Metaecología y su horizonte poético

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gavilanes. Había de esperar por eso, en algún puñado de días, el óseo diálogo entre el trovador y su existencia. Apuntan a ello versos tales, “de que el rocío / lama mi faz / de moribundo comedor de piedra” (p. 9), “la sed del grande perro corazón mío” (p. 13), “que aquí viene el olvido a buscarte / como cualquier cosa que no vale nada” (p. 13), “he arribado a la cima / al comienzo de las cosas / de nuevo frente a lo desconocido” (p. 27), para aterrizar en uno de sus poemas paradigmas del libro, Tanguillo Qué es lo que siento ahora que masco tierra será así como se anuncia el silencio lo efímero que soy. Detenerse en un alcor de su temporalidad para Alberto José Pérez significó un requerimiento de su misma trova, imperioso para vislumbrar en la esperanza de la ruta del romero, sub lumen solis. Las mencionadas afecciones, dudas, angustias, pesares, desesperanzas del bardo en su psiquis maduraron para desembocar casi diez años después en una larga alegoría conformadora de dos poemarios, Homenajes (1993), El espejo y la memoria (1993), Vívida alegoría de enhebradas metáforas hecha, tropos macizos a la par de laboriosos por cuanto cada uno sobre la arquitectura de su poema yace. En el primer opúsculo, cual lo puntualiza su rótulo, la urdimbre de los versos de cada composición conceptualiza un afecto, un recuerdo, un grito por personas muy queridas; en el segundo el viento de la libertad por las páginas del pequeño libro se cuela para despejar el ser de dicha alegoría en ambos textos, ese ser tristeza se nomina. El tiempo obliga Voy a encontrarme contigo Te llevará cartas y recuerdos de Familia, Hablaremos de lo de antes 90


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