XXVIII PREGÓN DEL CARGADOR

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2010 PREGÓN DEL CARGADOR A LA SEMANA SANTA DE SAN FERNANDO

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XVIII PREGÓN DEL CARGADOR a la Semana Santa de San Fernando organizado por la Asociación "Jóvenes Cargadores Cofrades" J.C.C. bajo la denominación "Exaltación del Cargador a la Procesión Magna de La Isla de las Cortes Bicentenarias" a cargo de Ángel Luis Castro Haro José Luis Cordero Collantes José Martín Pérez Jiménez Salvador Caldelas Segura Antonio Moreno Olmedo José María Castro Haro Rafael Marín Gálvez Ignacio Bustamante Morejón pronunciado en el Salón de Actos del Colegio de la Compañía de María SAN FERNANDO 27 de marzo de 2.010 Sábado de Pasión

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XVIII PREGÓN DEL CARGADOR I (CRISTO REY, HUERTO, PRENDIMIENTO Y COLUMNA) Y montado en una borriquita entró en Jerusalén, en vez de en un brioso corcel, en una humilde borriquita como la que sirvió a José para huir a Egipto con María y el Niño. Y las gentes lo aclamaban gritando: ”Hosanna al Hijo de David”. Agitando palmas y ramos de olivos. Los fariseos, indignados, exigían a Jesús: “Maestro, reprende a tus discípulos”. Y Él respondía: “En verdad os digo que si estos callasen, gritarían las piedras”. Después de celebrada la Cena de la Pascua Jesús salió para el Monte de los Olivos, al otro lado del torrente de Cedrón, llevando consigo a Pedro, Santiago y Juan, se retiró a orar. Jesús suplicaba al Padre: “Si es posible pase de mi este cáliz, mas no se haga mi voluntad sino la tuya”. En su angustiosa plegaria gruesas gotas de sangre resbalaban por su frente. La Pasión empezaba a hacerse cruz en el Huerto. Y se le apareció un Ángel del cielo que lo confortaba. Primera sangre derramada. Aquella misma noche, durante la Cena de Pascua, había profetizado que derramaría su sangre para la salvación de la humanidad. Vuelto hacia donde estaban sus discípulos los encontró dormidos y les dijo: ¿Por qué dormís? Levantaos, y orad para que no entréis en tentación. Mientras él aún hablaba, se presentó una turba; y el que se llamaba Judas, uno de los doce, iba al frente de ellos; y se acercó hasta Jesús para besarle. Entonces Jesús le dijo: Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del Hombre? Y Jesús dijo a los principales sacerdotes, a los jefes de la guardia del templo y a los ancianos, que habían venido contra él: ¿Como contra un ladrón habéis salido con espadas y palos? Y prendiéndole, le llevaron, y le condujeron a casa del sumo sacerdote. Y Pedro le seguía de lejos. Jesús fue conducido a casa de Anás, suegro del Sumo sacerdote Caifás, luego a presencia de Pilatos, el cual lo envió a Herodes y este lo devolvió a Pilatos. En todos los lugares Jesús fue acusado de blasfemo. Fue en el patio del palacio de Pilatos donde el Redentor derramó sangre por segunda vez en su dolorosa Pasión. Pilatos mandó azotarlo con la intención de que los que le acusaban quedasen satisfechos con aquel escarmiento. Crueles latigazos flagelaron la divina espalda de Cristo amarrado a la columna. (José María Castro Haro, en off)

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Varios Pregoneros La luz, que es pregonera anunciando el milagro de una nueva primavera, nacerá mañana por el barrio de la Pastora despertando en Domingo de Ramos. Asomará por pretiles y almenas, dando un nuevo blancor a las fachadas. El día, igual que aquel 12 de Octubre, será como de María Santísima, olor a colonia de limpio, a estrenos… El blanco será más blanco, el azul más azul. ¿Por dónde vendrá? ¿Por dónde aparecerá el primer penitente? Ese heraldo cofrade no es un hombre ni es un niño, es un ángel nazareno que inaugura la alegría y el gozo de una Isla que al llegar el Domingo de Ramos estrena Semana Santa. En la Isla penitente hasta la sombra se ilumina y en el dosel de sus calles, como preciada reliquia, la tarde sabe a Cielo, se enreda en cada esquina al nacer, tan cofradiera, la primera Cruz de Guía. La tarde sabe a Gloria, será la Isla entera azul y blanca capilla que sale, mece y se recrea desde la Bazán hasta la Ardila. Nos invadirá un repeluco, que llega hasta el alma, al escuchar la primera marcha procesional, un clásico ya, “Cristo Rey en la Salle”. La sonrisa de Adolfo, da fe de que todo se cumple según manda la Isla. Y todos seremos Zaqueos ante la Majestad de Cristo-Rey. Los cargadores lasalianos, darán vida al misterio, y las siete revueltas serán un Jerusalem cañaílla, preludio de la recogida en la Salle. Se pierde la tarde y llega la Pasión. Hemos de estar en silencio. Silencio en la noche, pueblo cañaílla, pues entre los olivos del Huerto un hombre, Hijo de Dios y Hermano nuestro, sangre y sudor en la frente, la mirada en el Cielo, le reza y habla al Padre. Al lado de Jesús se ha posado un Ángel que ha venido a confortar al Señor. La Isla también le quiere consolar, aliviarle del dolor y sufrimiento

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Varios Pregoneros con que su Pasión comienza a hacerse Cruz en el Huerto. Y, como en un candray, en un Paso le llevan, mecido a los vientos de cornetas, surcando entre naranjos de las aceras la verde marejada del Huerto en la calle hará de la procesión marinera singladura: Espumas de las olas serán los azahares, el olivo, alto mástil, sus ramas lleva por vela, la dorada canastilla hace de recia quilla con caracolas encendidas brillando en sus esquinas. En la proa un comandante ha bajado del Cielo: Es el Ángel de la Amargura que señala firme el rumbo que hacia lo más alto apunta. Y, abajo, un marinero cargador, será la voz que su orden cumpla: “¡Al Cielo con la Oración! ¡Qué Jesús, Nuestro Señor, está rezando aquí en la Isla! Me cuentan que viendo Dios su otro Huerto viendo tanto rumbo, tanto duende, tanta elegancia, tanto amor contenido, tanto verbo en una palabra, tanta luz, tanta fragancia, tanto hombre hecho niño, tanta Fe en las miradas, tanta Hermandad hecha Cofradía creando Semana Santa, mandó al Observatorio, bajar su Gloria a este suelo, y así su Hijo, sentrañas morenas del Parque, se encontrará con su Madre, Prendimiento y Buen Fin por colleras. Jesús, su Huerto y María, suben de vuelta para Casa. ¡Qué solas quedan las palmeras, la fuente...! Los gorriones despiertos lanzan mil suspiros ¡Todo un año habrán de esperarles! Y el Guardián que vela el Parque

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Varios Pregoneros se agarra y reza en la reja. Ese buen hombre, cuando esa cancela descorría, aunque ufano en el esmero, no se daba cuenta, no sabía, que con ese postigo se abrían las mismas puertas del cielo. Y la Pasión llegará a la Columna, Hermandad que posee historia e incluso leyenda cargadora. Del equilibrio del mimbre tiene el compás la cuadrilla y a la jaz de las bandas viene el Señor de la Columna. Tres escalones de madera suben por las caídas y se empinan en seis brazos los cirios en sus tulipas. Pasa Jesús y suena una marcha hecha oración de la banda de su Madre que hasta para el sayón, para en su espalda la sangre y la voz de un cargador manda, desde el respiradero, ¡a medio adoquín na más! ¡más corto el Paso quiero! Que dibujen medias verónicas las caídas en el albero de calles que son la Gloria, de calles que son un ruedo, del mecío del cargador y de lances cofradieros que lleva el Paso, cairel, a cada pasito de Dios. A cada pasito de Dios con los cuerpos como pinos, son legionarios de una Fe, que al oído de una voz, toda la cuadrilla a la vez, con ¡Quieto ahí! y ¡vámonos! harán que el paso de Dios sea el Pasito holandés. (Ángel Luis Castro Haro)

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Varios Pregoneros II (ECCE HOMO, MEDINACELI Y AFLIGIDOS) Y los discípulos presos por el miedo lo abandonaron. Pedro, aterrorizado por el miedo, negó conocerlo a las puertas del Sumo Sacerdote. La dulce mirada de Cristo cautivo y maniatado y el anunciado canto del gallo hicieron huir al discípulo dejando al Maestro solo y desamparado. Llevándolo ante la autoridad del Imperio romano le acusaron y pidieron para Él la muerte por blasfemo. Pilatos no hallando culpa en aquel galileo trataba de convencer a los sanedritas para liberarlo. “Suelta a Barrabás y al Nazareno crucifícalo” gritaban desaforadamente. Presentándoselo les dijo: “Aquí está vuestro Rey” Pero ellos gritaban aún más fuerte: “No tenemos otro rey nada más que el Cesar de Roma”. Y Pilatos lavándose las manos como símbolo de ser inocente de la condena de aquel Hombre se lo entregó para que lo crucificaran. Cristo, abandonado y solo, camina hacia el lugar donde se va a ejecutar la sentencia de Pilatos. Sólo unas mujeres de Jerusalén, entre ellas su Madre, permanecen en el lugar. Jesús, vuelto hacia ellas, les dijo: Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, sino llorad por vosotras mismas y por vuestros hijos. Pero llega un momento en que sus miradas se encuentran, la de la Madre que ve al Hijo destrozado, la de Jesús que ve a María triste y afligida, y en cada uno de ellos el dolor se hace mayor al contemplar el dolor del otro, a la vez que ambos se sienten consolados y confortados por el amor y la compasión que se transmiten en el camino de la Amargura. (José María Castro Haro, en off)

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Varios Pregoneros Desde un pretorio, de frías losas blancas y negras, te asomas a La Isla escupido, abofeteado, burlado y azotado. Con la espalda desgarrada y cruelmente coronado, te asomas cada año desde tu pastoreño barrio, soportando entre tus manos atadas el cetro de nuestros pecados, ¡Ecce Homo! pronuncia Pilatos con los brazos extendidos, mientras que, con tu rostro avergonzado y dolorido, barruntas una muerte ya anunciada. (Angel Zapata López, en off): “Vámonos p´afuera Perico” Pilatos se asoma a La Isla. Blancos e inmaculados reflejos de La Pastora te dan la bienvenida. Pilatos sale de nuevo. Pilatos con brazos extendidos vuelve a dirigirse al pueblo: "He aquí que os lo saco fuera, para que veáis que no hallo en Él delito alguno". Y cada año se repite la escena en un pretorio dorado de frías losas blancas y negras. Sale Jesús llevando su corona de espinas, el torso descubierto, sagradas vestiduras recogidas a la cintura y con su espalda sangrienta y desgarrada. Cristo, protagonista por sincronizados, cadenciosos, cañaíllas, protagonista por jotaceceros movimientos, no pronuncia una sola palabra. "Nací para dar testimonio de la Verdad". (José Miguel Velázquez Núñez, en off): “Ya está Salud en su barrio, chavales” Ya está Salud en La Pastora, ya está en el barrio la flor más tierna de los atardeceres del Lunes Santo, ya está en el barrio la verdadera dulce presencia de la Madre de Dios. La Morera del Naca ha perdido su posición de privilegio pero no conforme estira su copa para levantar la vista sobre la muchedumbre: La Pastora, es una resulta de blancos, rojos y de azules escapularios. La Morera del Naca, ese día, no quiere perderse detalle. Como símbolo del Barrio reivindica ese papel. (Enrique Fernández Fernández, en off): “Ole mis niños, más cortito” Antes de asomarte a La Isla desde tu pretorio de frías losas blancas y negras, habrás sido Cautivado, Señor de Medinaceli, mientras una multitudinaria penitencia pide desgarrada que al Señor de larga melena, de cabizbaja y dulce mirada, lo conviertan en Cristo vivo y Rescatado. Padre, Hijo y Espíritu Santo se funden en uno, mientras otra parte de tu pueblo, tu pueblo soñado te sigue dando azotes y te niega seas Rescatado. Y tú Cristo, sigues siendo protagonista por sincronizados movimientos, sin pronunciar palabra alguna. “Haced esto en conmemoración mía”. (Enrique Ruiz Reina, en off): “Eso es, así anda la Madre del Hijo de Dios” Trinidad, la Virgen mocita por Capuchinas. Y en el magno periplo de la Pasión del Señor, según La Isla la Madre del Hijo de Dios. Siempre la Madre del Señor, Trinidad un solo Dios. El gran misterio de nuestra fe. María nos dice “haced lo que Él os diga”. Y yo te digo Madre que aquí estamos. No dejes de pasear por tu pueblo mientras que el humo incesante, se funda entre saeta y oración, oración y marcha procesional. Para acallar el clamor de la tarde, el Dolor se transforma en religiosidad popular, el dolor es un brote de lágrimas en los ojos de la Virgen. (Dominico Guillén Sánchez, en off): “Andrés, hay que ir poniéndose las rodilleras”

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Varios Pregoneros Era Santa Teresa la particular calle de la Amargura para los cargadores. Los cargadores, hombres de Dios, se arrodillaban para que las doradas andas estudiantiles avanzasen lentamente. Y es que el tradicional oficio de la carga es concomitante a la Calle de la Amargura. Mientras Jesús tiende su brazo sobre su Madre, el cargador lo hace sobre su compañero. Ante tanto sufrimiento, corazones compungidos se hacen fuertes ante la adversidad, Jesús cargó con la Cruz de nuestros Pecados y el cargador lo hace con cada cruz, con la cruz individual que cada uno traza con la horizontalidad del palo. La armohá es su cirineo y el brazo sobre el compañero, el aliento solidario para empujar hacia arriba. Los cargadores, al igual que Jesús y María, también se sienten consolados y confortados por el amor y la compasión que se transmiten en el camino de la Amargura. Un Hijo destrozado, narran los Evangelios. Evangelios escritos en cada uno de los rincones de este pueblo. Cómo pueden cuestionar Madre que en el Joven Cargador y Cofrade existe indiferencia al portaros a Ti ya seas Salud, Trinidad o Amargura, cómo pueden cuestionar Madre esa indiferencia, al portar a tu Hijo ya sea Ecce Homo, Cautivo Rescatado o Afligido. Quién tiene derecho a cuestionarlo Madre cuando mis niños, mis leones, mis cargadores dejan cada año en cada quieto, en cada mecío, en cada compás, un trocito de la salud de sus espaldas. Mis niños, mis leones, mis cargadores, aunque a algunos les cueste reconocerlo, lo hacen por Ti, por tu Divino Hijo. Todo Madre por conducir el mensaje de la Pasión por cada uno de los rincones de esta Isla que siente y habla en cofrade. Todo Madre por transmitir, con andar cadencioso, corto y a las bandas, una extraordinaria Pasión Isleña, esa extraordinaria Pasión Cofrade que los cañaíllas hacen explosionar año a año en la fastuosa fiesta de la primavera. Sigue así compañero, muéstrale al pueblo, con tu sacrificado esfuerzo, que nos gusta andar muy cortito, muéstrale al pueblo que es nuestra manera de rezarle al Señor y rezarle a la Virgen. A Ellos les gusta esta ofrenda, ¡vaya sí le agrada a la Reina de los Cielos y a su bendito Hijo!, les agrada como la oración más pura. Desde un pretorio, de frías losas blancas y negras, sigue asomándote a La Isla Señor, de la mano de tu Madre. Aquí estaremos siempre para verte, acompañarte y a los que tienen la inmensa suerte de poder pasearte con compás y suavidad me los bendices con tu inmensa bondad y paciencia, mientras camines Nazareno hasta tu muerte, a pesar de tus caídas, sigue mostrándonos tu Gran Poder y Misericordia. Por Ecce Homo, Medinaceli y Afligidos, Dios te bendiga en La Isla cargador, joven siempre por tu espíritu y tesón, y cofrade para siempre por la infinita gracia de Dios. He dicho. (José Martín Pérez Jiménez)

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Varios Pregoneros III (NAZARENO, TRES CAÍDAS, GRAN PODER Y MISERICORDIA) A semejanza de Isaac cuando cargó con la leña para su propio sacrificio en la montaña de Moriá. Cristo carga con la cruz camino del Calvario. El peso de la cruz es excesivo para las mermadas fuerzas de Jesús, convertido en espectáculo de la chusma y de sus enemigos. No obstante, se abraza a su patíbulo deseoso de cumplir hasta el final la voluntad del Padre: que cargando sobre sí el pecado, las debilidades y flaquezas de todos, los redima. Nosotros, a la vez que contemplamos a Cristo cargado con la cruz, oímos su voz que nos dice: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame». Nuestro Salvador, agotadas las fuerzas por la sangre perdida en la flagelación, debilitado por la crueldad de los sufrimientos físicos y morales que le infligieron aquella noche, en ayunas y sin haber dormido, apenas pudo dar algunos pasos y pronto cayó bajo el peso de la cruz. Se sucedieron los golpes e imprecaciones de los soldados, las risas y expectación del público. Jesús, con toda la fuerza de su voluntad y a empellones, logró levantarse para seguir su camino. Temerosos los soldados de que la víctima sucumbiese antes de tiempo, pensaron en buscarle un sustituto. Entonces el centurión obligó a un tal Simón de Cirene, que venía del campo y pasaba por allí, a que tomara la cruz sobre sus hombros y la llevara detrás de Jesús. Jesús camino del Calvario, con el rostro desfigurado por el sufrimiento, la sangre, los salivazos, el polvo, el sudor... Entonces, una mujer del pueblo, Verónica de nombre, se abrió paso entre la muchedumbre llevando un lienzo con el que limpió piadosamente el rostro de Jesús. El Señor, como respuesta de gratitud, le dejó grabada en él su Santa Faz. (José María Castro Haro, en off)

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Varios Pregoneros LAS CALLES Y LA PASIÓN EN MI ISLA ¡Cruz! ¡Qué palabra más sencilla! ¡Pero que dura es! ¡Y te dan una cruz, para que la cargues! ¡Sin rechistar, sin decir nada! ¡Y te vas paseándola por mi Isla! O mejor dicho te llevan. Tú, Cruz , en lo alto o en lo bajo. Cruz, en espadañas o torres, Cruz, en hornacinas, o en el campo santo. Pero, en primavera, en cada primavera, al igual que el azahar y la luna de Parascebes, Tú, Cruz, la cruz también tiene su cita. Cruz que sale y se confunde con el clavel o con la espina, con el naranjo, o con la almena, en un monte tosco o hecho sombra en un edificio. ¡Qué más da! Tú, Cruz con nosotros. ¡Cruz símbolo de mi cristianismo! ¡Cruz de todos los días! ¡Cruz de los enfermos! ¡Cruz de los paraos! Cruz de guía de este pueblo que convierte a sus calles en una Jerusalén viva, de no sé muy bien, pero que la convierte. Y que son signos vivos de los tiempos. Cruz llegada desde la Barriada Bazán, recorriendo esta inmensidad de Isla con el Poder de Cristo, con el esfuerzo de sus cargadores. Cruzando ese puente, con las dos realidades, Jerusalén y la Isla, Acompañado de su barrio. ¡Qué buen ejemplo, para todos aquellos que nos quejamos por nada! Fuerza, que necesita está cofradía para acercarnos todos los años a Jesús .Pero no puede más. La primavera le regalará la luna de Nisán, que iluminará la noche y animará su cansancio. Y las calles, nuestras calles, su barrio, lo acunará, lo acurrucará la brisa del caño, para refrescar su sudor en un amanecer por la Salina de San Juan. Y su Madre, aunque no salga a la calle, sabe que otra calle, los acogerán a los tres: Madre, Hijo y Cruz. Sí la calle de la Amargura, pero que en Semana Santa en Mi Isla, se traslada por unas horas, a Ancha, cuando Jesús de los Afligidos baja con esa solemnidad. Cuando se junta azahares, incienso, marcha, cargadores. ¡Solemnidad!

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Varios Pregoneros Solemnidad para esa Madre y para ese Hijo. ¡La cruz ahora es dolor compartido! Jesús se apoya en dos pilares para nosotros, la Cruz y su Madre. Cruz de un Nazareno que la carga por nuestras culpas, con la fatiga de toda una noche, por esa calle Real. Amanecer, con el pelo revuelto. Y con cara de cansado. ¡Está cansado! ¡No lo veis! ¡Le fallan las fuerzas! ¿No está más encorvado que cuando salió? Nazareno de mi Isla, regidor de nuestros corazones, por siempre. Cruz de madrugada. Madugada de 2010 que se verá incrementada por una nueva Cruz,en un Cristo que ya no puede más y le fallan las fuerzas. Jesús se cae, ¡y por tres veces! ¡Qué fuerza y que tesón han tenido sus hermanos! ¡Cuántos sudores, para ponernos a que consideremos los esfuerzos y dolores de Cristo, en esa nueva madrugada del Viernes Santo de la Isla! Cruz que será también aliviada en la plaza de la Pastora, cuando las manos de Simón de Cirene, se abracen para ayudar al que no puede. Y de nuevo la Plaza de la Pastora será testigo una vez más de la valentía de las mujeres. Y una mujer, Verónica rompe el cerco del gentío, y se acerca. ¡Y le ayuda. ¡Y Jesús le regala, como siempre que alguien hace algo por él, su rostro ensangrentado. Las calles de mi Isla nos regala momentos únicos de la Pasión de Cristo, según la vive mi Isla. Y que sea por los siglos de los siglos. (Antonio Moreno Olmedo)

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Varios Pregoneros IV (HUMILDAD Y PACIENCIA, PERDÓN, EXPIRACIÓN Y SANGRE) Ya en el Calvario y antes de crucificar a Jesús, le dieron a beber vino mezclado con mirra; era una piadosa costumbre de los judíos para amortiguar la sensibilidad del que iba a ser ajusticiado. Jesús mantuvo la plena lucidez y conciencia en los momentos supremos de su sacrificio. Por otra parte, los soldados despojaron a Jesús de sus vestiduras y paciente y humilde esperó sentado sobre la piedra del calvario su ejecución. Mientras los soldados se rifaron su sagrada túnica. Y lo crucificaron», dicen escuetamente los evangelistas. Había llegado el momento terrible de la crucifixión, y Jesús fue fijado en la cruz con clavos de hierro que le taladraban las manos y los pies. Levantaron la cruz en alto y el cuerpo de Cristo quedó entre cielo y tierra. En la parte superior, encima de la cabeza de Jesús, pusieron el título o causa de la condenación: «Jesús el Nazareno, el Rey de los judíos». “Padre perdónalos porque no saben lo que hacen” rogaba por sus verdugos cuando le traspasaron pies y manos. Cuando era como la hora sexta, hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena. Y el sol se oscureció, y el velo del templo se rasgó por la mitad. Entonces Jesús, clamando a gran voz, dijo: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”. Y habiendo dicho esto, expiró. (José María Castro Haro, en off)

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Varios Pregoneros I Señor de la Humildad y la Paciencia ¡qué serena tu estampa!, tan tranquila mientras el mundo la guadaña afila tentando tu divina omnipotencia. Siguiendo a tu hermandad de penitencia por el humilde barrio de la Ardila es el pueblo de la Isla el que desfila intentando acallar nuestra conciencia. Y mientras te tratamos con crueldad la sombra de tu Cruz en las almenas nos enseña a sufrir con dignidad Mas, ¿cómo soportar nuestras cadenas Señor de la Paciencia y la Humildad? ¡Alabando a la Virgen de las Penas!

II Perdón te pido, Cristo del Perdón perdóname, que no se lo que hago. Contemplando momento tan aciago de tu Cruz brota hoy mi contrición. Sintiendo un gran dolor de corazón por hacerte pasar este mal trago por las huertas ribereñas yo naufrago intentando alcanzar tu procesión. El mar se retiró en la Casería al oírse la voz del capataz y yo me refugié en mi cobardía. De imitarte, Señor, no soy capaz. Enseñarme a seguirte, ¿quién podría? ¡Nuestra Madre y Señora de la Paz!

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Varios Pregoneros III Silencio... Cristo de la Expiración. Silencio ante tu Cruz. Tu cuerpo fuerte torturado, quedó en silencio, inerte. Silencio... Ya calló tu corazón. Silencio por La Isla de León. Silencio de Dios Padre ante tu suerte. Silencio... Silencio... Silencio... Muerte. Silencio verde y negro en procesión. El Silencio de tus andas reverencio. La Palabra, en silencio ¡Qué matanza! El silencio, en represalia, yo sentencio. ¡Silencio!... Si rechazas la venganza, ¿cómo romper, Señor, este silencio? ¡Invocando a María de la Esperanza!

IV Cristo de la Sangre, no quiero verte no quiero ver la sangre de tus venas derramada, tiñendo las arenas y la cal, de gangrenas y de muerte. No quiero ver sangrar tu cuerpo inerte ni al pie de la Cruz ver de nuevo escenas de ancianas, monjas y mujeres buenas llorar cual magdalenas por tu suerte. En el cáliz, tu sangre redentora se ofrece a redimir de sus pecados a la Isla cofrade y cargadora. Desangrado por mis cuatro costados ¿Quién ha de socorrerme en esta hora? ¡La Señora de los Desamparados! (Rafael Marín Gálvez)

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Varios Pregoneros V (VERA CRUZ, CARIDAD Y REDENCIÓN) Desde la crucifixión hasta la muerte transcurrieron tres largas horas que fueron de mortal agonía para Jesús y de altísimas enseñanzas para nosotros. Desde el principio, muchos de los presentes, incluidas las autoridades religiosas, se desataron en ultrajes y escarnios contra el Crucificado. Viendo Jesús a su Madre junto a la cruz y con ella a Juan, dice a su Madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo»; luego dice al discípulo: «Ahí tienes a tu madre»; y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa. Para que los cadáveres no quedaran en la cruz al día siguiente, que era un sábado muy solemne para los judíos, éstos rogaron a Pilato que les quebraran las piernas y los retiraran; los soldados sólo quebraron las piernas de los otros dos, y a Jesús, que ya había muerto, uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza. y al instante salió sangre y agua. Última sangre derramada por el Redentor. Después, José de Arimatea y Nicodemo, discípulos de Jesús, obtenido el permiso de Pilato y ayudados por sus criados o por otros discípulos del Maestro, se acercaron a la cruz, desclavaron cuidadosa y reverentemente los clavos de las manos y los pies y lo descolgaron. Al pie de la cruz estaba la Madre, que lo recibió en sus brazos y puso en su regazo maternal el cuerpo sin vida de su Hijo. (José María Castro Haro, en off)

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Varios Pregoneros VERA CRUZ, CARIDAD Y REDENCIÓN Hoy viene hasta ti, hasta tu corazón cofrade mi Isla, mientras surcan el aire volutas de incienso y azahar reflejado en las blancas cales de tus fachadas, un solemne grito de silencio pregonando la Muerte y tú, traspasado tu corazón, muere con Dios tres noches seguidas. Solamente cuando todo se ha consumado sentimos la muerte que reverbera y amarillea la tarde en la palidez letal de Jesús muerto: aun crucificado… el Santísimo Señor de la Vera Cruz; en los brazos piadosos y desesperados de la Caridad… el Señor de la Salvación y en el traslado al Sepulcro… el Señor de la Redención. La muerte que aleja aquella terrible Pasión de corona de espinas y mofa, de dolor y caídas, de cruz y despojo y nos acerca el amanecer de la Resurrección, esa muerte que llena de expectación y sentimiento tres tardes y tres barrios y un solo corazón que late deprisa… el corazón cofrade de la Isla, esa muerte es nuestra frontera con la esperanza. VERA-CRUZ. La esperanza que nos esconde tras su melena caída Jesús que muere en la tarde primaveral del barrio viejo del Cristo, con el fondo azul de la Bahía y su Cruz, la Vera Cruz, es mástil de ese barco majestuoso de barrocas maderas con que avanza por los ríos de tus calles hasta atracar en el cantil del altar de la Iglesia Mayor junto a la barca de Pedro. ¡La Isla, tan marinera siempre! Señor de gravedad y respeto que cubre de temblor y pasión las calles de su barrioBonifaz, Bazán, Méndez Núñez, Colón, hombres que anduvieron la mar como su Cristo-, cuando las nazarenas zapatillas de sus cargadores rechinan sobre los adoquines. ¡Que marinera es la Isla! Poco a poco, su aire marcial y solemne, su andar sereno y majestuoso va cubriendo la Isla de verde manto y la Isla, tan castrense y severa en las tardes noches de luto, calla y mira, respira y sueña y al soñar, recuerda… Tú apareciste un día Sobre las aguas de la Casería Clavado en el madero. Y un humilde barrio obrero Se bendijo con tu nombre: Cristo; Dios hecho Hombre. Pusieron capilla recoleta En una pequeña plazoleta Donde juega la luz Enredada en una cruz

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Varios Pregoneros Y tú nombre en azulejo: Plaza del Cristo Viejo. Contigo muere la tarde Y una verde llama arde Desvaneciendo la cera, Alumbrando la madera Donde mueres Tú, Cristo de la Vera Cruz. Y mientras contemplo tu cuerpo inerte Tu mi Señor no eres la Muerte; ¡Santísimo Cristo de la Vera Cruz!, Tú eres el Camino, la Vida y la Luz. REDENCIÓN. La luz se desvanece. Es la hora nona y ya se ha rasgado el velo en dos, de arriba abajo, en el Santuario isleño de la Iglesia Mayor. Tiemblan los pulsos de sus apóstoles de la Soledad viendo el cuerpo de Jesús envuelto en vendas y blancas sabanas rodeado de mujeres y seguidores. Y mientras se esparce por el aire el aroma del incienso- una libra de nardo puro- y los cofrades envuelven el cuerpo de Cristo con el bálsamo de lirios y cera, se engrandecen las quejas de los fariseos isleños enarbolando la bandera de los pobres y en La Soledad resuenan de nuevo aquellas palabras de Jesús: -“Déjala, que lo guarde para el día de mi sepultura, pobres tendréis siempre, pero a mi No me tendréis siempre.” José de Arimatea y Nicodemo, temerosos capataces, viendo caer la noche, se acercan al Pretorio del palquillo de horas para pedir en nombre del pueblo de la Isla y de sus jóvenes cargadores cofrades, la venia para el Traslado al Sepulcro del Señor de la Redención. ¿Señor, es por mi pecado Porque tu cuerpo lacerado Se abandona a su suerte Y se entrega a la fatal muerte? ¿Señor es por mi continuo olvido que veo tu cuerpo vencido en perfumes embalsamado y en sabanas limpias amortajado? ¿Señor, es porque mi mano no esta tendida al hermano que pasas por este duro trance para que Tu gracia me alcance?

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¿Es por mi, Señor ,tu martirio? ¿por mi culpa se quiebra el Lirio y se convierte en Rosa de Pasión? ¿Es por mí? Cristo de la Redención. ¿Es por mi Salvación? CARIDAD. ¡Mi Salvación esta en tus manos, Caridad! No sé si alguna vez, nuestro querido Antonio Bey pudo pensar que de su gubia saldría el amor de un pueblo y la pasión de todo un barrio. No sé si pudo imaginar para su Virgen de la Caridad siete puñales prendidos en siete revueltas, hundidos en la noche, brillando en la mañana de las paredes encaladas, refulgiendo en los azogues de los esteros, aliviando la pena de una saeta quebrando la noche o hundiéndose en el cuello de sus cargadores mientras la voz ronca de un capataz desgrana su poesía en un mecio. Caridad, una sola de tus penas basta para aliviar el dolor de muchas madres donde tu imagen es estampa vivida. Caridad, una sola de tus lágrimas basta para hacernos entender la levedad de nuestro dolor en la muerte de nuestros seres queridos. ¡Caridad! una sola de tus lágrimas, esa infinita pena que te aflora, basta para convertir el dolor de un barrio en alegría… ¡Ay, Caridad! ¡Que como tú lloras, solo lloran las madres de verdad! Caridad acógeme en tu regazo, Confórtame con tu maternal abrazo a este , tu rendido pregonero que un día, de tu paso marinero fui su humilde cargador. Y dile a tu hijo, Señor de la Salvación Que es mi supremo capataz Que cuando me quiera llevar, Me diga,¡cargador: Van dos! Y Toque fondo con su llamador. Y cuando sea esa levantà, “Al cielo con la Caridad”… se habrá cumplido mi anhelo ¡Irme Caridad, contigo al cielo! He Dicho. (José Luis Cordero Collantes)

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Varios Pregoneros VI (SOLEDAD, SANTO ENTIERRO Y SERVITAS) José de Arimatea y Nicodemo tomaron luego el cuerpo de Jesús de los brazos de María y lo envolvieron en una sábana limpia que José había comprado. Cerca de allí tenía José un sepulcro nuevo que había cavado para sí mismo, y en él depositaron a Jesús. Al día siguiente, se reunieron los principales sacerdotes y los fariseos ante Pilato, diciendo: Señor, nos acordamos que aquel engañador dijo, viviendo aún: Después de tres días resucitaré. Manda, pues, que se asegure el sepulcro hasta el tercer día, no sea que vengan sus discípulos de noche, y lo hurten, y digan al pueblo: Resucitó de entre los muertos. Y será el postrer error peor que el primero. Y Pilato les dijo: Ahí tenéis una guardia; id, aseguradlo como sabéis. Entonces ellos fueron y aseguraron el sepulcro, sellando la piedra y poniendo la guardia. Mientras los varones procedían a la sepultura de Cristo, María sola y desamparada meditaba y recordaba cuando llevando en brazos a Jesús recién nacido le profetizó el anciano Simeón: “He aquí, éste está puesto para caída y para levantamiento de muchos en Israel, y a ti una espada traspasará tu misma alma. María, gracias a esos sufrimientos anunciados por el venerable sacerdote, se hace corredentora de la Humanidad. El drama redentor de Cristo estaría incompleto sin la presencia de María, su Madre Dolorosa. (José María Castro Haro, en off)

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Muerto Jesús, José de Arimatea, miembro destacado del Sanedrín, le pidió a Pilatos el cuerpo para enterrarlo, no estaba bien ver los despojos de un hombre crucificado en la fiesta de la Pascua. Y lo entierran a prisa y corriendo para no impurificarse, fue un entierro por caridad. Pero a Cristo en la Isla no se le entierra así, se le entierra en una grandiosa urna, confeccionada con maderas nobles, plata y cristales italianos. Formando en el cortejo fúnebre no solo los hermanos del Santo Entierro, sino autoridades y representaciones oficiales, los cofrades somos así queremos lo menor para nuestros Titulares y todo nos parece poco. Y así tiene que ser. Cuando rodó la piedra del sepulcro, todos descansaron. El problema Jesús de Nazaret había terminado. El rabí hereje, el revolucionario de la ley de Moisés, el hombre que se atrevió a atacar la economía romana, predicando la igualdad del libre con el esclavo, el que atacó la autoridad del Cesar, ya estaba sepultado. Que enorme error de cálculo, la tranquilidad de los que lo mandaron ajusticiar solo duro dos días. Enterrado Jesús de Nazaret, el protagonismo pasó a María su Inmaculada Madre, Ella vestida de oscuro como todas las viudas judías y rasgado su túnica en el hombro izquierdo por ser su hijo el difunto, se retira a su casa como manda el luto judío, luto que carece de color especifico, el blanco no era su color sino el color simbólico de la pureza y la justicia. Su corazón roto. Ha perdido a su Hijo y de qué manera, la pena y la soledad la invaden, y Ella por encima de todo tiene fe. María es la Reina de la fe, nunca tuvo dudas de que su Hijo resucitaría al tercer día. Y poco antes de que me toquen fondo por igual, en esta trepaíta de alivio, quisiera proponer una oración a todos los cargadores isleños. María Madre Corredentora, eres la Estrella de nuestras vidas, ten Caridad y comparte con nosotros tus Angustias y Penas, déjame enjugar tus Lágrimas cuando tus Dolores se hagan Mayor Dolor. Ten Piedad de tus cargadores enfermos, danos Salud y Amor a los más Desamparados cuando nos llegue el Mayor Dolor en la Soledad. Madre Amable, llena de Gracia y Esperanza danos la Paz en nuestra Amargura, y cuando nos llegue la Soledad suprema de la muerte, ayúdanos con el Rosario Doloroso. Y danos la Esperanza necesaria para conseguir el Buen Fin de la Victoria sobre el mal, para que en el mundo reine la Trinidad divina y en nuestros corazones el Carmen isleño e inmortal. Amén. (Salvador Caldelas Segura)

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Varios Pregoneros VII (RESURRECCIÓN) Pasado el sábado, María Magdalena y otras piadosas mujeres fueron muy de madrugada al sepulcro. Llegadas allí observaron que la piedra había sido removida. Entraron en el sepulcro y no hallaron el cuerpo del Señor, pero vieron a un ángel que les dijo: «¿Buscáis a Jesús de Nazaret, el Crucificado?; ha resucitado, no está aquí». Poco después llegaron Pedro y Juan, que comprobaron lo que les habían dicho las mujeres. Nadie presenció el momento de la resurrección, pero fueron muchos los que, siendo testigos presenciales de la muerte y sepultura del Señor, después lo vieron y trataron resucitado. (José María Castro Haro, en off)

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Varios Pregoneros RESURRECCIÓN ¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? Preguntó el enviado celestial a las santas mujeres. ¡Ha resucitado! Igual que en la Pascua de la Navidad los ángeles anunciaron: “Os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor”. En la Pascua de Resurrección el ángel anuncia: “Ha resucitado”. Igual que en la Pascua de la Navidad los ángeles anunciaron a los pastores: “ Id a Belén, allí le veréis” En la Pascua de la Resurrección el ángel anuncia a los apóstoles: “Id a Galilea, allí le veréis”. Ahora no es un cuerpo mortal, es un cuerpo glorioso. Cristo Resucitado, al que nuestra entidad tuvo a bien escoger como patrón. Cristo Resucitado, al que los cargadores isleños erigieron una efímera hermandad allá por los años medianeros del pasado siglo XX. Cristo Resucitado, del que el beato cardenal don Marcelo Spínola, hijo preclaro y eminente de San Fernando, del cual estamos celebrando el 175 aniversario de su nacimiento dijo: “Cristo, al tercer día sale triunfante del sepulcro, sale glorioso. La resurrección de Jesucristo es el mayor de los milagros, y con ella se afirma la fe de los apóstoles. Y por ella, estos hombres tímidos y cobardes, después de la Resurrección salen por todas partes, valerosos y esforzados, predicando la divinidad de su Maestro, y sellando esa verdad con su propia sangre”. No es posible la resurrección si la muerte no se ha producido antes. Si nos quedáramos en la muerte de Cristo seríamos los más desgraciados del mundo. Por esto San Pablo decía que no quería saber más que una cosa: a Cristo crucificado, y a su discípulo Timoteo escribía, acuérdate de Cristo Resucitado. La cruz y la resurrección van íntimamente unidos. Durante toda la Semana Santa conmemoramos la Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo. Como paso previo hacia la resurrección, al triunfo de Jesús sobre la muerte. María Magdalena fue la que tuvo el privilegio de ser la primera en ver a Cristo resucitado. La María Magdalena lacrimosa que durante la Semana Santa vemos en los misterios de Afligidos, Vera Cruz, Desamparados y Redención.

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No busques entre los muertos al que vive María Magdalena lacrimosa El cáliz de Pasión donde recogiste la preciosísima sangre derramada. El encuentro del Maestro con María que en la Vía dolorosa presenciaste. El crucificado de la Sangre que en San José arrodillada contemplabas. El traslado al sepulcro donde en la mañana del domingo aún tú lo buscabas. En la mañana del domingo, el principal domingo del año litúrgico. Del Parque, de San José Artesano La joven Hermandad del Resucitado Nos anuncia la Buena nueva Cristo ha resucitado. Túnicas, capas y capirotes blancos Junto con repique de alegres campanas Celebran la gran noticia No busquéis entre los muertos al que vive Cristo ha resucitado De San José Artesano La joven hermandad inicia su estación de penitencia hacia la capilla de las reverendas madres capuchinas La campana de su espadaña alegre repicará mientras el acompañamiento musical de la banda acompañará los mecíos con que los cargadores vuelven el paso hacia estas piadosas mujeres que detrás de las rejas rezan entusiasmadas. Después de cruzar los jardines del parque el cortejo regresará al templo se producirá la última recogida de la Semana Santa cuando las puertas de la Iglesia se hayan cerrado ya quedará menos para el Domingo de Ramos del próximo año. La última imagen que nos quedará será la de Cristo triunfante al que la Magdalena buscaba en el sepulcro. No busquéis entre los muertos al que vive Cristo ha resucitado. Cristo ha resucitado. (José María Castro Haro)

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Varios Pregoneros VIII (LA CARGA DE LA ISLA) Con nuestras Cofradías, hemos recorrido en esta exaltación, los pasajes de la pasión de Cristo que conmemoraremos en los días de nuestra Semana Santa. Han pasado, a la vez que las imágenes que a partir de mañana se nos presentarán por el trabajo de nuestras Hermandades, los textos sagrados, el lirismo y la poesía y las vivencias y los sentimientos y la Isla toda se nos ha presentado como es y como vive la Semana Santa. A estas alturas sabemos que ningún barrio de la Isla es ajeno a lo que se nos avecina y desde todos ellos y a partir de mañana y durante una semana, los ríos penitenciales del amor, de la tradición, de la entrega y de la nostalgia recorrerán nuestra Ciudad de norte a sur y de este a oeste para proclamar a los cuatro vientos que Cristo muere en la Isla, en esta Isla que besa el mar, que nos hace extrovertidos, de esa mar sin igual de atardeceres por Camposoto, cuando el sol se hunde en el Océano, esa mar a la que tanto debemos, esa mar que nos abraza y que nos da nombre a nuestro toponímico de Isleños, esa mar en fin tan unida a la historia de San Fernando, que quiere quedarse en nuestras salinas y que abriéndose camino por entre caños, nos acerca la mar abierta que en laberinto se remansa en nuestros esteros, encerrada en nuestras entrañas salineras, en esa mar que nos hace también íntimos en nuestro carácter e inexpugnables por el Caño de Sancti Petri, en el Puente de Zuazo, como hace ahora doscientos años, cuándo se eligió a La Isla de León para que fuera siempre La Isla de las Cortes, por ser el lugar seguro donde hablar de soberanía popular, donde hacer una nación más libre, para llevar a cabo la libertad de prensa y de expresión, de cuando España fue una Isla, de cuando España fue La Isla de León y la Isla era junto a Cádiz la única España libre y con el encargo de ser España. Esta es La Isla de nuestros amores y desamores, La Isla que queremos con locura y La Isla que tanto sufrir nos hace, La Isla que nos quita el sueño pero con la que soñamos a cada momento, La Isla que no podemos vivir a veces, pero que no podemos vivir sin ella, nuestra Isla, la de nuestros padres, donde reposan sus huesos, La Isla de nuestros hijos, La Isla nuestra. La Isla achacada de apática pero que se engrandece en sus flaquezas como en 1810. Esa es nuestra Isla, la que se despereza en las tardes calurosas de agosto y la que se apresta laboriosa en la briega cuando hace falta, no antes, La Isla practica y La Isla romántica, La Isla salinera y La Isla Ilustrada, La Isla Eterna que es candray varado en los caños y es Elcano surcando los mares y llevando su nombre por todos los mundos. La Isla de calles blancas paralelas y perpendicularmente simétricas, la de los cierros barrocos y almenas que tocan a los cielos en las tardes azules de crepúsculos de nácar por Cañorrera. Es esta Isla, la nuestra la que se apresta a celebrar su Semana Santa que es también nuestra Semana Santa. Todo está preparado para el milagro de cada primavera, todo tan igual que siempre nos atrapa y todo tan diferente que nos atrapa también por las

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Varios Pregoneros esquinas mismas del tiempo y de los recuerdos y de las vivencias y del sentimiento profundo que nos anima y nos guía, siempre tan lo mismo y siempre tan de forma distinta, esa es la grandeza y la profundidad de las cosas sencillas y de las cosas íntimas como son las vivencias entorno a nuestra Semana Santa, como son las cosas de La Isla. Ya los Pasos han recibido sobre su desnudez anual, las sagradas imágenes de Cristo y de María que se aprestan por milagro del arte y de la gracia y del tesón y de las Cofradías a salir al encuentro de las gentes. Ya Cristo y María reinan en esos altares itinerantes que saldrán a proclamar a los cuatro vientos que siguen viviendo en el corazón del pueblo andaluz, aunque a veces quieran marginarlos a las sacristías y desvanes parroquiales. Ya el misterio de todas las primaveras volverá a estar presente en calles y plazas y volveremos a encontrarnos con la Hermandad de nuestro Barrio, cruzaremos La Isla con la Hermandad de nuestra vida, con la Hermandad de nuestros amores, con la nuestra, con la que queremos sobre todas las cosas y que ha veces hasta nos hace sufrir y veremos a la Imagen de nuestro Cristo y de nuestra Virgen más bonitas que nunca ser veneradas y rezadas por la gente humilde, que no entiende ni de teologías profundas, ni falta que les hace, que no sabe de foros, ni tertulias donde a veces se asaetea sin piedad a las Cofradías y a los cofrades que hacen posible con su labor durante todo el año el milagro de cada primavera y nos ponen a Cristo Crucificado en medio de nuestro pueblo para que miremos al que atravesaron, al que atrae hacia Él todas las miradas, por eso molesta y quieren quitarlo de en medio, porque el Crucificado era, es y será el único referente al que asirse en momentos de zozobra y en los de alegría en los que darle las gracias, porque el Crucificado aunque en silencio nos habla, la Cruz es su Trono y es su triunfo, es su victoria y la nuestra sobre la muerte. La Cruz atesora el que en ella está colgada la salvación del mundo ¡Venid y adorarla¡ porque de la Cruz nos viene la salvación y la vida. Por eso hoy urge más que nunca que la pongamos en medio de nuestros pueblos. Pero para que esto sea realidad, para que se cumpla, falta el milagro total de nuestra Semana Santa que no es otro que la carga de La Isla. No podríamos imaginarnos una Semana Santa sin la forma tradicionalísima e isleñísima de la carga, esa que imprimen nuestros cargadores, esa que sigue siendo la más genuina manifestación isleña y la más profunda y la más intima y la más cabal y la más sentida y la más entrañable y la que hunde sus raíces donde se hunden las raíces de La Isla misma, porque esa manera singular de llevar al Señor y a Su Madre en La Isla es lo más nuestro que tenemos no solamente en la piedad popular, sino en el conjunto de las tradiciones isleñas. Tradición heredada de nuestros mayores, de esos cargadores mal llamados profesionales que aprendieron el arte de la carga en las parihuelas salineras, esos cargadores que guardaron celosamente el arte y el saber y lo transmitieron a las generaciones venideras, cargadores que supieron amoldar, mejorar y adaptar a los tiempos que les tocó vivir, la tarea hermosa de cargar los pasos en La Isla. Cargadores antiguos y cargadores nuevos, cargadores que han sido, que son y que serán, los de antes y los de ahora, atemporales cargadores de La Isla, esos a los que José María Pemán les llamó “marineros de la mar” y que desde hace varias décadas son gentes de cualquier oficio y profesión, pero que su sentimiento y el sacrificio bajo los pasos, esos si que son los mismos para los que quieren hermanarse bajo el yugo suave y la carga ligera de Cristo, para traernos hasta cada rincón de La Isla, la mirada iluminada del Señor de las almas.

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Marineros de la mar. Sí, marineros que en el candray de un paso, cuyo patrón es el Señor, bogan mar adentro de las almas en busca de la conversión y en busca de la abundante pesca. Y llevarán dentro de unas horas la fe a la calle, la fe de nuestros padres, la fe que queremos transmitir a nuestros hijos, eso si que es una exaltación de la Semana Santa, lo que proclamaran a partir de mañana los cargadores, que con mimo han sabido aprender la carga de nuestros mayores, para transmitirla en su pureza. No somos sólo los herederos de la tradición, somos también los guardianes de ella para las generaciones futuras. Poco antes de morir me encontré con un buen hombre y mejor capataz, un hombre humilde y ejemplar y que aunque todos se imaginan quién es por el aprecio y admiración que yo sentía por él, voy a omitir su nombre, porque a el siempre le gustaba pasar de puntillas y en silencio y de esta manera voy a honrar su memoria y me pidió que le dedicara la página, precisamente la página del libro de mi pregón de la Semana Santa, en la que hablaba de los cargadores y de la unión de los antiguos y de los nuevos y del pase de las cuadrillas de antes y a las de los “chavales” como él cariñosamente decía y de las vivencias de la carga entre los antiguos y los jóvenes cargadores, en aquellos años románticos e ilusionantes para todos, cofrades y no cofrades y hoy en su memoria y en la de todos los cargadores de La Isla que también están con él, quiero dedicarle, ese poema que a él tanto le gustaba y que hice hace veintitrés años, con la misma columna que vertebraba el sentimiento que entonces quise expresar y que ahora expreso de nuevo, pero con unas variaciones fruto de los años y con una pequeña licencia que sé, vuestra benevolencia perdonará. Decía entonces tantas cosas y dice ahora con renovados recuerdos: Estaban los cargadores de La Isla los antiguos, amarrando bajo un Paso porque ellos eran los únicos. Poco a poco en la “amarrá” abrazándose a los palos, entraban jóvenes hombros que también querían cargarlo. El más viejo sabía el oficio y el más joven era nuevo, para el viejo era su vida para el joven un anhelo. Y llegó el martillazo ese que es el tercero y los cuerpos para arriba y la Virgen ¡Para el cielo!

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Varios Pregoneros Mientras detrás de su Paso tocando estaba una marcha la Banda del Maestro Agripino Lozano que hermanos son más que Banda Y sintieron que Dios mismo era llevado en sus hombros, y los jóvenes y los viejos latieron en un corazón sólo. El más viejo enseñó al más joven como fue siempre la carga, como se mecen los pasos aquí en Semana Santa, y como en una catequesis enseñó con sabiduría y con hombría de bien como se carga en La Isla. Y desde entonces y para siempre cargadores de la Isla marineros de la mar habéis pescado en las redes hechas de espuma y de mar y de sal de las salinas de esta Isla celestial, al que ha querido cargar como se carga en La Isla y en ninguna parte más. Por eso le pido a los cargadores de esta Isla marinera que nunca faltéis a la cita ya que si esto ocurriera, el Señor no se mecería como siempre en esta tierra, porque cuando pasa en su Paso con pisada que es de cielo, parece que es el suspiro y el alma del pueblo entero. O no es el alma de La Isla la que camina en silencio llevando como en volandas al mismito Nazareno, cuando va de “recogía” y no puede con su cuerpo y por su carita divina el relente va cayendo

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Varios Pregoneros y los cargadores del alma sacan el último esfuerzo. Y las Vírgenes bonitas con caireles que hacen versos que son el sonido del agua de la compuerta al estero, en las tardes de bonanza y silencios salineros, pasando por nuestras vidas como si fuera en un sueño porque soñar con María es soñar aún despierto. O es que no os acordáis del momento, en los que un puñado de ángeles jóvenes, cargadores y cofrades a la Gracia y Esperanza una mañana gloriosa hecha de azules intensos y de verde de albahaca de los patios pastoreños, ya antes de Coronarla la habíais subido a los cielos. Cargadores de mi tierra de mi mar los marineros Cirineos de mis Cristos de mis Cristos Cirineos, proclamé antes y ahora gritaré a los cuatro vientos: Que bajo el Paso con vuestro rezo, sois de la Semana Santa, la vida, porque Dios así lo ha dispuesto, ¡Cargadores de La Isla! (Ignacio Bustamante Morejón)

Real Isla de León, 27 de marzo de 2.010, Sábado de Pasión

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