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El profesor Castillo y la izquierda limeña
El profesor Castillo y la izquierda limeña 12 de abril del 2021
AYER todas esas teorías de ciencias sociales alrededor de Bordieu ("capital simbólico") y Gramsci (el "intelectual orgánico" y "hegemonía cultural") promovidas y alentadas por la izquierda de la capital –cuyo pensamiento está más asentado en una silla del café Les Deux Magots de París que en el Perú–recibieron una bofetada de un modesto profesor de provincias que venía montado a caballo. ¿Acaso creía esta izquierda que podía tener algún tipo de ascendencia en las poblaciones rural-altoandinas, donde es costumbre el duelo a puños del Takanukuy, con sus "masculinidades tóxicas"? Reflexionen. ¿Y el lenguaje del "todes" –esa jerga inclusiva que los identifica–iba a imponerse en el quechua con todas sus variantes? Piensen. ¿O que esa virilidad alentada por LuisE. Valcárcel en el libro Tempestad en los Andes, consumida
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aún por los intelectuales indigenistas del sur andino, que sentencia que "la sierra es macho y la costa es hembra", no iba a estar presente a la hora de depositar su voto en las ánforas? Están desconectados de la realidad. ¿Acaso creían que su discurso occidental posmodernista, que relativiza la verdad, iba a ser más fuerte que ese sincretismo donde se encuentran fusionados el cristianismo y sus tradiciones ancestrales? ¿No han escuchado de la festividad del Qoylllur Riti o la Virgen de la Candelaria? ¿Pensaron que ese feminismo inextricable de Rita Segato iba penetrar en la mujer conservadora de la sierra? El profesor Castillo, en el fondo, les ha hecho un favor. Les ha dicho que, desde el Juanito de Barranco, no se puede pensar el país. Hay que trajinarlo como Riva Agüero, tal vez, a lomo de burro o de caballo como él, para entenderlo. Un lápiz derrotó a una laptop. Un lápiz puso fuera de juego a Bordieu y Gramsci ayer. La izquierda limeña no tiene, desde ahora, sino una única salida: reinventarse o desaparecer.
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