La Lupa Edición 2

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LA opinión de Freddy Ginebra

La ciudad secreta Cuando invité a Chepe al recorrido torció la boca. Él, al igual que yo había nacido en esta vieja ciudad y sospechaba que mi tour no tendría nada que descubrirle que ya no supiera. –Primo –me dijo–, he venido por cariño y por estar contigo–. Nos reunimos en Casa de Teatro. Allí nos espera un buen grupo de conocidos que animados por la oferta de hacer un paseo a lugares de la ciudad colonial aguardan entusiasmados. La oferta incluye al trencito colonial, haremos una combinación de a pie y en tren. Megáfono en mano, confieso que siempre he envidiado a aquellos guías turísticos que en los países banderita en alto parecen saberlo todo y conducen manadas vomitando impresionantes detalles de lo que muestran. Asumo mi rol de guía e inicio el paseo entrando a la galería de mi entrañable amigo Silvano Lora, los cien que me siguen admiran sus cuadros, hago unos breves comentarios, anécdotas del artista y continúo hacia el Centro Cultural de España, su director Joaquín Benito nos espera con una muestra de dibujos de Raúl Recio, la manada alegre sube, baja, se admira y los apresuro para en la misma acera llegar a Las Máscaras, un pequeño teatro que ofrece las más divertidas comedias dirigido por Germana Quintana, cruzamos a Olivier, un atractivo restaurante donde Maritza, su dueña y chef, nos ofrece bocadillos y una frozen chinola. Al piano el maestro Estrella interpreta una de sus piezas.

Chiqui y Fidelio, en el Callejón de los Curas, una bella mansión colonial decorada por su dueña con exquisitez donde apreciamos una valiosa colección de pintores dominicanos y recuerdos de sus múltiples viajes. Recomiendo a los visitantes no llevarse nada de “souvenir”. Brugal nos acompaña y en una neverita los turistas criollos se sirven sus cubas refrescando paladares. Politur cuida nuestros movimientos controlando el tránsito haciéndolo así más rápido y divertido. En la misma Arzobispo Portes una gelateria italiana, cucharitas y a probar se ha dicho. Helados sin aditamentos artificiales, –tuto naturale, sabore puro dominicano de la frutti del país, guanábana, tamarindo, fresa–, comenta su dueño. Cruzamos al teatro Guloya donde sus directores y actores, regresando de su gira por Ecuador, nos reciben. Doy detalles por el megáfono, equivoco fechas, creo que nadie me hace caso, la gente más interesada en el descubrimiento de los lugares que en mis explicaciones, nos subimos al tren doblamos por la 19 de Marzo, señalo los portales de las nuevas viviendas de todo confort algunas con piscinas, espléndidas terrazas desde donde se divisa el mar. Pasamos la casa de Oscar de la Renta, un colmadón abre las puertas a una dama apurada donde alivia su angustia, no había previsto emergencias, la Padre Billini iluminada propiamente, un Convento elegante, el

parquecito Duarte y sus alegres habitantes, doblamos por la Hostos, nos detenemos en Arte Berri y una colección de cuadros encabezado por Amaya Salazar nos deslumbra. Escucho exclamaciones,

Estoy orgulloso de mi ciudad colonial y sus habitantes y quería contarlo.

¡qué buen cuadro! ¡Bella galería, impresionante rescate arquitectónico de la casa! Saltamos a El Sartén y uno que otro mueve la colita al ritmo de un merengue, continuamos la Hostos, cruzamos El Conde peatonal, llegamos a Lucía, los del Mesón de Bari asoman la cabeza por curiosidad, una espléndida luna llena nos persigue. Pasamos algunos lugares rápidamente por falta de tiempo, entramos a la Taberna Vasca frente a la Iglesia de La Altagracia, entramos por Las Mercedes a Frat, algunos se quieren quedar, seguimos a la Fundacion América donde Piero Aloini nos da detalles del Descubrimiento y su versión del genovés, La Alpargatería está cerrada y llegamos a la casa del artista Said Musa y el grito es colectivo, una casa con cava impresionante y las obras en cerámica del autor. Se repiten las exclamaciones de asombro, proseguimos con La Logia Cuna de América, su bello patio, su misterio, colindando con la Iglesia de las Mercedes. María la turca a la subida de la cuesta, algunos aprovechan para comprar dulces, mientras otros siguen a la casa de Orlando Menicucci donde un grupo de tambores nos sorprenden. Subimos al tren, estoy agotado y feliz, Falafel, Bio y la Casa del Púlpito son el final de esta excursión impresionante. Entre todos reina una camaradería de socios de toda una vida... Nada, estoy orgulloso de mi ciudad colonial y sus habitantes y quería contarlo.

29 de agosto de 2012

LA LUPA SIN TRABAS •

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