Quaderns de la Mediterrània 22, 2015
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20 años del Proceso de Barcelona
1989 fue, ciertamente, un año históricamente importante. Un poco antes, en 1986, España había ingresado finalmente en las Comunidades Europeas y, entre muchas otras cosas, se afanaba por introducir en la incipiente política exterior común las dos prioridades diferenciadas en la política exterior española, aparte de su propia proyección hacia Europa: América Latina y el mundo arabo-mediterráneo. En Cataluña, también en 1986, Barcelona había sido designada como sede de los Juegos Olímpicos de 1992 y la Generalitat de Cataluña se encontraba ya en pleno despliegue de sus competencias. Pero en 1989 cayó el Muro de Berlín y comenzó una nueva etapa histórica. En los años siguientes, Alemania marcaría sus prioridades en la reunificación y la ampliación comunitaria hacia Europa Central y Oriental, que ahora resurgía detrás del telón de acero. También ese año se creó la UMA, la Unión del Magreb Árabe. En Cataluña, el Parlamento aprobaba la ley de creación del Instituto Catalán de Estudios Mediterráneos y, en buena parte gracias al impulso del Instituto y de las instituciones catalanas, el gobierno español aceptó e hizo su propuesta en torno a la demanda de una gran política europea hacia el Mediterráneo. La historia del Instituto, de hecho, se confunde con la de la propia Política Euromediterránea (con mayúsculas), que hoy conmemoramos y que el Instituto ha impulsado en todo momento. Permítanme que hable de ello brevemente. Hay tres puntos de inflexión en la trayectoria del Instituto y de la Política Euromediterránea. En primer lugar, el año 1995, cuyo vigésimo aniversario celebramos ahora. El pacto entre Felipe González y Helmut Kohl permite el acuerdo en la Cumbre de Cannes de todos los líderes europeos y da lugar a la puesta en marcha de una gran política europea hacia el este (los programas Phare y Tacis), a cambio de una gran política hacia el sur: la Asociación Euromediterránea con la puesta en marcha del Proceso de Barcelona. Hasta entonces, no había habido prácticamente una política comunitaria europea hacia el Mediterráneo porque Alemania y los nórdicos la ignoraban e Italia, y sobre todo Francia, hasta entonces veían la presencia de los otros básicamente como una competencia innecesaria y un estorbo en un mundo que consideraban su chasse gardée. La que nosotros proponíamos era y es otra: nuestra gran prioridad era y es el desarrollo del sur y el este del Mediterráneo, y para conseguirlo necesitamos llevarla a cabo con toda la fuerza y las capacidades de la Unión Europea. Si la reunificación alemana y la propuesta de ampliación comunitaria pretendía desplazar 1.000 km hacia el este la frontera entre Europa Occidental y las tropas rusas (entonces aún soviéticas), incorporando a estos países en el mundo comunitario europeo, el proyecto del Proceso de Barcelona y la Asociación Euromediterránea lo que proponía y propone es llevar 1.000 km hacia el sur la frontera del subdesarrollo, la pobreza y la inestabilidad que atraviesa en horizontal el Mediterráneo, integrando a los países del Magreb y Oriente Medio, además de Turquía e Israel, en el mundo euromediterráneo a través de su asociación (o eventualmente integración en el caso del Turquía) a la Europa comunitaria. Así pues, el primer gran punto de inflexión es en 1995 con la celebración en Barcelona de la Primera Conferencia Ministerial Euromediterránea, y la crucial e importantísima declaración final que pone en marcha el Proceso de Barcelona. Junto con la Ministerial, y por encargo de la Comisión Europea y de la presidencia comunitaria, española en aquel semestre, es ya el Instituto el que organiza el Primer Foro Civil Euromed que reúne en Barcelona a 1.211 representantes de la sociedad civil de 38 países, el cual marcará profundamente todo el Proceso de Barcelona. El Instituto ya se había adaptado a este hecho gracias a su transformación, ese mismo año, en el Instituto Catalán del Mediterráneo de Estudios y Cooperación, modificando sus estatutos para ampliar su agenda. El segundo gran punto de inflexión se da en 2002. Con la segunda presidencia española, en la Conferencia Ministerial de Valencia se pasa revista a los avances y se aprueba un gran plan de acción. Firmados
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