A N M U L O
C CHINA E R U A N O
INTEGRACIÓN P R EV I STA
16
Confucio y el I Ching C
uenta la historia que Confucio fue un asiduo estudioso del I Ching y lo consultaba para las adivinaciones, tanto es así que, según las Crónicas (䆄) de Sima Qian (ৌ偀䖕, 145 o 135 a. C. - 86 a. C.), llegó a romper hasta tres veces las cuerdas de cuero con las que se sujetaban las tablas del libro de bambú. Una vez, ya en su vejez, Confucio se lamentó, aunque no sin cierto orgullo: “Si tuviera unos años menos y hubiera estudiado el I Ching a los cincuenta, me liberaría de los errores” ('Las Analectas', 7.17). A lo largo de muchos siglos, había dudas sobre la veracidad de esta anécdota, hasta que en 1973 encontraron una copia del I Ching, escrita en seda (Ꮿкᯧ㒣), enterrada en las Tumbas de Ma Wang Dui (偀⥟ේ), que data de los primeros años de la dinastía Han del Oeste (202 a. C. - 9 a. C.). Los resultados del desciframiento, que se dieron a conocer en 1984, indican que al viejo Confucio sí le apasionaba el I Ching, que lo tenía cerca todo el tiempo y lo llevaba con él cuando salía. En un capítulo –㽕㆛– de la misma copia en seda, Confucio confesaba que lograba acertar setenta veces en cada cien adivinaciones. El I Ching es un libro oracular desde su origen. Mediante un proceso ritual de adivinación, se llegaba a un hexagrama determinado y una línea específica, que se asociaban a unas imágenes. Las interpretaciones de esas imágenes servían para la comprensión del universo y la relación con los objetos así como la interacción entre estos últimos, lo cual ayudaba a la toma de decisiones. Los textos del I Ching eran una recopilación de las interpretaciones originales y tradicionales que, al haber sido compiladas durante varias generaciones de los antiguos sabios, reúnen una gran fuerza explicativa del universo. Todo el juego de la adivinación giraba
fundamentalmente alrededor de esas imágenes y de cómo interpretarlas. En un libro antiguo se registra que Zi Gong (ᄤ䋵), uno de los discípulos de Confucio, salió de mensajero enviado por su maestro. Pasaban días y no regresaba. Confucio hizo que sus otros discípulos realizaran la adivinación, que resultó en el hexagrama Ding (caldero), línea cuatro: “El caldero tiene las patas rotas”. Casi todos decían que la imagen del caldero implicaba que Zi Gong ya no regresaba, pues con las piernas rotas, no tendría cómo. Dentro del grupo, se reía a solas Yan Hui (买ಲ), otro alumno predilecto de Confucio. A la pregunta del maestro, este respondió: “Sí va a regresar Zi Gong, pero en barco”. Y así fue. El Ding, Hexagrama 50, que se asocia con la imagen del caldero, es considerado generalmente un augurio no favorable. Sobre todo en su línea 4, la de “Al caldero se le rompen las patas”. Hay casos en la historia en que esto se comprueba literalmente. Por ejemplo, tenemos el caso de Chao Shuizhi (ᰕ䇈П, 1059-1129), literato cortesano de la dinastía Song, quien fue discípulo de la Escuela del Maestro del I Ching Shao Yong (䚉䲡, 1011-1077) y tenía el hábito de realizar una adivinación todas las mañanas al levantarse. Recibió un día la visita de un colega y Chao le comentó: “Obtuve en la mañana el hexagrama Caldero, con las patas rotas, pero según las imágenes le correspondía al huésped. Así que vaya con mucho cuidado”. Más tarde ese mismo día, su amigo se resbaló en las cercanías de un puerto y se rompió una pierna. Pero la relación entre las imágenes y las ideas no siempre es evidente y sencilla sino todo lo contrario. Durante el período de Primavera y Otoño (770 a. C.-476 a. C.), el reino de Lu (剕) se alistaba para conquistar al reino de Yue (䍞) y se realizó una adivinación, en la que se obtuvo el Hexagrama Ding. Zi Gong explicaba que era entonces no favorable la guerra, porque con las
*Jian Wu es de nacionalidad china y actualmente reside en Perú. Es licenciado en Letras Hispánicas por la Universidad de Estudios Extranjeros de