Desigualdad
Abrió los ojos y una pequeña gota de agua salpicó en su frente, por un instante se quedó en silencio contemplando las tablas rotas de lo que había sido una cosa. Suspiró y sentándose miró a su alrededor todo lo que conocía, estaba destrozada. Aquellas cosas que todo había arruinado. Se quedó de pie y sus tiernos rasgos dejaban al obscuro tristeza y coraje, su piel tenía rasguños y algunas heridas aún abiertas, pero con decisión buscó su armadura y recogió del suelo un libro antiguo de poesías, grueso y despintado, se amarró su cabello en una coleta y salió de aquel lugar. El sol comenzaba a secar los charcos que un día antes había hecho la lluvia, bajó la mirada por un instante y una lágrima cayó, decidida, respiró aire y caminó entre los escombros. Tomó del suelo un arco y flechas, aquellas de un ejército que se empeñó en defender a su pueblo. El objetivo estaba claro, aquel castillo sobre la montaña más cercana. Allí se encontraría con aquellos monstruos que con valor iba a enfrentar. Caminó a través de bosques hasta el anochecer, justo cuando llegó a un pueblo fueron prisioneros. Mujeres, niños y hombres encadenados trabajaban sin descansar extrayendo metales de una mina. Supuso de inmediato que habían sido obligados por aquellas bestias. Estaba a un punto de correr a ayudar cuando un destello brotó de una de las minas. Salió vestida de blanco una mujer con una espada en la mano rompiendo cadena tras cadena, gloriosa sonreía mientras su cabello oscuro ondulado y reflejaba la luz de la luna elevándose. Entonces, nuestra protagonista asombrada se acercó a ella, no puso mucho tiempo para reconocerse, era su hermana, hijas del mismo padre y con el mismo objetivo. La luna estaba en lo más alto del cielo, no había tiempo que perder, cabalgando sobre corceles se dirigieron al pie de la montañas donde agudizando el oído escucharon un sinfín de voces. Con curiosidad se acercaron 18