Publicacion = El Espectador, Sección = , Color = , Fecha = 07/01/2014, Hora = 03:27:35 p.m., Página= 15, Usuario = wbotia
/ 15 EL ESPECTADOR / M I É R CO L E S 8 DE ENERO DE 2 01 4 ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~
Hoy, en el Cartagena Festival de Música » En la capilla del Sofitel Legend Santa Clara, a las
» Escápese a España con el Dúo Assad y Cristina
11:00 a.m. y 3:00 p.m., escuche el primer recital del pianista armenio Sergei Babayan, quien se ha destacado por acercar a América el repertorio de Europa del Este. » A las 7:00 p.m., en el auditorio del Centro de Convenciones, escuche el recital Del amor: un encuentro entre la poesía y el tango, del bandoneonista argentino Rodolfo Mederos, embajador por 50 años del ritmo del Río de la Plata.
Zavalloni en la capilla del Sofitel Legend Santa Clara a las 7:00 p.m. Obras de Falla, Albeniz, Turina y Granados hacen parte de la programación. » No olvide seguir la transmisión en vivo a las 7:00 p.m. por Señal Colombia del concierto que se presentará en la Sociedad Portuaria, con lo mejor de la música para cine de Nino Rota, compositor del delirante Federico Fellini, interpretada por la Banda Radar y el cuarteto colombiano Q-Arte.
‘La oreja pasiva’, pieza artística deJim Amaral y símbolo del Festival Internacional de Música de Cartagena.
5a ElPentagram ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~ JUAN DAVID TORRES DUARTE
jtorres@elespectador.com @acayaqui
El arte parece recorrer el camino contrario del progreso tecnológico. Parece caminar hacia atrás, con los pies en reversa. El modo de que el arte vaya hacia adelante, entonces, es torciendo su rumbo hacia atrás. Eso puede vislumbrarse de las palabras de Rodolfo Mederos, bandoneonista, argentino, 73 años. ¿Hacia dónde quiere avanzar con el tango?, le pregunta un periodista. “Hacia sus orígenes —responde—, hacia su historia”. Porque en los orígenes se recupera la esencia, quizá. Porque en los orígenes están la rebeldía y la singularidad. Decía el escritor Macedonio Fernández que el tango era “lo único seguro en nuestra cultura porque no consulta con Europa”. Por ello, quizá, el tango atrae a Mederos: porque es la forma en que Argentina es más Argentina y menos Europa. Mederos hace parte de ese origen, pues desde sus primeros años de juventud, atraído como estaba por el tango, decidió encaminarse hacia sus sendas de extraña nostalgia; por eso tocó con Astor Piazzolla, por eso lo admiró, y por eso también se juntó a Osvaldo Pedro Pugliese, pianista, tanguero. De modo que si Mederos decide volver a los orígenes del tango, en algún sentido ha decidido, al mismo tiempo, volver a sí mismo. “Tocar es como un viaje —dijo en una entrevista con la revista Ñ—: uno cierra la puerta del auto, pone primera, segunda y va atravesando calles, luego entra en una ruta, llega la noche y no se ve muy bien, por ahí llueve, y piensa ¿cuándo llegaré a destino? Tocar música involucra más o menos todas esas alternativas”. El destino puede ser la fusión, como sugirió en principio con su trabajo en discos como De todas maneras (1977) y Todo hoy (1988) y luego en sus encuentros con Daniel Baremboim, la Orquesta Festival de Ushuaia, Mercedes Sosa y Luis Alberto Spinetta; allí, el bandoneón era la voz cantante, que jugaba a combinarse con instrumentos clásicos, que jugaba a mantener su integridad y a acordar sus sonidos con otras armonías. El destino puede ser también el origen: así está retratado en interpretaciones como Sur
Estará hoy junto a su trío en el Getsemaní
El tango que
VUELVE
¶ Rodolfo Mederos, 73 años, es uno de los bandoneonistas más queridos en la escena del tango. Sus composiciones sugieren que el género, esa máquina de nostalgia, siempre retorna a sus orígenes. / Carlos Pineda
(original del bandoneonista Anibal Troilo) y Eterno Buenos Aires (1999), grabado junto a Armando de la Vega y Sergio Rivas, que estarán con él en el Festival de Música de Cartagena. Porque aquella música viene más allá de la tradición: viene de la necesidad de un pueblo de expresar un pasado que sigue siendo presente. ¿Se ha desarrollado el tango? ¿Es un género eterno, que no cambia, que cuando nació también selló su historia? “El tango se ha puesto de moda (y lo que está de moda luego se pone en liquidación) —ha dicho—. Evolución comercial, tal vez, pero no desarrollo”. ¿En qué estriba su belleza si es permanente, si es regular? La respuesta, quizá, está en las formas de su combinación: en el modo en que se ponen de acuerdo su bandoneón y la guitarra de Armando de la Vega, mientras se acercan al contrabajo de Sergio Rivas. El bandoneón, y así el tango, es una partícula que se amolda a otros instrumentos, que se abre camino en medio de las curvas de otras músicas. El bandoneón de Mederos ha combinado con músicas ajenas la tradición del tango, porque se permite ser flexible: allí está, como muestra, Cansiones, algunos de cuyos temas grabó con Joan Manuel Serrat. Así avanza el tango, así retrocede también. Mederos recuerda su infancia como el momento fundamental de cuanto sería después. Recuerda los primeros tangos, su encuentro con el bandoneón —un quiebre— y recuerda también aquellas calles de Constitución donde creció, en una familia de laboriosos. Y entonces hay una manera de comprender su historia y su música. Hay que volver a ese momento cuando un hombre, en una habitación, una tarde, mientras las gallinas daban vueltas por allí y poco después de que su madre le preparara pastelillos, sacaba de una caja “un artefacto rarísimo que comenzó a sonar”. “Este instrumento se mueve como un gusano —dijo en una entrevista—. Y el sonido me penetró. Y creo que ahí entró en mi corazón, en mi alma y en mi decisión de manera permanente”. Hay que volver al inicio salvaje, al momento en que tocaba las canciones de oído y sabía componer, aunque de un modo “maltrecho”. Hay que volver al salvajismo inicial, al origen del golpe tanguero. A aquellos hombres que le enseñaron el tango como tiene que ser enseñado: tocando.
CAROLINA CONTI *
La noche francesa Las sonoridades y los personajes del repertorio francés fueron los protagonistas del lunes 6 de enero en el Cartagena VIII Festival Internacional de Música. Debussy, Ravel y Saint-Saëns, abrieron la Serie Oro Davivienda con Katia y Marielle Labèque, quienes en su última participación en el Festival contaron con un ensamble de músicos colombianos que emocionó al público tanto en la mañana como en la tarde. Y en la noche, para completar el panorama de obras francesas del siglo XX, el Teatro Adolfo Mejía acogió inicialmente al virtuoso del arpa Emmanuel Ceysson y al violista Laurent Verney, quienes abrieron el concierto con tres breves transcripciones de melodías de Fauré y Ravel en esa delicada combinación instrumental. Enseguida, Ceysson se unió a la Orquesta de Cámara Orpheus, que ofreció una hermosa versión del Preludio a la siesta de un fauno de Claude Debussy, obra que señala el camino a la música moderna. Una interpretación perfectamente ensamblada y de gran nitidez en donde se sentía que cada uno de los instrumentos era un apasionado nervio del personaje mitológico que persigue a las escurridizas ninfas. Una interpretación que permitió apreciar la versatilidad de la orquesta sin director y cómo la comunicación entre todos los músicos logra poner de manifiesto colores sonoros que muchas veces quedan relegados en el todo de la textura orquestal. La última obra de la noche fue Mamá Oca de Ravel, que habíamos escuchado en la mañana en la versión para piano con las hermanas Labèque. Cinco piezas inspiradas en cuentos infantiles de atmósferas ensoñadoras de profunda ternura. Orpheus hizo una interpretación magnífica y consiguió un sonido orquestal sólido, pleno de expresión, que parecía provenir de una orquesta más grande. Hay que decir además que tener la posibilidad de escuchar la misma obra en formatos diferentes, piano y orquesta, el mismo día, abre al público la posibilidad de reflexionar acerca de la riqueza y enorme diversidad de las expresiones musicales a través de las combinaciones instrumentales y, claro, de los estilos propios de los compositores. El público supo apreciar la calidad del repertorio y el arte de los intérpretes. Incluso muchos asistentes hubieran querido disfrutar de un poco más de música. * Periodista Revista Diners.