Zonas (casi) vacías Por Cinthya García Leyva
¿Qué suena cuando una obra busca el silencio? ¿Qué tan posible es vaciar un texto sonoro? ¿Cuáles son los efectos de borrar? A través de instalaciones sonoras e intervenciones a materiales encontrados, Manuel Rocha Iturbide trabaja sobre estas preguntas en la exposición “Zona vacía”.
C
inco líneas de clavos separadas entre sí a lo ancho y alto de una pared emulan un pentagrama. No hay notas, no hay claves, llaman al silencio. Presentan un vacío musical al tiempo que revelan lo que desde hace tiempo se sospecha: el silencio total es imposible. La pieza terminada, armada con los más de 2 000 clavos que Manuel Rocha Iturbide, artista sonoro, colocó uno a uno en una pared de la galería Le Laboratoire, carga en su proceso esta duda; para realizarla se necesitó hacer ruido, golpear, martillar. El espacio en donde aparece este pentagrama tridimensional cambió en tal proceso (la pared fracturada en ciertas secciones, las líneas de los clavos apenas uniformes). Algo siempre suena detrás, algo queda siempre en el silencio, recuerdan las piezas de “Zona vacía”, exposición conformada por tres instalaciones sonoras y tres intervenciones a materiales encontrados, todas obras realizadas por Manuel Rocha para esta muestra, en una curaduría de Michel Blancsubé. Si John Cage –compositor y teórico musical– es un referente obligado cuando se habla de la imposibilidad del silencio (“siempre está pasando algo que hace sonido”, escribió el compositor en su ensayo “45’ for a Speaker”), Rocha Iturbide vuelve a él para silenciar también el referente. Con una máquina de escribir Olivetti el artista reescribe los signos de puntuación de la celebrada “Conferencia sobre nada” (1959) de Cage y borra el resto del texto del compositor. Lo que queda en este vacío es una estructura que es también forma, que mantiene una duración, que enmarca pausas. El caos que se ordena. Antes que ocultar los referentes, “Zona vacía” anuncia justamente los antecedentes con los que dialoga: John Cage y sus reflexiones sobre la nada y el silencio, Ulises Carrión –escritor y uno de los teóricos de arte más importantes de México– y sus variaciones visuales, Robert Rauschenberg –artista representante del arte pop– y sus piezas borradas. (En México, más recientemente, podríamos pensar también en el trabajo de Verónica Gerber Bicecci con nociones de lo visible y lo invisible.) Se mantiene la atención sobre el azar, elemento recurrente en
las piezas de Rocha Iturbide, y se enfatiza la mirada desde la que parten estas recuperaciones: es en los márgenes de lo sonoro desde donde se propone la escucha y la visibilidad de lo que antes no era explícito. Los murmullos de los frascos de laboratorio con audífonos que reproducen repetitivamente en MP3 música de distintos géneros; las partituras de las Invenciones de Bach a dos voces “calladas” con bloques de pintura negra; las baquetas de tambor que, suspendidas, no llegan a percutir; los acetatos que antes reproducían voces de escritores en la lectura de sus obras, perforados en cada pausa de la voz de un autor… Impurezas, residuos; “pequeños demonios”, dice Rocha Iturbide en entrevista, en referencia al recién fallecido compositor Robert Ashley, que llamaba así a ese ruido inevitable que aparece en una grabación de audio. Partículas que no se borran y que insisten en quedarse, basurillas que no deberían aparecer y que de cualquier modo están allí. Si en trabajos previos el compositor mexicano buscaba cubrir estos “pequeños demonios”, ahora intenta descubrirlos y luego acentuarlos. “Una visión más contemplativa de lo sonoro”, dice Rocha Iturbide, que segundos después completa: “Al seguirlos, al adaptarse a estos residuos y contemplar sus efectos, tampoco hay una actitud completamente pasiva; en el proceso de borrar, de intervenir, de develar, de hacer cortes a manera de improvisación, están en juego el azar y el control. Hay, finalmente, un juego entre la toma de decisiones, las búsquedas específicas y los resultados”. Cada vez que el visitante de “Zona vacía” decide tocar los acetatos perforados, acercarse a los frascos que suenan un techno lejano, leer los bloques visuales en las partituras de Bach, este juego se reactiva: ciertas estructuras permanecen, ciertos efectos aparecen por primera vez. “Zona vacía” Galería Le Laboratoire Vicente Suárez 69 Int.2, Condesa. Hasta mayo 17. lelaboratoire.com.mx
Fotos Cortesía galería le laboratoire
42 | frente | ARTE | del 10 al 23 de abril de 2014