Setiembre de 2021
Número 586
Año 70
“Ustedes siembran mucho, pero cosechan poco, comen, pero no quedan satisfechos, beben, pero no llegan a saciarse, se visten, pero no logran abrigarse, y al jornalero le va su salario como por saco roto”. HAGEO 1.6 Hace más de dos mil años, el profeta Hageo dijo estas palabras, que parecen una descripción de nuestros días. Un sistema de insatisfacción es, donde se corre y se gasta la vida y nunca se logra ese bienestar que los hebreos resumían con la palabra Shalom, paz completa en armonía con el Creador, con el prójimo y el entorno. No es una cuestión de posibilidades, ni clases sociales o situaciones económicas. Los que mucho tienen son quienes pueden beber, comer, vestirse y sin embargo nunca llegan a estar satisfechos. Cuanto más logicamente al que sólo tiene sus brazos para obtener el sustento diario, al que vive del jornal, que se escurre como arena entre los dedos. Y es que todo parte de un principio. Hageo denuncia: ustedes viven en casas lujosas mientras mi templo está en ruinas. (Ha. 1.4) Y más que del edificio, se trata de un símbolo. El templo es la casa común, la casa de todos/as. No es falta de recursos. Es falta de solidaridad, de conciencia comunitaria, y es sobra de individualismo. ¿Algún parecido con la realidad actual? Bueno, no es mera casualidad. El ser humano es el mismo. Y cuando gana el egoismo por sobre la conciencia comunitaria, sucede lo que tan bien describe el profeta: insatisfacción garantizada. Mucho correr y penar y nada de shalom, de paz, de bienestar. A lo sumo, satisfacciones pasajeras, hoy le llamamos consumo, que son efímeras ilusiones que se desvanecen rápidamente, como la niebla cuando sube el sol de la mañana. ¿Dónde está el camino de cambio profundo para nuestra existencia? ¿Dónde se encuentra la satisfacción tan necesaria, esperada, buscada? Para el profeta Hageo, en su tiempo y contexto, era la reconstrucción del templo. Para todos los tiempos, la reconstrucción de lo comunitario por sobre lo individual, la vivencia y la práctica de la solidaridad por sobre el individualismo. Hoy el desafío de la Palabra es nuestro. Como diria Jesus: ¡Quienes tengan oidos, oigan! Marcelo Nicolau
Agosto fue el primer mes donde nos hicimos cargo como comunidad de Paysandú de la elaboración de alimentos para el merendero que lleva adelante el colectivo El Menjunje. Algunxs cocinaron en sus respectivas casas, unas 80 porciones de tortas dulces, y en el horno de la iglesia hicimos más de 150 pancitos caseros, artesanales, que fueron muy bien recibidos y apreciados. Aprovechamos a dialogar con Matías, Gabriela y Guillermina, del colectivo El Menjunje, y estas son algunas de las cosas que nos contaban. Comenzamos el 4 de abril del 2020, con la crisis que generó la pandemia. La gente del colectivo “Manos Púrpuras” (Colectivo LGBTI+ de Paysandú) planteó la idea de iniciar un merendero en el barrio. Se sumó mucha gente a participar y a colaborar. Nos ayudaron los sindicatos, la IEV, particulares, y así pudimos llegar a 110 niñxs de la zona. Y tuvimos que quedarnos con ese límite porque si no, no nos daban las fuerzas para poder hacer otras cosas que vemos necesarias para el barrio y la gente, como apoyo escolar, encuentros, celebraciones, talleres, capacitación, sensibilización sobre distintas temáticas, etc. El nombre… fue gracioso, cuando empezamos a reunirnos nos encontramos gente de muy diversas procedencias: gremios, colectivos diversos, trans, afrodescendientes, etc. Y después de cada merienda hacíamos rueda y hablabamos de temas sociales en largas discusiones donde cada uno/a expresaba su idea. De ahí salió el nombre, porque nos dimos cuenta que eramos un “menjunje”, una mezcla de personas de todo tipo de procedencia, historias, ideologías, prácticas y experiencias, que hacíamos cosas juntxs y que nos sanábamos a nosotrxs mismxs enriqueciéndonos con esa diversidad. (continuará)