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“El asno de oro” y la risa. -La sabiduría celeste del búho, la sabiduría terrenal del asno, y Momo, Dios de la risa-. Lucio Apuleyo nos insinúa que hay un triple aspecto de la sabiduría: 1- la sabiduría olímpica, celeste, vista desde arriba – que está representada, en el mundo clásico- por el búho. 2- la sabiduría vivida desde abajo; por los seres vivos que son dominados y explotados, -que está representada, por el asno, el burro de carga-. 3- Y la expresión sagrada –profundamente irónica- de ambas, simbolizada en Momo, el Dios de la risa. Lucio vive en casa de Milón cuya esposa Panfilia es una excelente maga, productora de mágicos ungüentos, pócimas, y otras azañas milagrosa.


Panfilia tiene una sirvienta, llamada Fotis, con la que Lucio, se empareja. Nos relata Plinio la ocasión en que cambió su destino: “Así que a la prima de la noche tomome por la mano, y con pasos muy sutiles, sin ningún ruido, llevome a aquella cámara alta donde la señora estaba, y mostrome una hendedura de la puerta por donde viese lo que hacía. Lo cual Panfilia hizo de esta manera: primeramente ella se desnudó de todas sus vestiduras, y abierta una arquilla pequeña sacó muchas bujetas – cajitas-, de las cuales, quitada la tapadera de una y sacado de ella cierto ungüento y fregado bien entre las palmas de las manos, ella se untó desde las uñas de los pies hasta encima de los cabellos; y diciendo ciertas palabras entre sí al candil, comienza a sacudir todos sus miembros, en los cuales, así temblando, comienzan poco a poco a salir plumas, y luego crecen los cuchillos de las alas; la nariz se endureció y encorvó; las uñas también se encorvaron, así que se tornó búho: el cual comenzó a cantar aquel triste canto que ellos hacen, y por experimentarse comenzó a alzarse un poco de tierra, y luego un poco más alto, hasta que con las alas cogió vuelo y salió fuera volando”.


Lucio luego de presenciar -a hurtadillas- como Panfilia, untándose una crema por todo el cuerpo se transforma en búho, desea hacer lo mismo. Por ello pide a su amante amiga Fotis–¿otra vez el símbolo de Eva?- que le diera la cajita cuyo ungüento mágico había convertido a Panfilia en búho. Pero Fotis – ¿por error?-y le dio una “bujeta” -cajita- distinta, que contenía un ungüento que era capaz de transformar el ser humano en asno. *

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Anotemos, de paso, que, antes de untarse la crema, Plinio reafirma Plinio su amor a Fotis. “Yo te juro por este dulce trenzado de tus cabellos, con el cual ligaste mi corazón, que a ninguna de este mundo quiero más que a mi Fotis. Pero, además de esto, me ocurre una cosa al pensamiento: que después que me hayas untado y me tornare ave, yo te prometo apartarme de todas las casas, y también puedo decir: ¿qué enamorado tan hermoso y tan alegre es el búho para que las casadas lo deseen? ¿Antes hay otra cosa peor que estas aves de la noche?. Cuando pasan por alguna casa procuran de cogerlas, y vemos que las clavan a las puertas para que el mal agüero que con su desventurado volar amenazan a los moradores lo paguen ellas y se deshaga en su tormento. Pero lo que


se me olvidaba de preguntar: Después que una vez me tornare ave, ¿qué tengo de hacer o decir para desnudarme de aquellas plumas y tornarme Lucio?”. Fotis le respondió: ”Está de buen ánimo de lo que a esto pertenece, porque mi señora me mostró todo lo que es menester para que los que toman estas figuras puedan tornarse a su natural y forma primera. Y esto no pienses que me lo mostró por quererme bien, sino porque cuando ella tornase le pudiese administrar medicina saludable. Y mira con cuán poca cosa y cuán liviana se remedia tan gran cosa: con un poco de eneldo y hojas de laurel echado en agua de fuente lavarla y darle a beber un poco.” “Estas y otras cosas diciendo –Fotis-, con mucho temor lanzóse en la cámara y sacó una bujeta –cajitade la arquilla, la cual yo comencé a besar y abrazar, rogando que me favoreciese, volando prósperamente; así que prestamente yo me desnudé, lanzando allá todos mis vestidos, y con mucha ansia puse la mano en la bujeta –cajita-y tomé un buen pedazo de aquel ungüento, con el cual me unté”.


Y así fue como Plinio se trasmutó accidentalmente en asno, por error –o voluntad consciente- de su amada Fotis. Fotis quizás pensó que el potente pene de un burro era mas gratificante que las suaves plumas de un búho. *

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Aunque, antes de untarse la crema Plinio reafirma Plinio su amor a Fotis, dice el texto que Fotis parecía no estar satisfecha con la promesa de Plinio de acariciarla con las plumas todo el tiempo, cuando fuera búho, así que es verosímil que decidiera convertirlo en asno, por poderosas razones eróticas. “Yo te juro por este dulce trenzado de tus cabellos, con el cual ligaste mi corazón, que a ninguna de este mundo quiero más que a mi Fotis. Pero, además de esto, me ocurre una cosa al pensamiento: que después que me hayas untado y me tornare ave, yo te prometo apartarme de todas las casas, y también puedo decir: ¿qué enamorado tan hermoso y tan alegre es el búho para que las casadas lo deseen? ¿Antes hay otra cosa peor que estas aves de la noche?. Cuando pasan por alguna casa procuran de cogerlas, y vemos que las clavan a las


puertas para que el mal agüero que con su desventurado volar amenazan a los moradores lo paguen ellas y se deshaga en su tormento. Pero lo que se me olvidaba de preguntar: Después que una vez me tornare ave, ¿qué tengo de hacer o decir para desnudarme de aquellas plumas y tornarme Lucio?”. Fotis le respondió: ”Está de buen ánimo de lo que a esto pertenece, porque mi señora me mostró todo lo que es menester para que los que toman estas figuras puedan tornarse a su natural y forma primera. Y esto no pienses que me lo mostró por quererme bien, sino porque cuando ella tornase le pudiese administrar medicina saludable. Y mira con cuán poca cosa y cuán liviana se remedia tan gran cosa: con un poco de eneldo y hojas de laurel echado en agua de fuente lavarla y darle a beber un poco.” “Estas y otras cosas diciendo –Fotis-, con mucho temor lanzóse en la cámara y sacó una bujeta –cajitade la arquilla, la cual yo comencé a besar y abrazar, rogando que me favoreciese, volando prósperamente; así que prestamente yo me desnudé, lanzando allá todos mis vestidos, y con mucha ansia puse la mano en la bujeta –cajita-y tomé un buen pedazo de aquel ungüento, con el cual me unté”.


Y de este modo Plinio se trasmutó “accidentalmente” en asno. *

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De si esto fue un ocasional error o intencionada maniobra de Fotis, para mejor gozar de la trasmutación asnal de Plinio no nos habla el texto. La maliciosa imaginación nuestra tiene a pensar que Fotis hizo lo que a ella –y a sus deseos libidinosos -más le convenía. Pero esta idea maliciosa nuestra se fortalece en distintos lugares del texto en los que se habla de las aventuras amorosas del asno con hermosas y tiernas mujeres de carne y hueso. Veamos un ejemplo:’ Relatemos el encuentro erótico del asno Plinio con una hermosa mujer –de carne y hueso-una entre muchas, según el relato. “En aquel conventículo y ayuntamiento, fueme a ver una matrona, mujer rica y honrada, la cual, como los otros, mercó mi vista por su dinero, y con las muchas maneras de juegos que yo hacía, ella se deleitó y


maravilló tanto, que poco a poco se enamoró maravillosamente de mí, y no tomando medicina ni remedio alguno para su loco amor y deseo, ardientemente deseaba estar conmigo y ser otra Pasifae de asno, como fue la otra del toro. En fin, que ella concertó con aquel que me tenía a cargo que la dejase una noche conmigo y que le daría gran precio por ello; así que aquel bellaco, porque de mí le pudiese venir provecho, contento de su ganancia prometióselo. Ya que habíamos cenado partimos de la sala de mi señor y hallamos aquella dueña que me estaba esperando en mi cámara. ¡Oh Dios bueno!, ¡qué tal era aquel aparato, cuán rico y ataviado! Cuatro eunucos que allí tenía nos aparejaron luego la cama en el suelo, con muchos cojines llenos de pluma delicada y muelle, que parecía que estaban hinchados de viento, y encima ropas de brocado y de púrpura, y, encima de todo, otros cojines más pequeños que los otros, con los cuales las mujeres delicadas acostumbraban sostener sus rostros y cervices; y porque no impidiesen el placer y deseo de la señora con su luenga tardanza, cerradas las puertas de la cámara se fueron luego; pero dentro quedaron velas de cera ardiendo resplandecientes, que nos esclarecían las tinieblas obscuras de la noche.


Entonces ella, desnuda de todas sus vestiduras, quitose asimismo una faja con que se ligaba, y llegada cerca de la lumbre sacó un botecillo de estaño y untose toda con bálsamo que allí traía, y a mí también me untó y fregó muy largamente, pero con mucha mayor diligencia me untó la boca y narices. Esto hecho, besome muy apretadamente, no de la manera que suelen besar las mujeres que están en el burdel u otras rameras demandonas, o las que suelen recibir a los negociantes que vienen, sino pura y sinceramente, sin engaño, y comenzome a hablar muy blandamente. Y prosigue Plinio: “Así que tomome por el cabestro, y como ya sabía la costumbre de aquel negocio, fácilmente me hizo bajar, mayormente que yo bien veía que en aquello ninguna cosa nueva ni difícil hacía, cuanto más al cabo de tanto tiempo que hubiese dicha de abrazar una mujer tan hermosa y que tanto me deseaba; además de esto, yo estaba harto de muy buen vino, y con aquel ungüento tan oloroso que me había untado, desperté mucho más el deseo y aparejo de la lujuria. Verdad es que me fatigaba entre mí, no con poco temor pensando en qué manera un asno como yo, con tantas y tan grandes piernas, podría subir encima de una dueña delicada, o cómo podría abrazar con mis duras uñas unos miembros


tan blancos y tiernos, hechos de miel y leche, y también aquellos labios delgados colorados como rocío de púrpura había de tocar con una boca tan ancha y grande, y besarla con mis dientes disformes y grandes como de piedra. Finalmente, que aunque yo conocía que aquella dueña estaba encendida desde las uñas hasta los cabellos, pensaba en qué manera había de recibirme. Guay de mí, que rompiendo una mujer hijadalgo como aquélla, yo había de ser echado a las bestias bravas que me comiesen y despedazasen, y haría fiesta a mi señor. Ella, entre tanto, tornaba a decir aquellas palabras blandas, besándome muchas veces y diciendo aquellos halagos dulces con los ojos amodorridos, diciendo en suma: «Téngote, mi palomino, mi pajarito», y diciendo esto mostró que mi miedo y mi pensamiento era muy necio, porque me abrazó fuertemente; y cuantas veces yo, recelando de no hacer daño, me retraía, tantas veces ella, con aquel rabioso ímpetu me apretaba y se allegaba a mí, tanto, que por Dios, yo creía que me faltaba algo para suplir su deseo, por lo cual yo pensaba que no de balde la madre del Minotauro se deleitaba con el toro su enamorado. Ya que la noche trabajosa y muy veladera era pasada, ella escondiose de la luz del día, partiose de mañana, dejando acordado otro tanto precio para la noche venidera”.

Así, de este modo, Plinio nos y trae a la mente las azañas eróticas de Pasífae y el toro blanco, que siglos mas tarde nos contará en castellano, nada menos que Alfonso X El Sabio.


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Plinio Apuleyo nos deleita relatándonos, a su manera, estas y otras muchas historias míticas del lejano pasado –recordemos que Plinio vivió en el siglo II a. C.-, relatos muy humanos sobre las luchas y las atracciones que hay entre las diosas, los dioses y los seres mortales. Pone especial interés en contar las relaciones e intrigas que se dan entre Venus y la hermosa y pérfida Psyches, gran amor de su hijo Cupido. Hay un lugar en que Plinio nos describe el cónclave en pleno de dioses y diosas. Se trata de festejar la boda celestial entre Cupido y la hermosa Psiches. “Estaba sentado a la mesa Cupido en el primer lugar y Psiches en su regazo. De la otra parte estaba Júpiter con Juno, su mujer, y después, por orden, todos los otros dioses. El vino de alfajor, que es un vino de los dioses, suministrábalo Ganimedes a Júpiter como copero suyo, y a los otros, el dios Baco. Vulcano cocinaba la cena; las ninfas henchían de flores y rosas y otros olores la sala donde cenaban; las musas


cantaban muy dulcemente; Apolo cantaba con su vihuela; Venus entró a la suave música y bailó hermosamente. En esta manera era el convite ordenado: que el coro de las musas cantase y el sátiro hinchase la gaita y el dios Pan tañese un tamboril. De esta manera vino Psiches en manos del dios Cupido. Y estando ya Psiches en tiempo del parir, nacioles una hija, a la cual llamamos Placer”. Este es el modo y estilo como los paganos veían a sus dioses, es decir a su imaginarios y sus deseos humanos divinizados. Para ello tenían establecidas numerosas festividades a lo largo del año, en donde nunca faltaban las

procesiones rituales. En esas procesiones rituales no podían faltar los falos o representaciones plásticas del pene en erección que, se supone promovían mágicamente la fecundidad y la fertilidad. El falo representaba la esplendorosa fertilidad del placer, del sexo y la risa.


En las fiestas romanas, abundaban en todas ellas la obscenidad, el insulto, la parodia, la chanza, y la broma que suscitara la risa, la risa mimética de la alegría reproductora de la Tierra, en especial en las llamadas saturnalias, precedente histórico de nuestro Carnaval. *

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Vemos que -en el relato de Plinio- siempre se dan cuatro factores enlazados y entretejidos: Poder, dinero –lujo-, sexo. Y como tejido que los entrelaza imaginarios míticos endiosados. Como C. G Jung observaba: En el interior humano habitan ángeles y demonios, tendencias que pueden llevar a la locura y a la muerte, y energías que conducen al éxtasis y a la comunión con el Todo. El ser humano, cuando se mira en el cielo como en un espejo, ve imaginarios seres que se le parecen, que lo retratan sus deseos y sus temores aumentados, magnificado y sacralizados: los dioses y las diosas antropomorfos.


Sin duda alguna el politeísmo tiene mas color y mas fuerza vital que el monoteísmo abrahámico. El monoteísmo abrahámico – en sus ramas históricas: judaísmo cristianismo y mahometismo- resulta monótono y carente de los vivos resplandores vitales, tan propio del politeísmo griego. El monoteísmo en su esencia última , implica siempre un potencial imperialismo brutal, único y excluyente. Es enemigo radical de la diversidad y del libre juego de las pasiones. De entrada me declaro parcial a favor del politeísmo. Siento que soy de corazón politeísta, pagano y teológicamente feminista. Me encantan las diosas paganas : Juno, Venus, Isis, Demeter (Ceres)- Hera, Salacia, Arcadia, Siria, Cibeles, Atenea etc.. Es maravilloso ver como las diosas paganas, en sus juegos eróticos, arden en pasiones y deseos sexuales. Y a veces se pelean por conseguir un macho, aunque sea meramente humano, incluso, animal. Recordemos las luchas e intrigas “tan humanas” entre la diosa Venus y la hermosa Psiches.


Mis preferencias personales van hacia Venus, a quien desde el balcón de mi casa la contemplo durante horas, cuando anda visible desde mis latitudes. Me la imagino emergiendo del mar , con los pechos chorreando, agua y su vagina fresca, sosegada por vaivén armonioso de las olas marinas. Sinceramente me molesta el franco y aburrido machismo cristiano, aunque esté suavizado por la imagen de María, elevada a los cielos y sacralizada gracias al coito místico con el Varón Supremo.

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De todos modos, pese a tantos ocasionales azares de todo tipo, y sus consecuencias variables y azarosas, Plinio finalmente llegó a ser sabio, al final de su vida, pero el camino que tuvo que recorrer no fue el de elevarse súbitamente a la contemplación volandera desde el cielo, sino recorrer la larga y dura senda, la azarosa y prolongada experiencia de ser sistemáticamente oprimido, depreciado y explotado por los poderosos, los criminales, y los ventajistas, los “magos” -inventores de espejismos sugestionantes y embriagadores, mas o menos religiosos-.


De hecho, el pobre Plinio está inexorablemente incrustado, por en su condición inferior de asno, en la cenagosa y maloliente base de la pirámide social. Podríamos quizás decir que Plinio fue “crucificado” en forma de Asno. Pero todos modo, Plinio finalmente llegó a ser sabio de verdad, y a fondo, pues conoció de primera mano las explotaciones, las crueldades y las ignominias del ser humano poderoso, imperial, sobre los de abajo, sobre los sometidos, explotados v perversamente abusados, dolorosas peripecias que nos relata el texto minuciosa y repetidamente. El asno, al final del relato de sus desdichas y desventuras, se hizo todo luz, se “doró” por la clarividencia y la sabiduría, se trasmutó, volvió a ser humano. Pero humano plenamente iluminado. “En una solemne procesión que los sacerdotes hicieron a la Luna, en la cual procesión el asno apañó las rosas de las manos del gran sacerdote, y comidas, se volvió hombre”.

El nombre de asno “dorado” significa más bien iluminado.


Es curioso encontrarse como en el siglo II d. C. como hay un autor que nos cuenta una irónica e iluminadora fábula que es entera y profundamente aplicable al mundo capitalista imperial en el que existimos actualmente. Aunque el imperialismo romano era mucho mas flexible. No olvidemos que solía añadir los dioses de los pueblos dominados a su panteón teológico. Ellos iban a lo suyo: el poder imperial . Ellos Consideraban a los dioses como sus cómplices y aliados. No podemos menos de pensar que la historia irremediable e implacablemente se repite a lo largo de los milenios El juego del poder –y del dinero- que nos describe Plinio nos recuerda al mundo de los arbitristas cervantinos y al mundo de los “lobbies” globales actuales, sólo que la máscaras y los fuegos artificiales encubridores de tanta perversidad son distintas, la magia encubridora era entonces más pintoresca y vitalmente sugestiva que la actual. En realidad hoy también creemos en dioses y diosas, solo que no tenemos plena consciencia de ellos porque


los pensamos como grandes ilusiones colectivas, como abstractas esperanzas globales. En cuanto al sexo, tenemos que ha dejado de ser algo sagrado para convertirse mas bien en “pecado” o “mercancía”, gracias al cristianismo y al capitalismo, aunque persiste como algo ocultamente trascendente a pesar de su utilización mercantil en los medios masivos de comunicación. *

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Pero no todo está perdido. Por debajo de los medios masivos de perversión colectiva, propios del gran capitalismo decadente, late una esperanza viva. Recordemos el maravilloso libro “Das Prinzip Hoffnung” –“El principio esperanza”- de Ernst Bloch. El principio ESPERANZA se suele concretar históricamente en imaginarios mítico de distinta calaña, a los que denominamos religiones o ideologías, que desgraciadamente siempre terminan estando emparentadas estrechamente con poderes, más o menos imperiales.


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Recordemos lo antes dicho: el ser humano siempre ha vivido -y sigue viviendo- en función de tres principios, basado en gran parte en sus imaginarios de Poder, dinero –lujo-, sexo. Como tejido que los entrelaza, tenemos las poderosas esperanzas de imaginarios míticos endiosados. Pero, al final, tenemos la magia todopoderosa, la gran liberadora; la risa, la gran carcajada cósmica que disuelve, que aniquila, disuelve en la nada, todos esos espejismos, inventados por el hombre. El ser humano, cuando se mira en el cielo como en un espejo, ve imaginarios seres que se le parecen, que retratan sus deseos y sus temores aumentados, magnificado y sacralizados: dioses y las diosas antropomorfas.

La lista del juego de los ladrones, de los que se habla en el texto y la lista de los magos –que ciertamente adquieren poder y cobran por sus artes sagrados- es muy larga y diversificada. Las formas superficiales de las sociedades humanas y las formas profundas –sagradas, míticas- de sus anhelos cambian, pero en definitiva todo queda estructuralmente igual.


El ser humano continua siendo un animal crédulo por naturaleza. Le encanta autosugestionarse con cuentos infantiles. El infantilismo de los seres masivos, ha cambiado de forma pero sigue siendo tan poderoso y masivo como hace miles de años, para las grandes multitudes de seres humanos convencionales. Los seres humanos, hoy como antes, toman muy en serio todos aquellos imaginarios que le prometen el logro de sus deseos y sus esperanzas, y a eso le llama solemnemente “espiritualidad”, u opinión pública y democracia. Hoy en día la estupidez convencional, colectiva, es estadísticamente justificada, como antes lo era lo institucionalmente a través de farsantes que se hacían llamar representantes de lo dioses –o de un Dios único- en la tierra. Aunque, con gran frecuencia, las espiritualidades y las ideologías mayormente sirven de estupefacientes embrutecedores, causa de múltiples perversiones y crímenes, mas o menos ritualmente “sacralizados” o “demonizados”. Solemos entender que “sagrados” son nuestros imaginarios colectivos supremos, y “demoníacos” son los imaginarios colectivos del “otro”, y de los “otros”.


Siempre es lo mismo. Lo nuestro es lo verdadero y bueno, lo de los otros lo malo y lo falso. Existimos en función de unos dualismos conceptuales y éticos fabricados a la medida de nuestra humana estupidez, apoyados en instituciones controladoras, hechas a la medida de nuestros de nuestros imaginarios infantiles y de nuestras masivas sugestiones oficiales, esto es, imperiales, plutocráticas, ocultas bajo el velo ideológico de la llamada “democracia”. La segunda guerra mundial aún no ha terminado, simplemente hemos cambiado el nombre del enemigo, a quien combatir y las razones, v de nuestro odio exterminador hacia el “otro”. Ahora el enemigo no es ya el fascismo y el comunismo sino quienes pretenden quitarnos “nuestros” indiscutibles derechos imperiales al petróleo mundial. Pero ¿quien está detrás de este “nuestro”, quienes somos “nosotros” y quienes son “ellos”?. La posibles contestaciones a esta atrevida -y subversiva- pregunta están llenas de trampas ideológicas difíciles de obviar.


Pero pongamos la pregunta de forma más directa: ¿estamos, usted y yo, en este grupo privilegiado del “nosotros”?. Hay que llegar a la mas radical ironía para ver que se esconde tras esos relatos históricos y esos imaginarios sacralizados -por la religión o por la ideología de turno, pasada o presente, nuestra y ajena-. Como dijo el traductor, -en el año 1500- el Asno de Oro, la cultura y sus mitos y sacralidades “es un espejo de las cosas de esta vida humana. Y en este envolvimiento de su historia se parecen y expresan nuestras costumbres y la imagen de nuestra vida continuada”.

Pero además, a través de los “eternos” juegos humanos, descritos irónicamente en el texto de Plinio sentimos el soplo de una fresca y acariciante brisa pagana: la sagrada risa del Dios Momo. Al cristianismo y al capitalismo les falta ese esencial factor de radical purificación: la risa. San Juan Crisóstomo afirmaba que Jesucristo jamás se rió. Para este “santo”, la risa era algo satánico. Sin comentarios .


A pesar de ello, la cultura popular de la Edad Media contenía numerosas referencias y rituales relativos a la risa, herencia de recuerdos de antiguos de rituales de la cultura grecoromana. La risa es para Bajtin «la victoria sobre el miedo» del hombre medieval. Se apoya en Rabelais.

Rabelais estaba consciente de que, en su época,”era absolutamenre inmprescindible utilizar la risa” –oficiamente reprimida- “para acercarse al pueblo”, pues las instituciones religiosas, y sus velos encubridores, habían instaurado un tono de seriedad plúmbea, a estilo San Juan Crisóstomo. Recordemos aquello de que “Jesús no se rió nunca”. La doctrina católica parece tratar de lograr que “el temor” -de Dios- sea el fundamento de los poderes reales: el poder del clero y de la nobleza. Ahí están las figuras del patíbulo y la hoguera inquisitorial que no saben de bromas. La risa del pueblo –opina Bajtín- implica la superación, a escondidas, de esos temores eclesiásticamente institucionalizados.


Reforcemos nuestra tesis con unas palabras iluminadas de A. López Eire:

“Reír es humanísimo,… la risa eleva al hombre por encima de la realidad ramplona, libera la conciencia humana de las cadenas de los establecidos usos seculares, devuelve a su realidad al ser humano que en sociedad se oculta tras la máscara del buen comportamiento político-social”. Rabelais (1494-1553) “en el último capítulo del Pantagruel arremete contra esas sectas de gentes que se disfrazan de serios para engañar al mundo: et aultres telles sectes de gens qui se sont desguisez comme des masques pour tromper le monde, porque en realidad el lenguaje cómico envuelve siempre, bajo la máscara de la insensatez, una verdad que sólo en apariencia pasa desapercibida”. «Al reír Dios —se lee en un papiro de alquimia del siglo III d. C.—, nacieron los siete dioses que gobiernan el mundo [...] al romper a reír apareció la luz [...] cuando rompió a reír por segunda vez, todo era agua [...] y cuando lo hizo por séptima vez, apareció el alma». La risa, tal como se concibe durante la Antigüedad, posee poderes creadores, curativos y regeneradores, hasta el punto de restituir la salud a los enfermos o influir poderosamente, a través de una


suerte de magia mimética o simpatética, en la fertilidad de los campos”.

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Aristóteles y Platón eran muy conservadores, poco sabios, en cuanto a la risa. Platón , en “La República”, consideraba que la carcajada, hay que evitarla, por ser algo inconveniente, obsceno y perturbador. Aristóteles decía que la risa viene a ser una mueca de fealdad que deforma el rostro y desarticula la voz y que, por lo tanto, hay que tratar de evitar, en lo posible. En resumen Platón y Aristóteles consideran a la risa como parte de la baja condición humana, por lo que consideran que hay que evitarla en lo posible. Vienen a decirnos: “prohibido reírse sin causa justificada”.


Esto me recuerda que Pío Baroja contaba que, en sus tiempos mozos, había en una taberna vasca un letrero, situado en lugar prominente en el que se decía: “Prohibido blasfemar, sin causa justificada”. Pero yo creo que siempre hay múltiples e importantes razones para blasfemar y reírse, dado el espectáculo de la curiosa existencia del ser humano convencional, tan llena de perversas ilusiones celestiales y estupideces y adicciones terrenales a las que se les pretende encubrir bajo unos mantos sagrados. Reírse de todo esto me parece preferible a convertirse en “guerrillero” o en suicida. Reírse a carcajadas de toda esta farsa humanoteológica-ideológica es lo más racional y lo más sano. No hace daño a nadie y nos libera de todo odio y complejo rencoroso. Nos devuelve un radical sentido de gozosa ludicidad cósmica. Para los seres mediocres y estúpidos no es posible vivir en radical libertad. Siempre van a terminar convirtiendo la idea de la libertad en sólidas estatuas objeto de abyectas y serviles devociones, en monumentos-letrinas de sus mierdas culturales a los que rendir culto.


Bajo el microscopio de la clarividencia cósmica el ser humano aparece desnudo, tal como es: un ser de credulidad infinita capaz de tragarse y tomar muy en serio sus propias imaginarios más infantiles y mentiras más burdas. El ser humano es, y siempre ha sido, el gran fabricantes de mitos y cuentos infantiles para adultos. En realidad la risa radical –cósmica- nos hace sentirnos más allá de todo lo instituido por el hombre, incluidos las autoridades imperiales, los dioses, las religiones y las ideologías. “!!!Ja, ja, ja….!!! ”

No olvidemos el glorioso lema de la Revolución Francesa: ¡libertad, igualdad, fraternidad¡. Pero añadámosle una virtud más, sin la cual las otras verdaderamente no funcionan: la clarividencia. Si los seres humanos no transcienden mentalmente su ocasional carácter asnal de nada sirven las revoluciones. Sólo obtendremos un cambio de credos y devociones, un cambio de


dioses e ideologías, un cambio de humanas credulidades y estupideces. Nosotros creemos tener la fórmula de la humana de la perfección: libertad, igualdad, fraternidad … ¡ e irónica y luminiscente clarividencia!. El ser humano convencional es un “asno” – estúpido, servil- pero puede convertirse en oro, en pura luz y radical clarividencia, si se compromete en el camino de la más radical sinceridad consigo mismo. Pero aclaremos que lo antes dicho es tan sólo una creencia más: la mía. Y por eso reconocemos que no garantiza nada. Cada lector tiene pleno derecho a formular su propia fe, y esperar a que nosotros se la respetemos. Cada uno puede fabricar sus fantasmas- a veces llamados “dioses” o “derechos sagrado”- como le dé la real gana.


Puede regresar al paraíso cósmico de la libertad y la clarividencia o al infierno de la credulidad institucionalizada. Esa es su elección. Pero no olvidemos que, frente a la amenaza atemorizante de todos esos imperialismos – teológicos, políticos, económicos, ideológicos etc. –, el ser humano posee un arma aniquiladora de todos ellos: la risa.

La risa es la expresión de la más radical libertad del ser humano, ante todo tipo de amenazante y atemorizante imperialismo. Yo dije antes que me sentía politeísta, pero ahora matizo más. Yo pondría al dios de la risa, a Momo. al frente de toda la cohorte celestial y teológica. Estoy harto de los dioses que no saben reír, que no se han reído nunca de sí mismos. ***


APULEYO. En la novela de Apuleyo, El asno de oro, indica Menéndez Pelayo están presentes diversos episodios eróticos: "Aunque las Metamorfosis del africano Apuleyo, más conocido con el título de El asno de oro, presenten alguna escena repugnante y bestial , no son tan licenciosas en conjunto y abarcan un cuadro novelesco mucho más amplio." " Son, si se prescinde del estilo extravagante y afectadísimo, es una de las novelas más divertidas y variadas que se han escrito en ninguna lengua" (34) . Menéndez Pelayo apuntó cierta probable relación entre la obra de Apuleyo y el género picaresco español de los siglos XVI y XVII. Se han realizado algunos estudios, como los de Antonio Vilanova (35) , que vienen a concluir que Apuleyo pudo estar en el origen de una de las obras más importantes de la literatura española, Lazarillo de Tormes. De esta forma se indica que "el Asno de Oro ha sido, para el Lazarillo de Tormes, algo más que un simple modelo estructural, en el que se inspira el procedimiento de composición lineal y episódica del relato autobiográfico en primera persona, al que ha engarzado los materiales folklóricos que utiliza",


concluyendo que la traducción española fue para el desconocido autor de la narración picaresca "no sólo su primer modelo, sino su fuente directa de inspiración" (36) . También se considera un esquema narrativo válido para el Guzmán de Alfarache (37). Son muchas las referencias en torno a Apuleyo y su obra que se pueden encontrar en el Siglo de Oro, citado como autoridad en latín, como hace Fernando de Herrera (38) . Algunos escritores consideran que tras el aspecto algo banal o carente de moralidad de esta obra, aparece un contenido filosófico, tal como hace Lope de Vega en la dedicatoria de su comedia El desconfiado, donde escribe al Maestro Alonso Sánchez: "Ríense muchos de los libros de caballerías, señor maestro, pues por la misma serían algunos de la antigüedad tan vanos e infructuosos como el Asno de oro, de Apuleyo, el Metamorfoseos, de Ovidio, y los Apólogos del moral filósofo; pero penetrando los corazones de aquella corteza, se hallan todas las partes de la filosofía, es a saber: natural, racional y moral" (39) . También Baltasar Gracián alaba la novela con frecuencia en su Agudeza y arte de ingenio (40), al igual que se hace en la Fastiginia, de Tomé Pinheiro da Veiga, que es una crónica de la vida de la corte en Valladolid, donde se califica a la obra de fábula pero con contenido moral: "fábula el Asno de oro de


Apuleyo, mas en ella nos muestra el estado a que los apetitos llevan al hombre" (41) . Quizás la parte más imitada y admirada de toda la obra de Apuleyo sea el cuento de Psiquis y Cupido, cuya huella parece documentarse en algún libro de caballerías de los que Menéndez Pelayo llamaba greco-orientales, como es el caso de El Conde Partinuples, aunque cambiando el sexo del protagonista (42) , y que además ha dado origen a diversas composiciones mitológicas en verso (43) , obra de Juan de Mal Lara, Gutierre de Cetina, Fernando de Herrera, Francisco Jacinto Funes y Villalpando, Agustín Salazar y Torres, etc.

CITAS TOMADAS DE ANTONIO CRUZ CASADO: "Influjo de la novela antigua grecorromana en la narrativa española hasta el Siglo de Oro" * Notas al calce:

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34. Marcelino Menéndez Pelayo, Orígenes de la Novela, op. cit., I, p. 29. 35. Cfr. Antonio Vilanova, "El "Asno de Oro" de Apuleyo, fuente y modelo del Lazarillo de Tormes", "Un episodio del "Lazarillo" y el "Asno de Oro" de Apuleyo", "El tema del hambre en el "Lazarillo" y el falso convite de Apuleyo", en Erasmo y Cervantes, Barcelona, Lumen, 1989, pp. 126-179. Ibid., p. 127. 37. Cfr. APULEYO, El asno de oro, trad. Lisardo Rubio Fernández, Madrid, Gredos, 1987, pp. 30-31. 38. Cfr. Garcilaso de la Vega y sus comentaristas, op. cit., pp. 442, 517, 537; igual hace Tamayo de Vargas, pp. 601 y 610. 39. La comedia de Lope se encuentra en la Trecena parte de las comedias de Lope de Vega, Madrid, Viuda de Alonso Martín, ff. 108 v. - 125 v. 40. Cfr. Baltasar Gracián, Agudeza y arte de ingenio, ed. Evaristo Correa Calderón, Madrid, Castalia, 1969, I, p. 228, que se refiere también a la moralidad escondida en la obra: "Sea ejemplo El asno de oro, si bien por no entendida su recóndita moralidad, lo relajaron muchos a los cuentos que van heredando los niños de las viejas. Describe en ellas el ingenioso africano la semejanza de un hombre vicioso, y por el


consiguiente necio, con el más vil de los racionales y que si sus apetitos bestiales y sus pasiones le transformaron en bruto, la sabiduría y el silencio simbolizado en la rosa que comió, que por eso daban los antiguos rosas al principio del convite, le vuelven a rehacer hombre. A lo extraordinario de la transformación se añade lo entretenido de la narración fabulosa, en que está la dificultad de saberla inventar bien empeñada y entretejida de dificultades y aprietos, y cuando ésta más se va empeñando, hace más gustosa la traza y el artificio, pero siempre ha de atender el arte al fruto de la moralidad, que es el fin de lo dulce y entretenido, al blanco de un desengaño". Las citas podrían ampliarse considerablemente. 41. Tomé Pinheiro da Veiga, Fastiginia. Vida cotidiana en la corte de Valladolid, ed. Narciso Alonso Cortés, Valladolid, Ámbito, 1989, p. 111. 42. Cfr. Marcelino Menéndez Pelayo, Orígenes de la novela, op. cit., II, p. 43. 43. Cfr. José María de Cossío, Fábulas mitológicas en España, Madrid, Espasa Calpe, 1952, p. 257. *

REFERENCIA.

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�El asno de Oro� puede leerse en internet (formato"pdf" http://www.ua.es/personal/mm.martinez/histadmju st/asnooro.pdf

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