Ser Periodista

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La corrupción de los periodistas es un fenómeno que no podrá erradicarse sin el establecimiento legal del fuero periodístico y la consagración del habeas data. Es justamente la ausencia del fuero periodístico -unida a una débil presión moral del gremio y la sociedad- quien permite que, impunemente, la corrupción se instale en la profesión. Mientras la función de la prensa en la sociedad no sea estatuida legalmente y el rol de empresarios y periodistas no esté definido, la elevación del profesionalismo no será posible; menos aún la defensa de los periodistas que son perseguidos por cumplir con su deber. EL USO DEL IDIOMA EN LOS PERIODISTAS En los últimos años, se observa con profunda preocupación la utilización de un lenguaje procaz, ordinario y chabacano en algunos medios de comunicación, los que al amparo de una pretendida modernidad, deforman nuestra rica lengua y difunden en la población una idea equivocada de qué está bien y qué está mal. Son muchos los que entienden que es posible expresar una idea con la palabra adecuada, sin caer en excesos o deformaciones y sin agredir a quienes no participan de aquella forma de expresión. Otros, lamentablemente, con el argumento de “hablar como lo hace el pueblo”, caen en la vulgaridad utilizando palabras inadecuadas y groseras, provocando el efecto contrario, pues la gente comienza a hablar como lo hacen los comunicadores. Tal vez la única razón que determina esa conducta y deforma nuestro idioma, sea la incapacidad de esos comunicadores para establecer un diálogo con palabras precisas y emitir un pensamiento que contenga palabras que puedan ser recibidas por todas las personas sin que nadie se sienta afectado o agredido. El lenguaje es un territorio de disputa idelológica, un entramado de significados y connotaciones. Un neologismo es, en ciertos sentidos, una palabra testigo. Cada nuevo término que se incorpora tanto al habla como a la escritura cotidiana, destaca alguna arista de la realidad: desde la moda hasta las tensiones políticas. En la elección de cada vocablo, además, esta sobreimpresa una visión del mundo. No es lo mismo decir “capitales golondrinas” que “fondos buitres”, “agricultura” que “agronegocios”. Muchas de las nuevas expresiones no fueron acuñadas por los propios periodistas, sino absorbidas sin filtros del lenguaje utilizado por sus propias fuentes. Y las fuentes, como se sabe, 17


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