Flor María Yáñez Álvarez
Doctora en Educación, Artes y Humanidades y consultora internacional.
Destino político y sentido del humor Hacia una cultura de la paz
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inalmente arrancaron las tan (des) esperadas campañas electorales en todo el país, dentro de un contexto inédito de pandemia global. Aún así, se realizaron actos multitudinarios con los candidatos y candidatas pues, qué importa contagiarse, lo relevante es ganar y agarrar “hueso”. Como es tradición, rápido se instalaron carpas del circo político con espectáculos, trucos y tragicomedia; la misma trama de siempre, pero con diferentes payasos apasionados en la arena. En la lucha por acceder a puestos populares, varios candidatos decidieron cambiar de partido dejando su ideología, color y valores para pelear por un lugar. Ya no son payasos, son chapulines “transfuguistas” que saltan de un partido a otro por las papeletas electorales: volatilidad y pérdida de identidad; amor, odio, mentiras, burlas, engaños, sed por el dinero y poder. Los políticos desde la antigua Grecia debían estar bien instruidos en el arte de la retórica para convencer y enamorar al pueblo. Por lo general, quien lograba el mejor discurso, ganaba. Los y las candidatas con sus argumentos, instruidos en este arte, intentan jusWL¿FDU SRU TXp VRQ ORV PHMRUHV SDUD JDQDU LQGHSHQGLHQWHPHQWH GH sus “trapitos sucios bien conocidos”. La estrategia de la posibilidad de la “mentira política”, de la exageración e incluso la ridiculez aún sigue vigente y perjudicando a la sociedad. Ikram Antaki hablaba sobre las pasiones políticas y la mentira: “En México la mentira, la manipulación, la exageración, son 189
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