/ 15 EL ESPECTADOR / SÁBADO 11 DE ENERO DE 2 01 4 ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~
Las penúltimas notas del Festival » Asista a la conversación en la que Fernando
Toledo hablará sobre ópera con Daniela Pini, Rinaldo Alessadrini y Jacopo Spirei, en la capilla del Sofitel Legend Santa Clara, a las 11:00 a.m. » Escuche en el teatro Adolfo Mejía, a las 7:00 p.m., un recital que mezclará sonidos rusos y gitanos, incluyendo el Quinteto para piano y cuerdas de
Shostakovich, interpretado por el Cuarteto Borodin y Sergei Babayan. » No se pierda el último de los conciertos en la plaza San Pedro, a las 10:00 p.m. Una noche de ópera dedicada a Rossini en la que Rinaldo Alessandrini dirigirá a la Filarmónica Joven de Colombia en selecciones de La Cenicienta. Transmisión en vivo por Señal Colombia y en diferido por NTN24 a las 12:00 p.m.
‘La oreja pasiva’, pieza artística deJim Amaral y símbolo del Cartagena VIII Festival Internacional de Música.
8 ElPentagrama
~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~ Concluyó la Serie de Música del Nuevo Mundo
El sonido continental
¶ América continúa su proceso para tratar de reducir las viejas fronteras imaginarias que se han establecido entre los géneros. ALEXÁNDER KLEIN *
Se cuenta que en 1928 el compositor estadounidense George Gershwin tuvo la oportunidad de conocer en persona a Alban Berg, uno de los compositores vanguardistas más respetados de su época. Berg mandó a tocar su Suite lírica frente a un Gershwin lleno de admiración y respeto. Pero luego, cuando llegó el momento para que el norteamericano mostrara su música, el pianista vaciló y se preguntó en voz alta si su arte estaría a la altura de la respetada vanguardia vienesa. A lo cual el autor austríaco respondió con gran seriedad: “Señor Gershwin, música es música”. Es irónico que un europeo —y vanguardista, aparte—le haya tenido que recordar a un compositor estadounidense que toda música es simplemente eso: música. Que no importa si no está escrita en los lenguajes experimentales que suelen complacer a jurados en la academia y que no importa si su fuente principal de inspiración está basada en los géneros populares. El arte, a pesar de que muchos insistan en lo contrario, simplemente no puede ser juzgado. Todo se reduce, a fin de cuentas, al gusto personal. Por siglos, las clases dirigentes de América estuvieron convencidas de que había que imitar a Europa en el aspecto artístico para lograr un arte americano que pudiera “competir” con el europeo. Y así tardamos siglos en darnos cuenta de que no había que inspeccionar en Europa lo que ya teníamos en nuestra propia puerta trasera, incluso antes de que llegaran los europeos. Es cierto: la llamada música americana siempre ha existido y, lo que es mejor, no tiene nada que envidiarle a la europea. Todo lo anterior fue confirmado en los conciertos de la Serie de Música del Nuevo Mundo que se llevaron a cabo en el Festival. Empezando con el dúo Assad, que ofreció un repertorio muy varia-
Sergio y Odair Assad exhibieron su destreza en la guitarra, mientras que Guinga y el Quinteto Villa-Lobos realizaron un recorrido por algunas piezas tradicionales del Brasil. / Fotos: Wilfredo Amaya
Rodolfo Mederos, bandoneonista argentino, musicalizó los versos del poeta Juan Gelman. / Carlos Pineda
do en un formato instrumental que es nuevo para muchos. La calidad de su interpretación, y la comunicación increíble que existe entre los dos intérpretes, seguro hicieron que muchos músicos en la audiencia se replantearan sus propios métodos para tocar en grupo. ¿Y qué decir del legendario Guinga y su concierto con el quinteto Villa-lobos? La complejidad armónica y rítmica y el contrapunto magistral de su escuela brasileña confirman que la sobrevalorada vanguardia no es exclusiva de la mal llamada “música erudita”. Antes de terminar su concierto, Guinga tuvo el coraje y el buen humor de exclamar con humildad que él no se consideraba un músico erudito, quizás por algún problema de au-
toestima. Los que entendían portugués soltaron sus carcajadas y —hay que decirlo— entre las risas más estruendosas estuvo la del eminente clarinetista Gabriele Mirabassi. Al igual que Guinga, el italiano seguro comprendió que el chiste del brasileño no era más que una sutil crítica a quienes siguen malinterpretando las etiquetas erróneas que se le dan a la música. Otro artista familiar con este debate sin rumbo es el bandoneonista Rodolfo Mederos, quien encantó al auditorio del Centro de Convenciones, en Getsemaní, con una original mezcla de poesía y tango. El número de estilos tan aparentemente distantes en los que ha trabajado —rock, jazz, tango— prueban que las fronteras entre los géneros musicales
son producto de la imaginación. Así lo confirmó también el cuarteto colombiano Manolov en su concierto del pasado jueves. ¿Quién habría de imaginar que un formato nacido en el clasicismo sería perfectamente capaz de tocar piezas de salsa, cumbia y vallenato? A través de Manolov esto fue posible, y si la audiencia no se puso de pie para bailar fue por simple timidez, pues ganas no faltaron. En efecto, la Serie de Música del Nuevo Mundo no sólo reafirmó para muchos la envidiable riqueza y variedad musical que hay en el continente. También reafirmó las palabras de Alban Berg que hoy deben resonar entre nosotros: la música no es más que música.
* Compositor y musicólogo
MIGUEL CAMACHO *
Aventura en la Noche Húngara Una de las expectativas que nos habíamos hecho para la presente edición del Festival es la relativa a los escenarios mismos en que este mundo de la fábula y la fantasía se iba a trazar desde las distintas expresiones extranjeras. El castillo de San Felipe de Barajas es una de esas propuestas, y por su magnificencia suscitó una curiosidad también enorme; de cualquier manera, la promesa de la música gitana en los recintos de piedra de la fortaleza prometía una aventura que un público muy elegante aceptó de buen grado a pesar de un ascenso tortuoso y algo inseguro. Hablando ya de música, Geza y los Virtuosos Bohemios se muestran a las claras como los define su nombre: son virtuosos, conocedores de su instrumento en niveles completamente íntimos, diestros, recursivos y profundamente técnicos, un asunto, sin embargo, peligroso en razón del riesgo que se corre al enfrentar la pericia contra la, digamos, humanidad de la música, si se me permite esta condición como término. La promesa de un violín gitano, como corresponde a la esencia misma de este director y líder del grupo, se extravió en los cambios del programa a último momento, hecho que no resulta grave si el producto final responde a una calidad y a una idoneidad artística, además porque la música de Franz Liszt, Brahms y Camille Saint-Saëns no son para nada un asunto despreciable. El programa, pues, a mi juicio, no desentonó ni defraudó a la audiencia; tuvo, como en las corridas de toros, momentos de lírica profunda y embates impetuosos en la ejecución de las cuerdas que nos hicieron esperar ese final infantil y conocido, pero mágico, de Czardas, que nunca llegó. Hoy, al digerir esta Noche Húngara, de cuerdas, de música veloz y efectista, llena de matices salpicados de folklore, se me ocurre pensar si un cierto afán por demostrar un pleno dominio de condiciones virtuosas en obras exigentes no estará sacrificando la belleza que debe asistir a la obra misma. Tal vez hubiera preferido quedarme con la idea de “qué maravillosas son las canciones de Brahms...” en lugar de llevarme la impresión de lo avezado y frenético del violinista. Saint-Saëns, sin embargo, me encantó y creo que Oblivion de Piazzolla fue un gran final. * Periodista HJCK.
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