaginario segundo, puesto que éste último recombina y reproduce un orden dado. Desde este punto de vista, hemos de considerar al rumor como un caso de creación de significaciones imaginarias. Si se argumenta, siguiendo a Castoriadis, que en el dominio histórico social se crean eidos (formas en sentido general) y que, en consecuencia, toda producción humana encierra significación, el rumor, como producto de la subjetividad colectiva, no puede ser considerado sino una significación imaginaria.

El rumor en las sociedades de cultura oral: el “Gran pánico” de 1789 No se puede negar que los rumores cobran fuerza en épocas de crisis y aún más cuando la información “oficial” es escamoteada. Sin embargo, determinar quién o quienes generan un rumor y lo lanzan, es una tarea estéril, puesto que es imposible reconstruir su origen. Si bien es cierto que hay rumores lanzados con “intencionalidad” por un grupo o sector (esto se advierte, por ejemplo, con rumores sobre la vida privada de políticos, más que nada en épocas electorales) la mayoría de las veces se trata de una producción de la subjetividad social sin planificación ni estrategia alguna. En el caso de las jornadas del “Gran Pánico”, el temor a los bandidos, al hambre y al supuesto “complot aristocrático” (tres preocupaciones que cobraron vigor por ese entonces) son cuestiones que entraron en relación y posibilitaron la aparición del pánico. Sin embargo, no deben confundirse. Los levantamientos causados por las hambrunas o la llegada de bandidos en época de cosecha eran comunes en el campo. Y los motines generados por el hambre avivaban aún más el miedo. De acuerdo con Lefebvre (1986), si bien en julio de 1789 el miedo a los bandidos era universal, el “Gran Pánico” no lo fue porque, aunque se extendió en gran parte del territorio, en algunos lados se tomaban medidas de precaución sin caer en el pánico. Sin embargo, este hecho es de interés porque a diferencia de levantamientos anteriores su particularidad reside en su carácter antiseñorial “en que las alarmas (sobre la llegada de bandidos y sobre el ‘complot aristocrático’) se propagaron muy lejos y con gran rapidez en lugar de seguir siendo locales” (Lefebvre, 1986: 191) porque además posibilitó que en la noche del 4 de agosto de 1789 se declararan los Derechos del Hombre y del Ciudadano. Si tenemos en cuenta que los campesinos percibían al noble como aquel que había despertado tanto miedo como temor, incluso a sus antepasados, se puede sostener que esto los llevó a interiorizar a ese otro como un enemigo que los acechaba. Y en este sentido, el rumor fue una vía de escape, una pantalla en la que se proyectaron miedos legendarios, y que terminó siendo un catalizador del miedo y motor de la violencia. De acuerdo con Castoriadis, las sociedades son formas y cada sociedad es una forma particular, porque de esa urdimbre de significaciones imaginarias sociales, que es el magma, cada sociedad recorta aquello que es posible de ser significado por ella. De aquí que las sociedades son autocreaciones. Lo que permite verla como sociedad (como esta sociedad y no otra) es la manera en que organiza su mundo de significaciones. Siguiendo a Castoriadis, el magma se caracteriza por ser instituyente e instituido y lo que la Sociedad Instituyente instituye

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son los modos del hacer y del decir social, y en el caso que nos ocupa fue justamente lo que se puso en tela de juicio. En este sentido, se trata de analizar cómo un colectivo social, en un momento dado, le da importancia a un rumor porque para ellos posee un significado profundo. En el período más agitado de la Revolución Francesa, cualquier viajero o mendigo o bandido era considerado un enviado de la aristocracia para vengarse del pueblo. Las noticias que circulaban despertaron un gran miedo, lo que generó que no sólo se creyera en la existencia de los bandidos enviados por los señores sino que se los viera por todos lados. Los rumores y el subsiguiente pánico que se desató, después del 14 de julio de 1789, implica indagar sobre las necesidades subjetivas de ese colectivo social. En este sentido, el problema de las fuentes del rumor, carece de importancia. Reducir el tema a la persona que dijo o hizo algo es reducir el fenómeno a un problema individual. Pues es el colectivo social el que se “engancha” y alimenta el rumor, son ellos, como grupo, quienes después de escucharlo, lo difunden y lo tornan verosímil para sí mismos. No todos los rumores logran generar reacciones de gran magnitud. Sin embargo, en las jornadas del “Gran Pánico” nos encontramos con que los rumores disparados sobre el supuesto “complot aristocrático” y la llegada de los bandidos no sólo se difundieron velozmente sino que además eran creídos como tales y la población actuaba en consecuencia, por ejemplo, armándose. Cuando un campesino iba a la aldea vecina a avisar que se acercaban los bandidos no lo hacía con la intención de “agitar las aguas” sino que, por el contrario, estaba convencido de que tal situación era real. De acuerdo con Anzieu (1993), la resonancia fantasmática implica el reagrupamiento de algunos miembros alrededor de uno de ellos. Dicho reagrupamiento no implica que estén de acuerdo sino interés común. Un miembro resuena con el fantasma de otro cuando se siente identificado, sea con la defensa o con el deseo que representa dentro de la escena. De aquí que el primer organizador grupal es el fantasma individual inconsciente. El concepto de resonancia fantasmática puede ser aplicado al análisis del rumor porque a medida que las noticias corrían de boca en boca los miembros de la cadena se iban “enganchando” con la temática. Ahora ¿por qué los campesinos se movilizaban ante las alarmas que llegaban de las aldeas vecinas? Los ataques de los campesinos fueron “detonados” por el rumor sobre la llegada de bandidos, rumor que a su vez fue “detonado” por las circunstancias que rodearon a la caída de la Bastilla. Pero esta secuencia de hechos, “imprevista” en sí misma, no podría haberse producido “sin el profundo odio tradicional de los campesinos hacia los deberes y obligaciones señoriales y las esperanzas de reivindicación que había despertado la convocatoria de los Estados Generales en Versalles” (Rudé, 1978: 252-53). Los historiadores hacen hincapié en que el miedo del campesinado francés hunde sus raíces en el hambre, la desocupación, la miseria y la escasez. Si bien no todos habían vivenciado de modo directo la historia sí tenían una noción legendaria transmitida por sus antecesores y también contaban con el vago recuerdo del bandolero o recordaban que las revueltas de los campesinos pobres y otros miserables siempre habían terminado en luchas sangrientas. En este sentido, así como la población de Saint Antoine temblaba de miedo ante la toma de la Bastilla, lo mismo les ocurría a los campesinos con la aristocracia que, desde siempre, les había despertado temor pero también odio. En consecuencia, razones para que unos y otros se odiaran no faltaban. Pero lo cierto es que los rumores acerca del “complot aristocrático” y la organización de grupos de bandidos armados que castigarían al pueblo en nombre de la nobleza, no pudieron ser nunca probados. En todo caso, la convocatoria de los Estados Generales había promovido en esas masas una inmensa esperanza de regeneración, y los aristócratas la impedían. La oposición de la nobleza a la duplicación del Tercer Estado, después del voto por cabeza, había enraizado la idea de que los nobles defenderían sus privilegios. “Así se formó la idea de un ‘complot aristocrático’. De la manera más natural, el pueblo pretendía actuar contra los enemigos de la nación antes que los propios aristócratas atacasen” (Soboul, 1983: 53).

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En este contexto, los campesinos y los propios burgueses no tenían motivos por los cuales dudar sobre la existencia de un “complot”. En las ciudades más pequeñas se sentía con más fuerza el poder de los señores. Muchos de sus comentarios inquietaban a la población y viceversa. Por ejemplo, Lefebvre señala que se comentaba que un consejero del Parlamento de Lons-le-Saunier había dicho que si se colgaba a la mitad de la población se podía perdonar al resto. En suma: las actitudes de los nobles ratificaban las alarmas que circulaban. Esto no hacía más que certificar la gran desconfianza y recelo que los campesinos sentían por los señores, lo que generó, siguiendo a Anzieu, que el grupo se uniese mediante una coalición defensiva contra un fantasma. Y no podía ser de otra manera, pues los rumores no hacían más que avivar miedos y temores legendarios. Durante 1789, se produjeron estallidos similares a los ocurridos, por ejemplo, durante 1775. Sin embargo, hay diferencias importantes porque los movimientos que se desataron durante la revolución lograron un éxito considerable, mientras que los de 1775, al igual que los de 1725 y 1752 terminaron en un fracaso total. En parte, quizás “ello se debió al aislamiento de estos primeros revoltosos, que se encontraron enfrentados a la oposición combinada del ejército, la iglesia, el gobierno, la burguesía urbana y los propietarios rurales” (Rudé, 1978: 38). Además, las nuevas ideas de “libertad”, “soberanía” y los Derechos del Hombre, no habían aún empezado a circular entre los pobres urbanos y rurales. El único blanco de los desórdenes anteriores a 1789 eran los arrendatarios o campesinos prósperos, el comerciante en granos, el molinero o panadero. En suma: los ataques se dirigían a aquellos que tenían cereales de sobra en sus graneros. No se intentaba en absoluto, señala Rudé, derrocar al gobierno. Sin embargo, al desafiar a las clases “privilegiadas” por el control de los Estados Generales, la bourgeoisie apeló a toda la nación, sus ideas fueron adoptadas tanto por la población urbana como la rural. Y bajo este impacto, las revueltas de la campiña y de la ciudad se convirtieron en las grandes jacqueries o journées populares del verano y otoño de 1789. En virtud de esta historia de rebeliones “fallidas”, el campesinado temía una reacción punitiva por parte de los señores. Pero, a diferencia de los estallidos anteriores, en 1789, el campesinado pasó de las antiguas protestas contra los precios, a través de ataques a los cercados, derechos de caza y bosques reales a asaltos frontales al sistema feudal mismo. En parte, fueron los rumores que “avivaron” el pánico los que impulsaron la furia, que los campesinos expresaron quemando castillos, anticipándose ante una posible acción punitiva por parte de la aristocracia. En suma: es probable que, antes de la persecución efectiva, el campesinado haya operado de modo anticipatorio. La coexistencia, en el orden de la subjetividad, de procesos reflexivos con otros que no lo son, es una vía de abordaje para aproximarse al modo en que el rumor logró anclarse en la subjetividad del colectivo social y generar los efectos subsiguientes puesto que si bien el sentido se comprende discursivamente, afecta el orden primario de la subjetividad y eso, a su vez, genera reacciones que se sustraen a la consciencia. Piera Aulagnier (1997) propone un modelo de aparato psíquico en el que coexisten procesos originarios, que pertenecen a un momento de desarrollo de la psicogénesis en donde todavía no tiene existencia la dimensión verbal, y procesos secundarios, sí vinculados a lo verbal. Si se traspola esta manera de entender la estructura psíquica al objeto de estudio de este trabajo, nos encontramos con un sector sumiso (el campesinado) que había interiorizado una imagen del castillo que le despertaba tanto temor como un odio no reconocible, pues estaban insertos en un sistema que los sometía al hambre, a la escasez, la miseria y la servidumbre. Las alarmas que cobraron vigor poco tiempo después de la toma de la Bastilla movilizaron y avivaron los fantasmas legendarios, en un nivel de la estructura psíquica en donde las representaciones no juegan su valor racional objetivo sino los valores de la fantasía subjetiva de orden primario. Desde este punto de vista, no había razones para dudar que los señores querían matarlos a todos y tampoco era raro que el sector acaudalado mandara bandoleros para castigar a la población por lo ocurrido en París.

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Ante ese otro imaginario, interiorizado como un perseguidor, las alarmas que circulaban “detonaron” el pánico a la sanción, lo que operó, a su vez, como un anticipador de los acontecimientos y precipitó la acción. Como se ha afirmado a lo largo del trabajo, uno de los grandes problemas de los franceses fue la provisión de alimentos baratos y abundantes. Ello constituyó, durante todo el siglo XVIII, una preocupación para los habitantes de la ciudad y de la campiña. A los miedos tradicionales (hambre, escasez, miseria, opresión) que ya habían generado levantamientos, se sumaron los acontecimientos de julio: la toma de la prisión del estado, la Bastilla, el principal bastión de la monarquía. Generalmente, en épocas de crisis, nada tiene más peso que la caída de los símbolos; en consecuencia, era de esperarse que estos sucesos impactaran en la población campesina. La alarma sobre la llegada de bandidos no correspondía a un fenómeno nuevo como tampoco lo era el hambre y la escasez. Pero en esta oportunidad, a diferencia de otras, el campesinado llevó adelante un levantamiento antiseñorial. Un gran miedo se apoderó de ellos y la reacción fue la acción y no ya el sometimiento. Ahora bien, la multitud puede levantarse porque está hambrienta, o teme la llegada de la escasez y el subsiguiente aumento de precios de los alimentos, o porque quiere destruir al enemigo, o porque busca una reforma inmediata o milenaria, pero rara vez lo hace por una sola de estas razones. En consecuencia, cuando se indagan los motivos por los cuales la multitud se “levanta”, aún cuando las razones inmediatas “salten a la vista”, se deben explorar aquellos motivos que están por debajo de la superficie. Y si están implicados distintos sectores sociales, algunos pueden ser impulsados por unos motivos y otros por otros. También en el caso del “Gran Pánico” se tienen que diferenciar entre el “detonador” y la causa subyacente, porque parece difícil que el terror provocado por el “complot” hubiese podido conducir por sí solo al levantamiento campesino de julio de 1789, sin la crisis económica, la pobreza, el odio que el campesinado sentía hacia los deberes y obligaciones señoriales pero a la vez la esperanza que les despertó la convocatoria de los Estados Generales, donde podrían canalizar sus reivindicaciones. Si se sostiene que los condicionamientos asociados a una clase particular de condiciones de existencia producen habitus, que Bourdieu entiende como “Sistemas de disposiciones duraderas y transferibles, estructuras estructuradas predispuestas para funcionar como estructuras estructurantes (...) que pueden estar objetivamente adaptadas a su fin sin suponer la búsqueda consciente de fines (...)” (Bourdieu, 1991: 92) Entonces se puede sostener que las disposiciones incorporadas por el colectivo social son las que motorizaron las prácticas que el mismo llevó a cabo. Ahora bien, como producto de la historia, el habitus produce prácticas individuales y colectivas conforme a los principios engendrados por la historia “asegura la presencia activa de las experiencias pasadas que (...) tienden a garantizar la conformidad de las prácticas y su constancia a través del tiempo” (Bourdieu, 1991: 94). Si esto es cierto ¿cómo es posible sostener que las jornadas del “Gran Pánico” pueden ser entendidas como uno de los factores que alteraron el orden dado? El propio Bourdieu parece dar una respuesta porque, a su entender, la permanencia recurrente, bajo la forma de habitus, del efecto de los condicionamientos primarios explican también los casos en los que las disposiciones funcionan a “contratiempo” y en los que las prácticas están inadaptadas a las condiciones presentes porque están “Objetivamente adaptadas a condiciones caducas o abolidas (...) la tendencia a perseverar en su ser, que los grupos deben (...) en que sus componentes están dotados de disposiciones duraderas (...) puede

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estar tanto en el origen de la inadaptación como de la adaptación, tanto de la rebelión como de la resignación” (Bourdieu, 1991: 95). Volviendo al caso que nos ocupa, el odio y el temor hacia la nobleza estaban presentes entre los campesinos. En 1789, a diferencia de levantamientos anteriores, “la burguesía al precio de un motín, había tomado el poder. Y el pueblo campesino ¿esperaría todavía mucho tiempo? Ninguna de sus reivindicaciones se habían satisfecho aún” (Soboul, 1983: 57). El miedo que el campesinado sentía estaba justificado por la historia pero la contrapartida de ese temor era el resentimiento y la hostilidad que la propia situación les generaba. Por lo tanto, si no hubiera habido una ambigüedad de sentido, una historia inscripta internamente con contenidos opuestos, sumisión / hostilidad, sería difícil poder explicar el modo en que el rumor logró anclarse en la subjetividad de este colectivo social y ser un motor que propulsó la violencia.

El rumor en la “era de la información” Como se afirmó al comienzo, los medios de comunicación y las nuevas tecnologías de la información y la comunicación no han acabado con los rumores. En todo caso, vuelven más complejo su estudio. Dentro de las producciones discursivas de comunicación de masas de circulación oral, se han detectado rumores que se repiten o se acomodan a circunstancias novedosas, diferentes en las fechas, personajes y espacios referidos. Para estos casos, fue propuesta la noción de “leyendas urbanas” (Tangherlini en Santagada, 2006). Algunos investigadores sostienen que las leyendas urbanas no configuran un tipo específico de comunicación, sino que son una forma de rumor a la que se les han agregado componentes literarios que les confieren una estructura retórica más convincente y atractiva Por otra parte, en la bibliografía especializada de lengua inglesa también se tiende a denominar las leyendas urbanas como “leyendas de rumor”. En francés, Oliviene Brodin (1995) prefiere la denominación rumores cotidianos (rumeurs du quotidien). El parentesco entre el rumor y las leyendas reside en que ambos circulan como verdaderos en comunicaciones interpersonales y son difíciles de verificar. Pero hay noticias que en un momento dado calificarían, según las definiciones dadas por Allport y Postman (1947), como rumores y que se verifican tiempo después o que de algún modo contribuyen a producir el hecho que describían. Una diferencia entre ambas manifestaciones consiste en que las leyendas urbanas tienen una supervivencia más larga que los rumores. Frecuentemente estos se difunden por estar en relación estricta con escenarios político-sociales inmediatos a los individuos que los intercambian. Además, la temática de los rumores parece estar vinculada a procesos tales como el mercado bursátil, la permanencia o salud de los funcionarios, el anticipo de medidas gubernamentales, etc. Por su parte, las leyendas urbanas refieren a las consecuencias que [pretendidamente] se abatieron para una persona o un grupo a partir, por ejemplo del empleo desprevenido de ciertos objetos industrializados. Las distintas versiones de una leyenda presentan personajes anónimos, conocidos indirectamente por el narrador, mientras que el sitio donde tienen lugar los sucesos y la época en que ocurrieron pueden ser relativamente cercanos a los interlocutores, aunque son referidos de manera imprecisa. Muchas de estas historias hacen referencia a problemas de ansiedad o perplejidad “arquetípicos”, como son los planteados por algunos de los siguientes ejes: la convivencia en el mundo social; las amenazas de la modernidad; el propio cuerpo o la salud; las causas o circunstancias de complots, accidentes y catástrofes Algunas compilaciones de leyendas urbanas como los de Kapferer (1987) y CampionVincent (1989) comparten un enfoque que adjudica a la anécdota de las leyendas urbanas cierta relación con angustias, fantasías o aún cierta actitud conservadora por mantener determinados valores o creencias. No importaría tanto, entonces, si es una situación fáctica o

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una perplejidad de algún tipo lo que desencadena la circulación de una leyenda urbana. Cualquiera de los ejes reseñados permitiría elaborar frustraciones o terrores compartidos mediante construcciones eficaces, aunque consten de anécdotas espurias o apócrifas. Actualmente, son ampliamente difundidas historias que denuncian las tecnologías de uso doméstico, los productos industrializados, las corporaciones transnacionales, etc., como causantes de afecciones físicas o de perturbaciones psicológicas. A este eje pertenecen las leyendas que dan cuenta del hallazgo de fragmentos de cuerpo humano o de animales en envases de bebidas gaseosas, de las sustancias que conforman la materia prima de ciertos productos de consumo masivo, de las inexistentes condiciones de higiene en que se elaboran algunos productos, etc. Las empresas corporativas emblemáticas tales como Coca Cola, McDonald’s, Nike, etc., casi siempre aparecen como inescrupulosas y desleales. Este tipo de historias se denominan leyendas mercantiles. Se trata de “Relatos cuya veracidad no puede ser confirmada ni desmentida, que circulan por ámbitos distintos de los medios convencionales y por los que se denuncian deslealtades o fraudes cometidos en la elaboración o en la distribución de productos de consumo masivo” (Santagada; 2006: 1). La fuente legitimante de este tipo de historias suelen ser dos: por un lado, aparecen reportes científicos que explican que el agente patógeno que suelen contener los productos es invisible y provoca una intoxicación, riesgo de cáncer, etc. Por el otro, el mecanismo retórico utilizado es “no consumas este producto porque el hijo de un amigo de un compañero de trabajo consumió y ahora está internado. Puede probarse, vaya al Hospital...” El recurso afectivo en ambos casos es el mismo: “piense en su salud, en la de sus hijos y en sus seres queridos”. Algunos autores han aventurado que el origen de la militancia anticorporativa se encontraría en el rechazo de algunos sectores sociales a la imposición global de hábitos consumistas y la supresión de puestos de trabajo: “Se ha descubierto que el origen de las zapatillas Nike son los infames talleres de Vietnam; el de las ropitas de la muñeca Barbie, el trabajo de los niños de Sumatra (...) En realidad, se trata de un intento de reflejar la actitud de rechazo a las grandes empresas que veo nacer en muchos jóvenes politizados (...) a medida que los secretos que yacen detrás de la red mundial de las marcas sean conocidos por una cantidad cada vez mayor de personas, su exasperación provocará la gran conmoción política del futuro, que consistirá en una vasta ola de rechazo frontal a las empresas transnacionales, y especialmente aquellas cuyas marcas son más conocidas” (Klein, 2001: 16). Sin embargo, las mismas personas que difunden esas historias, que les atribuyen a los productos propiedades negativas para salud, siguen consumiendo y permiten que sus hijos consuman los productos en cuestión. El desarrollo de Internet favoreció la circulación de leyendas mercantiles, como consecuencia de la utilización de determinadas técnicas de marketing que se denominan viral. De acuerdo con Kotler y Armstrong, el marketing viral es “La versión Internet del marketing boca a boca: mensajes de correo electrónico u otros sucesos de marketing que son tan contagiosos que los clientes quieren comunicarlos a sus amigos. Dados que los clientes se encargan de difundir el mensaje o promoción, el marketing viral puede ser muy económico. Además, cuando la información proviene de un amigo es muy probable que quien la recibe la abra y la lea” (Kotler y Armstrong, 2003: 102). Ahora bien, este tipo de estrategias sirve para posicionar productos o para destruir a los competidores. Frente a este tipo de ataques las corporaciones siguen dos caminos. Uno es el de llevar a cabo acciones legales y la otra opción proviene del marketing:

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“Se refiere a la instrumentación de acciones preventivas, que abarcan tareas más generales que la de la mera refutación de un relato. Además de una dotación de normas específicas que confieren a agencias gubernamentales la potestad para reprimir estos relatos difamantes, se trata de una “educación” del consumidor orientada a impermeabilizarlo contra lo que podrían ser los prejuicios o denuncias infundadas que lesionan la credibilidad de las empresas. Los centros telefónicos de consulta que las empresas se vieron obligadas a crear para contener las dudas de los clientes son el testimonio más fidedigno de esta opción” (Santagada, 2007: 5). Un ejemplo de leyenda mercantil que circuló durante 2007 en Argentina tuvo como blanco a Actimel, una leche fermentada que ayuda a reforzar las defensas naturales del organismo elaborada por La Serenísima, empresa que mantiene la propiedad de los tambos lecheros, pero que fue comprada por la firma francesa Danone. Según una cadena de e-mails, el Actimel provee al organismo una bacteria llamada L. Casei, sustancia que es generada normalmente por el 98% de los organismos, pero cuando se le suministra externamente por un tiempo prolongado, el cuerpo deja de elaborarla y paulatinamente “olvida” que debe hacerlo y cómo hacerlo, sobre todo en personas menores a 14 años. En realidad, dice este relato, “surgió como un medicamento para esas pocas personas que no lo elaboraban, pero ese universo era tan pequeño que el medicamento resultó no rentable; para hacerlo rentable se vendió su patente a empresas alimenticias” . Las pruebas en las que se basa esta historia es un proyecto de Ley presentado en la Cámara de Diputados de la Nación por el Diputado del Frente para la Victoria de Entre Ríos, Raúl Patricio Solanas (El proyecto puede consultarse en la página web de la Cámara de Diputados de la Nación www.hcdn.gov.ar. Por el momento, el proyecto se encuentra sin sanción definitiva) . Ante estas versiones, La Serenísima inició una serie de acciones para “desmitificar” esta historia. Lanzaron un comunicado de prensa, que incluso circuló vía e-mail, una publicidad en la que el locutor Juan Francisco Ibáñez, más conocido como “Pancho” Ibáñez, cara de la marca en Argentina, desmentía los rumores y también pusieron a disposición del usuario una línea 0800 y una página web www.actimel.com.ar donde se explica cómo funciona el producto, cuáles son sus beneficios y se responden “preguntas frecuentes”. En todas las comunicaciones dejaban en claro que el organismo no produce el L. Casei Defensis.

Lo informativo y lo afectivo Para ser circular y que los receptores les den crédito, los rumores deben responder a la ley de pertinencia y ley de informatividad: “Sólo es recibida una noticia como pertinente si aporta algo que nos concierna o interese. Una información que no nos interesa es eliminada del campo de nuestras preocupaciones, o en todo caso es dejada a un lado para deslizarse en el fondo indiferenciado de lo que conocemos con vaguedad o de lo que sabemos sin conocer del todo” (Remaux, 1998: 37). Tanto en el caso de Actimel como en las jornadas del Gran Pánico, la informatividad deriva del hecho de que se nos está informando de algo que no sabemos: el complot aristocrático y el peligro que cierne sobre nuestra salud al consumir Actimel. Y la pertinencia, se deriva de la oportunidad de haber lanzado esas historias en el momento indicado: Actimel fue “víctima” de este tipo de historias cuando estaba logrando posicionarse como líder de los probióticos y en el caso de las jornadas del “Gran Pánico” en pleno proceso revolucionario. Ahora bien, los rumores tienen una doble característica informan pero también persuaden. Si bien toma en cuenta lo real, para dar cuenta de eso modelan las formas y esculpe imágenes que se inscriben en el imaginario. En este sentido, el rumor entra en contradicción consigo mismo: para ser sugestivo debe valerse de recursos retóricos pero a la vez para ser informativo deben renunciar a la expresividad.

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LA SUBJETIVIDAD Y EL RUMOR: DEL “GRAN PÁNICO” DE 1789 A LA “ERA DE LA INFORMACIÓN. MARÍA PAULA GAGO. (pp. 53–65).

En los casos que exploramos, encontramos que los e-mails “denuncian” el nivel de toxicidad de los productos que tenemos al alcance de nuestras manos y que consumen incluso nuestros hijos. En el relato se recurre a “voces autorizadas” (organizaciones internacionales, explicaciones científicas e incluso proyectos de ley). El recurso afectivo es siempre connotado de urgencia porque implica la salud de todos: “la suya, la de sus hijos y la de sus seres queridos”, por eso hay que reenviarlo a todos los conocidos. En un ejemplo sobre la revolución francesa, citado por Lefebvre, son puestas en escena las reacciones del intendente d’Ablois frente a la llegada al territorio azul–blanco–rojo de los brigands (rufianes) realistas pagados por los emigrados. “En la primera noticia (…) , un génovéfain corre a los Rochechouart para anunciarle la llegada de 1100 hombres. “Señor, responde d´Ablois riendo, parece que los brigands se han reclutado rápidamente, puesto que esta mañana no llegaban ni a 500 (…) Hacia el mediodía, el guardia Malduit llegó al galope, con el fusil en la mano. D´Ablois estaba almorzando: “Yo no pensaba–dijo– que un guardia se asustara tan rápido; créame; relájese, siéntate a la mesa y come una costillita; los brigands le darán tiempo.” (Lefebvre en Remaux, 1998: 12) El otro le suplicó: “Señor yo no tengo miedo, yo me descargo de una comisión importante; si usted no me cree, otros pondrán más atención a la advertencia que le acabo de hacer. Pronto circuló en la ciudad el ruido de que d´Ablois maniobraba para dejar la ciudad en manos de los mercenarios de la aristocracia (…) No recibió un trato distinto el arquitecto Jacquet cuando, al día siguiente, fue a anunciarle a d´Ablois que llegaban 40 mil españoles. “Hasta el presente, Señor Jacquet, yo lo he creído un hombre razonable. Hoy temo que usted haya enloquecido. ¿Cómo es posible que usted crea en semejante número? ¡40 mil españoles! Vaya usted a descansar y no hable de esto con nadie; todos se burlarán de usted. Jacquet, muy descontento, habló a todo el mundo de esto y todo el mundo le creyó (Lefebvre en Remaux, 1998: 12). Este ejemplo hace aparecer la competencia individual, no como un freno, sino como un motor. El rumor se sirve de esto haciéndolo pasar del blanco al negro, es decir, invirtiendo su función. El intendente d´Ablois ironizó, pero no fue creído. Cuanto más se subraya la inverosimilitud de la situación, su imagen se hizo más problemática. Y cuanto más problemática fue esta imagen, más claro quedó lo que en realidad era: un servidor de los aristócratas expulsados. d´Ablois fingió no creer lo que veía para dejarlo infiltrar, en el orden visible de la Revolución, el desorden invisible de la Monarquía expulsada. Si invirtiéramos la posición de los actores –si d´Ablois fuera el instrumento del complot– la trama es la siguiente: el rumor funciona como un desmentido a la realidad. El rumor niega en bloque la realidad de los hechos; es inverosímil que 500 hombres a la mañana se conviertan en 40 mil antes del mediodía. La tesis del complemento no valida la desmentida sino porque el tipo de complot evocado se vincula de forma perfecta con las representaciones colectivas del momento: el retorno de la monarquía en el imaginario de la Francia Revolucionaria, la amenaza comunista en el imaginario americano. Invirtiendo la función de los actores, el rumor los transforma en agente doble, y su juego, en un sentido, será comparable al juego del actor y de su máscara. Negando la realidad en la que todo el mundo cree, d´Ablois la admite. El es desenmascarado como servidor de la aristocracia. Denunciando a su rival, el presidente se oculta. Niega la realidad (el liderazgo perdido y da un paso al frente: hay un complot). Ocultando la realidad, desenmascara el imaginario.

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LA SUBJETIVIDAD Y EL RUMOR: DEL “GRAN PÁNICO” DE 1789 A LA “ERA DE LA INFORMACIÓN. MARÍA PAULA GAGO. (pp. 53–65).

A modo de conclusión Hasta hace algo menos de dos décadas, los rumores circulaban de persona a persona o mediante panfletos de divulgación restringida. Con la generalización de Internet se magnificó su canal de difusión pero no necesariamente aumentó su credibilidad. De acuerdo con lo planteado, el rumor es una fantasía, entendida como una anticipación imaginaria de representaciones relativas a una situación que todavía no es real por fuera de la representación misma. Asumiendo la existencia de procesos primarios y procesos secundarios, en el orden de la subjetividad, se sostuvo que el rumor si bien es comprendido discursivamente afecta órdenes primarios de la subjetividad. Para comprender la difusión de los rumores la resonancia fantasmática y la pertinencia y la informatividad son cruciales. En las jornadas del “Gran Pánico”, el rumor sobre el temido “complot” cobró fuerza porque para los campesinos poseía un significado profundo. A los supuestos bandidos enviados por la aristocracia para vengarse del pueblo, los veían por todos lados. A su vez, la ambigüedad de sentido de las disposiciones inscriptas internamente, miedo / odio, posibilitó un conflicto viviente al interior de este colectivo social y generó prácticas contrapuestas: sumisión / levantamiento. Porque si bien el temor generaba sumisión, la desconfianza y el recelo que los campesinos sentían por los señores posibilitó que el grupo se uniese mediante una coalición defensiva para luchar contra los peligros imaginarios. Ahora bien, toda la historia de rebeliones interiorizada se tradujo en prácticas en virtud de significaciones operantes, que si bien pertenecen al dominio histórico social, se convirtieron en tales, a partir de procesos que no son explícitos o conscientes. En consecuencia, el modo en que las vivencias relativas al mundo de las cosas se inscriben internamente en un colectivo social con sentidos ambiguos, generaron prácticas contrapuestas. El miedo, pero también el sentimiento reactivo de hostilidad, vinculado a la interiorización imaginaria de otro en tanto que perseguidor, avivaron el levantamiento contra el régimen feudal. Es aquí donde deben buscarse las condiciones subjetivas colectivas que hicieron posible que el rumor sobre el “complot” tuviese la magnitud y los efectos consiguientes. En la actualidad, el rumor parece prestarse como evidencia para la globalización, por lo menos en un sentido geográfico: gracias a las redes electrónicas que se extienden por todo el planeta, podemos imaginar un “rumor globalizado”, al que no desafían ni el sustrato cultural, ni la estratificación social de los diversos pueblos. Sin embargo, y aunque estos relatos estén disponibles en Internet, no podemos hablar de un rumor globalizado, puesto que estos relatos “siguen un fenómeno extremadamente corriente de actualización geográfica” (Froissart, 2004), una información es recibida como pertinente si aporta algo que nos concierna o interese o sea que no son ajenos a los procesos de “relocalización”. De acuerdo con Zires (1995) por no considerarse los aspectos culturales básicos que conciernen a la popularidad de estas anécdotas, no se advierte que las leyendas mercantiles revelan actitudes sociales que no pueden ser expresadas por falta de recursos económicos y por la restricción que impone el aparato publicitario de las mismas corporaciones. Se omite, entonces, que en conjunto, estas anécdotas manifiestan la percepción del orden social y económico que tienen los agentes sociales. “No se sabe quién las inventa, pero sí es posible, a partir de su estructura retórica, advertir que estas narraciones no pretenden describir el mundo, sino burlarse o criticar los estilos dominantes de representarlo” (Santagada, 2007: 2). En este sentido, las leyendas mercantiles deberían ser analizadas como reacciones frente a los símbolos de poder y riqueza que exhiben las marcas y las empresas corporativas.

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“Desde el punto de vista de los consumidores las mismas narraciones parecen ratificar cierto sentimiento de inferioridad o de insignificancia frente a los atributos más exaltados por la propia actividad publicitaria” (Santagada, 2007: 8). El rumor es en efecto un fenómeno extremadamente ligado al folklore, en el sentido de que la mayoría de los relatos que denominamos rumor comparten los mismos rasgos comunes que las leyendas, los mitos, y los chistes (Froissart, 2004): circulan de grupos a grupos, hoy y hace tres siglos.

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MIGRACIÓN Y MEDIOS DE COMUNICACIÓN: ELEMENTOS PARA SU ANÁLISIS DESDE UNA PERSPECTIVA INTERCULTURAL. JOSÉ MIGUEL LABRÍN ELGUETA (pp. 66–74).

MIGRACIÓN Y MEDIOS DE COMUNICACIÓN: ELEMENTOS PARA SU ANÁLISIS DESDE UNA PERSPECTIVA INTERCULTURAL

MIGRATION AND MASS MEDIA: ELEMENTS FOR ITS ANALYSIS FROM AN INTERCULTURAL PERSPECTIVE 1

Mg. José Miguel Labrín Elgueta Universidad Complutense de Madrid jmlabrin@gmail.com Madrid, España

Resumen El presente artículo plantea una revisión crítica de los distintos modelos metodológicos que caracterizan a la investigación centrada en el estudio del fenómeno migratorio y su relación con los medios de comunicación. A partir de un análisis bibliográfico se pretende poner en discusión cómo las formas convencionales del análisis de los medios han sido replicadas operativamente en los estudios contemporáneos que abordan este objeto de estudio, obviando las condiciones contextuales que delimitan las migraciones actuales. En esta línea, el artículo culmina con la proposición de una apertura epistemológica que se basa en las condiciones sistémicas propias de la investigación intercultural. Palabras claves: Comunicación, Comunicación Intercultural, Migraciones Internacionales.

Abstract This article is a critical review of the different models of methodological approximation that characterize the research about the migratory phenomena and its relation with the mass media. Through bibliographical analysis it attepts to put in discussion how, operatively, the contemporary studies that approach this object of study have reproduced the conventional forms of the media analysis, oblivious to the current context conditions of the migratory phenomenona. In this line, the article proposes an epistemological opening based on the systemic conditions of intercultural research. Key words: Communication, Intercultural Communication, Internacional Migrations.

(Recibido el 12/09/08) (Aceptado el 13/01/09)

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Estudiante de Doctorado en Comunicación, Cambio Social y Desarrollo. Universidad Complutense de Madrid, España. Becario Maec Aecid – España.

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Introducción

U

no de los problemas al momento de abordar la pregunta sobre la relación de los movimientos migratorios con los medios de comunicación es la dificultad de establecer un registro común sobre aquellas variables que definen a la migración en tanto proceso de cambio social, y a los medios como agentes de dicha transformación. La migración refiere a una construcción social contemporánea, un constructo que, a diferencia de lo que platea Ruiz de Lobera (2004), no solo se reduce a las condiciones demográficas de la deriva de poblaciones, sino que tiene relación con la institucionalización de los territorios, sean estos desde una condición política (Estado y ciudadanía), geográfica (campo- ciudad) y/o culturales (etno - nacional). En efecto, el desplazamiento humano trae aparejado un relevamiento del sentido del origen, del lugar, de la adscripción primigenia que se abandona en dicho desplazamiento. Esto, como primer supuesto, debe observarse en la referencia a que todo movimiento tiene un punto de inicio, cuya peculiaridad implica el pro-venir de un determino espacio. Basta con observar algunos movimientos humanos en la historia para comprender la importancia de la territorialidad, desde una perspectiva cultural. El sentido de la diáspora hebrea, la colonización centroeuropea del Cono Sur, las comunidades etno religiosas Amish en Norteamérica o las grandes movimientos migratorios indígenas a las grandes ciudades latino americanas son algunos ejemplos palpables y perdurables en las construcciones identitarias, en dichas coordenadas. Esta característica se basa en la dimensión antropológica que vincula al territorio con la cultura y la comunidad: el espacio o lugar, visto de esta manera, reenvía a la noción de construcción de sentidos comunes dentro de la proximidad efectiva de los lazos sociales que, en tanto temporalidad, delimitan una experiencia y memoria común que codefine a quienes participan en dicha relación. La referencia al lugar de sentido marcará no solo la condición del potencial abandono, sino también las posibilidades interpretativas para con el nuevo entorno receptor. Dicha posición cultural de la migración ligada a la comunidad espacial- que como vamos a ver más adelante entra en tensión, pero no en descrédito en las últimas décadas- se condice además con la perspectiva institucionalizada de los territorios, cuando se configuran los Estados Nacionales. Aunque Ruiz de Lobera (2004: 12) escinde este fenómeno al oponer al sujeto migrante con el sujeto extranjero - distinción solo realizable a nivel de representaciones-, la migración sí ocupa un carácter político en tanto condición de ciudadanía previa. Es decir, la procedencia territorial institucionalizada que adscribe a los sujetos a un estatus de derechos particular, hace que, si bien no todos los extranjeros sean considerados como migrantes, sí la migración implique una condición de diferencia en un plano político, jurídico, normativo y axiológico. Considerando los polos de la territorialidad, la migración es un proceso de relocalización, que hace que los sujetos tengan que establecer una nueva relación con el territorio material y simbólico que los recibe, en una articulación que va desde lo extraño a lo extranjero, en la negociación simultánea de la diferencia cultural y la negociación de la condición política y de derechos. Sin embargo, el proceso migratorio y la diferencia cultural presentan no pocos matices. A partir de la masificación de la televisión en los años ochenta, se han ampliado los segmentos sociales que en el Tercer y Cuarto Mundo participan de la producción simbólica dominante: el mayor acceso simultáneo a lo mediático, implica un primer indicio de la relación ente los medios y las migraciones internacionales, en tanto factor de des-localización del sentido de comunidad. Por ello, hoy por hoy, la vinculación cara a cara basada en las redes sociales inmediatas, próximas e históricas, se relaciona con la observación de lo comunitario fuera de los límites geográficos.2 En este sentido, la tendencia mediática a generar no necesariamente 2

La construcción identitaria basada en la la mantención de un vínculo a distancia que perpetúa - no sin modificacionesla percepción de la comunidad de origen a la que se adscribe, es un fenómeno de antigua data, tal como ya ha sido ejemplificado. Sin embargo este proceso, que era potestad del acto físico del desplazamiento y por lo tanto una experiencia vivida de cambio, en un contexto de sobremodernidad emerge como un factor cultural consustancial en la construcción de los sujetos, debido a la expansión temporal y espacial de las relaciones y la generación de

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homogeneizaciones culturales a escala global, sino más bien diversidades des-territorializadas, obliga a observar la migración desde las condiciones culturales de quienes emigran y los vínculos que puedan establecer en la sociedad receptora. Dicho de otra manera, la migración puede también observarse desde un antecedente de carácter histórico: la generación de comunidades a distancia, donde se propicia el encuentro ya no solo en condiciones basadas en la diferencia, sino también en la semejanza, en función de los proyectos migratorios específicos que marcan la biografía de los sujetos migrantes3. Por otra parte, la condición de ciudadanía limitada a un contexto estatal -propia del modelo westfaliano del s.XVII y profundizada con la irrupción nacionalista de los siglos posteriores- , es cada vez es más relativizada en función de la real injerencia de una autoridad política en la toma de decisiones sobre un territorio específico y soberano. Los cambios en los sistemas de producción cada vez más descentralizados, el aumento del factor especulativo en la plusvalía, la utilización de redes de información, la emergencia de economías sumergidas y por cierto, la disparidad en el desarrollo norte sur (Piore y Sabel, 1984), apelan a que las migraciones responden a factores estructurales supranacionales que permanecen siendo administrados por entidades locales territoriales. Es este punto en el cual existe una diferencia sustantiva frente a las masivas migraciones de fines del siglo XIX, con aquellas de fines del siglo XX y comienzos del XXI: la pérdida del territorio emergía como una posibilidad de inserción en otro, con mayores garantías en términos de la participación económica y, al mismo tiempo, bajo el estatus de integración - o a lo menos, una promesa de- motivado por los mismos países receptores. En cambio hoy, de manera menos orgánica, la migración responde a decisiones individuales o grupales situadas muchas veces al margen de la legalidad en función de obtener los beneficios del desarrollo en los intersticios de este. Dicho "estadocentrismo" que aun perdura ha convertido a los controles de migración en un elemento capital para la defensa de la soberanía y el desarrollo de fronteras territoriales, incluso en espacios de convergencia multiestatal como la Unión Europea. Así, mientras un orden económico e informativo favorece la movilidad de los sujetos en la perspectiva de contar con mayores garantías en la asignación de derechos humanos, los Estados emergen como enclaves limitantes vinculando la condición de persona a una determinada membresía política. Este fenómeno simultáneo de des-territorialización y defensa del modelo estatal nacional-soberano, es uno de los principales aspectos del estudio migratorio, particularmente porque en dicha contradicción la emigración aparece como una condición basal del nuevo escenario mundial de las relaciones sociales. En este sentido, no son pocos los casos donde el carácter de extranjero migrante se hereda a los hijos nacidos en un territorio por el predominio del ius sanguinis o bien donde el estatus de ciudadanía se restringe a través de la residencia, adscripción cultural o tenencia propietaria. Frente a esto, la migración se encuentra con los procesos de inclusión y exclusión globales que, si bien no le determinan, sí se le vinculan estrechamente. Mientras la soberanía territorial establece nuevos límites que preservan el control estatal en los territorios, la perspectiva internacionalista asume la asignación progresiva de nuevos derechos hacia la diferencia, estableciendo renovadores criterios para el reconocimiento a las identidades culturales; en procesos de emergencia de nuevos etno-nacionalismos, se está observando una tendencia de re-localización de las culturas, centradas en la defensa de la construcción nacional de los nuevos estados, tal como hoy es posible de apreciar en los Balcanes. A partir de la configuración de un nuevo mapa geopolítico, poblaciones enteras se han visto en la condición de desplazados, refugiados (ambas experiencias de migración) o bien, meramente reconocidos como extranjeros en lo que eran anteriormente sus lugares del vivir.

conocimiento mediados por los medios de comunicación. Es en este punto donde la supuesta uniformidad globalizadora puede ser vista, en tanto doble faz, en un contexto de diversificación. 3 Algunos ejemplos de esto son las migraciones a centros religiosos en oriente por parte de fieles de determinadas confesiones en occidente, la elite artística que se desplaza a los polos de vanguardia en Europa o Estados Unidos, entre otros.

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Visto desde una perspectiva de conjunto, la migración adquiere complejidades que no pasan sólo por la limitación semántica del término, sino además por la observación del fenómeno bajo posibilidades que no lo reduzcan sólo a algunas de dichas dimensiones con la pretensión que -desde un punto de vista monofocal-, sea posible abordar todo el espectro del tema. En el caso de los medios, en virtud de las posibilidades de enculturación y mediación que le son asignadas socialmente, esto implica conjugar la discusión sobre la migración en amplios espectros posibles, cruzando aquellas dimensiones representacionales sobre el fenómeno y sus causas, con los procesos de selección informativa, la clasificación de los aconteceres y su posterior reconstrucción discursiva. Al mismo tiempo, poner un acento en las condiciones de recepción y su uso, desplegando investigaciones que establezcan nuevos criterios centrados en la cotidianeidad de la recepción conservando la pregunta por las condiciones mundiales de la circulación masiva y su incidencia en la migración.

Principales aproximaciones al estudio de los medios y la migración. Tal como se presentó, los medios de comunicación entran en la discusión de las migraciones, en un primer sentido, en tanto factor estructurante de la globalización. Este fenómeno implica en sí mismo un objeto de estudio cuyas principales hipótesis buscan establecer aquella eventual tendencia contemporánea de mayor estandarización en la descripción del mundo y sus aconteceres. Un abordaje de este tipo visto desde la preocupación migratoria y la economía política de la comunicación, debería centrarse en la relación entre los flujos internacionales, sus polos de gestión y la universalización de la televisión y los medios digitales especialmente en ámbitos territoriales más proclives a la migración. Es decir situar las investigaciones en los ejes de expulsión y atracción migratoria (ejes marcados por las brechas de acceso a derechos, gobernabilidad, entre otros) indagando la relación entre la emisión, su relación con las identidades locales y el consumo efectivo de los públicos. En un escenario de des-localización / re-localización, el análisis estructural del sistema comunicativo, permite dar cuenta de otra alternativa de estudio centrada en la incidencia de los medios en las decisiones de emigrar: la relación emigración - medios, se conjuga con la promesa de un nuevo horizonte cuya principal experiencia de otredad es reconocida desde el sistema comunicativo. Tal como lo plantea Appadurai (2001), los medios pueden establecer imágenes de satisfacción cuyo logro está dado fuera del territorio originario, orientando la construcción mítica de un futuro mejor en aquella construcción de la diferencia desarrollada. Esta perspectiva impone por un lado dos focos de estudios: el primero, a nivel de la producción social de la comunicación y un segundo a nivel de la recepción específica. La producción comunicativa y el estudio de los contenidos - ya sea a través de una análisis discursivo - textual, semiótico- lingüístico o lógico relacional, permite observar de qué manera se establecen regularidades en torno a la concepción de desarrollo y la valoración que el sistema de medios entrega -en sus selecciones del acontecer-, a aquellos ámbitos que generan una aproximación de las audiencias hacia la búsqueda de mejores oportunidades de vida en los lugares vistos con mayor desarrollo. El supuesto "angloimperialismo" mediático debe ser contrastado empíricamente con la producción local afín, generando vías interpretativas para comprender los procesos de motivación migratoria. Especial énfasis en este tipo de investigación podrían tener los estudios sobre la construcción informativa de los telediarios sobre el concepto de desarrollo en el país y en el exterior, el análisis de la representación de la migración en la producción cultural importada, y las legitimaciones discursivas que puedan existir sobre la migración en el Primer Mundo, en el sistema de medios de un territorio estudiado. Un segundo componente son los estudios de recepción, que priorizan el vínculo entre los medios con los sujetos desde lo cognitivo, pero a su vez desde éstos en tanto colectivos, en relación a la producción mediática. Situados principalmente desde las percepciones u opiniones, diacrónica o sincrónicamente el abordaje se caracteriza por estudios sistemáticos cuali-cuantitativos que cruzan las relaciones entre lo emitido y lo reconstruido, poniendo un énfasis en la apertura de los sujetos a los medios y a sus contextos socioculturales, en este caso, funcionales a la motivación por el migrar.

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Tanto el estudio de los procesos de la producción como el estudio de la recepción, son consistentes además con la indagación de los medios cuando la migración pertenece al dominio de las sociedades receptoras, siendo el primero de ellos posiblemente el ámbito mayormente estudiado (Díaz Nosty: 2006). En este contexto, el objeto de estudio está dado por la construcción interna de los medios sea como conjunto de producción sea en segmentaciones posibles, aislando elementos que le son propios en tanto producto cultural, para desde ahí indagar las vías interpretativas posibles. En el caso de la migración, este ha sido el principal enfoque en el estudio de la relación de los medios con la diversidad cultural, aportando un acumulado significativo en el campo de la estereotipia (Santa María: 2002), construcción de discursos etnonacionales (Cortez: 2001), relevamiento del prejuicio (Igartúa et al:2004), construcciones sobre los "personajes de la otredad" (Galán: 2006), entre otros. Incluso a nivel de medios centrados en la reproducción de la diferencia - o dicho de otro modo, medios orientados al consumo de la misma población migrante-, el estudio en este nivel permite indagar las características específicas de dicha reproducción, las tensiones en la visibilización de las identidades, los arquetipos autorreferenciados, entre otros. A su vez, en los contextos de acogida, el análisis de la recepción permitirá observar la preocupación por las identidades en tanto diferencial interpretativo a las corrientes predominantes, el relevamiento del juicio crítico a la misma reproducción social y los cambios sociales posibles derivados del consumo mediático en contextos culturales diferentes (Informe Telefónica: 2006). A esta línea y ubicándola en una categoría próxima encontramos además las investigaciones sobre las rutinas y hábitos de consumo mediático y tecnológico, en su mayoría trabajados a través de encuestas o bien observación y entrevista etnográficas.

Hacia una aproximación intercultural. Habiendo delimitado las alternativas más recurrentes de la investigación empírica en el campo de los medios y la migración, es posible apreciar que todas ellas descontextualizan el proceso comunicativo en función de la delimitación del objeto de estudio. Esto -que bajo ningún punto de vista puede ser metodológicamente objetable-, sí obliga a la reflexión sobre las alternativas que plantea la consideración de variables tradicionalmente no contempladas, a partir de otro tipo de diseños de investigación. Esto es, a mi juicio, el principal aporte de la mirada intercultural de la comunicación en un contexto migrante. La comunicación intercultural, en tanto campo de estudio, combina dos aspectos centrales. El primero, una observación crítica de cómo la antropología y en general, las disciplinas de las ciencias sociales han observado los distintos grupos culturales: de la descripción - incluyendo aquella descripción densa de Geertz- que busca dar con las cualidades centrales que pueden definir los alcances materiales y simbólicos de una cultura determinada, se pasa a una posibilidad centrada en el dinamismo, donde la cultura no solo puede definirse desde una perspectiva emic - etic, sino además en aquellas múltiples relaciones que por oposición, configuran su espacio de otredad. En síntesis, la pretendida interculturalidad, vista como una posibilidad epistemológica y no solo en la mirada interventora sobre los grupos, observará los mecanismos de encuentro y disenso, donde el cambio deja de ser distinguido desde los criterios de la pérdida, sino como una posibilidad en un contexto de relación, limitando con ello una mirada ético normativa (el deber ser de la cultura).4 Esto a su vez se vincula con la posición comunicativa del estudio. Desde la poco precisa pero sugerente proposición de Edward Hall (1981), que sitúa a la cultura como comunicación, comienza a configurarse un registro desde la interacción, poniendo entonces un énfasis ya no en la cultura como un constructo, sino en la relación de los individuos con esta, siendo entonces la relación entre subjetividades que se reconocen desde identificaciones culturales disímiles, la principal unidad de análisis.

4

La definición antiesencialista se sitúa en la actualidad como un verdadero paradigma dentro de las ciencias sociales, a partir de su extensa exploración desde los estudios culturales y post-coloniales. Esto ha derivado en la discusión sobre cuáles son los pretendidos límites de una cultura y cómo, desde un nivel operativo, estos pueden ser aprehendidos. Al respecto, es posible dirigirse a Lasch, Scott (2003) "Crítica a la información". Amorrortu.

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El foco en la interacción cotidiana al análisis de los encuentros de subjetividades, emparenta a la comunicación intercultural con una serie de escuelas de las cuales a su vez es subsidiaria, entre otras la teoría de la interacción de actores de Goffman y la etnometodología de Garfinkel. Pero se diferencia de estas al situar la posibilidad de cambio no solo desde los sujetos interactuantes - principal aspecto común de las micro sociologías-, sino más bien considerando en las interacciones una variable central (la diferencia cultural) y abriendo la posibilidad a la incidencia de las instituciones y sus estructuras, con preexistencia a la interacción, incluyendo entre otros, a los medios de comunicación. Dicho de otra manera, la comunicación intercultural, si bien establece una cierta predilección por los encuentros interpersonales basándose en criterios de competencia intercultural o de reducción de la ansiedad e incertidumbre (Gudykunst: 1992), establece también la posibilidad de reconocer a los medios como agentes de socialización diferenciados culturalmente. Así coincidiendo con Alsina (2002) en su lectura sobre Kim (1998), implicaría situar a los medios como parte de un proceso de aprendizaje adaptativo cuya incidencia permitiría a grupos socializados establecer patrones comunes para su relación extra-mediática en la sociedad receptora. La irrupción de una comunicación intercultural mediatizada, representa un interesante punto de inflexión con las tradicionales formas de abordar el tema puesto que configura un nuevo objeto de estudio, escasamente abordado: el uso en tanto apropiación mediática. Este giro ubica una funcionalidad de los medios, pero acorde a las condiciones contextuales de los receptores, no en tanto unidades aisladas, sino en el carácter colectivo; además, asume un papel activo del sujeto en su selección pero al mismo tiempo reconociendo las peculiaridades estructurales del tipo de medio que se consume. Esto se traduce en dos supuestos trascendentales para la investigación orientada interculturalmente: en primer orden, observar la relación entre comunicación mediática y cultura ya no solo en función descriptiva, sino explicativa de situaciones de cambio social y, en segundo lugar, ubicar el papel de los sujetos más allá de los conceptos de "audiencia" o "público", sino como agentes del uso, reconociendo tanto la capacidad electiva del sujeto como también la relación espacio temporal de factores contextuales en la posible mediación mediática. Dicho de otra manera, en vez de aislar la relación emisión - recepción y desde allí ver su incidencia, los actuales estudios de comunicación intercultural estarían apostando más bien a ubicarla en un dominio del vivir, eminentemente multifactorial (Samovar: 2000; Guo Mingh Chen: 1998). En este sentido la mediación posible de otros actores -algo ya visto desde la teoría de los dos pasos de Lazarsfeld- queda incorporada como un supuesto clave en la investigación. Por ello la investigación intercultural debería generar el necesario vínculo entra las otras dimensiones comunicativas -como las interpersonales ya sean verbales o no verbales- en la pregunta por la preservación y el cambio cultural. En efecto, el carácter de esta perspectiva es que emerge como integradora del proceso comunicativo, situando los niveles comunicativos mediáticos y sociales como un continuum en relación (Neuliep: 2003) Este aumento de complejidad que abre la comunicación intercultural obliga a su vez a una delimitación primera de los grupos humanos en función de la diferencia cultural. A partir de los estudios de Gudykunst, Hofstede, Casmir, entre otros, tenemos noción que en el encuentro de identidades que se reconocen disímiles, se generarán grados de interculturalidad también diferentes; es decir, la demanda por interculturalidad será más fuerte a mayor diferencia reconocida. Traduciendo esto a un nivel mediático, la dimensión intercultural permite recuperar la historicidad del consumo de los mass media, poniéndolo como un antecedente para la condición de diferencia, en tanto variable relevante para el estudio migratorio. Así, al igual que un determinado dominio lingüístico, la experiencia de exposición previa establece condiciones posibles frente a uso y apropiación, y por lo tanto gradientes posibles de reconocimiento. Esto que opera en la condición material del soporte, también debe ser relacionado con las características estructurales, simbólicas y discursivas de los contenidos mediáticos. Por ejemplo, no son pocos los países donde la prensa presenta condiciones de censura previa o bien, por determinados consensos sociales, excluye reconstrucciones de aconteceres,

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particularmente en ámbitos políticos, religiosos o sexuales. Este diferencial, que conjuga exposición al soporte y reconocimiento de producciones, deviene en una condición basal para analizar la interculturalidad en este plano mediático. Retomando la idea central de re-localización de las comunidades un contexto social diferente, los medios ejercen un factor central en la construcción de aquella comunidad de referencia no solo a partir del refuerzo posible desde el consumo mediático culturalmente más afín (ya sea a través de Internet, televisión satelital o importación,e entre otros), sino además al reforzamiento con la comunidad abandonada, especialmente en situaciones de mayor diferencia cultural. Dicho de otra manera, al mediatizar la experiencia pasada con la contingente se podrían establecer registros sobre la posibilidad de preservación cultural, en tanto oposición a la tendencia al cambio generada en la relación cotidiana con la diversidad de la sociedad receptora. En este sentido, los medios como así también todas las tecnologías de información que generan un nuevo presente relacional, también son parte de la nueva caracterización de las migraciones, donde la decisión de migrar no implica -como hasta el siglo XIX- ceder identidad para reconstruir un proyecto vital.

Consideraciones finales La investigación sobre la comunicación que reconoce a la interculturalidad abre renovadoras perspectivas para entrecruzar, de manera innovadora, los elementos contextuales que inciden en el uso o producción comunicativa en situaciones de interacción cara a cara o tele-interacciones mediadas. Esto, que como se explicó son los dos campos prioritarios de estudio, no son los únicos. En efecto, al cruzar el tema de migración y comunicación en un sentido intercultural es necesario plantear la pregunta sobre de qué manera otros procesos y sistemas de comunicación generan vínculos de reconocimiento recíproco, entre quienes se distinguien desde la diferencia cultural. Sea la interacción realizada de forma directa o mediada, analizable sincrónica o diacŕonicamente, ante todo se supone la existencia de un contexto legitimador que posibilite su despligue. Dicho de otro modo, las relaciones comunicativas de la diferencia cultural únicamente podrán ser interculturales en la medida que los agentes del intercambio se reconozcan como válidos, y los cambios generados desde la interacción puedan ser sostenidos en ambas referencias culturales. Esto vincula a la interculturalidad comunicativa no solo con explicaciones descriptivas de los fenómenos comunicativos, sino con posiciones ético normativas del convivir. Tal como platean algunos seguidores del proyecto multiculturalista (Kymlicka, Taylor, entre otros) no es posible observar a las democracias contemporáneas, herederas del liberalismo contitucionalista, fuera del marco que las gestó: la promoción política de una ficcionalidad anclada en el figura del pueblo soberano, homogéneo, cuya reivindicación territorial configuraría la comunidad política a la base del Estado. La representación, por tanto, sería la cesión soberana del poder popular, mientras que el debate público, el mecanismo de expresión comunicativo del disenso en dicha ciudadana única e indiferenciada. La crítica multicultural reconocerá que dicho modelo fue una construcción naturalizada del origen político de los estados modernos, algo hoy profundamente insostenible: el reconocimiento a la diferencia que permita construir nuevos pactos sociales por el bien común, será un proceso de cambio del ejercicio de ciudadanía, esta vez capaz de reconocer el sentido de la cultura en el ejercicio político común en un gran contexto de diferencia en igualdad. ¿Es antitética la interculturalidad con la diferenciación cultural de la sociedad, en el marco de una nueva ciudadanía? No, si dentro del espectro de la asignación de derechos y deberes que garantizan menos brechas en lo social, se establecen mecanismos de coordinacion en su exigencia y visibilización, orientados hacia el reconocimietno recíproco y legitimidad de los múltiples actores sociales.

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Visto esto y dentro del marco del consenso habermasiano, la comunicación emerge como un espacio donde la reproducción y cambio cultural se pone en juego. La coordinación de sentidos y la necesaria reflexión sobre el devenir de una sociedad en el espacio de lo público reconocen la potestad de la comunicación, como estrategia para la densificación democrática. En el caso de las migraciones y los medios, al orientar las investigaciones en el marco de lo intercultural, se deben considerar las condiciones de cierre y apertura que los sistemas culturales estudiados presentan en la perspectiva del cambio y reproducción, en un contexto de socializaciones diferentes que deben coordinarse en un espacio tiempo determinado. A diferencia de la descripción “cultura a cultura”, propia de la antropología clásica, la perspectiva compleja de la interrelación comunicativa que supone el estudio de la comunicación intercultural, no puede ser neutra en sus resultados: lo que los fenómenos estudiados revelen al investigador, serán ante todo las condiciones sociales de relación entre quienes se reconocen desde su otredad, estableciendo que dicho nuevo conocimiento permita la problematización del convivir. Así la comunicación, en su doble faz de ciencia y ejercicio práctico de construcción de realidades, encuentra en la interculturalidad un nuevo desafío para su propio despliegue. Un camino contingente y actual donde el desplazamiento de personas y sus nuevas localizaciones demandarán una comprensión de la cultura basada no exclusivamente en los supuestos de abandono o pérdida, sino también en las posibilidades efectivas de ganancia conjunta, es decir, en la integración efectiva de lo diverso en la sociedad.

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de

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otros.

Extranjeros,

residentes

y

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LO POPULAR NO-RATING SOBERANÍA DE LA COMUNICACIÓN POPULAR EN AMÉRICA LATINA

POPULAR NO RATING SOVEREIGNTY OF THE POPULAR COMMUNICATION IN LATIN AMERICA

Mg. Víctor Adrián Díaz Esteves Universidad Bolivariana diazcomunica@gmail.com Santiago, Chile

Resumen A partir de un enfoque popular en construcción, este ensayo se propone reflexionar en torno a la noción original de comunicación humana. Asimismo, se aproxima al debate sobre las culturas populares en América Latina, construidas desde los sujetos, caracterizados por dos elementos aparentemente enfrentados, que se entremezclan. Por un lado, los sujetos son consumidores de la oferta rentable y global de los medios masivos; cuya hegemonía responde al rating y al capital. Por otro lado, son productores culturales de sentido e imágenes simbólicas propias, resistentes y en ocasiones, contradictorias. La comunicación popular favorece la producción local y regional; la participación ciudadana, la integración y el cambio social; la igualdad y la democracia. Esta mirada popular de la comunicación, es parte de las mutaciones que la modernidad ha introducido en los países latinoamericanos, y a la vez, define a las culturas populares, no como esa masa homogénea, pasiva y dominada por los mass media, sino conscientes del entrecruzamiento de expresiones sociales, orígenes, gustos, modas y costumbres diversas, en busca de la construcción de comunidades culturales de sentido y respeto en materia de derechos. Palabras Claves: Comunicación, Popular, Cultura, Hibridación, Medios Masivos, Rating.

Abstract Based on a popular approach in construction, this essay focuses on the original concept of human communication. Similarly, approaches to the debate on the popular cultures in Latin America, built from the subjects, characterized by two apparently conflicting elements, which are intermingled. On the one hand, subjects are consumers of supply and cost-effective global mass media, which responds to the hegemony rating and the capital. On the other hand, are producers of cultural meaning and symbolic imagery own, resilient and at times contradictory.The popular communication promotes local production and regional citizen participation, integration and social change, equality and democracy. This view of popular communication, is part of the changes that modernity has made in Latin American countries, and also defines the popular culture, not as homogeneous mass, passive and dominated by the mass media, but aware of intersecting Expressions of social backgrounds, tastes, fashions and various customs in search of the building of cultural communities of meaning and respect human rights. Key words: Communication, Popular, Culture, Hybridization, Mass Media, Rating.

(Recibido el 24/09/08) (Aceptado el 29/12/08)

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Introducción

“En este nuevo milenio debajo del gran supermercado del arte, como los brotes que germinan después de un largo invierno, se percibe, acá y allá, los testimonios de otra manera de mirar.” (Sábato, 2001: 114).

L

as transformaciones tecnológicas a lo largo de la historia, especialmente con el 1 arribo de la modernidad, han acelerado el ritmo del cambio en las sociedades . Actualmente, América Latina convive con una intrincada paradoja global. En la era de las comunicaciones avanzadas –a saber: Internet, telefonía móvil, sistemas digitales, DVD...-, se producen dificultades de diálogo entre países, comunidades y familias. Mientras abundan los recursos al servicio de la humanidad: ¿por qué falla la comunicación? o ¿por qué 2 el sentido último de ésta, se ha desvirtuado? La comunicación no falla, sino la jerarquía que se le da al uso de la misma. El significado etimológico de comunicación proviene del latín communis, que significa “poner en común algo con otro. Es la misma raíz de comunidad, de comunión; expresa algo que se comparte: que se tiene o se vive en común...?” (Kaplún, 1987: 64). Este ensayo hace un esfuerzo de fusión conceptual entre: comunicación humana y culturas populares en América Latina. De esta unión se desprende el campo de análisis específico, denominado Comunicación Popular, protagonista en los ’70 y ‘80, caracterizado por una política extremadamente conflictiva (dictaduras militares y guerras civiles en casi todos los países latinoamericanos , a lo que se le suma la dependencia económica con EEUU). “Lo popular” se re-conceptualiza desde los sujetos y sus prácticas de comunicación. Es a la vez, una búsqueda de identidad/es y valores culturales manifestándose a través de movimientos sociales (urbanos y rurales), medios de comunicación popular (radios comunitarias, videos y TV local/regional, teatro popular, carnavales, cassettes-foros, videoforos, periódicos y revistas barriales, etc.). La comunicación popular se hace soberana, se renueva e integra esta hibridación – como dice Néstor García Canclini- de culturas que se mezclan y se expresan de múltiples formas creativas y recreativas. Esta mirada comunicacional promueve la unión de las culturas populares a través de lazos solidarios que los mismos sujetos construyen, impulsándolos hacia los cambios necesarios; y a la vez, los hace resistir críticamente, a las amenazas impuestas por el neoliberalismo y los monopolios de poder, entre ellos los grandes conglomerados de los medios. En pleno siglo XXI, Antonio Méndez Rubio reflexiona de manera profunda y actualizada la globalización, cultura y crítica social, a partir de ejemplos comunicacionales que ilustran con claridad una metáfora sutil: la “invisibilidad” momentánea de ciertos fenómenos y nociones socio-culturales, una de ellas es la cultura popular: “…desde una perspectiva pragmática y subalterna, se muestra tendiente a la apertura dialógica y heterológica. No constituye una sustantividad abstracta sino un impulso material de accesibilidad, participación horizontal y descentrada, autocrítica y creatividad” (Méndez, 2003: 149).

1

El cambio social abre este ensayo con el objeto de darle un marco mayor. Son tres los factores que causan el cambio social a partir del siglo XX: el medio físico, la organización política y el factor cultural, este último incluye, entre otros sub-temas el avance tecnológico en los sistemas de comunicación. (Giddens, 1998:466, 658-660). 2 Desde una mirada transdisciplinaria, el concepto sentido último va más allá de la metafísica. Surge de los escritos de Viktor Frankl (psicólogo y filósofo vienés fundador de la Logoterapia). Frankl establece una diferencia entre la búsqueda de sentido y la búsqueda del sentido último. El primero se renueva y puede admitir varias búsquedas en el transcurso de la vida de los individuos. El segundo, se refiere a uno sólo, inmutable, intransferible y ontológico (Frankl, 1996:101).

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Las culturas populares en América Latina, desde sus prácticas comunicativas, ya no se conciben como esa masa homogénea, pasiva y dominada por los contenidos de los medios que buscan el mayor rating, sino que, conscientes del entrecruzamiento de expresiones sociales, orígenes, gustos, modas y costumbres diversas, potencian y multiplican sus redes solidarias virtuales o presenciales. En los años ’90, la revolución de las Nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación (NTIC), ha sido facilitadora de luchas y resistencia para muchas organizaciones o movimientos sociales, que ejercen sus prácticas comunicativas, principalmente a través de la web. Si bien, -como el sujeto popular-, persiguen proyectos ligados al mundo social, no necesariamente, adhieren a núcleos sectarios o político-partidarios. Dos claros ejemplos, se pueden citar en América Latina: por un lado en 1994, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en Chiapas, México, con el comandante Marcos al frente, transformándose en el movimiento social revolucionario, más pacífico de la historia, cuyas armas eran las redes creadas en Internet y las comunidades virtuales. Por otro lado, el Movimento dos Trabalhadores Rurais Sem Terra (MST) de Brasil, movidos por lemas como: “Reforma agraria: ¡Por Justiça Social e Soberania Popular!”. Otro ejemplo que argumenta las prácticas comunicativas de los sujetos populares, es el caso de un grupo de jóvenes universitarios, principalmente de Montevideo, que en el año 2000, decidieron internarse en el Uruguay profundo hacia el Norte, frontera con Brasil, en la ciudad de Bella Unión. En un medio rural, caracterizado por situaciones de pobreza, desempleo, marginación, desnutrición infantil y analfabetismo, los jóvenes desde la pedagogía de la Educación Popular y la óptica transdisciplinaria, promueven el desarrollo local, la alfabetización rural, economía solidaria auto-sutentable y la organización sindical. Las culturas populares centran sus búsquedas en la (re) construcción de comunidades de sentido y en la (auto) reafirmación de su/s identidad/es, exigiendo respeto en materia de derechos. Muchos de los casos son parte de una minoría (étnica, sexual, religiosa, eco-social y cultural). La transversalización de “lo popular” permite manifestaciones artísticas, como el caso del Carnaval en Uruguay, donde el rating pasa a ser usufructo de los artistas populares que buscan perpetuar los valores culturales, ya tradicionales desplazándose del barrio al centro de la ciudad, mezclando el humor, la sátira y la crítica socio-política. Si bien, este ensayo no pretende abarcar la totalidad de aristas que se desprenden del análisis de la Comunicación Popular, establece un debate que acerca la discusión a próximas investigaciones.

Otra comunicación posible Los “medios de comunicación social” destinados a audiencias multitudinarias, se han apropiado del término comunicación. Esto se debe a que en sus orígenes, algunos investigadores norteamericanos los denominaron: mass media, que significa medios masivos o de masas. Pero para legitimarse y afirmar su prestigio, los mismos empresarios, los denominaron: “medios de comunicación social...” (Ibid). La comunicación se legitima como ciencia a partir de 1930 a través de sus “padres fundadores”: Paul Lazarfeld, -sociólogo educado en Viena-; Kart Lewin -psicólogo también educado en Viena-; Harold Lasswell -político científico de Chicago-; y Carl Hovland -psicólogo educado en Yale, EEUU- (Schramm, 1972: 12). En 1949, dos ingenieros norteamericanos Claude Shannon y Warren Weaver, diseñan la Teoría Matemática de la Información que consiste en la transmisión lineal entre señales de un emisor hacia un receptor. Influenciado por esta teoría, Osgood en 1961 publica su definición de comunicación, entendida como “una fuente emisora que influencia a otro –el destinatariomediante la transmisión de señales que pueden ser transferidas por el canal que los liga” (1987: 65). En el mismo sentido lineal, también Berelson y Steiner, en 1964 definen la comunicación como un acto o proceso que “consiste en la transmisión de información, ideas,

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emociones, habilidades, etc., mediante el empleo de signos y palabras” (Kaplún, Ibid). Sin embargo, no bastaba con la sola transmisión informacional. Hasta ese momento, la comunicación se acotaba a la noción de información. Según Rafael Roncagliolo, -citado por Mario Kaplún- el mundo se enfrentaba ante “una reducción de la comunicación humana a favor de la información y la difusión: esto es, de todas las formas modernas de imposición de los transmisores sobre los receptores...” (Ibid). La omisión de información, la falta de comprensión, la emisión de mensajes ambiguos y la interpretación errónea son trabas y dificultades en la comunicación que se deben sortear, para su mejor desempeño. En este caso, es preciso aclarar, que en toda comunicación existe una intencionalidad. El mundo actual, se reconoce parte de la “Sociedad de la Información”, caracterizada principalmente por el exceso y la velocidad informacional. La comunicación ofrece la posibilidad de establecer redes, que permiten el logro de una comunicación más adecuada, armónica y eficiente. El nivel grupal de la comunicación, otorga la posibilidad a sus integrantes, de una mayor participación e intervención a través de discusiones. Una manera de desenmascarar las intencionalidades de la comunicación cotidiana, es a partir de dos modelos antagónicos: el horizontal y el vertical. La comunicación horizontal promueve una cultura de la solidaridad, popular, rescata valores y las tradiciones folklóricas, asociada a la democratización de la comunicación. En cambio, la comunicación vertical se centra en el mercado y el capital, basándose en técnicas de marketing y promoviendo la cultura de la popularidad, la fama, el exitismo, la farándula y el poder que concentra cada vez más medios en menos manos. De estos dos modelos, que habitan el imaginario colectivo de las personas, se pueden deducir dos posturas a analizar. La individualista (asociada al modelo de comunicación vertical, que rechaza drásticamente a los otros con su realidad y complejidad); y la solidaria (asociada al modelo de comunicación horizontal). Ligada a la comunicación popular, esta última despierta el interés por las demás personas, la empatía y entabla reciprocidad, compromiso hacia el mejoramiento de las relaciones de convivencia. El objetivo fundamental de la comunicación -según Berlo-, es convertir al hombre en un agente efectivo que le permita ampliar y modificar la relación entre sí mismo y su medio. La comunicación es una realidad esencial a la condición humana, un acto social vital, que constituye una relación social-cultural y lugar de la construcción de sentido. Es fuente de democratización de las relaciones sociales y personales (Uranga et all, 1994: 2). Una de las características que trajo el avance de las nuevas tecnologías, es la posibilidad de comunicación con varias personas desde cualquier parte del mundo, de manera simple y directa. Toda comunicación tiene una intencionalidad detrás que expresa: Poder. Las sociedades, creadas sobre la base de estas redes interconectadas, permiten que los interlocutores sean productores de comunicación, de un modo u otro hay feedback: “No puede haber relación comunicacional a partir de la existencia y la voluntad de un solo polo (el emisor de los mensajes, por ejemplo). Siempre existe otro tan importante como quien emite…Si bien desde los dos polos se produce comunicación, siempre hay uno que tiene mayor fuerza que el otro, ya sea por su posición en la estructura de la sociedad como por la situación de comunicación donde se desarrolle el diálogo” (Balderrama et al, 2003: 11). A modo de síntesis, es necesario reafirmar la existencia de una comunicación determinada por dos o más personas que conforman las redes interconectadas. Estas conviven en comunidades sociales en un contexto cultural claramente identificado. El enfoque de la comunicación horizontal se asocia a la retroalimentación, al feedback, al diálogo y la empatía. Por oposición, la vertical que se asocia al modelo de información, unidireccional, unilateral, jerárquico e impositivo. Los caminos de la comunicación horizontal, posibilitan el desarrollo de mayores cualidades en el trabajo comunitario. Permiten cuestionar la ética de los líderes y profesionales

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comunitarios, sus fines, proyectos personales y el sentido vocacional de su vida al servicio de las personas que permanecen excluidas del sistema, en situaciones de vulnerabilidad. Las redes de comunicación, los diarios y periódicos barriales, las radios comunitarias, los video-foros, el teatro y la música... -entre otros- son los medios de comunicación que logran incluir la participación de las comunidades de vecinos, jóvenes y adultos que muchas veces permanecen aislados sin propuestas, ni iniciativas que les permitan compartir y cubrir sus necesidades personales y comunitarias. Estas definiciones enfocadas a la humanización de la comunicación, son el punto de partida para colocar este ensayo en el debate sobre las culturas populares en América Latina, transformadas por la modernidad imperante y la globalización.

Masivo y Artesanal Durante las últimas dos décadas, “nos hemos convertido en consumidores habituales de cultura popular”, dice Anthony Giddens. Este término –tan utilizado- define lo que miles de personas leen, ven, escuchan o de lo que participan con el objetivo de divertirse (Giddens, 1998: 655). La mirada comunicacional y sociológica convierte lo popular en masivo y lo masivo en popularidad. América Latina ha acumulado una vasta producción de estudios, sobre las telenovelas, que han demostrado ser el boom para millones de telespectadores de orígenes, géneros y nacionalidades diversos; transformándose en un importante negocio para la industria cultural, especialmente en países como México, Brasil, Chile y Argentina (García Canclini, 2001: 251). Lo popular, se puede clasificar en dos acepciones: lo masivo – mencionado anteriormente- y lo artesanal. Ambas coexisten en el plano teórico desde diferentes orígenes. La noción artesanal es europea y más primitiva, surge en el siglo XIX cuando folcloristas, antropólogos y escritores recopilaron relatos, músicas y objetos de las clases bajas porque visualizaban un potencial político eminente. La definición masiva de lo popular es más reciente y de origen anglosajón, se refiere a lo que entretiene a las masas (2002:24). Esta definición incluye todo tipo de productos comunicacionales destinados a las grandes audiencias multitudinarias (películas de Hollywood, programas de TV, música pop, rock, etc.). Néstor García Canclini, presenta esta acepción de lo popular casi como una apropiación “ilegítima”: “...Los estadounidenses –que hicieron su nación con demasiadas tradiciones como para tener una que defina su ‘ser’ y que industrializan todas las culturas que encuentran: altas, medias y bajas- decidieron que popular era lo que lograba difusión masiva” (Ibid: 24). Durante los ’70, América Latina adoptaba la noción de lo popular, al referirse a los productos artesanales, que incluían formas tradicionales de economía indígena y campesina, así como sus regionales simbólicas, que contribuyeron como sustento para formar un concepto sobre culturas populares. Las artesanías de barro, madera y textiles fortalecieron las economías de Colombia, Perú, Ecuador, Guatemala y México, mientras la industrialización era el núcleo estratégico del desarrollo capitalista (ibid: 32). En esa época, hubo una valoración de la comunicación popular, (alternativa, 3 educativay/o comunitaria) , que tuvo auge desde una visión política en contra del poder hegemónico reinante en los países latinoamericanos. Los movimientos sociales apostaban a la organización popular y democrática, desde donde los actores de sectores pobres eran protagonistas de los cambios venideros (Alfaro, 2000). Esta perspectiva de lo popular no se asocia a lo masivo, ya que: 3

V. como Paulo Freire (Brasil) en educación popular, Gustavo Gutiérrez (Perú) en teología de la liberación; y en comunicación popular: Mario Kaplún (Uruguay) y María Elena Hermosilla (Chile).

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“...Al mercado y a los medios no les importa lo popular como cultura o tradición. Más que la formación de la memoria histórica, a la industria cultural le interesa construir y renovar el contacto simultáneo entre emisores mediáticos y millones de receptores” (ibid). Los cambios experimentados por la comunicación popular, han sido a la par de las transformaciones sociales. Actualmente, no es posible hablar de una única cultura popular homogénea. Se trata de emplear otros instrumentos conceptuales para el estudio de lo popular, ya que ha sido utilizado en un mismo sentido (2001: 259). Según García Canclini, el estado del debate con respecto a las culturas populares se plantea de la siguiente manera. Por un lado, los folcloristas, se refieren a lo popular como algo tradicional que se debe conservar, percibiendo como amenaza los cambios bruscos en la sociedad. Por otro lado, están los medios masivos, sociólogos y comunicólogos que difunden el concepto –ya mencionado- de popularidad. Y por último, aparece la visión de los políticos, que desde sus discursos mencionan lo popular como perteneciente al pueblo (2001: 250). Sin embargo, Méndez Rubio insiste en que lo popular puede pensarse como un modo alternativo, de producción cultural “silenciosa”, si bien no se considera masivo, ni desde las élites, ni hegemónico ni contrahegemónico, piensa lo popular como una lucha invisible, pero que existe, porque se manifiesta de incipiente, pero segura (Méndez Rubio, 2003: 149).

Románticos y Folcloristas Lo popular, desde el punto de vista político ha sido trabajado por Renato Ortiz, autor brasilero que sistematiza la literatura específica acerca de los orígenes del debate entorno a la cultura popular durante el siglo XIX. En sus estudios, el autor manifiesta que existen dos polos. Uno es el que determina a los grupos populares y subalternos en el sentido clasista del término, cuya potencialidad se manifiesta a través de la construcción de una nueva sociedad. Y el segundo, es lo popular como sinónimo de pueblo, desde una óptica más amplia que trasciende la visión de clase, relacionada con la reflexión en torno a la nacionalidad (Ortiz, 1992: 5). En Francia e Inglaterra, entre 1830 y 1840, los medios populares de comunicación difunden las más diversas doctrinas cuyos contenidos aluden a las reformas sociales, que difieren de las utopías humanitarias o efusiones sentimentales del siglo XVIII. Estas buscan alternativas sociales a las consecuencias negativas de la Revolución Industrial (Touchard, 1971: 27). Los medios populares de la época se destacaron por un carácter impulsivo, enérgico y emocional. Entre los más significativos, figuran: las memorias y periódicos obreros –de 4 redacción propia- como L’Atelier, órgano especial de la clase trabajadora entre 1840 y 1850 ; las canciones populares y los almanaques, cuya boga es significativa, dado que se convirtieron en empresas burguesas como Magasin Pittoresque (ibid., 46-47). Estos medios populares plantearon peculiaridades como: la costumbre de enfrentar los problemas políticos en términos moralistas, un patriotismo iluso e idealista y una ausencia de conciencia de clase (ibid). Estos y otros rasgos son criticados por los grupos intelectuales de la época, que deciden establecer sus definiciones de lo popular. Dos de estos grupos se pueden clasificar en románticos y folcloristas. Los románticos crean un popular ingenuo, anónimo y espejo del alma nacional. Y los folcloristas son sus continuadores, que buscan en el Positivismo que emerge, un modelo para interpretarlo. Ambos grupos de intelectuales se muestran opuestos a las transformaciones impuestas por la modernidad y al presente industrialista europeo (ibid). 4

El autor de esta publicación es Armand Cuvillier que simpatizaba con el pensamiento de Proudhon, y criticaba severamente –excepto a Dios- las ideas de Louis Blanc, al los saint-simonianos, a los fourieristas, y otros.

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Estos intelectuales poseían una tradición de anticuarios. Disfrutaban de las colecciones de objetos y antigüedades populares, pero evitaban el menor roce con las personas que creaban dichos objetos, porque estas pertenecían a las clases “no ilustradas”, que cometían errores gramaticales en sus canciones y su forma de hablar escapaba a los cánones tradicionales de la lengua oficial. A los anticuarios se sumaban sacerdotes católicos y protestantes (ibid: 15). La veta política que ambos grupos de intelectuales persiguieron, permite rescatar algunos elementos característicos de lo popular –como la conservación de las costumbres y antigüedades populares-, así como también descartar otros, que se relacionan con la diferencia de clase, la segregación por la forma de hablar y de expresarse, la despersonalización y el anonimato de lo popular. Esta fórmula de ocultamiento del sujeto, que prioriza lo material ante la persona es un rasgo individualista característico del liberalismo emergente en la época, que luego se incorporaría a la propuesta ideológica anglosajona. Los anticuarios se caracterizaban por un “amor” a las reliquias y antigüedades, y un rechazo a las personas que las producían. En la Apuesta Invisible (2003), Méndez Rubio actualiza las discusiones científicas sobre las múltiples formas de enmarcar a la cultura como una masa homogénea, ideas de Raymond Williams, perseguidas durante más de 40 años: “…es imprescindible el argumento de Williams sobre la necesidad de considerar la cultura masiva como una ‘fórmula política’ [Williams, 1983: 300] de tipo antidemocrático, ‘dominante’, en el sentido de que su puesta en uso depende no tanto (como dicen sus propietarios) de los medios técnicos empleados como de la concepción monológica del destinatario por parte del emisor (…) Mi argumento es que las ideas de Williams al respecto, como en un movimiento de de ceguera inercial, han sido repetidas al tiempo que anquilosadas…” (Ibid, 2003: 148). Méndez habla no sólo respecto de la reducción del concepto cultura como élites, sino también de otra reducción: cultura como cultura nacional. Cuestiona las miradas añejas sobre cultura popular, especialmente ciertos aspectos de las teorías de Said o de Raymond Williams, sobre la concepción de la cultura, aludiendo a las “prácticas como las artes de la descripción, la comunicación y la representación, que poseen relativa autonomía dentro de las esferas de lo económico, lo social y lo político, que muchas veces existen en forma estética” (Ibid: 43).

El Sujeto Popular La modernidad respondió a la pregunta por el sujeto. En su respuesta señala que tiene conciencia de sí mismo y que lo lleva a tener la voluntad de influir sobre el propio “yo y su circunstancia”, asegurando, por medio de sus actos la protección y extensión de su libertad” (Salazar y Pinto, 1999: 93). El trabajo recopilado por Salazar y Pinto (1999), referido a la historia contemporánea de Chile en 5 tomos, se formula una pregunta clave, que apunta al rescate del sujeto: “¿Quiénes son los protagonistas en el acto de la vida? ¿Quiénes son los que hacen la Historia?” (ibid). Así como se menciona en la introducción, Méndez Rubio, define a los sujetos populares que hacen cultura popular desde una mirada “pragmática y subalterna”, con apertura “dialógica y heterológica”, como “impulso material de accesibilidad y participación horizontal”, con “autocrítica y creatividad”, “En realidad se trata de un sincategorema, de una forma de moverse más que de un espacio delimitado o un tipo de discurso específico” (Ibid, 2003: 149). “En este sentido, debería hablarse de cultura popular cuando nos encontráramos con un modo de (re) producción que, al menos como tendencia, fuera radicalmente comunicativo, apoyado en la interacción material entre sujetos y entre estos sujetos y su entorno práctico; esta relación quedaría así sin clausura, expuesta a la diferencia, de forma

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que pudiera generar vías concretas de accesibilidad horizontal y de participación cooperativa” (150). El desafío que plantea la modernidad al ser humano como sujeto, –según Alain Touraine- es constituirse como actor, complementando y oponiendo los avances de la racionalidad y el valor de su subjetividad. La modernidad se realiza sin sacrificar ninguna de estas dos dimensiones sería anti-moderno negar al sujeto: “los éxitos de la acción técnica no deben hacer olvidar la creatividad del ser humano” (Touraine, 1994: 205). En la actualidad, la persona que asume sin cuestionamientos, los roles estipulados por los centros de poder es “la antípoda de aquel que en la sociedad tradicional siguió, sin cuestionar, los mandatos divinos” (Ibid, 1999). También para Marx, -citado por Salazar y Pinto- el obrero era un ‘ser’ destinado a hacer la revolución. La identidad de un obrero se definía en la misma “clase obrera, homogénea y ontológicamente revolucionaria. Pero al confrontar el paradigma con la realidad, las seguridades ofrecidas por la teoría no siempre operaron de acuerdo a lo esperado” (ibid: 94). Hay dos historiadores –citados por Salazar y Pinto- que han reconocido el carácter dinámico de que los sujetos se han fortalecido, ellos son Eric Hobsbawm y Edward P. Thompson. Al definirse a los sujetos en la acción, cambia el “son”, por el “están siendo”. Esta mirada dialéctica de la praxis social, diversifica las formas de representación, las percepciones y las experiencias, que finalmente influyen “en la constitución de identidades y culturas heterogéneas” (ibid). Este enfoque, además del análisis histórico debe dar cuenta del mundo cultural que incide en los sujetos y en el cual se mueven. No debería descuidar los sueños, las palabras, los proyectos de los más humildes que como ideal, persiguen: “...una ‘sociedad’ mejor en cuanto a los valores que sustenta (sencillez, autenticidad, hospitalidad, camaradería, comunidad, esfuerzo, y, sobre todo, solidaridad) y que por su contenido humano son lo opuesto al individualismo y la desintegración social promovidos por la modernidad liberal” (Salazar y Pinto: 1999: 95). ¿Qué pasaría, si el sujeto popular se aísla del grupo social, del núcleo que lo identifica? ¿Perdería progresivamente los rasgos que lo caracterizan? El neoliberalismo impone su lógica mediante la oferta del modelo individualista y consumidor: seres aislados, anónimos, poderosos y exitosos. Mientras tanto, el carácter dinámico y social del sujeto popular, no sólo se resiste a estas prácticas, sino que también gana las ‘negociaciones’ silenciosas con el mercado, mediante la “invisibilidad” transitoria, a la que se refiere Méndez Rubio en su “Apuesta Invisible”. Son vastas las prácticas populares de la comunicación realizadas por los sujetos. El rating es una manera de pretensión ilusoria de “asujetar” al sujeto.

Fatalistas y Globalistas En un área de Chicago, todos los jueves por la noche, la presión del agua -en la sede central del Chicago Department of Water-, descendía durante algunos minutos de manera excepcional. Daba la impresión que en todas las casas de la ciudad las personas ocupaban simultáneamente el agua. Y así era. Este fenómeno se repetía todas las semanas en el mismo 5 horario en que terminaba una transmisión televisiva de gran éxito. La mayor parte de la población había estado frente al televisor, prácticamente sin moverse de sus asientos. Durante el corte comercial, se levantaban y se distendían. Algunos 6 bebían un vaso de agua o comenzaban su aseo personal:

5

ECO, Umberto, Apocalípticos e integrados ante la cultura de masas, Ed. Lumen, Barcelona, p.325 (1º Ed.1968).

6

Idem.

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“Producto de una industria cultural sometida a la ley de la oferta y de la demanda, el mass medium tiende a secundar el gusto medio del público y se esfuerza en determinarlo estadísticamente. La televisión americana, que vive en un régimen de competencia libre, intenta satisfacer esta exigencia mediante el rating. O sea la imagen estadística, realizada con varios medios, dirigida a determinar qué estratos de público siguen un determinado programa y qué éxitos cosecha. Los resultados del rating son objeto de una confianza casi religiosa por parte de los empresarios que regulan así su participación financiera en determinado programa” (Eco, 1968: 325). El rating es un número, capaz de medir cantidades, pero no la eficacia del programa y menos aún si la gente lo disfrutó o no, su vida personal y familiar, sus ideas, afinidades, gustos y sueños. Los anunciantes se basan en medidas económico-matemáticas: “dividen el costo por el número de oyentes de la clase que les interesa, y obtienen una cifra económica que llaman 7 coste por mil”. En el caso de estas investigaciones, el fin último está dado por la necesidad de comprobar científicamente el número exacto que marca la cifra. Aparece una necesidad imperante de basar la credibilidad en algún tipo de fundamento cuantitativo. Surge aquí una contradicción dado que se pretende dirigir a un determinado público, sin saber a ciencia cierta el gusto específico del espectador. El sujeto popular es quien, delante del televisor se somete a este diagnóstico cuántico del “Doctor Rating” que impone las reglas. Este proceso no impide que el sujeto acceda a otros espacios de construcción, alternativos a la programación masiva. Umberto Eco, desde una de sus obras más exitosas Apocalípticos e Integrados, realiza una acertada crítica a la sociedad de masas, a la industria cultural y a los críticos intelectuales de los ’60. En su análisis caracteriza dos tipos de intelectuales. Por un lado los Apocalípticos – fatalistas-, que desde sus elites anuncian “...una caída irrecuperable, ante la cual el hombre de 8 cultura (...) no puede más que expresarse en términos de Apocalipsis”. En el otro extremo, los Integrados –globalistas-, que no se cuestionan mucho la nueva realidad que les toca vivir y se apoyan en las ‘bondades’ que poseen los medios masivos que ponen “...los bienes culturales a disposición de todos, (...) [destacando que] se realiza 9 finalmente a un nivel extenso, (...) la circulación de un arte y una cultura ‘popular’”. Ambas miradas -fatalistas y globalistas- responden a una visión elitista que excluye a determinados sectores sociales, especialmente los más pobres, y a una reducción del significado de lo popular. “…el rating es lo supremo, no importa a costa de qué valor, ni quién lo financia. Son esos programas donde divertirse es degradar, o donde todo se banaliza. Como si habiendo perdido la capacidad para la grandeza, nos conformáramos con una comedia de regular calidad (…) Si algo es apocalíptico es este vivir como si mañana no hubiera mundo y sólo nos restara disimular la tragedia” (Sábato, 2001: 105). Es preciso rescatar las manifestaciones de lo popular, que sean incluyentes, destronen las posturas elitistas, tomen en cuenta al sujeto, lo integren, lo reconozcan, lo llamen por su nombre, rescaten su historia, sus tradiciones, reconozcan en él su sensibilidad.. ¿Cuáles son los espacios que privilegian estas manifestaciones? Una de las opciones es a través de las prácticas de la comunicación popular.

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Ibid., p.325.

8

Ibid., p.28.

9

ECO, Ibid., p.28.

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Soberanía de las prácticas populares de comunicación Méndez Rubio concibe la cultura popular como “movimiento de aparición y desaparición, como táctica de (des) aparición” (ibid, 2003: 151). Son las prácticas invisibles de la cultura popular, que más tarde aparecen para cuestionar determinados esquemas rígidos del poder: “…entonces, la (s) cultura (s) de resistencia popular no es otro emplazamiento sino un desplazamiento por el cual lo que explota es otra cosa, por ejemplo, la precondición relacional, jerárquica y exclusivista, que hace posible la prepotencia de la explotación laboral en nuestro mundo (…) esos espaciamientos conviven conflictivamente con un escenario de poder tan omniabarcante como, quizá por su misma inminencia, invisible” (ibid: 152). Los medios de comunicación popular, se hacen soberanos ante el protagonismo del sujeto popular. Las radios comunitarias, la TV local, los videos alternativos, los periódicos barriales, el cine-foro, el teatro comunitario y el carnaval, son algunos de los recursos y expresiones de lo popular, de acuerdo a los contextos donde se manifiesten. “A la política de la desaparición se puede responder con una revolución invisible”, dice Méndez Rubio (ibid: 210). Esta constatación de formas de lucha de lo popular, es ilustrada por muchos Movimientos Sociales latinoamericanos actualizados. Muchos emplean nternet y las NTIC, para ejercer sus denuncias y hacer valer sus derechos. Algunos ejemplos se pueden ver. En 1994, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en Chiapas, México, bajo el liderazgo del comandante Marcos, se transformó en el movimiento social revolucionario, más pacífico de la historia, cuyas armas eran las redes creadas en Internet y las comunidades virtuales. Por otro lado, el Movimento dos Trabalhadores Rurais Sem Terra (MST) de Brasil, movidos por lemas como: “Reforma agraria: ¡Por Justiça Social e Soberania Popular!”. En Uruguay, durante el año 2000, un grupo de universitarios, principalmente de Montevideo, decidieron por propia voluntad, internarse en el Uruguay profundo hacia el Norte frontera con Brasil, en la ciudad de Bella Unión, para realizar un trabajo de extensión, enfocados en la metodología Freireana de la Educación Popular. Bella Unión, en ese momento, padecía graves problemáticas como: pobreza, desempleo, marginación, desnutrición infantil y analfabetismo. El grupo de extensión, se propuso contribuir al desarrollo local, la alfabetización rural, la organización sindical y el fomento de una economía solidaria auto-sutentable desde los propios sujetos, especialmente 10 jóvenes y trabajadores rurales. Pablo Díaz relata su experiencia de extensión universitaria como pedagogo popular en el medio rural de Bella Unión, en conjunto con el equipo de universitarios: “La tarea prospectiva surge, en este trabajo, a partir de una necesidad socio-educativa, también cultural y política, constatada en el trabajo de campo que realizamos con el “Proyecto de Fortalecimiento de actores dinamizadores del desarrollo local en Bella Unión”. Este proyecto está siendo implementado en el marco de la Extensión universitaria, y es llevado adelante por 40 estudiantes gremialistas de varios servicios universitarios: Agronomía, Ciencias Sociales, Humanidades, Odontología, Medicina, Química, Ciencias, Arquitectura y Derecho. Desde el año 2000 estamos realizando diversas pasantías y actividades en la localidad de Bella Unión, interaccionando con un grupo de productores orgánicos, el Sindicato de UTAA (Unión de trabajadores azucareros de Artigas), y un policlínico, que surgió históricamente con dicho sindicato. A través de diversas actividades tomamos contacto con otros sindicatos agro-industriales de la zona, 10

Entrevista a Pablo Díaz, integrante del grupo de Extensión de Bella Unión, sobre los Espacios de Educación Popular con los Trabajadores Rurales, diciembre 2001, Montevideo, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación.

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caracterizada por una tendencia particular hacia el cooperativismo y la actividad sindical”. En agosto del 2001, realizaron un diagnóstico de corte cualitativo sobre la situación de la Unión de trabajadores azucareros de Artigas (UTAA). El estudio consistió en observaciones participantes en las chacras donde había corte de caña, entrevistas formales e informales, individuales y grupales, con los “peludos” (cortador de caña), con los delegados de corte y con las dirigencias de los Sindicatos Rurales de la zona. “En este diagnóstico, y en su devolución al grupo humano con el que trabajamos, se constataron diversas fortalezas y debilidades, donde lo educativo emergía con frecuencia. El analfabetismo y el analfabetismo por desuso fueron emergentes de esas carencias educativas de los trabajadores. Expresamente se conversó, en la Devolución del diagnóstico participativo con los trabajadores, acerca de las fortalezas de los cursos de capacitación que estaba llevando adelante la Junta Nacional de Empleo (JUNAE), los cuales eran aprovechados por los trabajadores, mostrando buena concurrencia, interés y aprovechamiento del mismo, por parte del sindicato, para integrar otros elemento en el currículum prescrito” (ibid). El equipo de Extensión tuvo diálogos amenos con los trabajadores quienes expresaban dificultades como la falta de la democratización de los saberes con respecto a las cuestiones políticas y sindicales (“Falta de formación política-sindical”). “Punto que fue decisivo –dijo Pablo- para realizar una intervención educativa llevada adelante por nosotros mismos: taller de formación político sindical”. En el transcurso de ese taller se habló de la “concientización liberadora”, tratando de aterrizar estrategias individuales y colectivas de concientización que estaban implementando, a partir de los cuestionamientos sobre modelos de comunicación y educación según autores como Paulo Freire y Mario Kaplún, entre otros. “Los trabajadores rurales necesitan espacios educativos, espacios de Educación Popular, indirectamente lo demandan, de acuerdo a lo que hemos podido investigar. Ellos también son excluidos del sistema educativo formal, al mismo tiempo que son excluidos dada su condición de vida de explotados. De allí que sea necesaria una tarea prospectiva que abra paso a la tarea de planeamiento y de “lucha” por el espacio “posible” (ibid). La Educación Popular aplicada al medio rural en el contexto actual, exige el uso permanente de medios de comunicación y nuevas herramientas tecnológicas que permitan fortalecer sus interacciones entre todos los actores involucrados (jóvenes, universitarios, trabajadores, amas de casa, niños, familias, etc.), quienes en mayor o menor medida son 11 sujetos populares, de acción y cambio. El equipo de extensión de Bella Unión , se podría categorizar, según Méndez Rubio como aquellos que optan por decisiones prácticas inevitables que hagan fructificar fuerzas y esperanzas, desde sus disciplinas y enfoques profesionales, no desde la óptica polítco-partidaria. “Y soy consciente, como lo son los colectivos que se consideran no tanto anti como sin-partido, de que problematizar la función histórica de los partidos, primero, implica indirectamente una reflexión crítica sobre la función del estado como marco institucional para que los partidos cumplan su cometido. Esa poderosa mentalidad de Estado, que compartieran los principales movimientos sociales (obreros) y/o nacionales (independentistas a lo largo del siglo XIX, se basaba en la

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Gracias a la tarea realizada desde el año 2000, el grupo de Extensión de la Universidad de la República, recibe en octubre de 2007, una beca del Colectivo Latinoamericano de Jóvenes reunido en Quito, Ecuador, volcada enteramente a beneficio de los jóvenes de Bella Unión y sus comunidades, para el proyecto “Manos a la Tierra Gurises”, Estudio de las perspectivas y posibilidades colectivas de jóvenes de dos localidades rurales del Uruguay. Vea la cita en Referencias Electrónicas.

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conciencia de una realidad política que luego se ha venido erosionando” (2003:212). También Pablo Díaz, en su libro sobre el Movimiento Campesino de Santiago del Estero (MOCASE), se manifiesta respecto al debate político sobre la educación y los movimientos sociales que emergen y se fortalecen a partir de prácticas resistentes y/o constructoras de sentidos y saberes propios. Desde allí, el rol de la Comunicación Popular es vital, tanto como el enfoque pedagógico que logra empoderar a los campesinos, hasta el logro de la autonomía en la búsqueda de diálogos y negociaciones con el estado para la mejora de sus condiciones de vida. Así: “…como hemos demostrado con las experiencias del MOCASE, la educación colabora en la formación de sujetos que participan de opciones políticas propias (como en el caso de este movimiento social donde los campesinos defienden ciertos proyectos políticos ‘desde abajo’, de resistencia y de construcción de alternativas ciudadanas)” (Díaz, P., 2007: 170).

El Carnaval explosión de lo popular La comprensión de lo popular pasa por la apertura y el acceso a espacios desde donde las personas se puedan expresar, sentirse incluidas –con voz y voto- y a la vez partícipes de los procesos de (re) producción cultural. Virginia Ruglio, periodista uruguaya que estudió el fenómeno popular del carnaval, a través de su Memoria de Grado (2002), destaca la importancia de centrar la investigación en el fenómeno popular, ante varias advertencias: “Lo importante aquí es establecer lo popular no sólo como objeto de estudio cultural, sino como sujeto de producción de cultura (...), en el espacio de la cultura y de lo popular se halla hoy una de las vetas claves del desbloqueo de los proyectos de transformación social en América Latina...” (Ruglio, 2002: 15). 12

El carnaval con sus aciertos, contradicciones, críticas y desvelos, sigue siendo una creación y expresión colectiva de la cultura popular, que rescata elementos tradicionales del folclor e incorpora vivencias cotidianas, así como nuevas características de la modernidad. En Uruguay, el carnaval se remonta a los inicios del siglo XIX como juego de la cultura “bárbara” que integraba tanto a las clases altas como a las medias, extranjeros e inmigrantes. Desde sus orígenes el carnaval se destacó como una de las privilegiadas opciones de manifestaciones populares, donde la “locura” adquiría un lugar destacado (Barrán, 1994:115) La ‘locura’ es el término que con más frecuencia usan los contemporáneos para definir el estado de la gente en Carnaval y la ‘locura’ se entiende aquí como libertad del cuerpo y del alma, movimientos absurdos en el primero, afloración de todos los deseos y personalidades escondidas en la segunda; ‘el desorden en el porte’ y el aniñamiento ‘pueril’ en la conducta” (1994: 111). A partir de la segunda mitad del siglo XIX, el disciplinamiento también se apoderó del carnaval y dejó atrás elementos de la barbarie como la locura, la utopía, la grosería brutal, el humor absurdo. Poco a poco incorporó la crítica al orden establecido, la chabacanería, el cambio burlón de la personalidad, la sátira, la broma y la ironía en sus letras y canciones. (ibid. 229).

12

El carnaval, es citado como medio de comunicación y ejemplo de producción popular. El caso uruguayo ilustra las diversas formas expresivas de la cultura popular antedicha. Otros ejemplos –vastos- quedarían pendientes. A efectos de una mayor consistencia de este ensayo.

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Luego que el Estado y el Municipio se apoderan de la regulación del carnaval en 1870, el desfile y el concurso de bandas militares, resultó más organizado. La crítica y la sátira de personajes políticos y dirigentes era una constante. En 1888, se caricaturizó al dictador Máximo Santos, “y hasta se propuso enterrar su efigie en lugar del muñeco que representaba al carnaval” (233). La sátira política era una tradición. En 1896, fue ‘fastidiado’ el rico y obeso Ministro de Hacienda, Federico Vidiella a través de una enorme máscara, que ocupaba todo el carruaje debido a su enorme volumen. Las primeras décadas del siglo XX, comenzaron a cobrar entrada para asistir a los espectáculos y desfiles. Poco a poco el público dejó de ser protagonista, y desde sus butacas como espectadores, disfrutaba de otro tipo de carnaval (ibid). Actualmente, el carnaval más largo del mundo se desarrolla en Montevideo a fines de enero. Dura hasta mediados de marzo y conserva la tradición de iniciar con el desfile de apertura por la Avenida 18 de Julio. Se ha convertido en un carnaval profesional con sponsors y grandes inversiones de dinero en recursos humanos (directores, escritores, actores y técnicos), trajes, carruajes, escenografía, luces, equipos, maquillaje, vestuario y música. El público participa ampliamente y cada año, se renuevan los tablados a lo largo y ancho de la ciudad. Es un claro ejemplo de producción cultural: “En el caso de Uruguay, lo popular se manifiesta claramente en formaciones culturales caracterizadas por la mezcla (...),a su vez comparte rasgos, extrae sugerencias, y a las que trasmite temas, formas e incluso modalidades de consumo y prácticas productivas. Un ejemplo visible de esto es (...) el Carnaval, tradicional mezcla desde donde emergieron fenómenos y figuras que, asimismo, están en su gran mayoría íntimamente relacionadas con los medios de comunicación...” (ibid, 2002: 18). Son más de 20 escenarios que recorren semanalmente los conjuntos artísticos del carnaval uruguayo, mientras dura el carnaval. Cada conjunto compite de acuerdo a su categoría: murga, lubolos, revista, parodistas o humoristas. Cada año son más las personas que se suman a la producción de industria carnavalera. Organizado por la Intendencia Municipal de Montevideo, cada agrupación invierte grandes sumas de dinero para preparar su espectáculo de febrero. En general, las mejores propuestas artísticas provienen de quienes trabajan todo el año para salir en carnaval. Uno de los espectáculos que logra más afinidad con el público es la categoría “Murgas”. Son 17 personas en el escenario (en su mayoría, hombres), que vestidos con trajes esplendorosos (como arlequines modernos), cantan a capela, al son de tres instrumentos de percusión (bombo, platillo y redoblante), guiados por un director artístico que es parte del conjunto. Un ensamble de canto, música, coreografía, actuación, humor, sátira, crítica social y política, completan el show multicolor. Mucho queda por decir del carnaval uruguayo, que ha acumulado una tradición cultural importante a nivel nacional. El carnaval recicla lo antiguo y lo nuevo, convoca a numerosos equipos del mundo artístico y cultural: músicos, actores, directores, escenógrafos, maquilladores, vestuaristas, utileros, escritores, libretistas, poetas, representantes, empresarios, gestores culturales, productores, etc.

Conclusiones Los mass media permean la sociedad toda y difícilmente haya rincones donde su alcance sea ínfimo. También los comunicadores populares y sus destinatarios son consumidores de mass media. La comunicación popular no se opone a ellos, sino que acepta la convivencia y hasta extrae elementos mediáticos para su producción. “El problema de fondo -según Jesús Martín Barbero- se ubica ahora a otro nivel: ya no en el de los medios sino en el de los mediadores y los modelos culturales” (Barbero, 1987: 41). Los sujetos de la comunicación popular son protagonistas. Su presencia y participación hace que las personas se apropien de los medios locales (radios comunitarias, periódicos

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barriales, TV local, producción de videos alternativos, carnaval, teatro popular, etc.). Diseñan sus propios programas y alimentan el contenido con sus propuestas. Esto demuestra que el proceso de comunicación favorece la participación y la integración social. La soberanía de la comunicación popular está planteada también a través de las prácticas de comunicación popular en América Latina. La mirada actual de la trasnversalidad disciplinaria permite que “todos/as” sean comunicadores populares. No sólo los espacios de encuentros y congresos sobre comunicación, es donde, se logran consensos que alimentan sus ideales y sueños por una comunicación más democrática que se fortalece en el día a día. Un ejemplo es la Declaración de Lima en 1990, en contra de la “homogenización de los gustos a través de los mass media”. Así también, se suman los documentos de Iglesia Católica, como Santo Domingo (1992), en contra de los monopolios mediáticos, que concentran el poder en pocas manos, generando graves consecuencias económicas y sociales. El sentido último del rating, es el logro de una mayor cantidad de audiencia, anónima, distante e impersonal. Por oposición, lo popular se construye con los sujetos presentes, protagonistas y co-participantes. No es compatible con un sistema matemático de medición, aunque reconozca su existencia, demuestre resistencia o se alimente mediante el consumo de sus ofertas. Sin embargo, en el caso del Carnaval uruguayo, el rating resulta decisivo a la hora de vender entradas para la próxima actuación que generalmente, se agotan antes de tiempo. Finalmente, son innumerables los elementos que aluden al sujeto popular partícipe de los procesos culturales de (re) producción social de su comunidad. En febrero de 2009, la murga titulada “A Contramano” ganó por primera vez el concurso oficial del carnaval uruguayo, entre más de 40 murgas participantes. Aclamada por su público por el couplet: “Vos no sos normal”, culminó con todos los premios del jurado. A Contramano posee una página web y un blogh, ofrece camisas con su nombre impreso, discos y ringtones para los celulares. La industria cultural se populariza y retroalimenta. Los simpatizantes de la murga tienen acceso al registro de sus opiniones y comentarios dando feedback, dialogando con los propios murguistas, como lo haría todo medio de comunicación popular. El texto que resume Misión y Visión de la Murga “A Contramano”, rescata la esencia de lo popular en esa búsqueda de rapport permanente: “Misión: Contribuir a la máxima expresión de cultura popular del Uruguay, brindando espectáculos de calidad artística. Fomentar el funcionamiento colectivo del grupo humano que compone a la murga, con el objetivo de que cada uno tenga un espacio donde realizar sus aportes y desarrollar su creatividad. Visión: somos conscientes que la murga como género, es una herramienta de comunicación y de 13 transformación social”.

“A Contramano, tras otras huellas, hoy reclama su legado. Vuelve a su casa, al carnaval ha regresado, fiel peregrina de esta fiesta sin final. “A Contramano”, volvió para encontrarse en cada abrazo, en la poesía que le inspira tu regazo, y a enamorarse de tu magia una vez más... Carnaval... ¡Carnaval!” (Murga A Contramano, Presentación 2009) 13

Véase Referencias electrónicas “Murga A Contramano”, sitio oficial: http://www.acontramano.com.uy/.

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DE LOS SALONES LITERARIOS A LAS COMUNIDADES VIRTUALES. EL ESPACIO PÚBLICO COMO ESCENARIO DE DISPUTA PARA EL CAMBIO SOCIAL. VALERIA FERNÁNDEZ HASAN (pp. 90–98).

DE LOS SALONES LITERARIOS A LAS COMUNIDADES VIRTUALES. EL ESPACIO PÚBLICO COMO ESCENARIO DE DISPUTA PARA EL CAMBIO SOCIAL

FROM THE LITERARY SALONS TO VIRTUAL COMMUNITIES. PUBLIC SPACE AS THE SCENE OF CONTENTION FOR SOCIAL CHANGE

Dra. Valeria Fernández Hasan INCIHUSA - CONICET vfhasan@lab.cricyt.edu.ar Mendoza, Argentina

Resumen Entre las mutaciones culturales más notables, consecuencia de la incidencia de los medios de comunicación en la vida cotidiana de las personas, se encuentra la redefinición de la relación entre lo público y lo privado, relación largamente teorizada y debatida por disciplinas diversas. Aquí nos ocupa especialmente el ámbito de lo público como el espacio de discusión de la cosa pública. En este sentido nos preguntamos por los avatares históricos, políticos y teóricos de una noción tan polisémica como controvertida. Desde la ya clásica definición de Habermas acerca del espacio público moderno hasta las nuevas modalidades de lo público, con características de virtual y ampliado, lo que pretendemos es esbozar los contornos de un espacio indiscutiblemente relevante en cuanto es allí donde se sigue jugando la participación, la inclusión y el debate por la cosa pública. El advenimiento de Internet junto a las perspectivas abiertas en este proceso de ensanchamiento del espacio público y su consecuente ampliación de la contestación discursiva, nos llevan a analizar las modalidades actuales de conformación del espacio público y las posibilidades reales de que diversos contrapúblicos encuentren un lugar posible de construcción de alternativas políticas que sienten las bases para el cambio social.

Palabras claves: Espacio público, contrapúblico, cambio social, Internet.

Abstract Among the most important cultural changes, the result of the impact of media on the daily lives, is the redefinition of the relationship between public space and private space, relationship discussed at length by various disciplines. Here we are concerned especially the area of public space as the discussion of public affairs. In this regard we ask for the historical, political and theoretical notion of a polysemic so as controversial. Since the classic definition of Habermas about the modern public space until new modalities of the public, with characteristics of virtual and expanded, what we want is to outline the contours of an indisputably important as that is where participation is still playing, the inclusion and discussion by the public. The advent of the Internet along with the prospects for the widening of public space and the consequent expansion of the answer discursive us to analyze the current shape of public space and the real possibility that several against publics find a place as possible to build alternative policies that lay the groundwork for social change.

Key words: Public space, agaist public, social change, Internet.

(Recibido el 05/10/08) (Aceptado el 28/01/09)

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Introducción

L

os últimos años han sido testigos de cambios culturales tan radicales como vertiginosos. El grado de responsabilidad de los medios de comunicación en estas transformaciones no tiene que ver solamente con las innovaciones tecnológicas sino con que las nuevas tecnologías de información y comunicación (NTIC) propician formas novedosas de interacción, nuevos tipos de relaciones sociales y de maneras de relacionarse. Tal como señala John Thompson (1998), el desarrollo de las tecnologías comunicativas ha modificado de manera profunda e irreversible la naturaleza de la producción simbólica y el intercambio en las sociedades contemporáneas, creando formas alternativas de acción e interacción y nuevas maneras de ejercer el poder que no siempre están asociadas al hecho de compartir un lugar común. Entre las mutaciones culturales más notables, consecuencia de la incidencia de los medios en la vida cotidiana de las personas, se encuentra la redefinición de la relación entre lo público y lo privado, relación largamente teorizada y debatida por disciplinas diversas. Aquí nos ocupa especialmente el ámbito de lo público como el espacio de discusión de la cosa pública. En este sentido nos preguntamos por los avatares históricos, políticos y teóricos de una noción 1 tan polisémica como controvertida. Desde la ya clásica definición de Habermas acerca del espacio público moderno hasta las nuevas modalidades de lo público, con características de virtual y ampliado, lo que pretendemos es esbozar los contornos de un espacio indiscutiblemente relevante tanto para la comunicología como para la política, en cuanto es allí donde se sigue jugando la participación, la inclusión y el debate por la cosa pública. Prestar atención, por ejemplo, a las posibilidades novedosas, de actualización constante e incorporación de públicos variados, que propicia la conformación de contrapúblicos discursivos a través de las NTIC puede coadyuvar al estudio de los espacios sociales, políticos y culturales que favorecerían el cambio social. Al hablar de contrapúblicos nos referimos, específicamente, a la propuesta de Fraser (1992) en cuanto a la existencia de lo que denomina contrapúblicos subalternos, es decir, aquellos escenarios discursivos paralelos en los que miembros de grupos sociales subordinados crean y circulan contradiscursos o discursos alternativos al hegemónico, para formular interpretaciones oposicionales de sus identidades, intereses y necesidades. En este sentido, la función de estos contrapúblicos es ampliar tanto los asuntos a tratar en el debate público como los sujetos capaces de formar parte de ese debate. La expansión de un no lugar- no espacio más democrático y accesible como Internet, donde grupos históricamente silenciados se expresan, escuchan, alientan, incluso se agitan y estimulan para lograr acciones tendientes a producir modificaciones en el campo de las prácticas políticas reales (tal el caso, entre otros, de los movimientos antiglobalización, las feministas o algunos de los llamados nuevos movimientos sociales) resulta de interés primordial para las ciencias sociales y, fundamentalmente, para el análisis del espacio público y sus potencialidades como herramienta para la política, como práctica y como teoría. Para comprender qué entendemos hoy por espacio público, cómo ha ido transformándose en virtud de los cambios tecnológicos de los medios de comunicación y qué se dice cuando se asegura que se ha ampliado, comenzaremos por hacer un breve recorrido por sus inicios y alcances a lo largo de la modernidad para luego detenernos en las modificaciones sufridas en el siglo XX como consecuencia de los medios de comunicación. Finalmente, veremos qué ha sucedido con el advenimiento de Internet y las perspectivas que ésta ha abierto para el ensanchamiento del espacio público y su consecuente ampliación de la contestación discursiva.

1

De acuerdo con Habermas, entre la esfera de la autoridad pública o el Estado, de una parte, y la esfera privada de la sociedad civil y las relaciones personales, de la otra, emergió una nueva esfera de lo público: una esfera pública burguesa cuyos individuos particulares se reunían para discutir entre ellos la regulación de la sociedad civil (Habermas, 1989).

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El espacio público moderno. De Habermas a Thompson Jürgen Habermas atribuye un importante papel a la imprenta en la definición del espacio público moderno. De este modo, la palabra escrita, manifestada por encima de todo en los semanarios críticos morales y los periódicos políticos de principios del siglo XVIII, jugó un papel decisivo en la estimulación del debate entre individuos particulares. Habermas hace especial hincapié, no en las características distintivas de la imprenta como medio de comunicación, sino en el modelo de comunicación basado en la palabra hablada favorecido por la imprenta: “la prensa periódica era parte de la conversación que empezó y continuó en locales compartidos de la sociabilidad burguesa” (Thompson, 1998: 175). De esta manera, lo que Thompson señala es que mientras la prensa jugó un papel crucial en la formación de la esfera pública burguesa, ésta fue conceptualizada por Habermas no en relación a la imprenta, sino en relación con las conversaciones cara a cara estimuladas por ella. Esta interpretación indicaría que la explicación de Habermas lleva la huella de la concepción griega clásica de la vida pública: los salones, clubes y cafeterías de París y Londres eran el equivalente a las 2 asambleas y las plazas de la Grecia antigua . En la ciudad estado griega, la esfera de la polis, común al ciudadano libre está estrictamente separada de la esfera del oikos, en la que cada uno ha de apropiarse aisladamente de lo suyo. La vida pública, bios políticos, se desenvuelve en el ágora, pero no está localmente delimitada: la publicidad se constituye en la conversación. En alemán se encuentra ya a mediados del siglo XVI la palabra privat, derivada de la latina privatus y con la misma significación que por entonces habían adquirido private en inglés y privé en francés. Quiere decir “sin oficio público”. Privat alude a la exclusión de la esfera del aparato estatal. Público tiene que ver con el Estado formado con el absolutismo, que se objetiviza frente a la persona del dominador. Das Publikum, the public, le public, el público, es en contraposición a la “privacidad”, el poder público. Los servidores del Estado son personas públicas, tienen un oficio público, los negocios de su oficio son públicos y públicos se llama a los edificios y establecimientos de la autoridad. Del otro lado están la gente privada, los cargos y oficios públicos, los negocios públicos y los hogares privados. Enfrentados a la autoridad están los súbditos excluidos de ella; aquélla sirve al bien común, éstos persiguen su proyecto privado. Desde mediados del siglo XVII se habla en Inglaterra de public, mientras que hasta ese momento se utilizaban los términos world y mankind. Por esa época asoma también en francés le public como calificación de aquella realidad que, siguiendo el diccionario de Grimm, se conceptuó en la Alemania del siglo XVIII como término procedente de Berlín: Publikum. A finales del siglo XVII surge el término inglés publicity, derivado del francés publicité. La crítica misma se expone en forma de “opinión pública”, noción acuñada en la segunda mitad del siglo XVIII a partir de la francesa opinion publique. Casi por la misma época surge en Inglaterra public opinion; y hacía tiempo que se hablaba de general opinión (Habermas, 1989; Fernández Hasan, 2003). Desde mediados del siglo XVI en adelante, lo “público” empezó a significar, cada vez más, actividad o autoridad relacionada con o derivada del Estado, mientras que lo “privado” se refería a aquellas actividades o esferas de la vida que quedaban excluidas o estaban separadas de él. De esta dicotomía se solapa parcialmente en el transcurso de los siglos XVIII y XIX, la distinción entre sociedad civil y Estado. El dominio privado incluye la propiedad privada de las organizaciones económicas que operan en el mercado económico y que están orientadas, en cierta medida, a la obtención de beneficios, así como un conjunto de relaciones personales y familiares que pueden ser informal o formalmente establecidas con la aplicación de la ley. El dominio público, a su vez, incluye un conjunto de instituciones estatales o casi estatales que van desde el servicio civil hasta una variedad de organizaciones de beneficencia; también incluye las organizaciones económicas propiedad del Estado. Entre los dominios de lo público y lo privado surgieron, en las últimas décadas del siglo XX, organizaciones intermedias que resultan instituciones privadas no 2

Según Thompson, esto explica por qué Habermas interpreta el impacto de la TV y la radio como algo negativo. El tipo de situaciones comunicativas que crearon, donde la recepción de los productos mediáticos se convirtió en una forma de apropiación privada, está lejos del intercambio dialógico que tenía lugar entre los individuos que se agrupaban en clubes y cafeterías a principios de la Europa moderna (Thompson, John. Op. Cit.).

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estatales en relación a su estatuto legal, pero legal y operativamente distintas de las organizaciones económicas de propiedad privada orientadas a la obtención de beneficios (Thompson, 1998). Una segunda concepción presentada por Thompson habla de lo “público” como lo abierto o disponible al público. Lo que es público es lo que resulta visible u observable, aquello que se realiza ante espectadores, lo que se expone a todos. Lo que es privado es lo que queda oculto a la mirada, lo que es dicho o realizado en la privacidad o en secreto o dentro de un círculo restringido de personas. Tiene que ver con lo público versus lo privado, con la apertura versus el secretismo, con la visibilidad versus la invisibilidad. En los orígenes, la esfera pública política surge, directamente de la esfera pública literaria, en los salones, cafés y periódicos. Su primera definición es ser un espacio en el que las personas privadas hacen uso público de su razón: la esfera de las personas privadas reunidas en un público. Esta comunicación postula una igualdad de naturaleza entre sus diferentes participantes. La esfera pública política no conoce las distinciones de órdenes y los estamentos que jerarquizan la sociedad. Se establece a priori una igualdad entre los individuos que sólo distingue la mayor o menor evidencia y coherencia de los argumentos esgrimidos. Es en consecuencia, un espacio homogéneo y unificado que sólo acepta sus propios principios de diferenciación (Chartier, 1995). Sin embargo, tal como señalara Condorcet (2001 [1792]), la opinión pública, idealmente universal, se debe adaptar a la evidencia de las brechas culturales y no resulta muy fácil hacer coincidir lo absoluto del concepto con las realidades del mundo social. Roger Chartier, aclara a este respecto que, el “público que lee” no es toda la sociedad y quienes pueden producir un escrito son menos aún. En este sentido, Nancy Fraser (1992), ha señalado que el potencial utópico de la concepción burguesa de la esfera pública nunca se realizó plenamente en la práctica, sino que siempre existieron públicos rivales donde las relaciones entre el público burgués y los demás públicos fueron históricamente conflictivas. Así, casi desde un inicio, diversos contrapúblicos contestaron las normas excluyentes del público burgués y elaboraron otros estilos de comportamiento político y normas alternativas de discurso público. En el mismo orden, Chartier comenta que no todos los ciudadanos son aptos 3 para emitir su juicio y contribuir a la formación de la opinión ilustrada . La opinión convertida en pública, cuando es pensada como parte actora y no como actuada, pierde su carácter general, excluyendo de hecho a las multitudes que no tienen competencia para dictar las sentencias que proclama. Chartier lo expresa claramente al relatar que la oposición entre lo público y lo popular constituye, para algunos pensadores del siglo XVIII, una dicotomía irreductible: el público no es un pueblo. En las últimas décadas del Antiguo Régimen la opinión pública estaba precisamente definida como lo contrario de la opinión de la mayoría. Opinión versus populacho en Condorcet, la opinión de los hombres de letras versus la opinión de la multitud en Marmontel, el público verdaderamente ilustrado versus la multitud enceguecida y ruidosa en D’Alembert o la opinión de los hombres ilustrados que precede a la opinión pública y termina por dictar a ésta su ley versus la opinión popular, también en Condorcet (Chartier, 1995). Con el ingreso de los medios masivos de comunicación y su instauración a nivel planetario la situación cambia. No sólo es el público de la esfera pública el que se amplía sino sus posibilidades de participación. De acuerdo con Nancy Fraser (1992) los medios de comunicación que constituyen el soporte material para la circulación de los diferentes puntos de vista que atraviesan una sociedad son de propiedad privada y responden a intereses ideológicos y económicos muy puntuales. En consecuencia, los grupos sociales subordinados normalmente carecen de un acceso igual a los medios materiales y de este modo, no tienen la misma participación. Dicho de otra manera, la economía política refuerza estructuralmente lo que la cultura logra informalmente. No obstante, los medios pueden ser también lugares de producción de estrategias alternativas que pongan en cuestión el status quo: debates, imágenes, polémicas y 3 En este punto coinciden casi todos los teóricos. Así, según Fraser (ibid), la ilusión de una plena accesibilidad del público burgués nunca se realizó en la práctica: las mujeres de todas las clases y etnicidades fueron excluidas de una participación política oficial en base a su género mientras que los hombres plebeyos fueron excluídos formalmente por los requerimientos de propiedad. Además en muchos casos mujeres y hombres de todas las clases de etnicidad distinta fueron excluidos por razones raciales.

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contradiscursos también se manifiestan en los contenidos de los medios en general y de algunos en particular (Gramsci, 1975). Si bien Habermas indica que la emergencia de públicos adicionales debe entenderse como un desarrollo tardío de la esfera pública en las sociedades burguesas, desarrollo que señala la fragmentación y el declive, Fraser, sostiene en cambio, que donde persista la desigualdad, los procesos de deliberación tenderán a operar con ventaja para los grupos dominantes y desventaja para los subordinados. Estos efectos pueden exacerbarse si, a la manera de Habermas, sólo existe una sola esfera pública comprensiva. En este escenario, los miembros de los grupos subordinados no tienen espacio para la deliberación respecto de sus necesidades, objetivos y estrategias. En esta situación resulta menos probable que puedan "encontrar la voz correcta o las palabras para expresar sus pensamientos" y más probable que "mantengan sus necesidades inarticuladas" (Fraser, 1992: 8). Inversamente, en la medida que emerjan contrapúblicos como respuesta a exclusiones en los públicos dominantes, ayudarán a expandir el espacio discursivo.

El espacio público transformado. De acuerdo a la mirada de Habermas, el espacio institucional para la esfera pública burguesa empezó a derrumbarse a medida que los Estados asumieron un creciente carácter intervencionista y tomaron una mayor responsabilidad en la gestión del bienestar de los ciudadanos, y que los intereses de distintos grupos de poder se convirtieron en parte constitutiva del proceso político. Habermas agrega además que las instituciones que habían ofrecido un forum a la esfera pública burguesa o desaparecieron o sufrieron un cambio radical. Las tabernas y las cafeterías perdieron atractivo, y la prensa periódica se fue convirtiendo en un grupo de instituciones mediáticas cada vez más organizadas en relación a intereses comerciales a gran escala. En este orden, la vida pública asumió un carácter casi feudal en el sentido que comenzaron a emplearse sofisticadas técnicas mediáticas para dotar a la autoridad pública del tipo de aura y prestigio que se había concedido a las figuras reales. Esta refeudalización de la esfera pública convirtió, según él, la política en un show dirigido. De este modo, la población quedó excluida de la discusión pública y de los procesos de toma de decisión y empezó a ser tratada como un recurso que los líderes políticos pueden utilizar, con la ayuda de técnicas mediáticas, para obtener suficiente consentimiento y legitimar sus 4 programas políticos (Thompson, 1998) . La espectacularidad característica de la actual política mediática y su preocupación por cultivar un aura personal, antes que estimular el debate crítico, podría parecerse, a primera vista, al tipo de propiedad pública representativa típica de la Edad Media. Sin embargo, tal como indica Thompson, la similitud es más aparente que real. El desarrollo de los medios de comunicación ha creado nuevas formas de interacción, nuevas maneras de visibilidad y nuevas redes de difusión de la información, todo lo cual ha alterado el carácter simbólico de la vida social. Progresivamente, el fenómeno de la propiedad pública se ha desvinculado de la idea de una conversación dialógica en un lugar físico compartido y se ha convertido en des- espacializada y no dialógica, y más vinculada al tipo de visibilidad distintiva 5 producida por y a través de los media (Thompson, 1998) . Si bien hoy la forma tradicional permanece como una característica importante de las sociedades modernas, y podemos apreciarlo en la importancia de los mítines y debates políticos, las manifestaciones callejeras, etcétera; la transformación de los medios de comunicación ha creado formas nuevas de propiedad pública, diferentes de la basada en la copresencia. La característica fundamental es que las acciones y los acontecimientos dejan de vincularse al hecho de compartir un lugar común. Las noticias referidas a ellos pueden ser dadas a conocer a través de grabaciones y transmisiones a quienes no están físicamente 4

Según Peter Dahlgren (1997), la función crítica del periodismo pasó a segundo plano ante el auge de la publicidad, del espectáculo y de las relaciones públicas. De este modo, la opinión pública ya no resulta el producto de un discurso racional, sino que se fabrica con la ayuda de la publicidad y de la manipulación mediática.

5 Bajo la idea moderna de espacio público, un acontecimiento se convertía en público al presentarse ante una multitud de individuos físicamente presentes en el momento en que acontecía. Se trataba de un acontecimiento público que era un espectáculo para ser visto, oído, sentido. Además poseía un carácter esencialmente dialógico. Los individuos que hablaban o actuaban en esas ocasiones lo hacían ante otros que podían contribuir al acontecimiento.

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presentes en el tiempo y el espacio en el que ocurren. Como indica Thompson, las acciones o acontecimientos pueden adquirir una propiedad pública independiente de su capacidad para ser vistos u oídos directamente (Thompson, 1998). Una segunda cuestión relacionada con la concepción moderna del espacio público, fundamentalmente ligada a la visión habermasiana, es que ésta tiende a olvidar el significado de otras formas de discurso público y actividades sociales que existieron durante los siglos XVII, XVIII y XIX en Europa y que no pertenecían al mundo propio de la sociabilidad burguesa, a la que se oponían y de la que eran excluidas. En este sentido, E. P. Thompson ha demostrado extensamente la importancia que tuvieron, en el ámbito de la cultura, los diversos movimientos populares de carácter social y político a principios de la era moderna. De más está decir que las relaciones entre la esfera pública burguesa y estos movimientos sociales populares fueron generalmente conflictivas. Como muestra John Thompson (1998), en el momento en que la naciente esfera pública burguesa se definió a sí misma en oposición a la autoridad tradicional del poder real, también se enfrentó a la aparición de los movimientos populares que intentaba contener. Estas dos características del espacio público a la manera de Habermas, son las que nos interesa retomar. Por un lado, el hecho de que como efecto de las transformaciones en los medios de comunicación a lo largo del siglo XX, ya no estemos hablando acerca de un espacio de co- presencia física, y por otro, la conciencia política y teórica de que desde los inicios de la modernidad hubo, tanto grupos que no fueron incluidos en la esfera pública burguesa por cuestiones de raza, de género o de clase; como discursos y actividades opositores, producidos por fuera de la burguesía, por diversos movimientos populares. Esta combinación de no presencia con producción de discursos alternativos a los hegemónicos nos incita a explorar en las modalidades y particularidades que Internet brinda para la producción de discursos contrahegemónicos y la aparición de contrapúblicos críticos. Si bien, por un lado la creciente concentración económica de las industrias mediáticas condiciona en muchos casos los contenidos que se difunden, censuran todo aquello que ponga en riesgo sus intereses y reparte las ganancias entre unos pocos conglomerados de 6 comunicación trasnacionalizados ; por otro, la intensificación de los procesos de globalización achica las distancias y las brechas políticas, culturales, raciales, de género, etcétera. Estamos mucho más interconectados que hace 200 años y esto favorece el intercambio, las propuestas políticas alternativas, la agitación, la formación, la discusión pública. Como señala Thompson (1998), estos mass media crean un nuevo tipo de propiedad pública que consiste en la delimitación del espacio de lo visible. Un espacio no localizado, no dialógico, indeterminado, en el que las formas simbólicas mediáticas pueden expresarse y recibirse como pluralidad de otros no presenciales.

La participación en la Red: política y cambio social Cómo se conforma el espacio público en el siglo XXI podría ser nuestra pregunta de cierre. ¿Por dónde circula la opinión pública? ¿En qué espacio se define? ¿Quiénes tienen acceso a la cosa pública? Si los medios de comunicación tradicionales, dada su estructura económica y los intereses que preservan, dan acogida fundamentalmente a los discursos que refuerzan esos mismos intereses, ¿qué rol juegan otros espacios de producción de discursos, como Internet, por donde circulan ideas alternativas a las hegemónicas? Elisabeth Noëlle-Neumann (1995) sostiene que la opinión pública dominante impone una postura y una conducta de sumisión, a la vez que amenaza con el aislamiento al individuo rebelde y, al político, con una pérdida del apoyo popular. Por esto, el papel activo de iniciador de un proceso de formación de la opinión queda reservado para cualquiera que pueda resistir a la amenaza de aislamiento. En este sentido, la posibilidad abierta por Internet para la producción, circulación y consumo de ideas, discursos, imágenes, etcétera, cobra un 6

Tal como otras industrias, la mediática se guía por la lógica del beneficio y la acumulación del capital. Como indica Thompson (Op. Cit.) queda clara entonces la no necesariedad de una correlación entre lógica del beneficio y cultivo de la diversidad.

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significado relevante. Como señala Hopenhayn (2004), hoy no sólo están segmentados los públicos, sino también los emisores. El abaratamiento en los componentes para ser un emisor en la industria cultural hace que muchos actores antes confinados al silencio y la autorreferencia, hoy puedan ser productores de opinión y difundir sus puntos de vista sin límite 7 de espacio y a tiempo real . Radios locales, páginas de Internet, teleconferencias y publicaciones permiten una fuerte presencia mediática de distintos grupos de interés que cuestionan el orden global por diversos flancos: indigenistas, ecologistas, de género, campesinistas, etcétera. Es decir, actualmente no importa tanto la propiedad sobre los grandes medios, sino la porosidad rizomática de la circulación de mensajes y conocimientos, el descentramiento del emisor, la fuerza centrífuga que pudiera ser constitutiva de la globalización comunicacional. Dicho al modo de Hopenhayn, la integración tiene esta doble cara: tanto concentra la propiedad sobre los grandes medios, como abre las compuertas del diálogo planetario. Dentro de este escenario, móvil, no espacial, de fronteras difusas y abierto a la participación, aquella opinión pública de la que hablan Noëlle- Neumann y los clásicos de la comunicología como Tarde, Habermas o Katz por nombrar solamente a tres de la larga lista de teóricos que han debatido sobre el espacio público y/o la opinión pública, comienza a ser puesta en cuestión en tanto “resistir la amenaza de aislamiento” resulta una característica discutible a la hora de revisar cómo se conforma el espacio público y quiénes lo delimitan. Si como enfatiza Noëlle- Neumann (1995), los individuos se forman una idea del reparto y del éxito de las opiniones dentro de su entorno social, cómo juega esta influencia si ese entorno está dado por colegas, compañeros/as, amigos/as, militantes, etcétera, que se conocen, dialogan, intercambian, se forman y discuten on line. Manuel Castells indica que como en las redes personales físicas, la mayoría de los lazos en las comunidades virtuales son especializados y diversificados en tanto las personas construyen sus propias carteras personales. Los usuarios de Internet se unen a redes o grupos on line sobre la base de intereses y valores compartidos, y con el tiempo, muchas redes que empiezan como instrumentales y especializadas acaban proporcionando apoyo, tanto material como afectivo (Castells, 2000). Estas redes y grupos han sido criticados por propiciar lazos débiles y relaciones efímeras sobre la base de que este tipo de relaciones resultan útiles para proporcionar información y abrir oportunidades a un bajo costo. En el caso de Internet, parece que el medio favorece la comunicación desinhibida y estimula además a grupos socialmente subordinados a expresarse (trabajadores de un status inferior, mujeres y grupos oprimidos por etnia, género o clase) gracias a la protección que el medio electrónico les brinda. Estos vínculos que trascienden la distancia a bajo costo, tienen generalmente una naturaleza asincrónica, combinan la rápida diseminación de los medios de comunicación de masas con la ubicuidad de la comunicación personal y permiten múltiples pertenencias a comunidades parciales. Las nuevas tecnologías, si bien se montan en un sistema de acceso desigual a la información, irrumpen en la dimensión doméstica borrando las ya pocas barreras que quedan entre lo público y lo privado. De modo que off line y on line, los lazos débiles facilitan la relación de personas con diferentes características sociales, ampliando la sociabilidad más allá de las fronteras socialmente definidas de autorreconocimiento. En este sentido, Internet representa un lugar de doble influencia sobre los sujetos. Por un lado, se erige en sí mismo como un modernísimo medio de comunicación capaz de difundir las más variadas informaciones, ideas, noticias, etcétera. La velocidad y la facilidad de acceso a la información son sus cualidades más relevantes mientras que su capacidad de articular discursos e imágenes en tiempo real y al mismo tiempo de manera asincrónica y participativa, lo convierte en un medio con alcances políticos, económicos, sociales y culturales inusitados: “Los cambios y los procesos mundiales en la economía y en el campo de las comunicaciones, especialmente en su base tecnológica y cultural, plantean nuevos escenarios en la forma en que el ciudadano 7 En Argentina el nivel de extensión de la banda ancha, a la que accede un 43 por ciento de la población, es uno de los más altos de América Latina. Según Martín Granovsky, titular de la agencia nacional de noticias Télam, se trata de la misma cantidad de gente que tiene acceso a la televisión abierta (MDZ, 2008).

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establece sus relaciones comunicativas con la dimensión política” (Castillo, 2008). Por otro lado, a través de sus comunidades de intereses, plataformas, blogs, fotologs, portales, redes sociales, es el espacio del intercambio de opiniones, ideas e ideologías de mayor alcance hasta el momento. La excepcional multiplicación de comunidades virtuales variadas y diversas convierte a la Red en lugar de referencia, identificación y construcción de subjetividades que ya casi nadie se atreve a poner en cuestión. Algunos datos contundentes sostienen estas percepciones: en 2008, los usuarios globales de Internet ya superaron los 1500 millones de cibernautas; entre 2006 y 2007, el número de usuarios de Internet en Latinoamérica aumentó 200 por ciento, para llegar a 137 millones; a diario, mil millones de búsquedas se producen tan sólo en Google; en todo el planeta, cada día se envían 80 mil millones de mensajes de texto y correo electrónico, y 250 millones de usuarios acceden a los servicios de YouTube; cada minuto, millones de usuarios de las nuevas redes sociales cargan 10 horas de nuevos videos, y reproducen 500 millones de clips, solamente en YouTube (Cortés, 2008). Gabriel Tarde (1989 [1901]) sostenía que la política no podía prescindir ni de la conversación ni de la prensa y que ninguna de ellas podía prescindir de la otra. Sin la prensa, la conversación no se habría elevado jamás por encima de las habladurías, y sin la conversación, los diarios podrían aparecer pero no ejercerían sobre la gente ninguna acción duradera y profunda. Hoy esa conversación es relevada a través de estas comunidades agrupadas por intereses variados, en contenido y en alcances: desde las plataformas de redes sociales como Facebook o Sonico, diseñadas básicamente para un intercambio de tipo social sin contenidos políticos ni ideológicos explícitos, hasta periódicos o portales claramente comprometidos con problemáticas sociales o políticas muy específicas, como la Red Informativa de Mujeres de Argentina (RIMA)- autodenominada como la gran sala de redacción feminista en la Red- o la página web La Vaca con su agencia de noticias, sus talleres de contrainformación y su periódico Mu. De acuerdo con Tarde, la opinión reflexiva llevaba a la acción social. Esta acción podía, a veces, volverse radical pero, en general, era solamente la expresión cotidiana de la elección, entre diferentes necesidades, entre los medios disponibles para satisfacerlas, entre los dirigentes políticos y sus programas, entre las doctrinas religiosas y las estéticas. Tras las opiniones teóricas repasadas y los datos relevados a lo largo de este artículo podemos concluir que las posibilidades que brinda la Red pueden oscilar entre estos dos extremos, anticipados por el teórico francés: de un lado, el intercambio superficial entre personas que sólo se conocen a través de una foto en un blog; del otro, prácticas desafiantes al orden establecido. Desde los llamados globales a protestas masivas por el desastre ecológico hasta el encuentro virtual de grupos anónimos cuya máxima aspiración es mostrarse y ser vistos. El espacio público ensanchado por las NTIC pendula entre estos dos polos de participación cuyas consecuencias prácticas pueden ir desde la indiferencia y la abulia sociales cuyo único valor es la vanidad, hasta una revolución en ciernes, tal como el zapatismo mexicano o el último paro patronal agropecuario en Argentina atestiguan. El salto estará dado por las posibilidades que los diferentes grupos tengan de traducir las acciones virtuales en experiencias políticas reales, donde los sujetos puedan comprometer su historia colectiva y producir transformaciones políticas y sociales concretas. Ya hay antecedentes que avizoran buenos vientos en este sentido y en tanto aún persiste una posición un tanto desconfiada por parte de la mirada teórica y política más tradicional, los nuevos movimientos sociales aprovechan esta oportunidad de expresión y debate, abierta por los nuevos medios de comunicación, y estimulan a otros grupos a hacer lo suyo. Feministas, comunidad LGTTBI, intelectuales, obreros de diferentes ramas y nacionalidades, miembros de etnias diversas, ecologistas, artistas, periodistas, etcétera, están haciendo un uso verdaderamente alternativo de la Red y algunas de sus transposiciones al campo de la práctica política real comienzan a sacudir la modorra conservadora y a alertar a propios y ajenos acerca de esta poderosa herramienta para el cambio social.

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DE PRÁCTICAS Y REPRESENTACIONES. NOTAS PARA INVESTIGACIÓN(ES) DE LA CULTURA

PRACTICES AND REPRESENTATIONS. NOTES FOR STUDIES OF CULTURE

Lic. Diego A. Moreiras Universidad Nacional de Córdoba diegoamoreiras@yahoo.com.ar Córdoba, Argentina Resumen La primera parte de este trabajo tiene como meta recuperar algunos de los conceptos que a lo largo de la historia de la teoría y teóricos marxistas han debido ser reconceptualizados. Buscaremos superar el economicismo que se le atribuye al marxismo o a algunos marxistas permaneciendo, sin embargo, dentro de la problemática del materialismo histórico (Mouffe, 1979: 84): en definitiva, buscaremos dar cuenta de las posibilidades de una teoría marxista de la cultura recuperando los planteos de Raymond Williams (1980, 1981). La segunda parte de este trabajo (…) considera los aportes que la teoría de los discursos sociales de Eliseo Verón (1987, 2002) ha realizado en el campo de la Semiótica, atendiendo a las disputas (…) que, “dicha teoría”, busca responder. En este recorrido, buscaremos configurar un campo de preocupaciones comunes para las teorías williamsiana de la cultura y veroniana de los discursos. Estas confluencias serán los principales aportes de este trabajo, que buscarán, con la Semiótica como trasfondo, configurarse como recaudos y recomendaciones teórico – metodológicos para la investigación de fenómenos socio – culturales. Palabras Claves: cultura, investigación, semiótica, discurso.

Abstract The first part of this paper wants to consider and re- think some of the most controversial Marxist Theory concepts. We will try to surpass the economicism that is attributed to marxism or to some Marxist remaining, nevertheless, inside the problematic of the historical materialism (Mouffe, 1979: 84). We will try to make our contribution to a marxist culture theory, by reconsidering Raymond Williams´ texts. The second part of this work intends to consider the contributions that the theory of “discursos sociales” of Eliseo Verón has made in the field of Semiotics, paying attention to the disputes which this theory has tried to provide an answer. In this route, we will look for to stablish a field of common worries for both of the theories mentioned before. These confluences will be the main contributions to this work. Within the Semiotic, we would like to form theoretical and methodological directions for the research of social and cultural phenomena. Key words: culture, investigation, semiotics, discourse.

(Recibido el 30/09/08) (Aceptado el 02/02/09)

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Primera parte

En la producción social de su existencia, los hombres entran inevitablemente en relaciones definidas que son independientes de su voluntad, concretamente en relaciones de producción que corresponden a una determinada fase de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. La totalidad de estas relaciones de producción constituye la estructura económica de la sociedad, la base real, sobre la que se levanta una superestructura jurídica y política y a la que corresponden formas decididas de conciencia social. El modo de producción de la vida material condiciona el proceso general de la vida social, política e intelectual. (Marx (¿año?) citado en Sharp, 1988: 83) De acuerdo con Williams (1981: 178) ha existido una larga discusión dentro de la sociología cultural entre quienes proponen (alguna forma de) una determinación económica de la producción cultural y quienes proponen su relativa autonomía. Si la producción del sentido era una dimensión inherente a todo funcionamiento social, la hipótesis inversa debía ser también válida: toda producción de sentido estaba inserta en lo social (De Ipola 2002: 70).

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as metáforas espaciales como la de base y superestructura, poseen una solidez física que dificulta pensar la extensión de estos términos, y he aquí la mayor dificultad de los mismos.

¿Que es la base? Según Williams (1980, 1981), ha sido considerada, alternativamente, como un objeto, como la verdadera existencia social del hombre, como las verdaderas relaciones de producción que corresponden a un estadio del desarrollo de las fuerzas productivas, y como un modo de producción de un estadio particular de su desarrollo, todo lo anterior, con propiedades muy generales y aparentemente uniformes. ¿Que es la superestructura? El autor distingue tres significados para la superestructura, de acuerdo a los usos que se han hecho del concepto: 1) de las formas legales y políticas que expresan verdaderas relaciones de producción existentes; 2) de las formas de conciencia que expresan una particular concepción clasista del mundo; y 3) de un proceso en el cual los hombres toman conciencia de un conflicto económico fundamental y lo resuelven. Estos sentidos dirigirían nuestra atención, respectivamente, hacia: 1) las instrucciones; 2) las formas de conciencia; y 3) las prácticas políticas y culturales. 1

Williams (1980: 101) retoma los planteos de Plejanov para afirmar que no son por lo tanto, la base y la superestructura las que necesitan ser estudiadas, sino los procesos específicos e indisolubles producidos por una relación decisiva y compleja de determinación. El problema de la determinación, según Williams, es uno de los más difíciles de resolver dentro del marxismo. Según los detractores de este último, la determinación no permite a ninguna actividad que sea real y significativa por sí misma, sino que siempre es una expresión, un reflejo directo o indirecto, de algún contenido económico precedente o de algún otro contenido político pero también determinado por una situación o posición económica. Siguiendo estos supuestos de la determinación, las prácticas culturales (pero las prácticas en general) no podrían ser otra cosa que expresión directa de aquello “que sucede en otro lado”: la base. Desde el marxismo más contemporáneo, se han elaborado revisiones de la determinación que no hacen más que indicar sus dificultades. Una de estas reelaboraciones es el concepto de sobredeterminación, que intenta “ampliar” la determinación al incluir múltiples factores en el análisis. Williams sostiene que de todas maneras estas reelaboraciones mantienen aún los mismos problemas, si bien a veces matizados, del concepto original. Repasemos ahora, algunas de estas dificultades.

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Dichos planteos representan un esfuerzo por superar la idea de base y superestructura como entidades concretas y separables. Abona en este sentido la propuesta de Williams, en especial en lo relacionado con lo constitutivo que es aquello que antes era superestructural: lo ideológico, las representaciones, los discursos, el lenguaje.

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En un principio, una determinación implica una exterioridad que controla o decide el resultado de una acción o de un proceso, más allá de la voluntad o deseo de sus agentes. Este determinismo, denominado abstracto, se diferencia de aquel otro, inherente, en el cual el carácter esencial de un proceso o las propiedades de sus componentes son conservados inalterados para controlar su resultado. Así, en este último caso, bastaría con intervenir en estas propiedades para transformar este resultado. Williams afirma que el marxismo parecería abonar este determinismo inherente, que además, es próximo en su sentido a un determinismo científico, en el sentido de leyes que permiten anticipar (sucesos, acontecimientos). Al recorrer los textos en su idioma original, sobre todo La Ideología Alemana, Williams (1980) concluye que este segundo sentido de determinación, en tanto leyes, que Marx aplica en sus análisis económicos sobre el capitalismo para explicar cómo será posible el paso a la sociedad comunista, no es el único sentido posible para este concepto. Desde otros textos, por 2 ejemplo, la carta de Engels a Bloch (de septiembre de 1890), es posible concebir a la determinación como fijación de límites. La posibilidad de concebir a la determinación de este último modo, nos sitúa nuevamente en una perspectiva histórico – materialista: estamos determinados (encontramos límites para nuestra acción) en tanto nacemos en un momento histórico con ciertas condiciones; condiciones que hemos heredado (objetividad histórica), pero sobre las que hay posibilidades de intervenir, a diferencia de una objetividad abstracta que dictamina que las condiciones materiales u objetivas son independientes de la voluntad de los hombres y por lo 3 tanto, no pueden ser controladas . Este sentido de determinación como fijación de límites se complementa con un “sentido 4 positivo de la determinación” : el ejercicio de presiones, ser determinado a hacer algo en un acto de voluntad y propósito (Williams, 1980: 107) Así, el autor dirá (1980: 107) que dentro de este proceso de determinaciones es peligroso aislar categorías autónomas, porque conduce a una abstracción del determinismo. Estas categorías predominantes (aisladas), que conducen a ciertas predicciones, olvidan que los determinantes son siempre específicos (¿contextuales?) y asociados, y que de este modo constituyen el verdadero proceso social: una experiencia histórica activa y consciente. Este proceso social termina de adoptar ciertas características en la época en que Marx vive y desarrolla su obra, y que, según Williams (1980), aún continúan en el momento en que él escribe: sobre todo, aquellas que hacen parecer a las fuerzas productivas como un mundo autosubsistente. Las determinaciones, entendidas dentro de este esquema tópico, y aislado de la base y la superestructura, tienen su origen en las fuerzas productivas. El autor apunta otro reduccionismo en este último concepto: las fuerzas productivas fueron reducidas, por cierto materialismo especializado y burgués, a las industrias capitalistas, muchas veces, industrias “pesadas” exclusivamente, constituyendo este mundo auto-subsistente que critica Williams. 2 Dice Engels: “Según la concepción materialista de la historia el factor que en última instancia determina la historia es la producción y la reproducción de la vida real. Ni Marx ni yo hemos afirmado más que esto. Si alguien lo tergiversa diciendo que el factor económico es el único determinante, convertirá aquella tesis en una frase vacua, abstracta, absurda. La situación económica es la base, pero los diversos factores de la superestructura que sobre ella se levanta (...) ejercen también su influencia sobre el curso de las luchas históricas y determinan, predominantemente en muchos casos, su forma. (...) Somos nosotros mismos quienes hacemos nuestra historia, pero la hacemos, en primer lugar, con arreglo a premisas y condiciones muy concretas.” (Marx y Engels, 1977: 520). 3 Esta objetividad abstracta constituye la base del economicismo en el marxismo (1980: 105). Chantal Mouffe aclara que “todas las formas de economicismo implican una ausencia de comprensión de la autonomía de la política y de la ideología, (...) de la vaguedad e imprecisión que caracterizan al mecanismo por el cual se subordinan la política y la ideología a la economía (...) en términos alusivos”. Williams (1980) dirá: “El determinismo abstracto (...) es una forma de respuesta e interpretación que está condicionada por su experiencia de verdaderos límites históricos” (los del desarrollo a gran escala de la economía capitalista). 4

Williams (1980) afirma que estas determinaciones positivas son experimentadas por los hombres en forma individual, pero son siempre actos sociales. Dice además que son con frecuencia formaciones sociales específicas que son expresión de un proceso constitutivo con presiones muy poderosas, que son internalizadas y convertidas en voluntades individuales.

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¿Cuáles son las implicancias de este reduccionismo? Pues que se entiende a toda producción, sólo como producción de mercancías para el mercado capitalista, sin más. Nos alejamos entonces del significado más completo y más verdadero de fuerzas productivas: 5 todos y cada uno de los medios de producción y reproducción de la vida real (Williams, 1980: 110). Esta definición incluye a la producción material de la vida en un sentido restringido (digamos de industria o de productos para un mercado), y también, a las formas variables y en desarrollo, de cooperación y conocimiento social donde se realiza esta propia producción material. Así, la producción material directa de la política, por ejemplo, (en un sentido amplio, concordante con la definición adoptada de fuerzas productivas), requiere por parte de las clases gobernantes, la consagración de una parte significativa de producción material, (en un sentido restringido), para su establecimiento. Actividades como el control de la prensa, la construcción de castillos, iglesias y palacios, prisiones, asilos y escuelas, no son nunca superestructurales: son un orden social y político producido y en producción (Williams 1980: 112), que se articula con otras actividades asociadas a las primeras, y que bien podríamos denominar superestructurales. De acuerdo con Mouffe (1979), Gramsci establece luego una relación dialéctica y a la 6 vez orgánica entre fuerzas materiales e ideología . El análisis de estas afirmaciones, creo, lleva a reforzar la concepción de “bloque histórico”, en tanto las fuerzas materiales son el contenido, y las ideologías la forma, siendo esta distinción, puramente dialéctica, puesto que las fuerzas materiales no serían concebibles, en términos históricos, sin forma, y las ideologías serían caprichos individuales sin la fuerza material (Gramsci citado en Portelli, 1973: 59). Esto tiene consecuencias directas dentro del análisis cultural y permite superar esta versión especializada de las fuerzas productivas y de la producción. Recupera las prácticas culturales -otrora concebidas como superestructurales- en tanto prácticas posibles de ser estudiadas en sí mismas. Sin embargo, aún queda por “restaurar” estas prácticas de manera completa. El desafío, entonces, ahora que las prácticas culturales pueden ser analizadas como prácticas en sí mismas, como parte de un proceso social material (sean prácticas artísticas, prácticas estéticas, prácticas científicas o prácticas “ideológicas”), consiste en descubrir y describir las relaciones existentes entre todas ellas, y entre ellas, y otras prácticas que han sido aisladas como producción, como la base o como el mundo autosubsistente (Williams, 1980: 114) En tanto el análisis de estas relaciones no pudo ser sostenido como determinación de la superestructura por la base (considerada la primera como reflejo de la segunda, entendida como objeto), surgieron, como adelantábamos (…), otras “metáforas” para explicar este proceso. Un nuevo concepto fue el de mediación, (…), por cuanto suponía un proceso activo de “reconciliación entre elementos opuestos o extraños” (Williams, 1980: 118). Así, con esta metáfora aún se sostenían áreas u órdenes de la realidad separados o preexistentes: el proceso social material (la realidad) y el lenguaje (o el hablar sobre la realidad, es decir, los discursos); la sociedad y el arte; la base y la superestructura. Aquí Williams (1980: 120) aporta una reconceptualización trascendental, en continuidad con lo recuperado de Gramsci dos párrafos antes: “Desde un principio el problema es diferente si comprendemos el lenguaje y la significación como elementos indisolubles del proceso social material involucrados permanentemente tanto en la producción como en la reproducción”. De este modo, la mediación deja de ser lo “intermediario” (entre dos realidades distintas) para convertirse en un proceso positivo y sustancial, proceso necesario de producción de significados y valores que producen y reproducen las formaciones sociales. Así, comenzamos a abandonar la dicotomía espacial de base – superestructura, para concebir las 5 Williams previene: la producción de la vida no es exclusivamente el proceso económico – social primario, así como tampoco la reproducción es su equivalente simbólico, significativo, cultural. 6

Dirá Mouffe que a partir de Gramsci, debemos pensar la ideología desde su naturaleza material, desde su existencia como nivel necesario de toda formación social (como parte necesaria de la construcción de la hegemonía), así como práctica productora de sujetos y no como falsa conciencia. (Mouffe, 1979: 83-84)

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conexiones entre las diferentes fuerzas productivas a partir de la constitutividad de los procesos de significación: se habilita así la restauración de “la producción cultural como social y 8 material” .

Segunda parte Williams nos permite pensar entonces los procesos de significación como constitutivos de los procesos de producción cultural pero también de los de producción social y material. Es necesario ahora abordar específica y brevemente la problemática de los procesos de significación. Un primer modelo de signo, elaborado por Ferdinand de Saussure y publicado luego por sus discípulos en el Curso de Lingüística General (CLG), concibe al signo como binario, compuesto de tan sólo dos elementos: el significado y el significante. Si el significado es el concepto y el significante la imagen acústica del signo, lo que impide/dificulta este signo binario es justamente pensar la modificación de las asociaciones entre significado y significante, es decir, las transformaciones de los signos. Este modelo desconoce además, otros signos no lingüísticos9. En términos veronianos, este modelo de signo desconoce por lo tanto el mecanismo a través del cual el sentido es producido. Dado que el modo en que se relacionan ambos componentes del signo saussuriano es estático, lineal, sincrónicamente no permite explicar las variaciones que los signos experimentan en su uso cotidiano, ni los diferentes significados asociados por diferentes hablantes a un mismo significante, y diacrónicamente, no admite las transformaciones de una lengua. Verón afirma que en el CLG el signo de Saussure remite estrictamente al orden de lo social–mental, incluyendo tanto lo concreto como lo abstracto. Lo que se excluye deliberadamente es lo material, en tanto lo individual, lo particular, las manifestaciones de la lengua, “el habla”. Lo que el signo pierde, en definitiva, es “el sonido de la palabra y la traza de la escritura (...), el sentido para un sujeto que percibe” (Verón, 1987: 99), y el sentido producido en el polo de la recepción, agregamos. A comienzos de la década del 70, en Francia, lo que se denominó la crisis de la noción de signo, se expresó fundamentalmente en el plano de la reflexión filosófica. No fue más que la constatación de que los trabajos semióticos realizados hasta ese momento, operando fundamentalmente desde la lingüística, no podían dar respuesta a ciertos problemas olvidados: “la construcción de ´lo real´, de la puesta en forma de sistemas de representaciones” (Verón, 1987: 100). Para desbloquear esta situación, Verón afirma que era necesario abandonar la tradición saussureana, recuperando ciertos principios postulados desde un modelo ternario de signo. Este modelo permitió abordar la cuestión del sentido de manera diferente a la de Saussure, dando respuesta a la crisis a la que antes hacíamos referencia.

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Michael Apple cita un apartado de un texto de Stuart Hall, al que hacemos referencia al utilizar este término: (...) “Crear un orden social que gire en torno a las relaciones económicas fundamentales es tan necesario como la misma producción: las relaciones de producción aisladas no pueden “producir” tal orden social. En consecuencia, la relación no es de correspondencia, sino de conexión: la conexión entre dos esferas distintas, pero interrelacionadas e independientes. Gramsci es uno de los destacados teóricos de esta postura. La naturaleza de la conexión es descrita en frase de Gramsci como “complejo estructura – superestructura”. De nuevo, simplificando, podemos denominarlo el paradigma de la hegemonía.”(33)

8 Una contribución eminentemente marxista al estudio de los procesos culturales (de medios de comunicación, literatura, plástica, otras formas de arte) está representada por la inserción de determinaciones económicas dentro de los estudios culturales, pero no sólo en tanto inserción, sino teniendo como horizonte la restauración de todo el proceso social material y específicamente, de la producción cultural como social y material. Williams propone aquí, extender los análisis de las instituciones a las formaciones y recupera un nuevo método de análisis para la sociología de la cultura: el trabajo cultural con lo que él ha denominado “sistema de signos”. Contribución de la semiótica cultural, estos aportes han sido recuperados en parte en lo que antecede y serán el objeto de la Segunda Parte de este trabajo. 9

De hecho, hubo que esperar posteriores reelaboraciones teóricas, por ejemplo las de Roland Barthes, para que esta corriente pudiera ampliar sus preocupaciones o recuperar cierta vocación sociológica perdida (Verón, 2002: 218).

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La respuesta por lo tanto, provino de la filosofía, y se concretó a partir de la recuperación de los planteos de Charles Sanders Peirce. Fue el pragmatismo de sus planteos a nivel semiótico (diferente según Verón de la pragmática de la que tanto se ha hablado luego) 10 lo que abrió el camino a lo que se denominó la Socio-Semiótica . Para Peirce la garante de lo real y lo verdadero es la comunidad, es decir, un consenso histórico y situado. No podríamos exponer aquí los planteos peircianos en su complejidad, pero intentaremos dar cuenta de los elementos necesarios para este recorrido. Verón rechaza la inmaterialidad del signo saussuriano y encuentra en la concepción ternaria de signo esta materialidad restaurada. Materialidad no porque el tercer elemento de este signo sea el objeto denotado, es decir, no porque el signo incluya en sí mismo al objeto “real”, sino más bien porque todo producto significante posee un modo de manifestación material y esta concepción admite la posibilidad de un pensamiento abstracto (pero) sobre la 11 producción del sentido . Dicho en otras palabras, el sentido se produce también en recepción, y siempre a partir de un “soporte” material, que no está asociado necesaria ni linealmente a un significado. Peirce presenta una noción de signo compuesta por tres elementos: el representamen, el objeto y el interpretante. Cada uno de estos elementos, remite a una categoría fenomenológica acerca del modo en que las cosas son. Pero, advierte Verón, cuando nos movemos dentro de la Semiótica, cada uno de estos tres elementos son signos, esto es, son terceros, que determinan otros terceros. Esto quiere decir, que el representamen, el objeto y el interpretante dentro de la semiótica se refieren a ´lo real´, sin ser ellos mismos ´lo real´, pero sin ser tampoco una nomenclatura. El modo en que accedemos a ´lo real´, para Peirce, es a través de los terceros, los signos, y sólo podemos acceder a ello en los signos. Si no hay nada que se nos presente ´en sí mismo´,´en bruto´, es porque necesitamos de los signos para apropiárnoslo. De este modo, los terceros son pensamiento, son lo que hace que los primeros 12 y los segundos (también los terceros por cierto) sean accesibles a nosotros . De este modo, todo objeto “real” o “existente”, necesita, para poder ser aprehendido del pensamiento, de los signos. Pero, ¿qué es lo que determina que un objeto sea aprehendido de un modo o de otro? En definitiva, ¿qué es lo que determina el sentido? Aquí es donde reencontramos el pragmatismo peirciano: aquello que es ´real´, ´verdadero´, aquello que puede ser pensado (y por lo tanto, aquello que no puede ser pensado) está determinado por una comunidad histórica y situada. Es decir, es real no por el pensamiento de una persona particular o de un grupo particular de personas, sino que lo real/la verdad reposa en cierta universalidad del pensamiento y no sobre su independencia en relación con el pensamiento (Verón, 1987: 110). De este modo se construye lo real en la red de la semiosis. En este breve recorrido por los planteos de Eliseo Verón (1987), hemos asistido a la recuperación de la materialidad del sentido y a la construcción de lo real en la red de la semiosis. Si asumimos con Verón que Peirce fundó la semiótica, y al hacerlo, definió su problemática teórica fundamental (la de las relaciones entre la producción del sentido, la construcción de lo real y el funcionamiento de la sociedad), estamos en condiciones de comprender por qué a comienzos de la década del 70 la noción de discurso hizo su irrupción en el campo académico de la mano, entre otros, del mismo Eliseo Verón. Justamente todos los planteos anteriores le permiten al autor construir una noción de discursos sociales y un esquema teórico – metodológico de análisis semiótico. La noción de discursos viene a abordar las problemáticas que la teoría saussureana no podría haber abordado, debido a las 10

Esta designación será también luego discutida por tautológica, en tanto no podrá existir una semiótica que no se a la vez social, o sociológica. (cfr. Dalmasso, 2005: 15)

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Esto era impensable desde Saussure, ya que lo abstracto estaba destinado a ser mental, y por lo tanto, de ningún modo permitía pensar la producción del sentido, o el sentido en el polo de la recepción.

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Esto hace del universo de los terceros, un universo cerrado, ya que no existe nada dentro de este universo que no sea un signo, que no sea pensamiento, pero también implica que el proceso de la semiosis es un proceso infinito, en tanto cada signo sólo puede ser “hablado”, explicado, a través de otro signo. Cada representamen sólo puede ser “hablado” como otro representamen, a partir del interpretante generado por él mismo.

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limitaciones impuestas por el modelo binario de signo: las problemáticas de la producción de sentido. De este modo, Verón: 1. Rompe con la lingüística, si bien el saber lingüístico es indispensable para una teoría de los discursos sociales; y, 2. Asume un modelo ternario de pensamiento sobre la significación, con las implicancias que esto comporta. Este doble movimiento le permite abordar los dos problemas estrechamente vinculados y hasta entonces olvidados que ya hemos desarrollado: la materialidad del sentido y la construcción de lo real en la red de la semiosis. Nos interesa de esto lo que sirve para el análisis socio-cultural de la cultura, para un trabajo de investigación en campo.

Tercera parte Cuando Williams propone su noción de cultura, realiza también un recorrido filológico 13 por el término . De todo este recorrido, nos interesa únicamente la consideración realizada por el autor en torno a la convergencia de dos modos históricos diferentes de considerar el término cultura. La primera posición subraya el ´espíritu conformador de un modo de vida´, evidente en las actividades específicamente culturales: el lenguaje, los estilos artísticos, las formas de trabajo intelectual. Se trata de una posición con frecuencia clasificada como idealista y vinculada a la antropología. La segunda, destaca un “orden social global” dentro del cual una cultura se considera como el producto directo o indirecto de un orden fundamentalmente constituido por otras actividades sociales. De acuerdo al autor, esta posición a menudo es clasificada como materialista, aunque debemos señalar (Williams, 1981: 12) “que la explicación materialista se reserva generalmente para otras actividades ´básicas´, relegando la cultura a una versión del ´espíritu conformador´”, pero determinado en segunda instancia. En los trabajos contemporáneos, desde la sociología de la cultura, Williams propone una convergencia entre estas posiciones idealista y materialista. Se mantiene de la segunda el interés por un orden social global, pero se diferencia al afirmar que la práctica cultural no se deriva simplemente de un orden social ya constituido, sino que es en sí misma un elemento esencial en la constitución de este orden. Se mantiene de la primera el énfasis en considerar las prácticas culturales como constitutivas, pero en lugar de pensarlas desde un ´espíritu conformador´, se considera “la cultura como el sistema significante a través del cual necesariamente (aunque entre otros medios) un orden social se comunica, se reproduce, se experimenta y se investiga” (Williams, 1981: 13). De este modo, la cultura: 1. Es un sistema significante vivido que es parte, constitutivo y que reproduce el orden social (la convergencia de los dos sentidos anteriores); y que, 2. Incorpora también las actividades intelectuales y artísticas, aunque de modo mucho más general, para incluir a todas las prácticas significantes que ahora constituyen este campo (las otras convergencias históricas del concepto cultura) 13

El término comienza por designar un proceso (la cultura como cultivo de granos y de animales) y hacia finales del siglo XVIII, acaba por designar una generalización del “espíritu”, que conformaba el modo de vida de un pueblo en particular. “Mientras tanto, en su uso más general, se produce un intenso desarrollo del sentido de “cultura” como cultivo activo de la mente. Podemos distinguir una gama de significados que va: a) desde un estado desarrollado de la mente, como en el caso de “una persona con cultura” (...); b) hasta los procesos de este desarrollo, como es el caso de (...) las actividades culturales; y c) los medios de estos procesos, como “las artes” y “las obras humanas intelectuales” en la cultura.” (Williams, 1981: 11)

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¿Dónde nos lleva este planteo? Podemos finalmente concluir que, para Williams, la cultura en tanto fenómeno(s) social(es), está conformada no sólo por las prácticas otrora consideradas superestructurales, sino que además incluye la dimensión de todas las otras prácticas sociales, que es una dimensión significante, que produce sentidos -que determina interpretantes, según Peirce-. La materialidad del sentido determina que concibamos a las prácticas (a todas ellas, inclusive a las objetivantes o específicamente significantes tal y como las nombraremos a continuación) como dotadas de una ´capa de sentido´, que es posible reconstruir/construir/considerar al realizar una investigación social. María Teresa Dalmasso (2005) nombra a esas prácticas destinadas a producir significación como prácticas objetivantes –para Williams serán prácticas específicamente significantes–. Las otras prácticas, no objetivantes para Dalmasso, –que serán las no específicamente significantes para Williams–, son definidas por la autora como los “fenómenos sociales en cuya producción no existe ´una voluntad de significación´” (Dalmasso, 2005: 17). En el mencionado texto, la autora se interroga sobre la pertinencia de denominar discursos a los dos tipos de prácticas inmediatamente antes desarrollados, o si más bien, deberíamos reservar la noción de discursos para las objetivantes o específicamente significantes. Probablemente no aportemos desde este trabajo ningún elemento para la dilucidación de este problema; pero, como hemos dicho antes, desde Peirce, sí afirmamos que no es posible acceder a las prácticas no objetivantes o no específicamente significantes más que a partir de prácticas objetivantes o específicamente significantes. Es decir, sólo podremos acceder a estos fenómenos sociales a través de terceros que nos hagan posible 14 comprenderlos y que los construyan como tales para nosotros . 15

Lo fundamental entonces para el investigador será poder dar cuenta, para cada signo utilizado por los sujetos investigados – de investigación, de las conexiones que en él se puedan reconstruir, atendiendo no sólo a lo dicho, sino también a lo hecho. Es decir, será pertinente considerar estos signos como terceros, para intentar dar cuenta de cómo construyen lo real, la verdad. Podríamos proponer denominar “representaciones” a las primeras y prácticas “a secas” a las segundas, atendiendo a un uso habitual en Ciencias Sociales (cfr. Menéndez). Y debemos afirmar: en tanto ambas (representaciones y prácticas) pueden ser consideradas tan sólo a través de terceros, es sustancial atender a lo dicho por los mismos sujetos, y entablar un verdadero análisis que lo ponga en relación con lo hecho, no para describir un círculo vicioso, sino justamente para lo contrario: (y aquí sí coincidimos con Dalmasso) poder hacer “visible ese plus, ese no dicho que sin embargo se actúa y que deviene significante” (2005: 19).

Conclusiones La tarea para quien emprenda, de este modo, una investigación sobre fenómenos sociales -sean cuales fueran-, es evidentemente ardua y necesita tener presente algunos recaudos de lo planteado hasta aquí. Necesitamos rescatar o explicitar de la Segunda Parte, dos elementos sustanciales del signo peirciano, que lo distinguen de la concepción binaria: el signo ternario es histórico y 16 contextual . Esto justifica, sin más, la investigación “de campo” como un instrumento válido y necesario para dar cuenta de la construcción del sentido en/de las prácticas (específicamente significantes y no) de aquellos sujetos investigados – de investigación. 14

Este proceso de semiosis es de lo que, afirmamos, debe ocuparse quien investiga fenómenos sociales, sin olvidar que, como hemos dicho, no será posible acceder a las prácticas no objetivantes en sí mismas, sino a través de terceros, de signos. Mantendremos en cambio, la necesaria distinción entre aquellas prácticas destinadas a producir significación y otras que no. 15

Cuando decimos signos, deberán considerarse tanto las prácticas específicamente significantes como las no específicamente significantes (debido a la materialidad que les es común a ambas y que determina la producción social del sentido, según apuntábamos antes desde Verón).

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Su vinculación con el pragmatismo, y la caracterización de la semiosis producida por este signo como un universo cerrado y de semiosis ilimitada, son algunos de los aspectos que nos habilitan a considerar fundamental este rescate.

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La tarea posible para el investigador es, entonces, ni más ni menos que la de aquel que se propone dar cuenta del funcionamiento del signo peirciano en las prácticas específicamente significantes (representaciones) y las no específicamente significantes (prácticas). Esto es: 17 ambos tipos de prácticas podrán ser el objeto de la indagación de cualquier investigación en campo, en tanto, para Peirce, ambos tipos de prácticas pueden ser estudiados como signos, con lo que habrá que dar cuenta, en cada uno, de cómo están anudados en su interior la historia y el contexto; o cómo se han sedimentado, desde el pragmatismo peirciano que mencionábamos antes, los diversos (o no) sentidos en esas diversas materias significantes en cuestión. Con Verón, podemos decir: el estudio de prácticas y representaciones debe remitir a la semiosis, a la producción de sentido y a los procesos de “investimiento” de las materias significantes, si la noción de representación “quiere ser otra cosa que un término como para designar un problema sin resolverlo, por un lado, y si se quiere evitar, por otro lado, reintroducir la dicotomía infraestructura/superestructura bajo una forma nueva” (1987: 154). En este sentido, las determinaciones de las prácticas y las representaciones no son más que una fijación de límites, y tal como lo mencionábamos, ya nos vemos obligados a considerar el contexto inmediato y la historia de los individuos, si realmente deseamos reconstruir lo anudado en las representaciones y las prácticas objeto de nuestra investigación. Pero, ni unas ni otras serán consideradas un mero reflejo, directo o indirecto, de aquello que sucede en otro lado, sino más bien, ambas serán puestas en relación para establecer las conexiones que construirán lo real/la verdad. 18

El antropólogo latinoamericano, Eduardo Menéndez , propone toda una serie de recaudos y recomendaciones en gran medida metodológicos, para realizar la antropología que 19 él imagina . Podemos reconocer en sus reflexiones una amplia sintonía con los planteos hasta aquí desarrollados. Él, propone toda una serie de dispositivos de vigilancia epistemológica para lograr describir la realidad desde lo obvio, desde “las características explícitas, manifiestas y 20 evidentes” , pero también desde “los aspectos marginales, triviales, irrelevantes y, sobre todo, ” 21 convertidos en sentido común (2002: 29) .

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Somos concientes de que la separación entre ambos tipos de prácticas es una distinción en cierta forma ajena, ya que por lo planteado hasta aquí podríamos evitarla. Nos resulta apropiada, no obstante, porque permite discutir con quiénes sostienen esa separación desde otras disciplinas. Y ciertamente funciona además como un criterio aún válido al momento de construir metodológicamente el trabajo en campo. Confrontar con las notas al pie 20 y 21. 18

Antropólogo argentino, radicado en España, desarrolla su trabajo en el área de salud/ enfermedad/ atención, analizando diferentes prácticas: desde diferentes trayectorias de enfermedad, hasta las relaciones médico – paciente.

19

Esta Antropología, así como otras Ciencias Sociales para nosotros, no podrá desconocer que “la ideología tiene una existencia material y que, lejos de ser un conjunto de realidades espirituales, se encuentra siempre materializada en prácticas.” (Mouffe, 1979: 76) Dirá Mouffe que a partir de Gramsci, debemos pensar la ideología desde su naturaleza material, desde su existencia como nivel necesario de toda formación social (como parte necesaria de la construcción de la hegemonía), así como práctica productora de sujetos y no como falsa conciencia (1979: 83-84).

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Menéndez advierte en otra parte del texto: (...) “una interpretación teórica no es equivalente a los datos empíricos, pues justamente pretende reorganizar la información a partir de determinada manera de interpretarla y en consecuencia va más allá de los datos al reorganizarlos en una trama abstracta que no necesariamente es observable en la vida cotidiana (...). En segundo lugar, (...) desde nuestra perspectiva, la cuestión [radica] en producir un tipo de investigación y teoría que se ajuste a los objetivos propios, en este caso, producir una comprensión de los comportamientos inmediatos a partir de ellos mismos.” (2002: 317).

21

El desarrollo conceptual en Gramsci del sentido común y del buen sentido, son cuestiones en las que no podemos detenernos pero que revisten un carácter central. Mouffe dice: (...) “en toda acción se manifiesta una visión del mundo y que ella puede expresarse en formas muy elaboradas y a un alto nivel de abstracción (...) o bien, en formas mucho más simples, como la manifestación del sentido común (...). Estas visiones del mundo nunca son hechos individuales sino la expresión de la vida comunitaria del bloque social”, razón por la cual Gramsci las llama ideologías orgánicas. Son ellas las que organizan a las masas humanas” (...) (1979: 77).

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De entre todos los recaudos y recomendaciones sólo mencionaremos uno de ellos: la 22 necesidad de recuperar el rol del actor : (...) “recuperar la perspectiva del actor supondría no sólo un cuestionamiento de las concepciones estructuralistas, no sólo recuperar el rol del sujeto, sino hacer jugar la diferencia, la desigualdad y la transaccionalidad y no sólo referidas a instancias microgrupales o comunitarias.” (Menéndez, 2002: 321) En definitiva, y para concluir, investigar supondrá un intento por vislumbrar lo evidente, explícito y manifiesto, pero también lo contradictorio, marginal, trivial, convertido en sentido común de las prácticas y representaciones investigadas, sustentado en (y garantizado, desde) Peirce, por esa suerte de “consensos tácitos históricos y situados” que configuran lo que Verón ha llamado el pragmatismo peirceano, y que, desde Williams, nos permite acceder a las significaciones, en tanto constitutivas de los fenómenos sociales analizados.

Bibliografía APPLE, Michael. 1987. Educación y poder. Madrid: Paidós-MEC. DALMASSO, María Teresa. 2005. Reflexiones semióticas. En Revista Estudios Nro. 17 Córdoba: Centro de Estudios Avanzados, Universidad Nacional de Córdoba. Págs. 13–20. DE IPOLA, Emilio. 2002. Discurso social. En ALTAMIRANO, C. (director). Términos críticos de sociología de la cultura. Buenos Aires: Paidós. MARX, Carlos. & ENGELS, Federico. 1977. Obras escogidas. Carta de Engels a Bloch. Madrid: Editorial Fundamentos. Págs. 520– 523. MENÉNDEZ, Eduardo. 2002. La parte negada de la cultura. Barcelona: Ediciones Bellaterra. Introducción y capítulos 1 y 5. MOUFFE, Chantal. 1979. Hegemony and ideology. En MOUFFE, C. Gramsci and marxist theory. London: Routledge & Kegan, (sin datos de la versión en español). PORTELLI, Hugues. 1973. Gramsci y el bloque histórico. Buenos Aires: Siglo XXI. Introducción y Caps. 1, 2 y 3. SHARP, Rachel. 1988. Conocimiento, ideología y política educativa. Madrid: Ediciones Akal. Págs. 23–30. VERÓN, Eliseo. 1987. La Semiosis Social. Fragmentos de una teoría de la discursividad. Barcelona: Gedisa. VERÓN, Eliseo. 2002. Signo. En ALTAMIRANO, C. (director). Términos críticos de sociología de la cultura. Buenos Aires: Paidós. WILLIAMS, Raymond. 1980. Marxismo y Literatura. Barcelona: Ediciones Península. Partes 1 y 2. WILLIAMS, Raymond. 1981. Cultura. Sociología de la Comunicación y del Arte. España: Paidós Comunicaciones. Caps. 1, 7 y 8.

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“Lo que Gramsci intenta pensar es el papel de la subjetividad, pero de tal manera que ésta no aparezca como la irrupción de una conciencia individual en la historia. Para lograrlo, no concibe a la conciencia como dada originalmente sino como efecto del sistema de relaciones ideológicas en el cual se inserta el individuo.” (Mouffe, 1979: 75).

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CRISIS URBANA, CAMBIO SOCIAL Y MEDIOS PÚBLICOS DE COMUNICACIÓN SOCIAL CHANGE AND PUBLIC MASS MEDIA

Lic. Esteban Torres Castaños Universidad Nacional de Córdoba esteban.tc@gmail.com Córdoba, Argentina

Resumen En el presente trabajo proponemos iniciar un diálogo exploratorio con la producción teórica marxista de Manuel Castells centrada en el proceso de consumo colectivo, partiendo del supuesto que dicha perspectiva ofrece pistas renovadas para pensar los medios de comunicación como servicios o medios públicos colectivos, y para explorar su relación con los procesos de apropiación y de cambio social en Suramérica en el marco de la actual crisis financiera global y de la creciente intervención del Estado en la economía. Las reflexiones que aquí se presentan se inscriben en el marco del estudio de la teoría del cambio social de Manuel Castells, en relación a las tecnologías de la información y los nuevos mass media, y de los esfuerzos actuales de renovación moderna de la teoría social crítica de los medios de comunicación.

Palabras claves: Teoría Social; Medios de comunicación; Tecnologías de la comunicación; Políticas públicas; Políticas de comunicación; Cambio social; Comunicación y Cambio Social.

Abstract In this article we propose to initiate an exploratory dialogue with the theoretical production of Manuel Castells, focused on the process of collective consumption, assuming that this perspective offers updated clues to think the media as public or collective services, and to explore their relationship with the processes of appropriation and social change in South America, in the context of the global financial crisis and of the state intervention in the economy. The reflections presented here are related to the program of study of the theory of social change by Manuel Castells, in relation to information technology and new media, and the current efforts of modern renewal of critical social theory of the media.

Key words: Social Theory; Media; Communication Technology; Public Policy; Communication Policy; Social change; Communication and Social Change.

(Recibido el 23/09/08) (Aceptado el 07/01/09)

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Introducción

E

l siguiente trabajo pretende contribuir al desarrollo de nuevos marcos analíticos 1 centrados en la relación entre el proceso de cambio social y la constitución estatal y social de los medios públicos de comunicación, tomando en consideración la creciente recuperación del papel del Estado en la economía. En tal dirección, e incoporando exigencias normativas generales que no podemos ni pretendemos resolver aquí, nos interesa poder avanzar en el análisis de las condiciones de posibilidad de aquellas políticas públicas de medios de comunicación que se orientan a la expansión de los procesos sociales de apropiación pública, en el marco de la relación entre gobierno municipal y sociedad. A continuación ofrecemos las principales hipótesis y premisas teóricas que empleamos como material de orientación para la producción del presente artículo: - Hipótesis 1: El retorno del Estado como actor económico central del modo de producción capitalista a partir de la profundización de la actual crisis financiera global, ha dejado sin bases conceptuales a la ideología del fin de los medios públicos de comunicación, cuyos postulados centrales, que conquistaron posiciones de hegemonía durante la década de los 90 del siglo pasado, aun mantienen vigencia. El regreso del Estado implica necesariamente el regreso de la televisión pública. Ahora bien, el nivel de apropiación de la ideología mencionada es tal, que se hace presente incluso en algunas perspectivas que defienden la estatización parcial de la sociedad (por ej., desarrollo social; económico; etc.) a partir de una mayor presencia de las políticas de actuación del Estado. - Hipótesis 2: La producción teórica de Manuel Castells centrada en el proceso de consumo colectivo, ofrece pistas renovadas para pensar los medios de comunicación como servicios públicos, y para explorar la relación de éstos con los procesos de apropiación y de 2 cambio social . - Premisa teórica: La problematización y posterior adopción -al menos provisoria- de una teoría del estado y del estado municipal, articulada con cierta teoría del cambio social que involucre al conjunto de actores sociales intervinientes en el proceso social en cuestión, se constituye en un punto de partida ineludible para cualquier investigación sociológica sobre los usos, consumos, efectos e impactos de los medios públicos de comunicación, así como de las acciones estatales (locales, regionales, nacionales) vinculadas a los mismos, tanto en el plano estrictamente político, como en los ámbitos de la cultura y la economía. Ello cobra aún mayor importancia si se pretende comprender las estrategias actuales de apropiación de los actores sociales y las condiciones sociales de sus respectivas lógicas de operación. Respecto a los contenidos del artículo, presentaremos una serie de útiles teóricos 3 desarrollados por Manuel Castells, que abordan desde una perspectiva marxista de clases y empleando el esquema althusseriano de interrelación entre lo ideológico, lo político y lo económico, el análisis –entre otros aspectos- de los procesos de consumo colectivo, de la 1 Aquí optamos por definir el cambio social como el proceso multidimensional de transformación de las relaciones de poder entre los actores sociales intervinientes en una dinámica social dada. 2 Una nota importante para el caso Argentino y para la gran mayoría de los países suramericanos, es que los medios estatales de comunicación nunca se han definido como de servicio público. Respecto a los medios públicos de comunicación se sigue hablando de interés público o colectivo. Servicio público, en estos términos, existieron principalmente en Europa. A ello podemos agregar que en el caso Argentino, prácticamente no hay tradición de medios público-estatales autónomos hasta el 2003 (decreto 1214/03) en que se finaliza el modo subsidiario de cobertura y se autoriza a los municipios a explotar licencias (debemos esta aclaración a Daniela Monje). Es por ello que cuando hablamos de medios públicos de comunicación y de servicios públicos de comunicación, se alude en la práctica a dos experiencias históricas diferentes de actuación y organización de los dispositivos de difusión del Estado. Ahora bien, en el presente trabajo, que busca dialogar con el sistema conceptual de Castells, pasaremos por alto dicha distinción, y haremos referencia de modo indistinto a los medios de comunicación de titularidad estatal (municipal, provincial / regional, nacional), como medios públicos de comunicación, medios públicos colectivos de comunicación, servicios públicos de comunicación o servicio públicos colectivos de comunicación. 3 Pese a las diferencias y los desacuerdos que adoptamos respecto a la lógica de clases intrínseca a la explicación marxista de Manuel Castells, optamos por postergar cualquier crítica en este punto por considerar que no contribuyen al análisis de los elementos sugeridos en la propuesta del artículo.

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relación entre el Estado municipal y la crisis de los servicios públicos, de los medios de comunicación como servicios públicos, tomando en cuenta las contradicciones sociales que acompañan el proceso de expansión / retracción de los servicios públicos municipales en los centros urbanos. De forma didáctica, ensayaremos un movimiento de lo general a lo específico, donde lo específico no será otra cosa que la promesa central del artículo: la problematización a partir de Castells de los medios de comunicación como servicios públicos colectivos. Lejos de resultar exhaustivo, lo que aquí exponemos es un ejercicio preliminar. Para corroborar el valor efectivo de uso de las herramientas sugeridas, no hay otra vía que la profundización del trabajo teórico y junto a ello el acceso a la investigación concreta, descubriendo la significación de cada situación social, partiendo siempre de lo que tiene de específico.

La contribución de Castells Básicamente cabe preguntarse: ¿Qué podría ofrecer la perspectiva teórica de Manuel Castells centrada en los procesos de consumo colectivo, para la dilucidación de la relación entre las diferentes expresiones de comunicación mediática y los procesos de cambio o transformación social en el actual capitalismo financiero en crisis? Y también: ¿Qué hay de dicha perspectiva de Castells, que siendo revisitada, se pueda recuperar para dialogar críticamente con sus textos “informacionales” actuales, de modo que resulte enriquecida la interpretación de aquellos aspectos de los cambios sociales que involucran a las tecnologías de la información y los medios públicos de comunicación, en el marco de la relación entre gobierno local y sociedad civil? En relación con esta segunda pregunta: ¿En qué sentido dicha perspectiva no ha quedado superada por las recientes producciones del autor, especialmente a 4 partir de la síntesis presentada en los tres volúmenes de “La Era de la Información” , entre el año 1996 y 1998? A grandes rasgos, podríamos decir que la perspectiva del consumo colectivo de Manuel Castells representa un momento de transición entre su pensamiento marxista (cuya 5 obra de referencia es “La Cuestión Urbana”, publicada por primera vez en francés en 1972 ) y el posterior trabajo de sociología urbana centrado en los procesos de innovación y desarrollo 6 tecnológico (cuya primeras producciones se publican alrededor de 1985 ). Si bien es puro sentido común, hay que señalar que los procesos sociales dominantes que se estructuran entre principios de los setenta y de los ochenta en EEUU y el mundo no guardan la misma relación de determinación con los medios de comunicación que en la actualidad (en sus diferentes aspectos culturales, políticos y económicos). La tesis de la centralidad de los medios de comunicación de masas se generaliza con posterioridad a este período, lo cual en cierto punto ayuda a comprender porque Castells, si bien hace referencia a los medios de comunicación como servicios públicos colectivos, concentra su atención analítica en los servicios públicos de vivienda y de educación. Con ello queremos decir que nuestro autor no fabrica los conceptos de consumo colectivo y de servicio público colectivo para pensar exclusivamente los medios de comunicación, sino para pensar lo medios públicos en general. Pero entendemos, y ello podríamos plantearlo como una nueva asunción hipotética, que tal constatación no tiene necesariamente que representar una limitación a la hora de emplear la perspectiva para la construcción de un objeto teórico específico que en la investigación concreta permita un avance en la comprensión de la relación entre los medios públicos de comunicación y los procesos de cambio social. Como indicamos en las hipótesis de trabajo, partimos de suponer que muchos de los elementos teóricos que sugiere Castells para el análisis de las formas de apropiación de los medios públicos colectivos, y de las luchas de proyectos culturales, económicos y políticos que se dirimen en torno a la centralidad de los procesos de consumo colectivo regulados por el 4

Castells, 1996, 1997 y 1998.

5

Castells, 1972

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Entre ellas se cuentan Castells, 1985ª, 1985b y 1987.

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Estado, pueden resultar pertinentes en la actualidad, ya que a partir de la profundización de la crisis financiera mundial, de forma caótica e irreflexiva se están renovando los mandatos para una mayor intervención del Estado en el desarrollo económico y cultural. Castells decide abandonar la perspectiva centrada en los procesos de consumo colectivo al mismo tiempo que se inicia en EEUU la reestructuración económica de Ronald Reagan. Lejos de resultar baladí, esta referencia contextual indica la necesidad de atender las implicancias concretas del avance del liberalismo político y económico que ocurre en la perspectiva teórica del autor de allí en adelante. En líneas generales y de modo preliminar, podemos indicar algunas contribuciones de la citada visión teórica para pensar los aspectos novedosos de los procesos sociales en curso. Entre los aportes destacamos dos: 1. La reflexión sobre las lógicas económicas y políticas de consumo y producción de medios públicos colectivos, principalmente desde la perspectiva de la planificación estatal, que según Castells, queda atrapada entre los conflictos políticos por la extensión del interés general y las operaciones económicas de acumulación capitalista basadas en las prácticas de apropiación privada. 2. Y más importante aún, la recuperación de la centralidad de lo colectivo en la teoría social y en la teoría de los medios públicos, como principio normativo y como principio de realidad. La centralidad de lo colectivo se expresa en Castells en una doble dimensión de proceso contradictorio y de búsqueda de constitución de lo común o del interés común, regulado por el Estado, en el marco del juego de apropiación entre los diferentes actores de la 7 sociedad. Es necesario recordar que principalmente a partir de la “La Ciudad Informacional” , la preocupación por la construcción de lo colectivo pierde centralidad en las formulaciones de Castells, fijándose los nuevos intereses en el análisis de las funciones y procesos sociales dominantes del modo de producción capitalista, desde un encuadre no vinculado a la perspectiva clasista del marxismo, y atento en primera instancia a las condiciones de generación de los procesos de innovación y desarrollo tecnológico.

El proceso de consumo colectivo En el periodo de producción teórica considerado, el proceso de consumo colectivo representa para Castells el punto de contradicción principal del proceso de cambio social urbano. Al hacer referencia a la creciente importancia del consumo individual y colectivo en el espacio económico, nuestro autor hace especialmente hincapié en aquellos aspectos organizativos que responden a las tareas de regulación del Estado: “(…) el consumo ocupa un papel cada vez más importante en el proceso de realización del capital, uno de cuyos mayores problemas es el de encontrar mercados rentables que se renueven sin cesar. Pues bien, el desarrollo y la orientación del consumo individual (regulado por el mercado) depende cada vez más de la organización del llamado consumo colectivo (regulado por el Estado)” (Castells, 1981: 320). Según afirma R.E. Pahl, en la discusión que propone Castells acerca de la naturaleza, el rol y la importancia del consumo colectivo, los siguientes aspectos, nítidamente diferenciados entre sí, son considerados por éste de forma indistinta: 8

a) La socialización del proceso de consumo

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Castells, 1989.

8

Según Pahl, se pueden identificar cinco perspectivas teóricas que hacen alusión a la socialización de los procesos de consumo de modo diferente: a.- Como respuesta pragmática al problema histórico específico de la provisión de ciertos servicios e instalaciones. b.- Como expresión concomitante de la creciente racionalización y burocratización. c.- Una respuesta inevitable a las contradicciones inherentes al desarrollo del capitalismo tardío.

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b) El rol del Estado en el proceso de socialización del consumo c) Las consecuencias distributivas de b). A estos tres puntos que se derivan del trabajo de Castells, Pahl agrega un cuarto elemento, inextricablemente unido a los demás: d) El nivel de provisión (Pahl, 1978: 311). En la opinión de Pahl, el sociólogo catalán combina los ítems mencionados sin consideraciones precisas y sin la elaboración de los argumentos que justifican dichas combinaciones. Respecto al cuarto punto, Pahl añade que es posible sustituir la frase “provisión estatal” por la de “consumo colectivo” sin alterar prácticamente el significado. Al mismo tiempo considera que es importante establecer una distinción entre, por un lado, las diferentes teorías que tratan la socialización del consumo, y por el otro, los diferentes modos, estilos y formas de provisión (Pahl, 1978: 312). De los elementos listados por Pahl, prestaremos especial atención al punto b) y c), ya que éstos son los que predominan en la perspectiva de Castells. Ahora bien, en todos los casos, Castells conduce su interpretación de los procesos de consumo individual y colectivo hacia las relaciones objetivas de producción, de distribución y de gestión de los bienes y servicios públicos, que acontecen en los campos de desempeño y 9 de disputa de las lógicas de operación del Estado y de la economía de mercado . De esta forma, los procesos de consumo individual y colectivo se definen en primera instancia desde una lógica estatal, como aquellos aspectos que atañen a los medios públicos / colectivos de 10 consumo . En los términos de Castells, los problemas de consumo colectivo definen la crisis urbana, que como ya dijimos se aprecia antes que nada desde la perspectiva de la planificación urbana, como la expresión de las contradicciones de intereses y actores sociales que involucran en última instancia el diseño de políticas del gobierno local y la prestación de los servicios públicos. La expansión de la intervención del Estado en los problemas urbanos incrementa la relevancia política y económica (el conflicto político) de los procesos de consumo colectivo, o igualmente a la inversa, como sostiene Castells: “(…) la creciente importancia del consumo colectivo a través de los servicios urbanos, y el hecho de que los bienes públicos, con ser sumamente necesarios, no resulten aún rentables para el capital privado, han llevado a la intervención sistemática del Estado en los problemas urbanos” (Castells, 1983: 19). Como señalamos en la Introducción, el consumo colectivo como compuesto analítico nos interesa en la medida que ofrece elementos para situar el entendimiento específico de los modos de apropiación de los servicios públicos de comunicación en relación a los problemas sociales urbanos indicados, y junto a ello, a los límites de su posible superación. Es la búsqueda de comprensión de la intervención estatal en la dimensión Mediática de los procesos de cambio social lo que justifica el presente trabajo. Ahora bien, por el momento nos conformaremos con plantear los puntos de exploración posibles, tanto “reales” como normativos, de la especificidad mediática. Es probable que los ítems señalados por Pahl, debidamente adaptados a la especificidad mediática, resulten útiles para organizar las diferentes pistas económicas, d.- Una respuesta al poder político del trabajo organizado en las democracias sociales. e.- Una consecuencia inevitable del desarrollo del socialismo estatal (Pahl, 1978: 311). 9 Castells propone abordar los problemas “que resultan de la producción, distribución y gestión de los medios colectivos de consumo (tales como, en general, la vivienda, la educación, la salud, los transportes, los equipos colectivos, etc.)” (Castells, 1976: 206). 10

Añadimos aquí que la posición objetivista que asume Castells en este punto, lógicamente desatiende la dimensión subjetiva de los problemas urbanos que allí se suscitan.

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políticas y culturales / ideológicas que iremos desplegando a lo largo del documento, atendiendo a los límites y la tensión óptima que se podría establecer para cada una de ellas entre los principios de realidad y los principios normativos. Estos quedarían formulados de la siguiente manera: 1.- La socialización de los procesos de consumo mediático 2.- El rol del Estado en el proceso de socialización del consumo mediático 3.- Las consecuencias distributivas del rol del Estado en el proceso de socialización del consumo mediático. 4.- El nivel de provisión del servicio público de comunicación Teniendo en cuenta estos elementos, el diálogo con los textos de Castells podría suscitar la formulación de una serie de interrogantes, que adquirirán valor en la medida que colaboren en el esclarecimiento de los objetivos del trabajo. Un ejemplo de ello serían las preguntas que nos sugieren las citas antes expuestas: - ¿En qué sentido podemos suponer que el consumo mediático desempeña un papel de relevancia creciente en el proceso de realización del capital (alcances de la lógica de la publicidad comercial)? - En las condiciones actuales de fortalecimiento del Estado, y sin establecer a priori un juicio de valor al respecto, ¿de qué forma cabría imaginar la posibilidad que el desarrollo y la orientación del consumo individual de medios de comunicación (regulado por el mercado) dependa cada vez más de la organización del consumo mediático colectivo (regulado por el Estado)? Salvo la excepción de algunos países (por ej.: Venezuela, Bolivia, Ecuador), actualmente es posible constatar la disminución de la presencia y del consumo de los servicios públicos de comunicación. Por otra parte, hoy resulta falso partir de la idea que la intervención del Estado en los sistemas nacionales de medios de comunicación -que tibiamente se observa en ciertos países suramericanos- obedece al hecho que los medios de comunicación, con ser sumamente necesarios, no resulten rentables para el capital privado. Pero sugerimos que la historia de la relación entre los procesos de consumo mediático y los medios privados y públicos de comunicación aún está por escribirse. Para avanzar en la comprensión de los procesos de consumo colectivo en el sentido dado por Castells, optamos por iniciar una breve aproximación general a los elementos que el autor emplea para precisar la noción Estado y para caracterizar la situación de intervención del gobierno local en relación a la crisis urbana. Con ello buscamos sentar las bases para plantear en mejores términos la perspectiva de los medios públicos de comunicación como servicios públicos colectivos, en el marco de la relación entre Estado y sociedad.

El Estado municipal Siguiendo a Castells, lo primero que introducimos aquí es una nota de rescate metodológico de la teoría social para pensar el Estado y posteriormente los medios públicos de comunicación. El autor señala que para comprender las fuerzas y las dinámicas de intervención del Estado, incluidas las políticas y los servicios públicos de comunicación, se exige, como bien señalamos en la premisa teórica inicial del artículo, tomar como marco de análisis el conjunto de los niveles constitutivos de la formación social: “(…) el propio Estado es la expresión de un conjunto de relaciones sociales contradictoria que se trata de comprender en su movimiento. El punto de partida de un análisis de la intervención del Estado no puede ser el mismo Estado. Aún menos “la Economía”. Un análisis científico de las políticas urbanas debe partir de la consideración histórica de las relaciones de clase, de las luchas de clase, aprehendidas a la vez en el proceso de explotación y en el de resistencia a la explotación, en la dialéctica reproducción-

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transformación de las relaciones sociales, en la dominación política de clase y en el poder alternativo de las clases dominadas. Dicho lo que antecede, la perspectiva es mucho más compleja, porque el proceso de explotación y de dominación, las resistencias y las luchas de clase se realizan a través de la matriz del conjunto de los niveles constitutivos de la formación social” (Castells, 1976: 215). En tanto actor social del proceso señalado, el gobierno local se expresa en gran medida según Castells, a partir del conjunto de operaciones de apropiación involucradas en las relaciones de distribución y de consumo de los productos y servicios municipales: “A partir de estas relaciones de producción, un municipio se caracteriza por sus relaciones de distribución, por la parte del producto que se apropia en el municipio y por la parte que se apropia fuera de él, por quién y cómo se apropia cada fracción de la riqueza, por los niveles de vida, por los tipos de consumo, por la desigualdad económica y las diferencias sociales” (Castells, 1981: 299). Los elementos generales y específicos que venimos señalando forman parte, en los términos de Castells, de las condiciones generales de estructuración del poder local: “A partir de este conjunto de relaciones de producción y distribución y de elementos socioculturales se constituyen las estructuras del poder local, que se articulan a la estructura de poder de la sociedad global. Es evidente que este poder local viene condicionado en gran parte por las relaciones generales de poder. Pero no será su reproducción exacta, sino que responderá a las condiciones locales y ahí precisamente está el quid de la cuestión” (Castells, 1981: 299). Junto a ello, Castells señala una obviedad práctica: que las configuraciones de poder a nivel municipal se definen en relación a las disposiciones del nivel central del Estado: “(…) hoy día, es el nivel central del Estado, como expresión de las relaciones de poder dominantes en el conjunto de la sociedad, el que configura el territorio de cada municipio y el que le asigna sus competencias y reglas de funcionamiento” (Castells, 1981: 299-300). Ahora bien, ¿Qué es un municipio para Castells y al mismo tiempo qué lo distingue o diferencia de los niveles superiores del Estado? El autor parte señalando tres características distintivas: descentralización estatal, penetración social y accesibilidad social: “(…) hay una característica general que es fundamental para la comprensión de qué es un municipio: se trata, en todo caso, del nivel más descentralizado del Estado, del más penetrado por la sociedad civil, del más accesible a los gobernados, del más directamente ligado a la vida cotidiana de las masas populares” (Castells, 1981: 300). O dicho en otros términos: “(…) el municipio representa, a la vez, el nivel más descentralizado del aparato del Estado, el más sensible a la lucha institucional entre clases dominantes y clases dominadas, y el más abierto a una hegemonía local de las clases subordinadas del bloque dominante que fundamenta el Estado. De ahí que se expresen con particular fuerza en la política municipal los conflictos sociales y políticos que transforman las sociedades” (Castells, 1981: 304). Y junto a ello resalta su consistencia democrática: “(…) el municipio es la expresión más directa de las relaciones políticas democráticas dentro del Estado, lo cual refleja la forma de representación entre gobernantes y gobernados como resultado de las relaciones de clase en el conjunto de la sociedad” (Castells, 1981: 301).

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Atendiendo a las ideas expuestas, adelantamos algunos supuestos sobre la cuestión mediática que buscaremos someter a juicio mas adelante: a) Siendo los medios y servicios públicos de comunicación una dimensión específica de la constitución del gobierno, podríamos sugerir que el municipio se define entre otras aspectos por el conjunto de operaciones de apropiación mediática que establece con los diferentes actores sociales, en el marco de sus relaciones de distribución de productos y servicios de comunicación, y de los tipos de consumo mediático de la sociedad como un todo. b) La relación económica, política y cultural que se establece en términos generales entre el nivel municipal y central del Estado define en gran medida las condiciones específicas de existencia y apropiación de los medios y los servicios públicos de comunicación en la ciudad. A su vez, estas relaciones se presentan en un nuevo contexto en el que la crisis estructural del capitalismo y la crisis de legitimidad del Estado centralizado plantean la necesidad de nuevas instituciones y de nuevas formas de gestión. c) Cabe preguntarse en qué sentido y medida las características diferenciales señaladas para los medios y servicios públicos que despliega el gobierno local (descentralización estatal, penetración social, accesibilidad social, consistencia democrática) se correlacionan con las atribuciones que igualmente diferencian de forma más o menos sustancial a los medios públicos locales de comunicación, de los medios públicos regionales y nacionales, y de los medios y servicios privados de comunicación, y cómo éstos se manifiestan en el plano de los medios y del mensaje, del contenido y del artefacto tecnológico.

La crisis urbana y la intervención del Estado Desde su particular estructuralismo, Castells entiende como crisis urbana una incompatibilidad objetiva de intereses sociales, que se expresa en la disputa por la apropiación de los servicios públicos colectivos, y que en todo momento desborda el proyecto de ciudad del gobierno local: “Por cínica que pueda parecer esta observación, podemos generalizar y decir que una crisis urbana no se define por el sufrimiento humano o la falta de alojamiento, sino por la medida en que un sistema dominante de intereses sociales no puede cumplir los intereses básicos esperados de un sistema urbano, ya sea a causa de contradicciones internas entre algunos de los objetivos, ya por el reto creciente de intereses sociales alternativos” (Castells, 1983: 303). La crisis urbana resulta entonces una manifestación directa del proceso de desarrollo de los servicios públicos municipales: “La crisis municipal expresa, pues, en primer término, la crisis urbana entendida como crisis de los servicios públicos colectivos, consecuencia directa de la crisis estructural de la acumulación capitalista y de las políticas de austeridad utilizadas para superarla” (Castells, 1981: 311). Volvamos a la intervención mediática del Estado municipal. ¿Qué relación podemos plantear entre la crisis urbana así entendida y la constitución de los medios públicos de comunicación municipal? ¿En qué medida las crisis urbanas tienen o han tenido algo que ver con la disputa por y en los servicios y medios públicos de comunicación local? ¿Hay incumplimiento del Estado municipal en la prestación de dichos servicios? Si así fuera, ¿quiénes son los actores y cuáles son los intereses elementales que participan de la disputa potencial por la expansión o contracción de los medios y servicios de comunicación local? Si pensásemos que no, que efectivamente no hay demanda social de medios públicos de comunicación local, ¿podríamos con ello descartar incluso la posibilidad de una incidencia indirecta de los medios y servicios públicos de comunicación en la formación de la crisis urbana, ya sea por excesiva presencia o por su ausencia? Este último punto nos lleva automáticamente a pensar en el tipo y la medida de incidencia y de relación que se establece

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entre las políticas de comunicación municipal y el conjunto de las fuerzas de intervención del Estado municipal en relación a la crisis urbana. Sabemos que la política municipal define en gran medida la dimensión que adquieren las luchas y las negociaciones en la escena política municipal. A partir de ello es posible suponer que dependiendo de las condiciones de recepción y de interacción con y por los medios y servicios públicos de comunicación local (en relación al conjunto del sistema de medios de comunicación), éstos podrían resultan claves en la definición del escenario de lucha de la política municipal. Planteado de otro modo, la intervención del Estado en la producción, distribución y gestión de bienes y servicios presenta para Castells un carácter contradictorio, sujeto a las relaciones de fuerzas entre actores sociales, que tiende a exacerbar la instancia de lo político en el territorio urbano: “Ante las demandas populares y las necesidades del capital, el Estado interviene produciendo, distribuyendo y gestionando los bienes y servicios así requeridos. De esa forma, el conjunto de la problemática urbana se politiza al ser su centro el Estado, instrumento específico de los procesos de poder. Con mayor motivo porque dicha intervención es profundamente contradictoria. Por un lado, porque al ser el Estado expresión de los conflictos de poder y de las luchas sociales en su seno, los sistemas urbanos oscilarán en función de las correlaciones de fuerzas y se convertirá en escenario y objeto de una extensión de la lucha de clases” (Castells, 1981: 321) En este sentido, la concepción del servicio público entra en aparente contradicción con las políticas económicas del Estado municipal, orientadas a favorecer la expansión de los intereses económicos privados: “El conjunto de esta política desarrolla una cierta contradicción entre el aparato urbanístico del Estado, constituido institucional y políticamente en torno a la concepción del servicio público, y la práctica consistente en favorecer sistemáticamente la acumulación del capital privado” (Castells, 1976: 226). En cuanto a los medios de comunicación: ¿de qué forma resulta contradictorio el desarrollo de medios y servicios públicos de comunicación local, en relación a los procesos de acumulación del capital privado? O dicho de otra manera, ¿qué forma adquiere la dinámica de dichos medios y servicios públicos en el escenario de las demandas políticas locales y las expectativas empresariales de beneficio económico? Un aspecto sensible en este punto tiene que ver con las consecuencias económicas de la intervención o de la expansión política del municipio. Castells enciende la alarma de los servicios públicos al indicar cómo la expansión de los mismos puede actuar como factor precipitante de una crisis de hacienda y del crecimiento de la deuda pública: (…) dicha intervención pública desemboca en la crisis de las haciendas públicas a medida que los ingresos no pueden seguir el ritmo de crecimiento del gasto, debido al doble límite de la resistencia del capital a invertir más allá de un cierto umbral impositivo y de las protestas populares con respecto a un aumento desmesurado de la presión tributaria. Como la infraestructura necesaria al capital y los servicios requeridos por la población tenían que ser cubiertos, el Estado en general y los municipios en particular hubieron de recurrir a un aumento de la emisión monetaria y, sobre todo, a una emisión de deuda pública que cubriera con creces el aumento de las capacidades productivas de la economía (…) La razón es obvia: se trata de concentrar los recursos públicos que queden en las inversiones destinadas a mantener la tasa de ganancia del capital privado, motor del sistema (Castells, 1981: 310). Dicho esto, Castells llega a la misma conclusión que Habermas: la expansión del Estado es inseparable de su crisis de legitimidad: “Porque un Estado omnipresente, en una sociedad cada vez más contradictoria, genera revueltas cada vez más profundas, oposiciones

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cada vez más diversificadas, resistencias cada vez más intensas. La expansión del Estado es inseparable de su crisis de legitimidad. Su fuerza creciente es el fundamento mismo de su debilidad rampante” (Castells, 1981: 313). Esta afirmación es ciertamente crítica para el proyecto de servicios públicos de comunicación que promueve el Estado municipal y/o le demandan los diferentes actores sociales. La medida de la dificultad es enorme, y cobra mayor virulencia en tanto aumenten las especulaciones y sospechas sobre la posibilidad de que una fuerza creciente de los servicios públicos de comunicación municipal podría constituirse en el fundamento de la crisis de legitimidad del gobierno local. De igual modo, la crisis de legitimidad política del estado municipal no necesariamente conlleva la revisión de las voluntades, capacidades y posibilidades del gobierno para la dirección cultural de la ciudad, que implicaría entre otros aspectos tomar una decisión consciente a favor o en contra de la planificación y el desarrollo de servicios y medios de comunicación de creciente valor público. Es frecuente constatar la ausencia de la función municipal de gestión de la base cultural-audiovisual de la vida cotidiana en la ciudad, en una situación en la que los poderes de decisión fundamentales residen en el Estado central, que muchas veces promueve su propio programa de generación y difusión de símbolos a escala nacional, que no siempre acuerda con el proyecto político del gobierno local. ¿Cómo combatir la deslegitimación de la autoridad municipal en la conciencia ciudadana? ¿Requiere ello someter a revisión la estrategia cultural de los gobiernos municipales, y su política de financiación, cualquiera sean los intereses dominantes que promueva, aunque el objetivo de mínima sea la lucha electoralista por legitimar el mandato popular? Llegado a este punto, proponemos un breve paréntesis para recordar, como señalamos al principio del artículo, que Castells teoriza sobre los procesos de consumo colectivo en un contexto bien distinto al actual. En aquel momento previo a la revolución conservadora de Reagan y Thatcher, las fuerzas de apropiación del Estado conservaban en propiedad gran parte del aparato productivo, y las correlaciones de fuerzas entre actores sociales eran menos favorables a las empresas privadas. En aquel escenario, Castells advertía de la amenaza que implicaba el creciente control estatal de los medios de producción y del empleo total nacional: “No sólo el Estado controla hoy una parte esencial de los medios de producción y de la inversión total y representa una proporción decisiva del empleo, sino que su presencia se extiende a todos los ámbitos de la vida social, desde la tasa de interés a los programas escolares, pasando por los medios de comunicación, las formas de consumo (…). Una tal ampliación de las funciones del Estado, con su correspondiente maquinaria para hacer efectivo su ámbito de actuación, es uno de los rasgos más amenazantes de las formas de Estado en el capitalismo monopolista” (Castells, 1981: 313). Si bien luego de la reestructuración económica neoliberal de la década del 80 y del 90 del siglo XX el Estado comienza a recuperar selectivamente ciertos espacios y funciones en la dirección económica de la sociedad, éste continúa en el presente sin tener el control de una parte esencial de los medios de producción, de distribución y de gestión de los medios y servicios públicos. En el contexto actual, proponemos invertir la tesis de Castells, y por lo tanto afirmar que la reducción de las funciones sociales del Estado, con su correspondiente maquinaria para hacer efectivo su ámbito de actuación, es uno de los rasgos más amenazantes de las formas del Estado en el capitalismo avanzado. Ello permitiría actualizar desde una concepción de servicio público los problemas que involucran a la planificación municipal del consumo colectivo de medios de comunicación. Esto es tanto más importante, como señala Castells, “cuanto que la intervención del Estado en el consumo colectivo politiza el conjunto de las contradicciones urbanas, transforma el Estado en organizador de los equipos de la vida cotidiana y globaliza y politiza los conflictos que surgen en esta esfera (Castells, 1976: 214).

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Los medios y servicios públicos (de comunicación) municipales Desde la explicación marxista de Castells, la importancia de los medios y servicios públicos se definen en función de su capacidad de determinación de las fuerzas de trabajo, cuyo desarrollo es estratégico para la expansión de los proyectos empresariales privados: “La vivienda, la escuela, la sanidad, el transporte, la cultura, y tantos otros servicios esenciales de un sistema urbano, son elementos decisivos para determinar la cantidad y la calidad de las fuerzas de trabajo, y, por tanto, pasan a ser instrumentos decisivos en la creación de valor en las sociedades capitalistas avanzadas” (Castells, 1981: 320) Ahora bien, en la visión de Castells, como ya hemos anotado, la existencia de los medios y servios públicos resulta contradictoria en varios sentidos. Desde una lógica económica, a partir del momento que su prestación no es rentable para el capital privado, pero al mismo tiempo se vuelve imprescindible para garantizar la fuerza de trabajo que inicia el proceso de crecimiento económico capitalista: “Así se puede comprobar una contradicción fundamental en el capitalismo avanzado entre, por un lado, el hecho que los medios colectivos de consumo (en la base de la organización de las ciudades) se requieren por el capital para una reproducción adecuada de las fuerzas de trabajo y los exigen las masas populares, y, por el otro, generalmente no son rentables en una producción capitalista” (Castells, 1976: 211). Por otra parte, desde una perspectiva cultural, porque el proceso de estatización a través de los medios y servicios públicos tiende a oponerse al desarrollo identitario de las comunidades de base: “Es más, el proceso creciente de estatización de la vida cotidiana a través de la política de equipamientos colectivos tropezará con la defensa de la identidad cultural y social de las comunidades de base (…)” (Castells, 1981: 321). El registro de la importancia y el carácter contradictorio de los medios públicos colectivos en los términos expuestos, nos sugieren dos premisas para pensar los medios y servicios públicos de comunicación: a) Antes que como elementos decisivos para la reproducción de la fuerza de trabajo, aunque sin prescindir de ello, podríamos presentar los medios y servicios públicos de comunicación como dispositivos claves para la determinación de las fuerzas de consumo colectivo, en sus diferentes lógicas económica, política y cultural. b) Los medios públicos de comunicación se desarrollan en una línea discordante respecto a las contradicciones expuestas por Castells: éstos no responden a intereses empresariales, a la vez que continúan no siendo rentables para la producción capitalista. Así expuestos, ambos puntos nos disparan ciertos interrogantes. Respecto a b): ¿Qué sucede con aquellos servicios públicos colectivos que gran parte de la sociedad no registra como necesidad, que en principio no favorecen ni perjudican directamente a los actores empresariales de mayor peso a nivel local, que sí compiten con los intereses de las grandes empresas mediáticas, pero que resultan estratégicos para las ambiciones públicas, para la conquista de una matriz relativamente común de sentido y opinión ciudadana, que involucre las experiencias compartidas en la ciudad, y con ello garanticen cierta disputa por los patrones de existencia social, así como un territorio de lucha específica por la búsqueda de representación política de la sociedad y por la legitimidad del gobierno municipal, en el proceso de construcción de poder local?. Respecto a a) y b): ¿Cómo hacer frente a la creciente mediatización de los procesos de influencia social, al aumento de importancia de la dimensión audiovisual para la definición de

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los procesos de significación social? ¿A partir de qué elementos se supone que el gobierno municipal pretenderá conservar en un futuro próximo su base de poder, su capacidad de existencia colectiva, el reconocimiento de su institucionalidad? ¿Cómo se pretenderá apuntalar el gobierno local, frente a las estrategias de mercadeo económico y político de las grandes corporaciones mediáticas que avanzan en el proceso de transformación mercantil de lo social, presionando para la expansión de sus ganancias en un mercado de consumo cada vez más desigual, buscando nichos de alta rentabilidad, provocando la hiper-individualización de los actos de consumo cultural, la segmentación y fragmentación de las audiencias según su poder adquisitivo y la consecuente totalización de lo minúsculo y lo privado, desconectado de los espacios comunes de convivencia social?. ¿Cuáles son en la actualidad los aspectos críticos de los procesos de construcción cultural en el territorio urbano, de construcción de legitimidad del Estado municipal, y qué lugar le asigna éste último a la creciente mediatización de los procesos de influencia colectiva?

Conclusión En primer lugar, y esto vendría a ser un rasgo más bien novedoso, la cuestión de las políticas del gobierno local asociadas a los medios públicos de comunicación, o también de la escasez o la práctica ausencia de ellas, expresan en la actualidad una nueva dimensión de la crisis municipal, y ello en la medida que avanza las mediatización de los procesos de determinación social. La dimensión y las formas que cobran las luchas de los diferentes actores sociales por la expansión de sus fuerzas de opinión y de apropiación guardan estrecha relación con el papel que juegan en el sistema los medios y servicios públicos de comunicación. Estos medios y servicios municipales son el resultado del proceso de lucha y negociación en el campo político municipal, de los distintos actores sociales con cierta capacidad de incidencia en el gobierno local. En este sentido, los medios públicos de comunicación como fuerza de apropiación no están agotados (como sugieren las ideologías neoliberales), ni están dados de una vez y para siempre. Creemos que lo público es una conquista situada y que su extensión conlleva la contracción de lo privado. Siguiendo a Benjamin, Brecht y Elsenzberger, Douglass Kellner adopta una perspectiva de los medios de comunicación que denomina el “enfoque de la hegemonía”. Este señala a los medios de comunicación como el terreno de una hegemonía siempre cambiante y en evolución, en la cual los consensos se forjan en torno a la competencia entre posiciones políticas, valores y visiones de mundo. El Enfoque de la Hegemonía analiza los medios de comunicación como parte de un proceso de lucha económica, política, social y cultural. Según este enfoque, diferentes clases, sectores de capital, y grupos sociales compiten por la dominación social, intentando imponer sus visiones, intereses y agendas a la sociedad como un todo. La hegemonía es pues un desplazamiento, complejo, abierto, siempre sujeto a impugnación y agitación (Kellner, 2003: 16). Esa visión permite abrir el terreno a la potencialidad de lo público en la evolución mediática, a partir de la afirmación de la naturaleza contingente de la composición de lo público / privado. Ello pone sobre el tapete, entre otros aspectos, la importancia de las batallas en y por los medios de comunicación para la construcción social de hegemonía y de poder, en la tensión irreductible entre lo público y lo privado. Como bien señaló Kellner: “La lucha por un sistema de comunicación democrático es por lo tanto la lucha por una sociedad democrática” (Kellner, 2000: 11) Volviendo al análisis desarrollado en el artículo, podemos observar cómo esta visión de los medios y servicios de comunicación es complementaria de la perspectiva de los procesos de consumo colectivo que desarrolla Manuel Castells, y de la equiparación que proponemos a partir del autor de los medios de comunicación como servicios públicos colectivos, integrándola al corazón de la idea de crisis urbana y de cambio social. En segundo lugar, adelantamos algunos puntos respecto a la potencial contribución de este período de producción teórica de Castells para el análisis de la relación de los medios de comunicación con los procesos de cambio social que se dirimen a nivel municipal y para la posibilidad de pensar al interior del marco descrito, a los medios de comunicación como uno de los tipos de servicios o medios públicos colectivos de consumo. A grandes rasgos, consideramos aspectos positivos:

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- La perspectiva general que adopta el autor para el análisis de situaciones sociales y 11 políticas concretas: Al igual que la de Gramsci o cualquier perspectiva marxista, se concentra en el análisis de las “relaciones de fuerzas”, condensaciones de economía, cultura política y organización. - La pretensión de explicación de la dinámica del cambio social: En tal sentido adopta las relaciones de poder como objeto de análisis. Más bien el entramado de relaciones de lucha entre los diferentes actores con pretensiones de poder. Suscribe a una teoría del conflicto (y del poder) desde una perspectiva multidimensional. - La perspectiva del gobierno municipal como un actor social específico, desde una mirada estratégica a la totalidad del juego social (en este caso desde la perspectiva de la “planificación urbana”): Ello en el marco de una visión multiperspectivista sobre la lucha de poderes. Entre otros aspectos, entendemos que la visualización de las contrariedades que expresan el nexo de economía y política en la formulación de políticas públicas y el dilema financiero de la gestión municipal con arreglo al juego de poder, son contribuciones efectivas de la perspectiva en cuestión. - Las ciudades como espacio y tiempo social de análisis y como territorios principales 12 de las nuevas batallas geopolíticas (en relación con la producción de Mike Davis ). En tercer lugar, para concluir, señalamos algunas de las futuras líneas teóricas que buscaremos desarrollar con y contra la perspectiva marxista de Castells y otros, para avanzar en la investigación de la relación entre los medios, servicios y/o tecnologías de comunicación y los procesos de cambio social: - El deslizamiento de las categorías marxistas (aunque no necesariamente en línea con las visiones actuales del autor), abandonando el enfoque centrado exclusivamente en el proceso de desarrollo económico y su expresión política y cultural, y adoptando una perspectiva ampliada de lo social (donde lo económico es un campo práctico más, que no necesariamente actúa como determinante en primera instancia), adoptando una perspectiva de totalidad situada y un paradigma del conflicto, para la explicación del proceso histórico de cambio social. - El reemplazo de la lógica de clases por una lógica de juego entre actores sociales (a la vez individuales, grupales, organizacionales). Estos actores sociales se definirían en primer lugar a partir de las acciones y operaciones condicionadas de apropiación que desarrollan en las diferentes situaciones del juego social. - La subsunción de las relaciones específicas de producción a las relaciones sociales o relaciones de poder, definidas en primera instancia a partir de una noción ampliada de apropiación. Ello permitiría un primer deslizamiento de las fuerzas productivas a las fuerzas apropiativas (como expresión del conjunto de las fuerzas sociales).

Bibliografía CASTELLS, Manuel. 1972. La cuestión urbana, Ed. SXXI, México, 16ed, 2004 CASTELLS, Manuel. 1976. Crisis del Estado, Consumo colectivo y Contradicciones Urbanas, en Poulantzas, Nicos -ed.- (1976): La Crisis del Estado, Ed. Fontanella, Barcelona, 1977, p205237. CASTELLS, Manuel. 1978. City, class and power, MacMillan, London. CASTELLS, Manuel. 1981. Crisis urbana y cambio social, Ed. SXXI, Madrid.

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Ver Gramsci, 1949.

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A este respecto, es recomendable la lectura de dos obras de Mike Davis: Planets of slums (Davis, 2006) y Dead Cities, and Other Tales (Davis, 2003).

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CRISIS URBANA, CAMBIO SOCIAL Y MEDIOS PÚBLICOS DE COMUNICACIÓN. ESTEBAN TORRES CASTAÑO (pp. 109–122).

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democracy,

en

PAHL, R.E. 1978. Castells and Collective Consumption, in Sociology, 1978; 12; 309

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III. DOCUMENTOS UNIVERSIDAD DE LA FRONTERA

PERSPECTIVAS DE LA COMUNICACIÓN

PERSPECTIVAS DE LA COMUNICACIÓN · · 2009


CULTURA SOLIDARIA, MEDIOS DE INFORMACIÓN Y PARTICIPACIÓN CIUDADANA. NOTAS SOBRE LA MEDIACIÓN LOCAL Y LAS POLÍTICAS DE INTEGRACIÓN SOCIAL EN ESPAÑA. FRANCISCO SIERRA CABALLERO. (pp. 124–137).

CULTURA SOLIDARIA, MEDIOS DE INFORMACIÓN Y PARTICIPACIÓN CIUDADANA. NOTAS SOBRE LA MEDIACIÓN LOCAL Y LAS POLÍTICAS DE INTEGRACIÓN SOCIAL EN ESPAÑA

PUBLIC COMMUNICATION, THIRD-SECTOR AND CITIZEN PARTICIPATION. NOTES ABOUT THE SOCIAL POLITICS (FOR SOCIAL INTEGRATION) AND THE MEDIATION IN LOCAL COMMUNITIES IN SPAIN

Dr. Francisco Sierra Caballero Universidad de Sevilla fsierra@us.es Sevilla, España.

Introducción

E

s por todos sabido que la comunicación puede ser un elemento dinámico de captación del interés y promoción de la cultura solidaria, más allá del efecto de caja de resonancia que tiene la función difusora de las industrias periodísticas. La idea de la comunicación como la construcción del lenguaje de los vínculos ha adquirido, de hecho, en los últimos años, una relevancia y proyección en la agenda pública que ha obligado a gobiernos y organismos internacionales a repensar la relación entre mediación y cambio social. La idea matriz de la dinámica comunicativa como proceso de construcción comunitaria nos interesa, a este respecto, estratégicamente, como un eje nuclear de articulación de las mediaciones sociales necesarias para el progreso y desarrollo social, desde el punto de vista de la cultura solidaria, lo que, naturalmente, conlleva tomar en consideración la necesidad de definir una nueva mirada de los medios y las políticas públicas del Estado en materia de igualdad y bienestar social centrada en el modo de religación y representación de la propia noción de espacio público. Más concretamente, el reto de la comunicación para el desarrollo apunta, en esta línea, al reto de pasar de una visión mediocéntrica a una lectura crítica de las mediaciones a partir de las dinámicas de trabajo, consenso e interacción del voluntariado social. Y ello, en buena medida, porque la noción implícita de redes, el lenguaje de los vínculos, es un concepto asociado a las Organizaciones No Gubernamentales (ONG´s), por el que distintos teóricos interpretan el sentido de religación del tejido social organizado, la urdimbre activa de la vida social, como una red de los hilos que trama la solidaridad secundaria más allá de las relaciones primarias de familiaridad, de intercambio amistoso y buena vecindad, articulando, como resultado, formas consistentes de ciudadanía. Por ello, se ha atribuido al Tercer Sector un rol de intermediación basado en su función comunicativa estratégica como sistemas de traducción y contacto que hacen lógicamente representable aquello que el Mercado y el Estado no pueden comunicar desde el punto de vista de las necesidades. A partir de sus redes de relación y convivencia, “la sociedad civil se configura como un espacio interrelacionado y diferenciado del Estado, la comunidad y el mercado, caracterizado por rasgos de voluntariedad, asociacionismo y compromiso de responsabilidad y participación en causas sociales, oferentes de bienes mixtos (de carácter privado, público o solidario) cuyas decisiones son debatidas en base a los argumentos presentados por sus miembros” (García Inda/Martínez de Pisón, 2001: 33). Esta capacidad dialógica y de intercambio comunicativo es, en principio, bien distinta a la capacidad de difusión o distribución del Estado, y desde luego a la lógica porosa, pero instrumental, de popularización del mercado. En este sentido, como recuerda Gutiérrez de Resa, las ONG´s tienen la virtud de construir un nuevo espacio público de interlocución y encuentro. “El Tercer Sector sobrepasa lo privado–mercantil y ensancha lo público estatal, participando de responsabilidades que tradicionalmente ha desempeñado el Estado, e introduciéndose en el mercado para racionalizar el bienestar social, sobre todo el de los más desfavorecidos (…) El Tercer Sector, y sobre todo las entidades de voluntariado, (actúan en

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este sentido) como valedores y garantes del bienestar de los más débiles, que no es prioridad de otras entidades del sector, ni tampoco alcanza a cubrirlo la responsabilidad pública” (Gutiérrez Resa, 1997: 221). Desde el punto de vista de la mediación, por tanto, la principal potencialidad de las ONGs es su capacidad de interpelación al gobierno y los poderes del Estado para abrir las temáticas de la Administración Pública a otros temas de interés renovando así la agenda de los medios y, en limitada medida, las voces singulares que aparecen proyectadas en el escaparate o espejo público. En este sentido, representan, dada su flexibilidad y eficiencia organizativa, una alternativa comunicacional a las tradicionales desventajas asociadas a la maximización de beneficios y a la burocracia estatal, en la justa medida que el voluntariado contribuye, en esta línea, a la socialización de lo público mediante una mediación entre población y bienes colectivos. La cooperación entre el Estado y el Tercer Sector y entre el tejido social y los intereses del mercado impulsan hoy, de hecho, en Europa una nueva cultura de participación y acceso público a los servicios sociales basados en la cooperación y la iniciativa estratégica y creativa de la ciudadanía, imprimiendo cambios significativos en la cultura política y las formas de comunicación de las instituciones y agentes locales. Tales modificaciones en la agenda y la cultura mediadora impulsadas por el Tercer Sector no han performado, sin embargo, la acción mediadora de las empresas periodísticas. En el presente artículo, se van analizar los cambios y evolución histórica de esta compleja relación presentando, en el caso español, las tramas de articulación de la dialéctica de la participación y la solidaridad en el espacio público entre el Estado, el Tercer Sector y la propia estructura de la información periodística, a fin de comprender el papel de los medios de información local en el desarrollo y comprensión de las políticas de integración del Estado de Bienestar.

Cultura solidaria y Tercer Sector. El reto de la comunicación pública ciudadana. La Declaración Universal sobre el Voluntariado (París, 1990) define el compromiso solidario como un instrumento de desarrollo económico, cultural, social y medio ambiental, que obliga a los Estados, empresas, instituciones internacionales, y desde luego a los medios de comunicación, a contribuir al desarrollo de los objetivos solidarios. Por lo general, las industrias de la información no han favorecido, sin embargo, en esta línea, la asunción real y efectiva de tal compromiso. Si bien es cierto, como decimos, que los medios son un potente recurso de intermediación entre el Estado, el mercado y la sociedad civil, la realidad de la mediación cognitiva y estructural de la comunicación como dominio es que el relato y la agenda pública de los medios ha fijado la acción social voluntaria en los servicios sociales planificados como parte del apoyo al sistema productivo, imponiendo y salvaguardando la centralidad de la acción social del Estado en la esfera mediática como protagonista de la política informativa solidaria. Desde luego, un análisis pormenorizado de los procesos de mediación periodística en materia de asuntos sociales, revela que la comunicación pública en esta materia hoy por hoy no es heterogénea ni permite expresar la voz de diferentes culturas solidarias. Si bien la comunicación, aún sin pretender convertirla en recurso sustitutivo de la participación del Tercer Sector en los Servicios Sociales y las políticas de igualdad, permitiría no obstante conformar un espacio de articulación más horizontal entre ciudadanos, ONG´s y Administración Pública, la realidad observada en diferentes estudios aplicados dista bastante de facilitar un camino en esta dirección (Llera/Sierra, 2009). Cuando aquí planteamos el reto comunicativo de la cultura solidaria y la necesidad de participación y acceso público al espacio mediático por parte de la ciudadanía para una nueva lógica de la mediación social en el ámbito o espacio municipal, entendemos que la comunicación solidaria debe partir de un enfoque integral de estas mediaciones que permita a la comunidad apropiarse de recursos y espacios de interlocución facilitando el empoderamiento de las voces ocluídas en las formas actuales de dependencia y jerarquía del sistema informativo y de los propios servicios públicos en materia de asistencia social, solidaridad y políticas de igualdad. Y ello en virtud de que, en la proximidad de la comunicación, en la praxis del diálogo se construye la comunidad, se hace solidaridad compartida, solidaridad reflexiva, no mecánica.

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La comunicación, en otras palabras, ha de contribuir a esta voluntad de entendimiento, a este compromiso solidario que garantiza la libertad con igualdad social, a partir del reconocimiento y puesta en práctica de la política de la diferencia y la heterogeneidad productiva, pues diversas son las culturas solidarias y las formas de cooperación, las necesidades y, desde luego, las demandas de la población. La comunicación solidaria debe procurar en este sentido formar y desarrollar comunidades de bienestar, identidades y formas de trabajo abiertas y dialogantes. No otra cosa es el lenguaje de los vínculos, y la potencia creativa del voluntariado social. Como advierte Gutiérrez Resa, “el voluntariado implica el uso del diálogo como método, siendo expresión de la diversidad de la comunidad y la participación, incluida la que corresponde al diseño y programación de la propia actividad voluntaria” (Gutiérrez Resa, 1997: 72). Esta política y cultura solidaria del voluntariado social necesita construir igualdad en la diferencia desde los espacios domésticos, desde las redes elementales de sociabilidad, intercambio e identificación. Como apunta Habermas, la solidaridad forma parte de la estructura misma de la acción comunicativa y de los mundos de vida, mediando los procesos de integración y socialización. Es en el espacio de los mundos de vida donde se produce la integración normativa, la construcción de la cultura y la reproducción simbólica. Por tanto, toda política comunicativa solidaria depende de la capacidad de reorganización de las comunidades con los medios de expresión y organización social a este nivel. En otros términos, “la fuerza de la sociedad civil y del voluntariado reside precisamente en la comunicación directa con los participantes, con los ciudadanos que se acercan a sus redes y estructuras no gubernamentales” (Gutiérrez Resa, 1997: 52). La cuestión crucial a discutir es por lo tanto hasta qué punto las políticas informativas de los actores con responsabilidad en materia de bienestar e igualdad social promueve una esfera pública y una cultura de la ciudadanía solidaria en estos espacios de interacción de los mundos de vida, entendiendo por cultura solidaria la cultura del voluntariado social basada en “el reconocimiento de la pluralidad, la constitución de una red estable entre las entidades voluntarias que desean dar respuesta a las necesidades sociales, la necesaria participación en los programas tanto de los propios voluntarios como de la propia comunidad a la que se hace la propuesta de actuación; (de ahí que) en este sentido, se deben tener presentes los procesos y las dinámicas naturales que se dan en las entidades y en la red social” (Gutiérrez Resa, 1997: 84). Si la solidaridad es firmeza, obligación contraída, solidez, comunidad, racionalidad compartida, o, en palabras de Emilio Lledó, “convivencia en el nomos”, una cultura solidaria consistente es aquella que no solo propone una ciudadanía consciente de los problemas de exclusión y las exigencias públicas de integración y desarrollo comunitario al estar informada, sino que además promueve la asociación y la cohesión social, articulando redes participativas de autoorganización y gobernabilidad local. Una cultura solidaria integral presupone, en definitiva, la articulación de nuevas formas de mediación que fortalezcan las relaciones sociales y humanas por la igualdad generando procesos de apropiación, participación y autodeterminación social en los que el denominado Tercer Sector, como decimos, ha de cumplir una función coordinadora y de liderazgo estratégico en la medida que representa un “conjunto de organizaciones surgidas de forma espontánea, diferenciada y mediadora de intereses no reconocidos satisfactoriamente por la autoridad (Sector Público) y las empresas (Sector Privado)”, activando las dinámicas de voluntariado social (García Inda/Martínez de Pisón, 2001: 41). El liderazgo de las políticas de mediación y comunicación solidaria de estos agentes sociales garantiza – de acuerdo a Gutiérrez Resa – la realización del discurso y la praxis de la solidaridad, el desarrollo de una verdadera conciencia comunitaria y de responsabilidad ciudadana, al exigir eficazmente en su intervención “entendimiento, seguridad, bienestar, formación y competencia, actuación sobre la raíz de los problemas, colaboración con respecto a la autonomía, denuncia pacífica de todo sistema económico-político no democrático e intervención con proyectos para romper los circuitos de la marginación” (Gutiérrez Resa, 1997: 85).

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Sabemos, ciertamente, que el voluntariado es el sector más operativo y transformador de la sociedad civil, en virtud de su elevada conciencia de solidaridad colectiva y el compromiso individual de cambio e intervención eficiente en la esfera pública. Ahora bien, toda actividad de intervención solidaria del voluntariado por regla general se ve expuesta a varios dilemas, en opinión de Javier de Lucas, que hacen compleja su mediación: 1. El dilema entre el altruismo y el deber (el oxímoron del voluntarismo forzoso). 2. El dilema entre la proximidad y la universalidad. 3. El dilema de la pluralidad y la eficacia. 4. El dilema de la gratuidad y la creación de riqueza. 5. La domesticación de la voluntad de autonomía. 6. Y el dilema de la representación y la autenticidad. La reflexión a conciencia de estas paradojas o contradicciones de la construcción solidaria del espacio público, en la línea apuntada por Javier de Lucas, debiera llevarnos a pensar críticamente el papel mediador de las organizaciones y movimientos sociales. Más aún cuando pensamos cómo la emergencia del Tercer Sector y de las redes de solidaridad y del movimiento del voluntariado tiene lugar en Europa paralelamente a la transferencia de funciones de responsabilidad del Estado de Bienestar a la sociedad civil, en la década de los ochenta, equilibrando los desajustes del mercado cuando no supliendo el vacío y las carencias en materia de atención básica que compete a la Administración Pública. Aún reconociendo la relevancia del voluntariado social – más del diez por cierto de la población con mayoría de edad –y con ella la emergencia de una nueva realidad política de la ciudadanía que plantea, de forma activa, nuevos vínculos y formas de intervención solidaria con la consiguiente apertura de vías de acción colectiva y movilización que obliga a los poderes públicos a replantear sus modelos de planificación de los programas de bienestar social y, por momentos, alteran los tradicionales parámetros de la agenda pública de la Administración y los medios informativos, no podemos pasar por alto la estrecha determinación de los factores macroestructurales que hacen posible esta intermediación del Tercer Sector por exigencias de la flexibilización y adelgazamiento del Estado en el modo postfordista de producción del capitalismo. Históricamente, en especial a partir de la segunda mitad del pasado siglo, el voluntariado y las ONG´s han mostrado una eficaz capacidad de atención a las necesidades urgentes y radicales de la población a diferencia del Estado, y sus políticas públicas, en respuesta normalmente a las necesidades y condiciones de regulación del mercado y la libre competencia. La capacidad de organización y respuesta rápida a situaciones de emergencia, así como su carácter flexible, poroso y abierto a las demandas concretas y locales de la ciudadanía, han convertido a estos actores colectivos en estratégicos analistas y supervisores del cambio y las necesidades públicas en materia de igualdad y bienestar social. Al tiempo que esta capacidad exclusiva de monitoreo, diagnóstico e intervención, paulatinamente ha ido comprometiendo a las organizaciones civiles de voluntariado en una lógica de gestión tecnocrática, populista o mercantil, que en muchos casos ha terminado derivando en formas paternalistas de integración dependiente de los beneficiarios de las acciones de integración social y solidaridad, y de los propios ciudadanos en general. En resumen, la dependencia del sector mercantil y del Estado ha terminado así por limitar el alcance y la potencia creativa, desde el punto de vista praxiológico, de la acción social del voluntariado en España. Las capacidades y funciones estructurales asociadas a este sector social (innovación, identidad, mediación, participación social, asistencia, prestación de servicios) han sido relegadas por la función subsidiaria y dependiente respecto al Estado. Esto es, la acción social no gubernamental es, en muchos casos, una forma sustitutiva de atención de las demandas ciudadanas no realizadas por las políticas públicas del Estado y de los servicios sociales autonómicos o municipales. Ello explicaría en parte que la imagen habitual que la ciudadanía tiene de las organizaciones sociales solidarias sea por regular la de organizaciones destacadas tanto por la fiabilidad, el prestigio, la eficiencia y la eficacia, como por el interés específico o singular, cuando no el distanciamiento de la realidad cotidiana de la

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comunidad, identificando la acción del voluntariado con organizaciones tradicionales como Cruz Roja o Cáritas (Gutiérrez Resa, 1997: 116). Con todo y esto, sin embargo, es posible observar la emergencia embrionaria de nuevas dialécticas entre regulación pública, mercado, comunidad y asociaciones civiles en las que la ciudadanía comienza a demandar espacios de implicación, vías deliberativas de resolución de conflictos y nuevas formas expresivas y de acceso comunicativo, luego también decisorio, sobre las carencias estratégicas en la organización social. Es decir, más que de una cultura de solidaridad en los movimientos participativos de la ciudadanía y el voluntariado social, deberíamos hablar más precisamente en plural de diversas culturas solidarias, de diferentes dialécticas entre Estado/Mercado y tejido asociativo. Así por ejemplo, H. Béjar distingue tres discursos en la matriz de organización del voluntariado y la acción social: El discurso individualista, el discurso cristiano-asistencial y el discurso cívico. El predominio de uno u otro discurso o lógica de la mediación determina el tipo de sociedad civil y la naturaleza de la comunicación que la acompaña. Así, por ejemplo, en España, prevalece la sociedad civil parroquial con pocos asociados pero un elevado porcentaje de voluntariado, mientras que en Estados Unidos tenemos una sociedad civil activa o en Suecia nos encontramos con una sociedad civil integrada con un buen número de asociados pero escaso voluntariado.

La mediación social voluntaria. Historia y desarrollo de la comunicación del Tercer Sector en España. El profesor Gil Calvo distingue cinco tipos de voluntariado: -

El voluntariado estratégico guiado por la racionalidad instrumental pero no por fines inmediatos (sindicatos, partidos políticos, clubs).

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El voluntariado expresivo o estético orientado a los fines inmediatos (deporte, asistencia).

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El voluntariado terapéutico que alivia situaciones de dolor o grave tensión social.

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El voluntariado ético (religioso o cívico).

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Y el voluntariado mixto.

Por su diversidad formal, por sus fuentes de financiación y modelos organizativos, por sus fines o motivaciones que guían sus iniciativas de acción, las organizaciones voluntarias son pues además de diversas, contradictorias y hasta antagónicas, en algunos casos, desde el punto de vista de su corazón ideológico o proyección social. Si tomamos, por destacar alguna de las tipologías al uso, la clasificación que define Ugo Ascoli de las formaciones sociales del voluntariado (Organizaciones religiosas. Sindicatos y organizaciones profesionales. Organizaciones formativas. Fundaciones. Instituciones culturales. Servicios sociales. Organizaciones deportivas. Instituciones médicas. Organizaciones de caridad. Organizaciones políticas. Movimientos Sociales) podemos concluir que tiene poco o nulo sentido hablar de Tercer Sector de forma unívoca y homogénea. Esto es, no existe sin más una cultura solidaria del Tercer Sector, ni una visión unitaria de las políticas de igualdad entre el voluntariado social, aún reconociendo matrices constitutivas y lógicas de acción compartidas. La diversidad de culturas de organización y proyectos sociopolíticos de las ONG´s desde modelos orientados al cambio social a propuestas más asistenciales son indicativos de la existencia de una contradictoria política de información en el Tercer Sector, en el que básicamente podríamos reconocer tres lógicas de la mediación solidaria fundamentales:

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La solidaridad tradicional, guiada por una racionalidad asistencial, dirigida a la ayuda por razones humanitarias, a la mejora y donación de recursos, por criterios religiosos o éticos de caridad, a los grupos más necesitados.

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La solidaridad liberal, inspirada por una racionalidad modernizadora, que orienta todos los esfuerzos de intervención a la promoción, integración y el cambio social según criterios de eficiencia y gestión tecnológica de lo social.

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La solidaridad radical, inspirada en la cultura autogestionaria y la democracia participativa, que promueve formas de autodeterminación comunitaria para la integración solidaria y equilibrada de recursos, iniciativas y voluntades políticas para el apoyo a los colectivos menos favorecidos.

En la vertebración de estas tres formas diferenciales de entender la solidaridad, la intervención y el trabajo diario con la ciudadanía, las organizaciones del Tercer Sector se organizan como un campo paradójico y contradictorio, un campo abierto y en parte conflictivo en el que, por cierto, aún hoy, en la era de la “galaxia Internet”, desconocemos cómo producen su comunicación, qué estrategias mediadoras promueven y piensan, qué cultura informativa y relaciones externas proyectan simbólica y comunicacionalmente. De los pocos y puntuales estudios realizados en nuestro país, destaca el análisis del profesor Javier Erro en el País Vasco, cuyo balance de la comunicación en las organizaciones no gubernamentales de cooperación al desarrollo es, en general, bastante negativo. Las ONGD, según las conclusiones de su informe, carecen en su gran mayoría de recursos y espacios adecuados de reflexión, diagnóstico y planificación de los procesos comunicativos en las que se ven implicadas. Sus actividades comunicativas dependen de inercias, carentes además de la debida coordinación. Y, por lo general, es algo más que frecuente que se encarguen de comunicar los coordinadores y responsables de las ONGD, los encargados de la gestión de proyectos o las personas que están al frente de otras áreas. “Sólo una minoría de ONGD cuenta con oficinas de información y prensa que asuman la responsabilidad de comunicar, aunque en la mayor parte de los casos se centran en la relación con los medios. Pero tampoco existe una adecuada planificación. El perfil tipo nos indica que las personas encargadas de estas oficinas son, en general, jóvenes con estudios de periodismo o publicidad, escasa experiencia y formación en cooperación, muy pocos años de trabajo en la ONGD, mal remunerados y chicos para todo. Si a esto añadimos la presión a la que los somete la institución para que centren su trabajo en la captación de recursos – socios, donativos, relaciones con empresas – y consigan resultados tangibles a muy corto plazo, no es de extrañar la gran movilidad que se da en este tipo de puestos” (Marí Sáez, 2004: 121). Bien como resultado del productivismo o, fundamentalmente, de la especialización y del profesionalismo consustanciales a la institucionalización y maduración relativa de las ONG´s, las asociaciones del voluntariado ven así limitadas su singular capacidad de intervención y cambio social, tanto como su enfoque integrador y holístico de los problemas de solidaridad. Hay que tomar, no obstante, en cuenta que el tema de la comunicación en las organizaciones sociales apenas constituye un asunto de interés y actuación hace menos de dos décadas. A principios de los años noventa, la visibilidad mediática de las ONG´s aparece en la agenda informativa con la tematización de las relaciones internacionales y los problemas de desarrollo y cooperación con los países del Sur. A partir especialmente de la Cumbre Mundial sobre Desarrollo Social de Copenhague (1995), la definición de nuevos medios y capacidades públicas en las políticas sociales de igualdad, favoreció un proceso de descentralización de recursos a nivel local y regional, que fue acompañado de estrategias públicas, mediáticas o comunicacionales de empoderamiento y desarrollo comunitario, inspirando nuevas lógicas de mediación y otras estrategias solidarias en torno a los medios, como canales de visibilidad espectacular de esta nueva realidad. Concientes de la importancia de la opinión pública y de los mecanismos que rigen la mediación social, la mayoría de las organizaciones solidarias comenzaron entonces de forma incipiente a pensar y definir estrategias comunicativas para incidir en la opinión pública. En este contexto, los medios de comunicación se conforman en el factor decisivo para el surgimiento de nuevas solidaridades, expresadas en el auge de las ONG´s, así como con la incorporación de España a los asuntos de ámbito internacional”. Es el tiempo de expansión y reconocimiento público de iniciativas como la Plataforma 0.7%, con la emergencia de organizaciones como Manos Unidas, Asociación Pro Derechos Humanos, o Justicia y Paz, ONG´s que los medios de comunicación (presentarán) como nuevas y ejemplares formas de solidaridad (Gutiérrez Resa, 1997: 216). De esta misma época datan también, en el caso

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español, las primeras políticas sistemáticas de las Comunidades Autónomas en materia de voluntariado social. A lo largo de la historia reciente, iniciada la transición democrática, las políticas y estrategias de comunicación en materia de asuntos sociales ha experimentado cambios significativos en España que podríamos resumir, siguiendo a García Herrero y Ramírez Navarro, en cuatro etapas bien diferenciadas: 1. Etapa filosófica (1975-1982) de incipiente desarrollo en España de los servicios sociales y de una comunicación solidaria concebida de acuerdo a un discurso público racionalizado y una imagen de la acción social “compasiva” o, por el contrario, “integradora” de los servicios sociales comunitarios según un lenguaje abstracto, textos farragosos y tecnicistas y terminología ampulosa y grandilocuente. “Resulta claro que los profesionales de estos innovadores servicios sociales comunitarios, al iniciar su comunicación masiva con la población de su territorio, utilizaron como contenido sus propias preocupaciones sobre la esencia de estos servicios (qué son, cuáles son sus funciones, . . . ), y el lenguaje específico de su propia profesión de trabajadores sociales” (García Herrero/Ramírez Navarro, 2001: 25). 2. Etapa pragmática (1983-1990). Como resultado de la experiencia y la innovación de los servicios sociales y su manejo de los recursos informativos, a partir de la mitad de los años ochenta las organizaciones sociales reajustan pragmáticamente los métodos y técnicas de intervención con los medios. Las campañas informativas tratan sobre todo de mostrar a los ciudadanos la utilidad de los servicios desde el punto de vista del receptor, resaltando los servicios concretos y prestaciones sociales que ofrecen con un lenguaje coloquial y el uso inteligente de la fuerza ilustrativa de la imagen. “Una idea que preocupaba mucho en esos momentos, era trascender las imágenes de marginalidad que se arrastraban como herencia del reciente pasado benéfico y asistencial. Se quería transmitir una idea de normalización de servicios sociales para todos, que era uno de los lemas más repetidos y celebrados en esa época” (García Herrero/Ramírez Navarro, 2001: 33). 3. Etapa utilitarista (1990-1998). Con la mejora de la imagen de los servicios sociales, en la siguiente década se inició un proceso de diversificación de las estrategias comunicativas en línea con la concepción pragmática de las formas de difusión de la acción social. Además de explicar “para qué sirven” los servicios sociales, las campañas inciden en “cómo se utilizan” facilitando la cercanía y apertura de la Administración Pública en materia de solidaridad a los intereses y necesidades de conocimiento de la ciudadanía. Se trataba de generar efectos positivos con el uso de los medios proyectando una imagen favorable y una estructura de la comunicación con un lenguaje directo y accesible en múltiples soportes. 4. Etapa de impacto o seducción. Actualmente, la comunicación social solidaria parte de la idea del alcance limitado de la estrategia publicitaria para llegar a toda la población, por lo que para proyectar una estrategia sostenible de planificación es necesario activar, motivar, impactar y seducir a los destinatarios de las campañas. En especial, la capacidad estratégica de la comunicación se piensa en el actual contexto cuando las entidades sociales voluntarias y la propia Administración Pública intervienen en proyectos de incorporación social de sujetos marginados y de sectores tradicionalmente vulnerables y excluidos del mercado de trabajo y los bienes y servicios públicos del Estado de Bienestar, en forma de campañas de difusión.

Acceso y control de la información en el espacio público. Antes destacábamos la importancia del lenguaje de los vínculos para resaltar el importante papel que puede adquirir el Tercer Sector en su capacidad de “generar desarrollo personal e integración social que es propia de la acción voluntaria, con independencia de sus efectos deliberadamente perseguidos. La participación o contribución a la constitución y

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actividad de las entidades pueden incidir, favorablemente, según hemos observado, en el despliegue de sus promotores y colaboradores y en la articulación de la sociedad” (Álvarez et. al., 1989: 29). Pero la lógica de la mediación instrumental que es norma en las políticas comunicativas de las organizaciones sociales dista mucho de aproximarse a este modelo ideal. Por ceñirnos exclusivamente al Tercer Sector, y considerando que en la Administración Pública esta tendencia se constata de forma si cabe más notoria y acentuada, podemos concluir señalando que las asociaciones del voluntariado en España demuestran una escasa cultura de información. Como critica Javier Erro, no sólo manifiestan una grave carencia de sistemas y estrategias de comunicación interna, sino que además no disponen, generalmente, de recursos para una más estrecha vinculación con la ciudadanía y los medios periodísticos convencionales. Contrariamente a la valoración de los profesores Navas y Sánchez Aranda, las ONG´s no solo no disponen de una amplia capacidad de influencia en los medios locales, sino que además, por lo general, los medios son poco o nada refractarios a sus campañas y estrategias de persuasión cuando logran articular iniciativas en este sentido (Navas/Sánchez Aranda, 2003: 44). Por lo general, el sistema de información noticiosa es hostil o poco receptivo a los contenidos de novedad canalizados por las ONG´s. Salvo en el caso de campañas internacionales, existen numerosos obstáculos objetivos al desarrollo de una mayor visibilidad de las iniciativas solidarias a nivel local. Cabría remarcar, entre otros factores, la carencia de recursos suficientes para la gestión de la comunicación organizativa de las asociaciones de voluntariado social, la falta de la cultura de información y la desconexión habitual entre organizaciones sociales, además de los estrechos y estrictos márgenes de inclusión temática que marca la agenda dominante en los medios periodísticos. Por otra parte, tiene lugar también, especialmente en el caso andaluz, un bajo nivel de participación asociativa. La debilidad de la estructura comunicativa del voluntariado y de la cultura solidaria entre la ciudadanía se explica por lo que Víctor Pérez-Díaz califica como la falta de confianza de la ciudadanía española en el desarrollo de su capacidad y competencia cívica para resolver los problemas de desigualdad y desarrollo solidario.”Es obvio – señala el mismo autor – que las experiencias formativas de varias generaciones de españoles en el seno de las organizaciones y las instituciones de los años cuarenta a sesenta o setenta no les han entrenado, o lo han hecho a medias, en el ejercicio de las competencias cognitivas, retóricas y morales que están en la base de esta competencia cívica” (Pérez-Díaz, 1997: 9). La falta de cultura política y de herramientas retóricas para esta participación activa y solidaria en los asuntos de interés público explicaría en parte la debilidad de la cultura solidaria y la notoria inhibición de la ciudadanía en la esfera mediática, en el espacio público, reforzando su rol pasivo de espectador en las deliberaciones que afectan a las políticas de igualdad y bienestar social. Por otra parte, la estructura consultiva y de participación de las ONG´s en nuestro país reproduce formas de dependencia y asimétricas correlaciones interinstitucionales en el ámbito autonómico que supeditan la acción voluntaria, en muchos casos, a la dependencia de los recursos y poderes públicos, convirtiendo por momentos la participación ciudadana en los consejos de servicios sociales o bienestar social en una ceremonia protocolaria desprovista de contenido y de capacidad de actuación y construcción de diálogo social. Sin entrar a valorar la trama del voluntariado social en España, las formas de cooperación ciudadana y la articulación del poder local junto con las demandas de solidaridad e intervención no han contribuido, en definitiva, a articular estrategias consistentes y a largo plazo en materia de comunicación. Ello en parte por la débil cultura participativa y la crisis general de representación que los propios medios y el régimen político liberal manifiestan en el espacio público. Y, desde este punto de vista, sin cultura de la información no es posible imaginar la participación. El principio de accesibilidad y transparencia determinan la calidad de la participación pública. Y ello exige: 1. Una captación de información sobre acciones, opiniones y estructura social compartida. 2. La formación de debates a partir de grupos formales del territorio en torno a problemas concretos. 3. La difusión entre la ciudadanía y los “comunicadores” de los sectores informales para construir democracia desde los estereotipos locales.

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4. La toma de decisiones ejecutiva entre la democracia delegada y la democracia directa. Se trata, en fin, de articular “un sistema permanente de retroalimentación de la información de abajo a arriba. O sea, que si hacemos una amplia difusión tenemos que tener previsto que desde cualquier ciudadano se pueda llegar a cualquiera de los grupos organizadores o los técnicos implicados con mucha facilidad. Para que esta actividad sea practicable, además de la información ya comentada, hay que garantizar sistemas que den confianza por ser habituales y cercanos a las personas. Y de todas formas abrir durante el proceso varios momentos en que especialmente se va a pedir la colaboración y la información muy descentralizadamente” (Rodríguez Villasante, 2002: 205). Estas pautas para la comunicación participativa y la cultura solidaria son la base de un trabajo de intervención en red dirigido a promover transformaciones estructurales significativas en la mediación periodística desde los mundos de vida, tal y como hemos planteado antes. Plantear el problema de la comunicación solidaria significa, en este sentido, definir un espacio o esfera social de confluencia del ser en el tiempo y del hacer concreto del hombre, donde cristalizan las normas sociales y valores axiológicos. “Es en la vida cotidiana donde se asigna a cada comunicante, en el contexto de la división del trabajo, el papel que ha de desempeñar; es ahí donde se gesta el qué, el cómo y el cuándo se ha de comunicar y, por consiguiente, es ahí donde se decide si la relación supuestamente comunicativa opera bajo los cánones de las relaciones de subordinación y competencia, con vínculos de sometimiento o de rivalidad, o bajo los lineamientos de las relaciones de asociación que permite la cooperación y la acción conjunta” (Corral, 1988: 78). De acuerdo a esta última lógica, la comunicación construye comunidad y espacios de afirmación frente a la disgregación de la modernización capitalista. Tenemos experiencias históricas que así lo demuestran como las Comunidades Eclesiales de Base en Brasil o los Centros Autónomos de Holanda, o las comunas de Berlín, donde se han gestado formas de asociación y cooperación solidaria como desarrollo dialógico de expresión cultural. “En tales comunidades, en efecto, desaparece la instrumentalización del individuo por la comunidad o de esta por aquél; existe la libertad del individuo para ingresar o abandonar la comunidad; la comunidad adopta ciertas normas éticas para juzgar y sancionar los actos violatorios a las mismas por parte del individuo; a éste se le brinda la oportunidad mediante normas éticas lo suficientemente flexibles, para resarcir su falta; el individuo encuentra un ambiente favorable para desarrollar sus capacidades según la jerarquía de valores establecido libremente por la comunidad y él fija, en definitiva, el modo concreto de activar esos valores. De esa manera, la unidad funciona dentro de la pluralidad y de la más amplia heterogeneidad” (Corral, 1988: 109). Para concluir, desde este punto de vista, la respuesta solidaria presupone, a nuestro entender, comunicativamente, un acto, un desplazamiento y configuración cognitiva, un movimiento de la opinión pública para la construcción de ciudadanía activa y responsable, cooperante, participativa, implicada, en la que la función publicitaria de la comunicación apunta a una mayor transparencia, a una rendición de cuentas, pero también a una mediación de compromisos y a la activación de consensos y vínculos que hacen posible la comunicación y puesta en marcha de proyectos colectivos de futuro compartido. De ahí que, cuando analizamos la realidad del Tercer Sector, debemos al menos tomar en consideración tanto los aspectos funcionales (objetivos de solidaridad, participación, grado de articulación y composición del voluntariado) como los factores de tipo estructural (racionalidad organizativa, creatividad y comunicación) y de carácter subjetivo (cultura, identidad, vivencia) a fin de tratar de pensar el espacio público y los medios como un ámbito de visualización y representación, de promoción mediática – según la jerga publicitaria - que depende en buena medida del alcance y extensión de la conciencia solidaria por el tejido social entre la ciudadanía, según hemos colegido. En este punto, los márgenes de acceso y control de la información local, el papel de los medios de difusión municipal es, sin duda, estratégico en la medida que pueden facilitar la proyección, reconocimiento y coordinación de las políticas de solidaridad, así como la visibilidad, reconocimiento y apoyo al voluntariado. Por ello, vamos a definir a continuación las bases conceptuales de la mediación y el modo de producción social de la noticia, en relación a las políticas y estrategias de acción colectiva en materia de solidaridad e integración social.

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La agenda de la construcción social del acontecer. Hemos afirmado, en los epígrafes anteriores, que el papel de los medios de información local en el reconocimiento de los retos comunes que toda sociedad debe acometer ante las situaciones de desigualdad estructural, injusticia y marginación de grupos específicos de la población o unidades territoriales concretas no solo es decisiva para la conformación de una opinión pública sensible y consciente de la responsabilidad social inmediata con la que apoyar las políticas públicas en la materia. Más allá aún, las noticias más prominentes o destacadas en los medios locales son las más directamente vinculadas a las actividades y contenidos de los servicios sociales. A través de la esfera mediática, ciudadanos e instituciones pueden proyectar la energía social necesaria para movilizar en positivo los esfuerzos y recursos necesarios en la resolución de los problemas locales que afectan a la calidad de vida y la igualdad consustanciales a la vida democrática. En los medios, se construyen las representaciones e imágenes de la pobreza, se proyectan los estereotipos y se edifican, a nivel del imaginario, los muros de exclusión y segregación social. Pueden ciertamente ser transmisores de solidaridad tanto como de estereotipos negativos y valores individualistas ajenos a los problemas de inequidad y marginación que minan la vida pública. La cuestión, por tanto, es conocer cómo tiene lugar esta construcción social del acontecer y del imaginario público considerando los factores y elementos que inciden finalmente, de forma poderosa, en el relato noticioso. La primera variable determinante que debemos tomar en cuenta es la estructura informativa de las fuentes. Desde Stuart Hall sabemos que la relación entre fuentes institucionales y agenda temática de los medios define una constante habitual en el funcionamiento ordinario de las industrias periodísticas. La privilegiada posición que ocupan ciertas fuentes de noticias con los informadores y los grandes medios de comunicación refuerza así la sobrerrepresentación de ciertos actores, voces y discursos informativos en el espacio público, marginando aquellas propuestas de interdicción con menos peso y poder en la estructura social. El control de la agenda informativa genera así: -

Interpretaciones sesgadas del acontecer.

-

Una mediación del espacio público dual que refuerza las posiciones de perdedores y vencedores.

-

Una exacerbación en el relato de los antagonismos y conflictos sociales.

El hecho noticioso es conformado así periodísticamente como resultado de la capacidad de imposición y administración comunicativa de las fuentes oficiales u oficiosas que mantienen un acceso permanente, y hasta incluso la capacidad de presión, sino de persuasión pública, sobre los mediadores de las industrias informativas. Por otra parte, en segundo lugar, observamos que el discurso de solidaridad explicitado en los medios no es plural. El relato informativo privilegia, de forma contradictoria, únicamente dos lecturas posibles: el discurso individualista neoliberal que despolitiza la acción solidaria focalizando su visión sobre el voluntariado, con una retórica por momentos hagiográfica y heroica de quienes protagonizan la acción social de apoyo a los sectores desfavorecidos; y, por otro lado, el discurso administrativista que termina por reducir la acción solidaria a una función asistencial y mercantil propia de una empresa de servicios. Constatación de este dominio, es la influencia, en este segundo caso, del discurso jurídico. De tal modo, en definitiva, que los medios presentan la actividad del voluntariado legitimando esta idea individualizada y acrítica que tiende a mercantilizar la participación solidaria de la ciudadanía, reforzada con las nuevas prácticas de gestión pública del gobierno que tiende a definir al ciudadano como un consumidor, en nuestro caso, de servicios sociales y aún incluso de participación y solidaridad. Otro problema habitual en la cobertura periodística que afecta sobremanera a la información solidaria es el ritmo y el factor tiempo de la producción noticiosa. Los temas de solidaridad, igualdad y bienestar social vienen marcados por plazos de largo alcance de las políticas públicas, o tiempos elásticos de manifestación y experimentación social, poco o nada funcionales a las demandas de información inmediata que solicitan las empresas periodísticas.

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De ahí que su presencia sea por momentos episódica y que no favorezca un seguimiento preferencial de los medios, salvo cuando el acontecer irrumpe violenta o espectacularmente en el espacio público, vinculado a situaciones de marginalidad, violencia o exclusión extrema, que en el proceso de mediación alimenta la retórica sensacionalista y el enfoque de interés humano, ocultando al escrutinio público el contexto y razones estructurales que pueden ilustrar el acontecimiento en forma de pedagogía de la solidaridad ciudadana: “Precisamente, este profundo desfase entre el tiempo de la actualidad periodística y el tiempo del cambio social muestra de forma descarnada la crisis del concepto de noticia y, en términos más generales, del periodismo contemporáneo. Una crisis que tiene un tiempo de desarrollo largo y que afecta a todos los países de capitalismo avanzado, cuya industria informativa está organizada con principios neofordistas y tiene como nervio central la búsqueda continuada de competitividad y rentabilidad” (Zeller, 2001: 137). Cabe en este sentido apuntar que en los medios la construcción del acontecer, y de la agenda pública se rige por una cultura de lo espectacular que limita el margen de lo noticiable, reforzando el valor informativo de lo novedoso, lo sorprendente, lo radicalmente inusual, extraordinario o simplemente único, de modo que la agenda temática diaria del espacio mediático muestra una imagen dramática, conflictiva y hasta cierto punto crítica del entorno social. Así, el valor de la noticia viene por lo general determinada por el grado de improbabilidad o inverosimilitud del acontecimiento. En los medios locales, lo novedoso, lo sorprendente, lo conflictivo y dramático, la ruptura traumática de la normalidad tiende también a ser objeto preferencial de atención. “Si se considera que lo normal y deseable es que la sociedad funcione de modo ordenado, será anómalo y por tanto noticia, todo lo que se aparte de las pautas establecidas. De esta forma, la opinión pública y los medios informativos con ella, tenderán a focalizar al grupo o individuo diferente, al otro, al que no es como nosotros” (Navas/Sánchez Aranda, 2003: 47). Pero esta espectacularidad de las noticias puede ser fuente de educación y difusión eficaz de los valores solidarios en la medida que nos muestra la negatividad del dolor. Como afirma Imanol Zubero: “Es absolutamente imprescindible que cambiemos nuestra mirada, que aprendamos a mirar la realidad con una perspectiva nueva para poder así sentir el dolor de todas las otras personas que sufren. Sólo desde este camino de mirada es posible que el voluntariado se convierta en un reto simbólico en la sociedad en la que vivimos. Saber encarar la negatividad del mundo, la dureza de lo real y lo doloroso de millones de vidas humanas nos compromete a la necesidad de generar nuevos cantos con nuevas voces y melodías que, sin negar la realidad, ofrezcan caminos y huellas de esperanza” (García Inda/Martínez de Pisón, 2001: 84). Ahora bien, esta sensibilización a través de los medios y sus noticias no es viable sin una política informativa, sin un esfuerzo intensivo de publicidad social. Toda acción crítica colectiva debe desarrollar prácticas de enmarque, así puede construir “un sistema de códigos, por medio de estrategias discursivas, que permite interpretar una cierta parcela de la realidad (la conectada al ámbito del movimiento) a partir de un cuadro alternativo de valores de referencia enfrentado al marco dominante. El marco crítico dota de significado de injusticia a una o varias realidades sociales, atribuye nexos de causalidad entre dicha injusticia y algún tipo de agente o estructura política y, finalmente, se convierte en un marco para la acción, es decir, convence de la posibilidad de transformación por medio del proceso movilizador” (Robles, 2002: 122).

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Redes, mediaciones y construcción dialógica del espacio local. Las redes críticas de empoderamiento local pueden ser ejes de transformación de las políticas públicas en la medida que: 1. Plantean escenarios temáticos de gobernabilidad sobre las políticas públicas. 2. Introducen la politización alternativa de campos de los mundos de vida. 3. Generan formas creativas de morfología organizacional basadas en la proximidad y conectividad. 4. Articulan una capacidad reflexiva sobre las formas culturales de acción colectiva y sobre lo simbólico-cognitivo como fuente o dispositivo de poder (Robles, 2002: 118119). La cuestión es si, como observamos, la comunicación solidaria comparte un proyecto de compromiso y cambio social o, por el contrario, estamos ante una concepción del voluntariado y la acción social como un proyecto individualista y asistencial. Esta por lo general es la tónica dominante en el relato informativo sobre el tema de la igualdad y el bienestar social en los medios locales de nuestro país. Episódicamente, los agentes y portavoces de las ONG´s logran enmarcar e introducir en la agenda otro tipo de relatos. En el caso particular de Andalucía, el Tercer Sector ha logrado avanzar nuevas agendas y culturas de trabajo, marcos de asociación e interacción creativas y una nueva visión estratégica, basada en el pluralismo, para afrontar el complejo escenario de desarrollo de las formas de solidaridad de nuestra posmodernidad tardocapitalista, a partir de la capacidad de innovación, el dinamismo sociocultural y el poder de síntesis programática de las redes. Evidentemente, la generación de espacios de mediación comunitaria es vital para la articulación de redes locales para una cultura solidaria. Ya desde la celebración del Año Internacional del Voluntariado (2001), el movimiento asociativo y agentes de la solidaridad social vienen indicando la pertinencia de generar espacios de consenso con las nuevas tecnologías de la información y el trabajo en red, así como la necesidad de promover la captación y compromiso ciudadano a través de los medios de comunicación. Esta transformación se traduce en un incremento del número de actores, la diversificación de los destinatarios de las políticas de igualdad y la ampliación de métodos, funciones y actividades de los programas de solidaridad. El Primer Congreso Andaluz del Voluntariado (2003) identificaba, en esta línea, dos retos de futuro: -

De la identidad, sobre los valores y principios que garantizan una sociedad justa y solidaria.

-

De la organización, generando vínculos y colaboraciones con otras entidades, para concluir que deben sensibilizar a la opinión pública para reforzar el papel del voluntariado y mejorar la eficacia y compromiso de sus proyectos. Lo que claramente evoca el poder de los medios en la identificación y organización de las políticas solidarias.

La realización de este compromiso tiene lugar en un escenario-encrucijada de transformaciones y retos estratégicos para la cultura de la solidaridad, en un contexto que augura nuevas posibilidades de proyección de los movimientos y organizaciones sociales en apoyo de las políticas de igualdad. En este artículo, simplemente hemos apuntado algunas notas y factores a considerar como punto de partida, a nivel local, en el proceso de cambio que pueden y deben ser auspiciados con los medios de comunicación. Hemos tratado, brevemente, de apuntar algunos de los síntomas, obstáculos y relaciones de producción del discurso de la solidaridad, analizando los factores de construcción de la noticia y las líneas de desarrollo futuribles que pueden ser avanzadas en nuestro país, desde el punto de vista del papel de las organizaciones sociales del Tercer Sector. Desde luego, como se puede concluir, de algunas consideraciones señaladas en nuestro artículo, las preguntas y retos son innumerables, y pocas las respuestas a barajar, pero si sabemos enfocar mejor las preguntas y apuntar posibles hipótesis interpretativas sobre la nueva mediación social desde el punto de vista de los retos de la integración social en el nuevo espacio público, estaremos en condiciones, sin duda alguna, de contribuir de forma más adecuada al cambio social con nuestras estrategias de

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mediación. Al fin y al cabo, como toda forma abductiva de conocimiento, simplemente se trata de aprender a re/ligar, todo consiste en saber tender los puentes necesarios para transitar los caminos de la solidaridad y del compromiso cívico.

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PODER Y COMUNICACIÓN. LA IRRESOLUBLE TENSIÓN ENTRE PALABRA, IMAGEN Y POLÍTICA. CLAUDIO SALINAS & HANS STANGE. (pp. 138–145).

PODER Y COMUNICACIÓN. LA IRRESOLUBLE TENSIÓN ENTRE PALABRA, IMAGEN Y POLÍTICA

POWER AND COMMUNICATION. TENSION BETWEEN WORD, IMAGEN AND POLITICS

Mg. Claudio Salinas Centro de Estudios de la Comunicación Universidad de Chile claudiorsm@yahoo.com Santiago de Chile Lic. Hans Stange Centro de Estudios de la Comunicación Universidad de Chile hstangemarcus@yahoo.es Santiago de Chile

Introducción

P

ese a que la expresión “comunicación política” es reciente –sin duda motivada por la importancia cada vez mayor de la comunicación masiva en los espacios políticos– ya desde Aristóteles la reflexión sobre lo político implica la comprensión de ésta a partir de su dimensión comunicativa. Podría decirse incluso que “comunicación política” es una expresión redundante. Platón y Aristóteles sitúan el momento fundacional de lo político en el discurso (logos). Éste permitiría distinguir lo justo de lo injusto, alcanzar la virtud y constituir un orden para lo social. Sin embargo, A la vez denuncian que el discurso puede ser usado para los fines opuestos: ocultar la verdad, alcanzar el beneficio personal en desmedro del bien de la comunidad. Es por lo anterior que el problema de la producción de lo político, en tanto sentido y discurso, no puede ser comprendido sino como una forma particular de comunicación. Esto no significa reducir la política a la comunicación o viceversa. Reconociendo que ambos constituyen ámbitos distintos del conocimiento y de la compleja vida social, se debe admitir que el núcleo central del fenómeno político no es sólo la manifestación de distintas formas de gobierno, la administración del poder o la organización social e institucional de éste, sino la capacidad, eminentemente discursiva, que lo político tiene para producir e instalar un régimen de significación para el mundo. En un artículo anterior, del cual éste es una suerte de continuación, desarrollamos las diversas modalidades históricas en las que se ha dado esta relación entre comunicación y política (Salinas y Stange, 2006). El propósito ahora es abocarse a la serie de implicaciones y consecuencias que devienen de afirmar la naturaleza discursiva de lo político.

El discurso de lo político Al pensar lo político son variados los elementos de la discusión. Por supuesto, una primera cuestión pudiese ser el estudio y crítica de las instituciones y los modos de gobierno, la legitimidad en el empleo de la fuerza, la administración del Estado o la regulación de las relaciones entre las personas y entre éstas y sus instituciones. Todo esto, sin embargo, antes que constituir el fundamento de lo político, es el objeto de su acción. Estas expresiones del quehacer político serían primero que todo la manifestación de una dinámica intrínseca que tiene como motor el conflicto, la disputa. Ésta, a su vez, no se entendería solamente como el conjunto de acciones de unos bandos o personas contra otros, sino como el resultado de un litigio permanente por el sentido y finalidad de la vida social.

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Lo propio de lo político, entonces, sería la disputa por el sentido. Y esta disputa acontece primeramente en el plano del discurso. Tanto Platón como Aristóteles suponen que el discurso es la condición de posibilidad para la política. De aquí que sus esfuerzos se concentren no en los problemas de la administración de lo político (sus reflexiones sobre las funciones y formas del gobierno son incluso de tipo procedimental) sino en el control del discurso –y de su forma preeminente, la palabra– mediante un “arte” eminentemente político: la retórica. La ambigua naturaleza de la retórica tiene su origen en el conflicto entre la justicia y el interés al momento de construir argumentos. El buen retórico es aquel “capaz de provocar desorden, pérdida de sentido, o bien aprovechar una situación equivalente ya establecida, y ofrecer una alternativa para recuperar el orden o crear otro sentido” (López, s.d.: 2). De esta forma, el arte de la palabra tiene, en principio, dos características: la primera de ellas es su empleo para resolver litigios y, en segundo lugar y a causa de lo anterior, que no tiene finalidad en sí misma, sino en función de los problemas a los cuales se aboca. El problema central, en la retórica antigua, será por tanto el de la relación entre palabra, justicia y verdad. Platón y Aristóteles distinguirán dos tipos de retórica. Una recta, que conduce a la educación del alma y que es la que debiera practicarse en el espacio de lo político. En Gorgias, Platón señala que el objeto de la retórica versa sobre el mayor bien que es la causa de la libertad y del dominio de la ciudad (451d-452d), práctica que se realiza mediante discusiones sobre lo justo y lo injusto. Se sigue de esto que habría dos tipos de persuasión: la que produce conocimiento verdadero y la que produce sólo opiniones (doxa) sin conocimiento como fundamento (452d-455a). Este es el segundo tipo de retórica, aquel que emplea los argumentos para encantar a los auditores y obtener un provecho instrumental, que no es justo en sus fines ni verdadero en sus argumentos. Aristóteles, más laxo, matizará esta definición y se referirá a la retórica simplemente como una techné de la elocuencia. La retórica sólo es posible en el litigio, pues es respecto de aquello que se puede debatir que cabe el ejercicio de la persuasión. Por ello, retórica y política aparecen tan vinculadas. Su uso justo viene a instalar un orden, en tanto que su uso interesado produce el mantenimiento de la disputa. Ya la Antigüedad clásica reconocerá, por tanto, que el problema central de lo político es el mismo que el del productor de fábulas o el filósofo: la producción de sentido. El auctor, devenido “autor” pero también “autoridad”, será aquel capaz de mirar al mundo y discernir en medio del ruido, de nombrar ese mundo y su significación. Muchos siglos después, Foucault reconocerá este mismo punto crucial: “En toda sociedad la producción del discurso está a la vez controlada, seleccionada y redistribuida por cierto número de procedimientos que tienen por función conjurar sus poderes y peligros, dominar el acontecimiento aleatorio y esquivar su pesada y temible materialidad (…) El discurso no es simplemente aquello que traduce las luchas o los sistemas de dominación, sino aquello por lo que, y por medio de lo cual se lucha, aquel poder del que quiere uno adueñarse” (1970: 15). Se trata, pues, de un problema de interpretación. El político litiga en pos de un orden para el mundo –su orden, que aspira a ser compartido por otros– y sus armas para esta lucha son, a pesar de sus evidentes consecuencias materiales y prácticas, propiamente discursivas. Foucault advierte y describe una serie de mecanismos discursivos para organizar el régimen de sentido de una sociedad: la capacidad de prohibir, la capacidad de negar el acceso a la palabra, la capacidad de dictaminar la verdad epocal. Una crisis política es, ante todo, una crisis del sentido del mundo, un desdibujamiento de la disputa. Hannah Arendt, por ejemplo, dirá sobre el momento inmediatamente posterior al fin de la guerra en Europa: “Lo que hace tan difícil de soportar de la sociedad de masas no es el número de personas, o al menos no de manera fundamental, sino el hecho de que entre ellas el mundo ha perdido su poder para agruparlas, relacionarlas y separarlas” (2005: 62).

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El espacio de lo político Si bien lo propio de lo político es la disputa por el sentido, no cualquier discurso será pertinente para el acontecimiento del litigio político. Cada sociedad en épocas distintas posee esferas que pretende mantener al margen de la disputa por el sentido, presentadas como espacios de lo sagrado, lo verdadero, lo indiscutido o, al menos, lo habitual. Del mismo modo, otras esferas se presentan, a través de ciertas gramáticas y mediante ciertos tópicos particulares, como los ámbitos predilectos de lo político (vid. infra). Para Platón, lo político es el espacio en el que la comunidad de iguales –que no son todos, por supuesto, sino aquellos que comparten la condición de hombres libres– se dedica a la búsqueda del bien superior: la justicia. Estos hombres tienen una doble función: por un lado, el uso recto del discurso, cuya máxima expresión es la filosofía (noesis), el pensar más alto; por otro lado, la contención de aquellos no dotados para la búsqueda de la verdad y, por tanto, para la aparición en lo público. Esta esfera de sentido, la comunidad, tendrá como correlato un espacio físico delimitado para la escenificación de lo político: el foro de la ciudad. El pensamiento moderno se verá obligado a repensar la circunscripción de lo político al ámbito del discurso recto, en la medida que este espacio es abierto a nuevos sujetos y voces. Por un lado, la emergencia del programa de liberación y autonomización ilustrado propugna el principio de que los hombres son, en esencia, todos iguales, por lo que las antiguas distinciones fundadas en la casta social o la autoridad pierden su vigencia y lo político aparece como el espacio de realización de esta igualdad y de participación “democrática”. Por otro lado, la facultad de la razón que está en el origen de la libertad y la autonomía modernas –el mentado Sapere aude! kantiano– es también el estatuto y la norma que regirá el uso de la palabra, confinada, en lo que tiene de política, a un espacio bien delimitado: el espacio público burgués-ilustrado. El espacio público moderno se conformará como una suerte de escena en la cual se reconocen los términos, las gramáticas, los sujetos y los objetos de la disputa política de nuestra época. Estos elementos configurarán una verdadera dramaturgia de lo político, perceptible en el uso de ciertos lugares físicos o simbólicos que se significan políticamente (la plaza, el café, el salón, el periódico, las cortes, los partidos, etc.) pero que manifiestan su real dinámica en el copamiento de ciertas mediaciones entre estos actantes. El espacio público se entenderá entonces como ese territorio de litigio, en aparente igualdad de condiciones, entre el interés privado y la razón de Estado, entre el bien privado y el bien común, entre la política y la economía, entre sujeto y comunidad, entre tradición y modernidad. El advenimiento de nuevas retóricas mediáticas creará un nuevo espacio discursivo para la escenificación de lo político que se entrecruzará con el espacio público moderno, a veces de forma armónica, otras de manera irrecusablemente conflictiva, pero ampliando y diversificando, en cualquier caso, las posibilidades y condiciones de exhibición de lo político (cf. Jara, Salinas y Stange, 2005). Son conocidas las analogías sobre la televisión como un nuevo “foro”, sobre Internet como una “comunidad” o la radio como una forma de “inclusión democrática”; lo cierto es que el espacio mediático no constituye sólo la tecnificación o resonancia del anterior espacio público: en tanto desplazamiento en el campo de la comunicación, impone nuevos formatos, lenguajes y temas que obligan a repensar las discursividades en las cuales se juega la política.

Prácticas y sujetos de lo político A estas alturas, parece evidente que cualquier espacio discursivo podría constituirse en un espacio político y, sin embargo, este espacio aparece medianamente delimitado en cada época y cada sociedad. Reconocemos en él marcas determinadas, subjetividades propias y prácticas particulares. No sería, entonces, la mera discursividad la que constituye por sí misma lo político –a pesar que es su conditio sine qua non– sino la inscripción de tal o cual esfera discursiva a un conjunto de gramáticas y subjetividades que, una vez legitimadas, producen las condiciones para la disputa política.

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Surgen, así, sujetos y prácticas políticas que determinan la producción de sentido, habilitan el acceso al discurso, establecen los objetos (relatos, interpretaciones) del litigio y movilizan representaciones, imaginarios y acciones. Estas verdaderas “condiciones de producción y reconocimiento” de lo político pueden ser también de naturaleza no-discursiva. El ejercicio unilateral de la fuerza o la suspensión transitoria del derecho, que en apariencia cancelarían la disputa política, se vuelven bajo esta perspectiva los momentos de mayor tensión y reconocimiento de lo político. Esta sintaxis de lo político es expresada históricamente en una serie de sujetos, rituales y actos productores de lo político: en la emergencia de un ethos propio para cada espacio de disputa. En la Antigüedad, la comunidad de iguales se constituye como guardiana del microphronein, el mínimo pensar propio de quienes tienen por mayor preocupación la mera satisfacción de su interés. Tal relato supone que la irrupción de estos mínimo-pensadores en lo político se traduce en el desdibujamiento de éste y la desviación de la polis del camino a la justicia, al tiempo que iguala las palabras de aquellos cuya alma ha sido educada con las palabras de aquellos que son, en verdad, desiguales. Por esto, la subjetividad política clásica se articula en torno a la figura del auctor: aquel con capacidad de discernimiento –de lo bueno y lo malo, lo justo e injusto –por medio de la palabra que re-funda el orden, devenido en auctoritas. El espacio discursivo-político debe regirse por principios morales que ejerzan la máxima autoridad, de lo cual resulta la necesidad de distinguir entre las dos retóricas, la sujeta a estos principios, recta y justa, y la otra, manipuladora e instrumentalizada, propia de quienes deben ser mantenidos a raya del campo político. Retórica ajustada antes que sofística; espacio cerrado a los iguales antes que abierto a todos los hombres. En la época moderna, el ethos político se constituye, en parte, desde el reconocimiento de la igualdad de los desiguales. Este reconocimiento es paradójico: en cierto modo, la participación democrática consiste en la aceptación como “iguales” ya no sólo de los mismos sino también de los otros; pero esta misma aceptación de lo desigual supondrá la irrupción de una multiplicidad comunicativa que estalla lo político. Frente a esto, el espacio público ilustrado se configurará a partir de una serie de categorías que intenten “despersonalizar” –en el sentido de la transformación del sujeto en un discurso, en un relato móvil y dinámico dentro del campo político y semántico de la modernidad– el debate político en orden a fijar el trayecto del discurso. De esta forma, el espacio público político se torna un espacio categorial para el uso de la palabra respecto de los asuntos políticos. La entrada a este espacio, en principio, “está fundamentalmente abierta a todos los ciudadanos” (Habermas, 1981: 53). La acción comunicativa es, por supuesto, elocuente, pero por sobre todo debe ser clara, es decir, debe iluminar respecto de los asuntos políticos tratados. Ya no se trata de conducir las voluntades hacia una determinada acción, sino de dirigirlas hacia una ratio, “que se elabora en la concurrencia pública de argumentos privados en calidad de consenso acerca de lo prácticamente necesario en el interés universal” (ibid.: 118). El litigio ya no se produce respecto de aquello sobre lo cual no hay claridad, tampoco sobre la diferencia; reducido a dialéctica, la retórica moderna es reconvertida en discurso sobre el progreso, en ciencia del consenso. “Las” polis han sido reemplazadas por “la” civilización, que ya no admite la posibilidad de un discurso de la no-verdad. Todo aquello que tiene de rigorista y disciplinario el espacio público moderno parece acabar con el advenimiento de la sociedad de los medios y sus discursos massmediáticos. Excedidos los límites entre una dimensión ética y otra estética del discurso (si se quiere, confundidos los límites entre esas dos escenas que son el foro y el espectáculo), aparece esta transformación como la imposibilidad aparente de acudir a un criterio normativo para definir roles y posiciones en el espacio público. Como cuestiona Ferry: “¿Qué ‘razón’, qué racionalidad política se podría esperar, en efecto, de un espacio público democráticamente ampliado hacia esa masa heterogénea de las opiniones de individuos y de grupos, en los que se expresa la diversidad conflictual de intereses parciales de la sociedad civil?” (1998: 18).

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Pero la imagen mediática supone una transformación algo más compleja que la sola agregación de individuos heterogéneos a lo público. Implica, con ellos, la aparición de discursividades y posiciones disímiles y variadas, que transforman el espacio mediático no sólo en la ampliación, mediante la técnica, del espacio público político, sino que primeramente en el espacio de presentación de casi la totalidad de los aspectos de la vida social. El espacio mediático no es el lugar del sinsentido, donde llega, para desaparecer, la discursividad de lo político; por el contrario, es el espacio de reconfiguración del ethos político moderno, en el cual nuevos sujetos, nuevos intereses y nuevas formas de socializar surgen como articuladores de la disputa por el sentido (cf. Lipovetsky, 1986; Baudrillard, 1991 y 1998; Wolton, 1997).

El ethos de lo político Estos nuevos sujetos introducen en lo político el problema de la desigualdad social y cultural, desestabilizando y desbordando el campo acotado de la praxis política con nuevas discursividades que ya no pueden legitimarse en el reconocimiento afirmativo de lo desigual (Rancière, 1994: 49 y ss.). La emergencia de los medios masivos y las tecnologías de la comunicación implicaría una redefinición de las relaciones y prácticas políticas, la primera de las cuales es la progresiva reconversión de la mediación de lo público en una mediatización pública. En esta reconversión, la forma predominante será la visual. La imagen de lo político aparece como la expresión masiva de lo político mismo. Wolton reconoce al menos dos formas de entender la imagen: la primera “identifica los logros técnicos y comerciales de la imagen con las etapas de la liberación individual y colectiva”. El segundo modo “es el que difunden aún más ampliamente las élites, grupos (…) nunca inclinados a comprender la gramática, el uso y el impacto de la imagen” (1997: 9-10). El primer modo asimila la preeminencia de la imagen a la de una época “posthistórica”, al tiempo que el segundo modo reestablece, desde las resistencias de las élites ilustradas, la sospecha platónica respecto de las imágenes. En cualquier caso, la explosiva producción de imágenes en el campo mediático producirá una excedencia de discursividades. Dicho de otro modo, la retórica política ya no se acotaría al ámbito exclusivo de la palabra y menos al del discurso oral. Aparece escrita en la prensa, como imagen en los medios audiovisuales, aparece en el gesto y en el montaje, aparece en el color y sonoridad televisiva. Dice Leonor Arfuch: “Si la televisión se ha constituido, según algunos, en el nuevo espacio público, ¿cómo evitar que su factura como soporte, sus recursos técnicos, sus géneros discursivos, impongan su propio ritmo, su timing, sus reglas temáticas, compositivas, estilísticas, diríamos como Bajtín, a cualquier materia, de la política a la intimidad?” (2000: 72). Los nuevos medios, sobre todo la televisión –y hoy, cada vez más, Internet –se tornan los espacios no sólo de visibilización, sino también de disputa por lo político. En estos nuevos escenarios del litigio por el sentido, tópicos clásicos del debate público –la libertad, el orden, la seguridad, la soberanía, la nacionalidad, la representatividad, etc.– deberán compartir trayectos con la irrupción de lo íntimo y lo emotivo como temas del discurso público político. Junto con la palabra, la razón también cede los espacios a nuevos discursos legitimados en la exhibición de la vida privada: reality shows y campañas políticas no se distinguen. La obscenidad reemplaza al pudor y el espacio mediático, antes que en espacio de consenso sobre el interés general se transforma en espacio de autorrepresentación publicista de los intereses, deseos y pasiones de nuevo cuño (v. gr. Habermas, 1998; Baudrillard, 1988; Lipovetsky, 1986). Si lo político se entiende a partir de su naturaleza discursiva y ésta, a su vez, se reconoce por su inscripción en una gramática y un ethos determinado, podemos sugerir que los términos del debate por el sentido se juegan más en el conjunto de reglas que en el conjunto de enunciados. Lo político trataría menos sobre el sentido mismo que sobre su uso, interpretación, transformación e intercambio. Como señalara Foucault (vid. supra), el discurso es no sólo lo disputado, sino el modo mismo del litigio político.

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Es precisamente este carácter performativo del discurso el que induciría a pensar la esfera de lo político más allá de la metáfora ya largamente referida del territorio. Además de un locus, lo político es un entramado de relaciones de fuerzas, un conjunto de codificaciones explícitas e implícitas, un tejido de interacciones mediante los cuales acontece la lucha por la interpretación de los discursos (v. gr. Hernández, 1997; Virilio, 1998). Es esto el núcleo mismo del quehacer político. ¿No conduce esta concepción de la política de regreso al problema mismo de la producción de sentido? Si es esta producción el objeto de la disputa política y, a la vez, esta disputa se organiza y reconoce a partir de interpretaciones discursivas sobre lo real, ¿debemos señalar que el discurso es entonces la finalidad, el origen y también el medio de lo político? A fin de cuentas, ¿qué disputa lo político?

La racionalidad de lo político Si lo disputado es una especie del discurso que organiza las condiciones de posibilidad para otros discursos y ordena nuestro sentido del mundo, la práctica política sería el litigio constante por ese conjunto de prácticas sociales, significaciones y discursos, de un horizonte de sentido, a partir del cual definimos nuestra manera de estar en el mundo. Adorno y Horkheimer (1970), denominan a este horizonte con el término “racionalidad”, que emplean sistemáticamente para nombrar la expresión de cierta voluntad de dominio del hombre sobre el mundo, voluntad que realizaría su propósito mediante el ejercicio de la razón. Esta racionalidad constituiría la lógica de desarrollo de toda la época moderna y alentaría la creciente importancia de la tecnología, la ciencia y el mercado –en la medida que constituyen tecnologías de dominio sobre la naturaleza y motivos de disputa entre los hombres– a la vez que un cierto ethos social que promueve un sujeto activo, móvil y expansivo: el hombre moderno. Ambas lógicas, la técnica y la subjetividad, conformarían la racionalidad moderna. Sin embargo, al adquirir esta racionalidad una lógica de desarrollo propia –gracias al despliegue del capitalismo como modelo económico y del liberalismo como modelo político ideológico– e imponer sus términos a la totalidad del sistema social, invierte el lugar del hombre en la relación de dominio y lo coloca a éste como objeto de la dominación. La técnica, constituida en relación social, se transformaría en el eje de esta nueva racionalidad instrumental, que aparecería entonces como una nueva forma de discursividad política, y su ejercicio y dominio en la lógica que subyacería al conjunto de las prácticas materiales y discursivas en las sociedades contemporáneas. Foucault, por otra parte, entenderá este mismo concepto, la racionalidad, como una serie de mecanismos, discursos y tecnologías diseñados y diseminados en la vida cotidiana. Sobre esto, dice Arancibia: “Se trata de una racionalidad cuyo orden discursivo ahora se vuelca enunciativa y performativamente sobre la superficie de la vida. Con el estallido de microrelatos cotidianos se teje una retícula significativa de la vida, que organiza y dispone un conjunto de sentidos permanentemente reconstruidos” (2006: 43). Foucault desarrolla sus ideas sobre la racionalidad (o las racionalidades) que animan la vida cotidiana a través del estudio del liberalismo y de sus expresiones materiales en esferas como el comercio, la acción del Estado e instituciones sociales como la cárcel o el manicomio. En general, afirma que la racionalidad moderna actúa estableciendo mecanismos de control, de disciplinamiento y de normalización sobre los cuerpos y las acciones cotidianas de los sujetos mediante una serie de operaciones que ya no se despliegan solamente desde un campo político tradicional, sino desde una multiplicidad de campos distintos, desde el económico hasta el biológico, que actúan como dispositivos (i.e. disposiciones) de esta racionalidad, “constituyendo un saber y un conjunto de normas, criterios y racionalidades, que cristalizan una forma específica de poder, de prácticas y orden social” (Foucault, cit. ibid.: 44). Cada uno de estos espacios, materiales y discursivos, constituirían una expresión de la disputa política por el dominio sobre el sentido.

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Si la racionalidad se concibe como ese relato fundamental de las esferas discursivas de lo social; si a la vez constituye el marco y el conjunto de dispositivos mediante los cuales se articulan y legitiman esos mismos discursos; si se erige como un conjunto de prácticas y subjetividades en acto, la racionalidad aparecería entonces como el sustrato último de la producción de sentido y, por tanto, como el propósito de toda disputa política. La racionalidad sería el discurso por el cual se disputan los discursos. Lo político, entonces, devenido práctica sobre el discurso, constituye su accionar en los puntos de modulación del sentido. No sería su propósito dirimir la verdad, discernir lo justo u otorgar el orden. No sería su meta la adquisición o el mantenimiento del poder. Este poder no sería, en sí, algo más que la posibilidad de nombrar de un modo distinto lo conocido y también la posibilidad de evitar ese decir: el silencio. Lo político, este litigio por el sentido, no se tiene a sí como propósito aún cuando la afirmación de su existencia sea ya, quizás, el modo primordial en que los hombres estemos en el mundo.

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COMUNICACIÓN PARA EL EMPODERAMIENTO Y COMUNICACIÓN ECOSOCIAL. LA NECESARIA CREACIÓN DE NUEVOS IMAGINARIOS. MANUEL CHAPARRO ESCUDERO. (pp. 146–158).

COMUNICACIÓN PARA EL EMPODERAMIENTO Y COMUNICACIÓN ECOSOCIAL. LA NECESARIA CREACIÓN DE NUEVOS IMAGINARIOS

COMMUNICATION FOR EMPOWERMENT AND ECOSOCIAL COMMUNICATION. NOTES FOR A NECESSARY NEW SOCIAL IMAGINARY

Dr. Manuel Chaparro Escudero Universidad de Málaga mch@uma.es Málaga, España. Introducción

H

ace un año celebramos en Sevilla un foro de debate sobre comunicación, desarrollo y cambio social, no sobre comunicación para el desarrollo, sino sobre el significado de cada uno de estos términos y los efectos de su conjunción. El paso del tiempo ha devaluado o más bien creado imaginarios en torno a estos conceptos que cada vez son más difíciles de compartir. Lejos de pretender una crítica a los esfuerzos encaminados, fundamentalmente por los compañeros latinoamericanos a mejorar las condiciones del continente oponiéndose a imposiciones exógenas y colonizadoras del desarrollo para explorar opciones propias, se trata de establecer desde el presente nuevas rutas para reflexionar sobre los caminos de la comunicación como herramienta no de desarrollo, sino como estrategia de empoderamiento y participación ciudadana, desde la búsqueda de un nuevo modelo social que eluda la práctica y el imaginario mismo del desarrollo. El informe McBride, estableció las bases críticas desde las que debíamos trabajar por una comunicación liberalizadora y un sistema de información más democrático. El informe denunciaba, además, peligrosos desequilibrios en los flujos de información. Sin embargo, la estigmatización de que fue objeto, cuestionado, fundamentalmente por EEUU, al ser considerado tendencioso, no dejó opciones para llevar a la práctica sus recomendaciones y poner en marcha las necesarias políticas públicas que solucionaran los problemas. Hoy, el informe sigue teniendo vigencia y los desequilibrios denunciados han aumentado. Los grandes grupos juegan un papel protagónico, por encima de los intereses de Estado y la profesión del periodismo ha perdido independencia, calidad y compromiso social. Por otra parte, cuando hablamos de “Comunicación para el Desarrollo” damos como válido el camino que traza, sus estrategias y los logros obtenidos. Pero, ello equivale a olvidar nuestra esencia de buceadores en la realidad, abandonar nuestra capacidad autocrítica y caer en la autocomplacencia, a tolerar el conformismo con la injusticia y la brecha que agiganta, cada día más, la distancia entre quienes disfrutan de la acumulación de la riqueza y quienes malviven por culpa de esta concentración. ¿Qué es esto de la Comunicación? Y sobretodo, ¿A qué estamos llamando Desarrollo? El imaginario de la Comunicación para el desarrollo y por el que se ha venido trabajando, está relacionado con un trabajo social de reivindicación de movimientos de base en la búsqueda de mejorar las condiciones de vida, partiendo de estrategias locales que se engarzan en redes nacionales e internacionales. Es una labor de democratización, concientización y de participación, para buscar cauces que se han convenido en llamar de desarrollo. Pero, realmente, en la mayoría de los casos lo que se persigue son conquistas sociales y humanas, ideales de vida desde cosmovisiones propias o desde nuevas prácticas culturales, que vienen a denunciar el fracaso del modelo desarrollista y la imposibilidad de que incluso, el llamado hoy ‘capitalismo verde’ venga a solucionar los desastres causados precisamente por la práctica comercial capitalista. El concepto de desarrollo en su propia definición, como veremos más adelante, plantea retos de crecimiento económico como principal objetivo para crear condiciones de vida. Esta estrategia sólo beneficia intereses especulativos y no acierta a alcanzar los fines propuestos.

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COMUNICACIÓN PARA EL EMPODERAMIENTO Y COMUNICACIÓN ECOSOCIAL. LA NECESARIA CREACIÓN DE NUEVOS IMAGINARIOS. MANUEL CHAPARRO ESCUDERO. (pp. 146–158).

La primera pregunta que este hecho nos plantea tiene que ver con si se corresponde hoy este ideal de comunicación (me refiero a la Comunicación para el Desarrollo) con un conocimiento exacto de lo que significa promover el desarrollo, cuyo objetivo básico es economicista, promotor de la búsqueda de una riqueza material y, en la práctica, al margen de cualquier idea de distribución democrática de las misma. La realidad es que en setenta años de aplicar planes de desarrollo en los países, mal llamados, del Tercer Mundo, la brecha entre pobres y ricos se ha agigantado hasta límites insoportables. La práctica del desarrollo es economicista, etnocéntrica y exógena, y esta esencia la descalifica para hacer posible la mejora de las condiciones de vida. Frente a los desafíos que presenta nuestro mundo necesitamos dar un salto cualitativo que nos permita vislumbrar nuevas rutas y reflexionar sobre los fracasos y logros alcanzados en torno a la práctica de la Comunicación para el Desarrollo. La principal necesidad pasa por reivindicar nuevos imaginarios que nos permitan incidir en los cambios que los problemas globales que enfrentamos nos reclaman. Ese es un desafío que sólo se satisface desde la recuperación de políticas públicas responsables, con el compromiso de gestionar los auténticos intereses ciudadanos y con la apertura de cauces a una verdadera participación en la toma de decisiones.

Comunicación, desarrollo y cambio social. Estas son tres claves a considerar de manera crítica para encontrar y reafirmar nuevos paradigmas que nos permitan trazar unas líneas, márgenes de seguridad, que den garantías a una reivindicación y una acción más incisiva en la creación de medios realmente democráticos y comprometidos, junto a la reorientación de los discursos.

Comunicación Por qué seguimos hablando de medios de comunicación sin tener en cuenta que la mayoría de los medios no hacen comunicación. Puede que informen o difundan, pero no comunican porque no están en situación de construir una relación horizontal con las audiencias. Sin calificar la función social que puedan cumplir los medios de masas, lo cierto es que no vienen a garantizar el Derecho de Comunicación. Éste es el primer problema, el sometimiento de la democracia a los medios del Primer y Segundo Sector, a la inexistencia o sobrevivencia, en condiciones que no garantizan la sostenibilidad, de los medios del Tercer Sector, los medios de expresión ciudadana. Una sociedad civil a la que no se garantiza el ejercicio del Derecho a la Comunicación es una sociedad con una opinión secuestrada, usurpada por quienes se autodesignan como representantes e interlocutores de los actores principales: los ciudadanos. La cada vez mayor concentración mediática tampoco favorece un discurso plural y, naturalmente, las informaciones reflejan intereses empresariales que están en consonancia con la defensa de sus propios intereses, con perspectivas etnocéntricas. Contra esta concentración muchos colectivos ciudadanos y activistas sociales han visto en Internet una oportunidad, una válvula de escape, ante la homogeneización de los discursos. Considerando útil y enriquecedora esta floración de medios alternativos o alterativos, no deja de ser cierto como dice Giuseppe Richeri, que éste fenómeno implica una “pulverización” de las opiniones críticas (Sevilla, 2008), una dispersión y atomización de los medios y colectivos que pueden ofrecer alternativas válidas. Internet es base de una cierta revolución pero también una excusa perfecta para permitir como exóticas y atractivas la existencia crítica de otros medios sin tener que atender una regulación del espacio radioeléctrico más democrático o de una prensa menos esclava y permeable a los intereses políticos y empresariales. Las mejores noticias en este sentido vienen precisamente de América Latina con los avances legislativos producidos, en los últimos años, en reconocimiento de los medios

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ciudadanos en Colombia, Ecuador, Venezuela y ahora en Uruguay con la aprobación de reservar la cuarta parte del espectro radioeléctrico para los medios ciudadanos. En España, el espacio que no se ha querido dar a los colectivos ciudadanos que reivindicaban la concesión de licencias en radio y ahora en televisión, se ha justificado con la existencia de los medios públicos municipales. Los medios públicos locales podrían ser un exponente de un modelo ciudadano, pero necesitan evolucionar y recuperar sus auténticos orígenes, abrirse más a la participación para convertirse en auténticos medios del Tercer Sector, apoyados en el esfuerzo económico de los ayuntamientos. La ciudadanía necesita medios propios para manifestar sus auténticas aspiraciones, canalizar sus inquietudes y organizarse. El espacio de los medios ciudadanos no puede ser usurpado ni por los medios privados, donde prima la rentabilidad económica, ni por los públicos que obedecen a estrategias de gobierno. Concentración y homogeneización de las agendas, han sido las consecuencias de la tendencia neoliberal que ha implantado un marco desregulador que hace peligrar a las democracias mismas y todo ello en medio del abandono de las políticas públicas, de una acción de gobierno que defienda los intereses ciudadanos. En conclusión, estamos aceptando que se defina como comunicación algo que no lo es, y que sólo define un bombardeo de información. Información que no implica necesariamente conocimiento, o divulgación de acontecimientos de interés ciudadano. Para la mayoría de los ciudadanos las fuentes donde se originan las noticias y la agenda de los medios no son conocidas, ni identificables. La audiencia confía en la información que se les ofrece desde la apariencia de credibilidad que envuelve a los medios. La comunicación exige la existencia de dos en un plano de reconocimiento entre iguales, es horizontal y dialógica (Beltrán, 1998). Los medios de masas no ofrecen estas posibilidades. Sus criterios son mercantilistas, sus agendas opacas y su interés en el ciudadano es como mero receptor de mensajes, como consumidor. Lo importante, para ellos, es sumar el máximo número de consumidores posibles para validar su audiencia ante el mercado publicitario. Teniendo en cuenta que al consumidor no se le reconoce la categoría de ciudadano. Los medios de masas, ocupan espacios ideológicos pero no con un compromiso social, sino como estrategia para asegurarse un target que valide su oferta ante los anunciantes. En realidad todos basan su agenda en un mismo esquema de valores que vienen a reproducir intereses empresariales de mercado en los que basan su sustento. Seguir llamando medios de comunicación a todos los medios de masas no facilita la creación de auténticos medios para la construcción social y la participación activa, lúdica y crítica de la ciudadanía. Es necesario recuperar el auténtico sentido de las cosas y evitar apropiaciones interesadas, reconceptualizar, para dar una función a la mayoría de los medios de masas que nunca tuvieron o han perdido. Tal vez por ello, algunos tratan de incorporar prácticas de un mal llamado periodismo ciudadano, para tratar de restablecer una complicidad con las audiencias. Es el caso de los medios comerciales de masas cuando invitan a sus receptores a enviar fotos, vídeos y noticias que son cribadas y seleccionadas en función de un interés más mediático que social. El periodismo ciudadano bebe en otras fuentes y nace de la necesidad de crear auténticas tribunas ciudadanas para poner en valor sus auténticos intereses.

El imaginario del desarrollo Podríamos definirlo como el mayor fracaso del Siglo XX, responsable de haber condenado a cinco partes de la humanidad a la pobreza y a más de 1.000 millones de personas a la extrema pobreza. Pobreza que no sólo se define por la posesión de riqueza económica sino por la incapacidad de gobernar sus vidas en el día a día, de tomar decisiones propias que le permitan una subsistencia de acuerdo a sus creencias y costumbres.

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El discurso a la nación de Truman en 1949, los planteamientos de su conocido Apartado Cuarto, condenaron a la mayor parte de la humanidad a la categoría de subdesarrollados sin mas consideración, como si todo el mundo tuviera que participar del imaginario occidental, su modelo de vida, sus creencias y sus forma de explotar y tratar a la naturaleza y sus recursos. Ese día, miles de personas pasaron de dejar de ser consideradas bajo su forma de vida, para adoptar una condición que ni siquiera conocían: Subdesarrollados. La necesidad de consumir se había desatado sin saber para qué, ni por qué, ante el imperativo de alimentar la espiral del enriquecimiento. No se consultó a nadie, nadie fue escuchado entre la ciudadanía de esa parte del mundo acerca de sus necesidades reales, que no pasaban por las de ampliar sus expectativas de consumo para contribuir a ensanchar mercados con los que satisfacer las ambiciones mercantiles de las potencias dominantes, especialmente las de EE.UU. Antes de los cincuenta el concepto de desarrollo no era un concepto debatido en la mayoría de los países latinoamericanos y menos en la sociedad africana. Ahora es el centro del debate en todo el mundo y el anhelo que se persigue dramáticamente, a cualquier precio y sin alternativas. Como dice Mansilla, las sociedades “más importantes del ahora llamado tercer mundo dejaron de producir modelos originales de desarrollo e ingresaron a una larga época de estancamiento histórico”. Bajo el paradigma del desarrollo, “la actividad humana es percibida como sometida al principio de eficiencia y rendimiento, con una tendencia compulsiva al dinamismo y al éxito” (Mansilla, 2008: 95) Desarrollo equivale a considerar que progreso es crecimiento económico y capacidad de consumo. Desarrollo implica creer que los recursos de la naturaleza son inagotables. Que no es necesario redistribuir la riqueza sino crear bases y condiciones para dar la bienvenida a nuevos ricos, sin que esto implique ni reparto igualitario, ni redistribución. Adam Smith era un ingenuo al pensar que “todo hombre que trabaje por sus intereses egoístas será manejado por una mano invisible a favor del bien público”. El pensamiento de que la generación de nuevas fortunas traería consigo una mayor redistribución de las riquezas hasta acabar beneficiando a todos, estaba condenado al fracaso. Ideales que no han cubierto sus expectativas, básicamente porque la inequidad bajo la que hoy vive el mundo es la base misma del crecimiento económico. El comunismo trató de darle la vuelta a la situación, pero sometió el individuo al sistema. En cualquier caso, capitalismo y comunismo, ambas perspectivas, apostaban por la búsqueda del crecimiento permanente en un planeta de recursos finitos y no dejan de ser cosmovisiones occidentales impuestas y colonizadoras del imaginario mundial. La base de la generación y producción del pensamiento único. En 2001, la quinta parte más rica de la población mundial poseía el 86% del PIB mundial, contra el 1% de la más pobre. El patrimonio de los 15 individuos mas ricos sobrepasa el PIB de toda el África subsahariana, las 32 personas más ricas del mundo superan el PIB de Asia del sur. Las 84 personas más ricas sobrepasan el PIB de china con 1.200 millones de habitantes. El uno por ciento de los estadounidenses poseen más riqueza que el 95 por ciento de la población situada en la franja inferior (Latouche, 2004) ¿Desarrollo? En la rica Unión Europea, antes de la última ampliación a los países del Este, había censados 60 millones de pobres que nuestros medios de divulgación siguen escondiendo debajo de la alfombra en su presentación de la realidad diaria, como si éste fuera un debate menor, frente a las querellas políticas cotidianas y a la banal y especulativa información bursátil. La verdad informativa consistiría en decir: ¿Quién invierte en bolsa? ¿En qué consiste este juego perverso que nos empobrece económicamente a quienes no especulamos cuando baja y nada ganamos cuando sube? La economía subyacente ha sustituido hoy a la economía real, la que se mueve con dinero real y que no representa ni el 7% del flujo de intercambios. La herramienta del PIB como medida de riqueza es también arbitraria y peligrosa. El PIB mide el movimiento de capital en circulación sin tener en cuenta lo que lo produce. Igual puede ser una catástrofe ecológica (quema de montes, marea negras, accidentes nucleares), accidentes de tráfico, la caída de un avión, enfermedades como el cáncer o los problemas de

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infarto que movilizan a la industria farmacéutica. En nada miden de manera exclusiva la calidad de vida y la satisfacción social y cultural.

Modelos de desarrollo Son muchos los ejemplos dramáticos que el modelo especulativo desarrollista ha generado, empobreciendo sociedades a costa de reportar sólo beneficios a Occidente: Según el Banco Mundial el PIB de África subió 0,5% en 2006. Sin embargo, la situación de la población ha empeorado. No se tiene en cuenta que el incremento de ese PIB obedece al enriquecimiento de una minoría que trabaja en connivencia con empresas occidentales y que otra parte obedece al tráfico y la expoliación ilegal de los recursos del continente. La guerra de Congo es sostenida por el tráfico del Coltan (básico en la industria de la electrónica y sobretodo para el funcionamiento de nuestros teléfonos móviles) y de diamantes con la complicidad de las multinacionales europeas, japonesas y estadounidenses. Lo mismo que ocurrió en otros conflictos que han diezmado la población en Liberia, Angola o Mozambique. El empobrecimiento y el drama humano de estos países es culpa de la avaricia Occidental. Nigeria, uno de los países con más recursos naturales ve como año tras año aumenta el nivel de pobreza de su población. Compañías como la Shell, explotadora de los recursos petrolíferos del país, incrementa sus beneficios con el transporte del combustible fósil a los países del ‘Norte’. Mientras la población se ve obligada al ‘robo y pillaje’ de un combustible que les pertenece y no pueden pagar a costa de jugarse la vida y ser tratados de ladrones por medios de comunicación a quienes paga la Shell. La misma compañía ha sido condenada por destrucción del medio ambiente, apoyar guerras civiles y traficar con armas para defender sus intereses comerciales. La Royal Dutch Shell tiene como principal accionista a la familia Real Holandesa. La perca del lago Victoria llega todos los días a los mercados europeos a un precio muy competitivo. Los europeos que compran el producto desconocen que este voraz pez fue introducido para su explotación comercial y está acabando con las especies autóctonas. El mayor lago tropical del mundo (del tamaño de Andalucía) se muere al romperse el equilibrio ecológico, pero no es lo más grave. Aviones de transporte rusos se encargan diariamente de su transporte a Europa y cuando vuelven llevan de armas y munición que introducen ilegalmente, alimentando la espiral de violencia y muerte de los numerosos conflictos armados africanos. Todos hacen la vista gorda ante este comercio. La perca, además, ha sometido a la economía local a un monocultivo que la hace dependiente y la población ni siquiera puede consumir el producto de su pesca, viéndose obligada a subsistir de los desechos arrojados a vertederos por la industria envasadora. Dos millones de europeos se alimentan a diario de esta producción, dos millones de kenianos mueren de hambre según reconoce el propio gobierno del país. Quinientas toneladas de perca fileteada salen diariamente, desde el aeropuerto de Mwanza, para el mercado europeo, dejando las raspas de las que se alimenta una población local sumida en la miseria. Los fondos para montar la industria de la pesquería han salido del Banco Mundial y la UE que han alabado este ‘ejemplar’ modelo de desarrollo. En Argentina, Paraguay o Brasil, la soja ha sustituido a cultivos tradicionales consumidos en sus países. Ahora se produce para el exterior y mientras una oligarquía agraria obtiene suculentos beneficios, el mercado interno se hace dependiente del exterior y compra los artículos que antes producía a precios más caros. Indonesia y Malasia han destruido bosques húmedos, esenciales para la vida, con fondos europeos una superficie equivalente a Francia, para producir aceite de palma que alimenta la producción de energía ‘limpia’ en Europa. Todo un modelo de sostenibilidad que ha depreciado la economía local que daba sustento a miles de campesinos, ha desplazado a la población originaria de los bosques y ha destruido un ecosistema único en el planeta. La siembra del alga Eucheuma en las islas del Pacífico se puso en marcha como proyecto de desarrollo. El resultado ha sido la ruina de la economía local. El alga se utiliza para producir carragenano, un aglutinante sustitutivo de la grasa animal para los helados que tomamos. Pero este producto aparentemente inofensivo y que consumimos para no aumentar

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nuestro grado de obesidad ha provocado la muerte de los corales y desaparición de la pesca que daba sustento a la población. En occidente nos preocupa la obesidad, queremos seguir nuestra dieta de alto consumo energético conservando nuestra línea. La fabricación de adelgazantes para la obesidad a partir de la obtención de la explotación de la patente de la planta Hoodia (que contiene una molécula 100.000 veces más potente que la glucosa a la hora de enviar información de saciedad al cerebro), se ha puesto de moda. La planta ha venido siendo usada tradicionalmente por los bosquimanos en el desierto del Kalahari para calmar el hambre en época de escasez. Por la explotación de este conocimiento y los derechos sobre la planta, la multinacional Unilever liquida sólo el uno por ciento de los beneficios al gobierno sudafricano. Un remedio contra el hambre convertido en un remedio contra la obesidad y avaricia occidental. Los beneficios del desarrollo concretados en grandes fortunas, se invierten pensando en las necesidades futuras de la población para multiplicar los beneficios. Algunos de estos millonarios han invertido en la compra de tierras en la Patagonia Argentina. El agua será un recurso escaso y en el territorio constituye una de sus principales riquezas. Entre los más activos inversores se encuentran varios miembros de la secta de la Cienciología y pertenecientes a la industria de Hollywood y los medios de información. Silvester Stallone, Dustin Hoffman, Ted Tunner y Joe Lewis propietario de las cadenas Planet Hollywood y cadena Hard Car Café, pero también sospechoso de turbios negocios. El más importante propietario de las tierras patagonas de Argentina es la familia Benetton (900.000 hectáreas, 4.500 veces la ciudad de Buenos Aires). Las enormes extensiones de tierra adquiridas suponen un territorio superior al tamaño de las cuatro autonomías españolas de mayor extensión: Castilla León, Andalucía, Castilla La Mancha y Aragón. La mayoría de las tierras patagonas son reivindicadas por el pueblo mapuche que hoy ve como se le impide el paso a su territorio ancestral. Después de la guerra del Congo que supuso el fin del dictador Bokasa, la banca suiza reconoció la existencia de cuentas ocultas por importe de 4.000 millones de dólares, de los que Congo sólo ha recuperado cien. Tras la crisis argentina de 2002, el capital evadido a EE.UU. y jamás recuperado ascendía a 100.000 millones de dólares, cantidad muy superior a la deuda argentina en ese momento. La explotación de miles de trabajadores y trabajadoras en maquilas, las zonas francas establecidas en países “pobres” fuera de la ley, donde se produce diariamente la violación de todos los derechos laborales y se trabaja en régimen de esclavitud, son apoyadas por los gobiernos que las ven como una oportunidad de incrementar el PIB del país y atraer a la industria mundial. Pero, ¿quién obtiene y se lleva realmente el beneficio a cambio de salarios de usura? El desarrollo conlleva la violencia estructural, el hambre y la inequidad. Las empresas ‘modélicas’, invierten miles de millones de dólares en publicidad en los medios. Los medios en cambio sólo tienen letra pequeña para contar que empresas multinacionales del “prestigio” de: Nestle, Bayer, Novartis, Pfizer, Adidas, Nike, Reebok, BP, Exon, Shell, Total, Mercedes, C&A, H&M, Triumph, Chicco, Unilever, Kraft, McDonald´s, Chiquita, Coca Cola, Del Monte, Monsanto, Deutsche Bank, Walt Disney, Ford, GM, Mitsubishi, Samsung, Siemens… han sido acusadas de explotación en los países empobrecidos, de vinculación a mafias locales para mantener sus privilegios, de experimentar con la población, de vender productos caducados, de apropiación de patentes… Cada una de ellas y de otras muchas (entre ellas españolas) que pueden ser fácilmente incorporadas a la lista, tiene una relación directa con prácticas delictivas que han sido denunciadas y hasta reconocidas, a veces, por las mismas empresas, pero el velo del silencio pesa y sus resultados económicos siguen siendo ‘ejemplares’, como ejemplar es su modelo de desarrollo (Werner y Weis, 2004). Son ejemplos de como dicta las reglas el desarrollo y quienes son sus verdaderos beneficiarios. Las investigaciones de Jean Ziegler, klaus Werner y Hans Weis, o de Gilbert Rist sobre el uso de las riquezas y la generación del progreso de la desigualdad, resultan bien esclarecedoras de como creamos un mundo de inequidad y explotación en defensa del desarrollo.

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Un modelo de vida que arruina el mundo Pero, ni siquiera para Occidente el modelo de economía de desarrollo resulta válido. No sólo porque los niveles de desigualdad se incrementen, sino porque como modelo depredador produce pensando exclusivamente en el beneficio económico especulativo. Producimos más de lo que necesitamos, consumimos más de lo que necesitamos, desperdiciamos más recursos de los necesarios. Nuestra explotación del ecosistema no es sostenible si se traslada al resto de la humanidad. El planeta carece de recursos suficientes. El ideal de reproducir nuestro modelo, de expandirlo al resto del mundo es inviable. Es necesario un sistema más eficiente y solidario. Usamos autos que pesan dos toneladas para trasladar cuerpos que no superan los 80 kilos de media. Consumimos agua embotellada sin tener en cuenta que un envase de un litro necesita un gasto de otros cinco, en términos de energía, y la basura que se produce requiere un gasto mayor para su tratamiento. Con nuestro actual modelo de vida más del 60% de los recursos hídricos del planeta están embalsados, lo que limita las posibilidades de nuestro ecosistema que necesita de ríos y manantiales para seguir generando vida. Para entender el absurdo de nuestro modelo de vida y su insostenibilidad, baste decir que la media de kilómetros recorridos de los alimentos que consumimos a diario se sitúa entre los 2.500 y 4.000. El ‘alimento viajero’ tiene un gran impacto ambiental. Esta práctica innecesaria hace que los productos agrícolas necesiten hasta tres veces más de energía para su transporte que para su cultivo. El abandono de los cultivos tradicionales, del consumo de los frutos de temporada, la estandarización de los alimentos impuesta por la industria de la distribución y la presencia de agentes contaminantes y aditivos deterioran e hipotecan nuestra calidad de vida. Nuestro exceso en consumo de carne implica una contaminación por gas metano que supera en sus niveles a la contaminación por CO2. El uso de latas de aluminio implica la remoción de 40 toneladas de tierra rica en bauxita para obtener una tonelada de aluminio. Su extracción se produce en los países que empobrecemos, pero su fabricación se realiza en fábricas europeas por lo que es necesario un gasto considerable en transporte para producir, mediante el calentamiento del mineral a 2.000 grados, planchas de 9 metros de grosos y 32 toneladas. Planchas que luego serán trasladadas, nuevamente, a otras fábricas distribuidas por el continente donde se laminan, mediante su calentamiento a 500 grados, hasta los 0,2 mm para su destino final, en la mayoría de los casos, los vertederos donde arrojamos nuestras latas de refrescos. No es posible que veamos como normal que el contenido cueste más que el continente. Gastamos más en comprar basura que en útiles al hacer nuestra compra diaria. En el mundo más de 130 millones de celulares se arrojan a la basura y el 80% de la ‘basura’ electrónica se exporta desde los países ricos a vertederos de terceros países. La justificación está en defender únicamente nuestra capacidad de reciclaje, cuando el verdadero mensaje debería residir en dejar de fabricar basura para evitar una tendencia costosa y no siempre efectiva. Pero una vez más, como la pescadilla que se muerde la cola, el modelo hace crecer nuestro PIB.

Cuestionamientos críticos al desarrollo Frente a estas perspectivas críticas sobre el concepto de desarrollo y la manera en que se aplica, han surgido en distintos momentos de la historia movimientos críticos que han cuestionado la perspectiva desarrollista. Sin embargo, sin abandonar su paradigma de búsqueda de crecimiento, todos han errado en su propuesta de construir modelos de desarrollo más amables. En muchos casos se han llegado a aplicar sin obtener los resultados esperados. Los teóricos de la dependencia, doctrina fortalecida en Latinoamérica especialmente, supuso una crítica al modelo de desarrollo, pero en definitiva como dijo Henrique Cardoso no había una propuesta de acción concreta y proponían el mismo modelo de desarrollo sólo que en “beneficio de otras clases” (Rist, 2002: 139). Evidentemente para los teóricos de la dependencia el subdesarrollo no es un estado natural. Para ellos, el progreso de los países ha sido bloqueado por prácticas colonialistas. Lo

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difícil de la tesis de la dependencia es rechazar el capitalismo sin rechazar los presupuestos del desarrollo pensando una vez más que el crecimiento sería la clave para alcanzar el modelo occidental. Es decir no planteaba una alternativa real sobre los resultados del modelo de producción y consumo, ni atendía las cosmovisiones locales. Por las mismas razones otros modelos de aplicaciones prácticas fracasaron como: La Self-Reliance (autonomía o desarrollo autocentrado) surgida por la iniciativa de Julius Nierere (Tanzania 1967, declaración de Arusha). Unos de los principios más claramente definidos era la búsqueda del desarrollo del hombre por encima de las riquezas materiales y la autosuficiencia local lejos de las prácticas del comercio internacional. El NOEI también trató de cambiar las reglas del juego del comercio internacional, pero el simple hecho de reconocerse como países en vías de desarrollo les hacía participar nuevamente de una cosmovisión ajena y perseguir las mismas aspiraciones que se denunciaban. Una novedad que ha tenido repercusiones hasta hoy se produjo a partir del llamado informe realizado por la Fundación Dag Hammarskjöl, conocido por: ¿Qué hacer? Realizado en 1975 por encargo de la Séptima Sesión Extraordinaria de la Asamblea de las Naciones Unidas, el informe trata de superar el antagonismo desarrollista, considerando por primera vez que los cambios se tienen que producir, principalmente, en el modo de vida de los países enriquecidos y que el desarrollo no obedece a un sólo modelo universal. Por primera vez, se cuestiona el paradigma del crecimiento. El informe proponía cuatro puntos básicos de partida: limitar el consumo de carne y petróleo, edificaciones más racionales, aumentar la vida de los artículos y suprimir los vehículos individuales. Justo los hábitos perniciosos que invaden el mundo ‘desarrollado’ y que exportamos al resto. Medios sencillos y lógicos para dejar de usurpar bienes necesarios para los países empobrecidos. El problema no está en los pobres sino en quienes acumulan la riqueza. El pobre no tiene problemas que resolver los tiene el rico. Hoy se habla de ‘desarrollo sostenible’ como una alternativa al desarrollo sin control que esquilma todos los recursos. Hablamos de ‘desarrollo humano’ pero siempre desde criterios economicistas, aunque introduzcan otros valores relativos a la educación, acceso a la cultura, a la salud, a las libertades. La formulación del concepto del IDH (Índice de Desarrollo Humano) adoptado por Naciones Unidas a comienzo de los 90 es un cambio importante, pero insuficiente, al mantener los criterios de vida occidental como estándar de calidad. Aceptando que el IDH fuera un modelo válido de medición, nos encontraríamos ante la paradoja de que Cuba estaría situada por delante de EE.UU., ya que su sistema sanitario y educativo es infinitamente mejor. El modelo sanitario cubano trasladado a EE.UU. salvaría cada año a casi 2.500 recién nacidos. Pero con todo Cuba es sólo uno de 41 países que en el mundo superan a EE.UU. en el IDH. Como han dicho Georgescu Roegen, Gilbert Rist, Helena Norberg-Hodge, Bruno Clementin, Latouche, Braungart, Mcdonough, Cheynet, Grinewald, Maurizio Pallante, Gustavo Esteva, Samir Amin… y tantos otros, el desarrollo sostenible, humano, local, no son mas que formas aplazadas de trazar un mismo camino, una forma de aplazar decisiones sobre los problemas globales a los que se enfrenta la humanidad y nuestro planeta. Definir algo como ‘sostenible’ equivale a reconocer un equilibrio inestable y no perdurable. Como dicen con humor Braungart y McDonougth, ¿definirias como positiva la relación con tu pareja si la calificaras como ‘sostenible’? No parece la mejor de las situaciones. Aplicarles calificativos al desarrollo para dulcificarlo es un pleonasmo, ni añade, ni quita nada, aunque despiste. Desarrollo es desarrollo y no se puede disociar de su naturaleza económica, de persecución de crecimiento permanente. Abogar por el fin del desarrollo se plantea hoy como una necesidad incuestionable. No es posible seguir acumulando riqueza y mantener un crecimiento económico cuando los recursos del planeta son finitos y mucho menos sin un planteamiento serio de distribución y redistribución de la riqueza. El modelo actual de vida creado con el desarrollo no puede acoger a todos, más bien a cada vez menos. De haberse cumplido los pronósticos más optimistas de los planes de

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desarrollo a estas alturas de la historia, todos deberíamos haber alcanzado el mismo nivel de vida, la misma capacidad de consumo. Pero como dice Gilbert Rist el calendario es el mismo para todos y alcanzar a los países situados en lo alto de la curva por quienes se sitúan en la parte inferior es por definición imposible, la diferencia no puede sino crecer. En 1700 la diferencia era de uno a dos años, de uno a cinco a finales del XIX, de uno a 15 en 1960 y de uno a 40 en 1980. En el umbral del año 2000, el PNUD reconocía que la proporción entre el 20% más rico y el 20% más pobre en 1960, era de 30 a 1; en 1980, de 40 a 1 y en 1994, de 68 a 1. Un avance significativo en términos de desigualdad.

Comunicación para el cambio social Y en este contexto ¿cómo hablar de hacer comunicación para el desarrollo? Ante los cuestionamientos que se vienen realizando sobre el desarrollo hay quienes han planteado un cambio semántico que no incide en los significados. Se trata del término Cambio Social, de la Comunicación para el Cambio Social. ¿Es que la llamada Comunicación para el Cambio Social no se plantea el progreso de la humanidad desde las claves planteadas por el modelo de desarrollo definido por Truman en su discurso del año 49? Un modelo tutelado por las organizaciones salidas de Breton Woods, cuando la mayoría de las naciones del llamado Tercer Mundo no habían alcanzado su independencia y como colonias no tenían voz propia. El Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y con posterioridad la Organización Mundial del Comercio, han sido los brazos ejecutores para facilitar que la ideología del progreso fuera la ideología del desarrollo. El plan del británico Keynes para crear un organismo internacional de compensación de los desequilibrios comerciales de manera que los países con excedentes financiarían a los países deficitarios, mediante transferencia de sus excedentes, se vino abajo ante la imposición de EE.UU. ¿Cuál debe ser la estrategia de cambio social? ¿Cuál es el nuevo punto de partida? ¿Cómo construir medios ciudadanos y democratizar los mensajes y los discursos? ¿Cómo romper los falsos imaginarios que hemos estado creando? La Comunicación para el Cambio Social se define también bajo la perspectiva de buscar el crecimiento económico de las sociedades consideradas más atrasadas. ¿Atrasadas en qué? ¿En no vivir bajo los esquemas occidentales de consumo? El concepto de desarrollo mantenido desde este nuevo paradigma sigue siendo un mero proceso económico, y así lo definen sus actuales defensores: “Estamos usando el término "comunicación para el cambio social" como una forma útil de organizar y pensar. Este trabajo está basado en una premisa simple: Es posible encontrar formas efectivas de usar la disciplina de la comunicación para contribuir a acelerar el ritmo del desarrollo. Sabemos que cuando la comunicación se convierte en un elemento integral del proceso de desarrollo y se la ejecuta inteligentemente, el proceso de desarrollo es más sostenible. Creemos también que una intensa labor proselitista es necesaria para contribuir a que la comunicación sea aceptada como el factor integral que es dentro del proceso de desarrollo” (extraído del Documento Programático publicado en http://www.comminit.com). ¿En qué términos resultan modificados los paradigmas del desarrollo descritos anteriormente para justificar este cambio? La orientación es la misma: la búsqueda de estrategias en la comunicación para sembrar pautas de desarrollo. Como bien dice la investigadora boliviana Karina Herrera, el concepto de cambio social es hoy “tan ambiguo como los son sus diversos abordajes y perspectivas”. El cambio social es más un objeto de estudio cuando se produce, que un método para abordar los mismos. Cambio social implica evolución social, pero no una dirección concreta. En este sentido hablar de una Comunicación para el Cambio Social no marca una estrategia definida ni acertada y no viene a ser una innovación sobre quienes con más acierto en un momento histórico complicado, razonaron la importancia de la comunicación como catalizador de una evolución social hacia la democracia y la igualdad

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social. El único inconveniente es que el paradigma del desarrollo como leitmotiv traicionaba este ideal. Valorando el esfuerzo que significa este nuevo empeño de construcción crítica y de aunar esfuerzos entre investigadores y activistas, resulta reiterativo y contradictorio el modo en que se reivindica nuevamente el desarrollo. Si el proceso de Cambio trata de construir escalas de prioridades sociales en base a individuos, la prioridad no puede residir en un modelo ya fracasado. Los indicios desde los que crear nuevas prioridades sociales apuntan a una necesidad de lograr que en el ámbito local se genere el mayor número posible de recursos, a que se consiga un óptimo nivel de autosuficiencia que permita construir un modelo global más solidario, respetuoso con el planeta y perdurable. La prioridad del Cambio señala una dirección opuesta a las prácticas desarrollistas. Es más necesario y satisfactorio vivir bien que vivir mejor, que encierra una insatisfacción permanente que sólo parece satisfacer el consumismo.

Nuevos imaginarios: Decrecer para obtener el bienestar En este sentido el discurso de los medios masivos apuesta mayoritariamente por el ideal del desarrollo para alcanzar la liberación del ser humano. No se paran a pensar en sus consecuencias y si lo hicieran no podrían hacer otro discurso, porque este objetivo entraría en colisión con sus fines mercantiles. Los grandes grupos de información y difusión, contribuyen no sólo a la cimentación del imaginario del desarrollo sino que son parte de ese sistema que mantiene el actual esquema injusto de desequilibrios. Son capaces de denunciar la pobreza, el hambre, las pandemias, las dictaduras, pero no son capaces de denunciar las causas de los mismos, ni hacer ver que detrás de esos dramas se esconden los intereses de las multinacionales que se anuncian en sus espacios. En definitiva, los imaginarios sociales construidos por los medios no contribuyen a sensibilizar a la ciudadanía sobre el drama del desarrollo y una forma de vida que impide la mejora de las condiciones en otras regiones del mundo. Desde esta óptica se plantea una nueva lógica, la de la cultura del decrecimiento económico para dejar espacio a otros. Modificar el modelo de producción, la sociedad de los consumos innecesarios debería formar parte de los nuevos imaginarios. Decrecer implica trabajar una economía diferente, organizada para proveer de lo necesario, no de lo superfluo, un modelo donde el beneficio no sea especulativo. No es retroceder en bienestar, es renunciar al imaginario económico, “a la creencia de que más es igual a mejor” (Latouche, 2004). Trabajar para favorecer el vivir bien frente al vivir mejor, es una tarea que sólo se puede conseguir si el discurso de los medios cambia y consigue sensibilizar lo suficiente sobre los auténticos problemas de nuestra sociedad y su gobernabilidad. Tomar como modelo a cualquier país de los considerados ‘desarrollados’ para homologar al resto del planeta ‘subdesarrollado’ equivaldría a tener que disponer de al menos cinco planetas más del tamaño de la tierra. El espacio bioproductivo medio per capita de los habitantes de la tierra es de 1,8 hectareas. Un estadounidense consume 9,6, un europeo 4,5. Estamos por encima de nuestras posibilidades y eso limita la capacidad de elección de aquellos a quienes llamamos subdesarrollados. Si seguimos hablando de crecimiento está claro que unos deben decrecer para dejar espacio. Tenemos un serio problema de obesidad en una parte del mundo. La huella ecológica de los afortunados de la tierra, pone un techo imposible a quienes hoy viven en la pobreza o en economías de menos exigencia consumista y a los que seguimos ofreciendo, gracias a nuestros medios, un escaparate sugestivo y virtual al que jamás tendrán acceso, porque el desarrollo no hace posible un reparto justo ni plantea los límites al crecimiento. Nuestra solidaridad empieza en exigir capacidad de consumo para nuestros productos y libertad de aduana y acaba en el cierre de fronteras a la circulación de nuestros vecinos en el planeta, deseosos de acabar con su miseria y compartir nuestro ‘desarrollo’.

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Hemos estado trabajando bajo un esquema que defendía un modelo economicista, etnocéntrico y exógeno. Su fracaso ha sido evidente por insolidario y oportunista, y el discurso de la comunicación se ha prestado a ello. En la nueva apuesta existen empeños serios que demuestran que sin desarrollo, es decir sin crecimiento, se puede vivir sin deteriorar nuestra calidad de vida. Una economía más local, menos dependiente, que haga más y mejor pero con menos. Todo pasa por aplicar siete principios básicos: Reevaluar, reconceptualizar, reestructurar, redistribuir, relocalizar, reducir (los impactos sobre la naturaleza) y reutilizar (Latouche, 2004) El químico alemán Braungart y el arquitecto estadounidense McDonough, renunciando al concepto de desarrollo como paradigma inalcanzable, nos proponen la necesidad de un equilibrio entre Economía, Ecología y Equidad, en el sentido de abordar la justicia social que debe estar presente en el triángulo de este fractal. El Planeta es la cuna que da la vida y todo cuanto hagamos debe ser en su beneficio si queremos garantizar que nuestro presente sea capaz de asumir un futuro. Cualquier desecho industrial debe ser reabsorbido por la naturaleza como alimento de la misma. Sus prácticas demuestran que el uso de agentes contaminantes no está justificado y que la producción de basuras no reabsorvibles por la naturaleza se puede evitar. La producción se debe realizar en entornos amables y los beneficios se deben ajustar atendiendo prioritariamente a la mano de obra que lo hace posible. El fin de lo que se denomina “nueva revolución industrial” está claro: un mundo movido por energías renovables, con productos saludables y seguros, que sean producidos y distribuidos de forma económica, ecológica, equitativa y estética. La cuestión es seguir las leyes y pautas de la naturaleza. Un esquema que llevan a la práctica con éxito en sus proyectos repartidos por todo el mundo y que vienen a demostrar que realmente se puede trabajar otro modelo de economía sin perder bienestar, ni ejercer la insolidaridad. Trabajar en un verdadero modelo económico que produzca beneficios sin producir desigualdad y destrucción. Un modelo exportable a todos los sectores industriales, de ahí la necesidad de “rediseñar el modo en que hacemos y usamos las cosas”.

Conclusiones: Comunicación para el empoderamiento ecosocial Muchas cosas deben cambiar en los países empobrecidos, pero los cambios más profundos deben producirse en los países donde se concentra la riqueza y se desperdician los recursos, si es que queremos dejar de ser tolerantes con la miseria y verdaderamente solidarios. El único logro de la práctica del desarrollo ha sido que el rico sea cada día más rico y el pobre cada día más pobre. Tenemos un pequeño desafío, tenemos que incorporar a nuestro libro de estilo, a nuestra manera de hacer comunicación, una nueva forma de tratar la realidad, de radiografiarla y reconocerla, de debatir con los movimientos sociales y trasladar esta realidad a los centros de poder y a la investigación de medios. Es necesario comunicar los nuevos imaginarios y comenzar a desmontar los caducos. Mirar la realidad con otro prisma. En el foro que mencionaba al comienzo, creímos necesario abrir este debate y empezar a reflexionar sobre los medios y su realidad. Reivindicar el papel que los ciudadanos deben empezar a tener, reconociendo que primero es necesaria la defensa del Derecho de Comunicación en los términos expresados en el artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, para garantizar el acceso, el uso y la gestión de los medios de masas por la sociedad civil. Desde el espíritu que nos ha movido a trabajar con entusiasmo por una comunicación que de poder al ciudadano, una comunicación endógena, de concientización, definida, hasta ahora, como de desarrollo y desde los postulados trabajados por Freire, Kaplún, Beltrán, Marques de Melo, Alfaro, Bordenave, Somavía, Cimadevilla, Pasquali…, deberíamos tratar de redefinir la simbología de significantes que han alterado los significados. Si la comunicación tiene una esencia revolucionaria hagamos lo posible por trabajar utopías, no quimeras como las promovidas por el desarrollo. Hagamos que la comunicación sea una herramienta de ayude a defender los auténticos intereses ciudadanos, que no son ni mucho menos los empresariales

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y corporativos. Una Comunicación de Empoderamiento, una Comunicación Ecosocial. Empoderamiento porque implica una toma de conciencia sobre las capacidades propias del individuo para tomar decisiones de carácter colectivo, un apropiarse del destino reconociendo una escala de valores verdaderamente humana. Ecosocial, porque estas decisiones deben incidir en la responsabilidad de instaurar un nuevo modelo económico que abandone la usura, retribuya justamente, sea respetuoso con el planeta y con la capacidad de las diferentes culturas para asumir sus destinos. Nada de ello es posible sin trabajar a fondo en una nueva estructura de medios que ponga fin a la privatización de las ideas y la creación de imaginarios interesados. No se puede construir una nueva sociedad sin una verdadera democracia mediática. Es necesario separar el discurso de los medios masivos, de los intereses corporativos empresariales. Los medios deben su legitimidad a la ciudadanía y a un sentido de libertad lejano a intereses particulares. Nuestro sistema de medios actual no contribuye a la generación de nuevos imaginarios, a la construcción de un modelo más solidario y lógico de hacer las cosas. Los Medios no pueden estar sujetos a las reglas del libre mercado, no son un sector económico más, es un sector sensible a los intereses ciudadanos y su responsabilidad debe ser ejercida desde una transparencia garantizada por su independencia con respecto al mercado publicitario y la vinculación directa a intereses políticos partidarios. Sujetar su supervivencia y su lógica a la economía de mercado daña la democracia, desde el mismo momento en que se condiciona su libertad de expresión. En esta apuesta es fundamental recuperar para los movimientos ciudadanos su plena capacidad de acceso a los medios y devolverles las tribunas que hoy se les están negando. Todo ello, conlleva también una dignificación de la labor del periodista que lejos de ser un mero asalariado de empresa, debe conquistar su independencia y compromiso con la verdad. Por último, ¿qué lugar juega la Academia, la Universidad? Sin una Universidad que no sea capaz de tomar la iniciativa frente al mercado seguiremos formando mercenarios capaces de todo a cambio de un salario. Construir un nuevo sistema de medios, lejos de los monopolios, exige un cambio radical en los conocimientos que trasladamos a los universitarios y en la formación de una auténtica capacidad de crítica de los futuros periodistas para dotarles de la capacidad de convertirse en catalizadores de la inquietudes sociales, en constructores de medios ciudadanos, horizontales y democráticos.

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IV. RECENSIONES UNIVERSIDAD DE LA FRONTERA

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PERSPECTIVAS DE LA COMUNICACIÓN · VOL. 2, Nº 1, 2009 · CLÁUDIA MARIA ARANTES DE ASSIS. (pp. 160-161).

NOBLAT, Ricardo. 2002. A arte de fazer um jornal diário. Brasil: Editora Contexto, 176 páginas. ISBN 8572442111. Cláudia Maria Arantes de Assis Mestranda em Comunicação Social Universidade Metodista de São Paulo. clauarantes@hotmail.com Brasil

O livro “A arte de fazer um jornal diário” de Ricardo Noblat narra às histórias vivenciadas pelo autor na redação de um jornal durante seus trinta e cinco anos de experiência em jornalismo. Após um diálogo fictício como se Ricardo Noblat pudesse ser jornalista e leitor ao mesmo tempo, surge o livro. Foi a maneira que Noblat encontrou para compreender o que se passa na cabeça dos leitores. Dessa forma ele mostra a importância e a decadência dos jornais impressos. De maneira bem humorada, Noblat trata de fatos interessantes sobre o que é certo e errado em um jornal diário. Em uma perspectiva futurista, ele acredita que haverá a extinção do jornal impresso tanto em decorrência dos maus profissionais que trabalham nos jornais impressos, quanto dos donos desses jornais que não se importam com qualidade e não se preocupam em perder leitores para os novos meios de comunicação. Isso é um alerta para os futuros jornalistas, pois estes não fazem idéia de como funciona realmente uma redação. E podem no futuro, tentar reverter essa situação. Preservando o jornal impresso. Os oito capítulos do livro tratam assuntos como: a estrutura convencional do lead e como é utilizado pelos jornalistas; os leitores de forma geral; os donos dos jornais que não se importam com o futuro desse veículo de comunicação; os repórteres que não se preocupam com a notícia e parecem estar sempre fazendo “CTRL C e CTRL V” das matérias de outros jornais; a ética dos jornalistas entre confrontos ideológicos e princípios. Noblat julga que a culpa da queda das vendas dos jornais são dos maus administradores do jornal( muitas vezes os donos) e dos jornalistas que não querem saber se o jornal tem repercussão ou não (se o jornal está pronto está de bom tamanho, não importa o que está escrito). Deve se levar em conta a pouca vendagem de jornais pelo fato destes tratarem do mesmo assunto. Ou seja, eles veiculam assuntos que podem ser encontrados no rádio, na televisão, na internet e mesmo em outros veículos impressos. Os repórteres não se aventuram em procurar notícias, muitas vezes não saem da redação para apurar. Geralmente as notícias nos jornais são semelhantes à de outros jornais. Segundo Noblat é importante apurar a informação para não faltar o que pôr na matéria, mas com o cuidado de não confundir o leitor com informações em excesso. De acordo com ele, os jornais erram muito e muitas vezes não se retratam. Mas quando o jornal erra e assume seu erro, ele ganha mais credibilidade, pois o leitor sabe que se houver outro erro, será esclarecido. Isso traz mais confiança para o jornal. “A melhor fonte de informação não é a que sabe tudo, mas a que nos conta o que sabe”. Segundo Noblat é necessário ter boas fontes, cuidar delas mantendo contato constantemente. E caso seja pedido ou necessário, cumprir sigilo sobre essa fonte. Ao se tratar de uma entrevista, ele diz que o bom entrevistador deve tirar o que quer do entrevistado. Deve “arrancar” as respostas. Noblat salienta também que a informação pode estar no silêncio ou em alguma outra atitude do entrevistado. Em seu livro, “A arte de fazer um jornal diário”, Noblat também conta alguns macetes para se escrever bem um texto jornalístico. Simplicidade, clareza, objetividade, frases curtas, e ordem direta são os ingredientes para um texto coeso. O lead também deve ser repensado no momento de ser escrito. Para ele, o lead convencional não convida o leitor a ler o jornal. Noblat é radical ao tratar do pensamento de alguns jornalistas, como se sentir poderoso ou fazer parte do poder. Jornalista não sabe tudo. A raiz desse problema pode estar no jornalista receber favores, presentes e convites de algumas pessoas que tem algum interesse em receber vantagens. O livro é uma crítica aos jornais e aos antiéticos jornalistas. Nas palavras de Noblat, “estou convencido de que donos de jornal e jornalistas compartilham o firme propósito de

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acabar com os jornais” essa frase é um exagero desesperado, pois há muitos jornalistas que correm atrás de boas notícias, que investigam, que agem da melhor maneira para levar as informações dos fatos de forma concisa e verdadeira à população. Não podemos generalizar uma categoria de “preguiçosos irresponsáveis” como sendo toda uma redação. Assim como em todas as classes e lugares, existem as pessoas competentes (com força de vontade e dignidade) e as incompetentes( que só esperam seu salário no fim do mês). Os donos dos jornais é qume deveriam se preocupar mais com os profissionais que contratam. E se preocupar também com a visão que a população tem de seu jornal. Os jornais mais respeitados já passaram por reformulações, tanto de espaço físico, quanto de editorias, quanto de profissionais. Isso é um grande salto para o futuro do jornal impresso. Os donos de jornais estão muito preocupados em ganhar dinheiro, mas não percebem que se o jornal não fizer ‘a diferença’ a queda de vendagens será enorme. As outras mídias estão cada vez mais sendo utilizadas pelas pessoas, enquanto que o jornal impresso perde espaço visivelmente para os outros meios de comunicação. A responsabilidade de reformular e atrair o leitor parte tanto dos donos do jornal quanto dos profissionais.

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PERSPECTIVAS DE LA COMUNICACIÓN · VOL. 2, Nº 1, 2009 · RODRIGO GONZÁLEZ REYES. (pp. 162-163).

HERNÁNDEZ, Francisco y OROZCO, Guillermo. 2007. Televisiones en México. Un recuento histórico. México: Universidad de Guadalajara, 184 páginas. ISBN987-970-27-1302-9

Rodrigo González Reyes Dr © en Ciencias Sociales (CIESAS-Occidente) Instituto Latinoamericano de la Comunicación Educativa (ILCE) mamiferoparlante@yahoo.com.mx México

Los esfuerzos por sistematizar el desarrollo histórico nacional de distintos medios en Latinoamérica ha sido, hasta hace poco, una labor restringida a muy selectos ámbitos académicos en tan sólo algunos países. Debido en parte a la poca producción y circulación de investigación publicada, pero también gracias a que las historias mediáticas no se han entendido como parte integral de las historias sociales de nuestro continente, poco se lee sobre ello fuera de cada región, siendo pocos los interesados en ver qué sucede en otros ámbitos lejanos de los propios. Hoy, ante la inevitable necesidad de dar cuenta de las múltiples disposiciones históricas que reconfiguran y moldean el ecosistema mediático global y latinoamericano, incluidas las lógicas de mercantilización, expansión y convergencia de las plataformas tecnológico-mediáticas, se ha comenzado a promover el interés y la búsqueda de recursos para llevar a cabo reconstrucciones cuidadosas y críticas de distintos objetos mediáticos en nuestros territorios. Justamente, en este marco de nuevas búsquedas y necesidades, Francisco Hernández y Guillermo Orozco, dos reconocidos estudiosos de las televisiones locales y globales, nos presentan el libro “Televisiones en México. Un recuento histórico”, publicado en septiembre de 2007 por la Universidad de Guadalajara, en México. Si bien es sabido que la televisión mexicana ha sido objeto de muy diversas historias, este estudio se vuelve nodal en la literatura académica ibero y latinoamericana al encontrar su centro no en un mero recuento de datos y hechos, sino en la reconstrucción de la historia nacional de la televisión a partir de dos movimientos: uno de ardua labor de búsqueda y rastreo indicial-documental y otro de meticulosa confrontación y contrastación de datos. Éste último movimiento es, en gran parte, un trabajo que tuvo su base en la deconstrucción de todas la otras fuentes que han contado la historia de la televisión en este país. En ese sentido los autores son muy claros al declarar que uno de los principales propósitos del trabajo académico, que culminó en esta publicación, ha sido establecer los principios teóricos predominantes en aquellas historias. En otras palabras, el objetivo del trabajo investigativo consistió en aislar los elementos que en el discurso historizante de la televisión mexicana configuran la imagen de una industria cultural tan polémica no sólo en este país, sino también entre muchos de los hispano y luso parlantes. En el proceso de descomponer los diferentes relatos históricos, Orozco y Hernández dan cuenta del hecho de que la televisión mexicana ha sido contada desde tres grandes tradiciones: la heroica, la estuctural y la híbrida. La primera, según estos investigadores, caracterizada por la organización discursiva y los mecanismos propios de la “historia de bronce”, se ha propuesto desde un inicio destacar el papel de los liderazgos individuales de aquellos que fundaron la televisión en México. Desde aquella perspectiva, el avance de esta industria mediática y su posterior impacto en el horizonte político, social y cultural de la región no es sino producto directo y atomizado de algunos individuos: los pioneros heroicos “que sacrificaron sus vidas en pro del desarrollo de la televisión mexicana”. En la segunda tradición, con fuertes raíces en la práctica académica de muchos investigadores reconocidos en el campo iberoamericano de la comunicación, el desarrollo televisivo del país ha sido visto como una relación simbiótica entre el capital privado y el

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Estado. Según los autores, buena parte de la tradición de la economía política de los medios (no sólo de la televisión) ha medrado desde y a partir de este paradigma, que explica cómo la posición instrumentalista del Estado, en tanto aparato dominante y convocador del capital privado, ha sido el principal factor de control y crecimiento tanto de los contextos históricos como de sus principales agentes y actores. Por su parte, en un intento por romper con las visiones “románticas” y los determinismos instrumentalistas, el tercer enfoque correlaciona múltiples factores tales como el crecimiento cualitativo y focalizado de las inversiones sobre esta industria, los factores jurídicolegales de establecimiento, el clima político imperante, el impacto de las innovaciones tecnológicas sobre el mercado mediático así como los devaneos de uso y apropiación histórica de las audiencias en el desenvolvimiento del televisor como mercancía cultural. En este sentido el libro de Hernández y Orozco, sin ser mencionado abiertamente, se inserta en esta tercera tradición, utilizando como material de análisis ya no los datos histórico per se, sino las mismas historias y argumentos dejados por otros en relación y contraste con nuevos datos rescatados ex profeso para la elaboración de este trabajo. A partir de ahí, de la explicación de los tres modelos, los autores dividen y desarrollan su obra desde 5 ejes: los usos privados de la televisión en México, sus usos sociales, el contexto mercantil y de interés público, la industria de la telenovela en el 2000 y un epílogo que da cierre y conclusión global al libro, en particular sobre el panorama de la llamada Ley Televisa, un instrumento legal afinado desde las cúpulas políticas mexicanas y la mayor empresa televisiva de habla hispana para cerrar el mercado televisivo y su función política sobre sí misma. Si bien este trabajo recoge reflexiones vertidas en obras anteriores de ambos autores, entre ellas la tesis doctoral de Hernández (“Expansión internacional de la industria mexicana de la televisión”, Universidad Complutense, 2002) y el libro “Historia de la televisión en América Latina”, coordinado por Orozco (Gedisa, 2003), la obra es en todos sentidos nueva, aportadora y sobre todo, integrativa, ofreciendo no sólo un punto de encuentro entre la finura analítica y reconocida de ambos autores, sino también un punto de inflexión epistemológico en los estudios históricos de la televisión y muchas otras industrias mediáticas, mismas que aún esperan su propia historia escrita y un mejor perfil analítico. Como nota final, cabe decir que un elemento fundamental de reflexión y aporte al estudio del campo en “Televisiones en México. Un recuento histórico”, es la positiva denuncia de los autores acerca del gran vacío investigativo que existe en México en torno a las perspectivas económicas de la televisión y su contexto, particularmente en relación a la inversión publicitaria y el enfoque del Busssiness history, pero también, y esto es una invitación más que un reclamo, a la producción de trabajo académico por parte de los profesionales de la historia, agentes de producción de conocimiento que en ésta y muchas historias, brillan, sencillamente, por su ausencia.

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PROGRAMA DE MAGÍ MAGÍSTER EN CIENCIAS DE LA COMUNICACIÓ COMUNICACIÓN DEPARTAMENTO DE LENGUAS, LITERATURA Y COMUNICACIÓ COMUNICACIÓN FACULTAD DE EDUCACIÓ EDUCACIÓN Y HUMANIDADES UNIVERSIDAD DE LA FRONTERA


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