3 minute read

No para vanagloriarse sino para servir

El 3 de mayo, en Montevideo, murió Mario Cayota, doctor en Filosofía, historiador, docente, franciscano. Cuando éramos adolescentes, recuerdo al profesor Marcelo Dalmas nombrarlo como un conocido entrañable con el cual sostenía discusiones sobre Artigas que escuchábamos con ignorante apasionamiento. Los argumentos nos pasaban por arriba. Tal vez Marcelo nos sobrevaloraba o sabía que toda maduración lleva su tiempo, pero ese embrujo de estar frente a quien sabe mucho más, era más fuerte.

En la asamblea sinodal de 1992 en Ombúes de Lavalle dio una conferencia sobre los 500 años del “descubrimiento de América”.

Advertisement

La noticia de su muerte me hizo volver a una extensa entrevista que le hizo el pastor Hugo Gonnet y se publicó en la revista “Diálogo” que entonces nuestra iglesia editaba en conjunto con las Iglesias Reformadas en Argentina. Fueron varios los temas además de los 500 años; entre ellos esta mirada al movimiento valdense al que se sentía tan cercano y para nosotros tiene la validez de un consejo de sabio.

En la edición año V, n°30, mayo-julio de 1990 se publicó una presentación de su libro “Siembra entre brumas” que es una obra fundamental para la historia de América Latina.

Mario Cayota: Tengo un interés muy grande por la historia de los valdenses y creo que su aporte puede ser muy importante. Como sabemos, los valdenses surgen en la Edad Media, forman parte de los movimientos pauperísticos medievales que son movimientos contestatarios a un modelo de iglesia constantiniana basada en el poder, en la riqueza, en la violencia y en la autoridad. Creo que esa fisonomía que los valdenses tienen y que atraviesa los siglos nos dice mucho a todos los cristianos que se identifican con esas posiciones que queremos una iglesia de acuerdo con los valores del Evangelio, que rechazamos el poder, el autoritarismo, todos los modelos de sociedad que deshumanizan. Tenemos que constituirnos en un movimiento que más allá de nuestras diferencias conforme una corriente capaz de constituirse en una alternativa, yo diría hasta cultural… pueblo, uno encuentra un principio de respuesta.

Hugo Gonnet: De Renovación no sólo de la iglesia sino de la sociedad.

La organización era muy simple, el diácono Fournier durante un interrogatorio habla de la dirección jerárquica de un “mayoral”, término provenzal que significa mayor, es decir que tiene una autoridad superior. Sin duda se trataría de personas de más edad, responsables de un territorio sobre el que ejercían su autoridad. Sería una especie de obispado sui generis sin condición de ordenación sacramental, sencillamente como designación de una autori - dad conferida a algunas personas por su edad y su experiencia.

Esta organización cambió radicalmente al fin del siglo XV y en el siglo XVI con el advenimiento de la Reforma.

Ahora queríamos detenernos solamente a señalar esos hechos de un pasado que también es nuestro como un valioso tesoro a seguir investigando para comprender y valorar cada día más.

Farsas de los méritos después de la muerte

En la Edad Media la riqueza acumulada de las grandes familias derivaba en buena parte de la actividad bancaria ejercida con préstamos usureros y de la adquisición de los bienes de quienes no estaban en condiciones de cumplir con las obligaciones de los préstamos que habían tomado y sus intereses.

La Iglesia condenaba la usura y tales prácticas de expropiación, pero eso no era obstáculo para que los banqueros gozaran -como también hoy- de ciudadanía de bien y fama que le aseguraba el ingreso al paraíso, a veces transitando por el purgatorio, con disposiciones testamentarias para los herederos y la restitución en parte del producto de la usura y bienes mal habidos y con generosos legados para los necesitados y las iglesias.

También a quien no era rico ni había robado, la mayor parte de la población, se le “pedía” dejar “para la salvación del alma” algo a los pobres y a la iglesia. Lo muestran los testamentos.

Mario Cayota: Sí, de la sociedad. Porque en definitiva los valores por los que luchamos son los mismos. Yo me siento muy franciscano y por ser el franciscanismo un movimiento pauperístico medieval, me siento muy cercano a los valdenses y creo que ellos, en el movimiento

Contra esta difundida ética que reenviaba al más allá la reparación de los crímenes y las obras meritorias, los barbas valdenses a mitad del siglo XIV, enseñaban que no se debían dar limosnas para los muertos. Las limosnas efectuadas después de la muerte son vanas para la salvación del alma y, para adquirir méritos. Ésos son hechos antes, durante la vida.

La afirmación estaba ligada a otra creencia fuerte, la no existencia del purgatorio. En todo caso éste está en esta vida y no en el mundo futuro. Un hombre o una mujer, después que mueren, van directamente al gozo del paraíso o al sufrimiento del infierno, son salvados para siempre o condenados y no se puede cambiar el destino final delegando, en el tiempo anterior a la muerte, a otra persona que haga donaciones o restitución, o celebración de misas.

Piercarlo Pazé

L’Eco delle Valli Valdesi marzo 2023 ecuménico tienen un aporte muy importante. Hay un perfil específico, un carisma propio, que no para vanagloriarse sino para servir deben ponerlo al servicio de los demás cristianos. Diálogo Año VII, n°39 enero-abril

This article is from: