Ese día el aire estaba lleno de chispitas de fiesta, por la hoja del almanaque decía AÑO 2100 - ABRIL - 27 y además parecía gritar: ¡Dia del cumpleaños de Ariel!
A las seis, cuando las dos agujas del reloj estuvieron derechas, en el cuarto del pequeño se encendió una lucecita verde, otra lila... y enseguida otra amarilla como un limón maduro. ¡Era la señal! El mismo la había preparado para despertarse.
Ariel levanto y bajo tres veces las cortinitas de los parpados y, lleno de ansiedad, apretó el botón número 3, en el borde de su cama. ¡Zum! La almohada, las sabanas, todo se levantó y él se deslizo feliz hasta el piso, como por un tobogán.
De un salto llego a la ventana, redonda como un globo. Junto a ella estaba su reluciente multimueble electrónico... pero no vio nada encima, ni debajo, ni alrededor.
-¿Me habrán regalado un juguete invisible?fue lo primero que pensó. Con mucho cuidado empezó a palpar. No fuera que por descuido chocara y rompiera algo.
¡Toco, miro y volvió a tocar... sin encontrar nada!
-No puede ser.- se dijo. -Mamá y papá no van a dejarme sin regalo...- Siguió buscando, para ver si había algo escondido.
-Ariel...- oyó la voz de su papá, fuerte y cariñosa. -Querido...-se unió la voz de su mamá.
¡Las voces salían del primer tubo del multimueble! “Me regalaron un audion... ¡Qué alegría! Mandare mensajes a todos mis amigos.... Y ellos me enviaran mensajes a mi…”, pensó Ariel al tiempo que levantaba la tapa del tubo y sacaba un pequeño aparato parlante, que tenía dos antenitas como una mariposa.
La voz de su mamá continuo: -Este audion es tuyo... Sabíamos que deseabas tener uno... Y la voz de su papa agrego: -Tienes otro regalo de cumpleaños... ¡Un viaje a nueva Nueva York!
¡Fiiiis!...!Fiiiiiis!... Se oyeron dos silbidos de aire comprimido, seguidos por alegres carcajadas. Los padres de Ariel aparecieron de un salto desde el piso de abajo, en un suave movimiento de su calzado neumático.
-¡Mamá... papá... gracias por el audión! ¡Es lindísimo! -dijo Ariel dando un beso a cada uno.
-¿Y qué me dices del viaje a la nueva Nueva York? En dos días nos divertiremos muchísimo. ¡Además, volaremos en un avión superlucico!
-¿Supersónico? -Superlucico, más veloz que la luz -aclaro la mamá -¿No te entusiasma? Ariel no contesto y se puso a mirar las dos antenas de su audión.
La mamá, que conocía cada uno de sus gestos y miradas, le pregunto: -¿No te gusta ir a la nueva Nueva York? ¿Quisieras ir a otra parte.... más lejos, Ariel...? -No, más cerca... me gustaría ir al campo.
-Querido...- trato de explicar el papá- Bien sabes que eso es muy difícil. Necesitaremos por lo menos una semana. Los caminos están llenos de salta móviles que no se puede avanzar.
-¿Porque se te ocurre ir al campo? -pregunto dulcemente la mamá. -No sé... tengo ganas…
-¿Ganas de qué?
-De ver un caballo de verdad... Ah, seria lo mas lindo del mundo. Ir a caballo, subir una montaña, cruzar un bosque. Si les digo que cuando aparece un caballo en la telerrelieve, salto para acariciarlo…
-Me pides algo casi imposible -dijo el papá-, pero pensare en ello.
¡Que inquietud tuvo Ariel durante todo ese día! En algunos momentos, de repente se sentía resbalar, tropezando a cada rato. Ni siquiera en la fiesta con sus amigos pudo olvidarse.
“¿No habre pedido demasiado?“ se preguntó. Pensó que su padre se había ido muy preocupado… su mamá estaba muy nerviosa.
¿Qué culpa tenía él? ¿Acaso era malo tener ganas de ir al campo y montar a caballo?
-¿No será un capricho?- volvió a preguntarse. -No, porque un caballo puedo hacer muchas cosas. Llego a un bosque o a una selva… arranco un fruto de un árbol y me lo como; veo un arroyo y tomo agua con las manos. Igual que en la telerrelieve.
A la mañana siguiente la mamá vino temprano a saludarlo. Llevaba un vestido y en la mano tenía un suple todo de viaje. -Tu papá tiene una linda sorpresa para ti -le dijo- Yo también quiero acompañarlos y por eso me voy antes.
¡Hasta pasado mañana! Y dándole un fuerte beso salió rápidamente, sin que Ariel tuviera tiempo de salir de su asombro. -Mañana iremos al campo – le dijo más tarde, muy contenido. Su papá.
-¿Cómo…? ¿Descubriste una forma de salir de la ciudad, sin salta móvil ni avión?-Si. Es un gran secreto, casi un misterio.
-¡Cuéntame, papá! ¿Cómo es?-Bueno. Te adelantare algo.
-Iremos al campo en… no te puedo decir el nombre. Son dos cosas muy antiguas dejadas por tu bisabuelo, que conservamos como reliquias en el subsuelo. Por suerte hay una grande y otra pequeña.- Todas las preguntas de Ariel fueron contestadas. Tuvo que esperar, conteniendo su alegría y su curiosidad. Llego por fin el gran momento. Su papá lo llevo al cuarto subsuelo.
¡Alla estaban las dos cosas maravillosas, misteriosas y secretas que los llevarían al campo! Ariel noto que su papa estaba entusiasmado y que para él era también una gran aventura.
-¿Qué es esto? ¿Cómo se llama? ¿Para qué sirve? -pregunto cuando vio aparecer, entre un montón de cosas extrañas, dos ruedas grandes que giraban… y otra rueda chica entre ambas… y adelante dos canos doblados como dos bigotes.
-Es una bicicleta, querido. Se uso mucho en el siglo pasado. Yo te enseñaré a andar en ella. Practicaremos, antes de partir, en la terraza…
¡Eso era más lindo que todo lo imaginado! Sin embargo, a Ariel le entro una duda: -¿Cómo haremos papá, para salir de la ciudad? ¿Cómo vamos a cruzar y adelantar, entre tantos salta móviles?
-Eso es otro gran secreto. Al final del viejo metro, el que hasta hace poco anduvo a electricidad hay un largo sendero. Esta lleno de recovecos y conduce a las afueras, bien lejos.
Los rascacielos fueron construidos tan juntos que por ahí no puede pasar ningún salta móvil.
Todo lo que siguió fue glorioso para Ariel.
Heriberto I. Lozada Matos
Imágenes (Dona y William Rice, 2012, Roberto Clemente) Libro (MacMillan/McGraw-Hill, 1993, CARACOLA) Texto (Aarón Cupit, 1972, El Gran Regalo)
Tipografía : Playfair Display