Jesús Rafael Soto y el arte como emoción y conocimiento
contaba que de niño era yo un desastre, y me pasaba pintando las paredes y algunas veces las casas eran alquiladas y los dueños se quejaban, se enojaban. La pasión por pintar viene de pequeño, cuando pintaba con lápices o con tierra rayando las paredes de la casa". "Una hermana de mi mamá que se pintaba los labios con lápiz labial, yo se los robaba para pintar las paredes, hasta que mi mamá se puso brava y al contárselo a una comadre, una señora que vivía al lado, le dijo: 'no maltrates al muchacho por eso, déjalo, a lo mejor va a ser pintor'. "Mi madre veía con mucha tristeza mi vocación de pintor, porque decía que tenía cualidades para ser buen comerciante, que era el camino más rápido para ahorrar dinero y hacerse de plata. Nunca tuve dotes para eso, ni para guardar en la alcancía, nunca tuve paciencia para eso. "Mi abuela, que era partera, le contó a una señora lo de que pintaba las paredes, y la señora le dijo que en su casa los muchachos tenían muchos lápices de colores que nunca utilizaban y se los regaló para que me los dieran. Después del asunto del lápiz labial que le robaba a mi tía, la llegada de los lápices de colores a la casa fue un gusto enorme, desde pequeño quise tocar un instrumento y pintar. Así hubo un camino que pude escoger por mí mismo. Siempre he hecho lo que he tenido que hacer. Hasta el día de hoy vivo feliz con la enorme fortuna, que es la que nadie me ha obligado a hacer, no hay nada que no haya querido hacer. Nunca me he retractado de lo que he querido hacer, y he sido libre para pintar y elegir la vida del arte. "Cuando me enamoré aquella primera vez que te cuento, que tenía como 16 años de edad, alguien en Ciudad Bolívar me consiguió un lápiz de grueso espesor que se raspa y con el que puedes dibujar. Con ese lápiz dibujaba los carteles y letreros del cine y de la cartelera de la plaza de toros. Ese fue mi primer trabajo, el primer trabajo de pintor cartelista que me han pagado en la vida". "En los cines pasaban las películas de la época dorada de Hollywood, con estrellas como Clark Gable, Olivia de Havilland, Joan Crawford, etcétera. Los cines eran altos. En la parte trasera, al fondo, estaba la pantalla. A la entrada había un techo para proteger la máquina y ese lugar se consideraba preferente, era el más caro. El patio era la segunda entrada y estaba más cerca de la pantalla. Así progresando, con la técnica del difumino, los carteles tenían mucho éxito. La gente se interesaba por la cartelera. Había una banda 53