ENTREVISTA A LA LIC. GRICELDA MOREIRA

PUBLICACIONES BIOÉTICAS DE FUNDACIÓN JAIME ROCA

ENTREVISTA A LA LIC. EN PSICOLOGÍA GRICELDA MOREIRA GANADORA DEL 2de PREMIO DE BIOÉTICA 2021 CON SU TRABAJO: “UNA MIRADA CRÍTICA DE LA VITRIFICACIÓN DE ÓVULOS POR CAUSAS NO TERAPÉUTICAS”

Dialogamos con Gricelda Moreira: Magíster en Bioética., Diplomada en Reproducción Asistida, Psicoanalista e integrante de Bioeticar, quien obtuvo el 2º Premio Bioética 2021 de la Fundación Jaime Roca por su trabajo “Una mirada crítica de la vitrificación de óvulos por causas no terapéuticas”.

Entrevistadores Eduardo Darío Beccar * Eduardo Piluso **

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¿QUÉ LA INDUJO A PRESENTAR SU TRABAJO AL PREMIO ANUAL DE BIOÉTICA 2021 DE LA FUNDACIÓN JAIME ROCA?

La Fundación Jaime Roca me otorgó por primera vez un premio en el año 2012. En aquella oportunidad, fue por un trabajo colaborativo: un grupo de profesionales que cursamos el posgrado en Bioética en la Facultad de Derecho de la UBA y fuimos convocados para inaugurar un espacio de trabajo en el Seminario Permanente de Investigaciones de Bioética del Instituto Gioja de la Facultad de Derecho.

Participar en el concurso y ganar el premio tuvo efecto de acto: a partir de ese momento se fue consolidando un equipo de profesionales comprometidos con la difusión de la bioética y decidimos darle un marco de mayor institucionalidad al formar la asociación civil Bioeticar, la cual presido en este periodo.

Mi acercamiento personal a la bioética se dio mientras se producía un debate inédito en nuestra sociedad sobre los efectos de los avances tecnológicos en la vida cotidiana, que obligó a la adecuación de las leyes a nuevos escenarios. Entendí que el ejercicio de mi profesión como psicoanalista lacaniana estaba siendo atravesado por los cambios sociales que quedaban expuestos en la clínica con mis pacientes y necesité indagar en otras disciplinas.

Así comencé un trabajo de investigación que concluyó en la publicación de un libro en coautoría con una colega titulado La deconstrucción del sexo. ¿Ser hombre? ¿Ser mujer? Pregunta equivocada y paralelamente profundicé mi formación en bioética con la maestría en FLACSO, la diplomatura en bioética con orientación en Reproducción Asistida en la Universidad ISALUD, donde actualmente ocupo el puesto de subdirectora del Centro de Estudios y Observatorio de Bioética, así como la diplomatura de Psicología en Reproducción de la Sociedad Argentina de Medicina Reproductiva (SAMER).

Si bien ya había publicado en diferentes revistas nacionales e internacionales, fue el trabajo de investigación de mi tesis de maestría lo que me provocó la escritura de varios artículos vinculadosespecíficamente con temáticas de reproducción asistida y así consideré la oportunidad de elaborar un texto que pudiera ser leído y evaluado por los miembros de un jurado tan prestigioso como el del Premio Jaime Roca.

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¿CÓMO ELIGIÓ EL TEMA DESARROLLADO?

Como comentaba antes, si bien con el equipo de Bioeticar trabajamos en difundir la bioética a través de publicaciones sobre distintos temas de interés general, en lo personal fui capacitándome y profundizando en los temas bioéticos vinculados con el inicio de la vida y la implicación ética y social del crecimiento exponencial de la aplicación de las técnicas de reproducción asistida (TRA), lo que me llevó a investigar la maternidad tardía, los diversos modos de concebir mediante el uso de la tecnología, las nuevas configuraciones familiares, la separación entre sexualidad y reproducción. La bioética, y en particular la bioética feminista, junto a la filosofía, la sociología y el psicoanálisis me sirvieron de instrumento teórico para abordar estas cuestiones. En este artículo que presenté me interesó desarrollar el corrimiento de las fronteras de la ciencia médica y cómo se fue alejando de las finalidades terapéuticas curativas o preventivas. A su vez, ver cómo se fue naturalizando la medicalización de la reproducción y en particular la vitrificación de óvulos en mujeres fértiles por causas no terapéuticas con la posterior aplicación de técnicas de alta complejidad.

El trabajo en la clínica me dio la oportunidad de escuchar a mujeres a las que se les ofrece la vitrificación de óvulos en su consulta ginecológica, lo que genera una demanda de las TRA. No solo mujeres que están decididas atener un hijo, sino también mujeres jóvenes, como una anticipación a su eventual deseo.

De esta forma, muchas veces queda encubierto el no deseo de ser madre con la posibilidad de serlo más adelante, lo que se intenta asegurar a través de la vitrificación de óvulos. Así, la maternidad queda como una tarea pendiente, lo que genera más aceptación social que el renunciamiento, lo que claramente puede estar encubriendo una forma de coacción y no precisamente el ejercicio de una decisión autónoma.

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EL TÍTULO NOS LLEVA A PREGUNTARLE POR QUÉ PROPONE UNA “MIRADA CRÍTICA” SOBRE EL TEMA.

Sabemos que la vitrificación de óvulos en mujeres fértiles sin indicación terapéutica no es ilegal, tampoco inaceptable; pero es importante reflexionar al respecto ya que podrían ser cuestionables los supuestos sobre los que se basa y sus posibles usos.

Las mujeres vitrifican sus óvulos para ser madres en algún otro momento de su vida, ante esto no parece haber cuestionamiento ético alguno.

Al respecto de los riesgos que implica la técnica, si bien los hay, tiene los riesgos que conlleva cualquier técnica; por otro lado, el beneficio es muy alto con lo que podríamospensar que vale la pena el riesgo. En síntesis, el fin en sí mismo no es reprochable éticamente. La pregunta que subyace es qué lleva a las mujeres a utilizar la técnica de vitrificar óvulos siendo fértiles y que luego sea necesaria sí o síuna técnica de reproducción asistida de alta complejidad.

Lo primero que podemos ubicar es la necesidad de desarrollarse laboral y profesionalmente y de lograr estabilidad financiera antes de tener hijos, de resolver sus vidas antes de ser madres, tal como agudamente sintetizó la Dra. Pfeiffer en la presentación del premio. De modo que generar cierta seguridad económica y laboral como así también la posibilidad de encontrar un compañero confiable atrasa los tiempos de la maternidad. Esto se convierte en un hecho, la maternidad necesita ser atrasada, y esa necesidad invita a desoír las advertencias de que congelar óvulos no garantiza el nacimiento de un hijo, de los riesgos médicos que existen y de las consecuencias psicosociales de tener un hijo a edad avanzada.

Por otro lado, las tasas de éxito van a depender de la edad y de la cantidad de ovocitos congelados, ya que una mujer de 40 años con 10 ovocitos congelados tiene el 25% de posibilidades de tener un hijo con ese grupo de ovocitos y un 5% de tener dos hijos. La edad promedio en que se decide ser madre es de 36 años y en ese caso la mujer tiene un 30% de probabilidades de tener un hijo.

Otra cuestión que se pone en juego es el mandato de la maternidad. Desde este mandato se construyó un orden simbólico de idealización en torno a la maternidad al que se suma, retomando aquí nuevamente la síntesis de la Dra. Pfeiffer, un segundo mandato: el del hijo biológico. Esto estigmatiza a la mujer que no tiene hijos y también a la que no tiene hijos propios. Esta práctica, que hace hincapié en lo biológico y en lo genético, identifica a la maternidad con la reproducción negando que lo más importante de maternar es la tarea social, cultural y simbólica.

El valor del pensamiento feminista sostiene como objetivo principal la eliminación de toda opresión de la mujer y pone el foco en la autonomía, principalmente en la autonomía

relacional, que toma en cuenta precisamente la relación con el otro y con la naturaleza.

Es desde esta óptica que me interesa dar cuenta de cómo las técnicas de reproducción asistida pueden estar naturalizando la medicalización de la reproducción humana, legitimando el mandato de una maternidad a cualquier costo como un objetivo a cumplir, lo cual impide la autonomía que la mujer reclama, le impide cuestionarse si realmente es una elección personal o una exigencia social.

Considerar que el uso de la tecnología es solo una elección personal deja por fuera la estructura ideológica y cultural que lo sostiene, así como causas socioeconómicas que provocan la maternidad tardía, por un lado, y la tracción de consumo de tecnologías de alta generación, por otro.

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DICE UD. QUE, A PARTIR DE LA DÉCADA DEL 60, EL BINOMIO MUJER-MADRE FUE DISFUMANDO SU CONSISTENCIA. ¿QUÉ PODEMOS ENTENDER POR “BINOMIO-MUJER-MADRE” Y CUÁL FUE ESA “CONSISTENCIA PERDIDA”?

Para dar cuenta del binomio mujer-madre, es necesario ubicar que, desde el comienzo de los tiempos, el dominio masculino fue ganando terreno apoyado por las prácticas sociales, las religiones, las leyes y, posteriormente, la ciencia.

Paulatinamente, se fue construyendo un discurso que solapó lo humano con “el hombre” y dejó bajo la barra de lo reprimido a las mujeres, atadas a su destino biológico en tanto poseedoras de un cuerpo que puede gestar.

Del mismo modo, esta cultura patriarcal fijó las fronteras entre lo privado y lo público. Solo a modo de ejemplo podemos ubicar cómo Rousseau,

unos de los máximos referentes e ideólogos de la Revolución francesa, en su manual pedagógico Émile ou de l'éducation, publicado en 1762, presenta a la mujer “al servicio de los hombres” por “ley natural” e indica para ellas una formación doméstica de esposa y madre -únicos deberes del sexo femenino- y les prohíbe el acceso a una educación media y superior. De esta forma, asigna a las mujeres en tanto madres al espacio de lo privado, de lo doméstico, espacio que queda desvalorizado en relación con lo que se pone en juego por los hombres en la esfera de lo público.

La maternidad ha sido una construcción ideologizada, asociada a valores e imágenes que se han interpretado como naturales. La cultura y los discursos sociales han construido y reproducido los ideales que afianzan el lugar de la mujer como madre, se han encargado de ubicar la maternidad como un destino ineludible, como un mandato insoslayable.

Y aquí, las teorías feministas funcionaron como dique: se dedicaron a teorizar acerca de la maternidad como una construcción social, cultural y política; al poner en cuestión los mandatos establecidos, se habilitó la deconstrucción de la díadamujer-madre.

Durante mucho tiempo no era una opción posible priorizar intereses personales: la demanda social internalizada por las mujeres daba como principal objetivo tener hijos, yasumir responsabilidades de maternidad y crianza.

Es así como los movimientos sociales emancipadores provocaron cambios en las subjetividades y en el entramado social. Uno de los objetivos de la segunda ola feminista fue alcanzar la igualdad económica con el varón y la independencia de la mujer de la hegemonía masculina. A su vez, en la década de los 60, comienza la regulación de la fecundidad con la pastilla anticonceptiva, lo que provocó la revolución que le permitió a la mujer, por primera vez en la historia, separar la sexualidad de la procreación; consecuentemente, el binomio mujer-madre comenzó paulatinamente a perder consistencia.

Un infinito mundo de posibilidades se abrió entonces: la mujer tenía la libertad de disfrutar de su sexualidad, además de elegir y programar –o evitar– la maternidad. A partir de ese momento, los hijos no “vendrían” ni los “mandaría Dios”, sino que las mujeres podrían elegir y decidir según su deseo o no de tener un hijo. La moral imperante hasta el momento entró en crisis: la madre ya no sería asexuada nunca más y ese cambio se hizo patente en las consignas de “amor libre” que encarnaba el movimiento hippie. No es de extrañar que esta novedad haya traído aparejado también un deslizamiento del significado de la maternidad y del valor que se les otorga a los hijos, ahora sentidos como una gratificación.

Los conceptos de maternidad y paternidad, en tanto construcciones relativas a su contexto, también se están viendo modificados en la actualidad. Sin embargo, por tratarse de procesos, los alcances de dichas transformaciones aún no han terminado, son diversos y dinámicos, varían constantemente según las distintas culturas.

En este contexto de libertad, la búsqueda de espacios profesionales y laborales comenzó a interferir con la maternidad. Si bien fueron muchos los avances en relación con la equidad de género, actualmente sigue siendo desventajosa la posición de la mujer tanto en el plano laboral como doméstico, privado como público.

Es también en la década de los 60 cuando la ciencia y la tecnología aplicadas a la reproducción humana aumentaron vertiginosamente, comenzaron a desarrollarse terapias para resolver la infertilidad no solo por causas físicas sino también por causas que podríamos llamar sociales. Debido a la coincidencia temporal entre los momentos de mayor fertilidad y mejores posibilidades para la producción y el empleo, muchas mujeres retardan su maternidad, tendencia que se da a nivel global y sin duda va en aumento. En la actualidad algunas mujeres se enfrentan a una encerrona: si deciden tomar el camino de la independencia económica y profesional, se topan con su deseo de maternidad cuando su fertilidad ya está en riesgo.

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UD. UTILIZA “EQUIDAD” Y NO “IGUALDAD” DE GÉNERO. ¿POR QUÉ? ¿CUÁLES SON SUS DIFERENCIAS? Ambos conceptos, tanto el de igualdad como el de equidad, son dimensiones de la justicia social.

Si bien han sido muchos los avances en relación con la equidad de género de las distintas olas del feminismo, aún en la actualidad persiste en la sociedad cierta jerarquía de roles a favor del hombre, la que incluso solapadamente discrimina a la mujer.

En teoría, mujeres y hombres tienen iguales derechos; sin embargo, en lo cotidiano, las mujeres aún padecen, debido a su género, abusos laborales, económicos, sometimientos sexuales y situaciones de violencia. Se siguen observando posiciones desventajosas de la mujer tanto en el plano laboral como doméstico, privado como público.

La idea no es presentar la equidad y la igualdad como términos dicotómicos: la equidad de género complementa el término de igualdad de género, ya que la equidad de género implica el estudio de las desigualdades de género y sus causas al igual que la importancia de promover la igualdad de trato en todas las esferas sociales. Si bien hemos avanzado como sociedad en la consecución de las metas para lograr la equidad de género, somos conscientes de que no existe una plena igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres. Para ello será necesario dejar de categorizar, separar o excluir para obtener igualdad de oportunidades.

Así, entiendo la equidad de género como la toma de conciencia necesaria para poder transformar la desigualdad y, en particular, la subordinación de las mujeres teniendo presentes aquellas cuestiones que pueden agravar o acentuar esas desigualdades.

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¿CUÁNDO HABLA DE “VITRIFICACIÓN”, INCLUYE O EXCLUYE OTRAS FORMAS DE CRIOPRESERVACIÓN O CONGELAMIENTO DE ÓVULOS?

Debemos considerar que la técnica avanza en forma exponencial. El primer nacimiento vivo a partir de ovocitos criopreservados empleando una congelación lenta se realizó en el año 1986, pero como el óvulo es una célula cuya composición principal es el agua, la aplicación de un congelamiento lento producía cristales de hielo en su interior y generaba cierto riesgo de daño en su almacenamiento y en su futuro uso, lo que imposibilitaba su fertilización.

Más tarde surgió el nuevo método de vitrificación de óvulos y en 1999 se dio el primer nacimiento mediante esta técnica. La vitrificación es un congelamiento instantáneo: se lleva a cabo con crioprotectores a una temperatura aproximada de -196° en nitrógeno líquido, para solidificar la célula y evitar así que al momento del descongelamiento se formen cristales de hielo, de modo que el óvulo pueda mantenerse en mejores condiciones y pueda ser utilizado con pocas probabilidades de complicaciones.

La vitrificación de óvulos permite obtener una supervivencia mayor al momento de la descongelación, y los expertos recomiendan que la realicen mujeres entre 20 y 30 años; no es nada recomendable para mayores de 38 años.

Sin embargo, antes de la vitrificación, se debe evaluar la madurez de los ovocitos mediante la eliminación de las células del cúmulo, lo que a su vez hace que el ovocito sea inadecuado para la técnica tradicional de fertilización y que sea necesaria la técnica más invasiva de inyección de esperma intracitoplásmica (ICSI). Esto se debe a que se ha comprobado que la viabilidad del óvulo congelado dificulta la reproducción si esta se realiza por fertilización in vitro.

Entonces, una cosa es la congelación lenta de ovocitos, que ya no se utiliza, y otra cosa la congelación ultrarrápida llamada vitrificación

y utilizada actualmente, que no requiere de un equilibrio osmótico entre los ambientes intra- y extracelular a lo largo del periodo de refrigeración de las células.

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PODEMOS PENSAR QUE EL INCESANTE AVANCE DE LAS TÉCNICAS DE REPRODUCCIÓN ASISTIDA HA GENERADO UN AUMENTO DE LA OFERTA DE PROCEDIMIENTOS A APLICAR EN MUJERES FÉRTILES Y LA MERCANTILIZACIÓN DE AQUELLOS?

Sin dudas la tecnología avanza, pero recordemos que en particular la técnica de vitrificar óvulos se propuso inicialmente a mujeres jóvenes con cáncer, que debían exponerse a tratamientos invasivos que podía provocarles esterilidad. Fue más tarde que la oferta se desplazó a mujeres fértiles que intentaban contrarrestar una infertilidad futura.

Si bien la tendencia de la maternidad tardía se presenta mayormente en los países desarrollados, en nuestro país y en particular en la Ciudad de Buenos Aires las estadísticas muestran que las mujeres que siguen una carrera profesional e intentan aumentar sus ingresos económicos son quienes deciden retrasar su maternidad debido a la dificultad para equilibrar los diferentes roles.

el nacimiento de un hijo y puede producir una falsa seguridad al intentar un embarazo después de mucho tiempo, sin considerar los riesgos médicos y las consecuencias psicosociales de tener un hijo a edad avanzada. A esto se suma que en la Argentina la edad de consulta es entre los 36 y los 39 años, y en su gran mayoría son solteras y profesionales.

De la manera en que se publicitan estas técnicas no es difícil inferir que hay relación directa entre la comunicación de los tratamientos y un producto a consumir. Las nuevas dinámicas demográficas están provocando un negocio seguro para las clínicas de fertilidad asistida y el tamaño del mercado de servicios de fertilidad se valoró en 20.000 millones de euros en 2019 y se espera que alcance los casi 26.000 millones para el 2027, con una tasa de crecimiento anual del 15,9 %. Una de cada seis parejas experimenta problemas de fertilidad en algún momento de su vida reproductiva, según la sociedad médica de fertilidad europea. Y el mercado potencial crece con más de siete millones de mujeres que retrasan la maternidad.

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¿QUÉ ES LA AUTONOMÍA DE CADA PERSONA?

Lo primero que podemos decir es que no es un término unívoco ni para la filosofía ni para la lengua; fue utilizado en un principio en Las mujeres que llevan adelante la vitrificación referencia a la autorregulación y al autogobierno de óvulos por causas sociales son mujeres de las ciudades-Estado helénicas independientes, sanas, sin infertilidad probada, lo que ubica pero en la actualidad se utiliza para las personas a las TRA como un intento de “preservar” la que hacen una elección individual, con libre fertilidad. Sin embargo, los datos indican que la albedrío, libertad, autenticidad. Recién con Kant tasa de embarazo clínico por ovocito vitrificado el término adquirió preponderancia y en 1784 la y descongelado de mujeres menores de 30 años define como la capacidad del hombre para es de entre 4,5 y 12 %, y las tasas disminuyen con tomar decisiones por sí mismo, que puede estar la edad de la mujer al momento de la extracción, disminuida o incluso ausente en el ser humano, lo cual indica que el congelar óvulos no garantiza y puede no ser igual para todas las personas.

Otra concepción sobre la autonomía es la que sostienen los bioeticistas norteamericanos T. Beauchamp y F. Childress. Ellos hacen una distinción precisa entre la persona y la acción autónoma, y se refieren a las acciones autónomas como intencionales, con conocimiento y sin influencias de control, que son las que determinan la acción y las elecciones autónomas.

Rebecca Walker, escritora feminista y activista estadounidense, realiza en 1969 una crítica al enfoque de Beauchamp y Childress, que plantean como requisito que las acciones autónomas estén prácticamente exentas de influencias controladoras y que solo hagan referencia a las enfermedades debilitantes, los trastornos psiquiátricos y el uso de drogas como condiciones personales que socavan la autonomía.

Desde la bioética feminista, se pone el foco en la autonomía relacional considerando que las personas se encuentran arraigadas social e históricamente, son moldeadas por diversos factores y los vínculos adquieren suma importancia en la formación del sujeto.

No solo se trata de la posibilidad de optar por un curso de acción, sino fundamentalmente de analizar cuáles son las características tanto políticas como sociales que proponen las opciones a elegir y evitar las condiciones de opresión.

La autonomía no puede pensarse como abstracta y general, es una capacidad que se desarrolla en relación, no es un atributo estático sino más bien dinámico. Por lo cual se puede ser autónomo en muchos aspectos, pero ante circunstancias vulnerables, uno trastabilla y es allí donde la estructura de cada sujeto, las circunstancias, la relación con el otro y la comunicación adquieren mayor importancia.

Por otro lado, como formula el psicoanálisis,

el concepto de sujeto consciente, autodeterminado y dueño de sí es una abstracción: somos sujetos divididos, sujetos del inconsciente. Es justamente el poder registrar nuestra falta de completitud y certeza lo que nos permite hacernos responsables de nuestras limitaciones. Judith Butler plantea la ética de la responsabilidad que se contrapone a las concepciones éticas violentas que consideran que el sujeto es portador de un yo soberano, y no reconocen su estado de vulnerabilidad como intrínseco ni que este puede acentuarse bajo ciertas condiciones sociopolíticas.

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¿QUÉ DEBEMOS ENTENDER COMO AUTONOMÍA INDUCIDA EN EL CONTEXTO DE SU ARTÍCULO?

En línea con lo que vengo planteando, es bajo el prisma de una bioética feminista que me interesa dar cuenta de cómo las técnicas de reproducción asistida pueden estar naturalizando la medicalización de la reproducción humana.

El cuerpo ha sido estudiado durante siglos por diferentes disciplinas y se ha demostrado hasta qué punto están implicados los procesos históricos en la concepción que se tiene del cuerpo.

El cuerpo está inmerso en el campo político: es afectado por las relaciones de poder y de dominación. Foucault sostiene que dicho sometimiento no se ejerce por la violencia, que puede ser mucho más sutil. El poder, a su vez, no opera como una obligación ni tampoco como una prohibición, las relaciones de poder se dan en el entramado social y no se limitan a reproducirse al nivel de los individuos, de los cuerpos. Así, los sujetos interiorizan las conductas de integración y de exclusión que se adecuan a los mecanismos de dominio. Es en este sentido que los aparatos normalizadores de poder

disciplinario van mucho más allá de las instituciones sociales, se encarnan en cada uno de nosotros.

Como comenté antes, se construyó un orden simbólico de idealización en torno a la maternidad que genera un patrón de conducta que no se acerca a las experiencias reales, de modo tal que se produce una estigmatización de la mujer que no tiene hijos: se la ubica en un punto de carencia, de falla a solucionar, lo que genera sentimientos de culpa o de fracaso. Los rasgos que se le ha adjudicado a la mujer están íntimamente entrelazados con aquellos que constituyen el estereotipo maternal, de ese modo de identificar la identidad femenina con la maternidad.

La maternidad en sí nunca fue un tema privado, sino que está imbricada en el entramado social y tiene una dinámica sostenida en múltiples dimensiones, tanto biológicas, como culturales y simbólicas. La crianza de los niños por parte de la mujer se naturalizó al considerar a la maternidad como un estado de plenitud; además de las condiciones biológicas, económicas, políticas y sociales, la función materna se configura con la división sexual del trabajo.

En la mayoría de las estructuras patriarcales, se establece que las mujeres aparte de concebir y gestar también deben criar a los niños, sin ser reconocidas como trabajadoras. La contradicción se encuentra cuando la reproducción y la producción del trabajo no adquieren el mismo prestigio: mientras se carga de simbolismo la maternidad biológica, se desvaloriza el trabajo doméstico.

En la sociedad actual se somete a la mujer a una presión por el acceso a mejores puestos laborales, mejores ingresos y capacitación profesional, pero siguen quedando devaluadas con remuneraciones más bajas y mayor inestabilidad. Asimismo, se ejercen los mandatos sobre las mujeres de una maternidad a cualquier costo, como un objetivo a cumplir, sin cuestionarse

si realmente es una elección personal o una exigencia social.

La construcción de las contradicciones sociales y la actividad productiva está inversamente relacionada con la dinámica reproductiva.

A partir de las transformaciones que se han presentado en las relaciones familiares y la inserción de la mujer en el ámbito laboral, de la educación, de la vida pública, además de los cambios en las conductas sociales, parecería que ingresamos a un nuevo orden social.

Sin embargo, la paradoja es que se mantiene el mismo proyecto civilizatorio iniciado en el Renacimiento, y la tecnología viene a reconfirmar el lugar de la mujer como madre, más temprano o más tarde.

Así, es posible ligar el retraso en la maternidad con las dificultades para el desarrollo personal y la inserción laboral. Sin embargo, estas causas están vinculadas con cuestiones sociales, como la falta de modificación de un modelo tradicional de la división sexual del trabajo, y termina recayendo sobre las mujeres la solución: es aquí cuando entra en escena la medicina con sus recursos biomédicos y la medicalización de la reproducción.

A lo largo de mi trabajo desarrollo el concepto de autonomía a la luz de la bioética y cómo el corrimiento de las fronteras de la ciencia médica junto con la medicalización de la reproducción son facilitadores de una respuesta individual a carencias sociales y del ejercicio de una autonomía inducida por las exigencias sociales y del mercado. En particular, la vitrificación de óvulos por causas no terapéuticas y la posterior aplicación de las TRA, lejos de favorecer la autonomía, reproducen la asimetría y la desigualdad de género.

Lo que queda oculto detrás de esta elección reproductiva presentada como elección individual son condiciones estructurales, entre las que se encuentran las reglas del mercado, y el

deslizamiento de las responsabilidades hacia el individuo por sus elecciones. Por todo esto, considero oportuno introducir el concepto de autonomía inducida como una vertiente limitante de la autodeterminación de las mujeres en el ejercicio de sus derechos reproductivos, que condiciona la libertad de la toma de decisiones frente al saber médico y la oferta tecnológica.

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¿CUÁLES SON ESOS “COSTOS EN LOS CUERPOS Y EN LA SUBJETIVIDAD DE LAS MUJERES” QUE CAUSA LA MEDICALIZACIÓN DE LA REPRODUCCIÓN? El ejercicio de la biopolítica por parte de la medicina se ubica en los primeros años de la Edad Moderna al iniciarse el proceso de medicalización de la población como un modo de administrar vidas y cuerpos, cuestiones que se han ido perfeccionando en las últimas décadas con el avance de la tecnología.

Foucault consideraba a las tecnologías como un poder dirigido a la vida —biopoder— al modelarla y administrarla de modo sutil, a tal punto que el sector sanitario se fue transformando en una institución de control.

Desde los años ochenta la medicalización de la vida ha generado críticas, a esto se suma que cada vez más la información sobre la salud se vehiculiza a través de los medios de comunicación configurando expectativas en ocasiones desmedidas sobre los beneficios de un tratamiento o una medicación. De este modo, contribuyen a generar un concepto erróneo sobre la biomedicina al no incorporar en sus contenidos términos como incertidumbre o limitaciones.

En el caso de la medicina reproductiva, esta

ejerce control en particular sobre el cuerpo reproductor femenino, que resulta ser el más disociado y pierde su unicidad e individualidad.

Las TRA se inscriben como parte del proceso normalizador de medicalización que genera la demanda de tratamiento, a la vez que el lenguaje creado por médicos y medios de comunicación intenta mitigar la severidad de dichas prácticas.

El auge de las TRA da cuenta de una sinergia entre oferta y demanda en un contexto social, político y económico propicio.

Al momento de implementar estas técnicas en el cuerpo de las mujeres, queda en evidencia la asimetría respecto al costo en el cuerpo de los hombres. Las TRA no intentan resolver el problema de esterilidad sino la ausencia de hijos, y es el cuerpo femenino el escenario propicio para intervenir. Se trata de obviar el problema que ha dado origen a la dificultad y, mediante el uso de la tecnología, poner el énfasis en lo orgánicofisiológico sin dar solución al problema, que puede ser orgánico, ambiental o emocional.

Hasta que no surgieron las TRA la esterilidad no se presentaba como un problema importante.

Al ubicar a la esterilidad como un problema de la dimensión puramente orgánica y fisiológica, quedó restringida al área de la medicina, sin embargo, las técnicas no actúan sobre la esterilidad: muy por el contrario, la vuelven irrelevante. De modo tal que las TRA son adecuadas para todo tipo de esterilidad, ya sea que su causa sea masculina (cuando la disfunción se localiza en el cuerpo del varón), femenina (cuando la disfunción se localiza en el cuerpo de la mujer), mixta (cuando se localiza en ambos) o indeterminada (cuando existe causa orgánica pero no se la ha detectado).

Es así como la infertilidad puede situarse en una encrucijada mucho más compleja que lo que propone la tecnología como parche y que ha generado efectos en el ámbito científico y, en especial, en las parejas, en los niños y en el cuerpo social.

Al medicalizar su cuerpo para la reproducción, las mujeres ingresan en una carrera en la que toda su vida queda entre paréntesis para abocarse al tratamiento médico y dejan de lado su subjetividad. Claramente el saber médico deja por fuera todo aquello que no es de su competencia: lo psíquico.

Los límites entre demanda de un hijo y esterilidad médica no están claros. La demanda de hijo es del orden de la subjetividad y la medicina da una respuesta somática a la cuestión.

En ocasiones se banaliza el proceso y se encubre una pregunta que el sujeto no termina de desplegar; la tecnología tapona, sin mediar cuestionamiento alguno, sin alternativas posibles.

En los últimos años ha surgido un nuevo modelo de fecundidad con un claro cambio de patrones de comportamiento reproductor: las mujeres planifican su vida de modo tal de no seguir el modelo tradicional del matrimonio y la maternidad, es un retraso consciente y deliberado al priorizar sus proyectos de vida sostenidos en el crecimiento profesional y personal. Sin embargo, a pesar de que las causas se pueden encuadrar dentro del ámbito social, la solución se orienta hacia la tecnología.

Se desdibujan las causas que generan el retraso, vinculado estrechamente con la precarización de las condiciones laborales y la desigualdad de género. Así, la supuesta libertad de acción se transforma en una encerrona trágica en la que el reloj biológico —se sabe que la fertilidad disminuye a partir de los 35 años debido a la reducción de la reserva ovárica— deja como solución el recurrir a la oferta tecnológica de las TRA. Las mujeres siguen siendo presionadas para ejercer la maternidad a cualquier costo como un objetivo a cumplir, sin cuestionarse si realmente es una elección personal o una exigencia social, como cuando se intenta “preservar” la fertilidad por causas no terapéuticas. El avance de la tecnología ha contribuido a reproducir la desigualdad en las

relaciones de género: desde sus inicios ha determinado los objetivos, las finalidades de estos y los temas de investigación desde una perspectiva androcéntrica.

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A MODO DE CIERRE, LE PEDIMOS QUE AGREGUE LO QUE CREA NECESARIO.

Si bien se están produciendo cambios en relación con el lugar de la mujer en la sociedad, los efectos no son inmediatos ni tampoco homogéneos.

Estas modificaciones incluyen el acceso a la vida pública, al ámbito laboral, a la educación y a la libertad sexual, y su ingreso a la actividad productiva; son todas posibilidades para la mujer, pero sin embargo parecen entrar en contradicción con la dinámica de la reproducción y en ocasiones provoca tensión. Subyace aún la insistencia en asignar a las mujeres el rol de perpetuar el lazo biológico enfatizando el narcisismo de la sangre y replicando una ideología patriarcal. Desde esta perspectiva podríamos pensar que recurrir a la vitrificación de óvulos sin padecer enfermedad alguna puede estar respondiendo a la falta de equidad de género, ya que queda el cuerpo de las mujeres como medida de ajuste del sistema social. Frente a carencias sociales y a exigencias del mercado, se promueve una respuesta individual por parte de las mujeres y se mantiene un modelo hegemónico de reproducción.

La bioética, entendida como una pluralidad axiomática y de discursos, y particularmente la bioética feminista nos permiten formular la pregunta acerca de los “costos” que en la mujer tiene la no maternidad y las implicancias de la “maternidad a cualquier precio”. Con la implementación de las TRA, si bien se ha logrado que las mujeres dieran a luz un hijo, los problemas de esterilidad y fertilidad en general no se han resuelto.

No se trata de proponer un rechazo irreflexivo, tampoco una adhesión irrestricta, sino más bien de abrir una vía de deliberación bioética acerca de la implementación de una técnica que se naturaliza día a día.

Gracias por su participación. * Dr. Eduardo Darío Beccar ** Dr. Eduardo Piluso Entrevistadores, médicos integrantes del área bioética de Fundación Jaime Roca.