Varios Autores
I Concurso de Cuento Corto y Poesía “Caupolicán Ovalles”
quien se me quedó mirando con un dejo de alegría, luego argumentó: ¡Gracias a Dios ya pasamos La Cañada y todos estamos completos! Le pregunté a que se refería y me contó la historia de un demonio con forma de mujer que salía en la estación con un enorme talego y fue la causa de muchos accidentes de avalanzamientos a los rieles por parte de pasajeros obligando a que se cerrara la estación y sin embargo, ocasionalmente desaparecen viajeros del tren. El Conductor me dijo entre tantos relatos, que en una ocasión estuvo a punto de perder la vida al bajar para recoger a la siniestra pasajera, pero se había salvado por cuanto al bajar y darse cuenta que no era la hora en que debía pasar por allí, comenzó a rezar y logró subirse al tren,mientras que uno de los pasajeros que se bajó detrás de él nunca volvió a subir. Han pasado más de treinta años de aquella horrible experiencia. Nunca me volví a interesar en escuchar otros relatos acerca de “La Mujer de la Bolsa”. Sin embargo aquí en la ciudad, una vez viajando sólo, cerca de las once y media de la noche en la estación del Metro de la Hoyada, se subió una joven mujer con un morral de tamaño mediano, sentándose dos asientos más adelante, para luego bajarse en la Estación de Agua Salud. Al quedarme sólo en el vagón me recorrió un escalofrío, pensé que era una corriente de aire o que el aíre acondicionado estaba muy fuerte, por lo que opté por cambiarme de puesto y caminar hasta el final del vagón y a medida que comencé a caminar sentí un fuerte vahído y que la temperatura subió hasta el grado de sentirme acalorado, por lo que decidí sentarme y bruscamente el efecto desapareció.
Lo extraño de toda la situación es que justamente donde me senté encontré un crucifico idéntico al que perdí en aquella experiencia en el tren,además que al persuadirme de la situación real me había sentado en el mismo lugar donde estuvo sentada minutos antes la mujer con el morral. Por eso, cada vez que viajo ya sea en tren o en metro rezo, rezo mucho para no volvérmela a encontrar y para que ese espectro no siga llenando su bolsa con los viajeros que extravía de sus caminos.
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