FRENTE N.90

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36 | FRENTE del 14 al 20 de marzo de 2013

CHARLYFORNICATION por Carlos Velázquez LA BESTIA POP

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Soy un obsesivo compulsivo. Así como el adicto a la coca dedica la mitad de su vida a mangar, comprar, conseguir cocaína, yo invierto la misma cantidad de tiempo en bajar música. Sufro síndromes de abstinencia terribles. Y padezco las angustias del “completista”: no encuentro paz hasta no descargar discografías completas de grupos que ya a nadie le interesan. Sumemos a lo anterior que además colecciono discos originales. Existen álbumes que me roban el sueño. No me conformo con la música. Necesito el booklet, el art, es decir: el producto. Por improbable que éste sea. Recuerdo cuando el CD llegó a mi ciudad (1989). Babeaba ante el aparador de la tienda de discos frente al Delicate Sound of Thunder de Pink Floyd. Confieso que el formato me era indiferente: yo ansiaba el contenido. Era conservador y quisquilloso. Y lo fui durante un tiempo, hasta que la descarga gratis me mostró el confort y la música para volar. Parafraseando al filósofo español Eugenio Trías: no hay más rey ni más ley ni más dios que el maldito internet. Recuerdo la lucha

entre apocalípticos e integrados que suscitó el debut del compact disc. Los puritanos se inclinaron por el LP, los vanguardistas por la nueva presentación. Innumerables apologías y descalificaciones se presentaron. Yo me compré el casete, adoraba hacer mix tapes (tal vez sean los culpables de mi vocación de escritor). Tenía once años, cursaba sexto de primaria, no podía pagarme un sistema de sonido que reprodujera “compacs” en ese tiempo. Durante los noventa el LP y el casete se convirtieron en novias del olvido y se estableció el reinado del CD. Sin embargo, se presentó el mismo problema con los anteriores formatos. Algunos discos eran inconseguibles. Así transcurrió más de una década. Entonces Dios Padre internet se hizo accesible y nuestro estatus fue transformado primero por las compras en línea y después por la descarga gratuita. Durante un tiempo fui suculenta víctima de Amazon, Ebay, Cd Now, Volver, etc. Aún lo soy, aunque en menor medida. Entonces comencé a descargar música. Cuántos sentimientos encontrados, cuántas satisfaccio-

nes y desilusiones me ha traído esta práctica. No pocos temieron caer a la cárcel, como ha sucedido en Estados Unidos por atentar contra los derechos de autor. Pero no toda la música está en los cables, como aseguraba Cerati. Hoy en día sufro de incontables migrañas gracias a que no puedo encontrar toda la música que deseo en la red. En la actualidad las cosas se han invertido. El LP recobra fuerza. Yo la verdad he renunciado a él, me produce una güeva infinita escuchar cuatro canciones y dejar de coger para ir a darle vuelta al vinyl. El CD pasa por su mejor momento. Ahora es para minorías. Pero me he reconciliado con él. Aunque los puristas insistan que el mejor sonido sale del vinyl. No importa. La crisis de los formatos siempre existirá. Por ello, nada superó al hecho de comprar o bajar la música de la red. Cada mañana despierto con una sola idea en la cabeza: asistir a una sesión de Alcohólicos Anónimos, subir a la tribuna y decir con un café y un cigarro en la mano: “Buenas noches, mi nombre es La Bestia Pop y soy adicto a descargar música”.

SOY UN FRACASADO por Pepe Casanova ¡ARRIBA LOS RAVES! ¡ABAJO LA CONDESA!

LA SIGUIENTE SEMANA COLABORA > Jorge “Negro” Hipólito

Querida computadora: Aún sigo pensando en la columna sobre la colonia Condesa que mi amigo “el Negro” escribió para este mismo semanario, pero una semana atrás. Hay quienes hacen hasta lo imposible por vivir ahí. Decía que había leído, que hay un comité que decide si eres un “buen candidato” para vivir en esa colonia o no, y que los extranjeros tienen preferencias —aquí va un llamado para @sayPFFF urgente. Muero por conocer a ese comité y también a la gente que en verdad piensa que es cool vivir en la Condesa en pleno 2013. No sé quién esté peor de los dos. Para mí la prueba del fin de la Condesa fue el nuevo Yuppies que construyeron hace unos meses sobre Patriotismo. Incluso ya había hablado de él, pero nadie me prestó atención. No se han dado cuenta de su importancia, pero la verdad me

encantó. Es el simbolismo arquitectónico perfecto que marca el final de esta colonia, la obra que cierra un capítulo de la ciudad de México. Ya los publicistas y los argentinos pueden regresar a sus colonias anteriores o mudarse a otras nuevas y estar en paz. Lo que sigue no queremos verlo. Me atrevo a hablar porque, yo como muchos más, fuimos viendo su transformación a lo largo de los años. En las calles de Atlixco y Campeche tuve un restaurante en 1997 junto con David, un buen amigo. Se llamaba Café Tsé-Tsé, duró sólo un año. Éramos jóvenes y desenfrenados, y nos gastábamos todo el dinero y toda la energía en los raves. Porque también los organizábamos. De hecho, una vez hicimos uno justo afuera del Tsé-Tsé: en plena calle pusimos unas rampas de patineta e

MAMADORES por Marco Colín | www.marcocolin.com

invitamos a tocar a Klang y a Martin 9000. Llegar diario a trabajar en vivo era lo de nosotros, así que después de un rato tuvimos que cerrar. Yo comencé a trabajar en una revista de música y David siguió trabajando con DJs hasta que terminó en la cárcel por casi dos años. A la semana que salió lo mataron y los viejos amigos del rave nos reencontramos en su funeral. Compramos una botella de ron que clandestinamente metimos a Gayosso, junto con una grabadora, y pusimos sus rolas favoritas hasta que nos corrieron. A lo que voy es que también esta juventud de hoy cree saberlo todo y ése es el problema. Vale verga. Creo que la culpa de ese fenómeno en el que hoy todos somos todo, definitivamente se lo debemos a las nuevas tecnologías. No, no soy un amargado. Soy un fracasado. PLUR.


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