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HISTORIA DE VIDA

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SEMBLANZA

SEMBLANZA

Al borde de la muerte a consecuencia de la COVID-19, Junior suplicó a Dios una oportunidad para seguir con vida, poder cuidar a sus hijos y no repetir la soledad y el dolor que padeció en su infancia cuando su padre murió. El Todopoderoso obró en un milagro.

ELISEO AQUINO/STEVEN LÓPEZ FOTOS: ARCHIVO FAMILIAR

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UNA NUEVA OPORTUNIDAD DE VIVIR

En la sala de terapia intensiva del Hospital Gene-

ral San Juan de Dios, en la ciudad boliviana de Oruro, Andrés Junior Marconi se encontraba entre la vida y la muerte; su cuadro clínico era altamente preocupante, los médicos le daban pocas esperanzas de vida, el mortal virus de la COVID-19 había afectado gran parte de su sistema respiratorio y su saturación decaía hasta llegar límites increíbles por debajo de los 40.

La familia agotó todas las opciones que tenían para salvarlo. En ese momento, la pandemia arrasaba hogares, los hospitales colapsaban, el oxígeno, único elemento vital para mantener la vida, escaseaba y su precio se triplicaba o cuadruplicaba.

- Me contagié en mi centro de labores. En primer momento lo tomé con calma, pero poco a poco mi cuerpo se fue desvaneciendo- recuerda Andrés Junior.

En sus largas horas de angustia por desconocer si viviría o moriría en las próximas horas, un gran dolor deterioraba su corazón y se lo contaba a Dios en sus oraciones con lágrimas. No quería que sus dos hijos, repitieran la trágica historia que padeció, cuando su progenitor murió.

CRECER SIN PADRE A los dos años de edad, Andrés Junior Marconi, conoció el rostro la muerte cuando vio el cadáver de su padre que había fallecido como producto de un asalto a mano armada en La Paz.

Al costado, su madre y sus cinco hermanos lloraban la pérdida. Desde ese momento, ella asumió la responsabilidad de criarlos. Fue una tarea difícil, pero el gran amor que les tenía, fue el motor para sacarlos adelante.

A los años, mientras ella salía a trabajar en la venta de comida, él se quedaba en casa, jugando con los demás niños del barrio. En numerosas ocasiones se enfrentaba en revueltas con los pequeños, quienes se burlaban de que no tenía a su padre a lado.

La imagen que conservaba del padre cambió cierto día, cuando se enteró de la razón por la que su madre tenía varias cicatrices en su cuerpo. Era producto de los maltratos de la que era víctima por parte de su padre.

En un primer momento, se resistió a creerlo, pero, con el transcurrir de los años, ese amor paternal se apagó, del tal modo que no quiso llamarse Andrés, su primer nombre, que era el mismo que de su padre, sino se hacía presentar como Junior Marconi.

ENCUENTRO CON DIOS Junior se mudó a la ciudad de San Ignacio a los 19 años edad. Ahí escuchó la Palabra de Dios por primera vez. Por ese entonces, su hermana mayor se había convertido a Cristo y le invitaba a ir a la iglesia; sin embargo, el Evangelio de Cristo no hallaba cabida en su corazón, hasta que un día el Señor le haría entender su poder.

Cuando volvió a Oruro, su madre enfermó gravemente; tenía que ser operada de emergencia, pero su avanzada edad y su frágil corazón eran impedimentos para la intervención. Al verla agonizando en el cuarto de su casa, Junior dobló sus rodillas y oró al Señor pidiendo que hiciera un milagro; a cambio le prometió a Cristo que le iba a servir y que cumpliría todo lo que le pidiera. Solo quería ver a su mamá sana y fuerte.

Dios, en su infinito amor, escuchó el clamor e intervino. Los médicos operaron satisfactoriamente y no pasó mucho tiempo para que los hijos vieran a su madre de vuelta en casa. Ahí ella les contó que, en medio de la operación, vio a una persona resplandeciente junto a los médicos que la operaban y agradeció al Señor.

Todos los hermanos fueron a la iglesia del Movimiento Misionero Mundial de Oruro para agradecer a Dios; algunos entregaron su vida a Cristo y comenzaron a servir en la iglesia

en diferentes lugares; pero, Junior no cumplió la promesa y se ocupó más en los estudios de la universidad.

Al pasar de los meses, Junior escuchó la voz de Dios que le preguntaba: “¿Cuándo me vas a servir?”. En un primer momento quiso hacer caso omiso al llamado, pero su conciencia le acusaba porque no había cumplido la promesa dada a Dios. Sabía que había pasado tres años del milagro que el Señor hizo con su mamá y él no había cumplido aún su compromiso.

El Todopoderoso hablaría de otra forma pocos días más adelante. Cierto día prendió la radio y escuchó Bethel Radio con un mensaje del pastor Manuel Zúñiga. La prédica tocaría su vida y le haría cumplir su promesa.

Durante la prédica, el pastor testificaba que el Creador le dio tres días más a su mamá para que pudiera despedirse. Tanto fue el impacto de la enseñanza en Junior que decidió buscar a Dios con todo su ser.

Junior entregó su vida a Cristo a los 23 años, bajó a las aguas del bautismo y comenzó su vida en el Evangelio. Durante los primeros años de servicio comenzó a trabajar en Bethel Radio y también en diferentes áreas de la obra, hasta que fue nombrado pastor laico.

A los 27 años contrajo nupcias con la hermana Soledad Ayala Condori; producto del matrimonio, Dios le regalaría dos hijos, hasta que a los 32 años, el mortal virus de la COVID -19 tocaría la puerta de su hogar y haría que recordara el temor de vivir sin un padre a lado.

Al pasar de los meses, Junior escuchó la voz de Dios que le preguntaba: “¿Cuándo me vas a servir?”. En un primer momento quiso hacer caso omiso al llamado, pero su conciencia le acusaba porque no había cumplido la promesa dada a Dios (…)

PRUEBA DE FE Esos duros pasajes de su infancia, adolescencia y juventud, hicieron que el ahora pastor Junior imploraba a Dios por una oportunidad de vida, se aferró a su fe, no quería que sus dos hijos crecieran sin un padre a lado.

Cuando su cuadro clínico empeoró, y estaba a punto de ser entubado; en agonía y sin fuerzas, Junior se desvaneció, todo el cuarto se puso blanco, sintió la presencia de Dios y se dio cuenta que iba a partir dejando a su esposa y sus hijos. Entonces le dijo a Cristo: “Señor otra vez se va a repetir mi historia, crecí sin un padre, y mis hijos también van a crecer sin su papá, por favor no me lleves”.}

En esos momentos, la voz de Dios ingresó a su habitación y le dijo: “Vamos”. Junior sintió un temor, pero su amor de padre fue más y siguió clamando por su vida. Con los ojos hinchados por tanto llorar, imploró una vez más a Dios

- Solo quería una oportunidad para ver crecer a mis hijos, le prometí que seguiría predicando la Palabra de Dios.

Bastó unos segundos para que Dios contestara su petición y le diera una oportunidad de vida. El milagro estaba hecho.

Los médicos hicieron todo lo posible para que reaccione y lograron estabilizarlo, pero el peligro no había pasado. Al pasar de los días, Junior no mejoraba en el Hospital, la situación era crítica, miraba como muchos pacientes morían, los doctores no tenían muchas esperanzas y le dijeron que tenían que entubarlo, pero él se negó y con el apoyo de sus familiares, quiso recuperarse en su casa.

Al salir del hospital, el proceso de recuperación fue difícil en los primeros días, pero Junior vio cómo Dios impulsó todo para su recuperación, sus familiares, compañeros de estudio, los hermanos de la iglesia, le apoyaron. Durante esa semana, un médico especialista en terapia intensiva, quien le conocía, vino desde Cochabamba para revisarlo, al sacarse todos los análisis, le dio la noticia que se estaba recuperando y pronto estaría sano completamente. Junior sintió una alegría inmensa cuando vio a sus dos pequeños hijos que corrían hacia él para abrazarlo. Sus ojos se llenaron de lágrimas, miraba al cielo y solo tenía palabras de agradecimiento a Dios.

- La historia de crecer sin papá no se repetiría otra vez en mis hijos, el Señor me dio otra oportunidad y no la voy a desperdiciar.

Recuperado por completo de la COVID – 19, el pastor Junior se encuentra predicando la Palabra de Dios y trabajando en Bethel Radio. Además cuenta su testimonio en los hospitales, clínicas y centros médicos, testificando de un Dios que sana, salva y libera. Cumpliendo su promesa de hacer llegar el Mensaje del Señor a toda criatura.

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