EL AULLIDO
DISCURSO DE GRADUACIÓN 2014
67
te esencial de esa labor. Muchas veces, en esta profesión, sobre todo cuando se es joven e impresionable, uno mira a un alumno y piensa que lo entiende. Es más, que incluso le hace caso y aprecia lo que dice.
De ahora en adelante os especializaréis en diversas ramas de conocimiento. No permitáis que esa especialización os aparte de la visión del conjunto de las cosas. Así, no os olvidéis, en aras de aspectos más utilitaristas, de la importancia de la lengua y de la literatura, de la filosofía y de la historia, de las matemáticas y de la física, cuando ya no tengáis la obligación de estudiarlas. No caigáis en ese prejuicio tan común de equiparar formación y cultura con el conocimiento humanístico, despreciando los conocimientos científicos. Tan importantes son Homero y Aristóteles como Pitágoras y Arquímedes. La búsqueda de la sabiduría es el fin último del ser humano. En ello reside el mayor de los placeres. Y, según Epicuro, no es posible vivir con placer sin vivir sensata, honesta y justamente. Al estudio, a la formación de vuestro carácter, a la estructuración de vuestro pensamiento, al análisis de lo que os rodea, han contribuido de forma sustancial los profesores. Mantened el espíritu crítico en el que os habéis educado. Huid de las verdades absolutas, tan próximas al fanatismo. Nada es de un solo color. La educación os tiene que hacer mejores. Demostradlo. Ante los que nos dirigen, ante la sociedad en general, ante todos los que consideran que lo público no es de nadie y, por tanto, en su nombre y con sus recur-
sos se pueden cometer toda clase de desmanes. Vuestra actitud tiene que hacerles ver que no. Tiene que hacerles ver lo evidente: lo público es de todos y por tanto todos debemos cuidarlo mucho más que lo privado, que lo particular. En estos tiempos de corrección política y de injusticia social donde todo vale, donde se puede engañar abiertamente a la gente diciendo una cosa y haciendo otra, hay que recordar a ese personaje de una tragedia del dramaturgo Esquilo (Siete 592) que no quería parecer el mejor, sino serlo. Haced las cosas bien, porque sabéis y porque no hay otra forma de hacerlas. Porque lo contrario no es justo. Entonces demostraréis que lo que habéis aprendido en estos años es mucho más que una serie de conocimientos prácticos necesarios para afrontar el futuro. Es una actitud moral. Por último, en otro tono, menos serio, porque esta es una noche de celebración, me vais a permitir una pequeña digresión sobre la función docente. Al fin ya al cabo, sois la par-
La realidad es que el pensamiento del alumno se encuentra lejos, muy lejos del aula, invulnerable a cualquier tipo de influencia, por beneficiosa que esta pudiera llegar a ser. Permanece impenetrable e indiferente, oculto bajo el casco de Hades o la capa de invisibilidad de Harry Potter, que viene a ser lo mismo. Pues el alumno posee el don de la ubicuidad. Su cuerpo se encuentra retenido en clase, pero su espíritu viaja libre por los Campos Elíseos, presa de una gran introspección, en un rico mundo interior que sólo él conoce. También los profesores sufrimos una transformación. El tiempo nos pone en nuestro sitio. Como una crisálida, pasamos de un estado a otro, hasta que finalmente vemos la luz y se cierra así un círculo virtuoso. Por fin comprendemos que el alumno es mucho más sabio. Sin embargo, pese a todo esto, cuando las circunstancias hacen que estemos alejados de la enseñanza en contra de nuestra voluntad, el hecho de volver al instituto, de encontrarse con vosotros y de veros ahora, esta tarde, ahí sentados, con esa energía que os da la edad, con tantas expectativas e ilusiones, hace que de verdad nos demos cuenta de cuánto apreciamos nuestro trabajo. Hasta los más escépticos pensamos que, desde luego, vale la pena. Hay una frase de Séneca (Ep 7, 8) que me gusta recordar: Homines dum docent discunt: “Los hombres cuando enseñan, aprenden”. Gracias, porque en estos años me habéis permitido aprender mucho. Aprovechad vuestro tiempo y, sobre todo, disfrutad de la vida. Buena suerte. Muchas gracias.