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DEVOCIONAL

“Y quiero hermanos, que sepáis que las cosas que me han sucedido, han redundado en provecho del evangelio”. Filipenses 1:12

Rev. Luis M. Ortiz

LAS COSAS QUE ME HAN SUCEDIDO…

El año 1989 fue un año de grandes pruebas, luchas, arduo trabajo, enfermedad; pero también fue un año de grandes bendiciones, victorias, y de Gloria de Dios manifestada de manera muy especial.

Breve resumen de las actividades en los primeros

tres meses del año 1989. En 38 días, más 7 días en viajes de país en país desde Puerto Rico, Colombia, Perú, Chile, Argentina, Uruguay, Paraguay, y 4 días de descanso alternados, para un total de 49 días, celebramos cinco convenciones (con cultos en el día y en la noche), dos campañas evangelísticas (en coliseo y al aire libre), tres reuniones de pastores, para un total de 75 cultos, a un promedio de dos cultos por día; y lo que es mejor con resultados gloriosísimos: almas salvadas, enfermos sanados, endemoniados libertados, milagros obrados, los obreros fortalecidos, y el pueblo de Dios bendecido. ¡Alabado sea el Señor!

Regresamos a Puerto Rico el día 20 de febrero donde permanecimos poco más de una semana atendiendo distintos asuntos de la Obra, como correspondencia, la revista Impacto Evangelístico, los programas radiales, la construcción del Edificio Elim, asuntos legales de la Obra, y otros.

Como a los doce días volvimos a salir de Puerto Rico a las Convenciones Regionales en Centro América. La Convención Regional del Sur que comprende los países de Panamá, Costa Rica y Nicaragua, se celebró en el Coliseo Municipal de Puerto Limón, del 7 al 11 de marzo. ¡Profesiones de fe, sanidades, milagros, nuevos obreros ingresando, promociones, los brujos derrotados y el diablo huyendo! Dos brujos y una bruja se ubicaron en forma de triángulo en el Coliseo, y estaban invocando al diablo y a los demonios en contra del predicador (el hermano Ortiz). Discerní la opresión diabólica que se percibía, y comencé a reprender al diablo y a los demonios en el Nombre de Jesucristo; resistimos al diablo, y el diablo huyó (Stg. 4:7).

De Costa Rica pasamos a Guatemala para celebrar la Convención Regional del Norte de Centro América, que comprende los países de Honduras, El Salvador, Guatemala, Belice y México; la misma se celebró bajo carpa en la capital guatemalteca del 15 al 18 de marzo. Fue otra gloriosa convención con almas salvadas, sanidades y milagros, nuevos obreros reconocidos, y obreros promovidos de grado ministerial. ¡La Obra avanzando por todo Centro América!

De Guatemala viajamos a Panamá para una Confraternidad a nivel nacional de la Obra en este país, la cual se convirtió en una Convención, pues tuvimos enseñanza y estudios de la Palabra por el día, y gloriosos cultos por la noche. La misma se celebró del 21 al 25 de marzo. ¡Estuvo realmente maravillosa!

De modo que después de estas jornadas por diez países de Sur y Centro América, del 2 de enero al 25 de marzo celebramos ocho convenciones, dos campañas evangelísticas, nueve reuniones de obreros; para un total de 105 cultos celebrados en los primeros tres meses del año 1989. ¡Gloria a Dios!

Horrible enfermedad, me tuvo al borde de la muer-

te. Desde los últimos días en Panamá comencé a sentirme enfermo. Al regresar a Puerto Rico mi condición física empeoró. Permanecí en el hogar orando y esperando en el Señor por más de un mes. Para entonces mi condición era de gravedad (con unos dolores abdominales insoportables y con una continua pérdida de sangre por el recto). Muchos hermanos y compañeros venían al hogar y oraban por mí.

Fui hospitalizado el día primero de mayo de 1989. Me hicieron varios exámenes y estudios médicos, y resultó ser una colitis aguda ulcerosa; y ésta era la causa de la continua pérdida de sangre.

Comenzaron a darme tratamientos, medicamentos, sueros, pero no había mejoría, sino que empeoraba. Mis piernas y pies estaban horriblemente hinchados. La pérdida de sangre aumentaba. Las ulceraciones del colon se manifestaron en la garganta y en la boca, lo cual me imposibilitaba comer y aún tomar líquidos. Me dio fiebre. Estuve casi cuatro días sin suero. Perdí el conocimiento por espacio de cuatro días por falta de sangre oxigenada en el cerebro, desde el miércoles 10 de mayo hasta el sábado al anochecer del día 13.

En esa situación tan crítica mi esposa Rebecca le sugirió al médico, que estaba en la habitación, que mi cuerpo estaba prácticamente sin sangre y que necesitaba una transfusión. El médico respondió que no era necesario. Mi esposa insistió, y el médico volvió a decir que no era nada urgente, aunque estaba mirando que yo no reconocía ni aún a mi esposa; y salió de la habitación.

Un matrimonio de obreros del Señor, siguieron al médico y le insistieron en cuanto a la necesidad de que él ordenara la transfusión; de lo contrario que firmara un referido para llevarme a otro hospital. Al fin el médico accedió y dio la orden, y fue administrada la transfusión.

Fui recobrando el conocimiento lentamente hasta normalizarme. Solo por un milagro del Señor mi cerebro no quedó fatalmente afectado, o a lo menos permanentemente lesionado. Solo por una directa intervención divina no fallecí, pues luego se me informó que cuando me llevaron a ese hospital, un médico que se dio cuenta de mi crítica situación, dijo: “¡Ese se muere!”. Claro, el diablo que ha fallado muchas veces en matarme abierta y violentamente, y esta vez creía y quería matarme alevosa y encubiertamente. ¡Y otra vez falló Satanás! (Continuará en la próxima edición).

*Tomado de la Revista IMPACTO EVANGELÍSTICO, ENERO 1990, edición 349