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LITERATURA

Libro de lectura obligatoria para entender el judaísmo del Segundo Templo, ofrece una descripción detallada de la existencia de Cristo hasta su muerte en la cruz. Escrito por el español César Vidal, aborda quién fue el Hijo de Dios, qué enseñó y cómo se observó a sí mismo.

JESÚS, EL JUDÍO

El contexto de la vida de Jesús transcurrió en medio del entrelazamiento de cuatro aspectos muy concretos. El primero fue el de una Judea capitidisminuida y en no escasa medida helenizada. El reino de Herodes era, al fin y a la postre, una potencia menor sometida a Roma, que no dudó en dividirla a su muerte. Se trataba además de un reino de población mezclada en el que lo mismo se encontraban los judíos fieles a la Torah que los helenizados, sin descontar a sirios, muy influidos por la cultura helénica, e incluso griegos. Aparte de la presencia romana, los judíos que deseaban seguir fielmente los preceptos de la Torah no dejaban de moverse en medio de un cosmos donde resultaba innegable la presencia de manifestaciones más o menos acentuadas de helenización.

Publicado en el 2010, el libro “Jesús, el judío” es, según su autor, el abogado, periodista y escritor español César Vidal, un intento, desde el punto de vista histórico, de abordar quién fue el Hijo de Dios, qué enseñó y cómo se vio a sí mismo. En sus páginas, se desarrolla una reconstrucción minuciosa de la existencia del Redentor y de sus enseñanzas prestando especial interés al contexto judío.

Durante los primeros meses del año 27 d. C., Jesús fue reuniendo en torno suyo a un pequeño número de talmidim, de discípulos. Es precisamente la fuente joánica la que nos ha proporcionado algunos de los datos más interesantes al respecto. Por ella sabemos que algunos de los discípulos de Juan —Andrés, Simón, Felipe y Natanael— se adhirieron a Jesús en Betania, al otro lado del Jordán (Juan 1,35-51), y es muy posible que fueran estos mismos cuatro los que lo acompañaron junto a su madre a unas bodas celebradas en Cana de Galilea (Juan 2, 1-11). Con ellos descendió Jesús a Jerusalén en la Pascua del año 27 d. C., e incluso mantuvo una entrevista con un maestro fariseo llamado Nicodemo al que se refiere el Talmud (Juan 2, 23-3, 21) como Naqdemón.

En la introducción de su obra, Vidal remarca que su

texto es también un empeño por evidenciar hasta qué punto Cristo fue fundamentalmente un judío de su época, inexplicable sin conocer a fondo el contexto espiritual de Israel, y cómo los comentarios posteriores, que han obviado tan vital aspecto, no han hecho sino desfigurar su persona y sus enseñanzas de manera que han caído inclusive en lo absurdo.

Durante aquellos primeros meses, la actividad de Jesús fue una curiosa mezcla de predicación gozosa y de enormes expectativas, pero también de creciente oposición. Para un espectador circunstancial, Jesús no sólo resultaba un predicador que anunciaba la cercanía del ansiado Reino de Dios, sino que además confirmaba su autoridad con hechos taumatúrgicos. Las distintas fuentes nos hablan de numerosos casos de curaciones colectivas, pero se detiene también en descripciones detalladas referidas a la suegra de Pedro (Marcos 1, 2934; Mateo 8, 14-17; Lucas 4, 38-41), a un leproso (Marcos 1, 40-45; Mateo 8, 2- 4; Lucas 5, 12-16) o a un paralítico (Marcos 2, 1-12; Mateo 9,1-8; Lucas 5,17-26).

La actividad de Jesús fue una curiosa mezcla de predicación gozosa y de enormes expectativas, pero también de creciente oposición. Jesús no sólo resultaba un predicador que anunciaba la cercanía del ansiado Reino de Dios, sino que confirmaba su autoridad con hechos taumatúrgicos.

TRABAJO SÓLIDO Texto de lectura imprescindible para entender el judaísmo del Segundo Templo, ofrece, en primer lugar, una descripción detallada de la vida de Jesús hasta su muerte en la cruz. Asimismo, contiene cuatro apéndices que exploran cuestiones como el contexto histórico, político y religioso en el que vivió el Mesías; las circunstancias de su nacimiento; su familia o la base bíblica para afirmar su mesianidad.

El término “apóstol” con que serían denominados los componentes del grupo de los Doce deriva del infinitivo griego apostellein (enviar), pero no era muy común en griego. En la septuaginta, la traducción al griego del Antiguo Testamento, sólo aparece una vez (I Reyes 14,6) como traducción del participio pasado shaluaj de shlj (enviar). Precisamente tomando como punto de partida esta circunstancia, H.Vogelstein y K. Rengstorf conectaron la institución de los apóstoles con los sheluhim rabínicos. Éstos tuvieron una especial importancia a finales del siglo I e inicios del siglo II d. C. y eran comisio-

nados rabínicos enviados por las autoridades palestinas para representarlas con plenos poderes. Los sheluhim recibían una ordenación simbolizada por la imposición de manos y sus tareas —que muchas veces eran meramente civiles— incluían en ocasiones la autoridad religiosa y la proclamación de verdades religiosas. La tesis resulta muy atractiva incluso hoy en día, pero presenta no pocos inconvenientes.

De acuerdo a Penguin Random House Grupo Editorial, compañía que publica libros para lectores de todas las edades y en todos los formatos en España, Portugal, América Latina y Estados Unidos, “Jesús, el judío” representante un trabajo sólido, audaz y, sobre todo, bien documentado que muestra la realidad que envolvió a Jesús según se desprende del estudio de las fuentes judías realizado por el escritor hispano.

Jesús tenía una idea extraordinariamente clara acerca de quién era y acerca de cuál era su misión. Sin embargo, aquella auto-conciencia provocaría la frustración de muchos, tanto si habían puesto sus esperanzas en él como si tan sólo se preguntaban por su verdadera identidad. Un caso claro de este último grupo fue el de Simón el fariseo, un personaje que lo invitó a comer (Lucas 7,36) y que era padre de su discípulo Judas. ¿Qué motivó aquel encuentro? No lo sabemos a ciencia cierta. Quizá Judas, convertido recientemente en apóstol, deseaba que su padre conociera de cerca al que lo había comisionado para semejante responsabilidad. Quizá la iniciativa partió del mismo padre, preocupado por el hecho de que su hijo pudiera estar extraviándose más de lo tolerable en un hombre joven. Cabe incluso la posibilidad de que Simón simplemente quisiera ver de manera directa quién era aquel original predicador.

AUTÉNTICO MENSAJE Doctor en Historia, Filosofía y Teología, así como licenciado en Derecho, el hermano Vidal ha dictado clases en diversas universidades de América y Europa y forma parte de prestigiosas instituciones académicas. Autor de más de un centenar de obras, que han sido traducidas a una docena de idiomas, ha colaborado con diversos medios de comunicación como COPE, Libertad Digital, El Mundo, Protestante Digital, Telecinco y Antena 3.

Durante los meses siguientes, la actitud de Jesús a su paso por ciudades y aldeas, camino de Jerusalén, siguió resultando extraordinariamente clara. Continuó insistiendo en su llamamiento a la conversión, a volverse hacia Dios, a entrar en el Reino. Su forma de predicar tuvo que ser muy directa porque la fuente lucana nos cuenta cómo alguien llegó a preguntarle si eran “pocos los que se salvan” (Lucas 13, 23). La pregunta forma parte de ese elenco de cuestiones absolutamente inútiles con las que sujetos que se sienten incómodos al escuchar el llamamiento a la conversión intentan desviar el tener que dar una respuesta afirmativa. Se agrupa así al lado de otras preguntas absurdas como la de qué sucederá con los esqui-

Jesús tenía una idea extraordinariamente clara acerca de quién era y acerca de cuál era su misión. Sin embargo, aquella auto-conciencia provocaría la frustración de muchos, tanto si habían puesto sus esperanzas en Él como si tan sólo se preguntaban por su verdadera identidad.

males que no oyeron hablar de Jesús en el día del juicio final o la de qué va a pasar con aquellos que de buena fe rechazan la predicación del Evangelio. Por supuesto, Jesús no se perdió en disquisiciones sobre tan peregrina e inútil cuestión. Por el contrario, la dejó de lado y volvió a dirigirse hacia los que le interrogaban.

Sobre el propósito de su libro, César Vidal, en agosto del 2010, apuntó que: “Debemos regresar a un terreno más prosaico, que resulta esencial para comprender a Jesús y sus enseñanzas, para lograr que los judíos capten quién fue realmente Jesús, y para que aquellos que dicen seguirlo y se denominan cristianos puedan limpiar su cristianismo de las excrecencias e impurezas acumuladas durante siglos tapando al verdadero Jesús y a su auténtico mensaje”.

Avanzada ya la noche, el Maestro y sus discípulos llegaron al Getsemaní, un huerto situado entre el arroyo Cedrón y la falda del monte de los Olivos. Jesús deseaba que al menos Pedro, Santiago y Juan, sus tres discípulos más cercanos, le acompañaran orando en unos momentos especialmente difíciles. No fue así. Cargados de sueño —la noche era muy avanzada y la cena de Pascua exigía el consumo de cuatro copas rituales de vino— se quedaron dormidos una y otra vez dejando a Jesús totalmente solo en las horas más amargas que había vivido hasta entonces (Lucas 22,39-46; Mateo 26, 36-46; Marcos 14, 32-42). Cuando Jesús intentaba por tercera vez despertarlos, se produjo la llegada de Judas.