Periodismo Argentino desde la Colonia hasta 1930

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PERIODISMO ARGENTINO Desde la Colonia hasta 1930

La primera versiรณn de nuestra historia

Ernesto Martinchuk

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La primera versión de nuestra historia El periodismo es un apostolado, por lo que su historia no puede ser escrita sino por quien haya consagrado una vida entera a su ministerio. Con el cariño por el tema y el método impuesto a nuestros trabajos históricos, habíamos ido, a medida que realizábamos otras investigaciones, fichando datos aislados para escribir una historia como esta. La oportunidad es magnífica, para poder volcar en este trabajo, cientos de horas recorriendo las principales Bibliotecas, –públicas y privadas- diversas Hemerotecas y librerías antigüas. Fueron muchas jornadas dedicadas a la investigación y recopilación de datos que, como ávidos catadores del medio en que vivimos, no quisimos desperdiciar la oportunidad de brindar una obra, que implica recorrer la senda que va del minúsculo periódico de pueblo al gran rotativo metropolitano. Esta historia de los primeros años del rol del periodismo, es compleja y abarca todos los aspectos de la civilización; nuestra historia, en ese ramo, tiene que ser informativa, pero sobre todo tiene que ser conceptual. La lectura de aquellos periódicos nos fue haciendo palpar, en igual forma, una verdad incuestionable, que en estos tiempos se olvida muchas veces: el que todas las grandes obras exigen grandes esfuerzos, luchas tesoneras, sacrificios cansadores por su pequeñez y su anonimato. No se alcanzan alturas valederas en la vida sin mucho esfuerzo, mucho empeño y mucho afán. El rol de nuestro periodismo, y documentos inéditos, es un testimonio elocuente de estas afirmaciones. Lo disperso aparece aquí organizado y a partir de hoy tanto el historiador, el sociólogo, y el docente como el estudiante, podrán encontrar en esta obra una fuente de consulta. La expresión intelectual de nuestra época es la síntesis y con ese criterio ha sido escrita.

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Y en cuanto a la importancia del periodismo en la Argentina, el lector podrá formarse una idea previa si recuerda que durante el período analizado todos nuestros grandes hombres, cuando menos en una época de su vida, fueron Periodistas. Un poco de historia La biblioteca de Alejandría fue el mayor monumento intelectual de la antigüedad. Fundada por Ptolomeo Soter, a fines del siglo IV antes de J.C., llegó a contar hasta 700.000 volúmenes. Sobre la base de una Biblioteca y del Museo, éste también instituyó la Escuela de Alejandría, compuesta de eruditos y poetas que duró cuatro siglos. Dos poetas que eran a la vez hombres de conocimiento ejecutaron copias corregidas, uno de las tragedias, otro de las comedias existentes en la Biblioteca real, reuniéndose así 42.000 volúmenes de tragedias y 490.000 de comedias. Los volúmenes de entonces, como se comprende, contenían una cantidad de texto mucho menor que los actuales. Un ejemplar modelo de las tragedias de Esquilo, Sófocles y Eurípides que el orador Licurgo había hecho hacer y depositar en la Acrópolis de Atenas, fue cedido en préstamo al rey Ptolomeo mediante una fuerte garantía, a objeto de extraer una copia para la Biblioteca, la que habiendo recogido el cetro de la sabiduría que antes tuvo Atenas, reunió en sus anaqueles la suma de todas las altas manifestaciones del espíritu humano. Se sabe que en la Biblioteca de Alejandría se hallaban los originales del Antiguo Testamento, los que allí, precisamente, fueran traducidos al griego por una comisión de setenta intérpretes, “ad usum” de los hebreos que habían perdido el dominio de su propio idioma. Algunos datos dan idea del esplendor que alcanzaron las ciencias y las letras como resultado de la Biblioteca y el Museo. Es opinión admitida que la astronomía como ciencia de observación y de teoría tuvo principio en el famoso museo. En aquella escuela brillaron: Euclides, el creador de la geometría científica, Apolonio, que dejó una obra célebre sobre las secciones cónicas; Eratóstenes, que creó la astronomía; Aristarco, autor del método de calcular las

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distancias relativas de la tierra al sol y a la luna; Hiparco, considerado el más grande de los astrónomos de la antigüedad; Erasístrato y Hierofilo, fundadores de la anatomía. En la poesía y en la gramática sobresalieron: Teócrito, el cantor de los pastores de Sicilia; Apolonia, autor de los “Argonautas”; Lycophon, espíritu preclaro; Zoilo, el crítico sutil; Dionisio de Tracia, autor de “Arte de la Gramática”, obra clásica desde su aparición y que sirvió de base a tantos estudios filológicos y comentarios. En un ensayo que tiene por título “Heródoto, periodista”, Ángel Rivera, con argumentos sutiles, presenta al “padre de la Historia” como precursor de los hombres de prensa. La profesión de copista llegó a ser lucrativa y los particulares rivalizaban con los príncipes en el afán de enriquecer las receptivas bibliotecas. En una sala, donde se ubicaban tantos copistas cuantos en ella cabían, uno dictaba para todos la copia original. Un centenar de ejemplares quedaba listo en el espacio de pocos días. Roma, que heredó la cultura de Atenas y de Alejandría, dio gran impulso a la institución de bibliotecas internacionales y fue la primera ciudad que poseyó lingüistas profesionales. También fue la primera que conto con un diario: “Acta Diurna Populi Romani”. Los autores etruscos mandaron sus obras a la biblioteca de Terencio, por orden de César. De Cartago fueron llevados a la ciudad imperial series de libros escritos en idioma púnico, es decir fenicio, los que fueron traducidos al latín para uso de las academias y escuelas romanas. Algunas referencias indican que Epafrodito dejó una biblioteca particular de 30.000 volúmenes. Por algo Roma es, además de museo del arte, fuente del derecho moderno. Hacia el siglo X de nuestra era comenzó a escasear el papiro, pero ya venía de Oriente otro papel cuyo inventor es desconocido y que se llamó “carta bombycina”, el cual prestó gran utilidad, porque era más grueso que el pergamino, lustroso, y podía soportar la escritura más fina.

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Con la intervención de la imprenta en caracteres móviles, hacia mediados del siglo XV de nuestra era, entra el libro en una nueva fase. Las imprentas, hasta la admirable linotipia, que constituye de suyo uno de los documentos más fehacientes de la afirmación, según la cual el espíritu humano es un atente perfectible, son en suma, el gradual desarrollo de aquella máquina elemental que construyó y manejó, poco antes de los viajes de Cristóbal Colón, un caballero de Maguncia. Johann Gensfleish –llamado Gutemberg, por su apellido materno- fue el inventor de la imprenta Las etapas del periodismo Antiguamente la noticia circuló manuscrita. Los grandes imperios, como el persa, tuvieron el extracto, una suerte de “borderó”, para comunicar informaciones a un reducido número de persona notables. Pero la notica oral, por medio del pregón, fue la más generalizada en el mundo hasta que apareció la imprenta. Pero si bien el periodismo tuvo su cuna en Europa, fue en América donde adquirió su mayor difusión y su apogeo. Se debe, sin duda, al hecho de que el Nuevo Mundo es tierra en la que se desarrollan fácilmente la libertad y todas las manifestaciones del progreso. La supremacía del periódico sobre el libro es un fenómeno esencialmente americano. Una obra de Lehmannn-Hupt, “The book in América” consigna lo siguiente: “En Europa, la imprenta tomó origen en centros de población que contaban siglos de existencia y donde un punto de vista técnico tratábase de una multiplicación de la herencia literaria de los clásicos y del mundo medioeval. En América, la imprenta se puso casi inmediatamente al servicio de la colonización. La prensa europea tuvo que alimentar al pensamiento; la de América a la acción. En Europa, imprimir alude desde luego a libros, mientras que en América al decir imprimir refiérese más bien a periódicos”. Nada es en América tan cierto como el influjo de la prensa.

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Secularmente autócratas, los países europeos tardaron más que los países americano en abrir las puertas a la democracia. Hoy mismo, Europa ha desandado cominos en lo que concierne a tal forma de vida. Entre tanto, las innovaciones de la técnica, no bien aprovechadas por las naciones en que aquéllas nacieron –Inglaterra, Alemania y Francia-la más ajustada organización económica y el auge de las ideas sociales, todo lo cual hacía que la masa ganase en superficie lo que pedía en profundidad, favoreciendo el desarrollo de la prensa. Es digno de hacer notar que en los EE.UU., la imprenta se introduce recién casi un siglo más tarde que en la América Hispana, hacia 1639. Su introductor fue José Glover, un pastor protestante que se embarcó en Inglaterra, llevando su imprenta, con la poca fortuna de morir en el viaje. Su viuda instalada en Cambridge, cerca de Boston, se casó con Enrique Dunster, quien se encargó de hacer funcionar la imprenta del primer marido de su mujer. El periodismo en nuestra historia La historia argentina no ha de limitarse a un relato de las batallas y a una cronología de los políticos, toda vez que para la formación del juicio humano interesa fundamentalmente el conocimiento de los perfiles, de la cultura, de la imagen social del pueblo. Y sólo la prensa periódica, que anota, día tras día, el pulso de los acontecimientos, puede percibir y certificar el clima de las colectividades en el correr del tiempo. Si la historia ha de ser una exposición integral del pasado, que en cuanto fenómeno se incorpora con ritmo constante a la sensibilidad de cada época, incluye ella forzosa y necesariamente, al periodismo. El periodismo es, por tanto, el más completo de los archivos en el presente y será imprescindible para el historiador, el sociólogo, el estadista que en tiempos futuros quieran conocer la época que a nosotros nos toca vivir. El descubrimiento de América, a fines del siglo XV, creó a los pueblos que realizaron la empresa de colonizarlas. Tres siglos se emplearon en esta

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exigencia. La evolución natural puso a la América en condiciones de independizarse, y así lo hizo. Para las Provincias Unidas del Río de la Plata el lapso de la independencia comprende un espacio de seis años: va desde el pronunciamiento de la ciudad de Buenos Aires el 25 de mayo de 1810, hasta la jura de la obra de la Revolución por el Congreso Nacional reunido en Tucumán el 9 de julio de 1816. Al año siguiente la revolución se hizo americana, y así pudo extenderse triunfante, a través de la cordillera de los Andes, por Chile, Perú y Ecuador. El 9 de diciembre de 1824 se libraba en Ayacucho la última batalla, y la emancipación fue entonces un hecho consumado en todo el territorio del continente. Otro conflicto se presentó a resolver: el de la organización interna de la República Argentina. Fue esta la parte más difícil y la que ocupó más tiempo. La solución no había de confiarse a las armas, sino a la reflexión. Pero la reflexión, que es experiencia acumulada en la serenidad, no llega por otro camino que el de los contrastes y el estudio. Los hechos históricos y sociales, las influencias geográficas, históricas y económicas, son elementos que proclaman profunda observación. Setenta años necesitó el país para cumplir el ciclo de la guerra y de su organización institucional. Durante ese espacio de tiempo cada tentativa de construir el país fue seguido de disturbios y guerras civiles. La Asamblea General Constituyente de 1813, no llegó a promulgar una constitución para el país porque a ello se opusieron fuertes tendencias separatistas. El Congreso Nacional que, como queda dicho, declaró la independencia en 1816, sólo tres años después, en 1819, dictó una constitución de carácter unitario que los pueblos del interior, bajo la influencia de sus caudillos, y por causas inherentes a su modo, desobedecieron. También la constitución dada por el Congreso Constituyente reunido en Buenos Aires, en 1826, fue desacatada. Hasta que el Congreso General Constituyente de

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Santa fe, caída la dictadura de veintidós años, aprobó en 1853, la Constitución, de esencia federal, pero que no entro en vigor sino una vez reformada, en 1862. La federalización de la ciudad de Buenos Aires, en 1880, fue el último y feliz episodio en el proceso de la organización jurídica del país. La contemplación de los hechos básicos de la Nación Argentina ha llevado, y así lo concretó en su momento el presidente de la Academia Nacional de la Historia, doctor Ricardo Levene, en su “Lecciones de Historia Argentina”, a la siguiente división de tiempo y contenido: el momento histórico de la Revolución; el momento histórico de la anarquía y el caudillismo; el momento histórico de la dictadura; el momento histórico de la Constitución, y el momento histórico de la democracia, desde 1880 hasta 1930 que toma el presente ensayo. Cuando queremos saber cómo ha sido posible recorrer esa trayectoria de poco más de 200 años, se advierte que uno de los factores concurrentes ha sido la prensa periódica. En cuanto a vínculo de difusión fue y es el primero. Únicamente el órgano impreso, ágil como el viento y seguro como la luz, podía cumplir con tal tarea. La ciencia, el arte y la moral; el trabajo y la diversión; la industria y el comercio; la política y la guerra; lo permanente y lo fugaz; lo general y lo particular; lo lejano y lo próximo, todo, en fin, constituye tema para el periodismo. Informa, censura o aplaude. Advierte y orienta. Todo esto que reviste carácter general, aplicado a nuestro país se torna más rotundo porque el periodismo argentino es el más elevado exponente de grandeza del país. La imprenta en el Río de la Plata En el Virreynato del Río de la Plata funcionó la primera imprenta hacia 1700, y no fue, como en el resto de América, traída de Europa. Su historia es el tesón y la inteligencia amalgamados tras el logro de una gran finalidad. Esta primera imprenta funcionó en las misiones de los padres Jesuítas del Alto Uruguay y del Alto Paraná. Era “una tosca prensa construída con maderas ERNESTO MARTINCHUK

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de sus selvas vírgenes, con caracteres fundidos en las misiones” y en planchas de cobre grabadas a buril por los indios neófitos”, domesticados por los misioneros, según consta en un artículo: “Orígenes de la imprenta Argentina” escrito por Bartolomé Mitre en la revista “La Biblioteca” de 1896. La segunda imprenta utilizada en el Río de la Plata fue traída también por los Jesuítas que, en Córdoba, regenteaban el colegio de Monserrat. Estos procedieron de distinta forma a los de las Misiones del Alto Uruguay. Adquirieron los materiales en España y, una vez en posesión de ellos, solicitaron el permiso real para establecer la imprenta. No se sabe en que fecha llegaron esos materiales a Córdoba, pero sí que el permiso otorgado por el Virrey del Perú data del 3 de setiembre de 1765 y que fue inaugurado en 1766, estando a cargo de su funcionamiento, el hermano Pablo Kares. Esta imprenta de Córdoba, apenas alcanzó a funcionar un año y fue secuestrada en 1767, con motivo de la expulsión de los Jesuítas de todo el territorio español, ordenado por Carlos III. Sus elementos (prensas y tipos) fueron olvidados en un rincón del mismo colegio, a cargo de los padres franciscanos, que no tenían las luces de los Jesuítas y, por eso no hicieron caso alguno del formidable elemento de civilización que se arrumbaba allí. Esta prensa fue sacada de su hacinamiento entre el polvo y el olvido, recién en 1780, en que se transportó a Buenos Aires, por orden del Virrey Vértiz. Fue Félix Juárez el encargado de su transporte, que se componía de ocho cajones de tipos, una mesa de hierro, a la que le faltaban sus partes accesorias y una prensa de madera en mal estado. Una vez transportada a Buenos Aires, fue evaluada por los expertos designados por el Virrey en mil pesos, que se pagaron a los sacerdotes de Córdoba. Ya con la preciosa adquisición en su poder, el Virrey Vértiz expidió el 21 de noviembre de 1780, el memorable decreto por el cual se instalaba en Buenos Aires la “Real Imprenta de los Niños Expósitos”.

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Para regentearla se nombró con el título de “Impresor General del Virreynato y Administrador del establecimiento” a don José Silva y Aguiar, que se titulaba “Librero del Rey y Bibliotecario del Colegio de San Carlos”. Esta imprenta se instaló con la misión de llenar dos grandes fines sociales: contribuir en parte al sostén de la Casa de los Niños Expósitos y difundir la cultura general, en cuya tarea no tardaría mucho en convertirse en instrumento de redención, quizá el más fecundo conocido hasta entonces en el Plata o, como dijo Mitre, en “antorcha simbólica que, encendida por los sentimientos de caridad o alimentada por el amor a la instrucción pública, empezaría a derramar tenues resplandores en torno suyo hasta dilatar sus rayos en más vastos horizontes”. Desde que apareciera en Boston, Estados Unidos, el primer periódico que editó en 1765 el impresor Benjamín Harris, con el título de Publick Ocurrences, pasando por el Diario Curioso, el periódico propiamente primigenio del centro colonial más prestigioso de Sud América, que era Lima, editado a partir de 1790, hasta 1810, año en que nació en el Plata la “Gazeta de Buenos Ayres”, el fulgurante periódico de Mariano Moreno que concretó cual ninguno el ideal libertador del continente, los años transcurridos lo fueron de prueba en los métodos y de ajuste de las doctrinas. En la revista Todo es Historia N° 35, Miguel Angel Scenna escribió un artículo titulado “Moreno: ¿sí o no?”. En él también plantea: “¿Fue Moreno un paladín de la libertad de prensa?” La respuesta es negativa: La Gazeta era el órgano oficial de un gobierno revolucionario y no un periódico privado independiente. Y por si esto fuera poco, bajo el título de “La Libertad de Escribir”, Moreno precisó: “Debe darse absoluta franquicia y libertad para hablar en todo asunto que no se oponga en modo alguno a las verdades santas de nuestra augusta y a las determinaciones del gobierno”. Cada siglo de la edad moderna tuvo una misión. La misión del siglo XIX fue la libertad. A ésta la preparó el periodismo, la obtuvo la espada de los capitanes y el periodismo, de acción permanente, la consolidó.

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Otros siglos han corrido desde entonces. El mundo ha visto en ese espacio de tiempo las más grandes transformaciones en todos los órdenes: así la epopeya napoleónica, zigzagueante de relámpagos: así el surgimiento y caída de imperios, y así, en fin la hoguera de la conflagración actual, con precedentes pero sin par en la historia, como que abarca todos los mares y los cinco continente de la tierra. Como en todas las etapas de la civilización, en la del periodismo, los comienzos tenían que ser difíciles; pero las dificultades son las que prueban los caracteres. Hombres de clara inteligencia, de patriotismo acendrado y de poderosa voluntad fueron los que impulsaron las prensas primitivas para que sobre el haz del planeta irradien luz de pensamiento. Puede decirse, también, que la tinta de imprenta se parece, por la llama que produce, al carbón. Fueron muy rudimentarios, en verdad, los elementos con que los argentinos de la primera mitad del siglo XIX se lanzaron a la palestra. Casi todo lo sacaron de la nada; pero les animaba el ideal de los derechos del pueblo, cada vez más dibujados en su mente, y la clara noción de la justicia de su causa. De aquellos sacrificios y desvelos apenas es posible hoy formarse idea cuando se recuerdan tales tiempos de gesta, recorriendo las páginas amarillentas de tantos periódicos semicubiertos por el polvo de los años. Así tenemos en síntesis que, a las antiguas informaciones que circulaban manuscritas y a las primeras hojas impresas, si bien tenían el elemento esencial de periódico, les faltaba periodicidad. El periodismo fue el resultado de muchos factores concurrentes, empezando por el de la inteligencia, que iba reuniéndolos para señalar el esplendor de la civilización. Los pasquines El nombre de pasquines con que se desmerece a las publicaciones anónimas, que llegan al conocimiento público, y que se refieren duramente a gobiernos y gobernantes, tiene como origen la estatua de Pasquino, lugar donde en la Roma del siglo XVI se fijaban esta clase de sátiras.

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En realidad no se trata de una estatua y mucho menos de Pasquino, sino de un fragmento de ella desenterrado en la vía Governo Vecchio, donde se levantaba el taller de un artesano de nombre Pasquino. Vaya como curiosidad que próxima a la estatua de Pasquino, se levantaba la de Marforio, personajes ambos elevados así por el pueblo al rango de mudos e irreconciliables polemistas, puesto que cuando se fijaba un libelo en la estatua de Pasquino, era común que apareciera la respuesta pegada en la estatua de Marforio. Es cierto que los pasquines manuscritos no eran exactamente periódicos, tal como los comprendemos ahora con esa denominación, ni por la tirada ni por la periodicidad, dado que se trataba de unos pocos ejemplares manuscritos que tenían una razón momentánea o circunstancial como fundamento de su aparición, pero si tenemos en cuenta que, entre nosotros, se necesitaron muchos años –hasta 1867- para que los periódicos llegaran a los lectores de otra forma que la suscripción, no puede negarse que el pasquín anónimo colonial, fue un precursor del periodismo en alto grado de publicidad. En “Pasquines y anónimos”, de su libro “Buenos Aires colonial”, relata José Antonio Pillado que habiéndose modificado en época del virrey Vértiz la tasa de alcabalas “en marzo de 1779, al hacerse público este plan se manifestó la protesta, en la única forma posible de entones, por medio de pasquines, fijados en parajes públicos y con especialidad uno que se pegó frente a la casa de Fernández”. Manuel Ignacio Fernández, era el superintendente general del Ejército y Real Hacienda, y en los pasquines se lo representaba junto al contador Francisco de Cabrera, “cabalgando en burros camino de la horca, con inscripciones alusivas al mal desempeño de sus cargos, acompañadas de amenazas y maldiciones”. También en la época de Vertiz, hubo un sonado proceso, que se inició en ese mismo año de 1779, como consecuencia de la aparición de una “Noticia individual de los sujetos y cosas que más chocan en esta ciudad de Buenos Aires”, donde se hacía befa de 45 capitostes de la sociedad colonial y que

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estaba fechado: “a catinze días del mes de los Gatos del año del empuje” y que firmaba “F. A. M. Triangulipicominafitis. Dr Esternón”. La investigación se inició por un auto del día 23 de agosto y comenzó en la persona de Francisco Antonio de Escalada, pero luego la cosa se complicó como consecuencia de la aparición de otros pasquines parecidos y fueron llamados a declarar varias decenas de pobladores. Por fin, el 23 de octubre de 1779, el virrey sentención contra cuatro pobladores por estar “prohivida vajo de graves penas… la composición de pasquines, sátiras, versos, manifiestos y otros papeles sediciosos o injuriosos a personas públicas, o a cualquier particular”. Por bando se hizo saber “a todos los vecinos, estantes, y residentes en ella de cualquier estado, calidad y condición, que sean, se abstengan de componer, escribir, trasladar, distribuir y expender semejantes papeles sediciosos, e injuriosos y de permitir su lectura en su presencia…” A pesar de que las “Instituciones de Derecho de España e Indias” establecían en el Título IV –de las injurias- del Libro IV, que una de las cuatro injurias que por su particularidad tienen penas señaladas por las leyes es la de “escribir famosos libelos llamados pasquines, en los cuales se imputan delitos graves, o se descubren los verdaderos con la mira de deshonrar en el público a otros” y que “la pena impuesta a estos delincuentes, según derecho, debe ser la misma que corresponde al delito que se imputa al ofendido, si le fuese probado”, así como que “tiene lugar contra los que componen el libelo infamatorio o le escriben, y contra los que hallándole primeramente no le rompen, sino que le muestran a otros”, con lo que se seguía la norma establecida en la Partida 7, Título 9 del Libro 3, nada impidió que los tales pasquines aparecieran y proliferaran entre nosotros”. Dice el historiador José Antonio Pillado en “Buenos Aires colonial”: “Durante la colonia los manuscritos anónimos fueron empleados para desahogar el rencor de los oprimidos o de los impotentes, contra la autoridad dominante y la ironía mordaz de los pasquines, el verso cáustico, la copla insolente, la prosa mal

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zurcida, se mezclaban en hojas sueltas que se hacían circular por la ciudad de casa en casa o se fijaban en las esquinas, antes y después de la introducción de la imprenta”. El propio Pillado reproduce uno de los pasquines que apareció pegado el 21 de mayo de 1807, en la puerta de Santo Domingo, manuscrito con letras de imprenta intencionalmente desfiguradas y que dice así: “Favor que se pide al público: “Compañeros en el día de hoy estamos vendido por ningún pretesto permitamos sque dentre Sobremonte ha gobernar esta plaza porque de lo contrario somos perdidos. La haudiencia está empeñada en que dentre a gobernar, pero no hay que almitirlo estemos todos acordes para pedir todos a una bos a nuestro general don Santiago Liniers y a ninguno más y en particular a vosotros patrisios que sois los amos de este suelo hos pido en fabor que hagáis todo esfuerzo a pedir lo que hos pido y que gritéis en lata bos: “Biba nuestro General De los ingleses teheror Biba y en aplauso sullo Repita la conjunción. Alabado sea el Santicimo Sacramento del Altar.” (SIC)

Con papel y “yapa” Si bien circuló en 1764 un periódico titulado “Gaceta de Buenos Aires”, del que se conocieron cuatro ediciones y sólo se conservan tres, su carácter oficialista, le

quita condición de prensa política o ideológica. Sin embargo,

como curiosidad, es interesante señalar que el primer número, del martes 19 de junio, de las ocho páginas que lo formaban, únicamente tiene escritas cuatro páginas y media. El del 24 de julio, que es el segundo número, viene en cuadernillos de 12, pero trae tres páginas en blanco. En cuanto al tercero, sólo muestra escritas seis páginas y media, con una y media en blanco, de “yapa”…

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El telégrafo Mercantil El 1ro de abril de 1801 y después del fracasado proyecto de Santiago Enrique de Liniers –hermano del que más tarde por voluntad popular habría de ser virrey de Buenos Airesque gestionó en 1796, ante el virrey Nicolás de Arredondo permiso para publicar el periódico “Gazeta de Buenos Aires” que trataría los temas “gobierno, precio de los comestibles, comercio, teatro, literatura, arte, noticias y necrología”, el virrey Avilés autorizó a don Francisco Antonio Cabello y Mesa, “natural de la provincia de Extremadura, coronel del Regimiento Provincial Fronterizo de Infantería de Aragón en los Reinos del Perú, Protector General de los naturales de la frontera de Xauza, abogado de la Real Audiencia de Lima, incorporado (por S. M.) con los de su real y Supremo Consejo de Castilla, primer escritor periódico de estas provincias y reinos del Perú”, según su propia y nada modesta presentación, a dar a luz un periódico que habría de llevar por título el nombre de Telégrafo Mercantil. Se trata del primer periódico impreso que se editó en estas tierras, aparecía dos veces por semana –miércoles y sábados- en ejemplares de ocho páginas, habiendo sido el primero el del miércoles 1ro de abril de 1801. Se habían publicado 110 números y por orden del Virrey del Pino, es clausurado a raíz de un artículo considerado agraviante para las autoridades de la colonia, donde se describía a la Gran Aldea, las posibilidades de comercio, las mujeres y los pueblos originarios. El Telégrafo Mercantil “rural político económico, e historiógrafico del Río de La Plata”, fue precedido por un “Análisis en el que, después de la agotadora autopresentación del autor-editor, éste se prosterna a los pies del virrey en obsecuentes versos:

“La virtud, el vicio, u ciencia Del que manda una ciudad, Tiene, sin dificultad, Sobre el súbdito, influencia. ERNESTO MARTINCHUK

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Díganoslo la regencia Del venturoso Moisés, Cuando postrado a sus pies (el Pueblo) la ley recibe, Y dígalo quien percibe Las virtudes de Avilés.” La inclusión del Telégrafo Mercantil en esta visión panorámica de la prensa política se justifica no sólo porque su director-editor intentó con él “reducir a política un sistema completo”, tal como lo anunciaba en el Análisis de presentación, sino porque en sus páginas colaboraron, entre otros, Belgrano y Cerviño, cuyas influencias en el proceso revolucionario fueron notorias. El Telégrafo Mercantil bajó la cortina con su número extraoridinario del 17 de octubre de 1802, por decisión virreinal –de Joaquín del Pino- para unos, fundada en las lucubraciones del 8 de octubre de ese año sobre “Circunstancias en que la halla la provincia de Buenos Aires e Islas Malbinas, y modo de repararse”. Y para otros, por las procacidades de unos versos firmados por “El poeta médico de las almorranas”, que aparecieron en el número correspondiente al viernes 3 de septiembre de 1802. De la larga tirada, extraemos: SONETO

¿Hasta quando traidoras almorranas, Despues de quedar sanas, Y ya purificadas. Volveís a las andadas? ¿Por qué irritais con bárbaro perjuicio La paz del orificio. Que acostumbrado a irse de vareta Y en lícitos placeres Hace sus menesteres?

Tal como lo había prometido, Cabello y Mesa intentó abordar el difuso panorama social-ecomómico de la colonia, que muy pronto habría de empezar a sentir los fermentos de los tiempos nuevos y se estrelló en su intento por la falta de la suficiente base cultural para tamaña empresa. Uno recorre las ERNESTO MARTINCHUK

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páginas de este primer periódico del Plata, procurando trasladarse al medio estrecho de la época y, difícilmente, encuentra nada que parezca verdadera luz en medio de tales tinieblas. A este respecto dice Juan María Gutierréz: “El editor… contrajo, sin embargo, un compromiso superior a sus fuerzas. Propuso realizar en Buenos Aires el pensamiento concebido por los redactores del Mercurio Peruano, sin poseer las luces, la seriedad de carácter y las cualidades literarias que distinguieron… a otros sabios de aquella parte de América”… “Las materias hacinadas unas sobre otras, reducen al Telégrafo a un verdadero cajón de sastre, en que se encuentran con dificultad los retazos de buena tela que, por otra parte, abundan en sus páginas dislocadas”. Esto no disminuye el mérito que corresponde a Cabello y Mesa por ser el fundador del primer periódico del Plata, rompiendo así esa “completa mudez” anterior a 1801, con que la metrópoli eliminaba esos archivos cotidianos que hoy formarían el proceso de su mal gobierno. Llegó a tener doscientos treinta y siete suscriptores, entre ellos setenta y siete de las Provincias del Virreynato. El producto mensual del periódico podría calcularse, según Gutierréz, en 500 pesos fuertes, suma que le permitió al editor ofrecer desde los primeros números premios en dinero a toda persona que le presentase papeles inéditos o una memoria sobre: comercio, agricultura, industria, población, navegación y policía. La empresa marcha así por exitosos caminos que un día se vieron entorpecidos a causa de la falta de criterio y buen gusto de su editor. Este tenía debilidad por la “letrilla festiva”, de la cual se valía para censurar con escasa delicadeza y más escasa sal ática, las costumbres de los porteños.

“Que Porcia impida a su hija El que se pueda sentar Junto a Gil, y que en el río Se entre abrazada con Ella: ¡Lindo ejemplar! Que en esta tierra muy pocos ERNESTO MARTINCHUK

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Se quieran matrimoniar. Y en la CUNA, diariamente, Vengan niños a botar: ¡Lindo ejemplar!”

Estas cosas de mal gusto pasaron, a pesar de todo, sin mayores tropiezos. El encontronazo fuerte que tronchó las alas del primer periodista del Plata, fue un artículo publicado el 8 de octubre de 1802 con el título: “Circunstancias en que se halla la Provincia de Buenos Aires e Islas Malvinas, y modo de repararse”, en el cual se decía poco más o menos, que todos los extranjeros de Buenos Aires eran uno haraganes y las mujeres unas mantenidas amigas del lujo “usando para ello de arbitrios dignos de compasión”. Ni el artículo, ni su tono, podían justificarlo. El Virrey tomo cartas en el asunto y suspendió la publicación del periódico. Jabonero y Periodista Próxima a extinguirse la vida del Telégrafo Mercantil, “cuyo cadáver apestaba, por lo menos desde el mes anterior”, el 1ro de septiembre de 1802, vio la luz el “Semanario de Agricultura, Industria y Comercio”, hebdomadario de ocho página cuya suscripción costaba la mitad de la del Telégrafo Mercantil y salía los miércoles. Suspendida su aparición el 25 de junio de 1806, por las invasiones inglesas, reapareció con el número 198 el 24 de setiembre de ese año. El 11 de febrero de 1807 dejó de salir este periódico, que en su número inicial auguraba para el labrador: “Desde que el espíritu de dominación y de conquista dejó de ser la principal pasión con que se alimentaba el corazón del hombre, y desde que dejó la espada de ocupar el brazo que hoy se ejercita en el arado, ya no vemos con horror aquellos campos que en lugar de espigas parecía brotaban hombres destructores destinados sólo a aniquilar su propia especie; a la sangre del guerrero ha sucedido el sudor del labrador… (…) Ya por fin se ha conocido que la agricultura es la primera, la más noble y la más indispensable ocupación del ERNESTO MARTINCHUK

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hombre, que es la base de las sociedades, la que alimenta al Estado y la que hace a los hombres sencillos, fieles y honrados; a ella sola le son deudores los pueblos de su riqueza y opulencia, y sin ella yacerían para siempre sepultados en la opresión y la miseria… (…) Ninguna cosa pues puede contribuir con más eficacia a este fin que la publicación de un periódico, por cuyo medio se propaguen de unas provincias en otras los conocimientos más necesarios a nuestra agricultura e industria… Si se tiene la vista por la vasta extensión de estas campañas, al instante se presenta la triste situación del labrador: éste, aunque dueño absoluto de una porción de tierra capaz en otras partes de mantener un potentado, vive de ella escasamente y se halla sin recurso y sin auxilio para hacerla producir una porción de frutos apreciables que podrían hacer la felicidad de su familia… Yo seré el órgano por donde se transmita al pueblo las útiles ideas de los compatriotas ilustrados que quieran formar parte de esta empresa…” Junto

con

el

Telégrafo

Mercantil,

Rural,

Político,

Económico

e

Historiográfico, aparecido un año antes, el Semanario de Agricultura marcó la irrupción de publicaciones periódicas que procuraban difundir el pensamiento ilustrado. Su director-fundador-editor responsable fue Juan Hipólito Vieytes, a quien el destino histórico se empeña en recordar más por la jabonería que tenía en sociedad con Rodríguez Peña, que por el semanario. Y, como si ello fuera poco, hasta la propia jabonería ha sido motivo de discusión en cuanto a su verdadera ubicación, unos que sobre la calle Venezuela, otros que sobre la calle México. Los primeros: que había que conservar la vieja esquina de Venezuela y Lima donde estaba el café-bar “La Parra”. Los segundos que por un error repetido se había puesto la atención en la finca de la calle Venezuela y dejando echar abajo la verdadera, en México entre Bernardo de Irigoyen y Lima. Hoy ya no hay motivo para disputas, la topadora le paso a todo por arriba y una avenida ancha parece decir que el 9 de julio le ganó al 25 de mayo.

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¿Qué destino el de Vieytes! “Más también es cierto –dice Félix Weimbnerg- que por una de esas chanzas de la posteridad su nombre, asignado a una calle de Buenos Aires, se ha vinculado en el habla corriente de los porteños y por irreverente metonimia con una casa de recogimiento para enfermos mentales que funciona en sus adyacencias. Inventario desalentador y deprimente para la memoria del prócer que fue”. Pero no todas serían flores, tampoco para el Semanario, que había venido, decía el Prospecto, para propagar la Agricultura, la industria y el Comercio. El 2 de diciembre de 1803, el Cabildo de Buenos Aires, en Acuerdo de Regidores analiza el número 63 del Semanario y dice: “que se notan varias expresiones injuriosas a este Y, Ajustamiento por haver solicitado se prohibiese la extracción de granos y al Superior Gobierno por haverlo decretado. Y Considerando los S.S. que no debe permitirse por modo alguno el que corran con libertad papeles de esta clase, acordaron pase el escribano á casa del redactor, y le prevenga que el Y. C. ha estañado su procedimiento en esta parte, que se abstenga de continuar el papel, y de insertar en su Semanario otros que contengan enventivas e injurias contra este Y. Cuerpo, que tiene mui presentes, y sabe discernir bien los objetos de conveniencia pública, bajo el concepto que de lo contrario se tomarán las providencias conducentes a contenerlo”. Por toda respuesta, Vieytes continuó la publicación de la crítica a la exportación restringida y la firmó: “El charlatán mayor de la tertulia del Retiro”. En febrero de 1810 se reproducían en Buenos Aires artículos publicados en la “Gaceta de Londres” sobre los últimos sucesos de España en su lucha contra Francia. Las noticias eran dadas a conocer por intermedio de la imprenta de los Niños Expósitos. En la “nota” final aclaratoria, dice: “El Gobierno no ha tenido otras noticias posteriores a las que anteceden, de cuya veracidad no sale garante, y se comunica al público, para que se entere de ello, en la forma en que están contenida en las gacetas inglesas de su referencia, que han venido por la vía del Janeiro y se han recibido en esta capital por un buque de la Marina Real Inglesa”.

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Belgrano: primer cronista Manuel Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano. Ideólogo de la Revolución de Mayo. Estadista y paradigma del funcionario público. Fundador de las Academias de Náutica, Dibujo y Matemática. Pionero de la Educación Pública. Promotor del rol social de la industria y el comercio. Economista. Abogado. Periodista. Político y Ecologista. Protector de los pueblos originarios. Improvisado jefe de las Fuerzas de la Revolución. Primer Constitucionalista. Prócer de la independencia hispanoamericana. Precursor de la unidad sudamericana. Creador de la Bandera Nacional. Padre de la Patria. Manuel Belgrano se convirtió en el primer cronista de viajeros, aunque sus experiencias escritas no fueran dadas a publicidad sino modestamente relegadas a los documentos del Real Consulado. En lo que podríamos llamar una de estas crónicas, el Secretario del Consulado registra la visita del cacique Juan Rosales Yanpilangien, hijo del cacique Juan Caniulangien, quien venía procedente de la banda occidental de la Cordillera de los Andes. El cacique fue invitado al Consulado, lo cual se verificó el 6 de octubre de 1804, siendo los anfitriones el mismo Belgrano, el prior Francisco de Ugarte y el segundo cónsul Juan de Alsillal. Belgrano lo sometió a un interrogatorio, donde saca información sobre sus acompañantes, determinadas rutas que había recorrido el viajero y el grado de lealtad a la Corona. También pudo enterarse de hechos curiosos y valiosos para el conocimiento toponímico de la Colonia, y advertirse del estado de las relaciones entre españoles e indígenas. Preguntado sobre los pasos que tenía la Cordillera de los Andes, el cacique respondió que eran las de Valle Hermoso, Alico, Antuco, Villucura, Santa Bárbara, Lonquimay, Llaima y Chague, "por donde pasó para venir de su tierra".

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El viajero contó que había salido con su primo hermano Juan de Dios Dominguala y su sobrino Juan Lumullanca desde Truptu, arribando a poco al Valle de Lama; "de Lama salimos a un llano llamado Leblonga de este lado de la Cordillera, en la cual no encontramos más repecho que un alto de tierra del tamaño de la Plaza Mayor, y lo pasamos con nuestras cargas y se puede componer para carretas pues no hay ni una piedra". El dato era interesante: el valle de marras bien podía convertirse, con poco costo, en una pequeña ruta para carretas, dada la carencia de accidentes geográficos. El cacique señala más tarde que Valle Grande era una zona "donde siempre hay gentes y todo lo necesario para la vida, de carnes, aguas, leñas, frutales y árboles muy grandes". La Cordillera de Puelmanda fue traspuesta en el mismo día, encontrando al otro lado el último valle de pinos existente por la región. De la crónica se desprende la existencia de los ríos Ranchil y Naukien, y que hacia el sur aparecía el río Limanleu, que se junta con el primero, siendo prácticamente un dominio de los indios wichis. Sus costas eran hospitalarias, repletas de árboles, frutos y carentes de piedras. Más hacia el norte, sin embargo, se toparon con el río Wielen, de aguas turbias, que hubo que vadear con las cargas. El caminante le informó a los cónsules la existencia de una región llamada Guada, muy abundante en calabazas silvestres, y de una laguna salina cuyo nombre desconocía. Más hacia acá, un lugar denominado Fresco parecía constituir un verdadero oasis, por disponer de leña y agua todo el año en esteritos, lo que permitía la presencia de numerosos aborigenes. Después de Nahuelcó, de salobres aguas, el cacique Yanpilangien reveló que "siempre al Norte llegamos a una cuesta que se llama Curamalá, que en lengua (indígena) quiere decir Corral de Piedra, que dicen los indios vienen desde la mar, y vimos indios Pampas en un toldo o dos que tenían más de 2.000 animales; de allí llegamos a otros toldos que se llaman Guayquelen, que quiere decir Río Salobre, donde hay otra toldería; de allí cortamos al Sur y llegamos a una laguna, cuyo nombre no me acuerdo, de buena agua".

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El fin del viaje era ya cercano, pues en compañía de un guía indio, los viajeros enfilaron directamente hacia el sur, galoparon durante media jornada, arribaron a Inbaranga y por último, tras tres días de camino, a la Guardia del Monte. En los finales de la entrevista, el cacique dejó bien en claro que él había aconsejado a los indios una relación estrecha y cordial con los españoles, "y al fin se fue contentísimo dando señas nada equívocas de su afecto a la nación". Belgrano Escritos Económicos Cabe destacar que como antecedente a su actividad periodística ya en 1796, Manuel Belgrano obtuvo una licencia para imprimir en la Casa de los Niños Expósitos, un compendio cuyo texto traduce del francés, al cual titula: “Principio de la Ciencia Económico-Política”. Luego escribe en el Telégrafo Mercantil, Rural, Político, Económico e Historiográfico del Río de la Plata que sale a la calle el 1ro de abril de 1801, fundado y dirigido por el militar, abogado y escritor Francisco Antonio Cabello y Mesa. Primero aparece los miércoles y sábados para luego transformarse en un semanario dominical. Luego colabora en el Semanario de Agricultura, Industria y Comercio dirigido por Juan Hipólito Vieytes. Se publican 218 números entre 1802 y 1807. Belgrano dirigió el Correo de Comercio desde el 3 de mayo de 1810 hasta el 6 de abril de 1811, donde en 58 números reunió muchas de sus ideas económicas e instruyó a la generación de Mayo en agricultura, industria y comercio. El Dr. Manuel Belgrano advirtió desde siempre la formidable ventaja que podía esgrimirse con la prensa y, en ese sentido, fue un auténtico precursor del periodismo argentino. Su pluma resultó temible porque –sin manejar la ironía, un elemento profesional que aparecería más tarde- desnudo una estructura y preparó los ánimos para las grandes reformas que se avecinaban en la ya bullente Buenos Aires colonial. Su penetrante percepción le hizo advertir que la ERNESTO MARTINCHUK

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libertad no es un fin en sí mismo, sino un alto y digno medio para el bien común. En la hora actual, se les debe mostrar a los ciudadanos que Belgrano tenía un proyecto de país, principios éticos a los que nunca renunció y una pluma con la que expresó todos sus pensamientos. El Correo de Comercio En el primero, dedicado a los labradores, artesanos y comerciantes, expresaba: “Labradores, que con vuestros afanes y sudores proporcionais a la sociedad la precisa subsistencia, los frutos de regalo, y las materias primas para proveer lo necesario a los trabajos provechosos del Estado. “Artistas, vosotros que dando una nueva forma a las producciones de la Naturaleza, sabeís acomodarlas para los usos diferentes a que corresponden, y les añadis un nuevo valor con que enriqueceis al Estado, y aumentais su properidad. “Comerciantes, que con vuestra actividad agitais el cambio así interior como exteriormente, y por vuestro medio se fomenta la agricultura e industria, y el Estado recibe las utilidades con que poder atender a sus necesidades y urgencias.” Es evidente que la influencia periodística en la marcha de la Revolución es cada vez mayor. Por eso dice Belgrano en su autobiografía: “Hice el prospecto del diario de Comercio que se publicaba en 1810, antes de nuestra Revolución: en él salieron mis papeles, que no era otra cosa más que una acusación contra el gobierno español; pero todo pasaba, y así creíamos ir abriendo los ojos a nuestros paisanos: tanto fue, que salió uno de mis papeles, titulado: Origen de la Grandeza y Decadencia de los Imperios, en las vísperas de nuestra Revolución, que así contentó a los de nuestro partido como a

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Cisneros, y cada uno aplicaba el ascua a su sardina, pues todo se atribuía a la unión o desunión de los pueblos”. Desde el primer número del Correo de Comercio, Belgrano había sentado el valor del comercio y la importancia del oro y la plata como signos de conversión. Pero muy prudentemente advertía que el dinero “es en realidad un fruto idéntico a los demás, del mismo modo que ellos se conducen a los mercados para tener en cambio las especies que desean conseguirse por su medio”. A través del Correo de Comercio Belgrano también manifestaba que estaba sirviendo de “ilustración en unos países donde la escasez de libros no proporcionaba el adelantamiento de las ideas a beneficio del particular y en general de los habitantes”. Y escribió en el Nº 15: “la Nación China está dando a todos los del mundo conocido un ejemplo constante de lo que es el comercio interior auxiliado... es inmenso y el externo insignificante, respecto a la extensión del Imperio... su población es de 333 millones... y todo su giro se ejecuta entre sus habitantes, ascendiendo las ventas del Imperio a 250 millones de pesos, según estados publicados por Sir Jorge Stauton en Inglaterra...”. Para Belgrano era necesario modificar la estructura social: “tres millones de habitantes que la América de Sud abriga en sus entrañas han sido manejados y subyugados sin más fuerza que la de rigor y capricho de unos pocos hombres”. “Verdad es que la industria se establece por sí misma, y que sería perjudicial para un país agricultor violentar los brazos de sus habitantes hacia este preciso ramo, pero también lo es igualmente que habiendo muchas manos que por débiles son del todo ineptos a las otras profesiones, se las debe incluir precisamente hacia el trabajo, así porque no devoren en la ociosidad el fruto del sudor del que trabaja, como porque acrecentándose el valor a las producciones rudas de la tierra, se aumentaría con la misma proporción el capital comerciable de la provincia, y con él su riqueza permanente”

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Todos debían trabajar para evitar la injusticia social, reiteraba a través de sus artículos y memorias, para facilitar una correcta distribución entre los habitantes donde se podían plasmar correctamente derechos y obligaciones. Manuel Belgrano estaba cargado de ideas y proyectos. Enamorado de un país inventado en reuniones clandestinas antes de que estallara el 25 de mayo de 1810. Allí se juega el destino de sus sueños. Resulta interesante advertir que en el número del 14 de abril de 1810, se inaugura una sección parecida a actual “carta de lectores”, que se repetirá en distintos números. Ese día se publica la “Carta de un labrador a los Editores”, dónde se da vigencia a la doctrina fisiocrática de Belgrano. La riqueza de una Nación se cimenta en el trabajo, “… en la copia de brazos que aplicar al trabajo útil”, dice la carta. Esa es la razón por la cual debe fomentarse permanentemente la labor agrícola “…como único manantial de subsistencia: en su virtud se han establecido escuelas en la Campaña para mejorar la educación, y con ella introducir amor al trabajo; se ha respetado la propiedad del labrador como un bien sagrado, a que no se han atrevido las manos poderosas…” La reparación de caminos, la construcción de puentes, apertura de canales, establecimiento de riegos, introducción de máquinas, se estimulan para facilitar la labranza y el transporte de productos y agrega: “Así se ha conseguido el ver poblado los campos, cubiertas las heredades de inmensas producciones; a sus habitantes alegres en medio de la ocupación y la abundancia; desterrada la lóbrega mendiguez y la siempre detestable ociosidad; arraigarse la virtud y desconocerse los vicios y los crímenes que degradan la dignidad del hombre”. Según los estudios científicos realizados a fin de conocer su origen, todo indica que la doctrina socio-económica que la sustenta, como su estilo literario, son elementos que pueden señalar a Belgrano como su autor. El mismo día se publica un artículo titulado “Estadística”, donde se destaca la importancia de cierta ciencia en el conocimiento del suelo a fin de fomentar adecuadamente la cultura, la industria y el comercio de una Nación. Puede

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advertirse que en algunas actas del Consulado, se refleja la iniciativa del Secretario, advirtiendo la necesidad de elaborar un reglamento topográfico de las provincias del virreinato y su interés por las condiciones naturales que ofrecen sus territorios, de las poblaciones establecidas y sus recursos. En la primera plana del sábado 19 de mayo de 1810 escribe: “… basta la desunión para originar las guerras civiles, para dar entrada al enemigo por débil que sea, para arruinar el Imperio más floreciente”. Palabras premonitorias de las futuras situaciones que viviría nuestro país. En el número 28, del sábado 8 de setiembre de 1810, en plena marcha del proceso revolucionario, se continúa un artículo sobre el comercio donde expresa: “La riqueza real de un Estado es el más grande

grado de

independencia en que está de los otros para sus necesidades y el de mayor sobrante que tiene para exportar” y expone los siguientes principios comerciales de los ingleses: * “La exportación de los superfluos es la ganancia más clara que puede hacer una nación”. * ”El modo más ventajoso de exportar las producciones superfluas de la tierra, es ponerlas ante con otra o manufacturadas”. * ”La importación de mercancías que impidan el comercio de las del país, o perjudican el progreso de sus manufacturas y de su cultivo, lleva tras si necesariamente la ruina de una nación”. * ”La importación de las mercaderías extranjeras de puro luxo a cambio de dinero quando este no es un fruto del país como es el nuestro, es una verdadera pérdida para el Estado” * ”Es un comercio ventajoso dar sus baxeles a flete a las otras naciones”. En el número siguiente, se refiere al comercio interior, haciendo interesantes reflexiones sobre la necesidad del legislador de frenar la producción de artículos de lujo y “aliviar con franquezas y privilegios la parte que sufre”.

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En el número 31, del 29 de setiembre de 1810, divide a los comerciantes en tres categorías: “Regatones”, aquellos que compran las producciones para revenderlas en pequeñas partes a los ciudadanos. Resultan más cómodos que necesarios y frenan parte del comercio interno. Los “Manufactureros”, que dan forma a las materias, dando trabajo y conduciendo a un grupo de hombres; califica

a

esta

categoría

de

muy

necesaria.

Finalmente,

están

los

“Negociantes”, que hacen “pasar al extrangero las producciones de su patria, para cambiarlas por otras producciones necesarias o por el dinero” y agrega: “Esta profesión es muy necesaria porque ella es el alma de la navegación y aumenta las riquezas relativas del estado”. En el número siguiente se refiere a la agricultura, destacando que los pueblos sólo la utilizan como subsistencia, para cubrir sus necesidades, han vivido en “el temor de sus miserias y las han experimentado a veces”, pero aquellos que la han tomado como objeto de comercio han gozado de una abundancia muy sostenida. Cita el ejemplo de Inglaterra y su enriquecimiento por la exportación de granos y el fomento de la navegación. En los números 34 y 35 se refiere a la construcción de “almacenamiento de trigo” para “entretener la abundancia en el reyno” y los problemas que plantea son aplicables a la falta de silos en nuestro país. En el número 37 se refiere a la entrada de materias prima extranjeras y dice: “Quando se puede esperar recogerlas con su propio fondo en cantidad suficiente y que ellas no necesitan un poco de favor en el precio para animar la agricultura, la proporción del derecho debe entonces reglarse sobre las necesidades de las manufacturas y sobre el valor que falta al cultivo”. Y agrega: “Quando una materia prima entre en alguna forma que también podría haberse dado por la nación que la compra, no es justo que entre transformada como si no tuviese nada de obra… las manufacturas deben dar a las tierras de un estado el mayor valor posible y a sus hombres la mayor abundancia de trabajo”. En el número 39 de fecha 24 de noviembre de 1810 se refiere a la navegación y expresa: “Toda nación, que dexa hacer por otras una navegación que podría ERNESTO MARTINCHUK

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emprender ella misma, disminuye sus fuerzas reales y relativas a favor de sus rivales”. En el número 40 del 1° de diciembre de 1810 refiriéndose al comercio marítimo dice: “Si una nación navega por otra, o abarca el monopolio de sus mercaderías, que viene a ser lo mismo, la agricultura y las manufacturas de ésta serán restringidas a animadas según el interés que encontrará en ella la primera” , es decir que el trabajo del pueblo y los recursos del estado vendedor, estarán en mano del estado navegante y finaliza: “De donde se puede concluir que la salud y la conservación de un estado exige que no dexen jamás entrar a los extranjeros en concurrencia con sus navegadores en la exportación de sus producciones, ni en la importación de las mercaderías de quai no hay necesidad”. Refiriéndose a los puertos expresa: “la abundancia de los buenos puertos es una de las mayores incitaciones para la navegación”. Mayor originalidad reviste una “Proclama a los Cochabambinos”, de Francisco Javier Iturri Patiño, en la edición del 23 de febrero de 1811, impresa a dos columnas, en quechua y español. Siendo Brigadier General de Ejército, un año después, publica en Tucumán un semanario que llama Diario Militar del Ejército Auxiliador del Perú, donde divulga las noticias de carácter militar, referentes a las alternativas de la campaña: aunque como diario de operaciones no desestima los principios morales que, en la opinión de Belgrano, debía impartirse a la tropa. La redacción se confía al general chileno Manuel Antonio Pinto y a Patricio Sánchez de Bustamante, secretario del comandante en jefe. Entre el 10 de julio de 1817 y el 31 de diciembre de 1818 se publican 78 números. La vocación periodística de Belgrano se extiende con igual sentido didáctico ya sea ante el soldado o ante el hombre común, siempre con profunda abnegación y con un profundo y constante esfuerzo con el fin de alcanzar los objetivos más caros al espíritu humano. Manuel Belgrano jamás renunció a la lucha que inició en 1810. Su proyecto no sólo es indispensable para modificar el presente, sino también su pasión para transformar las individualidades a partir de la ética y la coherencia de los ERNESTO MARTINCHUK

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dirigentes. En la hora actual, donde se intenta mostrar a líderes y revolucionarios falsos, que imponen sus ideas y convicciones, cuando el rumbo de la Nación está a la deriva, se les debe mostrar a los ciudadanos que Belgrano tenía un proyecto de país, principios éticos a los que nunca renunció y una pluma con la que expresó todos sus pensamientos. El Dr. Manuel Belgrano advirtió desde siempre la formidable ventaja que podía esgrimirse con la prensa y, en ese sentido, es un auténtico precursor del periodismo argentino. Su pluma resultó temible porque –sin manejar la ironía, un elemento para profesional que aparecería más tarde– desnudó una estructura y preparó los ánimos para las grandes reformas que se avecinaban en la ya bullente Buenos Aires colonial. Su penetrante percepción le hizo advertir que la libertad no es un fin en sí mismo, sino un alto y digno medio para el bien común. Por lo tanto, respetar la libertad, protegerla y alentarla, es un deber de todos. El Correo de Comercio continúo apareciendo hasta el 23 de febrero de 1811, es decir, hasta nueve meses después de la Revolución, ¡pero nunca hizo mención de ella! En febrero de 1810 se reproducían en Buenos Aires artículos publicados en la Gaceta de Londres sobre los últimos sucesos de España en su lucha contra Francia. Las noticias eran dadas a conocer por intermedio de la imprenta de los Niños Expósitos. En la “nota” final aclaratoria, dice: “El Gobierno no ha tenido otras noticias posteriores a las que anteceden, de cuya veracidad no sale garante, y se comunica al público, para que se entere de ello, en la forma en que están contenida en las gacetas inglesas de su referencia, que han venido por la vía del Janeiro y se han recibido en esta capital por un buque de la Marina Real Inglesa”.

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The Southern Star Producida la toma de Montevideo por los ingleses, suspendida “por ahora la salida del Semanario de Agricultura, Industria y Comercio, apareció en la Banda Oriental un periódico llamado The Southern Star – La Estrella del Sur-, semanario bilingüe del que sólo se imprimieron siete números y un boletín extra. El primer número, del sábado 23 de mayo de 1807 decía: “… en someteros al cetro inglés y participareis los mismos derechos y privilegios que gozamos nosotros. Vuestro comercio libre de exacciones injustas y monopolios onerosos se hallará más feliz y próspero que nunca. La justicia se administrará con imparcialidad rigorosa. Las puertas del Forum estarán igualmente abiertas a los españoles que a los ingleses”. Mientras esto ocurría, el vizconde Castlereagh, secretario de Estado en la cartera de Guerra, presentaba al gabinete inglés su Memorándum referente a la América del Sur, en el que preguntaba “si no puede adoptarse algún principio de acción más consonante con los sentimientos e intereses de los pueblos de América del Sur, principio que, sin comprometernos en ningún sistema de medidas que deberían evitarse por motivos de moral política pudiera aliviarnos de la empresa sin esperanzas de conquistar este extenso país contra los sentimientos de su población”. La nueva invasión vendría más tarde por el procedimiento sugerido por Castlereagh. Más pasquines Hasta la salida del Correo de Comercio, sólo aparecieron dos publicaciones sin importancia: el Semanario Extraordinario, que extractaba gacetas inglesas, y Noticias sacadas de Gazetas de Madrid, que publicaba información de ciudades europeas.

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Por ese entonces el virreinato del Río de la Plata, donde el olor de la fermentación revolucionaria era fácilmente sensible, el Virrey Cisneros dictó un bando que es pregonado en las calles de la ciudad el 14 de diciembre de 1809 y decía: “… Décimo: Como los anónimos injuriosos, los papeles sediciosos y los pasquines insultantes, sean impresos o manuscritos, son medios conocidos de que se vales los genios inquietos para desacreditar a los que mandan, y como sus designios son dirigidos a imbuir en imposturas que no tienen otro principio que sus resentimientos particulares, o su maligna inclinación, con el fin de ver si pueden lograr el trastorno del oren y aprovechar la confusión para despojar a los ricos, que es ordinariamente el resultado de todas las revoluciones que tienen acreditado la experiencia, en los pueblos que han sufrido tal desgracia, se hace preciso poner el mayor esmero en descubrir, perseguir y castigar a los autores de dichos escritos, y siendo constante que nuestra legislación considera tan criminal a estos como a los que los circulan, estienden o leen, será estensiva la vigilancia de los magistrados contra todos ellos, e igual el rigor con que se proceda a su castigo…” El pregonero quedó exhausto después de leer los 23 artículos de la “Instrucción para los alcaldes de Barrio y establecimiento de cuarteles formada por mi disposición para el mejor orden, sosiego y seguridad pública…” De esta forma quedaban planteados a “nivel periodístico”, tanto la contradicción social y económica, junto con el conflicto de intereses de la vida colonial. Por un lado, los bandos y gacetas oficiales, seleccionadamente informativos, y las publicaciones obsecuentes. Por un lado, los pasquines y anónimos, “la voz de los oprimidos”, menos castiza y más insolente. Allá, el monopolio, acá, el librecambio. Por debajo la Revolución venía haciendo camino en las tertulias y distintas reuniones.

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¿Cómo nació la libertad de prensa en la Argentina? Cuando la Primera Junta de Gobierno decidió la publicación de la Gaceta de Buenos Ayres, ya había aparecido el Correo de Comercio, dirigido por Manuel Belgrano. Tuvo el raro privilegio de ser el último periódico de la era colonial y el primero de la época independiente. Debemos subrayar la primacía de la publicación dirigida por Belgrano, puesto que la Gaceta era un órgano oficial de gobierno, como lo siguió siendo durante las sucesivas administraciones, hasta su desaparición, en 1821. Antes de mayo de 1810 no se hablaba ni se escribía sobre la libertad de prensa. Pero sólo dos meses y medio más tarde, en su edición del 11 de agosto de 1810, los lectores del Correo, se encontraron con un ensayo de Belgrano titulado "La libertad de prensa es la principal base de la ilustración pública". Sentada la premisa de la significación de esta libertad, el futuro creador de la bandera entendía que era "necesaria para la instrucción pública, para el mejor gobierno de la nación y para su libertad civil, es decir, para evitar la tiranía de cualquier gobierno que se estableciera". Con lo cual, en pocas y precisas palabras, quedaba configurada la misión de la prensa: una función educativa y política. El autor se explayaba aún más y recortaba conceptos: "La libertad de prensa es necesaria para la instrucción pública, porque con ella se extienden y comunican las luces de los hombres estudiosos y sabios a los que no lo son, los cuales con más facilidad y menos trabajo aprenden lo que otros han inventado, han pensado y han leído. Si hay muchos que escriban, habrá más que lean, y más que hablen y se ocupen de lo que se escribe y se lee". ¿Y por qué era necesaria la libertad de prensa en lo que hace a la correcta administración de un país? "Porque los que mandan y mandaren no sólo procurarán mandar bien, sabiendo que cualquiera tiene la facultad de hablar y escribir, si prefieren el bien público al suyo a otro en particular, y si gobernaren bien, no tienen que temer que uno u otro ignorante hable o escriba mal de lo que sea bueno, pues prescindiendo de que el gobierno puede y debe tener las mejores plumas para que ilustren y definan las buenas providencias, saldrán

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cien hombres sensatos y confundidos al atrevido ignorante y le quitarán la tentación de ser escritor". Pero también era indispensable para la libertad civil de la nación porque con el control de la prensa se moderan la arbitrariedad y los abusos del poder público. La posibilidad de que exista un periodismo libre está en relación directa con la aparición y el surgimiento de más hombres talentosos, pero con la condición de que estos hombres actúen con decoro y en el cumplimiento escrupuloso de sus obligaciones, pues la vigilancia permanente de la prensa actúa como control de las conductas. "Sólo pueden oponerse a la libertad de la prensa los que gusten mandar despóticamente", decía el artículo publicado en el Correo... Suponía Belgrano que quienes temían la libertad de prensa podían, tal vez, temer en realidad que se atentara contra la religión o contra la moral, o que se cometiera el delito de injuria. Pero la solución era bien sencilla: legislando contra tales demasías se evitaba o se castigaba el exceso. "A nadie se le quita ni ata la lengua porque con ella pueda injuriar -añadía Belgrano, a guisa de mordaz ejemplo- ni las manos porque con ellas puede matar”. Se castiga, en efecto, a quienes abusan de la lengua y de las manos: "La pluma y la prensa no son más dañosas por sí que la espada y las manos". Así como Manuel Belgrano fue el verdadero impulsor original de la libertad de prensa en la naciente Argentina, quienes lo siguieron en la edición de otros periódicos continuaron forjando esta tradición y elaborando la doctrina de la autonomía periodística. Así ocurrió con El Censor -apareció en Buenos Aires durante tres años y medio, de 1815 a 1819-, en cuyo número del 25 de abril de 1816 se encuentra un trabajo titulado, precisamente, "Libertad de prensa". Era, en realidad, la reproducción de una nota aparecida en un órgano francés, pero su mera inserción encarnaba la fidelidad del semanario porteño a los principios de la

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libre opinión periodística. Veamos: "La escritura, así como la palabra, como los movimientos más simples, puede formar parte de una acción y debe ser juzgada como parte de esta acción si la acción es criminal. Pero si la escritura no es parte de la supuesta acción, debe, así como la palabra, gozar de una entera libertad. De conceder a la autoridad pública el derecho de prohibir la libertad de la opinión, la investiríamos del derecho de determinar sus consecuencias y consagraríamos la arbitrariedad en toda su latitud". Vale la pena reflexionar sobre estos pensamientos, que, al ser reproducidos con fidelidad por el semanario porteño, implican su absoluta creencia en ello. Obsérvese que el desarrollo inicial asume la responsabilidad de la palabra escrita. Ya en 1816 se tenía la certeza de una responsabilidad profesional, que tiene la misma vigencia en nuestros días. Pero, simultáneamente con este compromiso, que formaba parte del contrato social tan en boga en aquellos años, se enarbolaba el derecho de la libertad. Prohibirla implicaba una clara arbitrariedad de la autoridad pública. Y proseguía más adelante: "Es indudable, además, que la libertad de la prensa perfecciona la sociedad, cultiva las artes, rectifica las ideas y sostiene al gobierno que no lucha contra la libertad pública". El artículo culminaba con una reflexión sin duda original: "No fue la libertad de la prensa la que produjo la Revolución de Francia; fue la larga privación de la libertad la que hizo al vulgo francés ignorante, crédulo, inquieto y, algunas veces, feroz". Aceptar restricciones a la libertad de expresión y de prensa puede abrir camino a ulteriores ataques a la libertad de pensamiento, consagrando la autoridad de censores absolutos. Ya lo advertía Mariano Moreno en 1810: “Si se oponen restricciones al discurso, vegetará el espíritu como la materia, y el error, la mentira, la preocupación, el fanatismo y el embrutecimiento harán la divisa de los pueblos y causarán para siempre su abatimiento, su ruina, su miseria”.Es satisfactorio verificar que la libertad de nuestro país fue contemporánea con la creencia en la libertad de expresión. Y que cuando nuestros próceres se

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referían al tema, surgía inevitablemente la idea del despotismo como consecuencia de la abolición de la libertad. El salteño Calixto Ruiz Gauna cabalgó a las provincias del norte llevando la noticia de la Revolución de Mayo en 1810. Gacetas y Gazetas El término gaceta es de origen italiano –durante el siglo XVII se pagaba con una

moneda

gazzette

cada

de

cobre

ejemplar

llamada de

hoja

periódica-, pero en España se llamó gacetas a los órganos de publicidad del gobierno, y así pasó la denominación a la América colonial. Los planteos liberales en materia económica, desarrollados en las primeras manifestaciones periodísticas del Río de la Plata, dirigidas, como no podía ser de otra manera, a sectores determinados de comerciantes e intelectuales, necesitaban subvertir el orden político existente para poner en manos de quienes creían en la necesidad de la agricultura, de la ganadería y del librecambio, como forma de salir del estancamiento, los instrumentos del poder político. Avisos La Gaceta de Buenos Aires, que generalmente salía los miércoles, en el año 1820 llegó a editar 22 números extraordinarios y 13 ediciones extras que podrían salir en cualquier día de la semana, inclusive los domingos con motivo de los últimos acontecimientos. Las ediciones extraordinarias no se regían por horarios. Por ejemplo, la edición extra del martes 15 de febrero de 1820, salió por la mañana, mientras que la del 19 de febrero salió a las 3 de la tarde. La gente usaba mucho la “Carta de lectores”. Contaba con una sección especial de avisos, ERNESTO MARTINCHUK

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algunos de los cuales hoy resultarían tétricos y otros sumamente graciosos. Existía una sección dedicada al movimiento de los barcos, donde se registraba su entrada, salida y puerto en el que se encontraba. Los avisos iban al pie de la última página y entre otros anuncios, se destacaban los rubros de venta de casas, criados, operarios. Por ejemplo: “El que quiera comprar una casa situada de la bocacalle de la iglesia de San Juan, cuatro y media cuadras para el alto frente al este de la manzana 167, podría ver al dueño que vive en ella, quien le ofrece dar un precio acomodado”. En otros podía leerse: “El mozo o moza que quieran conchabarse para guisar, se le darán ocho pesos mensuales y ropa limpia: en la imprenta de Expósitos darán razón”. “Se vende una mulata que sabe cocinar, lavar y planchar de liso, todo regularmente. Quien quiera comprarla véase con el Dr. Alejo Villegas: vive en la calle del Empedrado a las inmediaciones de Retiro”. “Se vende un criado de 21 años, sano con principios de concina y diestro en el caballo, su precio será cómodo; en esta imprenta se dará razón del dueño”. “Se vende una casa en el barrio del Alto en el cuartel Nro. 5, manzana 53, que fue del finado Jerónimo Blanco: el que quiera comprarla puede verse con sus herederos que viven en ella”. “Se venden dos pulperías, la una situada detrás de la Concepción y la otra en Barracas, en la casa de D. José Hernández, quien quiera comprarla se verá con D. Fernando Costa que vive en la calle del correo”. Le seguían avisos de distinto tipo como: “Carlos Durán, previene al público que de nuevo a “exerxer”, durante algunos meses la profesión de retratista en miniatura, que había suspendido desde algún tiempo, vive en la calle San Miguel, casa de doña Francisca Palacios”. “Juan Wynns (a ruego particular de sus muchos amigos) tiene el honor de anunciar al público, que después de la suspensión de cerca de tres años de ERNESTO MARTINCHUK

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todo ramo de negocios vuelve a continuar con su oficio de sastre; ofreciendo contraerse con empeño a servir a aquellas personas que se dignen a favorecerlo con sus obras y espera merecer aquella preferencia que por tantos años ha gozado de sus conocidos, su casa esta situada en las primeras manzanas del bajo, frente al río, al bajar del fuerte por la Almeda”. “En la imprenta de Expósitos existe un surtido de libros en blanco para casas de comercio y oficinas a precios cómodos; igualmente se vende el manuscrito de Bonaparte hecho en Santa Elena, muy barato”. “En la calle de la Victoria, a las tres y media cuadra de la esquina del Cabildo, para el sud, en casa de Miguel Hernández y Agüero, se venden por docenas, a precio barato zapatos franceses de cuero con suela doble y sencilla, errados y sin errar, de hombre y de mujer”. “Don Virgilio Raballo, recientemente llegado a esta capital, tiene el honor de participar a su respetable público que dará lecciones de guitarra, violín y música local en casas particulares: vive en casa del Dr. Carlos Celoni, frente a la puerta de la Catedral”. En ese momento el movimiento de buques era intenso. Buques de todas las banderas: ingleses, portugueses, norteamericanos, franceses y holandeses, salían y entraban al puerto de Buenos Aires. En su edición del 9 de febrero de 1820, bajo el título de “Relación de los buques de ultramar que han entrado en este puerto desde el día primero hasta el de la fecha: día 2, Bergantín inglés Jorge, procedente de Río de Janeiro, de donde salió el 17 del próximo mes de enero, al mando de su capitán D. Tomás Wells, con cargamento de sal y azúcar, a la consignación de Guason Buchanama y compañía. El día 8 Bergantín inglés Colombo, procedente de Maldonado, de donde salió el 31 del próximo pasado enero, al mando de su capitán Manuel Rayo, con cargamento 400 sacos de cal, 30 docenas corvinas, 40 valotes papel de estrasa a consignación de Miguel Escuti”.-

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Con la híbrida Gaceta de Gobierno de Buenos Aires, que apareció el 14 de octubre de 1809 y salió hasta el 9 de enero de 1810, se iba el viejo régimen. La Gazeta de Buenos Ayres vendría con la Revolución. En medio, El Censor Comercial, desde el que Vicente López y Planes, cantaría las “Delicias del labrador”. La Gazeta apareció el 7 de junio de 1810, fundada y redactada por Mariano Moreno, invocando el pensamiento de Tácito: “Rara felicidad la de los tiempos en que es lícito sentir lo que se piensa y decir lo que se siente”. Fue el único periódico que salió en Buenos Aires después de desaparecido el Correo de Comercio, y hasta la aparición de El Censor y también fue reflejo de las marchas y contramarchas de la Revolución de Buenos Aires, hasta el año 1812, Ministerial hasta el año 1815, del Gobierno hasta abril de ese año y otra vez de Buenos Ayres, hasta el 12 de setiembre de 1821. Curiosidad En un bando publicado para ser difundido entre los habitantes del Río de la Plata, se emitió lo que se llamó un Catecismo público destinado a los “Neófitos o recién convertidos al gremio de la Sociedad Patriótica”. Estaba destinado, no a los fines religiosos, sino a satirizar a la Primera Junta. El primer gobierno patrio, cuyo nombre completo era “Junta Superior Provisional Gubernativa de las Provincias del Río de la Plata a nombre del Señor Don Fernando VII”, quedó conformada por Cornelio Saavedra, como Presidente, Mariano Moreno y Juan José Paso, como Secretarios; y Juan José Castelli, Manuel Belgrano, Manuel Alberti, Miguel de Azcuénaga, Domingo Matheu y Juan Larrea, como vocales. La Junta envió a los pueblos del interior una circular explicando los motivos por los cuales había cesado en sus funciones el virrey, que el pueblo de Buenos Aires había reasumido el mando, nombrando a la Junta Provisional

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Gubernativa en su lugar, y exigiendo el reconocimiento de ésta. Además, instaba a las ciudades a nombrar representantes para formar parte del gobierno nacional, los que se irían incorporando a la Junta a medida en que llegaran. Estas circulares, tan cordiales en su contenido, eran llevadas por una expedición militar que debía imponer los principios de la revolución a cualquier precio. Con esa misión, la Junta envió tres contingentes, una al interior, al Alto Perú y Córdoba, otra al Paraguay y la última a la Banda Oriental, que recogieron resultados dispares. Conflicto de intereses Para fines de 1811 el periódico en cuestión, contaba con un editor por día de emisión, siendo Bernardo Monteagudo el encargado de los días martes, mientras que Vicente Pazos Kanki se encargó el de los días viernes, más allá de calmarse las aguas dicha idea empeoro la situación, pues comenzó una fuerte rivalidad competitiva y candentes polémicas entre ambos periodistas El

gobierno

del

Triunvirato,

a

instancia de su secretario Bernardino Rivadavia, decidió poner fin un 3 de abril de

1812 suspendiendo

las

ediciones del periódico que corría a cargo de ambos, y por cuenta del Estado se imprimirá, bajo el título de Gazeta Ministerial del Gobierno de Buenos Aires. Estuvieron entre sus directores Manuel José García, Nicolás Herrera, retornando al cargo Monteagudo por orden del segundo gobierno triunviro en octubre del mismo año. Se mantuvo al frente de la editorial hasta la caída del Director Supremo Carlos de Alvear en el año 1815.

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El 29 de abril de dicho año, conforme a lo estipulado en el reciente Estatuto Provisional, volvió a las calles: La Gazeta de Buenos Ayres, con su primitivo y legendario nombre, considerado continuador de los anteriores. Libertad de imprenta El 26 de octubre de 1811, con la firma de Feliciano Antonio de Chiclana, Manuel de Sarratea, Juan José Paso y José Julián Pérez, como secretario, se da a conocer el Estatuto Provisional de Gobierno Superior de las Provincias del Río de la Plata, a nombre del Sr. D Fernando VII referido a la Libertad de imprenta y puntualiza: “Tan natural como el pensamiento le es al hombre la facultad de comunicar sus ideas. Es ésta una de aquellas pocas verdades que más bien se siente, que se demuestran. Nada puede añadirse a lo que se ha escrito para probar aquel derecho, y las ventajas incalculables que resultan a la humanidad de su libre albedrío. El gobierno, fiel a sus principios, quiere restituir a los pueblos americanos, por medio de la libertad política de la imprenta, ese precioso derecho de la naturaleza, que le había usurpado

un envejecido abuso de

poder, y en la firme persuasión de que es el único camino de comunicar las luces, formar la opinión pública y consolidar la unidad de sentimientos, que es la verdadera fuerzo de los estados, ha venido a decretar lo que sigue: “Artículo 1: Todo hombre puede publicar sus ideas libremente y sin previa censura. Las disposiciones contraria a esa libertad quedan sin efecto. “Artículo 2: El abuso de esta libertad es un crimen. Su acusación corresponde a los interesados, si ofende derechos particulares; y a todos los ciudadanos, si compromete la tranquilidad pública, la conservación de la religió católica, o la constitución del Estado. Las autoridades respectivas impondrán el castigo según las leyes. “Artículo 3: Para evitar los efectos de la arbitrariedad en la calificación y graduación de estos delitos se creará una junta de nueve individuos con el título de Protectora de la Libertad de Imprenta. Para su formación presentará el excmo. Cabildo una lista de cincuenta ciudadanos honrados, que no estén ERNESTO MARTINCHUK

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empleados en la administración del gobierno; se hará de ellos la elección a pluralidad de votos. Serán electores natos el prelado eclesiástico, alcalde de primer voto, síndico procurador, prior del consulado, el fiscal de S.M. y dos vecinos de consideración nombrados por el ayuntamiento. El escribano del pueblo autorizará el acto y los respectivos títulos, que se librarán a los efectos sin pérdida de instantes. “Artículo 4: Las atribuciones de esta autoridad protectora se limitan a declarar de hecho si hay o no crimen en el papel, que da mérito a la reclamación. El castigo del delito, después de la declaración, corresponde a las justicias. El ejercicio de sus funciones cesará al año de su nombramiento, en que se hará una nueva elección. “Artículo 5: La tercera parte de los votos a favor del acusado hace sentencia. “Artículo 6: Apelando alguno de los interesados, la Junta Protectora sorteará nueve individuos de los cuarenta restantes d la lista de presentación, se reverá el asunto, y sus resoluciones, con la misma calidad a favor del acusado, serán irrevocables. En caso de justa recusación, se sustituirán los recusados por el mismo arbitrio. “Artículo 7: Se observará igual método en las

capitales de provincia,

sustituyendo al prior del consulado por el diputado de comercio, y al fiscal de S.M. por el promotor fiscal. “Artículo 8: Las obras que tratan de religión no pueden imprimirse sin previa censura del eclesiástico. En caso de irrevocable reclamación se reverá la obra por el mismo diocesano, asociado de cuatro individuos de la Junta Protectora, y la pluralidad de votos hará sentencia irrevocable. “Artículo 9: Los autores son responsables de sus obras, o los impresores no haciendo constar a quién pertenecen. “Artículo 10: Subsistirá la observancia de este decreto hasta la resolución del Congreso”.

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Estrada y el periodismo argentino José Manuel Estrada dictó en 1868, un ciclo de conferencias sobre la historia de la República Argentina. En dichas conferencias, en las se le brindaba al periodismo un papel importante, fueron luego recopiladas en dos tomos de 846 páginas. Estrada nació bajo el gobierno de Juan Manuel de Rosas, vivió en su infancia la caída de la dictadura y entre los tumultos de la lucha por la organización del país. Su espíritu se abrió a la corriente de cultura intelectual europea que, libre de las trabas de la dictadura, se derramaba en su juventud en Buenos Aires. Contaba entre sus ascendientes al virrey Liniers. Amó con fervor la libertad y la democracia, “cuyo ejercicio debía de ser la más alta expresión civilizada de un pueblo ilustrado; pero se rebelaba contra el predominio de las mayorías ignorantes”. Al referirse al periodismo señalaba que el 1° de abril de 1801 salía a la luz la primera publicación periódica del Río de la Plata, “El Telégrafo Mercantil”, dirigido por Cabello. “Cuando hablo –decía- de la prensa argentina creo ver pasar delante de mis ojos los mil cuadros, ya sombríos, ya luminosos, del drama de la revolución nacional; aquel periodo sereno en que a la luz de grandes principios se investigaban las primeras formas políticas adecuadas a la índole del pueblo naciente. “La Gaceta” de Moreno; la roja llama de las pasiones, revelando, más tarde el predominio de sectores vulgares, la prensa reformista o conservadora, pero doctrinaria de la época de Rivadavia; la lucha heroica de la libertad sustentada en el “Comercio del Plata” y “El Nacional”, contra la barbarie y la iniquidad vestidas en “La Gaceta Mercantil” con las galas del sofismo y el talante prestigioso de la audacia”…”La prensa ha sido en el Río de la Plata el refugio de la opinión, su medio más cumplido. El pensamiento de nuestros hombres públicos se ha hundido en el olvido, siempre que no ha sido consignado en las hojas de periódicos. Por eso nuestra prensa se han adaptado a los giros extravagantes de las cosas, subiendo un día hasta lo ideal cuando los pueblos han esperado y crecido, subordinándose otros a toda ERNESTO MARTINCHUK

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miseria cuando han prevalecido el desorden, el descreimiento o la tiranía; incorporada ayer a la acción febril de los periódicos de combate y de obra. Hemos iniciado mucho y consolidado poco; porque apenas existe entre nosotros una institución, una forma impresa de vida, que no haya sido engendrada al juego de la polémica por la fuerza viral de la prensa y por los ardientes debates que irradia”. “El Telégrafo”, por demás fue un ensayo infructuoso en razón de sus vicios de dirección. Oprimido por las preocupaciones conservadoras, no pudo ni supo asumir el papel de la prensa en su tendencia más elevada. La prensa debe encaminar a los pueblos y modificar las pasiones, si sigue tras la sociedad, su tarea se limita a llevarle cuenta de sus errores. “El Telégrafo” cerro los ojos ante las grandes cuestiones que a la sazón terminaban. Estudió en superficie y se dejó subyugar por los errores dominantes sin que penetrara en su espíritu el sentimiento de los vastos problemas y las soluciones intuitivas, agitadas por Belgrano, Castelli y sus correligionarios”. Más tarde, entre otros conceptos, José Manuel Estrada dice que “el señor Cabello flotaba en lo vago porque pretendía barnizar preocupaciones rancias, que ningún sofisma podría ya disimular”. Pasquino y Marforio El Censor apareció el martes 7 de enero de 1812 y su último número el 12, se publicó el 24 de marzo de ese año. Fue su director don Vicente Pazos Silva, o Vicente Pazos Kanki, un indio aymará, más tarde sacerdote renegado. El periódico traía como lema el mismo que figuraba en La Estrella del Sur, que publicaron en 1807 los invasores ingleses. El origen de El Censor es por demás curioso. Pasos Silva era el director de la Gazeta, publicación oficial que aparecía los martes y viernes. En diciembre de 1811 el gobierno dispuso poner en manos de Pazos Silva la edición de los martes y en las de Bernardo de Monteagudo la de los viernes.

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Como Pazos y Monteagudo –Pasquino y Marforio hasta en las iniciales- eran adversarios políticos, la publicación oficial se convirtió en el Campo de Marte, lo que motivó que la edición del 31 de diciembre de 1811 fuera quemada por mano oficial. La había dirigido Pazos, que optó por sacar El Censor, que salió hasta el 24 de marzo de 1812 para reaparecer con el nombre de La Crónica Argentina el 30 de agosto de 1816. En su número inicial, El Censor publicó un “artículo comunicado” en el que el remitente relata el fin de la Gazeta del 31 de diciembre de 1811: “Retirado de uno de los ángulos del patio de un café, bebía sosegado un poco de agua una de estas noches calorosas, quando el extraordinario murmullo y gritos descompasados de los que estaban en una de las salas alteró mi sosiego, tentó mi curiosidad, y como por encanto me hallé en la puerta de la pieza: diez o doce individuos, sentados unos y parados los demás, con gesto y ademanes de cólera execraban la gazeta del 31 de que espiró, querían devorar a su autor y no puediendolo haber a las manos, decretaron hacer con su papel lo que hubieran querido excutar con él; uno de ellos lo quemo públicamente, espectando este candaloso acto los dichos diez o doce con vivas y plácemes…” Perro rabioso En los impresos editados entre 1809 y 1815 en la Real Imprenta de los Niños Expósitos, con el Superior permiso del Gobierno, se daba cuenta de lo acontecido a la población, incluyendo los informes dados por los médicos del lugar. Uno de ellos hablaba sobre la cantidad de personas mordidas por perros rabiosos y decía: “Francisco Sosa, de 25 años, constitución robusta, natural de Santiago de Chile, fue mordido el dìa 19 de marzo en la frente, mano izquierda y nuca, por un perro, con señales cierta de rabioso, que murió luego. Está en el día sin más novedad que una hinchazón en los pies, a causa de la vida quieta que observa, enteramente opuesta a la violenta y agitada de un domador, y tiene 49 días de mordido”.

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Censura al Censor El Censor fue el primer periódico obligado a comparecer ante la Junta Protectora de la Libertad de Imprenta, institución censora creada el 29 de enero de 1812. Pedro José Agrelo, que era fiscal de Cámara, sometió a la Junta el número 9 de El Censor, fechado en 3 de marzo de 1812, para que ella decidiera sobre el siguiente párrafo: “… una general apatía e indolencia es la que se nota cada día y el interés verdadero de estas provincias se confía tal vez a la perfidia”. La Junta Protectora declaró el 20 de marzo de 1812: “… que no hay crimen…”, después de escuchar a Pazos Silva, pero por decreto del 25 de marzo, el Triunvirato clausuró El Censor y la Gazeta. De esta forma Pazos Silva y Monteagudo debieron buscar nuevas trincheras. Desterrados De regreso a Buenos Aires, “con mujer y sin sotana”, Pazos Silva o Pazos Kanki, edita el 30 de agosto de 1816. La Crónica Argentina, que aparece con el número 13 para señalar que

es

continuación

de

aquel

Censor

clausurado por el Triunvirato de 1812. En el número 18, del 28 de setiembre, responde al oficio cursado por orden del director Pueyrredón y en el que se le dice que “en uno u otro papel impreso se ha hecho notable el que se pierden de vista los objetos que se tuvieron presentes en el establecimiento de la libertad de imprenta…”, expresando: “La libertad de imprenta… es la restitución y goce del primer derecho que tiene todo hombre de hablar, escribir y publicar libremente…”

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Pazos Kanki está jugando en la línea antimonarquista y sabiendo de que “se le va a iniciar juicio por una de sus publicaciones, edita un suplemento al número 34, del 28 de diciembre, dirigido a la Junta Protectora en el que hace una serie de consideraciones en relación al juicio posible, tema sobre el que vuelve en los números 36 y 38, rematando: “… que la libertad d escribir sea el paladiun de la libertad civil del ciudadano, centinela perpetuo de sus derechos, guardián de la sana moral, azote de la corrupción, escollo del fraude y de la arbitrariedad”. El 13 de febrero de 1817 fue hecho prisionero, junto a Manuel Moreno y su otrora fiscal acusador, Pedro José Agrelo, que luego serán expatriados. Monteagudo: Olvidado por la historia La prensa política tiende a multiplicarse con un curioso carácter oficial: El 29 de marzo de 1812 aparece Mártir o Libre, fundado por Bernardo de Monteagudo. Ricardo Rojas, historiador argentino que fue rector de la Universidad de Buenos Aires y entre otras obras publicó cuatro volúmenes de la “Historia de la Literatura Argentina” dijo que Bernardo de Monteagudo (17871825) fue el más grande periodista argentino. Doctor en Teología, fue el redactor del Acta de la Independencia de Chile que firmó Bernardo de O´Higgins. Mariano Moreno, con anterioridad le había encargado la redacción de las ediciones de los viernes de la Gazeta de Buenos Ayres. Con el tiempo se hizo cargo de la edición periodística total como director, al retirarse de la dirección Moreno. Había iniciado sus estudios en la provincia de Córdoba y los terminó en Charcas. Su dinamismo, sus luchas, su destierro, lo llevaron a Quito, Ecuador, donde escribió sus famosas Memorias. De regreso al Perú en 1824, en una emboscada frente al convento de Juan de

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Dios, en Lima, fue asesinado a puñaladas el 28 de enero de ese año. Bernardo de Monteagudo fundo entre otros periódicos Martir o Libre en 1812 y El Independiente, en 1815. Obligado a un destierro en Europa en 1817, regresa para incorporarse como auditor en el Ejército de los Andes, que luchaba por la independencia de Chile. Junto a San Martín también presenció la Declaración de la Independencia del Perú, oportunidad donde señaló: “La causa de vuestra libertad es la causa del género humano”. Creo en el Perú una Escuela Normal de Enseñanza Mutua, la Sociedad Patriótica de Lima, similar a la que había compartido en Buenos Aires y la Biblioteca Nacional del Perú. En Guayaquil conferenció con San Martín durante el desarrollo de la célebre reunión cumbre con el libertador Simón Bolivar a quien, luego, acompañó como consejero tras la batalla de Ayacucho, donde se enfrentó el 9 de diciembre de 1823 a las tropas realistas mandadas por el Virrey del Perú José de la Serna, que fue hecho prisionero, teniendo que firmar el general al mando de las tropas realistas la capitulación, poniendo así prácticamente fin a la lucha por la independencia del continente. Monteagudo tuvo serios enfrentamientos con el presidente Rivadavia, quien lo suspendió en su cargo de redactor de La Gazeta, razón por la cual apoyaba al directorio del general Alvear, fundando El Independiente. Cuando cae el Directorio, Monteagudo fue desterrado y partió para Europa, donde pasó miserias económicas, pero su enemigo Rivadavia le presta una importante ayuda para poder volver a su Patria.

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Dentro de su labor periodística escribió en La Gazeta: “En todas las edades y en todos los climas todo ser que piensa propende al bien y detesta el mal. Pero son muy pocas las almas fuertes que aborrecen o detestan a aquel sin esperar y temer”, y agrega: “Para llegar al santuario de la libertad es preciso pasar por el templo de la virtud. La libertad no se adquiere con sátiras ingeniosas ni con discursos vacíos de sentido: jamás violemos los derechos del hombre si queremos establecer la constitución que los garantiza”. El 14 de julio de 1812 nace El Grito del Sud, redactado por Vicente López. Instalada la Asamblea Constituyente, el sábado 27 de febrero de 1813 ve la luz El Redactor de la Asamblea, cuya dirección está a cargo de Fray Cayetano Rodríguez. El franciscano fray Cayetano José Rodríguez (1758-1813) fue el cronista que asumió la mayor responsabilidad en su tiempo. Fue el cronista más sobrio, más austero y más imparcial. El religioso fue profesor de Derecho y Teología y enseño Filosofía. Fue redactor del Acta de la Independencia Argentina y fundador del periódico El Redactor del Congreso Nacional. El primer número apareció el 1 de mayo de 1816, con once páginas de texto, estampadas en la Imprenta de los Niños Espósito. En el estudio que le dedicó el historiador Leoncio Gianello, apunta que, en toda su primera época, contenía “artículos de exposición doctrinaria o patriótica acerca de los acontecimientos que eran materia de discusión en el Congreso para convertirlos en sanciones”. Llevaba, debajo del título, dos versos latinos de Stacio: “Steriles transmisimus annos/ Haec oevi mihi prima dies, haec limina vitae” (Los años han pasado estériles./ Este es para mí el primer día del tiempo, éste el umbral de la vida)

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El padre Rodríguez continuó a cargo de El Redactor cuando el Congreso se trasladó a Buenos Aires. Lo sucedieron Vicente López y Planes, y luego el deán Gregorio Funes. Su último número fue el 52, del 28 de enero de 1820, en vísperas de la batalla de Cepeda que, como se sabe, terminó con el Directorio y con el Congreso. El Redactor tendría insospechada trascendencia con el paso de los años. Como se extravió el libro de actas de las sesiones públicas (no así el de las secretas) del Congreso, este periódico es, hasta la actualidad, la única fuente para conocer el desarrollo de las sesiones tucumanas. En el Sitio de Montevideo, en 1814, sale El Diarista del Ejército. Del periódico sólo aparecieron seis números, el último d ellos fechado en mayo de 1816, un prospecto y un suplemento. En la advertencia se fijó como objeto “proponer y discutir quanto pueda ser conducente a la pública instrucción”, notificando al pie que “se observará que en el curso de la obra faltan muchos acentos. Consiste en que la imprenta está escasa de ellos”. La falta de los acentos ortográficos no impidió que el director-editor, a pesar de su espíritu pacifista, pusiera el acento político en su admiración militar, desde el primer número hasta el sexto y último, con artículos y reproducciones como: “Del arte de la guerra entre los romanos”, “Del arte de la guerra en Francia bajo Napoleón”, “Acerca de las escuelas militares”, de las que se dice: “La necesidad es tan obvia de por sí misma, que parece dispensarnos de toda prueba”, “Precioso retazo de las reflexiones sobre la paz y la guerra, que escribía el Excmo. Sr. Conde de Aranda”, “De la disciplina militar”, todo ello mezclado al final, con noticias como las siguientes: “Observación sobre el modo de sacar agua de los pozos: El medio más común que aquí se emplea quando se quiere sacar, con prontitud y en abundancia, agua de algún pozo, consiste en servirse de un caballo que tirando de una extremidad de la soga, hace subir el cubo o valde que cuelga del otro extremo: este método no solo tiene el inconveniente de necesitarse de un caballo, sino

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que también solo se puede emplear habiendo dos hombres, uno para guiar el caballo en las marchas de ida y vuelta, y otro para vaciar el valde que llega arriba quando el caballo está lo más distante…”, que remata con: “los ingleses, que como más calculadores de sus propios intereses son también quienes han adelantado más en punto de economía doméstica, usan generalmente de un torno…” y promete “en el número siguiente hablaremos detalladamente d esos tornos…”, y así lo hace. Digno de los mejores cosmetólogos Los Amigos de la Patria y la Juventud, daban esta “Receta útil para las grietas, erupciones y otras irritaciones del cutis: “Tómese tuétano (o caracú) de buey y hágase hervir a fuego lento. Después de hervido se hará filtrar por medio de un lienzo o muselina en un vaso o jarro que se tendrá a propósito. Se dejará enfriar y luego se frotará con ella la parte lastimada”. Así murió, entre odas, remedios y militares Los Amigos de la Patria y la Juventud, del que Fray Cayetano dijo: “Es de lo bueno lo mejor que se ha impreso en la Revolución, tanto por su objeto, cuanto por su desempeño”. Política y masoquismo En 1816 con la redacción de Santiago Wilde apareció La Colmena, pero su vida fue muy breve. Desde el 1ro de mayo de ese año y hasta el 28 de enero de 1820 salió El Redactor del Congreso Nacional librado a las plumas de fray Cayetano Rodríguez y el dean Gregorio Funes. Por su parte, El Observador Americano, cuyo director y redactor era el jurista Manuel Antonio de Castro, apareció el lunes 19 de agosto de 1816. Sólo salieron12 números, el último vio la luz el 4 de noviembre de 1816. Héctor José Tanzi (revista Historia Nro 37 oct-dic) relata una anécdota de las que acostumbraba publicar y que a pesar de su carácter jocoso, muchas veces reiterado, no negaba la característica política del periódico, ferviente y ERNESTO MARTINCHUK

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vehemente defensor del régimen monárquico que por ese tiempo alentaba el Congreso de Tucumán. La

anécdota

es

un

verdadero

caso

de

masoquismo: se trata de un joven que se ligó pecho, brazo, muñecas, corvas y

piernas con

sogas de nudos corredizos que luego aseguró con ganchos a las paredes: “la maniobra estaba dispuesta de modo que viniendo el joven a quedar pendiente en el aire, el peso del cuerpo iba apretando cada vez más las ligaduras. Se encontró en esta actitud extraordinaria y fue conducido ante M.B. entonces teniente de policía reconvenido, expuso que ya había hecho otras muchas, pruebas semejantes, que al principio de la operación sentía los más acerbos dolores, pero que cuando la compresión de las ligaduras llegaba a cierto punto, aquel sufrimiento era deliciosamente compensado por la agradable sensación que le sucedía. El autor que refiere esa anécdota (sic), añade que la muerte de los ahorcados es dulcísima, y que es esta una verdad tan sólidamente demostrada por el célebre Wepser en su tratado de apoplegía, pag. 174, que no es razonable dudar de ella. Con todo, no aconsejamos a nuestros amigos que se ahorquen”. El Correo Argentino El Correo Argentino no podía estar ausente de la historia del periodismo nacional. Los corresponsales de los periódicos del siglo XIX estuvieron pendientes de los servicios de postas, correos y mensajerías, así como más tarde dependerían del telégrafo. Con relación al estilo de las noticias que se publicaban en Buenos Aires, procedentes de las provincias, reproduciremos como ejemplo la que con fecha del 14 de setiembre de 1816 consignaba la Gaceta de Buenos Ayres, en los siguientes términos:

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“Provincia de Cuyo. Por cartas recibidas de Mendoza se sabe haberse incendiado un galpón contiguo al que se halla el repuesto (sic) de municiones de guerra, en tales términos que el fuego estuvo a doce varas de la pólvora. Se presume que el incendio fue intentado con proyecto, por varias precauciones que aparecían tomadas para hacer más difícil apagarlo, pero la energía del general San Martín proveyó a todo con suceso, e indemnizó con usuras las ruinas efectivas que se experimentaron por una contribución análoga a las circunstancias del hecho y a la presunción de los autores”. El escritor Galván Moreno, en su libro “Los directores del Correo Argentino”, tomo 1, expresa: “Estudiando la historia del Correo y la valiosa documentación que guardan sus archivos, llegamos a una comprobación que nos dejó verdaderamente sorprendidos, no hay girón saliente de la historia nacional cuyas huellas, bien marcadas, no estén en el Correo”. Comienza una nueva etapa La prensa periódica surge abandonando la consideración de los problemas económicos, arrastrada por los conflictos internos, por el agrupamiento político y por las pasiones desatadas. El 23 de octubre de 1816 aparece El Desengaño, redactado por Bartolomé Muñoz. El Avisador Patriota y el 2 de setiembre de 1817 salió el Mercantil de Baltimore, escrito por “un ciudadano de Buenos Aires” –posiblemente Pedro Feliciano Sáenz de Cavia- que estuvo destinado principalmente impugnar el Manifiesto de Agrelo, Moreno y Pazos, expatriados. El cruce de los Andes Cuando San Martín cruzó Los Andes, además de la organización para el traslado de semejante contingente para tal hazaña, no descuidó las peticiones de Bernardo Monteagudo quien también hizo el cruce pero ¡con una imprenta completa sobre el lomo de las mulas! porque el Libertador no desconocía la importancia de administrar la propia información, ya sea para los espías, para sus oficiales, para la tropa, el gobierno o para lo que sea menester.

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Como toda la prensa del momento, El Censor, en su edición Nro. 77, del 6 de marzo de 1817, con el título “El triunfo de los Andes”, destacó la empresa ardua y heroica en paralelo con el paso de los Alpes por Aníbal y Napoleón. “Quantas dificultades se han vencido! Quantos peligros! Llevar 5000 hombres sobre peñascos, por desfiladeros, por cuestas escarpadas en montes altísimos cubiertas de eterna nieve; hacer 100 leguas de este camino singular, solitario y cuyo aspecto inspira horror, sin esperanzas de retirada; Quantos motivos para el asombro! El genio, el valor, el amor de la Patria, el noble anhelo de la gloria lo vencen todo. Los Alpes, los Pirineos, los Andes se han superado: no hay barreras para los héroes”. San Martín era un claro defensor de la división de poderes y conocía el valor central que ocupa el poder judicial en un Estado. En el Reglamento de los Tribunales del Perú, quedó expresada una vez más la categórica convicción sanmartiniana: "La imparcial administración de justicia es el cumplimiento de los principales pactos que los hombres forman al entrar en sociedad. Ella es la vida del cuerpo político, que desfallece apenas asume el síntoma de alguna pasión, y queda exánime luego que, en vez de aplicar los jueces la ley, y de hablar como sacerdotes de ella, la invocan para prostituir impunemente su carácter. El que la dicta y el que la ejecuta pueden ciertamente hacer grandes abusos, mas ninguno de los tres poderes que presiden la organización social es capaz de causar el número de miserias con que los encargados de la autoridad judicial afligen a los pueblos cuando frustran el objeto de su institución". La “Imprenta del Tucumán” En 1817 llegó a Tucumán la primera imprenta traída por el Ejército del Norte, comandado por el General Manuel Belgrano. Puede afirmarse que el 10 de julio de ese año marcó el inicio del periodismo en esa provincia. Ese día apareció el Diario Militar del Ejército Auxiliador del Perú, que dejó de imprimirse en 1819. ERNESTO MARTINCHUK

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Su redactor fue el oficial chileno Francisco Pinto, casado con una tucumana, quién luego llegó a ser presidente de Chile. La imprenta fue llamada “Imprenta del Tucumán” y a partir de 1820 Miguel Aráoz editó el semanario Tucumán Imparcial. Luego fueron impresos en 1821 El Restaurador Tucumano y en 1826, Los Amigos del Orden. Se trataban de simples hojas, con información de la actividad urbana de vida efímera, muy distintas a lo que hoy se considera un periódico. Los primeros diarios fueron La Estrella Federal del Norte en 1841; al año siguiente en 1842 El Monitor Federal; en 1847 se publica El Conservador; en 1857 El Eco del Norte; en 1861 sale a la calle El Liberal; El Eco de Tucumán lo hace en 1869 y en 1872 La Razón. El 1ro de enero de 1818 nació El Español Patriota de Buenos Aires, redactado por Ventura Salinas y Gutiérrez, que se proponía “desalucinar a sus paisanos, enemigos de la libertad americana”. Ese mismo año salió El Duende de Santiago. El 29 de marzo de 1818 aparece El Independiente del Sud, periódico político, literario y mercantil, el primero en idioma francés publicado en Buenos Aires, en edición bilingüe redactada por Carlos Robert y Juan Lagresse. Acusados de conspiración contra las autoridades fueron detenidos el 18 de noviembre de 1818, junto con Agustín Dragumette, Narciso Parchappe, Marco Antonio Merchener y Mariano Vigil. La Comisión Militar Extraordinaria que los juzgo los condenó el 31 de marzo de 1819: Robert y Lagresse a la pena de horca; Dragumette, Parchappe y Mercher a la expulsión del país; mientras que Mariano Vigil fue absuelto. Con la redacción de Pedro José Agrelo, el 15 de octubre de 1818 salió El Abogado Nacional, en cuyo número 5, uno que firma “el patriota” se queja de que el periódico ha atacado al director Pueyrredón y a su gobierno, por lo que el redactor responde: “suponiendo por un instante que alguna vez hay increpado a los que componen la actual administración; que si de palabra o por ERNESTO MARTINCHUK

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escrito haya dicho o indicado que eran ineptos para gobernar, que no lo entendían, que malgastaban los fondos públicos, que trataban de entregar el país; han sido los reproches comunes, hechos de buena y de mala fe a los gobiernos y gobernantes de toda revolución…” Y remataba: “todo lo que no sea volver al estado colonial, ni de sujeción a la Metrópoli, u otro cualquier poder extranjero, cada uno es árbitro de opinar por aristocracias, democracias, gobiernos mixtos, federativos o indivisibles, según más conveniente lo juzgue a las costumbres, al carácter y a la felicidad de los pueblos”. En la línea del Abogado Nacional, otro periódico, El Americano, que salió a la calle el 2 de abril de 1819, tenía como redactores a Pedro Feliciano Sáenz de Cavia y Santiago Vázquez. Los periodista en 1818 Quienes ejercían el periodismo en Buenos Aires en 1818, formarban parte del grupo de hombres más influyentes de la ciudad. La elite social era una nobleza

republicana,

los

“principales”

de

la

comunidad, que tenían a su cargo la política. Ser periodista en 1818 era algo selecto, a lo que se dedicaban sólo aquellos que estaban entre los más cultos de la ciudad. La política es propiedad de los señores, y no hay disputa por eso. Nadie pretende otra cosa. Y el periodismo es una extensión de esa nobleza republicana. El periodismo representaba la mayoría de edad de la ciudad. Ya en esta primera década revolucionaria se daba por descontado una enorme influencia de los medios sobre la opinión pública, la que ya era reconocida como la reina gobernante de una sociedad. Camilo Henríquez escribió que “un periodista no se costea en Buenos Aires y la Gazeta y El Censor no existirían si no fuese porque los redactores son dotados, y el gobierno costea un número crecido de ejemplares; sucediendo lo mismo con cualesquiera periódicos que se publican en las dos imprentas de esta capital”. También había venta en la calle “en el solo puesto de la vereda”

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(El Censor, 14 de noviembre de 1816). Hay repartidores que llevaban también el periódico a las casas de algunos suscriptores. En 1818 hay un conjunto de valores que el incipiente campo profesional exige como propios, que le ponen límites a la presión de la política. En la práctica periodística de la época se pueden distinguir al menos cuatro: síntesis, independencia, veracidad y credibilidad. Además, cuando se analizaba a la prensa internacional, también se medía su credibilidad de acuerdo a la distancia que tenía cada uno de sus medios con los gobiernos de sus respectivos países. Ya era evidente que el gobierno no era el mejor juez para definir los límites del periodismo. Para ello se había creado una Junta Protectora de la Libertad de la Imprenta, que se elegía entre una lista de cincuenta ciudadanos, por un año, que se reunía en la casa de su presidente o su vocal más antiguo. Casualmente la Junta había sido creada por un conflicto de reputación entre el hermano del director supremo, José Cipriano Pueyrredón, y Antonio González Balcarce, en 1813. Pero la independencia exigida a la prensa estaba condicionada por la situación crítica que se vivía, donde los principales actores políticos pretendían asegurar la independencia frente a un probable contraataque de la corona española. El otro valor reconocido era la veracidad. Se hablaba de verosimilitud, probabilidad y certeza. Era importante que la información publicada estuviera verificada. En una edición extraordinaria de la Gazeta se publicaron documentos para validar su noticia de hacía

una semana de que los españoles habían

abandonado una plaza importante. En otro caso, la Gazeta publicó un documento hallado en la captura de la fragata española María Isabel, que era una carta de un ministro español al virrey del Perú que recomendaba seguir ayudando a Alvear y a Carrera, lo que era más provechoso que apoyar a ejércitos.

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La Gazeta buscaba así destruir ese foco de oposición interna. Para probar sus dichos, informó que ese documento “estará durante quince días en la imprenta en poder del administrador de ella para que se satisfagan los que gusten, y vean con sus propios ojos hasta donde se extiende la maldad, la infamia y la vileza de Carrera, Alvear y Fernando VII”. A los cinco días, en un artículo con el título “Aviso a los traidores”, y con su firma, algo completamente inusual, Julián Alvarez atacó la alianza de Carrera y Alvear contra el gobierno de Buenos Aires: “compran a unos extranjeros franceses para emplearlos en asesinatos y son descubiertos”. Dice que ya no son hombres equivocados, díscolos o disidentes, sino que son “traidores”. Las fuentes informativas para realizar su trabajo coincidían con su círculo social. Lo social, lo político o lo periodístico es el mismo círculo. En una ciudad de sesenta mil habitantes, con las familias más influyentes y adineradas muy entrelazadas entre sí, que viven en casas que ocupan el centro de la ciudad, los periodistas no buscan información. No hay registro de que los periodistas pregunten, inquieran, o investiguen. Su activismo es con las ideas, no en la búsqueda de la información. En algún caso, escribió Julián Álvarez, algún documento “ha quedado casualmente en nuestros manos”. En otro caso, el mismo Álvarez dijo: “el testimonio de estos documentos, que hemos tenido originales en nuestras manos, es intachable”. Las tertulias de la noche son el momento social e informativo. No buscan noticias locales, pues estas circulan oralmente en la ciudad y todos parecen saberlas. Publicarlas sería redundante. No había competencia por la búsqueda de noticias. El puerto era el centro de la vida económica, y por lo tanto también de la información. Las tres actividades comerciales principales que difundían los periódicos son el comercio exterior, la venta de esclavos y la de inmuebles. El periodista redactaba unas pocas crónicas y sobre todo ofrecía marcos de interpretación. El redactor de la Gazeta escribe marcos de interpretación para entender los documentos que publicaba. En algunos casos, esos breves párrafos se escriben antes del documento, y en otros son citas al pie. Cuando

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el virrey de Lima dio un discurso sobre el peligro inminente de la invasión desde el sur, Álvarez agregó citas irónicas a varios de sus párrafos, como por ejemplo “ya el señor Virrey va cayendo en la cuenta o poniéndose en razón”. O bien cuando publicó el listado de miembros de la fragata española Trinidad que desertaron, y fueron recibidos por el gobierno argentino, el periodista habla de la generosidad, benevolencia y desprendimiento americanos, y termina con una frase diciendo: “Enemigos de la causa americana: aprended y avergonzaos”. Para algunas inserciones de documentos, Alvarez dice que no son necesarios esos marcos interpretativos porque “como hablan por sí mismo, nos abstenemos de hacer ninguna observación”. En otros casos, después de publicar artículos de gacetas extranjeras, el periodista replica sus argumentos. Si The Times de Londres habla del “estado de anarquía en las provincias revolucionadas de Sud América", el redactor le responde diciendo que ”si esto no es haber consolidado la independencia, Sr. editor del Times, a lo menos lo parece”. El periodista también selecciona contenidos de otros. Se publicaban noticias de periódicos extranjeros, textos de intelectuales europeos o estadounidenses, los que llegan en los barcos que atracan en el puerto. El periodista se autodefine como editor y la mayor parte de su trabajo consiste en seleccionar los materiales que le den credibilidad suficiente para reforzar su posición editorial. Los editores de El Independiente del Sud, en marzo de 1818, lo dicen expresamente: “deseamos, y lo deseamos vivamente, que nuestros lectores hallen en estas hojas lo que es tan difícil de reunir, lo agradable y lo útil” como sucesos extraordinarios, el se dice, las anécdotas, “que exciten y satisfagan la curiosidad de nuestros lectores (…) para ponerlos al corriente de lo que pasa alrededor de ellos”. El Independiente del Sud es el primer periódico que cambia el orden de la información. Ahora, la apertura serán las noticias de Buenos Aires, luego los países cercanos, y luego los más lejanos. También el editor Agrelo, de El

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Abogado Nacional, hace referencia a “amenizar la lectura y hacerla interesante en todo respecto”. Si bien la audiencia no le pagaba su salario a los periodistas de la época, si nadie leía el periódico las autoridades podían cancelar sus contratos. Por eso, el periodista intenta construir una relación con los lectores, y les escribe “avisos” en casi todas las ediciones. La verdad es que los ciudadanos no tenían gran interés en esos periódicos, a los que les costaba encontrar un público amplio. Y los editores se quejaban amargamente por no conseguirlo ni en la ciudad, ni en los suburbios ni en la campaña. Por lo menos hasta 1818, ningún periódico en la ciudad fue exitoso en captar lectores. Acusaban al retraso colonial y a la indolencia de los pobladores locales. El editor de El Censor comparó la escasez de Buenos Aires con “el consumo increíble” de periódicos en Boston y Nueva York y se lo adjudicó al “entusiasmo revolucionario”, diciendo que “los ciudadanos de los estados libres, como tienen influencia en los negocios públicos, procuran instruirse en la ciencia del gobierno y la legislación”. La prensa en 1818 ya era fabricante de reputaciones. Si alguien era absuelto, esa comunicación debía hacerse en la prensa. Las acusaciones contra Cornelio Saavedra y contra Martín Rodríguez, luego de analizadas por el departamento de Gobierno, se dispuso que se publiquen en la Gaceta ministerial. Las donaciones se publicaban ahí, a veces enumerando los nombres e incluso cuánto donó cada persona, incluyendo las autoridades, y con Pueyrredón en primer lugar. Como se dice en un oficio del departamento de Gobierno, se publicaba en la Gazeta la donación para que “los que han contribuido con un objeto de tanto interés tengan la satisfacción de ver su inversión”. Las autoridades difunden las donaciones que las ciudades realizan a los ejércitos. La reputación se forjaba cada vez más en la prensa. Había conciencia de que era un doble poder, el de encumbrar y el de hundir.

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San Martín, desde Chile, enviaba a la Gazeta de Buenos Ayres desmentidas de acusaciones de corrupción que le hacían “enemigos de la causa y del orden” que quieren “destruir la opinión de los hombres que trabajan por la independencia”. Los jefes militares más importantes (San Martín, O’Higgins, Belgrano y Güemes) utilizaban los periódicos para promover el reconocimiento de sus oficiales y soldados. Se publicaban los ascensos de los oficiales por méritos en el campo de batalla para que “la buena opinión y fama” quede bien establecida. Querían aprovechar para sus objetivos políticos y militares a “las dulzuras del reconocimiento público”. Si bien El Censor fue creado para cuestionar al gobierno, en un clima de victoria tras la batalla de Maipú que terminó con la dominación española en Chile, se sumó al coro oficialista. Del director supremo, el diario opositor por norma constitucional, dijo que “el gobierno que inventa los recursos, y elige y sostiene a los generales, se baña en el esplendor de las victorias”. Mantuvo sus críticas en los temas locales, con campañas que su editor Camilo Henríquez promovía, por ejemplo, contra las corridas de toros, la poca difusión de las vacunas, la mala higiene de los alimentos, que el pan debe estar bien cocido y que las panaderías no tiraran sus desechos en la calle creando pantanos, que el vino no sea falsificado, que se retiraran los cementerios del centro de la ciudad, y que se atienda mejor a los pobres desválidos, sobre lo que asegura: “todos los habitantes que viven bajo una misma soberanía, son miembros de una misma familia, e hijos de la república”. El Censor pidió que el Colegio, que acababa de reabrir Pueyrredón en julio de 1818, bajo la dirección de dos curas, lo sea para todos y que incluya a los hijos de las familias pobres que “quieran concurrir a oír a los maestros”. Camilo fue muy crítico del carnaval: “Tan fácil es a cualquier muchacho, a cualquier negra, arrojar baldes de agua, con tal que cuenten con la impunidad! (….) se decía que en el carnaval atacaba la cabeza de nuestros abuelos una especie de delirio. Esto siempre es un mal, pero no es tan grave, ni de tan

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peligrosas y duras consecuencias, cuando no sale del círculo de las personas bien nacidas y de educación. Su delicadeza y urbanidad alejan los excesos perjudiciales; y aun la molestia que causan, suele no carecer de gracia y de agrado. La licencia insufrible viene de parte de la plebe; y ella llega a tal punto, que es necesario no salir de su casa para no ser insultado o incomodado”. Por lo tanto, El Censor, no es un periódico opositor al director supremo. De hecho, el Patriot Advertiser de Baltimore, quizás inspirado por los porteños desterrados por este gobierno en esa ciudad estadounidense, desafío a El Censor y al resto de la prensa local por su falta de crítica: “nada desconsuela más a los que nos interesamos en su suerte (Provincias Unidas), como el hecho innegable de que los editores de los papeles públicos no se atreven a publicar nada que reflexione sobre la política, o que sea contrario a las miras del Supremo Director”. Luego el texto compara a Pueyrredón con “el despotismo de Robespierre” por “prisiones arbitrarias de los ciudadanos”, “apertura de la correspondencia” y “pruebas numerosas de las violencias y poder arbitrario del Director”, para concluir que “la libertad personal depende únicamente de la voluntad del Director. Basta que se sospeche de que un hombre no es amante del gobierno para que, sin forma de acusación, y menos de un juicio imparcial, sea por la mera voz del Director arrastrado a las prisiones, y transportado a alguna parte del mundo”. El 28 de febrero de 1818, llegó al puerto de Buenos Aires

en la fragata

Congress una delegación de estadounidenses, enviada por el presidente de ese país, para analizar la situación local y así orientar sobre el reconocimiento o no de la independencia. Y cuando los miembros de esta delegación escribieron sus respectivos informes no se pusieron de acuerdo sobre la libertad para la prensa que había en Buenos Aires. En el informe escrito por Mr. Brackenridge se dice: “La prensa era solo comparativamente libre, la conducta de quienes se encontraban al frente del gobierno, no parece haber sido muy escudriñada. Quizá como los dirigentes de la revolución estaban actuando contra un ERNESTO MARTINCHUK

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enemigo común, no era de esperarse que los periódicos atacaran los defectos de familia. Por tanto, había una disposición de condescender, al menos de refrenarse de publicar; quizá el gobierno no podía permitir ser debilitado, mientras requería toda ayuda para darle fuerza”. Como tantas otras veces en la historia, la discusión sobre la libertad de prensa era un debate sobre el grado de apertura de un régimen. Pero el país estaba en el abismo. Conspiraciones en Buenos Aires, los portugueses en la Banda Oriental, Belgrano y Güemes resistiendo en el norte, San Martín al límite en Santiago de Chile, mostraban que estaba en riesgo la supervivencia de la nación. Se trataba de construir una república, pero a la vez se trataba de consolidar la autoridad. En esa tensión se discutía la naturaleza del régimen político, si era el gobierno tan autoritario que ya dejaba de ser republicano. El periodismo se desarrolló en Buenos Aires solamente porque la política así lo requería. Pero, una vez que comenzó, el periodismo tuvo que desarrollar una dimensión profesional para poder hacer lo que la política requería. Una vez que un medio sale a la calle, tiene que satisfacer condiciones materiales, pensar en la audiencia (“nuestros lectores”), en la imprenta, en formas de escritura. La profesión es entonces algo que se va construyendo a medida que se van afrontando esos desafíos. La Gaceta Mercantil Tanto los periódicos como los diarios han sido importantes fuentes de documentación para la investigación histórica de todas las épocas. Es importante recordar que, la primera versión de la historia está reflejada en los diarios. El general Juan Antonio Garretón tuvo una columna especial en La Gaceta Mercantil, Diario Comercial, Político y Literario, que se editó desde 1819 hasta 1852, donde describía los acontecimientos de la marcha en la Campaña militar de Rosas al Desierto (1833-1834)

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En sus notas se pueden apreciar hechos y anécdotas terribles de un pasado muy duro en la vida cotidiana de aquella época en las tierras que ocupaban aborígenes. En una de sus notas decía: “Se dio a la tropa mojada una pequeña ración de aguardiente. El día amaneció malo. Llovió desde las 7 y media hasta las 8 y cuarto de la mañana, cuando ceso y empezó a componerse. Se concretó la distribución de los artículos de guerra. Se pagó hasta fines de marzo a los escuadrones de línea del número 2 y 4 de campaña por los cinco meses que se les adeudaba, este abono lo verificó el comisario, tabla en mano propia”. En otra de sus notas reproducida por La Gaceta Mercantil, que es comentada por Charles Darwin, es realmente dramática, y decía así: “Los indios sienten en la actualidad un terror tan grande, que ya no resisten en masa, cada uno de ellos se apresura a huir aisladamente, abandonando mujer y niños, pero si se logra alcanzarles, se revuelven animados por la furia y se baten contra cualquier número de hombres que sean. Un indio agonizante asió con los dientes el pulgar de uno de los soldados que lo perseguía y se dejó arrancar un ojo antes de soltar la presa. Otro, gravemente herido, fingiéndose muerto, tuvo cuidado de poner un cuchillo al alcance de su mano, a fin de asestar un último golpe. La persona que me daba estos informes añadió que él mismo persiguió a un indio que, mientras le pedía gracia, procuraba disponer sus boleadoras a fin de atacarle con ellas. Pero, de un sablazo lo derribé del caballo y echado pie a tierra, con presteza le corté la garganta con un cuchillo”. Y agrega la nota: “Sin disputa, esas escenas son horribles, pero, mucho más horrible aún es el hecho de que se da muerte a sangre fría a todas las indias que pareen tener más de veinte años de edad. Y cuando yo, en nombre de la humanidad protesté, me contestaron: Sin embargo, ¿qué otra cosa podemos hacer? Tienen tantos hijos estos salvajes. Aquí todo el mundo está convencido que es la más justa de todas las guerras, porque está dirigida contra los salvajes. ¿Quién podría creer que en nuestra época (1819) –comentaba Darwin- se cometan tantas atrocidades en un país cristiano y civilizado. Se ERNESTO MARTINCHUK

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perdona a los niños, que son vendidos a cualquier precio para hacer de ellos domésticos o más bien esclavos, aunque esto sólo sea por el tiempo que sus poseedores pueden persuadirle de que son esclavos. Pero creo que, en general, se los trata bastante bien”. El cura periodista Se trata del notable Castañeda, fray Francisco de Paula, el mismo a quien Capdevila salvara de definitiva condenación general, el que iniciará una cierta forma de periodismo panfletario. Primero fueron cartas abiertas a diestra y siniestra, suscriptas por Bartolo el Tonto, El Hermano Conejo, El Lego de Fray Cipriano o, simplemente, Fray Cipriano, que publica, que envía, que hace pasquines; luego periódicos de vida corta y lengua larga, en tal medida que su propio defensor literario no podrá menos que decir: “¡El huracán que va detrás nada sabe del que pasó adelante! Esto prueba, además, que el buen padre Castañeda desapareció bajo la hojarasca de sus libelos, y vino a ser finalmente el sepulturero de sí mismo”. Su amistad con Senillosa y Los Amigos de la Patria y de la Juventud en 1815, se torna en guerra en 1819 contra El Americano, contra Cavia, contra Juan Cruz Varela, contra Lafinur, en síntesis… contra todos. Publica la Primera amonestación a El Americano y luego la Segunda y amenaza con fundar El Monitor Marrónico o el citador y payaso de todos los periodistas que fueron, son y serán, o el Ramón yegua, Juan rana, Tirteafuera y gerundio solfeador de cuatro sicofanta se presentare en las tablas de la revolución americana , para que Dios nos libre de tantos seudósofos, de tantos duendes, fantasmas, vampiros, y de otras inocentes criaturas que no tienen más manos para ofendernos que las que nosotros les damos. No lo publicó, pero El Americano respondió a su Segunda amonestación con esta cuarteta:

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“¡Oh, vos, gran monitor, porque en la fama Corriendo cual bellaca vaquillona, De vuestra teo-bestiálica persona Lenguas se vuelve, estercolea y brama…” De ahí en más, copla va, copla viene, sonetos y sonetazos, hasta la muerte de El Americano. En

abril

de

Teofilantrópico

1820

publica

Misticopolítco,

Despertador

dedicado

a

las

matronas argentinas, y por medio de ellas, a todas las personas de su sexo que pueblan hoy la faz de la tierra y la poblarán en la sucesión de los siglos. Desde él y en 75 números, hace que distintos personajes se pronuncien contra la federación, califica al general Blasito de chacuaco-oriental, pone en boca de Artigas la frase: “Yo he de limpiar la silla directorial colocando en ella un indio charrúa” y califica a Ramírez de “Panadero desertor. El Despertador, tuvo su suplemento, también por el año 20, año en que se mezclaron junto con El Constitucional e Ilustración Pública con la Flor y Nata de la Filosofía, desde donde Pedro José Agrelo ataca a Fray Cirilo que no era otro que Castañeda. Las Cuatro Cosas o El Antifanático: el amigo de la ilustración, cuya hija primogénita es la tolerancia, el glosador de los papeles públicos internos y esternos; y el defensor del crédito de Buenos Aires y

demás Provincias

hermanas, de Castañeda, sale porque los otros periódicos, “de puro espantadizos le han abierto cancha”. El 25 de marzo de 1820, redactado presuntamente por Fortunato Lemoyne, un nacido en Chuquisaca, aparece El Año Veinte. El 2 de abril el gobernador Sarratea acusa al número 2 de “incendiario y promovedor de la anarquía”.

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Más tarde vio la luz el Desengañador Gauchi-Político federi-montonero, chacuaco-oriental, choti-protector y antirepublicano de todos los hombres de bien, que viven y mueren descuidados en el siglo diez y nueve de nuestra era cristiana, de Castañeda. Este título sufrió dos modificaciones: una, el agregado de “enojadísimo, con todos los hombres de bien”,

otra,

el

reemplazo

de

anti-

republicador por puti-republicador. Relata Arturo Capdevila en “La Santa Furia del Padre Castañeda”, que preguntado: -

¿Puti-republicador, Reverencia?

Respondió: -

Mire amigo. Por el campo y también por la ciudad es muy común enseñar a los hijos primero a decir puta que a persignarse.

Luego vendrían Del Paralipómenon al Suplemento del Teofilantrócico, El Amante del Bien Público; La Estrella del Sud, con Juan Francisco Mota, Avelino Ramón Díaz y Salvador María del Carril; La Legión del Orden o Voz del Pueblo, con Cayetano Campana; Semanario Político, y El Imparcial, cuyo redactor era Pedro Feliciano Cavia que fue clausurado por orden del gobierno el 1ro de marzo de 1821. La vida efímera, poco más de un mes, de La Estrella del Sud, analizaba el federalismo en un artículo titulado “Federación corregida y aumentada con notas”, con la firma de Federi-racional. “… y vamos al caso, Federación han creído algunos, y ha tratado hacer creer a otros que es uno de los diablos más

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malditos… Otros han creído o aparentado creer, que federación y federales era lo mismo que decir “fuera toda clase de mandones y haga cada cual lo que se le antoje, porque la libertad es libre, y en tiempo de guerra el que pilla”… “Partiendo de estos principios se han de deducir las consecuencias de que la federación es mala, los federales malísimos, y los que desean que los pueblos lleguen a federarse dignos de un castigo ejemplar”. Después de exponer su concepto de federación, “derecho que tiene toda provincia de ser un Estado libre… para gobernarse por leyes particulares, con tal que éstas no contradigan a los principios sobre que estén fundadas las generales del Estado”, lanza dura crítica contra el Tratado de Pilar firmado por “los llamados genios” “y que conforme leí… conocí que la pretendida federación no era más que un juego de palabras…” “Como llaman rabones a los Mu… Cuando no tienen rabos en los Cu…” El número extraordinario del 16 de octubre anuncia que deja de aparecer “cuando la intolerancia de escribir se ha establecido por los dicterios y las amenazas”. La prensa en Mendoza La provincia de Mendoza, situada a más de 1.000 km de Buenos Aires, carecía hacia 1810 de todo medio de comunicación. Las carretas y mensajerías que salían de Buenos Aires, debían soportar una riesgosa aventura de más de 25 días de penurias y peligros debido a las correrías de los indios. Se vivía una vida plácida y monótona, con correos muy espaciados que generalmente traían noticias del exterior. Existían tres o cuatro cafés, dos o tres pulperías y algunas boticas, donde se llevaban a cabo despreocupadas charlas y amables disquisiciones filosóficas y literarias. El primer periódico que salió en Mendoza fue El termómetro del día en 1820: Le sucedió La Gaceta, que sólo apareció por cuatro días y luego El Amigo del País.

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José Luis Calle junto con el boticario José María Salinas son los encargados de dar forma a un periódico, dado que eran referentes de un grupo de jóvenes de tendencia liberal y de ideas nuevas que llegaban de cuando en cuando desde Francia. El 23 de setiembre de 1824 aparece El Eco de los Andes. Desde la sacristía de Santo Domingo otro grupo saca El Amigo del Orden para competir con las ideas del anterior. El Eco de los Andes era absolutamente serio. No recurría al uso de viñetas, estaba inspirado en El Argos de Buenos Aires. Se concentraba en cuestiones nacionales y concedía poco espacio a las noticias del exterior. Tubo apenas quince meses de vida y dejó de aparecer el 25 de diciembre de 1825. En principio aparecía los jueves pero a partir del número quince se convirtió en periódico dominical. Llegaron a salir 61 números y su lema era: “Donde la verdad teme hacerse escuchar, la virtud desaparece, porque la fuerza es poderosa”. Sus redactores fueron Juan Gualberto Godoy, Francisco Borjas Correa, Lisandro Calle y José María Salinas, de origen boliviano había sido secretario de Simón Bolivar. De regreso a su patria, fue congresal en el Congreso Constituyente de su país y se pronunció en contra de los promotores del desorden y en contra de las pretensiones de la oposición. El 27 de agosto de 1829 fue víctima de un monstruoso atentado que termina con su vida. Fue arrastrado con caballos por sus verdugos que después de arrancarle los ojos, cortarle los brazos y la lengua, le abrieron el pecho y le extrajeron el corazón. Una horrible venganza contra un hombre que había luchado contra el despotismo desde el periodismo y la política.

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Cese por Cesantía En la proliferación se suceden El Curioso, que redactan Juan Crisóstomo Lafinur y fray Camilo Henríquez, y Doña María Retazos de varios autores trasladados literalmente para instrucción y desengaño de los filósofos incrédulos que al descuido y con cuidado hannos enfederado en el año veinte del siglo diez y nueve de nuestra era cristiana. Desde el sábado 12 de mayo de 1821 hasta el 3 de diciembre de 1825, sale un total de 523 números, 17 extraordinarios y 6 suplementos da cuenta de la vida de El Argos de Buenos Aires, cuyos sucesivos redactores fueron Santiago Wilde, Ignacio Núñez, Manuel Moreno, Esteban de Luca, el deán Funes y la Sociedad Literario de Buenos Aires. Podría afirmarse que la agilidad periodística nace en el país con la aparición de El Argos de Buenos Aires. El historiador Antonio Zinny ha manifestado que fue “uno de los mejores periódicos de su época”. Su primer número salió el 12 de mayo de 1821 y el último el 30 de noviembre de 1825. Tenía una tirada de 500 ejemplares que salían todos los miércoles y sábados a las 12 del mediodía. Costaba un Real, el mismo costo que una onza (30 grs) de rapé francés en la calle del Colegio. En El Argos actuaron como redactores principales Santiago Wilde, Ignacio Núñez y el deán Funes. En sus páginas se trataron los más diversos temas de interés público. Juan Rómulo Fernández en su libro “Historia del Periodismo Argentino” recuerda que “en una de sus primeras ediciones El Argos, dio cuenta del asalto de que fuera víctima en Misiones, por una partida de paraguayos, el naturalista francés Aimé Bompland, plantador de yerbatales y el primero en estudiar científicamente la yerba mate. Tiempo después –añade

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Fernández- saludaba la aparición en Mendoza del periódico titulado: “El Verdadero Amigo del País”. El Argos de Buenos Aires también se ocupó del destierro del publicista y poeta Juan Crisóstomo Lafinur, de Mendoza a San Juan. También informó acerca de los acontecimientos en el Perú, de cuando fueron actores San Martín y Bolivar. Por otra parte, recomendó la candidatura de Rivadavia para la dirección del Poder Ejecutivo de la República”. El espíritu renovador que animó la obra de Rivadavia fue también motivo de comentarios para las naturales inquietudes periodísticas. Y El Argos, en su casi un lustro de vida, puso en evidencia ese soplo vivificador que comenzaba a mudar las estructuras y con ellas, las costumbres del país. El proceso no se detiene y, en cambio, cobrará nuevos impulsos cuando los adelantos de la incipiente revolución industrial, que ya había operado grandes transformaciones en el mundo, se asienten en la Gran Aldea, superadas las diferencias políticas entre Unitarios y Federales, que mantuvieron a la Nación dividida en partes irreconciliables. El Argos de Buenos Aires,

recoge en su páginas las noticias más

importantes de los acontecimientos americanos que le fueron coetáneos, prefiriendo los más próximos: Hay frecuentes alusiones a las invasiones de los gobiernos rivales de la provincia argentina de Entre Ríos, a la guerra contra las provincias unitarias del Río de la Plata y la Banda Oriental del Uruguay, sostenidas por Brasil, entonces bajo la jefatura de un miembro de la Casa de Braganza que ostentaba el fastuoso título de Monarca de Los Reinos Unidos de Portugal, Brasil y la Islas Argarves. Aparece El Argos como defensor de los orientales, llegando a justificar la política represiva que ejerció el célebre caudillo uruguayo Artigas y dedicando especial atención al proceso de esta guerra. Cuando un grupo d enemigos de Artigas proclamó en Montevideo, plaza entonces en poder de las fuerzas realistas, su ERNESTO MARTINCHUK

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incorporación al Brasil, El Argos publicó una separata conteniendo, íntegro, dicho documento al que luego le dedicaría numerosos y violentos comentarios. Bien cortados y breves artículos sobre economía, obras públicas, modificación de los derechos aduaneros, funcionamiento de los abastos públicos, bibliotecas públicas, reformas necesarias en la policía, noticias estadísticas del movimiento de la población, el proyecto de la constitución de un banco argentino y, por último, sobre los espectáculos teatrales. Alaban el noble espíritu que orientaba a los periodistas rioplatenses. La causa americana que se combatía en todo el continente; el armisticio suscripto por Bolívar y Murillo en Nueva Granada; la referencia a la dualidad de “gobiernos existentes en el pequeño país negro americano de Haití, bajo el doble gobierno del cruelísimo rey Cristóbal y el benévolo y dulce amigo de la Humanidad, el presidente Petion”, con quien la Argentina simpatizaba, también era comentados. En El Argos, en más de una ocasión, y durante cierta época, no aparecían noticias acerca de la Campaña de San Martín en el Perú, pero a medida de que los triunfos de éste se sucedían sus columnas tuvieron que señalar esas victorias. Por otra parte, comentaron el juicio del periódico sobre Bolívar, el presidente de los Estados Unidos, John Adams y la cita que hace el político francés Constant, del tratadista liberal Abate del Prado y del economista inglés Adam Smith, donde confirman el espíritu que movía a aquella empresa intelectual que no era exclusivamente americana –dicen- pujes llegaba a recoger simpáticamente los efectos de la Revolución de El Riego, en España y la lucha de los griegos contra sus opresores. Tanto el Acta de la Independencia de Guatemala, el Tratado de Córdoba, como el Acta de la Independencia de México, son otros de los temas del periódico. Característico también, del espíritu que animaban a su redactores es que aplaudían con verdadero entusiasmo, la aparición de cualquier órgano de la prensa en el continente y hasta en misma ciudad. ERNESTO MARTINCHUK

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“La publicación de este periódico ceso por haber sido los Editores despedidos de la imprenta del Estado –dice Zinny- y a pesar de haberse dirigido a todas las imprentas de Buenos Aires y haber ofrecido cualquier precio que se les quisiese imponer, sin reservarse la menor parte de las utilidades no ha podido conciliarse la publicación”. Esto demuestra una rebuscada forma de censura… En su último número, el 212 del sábado 3 de diciembre de 1825, anunciaba “la aparición de una publicación anual a partir del mes de enero de 1826”, y agregaba que “cada ejemplar valdrá tres pesos para los suscriptores y cuatro para los que no lo sean. Su redactor será Mr. Blondel, de nacionalidad francesa, jurisconsulto y antiguo bibliotecario”. El objeto de este periódico llamado el Almanaque de Comercio, era presentar una idea, año por año, del “estado del país”, en sus distintas relaciones, y como un “punto de comparación entre el presente y los años anteriores”. Comprenderá –se informaba- detalles curiosos e importantes de los diferentes géneros de industrias, y servirá a los extranjeros para tener un conocimiento pleno del país que vienen a habitar, y a los hijos de él para poder juzgar a los progresos que vayan adquiriendo”. “Una obra de tal magnitud merece la protección del público” –decía- “y si a su importancia se le agrega un buen desempeño (que tenemos derecho a esperar por la capacidad e instrucción de su autor), ella contribuirá a fijar la opinión ventajosa que tiene Buenos Aires en la

consideración

de

los

hombres

ilustrados

e

imparciales”. El artículo también señalaba: “esta publicación se vende por mayor y menor”. Más que una revista, era una guía comercial que aspiraba en sus próximas ediciones a presentar el estado del comercio “en las cuatro partes del mundo que estaban relacionadas con la América del Sur, y los nombres de los principales negociadores de esto países”. Su director pensaba que tanto los comerciantes, como los dueños de los talleres, se convencerían de la conveniencia de que los artículos y géneros que constituían ERNESTO MARTINCHUK

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la base del comercio o profesión se registraran en la publicación y que “los habitantes y extranjeros consultarán diariamente”. Esta revista comercial luego de su presentación en 1826, dejó de salir por dos años, apareciendo nuevamente en 1830, 1831 y finalmente en 1834 hasta 1865 con el nombre de Almanaque Agrícola, pastoril e Industrial En la presentación de su contenido especificaba: “Todo lo que

es

relativo

al

gobierno,

a

los

ministerios,

administraciones, sean públicas, sean particulares, y, en general a todos los establecimientos, por orden alfabético, y en fin, los varios estados y profesiones en que están ejercitados en esta ciudad y además, todo cuanto tiene relación a la agricultura de las provincias del Río de la Plata; al comercio de las principales ciudades de los dos hemisferios; a su moneda; cambios; pesos y medidas que se usan en ello, etcétera”. Blondel afirmaba que los registros de patentes que se les había comunicado “nos han dado un conocimiento bastante positivo sobre el género de mercancía o de profesión, pues que están sólo designadas por las denominaciones: almacén, tienda, pulpería, boliche, etcétera”. Otro tanto sucedía respecto de los que profesaban el comercio como los médicos, cirujanos, abogados, escribanos y otros a quienes el público acude casi diariamente. En la primera edición, su editor se disculpa diciendo: “no hemos podido, en este número tratar como lo deseábamos la parte de la economía rural; porque es necesario, ante todo, examinar el terreno, para dar nociones exactas sobre los diversos ramos de la agricultura del país”. No caben dudas que las publicaciones del Almanaque de Comercio tienen un interesante material para realizar un estudio interno del Buenos Aires de principios del siglo XIX. ERNESTO MARTINCHUK

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También en 1821 aparecieron: Eu nam me meto con ninguem, redactado pro Casteñeda; El Patriota, a cargo de Pedro Feliciano Sáenz de Cavia, y La Matrona Comentadora de los Cuatro Periodistas, también del prolífico Castañeda. Gran cantidad de periódicos En el año 1822 aparecen en Buenos Aires 16 nuevos periódicos políticos, cifra nunca alcanzada excepto en 1831. Muchos de ellos carecen de fecha, cosa corriente en el período 1820-1830, como si el proceso, tan confuso, tuviera su correlativo reflejo en la prensa política de la década. El Centinela El 28 de julio de 1822, con la redacción de Juan Cruz Varela e Ignacio Nuñez, aparece El Centinela, que traía como epígrafe: ¿Quién vive? La Patria. Defensor de la política de Bernardino Rivadavia, en su primer número, por vía de introducción, decía: “… han sido casi tan numerosos los periódicos que han caído, como lo han sido los gobiernos que se han alzado, y acaso de aquí ha nacido también el que raro es el editor o escritor público que no haya obtenido por recompensa una proscripción o un destierro. La misma cuenta ha

salido al valiente

que censuraba los actos de poder, que al que tenía frente para a vivir ante el poder postrado de rodillas. Aun los que se han denominado imparciales han corrido cuando menos la triste suerte de ser tildados como egoístas, tímidos o hipócritas”. Por eso es que no aspira a que se le atribuya ninguno de los tres caracteres de los escritores del día: opositores, imparciales o ministeriales. “El Centinela quiere únicamente que todo el mundo se persuada que él vivirá siempre ALERTA”.

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El mismo mes de julio apareció El Ambigú de Buenos Aires (por una sociedad de amigos del país), anónimo del que sólo se publicaron tres números. En el último y como una premonición, decía: “… si se sancionara censura los suscriptores no recibirán el número que falta para llenar la suscripción”, y efectivamente no lo recibieron. En franco enfrentamiento contra El Centinela, ¿Quién vive? La Patria, el 8 de agosto fray Cayetano Rodríguez da vida a El Oficial de Día. ¿Quién vive? La religión y la Patria, que se oponía a las reformas de Rivadavia en materia religiosa. La disputa sube de tono en fábulas, adivinanzas y rimados: “Persuadiendo a una niña cierto fraile que era grave pecado el ir a un baile…” Entrado setiembre, con la primavera, la lucha cobra nuevos bríos. El 9 aparece La Guardia Vendida por el Centinela y la Traición Descubierta por el Oficial de Día. ¡Ausilio! ¡Ausilio! La Patria está en Peligro. ¿De quién es? Por su puesto del cura Castañeda. Dice Capdevila: “Volvía la costumbre de fijar leyendas de ignominia en las paredes o de arrojar sigilosamente en las salas de fiesta infames papeluchos anónimos… Y tremendas coplas anticlericales, nacidas en el perpetuo certamen de los cafés… “Sale un fraile de un pajar Limpiándose las rodillas, Y una mujer las costillas… Y luego quieren negar.”

El 24 de setiembre Francisco de Padua Castañeda saca La Verdad Desnuda, es que circula El Lobera del año Veinte o el Verdadero Anticristo, abordado por el último esfuerzo del vacilante e inicuo poder de las coronas cerquilladas, cuyo redactor es José María Calderón. Salieron sólo 3 números. El tono y el vocabulario de la disputa reclamaban que ánimos. El

se tranquilicen los

Lobera llamaba a Castañeda: “fraile bigardón, desvergonzado,

alcahuetón, forzador, ladrón, borracho, lobera y logista” y le gritaba: “¡Lobera! ERNESTO MARTINCHUK

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¡Loberón! ¡Alabada se la madre que te parió tan ingenuo y sinvergüenza” Y no eran distintos los versos que le dedicaba: “Cerquillado bnorrachón, Prostituído y asqueroso, Y además de esto, potroso Castañeda bigardón”.

Nadie se salva: vivos, muertos, mujeres… Todavía sacó otro: El Lobera de a 36 Reforzado, que salió en octubre y se conocieron sólo dos números. El 29 de octubre se vio el Prospecto de El Padre Castañeda, que no llegó a aparecer, redactado por el citado fraile. Es que en el número 14 de El Centinela, se lee, el 27 de octubre y con el título de “Juicios de Imprenta”, que se instruye contra Calderón y Castañeda por El Lobera y

por La Verdad

Desnuda, respectivamente. Calderón renunció a su empleo en la Secretaría de Hacienda y Castañeda huyó a Montevideo. El fiscal había pedido 10 años de destierro. El juicio volvió a primera instancia, pero ante la ausencia de Castañeda el procedimiento quedó suspendido, dándose orden a la policía para que los buscara. Como si viera en otro mundo, el 19 de noviembre de 1822 apareció El Correo de las Provincias, primer periódico que se ocupó de analizar los problemas del interior. Lo redactaba Fortunato Lemoyne, pero sólo salieron 17 números. Al despedirse dijo “Tal vez vuelva a aparecer… si encuentra al país unido…” Lamentablemente, no pudo. Nuevo año con nueva prensa Como si el nuevo año quisiera borrar la procasidad periodística del anterior, el 2 de enero de 1823 aparece Diario de Buenos Aires, otro híbrido político, de carácter anónimo, cuya principal preocupación está en los avisos, los remates y las ventas. Después viene El Pueblo, del que salió un solo número, Diario del Ejército y Los Locos son los Mejores Racionadores, cuyo único número, del

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4 de abril, redactado por Pablo Ramírez, dio origen a una acusación y al destierro por un año de su redactor… El 25 de mayo de 1823, con la conducción de Francisco Agustín Whright y Angel Saravia, salió Teatro de la Opinión, periódico adicto a Rivadavia. La respuesta no se hizo esperar y el 28 de agosto salió a la calle El Ciudadano Imparcial, opositor al primero que, por su parte, llamaba a El Ciudadano “ministerial”. La más importante publicación de este año fue, sin duda La Gaceta Mercantil, que nació el 1ro de octubre de 1823. Fueron sus redactores Esteban Hallet, Santiago KIiernan, José Rivera Indarte, Manuel Irigoyen, Pedro de Angelis, Nicolás Mariño, Benjamín Gorostiago, Bernardo de Irigoyen y Avelino Sierra. Defensor vehemente de la política de Juan Manuel de Rosas. ¡Viva la Confederación Argentina! ¡Mueran los Salvajes Unitarios! Expresiones que se repetían al comienzo de cada información. Después de 8.473 números, desapareció el 3 de febrero de 1852, al ser vencido Rosas en Caseros. Finaliza el año con la aparición de El Republicano, un opositor al gobierno de Martín Rodríguez, del que salieron 26 números y un suplemento. En 1824, sale un solo número de Carnicería Política, redactado por D.P. Ramírez; Periódico Argentino, que publicó el prospecto y más tarde aparece con El Argentino. Antón Peluca, padre de la señora Doña María Retazos, ausente en Santa Fe, redactado por Juan Cruz Varela, cuyo único número - se desconoce si existió el segundo- fue acusado por el agente fiscal del crimen. El año 1824 finaliza con la aparición de El Argentino, cuya redacción está a cargo de Manuel Dorrego, Pedro Feliciano Sáenz de Cavia, Baldomero García y José Francisco de Ugarteche, periódico federalista, que desató sus furias contra el Congreso y contra el gobierno. El primer número salió el 17 de diciembre.

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Seis día más tarde, Valentín Alsina, Ignacio Núñez y Pedro Feliciano Sáenz de Cavia, sacan El Nacional. Después vendrán El Protestante Recién Convertido, El Sol de las Provincias Unidas, El Amigo de Dios y de los Hombres y El Americano Imparcial, que se ocupó especialmente del matrimonio entre los religiosos. Según comenta Zinny: “Parece que sus doctrinas son basadas en una obra impresa en Londres en 1815, titulada “Observaciones sobre los inconvenientes del celibato de los clérigos”.El 23 de febrero de 1825 sale a la calle El Ciudadano, redactado por Pedro Feliciano Sáenz de Cavia, que hace triplete con El Argentino y El Nacional. Por otra parte, el 28 de marzo sale un solo número de El Eleccionero, de Ventura Arzac, que dice: “Este periódico se publicará infaliblemente, a ocho días de cada elección. A los señores de la oposición se darán de balde todos los números menos este”. Generosidad que no llegó a concretarse porque no volvió a salir. Más tarde salió El Piloto, redactado por Antonio Díaz, que enfrentó al periódico cordobés El Cristiano Viejo, que indicaba que “todo culto que no sea precisamente el católico debe ser prohibido…”. Para El Piloto –cuyo primer número aparece el 8 de junio de 1825- los principios de Cristiano Viejo son tan viejos como su título. En octubre salió Derechos del Hombre y en noviembre Mensajero Argentino, defensor de la política de Rivadavia, cuya redacción estuvo a cargo de Florencio Varela, Valentín Alsina, Francisco Pico, Juan Cruz Varela y Agustín Delgado. En 1826, se publicaron catorce nuevos periódicos. El 8 de febrero Bernardino Rivadavia asume la presidencia y el enfrentamiento interior se verá reflejado en la prensa política, a través de Papel sellado, de Santiago Wilde, El Rayo, Claras Verdades contra Oscuros Embrollos, Observaciones, El Avisador. El 28 de febrero salió La Verdad sin Rodeos, un verdadero periódico nómade que empezó en Buenos Aires, siguió en Córdoba y terminó en Corrientes. Su

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redactor fue Ramón Félix Beaudot, aquel de la “maldición” en El Defensor de la Patria, al que sus colegas llamaban “periodista ambulante” Luego vinieron El Correo Nacional, con José Joaquín de Mora, The Cosmopolite, L´Echo Francais, de Juan Lassere –arrestado el 2-2-1827- The British Packet and Argentine News, -tres publicaciones que también se dedicaron a analizar la política-, El Duende de Buenos Aires, que atacaba “la ambición inmoderada del general don Simón Bolivar”, El Tribuno, con Cavia, Dorrego y Ugarteche a quien El Mensajero Argentino, en el número 170 trataba de “anárquico y plagiario”. El 11 de diciembre nació El Cincinato, cuyo redactor fue José María Márquez. Este periódico fue juzgado, debido a una acusación fiscal, el 10 de marzo de 1827. Como consecuencia del fallo del Juri de enjuiciamiento que consideró que sus notas eran “abusivas y criminales”. Márquez fue condenado y se le prohibió continuar publicando y desterrado por 6 años, pena esta última que fue reducida a 6 meses y el condenado cumplió en Tandil. Ese año se cerró con El Investigador, que apareció el 21 de diciembre. Florencio Varela Florencio Varela vivió entre 1807 y 1848, periodista, jurisconsulto y político argentino, fue uno de los protagonistas más encarnizados en la lucha contra el despotismo a través de la prensa. En Montevideo, suelo de su prolongado exilio, editó y dirigió El Comercio Del Plata, diario que fue tribuna, durante muchos años, de la libertad de pensamiento, fue asesinado el 20 de marzo de 1848. Sus hijos Luis Juan Cruz, Mariano, Horacio Rufino y Héctor Florencio, continuaron su labor en el diario La Tribuna, donde compartieron los ideales de su padre. Más tarde sacaron a la calle La Tribuna de los Varela. Mariano Trabajó como tipógrafo en el periódico Journal de Comercio en Santa Catalina, Brasil y en Buenos Aires primero dirigió el diario El Progreso y más tarde, El Guardia Nacional. ERNESTO MARTINCHUK

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No conciliaron José Joaquín de Mora y Pedro de Angelis decidieron, de común acuerdo, editar un periódico al que llamaron El Conciliador. Editaron el número 0 y el primer número, que fue el único ya que los redactores de El Conciliador, no llegaron a conciliar. Esto no fue impedimento para que ambos quedaran al frente de La Crónica Política y Literaria de Buenos Aires, periódico oficial del gobierno de Rivadavia. The American, en inglés, reinicia la lista , que continúa con El Constitucional, redactado por Gallardo y de Mora, que fue acusado “por abusos de la libertad de la imprenta”, L´Abeille, en francés y redactado por Juan Lasserre, El Avisador Universal y La Atalaya Republicana, a cargo de Fernando Cordero, Joaquín Culebras y el antes desterrado José María Márquez. La Atalaya estaba enfrentada con El Granizo y El Porteño que utilizaba una terminología nada académica. Después de 25 números dejó de salir por no contar con respaldo económico. Asume Rivadavia Bernardino Rivadavia fue nombrado Presidente de las Provincias Unidas del Río de la Plata, cargo creado por ley del Congreso el 8 de febrero de 1826. Comienza así a debatirse la forma de Estado que deben adoptar las provincias y empieza a profundizarse la antinomia entre federales y unitarios. Durante el gobierno de Rivadavia quedó abolida la costumbre de comunicar las resoluciones gubernativas al pueblo, por medio de bandos y se informaba que: “Un notario, acompañado de tropa y a veces de música, proclamaba en voz alta, en cada bocacalle, el decreto gubernativo” Debemos agregar que los decretos –antes, durante y después- se sucedían con asombrosa rapidez, dado que se daban marcha y contramarchas, dadas

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las vacilaciones que sólo se pueden justificar por las dificultades e inexperiencias, lo cual daba un marco de coloridas características. Rivadavia puso punto final a los bandos resolviendo que las disposiciones del gobierno se hicieran conocer a través de un boletín oficial, para lo cual la Gaceta de Buenos Aires, dejó de aparecer como

el periódico de la

Revolución de Mayo. Rómulo Fernández, en su libro “Historia del periodismo argentino” señala al respecto: “Los últimos años de ese periódico, -refiriéndose a la Gaceta de Buenos Aires- fueron de franca decadencia. Al ministro Bernardino Rivadavia, cuyo nombre estuvo vinculado a la “Gaceta” desde la época del Triunvirato, le tocó extender la partida de defunción, al haber convertido al periódico, por decreto de fecha 11 de setiembre de dicho año (1821), en boletín oficial. Fue un final silencioso. Ni siquiera hubo epitafio en las exequias”. La lectura de bandos era una costumbre de principios del siglo XIX, que arranca en la época de la dominación española. Luego los periódicos de ese entonces publicaban informaciones en forma precaria y solían predominar las que les proporcionaban los distintos vecinos del lugar.El enfrentamiento entre dorreguistas y rivadavianos se acentuó a nivel periodístico con la aparición de El Correo Político y Mercantil de las Provincias Unidas del Río de la Plata, largo título que parecía uno de esos que ponía Castañeda a sus panfletos y que hizo que desde el tercer número se redujera simplemente a Correo Político y Mercantil. Fueron sus redactores Manuel Moreno, Francisco Agustín Wright y Pedro Feliciano Sáenz de Cavia, dorreguistas “a muerte”. El periódico fue dos veces acusado, una por Alvear y otra por Gallardo. Precisamente Manuel Bonifacio Gallardo, juntamente con Juan Cruz

Varela

iniciaron

la

empresa

simultáneamente, con la colaboración

de

El

Porteño

y,

de Florencio, Jacobo

Varela y Francisco Pico, editaron El Granizo, con los cuales

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apuntaron sus cañones a Dorrego. Un infierno La Gaceta Mercantil del 3 de noviembre de 1827 anunciaba mediante un Prospecto que el día siguiente, domingo, aparecería El Infierno, y justificaba la salida en domingo “para que todos lo lean con sosiego”. El prospecto no tiene desperdicio, si El Infierno hubiese aparecido. “La libertad de prensa ha tenido sus épocas en nuestro país, unas veces tan moderada que pareciera estar ya perfectamente constituido, otras ha degenerado en una licencia tan espantosa, que podía dudarse de su ilustración. Papeles incendiarios, sin plan alguno ostensible, satíricos con grosería, desvergonzados hasta lo infinito, en fin, capaces de alarmar el espíritu más tranquilo. Nosotros creemos hallarnos en esta segunda época, y cabalmente en la que deseábamos para poner en planta nuestro proyecto. Hasta el presente nos hemos abstenido escribir por el temor de la alarma de la sociedad y por evitar la pena que nos impusieren los jurados. Felizmente la experiencia ha venido a desvanecer nuestros temores, y estamos resueltos a escribir. Hemos registrado casi todo lo que se ha escrito en la revolución, y nada hemos hallado que se parezca al plan que tenemos. El título de nuestro periódico será El Infierno. En él nos ocuparemos de todo lo que tenga relación con la vida privada, respetando solamente el honor de las mujeres, por lo demás hablaremos del gobierno, de los magistrados, de la conducta de los empleados, de los militares, de los sacerdotes, de los escritores del día, de los hombres que han figurado en revolución, provocaremos el castigo de los que nos parezcan malvados; daremos varios artículos sobre la utilidad de la sedición, del asesinato, del estupro, del adulterio, en fin, nada, nada, nos quedará que decir. Como no escribimos por interés, dos mil ejemplares de nuestro primer número se repartirán gratis. En él se avisará el precio que han de tener los demás, se entiende para el que quiera pagarlo, porque también se dan de balde. Este periódico se publicará el domingo para que todos lo lean con sosiego, y porque también hablaremos en favor del ateísmo, que es la religión que profesamos. Excitamos a los que se creen ofendidos a que nos acusen, nada tememos, porque a todo estamos dispuestos”. ERNESTO MARTINCHUK

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El Sol de Mayo de 1810, en La Atalaya, nació amenazando que “si es provocado… se esconderá en las nubes… y no cesará hasta que destruya a los que vanamente traten de atacar al Sol”. Su redactor, el ya conocido José María Márquez, fue condenado, preso y desterrado en 1828. Periodismo pasquinero Durante el gobierno de Dorrego, iniciado el 13 de agosto de 1827, recrudeció el periodismo pasquinero. Dice Vicente Fidel López en “Historia de la República Argentina”: “Diariamente estaban expuestos en la picota de la vergüenza pública los nombres más visibles de la sociedad. Si había alguno que tenía la debilidad de teñir sus canas por vanidad o la desgracia de padecer enfermedades ocultas, allá iba al viento de la publicidad, la burla de las familias y de las escuelas con el apodo de ´Don Hemorroides´, ´Untos´, ´Emplastos´, ´Beato´, etc”. Y Groussac, en “Estudios” afirma que las publicaciones eran “presas pasquineras, llena de injurias soeces y alusiones vergonzosas; sátiras de sal gruesa, en prosa y verso, apodos insultantes y gracias de aldea”. Por su parte Tonelli afirma en “Manuel Dorrego, apóstol de la democracia”: “Tales periódicos no tenían respeto por nada, ni por nadie. Usaban y abusaban de motes ofensivos. Así, por ejemplo, a Rivadavia le llamaban ´El sapo del Diluvio´, a Grela, ´Granizo´, a Moreno ´Oxide´, a Cavia ´Unto´, a Pacheco ´Espuela´, a Anchorena ´Plata blanca´”. Así fue que en ese 1818, de “la chunga pasquinera”, en que apareen La Gaceta Comercial; Causa Célebre de Buenos Aires, de Anchoris; El Liberal, de Bernabé Guerrero Torres y Manuel Araucho; Le Censeur, de Juan Lasserre; y una larga lista de “rosados”, llamados así porque eran impresos en ese color de papel. El 1ro de junio de 1828, la Sala de Representantes sancionó una disposición penando a quienes publicaran “impresos que ataquen a la religión del Estado,

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que exciten a sedición, o trastornar el orden público, o a desobedecer las leyes, o a las autoridades del país”… Precisamente es esta ley, la que se le aplicó a Ramón Anchoris para apresarlo y secuestrar los ejemplares de su Causa Célebre de Buenos Aires. El Diablo Rosado, de Juan Lasserre, después del primer número pasó a llamarse El Diablo Rosado más Diablo que El Tribuno. Lasserre fue condenado a no poder publicar por 4 meses. Luego sacó El Hijo Mayor del Diablo Rosado. Tan Diablo como el Padre, que algunos atribuyeron a Juan Cruz, José y Florencio Varela. En mayo apareció El Hijo Menor del Diablo Rosado. Tan Diablo como el Padre, por el que Lassere fue juzgado y condenado a prisión y multa. Si algo le faltaba a El Diablo Rosado, se completó con El Hijo Negro del Diablo Rosado. Tan Diablo como su Padre, del que sólo salieron 3 números. El 1ro de mayo de 1828, en forma de diario –políticoliterario-mercantil- aparece El Tiempo, en cuya redacción figuran

Florencio y Juan Cruz Varela, Valentín Alsina,

Bernardino Rivadavia y Manuel Bonifacio Gallardo. Acérrimo defensor de Lavalle. El Tiempo descargó sus columnas sobre el gobernador Dorrego. En él escribió Juan Cruz Varela el 25 de junio de 1828: “Esta fluente benéfica –el periodismo- destinada a satisfacer al pueblo su sed de conocimiento, se ha enturbiado… los periódicos todos se han alistado bajo las banderas de algún partido político, y ha defendido su causa con un ardor fanático, semejante a los de las guerras de religión. La imprenta se ha hecho la arena donde se han dado las grandes batallas: la intolerancia y el encarnizamiento de las opiniones políticas, que nada perdonan, o respetan muy poco, no es ciertamente, el mejor medio de ilustrar”.

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La espada y el lucero Redactado por José María Márquez, el 28 de junio de 1828 salió sólo 14 números, La Espada Argentina, enfrentada a El Liberal, El Constitucional, El Porteño y El Granizo, “vendidos a las máximas y principios de los tiranos”. Después vinieron Diario Comercial y Telégrafo Literario y Político, Boletín del Gobierno, - que apareció después del fusilamiento de Dorrego-, Le Spectateur Francais, -que incursionó en nuestra política-, El Vigilante, El Pampero, El Lucero y Diario Universal. El Pampero, que tenía como redactor a Manuel Bonifacio

Gallardo

y

contaba

con

la

colaboración de Juan Cruz Varela, apareció el 17 de enero de 1829, como defensor de Lavalle. Firmada la convención de Cañuelas entre Lavalle – gobernador provisorio de Buenos Aires- y Rosas, -Segundo Comandante General de Campaña- El Pampero dejo de salir. La Convención de Cañuelas del 24 de junio había establecido en su artículo 7°: “Ningún individuo, cualesquiera clase y condición que sea, será molestado ni perseguido por su conducta u opiniones políticas anteriores a esta Convención: las autoridades serán inexorables con el que de palabra o por escrito contravenga a lo estipulado en este artículo”. Sin embargo, con fecha 24 de diciembre de 1829, Rosas dispuso la formación de una Comisión para que realizara una “. En cuanto a El Lucero, dirigido por Pedro de Angelis, fue un eficaz colaborador político del régimen que se avecinaba, aunque desapareció el 31 de julio de 1833, durante el gobierno de Balcarce.

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Dirigido y editado por una mujer En 1830, bajo el primer gobierno de Juan Manuel de Rosas aparecía en lo que hoy es la ciudad de La Plata, La Aljaba, el primer periódico dirigido y editado por una mujer que se editó en la Argentina. Petrona Rosende de la Sierra, catalogada como una mujer distinta a las de su época, fue editora y directora de este periódico feminista del cual se imprimieron, en la imprenta del Estado, sólo dieciocho números entre 1830 y 1831. Esta revista exhibía en su portada dos leyendas: “La Aljaba, dedicada al bellos sexo argentino” y otra más contundente, “Nos liberaremos de las injusticias de los hombres, solamente cuando no existamos entre ellos…”. Los mal intencionados de la época adjudicaban la publicación a un impostor que se hacía pasar por su representante. En el mismo año, en el mes de octubre, aparecía el semanario La Argentina, totalmente escrito por una mujer. Su formato era muy diferente al de los diarios de la época, tenía 15 x 30 cm y a diferencia de la anterior, La Argentina no tenía como objetivo, la reivindicación de la mujer. Publicaciones en 20 años Antes de pasar al análisis de las publicaciones que vieron la luz en la década de los años 30 del siglo XIX, es conveniente señalar que la profusión de hojas no ha respondido a un alistamiento –como lo creyó Juan Cruz Varela- “bajo las banderas de algún partido político”, por la sencilla razón de que no había partidos políticos, sí facciones, grupos o sociedades. Por otra parte, muchas publicaciones fueron de gestación unipersonal, de incógnita o directamente anónimas. El historiador Antonio Zinny muestra un cuadro esclarecedor sobre las publicaciones.

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Año

Periódicos publicados

1801 1802 1803 1804 1805 1806 1807 1808 1809 1810 1811 1812 1813 1814 1815 1816 1817 1818 1819 1820 1821 1822 1823 1824 1825 1826 1827 1828 1829 1830

1 2 1 1 1 1 1 1 3 2 4 3 3 7 10 7 8 6 17 18 23 13 15 14 29 22 18 13 19

Periódicos nuevos 1 1 1 2 3 1 1 5 6 1 4 3 15 9 16 7 10 8 14 13 14 8 13

Cabe señalar que, en esta tabla, es muy difícil señalar lo que hoy calificamos como un “periódico político”, pero todas las publicaciones –aún las de avisoseran publicaciones políticas. Esto cambiaría con el nacimiento de los partidos políticos, las organizaciones obreras, y una más clara y definida manifestación del conflicto social. Permiso previo Junto con The Anglo Argentine, del que sólo salió un prospecto con el Registro Provisorio del Gobierno de Buenos Aires, y con una Gaceta de los Enfermos, que dirigía Pedro Martínez, en 1830 apareció El Mártir o Libre, de redactor anónimo. Este había fijado como objeto del periódico que fuera

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“censor de la arbitrariedad, amante de la justicia y el baluarte de la libertad de sus conciudadanos”. Su redactor fue arrestado… Pedro Feliciano Sáenz de Cavia “con el dolor de la muerte de Dorrego y las amarguras de sus propias andanzas, funda el 6 de julio de 1830 El Clasificador o El Nuevo Tribuno. A pesar de ser una hoja federal y contraria al levantamiento del 1ro de diciembre, por decreto del 29 d enero de 1832, Rosas dispuso la clausura definitiva. Desde entonces no se pudieron montar imprentas ni publicar periódicos sin el permiso previo del gobierno. Luego salieron: Periódico de Buenos Aires, El Gaucho, El Torito de los Muchachos y El Mercurio Bonaerense. El año 1831 fue de intensa actividad periodística, aunque con gran cantidad de pasquines, simbolizados fundamentalmente por los “Toros” y los “Gauchos”. Mientras tanto, El Diario de la Tarde, tuvo como redactores a Pedro Ponce, Federico de la Barra, Simón Méndez, Lázaro Almada y Cayetano Casanova. De la Barra fue el último y publicó “La vida de un traidor: Justo José de Urquiza”. El Desengaño, de José Indelicato, incursionaba en la medicina popular; El Telégrafo; El Defensor de los Principios de M. Le Roy o La Verdad contra el Engaño; De cada cosa un poquito que como “no tenía ya deseos de vivir, había hecho sus arreglos para impartir su espíritu a otros dos seres en forma de periódicos”. Ellos serían El Gaucho y La Gaucha. El primero traía como lema: “Abajo unitarios, unitarios abajo”. El segundo “Abajo unitarios, Fangueiros abajo”. Ambos redactados por Luis Pérez. Finaliza el año con la aparición de Grito de los Pueblos, Circular Marítima, La Lechuza, The Cosmopolitan, El Republicano –que por falta de suscriptores sólo saco un número- Le Flaneur, ERNESTO MARTINCHUK

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de Pedro de Angelis, y El Cometa Argentino que fue cerrado por orden de Rosas después de 23 números. Desde enero de 1832 hasta el 13 de abril de 1835, en que llega a la gobernación de Buenos Aires, por segunda vez Juan Manuel de Rosas, se da en el periodismo argentino un doble proceso: incremento de la producción periodística, como consecuencia de la agudización de los conflictos, y aumento de las hojas anónimas, de corta vida y agresivas. Buzón Argentino, La Viuda de un Pastelero, Precio Corriente Semanal – trilingüe- y El Telégrafo del Comercio en 1832. Ya en 1833 le siguen El Loco “Machuca Batatas”, periódico calificado como “el más asqueroso que ha aparecido”. El Conciliador, El Relámpago –crítico, satírico, epigramático, federal y antianarquista-, El Copidador, El Cacisque Chañil, El Avisador, El Negrito, La Negrita, El Escarmiento de un Unitario, que también se llamó La muerte de un unitario o El chasco de un usurero y Los cueritos al Sol… El anuncio de la salida de Los Cueritos al Sol, que apareció en El Defensor de los Derechos del Pueblo, fue recogido por Zinny que dice: “Nuevo periódico; se publicará mañana a la tarde (3 de octubre) sin falta, por esta imprenta. Los señores que gusten favorecernos con algunos materiales – aunque tenemos de sobra- respectivamente a la vida privada de los A…Z…M…G…M…A..., Da E.E…, Da P.E…, Da A.R…, Da M de M… y de cualquier otra persona del círculo indecente de los apostólicos, todo, todo será publicado sin más garantía que la de los editores. También malvados, y os enseñaremos cómo se habla de los hombres de bien. Los Editores”. El alboroto fue general. Zinny sólo reproduce las iniciales pero el aviso trata los nombres y apellidos completos. Los Cueritos al Sol no llegó a aparecer porque el gobierno conminó a todos los impresores de la ciudad con lo que a muchos volvió la calma al cuerpo. Dime con quién andas, La opinión pública, Don Cunino, La Ticucha, El Independiente, Misceláneas de las Damas, El Diario de Comercio de la ERNESTO MARTINCHUK

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Mañana, El Iris, El Patriota Bonaerense, El Defensor de los Derechos del Pueblo y Los Muchachos, son también publicaciones del año 33. Tanto El Defensor, que era un diario liberal, como Dime con quién andas, fueron acusados “por atacar al honor de las familias y de los individuos, al decoro y respeto del Gobierno, ajados de un modo nunca visto; al crédito de un país ilustrado, donde ha nacido en que será difícil creer a la distancia que hayan podido tener unas producciones tan inmundas”. En cuanto a Los Muchachos, se mostraba con una horca y una calavera en la tapa. El 30 de junio de 1833 aparece con la redacción de Carlos Terrada, El Látigo Republicano –periódico biográfico, político, ultraapostólico y enemigo decidido de todo lo que huele a absolutismo y compañía-, al que le suceden El Restaurador de las Leyes, de De Angelis,

El

Rompe-Cabezas,

otro

“de

los

más

asquerosos que ha aparecido”, El Amigo del País, con la redacción de Ángel Navarro, Juan María Gutiérrez y Marco Avellaneda, cuya cabeza mandara cortar Oribe y clavada en la picota en la plaza de Tucumán en 1841, que hiciera escribir a Rosas en una carta a aquel: “Es todo de la mayor importancia. La mandé celebrar con salvas y otras demostraciones de justo regocijo”. Luego vinieron El Carancho, El Constitucional de 1833 y El Aguila Federal, que defendía con todo ahínco el fusilamiento del mayor chileno Montero. Más tarde El Gaucho, Confesión de un Cismático, Crítica de unos tenderitos, por algunas señoritas que recorren tiendas sin gastar un medio, El Rayo –que se autollamaba periódico federal nato-, El Fígaro, -anti-apostólico, federirepublicano y enemigo de los traidores-, El Federal Sumiso a las Leyes, El Monitor, de De Angelis, de vuelta de su rosismo.

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Muchas de estas publicaciones fueron acusadas por el fiscal Agrelo por “abusos de la libertad de imprenta”. El Constitucional, por ejemplo, lo fue entre otras 14 publicaciones. Pero la acusación más importante fue la de El Restaurador de la Leyes, del 2 de octubre de 1833, porque fue el argumento que se utilizó para producir el día 11 la Revolución de los Restauradores que dio por tierra con el gobierno de Balcarce –el 3 de noviembre- por decisión de la Legislatura de la Provincia de Buenos Aires. Desde la destitución de Balcarce, pasando luego por los gobiernos de Viamonte y de Maza, hasta llegar el 13 de abril de 1835, en que Rosas vuelve a la gobernación de la provincia, se nota un aletargamiento en la elaboración periodística, que se convertirá en parálisis durante la gestión de éste último. Comienza el aletargamiento En 1834 ven la luz El Comercio Extraordinario, L´Abeille, El Restaurador de la Guardia del Monte, El Imparcial, El Diario del Medio Día –que redactan Rivera Indarte y Bernardo Vélez, La Estrella del Norte y El Gaucho Restaurador, que polemiza con El Monitor de De Angelis. Más tarde aparecerán El Censor Argentino, redactado por Pedro Feliciano Sáenz de Cavia, que primero fue Diario de Prima Noche y luego de la Mañana; El Correo Judicial, y La Lanza Federal, de José Rivera Indarte, que subtitulaba: ¡Venganza, amigos, sin piedad, venganza! El Porteño Restaurador, que disputaba con El Monitor y era redactado por Francisco Antonio Meana, fue acusado por el fiscal que al pedir que recayera sobre el impresor Martínez la responsabilidad y el peso de la ley, decía: “Meana no era garantía capaz de ser presentado ante el juzgado, pues tenía causas abiertas por robo, era vago, infame; como tal estaba suspenso en los derechos de ciudadanos, y solo a éstos era concedido el derecho de censurar a la autoridad”. El año 1835 se cierra con El Museo Americano o Libro de Todo el Mundo, Circular Marítima, Diario de Anuncios y Publicaciones Oficiales de

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Buenos Aires, de José Rivera Indarte, y el Noticiador del Puerto. De la obsecuencia a los “panqueques”. Durante la gestión de Rosas, es poco lo que aparece y lo que sale está signado por la obsecuencia. La oposición se disfraza, por ejemplo, con La Moda. La Moda salió a la calle el 18 de noviembre de 1837. Fue un periódico que sólo vivió 5 meses, editado por las imprentas de la Libertad e Independencia. Juan Bautista Alberdi redacto el prospecto y luego publicó varios artículos con el seudónimo de Figarillo, disminutivo de Fígaro, el seudónimo popularizado a la sazón por el crítico y costumbrista español Larra. También escribían con el joven tucumano Juan María Gutiérrez, Rafael Jorge Corvalán, Carlos Tejedor, Demetrio Albarellos y el sanjuanino Manuel Quiroga de la Rosa. Juan Bautista Alberdi nació en Tucumán el año de la Revolución de Mayo (29-8-1810). Vivió extensos períodos de exilio en Uruguay, Chile y Europa. Miembro honorario de la Logia San Juan de la Fe número 20, actuó masónicamente en Buenos Aires, Francia y Montevideo, donde contó con la protección de Garibaldi y Mazzini e integró “La joven Italia”. Fue el encargado de llevar a Montevideo las Palabras Simbólicas de la Asociación de Mayo, fundada por Esteban Echeverría. Ejerció la abogacía, la

literatura y el periodismo. Escribió

Bases para la organización política de la Confederación Argentina, que hizo llegar a Justo José de Urquiza, triunfante en Caseros, y también a Domingo Faustino Sarmiento, con quien

había

sostenido

viva

polémica

en

sus

Cartas

Quillotanas, respondidas por Sarmiento en Las ciento y una. El eje profundo de la controversia era la aceptación o no de la

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jefatura de Urquiza. Las Bases constituyeron el antecedente central de la Constitución Argentina sancionada en 1853, cimiento de la Organización Nacional. Alberdi adhirió a la Confederación frente a la política de Buenos Aires que tardaría siete años en unirse al resto del país después de Cepeda y Pavón y la modificación del texto constitucional en 1860. En todos esos actos, la Masonería Argentina también cumplió un papel preponderante convirtiendo en acuerdos los disensos políticos entre sus hermanos Urquiza, Mitre y Sarmiento, entre otros. Los tres obtuvieron el Grado 33 de nuestra Institución; Mitre y Sarmiento fueron, además, Grandes Maestres de la Masonería Argentina. Juan Bautista Alberti fue consejero del gobierno de Urquiza y representante plenipotenciario de la Confederación Argentina en las legaciones de París, Madrid y Londres. Escribió Las palabras de un ausente, Peregrinación de Luz del Día, El voto en América, El crimen de la Guerra, Sistema Económico y rentístico de la Confederación Argentina, Preliminar al estudio del derecho. Editó periódicos políticos y literarios, artículos costumbristas bajo el seudónimo de Figarillo, y una crónica dramática sobre la Revolución de Mayo. “La importancia del trabajo intelectual” El artículo que transcribimos a continuación corresponde al autor del Himno Nacional Argentino, Vicente López y Planes, fue publicado en marzo de 1838 en la revista La Moda y nos parece de asombrosa vigencia. “El desprecio por el trabajo intelectual es la preocupación que en este siglo degrada más a una sociedad; porque es una señal infalible de su ignorancia y de su atraso. La nuestra merece a este respecto una crítica severa, porque es justa. Los trabajos intelectuales están generalmente considerados como inferiores a las profesiones inmediatamente lucrativas; y en la opinión vulgar estudiar, es así como pasar el tiempo sin trabajar, para nosotros con semejante

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opinión o preocupación, no sólo se desconoce, sin que se desprecia y desacredita la fuente de todo progreso y de toda prosperidad. “Ninguna profesión industriosa o mercantil puede progresar donde no progrese la ilustración y la inteligencia. Y así como ésta es la parte principal del hombre, la que lo hace apto para todos sus trabajos, así también son los trabajos intelectuales los que determinan y dirigen todos los otros movimientos y trabajos con que una sociedad progresa y desarrolla. Los trabajos son el entendimiento social, mientras que las profesiones industriosas o mercantiles, son como los brazos o los otros órganos físicos, por decirlo así, que aplican y realizan lo que aquel inventa o comprende; si aquél se paraliza, todos los miembros que no viven sino por él, se paralizan también: donde aquél concibe, y vive en actividad, todo vive y todo se mueve. “Sin duda que entre nosotros son más los individuos que se dedican a tareas y profesiones industriosas o mercantiles que los que se dedican a tareas o profesiones intelectuales, y es muy útil que así sea; pero o que no es útil, y sí sumamente perjudicial es que vayan a esos trabajos sin ninguna educación literaria, sin ninguno de los principios científicos aún de la misma profesión que abrazan; y lo es mucho más que después de estar en ellos, desprecien toda lectura filosófica y todo libro serio ajeno como ajenos de su vida y de su rol; y que pierdan su tiempo de ocio leyendo, si lo hacen, novelas inmorales, vacías o ridículas –como el Hijo del Carnaval, la Abadesa, el Solitario, el Renegado, y tanta otra que, como éstas no sirven sino para extraviar la razón y el gusto, y por hacerlos incapaces hasta de leer dos páginas seguidas, no sólo de un libro serio y útil, sino también de un buen romance; de un romance como los de Walter Scott, los de Víctor Hugo, Vigny, Sant-Beuve y demás romancistas de genio. “Así pues no se entienda que queremos que todo el mundo se dedique a las letras o a las ciencias, y que se abandone toda profesión mercantil o industriosa: ésta sería una opinión monstruosa que no se podría ni aún concebir en un siglo, que como éste lleva por emblemas de su bandera de paz la inteligencia y la industria; y mucho menos, desde que nuestra profesión de fe es no alzar jamás una mano impía sobre esta bandera y sus emblemas. Lo ERNESTO MARTINCHUK

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que queremos, porque debemos querer, es que todos preparen su inteligencia, que todos ilustren su razón, cualquiera que sea la profesión que hubieren de abrazar, que los unos estén prontos para aprender y los otros para enseñar; la tierra, es verdad que no produce sin que la siembren, pero antes de sembrarla es necesario prepararla, arándola: de otro modo no fructifica la semilla… “El cuerpo social presenta en grande la misma organización que del cuerpo físico, inteligencia, voluntad y órganos: La inteligencia social está en las ciencias y sus trabajos; la voluntad en los Gobiernos; y la industria, el comercio y las artes no son otra cosa que los miembros o los órganos de ese cuerpo. En esto no hay paradoja alguna. Una sociedad no es una reunión fortuita de individuos, es un cuerpo organizado bajo una misma ley y con unas mismas tendencias. Y como las partes que la constituyen son precisamente hombres, no hay en ella más o menos elementos que los que hay en cada hombre: razón, voluntad, órganos. “Sólo la ignorancia de unas verdades tan evidentes como éstas ha podido alimentar ese desdén por el trabajo intelectual, que vemos hoy tan de moda en nuestro país…” Las sátiras del periódico buscaban el rostro de Juan Manuel de Rosas, por lo que no podía mantenerse mucho tiempo en Buenos Aires. Como en un oasis, se reunieron en La Moda –el título de este periódico justifica la comparación con un vergel- futuros ministros, magistrados, legisladores y rectores de Universidad. El Recopilador, fue el primer periódico ilustrado de Buenos Aires, su fundador fue César Hipólito Bacle. Como no tuvo éxito

con

su

trabajo,

Bacle

decidió

alejarse del país y ofrecer sus servicios a los gobiernos de Bolivia y Chile. Molesto, el gobernador Juan Manuel de Rosas ordenó su detención en 1837, por supuestos actos de espionaje. Intervino en su defensa el cónsul de Francia, Aimé Roger, pero Rosas lo mantuvo preso ERNESTO MARTINCHUK

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seis meses, durante los cuales la salud de Bacle se deterioró día a día. A fines de ese año fue liberado, pero falleció al poco tiempo. Su detención y muerte fue una de las razones del bloqueo francés al puerto de Buenos Aires desde marzo de 1838. La Moda –prolongado en el exilio como El Iniciador-, El Semanario de Buenos América, Le Messanger Francais, Defensa Federal, Fundamentos de la Fe, “puestos al alcance de toda clase de personas, obra escrita y principalmente destinada a la instrucción de la juventud que está próxima a entrar en trato con el mundo”, Archivo Americano, Mosaico Literario, Diario de Avisos y Agente Comercial del Plata. Pero el eje de las publicaciones de esta época fue, sin duda, La Gaceta Mercantil, fundada en 1823. El Diario de Avisos, cuyo redactor inicial fue José Tomás Guido, encabezaba ¡Viva la Confederación Argentina! ¡Mueran los Salvajes Unitarios! Desde el Nro 747, los unitarios pasaron a la categoría de “asquerosos”, a lo que se le agregaba: ¡Muera el loco traidor salvaje Urquiza! Iguales rumbos siguió El Agente Comercial del Plata. Ambos después de Caseros, inaugurando la política del “panqueque”, adoptarían parecidas actitudes. El Diario decía ¡Viva la Confederación Argentina!; El Agente, saludaba el triunfo del ex loco traidor de Urquiza. Seudónimos Entre los muchos destacados periodistas que utilizaron seudónimo en sus comentarios en diarios y revistas de la Argentina, se encuentran, José María Miró, que lo hacía bajo el nombre de “Julián Martel” (1867-1896); Juan Bautista Alberdi, jurista, periodista y escritor argentino que lo hacía bajo el seudónimo de ”Figarillo” (1810- 1884). El autor del “Martín Fierro”, José Hernández, escribió con el seudónimo “Vincha”. Uno de los periodistas que más seudónimos utilizó fue José Sixto Alvarez (1858-1903), el fundador de la revista Caras y Caretas, que escribió bajo los ERNESTO MARTINCHUK

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nombres de “Fray Mocho”, “El Figaro”, “Stich” y “Beningno Pino” y Fabio Carrizo que fue el autor de “Un viaje al país de los matreros”, “Cuentos de Fray Mocho”, “Vida de los ladrones célebres de Buenos Aires y sus maneras de robar”, y “Memorias de un vigilante”, entre otros. Viene un socialista En el año 1838 apareció un prospecto, sin fecha, con una circular en la que se avisaba sobre la aparición de una

publicación, El Semanario de Buenos

Aires, periódico puramente literario y socialista, nada político. Al mismo tiempo se ponía en conocimiento del lector que esa aparición estaba condicionada al número de suscriptores. El redactor iba a ser Rafael Corbalán y todo hace presumir que no hubo suscriptores suficientes porque el periódico –que debía tener 16 páginas con 2 musicales- no salió. Sarmiento: Maestro y Periodista Para nosotros el periodismo constituye un elemento de trabajo social. Todos los hombres de Estado, fueron en centurias anteriores, periodistas. Y a los periodistas de hoy, bien que sin la aptitudes de aquellos, ninguna función nos parece tan eficiente, en cuanto a la realidad del bien público, como ésta de escribir con la conciencia del que realiza un apostolado universal: porque un medio es eso: el universo al alcance de la mano. Pero trasladémonos a una ciudad mediterránea, la de San Juan, para ver cuáles fueron allí los comienzos del periodismo. En 1825 gobernaba en aquella provincia el Dr. Salvador María del Carril, hombre joven, ilustrado, del cual se ha dicho que fue en la comarca un eco del espíritu de Rivadavia. Bien, Del Carril introdujo en San Juan la imprenta y fundó el primer periódico: El defensor de la Carta de Mayo. No pudo ser larga su vida, las huestes de Facundo invadieron a San Juan y todo quedó extinguido. Si bien algunos periódicos locales aparecieron en años siguientes, algunos auspiciados por la ERNESTO MARTINCHUK

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autoridad, tampoco tuvieron duración. La lucha entre unitarios y federales, cada vez más ostensible, adquirió por momentos aspectos trágicos. Pero surgió una antorcha dispuesta aquella

noche.

Fue

el

a poner luz en

periódico

El

Zonda,

establecido por Sarmiento, que volvía de Chile tras su primer exilio de cinco años. Domingo Faustino contaba con 28 años y ya había sufrido por una vida entera y ya había acumulado el conocimiento de los libros y experiencia en el mundo. Su vocación estaba decidida: sería maestro y periodista. Por eso en aquel mismo año promisorio, fundó simultáneamente un colegio, el Colegio de Santa Rosa de América para señoritas, como si aulas y prensa debiesen convivir en un pueblo que se abre paso hacia nuevos destinos. La vocación agrandó su voluntad y le dio alas como para emprender aquel vuelo gigantesco de su vida. Pero todas las puertas se le cerraron: la indigencia, las dificultades y el oscurantismo le salieron siempre al paso. Pero en esa fragua templo su energía. Estudiaba, observaba y reflexionaba. Cierta vez se preguntó: ¿cuál es el proceso en la formación de la ideas, y seguidamente halló la respuesta: "Yo creo -dijo- que en el espíritu de los que estudian sucede como en las inundaciones de los ríos: que las aguas al pasar depositan poco a poco las partículas sólidas que traen en disolución, y fertilizan el terreno. En 1833 yo pude comprobar en Valparaíso que tenía leídas todas las obras que no eran profesionales, de las que componían un catálogo de libros publicados por "El Mercurio". Estas lecturas, enriquecidas por la adquisición de los idiomas, habían expuesto ante mis miradas el gran debate de las ideas filosóficas, políticas, morales y religiosas, y abierto los poros de mi inteligencia para embeberla en ellas". En otro pasaje de Recuerdo de Provincias -hablando de la influencia que sobre su espíritu ejerció el clérigo Oro, dice Sarmiento: "Mi inteligencia se amoldó bajo la impresión de la suya, y a él debo los instintos por la vida pública, mi amor a la libertad y a la patria, y mi consagración a las cosas de mi país. de que nunca pudieron distraerme ni la pobreza, ni el destierro, ni la ERNESTO MARTINCHUK

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ausencia de largos años. Salí de sus manos con la razón formada a los quince años; valentón como él, insolente contra los mandatarios absolutos, caballeresco y vanidoso, honrado como un ángel, con nociones sobre muchas cosas y recargado de hechos, de recuerdos y de historias de lo pasado, y de lo entonces presente, que me han habilitado después para tomar con facilidad el hilo y el espíritu de los acontecimientos, apasionarme por lo bueno, hablar y escribir duro y recio, sin que la prensa periódica me hallase desprovisto de fondos para el despilfarro de ideas y pensamientos que reclama". He aquí a Sarmiento definido por sí mismo de una manera cabal. Porque es cierto que las ideas se forman al estudiar las cosas. Como es igualmente cierto que las nociones captadas de tantos modos, a veces imperceptibles, se truecan en cabos sueltos que habilitan al hombre para tomar el hilo de los acontecimientos, porque la prensa periódica reclama curiosidad, pasión por lo bueno, independencia de juicio, un fondo nutrido y claridad en los conceptos. Tal fue el criterio con que Sarmiento redactó aquel primer periódico en su pueblo natal. Por estos días he vuelto a tener en mis manos ejemplares de El Zonda. Amarillento y quebradizo está el papel. Los caracteres de imprenta son más bien grandes y toscos. Educación pública, cultivo de la morera, explotación de minas, costumbres, literatura, artes y alguna que otra información que fuese a buscar el oído de las gentes como para sustraerlas a la modorra aldeana. Tales eran los temas de que se ocupaba El Zonda. Se publicaron 6 números y en el N° 4 pregunta: "¿Que es pues un periódico? Una mezquina hoja de papel, llena de retazos, obra sin capítulos, sin prólogo, atestada de bagatelas del momento. Se vende una casa. Se compra un criado. Se ha perdido un perro, y otras mil frioleras, que al día siguiente a nadie interesan. ¿Qué es un periódico? Examinado mejor. ¿Qué más contiene? Noticias de países desconocidos, lejanos, cuyos sucesos no pueden interesarnos. (...) Trozos de literatura, retazos de novelas. Decretos de gobierno. (...) Un periódico es el hombre. El ciudadano, la civilización, el cielo, la tierra, lo pasado, lo presente, los crímenes, las grandes acciones, la buena o ERNESTO MARTINCHUK

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la mala administración, las necesidades del individuo, la misión del gobierno, la historia contemporánea, la historia de todos los tiempos, el siglo presente, la humanidad en general, la medida de la civilización de un pueblo." Las cosas hubieran ido muy bien, ya que Sarmiento, a quienes acompañaban Aberastain, Cortínez y otros jóvenes cultos, se hallaban naturalmente dispuestos a promover el espíritu de mejora. Pero a la vez restos sanjuaninos hablaban de instituciones civiles y repetían determinadas palabras como "libertad", "civilización". Y esto no fue del agrado del gobernador Nazario Benavidez y una tropelía terminó el 25 de agosto de 1839, con el periódico y con toda su acción constructiva. Años de sangre y luto aguardaban al país. Algunos

periodistas

fueron

muertos,

otros

encarcelados y otros sufrieron el destierro. Al abandonar la ciudad de San Juan en 1840, había escrito en francés con carbón en el cerro de Zonda, una frase apocalíptica: " ¡Bárbaros! Las ideas no se matan”. Radicado por segunda vez en Chile, se presentó en el escenario de la América del Sur ignorado de todos y de sí mismo el día anterior, aplaudido y estimado el día siguiente por los artículos que publicó en El Mercurio, "los grandes principios que no se extirpan”. Fundó El Nacional, primer diario que tuvo la ciudad de Santiago y al igual que en San Juan, en 1842, por encargo del ministro de Educación chileno fundó la Escuela Normal de Preceptores, la primera escuela normal abierta en Suramérica, dos años después de haberse creado ese tipo de establecimiento docente en Estados Unidos. Sarmiento

fue

educador,

militar,

parlamentario,

diplomático,

ministro,

Presidente, hombre de estado, promotor y guía, pero esencialmente fue periodista. La mayor parte de sus libros, antes de adquirir este formato fueron notas para diarios. Después escribió durante 47 años, en la mayoría de las ciudades del país, en casi todas las naciones de América, y en los cuatro continentes, con el frenesí constante de la grandeza nacional. El conjunto de su

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labor asombra por su magnitud, por su unidad y por su fuerza. Vivió escribiendo y murió con la pluma en la mano. El periodista era maestro y el maestro periodista. Y tenía razón Sarmiento, porque el periodismo es forma, la más amplia, de ejercer un magisterio. Sarmiento y su visión de lo que es un periódico En 1839, a los 28 años de edad, en su provincia natal San Juan, Domingo Faustino Sarmiento crea El Zonda, pero edita sólo seis números. “Comprar “El Zonda” o no leerlo”, dice el gran maestro argentino al borde de la bancarrota y escribe su opinión de lo que es un periódico. ‘Qué es pues un periódico? Una mezquina hoja de papel, llena de retazos, obra sin capítulos, sin prólogo, atestado de bagatelas del momento. Se vende una casa –se “compra” una criada – se alquila un piano – se ha perdido un perro – se necesita un ama de leche – se murió fulano – entraron o salieron tales buques – se ha perdido un caballo – se presenta una comedia y otras mil frioleras que al día siguiente a nadie interesan. “¿Qué es pues un periódico? ¿Qué más contiene? Trozos de literatura, retazos de novela, cuentos a veces divertidos, a veces insípidos y monótonos. “Un periódico es pues todo: el gobierno, la administración, el pueblo, el comercio, la junta, el bloqueo, la patria, la ciencia, la Europa, el Asia, el mundo entero. Todo. Un periódico es el hombre, el ciudadano, la civilización, el cielo, la tierra, lo pasado, lo presente, los crímenes, las grandes acciones, la buena o mala administración, las necesidades del individuo, la misión del gobierno, la historia contemporánea, la historia de los tiempos, el siglo presente, la humanidad en general, la medida de la civilización de un pueblo. “Tales son las publicaciones de un periódico, que hoy son la única medida para juzgar a un pueblo sobre su estado, sus adelantos, su predisposición a la

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mejora, su instrucción, sus artes, su policía, su cultura, su aproximación a la verdadera felicidad. “Sólo el crimen ama las tinieblas, porque la luz lo ven en toda su deformidad; los virtuosos buscan medios de aniquilar las tinieblas porque ganan el conocimiento, porque –en fin- la virtud triunfa; sólo los enemigos de la civilización y de las luces detestan las publicaciones de la prensa, porque en ellas ven las luces que no tienen, que no quisieran que otros tuvieses; sólo los insensatos, los que por su desgracia o mala educación han formado el hábito de no pensar en su suerte, en la de sus hijos, en la de la patria, en la de la humanidad, sólo esos infelices hacen poco aprecio a las publicaciones de la prensa, es decir de los sentimientos, de los trabajos que todos sus hermanos del mundo le presentan, para que se labre su felicidad. Sólo ellos, que reniegan de su Dios, de su poderosa voluntad, patente en la marcha que El sólo ha impreso a los siglos modernos, pueden desoír la voz salvadora de la sociedad: la imprenta. Pero hay hombres que en su fascinación, en su terquedad, sostienen que las publicaciones periodísticas no convienen en ciertas circunstancias. Pero estos hombres no reflexionan en que echan un baldón, una ofrenda sobre esos países y sobre las circunstancias”. Como corolario Sarmiento señala: “El hombre dice: a mi patria no le conviene que hable la prensa; dice: a mi país no le conviene instruirse para ser mejor, a mi país no le conviene saber lo que se piensa, lo que pasa en otras partes para aleccionarse; a mi país no le conviene decir lo que es más conducente a su bienestar; a mi país no le conviene la discusión, a mi país no le conviene la publicidad”. “El misterio, la oscuridad absoluta, el aislamiento de cada ciudadano, es lo que no conviene”. Otro Balance El balance periodístico de los años que corren entre 1831 y la derrota de Rosas en Caseros, realizado por Zinny, muestra que son correctas las afirmaciones de Vicente Quesada: “En 1831 llegaron al número de 31 los periódicos. La

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prensa periódica aumenta siempre que hay agitaciones; porque entonces los partidos necesitan de ese elemento poderoso de proselitismo. Cada partido, cada facción, establece un órgano de sus ideas para influir en la opinión pública. En 1833 se publican 43 periódicos; es el año de mayor movimiento periodístico desde 1801 hasta 1852. Durante el largo gobierno de Rosas ¡qué decadencia en la prensa, qué mudez! ¡La libertad había huido, y la prensa periódica no vive sino de libertad!” Año

Periódicos publicados

1831 1832 1833 1834 1835 1836 1837 1838 1839 1840 1841 1842 1843 1844 1845 1846 1847 1848 1849 1850 1851

Periódicos nuevos

31 14 43 15 8 5 5 4 3 6 4 3 6 5 5 4 4 5 5 5 7

21 5 37 10 2 1 2 3 2 1 1 1 1 2 2

La prensa en el exilio Durante el segundo gobierno de Juan Manuel de Rosas, la prensa política opositora funcionó desde Montevideo y Santiago de Chile. En el exilio uruguayo se publicaron El Iniciador, El Nacional, El Grito Argentino, Revista del Plata, El Gaucho en Campaña, El Correo, El Porvenir, El Corsario, El Talismán, Paquete de Buenos Aires, El Album, La Enciclopedia, Tirteo, Muera Rosas, El Rayo

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de Caaguazú, El Centinela, El Guerrillero, El Gaucho Jacinto, Cielo, El Conservador, El Correo de la Tarde, La Semana, y La Defensa, entre otros. En

Chile,

los

exiliados

editaban

Gaceta

de

Comercio, El Progreso, El Heraldo Argentino, La Crónica, La Tribuna, Sudamérica, etc. En estas publicaciones escribieron, entre otros, Sarmiento, Alberdi, Mitre, Alsina, Varela, Echeverría, Gutiérrez, Ascasubi, López y Frías. Florencio Varela vivió entre 1807 y 1848, periodista, jurisconsulto

y político

argentino,

fue

uno

de

los

protagonistas más encarnizados en la lucha contra el despotismo a través de la prensa. En Montevideo, suelo de su prolongado exilio, editó y dirigió El Comercio Del Plata, diario que fue tribuna, durante muchos años, de la libertad de pensamiento, fue asesinado el 20 de marzo de 1848. Sus hijos Luis Juan Cruz, Mariano, Horacio Rufino y Héctor Florencio, continuaron su labor en el diario La Tribuna, donde compartieron los ideales de su padre. Más tarde sacaron a la calle La Tribuna de los Varela. Mariano Trabajó como tipógrafo en el periódico Journal de Comercio en Santa Catalina, Brasil y en Buenos Aires primero dirigió el diario El Progreso y más tarde, El Guardia Nacional. La primera imprenta a vapor La “Máquina Hoe” de tipo Rotatorio, comenzó a construirse en 1839 en Nueva York por Roberto Hoe y Cía y se empleó por primera vez para la impresión del Public Legder de Philadelphia. Por medio de un ingenioso mecanismo de cierre, la tipografía suelta se adhería a cilindros que giraban a gran velocidad.

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La prensa rotativa tipográfica, adicionada con una máquina cortadora y dobladora en su etapa final, o sea que entregaba cortado y doblado el periódico, listo para su distribución. Este tipo de prensa utiliza papel continuo de un rollo, lo que permitió simplificar aún más la impresión de los periódicos y no pliego por pliego como ocurre con las prensas predecesoras (prensas planas). Además la primera prensa rotativa tipográfica imprimía la hoja por ambos lados, lo que simplificaba todo el proceso a la mitad de tiempo. Era el momento en que crecía la necesidad de prensas más rápidas, con lo que los propietarios de periódicos las compraban con varios cilindros de más. En 1855 fue puesta en funcionamiento una rotativa que tenía diez cilindros. Cada uno de ellos alimentado por un operario y podía imprimir hasta veinte mil hojas por hora. Esta máquina llegó a la Argentina en 1841, importada por el señor Santiago Kierman para imprimir La Gaceta Mercantil, publicación oficial y de la cual era copropietario y Director. La primera Gaceta Mercantil tirada por esta máquina a vapor y por lo tanto el primer número de un periódico impreso mecánicamente en el país es el Nº 6596 del 1º de octubre de 1841 con 27 páginas en formato sabana, compuestas casi totalmente en cuerpo 8. Fue una innovación no sólo para nuestro país sino para Sudamérica. Luego del fallecimiento de Santiago Kierman, en 1850, continuó con la publicación de La Gaceta Mercantil su copropietario el Sr. Hallet. El 3 de febrero de 1852 día de la batalla de Caseros, se editó el último número de La Gaceta Mercantil. “La Crónica”, “El Orden”, “La Legión Española”, “El Diario Español” y “La Ondina del Plata”, también fueron impresos con esta máquina de imprenta.

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Los herederos de su último propietario, el señor Luis Pintos editor de “La Ondina del Plata”, donaron, en 1915, la imprenta a la Sociedad Tipográfica Bonaerense. En el año 1926 la Sociedad Tipográfica Bonaerense donó al Museo Colonial e Histórico de la Provincia de Buenos Aires, ubicado en la localidad de Luján, la primera imprenta a vapor que se utilizó en Sudamérica. Después de Caseros Derrotado Rosas en Caseros, como si una compuerta se hubiera roto, una avalancha de publicaciones de todo tipo inundó el país. Periódicos de las más diversas formas venían a expresar las opiniones contenidas durante casi 20 años. El 1ro de abril de 1852, fundado por Bartolomé Mitre, apareció Los Debates. Durante los tres meses de su existencia sus columnas fueron un permanente ataque a la política de Justo José de Urquiza, vencedor de Caseros. Ese mismo día salió El Progreso, subtitulado ¡Viva la Confederación Argentina!, dirigido y redactado por Delfín Huergo, Diego de Alvear y Luis J. Bustamante, que apoyaban la acción política de Urquiza. La “Revista del Plata”, que apareció entre 1853 y 1861, fue la precursora del urbanismo en la ciudad de Buenos Aires. Su creador fue el ingeniero, padre de quién fuera presidente de la Nación, Dr. Carlos Pellegrini. Se especializaba en temas agrícola-ganaderos y también editaba una sección científica. Incluía planos, mapas, retratos e ilustraciones. Fue publicada en dos etapas: la primera, por entregas mensuales, desde el primer número hasta el decimoséptimo. La segunda entre noviembre de 1860 y 1861.

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El Nacional Argentino Un decreto firmado por Salvador María del Carril y Santiago Derqui el 3 de setiembre de 1853 designaba nuevo director de El Nacional Argentino, diario oficial del Gobierno de la Confederación a Lucio V. Mansilla. El autor de “Una excursión a los

indios

Ranqueles”,

quedaba

como

encargado de la imprenta del Estado y director de El Nacional Argentino con un honorario de ciento cincuenta pesos mensuales y la suscripción de dicho diario. El 3 de octubre de 1853 aparece el primer número de un semanario que ocho años más tarde se convierte en diario. El Nacional Argentino reemplazaría a La Voz del Pueblo, que era portavoz de los actos y proposiciones del Gobierno, que ya había cumplido su ciclo como órgano de difusión de la Confederación. El Nacional Argentino salió para robustecer el sentimiento de unión de los argentinos. En el editorial de su presentación hacía constar que después de la Batalla de Caseros, la política del general Justo José de Urquiza, se orientaba en función de un “mapa moral de la República que debía constituirse”. El Nacional Argentino fue notablemente mejorado por Mansilla, tomando verdadero carácter de diario, no sólo con información de carácter nacional, sino que incorporó realidades americanas y europeas. Eso sí, continúa con la transcripción de las noticias oficiales y los documentos del Gobierno que enviaban a su redacción los ministerios públicos. Otro director fue Juan María Gutiérrez quien tradujo para amenizar sus columnas, la biografía de George Washington escrita por M. Gizot, “con el loable fin de iniciar a sus compatriotas en los secretos de la verdadera democracia de la que fue modelo el héroe norteamericano”. La sección “Crónica Parlamentaria” contenía las actas de las sesiones del Congreso, con un atraso de uno a dos meses. Por otra parte, la información del

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exterior, era encolumnada bajo el título de “Revista de Europa” y la del continente americano como “Revista de América”. También ocupaban algunas columnas las noticias llegadas de distintas provincias. Mansilla se encarga de introducir nuevas secciones que no eran consideradas en otros diarios tales como: “Noticias y hechos”, “Importaciones”, con la lista de productos que entraban al país; “Puerto”, con la información de los barcos que llegaban y los que zarpaban; y “Mercado monetario”, con el detalle del estado del circulante. Mansilla, que en esa época contaba con 26 años, había creado un nuevo estilo periodístico. Según comenta el investigador Néstor Tomás Auza en su libro: “El periodismo de la Confederación”, los hombres que acompañaban al director provisorio de la Confederación “vivían en aquellos meses de 1852 con el oído atento, auscultando los menores signos que les pudieran dar la pauta de las inquietudes de los pueblos, dispuestos a llevar adelante las promesas de la organización nacional, sin afectar los intereses legítimos de las provincias”. Y agrega: “Nada se podía esperar, por otra parte, del periodismo porteño que estaba en permanente oposición al programa del general Justo José de Urquiza, resistiendo desde sus columnas cualquier intento de organización nacional, tal cual lo establecía el Acuerdo de San Nicolás. Existía una promesa opositora fuertemente organizada en Buenos Aires”. Algunos datos indican que entre 1852 y 1861 El Nacional Argentino no superó los quinientos o seiscientos ejemplares. La prensa en Jujuy Durante la primera mitad del siglo XIX, la provincia de Jujuy, -debido a sus características étnicas, su pobre economía y a un largo ciclo de tiranía- no poseía un periodismo propio. De vez en cuando llegaban periódicos desde Buenos Aires o Córdoba. Recién en 1856 el doctor Macedonio Graz, instaló la primera imprenta y fundó el primer periódico. Así el 6 de noviembre de ese mismo año apareció El Orden, un periódico tamaño oficio, donde se anunciaba que este saldría todos ERNESTO MARTINCHUK

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los sábados. Al pie llevaba el nombre del lugar donde se imprimía “Imprenta Graz y Cía”. Sus

artículos

se

referían

a

aspectos

religiosos,

industriales, políticos y literarios, según se anticipaba en sus portadas. Macedonio Graz Nacido en Jujuy, el 22 de Marzo de 1826, hijo de Gabriel Graz y de Fortunata Zegada Gorriti. Estudio en Sucre, pensando primero recibirse de sacerdote, pero después estudio Derecho, recibiéndose de Doctor en 1848. Casado con Filomena Padilla Bárcena. Fue su mentor en sus estudios y en su formación espiritual su tío D. Escolástico Zegada, de quien se conservó siempre amigo y confidente durante toda su vida. Fue Ministro de Don José Benito Bárcena en 1852. Sancionada la Constitución Nacional, el 3 de Junio de 1854, la Legislatura de Jujuy, aprueba las actas de elecciones, por las que resulta elegido Diputado Nacional, al Congreso de la Confederación, que debía reunirse en la ciudad de Paraná. El Dr. Graz, con su tío Don Escolástico Zegada, introdujeron la primera imprenta en Jujuy, que se llamaba de “Graz y Cía.” Y bajo su dirección se publico el primer periódico de la provincia El Orden que aparecía todos los sábados. Se propone a través de este diario principalmente hacer conocida la Provincia de Jujuy, entre sus hermanas de la Confederación, señalando: “…las fuentes de riquezas que contiene en su seno y las ventajas que debe traer su explotación; propender a mejorar las costumbres ilustradas por las divinas máximas del evangelio. Por medio de abundantes doctrinas y ejemplos, tratar de mejorar el espíritu de asociación, el acrecentamiento del comercio y demás fines benéficos. Propender a crear los establecimientos públicos de Educación necesarios y calcular los medios para mejorar los existentes; vigilar la observancia de la Constitución y de las leyes, inculcando al pueblo doctrina sobre su interpretación, a fin de que comprendidos sus derechos, le sea fácil y agradable el cumplimiento de ellas; publicar los documentos oficiales y

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promulgar las leyes así de la Nación como de la Provincia. Se reflejaran también en nuestras columnas las noticias y producciones más notables de la época”. El autor del Martín Fierro José Hernández, autor del Martín Fierro –obra clásica de la literatura argentina- fue un periodista pregonero de la libertad de prensa. Nació en los caseríos de Perdriel, en la Chacra de su Tío Don Juan Martín de Pueyrredón, el 10 de noviembre de 1834, durante el gobierno de Don Juan Manuel de Rosas. Educado en el Liceo de San Telmo, en 1846 fue llevado por su padre al sur de la provincia de Buenos Aires, donde se familiarizó con las faenas rurales y las costumbres del gaucho. La lucha política caracterizó su vida. En 1858, junto con varios opositores al gobierno de Alsina emigró a Paraná, intervino en la Batalla de Cepeda y también en la de Pavón en el bando de Urquiza. Inició su labor periodística en El Nacional Argentino, con una serie de artículos en los que condenaba el asesinato de Vicente Peñaloza, publicados como libro en 1863, bajo el título de Vida del Gaucho. En 1868 editó el diario El Eco de Corrientes cuyas instalaciones fueron destruidas por adversarios políticos. Un año más tarde El Río de la Plata, donde publicó artículos referidos a la cuestión del gaucho y de la tierra, la política de fronteras

y

el

indio,

temas

que

articularía

literariamente en el Martín Fierro. Colaboró además en los periódicos La Reforma Pacífica, órgano del Partido Reformista, El Argentino de Paraná y La Patria de Montevideo. Participó en el levantamiento del Coronel López Jordán contra el gobierno de Sarmiento en Entre Ríos, y de regreso a Buenos Aires, en el Gran Hotel Argentino de 25 de Mayo y Rivadavia, terminó de escribir “El Gaucho Martín Fierro”, editado en diciembre de 1872, por la imprenta La Pampa. Tras su onceava edición, en 1879 publicó “La Vuelta de Martín Fierro”. Fue diputado

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provincial y en 1880, siendo presidente de la Cámara de Diputados, defendió el proyecto de federalización, por el cual Buenos Aires pasó a ser la capital del país. En 1881 escribió “Instrucción del estanciero” y fue elegido senador provincial, cargo para el cual fue reelecto hasta 1885. Hernández fue uno de los pioneros de un periodismo de denuncia precisa que revela el nombre y el apellido de los multiplicadores del dolor del presente que le tocó vivir. La investigación sobre el asesinato del Chacho Peñaloza es una pieza de antología que no solamente es útil para los miles de estudiantes de periodismo, sino también para la historia política de los argentinos. Terminó escribiendo que “el criminal se agazapa, se esconde, pero siempre deja la cola afuera, que es por donde lo toma la justicia. Los salvajes unitarios han dejado también la cola afuera”. Es una pena que este texto de investigación, análisis, precisión informativa y moderna estética en la redacción, no se estudie en las facultades de comunicación social y en las escuelas de periodismo. Pero también constituye un flagrante delito de falsificación histórica el tratar de reducir a José Hernández como el autor del “Martín Fierro”. Hernández demuestra, a través de su notable ejercicio de la construcción de las noticias y de su compromiso político que lo llevó hasta los campos de batalla, una voluntad de convertir en masivo lo oculto por los sectores dominantes. Su trabajo de descubrimiento a favor de las mayorías constituye un valioso aporte para la formación de la conciencia social. Al medio día Más tarde se publicaron: El Nacional, como continuación de El Diario de la Tarde, el primero en tener una edición del medio día, fundado y dirigido por Dalmacio Vélez Sársfield. En sus páginas escribieron Mitre, Gutiérrez, ERNESTO MARTINCHUK

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Echagüe, Sáenz Peña, pero con el tiempo se fue erigiendo en el representante del pensamiento de Domingo Faustino Sarmiento “en posturas polémicas –dice La Nación- que no excluyen la violencia verbal inseparable

del

temperamento

del

gran

sanjuanino”. El Nacional dejó de salir a la calle el 28 de agosto de 1893, después de 41 años y 3 meses. Dónde no le dé el sol… Durante el último año de la presidencia de Domingo Faustino Sarmiento se ventilaba en Buenos Aires un proceso criminal resonante. Una mañana el ministro del Interior, doctor Dalmacio Vélez Sársfield, recibió la visita de Héctor F. Varela, el periodista que había hecho célebre su seudónimo de Orión. -

Vengo a

mostrarle un artículo que acabo de escribir sobre el error

judicial que se está cometiendo con el supuesto asesino del almacén de Obligado, y que pienso publicar mañana en “La Tribuna” –dijo el autor de “Elisa Lynch”, entregándoselo al ministro, que lo leyó con atención. -

Voy a referirle una anécdota del general Paz cuando andaba buscando a

Facundo Quiroga por los valles de Córdoba, señor Varela, murmuró: -Paz, soltero entonces, estaba con una hermosa mujer en un rancho de la sierra. Un día que se disponía a salir en demanda de El Tigre de los Llanos, ella le dio una pluma de avestruz, diciéndole: “Esta pluma le traía suerte a tata cuando iba a montonerear: llévala, que a vos te va a dar suerte también”. Una semana más tarde el glorioso jefe unitario regresaba alicaído. -

“¿Qué te ha pasado Pepe?, preguntó la mujer, y el

general,

devolviéndole la pluma de avestruz, le dijo sombrío: “Toma tu pluma mujer, y guárdala donde no le dé el sol…”

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-

¿A qué viene esa anécdota, doctor Vélez? –preguntó el famoso

periodista, algo molesto, y el ministro, devolviéndole los textos convertidos en cartuchos, contestó fríamente: -

Tome su artículo, Varela. Guárdeselo donde Paz le aconsejó a su mujer

que guardase su pluma de ñandú… El Comercio ¡Viva la Confederación Argentina!, tuvo una corta vida. La Avispa, “publicación a vapor; palo ciego al que no ande derecho”, El Padre Castañeda, “enviado extraordinario de la corte celestial”, “no sabe adular a los que están en el poder, porque no pretende empleos ni dignidades, ni los teme tampoco”. La Cotorra, periódico “de indirectas”. Rosa Guerra, directora de un colegio, editó en abril de 1852, el primer periódico feminista del país, “La Camelia”, Usaba como lema “Libertad no licencia: igualdad entre ambos sexos”. Este periódico celebro la caída de Rosas y propiciaba la libertad de las mujeres, denunciaba el abuso que los hombres infligieron sobre las mujeres, propiciaba la igualdad de derechos y apoyaba la educación igualitaria en el aprendizaje de las ciencias. Un título revolucionario para la época, que fue motivo de sátira en el diario del Padre Castañeda, que le dedicó una cuarteta a la nueva publicación: “Y, hasta habrá, tal vez alguno… Que, porque sois periodistas… Os llamen mujeres públicas, Por llamaros publicistas.”

Se publicaron en total 30 números. La Tribuna, de los hermanos Varela, cuyos redactores fueron Juan Ramón Muñoz y Adolfo Alsina, representó –desde el 7 de agosto de 1853- las ideas de los hombres de Buenos Aires en oposición a Mitre. Fue clausurado por Avellaneda y reapareció como La Tribuna Argentina para desaparecer definitivamente en 1884. ERNESTO MARTINCHUK

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En 1853 aparecieron La Revista del Plata – de Carlos Enrique

Pellegrini-

y

Aniceto

El

Gallo

“gaceta

jocotristona y gauchi-patriotica”, epigrafiada así: “Hasta que… no quiera Dios

Se aproveche algún cualquiera De todo nuestro sudor”. Dirigida por Hilario Ascasubi decía en su primer número: “Esta gaceta saldrá una vez por semana, allá por el jueves o viernes, que es día de los pobres, pues la escribirá un gaucho pobre”. También aparecieron El Diablo, El Federal Argentino, El Clamor de los Libres, El Duende –“diario sin hora fija, satírico y cáustico picante”- que desapareció después del

primer número. La Lanceta, La Prensa, La

Ilustración Argentina. Del año 1854 son El Italiano, El Mercurio, El Plata Científico y Literario, El Noticioso, La Ilustración, La Unión, L´Echo du Comerce. De 1855 El Orden, de Félix Frías, La Cencerrada “diario cómico al uso de los hombres serios”, El Judicial, El Hablador “periódico semiserio de política y costumbres”, El Recuerdo, La Constitución, El Uruguay, El Zurriago, La Crónica, L´Internacional y L´Unión. La prensa en Tucumán después de Rosas En 1855 se edita El Argentino Independiente, primer periódico tucumano posterior a la caída de Rosas. Como redactor, figuraba Ruperto San Martín, quien era en realidad el jefe de redacción, autor de los editoriales y las notas de opinión. El Eco del Norte. Lo fundó el joven Nicolás Avellaneda en 1856, a poco de regresar de las aulas de Derecho de la Universidad de Córdoba, con Román Torres como editor responsable. Dejaría su redacción en 1857, cuando partió

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definitivamente a Buenos Aires Se inició en 1861 El Liberal que se mantuvo hasta 1866, y su línea editorial execraba a los “federales”. Lo dirigió primero el doctor Ángel Cruz Padilla, luego aparecía como redactor José Aráoz. Luego, García Soriano, y más tarde Juan Lavaysse, para, por último volver a Padilla. A la incompleta colección que existe de El Liberal, los historiador la llaman “un magnífico repositorio de datos y referencias” sobre la vida provinciana. Reproducía artículos de importantes diarios porteños como El Nacional. Editaba poesías, notas literarias y políticas con firmas extranjeras, como Emilio Castelar, Gaspar Núñez de Arce, José Segas, Diego Barros Arana, y también de argentinos como Nicolás Avellaneda, entre otros. En esas páginas, Amadeo Jacques empezó a publicar “La instrucción pública en las provincias del Norte”: abarcó tres ediciones y luego la redacción las suspendió –lo que fue una lastima- porque “el público reclamaba un material de lectura más ágil”. Publicaba también el “Registro Oficial de Leyes de la Provincia”. En lo que restaba de la década de 1860, el catálogo comentado de García Soriano consigna a “El Pueblo” (1866-69), de orientación mitrista, que tuvo como redactor a Salustiano Zavalía y, en los últimos años a Nicanor García como editor responsable. Otro diario de esta época fue La Razón, fundado por Pedro Alurralde y Lídoro Quinteros, el 7 de julio de 1872. Se inició como vigoroso defensor de la candidatura de Nicolás Avellaneda para la presidencia de la República. Al ser elegidos diputados nacionales ambos dueños, Paul Groussac –radicado en Tucumán desde 1871- los reemplazó en la dirección del diario y en la redacción. Tucumán ha sido en extremo descuidado para guardar colecciones de su prensa, la gran mayoría de estas publicaciones se conocen sólo por cita. Casi ERNESTO MARTINCHUK

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no hay existen ejemplares de La Mariposa (1870), “órgano de las niñas”, redactado íntegramente por mujeres; de La Tribuna (1874); de El Pueblo (1874); de El Demócrata (1876). Más diarios, más debate El 23 de junio de 1855 apareció La Bruja-Duende, cuyo largo subtítulo decía: “Periódico cáustico y satirico-agri-dulce y joco-serio. Lleno de verdades amargas y de muy dulces – Los hombres de buen humor y los que no lo sean encontrarán en …Artículos de costumbres – Caricaturas – Biografías de hombres célebres – Novelas – Cuentos – Sainetes – Anécdotas – Verdades de Pedro Grullo – Epigramas – Unos. Asuntos de qué divertirse – Otros de qué enfadarse”. Son sus enemigos: La Crónica, L´Internacional, La Cencerrada, El Nacional, La Tribuna, El Judicial y La Bruja. Entre los años 1856 y 1857, vieron la luz La Reforma Pacífica, de Nicolás Calvo –Jefe del Partido

Reformista,

chupandino-,

El

confederado

y

federal

Corsario, Telón Corrido, El

Constitucional, El Chicote –clausurado por la policía-. El Eco de la Campaña, El Heraldo del Plata, El Recuerdo, El Industrial, El Soldado de la Ley, La Civilización, El Padre Cobos, La Libre Opinión, La Legione Agrícola, L´Emigration, Don Quijote, de Juan María Gutiérrez –“semanario encantado de críticas y costumbres”-, El Times Argentino, El Porteño, La Espada de Lavalle –que editaba la juventud liberaly El Charivari Porteño, -periódico ilustrado y festivo “por una sociedad de charivaristas”. Desde la Universidad sale en 1858 La Nueva Generación, La Prensa, redactada por Juan F. Monguillot, La Regeneración, El Estímulo, Fray Supino Claridades –publicación elaborada “por una sociedad de muchachos alegres”- La Guirnalda y El Proletario.

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La prensa en Santiago del Estero Hasta ahora se sabía que la primera imprenta santiagueña había sido adquirida al gobierno de la provincia de Tucumán. En julio de 1854, la Legislatura tucumana autorizó al gobernador José M. del Campo para vender la vieja imprenta del Estado al gobernador de Santiago del Estero, compensado con ella una deuda que la primera tenía con la segunda. Se trataba de “una máquina con treinta años de servicios, manejada por operarios sin inteligencia, abandonada y desatendida; era de madera tan antigua que para entonces apenas servía para imprimir medio pliego de papel escrito”. Y sus tipos de plomo (las letras) habían sido fundidos para fabricar con ellos proyectiles, que reclamaba con suma urgencia el Gral. Martín M. de Güemes para detener los avances realistas sobre Salta. Según el historiador Alfredo Gargaro, “esos antecedentes destruyen la suposición de que se trataba de la imprenta que sirvió al Gral. Manuel Belgrano para publicar los boletines de su Ejército Auxiliar del Perú durante la guerra de la Independencia, porque se olvidan que el Gral. Belgrano se sublevó con su ejército en Arequito (Santa Fe), cuando marchaba hacia Buenos Aires a requerimiento de Rondeau, circunstancia que no permite suponer que la pequeña imprenta volviera sola a Tucumán”. Y que “la nota del gobernador del Campo de 1854 expresa que hace 30 años que se encuentra en uso, que la de Belgrano era de 1817, no coincidiendo por consiguiente los términos en años en uso”. Si bien es verdad que entre 1817 y 1854 hay 37 años de separación, cuando el gobernador de Tucumán sostiene que “hace treinta años que se encuentra en uso”, esa afirmación debe ser tomada con cuidado. Además, en ningún documento se ha constatado que Belgrano la llevó consigo hacia Buenos Aires, cuando lo convocara Rondeau para que enfrentar a los caudillos del litoral. Finalmente, el tucumano Raúl S. Martínez Moreno –investigador, Miembro de Número del Instituto Belgraniano de Tucumán, y el profesor de Derecho

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Internacional Público en la U.N.T.-, en su obra “Belgrano, el ciudadano ejemplar”, afirma con toda seguridad: “en 1854, esa imprenta –que llevara Belgrano a Tucumán-, fue vendida siendo trasladada a Santiago del Estero”. Santiago del Estero siempre tuvo uno o dos periódicos y algunas revistas desde la aparición de El Guardia Nacional el 17 de septiembre de 1859. El origen de la imprenta en esa provincia se debió a una prolongada gestión entre los gobiernos de Tucumán y Santiago del Estero por los gastos ocasionados por una expedición de santiagueños para derrocar al gobernador de Tucumán, Celedonio Gutiérrez. Como pago por los gastos ocasionados por la expedición santiagueña, el gobierno de Tucumán entregó una vieja prensa que era considerada inútil, lo que dio lugar a discusiones sobre su real precio. Junto a la prensa se envió también, a un experto tucumano que debió prepararla y enseñar el oficio de tipógrafo a cinco operarios santiagueños. La imprenta fue instalada en el Cabildo, donde se imprimieron los primeros documentos oficiales. Durante el primer gobierno constitucional de Juan Francisco Borges, se decidió la edición del primer periódico y existe la duda sobre quién fue su primer director. Para algunos fue Manuel Taboada y para otros Ezequiel N. Paz, quién si fue su principal redactor. Su formato tenía 30 por 40 centímetros y su

tirada no superaba los 150

ejemplares. Era una especie de boletín con noticias vinculadas a la actividad del gobierno. En 1860 fue suspendida su publicación “dada la escasez de recursos”. A partir de 1859 y hasta 1895 aparecieron en Santiago del Estero unas cuarenta publicaciones, tanto en la capital como en la campaña. En general son semanarios con tirajes reducidos que circulaba de mano en mano o eran leídos en voz alta en las pulperías donde se reunían los parroquianos. Los formatos de 30 por 40 centímetros fueron luego sustituidos por los de 50 por 40 de La Prensa Libre y El Pueblo. El Liberal, decano de la prensa de ERNESTO MARTINCHUK

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Santiago del Estero, que también tenía ese formato en sus inicios. No existían los talleres de fotograbados, pero se traían clisés de otras provincias y hasta se llegó a editar en colores. Las ventas eran por suscripción y los morosos figuraban en la primera página. Las ideas de la transformación En la década de 1860, se inicia el despegue del país hacia su gran transformación. La lenta y pesada carreta tirada en muchos casos por bueyes, cederá su lugar al ferrocarril, el telégrafo acortará las distancias, los rápidos vapores sustituirán a los viejos veleros, sólidos puentes serán trazados sobre ríos y arroyos; se abrirán las puertas de nuevas industrias y nuevos negocios; se fomentará el comercio, la asistencia pública, la cultura, la vida artística y literaria;

surgirán

muchísimas

escuelas

y

las

corrientes

inmigratorias

procedentes del Viejo Mundo darán su savia al nuevo país.

Buenos Aires irá borrando velozmente todos los vestigios de la Gran Aldea, y en medio de ese clima de dinamismo, surgirán verdaderos pilares de opinión: La Capital, de Rosario (1867); La Prensa (1869) y La Nación de Buenos Aires (1870), sin contar otras hojas como, por ejemplo, La República y El Nacional. El año 1872 fue de gran fecundidad periodística. En Buenos Aires funcionaban 26 imprentas que editaban 94 diarios, de los cuales 44 aparecieron en el mismo año. Los principales fueron El Americano que aunque era editado en París por Héctor Varela, con el objetivo de hacer conocer en Europa las cosas de su Patria, fue un periódico netamente argentino. ERNESTO MARTINCHUK

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El 7 de marzo apareció El Correo Español, órgano de la colectividad, impreso a seis columnas dirigido por Enrique Jiménez, un liberal que terminó sus días a raíz de un duelo. Este periódico fue suspendido durante la revolución de 1874, reapareció luego, para volver a ser suspendido debido a la huida de su director por otra intentona revolucionaria. Un grupo de obreros de la colectividad italiana fundó L´Operario Italiano. Este periódico era costeado por contribuciones personales y su redacción era anónima. Continúo apareciendo hasta 1883. También salieron a la calle: El Comercio del Plata, La Educación Moderna, El Mercantil, El Eco de las Niñas, El Porvenir Literario, Las Familias, El Estudiante, El Verano y El Monitor de La Campaña.El Monitor de la Educación Común, fue el órgano oficial del Consejo de Educación, fundado por Sarmiento en 1881, era uno de los periódicos que informaba los debates del Congreso Por aquel entonces, apenas una séptima parte de los niños argentinos concurría regularmente a la escuela. Más medios Y a medida que transcurría el siglo irán surgiendo otros baluartes del periodismo argentino tales como: Los Andes de Mendoza, (1884); La Democracia, de Chivilcoy (1885); La Capital de Santa Rosa, La Pampa (1893, El Eco de Tandil (1882); El Día, de La Plata (1884); Los Principios de Córdoba (1894); El Orden de Mercedes, Provincia de Buenos Aires (1894); La Vanguardia, de Buenos Aires (1894); La Unión de Lomas de Zamora (1897); La Nueva Provincia, de Bahía Blanca (1898) y El Litoral, de Santiago del Estero en 1898.

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También hacen su aparición diarios de distintas colectividades, entre ellas The Standard (1861) Deutsche La Plata Zeitung (1863); Le Courrier de La Plata, (1865). Buenos Aires Herald fue fundado el 15 de septiembre de 1876 por el inmigrante escocés William Cathcart. Al principio consistía de una simple hoja con anuncios publicitarios en la portada y en su mayoría información sobre “shipping” (entrada y salida de embarcaciones al puerto de Buenos Aires) en la contraportada. Cuando su fundador vendió el periódico un año después, pasó del formato semanal que tenía a uno diario, ahora sí enfocándose más en los típicos contenidos de un periódico. Rápidamente se conviertiría en referente de la comunidad angloparlante que vive en Argentina. Le siguieron, La Patria deghli Italiani (1877); Argentinisches Wochenblatt (1878); Argentinische Taglebastt (1889) y Le Courrier Suisse, (1892). El matutino “La Democracia”, fundado y dirigido por Don Valerio A. Chaves. Apareció, en Chivilcoy, el 1 de noviembre de 1884, y prolongó su existencia gráfica, durante más de cuatro décadas. En la segunda mitad del siglo XIX, las ideas bullen ardorosamente y el anhelo de comunicación abarca todo el país. Permanentemente afloran páginas periodísticas que dan una idea de la dimensión espiritual de nuestro pueblo, que va tornando su paso hacia un gradual cosmopolitismo. Desde 1895 a 1923 comienza una nueva etapa en el periodismo santiagueño. Se edita La Provincia, el primer diario que salía todos los días de lunes a sábado. Se caracterizaba por la buena impresión, el mayor tiraje y la venta callejera. Era el órgano de difusión del Partido Nacional, que dejó de editarse en 1889 cuando apareció El Constitucional. Tenía como redactores a jóvenes abogados, pero su vida fue muy breve.

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También en 1889 apareció El Liberal fundado por Juan A. Figueroa, quién era secundado por un grupo de jóvenes políticos. Su lema era: “Será la verdad, defenderá la verdad, bogará por la verdad y vivirá por la verdad”. A partir de 1920, cuando ya era dirigido por la familia Castiglioni, inicia una etapa de modernización con los últimos adelantos del periodismo mundial. El Siglo, también un diario político, fue el primero en utilizar la linotipo, pero dejó de salir 1925. Aparecen las primeras revistas como Picaflor, El Pobre, El Coyuyo y El Bonachón, donde se destacan el buen humor, la fina ironía y la burla como para contrarrestar el tono y la intención de los medios políticos. Un medio para destacar en el periodismo santiagueño es El Orko (El Macho), aparece en 1875, escrito totalmente en quechua. Otras imprentas de Santiago del Estero En 1869 se imprimió el libro “Contestación documentada a las calumnias de la Carta Manifiesto del presidente Sarmiento contra los Taboada”, en Imprenta del Norte que pertenecía al diario taboadista El Norte, editado por Segundo R. Araujo. En 1879, en los talleres de La Prensa Libre, periódico oficial del gobierno de Pedro R. Alcorta, se publica el Mensaje del gobernador Mariano Santillán a la Sala de Representantes, de ese año. Esa imprenta duró hasta el año 1880. En 1882, Nerio A. Rojas fundó el semanario La Opinión Pública, para sostener la candidatura de Absalón Rojas. Su imprenta funcionaba en calle Avellaneda 40/44. En esa imprenta se publicó el Mensaje del Poder Ejecutivo a la Legislatura, del gobernador Sofanor de la Silva, efectuado el 1º de mayo de 1885. En 1889 se publicó la “Ley de Registro Civil de la Provincia de Santiago del Estero”. En 1883, se fundó el periódico El País, de Manuel Gorostiaga, siendo su editor Segundo R. Araujo y funcionaba en calle Independencia 87. En esta imprenta se imprimieron el “Informe en derecho en la causa promovida por el Gral. ERNESTO MARTINCHUK

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Antonino Taboada presentado ante la Corte Suprema de Justicia” por el Dr. Manuel Argañarás (1885), y “La planta en la creación”, conferencia del 14/08/1886 (1886), del rector del Colegio Nacional, Dr. Raimundo Linaro. En 1896, el establecimiento tipográfico La Provincia, fundado como órgano del oficialismo, editó el “Mensaje del gobernador Adolfo Ruiz a las H.H. Cámaras Legislativas”, del ese año. La Provincia cerró en 1898, con la intervención del gobierno de Adolfo Ruiz. En 1897, Vicente Rodríguez creó la imprenta Rodríguez & Cía., que funcionó en la esquina de las calle 9 de Julio 201 e Independencia. Hoy “Paseo El Siglo”. De ese año es “Tipografía Argentina”, de Rodríguez & Cía., que editó “La Ley Orgánica y de Procedimientos de la Provincia”. En 1903 publicó, entre otros trabajos, la obra “Agustina” (Palacio de Libarona), del Dr. Francisco Viano; y la “Geografía antropológica”, conferencia de Felipe S. Giménez (1903). En 1904 los “Apuntes históricos sobre el idioma inglés”, de Carlos Weyenberg, y varias obras de Baltasar Olaechea y Alcorta. El 18 de junio de 1907 publicó el siguiente aviso periodístico en el diario El Siglo: “Librería Argentina”, de Rodríguez & Cía., imprenta a vapor, librería, encuadernación, libros de texto y útiles para el colegio. En 1899, en Imprenta El Estado, se editó el “Reglamento de la Cámara de Diputados de la Provincia”. En 1899 funcionaba en calle Entre Ríos esq. Sarmiento, la imprenta “La Reforma”, siendo de esa época la “Ley de Elecciones provinciales”, y de 1900 “La educación industrial”, de Ramón Carrillo. En 1902 se publica los “Estatutos y Personería jurídica”, del Centro de Tiro Federal, en Imprenta y Encuadernación Española, de C. Alén, en Tucumán esq. Libertad. En 1903 y 1904 Tipográfica “Estímulo y Defensa” publicó “Evolución del lenguaje”, de Ramón Carrillo (1903), “Anales del Colegio Nacional”, de Baltasar Olaechea y Alcorta (1904), Reforma de la educación pública en la Prov. de Santiago del Estero”, de Antenor Álvarez (1904); “Discurso pronunciado por

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Napoleón Taboada el 6/1/904 proclamando la fórmula presidencial UriburuUdaondo” (1904). En 1905 encontramos Tipográfica Santiago, que editó “Noticia histórica del Señor de los Milagros de Mailín”, de Baltasar Olaechea y Alcorta (1905). En 1909 Ramón Ribas fundó la imprenta “R. Ribas”, en calle Independencia 202, y de esa época es “Anales del Colegio Nacional”, de Baltasar Olaechea y Alcorta (1909). En 1910 funcionaban las imprentas de “El Porvenir”, “El Siglo”, de Federico Lannes, la de Almonacid, Tipográfica “Los Colegios”, de Jesús Osés y Hno., Tipográfica Española, de Celestino Alén, la que funcionaba en la esquina de Libertad y Tucumán. De la imprenta “Los Colegios” es la publicación de “Hay tiempo para llorar” (tradición santiagueña), composición que obtuvo el 2º premio, 24/07/1910”. La imprenta de Federico Lannes funcionaba en calle 24 Septiembre al 400 al lado de la casa (lindera al Sud) que luego sería del Dr. Mario Tula Gómez, que era donde vivieron Saturnina (Bravo de) Rueda, Federico Lannes y Elena Lannes. Utilizaba una impresora “Minerva”, y de 1910 es la impresión de “Aurora inquieta”, de Carlos Schaeffer. Carlos Schaeffer Gallo escribió: “Ahí estaba, en la vieja casona, su campo de batalla: la pequeña imprenta, donde la sufrida “Minerva” tiroteaba día y noche defendiendo la precaria trinchera, alzada a fuerza de tremendos sacrificios Menciona al periódico literario “El Alba” de precaria existencia ... Pero el crédito editorial de la imprenta, lo constituía la edición mensual de la revista que administraba, redactaba y dirigía el mismo Lannes: “La Escuela Cívica”. Ahí estaba resumida su vocación de educador y combatiente. Concretaba programas patrióticos a retazos y discriminaba problemas de arte de hondo sentido crítico”. En 1913 Talleres Gráficos Contreras, de César Contreras, editó la “Actuación política de Rosas”, de R. Lugones Vieyra (1913). ERNESTO MARTINCHUK

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En el año 1914 aparecen publicaciones de editorial “El Liberal”, las que se extienden hasta el año 2009. Funcionó en calle Libertad 263. Entre sus primeros trabajos podemos citar el “Catálogo de la Biblioteca Sarmiento” (1914); los “Discursos sobre Educación”, de Dámaso Jiménez Beltrán (1914); “Conversación del Inspector Pedro A. Abregú” (1916). Lamentablemente para los investigadores no existen colecciones completas tanto en los archivos oficiales como particulares, por tal motivo es que se publica el presente resumen, para poder contar con una referencia sobre el tema. Negros y proletarios La frustrada y dudosa manifestación inicial de “socialista”, anunciada en 1838 para El Semanario de Buenos Aires, que no llegó a salir, fue seguida por una publicación de muy breve vida que tiene el privilegio de haber introducido el vocablo en el periodismo argentino: El Proletario. El antecedente próximo de El Proletario fue La Raza Africana o sea El Demócrata Negro, cuyo redactor fue Zandalio Scuti y Quiroga que apareció el 7 de enero de 1858. El verdadero propietario fue Lucas Fernández, el que “a causa del poco conocimiento y falto de práctica en materia de publicaciones”, dejó en manos de Scuti la redacción. Sin embargo, las discrepancias suscitadas entre ambos disolvieron la “empresa”. Casi de inmediato Lucas Fernández se dio a la tarea de poner en marcha El Proletario, periódico semanal, político, literario y de variedades, cuyo objetivo estaba expresado en el subtítulo: “Por una sociedad de la clase de color”. El primer ejemplar apareció el domingo 18 de abril de 1858 y se presentaba así: “La Clase de Color. Esta importante y preciosa porción de la sociedad porteña, a que nos honramos de pertenecer, no tiene un órgano que alivie las necesidades inherentes a toda clase desvalida y pobre de un país cualquiera, y que vigile por sus intereses tan importantes y valiosos como los de las clases ERNESTO MARTINCHUK

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más acomodadas y felices; y si la tuvo, él no pudo llenar sus fines y objetivos primordiales; pero aun cuando así lo hubiera hecho, no existe ya. “Sin la asociación no hay nada; nada puede el hombre aisladamente y entregado a sí propio. “El principio de la asociación, apoyado por la máxima inconclusa de –en la unión está la fuerza-, y por esta otra, su antítesis: divide y reinarás, está sancionada por la aprobación universal, y constituye tal vez la primera gloria del siglo actual, porque a él se deben todos o los más importantes adelantos que lo embellecen”. Aunque la concepción de “clase” de El Proletario no es social sino racial, en tanto la realidad las unía en la situación de explotación en que se encontraba, el periódico fue un precursor en la lucha social. Un período de 30 años Nos internamos en un período de 30 años en que se conforma el país, -que sin solución de continuidad- se prolongará hasta la primera mitad del siglo XX. Después de Caseros, la Constitución de 1853, pone en práctica con su lema de “gobernar es poblar”, y lleva adelante la primera gran inmigración. Pero continúa el enfrentamiento Interior-Buenos Aires. Después de la segregación, el Pacto de Unión y Amistad, la Reforma del 60 y otro Pavón: el triunfo de Buenos Aires o mejor dicho, de su puerto. Londres no quedaba tan lejos. Como un símbolo, el 12 de noviembre de 1863, en Olta, asesinaban a Ángel Vicente Peñaloza, “El Chacho” y el 4 de junio de 1870, en Antoco, moría de tuberculosis Felipe Varela, el último montonero. Liquidada la montonera, en permanente avance la empresa de exterminio de las poblaciones indígenas con los “malones inversos”, que ganaban tierras para la explotación y el lucro, resuelta la cuestión capital, al mismo tiempo que la burguesía ganadera en el poder, la inmigración, que no tenía acceso a la tierra, se volcaba sobre Buenos }aires y los suburbios.

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La oligarquía ganadera gobernante acepta el lugar dado como país periférico en la división internacional del trabajo y desde Inglaterra se delinea nuestro sistema económico de acuerdo con las necesidades del Imperio. La inmigración, la inversión de capitales extranjeros, las concesiones, el uso del crédito, las emisiones clandestinas, el despilfarro y los negociados, las acciones sin garantías, la depreciación monetaria, las contradicciones internas del sistema en esta etapa de su desenvolvimiento, empujan al país hacia una de sus crisis inevitables. Se prepara el 90 y el periodismo expresará ese proceso. Primer censo de medios Según indica el Primer Censo de la República Argentina (1857) y el segundo (1859) las ediciones de los periódicos durante el período de la Confederación 1852 a 1861- oscilaban entre doscientos y quinientos ejemplares y sólo excepcionalmente llegaban a mil. La proporción de lectores de las provincias que lo editaban era: -

Santa Fe, que contaba con 41.261 habitantes, 206 ejemplares. Entre Ríos, con una población de 79.282, 396 ejemplares. Corrientes, con 97.630 con 396 Córdoba con 167.000 habitantes, 835 Santiago del Estero con 77.575 habitantes 387 Tucumán con 84.136, 420 Salta con 72.890 con 364 Jujuy con 33.101 con 165 Catamarca con 65.500 con 327 La Rioja con 39.888 con 199 San Luis con 27.602 con 188 Mendoza con 47.478 con 237 San Juan con 60.000 habitantes tenía un promedio de 300 ejemplares.

En 1859 salen a la calle El Comercio del Plata, El Clamor de los Libres, El Hijo de Mayo, El Independiente, El Chismoso, El Huracán, La Gaceta del Pueblo –“razón, moral, utilidad”-, La Avispita, periódico anónimo “alegre, crítico y burlesco”, El Imparcial, La Paz, de Lucio V. Mansilla que defiende la anexión de Buenos Aires a la Confederación, y Museo Literario de Francisco Bilbao. ERNESTO MARTINCHUK

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Ya en 1860, después del Pacto de San José de Flores, del 11 de noviembre de 1859, en marcha la Convención “ad-hoc”, salen El Guardián, fundado por Leandro Nicéforo Alen, La Patria, 11 de septiembre, La Argentina, El Enano, La Bruja y La Bandera de Cepeda, El Trueno, humorístico anónimo, que sólo duró nueve días. En 1861 aparecen El Eco Español, El Chimborazo, y El Gaita, The Standard, fundado por Eduardo T. Mulhall, que componían y repartían a caballo sus publicaciones. Con La Nación Argentina, cuyo redactor fue José María Gutiérrez, aparece el más alto exponente de la política mitrista, sosteniendo la federalización de Buenos Aires. Salió desde el 13 de setiembre de 1862 hasta el 31 de diciembre de 1869. En su último número anuncia: “La Nación. Nuevo diario de intereses generales, saldrá el 1° de enero de 1870. Se publica por la sociedad anónima del mismo nombre de que es director gerente don Bartolomé Mitre y redactor permanente el doctor José María Gutiérrez”. Es el año en que también aparecen El Diablo de Buenos Aires y El Siglo. Un año más tarde lo harán El Correo de Buenos Aires, El Eco de la Juventud, El Estudiante, L´Italiano, La España, La Flor del Aire y El Mosquito. El 1° de marzo de 1863 apareció El Artesano, una publicación semanaria enciclopédica, destinada a ocuparse de “Artes, Industria, Agricultura, Economía Política y Rural, Ciencias, Literatura, Estadística, Administración, Higiene y demás conocimientos útiles”. Fueron sus redactores Feniou, Hempel, Maxwel, de Moussy, A. Estrada, Bax y Furt, Alejo Peyret y Amadeo Jacques. Después del número 8 asumió la dirección Bartolomé Victory y Suárez.

Con El Artesano, “la clase obrera”,

pudo tener su primera hoja defensora.

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Uno de los temas que más desarrollaba El Artesano era el problema inflacionario y su incidencia sobre la clase trabajadora. Lo hace a partir del segundo número: “El pernicioso efecto del agiotaje en el metálico, cae de rechazo sobre la clase obrera. Esta recibe el pago de su trabajo en papel, en igual proporción que cuando el oro estaba más bajo, y sin embargo, se ve obligada a pagar doble más caro los artículos de su consumo. “Cuando en virtud de este estado de cosas no gana bastante, le sucede por escala lo siguiente: “1°- No puede ahorrar nada. “2°- No puede vestirse decentemente. “3°- No puede pagar la educación de sus hijos. “4°- No puede comer artículos nutritivos. “5°- Desfallecen sus fuerzas físicas. “6°- Entra la miseria en sus familias. “7°- Se exaspera y protesta con dureza contra el gobierno. “Y para coronar la situación, circulan en el extranjero noticias que denigran a la Nación. En nombre, pues, de los que más sufren a consecuencia de la actual crisis del oro, pedimos al Superior Gobierno active una solución digna de su ilustración, que alivie las clases menesterosas y que ennoblezca la República destruyendo la inmoralidad del agio”. El esfuerzo de El Artesano no encuentra eco y en su edición del 13 de julio dice: “Nuestros deseos han sido frustrados, queríamos ser útiles a las clases industriales y obreras, pero era menester que ellas nos ayudaran; no lo han hecho; nos han dejado a nuestras propias fuerzas, y ellas no bastan para continuar la tarea que habíamos emprendido”. Fuente histórica En los primeros meses de 1864, Olegario V. Andrade, (1839-1882) se encontraba sin trabajo en Gualeguaychú, Entre Ríos, aunque había recibido propuestas de empleo de Santa Fe y Buenos Aires, decide poner en marcha su ERNESTO MARTINCHUK

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proyecto de fundar un diario. Allana todos los obstáculos y dispone que el periódico saldría día por medio y que requeriría un presupuesto de 190 pesos mensuales. Pidiendo ayuda, le escribe a su amigo Salvador María del Carril: “Necesito por consiguiente, aunque sea para los primeros tiempos, una subvención por esa cantidad hasta que se establezcan las suscripciones, con las cuales no se puede contar desde el principio, porque dependerán de la aceptación que merezca el periódico y de las circunstancias que no son propósito para recoger ventajas”. Ese periódico se llamaría El Porvenir, en el que criticaba vehemente la política porteña y sobre todo la Guerra del Paraguay. En 1866 publicó un inteligente folleto, titulado “Las dos políticas: consideraciones de actualidad”, donde explicaba la divergencia entre los intereses porteños y los del interior del país. En mayo de 1934, el bibliotecario Boutiller du Retail presentó en la Academia de Ciencias Morales de Francia un trabajo donde destacaba a los medios de comunicación como fuente histórica. Periódico fundado por irlandeses Los

descendientes

de

irlandeses

suman

aproximadamente 400.000 personas en la Argentina. A partir de 1867 habían llegado poco más de 2.000 que se instalaron entre Carmen de Areco y Salto. Como el idioma de la colectividad era el inglés, Michael Duggan y Edward Mulhall fundaron The Standard en 1861. El vocero de la colectividad irlandesa debió conformarse, en las duras épocas inaugurales, con ser una modesta hoja doblada por la mitad. Sin embargo, con el correr de los años, llegó a convertirse en el diario de negocios más importante de Buenos Aires. Por problemas económicos dejó de publicarse en el año 1959.

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El Mosquito El 24 de mayo de 1863 apareció un periódico “satírico-burlesco” destinado a pasar a la historia de las publicaciones políticas argentinas. Publicó nada más y nada menos que 1580 números a lo largo de 30 años donde se reflejan los vaivenes de la vida política nacional, hasta el 16 de julio de 1893 en que dejó de salir. Su creador y director fue el dibujante madrileño Eduardo Sojo (1849 - 1908), de arraigadas ideas republicanas, convirtiendo al semanario en un proyecto más que representativo de su época y testigo de un momento histórico. Utilizando la caricatura política como sello distintivo, más el acompañamiento de un lenguaje conciso y mordaz, logró establecer un nuevo contrato de lectura con los públicos emergentes de la cultura de masas. Por asumir la empresa periodística con una actitud profesional, logró sobrellevar las dificultades económicas características de los medios gráficos de la época, que no gozaron de financiación estatal: El Mosquito estaba dispuesto a recurrir a los recursos del marketing, no para acrecentar ganancias, sino para conservar el proyecto periodístico. El Mosquito no sólo constituye un material de rigor para la revisión de las páginas de la historia con un espíritu crítico, sino también que las características de su producto lo ubican en un lugar clave en la historia del periodismo, a mitad de camino entre los modelos

tradicionales

de

revistas

enciclopédicas y los novedosos semanarios populares. Editado por Meyer y Compañía –a quien reemplazaron Mauvier primero y Setin después- El Mosquito, que comenzó saliendo los domingos para luego hacerlo los sábados y más tarde los jueves y domingos, llegó a ser diario durante un ERNESTO MARTINCHUK

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mes, recibió en sus páginas los dibujos de Stein, Luynch, Meyer, Monniot, Demócrito, Faría, Danblans y otros. Ningún suceso del país quedó sin que la pluma o lápiz de sus hábiles dibujantes y caricaturistas lo reflejaran. Ningún personaje político pudo escapar a la caricatura que exaltaba el rasgo físico pronunciado o algún aspecto de la personalidad criticada como la galera de Urquiza, el mentón de Sarmiento, la nariz de Vélez o los “puros” de Mitre. En el número 909, del 6 de junio de 1880, el traslado desde el día 2 el gobierno a Belgrano y pocos días antes de los combates de Olivera, Barracas, Puente Alsina y Corrales, El Mosquito caricaturiza al presidente Avellaneda y a su ministro de Guerra Pellegrini que marchan, el primero a caballo y vestido de general y el segundo en un burro sobre las tropas de Tejedor. Burlonamente pone en boca de Avellaneda la siguiente proclama: “Soldatos te la libertad! “A la sompra te estos eucaliptos vigorosos 40 siglos nos contemplan.” El 1° de enero de 1864, con la dirección de José María Cantilo, -que firmaba con el nombre de Bruno- salió Correo del Domingo, en el que colaboraban Mitre, Gutiérrez, Gómez, Mármol, Frías y Estrada entre otros. También ese año aparecieron Corriere Italiano, Le Progres, L´Imparciales, L´Italia del Giorno, El Diablo, El Imparcial Español, El Pueblo, La Palabra de Mayo y La Siempreviva. En 1865 El Eco de Comercio, La Razón Española –luego paso a llamarse El Diario Español-, América, El Independiente, El Telégrafo Mercantil. El primero de julio de 1865, salió el primer número de Le Courrier de La Plata, órgano de la prensa francesa. Su fundador fue José Alejandro Berheim, dueño de una imprenta y fundiciones propias de tipos de imprenta. Nacido en el

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seno de una familia muy humilde en Muchhausen, se hizo tipógrafo en su tierra. Llegó a Montevideo en 1850 donde se vinculó con personajes del partido unitario. Más tarde se convirtió en uno de los más conocidos impresores de Buenos Aires. Los principales colaboradores de su diario fueron León Walsh, Paul Grousac, Alberto Larroque, Eugenio Perrot, Amadeo Jacques y Alfredo Ebelot. El primer día del año 1867 apareció el periódico dominical El Inválido Argentino, que dejó de existir tres meses después. Sus páginas estuvieron destinadas a apoyar a los combatientes del Paraguay y en ellas escribieron Leandro N. Alem, Aristóbulo del Valle, Norberto Quirno Costa, Amancio Alcorta y Adolfo Saldías entre otros. Ese año, Voctory y Suárez publica La Crónica del Progreso, que se autodefine como “Órgano de los intereses de la clase trabajadora”, y que seguía a dos publicaciones anteriores: El Pueblo Español e Iberia.

Los primeros “canillitas” Con la aparición del diario La República el 1° de enero de 1868, dirigido por Francisco Bilbao, salen a la calle los primeros “canillitas” de Buenos Aires. Hasta entonces los periódicos se vendían en las imprentas o se enviaban mediante suscripción. En realidad casi ni se trataba de empresas periodísticas, sino de publicaciones que, estaban respaldas por el prestigio de sus editores y fundadores, tal como ocurría con La Prensa, de José C. Paz; La Nación, del general Mitre; La Tribuna, de Varela; El Nacional, de Vélez Sársfield; La Patria Argentina, de los Gutiérrez; El Orden, de Luis L. Domínguez (el autor de “El ombú”); La Reforma Pacífica, de Nicolás Calvo; La Tribuna Nacional, de Olegario Andrade; La Patria, de Lucio V. Mansilla; El Mosquito, de Enrique Stein, y, entre otros más, Tribuna, de Agustín de Vedia. ERNESTO MARTINCHUK

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El caso es que nadie los voceaba en las tranquilas calles de Buenos Aires. Por eso fue mucha la sorpresa de los ciudadanos de aquel entonces cuando una mañana se oyó una voz estridente que anunciaba por las calles: “¡La República, a un peso!” ¿Qué ocurría? Había aparecido el l primer canillita, ese Gavroche de las veredas, calles y plazas, al que muchos años más tarde inmortalizaría el genio de Florencio Sánchez en una pieza inolvidable, y al que Evaristo Carriego cantara en versos dedicados al autor de “Barranca Abajo”: ¡Siempre el mismo! Ingrato… ¿Te parece poco Que jamás volvamos a encontrar tus huellas? Si nunca hallaremos romero más loco… ¡Qué cosas las tuyas! Irte a las estrellas… No mereces casi que así te lloremos ¡Irte a las estrellas… ¡Adiós, canillita!

La circunstancia fue divulgada por toda la prensa del país, máxime si se tiene en cuenta que no sólo el nuevo sistema de venta revolucionaba las costumbres de expedición de los diarios, sino que también el precio de la nueva publicación era harto novedoso, pues La República se vendía a 1 peso, cuando los demás periódicos era de 5 pesos. Como se ve, aquel 1° de enero de 1868 acababa de operar una importante transformación en la vida periodística de Buenos Aires. También en 1868 sale L´Operario Italiano un periódico liberal, republicano y mazziniano, al que acompañaron Deutsche La Plata Zeitung, El Pueblo Argentino, La Naciones Italiana, La Patria, Los Intereses Argentinos, La Chula, El Brujo, La Opinión Pública y El Argos. La Prensa El diario La Prensa salió a la calle el 18 de octubre de 1869, creado por José C. Paz. En aquel momento era un diario a siete columnas, con ocho páginas diarias y 12 cada 15 días. José C. Paz, quien condensó su código de ética en una ERNESTO MARTINCHUK

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frase: “Nadie debe escribir como periodista lo que no puede sostener como caballero”. Sus instalaciones eran las de un diario pensado en grande para un país grande: una amplísima planta (la “cuadra”), corresponsalías en todo el país vinculadas por teletipo, un sistema de tubos neumáticos que unían la redacción con los talleres ubicados en el bajo, y la última novedad tecnológica: una flota de autos comunicados con “motorolas”. La Prensa había sido concebida como un servicio público: ofrecía consultorios médicos y jurídicos, una rica biblioteca y un programa anual de disertaciones en su Instituto Popular de Conferencias. Había tenido además una escuela de música, y un servicio de estafeta, que empleaban los inmigrantes para comunicarse cuando aún no habían fijado domicilio aquí. La famosa farola que preside el edificio de la avenida de Mayo, inaugurado en 1898, lleva por título “El periodismo en la construcción de una sociedad libre”, y el diario no se apartó de ese ideal de su fundador. Me tocó trabajar en varios medios nacionales, pero en ninguno respiré el aire de auténtica libertad, hacia dentro y hacia fuera, que respiré en La Prensa. El diario mantenía una línea genuinamente liberal, como no la tuvo ni la tiene ningún otro medio (ni corriente política) en la Argentina. El precio de los anuncios se modificaba de acuerdo con la tirada del diario. El valor de la suscripción por mes era de 1,70 pesos, por trimestre 5 pesos y la anual era de 20 pesos. También aparecen La Verdad, anónimo que sostiene la candidatura de Bartolomé Mitre y defiende el secreto del sufragio. El Cencerro, La Discusión, El Porteño, Don Quijote –que reaparece hecho por estudiantes que vuelven al país-, La Ciudad, El Lince, El Río de la Plata, El Gobernador, La Lira y El Orden. El Río de la Plata sale el 5 de agosto de 1869. Su redactor fue José Hernández y en sus páginas, el autor del Martín Fierro, enfrenta a Mitre. Dice ERNESTO MARTINCHUK

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La Nación en su número conmemorativo de sus cien años de existencia: “El Río de la Plata se propone “hacerse el órgano caracterizado de las opiniones y de los intereses de las dos repúblicas del Plata”. Proclama su independencia y en la “presentación” desconfía, según dice, de “los políticos y los charlatanes” que “han desacreditado los programas”, sin que se salven los periodistas, de los cuales, afirma, que “muchos hay, con respeto de las excepciones honrosas, que podrían compararse a esos individuos que pasan toda su vida ofreciéndose de novios y que acaban por morirse de viejos impertinentes y solteros… A pesar de ello, da como se ha dicho, su propio programa. Los antecedentes de Hernández, lo hacen mirar con simpatía a los caudillos supérstites, y a la revolución de López Jordán, en abril de 1870, señala su muerte coincidente con un comentario sobre el asesinato de Urquiza”. La Nación El 28 de diciembre de1869, vendiendo parte de sus muebles, libros y cuadros, Bartolomé Mitre fundó La Nación, el más antiguo de los que circulan en la actualidad. La Nación surgió de un periódico anterior- La Nación Argentina- que, desde 1862, publicaba en Buenos Aires Jpsé María Gutiérrez. Para editar el nuevo diario se constituyó una sociedad anónima integrada por Ambrosio P. Lezica, Juan Agustín

García,

Cándido

Galván,

Francisco

de

Elizalde, José María Gutiérrez, Adriano Rossi y el propio Mitre. El capital de la sociedad era de 800 mil pesos dividido en acciones de un valor de 25 mil pesos cada una. El General Mitre, en el momento de la fundación del diario, suscribió cuatro acciones, o sea 100 mil pesos. Posteriormente, fue adquiriendo todo el capital. ERNESTO MARTINCHUK

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Editado por su propia imprenta, el diario La Nación lanzó su primer número con una tirada de mil ejemplares, el día martes 4 de enero de 1870. Pero, cualquiera sea la más o menos extensa nómina de publicaciones, el fin de la década de los años 60, está signado por la aparición de La Prensa y de La Nación. Ellos fueron, y lo son, expresiones de la prensa política. El Eco de Tandil El diario El Eco del Tandil fue fundado el 30 de julio de 1882 por el boticario Juan S. Jaca siendo el cuarto diario más antiguo de la Argentina detrás de La Nación, La Prensa y La Capital de Rosario y el décimo de América Latina. En ese entonces, el tren no había llegado a la ciudad que era conocida por su Piedra Movediza, ya famosa en el mundo entero. Había en el pueblo sólo carretas, sulkys y villalongas. Sin embargo, sí existía una imprenta La Voz del Pueblo- que debido al escaso trabajo tuvo que cerrar. Y también una botica, cuyo dueño, Juan S. Jaca, se animó a comprar en un remate todos los elementos de ese taller de imprenta que había sucumbido por la falta de trabajo. Así nació El Eco del Tandil, un órgano informativo que era sólo una página sábana a doble faz, que aparecía generalmente una vez por semana y que se armaba tipográficamente letra por letra. Con el tiempo, pasados los años, fue bisemanario y luego diario. Varios dueños tuvo El Eco, muchos de los cuales desempeñaron notables funciones en la ciudad de Tandil, aún cuando nunca lograron que la empresa se afianzara en una posición económica sustentable. Sobre todo, después de sucesivas clausuras y encarcelamientos a sus directores por parte del gobierno de Juan Domingo Perón. ERNESTO MARTINCHUK

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Acarreando deudas y compromisos que a duras penas podían cumplirse, el periódico (ya no era diario porque había dejado de aparecer los domingos) llegó a su centenario en 1982, justo un año antes del advenimiento de la democracia con el gobierno de Raúl Alfonsín. Con las finanzas maltrechas, en una antigua casona del centro y con elementos tecnológicos vetustos, el destino de El Eco del Tandil parecía encaminarse inexorablemente hacia el cierre definitivo. Fue entonces que Rogelio Rotonda, un joven periodista de apenas 22 años, que había comenzado como cronista volante a los 15 y que nada tenía que perder en el intento, decidió ofrecer a los dueños del diario hacerse cargo de todas las deudas y también, de la totalidad del personal contratado. Así comenzó a forjarse una historia casi inesperada. Más páginas primero, aparición también los domingos después, incorporación de columnistas varios e intensivas campañas publicitarias, comenzaron a dar sus frutos: El Eco de Tandil había resurgido de sus propias cenizas. El Eco del Tandil es el cuarto diario más antiguo de Argentina y significa no sólo una cuestión de orgullo sino también un compromiso permanente en su carácter de empresa símbolo de Tandil, en la provincia de Buenos Aires, considerada una de las ciudades que proporcionalmente más crece en el país. En el año 1871 se registró en Buenos Aires la aparición de la Revista del Río de la Plata, periódico mensual de historia y literatura de América,

publicado

por

Andrés

Lamas,

Vicente Fidel López y Juan María Gutiérrez. En su editorial anunciaba que “se propone consagrar en sus páginas a la historia de esta parte de América”, y también la biografía de sus hombres más destacados. Hasta 1877, en que desapareció, editó trece

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volúmenes que componen 52 números en total.También aparecen La Tribunita, El 13 de Diciembre –con el lema “La verdad, toda la verdad”- y un año más tarde El Ateneo Argentino, El Mercantil –que trabaja por la candidatura de Adolfo Alsina para la gobernación de Buenos Aires-, El Correo Español y El Trabajador, órgano de la Asociación Internacional de Trabajadores, sección francesa, que editaron los perseguidos después de la Comuna de París. En el año 1871, cuando la epidemia de la fiebre amarilla diezmó la ciudad de Buenos Aires, salieron dos publicaciones detallando el tema: El Boletín de la Epidemia y La Marcha de la Epidemia. El año 1872 fue de gran fecundidad periodística. En Buenos Aires funcionaban 26 imprentas que editaban 94 diarios, de los cuales 44 aparecieron en el mismo año. Los principales fueron El Americano que aunque era editado en París por Héctor Varela, con el objetivo de hacer conocer en Europa las cosas de su Patria, fue un periódico netamente argentino. El 7 de marzo apareció El Correo Español, órgano de la colectividad, impreso a seis columnas dirigido por Enrique Jiménez, un liberal que terminó sus días a raíz de un duelo. Este periódico fue suspendido durante la revolución de 1874, reapareció luego, para volver a ser suspendido debido a la huida de su director por otra intentona revolucionaria. Un grupo de obreros de la colectividad italiana fundó L´Operario Italiano. Este periódico era costeado por contribuciones personales y su redacción era anónima. Continúo apareciendo hasta 1883.

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También salieron a la calle: El Comercio del Plata, La Educación Moderna, El Mercantil, El Eco de las Niñas, El Porvenir Literario, Las Familias, El Estudiante, El Verano y El Monitor de La Campaña. El Constitucional, El Monitor de la Educación Común, La Libertad, La Igualdad, El Argentino –de José Manuel Estrada- y La Presidencia, -mitrista, que dedicaba muchas de sus caricaturas a Sarmiento, al que llamaba “General Bum-Bum Sarminentof”, mofándose de sus veleidades militares- constituyen las expresiones periodísticas del año 1873. En la línea de El Mosquito y de La Presidencia, salió en 1874 La Tijera, periódico satírico burlesco y también El Autonomista.

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A mediados de julio de 1875, comenzó a circular en Villa Occidental, -en el norte argentino- el bisemanario “El Chaco”. Se vendía los días jueves y domingos al costo de un peso fuerte, en todo lo que era el Chaco Paraguayo

ocupado

por

las

fuerzas

militares

argentinas. Precisamente la Guerra de la Triple Alianza o Guerra del Paraguay, llamada por los paraguayos Guerra Grande, Guerra contra la Triple Alianza o Guerra Guasú, y por los brasileños Guerra do Paraguai, fue el conflicto militar en el cual la Triple Alianza ―una coalición formada por el Imperio del Brasil, Uruguay, y la Argentina ― luchó militarmente contra el Paraguay entre 1864 y 1870 El periódico contaba con cuatro páginas y se editó hasta el mes de abril de 1876, en una imprenta montada al efecto, llevada desde Buenos Aires por el gobernador del Chaco, General Napoleón Uriburu. Fuera de Buenos Aires y Rosario (donde la prensa hacía fuerte propaganda política a favor de Brasil), la entrada argentina en el conflicto fue impopular, hasta el punto de que gran parte de las tropas enviadas lo fueron forzadamente. La guerra terminó en 1870 con una derrota de Paraguay, que conllevó también un desastre demográfico: según las distintas fuentes, el país perdió entre el 50 % y el 85 % de su población y quizá más del 90 % de su población masculina adulta. Recordemos que nuestro país ocupó y gobernó desde Villa Occidental, a todo el Gran Chaco durante casi diez años, hasta que en 1879. Luego cumpliendo un laudo arbitral del presidente de los Estados Unidos, Rutherfor Hayes, -ante los reclamos del Paraguay- fue entregada a la dependencia soberana de ese país, la región ocupada al norte del río Pilcomayo, por lo que la localidad paso a llamarse Villa Hayes. El Gorro de Dormir que, como es lógico, salía por la noche, lo hizo en 1875, año en que también aparecieron El Industrial, El Tribuno, La Época, La

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Reforma, La Unión Argentina, Antón Pirulero –satírico de política y literatura- y Le Revolutionaire. Éste último decía por boca de su redactor Pourille, “Defensores de la libertad en la arena del periodismo, a la que descendemos hoy, creemos que no encontraremos si no colaboradores entusiastas, adversarios corteses”. Pero cierra sus páginas el 24 de enero de 1876, por no contar con suscriptores suficientes para mantenerse. Le Revolutionaire, afirma: “Todo hombre que es partidario de un cambio o que trabaja para efectuar un cambio revolucionario… Aquellos que desean reemplazar la luz por las tinieblas son revolucionarios… Todos aquellos que desean reemplazar el mal por el bien son revolucionarios”. Simultáneamente con Le Revolutionaire salió El Petróleo, “Órgano de las últimas capas sociales y las primeras blusas comunistas” En 1876 aparecen El Eco de América, El Porteño, La América del Sud, La Patria –luego La Patria Italiana y más tarde La Patria degli Italiano, El Oeste, La Ley, El Demócrata y El Buenos Aires Herald. A los seis meses de la puesta en marcha del Sistema de Educación Común y de la Administración de Escuelas Públicas, confiadas a un Consejo General de Educación, aparece el 1° de septiembre de 1876 el primer periódico oficial dedicado al tema: La Educación Común, editado por la Dirección General de Escuelas. Esta publicación junto a El Monitor de las Escuelas Primarias (Chile), los Anales de la Educación Común (Buenos Aires) y Ambas Américas (Nueva York), integran la serie de importantes revistas de educación dirigidas por Domingo Faustino Sarmiento. La inmigración trae, junto con los brazos, nuevas ideas y así se ve mezclándose con las publicaciones que tratan la política nacional otras que manejan las opiniones de Mazzini, Cabet, Leroux, Proudhome, Blanqui, y Fourier entre otros.

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A principios de 1877 se publica el periódico dominical El Socialista, que se define como “Órgano de los intereses sociales”, y apoya la candidatura de Carlos Tejedor para la gobernación de Buenos Aires. También sale La Alborada del Plata. En 1878 aparece La Luz, con el subtítulo “Órgano de las clases proletarias”. Lo acompañan, aunque no en ideas, La Mañana, El Criollo, La Broma, El Heraldo, El Siglo y El Pueblo. Huelga de tipógrafos En 1878, momento en el que se realizó la primera huelga de tipógrafos en el país, Roberto Payró, escritor y periodista argentino, colaborador de importantes publicaciones del país, escribió: “El gremio tipográfico bonaerense no fue nunca una masa inerte, manejada a capricho, sino la clase más independiente y levantisca que haya existido en nuestra Capital. Formada en su mayoría de criollos, cada uno de sus miembros tenía su opinión, y si es cierto que las primeras huelgas emanaron de ellas, es cierto, también, que durante largos períodos trabajaron los tipógrafos con un desinterés que no se limitaba a desdeñar el jornal, sino la misma vida. Entusiastas y arrebatados, del taller pasaron al comité, a las manifestaciones, a los atrios y muchas veces, en la imprenta, con el cañón apoyado en el burro, componían con el fusil al alcance de la mano y luego dormían junto a las cajas, prontos a impedir con su sangre un “empastelamiento”. Todavía me parece estar viéndolos, a la puerta de las imprentas, como apretado enjambre, a la hora de entrar al taller, a la hora de salir del trabajo, bulliciosos y juguetones, con el chambergo puesto de tal forma que resultaba un distintivo, comentando, afirmando, proclamando sus ideas en los días de agitación…” Este fue el primer gremio argentino en salir a la huelga, en reclamo de mejores condiciones de vida.

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Corriendo el año 1879 aparecen L´Amico del Popolo, hoja “democrática de la noche”, enrolada en la línea republicana y La Patria Argentina. El Correo del Domingo, hizo su aparición como periódico semanal de literatura, ciencias y artes, el 7 de diciembre de 1879. Fue editado en esa época por la imprenta Pablo E. Coni y su último número apareció el 1ro de febrero de 1880. El Descamisado, periódico de izquierda, que sólo sacó dos números. Del primero se tienen referencias por el segundo y así se sabe que fue impreso en tinta roja “tinta color sangre, con lo que quisimos significar que el pueblo ha conquistado con la suya el derecho a la igualdad que se le niega”. La edición fue secuestrada por la policía. En el segundo número expresaba, tomando su lugar en el escenario periodístico-político argentino: “Desde el momento que anunciamos la aparición de El Descamisado comprendieron los partidos conservadores que se trataba de un periódico de lucha, que habría de retemplar el espíritu de las gentes de los talleres y oponer fuerte valla a las pretensiones injustas de la aristocracia, de la burocracia y del capital. Comprendieron que veníamos a proclamar una revolución santa y necesaria, que sin derramar una gota de sangre echará por tierra prácticas abusivas que han puesto en peligro la dignidad del desheredado y que han restringido escandalosamente los derechos de las más humilde clases” social”. Su redactor fue Pedro J. Sarrarau, un verdadero precursor del periodista socialista que no se arredraba ante el problema de los fines y los medios: “No somos de aquellos a quienes abaten las contrariedades y a quienes fatiga la lucha. Somos la razón y somos la fuerza; porque pretendemos obtener la justicia que se nos niega; porque queremos que el hombre que trabaja sea por lo menos igual al potentado que pasa la vida en la ociosidad, alimentando vicios que corrompen; porque querremos que el pobre tenga derecho al trabajo, al pan, derecho a la educación, derecho, en fin, a todo aquello que le es necesario a la conservación de la vida, y de lo que no pueden privársele bajo ningún concepto, ni bajo ningún pretexto. Somos la fuerza, porque somos los ERNESTO MARTINCHUK

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más, y porque la historia tiene probado que cuando el pueblo, agotados los medios pacíficos de defensa, ha recurrido a la lucha armada, ha conquistado la victoria y ha demostrado a sus opresores que es imposible contenerle y dominarle”. Ese año aparecen también, La Revolución, La Cotorra –semanario cómicojocoso con caricaturas coloreadas, el primero de ese tipo en América del SurEl Combate y La Vanguardia, de Eduardo Camaño. Papel fabricado en la Argentina El primer periódico que utilizó papel fabricado en nuestro país fue “El Industrial”, órgano oficial del Club Industrial Argentino. “La Primitiva” fue la primera empresa que manufacturó dicho material en la argentina. En su edición del 23 de agosto de 1879, “El Industrial” comunicó ese hecho trascendente a sus lectores en un editorial donde destacaba el “Triunfo de la Industria Nacional”. Censura eclesiástica En la ciudad de Córdoba, con la dirección de Ramón Gil Navarro, primero y la de Javier Lazcano Colodrero después, promediando la década de 1860, y hasta 1886, se editaba el periódico El Progreso, que sostenía las banderas del liberalismo. También en Córdoba, pero en 1870, vio la luz La Carcajada, que anunciaba

ser

“un

periódico

jocoserio, burlesco, literario y de costumbres” que criticaba en “solfa” todos los problemas de su tiempo, ya fuesen estos políticos, sociales o literarios. Su director era Armegol Tecera y su regente L. Domenici. La Carcajada salió con regularidad periódica hasta el año 1887, cuando sus ediciones comenzaron a salir cada vez más distanciadas hasta desaparecer definitivamente.

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La forma en que ambas publicaciones trataban el problema religioso dio origen a un curioso juicio eclesiástico iniciado por el Obispado de Córdoba, que nombró una comisión especial para “examinar la ortodoxia de El Progreso y de La Carcajada. Una copia expedida en Córdoba el 30 de junio de 1879, cuyo texto reproducimos a continuación, constituye una pieza histórica donde se ve cómo se efectivizaba la censura eclesiástica. “Informe de la Comisión nombrada para examinar la ortodoxia de El Progreso y de La Carcajada. “Sor. Provisor y Gobernador del Obispado: “La Comisión nombrada por S.S., en nota del 17 de mayo del corriente año, compuesta de Sacerdotes del Clero Secular y Regular para examinar si el diario El Progreso y el periódico La Carcajada son habitualmente irreligiosos, por lo tanto prohibidos según la moral católica; y aconsejar la línea de conducta que deba observar en esta emergencia el Prelado; después de un prolijo y maduro estudio de los puntos indicados respecto a la primera publicación, ha resuelto informar en el sentido que pasa a exponer: La Comisión ha omitido el examen de La Carcajada, porque fuera de ser una publicación de segundo orden, es un semanario jocoserio, según los datos que ha recogido, no es un periódico habitualmente impío. “Pues si bien algunas veces se permite hablar irrespetuosamente de los dogmas de nuestra santa religión y de las personas sagradas, no se propone impugnar exprofeso la religión, sino más bien seguir el carácter humorístico y satírico, ni la frecuencia con que se toma aquellas libertades llega a constituir un hábito. Sin embargo, si después de estas consideraciones S.S. quiere que nos ocupemos de examinar el mencionado periódico, estamos prontos para acometer este trabajo. “El Progreso creemos que es un diario habitualmente irreligioso. En efecto, examinado los números de este diario, correspondientes a un año casi integro, contado desde mayo del 78 hasta mayo del 79, se muestra constante, franca e ERNESTO MARTINCHUK

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impudentemente racionalista y profesa, esparcidos y algunos repetidos en varios números, errores contra la doctrina católica, niega la Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, la inspiración divina de las Sagradas Escrituras, la infalibilidad pontificia, la independencia y la libertad de la Iglesia, la autoridad de ésta para fulminar excomuniones, el origen divino del poder público en la sociedades civiles, la existencia de Satanás, del infierno, del diluvio, la necesidad, la existencia y la superioridad de la fe sobre la razón; defiende las sociedades bíblicas condenadas por la Iglesia negando la necesidad de magisterio infalible de ésta para interpretar los libros sagrados, y acusa al catolicismo de ser en todas partes la base del despotismo y las tinieblas que ahogan la luz. Además en este mismo período de tiempo varias veces se ha mostrado abiertamente rebelde y hostil a la autoridad del Prelado diocesano, con ocasión de algunas disposiciones dadas por éste dentro de la órbita de su jurisdicción. Todo esto, unido a sus antecedentes bien conocidos en este pueblo nos produce plena convicción de que El Progreso es un diario habitualmente irreligioso. “En

este

supuesto,

vamos

a

hacer

algunas

observaciones,

que

respetuosamente sometemos al ilustrado juicio de S.S., para fundar el dictamen de la Comisión sobre la conducta que debe seguir el Prelado respecto de El Progreso. “Nada hay más poderoso para pervertir la fe y las costumbres del pueblo cristiano que los malos escritos. “Son un escándalo cuya malicia es incalculable, porque su acción abarca un círculo inmenso en el espacio y el tiempo. Dos sapientísimos Pontífices, Gregorio XVI de feliz memoria y León XIII gloriosamente reinante; el uno en su Encíclica Mirari vos de 15 de agosto de 1852, el otro en su Encíclica Coud apostolici de 28 de diciembre del 78, desde la sublime altura de la Cátedra de Pedro han señalado las venenosas doctrinas esparcidas en estos últimos tiempos, como causa de las espantosas calamidades que abruman a las sociedades modernas.

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“Y no podría suceder de otra manera desde que se entronizó en el mundo la desenfrenada libertad de prensa, de hablar y de escribir, es decir, la licencia de arrojar a raudales al seno de los pueblos incautos los más excecrables delirios. La prensa periódica, nacida en época tan aciaga, se ha hecho cómplice de tan nefasta obra. Nosotros no podemos expresar mejor el horror que nos causa la prensa impía, que valiéndose de las mismas palabras con que la pinto magistralmente el inmortal Pío IX. En una de sus alocuciones, decía el gran Pontífice: “En nuestros tiempos, los verdugos que hienden los cráneos a hachazos o que arrojan a los santos en los ríos son raros. A éstos me dirijo y les digo: Vosotros crucificáis a vuestros profetas. ¡Ah cuán numerosos son los crucificados de una prensa perversa e impía! Yo me vuelvo hacia los cuatro puntos cardinales para gritar al mundo entero: Considerad a los que protegen esa prensa y sus escritos: en ellos debéis reconocer a los sucesores de los verdugos”. “Consecuente con estos sentimientos, el mismo Santo Padre, el 21 de marzo de 1853, dirigió al Episcopado católico la Encíclica Inter Multiplices, donde exhorta con las más vivas instancias a apartar el rebaño de Cristo confiado a su solicitud de los pastos pestilenciales de los periódicos irreligiosos al par que proteger generosamente los periódicos católicos. He aquí sus propias palabras: “Vosotros como Nos, estáis penetrados de dolor a la vista de tantos libros, libelos, folletos y diarios emponzoñados, que derrama sin tregua por todas partes y con furia el enemigo de Dios y de los hombres, para corromper las costumbres, destruir los fundamentos de la fe y arruinar todos los dogmas de nuestra sacrosanta religión; no ceséis jamás, pues, mis amados Hijos y Venerables Hermanos, de emplear todo nuestra solicitud y toda nuestra vigilancia episcopal para alejar unánimemente con el más grande celo el rebaño confiado a vuestros cuidados de estos pastos pestilentes; no ceséis jamás de instruirle, defenderle y fortificarle contra ese aluvión de errores por medio de amonestaciones y de escritos oportunos y saludables. “Y aquí Nos no podemos dejar de recordaros las instrucciones y los consejos por los cuales, hace cuatro años, Nos exitamos ardientemente a los Obispos de todo el mundo católico a no descuidar nada para empeñar a los hombres ERNESTO MARTINCHUK

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eminentes por el talento y la sana doctrina, a publicar escritos propios para ilustrar los espíritus y disipar las tinieblas de los errores que se propagan. Por lo cual, mientras os esforzéis en alejar de los fieles encomendados a vuestra solicitud el veneno mortal de los malos libros y de los malos diarios, quered también, Nos os lo pedimos con instancia, favorecer con toda vuestra benevolencia y con toda vuestra predilección a los hombres que, animados del espíritu católico y venerados en las letras y las ciencias, consagran sus vigilias a escribir y publicar libros y diarios para que la doctrina católica sea propagada y defendida; para que las opiniones y los sentimientos contrarios a esta Santa Sede y a su autoridad desaparezcan; para que la oscuridad de los errores sea arrojada y que las inteligencias sean inundadas de la dulce luz de la verdad. “Nuestra caridad y vuestra solicitud episcopal deberán, pues, excitar el ardor de estos escritores católicos animados a un buen espíritu, a fin de que continúen defendiendo celosa y sabiamente la causa de la verdad católica; que si en sus escritos les aconteciere faltar en alguna cosa debéis amonestarles con palabras paternales y con prudencia. “Después de estos notabilísimos documentos del venerado Pio IX sería superfluo abundar en otras consideraciones sobre la materia. Solo añadiremos que la doctrina corriente entre los moralistas modernos, como Scabrini y Guri, es que los periódicos habitualmente irreligiosos, son prohibidos por la sana moral, y que los dueños de casas públicas, llamados vulgarmente Cafés, o con otros nombres no pueden exhibirlos a los concurrentes, aunque por este motivo hubieran de perder el concurso de los huéspedes. Finalmente el 12 de julio del año 78, el Eminentísimo Cardenal Vicario de Roma, de orden de Su Santidad León XIII envió algunas instrucciones a los párrocos y por su intermedio, a los fieles de la metrópoli del mundo católico. En ellas se declara que: “pecan gravemente los impresores, aunque dependientes que, por no ser despedidos por su principal, compongan para la impresión de los libros de los herejes; y aunque se trate de aquellos libros heréticos, también los impresores secundarios incurren en la excomunión mayor, reservada en especial manera al Papa”. Como asunto concerniente al supremo magisterio del Vicario de

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Jesucristo y por la analogía que tiene con el que nos ocupa, transcribimos esta declaración, cuyo valor, ante la conciencia católica, no puede ser desconocida. Por los fundamentos expuestos, y para reparar los escándalos pasados y prevenir en cuanto sea posible, los futuros, la Comisión juzga unánimemente que S.S. debe proceder a declarar que es prohibido el diario El Progreso, después de una previa amonestación a quienes corresponda. “Adolfo Luque. Justino W. Juárez. Daniel Luque. Juan M. Yaniz. Francisco S. César. Jacinto R. Ríos. Córdoba, junio 30 de 1879. Visto el dictamen que antecede, y oídas las explicaciones dadas por el propietario y director del diario “El Progreso”, de las que resulta que dicho Sor. Garante bajo la honorabilidad de su palabra, que no se publicará en su diario un solo artículo que ataque el dogma católico, o que pueda ser motivo de justa alarma para la autoridad eclesiástica; suspéndese la medida aconsejada respecto a la expresada publicación. “Hágase saber a quienes corresponda, y archívese. Uladislao Castellano. 1881 es seguida por El Diario, de mayor”. En 1880 aparecen La Paz, sosteniendo la candidatura de Bernardo de Irigoyen, La Tribuna Nacional, que apoyaba a Roca, El Argentino, autonomista y La Fraternidad, espiritista. La lustración Argentina, que sale en 1881, es seguida por El Diario, de Manuel Láinez, de larga vida puesto que su último número es del 28 de febrero de 1941. En 1882 nace La Voz de la Iglesia, anónimo al principio y que luego redactó

el

cura Juan López. También salió a la calle El Cascabel, que se destacaba por las caricaturas. En 1884 –un año importante para las publicaciones políticas- salen Sudamérica, que dirige Groussac, La Mariposa, Don Quijote, Fígaro y La Chispa. ERNESTO MARTINCHUK

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Más prensa proletaria El 28 de septiembre de 1864 se fundó en Londres la Asociación Internacional de Trabajadores, cuyo Manifiesto inaugural fue redactado por Carlos Marx. El 18 de marzo de 1871 se produce la guerra civil en Francia y los obreros proclaman la Comuna de París. Aplastada siete semanas más tarde, los trabajadores perseguidos emigran, muchos de ellos hacia América. Con ellos vendrá el origen de la primera prensa proletaria: El Internacional, en Montevideo, en 1875; el ya citado Le Revolutionaire junto con Le Proletaire en Buenos aires en 1883. En 1884, La Lucha Obrera en Montevideo. El 2 de octubre de 1886 los socialistas alemanes, residentes y nucleados desde diciembre de 1881 en el Club Vorwarts, iniciaron la publicación de una hoja a la que también denominaron Vorxarts y para la que designaron como primer director a A. Uhle. Esta publicación fue primero editada en alemán, pero luego lo fue, además, en español, y su último número salió el 15 de marzo de 1901. “Se compra pero no se vende” Don Quijote, semanario satírico que apareció el 10 de agosto de 1884, compartió con El Mosquito a dos de sus caricaturistas. Eduardo Sojo, que firmaba

bajo

el

seudónimo

de

“Demócrito”. El otro caricaturista fue Damblan, que se incorporó como dibujante a El Mosquito hacia el año 1888. Don Quijote, se editó hasta 1905 bajo el lema “Este periódico se compra pero no se vende”. Era una hoja de 46 por 70 centímetros, plegada, con texto en las caras exteriores y una ilustración que ocupaba las dos páginas centrales. Aparecía los domingos, con un costo de 12 centavos. Don Quijote, aparecía los sábados, pero se fechaba los domingos. Su creador y director fue el dibujante madrileño Eduardo Sojo (1849 - 1908), de arraigadas ideas republicanas ERNESTO MARTINCHUK

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Además de éste, hacían sus caricaturas Manuel Mayol (Heráclito), José María Cao (Demócrito NN) y Damblan entre otros. Sus dibujos hicieron época. Allí están Roca o El Zorro, Juárez Celman o El Burro, Sáenz Peña o Sáez Pavo, Figueroa Alcorta o Farolero Alcorta, Pellegrini o Pelelegringo. Varias veces debió soportar las iras oficiales oficiales. Así, en su reemplazo, en abril del 92 salió Rigolleto y en junio Cristóbal Colón. Enrolado en la Unión Cívica Radical afirmaba: “En Don Quijote no hay charque porque es cívico del parque” “Por ver el oro a la par lucharé sin descansar” “Don Quijote es adivino y él os trazará el camino” “Vengan cien mil suscripciones y abajo las subvenciones” “Para Quijote porteño todo enemigo es pequeño” “Y soy terror de enemigos y amigo de mis amigos” Por su oposición frontal y despiadada a los gobiernos de turno, el semanario fue clausurado en varias oportunidades y sus responsables procesados y encarcelados, sufriendo atentados contra su vida y un

sinfín

de

hostigamientos.

A

los

políticos

contemporáneos, Don Quijote oponía los próceres de la Independencia. Si aquellos eran caricaturizados hasta la deformidad, estos eran dibujados con respeto. El medio de impresión de ilustraciones utilizado para tiradas masivas era el litográfico. El artista dibujaba con un lápiz graso sobre una piedra caliza del mismo tamaño de la página a imprimir. Tras un proceso de humedecimiento y aplicación de tinta, se prensaba el papel sobre la piedra. Luego de imprimir la cantidad de ejemplares necesaria, la piedra se lavaba y reutilizaba. Por este motivo no se conservan dibujos originales pertenecientes a esas publicaciones, ya que no existían como tales.

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El diario de Pellegrini En los primeros meses del año 1884, un grupo de amigos de Carlos Pellegrini lo visitó para interesarlo en la fundación de un diario. En mayo de ese mismo año aparece el primer número de “Sud-América”, periódico que tenía sus oficinas en la calle Bolívar 34. “Hemos fundado el diario –dice Pellegrini- con un capital de 50 mil pesos en 50 acciones que ya están todas suscriptas. El diario ha mordido ya, pues ayer tiramos 2.800 números y sólo nos quedaron 137. ¡Para el quinto día ya es un éxito! Todos los muchachos trabajan bien. Hemos tomado una gran casa frente a “El Nacional”, y mientras nos llegan las máquinas lo editamos en “La Tribuna Nacional”, que tenemos al lado”. Eran redactores de Sud América Pellegrini, Roque Sáenz Peña, Delfín Gallo, Lucio V. López y Paul Groussac. El diario no sólo se ocupaba de cuestiones políticas, sino que desde sus columnas planteaban y discutían los más importantes problemas nacionales del momento. En muchos editoriales se notaba la pluma ágil de Pellegrini. La construcción del puerto –dicen en uno de ellos- propuesto por su abuelo y su padre, fue motivo de un encendido editorial. Pellegrini escribe en las columnas de Sud América: “Mientras buscamos mediante la locomotora, que llega hasta el pie de los Andes, en Mendoza y San Juan, nuestros productos, mantenemos cerradas las puertas para mandarlos al exterior. Es vergonzoso que cueste más llevar un fardo de lana de nuestras barracas a un buque en el puerto, que desde el Río de la Plata a los puertos de Le Havre y Amberes”. Más periódicos Tras la llegada de Enrique Malatesta a la Argentina

en 1885, aparece La

Questione Sociales, que se publica en italiano y español.

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La Patria Argentina, dirigido entonces por don Juan Gutiérrez, “fue el diario que me pagó un sueldo, allá por 1885… Le envié una descripción de la Escuela Agronómica de Santa Catalina. La publicó y me la pagó. Fue el primer dinero ganado con mi pluma, que luego ha destilado tanto, pese a la mezquindad de las retribuciones”, manifestó alguna vez el escritor Roberto Payró. Hasta 1890 toda la prensa proletaria es de origen anarquista: Il Socialista, en 1887, Venti Settembre, junto con 11 de noviembre, que aparecen en 1889. Se diferencian de esta ideología El Censor, de 1885, El Sudamericano, de 1888 y Argentinisches Tageblatt de 1889. Dedicado a Sarmiento A las honras fúnebres por la muerte del Presidente

Domingo

Faustino

Sarmiento,

ocurrida el 11 de setiembre de 1888, asistieron todos los directores de diarios nacionales y varios extranjeros. Se resolvió organizar una columna de honor con el personal completo de todas las imprentas de los diarios y demás periódicos para asistir al entierro y designar un orador que hiciese uso de la palabra en nombre de la prensa argentina. Suspender el trabajo el día de la ceremonia; hacer una publicación con el título de “La Prensa Argentina”, al día siguiente; designar al Doctor Aristóbulo del Valle para escribir un artículo de fondo y reproducir los discursos pronunciados durante la jornada; también encabezar la suscripción para erigir un monumento a la memoria

de

Sarmiento, con la venta del número único y delegar en la prensa de Corrientes y la de Rosario, la representación del periodismo de la Capital Federal en las ceremonias que tuvieran lugar las recordaciones.

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El Primer Reportero gráfico “El Reportero Gráfico” alcanzó notable proyección por su vastedad informativa, pero particularmente por la difusión de notas

gráficas

de

indudable

valor

periodístico. La publicación perteneciente a la Asociación de Reportero Gráficos de la República Argentina (AGRA), entidad fundada en 1942. En una de sus ediciones incluyó una foto obtenida en el año 1886, donde se muestra el traslado de los restos del coronel Palleja, en una camilla compuesta de dos varas gruesas con unas tablas atravesadas en medio llevada entre dos personas. La imagen la había obtenido el primer reportero gráfico rioplatense, Esteban García, quién había viajado al escenario de las acciones bélicas desarrolladas en la guerra de la Triple Alianza. La calle de los diarios La Avenida de Mayo fue el primer boulevard de la ciudad de Buenos Aires. Nació como consecuencia del espíritu progresista que existía en la Argentina de finales del siglo XVIII. Hasta mediados del siglo XIX, Buenos Aires no pasaba de ser una gran aldea que había recibido algunas alteraciones puntuales producto de situaciones políticas especiales: la creación del virreinato del Río de la Plata (1776) y la presidencia de Bernardino Rivadavia (1826 - 1827). Hacia la segunda mitad del siglo, presidentes como Domingo Faustino Sarmiento marcaron una intención clara de dar una nueva imagen a la ciudad que se iba perfilando como la capital de una pujante y gran nación. Sin duda, había quedado impresionado de los magníficos trabajos de reformas urbanísticos que desarrollaba París entre 1852 y 1870 bajo la supervisión del Barón de Hausmann y empezó a considerar como modelos a los Campos Elíseos de París, el Bois de Boulogne y el Paseo del Prado de Madrid. El primer intendente de la ciudad fue don Torcuato de Alvear (1822 - 1890), y a él le toco revivir las teorías urbanísticas del Barón. Hacia 1880 se inició la

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apertura de una avenida que uniría la tradicional Plaza de Mayo con la Plaza de los Dos Congresos, con anchas veredas bordeadas de plátanos, con mesas de café que invitaban a la pausa y edificios monumentales exquisitamente trabajados. Sin duda, una avenida en una ciudad con vocación de grandeza, la expresión de una Argentina pujante y la conexión entre dos de los poderes de una gran República: el Ejecutivo y el Legislativo, como opuestos puntos cardinales. Poco más de diez años fueron necesarios para que las diez cuadras involucradas en el proyecto se cubrieran de lujosos hoteles, confiterías y cafés, donde se congregaba la flor y nata de la intelectualidad "porteña". Lo más llamativo es que, el espacio asignado a las mesas en el exterior de estos elegantes bares, se ubicaban sobre el borde de la vereda y con sus visitantes mirando hacia los edificios. Quedaba así un espacio entre el bar y las mesas por donde desfilaban los transeúntes. En ese ámbito no faltaron las redacciones de diarios como La Prensa, (Av. de Mayo 565), El País, al lado de La Prensa. El Diario, de Mujica Laines en Av. De Mayo 662. El Argentino, en Rivadavia 754, pero que tenía salida por Av de Mayo. La Razón, desde 1914 en Av. de Mayo 760 y luego en su propio edificio en el 729. La Epoca al 1200 y, más adelante, el diario Crítica que marcó una época y un estilo en el periodismo argentino en Av. De Mayo 1333 desde 1926. Saporiti, la primera agencia de noticias del país, estuvo sus últimos años ocupando la planta baja del Pasaje Barolo, Av. De Mayo 1470. La Voz del Pueblo, como también el último diario nocturno La Última Hora, la revista Técnica, dedicada a temas de arquitectura, ingeniería, minería e industria tenían sus oficinas en Av. De Mayo 891. La Reforma, El Sol, la revista infantil Tit-bits, Libre Palabra, El Gladiador, El Diario del Plata, Tribuna, El Riel Porteño, la revista escolar Figuritas, La ERNESTO MARTINCHUK

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Revista Nacional, la revista Científica y Literaria, Papel y Tinta, Vida Moderna y semanarios como Iris, El Mosquito, La Mujer y Sucesos Ilustrados, alquilaban oficinas a lo largo de toda la Av. De Mayo. Hoy esta presencia es sólo registro para historiadores y pintoresco recuerdo para guías de turismo. Sólo queda el Diario del Viajero en Av. De Mayo 666. El Dr. Carlos Besanson junto a la Lic. Elizabeth Tuma, su esposa, han sostenido y perfeccionado este medio –de distribución gratuita- con la Agencia Periodística CID, que lo desarrolla e imprime. Un servicio que con los años se ha complementado con modernos estudios de radio y televisión. También como una forma de extensión cultural, en las galerías que enmarcan la entrada al edificio de Av. De mayo 666, se realizan exposiciones de distintos artistas que le dan identidad a la Avenida. Primeros partidos políticos El año 1890 da origen a la formación de los primeros partidos políticos argentinos, también va a mostrar las distintas corrientes ideológicas en hojas diarias o periódicas. Del 89 viene El País con Carlos Pellegrini. Los Sucesos, semanario de caricaturas políticas, La Argentina, que apoyaba como sucesor de Juárez Celman a Ramón J. Cárcano. El Argentino, de Joaquín Castellanos, sostenedor de la Unión Cívica, al que sucederá Aldolfo Saldías, al fundarse la Unión Cívica Radical. Este fue el primer diario radical que se publicó en Buenos Aires, donde escribieron Del Valle, Lucio V. López, Alen, Mariano Demaría, Tomás A. Le Bretón y Marcelo T. de Alvear, entre otros. El 18 de mayo de 1890 aparece El Perseguido, “periódico comunista-anarquico”, que aparece cuando puede y se publica por suscripción voluntaria. Llegó a tener una tirada de 4.000 ejemplares. Era un periódico de agitación y de crítica, dispuesto siempre a exaltar todo subversivismo, poco afecto a las organizaciones durables, a la cohesión y ordenación de las fuerzas libertarias. Sin embargo, hizo su obra de siembra y muchos de sus esfuerzos, luego dieron sus frutos.

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El 12 de noviembre de 1890 sale a la calle El Obrero, periódico socialista. Órgano de la Federación Obrera que traerá como cabeza de página la invocación del Manifiesto: “Proletarios de todos los países. ¡Uníos!”. Con la aparición de El Obrero, se cumplimentaba el último de los cuatro putos que se había fijado como partida para su acción el Comité Internacional Obrero, constituido el 30 de marzo de 1890, con la presidencia de José Winiget: 1) Convocar a los obreros a un mitin el 1° de mayo; 2) Dirigir una petición al Congreso Nacional para la sanción de leyes protectoras; 3) Crear una Federación de Obreros; 4) Editar un periódico. Más tarde, en diciembre de 1890, el Comité Internacional Obrero se dirige por circular a las sociedades gremiales y después de reseñar lo realizado expresa: “El asunto del periódico era el más difícil, pero se llevará a cabo, especialmente favorecido, y nos felicitamos en poder proclamar a El Obrero, periódico editado por el compañero G. A. Lallemant, como órgano de la Federación de Trabajadores de la República Argentina, que recomendamos como un verdadero amigo y defensor enérgico de la clase trabajadora; y esperamos con la más entera confianza que se suscribirán todos los obreros capaces por medio de su inteligencia de considerar y salvar su bienestar y hacer la mayor propaganda entre sus compañeros, a fin de ilustrar a todos los trabajadores. Solo de este modo puede fecundar la tarea de El Obrero en defensa de nuestras ideas”. Aparecía así, el primer periódico obrero que iba a hacer una interpretación marxista de los sucesos que se desarrollaban en nuestro país, y que se presentaba así: “Nuestro programa: ¡Obreros! ¡Compañeros! Hace tiempo que se hace sentir la falta de una publicación que represente los intereses de la clase obrera y del Proletariado en el sentido más alto de la palabra, y contando con el apoyo del Comité Internacional y el favor de las sociedades de artesanos, que forman la Asociación Internacional de obreros en esta ciudad, hemos resuelto de fundar ERNESTO MARTINCHUK

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esta hoja que saldrá por ahora sin determinación de plazo fijo ofreciéndola a todo el Proletariado Argentino, como un campeón de los intereses de la clase de los asalariados. “El día 1° de Mayo ppdo. Algunos miles de obreros de esta ciudad de Buenos Aires respondiendo a los propósitos y al programa del Congreso Internacional de socialistas, reunidos el 14 de Julio de 1889 en París celebraron el primer meeting solemne en el Prado Español y fundaron el Comité Internacional, como un centro de unión de todas las sociedades de obreros que, conscientes de la magnitud de la misión que en la historia de la cultura humana está llamado de llevar a cabo la clase proletaria, se coaligaron, animados por el espíritu de solidaridad más amplia, con el fin de presentarse mutuamente auxilios, y robustecer la acción común, por un lado para luchar en fila cerrada por el mejoramiento de las condiciones de existencia o sea para mejorar en cuanto posible fuera los salarios y disminuir las horas diarias de trabajo, y por otro lado para contribuir a la gran obra de emancipación de la clase obrera, cuyo acto libertador lo comprende la misión histórica del Proletariado. “Venimos a presentarnos en la arena de la lucha de los partidos políticos en esta República como campeones del Proletariado que acaba de desprenderse de la masa no poseedora, para formar el núcleo de una nueva clase, que inspirada por la sublime doctrina del Socialismo Científico moderno, cuyos teoremas fundamentales son: la concepción materialista de la Historia, y la revelación del misterio de la producción capitalista por medio de la supervalía – los grandes descubrimientos de nuestro inmortal maestro Carlos Marx- acaba de tomar posición frente al orden social vigente. “Había dominado hasta aquí en la República Argentina el régimen del caudillaje, despotismo nacido de la autoridad que ejercían los jefes conquistadores españoles, apoyados por la clerigalla católica, cuya constitución política nació de la organización de la producción en el sistema de las Encomiendas y la Esclavitud, y aunque la revolución de 1810 abolió la esclavitud de derecho, de hecho tanto ésta como el caudillaje se habían conservado hasta muchos años después, tan arraigados estaban ambos en costumbres de la gente del país, y si la esclavitud abolida en las regiones más ERNESTO MARTINCHUK

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civilizadas del país por el asalariado existe todavía en las regiones del interior donde las costumbres no han sido alteradas todavía por el razonamiento suficiente con el elemento extranjero, el Caudillaje rehabilitado por el sistema de la Política electoral, no solamente existe todavía, no obstante de las Constituciones redactadas sobre el molde de las instituciones de la así denominada libertad anglicana, sino que llegó al máximo grado de su desenvolvimiento en el régimen del incondicionalismo y del unicato, forma especial sudamericana del absolutismo que todos conocemos. “El capitalismo internacional en busca siempre de mercados nuevos para sus mercaderías, pero de mercados solventes, ha mucho que se fijó en la feracidad y habitabilidad de estas comarcas. Fue él quien inició y llevó adelante la obra de civilización aquí, echando sus capitales sobrantes en este país, tras de cuyos capitales han venido siguiendo muchos miles de obreros y trabajadores en busca del mercado en que podían vender su fuerza de trabajo. “Pero civilizar quiere decir organizar la producción y el trabajo conforme con las leyes compulsorias de la libre concurrencia, y realiza en el orden social, las instituciones del liberalismo democraticoburgués, como única organización social adecuada al máximo desarrollo posible de la libre concurrencia o competencia. “El capital se ha sabido valer de la oligarquía del caudillaje para sentar sus reales en el país e inter este último bien remunerado se portó obediente y dócilmente, ambos marcharon de acuerdo. Pero resultó que la oligarquía caudillera, abusando más y más del poder del Estado para garantir a sus propios miembros de las concurrencias de la ley sobre libre competencia que determina las relaciones capitales individuales entre sí, infringió arbitrariamente las leyes capitalistas, o sea de la sociedad democrática burguesa, convirtiéndose al unicato incondicional en un absolutismo insufrible y absurdo. “Entonces el capital internacional le echó el guante al caudillaje y estalló la guerra.

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“La Bolsa, este templo del gran sacerdocio capitalista, hostilizó al gobierno caudillero por medio del agio, del precio del oro, y la completa ignorancia de nuestros hombres de Estado en todo lo que la estructura económica del capitalismo concierne, llevó al país a la bancarrota. “Obedeciendo a la acción civilizadora del capital se alzó la Unión Cívica, levantando la bandera del régimen puro de la sociedad burguesa. Hemos visto cómo en la revolución de Julio, la revolución de la burguesía argentina por excelencia, esta última aunque desgraciada en la lucha sobre las barricadas y mal dirigida, derribó el caudillaje en la primer campaña, y si este último recuperó fuerzas de nuevo, sin embargo, ante la guerra implacable que le hace la Bolsa, guerra inspirada desde el gran cuartel general del capitalismo internacional en Lombardstreet de Londres, tendrá que arrear bandera bien pronto definitivamente. “Comienza pues en este país la era de la dominación pura burguesa, hasta hoy claudicada por tradiciones caudilleras hispanoamericanas. “Esta era del régimen burgués puro importa si un gran progreso, y nosotros que confesamos la ley fundamental del materialismo dialéctico, de que la historia de la humanidad es un desarrollo infinito, en que de un estado alcanzado se viene desarrollando el subsiguiente, y que sabemos, que en el capitalismo y en la sociedad

burguesa

misma,

ya

se

hallan

de

vigoroso

proceso

de

desenvolvimiento los gérmenes de la futura sociedad comunista, cuya realización es el objetivo final de nuestros esfuerzos y deseos, nosotros aclamamos la nueva era con satisfacción. “Pero nosotros sabemos también que la historia no es otra cosa que la lucha de clases, que la era del régimen de la burguesía pura no importa otra cosa, sino una crecida apropiación del trabajo no pagado en forma de supervalía y la explotación más intensiva de la fuerza del trabajo de los obreros. El capitalista, al tiempo le paga la fuerza-trabajo del obrero con el valor real

que como

mercancía tiene en el mercado, extrae no obstante de ella mucho más valor de aquél que él ha dado en la forma de salario para adquirirla, y que esta supervalía constituye la suma de valores de donde proviene la masa del capital ERNESTO MARTINCHUK

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siempre creciente, acumulada en manos de las clases poseedoras. Con la era de la administración burguesa, los capitales tratarán de hacer subir más la proporción de la supervalía relativa, de aumentar el grado de explotación del trabajo, tanto más, como el país tiene que pagar enormes deudas en el exterior, que solamente pueden satisfacerse por los valores de la producción. La clase de los verdaderos productores, la de los obreros, pues, tendrá ahora que defenderse de un moto tanto más enérgico contra las exigencias crecientes del capitalismo, cuanto la burguesía es la absoluta dueña de los poderes del Estado, sobre todo de la legislatura y estará empeñada en echar todos los cargos e impuestos necesarios para la conservación de la autonomía nacional y provincial sobre los hombros del proletariado. “De allí resulta que la lucha de la clase proletaria por el mejoramiento de su situación económica, es inseparable de la participación enérgica que como clase tiene que tomar en la política del país. “Son estas consideraciones las que servirán de base para nuestra actitud de campeones de los intereses de la clase obrera. Querremos, pues, defender en primer lugar el salario para facilitar una existencia humana a los trabajadores asalariados, y querer más en segundo lugar ser propagandistas de la sublime doctrina del socialismo científico moderno, que enseña al proletariado cómo él está llamado a ser el poderoso agente; por cuya acción la Humanidad conquistará el máximo grado de libertad posible, haciéndose dueña de la Naturaleza, y en este sentido siempre levantaremos la voz para gritarle a la clase de los obreros y trabajadores asalariados: Proletarios de todos los países. Unidos.” Después de 88 números de una vida difícil, El Obrero dejó de aparecer hacia fines de 1892. El Círculo de la Prensa La organización de los periodistas de Buenos Aires con fines cooperativos y en defensa de sus intereses gremiales, tiene un alto exponente en el Círculo de la

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Prensa, fundado el 2 de febrero de 1891, con el nombre de Círculo de Cronistas, que luego cambió a Círculo de la Prensa, el 26 de abril de 1898. De sumo interés en la historia del periodismo argentino, es el desenvolvimiento de esta importante institución que cierra el largo proceso de la historia del periodismo de Buenos Aires, donde revistaron personajes como: Roque Sáenz Peña, Bernardo de Yrigoyen, Leandro N. Alem, Carlos Guido Spano y Joaquín V. González, entre otras ilustres personalidades, La primera reunión del Círculo de Cronistas, se realizó en el local de la Librería Porteña, calle Bolívar 369, cedida gentilmente por su propietario. En esa reunión se nombra una comisión directiva y otra para redactar los Estatutos. De esta manera se constituyó la organización madre de los periodistas. Sus fines estaban fijados en el Art. 1° de sus Estatutos, aprobados por el Poder Ejecutivo Nacional por decreto del 14 de agosto de 1897, que le había concedido Personería Jurídica. En el año 1933 fueron reformados por el Poder Ejecutivo Nacional por decreto Nro. 30.596 del 2 de noviembre de ese mismo año por lo que se establece que el Círculo tendrá como fines: - “Ejercer la protección mutua entre sus asociados y fomentar los intereses intelectuales, morales y materiales de los mismos y los generales del gremio.” - “Velar por la libre expresión y difusión del pensamiento, principalmente cuando se emita mediante la palabra impresa.” - “Estimular la cultura periodística para que la prensa alcance y mantenga su mayor eficacia y ponderación.” - “Promover periódicamente congresos nacionales o internacionales de miembros de la prensa.” Los socios se dividieron en Activos, Honorarios. Cooperadores y Transeúntes y los fondos de la Institución se formaron con las donaciones, las entradas extraordinarias y los aportes de ingreso de los socios Activos.

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Para ser Socio Activo, se requería: actuar como periodista con goce de sueldo, tener más de tres años en el ejercicio de la profesión y no menos 18 años de edad. La entidad proporcionaba asistencia médica al socio con más de seis meses de antigüedad, su esposa e hijos. Una asistencia económica determinada en caso de incapacidad física o mental después de cinco años de antigüedad como socio y, a su fallecimiento, si ocurría después del año de incorporación, el pago a sus herederos de un subsidio en efectivo. Uno de los problemas que siempre estuvo en el tapete del Círculo de la Prensa, fue la lucha en pro de la libertad de prensa. En todos los climas y en todos los tiempos, ha tenido enemigos ancestrales entre los gobernantes sin mayor discernimiento, que creían posible dirigir el curso del pensamiento humano. Muchas páginas de sus Memoria están con el texto de las notas que paso el Círculo a las más altas autoridades del país, defendiendo el derecho a la libertad de expresión que la hizo todo lo grande que fue en el mundo entero. El Círculo de la Prensa llevo a cabo su campaña por la jubilación de periodistas, con la sanción de la Ley 12.581. El impuesto aduanero al papel para revistas, creado por el gobierno provisional, fue motivo también de la intervención del Círculo, hasta obtener la ley de liberación del mismo, la Ley de Propiedad Intelectual y la celebración del Día del Periodista el 7 de junio, fecha de aparición de la Gaceta de Buenos Aires en 1810, durante el Primer Congreso de Periodistas realizado en la provincia de Córdoba. Durante muchos años, los salones del histórico edificio de Rodríguez Peña 80, -comprado a fines de 1933- fueron un sitio habitual de encuentro social de los

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periodistas, el ámbito de desarrollo de variadas actividades culturales y académicas. El Círculo de la Prensa fue un vínculo de unión para las sucesivas generaciones de periodistas, que contribuyeron con su esfuerzo a consolidar a la institución como decana del periodismo argentino. En el orden cultural, además de conferencias, conciertos y publicaciones diversas, el Círculo de la Prensa creó el Instituto de Estudios del Periodismo Argentino, que tuvo por finalidad metodizar la información respecto a todas las publicaciones aparecidas en el país a partir de El Telégrafo Mercantil y los periodistas que habían trabajado en esas publicaciones. El Círculo de la Prensa de Buenos Aires fue no sólo la más antigua entidad gremial del ramo existente en el país, sino también de toda América Latina. La defensa incansable de la libertad de prensa, tantas veces amenazada y sofocada en la historia Argentina del siglo XX, constituyó una tarea permanente, que se cumplió cabalmente día por día, justificando una existencia Centenaria junto con la atención a los problemas relativos al ejercicio de la actividad periodística y en particular a la Ética Profesional. Con las características propias de cada época, el Círculo de la Prensa siempre dio cursos y talleres para los profesionales del área, Prensa política Con la aparición de la prensa proletaria puede afirmarse que nace también la prensa política o, mejor dicho, la prensa ideológica. La prensa proletaria es también política, pero de facciones y no representa los intereses de todas las clases sociales. Esto se ve claro comparando, por ejemplo, las publicaciones posteriores al 90, aunque con anterioridad, desde El Descamisado a El Obrero, esto se hace evidente.

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Transcurre el año 1891 cuando sale La Defensa el Pueblo, opositor a Roca y a Pellegrini, El Clarín, de caricaturas, Tribuna de Mariano de Vedia, sostenedor de las candidaturas de Mitre y Uriburu, La Bomba, radical, opositor a la Unión Cívica Nacional. Los socialistas franceses nucleados en Les Egaux editan L´Egalité que tiene muy poca vida. Lavoriamo nace en 1893 y en 1893 se transforma en La Riscossa, de corte comunista-anarquista. El 11 de marzo de 1893, nace El Socialista, órgano del Partido Obrero constituido el 14 de diciembre de 1892, que trae dos epígrafes: “La emancipación de los trabajadores debe ser otra de los trabajadores mismos” y “Proletarios de todos los países. Uníos”, del cual sólo aparecieron seis números. El 29 de octubre los socialistas anárquicos editan La Emancipación y los franceses La Liberté que luego de cuatro meses dejan de salir. La Voz de la Mujer fue el primer periódico comunista anárquico redactado por mujeres de la Argentina. Fue publicado en Buenos Aires entre 1896-1897 y en Rosario en 1899. El lema del periódico era “Ni dios, ni patrón, ni marido”. El periódico fue editado primero en Buenos Aires entre 1896 y 1897. En 1899 hay documentación que indica que fue publicado en Rosario, bajo dirección de Virginia Bolten, aunque no se han encontrado ejemplares. En el año 1897 también salieron La Expansión Individual, La España Inquisitorial, Ciencia Social y La Autonomía. La minería en el 1900 "Minería en Mendoza”. El recorte pertenece a una nota publicada el 20 de enero de 1900, en un diario del sur mendocino, llamado San Rafael. Resulta increíble que cobre actualidad, ya que, palabras más, palabras menos, profundiza ERNESTO MARTINCHUK

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una discusión de terrible vigencia. Dice el artículo en sus dos primeros párrafos: "Adormecida durante una larga serie de años la minería en Mendoza y abandonada casi exclusivamente durante todo ese tiempo, a manos de los que tan equivocadamente piensan que las minas son una lotería en que el descubridor es el propietario del billete sobre el que recae la Grande, ha venido luchando con el descrédito que esos mismos supuestos favorecedores de la fortuna le han creado, dentro y fuera de la provincia. "Desgraciadamente, hasta ahora, hay quienes vienen sosteniendo por la prensa que las minas deben continuar siendo el patrimonio deparado por la casualidad a todo aquel, que no teniendo nada que hacer, se paseé por las alturas en busca de minas, para adueñarse en enseguida, sin más probabilidades de explotarlas que las que puede ofrecer la negación de toda noción sobre su trabajo industrial, ni el más insignificante recurso para hacer frente siquiera a los gastos de la tramitación legal para adquirir del Estado su concesión en forma, de manera de ofrecer al capitalista, por lo menos, la garantía de una propiedad bien adquirida, en cambio de las comúnmente disparatadas pretensiones con que responden a menudo a las proposiciones de aquellos de quienes racionalmente depende la verdadera valorización de las minas, por medio del trabajo o de los altos capitales que hay que destinar para que sea realmente provechosa, al particular como a los pueblos, su explotación industrial”. La Coalición Francisco Peters Castro, nacido en 1880, junto a Urbano Justo Zelaya, nacido en 1878, iniciaron, en lo que en ese momento era el pueblo de San Isidro, provincia de Buenos Aires iniciaron su misión periodística el 4 de mayo de 1901 cuando bajo su dirección apareció el primer número del periódico La Coalición, cuya publicación se mantuvo durante quince meses.

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El 1ro de setiembre de 1902, dieron a conocer un nuevo órgano informativo local. Se trataba de El Municipio, bajo la dirección de Peters Castro que dejó de aparecer en 1930 al estallar el golpe militar de setiembre. Junto a Vicente Scarone y Manuel Silva llegaron a editar un número semanal totalmente redactado en verso. Todas sus noticias, crónicas sociales, editoriales y hasta los avisos se producían en forma de poesía. Tanto Peters Castro como Zelaya continuaron haciendo periodismo durante muchos años. Castro como corresponsal del diario La Prensa de Buenos Aires y Zelaya como director de La Comun, que fuera reeditado en 1933 con la colaboración de Ismael Maquelo Elizarraga. Más tarde juntos editarían el semanario El Independiente. La Vanguardia Durante el año 1894 aparecen El Cid Campeador, opositor a Luis Sáenz Peña, El Tiempo, fundado por Carlos Vega Belgrano, que después de ser ardiente defensor del Partido Radical, en 1901 adhirió al Partido Demócrata, y por último La Vanguardia. La primera información que se tiene de este periódico socialista, la suministra La Prensa el 2 de agosto de 1893: “Periódico obrero. Hemos recibido la siguiente comunicación. Se invita a todos los presidentes de todas las asociaciones obreras a concurrir a la conferencia que se celebrará hoy a las 7.30 p.m. en el Café Francés calle Esmeralda 318, para cambiar ideas sobre la formación de una Federación y la creación de un periódico que defienda los intereses de la clase trabajadora”. El matutino “La Vanguardia” fue fundado el 7 de abril de 1894 por el sociólogo, médico y escritor Juan B. Justo, quien a su vez fue fundador del Partido Socialista. Más tarde se transformó en el órgano oficial del partido. Fue un diario muy difundido y tenía su dirección, redacción, talleres y otras dependencias en la Casa del Pueblo, que fuera quemada y destruida por sus adversarios políticos

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en 1955. En sus páginas están presentes los temas fundamentales de la vida política, social y cultural del país, la región y el mundo. El primer editorial, elaborado por Justo, analizaba desde una perspectiva marxistas la realidad económica y política de Argentina a la que caracterizaba como capitalista, en vías de su realización completa. Decía de manera contundente: “Venimos a representar en la prensa al proletariado inteligente y sensato. Venimos a promover todas las reformas tendientes a mejorar la situación de la clase trabajadora”. La Vanguardia, al conmemorar su cincuentenario relata su fundación: “Falta agregar que la convocatoria fue hecha por la Agrupación Socialista y la firmaba Augusto Khun. Este escribió 22 años después de fundarse La Vanguardia que “la falta de un periódico socialista en el idioma del país se hacía sentir cada vez más, razón por la cual, la Agrupación Socialista resolvió invitar a los secretarios de las sociedades obreras a una conferencia”. Estas palabras de khun explican bien el origen de La Vanguardia, pues la idea inicial fue editar una publicación socialista, y no simplemente obrera. “Aunque no poas veces se ha escrito que fueron cuatro las personas que asistieron a la reunión del Café Francés… fueron cinco los concurrentes y, por lo tanto, fundadores de La Vanguardia. Ellos son Juan B. Justo, argentino, médico, vinculado en 1890 a la Unión Cívica y luego a la Agrupación Socialista…; Esteban Jiménez, español, obrero gráfico, militante de la Agrupación Socialista y del movimiento gremial, redactor y colaborador de El Obrero; Augusto Khun, alemán, obrero fundidor de tipos…; Isidro Solomó, español, obrero carpintero…; Víctor Fernández, obrero tonelero, secretario del gremio de dicha profesión”. Para reunir fondos Justo vendió su coche de médico y Augusto Khun puso 300 pesos que eran sus ahorros y, con el dinero obtenido, en un remate adquirieron 20 cajas de tipografía. La imprenta se montó en la casa de Khun. Para la dirección fue designado Juan B. Justo. El 7 de abril de 1894 La Vanguardia,

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periódico socialista científico, defensor de la clase trabajadora, estaba en la calle. En la primera página de ese primer número La Vanguardia esboza su programa, redactado por Justo: “Este país se transforma. A la llanura abierta e indivisa con aspecto y, en cierta medida, las funciones de una propiedad común, han sucedido los campos cardados, que pronto abarcarán toda

la

superficie utilizable. La gran agricultura se desarrolla donde hace veinte años eran cultivadas por sus dueños una pocas chacras. El ferrocarril ha muerto a las carretas. Los grandes puertos han suprimido la mayor parte del cabotaje. El Mercado Central de frutos reemplaza la antigua barraca. Hasta la industria, con ser tan rudimentaria, sufre una modificación idéntica. En Buenos Aires, las fábricas de calzado y de sombreros, las grandes herrerías y carpinterías suprimen la mayor parte de los pequeños talleres de esos ramos, en Tucumán el trapiche desaparece ante los grandes ingenios de azúcar y en Santa Fe se multiplican los molinos de cilindros, donde nunca había habido ni tahonas. “Justo con esas grandes creaciones del capital, que se ha enseñoreado del país, se han producido en la sociedad argentina los caracteres de toda sociedad capitalista. “Suprimida toda solidaridad de sentimientos e intereses entre los patrones y los trabajadores, éstos que antes disfrutaban con cierta libertad de los medios de vida que ofrece el país, tienen ahora que someterse a la dura ley del salario si no quieren morirse de hambre. El trabajador, despojado de toda otra cosa, no puede ofrecer en cambio de los medios de subsistencia que necesita, más mercancía que su fuerza de trabajo; y esa fuerza de trabajo es comparada, como cualquier otra cosa, por el capitalista al más bajo precio posible y en la cantidad que le conviene. La existencia de la población trabajadora viene así a depender de leyes idénticas a las que rigen la producción y el cambio de una mercadería cualquiera, la lana o las vacas por ejemplo. Como en el mercado de los cambios el valor natural de una mercancía cualquiera es señalado por su precio de costo, el valor natural de la fuerza de trabajo consiste en los medios de vida necesarios para producir esa fuerza. Es decir, el jornalero no recibe como recompensa el producto de su trabajo, ni un valor equivalente, sino la ERNESTO MARTINCHUK

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parte que le es estrictamente necesaria para mantenerse, para seguir sirviendo como animal de carga. Todo lo demás

se lo apropia el capitalista, cuya

ocupación principal es la de gastar ese exceso de bienes: de una manera más o menos antisocial”. Después de esbozar el programa, La Vanguardia dice: “Definiciones del capitalismo”, y dice: “Explotar hasta más no poder el actual orden de cosas, se llama economía política, sostenerlo hasta la ruina de todos los medios, tanto con la mistificación como con la fuerza, se llama política; declararlos santo y en armonía con la moral, se llama religión; sistematizar esa explotación, se llama ciencia; adornarla con guirnaldas y flores, se llama arte; y encarcelar o fusilar a todos los que no tienen por el mejor posible este estado de cosas, es lo que se llama justicia”. Constituido el Partido Socialista Obrero Argentino en 1896, el Centro Socialista Obrero cedió a La Vanguardia al nuevo partido del que pasó a ser su permanente órgano oficial. La Vanguardia sufrió varias clausuras: en 1902, en 1905 (dos veces), en 1909, en 1910 cuando su local fue asaltado e incendiado. Otras clausuras se sucedieron a lo largo de su dilatada existencia. Volviendo al año 1894, debemos decir que también aparecen, L´Avenir Social, dirigido por Aquiles Gambier y que es órgano de Les Egaux, La Questione Sociale del anarquista italiano F. Serantoni y El Obrero Panadero, anarquista de la Sociedad Cosmopolita de Resistencia y la Colocación de Obreros Panaderos. A partir de 1895 salen a la calle El Revolucionario, La Voz de Ravachol, L´Avvenire, fundado por Felipe Vezzani, cuyo lema era: “L´Anarchia é L´avvenire de I´humanita”, Venti Settembre, libertario, La Giustizia, La Reivindicazione Sociale, de los anarquistas italianos, Le Cyclone, El

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Oprimido –iniciado en Luján por el doctor Juan Greaghe-, La Unión Gremial que editan las sociedades de resistencia y Juan Moreira de Cao. El “vivomatógrafo” La primera exhibición cinematográfica en la Argentina (en una sala acondicionada para tal fin con cincuenta sillas, pantalla y cobrando entrada) tuvo lugar el lunes 6 de julio de 1896, en un salón de la calle Florida 344 de la ciudad de Buenos Aires. La función fue organizada por el empresario Enrique de Mayrena y se exhibieron cortos del pionero inglés William Paul. El proyector fue rebautizado localmente como “vivomatógrafo”, y era de origen británico. A partir del día 7 de julio hubo funciones públicas diarias que duraban media hora. Gracias al “vivomatógrafo” conocieron el cine, entre otros, Carlos Pellegrini, Julio A. Roca y alumnos del colegio primario Lacordaire, que fueron los primeros en utilizarlo con fines didácticos. El dato es de gran importancia histórica, pues con estas funciones comprobadas la Argentina pasa a ser el primer país de América Latina que conoció el nuevo arte, días antes de las exhibiciones en Río de Janeiro, que se consideraban como las pioneras. El 18 de julio tuvieron lugar las exhibiciones en el teatro Odeón, con cámaras y películas adquiridas a los hermanos Lumiére, y el 20, en Florida 168, las primeras proyecciones con el sistema Vitascopio y películas compradas a Thomas A. Edison. Los

tres

sistemas

convivieron

en

la

cartelera

de

espectáculos de la ciudad hasta fines de setiembre. El “vivomatógrafo” reapareció meses más tarde, en la sala del teatro Casino. La

primera

película

ERNESTO MARTINCHUK

argumental

argentina

es

“la

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Revolución de Mayo”, estrenada en el cine Ateneo el 22 de mayo de 1909, según consta en la cartelera del diario “La Nación” de ese día. “El fusilamiento de Dorrego”, la primera película de ficción, se estrenó el 11 de marzo de 1910, en el mismo Ateneo y en el circo Anselmi. Entre ambas, se conoció también en 1909 “La creación del himno” o “El himno Nacional”. Las tres son históricamente atribuidas a Mario Gallo. “Historia de los primeros años del cine en la Argentina: 1895-1910”, es el resultado de la investigación realizada durante cinco años por Guillermo Caneto, Marcela Cassinelli, Hector González Bergerot, Cesar Maranghello. Elda Navarro, Alejandra Portela y Susana Strugo, autores del libro, editado por la fundación “Cinemateca Argentina”.El año 1896, también es próspero en materia de publicaciones proletarias. Salen: La Revolución Social, El Obrero –que lo hace diariamente- Caserío, Ni Dios Ni Amo, todas publicaciones anarquistas, El Látigo –defensor de los intereses del gremio de los cocheros, carreros, mayorales y propietarios de carruajes y vehículos de toda clase-, El Pintor, socialista. Democracia, de filosofía liberal y El Mecánico, del cual no se puede obtener mucha información. Entre los periódicos que hacían propaganda anarquista había alcanzado singular aceptación La Protesta Humana. Fundado el 13 de junio de 1897, tuvo la suerte, puede decirse así, de que a poco de aparecer, llegase a Buenos Aires José Prat, cuya pluma razonadora, cultísima, de estilo tan sencillo como armonioso, introdujo en el periodismo anárquico una nueva modalidad, superior en muchos a la que en Argentina era corriente. Pronto La Protesta Humana atrajo nuevas inteligencias, y en sus páginas dejaron su fecunda huella Altair, pensador profundo, de un casticismo en el lenguaje difícilmente alcanzable; Basterra, escritor ingenioso; Guaglianone, orador elocuentísimo y escritor de valía; Pellicer, sociólogo de grandes conocimientos, y otros muchos. ERNESTO MARTINCHUK

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La Protesta Humana defendía la organización obrera y la propaganda con tesón, sin dejar por eso de ser una publicación anarquista, divulgadora de la filosofía anarquista. La Ley de Residencia y el Estado de Sitio de 1902, redujo considerablemente el número propagandistas. Unos fueron deportados, otros dejaron de tomar participación activa en la propaganda. Entonces empezó para el periodismo anarquista un periodo de verdadera crisis. Después de la clausura de 1902, reaparece el 31 de enero de 1903 para denominarse simplemente, La Protesta. El 1° de enero de 1904 aparece como diario. Sufrirá otras clausuras y toda clase de persecuciones en su azarosa vida. Francisco Peters Castro, nacido en 1880, junto a Urbano Justo Zelaya, nacido en 1878, iniciaron, en lo que en ese momento era el pueblo de San Isidro, provincia de Buenos Aires iniciaron su misión periodística el 4 de mayo de 1901 cuando bajo su dirección apareció el primer número del periódico La Coalición, cuya publicación se mantuvo durante quince meses. El 1ro de setiembre de 1902, dieron a conocer un nuevo órgano informativo local. Se trataba de El Municipio, bajo la dirección de Peters Castro que dejó de aparecer en 1930 al estallar el golpe militar de setiembre. Junto a Vicente Scarone y Manuel Silva llegaron a editar un número semanal totalmente redactado en verso. Todas sus noticias, crónicas sociales, editoriales y hasta los avisos se producían en forma de poesía. Tanto Peters Castro como Zelaya continuaron haciendo periodismo durante muchos años. Castro como corresponsal del diario “La Prensa” de Buenos Aires y Zelaya como director de La Comuna, que fuera reeditado en 1933 con la colaboración de Ismael Maquelo Elizarraga. Más tarde juntos editarían el semanario El Independiente. En Tres Arroyos, -provincia de Buenos Aires- sale desde el 14 de setiembre de 1902, La Voz del Pueblo. Primero comenzó a publicarse como

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semanario por iniciativa de sus fundadores Ricardo Fernández y Enrique Betolaza. Muestran también la defensa de premisas históricas, que le dieron fortaleza a su tarea periodística, y a su vez la decisión de innovar para estar en condiciones de asumir los desafíos que plantea cada época. Desde 1928, el diario pertenece a la familia Maciel. Entre 1928 y 1967 fue dirigido por el médico Antonio Maciel, quien se desempeñó como diputado nacional yrigoyenista y tuvo una destacada intervención en diversos ámbitos de la ciudad. Las generaciones siguientes dieron continuidad a una empresa reconocida en toda la provincia y con participación en organismos de prensa de alcance nacional. El 1° de abril de 1897, con la dirección de José Ingenieros y Leopoldo Lugones vio la luz La Montaña, periódico socialista revolucionario y en su primer número explican: “Somos socialistas: “a) Porque luchaos por la implantación de un sistema social en que todos los medios de producción estén sociabilizados; en que la producción y el consumo se organicen libremente de acuerdo con las necesidades colectivas, por los productores mismos, para asegurar a cada individuo la mayor suma de bienestar adecuado en cada época al desenvolvimiento progresivo de la Humanidad; “B) Porque consideramos que la autoridad política representada por el Estado, es un fenómeno resultante de la apropiación privada de los medios de producción, cuya transformación en pro0iedad colectiva social implica, necesariamente, la supresión del Estado, y la negación de todo principio de autoridad; “c) Porque creemos a que a la supresión de todo yugo económico y político seguirá necesariamente la de la opresión moral, caracterizada por la religión, la caridad, la prostitución, la ignorancia, la delincuencia, etcétera;

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“d) Porque, en resumen, queremos al individuo libre de toda imposición o restricción económica, política y moral, sin más límites a la libertad que la libertad igual de los demás. “Así –solamente así- concebimos la misión que el Socialismo ha de realizar para la Libertad y por la Revolución Social”. El periódico estaba dividido en tres secciones: Estudios sociológicos, Arte, filosofía, variedades y actualidad. Se inició con transcripciones de Deville, Ferri, Tarde, Treves y los artículos de Ingenieros, - que en esta primera época firmaba como Ingegnieros – Lugones y Carlos Malagarriga y una poesía de Rubén Darío, titulada Metempsicosis. Además de la transcripción de artículos de autores extranjeros Ingenieros escribió sobre Los reptiles burgueses, prometía desarrollar una gran descripción sobre la alta banca, el comercio, las sociedades de beneficencia, la cátedra, el parlamento y demás órdenes de la clase de los reptiles. Lugones por su parte publicaba una sección sobre Los políticos de este país. Entre los escritos memorables de Ingenieros en La Montaña se encuentra Los cerebros de la moral, una acusación contra la ética anquilosada y dogmática, decía: “La educación malsana

que,

en

nombre

de

la

moral

contemporánea, se impone a los recién venidos a la palestra de la vida, es una inoculación de gérmenes pestíferos que hacen más estragos en el espíritu que todos los microbios del cuerpo. Hay algo más serio y hediondo en esta argamasa que conglutina los cimientos del edificio social que destruiremos: es el monopolio, el privilegio, el polimorfismo ético, siempre a favor de los que la redactan, la pregonan y la imponen". El último trabajo que publicó en La Montaña lo denominó La paradoja del pan caro. El diario socialista revolucionario careció en su corta vida de avisos y/o de

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comercialización de productos y no pudo continuar porque las suscripciones no se percibían con regularidad. Luego de doce entregas, el 15 de septiembre de 1897, La Montaña dejó de salir y Lugones, pasaría a militar por ideales totalmente opuestos. El 1° de agosto de 1898 nace en la localidad de Bahía Blanca La Nueva Provincia, un diario argentino que nunca claudicó en la misión de informar con independencia de criterio y libertad responsable, aún cuando tuvo que sufrir la clausura impuesta por una comisión legislativa y permanecer silenciado desde el 3 de enero de 1950 hasta el 25 de marzo de 1953. Su nombre, La Nueva Provincia, expresaba el ardiente anhelo de su fundador, don Enrique Julio: el establecimiento de un nuevo Estado Federal, que tuviera como capital a Bahía Blanca y extendiera sus límites hasta La Pampa y Río Negro, que en 1898 no eran estados provinciales sino territorios nacionales. Ese sueño de Enrique Julio no se realizó. En cambio, su creación periodística siempre fue fiel al lema que su fundador le impuso: “Una lucha sin renunciamiento por una sociedad mejor”. La Nueva Provincia se convertía así en un auténtico portavoz del sur argentino, y en un servidor de la promoción de la Patagonia argentina. Por esas paradojas de la vida, ese periodista propulsor del sur argentino, Enrique Julio, había nacido en el noroeste del país, en la provincia de Catamarca, más precisamente en la localidad de Tinogasta, el 13 de julio de 1872. En la provincia de Mendoza estudió y obtuvo el título de maestro. Allí comenzó a ejercer la docencia y a dar sus primeros pasos en el periodismo, fundando Primeras Hojas y Alborada. En 1893 se traslada a Bahía Blanca, la ciudad que sería escenario de las etapas decisivas de su vida. Su nombre figura en unos de los sillones de la Academia Argentina de Periodismo.

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“El Albor” de Formosa En septiembre de 1886, a siete años de la fundación de la provincia de Formosa, sale a la calle El Albor, primer medio gráfico del que se tenga conocimiento, cuyo único ejemplar

original,

se

encuentra

en

Asunción

del

Paraguay, pero una fotocopia del mismo se encuentra en el Archivo Histórico de Formosa. El Albor, periódico semanal, salía todos los domingos en Villa Formosa y su suscripción mensual costaba Ps m/n 40, se imprimía en talleres particulares, con un formato similar a una hoja A4, o sea 30 por 20 cm, a tres columnas y con cuatro páginas. La fotocopia que presentamos corresponde al domingo 30 de diciembre de 1888, año II, número 67, donde se trata el tema: “Elecciones Municipales”, comicio que se efectuaba en la Villa Formosa para renovar tres concejales en la Municipalidad local. Con el título: “Hotel de Inmigrantes”, expone “El pedido a la Gobernación de plano y presupuesto para la construcción inmediata de un edificio como destino de alojamiento de los inmigrantes que llegan a este puerto…” Por otra parte, destaca la importancia de la “Comisión Auxiliar de Inmigración” en la Villa donde siguen intensamente y los trabajos… demorados por la escasez de brazos; a pesar del sueldo que paga la Municipales a los peones, más de un peso m/n por día, no se puede conseguir más de dos o tres (peones)…” Bajo el título “Tipos” menciona que “En el vapor San Martín llegaron los tipos para la imprenta de “El Albor”. La sección avisos cuenta con sólo cuatro propagandas: la venta de “400 bueyes… a plazo… para montar un establecimiento de obraje en tan sólo 24 horas…” Alquiler de un departamento de la casa “del Sr Amor… “Servicio de carga desde Montevideo – Asunción y escalas con los vapores Mensajero – ERNESTO MARTINCHUK

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Onix – Vulcano – Cisne y Dalmazia, haciendo escala en toda la línea excepto Buenos Aires de Aguas arriba”. Los datos fueron publicados en el diario “La Mañana”, de Formosa del 26 de diciembre de 1995, en su página 17. Caras y Caretas Por otra parte, la famosa revista Caras y Caretas aparece el sábado 8 de octubre de 1898, dirigida por José Sixto Álvarez (Fray Mocho). Los primeros números constaban de 24 páginas cuyo 25% estaba ocupado por publicidad. Los canillitas la voceaban con el nombre de “El Caricareta”. La revista dedicaba un 3% a la política nacional, mientras que la vida cotidiana ocupaba un 22% y la cultura un 13%. La publicidad ocupaba un 38%. A partir de 1924 el semanario comienza a incluir novelas cortas de autores nacionales como Payro, Capdevill, Carrizo y Gálvez, entre otros. En sus páginas dibujaron Alvarez, Alonso, Friedrich, Zavattaro, Giménez, Cao y Mayol entre otros. En su presentación decía: “Qué, cuál es nuestro programa? Si lo tuviéramos, te lo daríamos hasta con incisos; pero es el caso que lo único que se nos ha ocurrido hacer por el momento es una gran provisión de coraje para dar este primer paso”. Una cabeza humana en litigio He aquí uno de los más curiosos asuntos que hayan sido sometidos a nuestra justicia de instrucción, decía un artículo en la revista Caras y Caretas de setiembre de 1902. Se trata, nada menos, que de una cuestión de propiedad

sobre

la

cabeza

del

célebre

conspirador ruso Pedro Petrowsky, antiguo jefe de la policía de Moscú, ajusticiado en 1974 por habérsele descubierto organizando una conjuración contra la vida del zar. ERNESTO MARTINCHUK

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El conocido embalsamador, don Pedro Toninetti –continuaba el artículosubstrajo el día de la ejecución la ensangrentada cabeza del revolucionario, y embalsamándola primorosamente por medio de procedimientos especiales, la conservó hasta nuestros días, resistiéndose a cederla aún por ofertas superiores a 20.000 pesos oro. Últimamente, y aquí aparece el motivo de la intervención del juez argentino, había depositado en el colegio del señor Pedro Bianchi el fúnebre e interesante despojo; y como tratara de retirarlo para dirigirlo a Amsterdam, a cuyo museo habiálo vendido en la suma de 40.000 pesos oro, se encontró con una formal resistencia de parte del depositario, acudiendo entonces a la justicia para patrocinarlo por el jurisconsulto doctor Carlos C. Moyano, para reivindicar tan singular propiedad… No hay que fijarse en apariencias. Una mañana de setiembre de 1907 –el portero gallego de Caras y Caretas, Victorio Figueira, vio llegar a un aborigen viejísimo, pequeño y flaco, que vestía un raído uniforme militar, manifestando que deseaba saludar al señor director de la revista. -

El señor director está muy ocupado –le dijo Figueira- acostumbrado a las

frecuentes visitas de raídos pedigüeños. Insistió el visitante. El portero se negaba a dejarlo entrar. En medio de la disputa, apareció el redactor en jefe de la revista, Don Rafael Barreda, quién, estrechando la enorme y sarmentosa mano del anciano indígena, se lo llevó con él a la dirección. En el número siguiente de la ya popular Caras y Caretas, se publicaba una nota ilustrada que comenzaba así: “Ayer recibimos la visita del coronel Manuel Namuncurá, el famoso hijo de Calfucurá, último soberano de la pampa que durante 40 años, tuvo en raya a los ejércitos de la nación,…”Un año más tarde apareció Los Sucesos Ilustrados, con el lápiz de Aquiles, y también salió L´Emigrato. ERNESTO MARTINCHUK

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El Diario del Pueblo sale a la calle el 1° de octubre de 1899, bajo el impulso de Juan B. Justo, Nicolás Repetto, Julio A. Arraga y Celestino Castro. Su presentación fue así: “Combatirá la política criolla de la oligarquía inepta y rapaz que pesa sobre el país. Defenderá al pueblo trabajador de las ciudades y del campo. Estará contra los avances del Estado, contra el parasitismo político de las provincias que no se basten a sí mismas, contra la tiranía de las empresas extranjeras que monopolizan las grandes vías públicas, contra la prensa mercenaria. Sostendrá una política exterior de comercio libre y pacífico, la demostración de las instituciones militarizadas, la entrada de la población extranjera en la política nacional, y la igualdad de todas las creencias ante la ley”. El 30 de noviembre dejó de aparecer, solo vivió dos meses. El deseo socialista de tener un diario se vio luego materializado con la salida de La Vanguardia el 1° de septiembre de 1905. El siglo se cierra con la aparición de El Pueblo, del sacerdote Grote, órgano de los grupos católicos que polemiza con La Vanguardia sobre diversos temas. El diario La Razón fue fundado el 1 de marzo de 1905 por el periodista Emilio Morales. Tenía un formato estilo "Sábana vieja". La mañana se consideraba un espacio de lectura tranquila. El vértigo noticioso era entonces más intenso durante las tardes y La Razón, asociándose su ritmo al biorritmo general, salía con la quinta y luego con la sexta edición, articulando la aceleración y esa parcelación de la tirada en dos ediciones a la ansiedad noticiosa que crecía con los años. La Razón fue el diario líder entre los vespertinos argentinos durante varias décadas. En 1911, cuando lo compró el periodista José A. Cortejarena, que había ingresado en la redacción 4 años antes, el diario adquirió un perfil moderno y ágil. Cortejarena murió a los 44 años, en julio de 1921. Su viuda, Helvecia ERNESTO MARTINCHUK

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Antonini, llamó a tres amigos de su marido para que dirigieran el diario: Ángel Sojo, Uladislao Padilla y Gaspar Cornille. El gran salto del periódico fue en 1937, cuando Ricardo Peralta Ramos, esposo de una de las hijas de Cortejarena, pasó a ser su principal accionista y su director ejecutivo, mientras que el periodista Félix Laíño asumió la secretaría general de Redacción. Esta etapa es la que va a marcar un hito en la historia del periodismo argentino Agencia Saporiti La primera agencia de noticias de la argentina, fue constituida por don Carlos Fortunato Saporiti, quien inicialmente actuó como corresponsal de diarios del país y naciones limítrofes. La Agencia Noticiosa Saporiti se fundó en 1900. En un principio, se conoció en los medios locales con el nombre de “Corresponsalía Saporiti”. Con apenas 17 años, Carlos Fortunato Saporiti fundó y dirigió en su pueblo natal (la localidad bonaerense de Carmen de Areco) un periódico. Una vez instalada su corresponsalía en Capital Federal, la cual abarcaba una apreciable cadena de publicaciones, sus servicios pasaron a estar respaldados por la colaboración de don Emilio José Saporiti, su hermano que era Jefe de Noticias de La Prensa. El director de este diario, para ese entonces don Ezequiel Paz, le cedió a don Carlos una pequeña oficina en el edificio de Avenida de Mayo para que actuara como corresponsal de diarios del interior. Las noticias se obtenían en La Prensa y algunos de La Nación. Para esto, don Carlos compraba el diario a la hora de salida y lo analizaba para luego retransmitir distintas noticias por el Telégrafo de la Nación a los distintos clientes. Paralelamente de activar el despacho de las noticias de último momento, obtuvo en el Correo una salita contigua a la Oficina de Telegramas. Como Don Carlos colaboraba en el tradicional diario porteño, los clientes de su agencia tenían la seguridad de recibir las primicias del día. Frente al éxito de la corresponsalía por la contratación de servicios por parte de nuevos clientes, en 1904 aparece en la ciudad de Córdoba La Voz del Interior. Este órgano ERNESTO MARTINCHUK

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periodístico dominaba todas las fuentes de información del exterior. Esto la convirtió en una importante vía de comunicación para la agencia, la cual pudo concretar la instalación de una estación receptora central. Dicha estación funcionó en la sede de La Voz del Interior para retransmitir noticias recibidas de Buenos Aires a los clientes lejanos. A partir de entonces, los éxitos que Saporiti consiguió llevaron a que la empresa

cobrara

dimensiones

imprevistas ya que se adhirieron diarios argentinos y del exterior debido a que Saporiti participaba activamente en la fundación de nuevas empresas periodísticas que lo llevaban a viajar constantemente al exterior y así ganar prestigio y grandes afectos. Debido al gran crecimiento de la agencia, don Carlos se mudó a un local más grande en donde estaba instalado un colega suyo llamado Juan. B. Torres con el que, en un principio tuvo una muy buena relación hasta que Torres le robó primicias de su agencia. Entonces don Carlos alquiló un local en el edificio donde antes funcionaba La Razón. En esta nueva sede, su labor fue mucho más intensa por el suceso que marcó un antes y un después en el mundo periodístico: la Primera Guerra Mundial. Durante la Gran Guerra, la agencia difundía su servicio de forma exclusiva al interior por el Telégrafo de la Nación y los telégrafos de los ferrocarriles del Sur, Central Córdoba y Central Argentino. A principios de 1920, la agencia continuaba con un fuerte ritmo a pesar de seguir careciendo de personal puesto que las tareas se centraban en don Carlos, su sobrino Leandro Nicolás y Ramón Serra y un mandadero que se lo conocía con el apodo de “Granito”. Otro colaborador fue Mendieta que pasaba información desde el Congreso de La Nación.

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El 4 de mayo de 1922 don Carlos Fortunato Saporiti fallecía. Su muerte fue un duro golpe para su empresa por la dificultad de conseguir un sucesor que mantuviera la trayectoria que ésta había alcanzado. Finalmente, la familia Saporiti decidió que Leandro Nicolás Saporiti, sobrino del fundador, estuviera a cargo de la dirección. Para esto, recibiría la ayuda de don Emilio, quien ya venía siendo colaborador. Con el consentimiento de don Emilio, en 1924 don Leandro alquiló oficinas en la tradicional Galería Rosario. En este edificio, la redacción fue reconocida porque constantemente recibía la visita de clientes y personajes famosos que les transmitían noticias o “chismes”. En 1925 Don Leandro instaló en Córdoba una estación radiotelegráfica que pasó a ser una de las primeras que funcionaron con fines periodísticos en América del Sud. La estación se instaló en una de las dependencias de La Voz del Interior, con el fin de recibir desde Buenos Aires el servicio noticioso para dicho diario y además difundirlo a otros clientes del interior que al estar alejados de Buenos Aires, no recibían bien las emisiones de la agencia central. A su vez, Córdoba informaba a la ciudad porteña de las noticias de aquellos clientes para que llegaran a los medios porteños. Con este intercambio de noticias la agencia dejó de tener una fisonomía de “corresponsalía” para pasar a ser una auténtica agencia de informaciones periodísticas. El 13 de enero de 1926 se produce repentinamente el fallecimiento del señor Emilio José Saporiti. Debido a esto, don Leandro quedó a cargo del pleno ejercicio de la dirección de la empresa. Este llamó a colaborar a su lado a su hermano Carlos Alberto Saporiti que estaba por recibirse de abogado y finalmente terminó siendo el subdirector y un brillante periodista. Luego llegaría una época oscura para la agencia con el gobierno peronista y su cierre definitivo en 1984.

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Mientras tanto, La Argentina, diario fundado en 1901, ocuparía en 1910 el tercer lugar entre los periódicos de importancia en nuestro país. Su origen fue una edición quincenal repartida en forma gratuita. Más tarde apareció tres veces por mes para luego pasar a ser semanario y por último se publicó tres veces por semana, consagrándose como diario de la mañana. Sus fundadores fueron los hermanos Mulhall que tenían mucha experiencia en el periodismo, dado que anteriormente habían editado el diario The Standart, que fuera el decano del periodismo argentino. Su director fue Emilio Hansen. El periodismo proletario no se detiene. Hojas convertidas en medios que salen y desaparecen en una lista interminable a las que hay que sumar revistas literarias alineadas y a la que se suma la prensa gremial. El Obrero Albañil, de tendencia anarquista, y La Organización, socialista, base

de

la

Federación

Obrera,

impulsado

por

Alfredo

Pasqualetti,

corresponden a 1900 y 1901, respectivamente. La Unión Obrera en 1903. En 1904 apareció la revista P.B.T. “Semanario Infantil Ilustrado” (Para niños de 6 a 80 años), La Mentira “órgano de la Patria, la Religión y el Estado”, Los Nuevos Caminos, Il Pensiero, Luz al Soldado, El Cuartel. Ingratitud con Manuel Belgrano El 20 de junio de 1903, se inauguró, durante la segunda presidencia de Julio A. Roca, transcurrida entre 1898 y 1904, el Mausoleo de Manuel Belgrano. La iniciativa llevada a cabo a partir de 1895, se había originado en una inquietud nacida en la juventud estudiantil porteña que organizó una suscripción pública con el fin de generar los fondos necesarios para la obra. De la misma no participó ningún organismo oficial.

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Una vez reunido el dinero, que alcanzó la suma de $ 107.725,25, una comisión ad hoc llamó a concurso de proyecto a escultores argentinos, italianos y franceses, resultando ganador el italiano Ettore Ximenes. La exhumación se produjo el 4 de septiembre de 1902. Al poco tiempo de comenzar la operación, aparecieron varios trozos de madera, algunos clavos de bronce y huesos del esqueleto de Belgrano. Los restos eran colocados en una bandeja de plata, sostenida por el prior de Santo Domingo. Las anormalidades cometidas fueron tan singulares, que es mejor remitirnos a la crónica publicada al día siguiente por el matutino La Prensa: “Llama la atención que el escribano del Gobierno de la Nación no haya precisado en este documento los huesos que fueron encontrados en el sepulcro; pero no es ésta la mayor irregularidad que es permitido observar en este acto, que ha debido ser hecho con la mayor solemnidad, para honrar al héroe más puro e indiscutible de la época de nuestra emancipación, y también es necesario decirlo, para honrar nuestro estado actual de cultura. Entre los restos del glorioso Belgrano que no habían sido transformados en polvo por la acción del tiempo, se encontraron varios dientes en buen estado de conservación, y admírese el público 'esos despojos sagrados se los repartieron buena, criollamente, el Ministro del Interior y el Ministro de la Guerra!... Que devuelvan esos dientes al patriota que menos comió en su gloriosa vida con los dineros de la Nación, y que el escribano labre un acta con el detalle que todos deseamos y que debe tener todo documento histórico...” Ese mismo día, a raíz del escándalo, tanto Pablo Ricchieri como Joaquín V. González, devolvieron al superior de la Iglesia Santo Domingo los dientes de Belgrano que se habían robado. De no haber existido la nota del diario La Prensa, jamás hubieran devuelto los dientes. Las excusas esgrimidas por los ministros eran estúpidas y demostraban la impunidad con que actuaban los funcionarios. Ricchieri alegó que se “había llevado un diente para mostrárselo a ERNESTO MARTINCHUK

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Mitre y preguntarle acerca de la conveniencia de engarzarlo en oro para después meterlo en una urna”. La verdad era que ambos se habían robado los dientes para entregárselos a Bartolomé Mitre, director del diario La Nación, que en su crónica sobre tal acontecimiento había tergiversado los hechos. De no haber existido la nota de La Prensa, jamás hubieran devuelto los dientes que pasarían a engrosar la “colección personal” de Bartolomé Mitre. La revista Caras y Caretas, por su parte, publicó, las fotografías de todos los presentes, que permanecieron con los sombreros puestos. Una caricatura aparecida en la famosa revista porteña mostraba a Belgrano saliendo de su

tumba y señalando acusadoramente, con su índice, a los ministros González y Riccheri, mientras profería: '¡Hasta los dientes me llevan! ¿No tendrán bastante con sus propios para comer del presupuesto?' La severa actitud de La Prensa, apoyada por Caras y Caretas ayudaba a formar el concepto de patrimonio histórico del que se carecía aún en las esferas oficiales. El 1ro de agosto de 1907 salió en Buenos Aires una nueva revista mensual Nosotros al estilo de la francesa Reveu deux Mondes. Dedicada a las letras, las ciencias sociales, la filosofía, la historia y las bellas artes, fue una de las ERNESTO MARTINCHUK

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revistas más afamadas y pudo mantenerse por veintiocho años, dejó de aparecer en febrero de 1925. Los motivos de su desaparición fueron relatados en su último número por sus directores Alvino Bianchi y Roberto F. Giusti, al dirigirse a sus lectores y colaboradores escribiendo: “Con este número, con el cual completamos el tomo de la colección de “Nosotros” correspondiente al año 1934, ponemos término a la publicación de la revista. Puede el lector suponer con qué íntimo pesar lo hacemos los mismos que le dimos vida en 1907”. Entre los años 1907 y 1934, se notaron importantes progresos en el periodismo de la provincia de Buenos Aires. Según un análisis efectuado por la Biblioteca Nacional, el número de periódicos, diarios y revistas que aparecieron en esa época fue de 776 medios. Para lograr tal número se efectuó el siguiente cuadro comparativo: en 1907 aparecieron 43 diarios, 92 semanarios, 52 bisemanarios, 3 trisemanales, 6 quincenales, 17 mensuales y 1 bimensual. Mientras que en 1934 se publicaban 111 diarios, 243 semanarios, 46 bisemanarios, 4 trimensuales, 10 quincenales, 8 mensuales, 12 bimensuales, 7 trimensuales y 99 irregulares. La Batalla fue un diario anarquista de la tarde, que apareció el 7 de marzo de 1910 que duró hasta el incendio de la imprenta de La Protesta en mayo del mismo año. De Argentina contra los anarquistas, pero sus períodos de agudizamiento,

sin

embargo,

son

inolvidables.

La

reconstrucción del movimiento, de sus organizaciones y de su prensa, después del vendaval furioso de mayo de 1910, ha costado formidables esfuerzos, tanto más

cuanto

el

gran

número

de

militantes

extranjeros

se

vio

representativamente mermado y restringido.

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Socialistas y a anarquistas sufren las consecuencias de los desmanes de las hordas que al grito de “¡Viva la Policía!”, asaltan e incendian sus locales. Era la respuesta oficial a la huelga general revolucionaria declarada por los anarquistas contra la opinión socialista. Es que hacia parecidos o iguales objetivos socialistas y anarquistas, seguían distintos caminos, tanto que los alejaba como verdaderos enemigos en una disputa que superaba las páginas de publicaciones con calificativos recíprocos de “adormideras” a los socialistas y “barulleras” a los anarquistas, para entrar en la vía de los hechos. Esto no impedía que juntos fueran el objetivo de la reacción. El 6 de noviembre de 1910 aparece clandestinamente el periódico El Libertario, editado por un grupo de militantes entre los que se encontraba Juan E. Carulla, una especie de “Lugones anarquista”. Discrepante con La Vanguardia, apareció en el seno del Partido el periódico Palabra Socialista, que editaba el Centro Carlos Marx. Su primer número salió en julio de 1912, mientras que un sector juvenil inició la publicación ¡Adelante! en abril de 1916. Ultima Hora, diario independiente de la tarde, fundado en 1908 por el periodista Adolfo Rothkoff, a quién sucedió Camilo Villagra, rezaba en su portada, “Ríe de todo lo ridículo, dice lo que todos callan”. Era un diario muy informado, sobre todo en lo que refería a los deportes, espectáculos y se singularizó por incorporar la sátira y el humor gráfico a la crónica política como también, a la crónica policial le incorporó voces lunfardas. “El Congreso que he Visto” Ramón Columba nació en San Antonio de Arredondo, Punilla, provincia argentina de Córdoba, el 3 de diciembre de 1891. Se había recibido de bachiller y luego realizó estudios en la Facultad de Medicina, que abandonó para dedicarse a la vida artística.

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La caricatura, donde a través del lápiz, retrataba a los hombres, fue el centro de su principal actividad. Periodista, dibujante, editor, formó parte de la comisión directiva del Círculo de la Prensa de Buenos Aires,

fue

presidente

de

la

Asociación Argentina de Dibujantes; presidente y fundador de la Asociación Argentina de Editores de Revistas y vocal del Círculo de Bellas Artes. Miembro de la Asociación de Artes y Letras y vicepresidente de la Asociación de Artistas Argentinos. Su aspecto sobresaliente era caracterizar en el dibujo a parlamentarios y políticos. También escribía notas y artículos que acompañaban a sus caricaturas. Colaboró en las revistas Caras y Caretas, Mundo Argentino, El Hogar, Semana Universal, La Nota y Vida Moderna. Publicó sus trabajos en cinco diarios: La Razón, El Nacional, La Mañana, Última Hora y Crítica. Fue el más rápido de los taquígrafos del Congreso Nacional, en la época en que no había grabadores, llegando a ser récordman de velocidad taquigráfica en idioma español. Creó bajo su nombre, una editorial que editó revistas que se distribuían no sólo en la Argentina, sino en los países limítrofes como: Páginas de Columba, El Tony, Intervalo, Fantasía y D´Artagnan. Pero su máxima obra fue: “El Congreso que yo he Visto”, donde reunió en dos tomos, sus dibujos y comentarios de una prolongada época de la política argentina. Parlamentarios, estadistas y políticos eran caricaturizados en sus rasgos más sobresalientes y fáciles de identificar en sus rápidos y certeros trazos. Su obra se inició en 1911 y se prolongó por casi cincuenta años. Su fama lo llevó a ser felicitado por destacados estadistas de Francia, Gran Bretaña y los ERNESTO MARTINCHUK

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Estados Unidos por su aguda interpretación de los hechos que afectaron al mundo durante la Segunda Guerra Mundial. En cierta oportunidad viajó a Los Angeles, California, donde dibujó a los astros más famosos de la cinematografía. En representación de la Argentina formó parte del Terzo Congresso della Stampa Latina, realizado en Florencia, Italia. Ramón Columba, con sus dibujos y comentarios filmó dos películas y tuvo una sobresaliente actuación en el noticiero cinematográfico Sucesos Argentinos, que se distribuía en todo el país. Dentro de los numerosos homenajes, él siempre destacaba el que había recibido del gran dibujante y productor norteamericano Walt Disney. Publicaciones en San Isidro Francisco Peters Castro, nacido en 1880, junto a Urbano Justo Zelaya, nacido en 1878, iniciaron, en lo que en ese momento era el pueblo de San Isidro, provincia de Buenos Aires iniciaron su misión periodística el 4 de mayo de 1901 cuando bajo su dirección apareció el primer número del periódico La Coalición, cuya publicación se mantuvo durante quince meses. El 1ro de setiembre de 1902, dieron a conocer un nuevo órgano informativo local. Se trataba de El Municipio, bajo la dirección de Peters Castro que dejó de aparecer en 1930 al estallar el golpe militar de setiembre. Junto a Vicente Scarone y Manuel Silva llegaron a editar un número semanal totalmente redactado en verso. Todas sus noticias, crónicas sociales, editoriales y hasta los avisos se producían en forma de poesía. Tanto Peters Castro como Zelaya continuaron haciendo periodismo durante muchos años. Castro como corresponsal del diario La Prensa de Buenos Aires y Zelaya como director de La Comuna, que fuera reeditado en 1933 con la colaboración de Ismael Maquelo Elizarraga. Más tarde juntos editarían el semanario El Independiente.

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Crítica: Primer multimedios del país El periodista Juan Carlos Petrone tuvo a su cargo las cinco ediciones diarias del diario Crítica, que llego a tener una tirada de más de 600.000 ejemplares. En forma simultánea ponía en acción a cronistas y fotógrafos para cubrir las notas que serían de captación popular. Deportes, carreras hípicas, espectáculos, teatro, policiales y política, fueron tratados con una aguda interpretación. Petrone fue el secretario general de Natalio Botana, exigente e implacable en las acciones periodísticas del diario que hizo su fama estampando sobre su logotipo la figura de un tábano, con la leyenda que atribuyó a Socrates: “Dios me puso como un tábano sobre un noble caballo para picarlo y tenerlo siempre despierto”. El diario Crítica sale a la calle el 15 de setiembre de 1913. Esta primera edición se componía de 5.000 ejemplares, que Botana había financiado gracias a un préstamo

realizado

por

Marcelino

Ugarte,

político

perteneciente al Partido Autonomista Nacional, que ejerció en reiteradas ocasiones el cargo de Gobernador de la Provincia de Buenos Aires. Debido a la cercanía de su director con los políticos conservadores, el diario fue opositor al gobierno del Presidente Hipólito Yrigoyen y apoyó el golpe de estado que derrocó en 1930. Sin embargo, a partir de 1931 comenzó a distanciarse de los sectores militares y permaneció clausurado durante los siguientes dos años. El 17 de marzo de 1932 se lanza el noticiero cinematográfico que convertiría a Crítica en el primer grupo multimedios del país. El diario retomó su funcionamiento y el 12 de agosto de 1933, se creó un suplemento cultural llamado Revista Multicolor, que duraría hasta octubre de 1934. Esta revista era un suplemento de ocho páginas que se encontraba impreso en color, y cuya dirección se encontraba a cargo de Jorge Luis Borges y Ulises Petit de Murat.

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En agosto de 1941 Natalio Botana muere en un accidente automovilístico, dejando el diario a su familia. Al igual que con el gobierno de Yrigoyen, el diario también fue muy crítico con el gobierno del presidente Juan Domingo Perón, convirtiéndose en uno de sus principales opositores. Debido a los problemas económicos del diario, en 1951 la familia Botana vende el diario a la editorial Haynes. Finalmente, alejado del esplendor que lo caracterizó durante las décadas de 1920 y 1930, el diario dejó de circular el 30 de marzo de 1962. El edificio se encuentra en Avenida de Mayo 1333, pertenece al Estado Nacional, y aloja a la Superintendencia de Administración de la Policía Federal Argentina. En el sótano estaban las maquinarias y rotativas, en el primer piso la oficina del Directorio, en el segundo el despacho del Botana, el salón de actos, la biblioteca y el archivo de Crítica; en el tercer piso la redacción, en el cuarto los grabadores y la administración y en el quinto los talleres. Además, el edificio tenía una serie de consultorios médicos y jurídicos de atención libre, a los cuales se accedía por la entrada posterior en la calle Rivadavia. En cuanto a su estilo, el edificio del diario Crítica fue una de las primeras piezas de art decó porteño, y una de las más destacadas junto con las del arquitecto

Alejandro

Virasoro.

Este

nuevo

movimiento se había gestado en París en 1925, y un año después ya los hermanos Kalnay lo aplicaban a la sede del diario. Jorge Kalnay fue un gran interesado en la cultura y arte precolombinos, y los aplicó al diario Crítica, decorando los pisos con ilustraciones del calendario azteca, y las ventanas con vitrales de motivos solares. La oficina de Botana aparece jerarquizada en la fachada, ya que está retirada del frente, ornamentada con motivos botánicos que aluden al árbol del periodismo, y sus frutos, custodiada por cuatro estatuas.

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Botana llegaba a su despacho junto a los redactores más tempraneros, y no se iba hasta la madrugada, cuando el diario estaba ya en la calle. Editor obsesivo, controlaba cada página y conversaba asiduamente con sus periodistas, tanto en la redacción como en restaurantes y bares de la avenida. Se especializaba en descubrir nuevas plumas: así reclutó a jóvenes como Roberto Arlt, a quien puso a hacer policiales porque le vio pasta para recoger tragedias cotidianas, a Raúl González Tuñón, a Conrado Nalé Roxlo, entre muchos otros. En 1933 le encargó a un joven escritor entonces poco conocido, Jorge Luis Borges, que preparara junto a Ulyses Petit de Murat un suplemento cultural que Botana quería "al mismo tiempo entretenido y bien escrito". Así nació la Revista Multicolor de los Sábados, en la que colaboraron los mejores escritores del país y del mundo y donde Borges, sábado a sábado, fue publicando los cuentos que conformaron poco después su primer libro de ficción: Historia universal de la infamia. En 1928 una tragedia personal oscureció la vida de los esposos Botana: la muerte, que para algunos fue accidental y para otros un suicidio, del hijo mayor de Salvadora, un adolescente de 17 años, muy querido por su padrastro. Salvadora nunca pudo superar este trance y el diario de Botana perdió su contribución hasta entonces protagónica. Crítica fue cuestionado como diario "sensacionalista". Los enemigos de Botana alimentaron una leyenda negra según la cual el diario practicaba la extorsión, lo que jamás pudo ser probado. No es fácil precisar la ubicación ideológica del editor. En sus comienzos, apoyó a Marcelino Ugarte, conservador que gobernó la provincia de Buenos Aires pero fracasó en su intento de ser presidente. Crítica pasó a ser un diario informativo, aunque en política exterior siempre se alineó contra todas las formas del fascismo, posición que otros medios no expresaron con tanta nitidez. En política interior, denunciaba casos de corrupción. Un Buenos Aires mucho más pequeño y casi familiar, permitía que Botana, pese a esos cuestionamientos, mantuviera relaciones de amistad con hombres del poder. Salvo con Yrigoyen, a quien no trató, fue amigo de los presidentes Marcelo Torcuato de Alvear y de Agustín P. Justo, con quienes ERNESTO MARTINCHUK

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compartía aficiones, por ejemplo el teatro, en el caso de Alvear, o la bibliofilia, en el caso de Justo. Ambos frecuentaron Los Granados, la casa que Botana se hizo construir en Don Torcuato, sede de fiestas con invitados ilustres. Allí, en 1933, le encargó al mexicano David Alfaro Siqueiros que pintara un mural. En el sótano, el artista ejecutó su célebre Ejercicio Plástico, tomando como modelo a la poeta Blanca Luz Brum, a la sazón su esposa y de la cual se separó durante los meses en que fue pintada la obra. El mentado romance entre Blanca Luz y Botana, difundido por ella en un libro de memorias, nunca fue corroborado. Durante el segundo mandato de Yrigoyen, Crítica se lanzó a una campaña de denuncias contra el anciano presidente. Es cierto que en el golpe de 1930 participaron muchos otros medios de prensa, partidos y organizaciones políticas, sindicales y estudiantiles, incluidas las de izquierda. Por entonces, Crítica

apoyaba

a

un

pequeño

partido,

el

Socialismo Independiente –que llegó a ganar una elección en la Capital– y especialmente a su líder, el prometedor diputado Antonio Di Tomaso, quien moriría muy joven. Producido el derrocamiento de Yrigoyen por el general José Félix Uriburu, Botana no tardó en advertir su error, y pasó a combatir a la dictadura. Uriburu fue drástico: clausuró el diario y detuvo al director. También Salvadora fue arrestada, pese a que ya estaba retirada. El clamor de la prensa mundial forzó a Uriburu a liberar a los Botana, a condición de exilarse. Recuperaron el diario cuando Agustín Justo ganó las elecciones en 1932. La expansión de Crítica prosiguió. Se destacaba por el seguimiento espectacular de los crímenes que conmovían a la población. Imaginativos cronistas, entre los cuales descollaba Gustavo Germán González, a veces se adelantaban a la propia policía y descubrían a los culpables o abrían pistas. La búsqueda de la noticia, la espectacularización de la realidad, con atención a todo tipo de eventos raros, curiosos o insólitos, la divulgación de innovaciones científicas, además del habitual interés por la vida privada de las celebridades, ERNESTO MARTINCHUK

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o los eventos deportivos, fueron las especialidades de Crítica. El hombre urbano de las décadas del ’30 y ’40 leía este periodismo popular como una ventana al mundo pero también como una forma de liberarse de la masificación y de las largas horas transcurridas en los medios de transporte. Botana desapareció abruptamente del escenario periodístico y político cuando murió en un accidente insólito. El 6 de agosto de 1941 el Rolls Royce en el que viajaba cayó por una quebrada cercana a San Salvador de Jujuy. El chofer y los tres acompañantes resultaron ilesos pero el golpe del parabrisas contra su pecho le produjo a Natalio Botana el hundimiento del tórax. Las dilaciones en una operación que hubiera podido salvarlo –por la desconfianza del entorno del editor hacia los médicos del lugar– le provocaron la muerte, el 7 de agosto. Tenía 51 años. Su entierro fue una demostración de dolor popular. El féretro fue llevado en andas por los canillitas de Buenos Aires, desde el edificio de Crítica hasta la Recoleta. El diario nunca se recuperó de esta pérdida y vivió una larga decadencia, mientras sus familiares se disputaban la herencia en interminables querellas y los sucesivos gobiernos respiraban aliviados por la desaparición del "tábano", figura socrática que Botana había elegido como lema de su diario. Finalmente, Crítica dejó de aparecer en 1961. Las ilustraciones del diario Crítica El diario Crítica desde sus comienzos, le otorgó a las ilustraciones un espacio que las otras publicaciones hasta ese momento no les brindaban. Durante muchos años la Dirección de Arte del periódico, estuvo a cargo del ilustrador español Pedro de Rojas quien además de caricaturista era poseedor de una rara habilidad para la reconstrucción gráfica de los hechos policiales a las cuales se les otorgaba un lugar preponderante. En sus comienzos las doce páginas que componían la edición tenían ilustraciones, cuatro eran dedicadas a los deportes y el turf se llevaba tres de ellas. Diógenes “El Mono” Taborda se encargaba de las ilustraciones debido a su gran pasión por esta actividad, a tal punto que cuando tuvo su propia ERNESTO MARTINCHUK

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publicación, la misma se identificó con el nombre ‘Hípicas de Taborda’. Cabe mencionar que “El Mono” también colaboró en la realización de los bocetos de ‘El Apóstol’, película satírica de dibujos animados realizada por el pionero Quirino Cristiani en 1917. Un grupo de dibujantes que ya habían ganado renombre en publicaciones anteriores tales como el periódico Don Quijote y las revistas Caras y Caretas y Fray Mocho, formaron parte del staff de Crítica, entre ellos José María Cao Luaces considerado por algunos historiadores el padre de la caricatura argentina, Luis Macaya, Arturo Lanteri, Mario Zavattaro y Juan Carlos Alonso quien firmaba sus dibujos con el seudónimo ‘Piquillín’. El dibujante Héctor Rodríguez crea su personaje ‘El Nuevo Rico y su mayordomo Federico’, popularizando la frase ‘Federico… a casa’, y Pascual Güida realiza las caricaturas a tal velocidad que le vale ser definido como ‘un dibujante con propulsión a chorro’. También derramaron su talento a través de sus dibujos, Antonio Bermúdez Franco artista plástico, ilustrador y caricaturista dueño de un trazo sorprendentemente moderno para la época, Juan Sorazábal dibujante paraguayo, Bruno Premiani autor de las históricas planchas de biografías, León Poch, Andrés Guevara, Arístides Rechain, Gregorio López Naguil, Lorenzo Molas, Manuel Silva, entre otros. Tal vez merezca un párrafo especial por su trascendencia posterior, Dante Quinterno, discípulo del ‘Mono’ Taborda, quien resulta autor de la tira ‘Un porteño optimista’, que luego muta por ‘Aventuras de Don Gil Contento’ considerado antecesor lejano de su célebre personaje ‘Isidoro’.

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El edificio tenía la particularidad de utilizar una sirena estridente que le anunciaba a la población los acontecimientos más importantes. Los ventanales que se ubicaban sobre la Avenida de Mayo se utilizaban para colocar pizarras con las últimas noticias y se actualizaba cada hora. A principios de la década de 1930, Crítica llegaría a tener su propio noticiero de cine sonoro lanzado el 17 de marzo de 1932, su radio y su avión, convirtiéndose en el primer multimedio del país. El 12 de agosto de 1933 se creó un suplemento cultural llamado Revista Multicolor, dirigido por Jorge Luis Borges y Ulyses Petit de Murat. En ese suplemento, Jorge Luis Borges escribió una serie de crónicas que posteriormente constituyeron su primer libro en prosa “Historia Universal de la Infamia”. También la historieta ocupó un lugar destacado en el diario de Botana. En octubre de 1928 el dibujante Dante Quintero anunció la aparición de un nuevo personaje que no fue otro que “Patoruzú”, personaje llamado a tener larga vida y fecunda trayectoria en otras publicaciones ya que en Crítica la tira fue cancelada dos días después. Un año después se publicó la primera historieta

seria “El Tigre de los llanos“ en la que se narraba la vida de Facundo Quiroga utilizando extensos textos explicativos. Crítica estuvo a la vanguardia en temas como la crítica literaria o la divulgación científica, que parecían tan ajenos al campo popular. Sus páginas reflejaron la visita de Einstein a Buenos Aires y también brindaron información técnica en lo relativo a la radiofonía y el automovilismo, dos temas que por entonces concitaban gran entusiasmo entre los aficionados. ERNESTO MARTINCHUK

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Con Botana cambió la forma de hacer periodismo en la Argentina. Creó suplementos no sólo deportivos sino infantiles y femeninos. También instaló secciones fijas de teatro y de cine y editó colecciones de libros baratos al alcance de la mayoría. Crítica se transformó, tal como pretendía su fundador y tal como lo sostiene Sylvia Saítta (2001) en la “voz del pueblo”. Convertido en magnate millonario, Botana prodigó a sus empleados y lectores toda clase de favores, ayudas personales y sociales anticipando así una labor que posteriormente iba a desarrollar el peronismo. También mantuvo a muchos integrantes de los sectores “lumpen” que conectaban la redacción con el pulso de la ciudad. En 1938 asumió la presidencia de la Nación Roberto M. Ortíz. Tres años más tarde, durante un viaje por el norte del país, Natalio Botana sufrió un accidente automovilístico en la provincia de Jujuy. Desobedeciendo las órdenes de los médicos se incorporó en el lecho y una costilla fracturada le perforó el pulmón ocasionando su muerte el 7 de agosto de 1941. A partir de entonces Crítica conocería una turbulenta historia de censuras, clausuras, expropiaciones, juicios y querellas entre los sucesores. Producida la revolución de 1955, la titularidad de Crítica comenzó una larga agonía que culminó en 1963. En el mes de junio de ese año se escuchó por úlitma vez su sirena al paso de los recién elegidos Arturo Illia y Carlos Perette. que se dirigían del Congreso a la Casa Rosada. El tábano que había sobrevolado la ciudad para mantenerla despierta durante medio siglo, había muerto. Pero el diario de Botana se convirtió en un paradigma innovador que dejó una marca indeleble en el periodismo argentino. Detective y periodista A mediados de 1912 Ciro de Baggis, indignado por la corrupción que envolvía a policías y funcionarios públicos, renunció y decidió abrir su propia casa de investigaciones, a la que llamó “La investigadora”. Instaló una oficina de informes y atención al público en Colón 240 de la ciudad de Mendoza.

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El tenaz detective se indignaba ante el ostensible e intolerable contraste en el trato por parte de la policía frente a pobres y ricos. Mientras que a un mendigo ebrio se le aplicaban diez días de arresto, señalaba el detective, los hijos de conocidos personajes públicos de la provincia gozaban de la protección de policías y magistrados. Al poco tiempo y habiendo sufrido cuestionamientos y ataques de algunos medios de prensa locales, creyó necesario tener voz propia, un medio independiente para poder difundir el curso y los resultados de sus investigaciones. Su especialidad abarcaba asuntos privados, se extendía a complejas cuestiones de índole política del momento. Fue así como fundó su propio periódico: El Detective. Se trataba de un “semanario de actualidades” cuyo primer número vio la luz el 6 de abril de 1913. En el mismo puede leerse: “La Investigadora” – así se llamaba la agencia- “descubre los misterios políticos, sociales y de orden privado”. El Detective aparece en el escenario mendocino saludando a la prensa: “al incorporarse al periodismo local blandiendo el estandarte independiente”, anuncia que su lucha “emergerá con altivez y a cara descubierta, para decir siempre verdad (…) sin la careta, sin antifaz desde su modesta cuna (…) cumple con el deber de saludar a la ilustre prensa local”. Se refería en su periódico con nombre y apellido a “malvivientes de levita y champán” de aquella antigua Mendoza

que, “completamente borrachos”

cometían sus travesuras “en las barbas del comisario” contando con su complicidad y su silencio. De la misma forma poblaba las páginas de El Detective, minuciosas descripciones de robos, estafas y malversación de fondos públicos, denunciando a sus presuntos responsables. Algunos de estos casos llegaron a adquirir mayor relevancia al ganar espacio en la prensa nacional.

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Un personaje Retirado del ejército y condecorado por su conducta durante la guerra de Etiopía, de Baggis viajó junto a tantos otros italianos rumbo a Buenos Aires, acaso tentado por el sueño de “hacer la América”. Se radicó en Buenos Aires donde ingresó a la sección de investigaciones de la policía de la ciudad. Su estampa elegante y refinada, y probablemente también su noble abolengo, le permitió frecuentar ciertos círculos de la aristocracia porteña de aquellos años. Fue así como comenzó a cortejar a una joven muchacha, Asunción Pellegrini, descendiente de la familia Pellegrini Bevans Bright, uno de cuyos integrantes - Carlos- llegó a ser presidente de la nación en 1890. Las visitas se transformaron en una relación cada vez más seria hasta que llegó el casamiento. Por razones laborales, Ciro y Asunción se trasladaron a Mendoza. En provincia, de Baggis se desempeñó en la policía donde ocupó varios cargos hasta llegar a ser Sub Inspector, y, en 1912, fue designado Comisario de campaña en Santa Rosa, departamento donde pasó una breve estadía para regresar luego a Ciudad. Las exitosas intervenciones del detective italiano comenzaron a gozar de los elogios de la prensa. El diario El Debate en agosto de 1912 señalaba: “Parece que La Investigadora empieza a desarrollar su acción como auxiliar extrapolicial en bien de los principios de orden público”. En el mismo sentido y tras la aparición del periódico, el Diario de Cuyo, en abril de 1913, anunciaba: “apareció el primer número de este semanario (…) El Detective, como órgano de propio e íntimo de un honroso detective nos brindará muchas primicias policiales, de esas que escapan muchas veces a la policía… Felicitamos al Sherlock Holmes de Mendoza, don Ciro de Baggis por el éxito de su periódico”.

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La prensa local comenzaba a presentarlo como un profesional indispensable en la dilucidación de casos complejos. El detective tenía, además de elogiosas condiciones como investigador, otras dotes artísticas que dieron que hablar en la pintoresca Mendoza de aquellos años. Era músico, ejecutaba la mandolina y aparentemente lo hacía muy bien. Los Andes del 11 de julio de 1914 informaba que, con motivo de los festejos del día de la independencia, se había presentado en el local “Rococó”, Ciro de Baggis en mandolina y su hija Filomena de Baggis en piano, quien tenía por entonces doce años. Interpretaron “Serenade d´autrefois” y fueron “muy aplaudidos” según destacaba el diario. Pese a su agitada vida como investigador y periodista, de Baggis, se hacía tiempo para trabajar por la sociedad y el progreso de la provincia que había elegido para vivir. Hacia 1918 se lo podía ver, según diarios de la época, organizando eventos y actos escolares como miembro de la comisión directiva de la Escuela Quintana. El 11 de mayo de 1921 el soldado, detective, músico italiano y periodista Ciro de Baggis, fallecía en Buenos Aires. Sus restos descansan en el cementerio de La Chacarita. Primer Telegrama y nacimiento de la radio El primer telegrama emitido en Buenos Aires fue enviado desde Dársena Norte por su inventor, el ingeniero uruguayo Tebaldo Riccardoni, al presidente Julio Argentino Roca, quien regresaba de una visita a Chile. Recorrió una distancia de nueve kilómetros. En 1892 Riccardoni comenzó sus experimentos en el gabinete de física del Colegio Nacional Buenos Aires. En 1898, basado en los trabajos de Hertz y Marconi, Riccardoni pudo comunicarse con otra estación similar que funcionaba en el pequeño vapor “Vigilante”, instalada a escasos 50 metros de distancia.

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En 1917, Enrique Sussini convocó a un grupo de radioaficionados que desde 1910 había estado operando en Buenos Aires y la localidad de Bernal y ya habían recibido comunicados desde Canadá e Irlanda. Los instó a estudiar la posibilidad de transmitir la voz humana. Sussini, Enrique Mujica, Cesar Guerrico y Luis Romero Carranza, todos jóvenes de entre 18 y 25 años, materializaron en muy poco tiempo, el proyecto que les permitió llegar a todos los pueblos difundiendo noticias, música y voces a todo el país. Sussini viajó a Francia, donde consiguió material viejo, como transmisores de 5 Kwts, válvulas y otro tipo de materiales que luego serían usados para formar un equipo con un micrófono, ubicado en el “paraíso” del teatro Coliseo de Buenos Aires y una antena colocada en la cúpula de las calles Cerrito y Charcas, lo que le permitió la transmisión de conocidas óperas y de diferentes programas. Desde ese entonces, la transmisión se sucedió sin interrupción. Así nacía la radiofonía en la Argentina, un medio de información, cultura y esparcimiento para toda la sociedad. La Internacional En julio de 1917, un grupo de afiliados entre los que se encontraban José F. Penelón, Aldo Cantoni, Juan Ferlini, Victorio Codovilla, Juan Greco y Rodolfo Ghioldi, constituyeron una Cooperativa de Ediciones que el 5 de agosto dio a la luz La Internacional “periódico socialista quincenal”. Con el Congreso del 5 y 6 de abril de 1918, los grupos disidentes dejaron constituido el Partido Socialista Internacional, más tarde denominado Partido Comunista. La Internacional fue su órgano oficial, que a partir del 5 de agosto de 1921, apareció en formato diario. Desde mayo comenzó a salir La Juventud Comunista y en 1925 un grupo disidente edito La Chispa. Al ser expulsados pasaron a ser un órgano del Partido Comunista Obrero. Más tarde, el órgano oficial del Partido Comunista fue Bandera Roja, que como La Internacional salía semanalmente. En 1932 el gobierno del general

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Justo clausuró Bandera Roja, que fue reemplazada por Mundo Obrero. Clausurado éste salió Frente Unido, que también fue prohibido, hasta que en 1940 el PC publicó el diario La Hora, que por muchos años sería su órgano oficial. Bandera Roja, fue un diario comunista-anárquico, cuyo primer número salió el 1° de abril de 1919, cuyo precio era de cinco centavos y se presentaba señalando que “el mundo está sufriendo en estos momentos la transformación más fundamental de que haya ejemplo en su historia”. Después de señalar que “solo el proletariado puede salvar a la humanidad”, y agregaba: “La hora es de acción. Permanecer aun definiendo ideas, es llevar el escepticismo al espíritu y desviar la energía hacia otros rumbos. Mientras nuestros hermanos de Rusia, de Alemania, de Hungría y de casi toda Europa, están luchando valientemente por implantar sobre la tierra la igualdad y la justicia social, sería una iniquidad ponernos a discutir el grado de perfección a que han llegado o al que aspiran a llegar. El deber más imperioso está hoy en secundar su acción revolucionaria, imitar su alto ejemplo de virilidad y levantar bien alto la bandera de la redención, cuyo color de fuego tanto horror inspira a los tiranos”. Ante la formación de la Liga Patriótica, decía: “Buenos burgueses sus componentes, se abrogan el derecho de ejercer tareas gubernamentales, llenando la misión que le compete al gobierno o sirviéndole de muleta en su estado de extrema debilidad. “Velarán por el orden, harán respetar la ley, aplicarán algunos parches al mal parado nacionalismo y harán algo más y de mayor provecho patriótico: reprimirán, por medio de “ligas” vecinales, cualquier intento de rebelión anarquista. “Los trabajadores, contra quienes se ha constituido la liga, deben ver, en esa institución lo que en verdad es y lo que se propone. Y no estaría de más cuanto se hiciese por convertirlos de liguistas en ligadores”. Sucede que el sábado anterior la reunión obrera que se desarrollaba en la esquina de Rivadavia y Castro Barros había sido provocada por los liguistas,

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que se anotaron “un pequeño éxito”. Decía Bandera Roja: “Pero es de desear que nunca más eso suceda y al efecto nada mejor que repeler de manera contundente, como cuadraría a Guardias Rojos, las provocaciones de los Guardias Blancas de la liga”. La primera página de Bandera Roja era animada por el dibujo de Bolsheviki, en el que el sol del maximalismo

despertaba

la

aurora

proletaria.

Curiosamente, “a pedido de varios compañeros”, el segundo número de Bandera Roja, repite la alegoría. Ese segundo número sirve para analizar la lucha realizada por los militantes y su actitud frente a la realidad que les tocaba vivir. “La acción electoral –dice- es una manera entretenida de perder el tiempo; las muchedumbres no se apasionan más que en los momentos de acción directa contra la tiranía que los explota”. Un aviso pone en conocimiento de los suscriptores: “No podemos mandarles el diario porque en Correos no nos han concedido el porte pago hasta no ver el primer número”. El 6 de abril de 1919, reproduce el manifiesto del grupo Spartacus, con la firma de Clara Zetkin, Rosa Luxemburgo, Carlos Liebknecht y Franz Mehring, donde los spataquistas señalaban: “La época de las manifestaciones pasivas, de las resoluciones platónicas y de las palabras sonoras ha pasado. La hora de la acción ha sonado para la Internacional. Nosotros os emplazamos a nombrar consejos de obreros y soldados que tomarán el poder político en sus manos y que, conjuntamente, establecerán la paz”. Bandera Roja tiene su concepción de la violencia, y en su número seis dice: “No crean nuestros amigos, que vamos a referirnos a la acción inorgánica, aunque justiciera, del atentado individual. No esperen, tampoco, nuestros enemigos, que al hablar de acción, vayamos a recomendar las masacres de ERNESTO MARTINCHUK

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burgueses, como ellos suelen aconsejar y aplaudir las que realizan con trabajadores inocentes y sin defensa. No. Nuestro objetivo es más humano y más instructivo. Queremos hablar de la acción que más convenga a nuestros fines civilizadores, de asentar sobre la tierra la igualdad y la paz. “Esta aspiración no puede convertirse en hermosa realidad, sin acudir a instrumentos y medios que condigan con los altos fines de transformación que se persiguen. La violencia no es en nosotros una teoría; es la realidad momentánea la que nos contrae a ella, y esta realidad no la hemos plasmado nosotros. La violencia es una superestructura que se sustenta sobre la barbarie económica dominante. El proletariado está perfectamente organizado, vale decir, ha llegado a tener la capacidad técnica que se necesita, para llevar a cabo la revolución. Los elementos que a ella se opongan serán barridos irremisiblemente, usando para ello la violencia necesaria, y nada más. “Bien se ve, entonces, que la fuerza en sí misma no tiene para nosotros ningún significado… La revolución deseada se aproxima. La violencia cumplirá su misión vivificadora y será colectiva, orgánica, dirigida a un fin, empujada por un ideal. La clase obrera, que ha de posesionarse de todos los medios de producción que a ella pertenecen, no según los códigos, sino de acuerdo con la justicia, debe organizar la agresión, así como hoy ha organizado la resistencia”. Al aparecer Vía Libre, publicación mensual de crítica social, dirigida por Santiago Locasscio, en octubre de 1919, dice: “Para los lectores. En el número 2 de Vía Libre,

que

aparecerá

el

11

de

noviembre,

examinaremos, jurídica e históricamente, la sentencia de los jueces por la cual han sido condenados a seis años de penitenciaría nuestros correligionarios y amigos. Hermenegildo Rosales y Atilio Biondi, director el primero e impresor el segundo de Bandera Roja; el diario que eclipsaba a la prensa burguesa y socialista, y por cuyo motivo se conjuraron en su contra, y que son los vulgares delatores de su obra.

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“De mientras, vaya en este primer número de esta publicación, el saludo a los hermanos condenados como “honestos malhechores”, el saludo solidario de los libertos por voluntad de la idea que nos sostiene de pie”. Por el camino trazado por Gaetano Rapagnetta, en Italia, y por Carlos Maurrás y León Daudet, en Francia, en la misma línea antiobrera, antipopular, militarista y oligárquica, aparecen los “nacionalistas argentinos”. Precursores de esta materia fueron Joaquín S. de Anchorena con su Asociación del Trabajo y Manuel Carlés con la Liga Patriótica Argentina, en la década del Centenario de la Revolución de Mayo. Los trabajadores la llamaban Asociación del Trabajo Ajeno y Liga Patriótica Asesina. Si bien L´Action Francaisse es de 1907, su influencia real se produce a partir del Manifiesto de 1924: “El ejemplo de Italia demuestra claramente lo que puede un jefe y lo que no puede un Parlamento. Nosotros os pedimos ir al Parlamento para decir que lo que nos hace falta es un Jefe” La Liga Patriótica Argentina sería el generador de los grupos nazionalistas y de sus publicaciones. La seguirán el Círculo Tradición Argentina. Juntas, ambas organizarían las famosas “4 Conferencias del Teatro Liceo” de Leopoldo Lugones, en 1923. Un año más tarde, en diciembre de 1924, Lugones desde Lima, Perú, afirmaría su vocación policial-militarista: “Ha sonado otra vez para bien del mundo, la hora de la espada”. Cosa extraña dada que Lugones por ese entonces continuaba publicando sus opiniones en el matutino liberal La Nación. Pero todo tiene su explicación. En marzo de 1925 aparece La Voz Nacional, con Roberto de Laferrere, Roberto Acosta y Juan E. Carulla, medio desde el que se defendía la penetración militarista en la Universidad, por vía de cursos y conferencias que daban altos jefes de las fuerzas armadas. Desde el diario conservador La Fronda (de Francisco Uriburu), salen Rodolfo y Julio Irazusta con Ernesto Palacio y Juan D. Carulla para fundar el 1° de diciembre

de 1927 La Nueva

República. Ambas publicaciones constituyeron luego la Liga

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Republicana, a la que el general Uriburu arrimaría la Legión de Mayo. Por

su parte, los católicos sacaron Criterio, revista que

comenzó a aparecer en marzo de 1928, con la dirección de Atilio Dell´Oro Maini. Como lo reconocen muchos de los propios nazionalistas, Criterio fue la publicación que permitió el trasvasamiento desde el catolicismo, a través del nacionalismo, hacia el fascismo. Nacimiento de El Gráfico La que con el tiempo seria la revista El Gráfico, nació el 30 de mayo de 1919, pero en sus primeros años salía en formato de diario sábana, el doble del común de los diarios de hoy, que tienen formato tabloid. La redacción estaba en el sexto piso de la galería Güemes, Florida al 200 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, sobre la calle San Martín. Su primera tapa fue un desfile escolar frente a la Casa Rosada y su primer aviso comercial de las famosas tiendas Harrod´s. En ese primer número aparecieron dos notas deportivas, una sobre tenis, describiendo un certamen en la cancha del Buenos Aires Lawn Tennis Club y la otra sobre fútbol cubriendo el Tercer Campeonato Sudamericano de Río de Janeiro, con una foto del seleccionado argentino. ¿Por qué se llamó El Gráfico? El espectador de la noticia gráfica era total en aquel entonces. ¿Qué mejor que reflejar en el título de la revista el momento que vivía el periodismo argentino? Su diagramación se basaba en grandes fotos para mostrar las imágenes que posibilitaba la hoja impresa. En los años previos a la aparición de la revista, el deporte se trataba muy tibiamente. Las reuniones boxísticas eran clandestinas y los diarios le daban un ERNESTO MARTINCHUK

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tratamiento especial en la ubicación de la información sobre deportes que compartía con la sección policial. El Gráfico se transformó en una verdadera revista recién a partir del número 313 y se convirtió en guía del lector deportivo. Primera agencia de recortes La historia le debe mucho al periodismo como fuente de consulta. Recordemos que la primera versión

de

cada

historia

estará

siempre

reflejada en los diarios. En épocas en que no existía internet, no existía diario o revista que no contratara los servicios de Los Recortes, una agencia que surtía todo comentario o noticia sobre un tema específico de interés que apareciera en un medio gráfico. La idea fue de Andrés Romeo, periodista profesional, quién en uno de sus viajes como crítico teatral, mientras estaba en Nueva York, visitó la empresa Press Clipping, que distribuía a sus suscriptores recortes de los diarios y revistas a pedido. Si bien hacia 1920 existía en la Argentina la empresa Los Diarios, dirigida por la familia Solanas, Romeo entusiasmo a dos destacados periodistas: Alfredo Burnett Merlin y Luis Mario Bello con la idea de realizar un negocio similar. El primer cliente fue Francisco Canaro que ya tenía su orquesta de tango y pagaba tres pesos mensuales, de esa época, para recibir todo lo publicado sobre él. Luego se sumaron otros suscriptores entre los que se encontraban figuras de la política, del deporte, del espectáculo y ejecutivos de empresas. Fueron clientes de la Agencia Los Recortes: Marcelo T de Alvear, Carlos Gardel, Roberto Noble (fundador del diario Clarín), Irineo Leguisamo, Enrique Santos Discépolo, Pepe Arias y Libertad Lamarque. Veinte empleados producían diariamente unos treinta mil recortes para, aproximadamente, mil abonados. Las tarifas oscilaban entre cuatro y veinte mil pesos de esa época, según el volumen y la importancia del servicio, que llegaba al suscriptor en sobres celestes. ERNESTO MARTINCHUK

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Uno de los más importantes suscriptores de Los Recortes, fue Luis Sandrini. Cobraba sus actuaciones según la cantidad de veces que sus películas se proyectaban. Hasta que obtuvo el control de lo que ocurría en las salas del interior del país, perdió considerables sumas de dinero en concepto de cachets no percibidos. En una oportunidad los amigos del golfista Roberto de Vicenzo confeccionaron una carpeta de recortes con los artículos sobre su gesto de aceptar la derrota en un importante campeonato internacional, donde se había rebajado el puntaje al anotar mal su propio juego. Estaban también los clientes excepcionales. Entre 1940 y 1942, un penado de la cárcel de Las Flores, en la provincia de Santa Fe, se había manifestado interesado en recibir problemas de ajedrez: fue el único servicio que se brindó gratuitamente porque “nos gustaba complacer a los clientes excepcionales, independientemente del factor económico”, había manifestado su director. Periodismo feminista El feminismo en el Río de la Plata asoma a fines del siglo XIX y principios del XX, retomando -sin saberlo- las huellas de algunas pioneras de nuestro pasado, figuras aisladas como Mariquita Sánchez de Thompson, Juana Manso y Rosa Guerra, entre otras, que intentaron reflexionar sobre la discriminación local de las mujeres. Sin embargo en las dos primeras décadas del siglo XX es cuando se inicia un accionar organizado en defensa de sus derechos y en alterar el orden desigualitario impuesto. Magnetizadas por las corrientes emancipadoras del feminismo surgido en Inglaterra, Francia y Estados Unidos, nuestras pioneras lucharon por sus derechos laborales, políticos, civiles y también, por su ingreso a la educación. Ellas privilegiarán el derecho al voto como la conquista más anhelada. Así –a semejanza de los países desarrollados- el feminismo se identificará con las campañas por la conquista del sufragio universal.

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Las que adhieren a la causa feminista –a través de una militancia activa y otras como simpatizantes- responden ideológicamente al socialismo y en menor medida, al anarquismo. Ambas fueron vanguardias orientadoras del pensamiento renovador de la época. Los nombres que resuenan con frecuencia en los ambientes de la época serán: Elvira Rawson de Dellepiane, Alicia Moreau, las hermanas Chertkoff, Julieta Lantieri, Raquel Caamaña, Juana Rouco Buela, Virginia Bolten, María Collazo, Teresa Claramunt, Carolina Muzzilli, Gabriela Laperriere de Coni y Alfonsina Storni, entre otras. Si bien nuestro feminismo no alcanza la virulencia del inglés y el estadounidense, existe una mujer que merece un concepto aparte: Julieta Lanteri fundadora y directora del Partido Feminista Nacional. Ella constituyó una versión local de la combativa inglesa Emeline Panckhurst, por su tenacidad en la obtención del sufragio femenino. Pese a los desencuentros sufridos entre grupos feministas y mujeres activas del peronismo –durante las revolucionadas décadas del 40 y 50- muchas esperanzas largamente acariciadas por las viejas luchadoras de antaño lograron sus conquistas definitivas impulsadas por el dinamismo de Eva Perón y su accionar político. La revista Nuestra causa que salió a la calle entre 1919 y 1921, dejó una fuerte marca en la historia del periodismo femenino. Difundió el avance del totalitarismo en Europa y dio a conocer los cambios producidos en ese continente. La guerra civil española y el inicio de la Segunda Guerra Mundial

fueron

acontecimientos

que

llegaron

al

conocimiento de las mujeres americanas. Gracias a Nuestra

Causa,

se

conocieron

periodistas

comprometidas con la situación de esos países, entre

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ellas Clara Campoamor. La revista dio a conocer congresos, reformas parlamentarias, derechos civiles, laborales y políticos de la mujer. Primer dibujo animado Luis Luchía Puig, director por muchos años de la revista católica Esquiú, se relacionó con el periodismo en el año 1923, cuando se vinculó con un grupo periodístico que se proponía lanzar una revista del tipo magazines norteamericanos. Luchía Puig aceptó la proposición de Antonio Morelli, director de la revista Mundial, para dirigir la sección de publicidad, pero luego de un año, esta desapareció. La experiencia no fue inútil, ya que el permitió la Luchía Puig conectarse con talleres gráficos, publicistas y periodistas. Uno de ellos fue el dibujante Emilio Kartulovic, que años más tarde, al aparecer el auge de la radio, fundaría la revista Sintonía, junto su hermano Domingo, que también era dibujante. Uno de ellos fue el dibujante Emilio Kartulovic, que años más tarde, al aparecer el auge de la radio, fundaría la revista Sintonía, junto su hermano Domingo, que también era dibujante. Domingo había realizado una secuencia de dibujos de la pelea de Jack Dempsey y Luis Angel Firpo, el 14 de setiembre de 1923, que causaron sensación en todo el mundo. Juntos se propusieron editar, con ese material, un pequeño libro sin letras, sólo con imágenes que adquirían movimiento deslizando las hojas entre el índice y el pulgar. Se considera que ese libro fue el comienzo de los dibujos animados. Pero en realidad, el primer dibujo animado del mundo fue realizado en Argentina, se llamó El apóstol y su autor fue ERNESTO MARTINCHUK

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Quirino Cristiani, quien produjó 58.000 dibujos a mano. Esta proeza fue realizada en el año 1917. Más tarde Quirino realizaría el primer dibujo animado sonoro de nuestro país: El mono relojero, basado en un cuento de Constancio C. Vigil. En Concordia, Entre Ríos Camila de Luque nació en Concordia, Entre Ríos, un importante centro de producción sobre el río Uruguay. Camila fue hija, esposa y madre de periodistas. Colaboró con su padre, el Dr. Dionisio de Luque, abogado y periodista, director fundador de los diarios El Uruguay y El Progreso en el siglo pasado. Se desempeño como redactora, trabajó en la imprenta de tipos de plomo, impulsó la palanca para imprimir en una rústica Minerva, escribió con entusiasmo noticias, sueltos y editoriales a la luz de las velas, cuando aún no había electricidad. Había estudiado en la escuela de Mishia de la Rocha, maestra partícipe de los grupos de educadores que integró Domingo Faustino Sarmiento. Fue una de las primeras alumnas en el Instituto de las Hermanas Adoratrices. Huérfana de doña Celia Avalos de De Luque, educó a sus nueve hermanos junto al mayor de ellos y a pesar de sus innumerables tareas encontró tiempo para colaborar con los más necesitados desde la Sociedad de Beneficencia de Concordia. Contribuyó, además, a la consolidación del hospital Felipe Heras, en la zona. En 1924, Camila contrajo enlace con Jacobo Liebermann, formando un equipo de periodismo combativo y de vibración política. Don Jacobo era el director de El Heraldo y apoyaba fielmente la ideología radical de Hipólito Yrigoyen. Cuando

Jacobo

Liebermann

fue

encarcelado

en

la

Penitenciaría Nacional de Buenos Aires, junto con los

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revolucionarios radicales de 1930, ella asumió provisoriamente la dirección del diario. Al fallecer su esposo, con el apoyo de su abuelo materno, el coronel José María Abalos, que había actuado como ayudante de campo del general José María Paz en la batalla de Caseros, asumió definitivamente, junto a su hijo Carlos, la dirección de El Heraldo. Ambos modernizaron el diario utilizando el proceso de rotativas offset, ubicando al diario entre los más modernos de país. Carlos Liebermann, su hijo mayor, fue uno de los fundadores de la Asociación de Entidades Periodísticas Argentinas (Adepa), ocupando el cargo de presidente durante un

período. Junto a su madre fundó la Escuela

Democrática de Periodismo, dentro de la estructura de la Escuela Nacional Sarmiento. Ambos también crearon la Casa del Canillita, juntamente con la comunidad franciscana de Concordia. Para recordarla, una de las principales calles de la ciudad de Concordia lleva el nombre de Camila de Luque de Liebermann, que falleció un 7 de junio, Día del Periodista en la República Argentina. Primer Tabloide El matutino El Mundo fue el primer Tabloide que apareció en la Argentina entre 1928 y 1967. Su director fue Carlos Muzio Sáenz Peña. El edificio donde estaba la redacción y se editaba el diario ubicado en las calles Río de Janeiro y Bogotá, estaba coronado por una torre donde cuatro atlantes sostenían un globo terráqueo. La empresa editora, Editorial Haynes, también publicaban las revistas Mundo Argentino y El Hogar. Fue un verdadero emporio periodístico en el cual trabajaron Bernardo Neustadt, Ulises Barrera, Ricardo Arias, Víctor Sueiro, Jacobo Timerman y Bernardo Verbitsky. En el matutino escribieron plumas del nivel de los escritores Conrado Nalé Roxlo, Amado Villar, Roberto Ledesma y Roberto Arlt, quién publicó allí sus conocidas “Aguafuertes Porteñas” con las cuales el diario llegó a vender más de medio millón de ejemplares. La última de ellas se publicó el 27 de julio de 1942, un día después de su muerte. ERNESTO MARTINCHUK

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Raúl Alejandro Apold, quien fuera el Subsecretario de Prensa y Difusión, en el gobierno de Juan Domingo Perón, había trabajado en el diario en la década de 1930. Revistas En una breve reseña sobre las revistas argentinas de interés general, entre las publicaciones que sobresalieron están: Caras y Caretas, publicada en 1898, manifestó la vida política y cultural de nuestro pueblo durante cuarenta años. En 1904, Alberto M. Haynes adoptó una nueva modalidad en lo referente a las revistas. Editó El Consejero del Hogar, que luego pasaría a llamarse El Hogar. En sus páginas se trataba todo lo relacionado con la literatura, la actualidad, la vida social, la moda y el humor. Fue la primera publicación de este tipo en ganar el mercado. Posteriormente,

Haynes

repercusión como:

saco

Mundo

otras

Argentino

revistas

de

gran

y Selecta, que

desarrollaban casi todos los temas, destacándose las notas de actualidad, los entretenimientos y la vida social. Constancio C. Vigil, otro innovador, editor de revistas para un público especial, crea en la revista Atlántida, que lleva el nombre de la editorial. El 7 de marzo de 1918, apareció y al poco tiempo llegó a tener una tirada de 45 mil ejemplares, cuando la población total de habitantes en la Argentina era de pocos millones de personas. La revista se caracterizaba por ser un semanario más bien político y popular. ERNESTO MARTINCHUK

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Más tarde la venta de Atlántida se estancó y dejó de salir. Pasadas cuatro décadas volvió a la calle pero por un breve período. El cambio había sido total, desde la diagramación hasta el contenido, inclusive se le habían agregado ocho páginas a color. Su nuevo director, Luis Pico Estrada, al presentar el primer número de esta nueva etapa, había señalado: “Es hacer una revista del buen vivir, del más alto nivel”, y “tender a la elegancia más depurada, a expresar la frivolidad útil, la información cultural, a desplazar el tono social-artístico por uno más sofisticado e intelectual, sin abandonar el frente femenino”.

Más tarde saldrán, El Gráfico (deportes), ParaTí (para la mujer) en 1930; La Chacra (para el hombre de campo) y El Golfer Argentino. A partir de 1919 también aparecen las revistas para los niños como “Billiken”, “Colorín Colorado”, y Gatito.

También aparecieron las revistas de historietas como Tit Bits (1909) a las que le siguieron El Tony, Intervalo, Pucky y El Purrete.

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Otros medios Hemos centrado nuestra atención en los medios gráficos porque, desde el nacimiento del Virreynato hasta 1920 fueron el único soporte del periodismo en Argentina. Nuestro país fue pionero mundial en materia de radiodifusión. En la década de 1920, uno de los primeros usos de la radio fue la transmisión cotidiana de música clásica. En 1922 se transmitió en vivo la asunción del Presidente de la Nación, Marcelo T. de Alvear, y en 1923 la pelea entre los boxeadores Jack Dempsey y Luis Ángel Firpo. En 1924 se transmitió por primera vez en el mundo un partido de fútbol -un amistoso entre Uruguay y Argentina- y comenzaron a realizarse las primera publicidades radiales. Como consecuencia de toda esa actividad, a fines de la década comenzó a transmitirse el radioteatro y nacieron las radios que aún hoy dominan el dial. José Ingenieros José Ingenieros (1877-1925) fue un médico, psiquiatra, psicólogo, criminólogo, farmacéutico, sociólogo, filósofo, escritor y docente ítalo-argentino. Su libro Evolución de las ideas argentinas marcó rumbos en el entendimiento del descarrilamiento histórico de Argentina como nación. Una de sus más acentuadas preocupaciones fue el futuro de los jóvenes. Se destacó por su influencia entre los estudiantes que protagonizaron la Reforma Universitaria de 1918. Ingenieros no fue lo que actualmente se denomina «sociólogo»; más bien se podría calificarlo como un ensayista crítico. Sus ensayos acerca de la sociedad de su época ayudaron a abrir el diálogo sobre un sinnúmero de aspectos morales y éticos de la Argentina de principios del siglo XX, discusión que se originó en diversas corrientes de opinión política de la época como el ERNESTO MARTINCHUK

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socialismo, la masonería, el comunismo y el anarquismo y que derivó en la inclusión, transformada por cierto, de esos principios en vastos movimientos sociales como el radicalismo y el peronismo, que monopolizan la política argentina hasta el día de hoy. El autor ha tenido la oportunidad de leer y meditar sobre dos de las obras más importantes del filósofo y sociólogo (entre otras profesiones) José Ingenieros, quien en las primeras décadas del siglo XX escribió varios estudios sobre los aspectos morales y éticos en Argentina a principios del siglo XX.

Dichas obras son El Hombre Mediocre (1913) y Las Fuerzas Morales (1925), las cuales considero ensayos que contemplan afirmaciones que buscan lograr la armonía y bienestar de los hombres y de las sociedades. Estas afirmaciones, verdades universales pueden y deberían ser aplicadas en todos los tipos de sociedades, no importando cuestiones geográficas, étnicas y políticas. La sociedad argentina ha sufrido cambios a lo largo de toda su historia, cambios que han derivado que si bien nuestro país es reconocido como un país con capacidades importantes de crecimiento y de aportes positivos para la sociedad mundial, también es el reflejo de una “decadencia” de la sociedad a nivel mundial. Estoy convencido que Argentina, nuestro país, nosotros como ciudadanos podemos cambiar el derrotero actual de nuestra sociedad haciendo uso de las Fuerzas Morales. Dijo que este libro es “una deontología de la moralidad” y su lectura constituye hoy en día una estimulante experiencia para confirmar la ERNESTO MARTINCHUK

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existencia de la moral congénita y la posibilidad de perfeccionarla con los mejores ejemplos de cada generación. A continuación algunas frases destacadas del libro de José Ingenieros. - Las fuerzas morales… no son tangibles ni mensurables, pero la Humanidad siente su empuje. - El primer mandamiento de la ley humana es aprender a pensar; el segundo es hacer lo que se ha pensado. - Se envilece a la juventud aconsejándole el fácil camino de las servidumbres lucrativas. - Sólo consigue renunciar a los honores el que se siente superior a ellos. - Sin ser ley escrita, el sentimiento del deber es superior a los mandamientos reveladores y a los códigos legales. - El que duda de sus fuerzas morales está vencido. - Es de pueblos exhaustos contemplar el ayer en vez de preparar el mañana. - Todo privilegio en favor de una casta, partido, sexo, fracción o grupo, cohesionando en oposición a los demás, es un residuo de barbarie violatoria de la justicia. - Tres yugos impone el espíritu quietista a la juventud: rutina en la ideas, hipocresía en la moral, domesticidad en la acción. - El fervor y la intriga conspiran contra la dignidad de la juventud, apartándola de sus ideales mediante fáciles prebendas. Toda concesión en el orden moral, produce una invalidez; todo renunciamiento es un suicidio. - No merecen llamarse libres los que declinan su dignidad. - Un brazo vale cien brazos cuando lo mueve un cerebro ilustrado; un cerebro vale cien cerebros cuando lo sostiene un brazo firme.

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- Un joven escéptico está muerto en vida, para sí mismo y para la sociedad. Un entusiasta, expuesto a equivocarse, es preferible a un indeciso que no se equivoca nunca. El primero puede acertar; el segundo, jamás. - Sin estudios no se tienen ideales, sino fanatismo. - Los mansos y los ignorantes, por falta de confianza en sus propias fuerzas, entregan su destino a la complicidad de los demás. - Mañana es la mentira piadosa con que se engañan las voluntades moribundas. - La comprensión es premisa de la justicia. Juzgar a los hombres sin comprender sus móviles, sus sentimientos o sus ideales, constituye una falta de moralidad. Saber comprender a los mejores, es privilegio de pocos que pueden elevarse hasta su nivel, adiamantando la simpatía inicial en admiración firmísima. - Detrás de toda caridad existe una injusticia. - La palabra es sonora cuando es clara; todos la oyen si la pasión la caldea y a todos contagia si inspira confianza. - Donde los parásitos abundan, se llega a mirar con desconfianza la iniciativa y parece herejía toda vibración de pensamiento. - Obediencia no es bondad. La excesiva domesticación paraliza en el hombre las más loables inclinaciones, cierra a la personalidad sus más originales posibilidades. - El que dice bien no puede encaminar a otros si obra mal. - Admitamos que la primera vez se ofende por ignorancia; pero creamos que la segunda suele ser por villanía. - A los hombres fuertes les pasa lo que a los barriletes; se elevan cuando es mayor el viento que se opone a su ascenso.

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- El hombre que ha perdido la aptitud de borrar sus odios esta viejo, irreparablemente. - Enseñemos a perdonar; pero enseñemos también a no ofender. Sería más eficiente. - La curiosidad intelectual es la negación de todos los dogmas y la fuerza motriz del libre examen. - La imaginación y la experiencia van de la mano. Solas no andan. - La vida humana representa, la mayor parte de las veces, una ecuación entre el pasado y el futuro. - Los hombres y pueblos en decadencia viven acordándose de dónde vienen; los hombres geniales y pueblos fuertes solo necesitan saber a dónde van. - Los más rezan con los mismos labios que usan para mentir. - Los que se quejan de la forma como rebota la pelota, son aquellos que no la saben golpear. - Nada hay más hermoso que un padre llegue a convertirse en un amigo de sus hijos, cuando éstos llegan a perderle el temor, pero no el respeto. - La verdad es la más temida de las fuerzas revolucionarias - Mientras los serviles trepan entre las malezas del favoritismo, los austeros ascienden por la escalinata de sus virtudes. O no ascienden por ninguna. - El ambicioso quiere ascender, hasta donde sus propias alas puedan levantarlo; el vanidoso cree encontrarse ya en las supremas cumbres codiciadas por los demás. – Juventud sin rebeldía, es servidumbre precoz. - El que cifra su ventura en la protección de los poderosos vive desmenuzando su personalidad… Aprende a besar la mano de todos los amos y, en su afán por domesticarse, él mismo los multiplica. ERNESTO MARTINCHUK

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El interés por lo argentino, por la historia y especialmente la evolución de la sociología argentina que había partido de las premisas de Sarmiento y Alberdi surgió a principios del siglo XX y de quienes se convierte en un excelso divulgador. La misma rigurosidad y siempre desde una perspectiva de construcción científica lo aplicó para la medicina, la psiquiatría y la criminología en las que tuvieron notables influencias la amistad con José Ramos Mejía y Francisco de Veyga. En la época en que fuera secretario de redacción de La Semana Médica, llegó al país Pietro Gori (1899), con quien mantuvo variados

contactos

que

influyen

en

sus

redacciones sobre la criminología. Ingenieros se graduó en el año 1900 con la tesis que fue el modelo de especulación darwinista en la Argentina de principios de siglo, La Simulación de la Locura, dedicada a Eduardo Wilde. La obra también fue la inauguración de su carrera de psiquiatría. La multiplicidad de preocupaciones científicas hace difícil separar las obras de la sociología, de las de la psiquiatría, del derecho, no obstante pensamos que su contribución primigenia a los aportes sociológicos fue ¿Qué es el socialismo? obra en la que describe no solo la situación contextual contemporánea sino las áreas de interés que muchos años más tarde habría de tener la disciplina social. Ingenieros fue el máximo exponente de las teorías de Darwin aplicadas a lo social, la lucha por la vida era la norma de los problemas sociológicos. La lucha por la vida entre los diversos grupos que tienen necesidades y aspiraciones heterogéneas es la política nacional. En cambio la política internacional es la expresión de la lucha por la vida entre las diversas sociedades, que constituyen nacionalidades diferentes por la heterogeneidad del medio físico, de la raza, etc. Las sociedades humanas, dice Ingenieros en su Sociología, evolucionan dentro de leyes biológicas, están condicionadas por el medio en que viven, del cual toman su subsistencia. Dentro del medio cualquier agregado social, raza, nación, tribu es un conjunto de individuos que luchan por la vida para conservar ERNESTO MARTINCHUK

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ciertas funciones, (costumbres) y cierta organización (instituciones) que representan una variación colectivamente adquirida dentro de la unidad biológica de la especie. Producido el golpe militar el 6 de setiembre de 1930, Uriburu desde el gobierno promueve el 20 de mayo de 1931 la formación de la Legión Cívica, una suerte de milicia fascista que recibía instrucción militar en los cuarteles los domingos y feriados. Conclusión El 7 de junio se festeja en Argentina el Día del Periodista. Según las efemérides oficiales de nuestro país, se celebra en esta fecha desde 1938, cuando –organizado por el Círculo de la Prensa de Buenos Aires- se hizo el Primer Congreso Nacional de Periodistas, cuya sede fue Córdoba. El argumento fue que el 7 de junio de 1810 Mariano Moreno fundó “La Gazeta de Buenos Aires”. “El periodismo es la primera versión de la historia”, manifestó alguna vez Bill Kovach y es precisamente lo que intentamos revivir a través de este Ensayo Histórico sobre “El rol del Periodismo en la Política Argentina”, Primera Parte 1810-1830, convocado por ambas Direcciones de Cultura de ambas Cámaras. Algunos datos sueltos y elocuentes: Juan Bautista Alberdi publicó un adelanto de sus “Bases y Puntos de Partida para la Organización Política de la República Argentina” (libro que finalmente sería la Constitución Nacional de 1853) en el diario El Nacional. La Argentina fue gobernada en una época por periodistas: Mariano Moreno, Manuel Dorrego, Bartolomé Mitre y Domingo Faustino Sarmiento. La información es un derecho humano. Una sociedad bien informada, con aceptables índices de conocimiento, estará en mejores condiciones para tomar parte activa en foros deliberativos donde se tomen las decisiones que afectan a todos.

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El poder de la información debe estar al servicio del beneficio colectivo. El poder es la posibilidad de intervenir para influir y actuar sobre la realidad social. Los medios de comunicación informan sobre el acontecer político, evalúan y juzgan ideas, acontecimientos, valores y conductas. Hacer periodismo es una forma de ejercer ciudadanía en los terrenos de la participación ciudadana para incidir en la definición de políticas públicas y de asuntos que son de interés de la comunidad. El periodismo interviene como emisor del mensaje, un medio y un público receptor que asimila el mensaje de acuerdo con sus intereses personales o colectivos, su cultura, sus necesidades, creencias, opiniones y gustos. Responde a una comunicación integral, de permanente retroalimentación, en donde periodistas y ciudadanos asimilan y procesan una información que será insumo para la toma de decisiones que redunden en la solución de problemas que afectan el devenir comunitario. En la medida que el periodismo se adentra en los problemas de la comunidad y se convierte en una herramienta para que los ciudadanos encuentren puntos en común, también corre el riesgo de alejarse de sus principios básicos: neutralidad, objetividad e independencia. El país, sin duda, es otro después de la Constitución de 1853, entre otras cosas porque el ciudadano ha podido acercarse más a los asuntos de la vida pública y los medios así lo han entendido. El periodista está en el deber de armar las piezas dispersas en el espejo de la verdad y por consiguiente puede ser tan valedera, en un momento determinado, la versión de una fuente oficial como la que proporciona alguien que no está investido de autoridad. La legitimidad de la información y su grado de veracidad no están dictados por la índole de la fuente de información sino por la calidad de datos que se obtengan en la búsqueda de los elementos informativos en las fuentes más diversas.

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Si los gobiernos y congresos son débiles y la prensa es fuerte no hay que quitarle fuerza a los medios sino por el contrario afianzar a las instituciones del Estado. El periodista cumple con su responsabilidad al contar lo que pasa. Cuando se preparan leyes para "mejorar" los medios esconden que el objetivo es controlarlos. Los códigos de ética deben ser impuestos por los periodistas de cada medio dentro de sus empresas. El que la prensa pueda criticar y burlarse de la sociedad y de sus dirigentes es una conquista que no se debe perder". Sergio Muñoz de México: "Hay que mantener viva la frase de Thomas Jefferson cuando dijo que si tuviera que escoger entre un gobierno sin periódicos o unos periódicos sin gobierno, escogería esto último. El Periodismo debe ser un perro guardián frente al poder. Sin acceso a la información gubernamental es imposible hacer Periodismo Investigativo. Los medios deben mantenerse independientes así estén cercanos al Gobierno. Cuando se estrecha la relación medio/gobierno pierden los dos". Miguel Ángel Noceda, también de El País: "Hay que buscar la verdad defendiendo el interés público. El periodista corre el peligro de convertirse en predicador cuando cuenta lo que no le interesa al público. Informar a fondo es colaborar con la democracia. En materia económica hay que tener cuidado con informaciones intoxicadas. Luis Miguel González de Milenio: "Ya no hay fronteras entre lo local, lo nacional y lo global. La Internet nos ha cambiado y nos ha dejado las estructuras típicas antes de ella. Hay que adaptar las salas de redacción a estos nuevos tiempos". La política ha vuelto al escenario mayor de la plaza pública y está bien que así sea, ya que es la herramienta de transformación social de los pueblos en el marco de la democracia, participativa y plural. El periodismo tiene muchos rostros posibles y una infinidad de variantes para su ejercicio; sus reglas son complejas y estrictas sobre su organización, pero la paleta de temas es inacabable: se puede escribir sobre política, ciencia, deportes, historia, finanzas, arte, gremios, industria, sobre un crimen, sobre la

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lluvia, la vida de las abejas, sobre aviación, moda, poesía, mineralogía, sobre las estrellas que iluminan y ya no están, sobre el timbre de voz del buey corneta, sobre el campo, la religión, la justicia, el parlamento, o sobre los amoríos de Simón Bolívar con Manuela Sáenz. Pero no hablo solamente de la especialización que es necesaria para abordar tanta diversidad, sino de la responsabilidad a la hora de comenzar a trabajar, porque de todos estos temas, también se puede y se debe simplemente informar porque forman parte de la vida de una comunidad. Y para eso existe el periodismo, por cierto. Fueron hombres apasionados que desarrollaron con talento y dignidad su vocación. Ellos dieron, como sus antecesores y como los que vendrán en el futuro “la primera versión de la historia”. Porque la libertad de prensa es un pilar fundamental en la construcción de una verdadera democracia. Como expresó García Marquez: “Nadie que no haya nacido para esto y esté dispuesto a vivir solo para esto podría persistir en un oficio tan incomprensible y voraz, cuya obra se acaba después de cada noticia, como si fuera para siempre, pero que no concede un instante de paz mientras no vuelve a empezar con más ardor que nunca en el momento siguiente”. Quizás por esto este escritor y periodista colombiano definió a nuestra profesión como “el mejor oficio del mundo”. El Cuarto Poder ¡Quién no ha leído o escuchado infinidad de veces la expresión "cuarto poder" referida al periodismo, o quién ha oído más de una vez a algún periodista afirmar pertenecer al "cuarto poder". La expresión es bastante antigua y se debe a un parlamentario inglés llamado Edmundo Burke, nacido en Dublín el 12 de enero de 1729. Un hombre del estado británico, orador, escritor, político, filósofo, que tuvo indudable influencia en la vida inglesa, a pesar de haber actuado permanentemente en la oposición. ERNESTO MARTINCHUK

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Según declarara en alguna oportunidad Winston Churchill, "durante años, Burke fue una voz que clamaba en el desierto, vos que a menudo alcanzaba tonos de frenesí. Orador digno de ponerse a la altura de los antiguos, incomparable razonador político, le faltaba empero dominio de sí mismo. Ha sido quizá -agrega Churchill- el hombre más grande que haya dado Irlanda, los dones que tenía, con un toque de indolencia e ironía inglesas, podían haber hecho de él el estadista más grande de Gran Bretaña". Burke fue, por más de 25 años una de las figuras conductoras de la Cámara de los Comunes, y prácticamente, uno de los dos o tres miembros de ese cuerpo más escuchados en cada debate, ya que no había tema en el que no interviniera. Tenía una vasta información y el tacto y la flexibilidad de los grandes oradores para manejar complicadas anotaciones, con absoluta naturalidad, manteniendo la atención constante de sus oyentes. Hijo de un próspero abogado protestante y de una madre católica, hizo sus primeros estudios en Dublin, pero en 1750, a los 21 años se trasladó a Londres para estudiar leyes, y se gradúo de abogado en el Middle Temple. Pero no fue esa la profesión de su vida. Lo atraían las letras y a ellas se dedicó por entero al comienzo, hasta que compartió esa inclinación en una pasión por la política. Su primer escrito, Vindicación de la Sociedad Natural, publicado anónimamente en 1756, era una sátira del estilo y del sistema social del vizconde de Bolinbroke, y su Investigación sobre el origen de nuestras ideas de lo sublime y lo bello, un interesante estudio de la teoría estética, aparecido al año siguiente, lo consagraron como un hábil escritor, y fue a causa de tal reputación que intervino en las publicaciones de la revista Annual Register, de Dodsley, surgida en 1758, y en la que Burke escribió la mayor parte de sus textos, incluyendo sus famosos artículos históricos. A la Cámara de los comunes ingresó en 1765, a los 36 años, pero su primer amor, las letras, siempre le contaron entre sus cultores, aunque sólo en sus momentos de ocio o de gran efervescencia.

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Su primer discurso en el Parlamento fue un verdadero suceso pues reveló de lleno sus extraordinarias dotes de orador. Desde ese momento se convirtió en el líder de un influyente grupo de parlamentario, los "Rockingham whigs", y por más de tres lustros fue el orador de ese conjunto de figuras de clara tendencia conservadora. Burke dijo en una oportunidad con absoluta convicción: "Señores: es ciertamente la mayor felicidad y gloria de un representante en Cortes, vivir en la más estricta unión, en la más íntima correspondencia, y en la franca comunicación con sus electores. Sus deseos deben pesar sobre él en un modo poderoso: su opinión ha de ser respetada, sus asuntos atendidos sin dilación; tiene el deber de sacrificar su reposo, sus planes, sus satisfacciones y, especialmente, preferir en todos los casos los intereses de aquéllos a los propios. Pero su opinión imparcial, su meditado juicio, su conciencia inspirada, no deben sacrificarse ni a vosotros ni a hombre alguno. No se basan ni derivan de vuestro deseo ni de la ley ni de la Constitución. Existe un don inspirado por la providencia de cuyo abuso somos profundamente responsables. Vuestro representante en Cortes se debe a vosotros en sus acciones y en sus opiniones, pero os traicionaría en lugar de serviros si sacrificara las propias a las vuestras en todos los casos". Y agregó: "El gobierno y la legislación son temas en que actúa la razón y el juicio, y no cuestiones de deseo. ¿y qué clase de razón es ésta en que la determinación precede a la discusión. Discutir sobre una opinión es un derecho que asiste a todos los hombres; la de los electores es una opinión respetable, y el representante en Cortes debe escucharla siempre con interés, estudiarla con la mayor atención; pero las instrucciones autoritarias, aquellos mandatos formulados para que el parlamento obedezca ciegamente y vote y defienda aunque sean contrarios a las más claras convicciones de su entendimiento y conciencia, representan cosas que están el de la colectividad; donde no sirven de normas los propósitos locales, ni los prejuicios locales, sino el bien general resultante de la razón general del conjunto. Elegís un representante en Cortes, ciertamente; pero cuando lo habéis elegido ya no es un miembro parlamentario de Bristol, sino un miembro del Parlamento”. ERNESTO MARTINCHUK

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A Burke le tocó actuar parlamentariamente en una época extraordinaria por los acontecimientos que la caracterizaron, dos de los cuales constituyen hechos notables en la civilización occidental: la rebelión e independencia de las colonias británicas de América, es decir, el nacimiento de los Estados Unidos, y la mundialmente trascendente Revolución Francesa. Con respecto a ambos Burke actuó descollantemente, pero además lo hizo también en otros problemas puramente ingleses que le llevaron años de preocupación, lucha y trabajo, sin tener mayores satisfacciones, pero el desarrollo de los acontecimientos posteriores habla con elocuencia de su visión de estadista para defender los intereses de su país. Con respecto a la Revolución Francesa corresponde decir, desde el comienzo, que Edmundo Burke fue uno de los grandes europeos que advirtió, en seguida –y con desagrado por su manera de pensar la trascendencia de los acontecimientos iniciados en julio de 1789. Apenas unos meses después, cuando la mayoría de la opinión pública británica, desde el gobierno para abajo, simpatizaba aún con los hechos que tenían a París por escenario, Burke publicó Reflexiones sobre la Revolución en Francia, un libro de 400 páginas destinado a denunciar las proyecciones de los hechos revolucionarios. Veía lo que otros no veían: el peligro que corrían los principios de la monarquía.Su olfato conservador y monárquico –por más opositor que fuera de Jorge III- le advertía acerca de lo que habría de sobrevenir y de lo que ni el propio embajador británico en Francia se daba cuenta. Adivinaba que la Revolución Francesa no era un simple cambio dentro del orden, hecho con el debido respeto a la tradición –como a él le parecía que debía ser- sino un rompimiento completo con el pasado. Sus Reflexiones produjeron inmediatamente el efecto que se había propuesto. Surgió el debate público y con él las controversias, las réplicas y las contrarréplicas. La elocuencia de Burke y los acontecimientos franceses fueron ganándole día a día más adeptos, aunque por otro lado, discutiera en la tribuna parlamentaria con sus amigos y aliados. Los asesinatos de 1792 en París, y la inminente ejecución de Luis XVI en enero de 1793, acto con el que se inició, por así decir, el llamado año del terror, parecieron dar plena razón a Burke. ERNESTO MARTINCHUK

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Según él sostenía, en nombre de la razón se habían soltado las fuerzas irracionales. Y los ingleses, que en su inmensa mayoría se inclinan por el respeto de la ley del orden público, empezaron a cambiar de parecer. A tal punto cambiaron las cosas, que hasta se vio como necesaria, y se hizo, la guerra a la Francia revolucionaria. Cuando esa guerra, mal dirigida, dio lugar tiempo después a que empezara a hablarse de la conveniencia de una paz negociada, la indignación de Burke – para quien los líderes revolucionarios, sin distinción, eran todos unos “ladrones y asesinos”- estalló con fuerza en sus Cartas sobre una paz regicida, pieza que junto con Reflexiones, fueron consideradas muy pronto verdaderas obras maestras de la elocuencia. Hemos procurado trazar a grandes rasgos la figura de Burke (que se alejó del Parlamento en 1794 y falleció en 1797), para resaltar con mayor relieve el valor del contenido de la expresión que da motivo a estas líneas. Se ha visto que era un conservador; pero un conservador realista, liberal y sincero. Toda su vida fue un monárquico convencido, lo que no le impidió estar abiertamente en contra de los actos del rey Jorge III y actuar en consecuencia, con todo ahínco, en el Parlamento. Puede afirmarse –apuntadas esas dos condiciones- que su finalidad era interpretar y servir fielmente a su pueblo. De ahí que quien tuviera la misión de informar, interpretar y guiar a la opinión pública tuviera para él extraordinaria importancia. Y ésa era precisamente la función de la prensa. Fue tal vez uno de los primeros estadistas del mundo que se dio cuenta de ello, y concretamente, el primero que lo dijo en una tribuna de tanta resonancia como era la Cámara de los Comunes. Thomas Carlyle lo recuerda en su Tratado de los héroes, de su culto y lo heroico en la historia. Bunke pronunciaba un discurso en el que, después de decir que en el Parlamento se hallaban representados tres estados, dirigió la mirada hacia la galería en la que se encontraban los cronistas y dijo que “allí se hallaba sentado un cuarto estado, quizá más importante que los otros tres

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juntos”. Burke usaba la palabra “estado” como sinónimo de “poder”. Por tal motivo losn periodistas norteamericanos Philip W. Porter y Norval Neil Luxon, en El repórter y las noticias, al mencionar el hecho, hablan de “cuarto poder” y no de “cuarto estado”. Sería un error, sin embargo, suponer que Burke, al hablar así, tenía en vista los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, que era la organización de gobierno que iban a darse las ex colonias británicas de América. Por esa época en Francia se hablaba también de tres estados; pero éstos eran los de la nobleza, el del clero y el del estado llano o del pueblo. El “cuarto poder”, al que también hizo referencia, años más tarde Thomas Macaulay en su Historia de Inglaterra- que en vida de Burke se hallaba, podría decirse, en su primera infancia, es ahora un adulto plenamente desarrollado, y tan valioso

para la comunidad, que siempre existen gobiernos que se

empeñan en ponerlo a su servicio, en desquiciarlo, o suprimirlo si no se somete. De su equilibrio y tino, así como de su integridad moral, depende su subsistencia como tal; pero esa subsistencia requiere a su vez de la libertad de prensa, que es como su esencia vital. Sostenerlo, pues, es deber de toda sociedad ya que al fin de cuentas, el “Cuarto Poder” es el escudo de las demás libertades que honorable y digna la vida de todos los ciudadanos. A largo plazo siempre ganara la verdad. Tal vez el periodista pueda pensar en que su trabajo ha fracasado al suministrar material para la historia, pero la historia no fracasará mientras él esté con la verdad. La ética es la moral de la conciencia y lo hará intentar entender las motivaciones de todos los implicados en una situación.

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AGRADECIMIENTOS Siempre son tantas las personas a las que hay que agradecer después de más de cinco años de trabajo, en los que he recorrido diversas Bibliotecas, Públicas y Privadas- Hemerotecas, antiguas librerías y colecciones privadas de distintas localidades del país. Gracias a mi familia por su amor, su paciencia y sus permanentes cuidados que me permitieron estar sentado junto a mis archivos, seleccionando y redactando material durante jornadas enteras sin desfallecer. Gracias a mi mujer Susana y a mis hijos Georgina, Nicolas y Alejandro por su paciencia y generosidad. No es fácil ser hijos de quien trabajo muchos años bajo la “cultura Gutemberg” y tuvo que ir adaptándose a las exigencias de las modernas tecnologías digitales. Gracias a todos y cada uno de los empleados de las Bibliotecas del Congreso, Nacional, de la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires, que colaboraron en suministrarme material y orientación en las búsquedas y me fue más fácil obtener mucha de la información que fue volcada en estas páginas. Gracias también, a los que me enriquecieron con sus datos, porque han enaltecido este trabajo, al no escatimar propuestas que siempre resultaron fecundas. Gracias, de corazón, a todos y realmente son muchos, los que de una u otra forma colaboraron con la concreción de esta obra, que espero sea de utilidad para investigadores, historiadores, docentes y alumnos de periodismo y comunicación.

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BIBLIOGRAFÍA Reproducciones facsimilares hechas por la Academia Nacional de la Historia del Telégrafo Mercantil, Semanario de Agricultura Industria y Comercio, El Argos de Buenos Aires, La Moda, El Zonda. Biblioteca de Mayo –Senado de la Nación 1960- Tomos VIII, IX, XVII Borghese, Aquiles, La imprenta Argentina, El Diario, edición especial 1933. Cacella, Armando, El alba de un diario moderno, El Diario, edición 1933. Caimari, Lila. Apenas un delincuente. Crimen, castigo y cultura en la Argentina. 1880-1955, Ed. Siglo XXI, Bs.As., 2004. Círculo de la Prensa de Buenos Aires, Publicaciones diversas Gutiérrez, Juan María, Bibliografía de la primera imprenta de Buenos Aires. La Prensa, número especial de su cincuentenario (1919) La Nación, número especial de su cincuentenario (1920) Levingston, Mario, Recuerdo de la prensa de antes, El Diario 1933. Mitre, Bartolomé, La Imprenta Guaranítica, Anales Gráficos 1940. Piquet, Julio, Medio Siglo de Periodismo Rioplatense, El Diario 1933. Quesada, Ernesto, El Periodismo Argentino (1877-1833) Nueva Revista de Bs As. Artículos periodísticos y editoriales sobre La Nación y La Prensa Saítta, Sylvia. Regueros de tinta. El diario Crítica en la década de 1920. Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1998. Las Fuerzas Morales, José Ingenieros, Editorial Losada, Buenos Aires 1965 Revista Todo es Historia – Números varios. Zinny, Antonio, Bibliografía Histórica de las Provincias Unidas del Río de la Plata desde 1780 hasta 1821.

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Sobre el autor Periodista, MP 10166. 1972-1982 - Agencia ODIPE - Colaborador en distintos medios 1982-2016 - Area de Noticias de los canales 9, Teledos, ATC y TELEFE. 1982- 1995 - Docente en la Cátedra de TV en la Universidad del Salvador. 1982 -Coordinador en el Servicio Iberamericano de Noticias en Madrid, (RTVE) España. 1990 - Editor - Capítulo Argentino Cadena Eco - México. 1984-2014 - Docente y Rector en la Escuela de Periodismo Círculo de la Prensa. 2006 - Periodista Parlamentario 2016 - Socio Fundador appa.org.ar y Agencialegislativa.com.ar Libros: 1995 - "Federalización de la información", Ed Faro ISBN 9508130466 2002 - "Televisión para Periodistas" Ed La Crujía 1ra Edición ISBN 9871004125 2007 - "Televisión para Periodistas (actualizado) 2da Edición ISBN: 9789871004126 E-Books: Como parte de la democratización del conocimiento para leer o imprimir gratis 2010 Como Estudiar http://issuu.com/gaceta21/docs/comoestudiar ISBN 9789873348679 2013 Ser Periodista http://issuu.com/gaceta21/docs/ser_periodista ISBN 978-987-33-7147-9 2014 Belgrano: Una mente brillante http://issuu.com/gaceta21/docs/belgrano/0 ISBN 9789873356087 2016 Manual de Estilo appa.org.ar para http://agencialegislativa.com/ Exp 5335776 2017 Introducción al Periodismo http://issuu.com/gaceta21/doc/apuntessobreintroduccionalperi Elperiodismoenlacolonia https://issuu.com/home/published/el_periodismo_en_la_colonia.docx Documentales: 1995 - "Los Quilmes: la última Resistencia" http://youtu.be/Z-XWOnIHZio 1996-1997 - "Luz, cámara, red" Idea y Producción http://youtu.be/PfNrBokU6m4 2015 https://perlitasperiodisticas.wordpress.com Distinciones: 2013 - “Directivo Decano de Honor y Dignidad”, “Magister Laudet” - Asociación de Rectores de la República Argentina y la Asociación de Directivos Argentinos. 2014 -Doctor Honoris Causa Resolución 327-2014 la Honorable Academia Mundial de Educación por su trayectoria en favor de la Educación Mundial.

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